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En un bosque no tan lejano había un gusanito llamado Martin que vivía en una
guayaba situada en un árbol junto a una casa en la que vivían unos niños,
siempre en las mañanas, después que los niños iban al colegio, los juguetes
se asomaban a la ventana y saludaban Marín ya que le tenían mucho respeto.
- Pero bueno, que estoy durmiendo, ¿es que ya no puede ni estar tranquilo uno
en su casa, respeten mis horas de descanso?.
Y entonces Carlos el ciempiés les contó que la noche anterior Martin se había
entretenido mucho y había llegado al árbol cuando ya era de noche, el no vio
que en lugar de en su manzana, se metía a dormir dentro del balón que habían
colado los niños en la copa del árbol, y aquella misma mañana, antes de salir,
el padre de los niños había recogido el balón.
A Fernanda le gustaba comenzar el día con buen pie, por eso desayunaba un
buen néctar, saboreaba cada cucharada que introducía en su boca y lamía el
tazón hasta no dejar ni rastro.
En las tardes tocaba siesta y Fernanda no quería saltársela por nada del
mundo, y mucho menos pasar un día sin merendar su tazón de néctar, así que
al final de un modo u otro llegaba siempre muy muy tarde a todas las citas
porque siempre era más importante ella que los demás y como sabía que sus
amigos la esperarían, era impuntual un día sí y otro también.