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La música como memoria: de la


peste negra al COVID-19
Published: April 11, 2020 8.53pm BST

John William Waterhouse, A Tale from the Decameron.


Wikimedia Commons / Lady Lever Art Gallery

 Email ¿Puede ser la música un instrumento de supervivencia en el pico


 Twitter 31 y declive de una pandemia? Todos conocemos cómo nació el
 Facebook 2.6k Decameron, la novela enmarcada de Boccaccio escrita tras la
 LinkedIn epidemia de peste bubónica que en 1348 redujo en casi dos
 Print tercios a la población de Florencia.

Tras la devastación, nuestro autor construyó en los años


inmediatamente posteriores (1349-1351) una extraordinaria
máquina fabuladora que conmocionó la última edad media: el
escritor cuenta a sus lectores cómo diez jóvenes huidos de la
ciudad se entretienen refiriéndose las aventuras de los personajes
que viven, hablan, gozan y padecen en cada uno de sus cien
cuentos.

Estos relatos –muchos presentes en las semillas del folklore


precedente, pero todos elaborados tras la mortal pandemia–
comunicaban el ánimo social después del inesperado golpe. Y
Boccaccio supo que la palabra no bastaba para referir las grietas
abiertas en la conciencia: en este novedoso sistema narrativo de
muñecas rusas dispuso una música transversal que atravesaba
como el hilo de una aguja todas las estructuras y capas sociales de
la novela. Y esto daría mucho de qué hablar a las músicas del
futuro.

Una canción por día


Cada uno de los diez días de confinamiento –en este caso en las
laderas de Fiesole, a las afueras de Florencia– concluye con una
canción, frecuentemente danzada, donde predomina la voz de las
siete mujeres.

Muchas de ellas manifiestan un profundo desengaño amoroso y


vital después de la crisis vivida:

“Tan satisfecha estoy de mi hermosura

que a un nuevo amor jamás


me entregaré ni sentiré dulzura”

(Jornada I)

“Amor, si logro salir de tus garras,

apenas puedo creer

que otro anzuelo me vuelva a aferrar”

(Jornada VI)

Otras celebran el aspecto pragmático y autocomplaciente de las


relaciones amorosas:

“¿Qué mujer cantará, si yo no canto,

que he satisfecho los deseos míos?”

(Jornada II)

“Como soy jovencita, de buen grado

me alegro y canto en la estación primera

por obra del amor ensimismado”

(Jornada IX)

Y otras mantienen la esperanza en el dulce amor que consume y


apena:

“Ninguna desdichada

lo es tanto como yo,

pues gimo en vano, triste enamorada”

(Jornada III)

“Amor, la bella luz

que emana de sus ojos

me ha cautivado y me tiene rendido”

(Jornada V)

Boccaccio, a través del canto, distribuye los colores de las nuevas


conciencias desde la práctica musical de su época con canciones
monódicas –canzone, canzonetta, ballata o balladetta–. En ellas
podían participar las voces de los demás personajes, de modo
similar a las de un cantante actual con sus coros.

Dispuestas al final de cada jornada de confinamiento, constituyen


fórmulas diversas de unidad y consuelo frente al temor y la
incertidumbre. Con una clara función sanadora y medicinal, cada
canto abrigaba al final del día la participación musical de todos
como fórmula de protección ante el avance inminente de la
muerte negra.

La función sanadora y medicinal de la música


Esta música contaminada por la peste encontró en los músicos
posteriores un continuo cultivo. Los poemas cantados en el
Decameron de Boccaccio fueron puestos en música por otros
compositores como una memoria de lo frágil –una forma de
recuerdo de nuestra condición efímera–, a menudo tras nuevos
periodos críticos de enfermedad.

Si j l l á d i t i i
Sirvan como ejemplo las más de cincuenta composiciones que
entre 1530 y 1630 se escribieron solo en Italia sobre los cantos del
Decameron, una época víctima de frecuentes pandemias: el “sudor
inglés” (1529, que no atacaba a los niños y que se cebaba con los

varones); la peste bubónica de Milán (1577); la peste romana (1591)


o la peste milanesa (1627).

Escritas a diferentes voces y reducidas a tablatura de laúd, se


prodigaron en estos momentos las composiciones sobre el
Decamerón de Verdelot, Scotto, Lasso, Pretti, Marotello, Ferreti,
Fiesco o Manara. El mismo Pierluigi da Palestrina compuso su
madrigal “Gia fu chi m’ebbe cara e volontieri giovinetta”
(Decameron, Jornada III) con tanto éxito que le sirvió para escribir
una misa compuesta sobre su propia melodía (misa parodia).

Madrigal. Gia fu chi m’ebbe cara e volontieri giovinetta (Decameron, Jornada III).

Enorme éxito tuvo el poema “Io mi son giovinetta” (Jornada IX),


puesto en música por Nasco de Verona, Ferrabosco o Manenti, y
que el mismo Claudio Monteverdi convirtió en un auténtico
canto participativo de inocencia y frescura en medio de la
muerte amenazante.

Monteverdi. “Io mi son giovinetta” (Quarto libro dei madrigali, 1603)

Los relatos como inspiración para óperas barrocas


El barroco extendería su mirada no ya a los poemas del final de
cada jornada, sino a los relatos transformados ahora en nuevas
óperas. De entre todos ellos fue la Griselda –último cuento de la
última jornada del Decameron y que Petrarca ayudó a divulgar– el
que más obras inspiró, precisamente por subrayar el valor de la
paciencia en su protagonista, denostada y maltratada por un
marido que, a nuestros ojos, se configura hoy como una
pandémica adversidad.

Pollarolo, Albinoni, Predieri, Orlandini, Bononcini o Alessandro


Scarlatti escribirían sus óperas sobre este relato, reinterpretando
una y otra vez el libreto de Apostolo Zeno. Y entre todas ellas,
destaca la Griselda de Vivaldi, compuesta en 1735, tras la terrible
pandemia de gripe en Europa de 1732, y en la que su protagonista
p g p p ,y q p g
exhibe una fuerza inaudita, virtuosa y virtuosística a un mismo
tiempo, frente a los males que le acometen y de los que su voz
sale victoriosa.

Vivaldi. “Agitata da due venti”, Griselda (1735). Cecilia Bartoli.

Las músicas del Covid19


Casi ochocientos años después ya no es la peste negra, la bacteria
Yersinia pestis o las ratas y sus pulgas las transmisoras de la nueva
pandemia: un COVID-19 invisible y fantasmal dejará nuevas
fisuras en la conciencia colectiva e individual.

Y la música es de nuevo un testigo excepcional que surge como


un clamor de supervivencia al caer la noche sobre nuestros
balcones. Serán muchas más de las diez jornadas decameronianas,
así que paciencia: todavía quedan por llegar las canciones que
registrarán la memoria de esta pandemia universal en nuestras
conciencias.

 historia literatura música epidemias Italia covid-19

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