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Ángeles y

Demonios

DIOS Y EL DIABLO EN LA
EDAD MEDIA
Es innegable que los autores medievales
manifestaron una especial predilección por el
desarrollo de la imagen del diablo, al que se
refieren (entre otras expresiones) como el
ángel caído. Se trata de un ángel malo o
malintencionado; por contraste, el tratamiento
literario de los ángeles benefactores en el
mundo medieval fue mucho menos fructífero.
LOS ÁNGELES
Origen cultural de un concepto:
El ángel es un ser sobrenatural, una figura
mítica y alegórica que significa "mensajero“ y
guardián o custodio.
Es un ser poderoso, según el Libro de los
Salmos bíblico.
Es además un nombre muy común en todo el
mundo occidental, a partir de
derivaciones árabes y hebreas.
En el Catecismo de la Iglesia Católica se
afirma que desde la creación los ángeles son
llamados "hijos de Dios“, y a lo largo de toda
la historia de la salvación los encontramos,
anunciando de lejos o de cerca, esa
salvación y sirviendo al “designio divino” de
su realización.
En la Biblia cierran el paraíso terrenal,
protegen a Lot (que se instala en las llanuras
de Sodoma y Gomorra), salvan a Agar y a su
hijo (concubina de Abraham, madre de
Ismael), detienen la mano de Abraham
(cuando va a matar a su hijo por orden
divina), conducen el pueblo de Dios,
anuncian nacimientos y vocaciones, asisten a
los profetas, por no citar más que algunos
ejemplos.
Un ángel
detiene el
sacrificio de
Isaac
Todos los museos están llenos de ellos.
Pinturas, esculturas, objetos variados… estos
seres alados siguen teniendo una poderosa
influencia entre nosotros.
Pero si preguntamos actualmente a alguien si
cree realmente en la existencia de los
ángeles, es posible que surja un hondo
conflicto entre la fe, la realidad, la
representación, el símbolo y la reflexión.
En una encuesta realizada por Gallup en EEUU
en 1978, más de la mitad de las personas
encuestadas, respondieron afirmativamente
sobre su creencia en los ángeles.
Incluso los que no compartían esa creencia,
consideraban a los ángeles (y a los
demonios) como una fuerte concepción
arraigada ya desde la era medieval, para la
cual exista, acaso, alguna explicación
científica o psicológica.
San Miguel Volador
matando al diablo
Por lo tanto, ¿quiénes son los ángeles, y
cuánto contribuyó la Edad Media en su
conformación?
En la respuesta confluyen la realidad, el mito,
la fantasía, la leyenda, los sueños y las
visiones sobrenaturales.
Todas las religiones, tanto las primitivas como
las más complejas, han alimentado la
creencia en seres, poderes y principios
espirituales que actúan como mediadores
entre el reino trascendental de lo sagrado, y
el mundo profano.
En la cultura asiria, un “lamassu” o toro alado,
era una deidad protectora. Esta figura híbrida
está formada por la cabeza de un humano, el
cuerpo de un bovino o un león, y enormes
alas emplumadas.
Museo del Louvre
Debido a su papel protector y gracias a su
apariencia mitológica poderosa, estos
lamassu solían colocarse en pares a la
entrada de los palacios. Los ejemplos más
antiguos que conocemos se remontan al siglo
X a.C.
En Grecia, existieron dos figuras aladas que
inspiraron la representación posterior de los
ángeles en el arte: Eros y Niké.
En la mitología, Eros (quien también es
conocido por el nombre de su equivalente
romano, Cupido) es hijo de Afrodita y el dios
del amor. En el arte del periodo clásico (510
a.C.-323 a.C.) Eros es representado como un
adolescente con grandes alas.
Eros.
Hacia
470 a.C–450 a.C
Cerámica
Louvre
Durante el periodo helenístico (323 a.C.-31
d.C.), la popularidad de las esculturas de
mármol aumentó, entre otros motivos por la
mejora de la técnica de tallado.
Muchos artistas utilizaron este medio para
crear estatuas de los dioses, siendo la Victoria
alada de Samotracia uno de los ejemplos
más conocidos.
La Victoria
alada de
Samotracia
Creada para conmemorar una batalla
marítima a principios del siglo II d.C., esta
escultura de más de 5 metros de altura
representa a Niké, la diosa griega de la
victoria. La figura, hábilmente tallada, es
famosa por su postura realista, sus vestiduras
fluidas y, por supuesto, sus colosales alas.
En Roma, la primera interpretación artística de
un ángel fue encontrada en las catacumbas
de Priscila, una cantera utilizada para
entierros cristianos en el siglo III.
.
En una de las cámaras de las catacumbas,
una serie de pinturas ilustra escenas del
Antiguo y del Nuevo Testamento. Además
del Sacrificio de Isaac y de imágenes de la
Madonna con el niño, estos frescos cuentan la
historia de la Anunciación, evento bíblico en
el cual el ángel Gabriel anuncia a María que
tendrá al hijo de Dios.
Aunque se cree que es Gabriel, la figura no
tiene alas. Un siglo después los artistas
comenzarían a colocar alas a los ángeles.
.
En BIZANCIO, la primera representación de un
ángel con alas data del siglo IV d.C. Adorna
lo que se conoce como el sarcófago del
príncipe, un sepulcro de mármol encontrado
cerca de Turquía.
Durante los siguientes siglos, los ángeles serían
los protagonistas de mosaicos dorados,
pinturas de paneles y otros iconos católicos
romanos.
.
Los artistas medievales adoptaron la
interpretación bizantina de los ángeles,
incorporándolos en sus pinturas con fondos
dorados. Los entes alados suelen aparecer
volando en el fondo de escenas
protagonizadas por figuras sagradas, como la
Virgen María y Jesucristo, en Madonna y niño
con ángeles, de Pietro di Domenico da
Montepulciano.
1420
MET
De forma similar, los mensajeros celestiales
suelen aparecer en manuscritos ilustrados,
como elementos decorativos y como
personajes en la historia, al mismo tiempo.
La Anunciación,
Taddeo Crivelli,
h. 1469

Museo P. Getty
En suma, la representación de ángeles o seres
protectores alados, encierra múltiples
significados, que van desde la creencia en el
poder de los antepasados (Roma), espíritus de
la naturaleza o seres fantásticos (celtas), hasta
los seres espirituales que conocemos como
ángeles.
Pero todos ellos se encuentran por igual en el
judaísmo, zoroastrismo, cristianismo e
islamismo.
Simone Martini
(1285–1344),
un niño cae
desde un balcón
y se salva por
la intercesión
de San Agustín
Llanto sobre el cuerpo de Cristo, pintura mural, Giotto (h. 1266-1337)
Capilla de los Scrovegni de Padua.
Madonna con
ángeles y
San Francisco,
obra Cimabue,
hacia 1280,
pintura al fresco
iglesia de
Asís.
Y aparece el
demonio…
En la Edad Media, se consideraba que la vida
humana no sólo contiene el Bien, sino que
está inundada por el Mal. Sin embargo,
¿puede ser Dios responsable del Mal? ¿Tiene
sentido pensar que una Divinidad,
benevolente para con la estirpe humana,
haya creado un mundo transido de angustia,
de sufrimiento y del drama general de la
historia que afecta a todos los seres humanos?
Esto era un dilema, y por ello la cultura
medieval abrió una vía para exculpar a Dios
de la existencia del Mal, a través de la
creencia en la existencia de ángeles y
demonios. Esta creencia llegó desde las
religiones de la cuenca mesopotámica;
aparece en los escritos bíblicos, del Antiguo y
del Nuevo Testamento, y ha pasado a la
tradición cristiana.
San Miguel Arcángel
vence a Lucifer

Guido Reni
1635
Antes de profundizar en este tema, veamos
brevemente la jerarquía angeológica del
cristianismo, que contribuye a aclarar nuestra
comprensión de los ángeles medievales y su
representación.
La angelología cristiana es la parte de
la teología sistemática que estudia las
características, oficios y alcances de los
ángeles.
En la Biblia se establece de manera implícita
la diferencia entre ángeles buenos y ángeles
malvados o demonios; se da por sentada su
existencia y actividad. Es importante destacar
que son seres creados, por lo tanto no deben
recibir adoración (aunque se les reza).
Es en la Edad Media cuando la angelología
comienza a tomar forma, a través del Papa
Gregorio el Grande (siglo VI d. C.)
Los ángeles no son corpóreos, como el ser
humano. Se dice que son espíritus, con juicio
moral y alta inteligencia. Los ángeles son una
compañía (una reunión de entes, una
guardia, una legión) y no una raza; fueron
creados todos a la vez y no hay propagación
ni reproducción entre ellos; pero, dado que
no mueren, mantienen siempre su número
(todo esto lo dice la Biblia).
Jerarquía de
los ángeles
Los serafines, inspirados en la visión de Isaías
(6, 1-3), tienen seis alas y están asociados al
fuego y al color rojo. Los querubines,
inspirados en los textos de Ezequiel (10, 4-22),
tienen cuatro alas con ojos y están asociados
al color azul. Los tronos, inspirados también en
las profecías de Ezequiel (1, 15-21), se
reconocen por las ruedas llenas de ojos y, en
ocasiones, también por las alas y el fuego.
Dominaciones, Principados, Potestades y
Virtudes no son objeto de gran representación
y por ello mismo no tienen una iconografía
predefinida.
Los arcángeles (Miguel, Gabriel, Rafael, Uriel,
Sealtiel, Baraquiel y Jehudiel), cuyo nombre
quiere decir ángel superior, son representados
como jefes de la milicia celeste, con
indumentaria militar.
San Miguel mata al
dragón.
Josse Lieferinxe,
siglo XV
Espíritus malvados o Ángeles caídos
En el cristianismo un ángel caído es el que ha
sido expulsado del cielo por desobedecer o
rebelarse contra Dios.
¿Qué son los Ángeles caídos? ¿Quiénes
fueron y cómo se llaman? Algunos de los más
célebres son Lucifer, Semyazza, Remiel o
Azazel (aparecen en el Libro de Enoc) aunque
la lista es mucho más extensa.
Dios y el Diablo
Los ángeles rebeldes jamás se quedaron
quietos ni se retiraron a un rincón. Son guiados
por Lucifer, que en una época fue llamado el
Lucero del Alba y el Portador de la Luz. Estos
títulos dados al Príncipe de las Tinieblas,
muestran la dificultad para descubrir en qué
bando se sitúa cada ángel en concreto: en el
de Dios o en el del Diablo, puesto que cada
uno cuenta con los suyos.
.
.
.
.
El mundo medieval está poblado de seres
maravillosos, dragones, ángeles, demonios;
seres que brotan de la fantasía popular como
una realidad total, y llena de sentido. Nadie
se atreve a dudar de su existencia.
Lo humano y lo divino, lo cotidiano y lo
maravilloso se funden como expresión de la
compleja articulación entre lo real y lo
fantástico, entre lo tangible y lo simbólico.
Y es precisamente esa interacción la que hay
que intentar reconstruir, de la forma más
precisa posible, para poder comprender el
mundo medieval, donde lo sobrenatural y
maravilloso es aceptado precisamente
porque se inscribe en un contexto que lo
acepta y lo explica; pero que no es
comprensible desde la perspectiva actual.
Duomo del Baptisterio de Florencia
Lo humano y lo divino se inter-penetran de tal
modo que se confunden en una sola realidad.
Es por eso que estos seres sobrenaturales
llegan a adquirir carnadura real. Por eso el
diablo, entre otras muchas apariencias, pues
no tiene una sola forma concreta, puede
disfrazarse de santo, como ocurre en uno de
los milagros del Líber Sancii Jacobi (L. II, cap.
XVII), de amplia difusión en la Edad Media,
donde aparece bajo la figura del Apóstol
Santiago.
El Liber Sancti Iacobi (1140) es una
compilación de varios escritos de la primera
mitad del siglo XII, que incluyen sermones,
misas, oficios, cantos y milagros en honor
al apóstol Santiago. Se cree que se realizó en
el marco de la ampliación de la Catedral de
Santiago de Compostela, y para dar a
conocer al público la figura del apóstol
Santiago.
Es interesante hacer notar que entre los
pecadores están los malos clérigos, que
hierven en resina y plomo; el desfile de vicios
se completa con homicidas, infanticidas,
sacrílegos y jugadores, pero no se especifican
sus castigos.
Los pecados que nombra son la Avaricia, la
Codicia, la Envidia, la Lujuria, la Gula, la
Acidia (pereza) y la Soberbia, que cierra la
lista: “ella es la reina”, los demás son sus
criados.
En el Libro de Alexandre, de la primera mitad
del siglo XIII, el Infierno es descripto como una
ciudad rodeada de murallas inexpugnables,
con muros de azufre y betún, muy resistentes,
bordeada por el río infernal. En el jardín no
crecen flores sino espinas. La ciudad está
custodiada por los vicios y es oscura.
Fondo yaz el infierno,
nunca entra i lumbre
de sentir luz ninguna
non es su costumbre
Bocaccio, en su Decameron, hace venir al
mismísimo arcángel San Gabriel para visitar a
su amada Lisetta, y fray Cipolla (también en el
Decamerón) enseña a sus feligreses una
pluma que el arcángel perdió el día de la
Anunciación. Lo humano y lo divino, lo
picaresco y lo sagrado, se inscriben así en la
la literatura medieval como un universo real,
sugerente y vivo, en el que ángeles y
demonios suscitan esperanza y miedo, pero
también burla y diversión.
Uno de los elementos que más se destacaron
en la construcción espiritual de la Edad Media
fue la apelación al diablo, a los demonios y al
mal en general como partes constitutivas del
Plan Divino. Un Plan que, pese a presentarse
inescrutable para los hombres, podía sin
embargo ser visualizado parcialmente por
aquellos que contaban con la fe, la sabiduría
y la gracia necesaria.
.
Jan Van Eyck
La anunciación
1430
El discurso eclesiástico medieval abundó en
referencias acerca de cómo los creyentes
debe luchar contra las acechanzas de
enemigos espirituales. La lucha diaria contra
el mal se transformó en la actividad espiritual
principal.
El mundo medieval es un ámbito donde el
imaginario forma parte de la realidad, pues el
símbolo es un modo de pensamiento y de
sensibilidad totalmente presente en la vida
cotidiana. De esta forma el mal, como
símbolo, puede ser entendido como una
palabra, como una idea, y como una prueba
de desviación de la conducta.
La creencia en el
demonio como
intento de
aquietamiento
.
La desproporción entre el mundo tal como es
en la realidad, y el mundo como debería ser
según la Iglesia, no dejaba de ser trágica
para el ser humano medieval. Semejante
desarmonía provocaba angustia. Por otra
parte, la Iglesia disponía de un enorme
aparato de poder para proclamar su doctrina
y hacer valer sus preceptos y prohibiciones.
El clero, las órdenes monásticas y los
conventos contaban con cientos de miles de
personas organizadas, que llegaban a
representar el 10% de la población total.
Y además el estado prestaba muchas veces a
la Iglesia su brazo secular, lo que hacía que
los expulsados de la Iglesia se vieran
expulsados, en buena medida, del seno de la
sociedad humana.
Andrea Bonaiuti, Florencia, 1365
Y si algún individuo osaba sustraerse a las
órdenes y mandamientos de la Iglesia, ésta
podía llegar a excomulgar a la ciudad o al
país donde éste residía, con lo cual el castigo
era horrible. Los sacramentos (por los cuales
podía llegar la gracia divina) eran algo
indispensable para la salvación del alma;
podemos imaginar lo que significaría verse
privados de ellos, no sólo para una persona,
sino para un pueblo entero.
Hay que reconocer que la obra cultural de la
Iglesia en la Edad Media fue muy grande;
pero por grande que sea, comparando con
los fines que perseguía y los medios con los
que contaba para alcanzar esos fines, su
labor para disuadir y para castigar fue acaso
muy superior a su contribución cultural, por lo
menos durante los siglos medievales.
¿Cuándo comenzó a difundirse la idea del
diablo? Se inicia a partir del siglo XI, mediante
un proceso de sistematización dogmática de
la figura del diablo, que intenta reunir en una
síntesis tanto la teología como las
representaciones del imaginario social, y al
mismo tiempo este proceso se vincula a la
necesidad política de dominación, en un
mundo medieval que empieza a
desmoronarse.
.
La extensa iconografía del diablo, en iglesias
y ermitas, es testimonio de la lucha teológica
y política, muchas veces violenta, que hace
emerger poco a poco la figura de un ser
terrible, que subyuga a los hombres y mujeres
y los inclina a la maldad.
La imagen señorial y majestuosa del diablo,
sólo puede ser enfrentada por la iglesia.
Emerge lentamente el proceso
de consolidación del poder papal y de la
figura del rey autocrático, como signos de
fortaleza.
La mezcla de la cultura erudita de los monjes
y teólogos medievales con la cultura popular
viciada de supersticiones y paganismo, hace
surgir al diablo.
A esto se suman las calamidades: el hambre,
las pestes y el lento desmoronamiento del
sistema feudal. Todo se sumó para que el
diablo emergiera a partir del siglo XI.
Sus rasgos y atributos vienen, también, de la
asimilación de la cultura griega y sus dioses
por parte del cristianismo; esto trajo
contribuciones representativas, como los
cuernos, los pies de chivo y la cola,
características del dios Pan.
En los choques de culturas, los símbolos de
otras religiones son considerados algo
extremadamente malévolo, así que Satanás
adquirió los rasgos de aquellos a los que se
debía aniquilar.
.
El cristianismo, para combatir la religión
griega y romana, le agrega cuernos al diablo
(ya mencionamos al dios griego Pan), y así
resulta una figura representada como medio
hombre, medio cabra, lujurioso y malvado. Y
le da un tridente para ridiculizar a Poseidón, el
dios griego de los mares, o Neptuno para los
romanos.
Esta dicotomía ocurre incluso hoy. Un ejemplo
típico es cómo algunas iglesias cristianas
identifican la figura de Exu, proveniente de la
religión africana de los yorubas, como el
demonio.
Y se han dado casos de juicios por ruidos
molestos contra las ceremonias de la
Umbanda, en las que se ha señalado el
carácter herético o incluso diabólico de sus
prácticas.
La vida humana estaba siempre bajo
amenaza, la lucha cotidiana eran pesada, la
muerte era una presencia constante, y los
moribundos se preguntaban si les esperaría la
vida eterna después de la muerte, o las
torturas del infierno.
Fue así que el tema del Juicio Final se
convirtió en el predilecto de los portales o de
los arcos situados por encima de la entrada
de la iglesia.
.
Sin embargo, hubo en toda la Edad Media,
principalmente a partir del siglo XII, hombres
cuya íntima naturaleza era de una
indiferencia casi total ante la fe religiosa.
Había materialistas y ateos de todo tipo;
había filósofos que profesaban en la
Universidad de París doctrinas completamente
anticristianas, y además estaban los famosos
“herejes” que sí eran cristianos pero que
mantenían disidencias varias con la institución
eclesiástica.
San Agustín
y el Diablo
M. Pacher
1471
Munich
Para colmo, dentro de la propia Iglesia había
hombres de fe muy desconformes. A pesar
del triunfo del pontificado y de la posición
privilegiada que los dignatarios de la Iglesia
ocupaban, no podía hablarse de un triunfo
decisivo de la Cruz.
Todos los escritos eclesiásticos están llenos de
quejas acerca de esto. Se entendía que no
había suficiente fe, aún cuando en siglos
posteriores, se va a considerar que la Edad
Media fue la era cristiana por excelencia.
Los hombres y mujeres de la Edad Media
tenían la impresión, más bien, de que vivían
en la era del Anticristo. En el Libro de Belial se
dice: “Así como en el reino del Dios Padre los
demonios eran libres y arrastraban a los
hombres al pecado, también en el reino del
Dios Hijo nos encontramos que todos los
demonios son libres para atormentar y tentar
a los hombres”.
Según muchas leyendas medievales, el
propio Dios tiene que guardarse del Diablo.
Dios casó a María con José para ocultar al
Diablo la llegada de Cristo a la tierra en figura
humana, y Cristo fue circuncidado para que
Satanás tardase en descubrirlo entre los otros
judíos. En suma, el miedo a Lucifer y sus
legiones infernales gravita sobre toda la Edad
Media como una pesadilla.
Capitel
románico
Iglesia
Madeleine
de Vezelay
siglo XII
La fe en el Diablo era útil a la Iglesia para
intimidar a quienes desobedecieran su
autoridad. Pero también le prestaba otro
servicio importante: servía para explicar, en
parte al menos, la desproporción existente
entre el mundo tal como debiera ser, y el
mundo tal como era en realidad. Pero
además, aún los ascetas más “puros”, debían
sostener una verdadera lucha contra los
“apetitos” y las tentaciones que les
mandaban los diablos.
Lejos de desaparecer, la experiencia
enseñaba que, a medida que arreciaban los
sacrificios y las penitencias, las tentaciones
tendían a exacerbarse, haciéndose más
frecuentes y violentas. El miedo constante al
pecado no hacía más que inculcar en el
alma imágenes poco favorables a la piedad
cristiana. Encima, el santo y el anacoreta
vivían debilitados por el ayuno y la vigilia, y
con sus nervios sobre excitados.
San Antonio Abad, siglo III d. C.
De ahí que había que apelar a todas las
fuerzas imaginables para vencer tentaciones
que a un hombre normal no lo sacaban de
quicio; en tales condiciones, después de una
vida entera consagrada a la santidad, no era
raro que más de uno tropezase y cayese,
como lo cuentan numerosas leyendas de la
época.
Lo peor de todo era que, reconocer y
confesar semejantes miserias morales, era
equivalente a poner en tela de juicio el
sentido y la razón de ser de la concepción
ascética de la vida. La única explicación
posible era que los Demonios andaban
sueltos por ahí, en figura de mujeres
casquivanas, para tentar la inocencia de los
santos varones piadosos. Si no podían hacer
vigilia, eran también los demonios quienes les
hacían cerrar los ojos.
.
Y lo mismo si tenían hambre, frío, sed, o si se
dormían en medio de los rezos en plena
iglesia. Siempre era el Diablo que andaba
haciendo de las suyas.
Para las autoridades de la Iglesia, también el
Diablo era el culpable de las dificultades para
extender la fe. No se podía responsabilizar del
fracaso a sus teorías o al comportamiento de
la propia Iglesia. Tenían que ser los Demonios.
Erotismo y demonio en
la Alta Edad Media
El erotismo en los templos románicos en la
Península Ibérica
En el románico español, las expresiones y
simbología erótica las podemos encontrar en
innumerables iglesias. Es claro que la mayor
densidad de iconografía sexual se halla
especialmente en el sur de Cantabria y norte
de las provincias de Palencia y Burgos, siendo
el epicentro de este tipo de escultura la
célebre Colegiata de Cervatos, junto a
Reinosa.
Colegiata de Cervatos
.
¿Por qué ese hombre exhibe su enorme falo
que parece apuntarnos? ¿Y ese otro barbado
que se masturba? ¿Qué sentido tiene que esa
mujer nos enseñe la vulva? ¿Esa pareja está
en pleno coito? Todos están ahí desde hace
casi mil años, en iglesias románicas del norte
de España, tanto en el exterior, en los
canecillos, elementos decorativos de las
vigas que sujetan los aleros, como en el
interior, ya sea en capiteles o incluso en pilas
bautismales.
¿Por qué los canteros medievales
desplegaron esta iconografía procaz? ¿Qué
quería transmitir con ellos la Iglesia católica?
A todo esto han intentado responder, y de
paso acercar a la mentalidad y sociedad
medieval, los expertos reunidos en numerosos
congresos sobre este tema.
.
En la comunidad cántabra es en la Cuenca
del Besaya y las comarcas de Campoo y
Valderredible donde más ejemplos
encontramos: Cervatos, Bolmir, Yermo, etc. En
Palencia se sitúan en la zona nororiental, en la
Montaña Palentina, que es vecina a
Cantabria. Entre los lugares concretos: San
Cebrián de Mudá, Revilla de Santullán, etc. En
Burgos es frecuente encontrar arte erótico
también en el norte: Tejada, Valdenoceda,
etc.
Coito
San Miguel de
Fuentidueña (Segovia)
Sin embargo, la difusión es mucho más
amplia, pues también existe escultura
románica erótica en iglesias de Segovia
(Fuentidueña y Brahona del Fresno), Soria
(Castillejo de Robledo) y sureste de Burgos
(Vizcaínos).
Tal profusión de iconografía sexual y pagana
se da sobre todo en los metopas (los
espacios que quedan entre dos triglifos en el
friso del orden dórico), canecillos y capiteles
de las iglesias románicas del norte peninsular.
Colegiata de Santa Cruz.
Castañeda (Cantabria)
Grotescos personajes, pícaros, contorsionistas,
hombres y mujeres exhibiéndose
sexualmente, extraños animales
demoníacos... Es habitual contemplar relieves
y esculturas de parejas besándose,
copulando, desnudos o mostrando sus
miembros sexuales en escandalosas posturas.
Colegiata de
San Martín de Elines.
Valderredible
(Cantabria).
Siglo XII.
Las imágenes eróticas se hallan sobre todo en
los muros exteriores de los templos, pero
también en los interiores, como coros, pilas
bautismales, en ciertas miniaturas e incluso en
algún tapiz, que acompañan a escenas
bíblicas, a imágenes de guerreros de la
propia época, a horóscopos, animales
diversos (reales o fantásticos), cacerías,
labriegos en distintas ocupaciones, músicos o
danzarines.
San Pedro de Cervatos, en
Cantabria
La Iglesia de S. Pedro de Cervatos, único resto
de este antiguo monasterio, constituye por sus
características el mejor ejemplo de esta
temática e iconografía. Son decenas la
figuras, algunas de ellas representaciones del
coito humano; en San Pedro de Cervatos hay
dos muy claros, uno en uno de los canecillos
del tejaroz de la portada y otro en el ábside.
Por lo que respecta al coito entre animales,
éste aparece en una de las metopas labradas
que existen entre los canecillos del tejaroz.
“Las características de esta iglesia en el
exterior, es el predominio de las
representaciones lúbricas y fálicas. En muchas
iglesias de esta época se advierte la
delectación de los autores en representar
alucinaciones sexuales; pero aquí, en
Cervatos, en un país frío y triste, es cosa
extraña.” PÍO BAROJA
.
“Las esculturas del ábside, así como las de los
canecillos exteriores, son de un realismo vivo
y de una labra delicada, con un desenfado
en los motivos eróticos que causa sorpresa. La
iglesia está muy bien conservada y es muy
significativa, porque parece estar a la cabeza
de todo un grupo del estilo que se extiende
por el campo palentino y por el Norte de la
provincia de Burgos.” DIONISIO
RIDRUEJO. Castilla la Vieja.
¿Cómo explicar estas esculturas?
Existen interpretaciones que explican las
numerosas alusiones al sexo en algunos
templos, son debidas a la libertad total que los
canteros y artistas tenían a la hora de labrar
sus obras, pero no hay que olvidar que dichos
canteros no hacían otra cosas que trabajar
para el clero y para ricos nobles, que al final
eran los que pagaban su trabajo.
Otra idea es que las imágenes que los
canteros medievales dejaron esculpidas,
reflejarían la herencia de una sabiduría y unos
cultos ancestrales (anteriores al cristianismo)
transmitidos a través de los misterios paganos
de la Antigüedad y de la llamada Tradición
Hermética. Ésta, pasando por la cultura
precristiana y románica, alcanzará uno de sus
momentos de esplendor en obras del arte
humanista del renacimiento, de fuerte
influencia neoplatónica.
.
Para proporcionar una explicación coherente
a estas escenas, es preciso un acercamiento
a la mentalidad de la época, tanto desde el
punto de vista del pensamiento religioso
como de las normas sociales que regían este
tipo de prácticas. Hay que tener presente que
desde los primeros tiempos del Cristianismo el
discurso eclesiástico sobre la sexualidad tuvo
como máxima aspiración la renuncia a los
placeres de la carne, un anhelo que se
mantuvo también durante la Edad Media.
La interpretación más habitual es que esta
iconografía erótica se expuso en los templos
como aviso contra los pecados de la
fornicación, adulterio, etc. y su
correspondiente castigo (pecado de lujuria).
En algunos Juicios Finales de grandes
portadas del románico y el gótico se
representan personajes lujuriosos
atormentados en el infierno: mujeres siendo
mordidas en los pechos y sexo por serpientes
y hombres castigados también en sus
testículos y pene.
Pero esa escultura no es la que se conoce
como románico erótico pues su temática y
significado son concretos y conocidos. La
sociedad del siglo XII tenía conceptos
morales distintos a los actuales y la represión
sexual era mucho menor; en los ambientes
rurales y populares, el sexo sería algo más
cotidiano y menos ocultable, por lo que los
escultores románicos locales representarían
escenas eróticas como parte de las
costumbres normales de la sociedad en que
vivían.
.
De igual modo que esculpían fiestas, labores
agrícolas, cacerías, guerras y todos los
acontecimientos cotidianos de la sociedad en
que vivían, también esculpían las relaciones
sexuales que al final conducían a la
perpetuación de la vida.
Para algunos autores, esta situación
comenzaría a declinar con el puritanismo
calvinista del siglo XVI que caló de forma
directa o indirecta en toda la sociedad
occidental.
Para otros autores, lo que aquí se manifiesta
es la necesidad de reproducción del ser
humano.
Por ejemplo, según María Paz Delgado, estas
representaciones podían tener como fin la
estimulación de las relaciones sexuales y con
ello incrementar la concepción de un número
mayor de hijos, en una sociedad con elevada
mortalidad infantil y con una esperanza de
vida bastante baja.
Para Jaime Cobreros, con la presencia casi
continua de temas reproductivos en la
escultura románica, se estaría aludiendo a la
capacidad casi divina del hombre de crear (o
procrear), en este caso mediante el sexo. Dios
hizo al hombre a Su imagen y semejanza. A
diferencia de los ángeles -espíritus puros- el
ser humano puede engendrar. Recordemos
que en el Dios Trino del Cristianismo el Padre
no crea -sino que engendra- al Hijo.
.
En suma, si la escultura románica encierra en
su iconografía todo un mundo complejo de
significados y simbolismos, parece poco
probable que obtengamos nunca una única y
segura interpretación del arte erótico
románico (quizás debamos empezar a
emplear el término "reproductivo").
Las tentaciones del
demonio
En esta estructura mental, los herejes eran los
instrumentos favoritos del demonio. Eran sus
auxiliares. En cuanto al mundo secular,
también había que echar mano del diablo
para explicar los odios, las discordias
personales, las guerras y demás conflictos. Los
delitos eran todos inducidos por Satanás.
Pinturas del primer gótico, ermita románica de Santa Eulalia, en Barrio de Santa
María, en Palencia.
No hace falta oler el nauseabundo rastro del
azufre, ni que el calor aumentase hasta
resultar infernal para sentir su presencia. A
través de representaciones horripilantes en
portadas de iglesias, pinturas murales,
capiteles o pilas bautismales, como señor de
los infiernos que inflige castigos terroríficos a
los pecadores, el diablo ha sido la estrella de
la Edad Media.
En el arte del románico el Maligno es muy
representado, con una forma que va
evolucionando, hasta perfilarse la más familiar
en nuestro imaginario: con garras, peludo,
cuernos y el cabello llameante, si no tiene
cuernos.
Además de reptil, el demonio ha sido dragón,
león, mono o animales híbridos… Así, en
muchas construcciones románicas de los
pueblos y aldeas medievales. Como por
ejemplo, en la ermita de Santa Cecilia de
Vallespinoso de Aguilar, erigida en lo alto de
una peña a finales del siglo XII. En un capitel,
un ser repugnante, con escamas, abraza a un
avaro. Sabemos que este lo es porque lleva
por castigo una pesada bolsa con monedas
colgada del cuello.
Santa
Cecilia
Este y otros castigos del averno son una constante en
la iconografía románica. La representación suele ser
muy animada, suceden cosas, en contraposición
con el paraíso, que suele ser bastante aburrido. Casi
un cómic parecen las pinturas murales de una
ermita del siglo XIII, Santa Eulalia (Lugo). De tradición
románica, aunque ya del primer gótico, en una
pared hay varios niveles, con demonios de color
ocre avivando el fuego con fuelles, mientras otro
empuja a los desdichados al infierno y a su lado
varios más son sometidos a toda clase de torturas.
.
.
Los hombres y mujeres sencillos, y las grandes
masas, se dejaban arrastrar e intimidar con
mucha fuerza por tales simbolismos. Para ellos
el mal de Satanás representaba una realidad
absoluta. Cuando el mal se considera algo
satánico, el ser humano no se siente
paralizado a la hora de condenarlo (ya que
no proviene de él mismo sino del Diablo) y se
decide a combatirlo.
Por otra parte, el mito del Diablo empujó a la
Edad Media a horribles crueldades y a
necedades increíbles. Lo empujó, además, a
forjar una concepción puramente externa de
la moral (o sea, no existía la
autodeterminación y la autocrítica). Si el mal
venía de afuera, del demonio, era natural que
para combatirlo se emplearan medios
externos: las reliquias, la señal de la cruz, el
agua bendita, etc.
Con todo, ya por aquel entonces había
espíritus críticos para quienes el diablo no era,
ni mucho menos, una explicación
satisfactoria, o una respuesta a la antigua
pregunta: ¿De dónde proviene el mal?
había quienes sospechaban que algo estaba
muy mal, ya que en un mundo regido por
Cristo y por la Iglesia florecían las
calamidades y desgracias. ¿Y si el mal venía
de las instituciones y actos humanos?
Iconografía
bizantina
Ya que nada sucede sin que Dios lo quiera; ya
que nada existe con independencia de la
voluntad divina, es indudable que también la
existencia del Diablo depende de Dios. Si Dios
dejara de darle un lugar a Satanás, éste
quedaría reducido a la nada. Pero las masas
nada entienden de estas teologías, y sólo
saben una cosa: que están rodeadas de
apetitos desenfrenados, de necesidades
extremas, de pasiones, de odios y de
desigualdades.
Además, era mejor no andar explicando
mucho la cuestión. ¿Qué ser omnisciente, e
infinitamente bondadoso, va a tolerar la
existencia de algo aborrecible y odioso, que
condena a miles de personas a las penas
eternas del infierno? ¿Acaso Dios no tenía a
su alcance otros medios para mostrar a los
seres humanos la necesidad de la rectitud?
La literatura enseguida se inspiró en tal drama.
En 1322 se presentó el espectáculo teatral
“Las vírgenes prudentes y las locas”. Eran
cinco doncellas necias que, por retrasarse en
la tierra con sus obras de arrepentimiento,
penitencia y caridad, se vieron excluidas de
la vida eterna, siendo inútiles las súplicas de
la Virgen María y de todos los santos para
salvarlas. Por demoronas y por frívolas…
.
La historia de Luis
Un espectador, nada menos que el Landgrave
Luis de Turingia, montó en cólera, se paró en
el teatro y exclamó: “¿Para qué sirve la fe
cristiana si Dios no es capaz de apiadarse de
nosotros, aunque se lo supliquen la Virgen y
todos los santos?”. Luego Luis se encerró en su
castillo, donde la cólera le duró por lo menos
5 días, sin que los sabios pudieran volverlo a
la razón, explicándole el sentido del
Evangelio. Poco después murió.
A pesar de todo, había un montón de
descreídos que preferían disfrutar de los
placeres mientras pudieran.
Un sacerdote de Londres, en el año 1200,
reunió en un libro todas sus visiones, que
según parece eran muchas, “pues hay
muchos que sólo creen en lo que ven, que no
creen en los ángeles buenos ni en los malos,
en una vida después de la muerte y en
ninguna cosa espiritual e invisible”.
En uno de los libros más difundidos en la Edad
Media, el Speculum quadruplex, se dice: “Hay
muchos que se ríen de las visiones del otro
mundo. No es extraño, tratándose de gentes
que no creen en el infierno”. A lo cual
respondió en su momento un cronista
(mediados del siglo XIV): “Si los clérigos no
nos amenazaran con el infierno, ¿de qué iban
a comer?”.
Tentación de
Jesús

Ari Scheffer
El predicador Bertoldo de Ratisbona
vociferaba contra los que, según él, sostenían
que “después de acostumbrarse al infierno, se
vive allí tan agradablemente como en
cualquier parte”.
En la canción Aucassin y Nicolette,
“chantefable” anónima francesa del siglo XIII,
se dice: “al cielo van a parar los sacerdotes
viejos, inválidos y tullidos que se pasan los
días y las noches doblados ante los altares…
Me espanta la idea de verme en tal
compañía. Prefiero ir al infierno, con los sabios
maestros y los hermosos caballeros…”
“Con las hermosas damas cortejadas por dos
o tres amigos cada una, además de su señor;
con el oro y la plata, las pieles y los brocados,
los arpistas, los músicos y los reyes de este
mundo”.
Aucassin y Nicolette
óleo de
Marianne Stokes
siglo XIX
Los numerosos relatos que hablan de diablos
estúpidos y engañados, también atestiguan la
creencia del pueblo en el mundo infernal, y la
debilitación de este mito, que perdía ya sus
rasgos espantables, para convertirse en una
placentera leyenda o en una burlesca sátira.
Otros ejemplos de la presencia de Dios y el
Diablo en la vida medieval se desprenden del
Cantar de Roldán y de las investigaciones del
medievalista Jacques Le Goff.
Todos ellos son útiles para apreciar “de
primera mano” cuáles eran las concepciones,
los miedos y las esperanzas de la gente,
desde los más poderosos a los más humildes.
En la Chanson de Roland, cuando
Carlomagno ve declinar el atardecer, se
postra en tierra y pide a Dios que pare el sol y
prolongue el día para así poder vengarse de
los enemigos que le han quitado la flor de
Francia (los musulmanes). Dios le envía un
ángel, «que con él solía hablar», con el
mensaje de que emprenda la persecución sin
tardanza, pues no le habría de faltar claridad.
Carlomagno con una reliquia
La referencia bíblica está en el Antiguo
Testamento: «Aquel día, el día en que Yhavé
entregó a los amorreos en las manos de los
hijos de Israel, habló Josué a Yhavé, y a la
vista de Israel dijo: «Sol, detente sobre
Gabaón. Y tú, luna, sobre el valle de Ayalón» .
Y el sol se detuvo, y se paró la luna, hasta que
la gente se hubo vengado de sus enemigos.
También el diablo tiene su sitio en el Cantar.
Se trata de la tierra de Chernublo, donde no
luce el sol, el trigo no crece, nunca llueve, el
rocío no cuaja y no hay una sola piedra que
no sea negra. Allí, dicen algunos que los
diablos mean. Pero son los ángeles los que
revolotean por el texto sin cesar. Y no es de
extrañar pues, junto a esta función primigenia
de mensajero, acorde con la propia
etimología del término, los ángeles cumplen
otras misiones en el Cantar.
Los ángeles descienden del cielo para
recoger el guante que, por sus pecados,
Roland ofrece a Dios. El mismísimo arcángel
San Gabriel lo toma de su mano. Y junto a él,
Dios envía a su ángel Querubín, y a San
Miguel del Peligro. Todos juntos llevan el alma
del conde al Paraíso: «L’anme del cunte
portent en parëis».
.
Los elementos naturales presagian la muerte
de Roland: En Francia estalla una terrible
tempestad. Hay tormenta con truenos, viento,
lluvia y granizo, los rayos caen con violencia y
ocurre un verdadero terremoto.
En pleno mediodía hay grandes tinieblas; sólo
hay claridad cuando se rasga el cielo. Todos
cuantos lo ven se sobrecogen. Muchos dicen
que es el fin del mundo, pero no saben que se
trata del duelo por la muerte de Roldán.
.
Según Jacques Le Goff, que estudió el tema
en muchas obras, Satanás no tiene en la alta
Edad Media un papel de primer plano.
Aparece más bien en la Baja Edad Media y se
consolida en el siglo XI. Es una creación de la
sociedad feudal. Con sus satélites, los ángeles
rebeldes, es exactamente el tipo del vasallo
felón, del traidor.
El diablo y Dios son la pareja más famosa que
domina la vida de la cristiandad medieval, y
cuya lucha explica a los ojos de los hombres
de la Edad Media todo lo que sucede en el
mundo. Según la ortodoxia cristiana, Satanás
no es igual de Dios; es una criatura inferior, un
ángel caído. Pero la gran herejía de la Edad
Media, bajo formas y nombres distintos, es el
maniqueísmo, que pone al bien y al mal en
igualdad.
El gran error del maniqueísmo, para la
ortodoxia cristiana, consiste en poner en un
mismo plano a Dios y a Satanás, a Dios y al
diablo. Sin embargo, todo el pensamiento y
todo el comportamiento de los hombres de la
Edad Media están dominados por un
maniqueísmo más o menos consciente, más o
menos elemental. Para ellos, por una parte
está Dios y por otra el diablo, y para colmo el
diablo se las ingenia siempre para burlar a
dios.
.
Añade Le Goff que la Edad Media conoció
muy tarde, a finales del siglo XII, la idea del
Purgatorio, que permite la “dosificación del
juicio”. Más bien se vio empujada durante
mucho tiempo a la intolerancia por culpa de
su maniqueísmo. La iconografía, hasta el siglo
XIII, ignora la idea del purgatorio y el juicio
individual después de la muerte, y durante
mucho tiempo no representará más que la
partición de la humanidad en buenos y
malos, en elegidos y condenados en el Juicio
final.
En la sociedad medieval, cada miembro tenía
una función: o rezaban, o combatían o
trabajaban, porque así lo quería Dios. ¿Qué
sucedía con los que estaban fuera de estos
estamentos? Eran pecadores sin remedio;
existían cuatro grupos. Los de trabajos
indignos, sobre todo relacionados con la
avaricia y la usura; los que se salían de la
orientación sexual habitual; los practicantes
de otras religiones y los que no tenían oficio ni
beneficio: "Juglares, pobres y lisiados".
.
El diablo se disfrazaba. A veces era una joven
hermosa, y abundan los relatos de peregrinos
ingenuos o desfallecidos, que sucumben al
diablo aparecido bajo la figura del apóstol
Santiago. Pero otras veces el diablo desdeña
disfrazarse. Se aparece a sus víctimas bajo un
aspecto repugnante. El monje Raoul Glaber le
vio «una noche antes del oficio de maitines»
en el monasterio de Saint-Léger de
Champeaux, a comienzos del siglo XI.
«Vi salir del pie de mi cama una especie de
hombrecillo horrible. Era de estatura
mediocre, cuello delgado, rostro macilento,
ojos muy negros, la frente arrugada y
crispada, las narices respingonas, la boca
prominente, los labios gruesos, el mentón
hundido, una barba de chivo, las orejas
peludas y puntiagudas, los cabellos erizados,
dientes de perro, el cráneo puntiagudo, el
pecho hinchado, una joroba a la espalda, las
nalgas fofas y el vestido sórdido.»
.
Pero los poderes sobrenaturales de los que
gozan Dios y Satanás no son su exclusivo
patrimonio. Hay hombres que también los
poseen en cierto modo. Una capa superior de
la humanidad medieval está formada por
individuos dotados de poderes
sobrenaturales. Es la dualidad equívoca de la
magia negra y de la magia blanca, cuyos
productos no son por lo general perceptibles
por el vulgo.
Precisamente una de las tareas esenciales de
los verdaderos santos es reconocer y castigar
a los obradores de falsedades o de falsos
milagros, o sea a los demonios y sus satélites
terrestres, los brujos. A san Martín se le tenía
por un maestro en este arte. «Brillaba por su
habilidad en reconocer los demonios, dice la
Leyenda áurea, y los descubría bajo
cualquiera de sus disfraces.»
Por suerte, en la sociedad medieval la gente
cuenta con protectores más vigilantes y más
asiduos que los santos, los inquisidores o los
reyes sanadores, que no siempre están a
mano para reaccionar contra el diablo. Sus
auxiliares infatigables son los ángeles. Entre el
cielo y la tierra hay un ir y venir constante. A
la cohorte de los demonios, que caen sobre
los hombres cuyos pecados los atraen, se
opone el coro vigilante de los ángeles.
Anunciación
El Greco
Madrid
Cada uno tiene su ángel, y la tierra de la Edad
Media está ocupada por una doble
población: los seres humanos y sus
compañeros celestes, o más bien una triple
población, porque a la pareja del ser humano
y del ángel hay que añadir el mundo de los
demonios, siempre al acecho. Así describe
esta cuestión el sacerdote y científico Honorio
de Autún (1080-1153):
- ¿Tienen los hombres ángeles guardianes?
- Cada alma, en el momento de ser infundida
en un cuerpo, queda confiada a un ángel que
debe incitarla siempre al bien y dar cuenta de
todas sus acciones a Dios y a los ángeles en
el cielo.
- ¿Están los ángeles en la tierra junto a
aquellos a quienes guardan?
- Acuden en su ayuda, si se les ha invitado
por medio de oraciones. En un instante
pueden venir del cielo a la tierra y volver a él
de nuevo.
Cristo Rey
con su coro
de ángeles
— ¿Existen demonios que acechan a los
hombres?
— En cada vicio mandan unos demonios que
tienen a sus órdenes muchísimos otros,
innumerables, y que incitan constantemente a
las almas al vicio y dan cuenta de las malas
acciones de los hombres a su príncipe.
De este modo, la gente de la Edad Media vive
bajo ese doble espionaje permanente. Jamás
están solos. Nadie es independiente. Todos se
hallan atrapados en una red de
dependencias terrestres y celestes. Falta
considerar si semejante concepción del cielo,
la tierra y el infierno ha llegado, de alguna
manera, hasta el día de hoy.

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