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A la Iglesia de Sardes: ¡Cambia de conducta!

3 Escribe al ángel de la iglesia de Sardes: Esto dice el que tiene los siete espíritus
de Dios y las siete estrellas:

— Conozco tu comportamiento y, aunque alardeas de estar vivo, sé que estás


muerto. 2 Despierta, pues, y reaviva lo que aún no ha muerto del todo, porque ante
los ojos de mi Dios, tu comportamiento está lejos de ser irreprochable. 3 ¿No
recuerdas aquella tu disposición para escuchar y recibir? Pues mantenla y, si es
preciso, cambia de conducta. Porque, si no estás en vela, vendré a ti como un
ladrón, sin que puedas saber a qué hora llegaré contra ti. 4 Bien es verdad que ahí,
en Sardes, viven contigo unos cuantos de conducta irreprochable; un día me
acompañarán vestidos de blanco, porque así lo han merecido. 5 El vencedor, pues,
vestirá de blanco, y no borraré su nombre del libro de la vida, sino que responderé
por él ante mi Padre y ante sus ángeles.

Quien tenga oídos, preste atención a lo que el Espíritu dice a las iglesias.

A la iglesia de Filadelfia: ¡Conserva lo que tienes!



Escribe al ángel de la iglesia de Filadelfia: Esto dice el Santo, el Veraz, el que
tiene la llave de David, el que, cuando abre, nadie puede cerrar y, cuando cierra,
nadie puede abrir:

— Conozco tu comportamiento y te he abierto una puerta que nadie podrá cerrar,


porque, aunque eres débil, te has mantenido fiel tanto a mi mensaje como a mi
persona. 9 Por ello, voy a poner en tus manos a los de la sinagoga de Satanás, a
esos que se precian de judíos, pero mienten, porque no lo son. Voy a hacer que
se postren a tus pies, para que sepan que he puesto en ti mi amor. 10 Y ya que has
sido fiel a mi consigna de aguantar con paciencia el sufrimiento, yo lo seré contigo
en esta difícil hora que se avecina sobre el mundo entero, en la que serán puestos
a prueba los habitantes de la tierra.11 Estoy a punto de llegar. Conserva, pues, lo
que tienes, para que nadie te arrebate la corona.

Al vencedor lo pondré de columna en el Templo de mi Dios, para que ya nunca


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salga de allí. Y grabaré sobre él el nombre de mi Dios, y grabaré también, junto a


mi nombre nuevo, el nombre de la ciudad de mi Dios, la Jerusalén nueva, que
desciende del trono celeste de mi Dios.
13 
Quien tenga oídos, preste atención a lo que el Espíritu dice a las iglesias.

A la iglesia de Laodicea: ¡Estoy llamando a la puerta!


14 
Escribe al ángel de la iglesia de Laodicea: Esto dice el Amén, el testigo fiel y
veraz, el que está en el origen de la obra creadora de Dios:
— Conozco tu comportamiento; no eres ni frío ni caliente, y más te valiera ser
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una cosa o la otra. 16 ¡Pero sólo eres tibio! No eres ni frío ni caliente, y por eso voy
a vomitarte de mi boca. 17 Sé también que vas pregonando: “Soy rico, estoy
forrado de dinero y nada necesito”. ¡Pobre infeliz! ¿No sabes que eres miserable y
pordiosero y ciego y que estás desnudo? 18 Si de veras quieres enriquecerte,
harías bien en comprarme oro pasado por el crisol, vestidos blancos con que
cubrir tu vergonzosa desnudez y colirio con que ungir tus ojos para que puedas
ver.

Yo reprendo y castigo a los que amo. Esfuérzate, pues, y cambia de


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conducta. 20 ¿No ves que estoy llamando a la puerta? Si alguno oye mi voz y abre
la puerta, entraré en su casa y cenaré en su compañía. 21 Al vencedor lo sentaré
en mi trono, junto a mí, así como yo he vencido y me he sentado junto a mi Padre
en su trono.
22 
Quien tenga oídos, preste atención a lo que el Espíritu dice a las iglesias.

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