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Ingeniería en Gestión Empresarial
Durante casi todo el siglo XX se pensó que podía haber diferentes caminos para
el crecimiento económico y que los países pobres tenían que elegir entre
diferentes vías de desarrollo. Eso implicaba una promesa de que algunos
caminos funcionaban como "atajos" que permitirían llegar más lejos, antes que
los demás.
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ÍNDICE
Introducción……………………………………………………………….2
Conclusión………………………………………………………………...8
Bibliografía………………………………………………………………..9
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¿Qué marca la diferencia entre un país rico y un país pobre?
Todo mundo puede distinguir a los países pobres de los países ricos. Aunque
son diferentes en sus características específicas, todas las naciones ricas
comparten muchas semejanzas, mientras que las pobres son todas diferentes.
Mientras que hay un conjunto de naciones ricas, incluyendo a un pequeño
grupo de naciones subdesarrolladas que avanza en la misma dirección, hay
otro, mucho mayor, que se mantiene en la pobreza.
Casi todas las personas buscan la felicidad, y desean ganar dinero y progresar,
para sí mismos y sus familias.
Y así como hay personas pobres y personas ricas, hay países pobres y países
ricos. ¿Dónde está la diferencia?
La diferencia entre los países pobres y los ricos no es su antigüedad.
Queda demostrado con los casos de países como India y Egipto, que tienen mil
años de antigüedad y son pobres. Al contrario, Australia y Nueva Zelanda, que
hace poco más de 150 años eran desconocidos, hoy son, todavía, países
desarrollados y ricos.
La diferencia entre países pobres y ricos tampoco está en sus recursos naturales,
pues Japón tiene un territorio muy pequeño y su 80 % es montañoso, malo para
la agricultura y ganado. Sin embargo, es una de las primeras potencias
económicas del mundo. Su territorio es como una gran fábrica flotante que
recibe materia prima de todo el mundo y los exporta transformados,
acumulando su riqueza.
Por otro lado, se encuentra Suiza; sin océanos, tiene una de las mayores flotas
náuticas del mundo; no tiene cacao, pero sí el mejor chocolate del mundo; en
sus pocos kilómetros cuadrados, cría ovejas y cultiva el suelo solo cuatro meses
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al año ya que el resto del tiempo es invierno; pero tiene los productos lácteos de
mejor calidad de toda Europa. Igual que Japón, no tiene productos naturales,
pero da y exporta servicios con calidad muy difícil de superar. Es un país
pequeño que da una imagen de seguridad, orden y trabajo, que los convirtió en
la “caja fuerte” del mundo.
Tampoco es la inteligencia de las personas la diferencia, como lo demuestran
los estudiantes de países pobres que emigran a los países ricos y consiguen
resultados académicos sobresalientes.
Otro ejemplo son los ejecutivos de países ricos que visitan nuestras fábricas, y
al hablar con ellos nos damos cuenta de que no hay diferencia intelectual.
Finalmente no podemos decir que la raza haga la diferencia, pues en los países
centroeuropeos o nórdicos vemos cómo los llamados “ociosos” de América
Latina o de África, demuestran ser la fuerza productiva de esos países.
• Entonces, ¿qué hace la diferencia entre los países ricos y los pobres?
La actitud de las personas y sus valores es lo que hace la diferencia.
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Una de las fantasías económicas más viejas es que la riqueza de un país depende
de sus recursos naturales. No es del todo cierto. Esos recursos cuentan, por
supuesto, pero no son la clave y no sirven para explicar la riqueza. Se dirá que
es mejor tener petróleo que no tenerlo. Pues claro, pero el mismo petróleo que
ha beneficiado a los noruegos no ha enriquecido a los nigerianos o a los
venezolanos. La tierra siempre ha sido muy fértil en Argentina, pero ese país,
con la misma tierra, fue primero pobre, después rico, y después otra vez pobre
con respecto al resto del mundo. África está repleta de recursos naturales,
incluido el petróleo, y es el continente de la pobreza.
Se debe buscar algo más, y eso siempre pasa por las condiciones en las cuales
la gente trabaja. Porque el deseo de las personas de mejorar su propia condición
es universal, y lo comparten los bolivianos y los canadienses; por lo tanto, si se
vive mejor en Canadá que en Bolivia la clave no pasa ni por los recursos ni por
los esfuerzos de las personas, sino por las condiciones que facilitan la
posibilidad de que esos recursos y esos esfuerzos se conviertan en riqueza para
los ciudadanos. Y esas condiciones pasan por unas dosis mínimas de paz,
justicia y libertad. Si existen, todos los países pueden salir adelante. Si no
existen, no habrá recursos ni esfuerzos suficientes para generar y fomentar la
prosperidad de un pueblo.
La razón del desarrollo de estos países ricos es que ellos comenzaron antes con
las medidas correctas para crecer. Comenzaron antes acumulando ese capital
que hoy gozan las siguientes generaciones. Lo hicieron modestamente, con
bajas tasas impositivas, pero con un Gobierno dedicado, con prioridad, a la
seguridad y a la justicia, donde las reglas son claras en cuanto a la defensa de
la propiedad privada, la vida y la libertad. Los países pobres pueden hacer lo
mismo, pero debemos quitarnos ese velo de arrogancia que cubre a la mayoría
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de nuestros políticos en el sentido que siempre están proponiendo nuevas
formas de redistribución de la riqueza.
Los países que hoy van camino al desarrollo, como ilustran varias naciones
asiáticas, Chile e Irlanda, ha logrado romper con su pasado de pobreza porque
han adoptado patrones similares a los que dieron lugar a la riqueza de las
naciones que hoy son desarrolladas. Esas naciones han imitado las condiciones
que hicieron ricos a sus predecesores en las épocas anteriores. Es decir, aunque
todos ellos quisieran contar con los niveles de vida, así como los servicios e
instituciones sociales similares a las de Suecia, Alemania o Francia de hoy, gran
parte de su éxito se debe a que comprendieron que esos beneficios, en realidad
privilegios, son consecuencia de la creación de riqueza y no un factor que
acompaña al proceso de progreso y enriquecimiento.
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CONCLUSIÓN
Para concluir, mientras otras naciones se hacen ricas, nosotros nos empeñamos
en preservar los factores que causan y hacen perdurar la pobreza. No sólo parece
haber un emergente consenso político respecto a la necesidad de abandonar los
pocos mecanismos de mercado que ya funcionan en la economía mexicana, sino
que se doblan las campanas por retornar a la era de los setenta en que el gobierno
decidía todo a costa de la estabilidad política, el crecimiento de la economía y
la oportunidad de progreso que para los sesenta ya comenzaba a caracterizar a
la población del país. En sus manifestaciones aparentemente más benignas, el
ímpetu hacia el subdesarrollo se manifiesta en la adopción y defensa de
regímenes de seguridad social, sindicalismo, propiedad paraestatal y control de
recursos naturales que no sólo no son compatibles con el desarrollo económico,
sino que asfixian a la economía y sociedad mexicanas. El punto de todo esto es
que existe la oportunidad de imitar a los ricos para ser ricos. Pero lo opuesto es
igualmente obvio: mientras sigamos copiando a los pobres seguiremos siendo
pobres.
En los países pobres sólo una pequeña parte de la población sigue estas reglas
en su vida diaria. No somos pobres porque a nuestros países les falten riquezas
naturales, o porque la naturaleza haya sido cruel con nosotros. Somos pobres
por nuestra actitud, y por no cumplir estas premisas básicas del funcionamiento
de una sociedad.
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BIBLIOGRAFÍAS