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- El epígrafe del inicio es apócrifo (de hecho, el mismo autor en una entrevista dice que
se inspiró en un jugador de fútbol para el nombre del referente), pero parece tener la
función de instituir una línea de lectura de la obra, en forma de pregunta, es decir:
¿Cómo asumir las cosas -(la literatura, por ejemplo)- en un mundo que tiende a la
desaparición del signo?” Recuerda en cierta forma a la perspectiva de Marshal Berman
sobre la posmodernidad en “Todo lo sólido se desvanece en el aire”. Pensando en una
era global de desintegración de las instituciones y construcciones teóricas de la
modernidad, y en una Latinoamérica que tiende violentamente al neoliberalismo,
sistema económico que desintegra toda institución en pos de un demiurgo invisible
con el nombre de “mercado”. Una época de desintegración de la literatura, pero no en
términos acabados, sino como un proceso que inicia y que no tiene un final en el
horizonte visible. Lo que lleva a pensar también en las líneas de trabajo de la primera
clase: la crítica y la teoría literarias trabajando con los restos de los restos. Quizás,
torciendo un poco el concepto de Libertella, pueda pensarse a la literatura como un
fantasma, que no es mas que un espectro, lo que queda de lo que alguna vez ha sido.
- El árbol como representación clásica del signo saussureano, pero también como
soporte de la literatura, pues de ahí vienen las hojas de los libros, que a su vez pueden
contener el universo de la obra,
- También son claras las referencias al psicoanálisis, sobre todo al lacaniano, al tratar al
sujeto como objeto y reflexionar sobre él, y sobre la idea de del yo. Pero por un claro
desconocimiento del tema en profundidad obvio estas acotaciones.