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EL PECADO

Leer Rom 6,12-14 y hacer la siguiente lectura:

En las catequesis vistas hasta ahora es notable el amor de Dios por el hombre y
eso lo muestra con la presencia de Jesús, su Hijo enviado para salvar a los
hombres, todo lo que dijo e hizo Jesús fue mostrando el amor que el Padre nos
tiene. Un amor de padre que busca siempre la felicidad de sus hijos. Pero
nosotros mismos nos cerramos a ella y nos alejamos de lo que Dios quiere para
con nosotros. Esto es lo que nosotros llamamos “Pecado”. El pecado está dentro
de nosotros y no es solamente un problema personal.

Mi pecado afecta a los demás por el mal que hago o por el bien que dejo de
hacer.
San Pablo nos dice que en nosotros no debe reinar el pecado, porque nosotros
estamos bajo la ley de la gracia (ley del amor) y no bajo la ley del pecado.

El pecado es un mal que está en nosotros, que nos encierra dentro de nosotros
mismos por ello se define como un acto egocéntrico.

Es de recordar y anotar que el pecado sale de nuestro corazón; Jesús lo dijo


en Mc 7, 21-23.

El pecado también es una tendencia que está dentro de mí que me impulsa a


retener las cosas y personas, a quererlo todo, a sobre valorarme, a
defenderme, a alejarme de las personas, a amenazar al otro o a quitarle la vida.

Por eso es que el pecado no es solamente un problema personal, sino es


comunitario porque afecta toda la dimensión relacional del hombre y la
dimensión social del mismo.

El pecado tiene en nosotros raíces muy profundas y se manifiestan de muchas


maneras: la envidia, el orgullo exagerado, la injusticia, los abusos, la
prepotencia, la ira, la vanidad, etc., que nos llevan a vivir solo para nosotros
mismos sin tener en cuenta a los demás hermanos.

El pecado no es solo un acto malo, realizado en un momento de debilidad, sino


un lento y continuo desviarse del camino del bien, que nos va llevando a hacer
nuestra vida sin Dios o contra Dios, por eso disminuye el amor, la alegría, la
justicia, la paz, la bondad, la amabilidad, el gozo entre los hombres.

La envidia, la soberbia, la lujuria, la pereza, la ira, la gula, la avaricia son


consecuencias del egoísmo y rechazo de la voluntad de Dios en nuestra
existencia, es decir querer vivir sin Dios y sin la ley del amor, queriendo
siempre utilizar al prójimo como un medio para alcanzar y obtener placeres,
bienes y nada más.

San Pablo nos recuerda que el fruto del pecado es la muerte; que nos hace
perder la voluntad de los hijos de Dios y por tanto nos volvemos esclavos del
mundo. Leer Rom 6,20-23.
La mayor parte de los males que se viven en el mundo son causados por los
pecados que existen en el hombre, sin la conversión personal de cada hombre
será imposible crear estructuras capaces de aumentar la justicia y la libertad
plena entre los hombres. El pecado los define el Catecismo de la Iglesia como
una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta, se falta al amor
verdadero para con Dios y para con el prójimo.

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