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Quito, 24 de septiembre de 2021

Mi nombre es Eduardo Esteban Mantilla Flores, soy ecuatoriano, tengo 24 años de


edad y soy odontólogo de profesión. Desde pequeño he sido educado con valores,
mismos que intento aplicar en el día a día, tanto en el ámbito personal como en lo
profesional. Mi querida escuela/colegio Intisana, junto con mis padres, fueron la guía
que me acompañó durante la niñez y adolescencia para recibir una educación llena
de principios y de rigurosidad académica, así como también preservando las
costumbres católicas que llevo desde niño y que continúo practicando, al santificar
mi trabajo todos los días.

Probablemente, utilizar frases cliché en mi carta de presentación no sea la mejor


idea, pero es imposible no mencionar que he estado en contacto con la odontología
desde que tengo memoria. Mi padre también es odontólogo; él cumplió, en su
momento, la función de ser el dentista del barrio, haciéndose conocer por brindar
atención odontológica a mis vecinos y amigos, pero cuya excelencia laboral lo
impulsaron a una inminente expansión y crecimiento de su consultorio.

Por otra parte, mi madre también es una profesional de la salud, pero que se
desempeña en otra área. Ella es la mejor uróloga pediatra del Ecuador, cuya ética
y excelencia profesional la han llevado a dictar conferencias y formar parte de
asociaciones panamericanas de su especialidad. Dentro de dichas asociaciones,
ella me ha comentado acerca de la excelsitud de los profesionales de la salud
chilenos, destacando sus conocimientos y preparación. Por esta razón, su
entusiasmo sobre mis deseos de realizar mi especialización en Chile es casi tan
grande como el mío.

De esta forma, he vivido en un ambiente de ciencias de la salud durante toda mi


vida, especialmente en el consultorio de mi padre. Comencé a involucrarme más
con la odontología a los 12 años, cuando elegía pasar algunos de mis días de
verano en el laboratorio dental de confianza de mi padre. Allí aprendí a encerar,
principalmente; pero con el paso de los veranos mis actividades en este laboratorio
subían de complejidad, así como también mi interés y conocimientos en
odontología. Subsecuentemente, cuando terminé el bachillerato, elegir mi carrera
universitaria fue probablemente una de las decisiones más fáciles que he tenido que
hacer.

Posteriormente, tuve la bendición de ser estudiante de la mejor universidad y


facultad de odontología del país, la USFQ. Su exigencia académica formó mi
carácter desde el primer día, donde únicamente el 20% de la promoción inicial
logramos egresar, sin retrasar ningún semestre ni clínica, una tarea desafiante, al
tener que conseguir nuestros propios pacientes. Gracias a Dios, conseguir
pacientes nunca fue tan complejo para mí. Incluso, muchos de mis pacientes
universitarios son hoy en día pacientes en mi consulta privada.

En la universidad volví a ser testigo de la excelencia de la odontología al Chile, al


ser estudiante de profesionales formados en ese país, particularmente, en el área
de rehabilitación oral. Incluso en mi pasantía profesional, realizada en la Universidad
Complutense de Madrid, aprendí muchísimo de profesionales que realizaron su
especialidad en Chile, cuyo nivel era destacadísimo. He tenido la suerte de viajar
por toda Sudamérica con mis padres, donde indudablemente hicimos un paso por
Chile y tuve la oportunidad de conocer el país donde, si Dios quiere, tendré el
privilegio de realizar mis estudios de posgrado.

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