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ROMULO GALLEGOS
MAESTRIA EN HISTORIA
SAN FELIPE-YARACUY
DE LA GUERRA DE
INDEPENDENCIA EN VENEZUELA
Autor:
Recibí la que me hiciste (…) he tenido razones con doña Carmen Ramírez sobre el hecho de las
cabezas remitidas, haciéndole ver las ventajas que podemos experimentar con solo la ejecución
de estas dos cabezas (…)
En fin ha habido de todo: unos aprueban tu hecho, que creo que en el interior se han alegrado
infinito. Girardot lo ha aprobado (…) Tejera lo mismo, lo ha celebrado, y en una palabra, eres
el coco de estos lugares (…) y yo bien contenta.
Ignacita te da sus besitos y te manda una cajita de dulce de leche (…)
Soy tuya,
Dolores»
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Esta misiva era una extraña mezcla de orgullo, ternura y horror, agradeciéndole por las
dos cabezas de realistas que le había remitido. Aunque Bolívar no aprobaba estos
macabros procedimientos de Briceño, su decreto recogía el sentimiento de venganza
entre los que continuaban fieles a la causa independentista y allí afirmaba:
«… la justicia exige la vindicta, y la necesidad nos obliga a tomarla. Que desaparezcan para
siempre del suelo colombiano los monstruos que lo infestan…» (Ruiz, 1999, p. 45)
«Españoles y Canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente
en obsequio de la libertad de la América.» «Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis
culpables»
El trasfondo que está detrás del contenido del decreto se comprende como un mensaje
para casi toda la aristocracia criolla tránsfuga al bando realista una vez celebrada la
capitulación de San Mateo. Muy pocos fueron los que se mantuvieron fieles al ideal
republicano perdido con aquel pacto. Bolívar jamás pretendió acabar con el estamento
social de propietarios de Venezuela como había ocurrido en Haití, un tipo de revolución
que no estaba en su programa. Hubiese tenido que pasar por el filo de su espada hasta a
su propia familia, mayormente realistas consumados, y exterminar lo más florido de la
sociedad caraqueña de la cual él formaba parte. Además, Bolívar tenía la determinación
política de persuadir por todos los medios a los venezolanos a militar por la
Independencia.
El efecto que tuvo semejante decreto en la población cumplió su propósito. Ello
confirma que Bolívar era un estratega de las comunicaciones y de los efectos
psicológicos para sacudir drásticamente a los venezolanos indecisos. A todos, patriotas,
realistas o indiferentes, no les cupo duda de lo que Bolívar venía dispuesto a hacer con
gran tenacidad, tal como lo demostró su actuación en la guerra.
Luego de avanzar desde las regiones andinas hasta el centro del país y seguir
cosechando victorias y ocupar poblaciones como Carache, Boconó, Niquitao, El
Tocuyo, Quíbor, Barquisimeto, Las Trincheras y Valencia, los ejércitos patriotas le
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habían allanado el paso a Bolívar para que pudiera llegar a Caracas el 6 de agosto de
1813 (Arráiz L., 2011, pp. 118-119).
Luego de su entrada triunfal de Bolívar en Caracas, la aparente paz no estaba
asegurada, ya que en los campos, los realistas en 1812, no habían atacado con la saña
que aplicaron a los citadinos partidarios de la República.
Por eso entre los campesinos, a diferencia de los pobladores de ciudades, el rey de
España era visto favorablemente y se le consideraba como protector de los intereses
populares contra los propietarios criollos que favorecían la causa de la Independencia.
También los esclavos de Barlovento se levantaron contra la República de sus amos,
dando vivas al rey español. Al carecer de armas suficientes, fueron rápidamente
sometidos por los patriotas y toda la región costera occidental pronto estuvo su bajo
control.
Igualmente en los Llanos surgieron bandas de lanceros a caballo, proclamando al rey y
acicateados por el resentimiento contra los que creían causantes de su marginamiento
social, degollaban a los considerados como blancos criollos patriotas y saqueaban sus
propiedades (Uslar P, J., 2007, pp. 90-91).
Mientras tanto, las batallas continuaban en un proceso paralelo a la «Campaña
Admirable» que estaba teniendo lugar en la zona oriental del país, donde los patriotas
bajo el mando del margariteño Santiago Mariño, venían obteniendo una sucesión de
victorias sobre los realistas en Güiria, Irapa, Maturín, Cariaco, Carúpano, Río Caribe,
Cumaná, isla de Margarita y Barcelona (Villalba G., S., 1954, pp. 24-27).
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Pese a ser él mismo un español rubio de ojos claros, Boves quería expulsar de los
Llanos a todos aquellos considerados como blancos. Sus llaneros le temían pues Boves
era capaz de las acciones más crueles, pero confiaban ciegamente en él porque los
llevaba al triunfo y la recompensa.
Su sistema de combate era diferente al de los patriotas. Usaba como fuerza principal en
el ataque, la avasalladora avalancha de jinetes con lanzas que arrasaban a la infantería
patriota en campo abierto, cuando intentaban recargar sus armas de un solo tiro.
La oficialidad patriota tenia escasa experiencia en combates reales y la mayoría se había
limitado a participar en desfiles marciales. Provenía de la élite del estrato social más
elevado, en su mayoría de propietarios de haciendas. No consideraban a sus tropas
como iguales a ellos, sino la trataban con una cierta condescendencia de señor a inferior,
pues la mayor parte de aquellos bisoños militares no habían hecho otra cosa que
cambiar el mando en sus haciendas por el del ejército. Predicaban sobre derechos
republicanos, justicia y libertades ciudadanas, que difícilmente se expresaban en su
conducta práctica cotidiana y que sus soldados apenas comprendían.
En cambio, Boves, no predicaba a sus hombres sobre libertades teóricas y de difícil
comprensión, sino en su propio lenguaje, exacerbando el odio a los considerados como
blancos ricos, saqueando y repartiendo sus propiedades en total desenfreno. Al propio
tiempo que estimulaba a los pardos y esclavos marginados contra los propietarios, les
prometía los bienes de éstos, repartiéndolos entre todos sus seguidores. Con ellos
organizaba regimientos y escuadrones.
La gente de su ejército, aspiraba borrar de Venezuela todo vestigio de los pretendidos
republicanos, y solo esperaba una señal de su líder para degollar, quemar, violar y
destruir con odio visceral todo lo que aquellos grupos de criollos elitistas representaban,
para que los llamados pardos pudieran gozar de mayor protagonismo social,
supuestamente bajo la bandera de la monarquía española (Uslar P., J., 2007, pp. 102-
117). Se trataba de una guerra social pasional y violenta de brutalidad inusitada, sin
programa político definido y de un contrasentido insostenible en el tiempo.
3. LA CONTINUACION DE LA GUERRA
En Octubre, el ejército patriota triunfó sobre Boves en la sabana de Mosquiteros, cerca
de El Sombrero, pero al masacrar a venezolanos realistas ya rendidos, violando el
«Decreto de Guerra a Muerte», la causa republicana perdió mucho apoyo entre los
llaneros, que se sumaron a las fuerzas de Boves (Uslar P, J., 2007, p. 123).
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En noviembre, los patriotas habían perdido la importante plaza de Barquisimeto, al ser
derrotados en Bobare. Pero entre noviembre y diciembre de 1813, los patriotas
cosecharon victorias en Vigirima, Matas Guerrereñas y Araure. Bolívar, entusiasmado
con estas victorias, dividió al ejército y siguió a Caracas. Los triunfos le hicieron
creerse capaz de derrotar a los realistas sin necesitar auxilio de las fuerzas orientales de
Santiago Mariño, pero poco después rectificaría ese criterio.
A partir de diciembre, habiendo triunfado espectacularmente en Calabozo, los realistas
de Boves comenzaron a obtener una sucesión de victorias en los Llanos, en una orgia de
masacres y saqueos. Esas victorias les dejó definitivamente abierto a los realistas, la ruta
de los Llanos hacia los valles centrales (Arráiz L., 2011, pp. 124-125).
Luego de que Boves avanzaba desde los Llanos, derrotando a los patriotas en La Puerta,
sus lugartenientes ocupaban a los valles aragüeños y los del Tuy, causando una
profusión de sangre y horror sin precedentes, con el fin de aislar a Caracas en una
operación militar de pinzas. Así llegaron los realistas hasta la ciudad de La Victoria
(Uslar P, J., 2007, p. 141).
En enero, un Bolívar angustiado, finalmente pidió ayuda a Mariño y desde Caracas
ordenó la ejecución de los españoles y canarios presos en La Guaira, pues se descubrió
que desde allí promovían un levantamiento con habitantes de la ciudad. Bolívar temía
que se repitiera lo que había sucedido dos años antes en Puerto Cabello, cuando bajo su
responsabilidad, se perdió el Castillo de San Felipe. Entre el 13 y el 16 de febrero de
1814, se calcula que mil doscientos españoles y canarios fueron despiadadamente
ajusticiados. Un realista emigrado escribía (Uslar P, J., 2007, pp. 123-132):
«…horroriza oír el modo con que han matado en La Guaira setecientos cuarenta y tres
españoles: los llevaron a San Carlos a pie, los acompañaban como doscientos asesinos, los
metían en el Castillo, fueron sacando de cuatro en cuatro, les daban uno o dos machetazos, ya
en la cara, ya en la cabeza, ya en el cuello, y en medio de los ayes y gritos que daban los
infelices, los echaban a la hoguera que tenían preparada.»
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de los realistas y recuperaron a Barquisimeto. No obstante, después de ser derrotado dos
veces consecutivas, el formidable caudillo Boves logró reunir a más de siete mil
esclavos y llaneros, zambos, negros y mulatos, muchos avezados jinetes y diestros
lanceros dispuestos a despanzurrar las entrañas más profundas de la República.
Con gran astucia Boves logró que Mariño llegara hasta La Puerta, sitio que conocía muy
bien pues allí ya había derrotado al ejército patriota en febrero. Finalmente, a mediados
de junio, Boves logró destrozar las tropas unificadas de Simón Bolívar y Santiago
Mariño en la batalla de la Puerta con su poderosa caballería de lanceros, y continuó
desplegando una ofensiva avasallante de destrucción y muerte en las ciudades y
poblados que se encontraban en la ruta hacia Caracas. Entre junio y julio, Valencia fue
defendida con ardor por los patriotas pero ante el hambre y agotamiento de recursos, se
rindieron ante Boves. Luego de haber convocado a la sociedad valenciana a un baile,
bajo órdenes de Boves se realizó la espantosa degollina de los invitados sin discriminar
edad o sexo, al compás de la música (Uslar P, J., 2007, pp. 141-156; 177-183).
Después de huir hasta la capital, a principios de julio, Bolívar encabezó una evacuación
de la población caraqueña hacia la ciudad de Cumaná para salvarla de la tropelía
realista, pero esa emigración tuvo un elevadísimo costo por la cuantiosa pérdida de
vidas de gente de todos los estratos sociales, edad y sexo.
Luego, las acosadas fuerzas patriotas sobrevivientes al mando de Bolívar, siguieron
acumulando desastrosas derrotas con saldos trágicos en casi todas las poblaciones de
oriente del país. En septiembre, los otros jefes patriotas responsabilizaron a Bolívar y
Mariño por la serie de fracasos militares, los despojaron del mando y enviaron al
destierro. La desintegración de la organización patriota comenzaba mientras desfallecía
el segundo intento de República (Arráiz L., 2011, pp. 129-132).
Cuando Boves derrotó en octubre a los patriotas en Cumaná, allí se repitió el macabro
baile y la masacre como en Valencia. Día tras día, fueron arrasadas las propiedades y
exterminados los identificados como blancos, entre ellos casi todas las familias que
habían sobrevivido al terrible éxodo desde Caracas y la mayor parte de las que vivían en
la desgraciada ciudad, incluso los blancos criollos que se habían reclutados como
realistas. Al salir Boves, solo quedaban siete u ocho blancos de la que fuera una
población importante desde la colonia
(Uslar P, J., 2007, pp. 210-213).
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4. REPÚBLICA FALLIDA
En Urica, a comienzos de diciembre, los realistas arrasaron con el ejército de los jefes
patriotas sustitutos, y aunque Boves resultó muerto de un lanzazo en batalla, allí se selló
definitivamente el fin de la restauración republicana.
Para los patriotas, 1814 fue un año de vértigo entre la gloria y la desolación. Murieron
miles de combatientes en el campo de batalla y los realistas ejecutaron despiadadamente
sin discriminar sexo o edad, a muchísimos civiles en las ciudades; muchos miles más
fallecieron en el trágico éxodo de caraqueños, se destruyó todo vestigio de
institucionalidad y la estructura económica de la mayor parte del país quedó arrasada.
La cifra de víctimas venezolanas, patriotas o no, durante ese trágico lapso en los
escenarios de guerra, superó a la de los caídos durante la Revolución Francesa, a pesar
que la población venezolana era mucho menor que la de Francia.
La ferocidad de los realistas fue la causa que indujo a la reacción violenta del decreto de
«Guerra a Muerte» y las masacres que continuaron en todo el país por parte de ambos
bandos fueron de una espantosa a t r o c i d a d .
Precisamente estos horrores que M i r a n d a había visto en Europa, lo condujeron a tratar
de evitarlos con la Capitulación de San Mateo. En aquel entonces cuando, después de
haber perdido en un costoso descuido la plaza del castillo San Felipe en Puerto Cabello,
Bolívar culpaba severamente a Miranda, ignorante de la terrible experiencia que le
deparaba el futuro. Las circunstancias lo obligaron a tomar decisiones muy similares a
aquellas por las cuales dos años antes, condenara a Miranda en situaciones parecidas y
también sufrió en carne propia el mismo tratamiento con que había dado al
Generalísimo, cuando sus propios compañeros de armas lo enviaron al exilio.
Las frecuentes rivalidades entre los líderes militares fueron muy nocivas para que
entonces se hubiese concretado la Independencia. De aquí que Bolívar, al igual que hizo
antes Miranda, hubiese tenido que escoger muchos oficiales extranjeros para dirigir sus
campañas, decisiones que siempre rechazaban muchos militares criollos quienes
constantemente competían por comandar a los demás. Años después, un legionario
británico reflexionaba así (Uslar P, J., 2007, pp. 210-213):
«…las desgracias acaecidas a los patriotas, aquella guerra larga y agobiadora, los
contratiempos y las derrotas, todo, en fin, puede achacarse a la irreflexión de los jefes
independientes y, particularmente, a esa terrible emulación que los obliga a destruirse
mutuamente».
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En verdad, la afirmación de que la República se restauró con la «Campaña Admirable»
de Bolívar y la de oriente de Mariño, no es del todo cierta.
En realidad lo que se entiende como restauración de la República se relaciona solo en
cuanto a su declaración del 5 de julio de 1811, pero nada tuvo que ver con su
Constitución propiamente dicha. De hecho, el proyecto de restauración desestimaba las
disposiciones federales y se concentraba el poder en la figura de Bolívar, quien terminó
siendo cuestionado por sus propios colegas de lucha, como él mismo había hecho
anteriormente con Miranda. En ese intento de restauración, las prácticas civiles bajo el
amparo de una Constitución republicana, no estuvieron presentes, más bien el país
entero fue un sangriento escenario de luchas exacerbadas por el antagonismo de grupos
sociales con visiones contrapuestas de la sociedad a la cual aspiraban.
Con la Batalla de Urica, lo que se perdió definitivamente fue una República que no tuvo
realmente ninguna oportunidad de restaurarse después de la Capitulación de Miranda.
En las circunstancias que se vivían entonces, para los partidarios de la República todo
pareció haberse perdido. Pero la voluntad de los líderes republicanos de tener una patria
independiente, sobre todo la de Bolívar, jamás se doblegó ante el pesimismo provocado
por las dramáticas circunstancias, tal como lo demostró posteriormente cuando
finalmente pudo contar con el apoyo de la avasalladora fuerza de los temibles llaneros
pasados a la causa patriota, bajo el liderazgo de la lanza de otro audaz caudillo, también
rubio como Boves, el «catire» José Antonio Páez.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
ARRÁIZ L., Rafael (2012). Venezuela: 1728 -1830. Caracas. Editorial Alfa.