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Aférrense a la barra
Aférrense a la barra
Por el élder Daniel L. Johnson
De los Setenta
Tomado del discurso “Continually Holding Fast to the Rod of Iron”, pronunciado en un devocional de la
Universidad Brigham Young–Idaho, el 12 de mayo de 2015. Para leer el texto completo en inglés, visite
web.byui.edu/devotionalsandspeeches.
El estudiar continuamente las Escrituras nos ayuda a mantener los ojos, la mente y el
corazón centrados en el Salvador; y a medida que ponemos en práctica y vivimos las
enseñanzas que se encuentran en las Escrituras, llegamos a ser más como Él.
La Liahona, o esfera, también proporcionaba “una escritura nueva” que les daba
“conocimiento respecto a las vías del Señor”. Dicha escritura “cambiaba de cuando
en cuando, según la fe y diligencia que [ellos] le [daban]” (véase 1 Nefi 16:28–29).
Lehi y su familia ya tenían las planchas de bronce, las cuales contenían los escritos
y las profecías de varios profetas del Antiguo Testamento. Las planchas de bronce y
la Liahona constituían sus Escrituras, y se esperaba que el pueblo de Lehi las
estudiara y les prestara atención continuamente. Si lo hacían, avanzaban en su
trayecto; si no lo hacían, se retrasaban en el desierto y se veían afligidos por el
hambre y la sed.
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ser más como Él, nos convertimos en candidatos para la vida eterna (véase Juan
5:39).
El sueño de Lehi
En el sueño o visión de Lehi, se representaron a cuatro grupos de personas. Los
primeros tres grupos entraron al camino que conducía al árbol de la vida. La
puerta del camino es el bautismo (véase 2 Nefi 31:17–18); así que, en esos tres
primeros grupos se habla de miembros de la Iglesia.
Grupo 1
“Y vi innumerables concursos de gentes, muchas de las cuales se estaban
apremiando a fin de llegar al sendero que conducía al árbol al lado del cual me
hallaba.
Grupo 2
“Y sucedió que vi a otros que se adelantaban, y llegaron y se asieron del extremo de
la barra de hierro, y avanzaron a través del vapor de tinieblas, asidos a la barra de
hierro, hasta que llegaron y participaron del fruto del árbol…
“Y después que hubieron probado del fruto, se avergonzaron a causa de los que se
mofaban de ellos; y cayeron en senderos prohibidos y se perdieron” (1 Nefi 8:24,
28).
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En el contexto del Evangelio, eso puede suceder cuando se les pide que preparen
un discurso o cuando enfrentan una crisis, tal como la muerte de un familiar o la
ruptura de una relación. Entonces, buscan discursos de conferencia que casi nunca
escuchan o consultan las Escrituras que por lo general tienen en el olvido. Buscan
guía y apoyo espiritual a causa de su debilidad espiritual; luego, cuando la crisis ha
pasado, ¡se sueltan!; ponen las Escrituras nuevamente en la repisa, vuelven a sus
viejos hábitos de asistencia infrecuente a la Iglesia y abandonan la oración diaria,
por lo menos hasta que llegue la siguiente crisis o experiencia “de nudillos
blancos”. En otras palabras, se vuelven al Señor en busca de ayuda solo cuando
surge una necesidad desesperante, en vez de hacerlo continuamente.
Grupo 3
“[He] aquí, [Lehi] vio otras multitudes que avanzaban; y llegaron y se agarraron del
extremo de la barra de hierro; y siguieron hacia adelante, asidos constantemente a
la barra de hierro, hasta que llegaron, y se postraron, y comieron del fruto del
árbol” (1 Nefi 8:30).
Noten la frase “asidos constantemente a la barra de hierro”. Ese grupo leía las
Escrituras continuamente y se centraban en el Salvador continuamente.
Las Escrituras son lo más importante que podemos estudiar; deben tener prioridad
sobre la química, la física, la contabilidad, el baile, la música, los deportes y
cualquier otro estudio o actividad secular.
Comiencen todos los días con las Escrituras. La oración y el estudio de las
Escrituras van de la mano; son compañeros inseparables. La oración constante los
conducirá a las Escrituras, y el estudio continuo de las Escrituras los conducirá a la
oración. Ambos nos mantienen centrados en el Salvador y nos dan acceso a la
revelación y a la paz que solo se pueden obtener al estar “asidos constantemente a
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la barra de hierro”. La oración y las Escrituras los conducirán al templo, harán que
deseen santificar el día de reposo, y les ayudarán a evitar y a vencer las tentaciones
del adversario.
“Y sucedió que después que hube visto el árbol, le dije al Espíritu: Veo que me has
mostrado el árbol que es más precioso que todos.
El ángel respondió: “¡Mira!”. Entonces Nefi vio en visión a la Virgen María, a quien
el ángel identificó como “la madre del Hijo de Dios”. A continuación, Nefi vio a
María llevando a un niño —“el Cordero de Dios”— en los brazos.
Ahora presten atención al versículo 24: “… Y miré, y vi al Hijo de Dios que iba
entre los hijos de los hombres; y vi a muchos que caían a sus pies y lo adoraban”
(véase 1 Nefi 11:9–24; cursiva agregada).
¿Qué puedo hacer para mantener los ojos, la mente y el corazón centrados en el
Salvador?
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Para obtener fe
Presidente Thomas S. Monson “Sean un ejemplo y una luz”, Liahona, noviembre de 2015, pág. 87.
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