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ODIO
¿Y qué más? ¿Qué mas van a decir? Son las palabras que escucharon el teniente Silva y
su compañero de trabajo, Lituma, procedentes de una muchacha. Esta parte me causa
mucha gracia y reí a carcajadas, pues ellos habían estado espiando a la mujer prohibida
del perseverante teniente Silva, la gorda Doña Adriana. Pervertidos, miraban con un
parismático todo el cuerpo de la Doña, de pies a cabeza mientras tomaba el baño en el
peñón de los cangrejos. Qué demostración de amistad por parte del teniente Silva que
le dejaba ver sus atributos musculosos de su amor prohibido a su colega. Qué cómico
me parece la manera en que se queja Lituma “Yo no debo tener su buena vista, o,
mejor dicho, su gran imaginación, mi teniente —se quejó, devolviéndole los
prismáticos—. La verdad, no veo más que la espumita” (Vargas Llosa, 1986, p. 58)
Pero bueno, eso no es relevante, lo que si lo es, es saber quien fue la muchacha que
los descubre de esta manera y los tilda de cochinos y encima policías, diciéndoles que
son un asco de hombres. Resultó será nada menos que Alicia Mindreau, la hija del
coronel, ¡vaya sorpresa! Por medio de ella descubren que el aviador Dufó se llamaba
Ricardo, y que su padre estaba prácticamente al pendiente de la investigación en curso
que ellos hacían; que ella tenia la guitarra del Flaquito y le confiesa que ella y Palomino
estaban muy enamorados. Además de que, no quería contraer matrimonio con
Ricardo y por eso fue que se escapó con Palomino Molero. Intercambiaron
información. También, la muchacha cuenta que el flaquito era decente, no se notaba
como que fuera cholo, que creía en el amor a primera vista. Lo mas interesante es que
ella dijo que para ella quien mató a Palomino fue Dufó por celos “Yo lo odio. Yo
quisiera que le pasaran las peores cosas. Se lo digo en su cara todo el tiempo” (Vargas
Llosa, 1986, p. 68).
—El que me trajo el revólver y dijo que lo matara fue mi papá —añadió la chica
de corrido—. ¿Qué le van a hacer?
—Nada —balbuceó precipitado el Teniente Silva, como si se hubiera atorado—.
Nadie le va a hacer nada a su papá.
Ella tuvo otro arrebato de ira:
—Quiere decir que no hay justicia —exclamó—. Porque a él debieran meterlo a
la cárcel, matarlo, pero nadie se atreve. Claro, quién se va a atrever. (Vargas Llosa,
1986, p. 70)