Está en la página 1de 1

^ Núm. 119 ABC Pág.

JIRA REPUBLICANA DE BILBAÍNOS Y MONTAÑESES A SANTOÑA

DESFMBARCO EN SANTOÑA DF LOS KFPU ni 1CASOS BILBMNOS Y SANTANDER1NOS J-Ot.


DOMINGO 1 7 FUERON EN ANIMADA JIRA A AQUELLA POBLACIÓN, CFLEBRANDO UNA MANIFESTACIÓN POLÍTICA Y VARIAS REUNIONES
EN LAS QUE PÍATE 14AFO LOS EXCU. SIONISTAS PE AMBAS PROVINCIAS

riachuelo corre á la derecha del establecimiento, y un


verdadero río por la izquierda. La humedad se masca, y
las aguas tienen por principa! objeto, no se si curar ó
LA VIDA EN BROMA.
LA SORPRESA
—Soy un diputado de la nación, y teclamo el auxilie
de la autolidad. Mi esposa toma en este momento un sol-
bete, ó lo que sea, en el café de Pombo. Quieto llevaf tes-
producir el reuma. Lo que quiere Pellejín es que su nombre circule de
boca en boca, que salga en los periódicos y que sea tigos pala que den testimonio de su falta.
El medico, notabilísimo como tresillista y dicharache- Los guardias se miraron con extrañeza; después dijo
ro, cumple con su misión, encontrando muy indicadas conocido y admirado dentro y fuera de España.
Ya que por ahora no haya logrado formar parte del uno de ellos; >
las aguas para todo el que llega. Naturalmente, cobra —Esas no son cosas propias de nuestro enstiiuto.
sus derechos. Gabinete, aspira, por !o menos, á que se hable de él y
se le cite con cualquier motivo. —¿Cómo que no? Ustedes tienen el debel de auxüial á
rVescuella entre todos los bañistas D. Epifanio, que un diputado a Cotíes que se ve atacado en lo que más
*-^ viene por agradecimiento. Llegó hace seis años la Valiéndose de su amistad con Corondel, ej diligente
periodista, los periódicos citan á diario el nombre de estima: ¡la honla'
primera vez casi sin poder andar, y ya anda con mule- Y antes de que tuyieran tiempo de replicar, Pellejín
tas; es un fanático de las aguas; y lo que el dice: «Cuan- Pellejín, diciendo unas veces que ha salido para San
Sebastián, otras, que para Hendaya, y otras que para cogió de un brazo á un sereno 4el gas que por aljí pa-
do acabe de baldarme por completo, vendré en camilla, saba y le dijo:
porque á esta casa le debo mi salud.» Cuenca. La cuestión es salir para alguna parte y que lea
el público la noticia. —Venga usted con nosotlos.
T~\oña Paquita está aquí con su hija Pura. Purita tiene —¿A dónde?
•*-*' un catarro nasal reumático que la hace hablar gan- Pero el último triunfo periodístico del elocuente
diputado supera á toda ponderación. —A sel testigo de una infamia.
goso, y toma duchas nasales y baños de impresión; la
Pellejín duda de la seguridad conyugal de su esposa, A todo esto la gente comenzó á reunirse frente á
niña es impresionable como pocas, y la otra noche apo-
y esto, en cierto modo, ha halagado su orgullo. Casi Pombo, y dieron prinpipio los comentarios.
rreó el piano acompañándose para cantar el "Vorrey
Moriré, con un deje gangoso que partía los corazones. todos los hombres grandes han sufrido algún desengaño —¿Qué es?—preguntaba uno.
En las notas altas, como la pobre chica no respira bien, amoroso, y la Prensa se ha ocupado más de una vez en —Un señorito que se ha vuelto loco.
levanta la cabeza y hace unas inspiraciones que parece esta clase de asuntos, sin que por esto dejaran los agra- —No; parece que es cosa de faldas.
que se va á sorber el establecimiento. viados de hacer su carrera política. —¡Pobre! Parece un pájaro frito.
Días pasados, la esposa de Pellejín dijo á éste: Entretanto Pellejín, seguido de la pareja y ei serenp,
La mamá, mientras la niña canta, duerme; y los bañis- había penetrado en el café. La esposa y el acompañante,
tas se miran unos á otros con estupefacción. —Atilano, esta tarde voy á ir de tiendas. Tengo que
comprar unas ligas, un tirabuzón, dos elásticas para ti y éste de espaldas á la puerta, conversaban amorosamente,
T~\on Enrique es el buen mozo y el gracioso de tanda; al parecer.
*-* el, á las altas horas de la noche, cambia el calzado otras frioleras. Si tardo, no te intranquilices.
—Vete á donde quietas—contestó él, y pensó inme- —¡Alto á )a autolidad!—gritó Pelleji'n, presentándose
que cada huésped deja á la puerta de su cuarto, y cuando de pronto.—¡Infiel, peljula! ¿qué hace usted aquí?
ríe la gracia de dejar unas botitas con tacón Luis XV á la diatamente:—¡Quién sabe lo que ployecíatd mi mujeV
Hay que vigilal. La esposa del diputado manifestóse sorprendida a)
puerta del cuarto de un presbítero, su felicidad no re- principio; después y al darse cuenta de la situación, no
conoce límites. Proyecta y dirige todas las expediciones, Salió ella, efectivamente, y detrás, sin ser advertido,
salió Pellejín. pudo menos de solfír la carcajada. En aquel momento
pregunta con aire malicioso á las muchachas por qué no
Su esposa entró en una tienda de sedas y él se quedó su acompañante volvía la cabeza, y al verle exclamó Pe-
toman helado, cuando la mamá les prohibe este postre;
se viste con traje de franela blanca, duerme con riza-bi- en un portal, sito en la acera de enfrente. Desde allí se llejín con desaliento:
gotes, y es el encanto de la casa. dirigió ella á una ferretería en busca del tirabuzón, y —¡Calumba' ¡Mi papá políticp! ¡Y yo que le había
Pellejín situóse en otro portal fronterizo. Por último, tomado poí un amante!
encarnación es la indispensable viuda del estableci- Luis TABQADA
*-"* miento: mujer hecha, y casi deshecha, según sostie- la esposa penetró en una camisería, de la que salió al
ne D. Enrique; desde que Pepe murió en la última gue- poco tiempo acompañada de un hombre con sombrero
rra de Cuba esta inconsolable, y viene á curarse un de paja y cazadora color de sorbete de mantecado.
—¡Cielos!—exclamó Pellejín.—Ese debe de sel el se-
reuma al corazón. En medio de todo, es muy animada.
A las muchachas de ahora las encuentra desabonas.—En- ductol. Se conoce que se habrán citado en la camiselia BURLA BURLANDO
carnación es de Jaén.—Ella ha descubierto una tradición pata no despeltaí sospechas. IJésame sincero.
Por más que hizo no pudo verle la cara á su rival. El —Créame, señora, que he sentido muy de vera* ja
que asegura que junto a la cruz del campo hay una reja, muerte de su esposo. Todas las mañanas venía á saber como
y que las muchachas que besan los barrotes se casan en ala del sombrero, que llevaba echada sobre las cejas,
impedía descubrir la faz del seductor. "~ seguía, y este paseo matinal me sentaba muy bien.
el año. No sabe si el sortilegio es aplicable á las viudas;
pero hay quien asegura que muerde en la reja. No baila Pellejín, halagado por la esperanza de promover un 1 os exámenes:
incidente ruidoso, del que tendrían que ocuparse los '-" Juanito, estudiante muy poco aplicado, telegrafió ayer
vals, pero el otro día dirigió unos ¡laceros, y cuando á sus padres-
hacía el saludo, decía D. Enrique: «Ni en Palacio.» rotativos, como es natural, siguió á la pareja hasta el
café de Pombo. En él penetraron la esposa infiel y su «Examen magnífico; profesores entusiasmados, desean vol-
T~\on José es el personaje serio de la casa: viste de ne- ver á oírme*en Septiembre.»
•*-•' gro, baja en gorra al comedor, no dice nunca más acompañante.
que «buenos días», «buenas tardes» y «buen provecho»;
juega al tresillo con ios presbíteros, recibe £ / Universo,
—Esta es la mía—-díjose Pellejín, y se fue corriendo
en busca de una pareja de Seguridad.
E ntre señora y criada.
—Julia, se acabaron los chicoleos y las bromitas con
el panadero; mañana le tomaré yo el pan.
y tiene el bigote y el pelo tan negros como la endrina. —Voy á solplendelos in flaganti delito. Mañana la pien- —No sacará usted nada, señorita, porque no le gustan las
Hay quien asegura que se bebe el tinte. sa publícala mi momble, y pasado mañana selá conocido rubias.
pol toda la nación.
JUAN VALERO DE TORNOS Después, dirigiéndose á la pareja, dijo:

También podría gustarte