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Prédica Vienes
19/Agosto/2022
siguiendo con el tema del “Dios que pelea nuestras batallas”, es propicia la ocasión
para hablar de aquellos muros que repentinamente cierran el paso a las promesas
de Dios y nos paralizan en el camino a la vida abundante, ejemplificada por la
tierra prometida.
La caída de los muros de las ciudades son una muestra de un gran asedio y con
ello su conquista. Un caso muy nombrado fue el muro de Berlín en noviembre 09
de 1989. Con su caída, también caía la llamada “cortina de hierro”, poniendo fin al
comunismo en Europa Central y Oriental.
La Alemania de Hitler quedó abolida con la caída de aquel infranqueable muro. Los
muros son un símbolo de separación, de imposibles humanos y de obstáculos para
las promesas divinas. Esa era la situación planteada con los muros de la ciudad de
Jericó.
La dificultad más obvia que vendría a la mente de Josué era precisamente esta.
¿Cómo tomar la ciudad con semejante fortaleza? Porque la ciudad de Jericó no
podía ser tomada si primero no caían sus muros.
Josué sabía de la promesa de la tierra prometida, sin embargo, ahora hay un muro
impenetrable alrededor de la promesa. ¿Cómo entrar a la ciudad y conquistarla? Y
es aquí donde debemos saber que Dios hará la mayor parte en todas nuestras
conquistas. En las batallas peleadas por Dios, su estrategia siempre es impensable.
Lo menos imaginable llega a ser posible. Pero, para todas sus batallas, Dios invita
a su pueblo a unirse a trabajar, a esperar y a conquistar su promesa. Sigamos a
Dios en su estrategia para pelear nuestras batallas.
IGLESIA CRISTIANA MI LUGAR DE SALVACIÓN
Prédica Vienes
19/Agosto/2022
En la manera cómo cayeron los muros de Jericó hay elementos que desafían toda
lógica humana. Los críticos bíblicos encuentran en estos episodios abundante
material para atacar la inerrancia de la palabra, ridiculizando o racionalizando
debido a esta fantástica historia.
Pero, por otro lado, ¿qué militar que no tuviera una firme confianza en el Dios de
Israel podría creer que con tan solo dar todas esas vueltas se derrumbaría
semejante muralla? Aquella estrategia, vista tan inofensiva, aunque sí muy original
y espectacular ¿no parecía más bien un desfile de locos?
Pues ciertamente parecía de todo, menos una estrategia militar. Sin embargo, en
toda esta historia, la promesa del versículo 2 hace la diferencia en todo lo que va a
ocurrir. El Señor que se le apareció a Josué, como “Príncipe del ejército de Jehová”
(5:14), le dio una primicia totalmente alentadora.
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Como ya Dios estaba en la ciudad, se la había entregado con su rey, pero además
con todo su ejército. El único ejército cuya victoria la da por anticipada, es el
cristiano. La procesión no debe parar, porque pronto caerán los muros.
Bien podríamos pensar que toda aquella multitud dando vueltas alrededor del
muro con tanta intensidad, siguiendo el plan de Dios, fue ablandando el terreno
para el asalto final. Esperar es el asunto más difícil en la oración.
Pero el dar vueltas en oración alrededor del muro va creando un sentido de mayor
confianza en el que camina, y a su vez le hará ver al enemigo el coraje para
enfrentarlos, aunque esté detrás de sus murallas para defenderse.
Hay muros en nuestras vidas cayéndose con las primeras vueltas. Pero otros, por
ser más fuertes, requerirán de una marcha de los siete días, de una mayor fe. Sin
embargo, la victoria será el resultado final.
¿Por qué los muros no cayeron el primer día que salió el pueblo y rodeó la ciudad?
Porque Dios determinó que fuera una semana completa. Fue el tiempo que él puso
en su sola potestad como lo ha hecho con todo. Seis días para ir una vez y
regresar.
Cada uno de estos días tuvo que estar lleno de un gran dramatismo. Imagínese a
las esposas y a los hijos haciendo cada pregunta al final de la jornada.
Imagínese a los habitantes de Jericó oyendo durante seis días las trompetas y
luego por la tarde un completo silencio. Imagínese el estado de expectación de
Israel y el creciente pánico de Jericó. Y el séptimo día, el plan era tocar las bocinas
y gritar hasta que cayera el muro.
¡Qué difícil tuvo que ser para los hombres de guerra quedarse quietos, solo
caminando en procesión! Los tiempos de Dios producen impaciencia en nosotros.
Somos dados a querer que las cosas sucedan al instante.
Nos cuesta detectar los tiempos divinos. Pero Dios no nos da las cosas de
inmediato, porque está trabajando en nuestro carácter y en su propósito. Cuando
nos adelantamos a su tiempo, echamos a perderlo todo.
Dios había indicado el día del grito general de parte de los israelitas, mientras
tanto todos deberían guardar silencio. Y en esto, el llevar el arca del pacto por los
sacerdotes, sugiere esa idea del silencio, reverencia y la espera.
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La presencia del arca, símbolo de la gloria de Dios, crea un orden santo. Así pues,
en esta historia hay que destacar el lugar que ocupó el arca, el instrumento de la
presencia divina como poderosa arma de combate.
Notemos el orden y solemnidad. Están los soldados delante de los sacerdotes que
van tocando las bocinas. Detrás de ellos va el arca llevada por sacerdotes
escogidos.
El resto de la procesión va en la retaguardia, todos caminando y esperando las
órdenes. Así fue como Dios lo quiso. ¡Cuán difícil fue para los soldados permanecer
callados durante tanto tiempo! ¡Cuán importante es la solemnidad y silencio antes
de los gritos! Cuando hay mucho ruido en la vida se opaca la presencia divina.
El mandamiento que menos cumplimos es el que dice: “Calle delante de él toda la
tierra”. En los planes de Dios hay momentos cuando hay que esperar delante de su
presencia. El recordatorio del Salmos 37:7 sigue siendo muy oportuno para cada
situación en la vida.
Cuando Jericó cayó nadie ganó nada excepto ofrecerlo al Señor. ¿A caso no es
esto lo que sucede siempre? Dios rompe el muro, pero la victoria siempre será
suya. Aun cuando Dios ordenó una destrucción total de la ciudad anatema, dio la
orden de tomar el oro, plata, bronce y el hierro.
Todos estos objetos de valor deberían entrar al tesoro de Jehová. El término
“consagrados” al Señor es de mucha importancia para destacarse. No se nos dice
que ellos deberían tomar esto para sus propios beneficios.
Y si Dios permitió que estos objetos fueran recogidos y atesorados, fue porque él
mismo tenía su propio propósito con el correr del tiempo. El oro y la plata
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CONCLUSIÓN:
En la caída de los muros de Jericó encontramos tres lecciones importantes.
Primero que el pueblo se involucró en el trabajo. Todos trabajaron: sacerdotes,
soldados y el pueblo. Note como el grito de la multitud hizo que cayera el muro.
En segundo lugar, hubo que esperar hasta completar los días. A veces nos
adelantamos a lo que Dios está haciendo por nuestra desesperación y los muros
no caen.
Y, en tercer lugar, el pueblo ganó la victoria.
¿Hay algo imposible para Dios? Los arqueólogos han descubierto que los muros
cayeron hacia dentro, siendo preservado solo el lugar de Rahab, la ramera.
Por muy grande que sean los muros, caerán frente a la omnipotencia divina.
¿Cuál es tu muro que parece indestructible? Recuerda que con nosotros está
nuestro “Dios” para derribarlos. Nada se le ha opuesto hasta ahora. Todo se
derrumba en su presencia. Amén