Está en la página 1de 3

VERDAD, CIENCIA Y FE

P. Manuel Carreira S.J.


El Hombre, ser Racional
El Hombre es el animal racional: eso es lo que nos define como especie viviente. Esto
quiere decir que, si bien somos parte del reino animal, lo que es específicamente propio
del Hombre es la racionalidad. Y la racionalidad se concreta en la búsqueda de Verdad,
Belleza y Bien. Ahí es, precisamente, donde se muestra la manera de actuar peculiar
del ser humano, que no tiene ningún otro animal sino el Hombre. Ningún animal indica
tener una necesidad de conocer, incluso lo abstracto, ni la necesidad de encontrar
belleza y orden; nosotros sí. Y ningún animal tiene libertad para escoger
responsablemente lo que hace.

El animal no busca un bien conocido de antemano, ni estudia posibles alternativas de


proceder, sino que actúa por una programación instintiva que no es modificable por una
decisión individual. El animal hace lo que hace y no puede hacer otra cosa; el Hombre
en cambio es humano precisamente por ser responsable. Sin responsabilidad no podría
haber ninguna estructura en la sociedad: se pueden dar leyes para los dueños de los
perros, pero no para los perros. Y lo mismo se puede decir de cualquier otro animal. Si
no se les puede dar leyes es porque no son libres ni sujetos de derechos y deberes.
Aunque pueda ofender a algunos que tengan un perrito al que quieren mucho, se puede
decir que un animal es, básicamente, sólo un robot maravillosamente complejo, un
robot, con una programación que le hace funcionar como funciona y por eso no puede
dársele una ley porque no la puede conocer, ni tiene libertad para cumplirla o no.

Es preciso insistir en que el ser humano es único y diferente de los demás animales.
Sólo el ser humano puede formar una sociedad en la que hay derechos y deberes que
hay que respetar y cumplir, respectivamente. Todo ello ha llegado a ser materia de
discusión o a ser negado por algunas teorías filosóficas, pero nadie vive de acuerdo
con esas teorías. Si alguien le dice que la libertad humana es una ilusión y que no hay
verdadera libertad, dígale usted: “Yo le debo 1.000 dólares, pero como no soy libre, no
se los voy a devolver porque estoy predeterminado a no devolvérselos”. Ya verá cómo
cree entonces que usted es libre y que tiene responsabilidad.

Lo mismo sucede cuando algún filósofo dice que el mundo entero es una ilusión que
nosotros producimos en nuestra cabeza. Cuando llegue el momento del almuerzo y le
traigan un buen plato, que no se lo coma, si es una ilusión. Se dicen muchas frases
como afirmaciones a priori pero no se vive de acuerdo con ellas. Hay que vivir
aceptando la realidad como es: la realidad se impone, y esto es lo que significa la
búsqueda de la verdad, porque la verdad, en cuanto es una afirmación, (sólo hay verdad
o mentira en una afirmación) expresa lo que las cosas son, de acuerdo con lo que son,
y nada más.

ESPIRITU Y MATERIA
El concepto de realidad no-material como explicación de la inteligencia es equivalente
a la afirmación de un alma, espíritu, que no entra dentro del marco de fuerzas y leyes
físicas, ni es imaginable en modo alguno, aunque sea comprensible como la causa
suficiente de consciencia, inteligencia y libertad. Su existencia no puede justificarse por
ningún modo de transmisión ligada a la herencia genética, pues al no tener estructura
material no puede dividirse ni reproducirse con ninguna “materia prima” del entorno: es
necesario acudir al concepto estricto de “creación” directa por un Ser también espiritual,
pero de potencia infinita (exigida por toda creación, aun de materia). Y esto es aplicable
a la creación de cualquier persona individual, así como a la raza humana.

El momento y situación histórica de esta creación de la humanidad nos son


desconocidos. Puede darse una etapa muy larga de existencia humana sin que queden
restos arqueológicos que lo indiquen: aun hoy se dan tribus que no utilizan la piedra,
sino solamente la madera (en la jungla) y que no dejan huella permanente de su paso,
aunque son tan inteligentes como cualquier otro ser humano moderno. La primera
prueba irrefutable de humanidad la tenemos cuando se dan instrumentos complejos,
incluso decorados con incisiones o colores; pinturas rupestres, en muchos casos de
gran calidad artística; enterramientos que solamente son comprensibles como
consecuencia de una intuición de un “más allá” con algún modo de supervivencia.

Este deseo de supervivencia es característico del Hombre en todas las culturas: a pesar
de la experiencia obvia de la muerte y corrupción, en apariencia como la de los demás
animales, se dan ideas religiosas que incluyen de algún modo la negación de nuestra
propia caducidad. Ese YO que permanece a través de todas las vicisitudes de la vida
permanecerá también tras el misterio de la muerte, no solamente en la memoria o en
la descendencia familiar, sino en una realidad invisible pero, en muchos casos
concebida con actividad semejante a la de la vida ordinaria. Y esta supervivencia se
considera ligada a ceremonias o enterramientos adecuados
aun en muchas culturas actuales.

Es digno de ponderar el hecho de que en nuestra época la producción y transmisión de


datos, la informática, es la tecnología de mayor vitalidad e importancia en todas las
sociedades desarrolladas: algo intangible y sin propiedades físicas viene a ser el índice
de progreso. Pero hay quienes hablan del Hombre y de su supervivencia en términos
tan materiales que llegan a afirmar la “inmortalidad” de un enfermo porque se mantienen
en un cultivo de laboratorio las células del cáncer que causó su muerte, o se sugiere
como equivalente a la existencia real el tener en algún tipo de memoria electrónica la
información genética de su ADN, como si una cantidad cualquiera de dominios
magnéticos fuese igual a la entidad de la persona, sin dar valor alguno a sus ideas y
logros en los campos del saber, el arte o la ética, y a las relaciones con otros seres
humanos. Es un punto de vista más limitado que el de nuestros antepasados de hace
miles de años que ya honraban a sus muertos con ofrendas en las tumbas de la Edad
de Piedra.

Como pregunta final en este tema, podemos considerar la evolución futura de la


humanidad. No se ha dado evolución orgánica en la historia del Homo Sapiens, que
cubre un tiempo corto dentro de la evolución de especies vivientes. Por ser el Hombre
capaz de modificar su entorno, la presión de adaptación no actúa como agente
selectivo, y esto será cada vez más obvio según avanza la tecnología que permite la
vida humana en cualquier entorno. Tampoco es verdadera evolución en sentido
biológico ni la capacidad de comunicación por toda la Tierra ni la disponibilidad de
medios culturales: no hay una consciencia planetaria verdaderamente tal, como no
hubo nunca consciencia tribal; sólo el individuo es consciente. Y cada niño al nacer en
nuestra época es indistinguible de los que nacían hace 20.000 años en las cuevas de
Altamira.

También podría gustarte