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Diálogo porteño
--¡Oiga!... ¡Diga!...
--¿A mí me hablan?
--Sí. ¿Conoce la calle Artigas, maestro?
--¿Maestro, yo? ¡Si apenas terminé la primaria!
Tuve que ayudar a mi papá desde chico.
--¿Qué me está diciendo, mozo?
--Eso sí que no lo hice, ¿ve? De mozo nunca
trabajé.
--Estoy apurado, hermano. ¿Conoce o no conoce
esa calle?
--Siempre me dijeron que era hijo único, ¿hermano
de dónde?
--¿Me está tomando el pelo, compañero?
--Le aclaro: peluquero tampoco soy. En cuanto a lo
de compañero... ¿De qué colegio?
--Amigo: la calle Artigas
--Amigo puede ser mientras no me pida plata.
--¡Vamos, viejo, si lo único que le pido...!
--Viejo no: me queda mucha cuerda todavía.
--¡Nene: no me haga bromas!
--Tampoco hay que exagerar; hace años que dejé el
chupete.
--¡Dale, negro!
--Un poco quemadito, nada más, y por el sol.
--Qué complicado es usted, tío.
--Más tío será su abuelo.
--Me está aburriendo, loco; ¿sabe o no sabe?
--Bueno. Dicen que los locos son los más sabios...
--Lo único que quiero es encontrar esa calle, joven.
--¿Usted cree? ¿Qué edad me da?
--Me ganaste, flaco; abandono.
--¿Flaco con noventa kilos?... Mire: si busca esa calle pregúntele a aquel señor.
--¿El mono que viene allá? ¡Gracias, m´hijo!... ¡Oiga!... ¡Diga!... ¡Coso!... ¡Che!... ¿Conoce la
calle Artigas, maestro?
Horacio Clamente
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(Se abre del telón y aparece toda la familia corriendo por todo el escenario
totalmente apurados)
Doña Lola: ¡Apúrense por favor que ya tenemos que irnos! ¡Ay! (Sigue corriendo
por todo el escenario)
Sabina: (Se pone frente al público toda desesperada. Se queda en silencio por un
momento) ¡No encuentro mi bloqueador! (Se toca las mejillas) ¡Me voy a quemar
la piel!
Timmy: (Poniéndose a su lado, la abraza y le jala de la mejilla) ¡Gran cosa por
este pellejo!
Sabina: (Lo empuja) ¡Cállate, renacuajo! ¡Vete! (Grita desesperada) ¡¡¡Mamá!!!
Doña Lola: (Va hacia ella) ¡Qué pasa, hija!
Sabina: (La abraza) Mamá, no podré ir.
Doña Lola: (La mira sorprendida) ¡Por qué no, hija! (Se acerca a ella)
Sabina: (Se toca la cara mientras mira a su mamá) ¡Porque me malograré el cutis
con el sol!
Timmy: (De lejos) ¡Es pellejo!
Sabina: ¡¡¡Mira, ya cállate!!! (Ve a su mamá) ¡Qué hago, mami! (Apoya la cabeza
en su pecho)
Doña Lola: (Le golpea suavemente la cabeza) Ya hijita (Mira a todos lados como
buscando a alguien) Ya, ya, ya (Ve a su esposo) ¡Mira, acá está tu papá! (Toma
su mano y lo jala hacia Sabina) ¡Él sabrá cómo ayudarte! (Mira a su esposo y le
habla en secreto) ¡Ayuda a tu hija, oye! (Se va)
Don Rogelio: (Abrazándola mientras mira a su esposa, molesto y le habla en
secreto) ¿¡Cómo safaz del bulto, no!? (Mira a su hija) ¡A ver, qué pasa hija!
Sabina: ¡Papá, se me ha perdido mi bloqueador y se va a malograr mi tersa piel!
Timmy: ¡Se va a parecer a la vieja del “Titanic”! (Se ríe)
Sabina: (Toma un adorno de la mesa de centro y se lo lanza a su hermano) ¡¡¡Ya
cállate!!!
Don Rogelio: (Ve mira a Timmy) ¡Ya no molestes a tu hermana! (Ve a su hija y la
sigue abrazando)
Sabina: ¡Qué hago, papi!
Don Rogelio: ¡Ya no te preocupes, hija! (Pasa su esposa y le muestra su reloj en
señal que se apure) Mira, llegando allá te compraré un sachet para ti solita, ¿OK?
Timmy: ¡Sí, cómprale porque si no todos van a preferir ahogarse en el mar! (La
mamá se acerca a él por detrás y se lo lleva de las orejas fuera de escena)
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ACTO ÚNICO
Oficina rectangular blanquísima, con ventanal a todo lo ancho del salón,
enmarcando un cielo azul. Frente a las mesas escritorios, dispuestos en hilera
como reclutas, trabajan, inclinados sobre las máquinas de escribir, los empleados.
En el centro y en el fondo del salón, la mesa del JEFE, emboscado tras unas
gafas negras y con el pelo cortado como la pelambre de un cepillo. Son las dos de
la tarde.
EL JEFE.- Otra equivocación, Manuel.
MANUEL.- ¿Señor?
EL JEFE.- Ha vuelto a equivocarse, Manuel.
MANUEL.- Lo siento, señor.
EL JEFE.- Yo también. (Alcanzándole la planilla.) Corríjala. (Un minuto de
silencio.)
EL JEFE.- María.
MARÍA.- ¿Señor?
EL JEFE.- Ha vuelto a equivocarse, María.
MARÍA.- (Acercándose al escritorio de EL JEFE.) Lo siento, señor.
EL JEFE.- También yo lo voy a sentir cuando tenga que hacerlos echar. Corrija.
(Nuevamente hay otro minuto de silencio. Durante este intervalo se oye el bronco
pito de un buque. Automáticamente todos los EMPLEADOS enderezan las
espaldas y se quedan mirando la ventana.)
EL JEFE.- (Irritado.) ¡A ver si siguen equivocándose! (Pausa.)
EMPLEADO 1º.- (Con un apagado grito de angustia.) ¡Oh! no; no es posible.
(Todos se vuelven hacia él.)
EL JEFE.- (Con venenosa suavidad.) ¿Qué no es posible, señor?
MANUEL.- No es posible trabajar aquí.
EL JEFE.- ¿No es posible trabajar aquí? ¿Y por qué no es posible trabajar aquí?
(Con lentitud.) ¿Hay pulgas en las sillas? ¿Cucarachas en la tinta?
MANUEL.- (Poniéndose de pie y gritando.) ¡Cómo no equivocarse! ¿Es posible
trabajar sin equivocarse aquí? Contéstame. ¿Es posible trabajar sin equivocarse
aquí?
EL JEFE.- No me falte, Manuel. Su antigüedad en la casa no lo autoriza a tanto.
¿Por qué se arrebata?
MANUEL.- Yo no me arrebato, señor. (Señalando la ventana.) Los culpables de
que nos equivoquemos son esos malditos buques.
EL JEFE.- (Extrañado.) ¿Los buques? (Pausa.) ¿Qué tienen los buques?
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MANUEL.- Sí, los buques. Los buques que entran y salen, chillándonos en las
orejas, metiéndosenos por los ojos, pasándonos las chimeneas por las narices.
(Se deja caer en la silla.) No puedo más.
TENEDOR DE LIBROS.- Don Manuel tiene razón. Cuando trabajábamos en el
subsuelo no nos equivocábamos nunca.
MARÍA.- Cierto; nunca nos sucedía esto.
EMPLEADA 1ª.- Hace siete años.
EMPLEADO 1º.- ¿Ya han pasado siete años?
EMPLEADO 2º.- Claro que han pasado.
TENEDOR DE LIBROS.- Yo creo, jefe, que estos buques, yendo y viniendo, son
perjudiciales para la contabilidad.
EL JEFE.- ¿Lo creen?
MANUEL.- Todos lo creemos. ¿No es cierto que todos lo creemos?
MARÍA.- Yo nunca he subido a un buque, pero lo creo.
TODOS.- Nosotros también lo creemos.
EMPLEADA 2ª.- Jefe, ¿ha subido a un buque, alguna vez?
EL JEFE.- Y para qué un jefe de oficina necesita subir a un buque?
MARÍA.- ¿Se dan cuenta? Ninguno de los que trabajan aquí ha subido a un
buque.
EMPLEADA 2ª.- Parece mentira que ninguno haya viajado.
EMPLEADO 2º.- ¿Y por qué no ha viajado usted?
EMPLEADA 2ª.- Esperaba casarme...
TENEDOR DE LIBROS.- Lo que es a mí, ganas no me han faltado.
EMPLEADO 2º.- Y a mí. Viajando es como se disfruta.
EMPLEADO 3º.- Vivimos entre estas cuatro paredes como en un calabozo.
MANUEL.- Cómo no equivocarnos. Estamos aquí suma que te suma, y por la
ventana no hacen nada más que pasar barcos que van a otras tierras. (Pausa.) A
otras tierras que no vimos nunca. Y que cuando fuimos jóvenes pensamos visitar.
EL JEFE.- (Irritado.) ¡Basta! ¡Basta de charlar! ¡Trabajen!
MANUEL.- No puedo trabajar.
EL JEFE.- ¿No puede? ¿Y por qué no puede, don Manuel?
MANUEL.- No. No puedo. El puerto me produce melancolía.
EL JEFE.- Le produce melancolía. (Irónico.) Así que le produce melancolía.
(Conteniendo su furor.) Siga, siga su trabajo.
MANUEL.- No puedo.
EL JEFE.- Veremos lo que dice el Director General. (Sale violentamente.)
MANUEL.- Cuarenta años de oficina. La juventud perdida.
MARÍA.- ¡Cuarenta años! ¿Y ahora?...
MANUEL.- ¿Y quieren decirme ustedes para qué?
EMPLEADA 3ª.- Ahora lo van a echar...
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MULATO.- (Sin mirar al que lo interrumpe.) Desde los siete años que doy vueltas
por el mundo, y juro que jamás en la vida me he visto entre chusma tan
insignificante como la que tengo que tratar a veces...
MARÍA.- (A empleada 1ª.) Pequeña indirecta...
MULATO.- Conozco el mar de las Indias. El Caribe, el Mediterráneo... hasta el
océano Ártico conozco. Las focas, recostadas en los hielos, lo miran a uno como
mujeres aburridas, sin moverse...
EMPLEADO 2º.- ¡Che, debe hacer un frío bárbaro por ahí!
EMPLEADA 2ª.- Cuente, Cipriano, cuente. No haga caso.
MULATO.- (Sin volverse.) No voy a hacer caso de los perros que ladran… En una
canoa me he recorrido el Ganges. Y había que ver los cocodrilos que nos
seguían...
MARÍA.- No sea exagerado, Cipriano.
MULATO.- Se lo juro, señorita.
EMPLEADO 2º.- Indudablemente, este no pasó de Paso Carrasco.
MULATO.- (Violento.) A mí nadie me trata de mentiroso, ¿sabe? (Arrebatado, se
quita la chaquetilla, y luego la camisa, que muestra una camiseta roja, que
también se saca.)
EMPLEADA 1ª.- ¿Qué hace, Cipriano?
EMPLEADA 2ª.- ¿Está loco?
EMPLEADA 3ª.- Cuidado, que puede venir el jefe.
MULATO.- Vean, vean estos tatuajes. Digan si estos son tatuajes hechos entre
Punta Gorda y Carrasco. Vean...
EMPLEADA 2ª.- ¡Una mujer sin ropa!
MULATO.- Este tatuaje me lo hicieron en Madagascar, con una espina de tiburón.
EMPLEADO 2º.- ¡Qué mala espina!
MULATO.- Vean esta rosa que tengo sobre el ombligo. Observen que delicadeza
de pétalos. Un trabajo de indígenas australianos.
EMPLEADO 2º.- ¿No será una calcomanía?
EMPLEADA 2ª.- ¡Qué va a ser calcomanía! Este es un tatuaje de veras.
MULATO.- Le aseguro, señorita, que si me viera sin pantalones se asombraría...
TODOS.- ¡Oh... ah!...
MULATO.- Sin pantalones soy extraordinario.
EMPLEADA 1ª.- No se los pensará quitar, supongo.
MULATO.- ¿Por qué no?
EMPLEADA 3ª.- No, no se los quite.
MULATO.- No voy a quedar desnudo por eso. Y verán qué tatuajes tengo en las
piernas.
EMPLEADA 1ª.- Es que si entra alguien...
EMPLEADA 3ª.- Cerrando la puerta. (Va a la puerta.)
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MULATO.- Y digo que es muy saludable vivir así libremente. Al otro día la gente
trabaja con más ánimo en los arrozales y si uno tiene sed (toma un vaso de agua y
bebe.) parte un coco y bebe su deliciosa agua fresca.
MANUEL.- (Tirando violentamente un libro al suelo.) ¡Basta!
MULATO.- ¿Basta qué?
MANUEL.- Basta de trabajo. Se acabó. Me voy.
EMPLEADA 2ª.- ¿A dónde va, don Manuel?
MANUEL.- A recorrer el mundo. A vivir la vida. Basta de oficina. Basta de
números. Basta de reloj. Basta de aguantarlo a este otro desgraciado. (Señala la
mesa del jefe.) (Pausa.)
EMPLEADO 1º.- ¿Quién es el otro?
TODOS.- ¿Quién es?
MANUEL.- (Perplejo.) El otro... el otro... el otro... soy yo.
EMPLEADA 3ª.- ¡Usted, don Manuel!
MANUEL.- Sí, yo; que desde hace veinte años le llevo los chismes al jefe. Mucho
tiempo hacía que me amargaba este secreto. Pero trabajábamos en el subsuelo. Y
en el subsuelo las cosas no se sienten.
TODOS.- ¡Oh!...
EMPLEADO 1º.- ¿Qué tiene que ver el subsuelo?
MANUEL.- No sé. La vida no se siente. Uno es como una lombriz solitaria en un
intestino de cemento. Pasan los días y no se sabe cuándo es de día, cuándo es de
noche. Misterio. (Con desesperación.) Pero un día nos traen a este décimo piso. Y
el cielo, las nubes, las chimeneas de los barcos nos entran en los ojos. Pero
entonces, ¿existía el cielo? Pero entonces, ¿existían los buques? ¿Y las nubes
existían? ¿Y uno, por qué no viajó? Por miedo. Por cobardía. Mírenme. Viejo.
Enfermo. ¿Para qué sirven mis cuarenta años detrabajo y de chismerío?
MULATO (enfático). - Miren qué noble es su corazón. Miren qué responsables son
sus palabras. Miren qué inocentes son sus intenciones. Deberían avergonzarse.
Llorar lágrimas de tinta. Todos ustedes se van a pudrir como asquerosas ratas
entre estos malditos libros. Un día se encontrarán con el sacerdote que vendrá a
despedirlos del mundo y en ese momento se preguntarán: "¿Qué he hecho de mi
vida? Consagrarla a la oficina. Bestias.
MANUEL. - Quiero vivir los pocos años que me quedan de vida en una isla
desierta. Tener mi cabaña a la sombra de una palmera. No pensar en horarios.
EMPLEADO 1º - Iremos juntos, don Manuel.
MARÍA. - Yo iría, pero para cumplir este deseo tendría que cobrar los meses de
sueldo que me acuerda la ley 11.729.
EMPLEADO 2º -Para que nos amparase la ley 11.729, tendrían que echarnos.
MULATO. - Aprovechen ahora que son jóvenes. Piensen que cuando les estén
dando el último adiós no podrán hacerlo.
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6) EL AULA
Profesor - Buenos días… Pónganse de pie los que estaban sentados y siéntense
los que estaban de pie… (Los alumnos obedecen). Bueno ayer quedamos en que
dos y dos son cinco, ¿no?
Profesor - Depende, Agustina, depende. Pero bueno, ahora que están todos
atentos, aprovecharé para hacer unas preguntas, ¿Ok? A ver. Tú Luisa, dime dos
pronombres.
Profesor - Muy bien, si Luisa, dos pronombres… Ahora tú, Manuela, dime una
palabra que empiece por "jota"
Manuela - ¿Hoy?
Manuela - Perdone profe, quiero decir que hoy es jueves, que empieza por "j"
Luisa- Que "todo junto" se escribe separado, y "separado" se escribe todo junto...
Profesor – Déjalo, Luisa, que te puede explotar la cabeza... Piensa en otra cosa.
Profesor - No
Sofía - ¿Y "hoy"?
Madre - Perdone que interrumpa, señor profesor, pero es que tengo que averiguar
si es cierto lo que me cuenta mi hija, aquí presente...
Profesor - ¿Se convence usted señora madre?... Además, tengo que comunicarle
que su hija ha copiado en un escrito. Lo supe en seguida, al corregir la prueba…
Le copió a Miguel.
Padre - ¿Y como sabe usted que le copió a Miguel y que no fue al revés?
convence usted?
Padre - Qué vergüenza hija… Qué ridículo me has hecho pasar. Gracias
profesor… (se retira)
Manuela - Profe, Agustina nunca cuenta mentiras… Si dice que no fue, es que no
fue.
Inspector - Pero, señor profesor, tenga paciencia. Menos mal que he llegado yo...
(Se dirige a los alumnos) "El Quijote no es un graffiti ni nada de eso. Es una obra
muy famosa de la literatura española, escrita por un no menos famoso escritor,
llamado Mario Benedetti.
LA BASURA
ÉL: Pero no los guardé porque, al final, los estaría robando. Aunque no sé: ¿la
basura de una persona aún es propiedad de ella?
ELLA: Creo que no. La basura es de dominio público.
ÉL Tenés razón. A través de la basura lo privado se vuelve público. Lo que sobra
de nuestra vida privada se mezcla con las sobras de los demás. La basura es
comunitaria, es nuestra parte más social. ¿Será así?
ELLA: Bueno, ahí estás yendo un poco lejos con la basura… Yo creo que…
ÉL: Ayer, en tu basura.
ELLA: ¿Qué?
ÉL: ¿Me equivoco, o eran cáscaras de nuez?
ELLA: Acertaste. Ayer me compré unas nueces y las pelé.
ÉL: ¡Me encantan las nueces!
ELLA: Las pelé, pero aún no las comí. Son para una salsa… Quién sabe, tal vez
podamos…
ÉL: ¿Cenar juntos?
ELLA: ¿Por qué no?
ÉL: No quiero darte trabajo.
ELLA: No es ningún trabajo.
ÉL: Pero vas a ensuciar tu cocina.
ELLA: Tonterías. En un instante limpio todo y pongo los restos en la basura.
ÉL: ¿En tu basura o en la mía?
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LA SUEGRA
EL: Mamá, mamá...
ELLA: No la molestes, ya vendrá
EL: Te encantará la vieja, vas a ver.
ELLA: Tengo unos nervios!
EL: Tranquilizate che! Es bárbara la jovata! No te va a comer!
MADRE: (saliendo) ya estás aquí nene?!
EL: Ella es Laura mamá!
MADRE: Laurita querida!, tantísimo gusto.
ELLA: Igualmente señora Carola. (besos)
MADRE: Eres encantadora. Te felicito hijo!
ELLA: José me habló tanto de Usted.
MADRE: Ah! Él es la luz de mis ojos, desde que se fue el finadito, que Dios lo
tenga en la gloria, él es todo para mí.
EL: Buenos, las dejo para que conversen a gusto (le da un beso a la novia). Ya
vengo (Comienza a salir)
MADRE: Y a su madre no le da un beso?
EL: A la vieja más buena del mundo? (le da un beso aparatoso y sonoro)
MADRE: Viejos son los trapos che! Andá, sinvergüenza (José sale)
ELLA: Estoy contenta de haber venido.
MADRE: Chusmeemos un poco, Laurita... ¿cómo te trata mi hijo?
ELLA: No entiendo
MADRE: José, ¿cómo se porta con vos?
ELLA: Ay! Es divino! Tan cálido! Tierno! (gestos de la madre de celos con cada
palabra de ella)
MADRE: ¡Hum! Bueh!, es cierto, es tan bueno! (intencional) Lástima cuando se
enoja!
ELLA: ¡Nunca se enoja!
MADRE: ¿Ah no? Tenés razón querida, es un pan de Dios. Claro, por ahí tiene
sus arranques, pero se le pasan enseguida (llorisquea un poquito). Después del
tratamiento quedó bien…
ELLA: ¿Qué tratamiento?
MADRE: ¿No te contó? Bueno, no es nada (pausa) le venían unos ataques,
¿viste? (no le da importancia) entraba a romper todo pero ya está bien, desde la
semana pasada que no rompe nada. ¡Se ve que vos lo tranquilizás bastante!
ELLA: ¿Ataques? ¿La semana pasada?... (reacciona) Ah sí! Algo me contó.
MADRE: (Falsa): Ah, pero de algo estoy feliz; José ha madurado mucho, eso te lo
debe a vos Laurita. ¡Qué alegría me das! ¡Te juro, estaba tan preocupada! ¡Pero lo
que es tener una buena novia al lado! Eso sí, vas a tener que aprender a tratarlo,
el nene es muy exigente!
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MADRE: (contentísima) Para qué estoy yo? Me voy con Uds... y les preparo la
comida. Les llevo el desayuno a la cama, las tostadas para el nene, el juguito de
naranja...
ELLA: Ya sé, sin semillas.
MADRE: Últimamente él se quedaba poco en casa, pero ya no, ¡ah! Se ve que sos
todo para él, fijate que hace como dos meses que ninguna chica lo llama.
ELLA: (sorprendida) ¿Y antes lo llamaban?
MADRE: ¡Es un picarón!, cinco o seis chicas por día. Siempre una diferente. Es
así, él las cambia enseguida... pero no te preocupes, ya hace como dos meses
que no lo vienen a buscar, cuánto te lo agradezco. A propósito, hace mucho que
salís con él?
ELLA: (con bronca) ¡Ya cumplimos el año Carola!
MADRE (tose) ¿Cómo pasa el tiempo, no?
ELLA: (Comienza a caminar confundida) ataques...mujeres... tostadas... rompe
todo...
JOSE: (entrando) ¡Buenas! (Laura camina amenazante hacia José)
MADRE: ¡Te felicito hijo! Nos vamos a llevar muy bien con Laurita.
ELLA: (amagando con la cartera) así que amiguitas eh?
EL: ¿Qué decís? ¿Estás loca?
ELLA: (Le pega un carterazo) Todas las semanas una distinta, ¿eh? ¿Así que te
llaman por teléfono? (José se ataja sin reaccionar, extrañado) y encima neurótico,
sos? Así que hasta el mes pasado, ¿eh? (a carterazos lo saca de escena).
MADRE: ¡Lo que es el instinto de madre! ¡Apenas la vi me di cuenta que era muy
poco para mi hijo! ¡Qué carácter Dios mío, bien podrido.... y se hacía la mosquita
muerta!... Pobre mi hijo! Menos mal que me todavía estoy viva para protegerlo…
(largo suspiro de madre)
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LA BASURA
SRA.- Lo vamos a extrañar, vecino.
SR.- ¿Perdón?
SRA.- Digo que lo vamos a extrañar de menos cuando se vaya del edificio.
SR.- Muy amable, señora. ¿Cómo se enteró de que me mudo?
SRA.- Por el diario que tiró a la basura. Vi que estuvo marcando los alquileres de
los clasificados.
SR.- ¡Ajá!
SRA.- A usted le vendía bien algún apartamentito en Maroñas, así está cerca de
los burros.
SR.- ¿Y eso que tiene que ver?
SRA.- Vamos, conmigo no tiene que mandarse la parte, me di cuenta de que
también marcó la página de las carreras.
SR.- ¿Siempre revisa mi basura?
SRA.- No, no, permítame que le haga una corrección, la basura no es suya ni es
mía, la basura es comunitaria. El tacho es un lugar público.
SR.- ¿Qué dice? Usted no puede andar inspeccionando lo que tiran los demás.
SRA.- Un momentito que yo no soy ninguna hurgadora. A mí no me anima la
curiosidad sino la vocación de servicio. Yo lo quiero ayudar, Julián.
SR.- ¿De qué me está hablando? ¿Cómo sabe mi nombre?
SRA.- Está escrito en cada sobre de correspondencia que recibe.
SR.- Muy observadora.
SRA.- Lo necesario para reconocer a un hombre huérfano de amor.
SR.- ¿Cómo dice?
SRA.- La última carta que le mandó Susana me partió el corazón. No hay nada
más doloroso que un amor no correspondido.
SR.- ¿Lee mis cartas?
SRA.- No me lo agradezca, cualquiera en mi lugar hubiera hecho lo mismo. Le
escribí a la dirección del remitente y le dije que era una desalmada, una
insensible...
SR.- ¿Usted le escribió a Susana?
SRA.- Bueno, no con esas palabras. Usé una metáfora equina, más adecuada a
su pasión burrera. Le puse que era una yegua.
SR.- Pero que... ¿Cómo puede insultar a una persona que ni siquiera conoce?
SRA.- No se preocupe que firmé con su nombre.
SR.- ¿Eh?
SRA.- Le copié la firma de un recibo que encontré en el tacho.
SR.- ¡Usted está enferma!
SRA.- Un resfrío sin importancia.
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SR.- No, no, está mal de la cabeza. Tiene que hacerse ver. ¿Sabe una cosa? En
ese tacho tendría que estar usted, porque es una basura?
SRA.- ¡Qué carácter más podrido! Eso es por comer tanta carne roja, mire todos
esos huesos en la basura... Dime lo que tiras y te diré quién eres.
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SE ROMPIÓ LA TV
Un hombre y una mujer sentados mirando la televisión sin cambiar palabras. De
pronto la tele deja de funcionar
mujer que nunca?.... espera. Valdusa ¿no era la mujer de… de…uno de bigotes?
m – Eduardo
h - ¡Eduardo!
m – exactamente, Eduardo. Vos
h – mi nombre es Gerardo, María Ester
m – Valdusa. Y pensándolo bien… ¿qué pasó con tu bigote?
h - ¡yo nunca usé bigote!
m - ¡vos me querés volver loca, Eduardo!
h – calma. Vamos con calma
m – si esto es una broma tuya….
h – uno de los dos está loco, de eso no hay duda
m – vamos a recapitular. ¿Qué día nos casamos?
h – fue… fue…
m – ahí está, vos siempre te olvidaste de nuestro aniversario. Prueba de que vos
te llamas Eduardo y la loca no soy yo
h – ¿y el bigote? ¿Cómo explicas el bigote?
m – fácil, te afeitaste
h – ¡yo nunca tuve bigote, María Ester!
m - Valdusa
h – está bien, calma, vamos a tratar de ser razonables. Digamos que tu nombre
sea realmente Valdusa. ¿No te suena ninguna María Ester?
m – déjame pensar….María Ester… ¿nosotros no tuvimos una vecina llamada
María Ester?
h – de la única vecina que me acuerdo es de una tal Valdusa
m - ¡María Ester! claro. Ahora me acordé, y el nombre del marido era… ¡Jesús!
h – ¿el marido se llamaba Jesús?
m – no. Gerardo. Se llamaba Gerardo
h – Gerardo
m – sí
h – era yo. Todavía soy yo
m – (cayéndole la ficha) entonces…
h – ¿cómo fue que pasó?
m – las casas pegadas
h – la rutina de todos los días…
m – el marido vuelve a la casa cansado, el hombre y la mujer apenas se miran
h – un día el marido cansado se equivoca de puerta, la mujer no se da cuenta…
m - ¿cuánto hace que ustedes se mudaron de acá?
h - nosotros nunca nos mudamos, usted y Eduardo son los que se mudaron
m – yo y Eduardo, no María Ester y Eduardo
h – es verdad
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