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Breves Comentarios A Reforma Derechos Humanos 2011-Final
Breves Comentarios A Reforma Derechos Humanos 2011-Final
I. Introducción
Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM y miembro del Sistema Nacional de
∗
Investigadores.
1
Mexicanos, en materia de derechos humanos.
Se trata, sin duda alguna, del cambio constitucional en materia de derechos básicos más
importante de los últimos cien años, que representa un nuevo paradigma para el respeto,
protección, garantía y satisfacción de los derechos humanos.
La reforma, de ser puesta en vigor, trae grandes cambios que podemos agrupar de la siguiente
forma para su mejor comprensión:
a) la modificación a la denominación misma del capítulo que agrupa a los derechos básicos;
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e) el derecho de asilo y de refugio;
a) La interpretación conforme;
c) la prohibición de celebrar tratados que alteren o menoscaben los derechos humanos, tanto los
previstos en la Constitución, como en otros instrumentos internacionales de derechos humanos
ratificados;
d) la regulación de los límites, casos y condiciones, para la suspensión provisional del ejercicio
de algunos derechos humanos;
f) la exigencia de que las autoridades funden, motiven, y hagan pública, en su caso, la negativa de
aceptar o cumplir las recomendaciones que les dirijan las comisiones de derechos humanos, así
como la posibilidad de que las autoridades comparezcan ante los órganos legislativos
correspondientes a explicar los motivos de su negativa;
Cabe señalar que si bien está previsto que la reforma entre en vigor al día siguiente de su
publicación en el Diario Oficial de la Federación, todo aquello que implica una ulterior labor
legislativa ordinaria deberá llevarse a cabo en el plazo de un año, luego de entrada en vigor la
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reforma constitucional, según lo prevén los artículos transitorios aprobados por las Cámaras de
Diputados y de Senadores.
No debe perderse de vista que la reforma en comento está estrechamente vinculada a aquella que
se encuentra sometida a la aprobación de las legislaturas locales y que tiene por objeto una
modificación a los artículos 94, 103, 104 y 107 constitucionales, y que implica, entre otras
cuestiones, un cambio sin precedentes al juicio de amparo. De ésta reforma en ciernes, llamamos
la atención por su trascendencia en el tema que nos ocupa al cambio del artículo 103, fracción I,
que prevé la procedencia del amparo: “Por normas generales, actos u omisiones de la autoridad
que violen los derechos humanos reconocidos y las garantías otorgadas para su protección por
esta Constitución, así como por los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea
parte”.
A efecto de ofrecer un análisis lo más completo posible del significado y alcances de la reforma,
intentaremos profundizar en su significado y objeto, así como el impacto previsible de la misma
en diversas áreas y materias.
Hay preceptos que no han sido objeto de modificación alguna desde 1917, que son los artículos 7,
8, 9, 11, 12, 13, 15 y 23. Los que han tenido tan sólo una modificación que son los artículos 2,
10, 14 y 24; los que han tenido dos modificaciones son los artículos 1, 25, 26 y 29; han tenido
tres modificaciones los preceptos número 6, 17 y 19; los más reformados hasta la fecha son: el
artículo 5, con cuatro reformas; los artículos 8, 21 y 22, con cinco modificaciones; los artículos
3, 16 y 20, con seis modificaciones cada uno; el artículo 4 con siete cambios; y el 27 con dieciséis
reformas.
La gran mayoría de las reformas han sido llevadas a cabo en las últimas tres décadas, que
coinciden con el inicio de la etapa en que nuestro país comenzó a ratificar tratados
internacionales en materia de derechos humanos.
De esta manera, se cuenta al día de hoy con un texto constitucional con claroscuros en materia de
derechos, algunos actualizados y otros de plano rezagados ante los logros y avances reconocidos
mundialmente.
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Así, no obstante que los cambios a los primeros 29 artículos han sido constantes, ya desde hace
varios años se dejaba sentir la necesidad de una modificación de mayor envergadura, que
permitiera poner por completo al día y a tono al texto constitucional, con los estándares
internacionales derivados, sobre todo, de los tratados internacionales en materia de derechos
humanos.
Dicha necesidad se generó gracias a la confluencia de varios factores, entre ellos, la creación de
la Comisión Nacional de los Derechos Humanos a mediados de 1990, y su labor en la difusión de
los derechos humanos; la ratificación de un número cada vez mayor de instrumentos
internacionales de derechos humanos, tanto de carácter general, como específicos para la
protección de determinados derechos, grupos o personas; la participación decisiva de las
organizaciones no gubernamentales o de la sociedad civil, que comenzaron a proliferar en el tema
de derechos humanos a mediados de la década de los noventa del siglo pasado; el sometimiento
de México a la competencia contenciosa de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en
diciembre de 1998, y a algunos de los Comités de Naciones Unidas encargados de supervisar el
cumplimiento de tratados internacionales, en el 2002; algunos criterios judiciales que propiciaron
cambios en la jerarquía tradicional de los tratados internacionales, con respecto a la Constitución
y el resto de las leyes federales y locales; la persistencia de violaciones a los derechos humanos,
documentadas en el ámbito interno y objeto de observaciones o recomendaciones por instancias
internacionales; y constantes y contestes señalamientos de la academia nacional, que desde
diversos ángulos ponía en evidencia las inconsistencias, incompatibilidades y rezagos del texto
constitucional en diversos temas de derechos humanos, así como la conveniencia de poner al día
la normativa constitucional.
Parte de la problemática que aquejaba a la nomenclatura del catálogo de derechos humanos, viene
a ser en gran medida resuelta por un cambio en la denominación del Título Primero, Capítulo I,
de la Constitución Federal, que “de las garantías individuales” pasa a ser “los Derechos Humanos
y sus Garantías”.
De entrada, podemos afirmar que hubiese sido mucho mejor técnicamente la nomenclatura única
de “Los Derechos Humanos”, pero reconocemos que hay inercias aún muy arraigadas que ha sido
difícil vencer. No obstante lo anterior, la nomenclatura nueva que se propone, posee un
significado muy distinto a la original y no se trata de un simple ajuste o actualización.
En efecto, en la parte conducente del artículo 102, apartado B, se señala expresamente que el
objeto de protección de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y de los organismos
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similares en las entidades federativas son los derechos humanos que ampara el orden jurídico
mexicano, esto es, no sólo las denominadas garantías individuales y sociales, sino los derechos
humanos que tienen vigencia en el ámbito interno, sin señalar una fuente única y exclusiva de
tales derechos.
Cabría también señalar el texto vigente del artículo 2º constitucional, apartado A, fracción III,
que dispone el reconocimiento a que los pueblos y las comunidades indígenas apliquen en ciertos
casos sus propios sistemas normativos, respetando las garantías individuales, los derechos
humanos y, de manera relevante, la dignidad e integridad de las mujeres, aunque consideramos
que técnicamente la distinción entre garantías y derechos humanos es impropia y bastaba con
señalar esta última para entender comprendidos también a las primeras.
Al analizar la frase completa ”los Derechos Humanos y sus Garantías”, encontramos que no
evoca dos tipos de derechos, por una parte, los derechos humanos y, por la otra, las conocidas
garantías individuales, sino que se alude a los derechos humanos y, técnicamente, a los
instrumentos que le sirven de garantía, esto es, los medios a través de los cuales se busca su
eficacia cuando las autoridades los desconozcan o de plano los transgredan, y son los previstos
básicamente en los artículos 97, 99, 102, 103 y 107, y 105 constitucionales, es decir,
respectivamente, la facultad de investigación (que ahora la reforma propuesta deposita en la
CNDH), el juicio de protección de los derechos político electorales del ciudadano, el amparo y
las controversias y acciones de inconstitucionalidad.
IV. Los cambios al contenido y sentido del catálogo de derechos en la Constitución Federal,
a partir de la reforma de 2011
Como lo señalamos en el apartado introductorio del presente trabajo, los cambios son sustantivos
y operativos, a los que dedicaremos las siguientes reflexiones.
Uno de los temas más relevantes que significarán un parte aguas en el orden jurídico mexicano,
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es el otorgamiento de rango constitucional a los tratados internacionales en materia de derechos
humanos y, con ello, el reconocimiento y afirmación de su carácter de fuentes jurídico
constitucionales de estándares a favor de la persona, con la correspondiente obligación de su
acatamiento por parte de los operadores jurídicos.
Artículo 1o. En los Estados Unidos Mexicanos todas las personas gozarán de los
derechos humanos reconocidos en esta Constitución y en los tratados internacionales
de los que el Estado Mexicano sea parte, así como de las garantías para su
protección, cuyo ejercicio no podrá restringirse ni suspenderse, salvo en los casos y
bajo las condiciones que esta Constitución establece.
Aún cuando no se debe dejar de mencionar que los tratados no son la única fuente de los
derechos humanos a nivel internacional, si son tal vez la más importante en la actualidad, por ello
la reforma acierta en situarlos como una fuente de derechos de la persona al mismo rango que la
propia Constitución.
Por otra parte, cabe hacer una precisión adicional, pues en estricto sentido el texto no hace
referencia a los tratados internacionales de derechos humanos, sino a los derechos humanos
previstos en tratados internacionales, que es algo aún más importante y vasto, pues se amplía el
espectro tomando en cuenta el criterio de los derechos y no el de los instrumentos que los
contienen.
En pocas palabras, se contemplan no sólo los tratados cuya naturaleza y esencia sea de derechos
humanos, sino también las disposiciones que contengan tales derechos, así se encuentren en
tratados internacionales que no formen parte del grupo reconocido de tratados de derechos
humanos, por ejemplo, lo que ocurre con muchos tratados derivados de la Organización
Internacional del Trabajo, o lo sucedido con la Convención de Viena sobre Relaciones
Consulares, de cuyo artículo 36 fueron derivadas reglas básicas del debido proceso por parte de la
Corte Interamericana, en caso de extranjeros sometidos a juicio en un país diverso al de su
origen.1
En este sentido, la gama e índole de los derechos reconocidos en el nuevo párrafo primero del
artículo 1º constitucional, es amplísima y de lo más benéfica al reconocimiento de los derechos
humanos a favor de las personas.
1
Ver Corte Interamericana de Derechos Humanos, El Derecho a la Información sobre la Asistencia
Consular en el Marco de las Garantías del Debido Proceso Legal. Opinión Consultiva OC-16/99 del 1 de
octubre de 1999.
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que, además, se le sitúa en la cúspide de la jerarquía normativa, con respecto al resto de las
disposiciones del orden jurídico mexicano. En efecto, se da un paso definitivo a favor de los
derechos humanos de fuente internacional, al situarlos más allá del carácter infra constitucional y
supra legal reconocido judicialmente en la actualidad.
La jerarquía es primordial en los momentos en que se deben resolver conflictos de normas, que a
partir de ahora, con respecto a todo aquello que no sea la propia Constitución, deberá decidirse a
favor de la norma jerárquicamente superior, esto es, las normas de derechos humanos de fuente
internacional, con algunas precisiones que explicaremos a continuación a propósito del párrafo
segundo del artículo 1º constitucional, que trae consigo la reforma, mismo que establece:
Esto en principio pudiera parecer tautológico, sin embargo, atendiendo a que el párrafo 1º hace
referencia a normas de derechos humanos y no a tratados de derechos humanos, es
perfectamente posible que tales normas deban ser compatibilizadas con la propia Constitución
y con los tratados especializados en materia de derechos humanos, lo que lleva a la hora de
aplicar los derechos humanos a la necesaria interpretación armónica de los estándares
disponibles.
No obstante lo anterior, el precepto va más allá, pues impone no sólo la armonización vía
interpretación, sino que dispone que de los sentidos posibles que arroje dicho ejercicio se
privilegie aquel que depare mayor beneficio a las personas, esto es, que la interpretación no sea
restrictiva, sino que se maximice dentro de los márgenes posibles a favor de la libertad, lo que
constituye la esencia del principio pro persona.
El nuevo párrafo tercero del artículo 1º que se comenta, enriquece los extremos anteriores, al
señalar de forma expresa lo siguiente:
La progresividad, como principio, apunta a la necesidad de que las medidas en torno a los
derechos humanos signifiquen avances hacia la consecución de mejores estándares, e implica a su
vez, la no regresividad, es decir, una vez que se ha alcanzado un determinado estándar, éste debe
ser conservado hasta lograr nuevos avances, pero no se admiten estancamientos o medidas en
retroceso. Un caso claro de la trasgresión a este principio fue lo que ocurrió con las peticiones de
extradición por parte de los Estados Unidos de América, que eran rechazadas por el Poder
Judicial de la Federación con el argumento de que las penas previstas para los delitos eran las de
prisión perpetua, calificada en nuestro medio como una pena inusitada; sin embargo, con
posterioridad el criterio judicial cambio la postura, en retroceso a los estándares alcanzados, y
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comenzó a desechar los amparos interpuestos, en virtud de que dejó de reconocer a la prisión
perpetua el carácter de pena inusitada, todo lo cual redundaba en una evidente medida regresiva
en perjuicio de los derechos humanos. Una situación similar podría suceder si en materia del
derecho a la salud, se entiende que este derecho implica la entrega de medicamentos por parte del
Estado y, con posterioridad, cesa dicha medida benéfica.
El párrafo tercero del artículo 1º que se comenta, prevé en su última que el Estado tendrá, en
consecuencia a lo ya comentado, el deber de prevenir, investigar, sancionar y reparar las
violaciones a los derechos humanos, de conformidad con lo que establezca la ley.
Los deberes enunciados son reflejo de los reconocidos a nivel internacional ante las violaciones a
los derechos humanos, y van dirigidos a impedir que se produzcan éstas y, en los casos es que los
esfuerzos en este sentido no hayan sido suficientes, implica esclarecer los hechos; determinar las
violaciones cometidas; someter a los responsables a la justicia para que reciban el castigo que en
derecho proceda, es decir, no permitir la impunidad de las violaciones; y lo que es más relevante
para las víctimas, que es reparar las consecuencias de las transgresiones a los derechos humanos.
De acuerdo con el artículo 2º transitorio del proyecto de reforma, la Ley sobre reparación deberá
ser expedida en el término de un año, a partir de la entrada en vigor de la reforma. Dicho
proyecto resulta de la mayor importancia, pues deberá empatar la reparación de violaciones a los
derechos humanos determinadas en el ámbito doméstico, como aquellas derivas de
recomendaciones o de sentencias internacionales; además, deberá confeccionarse tomando en
consideración los estándares reconocidos internacionalmente en materia de reparación a los
derechos humanos, que incluyen una gran diversidad de aspectos, no únicamente de carácter
económico.
El cambio en este precepto enriquece las cualidades y los fines a los debe apuntar la educación
impartida por el Estado, de manera que se agrega al texto del mencionado párrafo la mención al
respeto a los derechos humanos en los siguientes términos:
El texto agregado, que se encuentra en consonancia con los cambios realizados al artículo 1º, en
particular al deber a cargo de todas las autoridades de promover los derechos humanos en su
ámbito de competencia.
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La mencionada adición no es sólo de armonización y mero ornato, sino que requerirá un intenso
trabajo en la actualización y adecuación de los planes y programas de estudio a todos los niveles
de la educación impartida por el Estado, a efecto de enriquecer su contenido con la enseñanza de
los derechos humanos, para que el mandato constitucional se convierta en realidad.
Fuera de un cambio para modificar la frase “Todo hombre tiene derecho a ...” por “Toda persona
tiene derecho a...”, la reforma central al mencionado precepto consistió en constitucionalizar el
asilo y el refugio, figuras reconocidas a nivel internacional universal y regional, para dar
protección a las personas que por motivos de persecución política, amenazas de diverso tipo o de
desastres naturales, tengan temor de perder la vida o ver afectada su integridad personal en su
país de origen.
Las figuras mencionadas están contempladas y han sido desarrolladas de mucho tiempo atrás en
el ámbito internacional, donde se han acuñado convenciones específicas y se ha generado una
estructura institucional de suma relevancia, para atender los casos de refugio en el mundo. De
igual manera, en el ámbito regional interamericano se fue gestando una figura paralela y
complementaria, conocida como asilo político o el de carácter diplomático.
El artículo 15 constitucional forma parte del reducido grupo de preceptos que hacen alusión al
derecho internacional en la Constitución mexicana, o por lo menos a una de sus fuentes
principales que son los tratados internacionales y, para ser más específico, forma parte de las
disposiciones constitucionales, que son escasas, en las que se prohíbe expresamente la
celebración de ciertos “tipos” de tratados (debido necesariamente a la materia de que son objeto).
Cabría también mencionar, a manera de introducción, que es un precepto que no había sufrido
alteración alguna desde 1917, y su redacción no es del todo acorde con los desarrollos
conceptuales más modernos sobre las materias que lo conforman, pues ésta se conserva casi
idéntica a la del artículo 15 de la Constitución de 1857. Dicho precepto en su versión vigente
establece:
El origen histórico de la última de las prohibiciones apuntadas, deriva de la adición propuesta por
Francisco Zarco al artículo 15 de la Constitución de 1857, que recogió con cambios mínimos la
Constitución vigente.
La propuesta de Zarco a este respecto fue en el sentido de evitar tratados que pudieran
menoscabar los derechos básicos, que incluyen a los derechos políticos, por lo que la palabra
alteren debe entenderse en ese sentido. Durante la vigencia de la Constitución de 1917, la
doctrina ha interpretado que dicho precepto implícitamente admite la celebración de tratados que
complementen y enriquezcan las garantías individuales y los derechos políticos que le asisten a
los ciudadanos, previstas en la Constitución Federal; podría agregarse que tanto en su sentido y
alcance, como en su tipo.
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La interpretación pro persona dada al artículo 15 constitucional, permitiría afirmar la existencia
de una orientación constitucional en favor de la libertad y dignidad humanas, que reconoce un
mínimo de protección susceptible de ser ampliada. Si la finalidad última es beneficiar dicha
libertad y dignidad, es igualmente legítimo que esto se lleve a cabo por vía de la celebración de
tratados internacionales, a través de interpretación (especialmente judicial), o por los documentos
constitucionales de las entidades federativas.
Si bien la redacción del artículo 15 es modesta y hace alusión en principio a dos hipótesis
específicas: a la de la posible extradición de reos políticos y de aquellos que pudieran haber
tenido la condición de esclavos, así como a una tercera hipótesis genérica, con una redacción en
términos propios del siglo XIX, sobre adopción de tratados que pudieran afectar los derechos de
la persona, su importancia adquiere otra dimensión si se toma en cuenta que desde la
independencia hasta nuestros días se tienen registrados más de 3, 933 tratados bilaterales y de
3,889 acuerdos multilaterales, de los cuales alrededor de 1600 están actualmente en vigor.
La reforma aprobada por ambas Cámaras del Congreso de la Unión en el 2011, en vías de
consumación, modifica en primer lugar la redacción de la última parte del artículo 15, para
expresarla en términos más acordes con la nomenclatura modera y, en segundo lugar, la empata
con el nuevo contenido agregado al artículo 1º constitucional. En este sentido, el texto del
artículo 15 en su parte conducente prohibiría, de ser aprobada la reforma, la celebración:
“... de convenios o tratados en virtud de los que se alteren los derechos humanos
reconocidos por esta Constitución y en los tratados internacionales de los que el
Estado Mexicano sea parte.”
2
Ver criterio judicial bajo el rubro: DERECHOS DE LOS INDÍGENAS. LOS ESTABLECIDOS EN LA
CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS PUEDEN SER
AMPLIADOS POR LAS LEGISLATURAS LOCALES DENTRO DEL MARCO DE AQUÉLLA.
Novena Epoca; Instancia: Segunda Sala; Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta; Tomo:
XVI, Noviembre de 2002; Tesis: 2a. CXXXIX/2002; Página: 446.
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constitucionalidad de los tratados internacionales, el llamado control de convencionalidad de los
mismos instrumentos internacionales.
Convenía haber hecho la aclaración de que los tratados internacionales a que hace referencia la
última parte del precepto modificado, son los de derechos humanos, de forma que el precepto
haría sentido al poder someter la celebración de nuevos tratados a los derechos humanos, de
forma tal que el control de los mismos se lleve a cabo frente a derechos humanos de fuente
constitucional y de fuente internacional.
El tema bien podrá ser motivo de interpretación, en particular a la luz del artículo 1º, de forma tal
que se permita la operatividad del mandato constitucional del artículo 15, salvando la posible
contradicción lógica que su redacción parece expresar.
Por último, habría que mencionar que la prohibición del artículo 15 estaría dirigida
exclusivamente al Ejecutivo Federal en cuyo ámbito se presenta técnicamente la celebración de
los tratados internacionales, pero éste sería un punto de vista muy estrecho y restrictivo, sobre
todo si entendemos en sentido amplio el término celebración como el que abarca las diversas
etapas que van desde la formación o negociación de un instrumento internacional, hasta plena
incorporación al ordenamiento jurídico mexicano. En virtud de lo anterior, consideramos que la
prohibición prevista en el artículo 15 respecto a la celebración de tratados va dirigida a todos los
órganos que intervienen en dicho procedimiento, esto es, el Ejecutivo y el Senado, de manera que
si el primero en un caso concreto celebra un tratado sin hacer una reserva expresa con base en el
artículo 15, o si no advierte o desconoce la limitación constitucional señalada, correspondería en
todo caso al Senado hacerla valer no aprobando el instrumento internacional que se le presenta.
No obstante que el Senado hubiere aprobado un tratado en dichas circunstancias, si el Ejecutivo
se percata de la trasgresión al artículo 15 constitucional no debe proceder a la ratificación
internacional del instrumento.
Por otra parte, en caso de un tratado que haya prosperado hasta su promulgación y entrada en
vigor, al ser publicado en el Diario Oficial de la Federación, aún queda la posibilidad de la
denuncia del tratado por parte del Ejecutivo o, en su caso, que se haga uso de los instrumentos de
justicia constitucional como son las acciones de inconstitucionalidad ante la Suprema Corte
(artículo 105, fracción II, de la Constitución Federal); o el juicio de amparo por la parte a quien
perjudique el tratado de manera directa (artículo 103 y 107 constitucionales).
También existe una vinculación entre los artículos 15 y el 133 constitucionales, que sitúa a los
tratados como parte de la Ley Suprema de toda la Unión, cuando éstos sean acordes o estén de
acuerdo con la propia Constitución, que es precisamente uno de los mandatos implícitos del
artículo que aquí comentamos.
Los tratados celebrados con un país extranjero, no pueden desconocer o alterar las
garantías y derechos del hombre y del ciudadano, porque tales derechos
constituyen la razón y el objeto de nuestras instituciones; y obligándose nuestra
Ley Fundamental a respetarlos, sería contradictorio y absurdo consignar su
desconocimiento en convenios con potencias extranjeras; de suerte es que, de
acuerdo con el tratado que se haya celebrado entre México y otro país, puede
concederse la extradición de un reo, si las penas que tenga que sufrir en ese país,
no son las prohibidas por razón de las garantías individuales que el nuestro
otorga y que protegen al extranjero. Así es que habiendo discordancia entre el
tratado y la Constitución, de acuerdo con el artículo 15 del mismo, deben aplicarse
nuestras leyes, y en primer término, la suprema de ellas, que es la Constitución,
desde el momento en que ésta al prohibir la celebración de tratados, en los que se
alteren garantías y derechos establecidos para el hombre y el ciudadano, está
ordenando el respeto a tales garantías, aun en caso de extradición.4 (las cursivas
son nuestras)
3
Novena Epoca; Instancia: Pleno; Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta; Tomo: XIV,
Octubre de 2001; Tesis: P. XX/2001; Página: 23. Contradicción de tesis 11/2001. El Tribunal Pleno, en su
sesión pública celebrada hoy dos de octubre en curso, aprobó, con el número XX/2001, la tesis aislada que
antecede; y determinó que la votación no es idónea para integrar tesis jurisprudencial. México, Distrito
Federal, a dos de octubre de dos mil uno.
4
Quinta Epoca; Instancia: Segunda Sala; Fuente: Semanario Judicial de la Federación; Tomo: XXXI;
Página: 348. Amparo administrativo en revisión 2339/30. Sichel Enrico. 21 de enero de 1931.
Unanimidad de cuatro votos. Ausente: Arturo Cisneros Canto. Relator: Salvador Urbina.
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La tesis que se transcribe proclama la aplicación de la Constitución por sobre la del Tratado, sin
embargo, es omisa al señalar las consecuencias de la discordancia entre ambos, que sería como
mínimo que el Ejecutivo Federal procediera a denunciar el tratado correspondiente, a fin de
expulsarlo del orden jurídico mexicano.
Desde nuestro punto de vista, la falta de criterios que abunden sobre el particular podría deberse a
que la redacción original del artículo 15 va dirigida a impedir que el tratado nazca o se incorpore
al orden jurídico mexicano, en ese sentido se trata de una disposición con carácter preventivo; no
obstante, en el tema de la tercera hipótesis prevista por dicho precepto, si fuera declarada
judicialmente la inconstitucionalidad del tratado per se (caso distinto al de su
inconstitucionalidad por motivos de su aplicación inadecuada), por transgredir alguno de los
derechos previstos en la Constitución o en los tratados de derechos humanos, esta circunstancia
también implicaría ipso facto que el artículo 15 fue desconocido o violado.
5. Cambios al artículo 18. El respeto a los derechos humanos en la operación del sistema
penitenciario
El artículo 18 constitucional provee, entre otros aspectos, las bases de operación del sistema
penitenciario sobre las bases del trabajo, la capacitación para el mismo, la educación, la salud y
el deporte como medios para lograr la reinserción del sentenciado a la sociedad y procurar que
no vuelva a delinquir, observando los beneficios que para él prevé la ley.
La redacción del precepto, previa a la reforma aprobada por las Cámaras de Diputados y
Senadores en el 2011, permanece inalterada, pero se agrega como primer aspecto de las bases
sobre las cuales se organizará el sistema penitenciario el respeto a los derechos humanos. Así, el
artículo 18 en su parte conducente señalará: “El sistema penitenciario se organizará sobre la base
del respeto a los derechos humanos, del trabajo,....”, (las cursivas son nuestras).
16
La lucha contra el delito, que incluye la imposición de castigos a quienes transgreden la leyes
penales, no puede ser llevada a cabo cometiendo a su vez delitos; muchas de las violaciones a los
derechos humanos en las prisiones están tipificadas como delitos y se encuentran proscritas desde
la propia Constitución; el artículo 19 constitucional en su último párrafo establece: “Todo mal
tratamiento en la aprehensión o en las prisiones, toda molestia que se infiera sin motivo legal,
toda gabela o contribución, en las cárceles, son abusos que serán corregidos por las leyes y
reprimidos por las autoridades”.
El artículo 22 de la propia Carta Magna señala en su primer párrafo: “Quedan prohibidas las
penas de muerte, de mutilación, de infamia, la marca, los azotes, los palos, el tormento de
cualquier especie, la multa excesiva, la confiscación de bienes y cualesquiera otras penas
inusitadas y trascendentales. Toda pena deberá ser proporcional al delito que sancione y al bien
jurídico afectado.”
En este sentido, la inclusión del respeto a los derechos humanos, como la primera de las bases de
operación del sistema penitenciario, deberá servir a los jueces y autoridades penitenciarias, no
sólo como una barrera infranqueable, sino como la vía legítima para el adecuado ejercicio de sus
atribuciones en consonancia con la Carta Magna. En particular, con relación a lo dispuesto por el
propio artículo 128 de la Constitución, por el que todo servidor público, sin excepción alguna,
antes de tomar posesión de su encargo, prestará la protesta de guardar la Constitución y las
leyes que de ella emanen.
El artículo 29 no es del todo preciso en una materia tan delicada como la restricción o suspensión
del ejercicio de los derechos humanos; de igual manera, es un precepto que requiere ser
armonizado en lo posible por lo previsto en los tratados internacionales de derechos humanos, de
los cuales México es Estado parte. Consideramos que se trata de la restricción o suspensión en el
ejercicio de los derechos, pero no de su titularidad o vigencia, puesto que ello iría contra el
principio de universalidad e indivisibilidad de los derechos humanos.
En los siguientes párrafos haremos alusión a los cambios más sobresalientes derivados de la
inminente reforma constitucional de 2011. El artículo 29, de ser aprobada en definitiva la reforma
por las legislaturas locales, señalaría lo siguiente (las cursivas son nuestras):
Los cambios al artículo 29 los podemos agrupar en tres apartados, los que tienen que ver con el
procedimiento, los de carácter sustantivo, y las modificaciones de alcance y control.
Entre los cambios en el procedimiento, salta a la vista la corrección que implica que en los casos
en que el Congreso no estuviere reunido, correspondería a la Comisión Permanente dar o no su
aprobación a la decisión del Presidente, que deberá contar con el acuerdo de los titulares de las
Secretarías de Estado y la Procuraduría General de la República.
Por lo que hace a los cambios sustantivos, el primero de ellos es la adición de la posibilidad de
restringir el ejercicio de derechos y no únicamente suspenderlos. A partir de la mencionada
reforma, en consecuencia, se podrá restringir o suspender el ejercicio de derechos y garantías; la
restricción alude a medidas que atemperen de manera parcial el ejercicio de los derechos,
mientras que la suspensión implica detener el ejercicio de ciertos derechos en forma total, pero en
ambos casos de manera temporal.
La alusión además de derechos a las garantías no es muy afortunada, pues si bien es acorde con la
denominación del Título Primero, Capítulo I, de la Constitución, parecería contradecir las
limitantes internacionales que en la materia, que dejan completamente fuera de posibles
suspensiones a los instrumentos de garantía de los derechos humanos. Afortunadamente, párrafos
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ulteriores del artículo 29 parecen zanjar la cuestión.
La lista de los derechos cuyo ejercicio no es objeto de suspensión obedece a criterios lógicos y de
estricta necesidad, de acuerdo con los cuales si lo que se pretende al hacer frente a una situación
extrema y de urgencia es salvaguardar primordialmente la vida e integridad de las personas, esto
no se puede llevar a cabo precisamente afectando esos mismos derechos u otros afines, como la
prohibición de la pena de muerte; la prohibición de la desaparición forzada y la tortura, ya que
esto sería un contrasentido.
Además, otros derechos cuyo ejercicio es restringible o suspendible son aquellos que permitan
estrictamente hacer frente a la situación fáctica, por lo que no se explicaría la utilidad o necesidad
de alterar en modo alguno derechos como la protección a la familia, al nombre, a la
nacionalidad; los derechos de la niñez; las libertades de pensamiento, conciencia y de profesar
creencia religiosa alguna; o la prohibición de la esclavitud o la servidumbre.
En el mismo tenor, en virtud de que las medidas de restricción o suspensión deben ser temporales
y excepcionales, no pueden menoscabarse los derechos que permitan en un momento dado
cuestionar su pertinencia, alcance temporal o limitaciones, como son el ejercicio de los derechos
políticos; el principio de legalidad y retroactividad; o las garantías judiciales, como el juicio de
amparo o la posibilidad de acudir en queja al Ombudsman.
Habría que agregar dentro de este tipo de modificaciones lo previsto en los párrafos
antepenúltimo y penúltimo del artículo 29. El primero alude a los parámetros de fundamentación,
motivación y racionalidad de la restricción o suspensión al ejercicio de los derechos, es decir que
la determinación se encuentre apoyada en los términos de la propia Constitución y en ningún
otro, y que las medidas tengan una correspondencia con la naturaleza, gravedad o dimensión de la
situación que las amerita. Por último, se imponen como principios de observancia estricta los de
legalidad, racionalidad, proclamación, publicidad y no discriminación, que pretenden por una
parte encauzar el que las restricciones y suspensiones, así como las medidas adoptadas,
obedezcan al propósito genuino para el cual fueron diseñadas; que sean de conocimiento amplio,
y que no supongan distinciones o exclusiones indebidas en su implementación.
Por último, en lo que atañe a los cambios al artículo 29, que hemos denominado de control, se
concentran en el último párrafo que se agregaría al precepto en términos de la reforma de 2011.
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En dicho párrafo se da intervención a la Suprema Corte de Justicia con el mandato de revisar de
oficio y de manera inmediata, a efecto de pronunciase con prontitud sobre la constitucionalidad y
validez de pronunciarse con la mayor prontitud sobre la constitucionalidad y validez, de todos
aquellos decretos expedidos por el Ejecutivo durante la restricción o suspensión al ejercicio de
los derechos. Se trata por supuesto de una etapa de control inter orgánico, que se da en el
transcurso de las restricciones y suspensiones decretadas, y por supuesto antes de su cesación o
terminación.
La intervención directa de la Suprema Corte ex oficio (es decir, sin que sea a instancia de parte,
el Congreso o algún otro órgano), para revisar in toto la constitucionalidad y validez de los
decretos expedidos por el Ejecutivo, sin señalamientos precisos sobre el particular, y sin
precisarse los efectos de tal declaración de inconstitucionalidad o invalidez, llevaría en la práctica
a un riesgoso enfrentamiento directo entre poderes, que no sólo afectaría la posibilidad de hacer
frente con eficacia a la eventualidad que se pretende paliar, sino que desnaturaliza el carácter
jurisdiccional del Máximo Tribunal, poniéndolo además en un dilema: respaldar sin más lo
decretado por el Ejecutivo o ser señalada como responsable de no poder hacer frente en forma
ágil al peligro que aqueja.
Esto llevaría en casos extremos a que, sin consecuencia alguna, el Ejecutivo ignorara,
desconociera o no acatara la declaración de inconstitucionalidad o invalidez de la Suprema Corte,
no prevista de forma expresa en el texto constitucional, por tratarse de una declaración que no
puede ser calificada como sentencia, por no derivar de una litis de instancia de parte, y no
tratarse, en consecuencia, del ejercicio de atribuciones de decisión jurisdiccional.
Consideramos que esta etapa del procedimiento a seguir durante la situación o emergencia, bien
podría ser afinada sin desnaturalizar la función prístina de la Suprema Corte, lo cual podría
hacerse dejando su intervención a instancia de parte, ya sea del Congreso o del Ombudsman, y
que decida de acuerdo con los planteamientos de acción y defensa que se le formulen, de manera
preferente y sumarísima, y que se precisen los efectos que el sentido de la decisión, cualquiera
que sea, pudiera traer consigo.
El texto actual del artículo 33 de la Constitución Federal difiere de los estándares internacionales
que como compromisos jurídicos ha adquirido el Estado mexicano.
Artículo 33. Son extranjeros los que no posean las calidades determinadas en el
artículo 30. Tienen derecho a las garantías que otorga el Capítulo I, Título Primero,
de la presente Constitución; pero el Ejecutivo de la Unión tendrá la facultad
exclusiva de hacer abandonar el territorio nacional, inmediatamente y sin necesidad
de juicio previo, a todo extranjero cuya permanencia juzgue inconveniente.
Los extranjeros no podrán de ninguna manera inmiscuirse en los asuntos políticos del
país.
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Se aprecia cómo el propio precepto exceptúa al Ejecutivo Federal del cumplimiento del debido
proceso, que incluye los derechos de audiencia y defensa, para expulsar a todo extranjero en las
circunstancias que le propio artículo señala.
Dicho precepto fue tomado como fundamento para establecer una reserva al artículo 13 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que prevé el deber de cumplir con el debido
proceso para que la expulsión de extranjeros sea compatible con los derechos humanos.
Si bien el Estado procedió técnicamente en el caso apuntado, no lo hizo así al dejar vigente y en
todos sus términos una obligación similar prevista en el artículo 22.6 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, que fue ratificada tal cual, sin hacer reserva alguna como la
señalada.
Desde otro ángulo, la reforma de 2011 resuelve el tema constitucional, al modificar el artículo 33
de la Carta Magna en los términos siguientes:
Artículo 33. Son personas extranjeras las que no posean las calidades determinadas
en el artículo 30 constitucional y gozarán de los derechos humanos y garantías que
reconoce esta Constitución.
(...)
De esta manera, el párrafo segundo que se agrega al artículo 33, solventa la discrepancia de la
Constitución con la Convención Americana, por lo que el Estado mexicano, a partir de su
entrada en vigor, deberá notificarlo a la Corte Interamericana y modificar los términos de
aceptación de su competencia contenciosa.
Igualmente, el precepto deja en manos del legislador ordinario dar las reglas que sirvan de
fundamento para la expulsión, el procedimiento en detalle que se ha de seguir para tal efecto, y
el lugar y tiempo que permanecerá la persona extranjera durante el procedimiento previo a la
sea ejecutada la expulsión. Con estas previsiones se brindan ciertas pautas de certeza y límite a
la actuación de las autoridades migratorias, que han sido objeto de severos señalamientos por
la falta de apego en su actuación, a los estándares aplicables de derechos humanos.
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El precepto, además, da muestra de un par de cambios más, uno de ellos consiste en sustituir la
frase “Son extranjeros…”, por la más adecuada de “Son personas extranjeras…”.
Por último, subsiste y queda en todos sus términos la última parte del artículo 33 en su versión
original, que proscribe la intervención de las personas extranjeras en los asuntos políticos del
país.
Esta actividad sólo encuentra sus límites en los preceptos de la propia Constitución, sobre todo en
la prohibición de celebrar cierto tipo de tratados, pero además, posee un cauce o directriz en su
conducción de acuerdo con lo que establece la segunda parte de la fracción y precepto
mencionados: "En la conducción de tal política, el titular del Poder Ejecutivo observará los
siguientes principios normativos: la autodeterminación de los pueblos; la no intervención; la
solución pacífica de controversias; la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las
relaciones internacionales; la igualdad jurídica de los estados; la cooperación internacional para
el desarrollo; y la lucha por la paz y la seguridad internacionales".
Con esto se enriquecen los principios a ser observados en la conducción de la política exterior por
parte del Ejecutivo, y se deja atrás el atavismo imperante por décadas.
Para finalizar este breve comentario sobre la reforma al artículo 89, cabría preguntarse la razón
de no incluir el mencionado principio al frente de la lista de los enumerados, y no, como se hace,
ponerlo en penúltimo lugar.
Esto cobra relevancia si se considera que en casos concretos el listado puede derivar en
jerarquías, o categorías más importantes o preferentes en sentido decreciente. Situar al frente de
la lista la alusión a los derechos humanos, habría sido aún más congruente con la política exterior
de apertura desarrollada por nuestro país en los últimos quince años.
De cualquier manera, no se debe perder de vista que los principios no sólo implican acciones
hacia el exterior, sino que también tiene efectos hacia el interior, en particular en materia de
derechos humanos, pues el activismo internacional va de la mano de la apertura al escrutinio y
crítica desde el exterior al interior, en aras de un principio básico de congruencia; esto tendría
vinculación, por ejemplo, con la necesidad de reconocer la autoridad de las decisiones de los
organismos internacionales de protección de los derechos humanos, así como de ejecutarlas en el
ámbito interno en forma cabal y oportuna.
En este punto abordaremos tanto la supresión de la facultad de investigación con que contaba la
Suprema Corte de Justicia de la Nación, del artículo 97, como su traslado a la Comisión Nacional
de los Derechos humanos —que comentaremos en el apartado correspondiente— a partir de
algunos de los cambios al artículo 102, apartado B, de la Carta Magna.
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“La Suprema Corte de Justicia de la Nación podrá nombrar alguno o algunos de sus miembros
o algún Juez de Distrito o Magistrado de Circuito, o designar uno o varios comisionados
especiales, cuando así lo juzgue conveniente o lo pidiere el Ejecutivo Federal o alguna de las
Cámaras del Congreso de la Unión, o el Gobernador de algún Estado, únicamente para que
averigüe algún hecho o hechos que constituyan una grave violación de alguna garantía
individual. También podrá solicitar al Consejo de la Judicatura Federal, que averigüe la
conducta de algún juez o magistrado federal.”
En virtud de que no se ha tenido que ejercitar dicha atribución de manera frecuente desde su
inclusión en la Constitución de 1917, no ha tenido una reglamentación precisa, pero siempre ha
sido una figura polémica y ha suscitado opiniones encontradas sobre su pertinencia, utilidad y
alcances.
La reforma aprobada por ambas Cámaras en el 2011, suprime la primera parte del párrafo
segundo a que hemos hecho alusión y, con ello, retira dicha atribución a la Suprema Corte de
Justicia de la Nación.
La última parte del párrafo segundo del artículo 97, con algunos ajustes en su redacción,
permanecerá y quedará como sigue al entrar en vigor la reforma:
10. Los cambios al artículo 102, apartado B. El nuevo marco para fortalecer la autonomía,
ampliar las atribuciones y competencias del Ombudsman y el fortalecimiento de la eficacia
de las recomendaciones
El artículo 102, apartado B, consagra la figura del Ombudsman Nacional y establece las bases del
sistema nacional no jurisdiccional de protección a los derechos humanos.
En primer lugar, cabría mencionar los cambios al procedimiento para la propuesta y elección de
los titulares de los organismos públicos no jurisdiccionales de protección de los derechos
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humanos, así como del Consejo Consultivo del Ombudsman Nacional.
Sobre el particular, la reforma señala que a esos efectos se seguirá un procedimiento de consulta
pública, que deberá ser transparente, quedando en el ámbito del legislador ordinario competente,
fijar los términos y condiciones conducentes. Esto implicará reformas a las constituciones de las
entidades federativas y a las respectivas leyes, federal y locales, que regulan tales organismos.
En este mismo sentido, en virtud de la reforma se exige, además, que las respectivas
Constituciones de los Estados y el Estatuto de Gobierno del Distrito Federal, establezcan y
garanticen la autonomía de los organismos de protección de los derechos humanos, cualidad
indispensable que es reconocida a nivel internacional para el buen funcionamiento de este tipo de
instituciones.
En segundo lugar, otro aspecto que trae consigo la reforma es la ampliación de su competencia a
asuntos en materia laboral, de manera que únicamente serán incompetentes tratándose de asuntos
electorales, y jurisdiccionales. No se requiere una gran visión a futuro, para percatarse que la
nueva competencia podría traer más problemas que beneficios y que, incluso, podría ser un factor
que afectara al funcionamiento ágil de tales organismos.
Que los derechos humanos también incluyen los derechos al trabajo y en el trabajo no hay duda
alguna, pero ello no significa que necesariamente los organismos en comento deban conocer de
tales asuntos, en particular porque existen instancias de procuración de justicia especializadas en
tales temas, como por ejemplo la Procuraduría Federal para la Defensa del Trabajo y, de igual
manera, existen órganos jurisdiccionales también especializados en la materia, tanto a nivel
federal como local. De esta manera, al menos por el lado materialmente jurisdiccional o de fondo,
la competencia nace naturalmente acotada y dependerá en mucho del alcance que el Ombudsman
le imprima.
Otro de los importantes temas de la reforma es, en tercer lugar, el fortalecimiento de la eficacia
de las recomendaciones de los organismos de referencia, a través de tres importantes medidas:
por un lado, la exigencia de que todo servidor público responda a las recomendaciones se les
presenten por parte de estos organismos, con lo cual se pretende acabar con la práctica nociva de
ignorar o guardar silencio ante las recomendaciones, que adoptan en ocasiones los servidores
públicos. Por otro lado, la exigencia de fundar, motivar y hacer pública la negativa de los
servidores públicos, en caso que las recomendaciones emitidas no sean aceptadas o cumplidas.
Finalmente, posibilidad que los organismos no jurisdiccionales aludidos, insten a la Cámara de
Senadores o en sus recesos a la Comisión Permanente, o a las legislaturas de las entidades
federativas, según corresponda, para que éstas decidan si es procedente llamar a las autoridades o
servidores públicos involucrados, a que expliquen su negativa ante dichos órganos legislativos.
El cuarto y último punto de la reforma, pero no por ello menos trascendente, es el traslado de la
facultad investigadora que poseía la Suprema Corte a la Comisión Nacional de los Derechos
Humanos, en los siguientes términos:
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de la Unión, el gobernador de un Estado, el Jefe de Gobierno del Distrito Federal o
las legislaturas de las entidades federativas.
Si bien el precepto no lo menciona, el ejercicio que lleve a cabo la Comisión Nacional derivará,
de ser el caso, en la emisión de recomendaciones a las autoridades involucradas, además de la
posibilidad, como sí lo contempla el precepto, de presentar las denuncias a que correspondan ante
las autoridades competentes, que puede ser de carácter administrativo o penal.
Este breve comentario a los cambios que trae la reforma de 2011 al artículo 102, apartado B, no
estaría completo sin hacer referencia al contenido del párrafo doce del artículo 102, apartado B, y
a la segunda parte del artículo octavo transitorio, tal cual había sido aprobado por el Senado, y
que la Cámara de Diputados no aceptó, con lo cual quedó fuera o, mejor dicho, se difirió a un
análisis legislativo posterior.
El mencionado párrafo 12 del artículo 102, apartado B, en el proyecto de reforma aprobado por el
senado, establece:
Como se aprecia, por vía del mencionado artículo transitorio se brindaba una atribución
sustantiva al Consejo Consultivo de la Comisión Nacional, que consiste en aceptar o no el
ejercicio de la facultad de investigación. Cabe aclarar, que no se trata de recabar una mera
opinión, sino que dicha aceptación por mayoría es una condición sine qua non para el ejercicio de
la facultad mencionada.
Esto, que otrora hubiera significado detener el proyecto en su conjunto, fue resuelto gracias a la
interpretación conjunta de ambas Cámaras al artículo 72, fracción E, de la Constitución, de
manera que prosiguieran el trámite previsto en el artículo 135 lo aprobado por ambas, esto es, que
se envíe a las legislaturas locales para su consideración y, en su caso, aprobación. En este sentido,
salvo el mencionado párrafo doce del artículo 102, apartado B, como lo previsto en la segunda
parte del artículo octavo transitorio, todos los cambios que hemos venido comentando están en
vías de formalizarse en definitiva.
Una de las garantías constitucionales del orden jurídico mexicano, son las llamadas acciones de
inconstitucionalidad, previstas en el artículo 105, fracción II, de la Carta Magna.
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Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, en contra de leyes emitidas
por la Asamblea Legislativa del Distrito Federal.
No obstante lo anterior, quedaba la cuestión de si tales organismo podían plantear por esa vía la
incompatibilidad de una norma general frente a un tratado internacional de derechos humanos, ya
que indirectamente se trasgredía algún derecho previsto en la Constitución o, al menos, el artículo
133 de la misma.
La reforma de 2011 resuelve la cuestión en sentido favorable a los derechos, ya que se modifica
el artículo 105, fracción II, inciso g), para quedar como sigue:
Con ello, se incorpora a nuestro sistema el control de convencionalidad abstracto, a través del
cual se podría expulsar del ordenamiento a las normas generales contrarias a los derechos
humanos de fuente internacional, lo que sin duda alguna fortalece la garantía judicial y eficacia
de los mismos.
V. A manera de conclusión.
A nivel internacional después de la segunda posguerra mundial, existen tres grandes desarrollos
en materia de derechos humanos: el primero de ellos es un cúmulo cada vez mayor de tratados
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internacionales que consagran y desarrollan un gran número de derechos humanos; el segundo,
un desarrollo institucional de mecanismos supranacionales para supervisar el cumplimiento, por
parte de los Estados, de los compromisos derivados de tales tratados; y el tercero, un cuerpo cada
vez más sustancioso de criterios o precedentes formados por los organismos internacionales de
supervisión.
Podemos afirmar que los sistemas constitucionales de los diversos países se encuentran desde
hace varias décadas en un proceso de adaptación a los desarrollos mencionados, de lo cual
dependerá en gran parte la eficacia plena de los derechos humanos.
Al respecto, la reforma eleva a rango constitucional las normas de derechos humanos de fuente
internacional, de manera que ahora éstas servirán claramente, al igual que las normas
constitucionales, como parámetros de la regularidad de los actos, omisiones y el resto de las
normas del ordenamiento; se trata de permitir plenamente el llamado control de convencionalidad
abstracto y concreto. A su vez, con la exigencia de la interpretación conforme y la observancia
del principio pro persona, los derechos humanos consagrados en la Constitución y los de fuente
internacional, se armonizará a efecto de contar con el mejor parámetro posible de derechos de la
persona en casos concretos, sin considerarlos enfrentados entre sí, como sucede en algunas
ocasiones.
Como comentamos en la introducción de estos breves comentarios a la reforma de 2011, ésta trae
consigo cambios sustantivos y de operación, los primeros reflejan nuevos estándares de derechos
humanos, mientras que los segundos enriquecen los mecanismos de garantía de los derechos, a
efecto que tengan vías y posibilidades de ser exigidos y aplicados adecuadamente.
Los cambios realizados, que se complementan con la reforma constitucional al juicio de amparo,
ponen al día a la Constitución mexicana en materia de derechos humanos y se espera que le den
un nuevo y muy necesario impulso con miras a su eficacia. Los operadores jurídicos tendrán
necesariamente que considerar a la Constitución a la hora de actuar y aplicar la Ley, pero no sólo
eso, se les exige también que sean agentes de respeto, protección, garantía y difusión de los
derechos humanos, cuya observancia da sentido al Gobierno y al Estado mismo.
Se espera que la reforma se ponga en vigor a la brevedad posible, no obstante los intentos
expresos de algunos por frenarla o descarrilarla, a lo cual deberá seguir un periodo necesario de
legislación secundaria en un plazo perentorio, para su plena operatividad.
La reforma, también hay que decirlo, está dando ropaje constitucional a muchos de los deberes y
obligaciones que se encuentran plenamente vigentes, que derivan de los compromisos
internacionales adquiridos por nuestro país, ello no significa restarle en modo alguno mérito, sino
dejar en claro que los cambios realizados resuelven muchas de las tensiones e inercias que
impedían avanzar en la materia por diversos factores.
El éxito de la reforma no radica en su necesaria puesta en vigor, falta aún apreciar en la realidad
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su impacto paulatino hacia la eficacia plena de los derechos, en particular de los más
desprotegidos y vulnerables, lo que dependerá de muchos actores: personas, organizaciones,
instituciones, operadores jurídicos en general, academia, medios de comunicación, entre muchos
otros. No se debe perder de vista que detrás de la exigencia del respeto a los derechos de la
persona, subyace un clamor por un orden social más justo, equitativo y humano.
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