Está en la página 1de 4

Dionisio Pinzón era hábil y asimilaba fácilmente cualquier juego, que

más tarde utilizó para sus fines: acumular una inmensa riqueza. Pero
por entonces, seguía gustando más de los gallos, esos animalitos a los
que él consideraba sedosos, suaves, con un color vivo y de los que
pronto contó con una buena partida. Pronto dejó de ser aquel hombre
humilde que conocimos en San Miguel del Milagro y que al principio,
teniendo como fortuna un único gallo, se mostraba inquieto y nervioso,
asustado de perder y que siempre jugaba encomendando a Dios. Pero
poco a poco su sangre se fue alterando ante la pelea violenta de los
gallos, como si el espeso y enrojecido líquido de aquellos animales lo
volviera de piedra, convirtiéndolo en un hombre fríamente calculador,
seguro y confiado en el destino de su suerte. Cuando regresó a San
Miguel del Milagro, era un tipo distinto al que todos allí habían conocido.
Llegó a raíz de las fiestas de San Miguel, un año y ocho meses apenas
después que había abandonado el pueblo con intenciones de no
regresar nunca.
Desde entonces Dionisio Pinzón y Bernarda Cutiño vagaron por el
mundo de feria en feria, alternando las tapadas con la ruleta y los
albures. Parecía como si la unión de él con La Caponera, le hubiera
afirmado la suerte y crecido los ánimos, pues siempre se le veía seguro
en el juego; tal como si conociera de antemano el resultado. Había
descubierto y ahora lo confirmaba, que junto a ella le era difícil perder,
por lo que se lanzaba muchas veces arriesgando más de lo que podía
pagar, tentando al destino que siempre lo favorecía. Se casó con La
Caponera una mañana cualquiera, en un pueblo cualquiera, ligando así
su promesa de no separarse de ella jamás nunca. Ella no quería el
matrimonio; pero algo en el fondo le decía que aquel hombre no era
como los demás, y movida por la conveniencia de asociarse con
alguien, sobre todo con un fulano como Dionisio Pinzón, lleno de codicia
y del que estaba segura seguiría rodando como ella, mientras le
aletearan las alas al último de sus gallos, estuvo de acuerdo en casarse,
pues así al menos tendría en quién apoyar su solitaria vida. Pueblos,
ciudades, rancherías, todo lo recorrieron. Ella por su propio gusto. Él,
impulsado por la ambición, por un afán ilimitado de acumular riqueza.
Muchachita:

No puedo dejar pasar un día sin pensar en ti. Ayer soñé que tomaba tu
carita entre mis manos y te besaba. Fue un dulce y suave sueño. Ayer
también me acordé de que aquí habías nacido y bendije esta ciudad por
eso, porque te había visto nacer.
No sé lo que está pasando dentro de mí; pero a cada momento siento
que hay algo grande y noble por lo que se puede luchar y vivir. Ese algo
grande, para mí, lo eres tú. Esto lo he sabido desde hace mucho, más
ahora que estoy lejos lo he ratificado y comprendido.
Estuve leyendo hace rato a un tipo que se llama Walt Whitman y
encontré una cosa que dice:
El que camina un minuto sin amor,
Camina amortajado hacia su propio funeral.

Y esto me hizo recordar que yo siempre anduve paseando mi amor por


todas partes, hasta que te encontré a ti y te lo di enteramente.
Clara, mi madre murió hace 15 años; desde entonces, el único parecido
que he encontrado con ella es Clara Aparicio, alguien a quien tú
conoces, por lo cual vuelvo a suplicarte le digas me perdone si la quiero
como la quiero y lo difícil que es para mí vivir sin ese cariño que ella
tiene guardado en su corazón.
Mi madre se llamaba María Vizcaíno y estaba llena de bondad, tanta
que su corazón no resintió aquella carga y reventó.
No, no es fácil querer mucho.

Juan
Juan Rulfo

-Escritor mexicano

-Slogan: Representante hispanoamericano de la visión del medio rural


mexicano y de lo real maravilloso.

-Libros más importantes (los dos primeros son sus únicos libros y los demás
cuentos):

•El llano en llamas

•Pedro Páramo

•El gallo de oro

•Macario

•Nos han dado la Tierra

•Luvina

•Comala

También podría gustarte