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Al cabo de los años me he dado cuenta que el tema de la sexualidad masculina no es una
novedad, pues gran parte de las disciplinas que se especializaron en crear un discurso
"científico" que describiera, clasificara y evaluara los comportamientos sexuales, se
han dedicado a llevar al estatus de norma universal la sexualidad masculina y esto ha
permeado la concepción misma que tenemos de nuestra propia sexualidad y la de los
demás.
Como bien lo ha señalado Jeffrey Weeks "la imagen del sexo masculino como una
fuerza incontrolable y desenfrenada...como un volcán, es la imagen que ha prevalecido
en nuestra respuesta a la cuestión del sexo" (1993:139) El modelo de explicación
esencialista de la sexualidad humana que ha prevalecido históricamente, ha recogido y
1
Antropólogo Social, Fundador del Colectivo de Hombres por Relaciones Igualitarias, A.C. y fundador
de Diversidades y No Discriminación, A.C., ambas organizaciones en México.
ha alimentado la percepción masculina de estos llamados “instintos sexuales” y de las
conductas que se supone, se derivan de estos.
Placer y poder
Sin embargo, como bien lo han planteado Horowitz y Kaufman(1989), la tensión interna
de la sexualidad masculina radica entre el placer y el poder. El placer, derivado del
cuerpo y de su capacidad (y posibilidad) de tocar, sentir, fantasear e intimar. El poder,
que es de dos clases; uno el poder del placer, y el otro, el poder derivado de las
relaciones sociales de poder de los hombres sobre las mujeres, de la heterosexualidad
sobre la homosexualidad y el poder de la interiorización de las estructuras de la
masculinidad dominante que da estatus y prestigio. La sexualidad no se puede divorciar
de los placeres derivados de las relaciones de poder, o inversamente; pues la forma en
que nuestros cuerpos experimentan placer resulta de la interacción entre el cuerpo y
el mundo real.
Vergüenza y dolor
Sin embargo, en nuestras historias de vida también surgen experiencias de dolor, pues
la violencia y el abuso sexual forma parte de la carga oculta de muchos hombres, más
de lo que imaginamos. La vergüenza de hablar del dolor y de la vulnerabilidad de estas
experiencias de la infancia, hacen que después de varias horas y días, cuando se ha
construido un espacio de seguridad y confianza, algún hombre se abra a compartir
estas experiencias, a veces por primera vez en su vida ante otros hombres. Lo que
generalmente viene después, es el permiso implícito para que otros hombres abran sus
propias experiencias de dolor, en un primer paso para sanar heridas guardadas por
mucho tiempo. Esta necesidad de reconocer la violencia y el abuso sexual hacia los
hombres, principalmente por parte de otros hombres, requiere de más espacios
dedicados a procesar estas experiencias y de darnos cuenta cómo han afectado
nuestra manera de relacionarnos.
Genitalización de la sexualidad
¿Cómo llegamos a concebir y vivir los hombres una sexualidad centrada en los
genitales? ¿Por qué genitalizamos tan a menudo el placer ? Estas son preguntas que
trabajamos en el recorrido por la adolescencia y el principio de nuestra juventud,
donde la importancia del pene, la masturbación y las fantasías del coito, se
transforman en la manera en que la mayoría de los hombres reafirmamos nuestra
condición masculina y aprendimos (a canalizar) nuestro placer. Las historias,
referencias y anécdotas al pene y la masturbación creadas en esta edad son tan
prolíficas que se podrían escribir y llenar las puertas y muros de toda la ciudad, como
ocurre con frecuencia en escuelas, bares y baños públicos. La masturbación como
forma de autoerotismo, se transforma muchas veces en la manera compulsiva de tomar
contacto placentero con el cuerpo, calmar ansiedades y alimentar las fantasías del
coito. Según la antropóloga Carol Vance, el órgano sexual más importante se encuentra
“entre las orejas”, sin embargo para los hombres en esta edad, y para muchos en el
resto de la vida, se centra directamente “entre las piernas”.
No podemos decir que esto ocurre como un proceso natural, o como la confirmación de
la creencia social tan arraigada entre hombres y mujeres de que “ellos tienen más
necesidades”. Por supuesto que en la adolescencia hay una revolución hormonal donde
los cambios corporales implican el re-descubrimiento de sensaciones y emociones
intensas, pero el hecho que los hombres nos centremos en nuestra genitalidad,
desensibilizando y minimizando el resto del cuerpo, tiene que ver más con la forma en
que nos aproximamos a la sexualidad y al erotismo desde nuestro aprendizaje de la
masculinidad y la hombría, en un período de la vida de intensa confirmación y re-
afirmación de las identidades de género. Más que una expresión natural, la
genitalización de la sexualidad en los hombres forma parte del aprendizaje de los
códigos y formas predominantes de la masculinidad y de cómo los hombres hemos
aprendido a valorarnos como personas a partir de una parte de nuestro cuerpo y los
significados depositados en ello.
Cosificación y pornografía
Para reflexionar sobre una de las formas más recurrentes de condicionar nuestra
miradas y conductas sexuales, revisamos críticamente los primeros textos de
educación sexual para muchos hombres: las revistas de modelos desnudas, las revistas
de fotonovelas y dibujos eróticas, los calendarios de mujeres semidesnudas en la
tienda de la esquina, las postales, videos, etc. y un sin fin de materiales pornográficos o
semi-pornográficos; y en todos ellos el modelo de imagen de mujer destacaba por sus
grandes nalgas y piernas con grandes pechos, así como también en algunos casos sus
genitales pulcramente depilados. La mayoría habíamos comenzado a ver estas imágenes
a partir de los 10 u 11 años y para muchos fue la primera imagen de mujer desnuda y
las primeras lecciones de anatomía comparada, así como los primeros pasos de
condicionamiento de nuestro deseo y de nuestra mirada. ¿Por qué no fijarnos en las
orejas, en las manos, en los pies o por qué nuestra atención no está en tatuajes y
adornos del cuerpo como en India, o en los dientes y la capacidad para mover los ojos,
como en algunas tribus nómadas de Nigeria? No es casualidad que las imágenes que nos
ofrece el comercio sexual y la publicidad, coincidan con la forma en que los hombres
occidentales miramos y nos relacionarnos desde la sexualidad y el erotismo. Sin
embargo no se trata de censurar con una actitud moralina, sino de ampliar nuestras
concepciones y enriquecer nuestras percepciones, donde el énfasis este puesto en las
personas como una integralidad corporal, mental y espiritual y no cómo ciertos pedazos
de cuerpos cosificados a desear.
Homofobia
Esta misma causa es la que condiciona nuestra distancia afectiva y corporal entre
hombres y limita de manera dramática nuestra capacidad de relacionamiento,
restringiéndola muchas veces a la violencia y la competencia. La homofobia
internalizada como parte de nuestro aprendizaje de la hombría, establece las normas
conocidas por la mayoría de los hombres heterosexuales para confirmar cada día su
suficiencia masculina y no dejar lugar a dudas o a posibles “confusiones”.
Esto también esta en la base de la homofobia y el sexismo: el miedo que tenemos los
hombres a ser considerados afeminados. Según Kimmel (1994) "la mujer y los
homosexuales se convierten en el "otro", es decir la contraparte en la cual los hombres
heterosexuales proyectan sus identidades, a través de despojar a los "otros" de la
equidad, desvalorizándoles de tal manera que en cualquier situación dada ellos siempre
tienen la ventaja; así, a través de este proceso, la identidad masculina logra ser
reforzada".
Hace unos años nos vimos en la necesidad de nombrar y subrayar la violencia sexual en
la reflexión entre hombres, pues de muchas maneras se negaba, se invisibilizaba en
otras formas de violencia o se minimizaba como parte de las tradiciones y las
costumbres.
La violencia sexual está invisibilizada socialmente como gran parte de la violencia en las
relaciones de género. La posibilidad de ponerla en nuestras manos y detenerla es
realizando una reflexión critica de nuestra sexualidad de manera global: de las
concepciones y las conductas que utilizamos para relacionarnos cotidianamente;
también necesitamos explorar las expectativas de autoridad y de servicios que
demandamos en el ámbito de la sexualidad a las mujeres y a otros hombres, para
deconstruir nuestras creencias masculinas de superioridad y aprender a relacionarnos
de manera equitativa y respetuosa desde el cuerpo y el placer.
Sexualidad y reproducción
Platicando entre hombres muchos comentaron haber llegado a la paternidad como una
consecuencia inesperada del ejercicio de su sexualidad. Sin embargo la posibilidad de
la reproducción está presente en las formas de relacionarse sexualmente y en el uso o
no de anticonceptivos para prevenir un embarazo; también la paternidad en los
hombres está relacionada a un complejo de experiencias relacionadas con los temores,
las expectativas y proyectos de vida, además de las permanentes decisiones en el
ejercicio de su sexualidad. La sexualidad humana no necesariamente tiene que ser
reproductiva y eso implica aceptar que puede tener un fin exclusivamente placentero
entre los involucrados, lo cual a muchos asusta, pues esto plantea el desafío de la
libertad y el disfrute de la vida, lo cual para una cultura del sacrificio y la culpa, esto
puede llegar a ser amenazante.
Muchos de los hombres latinos nos educamos en esta cultura de culpa y sacrificio, que
afecta la posibilidad de asumir la sexualidad abiertamente como un disfrute
responsable y respetuoso de la otra o del otro, más allá de los discursos de una
sexualidad desbordada e incontrolable.
Esta conflictiva entre la sexualidad placentera y el cuidado necesario para evitar un
embarazo, lleva muchas veces a embarazos no deseados que terminan en abortos o en
hijos/as no deseados, con un frágil ejercicio de la paternidad.
Desde hace unos pocos años que se han popularizado los avisos de ocasión en los
periódicos locales que ofrecen servicios nacionales e importados para solucionar
problemas de impotencia, pérdida de excitación, eyaculación precoz, etc... en los
hombres. Está el éxito comercial del viagra (de los primeros medicamentos vendidos en
el mundo) y otros fármacos y aparatos (como la bomba de vacío) que ayudan a
recuperar la erección del pene; soluciones que muchos hombres confunden con la
posibilidad de recuperar el deseo sexual, cosa que no les sucede, pues es mucho más
complejo que un problema mecánico de vasodilatación local y endurecimientos
prolongados (muchas veces hasta dolorosos).
Enamoramiento y Amor
El otro paso, es el reconocer que las relaciones de amor son un momento posterior y se
dan cuando colocamos la voluntad y cuando estamos dispuestos a construir una relación
de respeto y afecto, de aceptación de las partes negativas y positivas del otro en un
tiempo ilimitado de construcción y alimentación permanente de un vínculo. Reconocer
estos dos momentos en detalle, para muchos hombres constituye la primera reflexión
que cuestiona la concepción predominante (en hombres y en mujeres) del “amor
romántico” que se transmite en canciones, telenovelas, cine, etc. donde se plantea la
renuncia a las individualidades en una eterna promesa de enamoramiento, a costa
incluso del sometimiento, la dependencia y el respeto a los espacios personales
diferentes fuera de la relación.
Otros caminos
El desafío para que los hombres podamos mirar críticamente nuestras historias y
experiencias de la sexualidad, implica un cuestionamiento de nuestras creencias
occidentales judeo-cristianas acerca del placer, la sexualidad y el cuerpo, así como a
las relaciones de poder entre hombres y entre hombres y mujeres. Implica abrirnos a
las posibilidades de otras formas de mirar, desear y sentir, implica desatar las
barreras de nuestras creencias masculinas de poder y control, replantearnos nuestra
visión dicotómica y excluyente de “lo masculino” v/s “lo femenino”, “lo pasivo” v/s lo
activo”, así como reconocer nuestras necesidades afectivas y nuestros sentimientos
como parte del placer; así como transformar nuestras experiencias sexuales en
experiencias eróticas de manera integral en nuestras vidas cotidianas.
BIBLIOGRAFÍA