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De la culpa de no ser felices a la estafa analítica de la felicidad

El termino Happycracia describe el empuje a ser felices y la culpa si no lo logramos, porque el sistema
individualista sostiene que el camino a la felicidad depende de las personas. No es feliz únicamente el que
no se lo propone, según esta exigencia devastadora del capitalismo, que se instala en la instancia
superyoica… La felicidad para los analistas nunca fue un tema central, ni fundamental, ya que el
descubrimiento analítico pone en evidencia que el sujeto no sabe lo que quiere, y denuncia al sujeto en su
estado de división entre inconsciente y conciente, entre demanda y deseo... Sin embargo, la felicidad para la
época, no en el sentido aristotélico ni psicoanalítico, es una posición de satisfacción boba, de complacencia
con el objeto, ligada al placer.

  Escuchamos en escenas, anunciar a los padres aquella sentencia de cuna para sus hijos, sostenida en una
falsa liviandad: “Lo único que quiero para mi hijo es que sea feliz”.
 
  Mandato en forma de una encrucijada que gracias a los síntomas posibilita la desobediencia del sujeto.
Este disparador será la excusa para revisar y delimitar las nociones de felicidad, culpa y religión a la luz del
psicoanálisis. La idea de felicidad no es para los analistas un tema central, ni fundamental, sin embargo la
alojamos en las demandas del inicio de las curas.
 
  Primeramente, ¿el final del análisis es lo que se nos demanda? Lo que se nos demanda debemos llamarlo
con una palabra simple, es la felicidad… una demanda de felicidad de happiness como llaman los autores
ingleses, en su lengua, efectivamente de eso se trata. (Lacan 1960/2011 p. 348)
 
  Lacan resalta en esta cita que todo análisis comienza con una demanda de felicidad, y aclara, no de manera
ingenua el término en inglés, dice: “Cosa curiosa la felicidad en casi todas las lenguas se presenta en
términos de encuentro: tyche” (Lacan 1960/2011 p. 22). Y hace la aclaración de cierta resistencia a esa
significación en el idioma inglés: “happy”, no representa tan directamente la vía significante de la tyche.
 
  El termino tyche responde a una de las causas aristotélicas, que en el libro IV de la Física  mostrará el factor
del encuentro no programado, ni buscado. Hoy están devastadas la contemplación y dialéctica del amo, que
eran los accesos a los bienes para este filósofo. “La felicidad devino un asunto de la política donde no puede
haber satisfacción para nadie sin la satisfacción de todos” (Lacan 1960/2011p. 349), haciendo alusión a  la
ética utilitarista.
 
  El análisis aparece en este contexto y aloja esta demanda de felicidad. Pero es necesario una y otra vez
volver a remarcar qué quiere decir la demanda, más allá de lo que ella formula. No es leída como un anhelo,
como un pedido articulado a determinado objeto. El inicio de la cura nos confronta con este pedido, pero “…
cuán lejos estamos de toda formulación de una disciplina de la felicidad” (Lacan 1960/2011 p. 349).
 
  Aristóteles sí tenía una disciplina de la felicidad, que se orienta por la función de la virtud, evitación de todo
exceso, y que permite que el hombre se realice en su bien propio.
 
  La felicidad implicaría siempre un lugar abierto a la promesa y Lacan juega, diciendo que “… hacerse el
garante de que el sujeto puede de algún modo encontrar su bien mismo en el análisis es una suerte
de estafa.” (Subrayado propio) (Lacan 1960/2011 p. 361).
 
  No hay razón para que seamos garantes de ningún sueño burgués. Tenemos más exigencias para
responder, pues tiene consecuencias el paso de la felicidad al plano político, el paso a la satisfacción para
todos. Siempre se resalta el desamparo, que confronta al hombre con su propia muerte, pero ese no sería el
problema central descubierto por el psicoanálisis.
 
  Ese podría ser un problema filosófico. Lacan ve en la angustia una protección sobre su verdadero
desasosiego, el Edipo toma un verdadero alcance. Nos confronta con la lógica de la tragedia griega, donde el
héroe paga con sus bienes el acceso al deseo. Hay aun algo oscuro velado en el descubrimiento analítico
sobre la subversión del deseo y del sujeto.
 
   El psicoanálisis no exhibe el objetivo de felicidad en grandes pancartas prometedoras, ya que el éxito en el
psicoanálisis consiste en pasar de la miseria neurótica a la infelicidad común, siendo las premisas freudianas
de curación y bienestar: “amar y trabajar”. Como finalidad de la cura, ese par no nos promete ninguna
armonía, ningún ideal.
 
  La lógica del conflicto es lo que caracteriza al funcionamiento psíquico, en el sentido de la posibilidad de
articulación entre instancias psíquicas. El yo no es amo en su propia casa; es siervo del superyó, del ello y del
mundo externo. La imposibilidad de armonía está marcada por Freud. El neurótico queda preso de la
religiosidad superyoica; por eso la finalidad del análisis es curarnos del superyó, como sostiene Freud en el
malestar en la cultura. (1930/1998)
 
  Nos preguntamos entonces por qué hay que deshacer el superyó. En primer lugar, porque Freud resalta en
esta instancia los aspectos renegatorios de la castración, describiendo las funciones superyoicas
homologadas a las tareas de un abogado, que es el defensor del ello, de aquel reservorio pulsional.
 
  Freud nos lo recuerda en “El yo y el ello” (Freud 1923/2000) con las frases paradojales impuestas desde la
voz superyoica: “así como el padre debes ser”, “así como el padre no te es lícito ser”. Estas contradicciones y
mandatos contrapuestos caracterizan desde un primer momento a la instancia superyoica, que deja al
sujeto en un mandato imposible.
 
  “… el padre real es promovido como el gran jodedor...” (Lacan 1960/2011 p. 366) Es decir suenan notas
disonantes comandas por la herencia edípica. No se internaliza la figura parental capaz de ordenar
equilibradamente las tendencias incestuosas y parricidas que motivaron el complejo. La ley que instaura el
deseo no es una ley justa, divina e ideal; en el seminario 11 (1964/1997), Lacan propondrá que del mismo
lugar donde se trasmite la ley, se trasmite el pecado.  La cara perversa del superyó mostrará la doble
vertiente de la internalización del padre[1].
 
 
La felicidad para el psicoanálisis: tyche
 
  Lacan dice que el análisis es una estafa, en el sentido que en el inicio del análisis, el analista no rechaza la
demanda de felicidad, sino que la aloja.
La felicidad para el análisis será cercana a la tyche, en el sentido que Lacan dio a una de las causas
accidentales aristotélica, y que la tradujo y definió como el encuentro fallido con lo real.
 
  La felicidad en este sentido, son esos restos de lo que no pudo ser, en el sentido del ser, bajo la lógica
identificatoria. Es, en el cruce de ejes, cruce de caminos, accidentales que posibilitan los encuentros…
felices, in-felices…
 
  La felicidad para los analistas nunca fue un tema central, ni fundamental, ya que el descubrimiento
analítico pone en evidencia que el sujeto no sabe lo que quiere, y denuncia al sujeto en su estado de división
entre inconsciente y conciente, entre demanda y deseo... Sin embargo, la felicidad para la época, no en el
sentido aristotélico ni psicoanalítico, es una posición de satisfacción boba, de complacencia con el objeto,
ligada al placer.
 
  Introduce cierta categoría de esclavitud propia del sujeto inmerso en el sistema capitalista. Se trata de una
felicidad hipócrita que es la de soñar y anhelar cosas que no queremos. El deseo en las neurosis cobra la
versión de imposible, insatisfecho o prevenido, pero en el recorrido de una cura la apuesta es a un deseo
posible. Para ello, algo del goce se cede, se pierde, hay que restárselo al Otro. Solo el movimiento de la
responsabilidad podrá desde la desobediencia del sujeto, romper el mandato y la sentencia de culpa
superyoica.
 
  El deseo se sitúa debajo de la cadena significante con la doble posición del ser: no solo con lo que somos,
sino con lo que no somos. El deseo es el deseo del Otro, repetimos, pero parece no poder articularse esta
idea de manera simple en nuestros días. Lo subversivo del psicoanálisis es plantear que no hay nada propio
en el deseo, que es errático, incoherente, equivoco.
 
  La experiencia freudiana mostró los orígenes paradójicos del deseo, el carácter de perversión polimorfa de
sus formas infantiles. Una felicidad hipócrita que es la de soñar con cosas que no queremos, así metidos en
un mundo, en un sistema que nos ofrece antes que deseemos los objetos que taponan la falta. El
capitalismo se encargó de crear exigencias de felicidad a la carta, nomencladas, descriptas como modos
vida.
 
  El termino Happycracia describe el empuje a ser felices y la culpa si no lo logramos, porque el sistema
individualista sostiene que el camino a la felicidad depende de las personas. No es feliz únicamente el que
no se lo propone, según esta exigencia devastadora del capitalismo, que se instala en la instancia
superyoica. Para acompañar y garantizar que “sí, se puede”, nos ofrece aplicaciones en los dispositivos
de iPhone  al estilo de Happyfy, que va midiendo y controlando los niveles alcanzados de felicidad.
 
Religión y felicidad: El psicoanálisis no es una religión; el capitalismo, sí
 
  Ese padre imaginario, es él, y no el padre real, el fundamento de la imagen providencial de Dios. Y la
función del superyó, en último término, en su perspectiva ultima, es odio a Dios, reproche a Dios por haber
hecho mal las cosas. (Lacan 1960/2011 p. 367)
Esta cita delimita la división del padre y sus internalizaciones, puesto que en Dios se esconde el padre
imaginario, operador de la privación y en el superyó, el odio al padre real, el padre agente de la castración.
 
  El inicio del texto “El malestar en la cultura” (Freud, 1930/1998) refiere que los sujetos admiran el éxito, el
poder y la riqueza, y en contrapunto rechazan los verdaderos valores de la vida. Freud no es ingenuo en esta
observación, que resalta la trampa del ideal de felicidad impuesto al sujeto.
 
  En ese mismo escrito, el autor define a la religión como una ilusión, y teoriza el concepto de religiosidad a
través del concepto de sentimiento oceánico, que deriva del desvalimiento infantil y guarda el anhelo de
protección y añoranza al padre. Esta idealización neurótica del padre rechaza la vertiente hostil y pecadora
del mismo (el padre real o jodedor como dijo Lacan, o el padre de la castración como resalto Freud.).
 
  El hombre está arrojado a los bienes, perdiendo para siempre el camino que lo orienta verdaderamente. El
campo de los bienes no hay que negarlo, pero Lacan solo dirá que no hay otro bien más que el que pueda
servir para pagar el acceso al deseo. (Lacan 1960/2011 p. 382)
 
  Por ello para el psicoanálisis, el bien solo tiene su función en tanto es cedido, utilizado para el pago de la
deuda simbólica, solo los bienes están para perderlos. Marta Gerez Ambertín (2008) acercará la gratitud
como acto del reconocimiento de la deuda simbólica.
 
  Los peligros de la época que apuestan a un yo amo de sí mismo, prepotente, que no le debe nada a nadie,
sin el acto de gratitud, que reconoce que no somos, sin otros. “… hace falta que el yo pague algo. […]
Sublimen todo lo que quieran, hay que pagarlo con algo. Ese algo se llama goce. Esa operación mística la
pago con una libra de carne.” Este es el objeto, el bien que se paga por la satisfacción del deseo (Lacan
1960/2011 p. 383).
 
  En este punto es central pensar la operación religiosa, esa libra de carne que se sacrifica por el deseo, lo
que del bien es sacrificado por el deseo, es lo que la religión se dedica a recuperar. Así Lacan diferencia y
distancia al psicoanálisis de la religión y del espectáculo trágico de los griegos. No todo es color rosa para el
que avanza hacia el camino del deseo, que para el análisis no responde a las coordenadas trágicas ni
religiosas.
 
  La cura analítica abre el camino para la desidealización del padre, duelo por el padre ideal, confrontando al
sujeto con la castración, pero este camino no es desde un acto cínico y perverso. Más bien, el analista sabe
que la vida no puede soportarse sin las “ficciones verdaderas”, que dan un marco soportable a la vida.
 
  ¿El triunfo de la religión? Giorgio Agamben y W. Benjamin afirman que el capitalismo es una religión y sus
bancos son los templos.[2] “El dinero no es más un instrumento destinado a ciertos fines, sino un Dios. La
secularización de Occidente dio lugar paradójicamente a una religiosidad parasitaria”, plantea el filósofo
italiano.
 
  En la misma línea el filósofo coreano Byun Chul Han sostiene que el dinero no da sentido, ni identidad.
(2019 p. 23). El dinero no trasmite identidad, pero sí en estas coordenadas neoliberales, da cierta sensación
de seguridad. Por ello será doblemente complejo para los pueblos y sectores más vulnerados que luchan por
presentar resistencia a la violenta globalización, preservando sus costumbres identitarias, cuando se los
priva de recursos económicos, pues ya están amenazados de identidad y seguridad.
 
  Culmino con una cita. Freud le escribe a Fliess:
 
“Toda clase de minucias pululan por aquí,…hay que tomar las cosas como vienen y estar contentos
de que vengan. Te incluyo en esta mi definición de felicidad ¿O ya te la conté hace tiempo? La
felicidad es el cumplimiento diferido de un deseo prehistórico. He aquí porque la riqueza nos hace
tan poco felices: el dinero nunca fue un deseo de la infancia”. (16-01-1898 cartas a Fliess)
 
  Desafíos de la época a no retroceder sobre el sostenimiento del deseo y sus costos.
 
 
Bibliografía
 
Agamben, G. Entrevista por Alejandro Patat. (https://www.theclinic.cl › 2018/01/08 › la-reflexion-giorgio-
agamben-capi...)
Ambertin Gerez, M. (2008) Entre deudas y culpas: sacrificios. Buenos Aires Ed. Letra Viva
Byun Chul Han (2019) La expulsión de lo distinto. Buenos Aires Ed. Herber
Freud, S. (1998). “El malestar en la cultura”. En Obras Completas, (Vol. 21 pp. 57- 140). (6ª reimpresión).
Buenos Aires: Amorrortu editores. (Texto original publicado en 1930).
Freud, S. (1993). “El yo y el Ello”. En Obras Completas (Vol., pp.1-63) (6ª reimpresión). Buenos Aires:
Amorrortu editores. (Texto original publicado en 1923).
Freud, S. (2000). “Tótem y tabú”. En Obras Completas (Vol. 13, pp. 1-164) (6ª reimpresión). Buenos Aires:
Amorrortu editores. (Texto original publicado en 1913).
Lacan, J. (2011) En El Seminario. Libro 7: La ética del psicoanálisis (1959-1960) (12ª reimpresión). Buenos
Aires: Paidós.
Lacan, J. (1997) En El Seminario. Libro 11: Los 4 conceptos del psicoanálisis (1964) (8ª reimpresión). Buenos
Aires: Paidós.

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