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Me aparté del grupo y fui en busca de Shaw y Keiti, la verdad era, que el viaje

hasta allí había sido uno de los mejores momentos que había vivido hasta el
momento en Escocia.
Sentí la mirada de Cédric, mientras me alejaba, lo cierto era que me
hubiera encantado pasar la noche con él. Lejos de ser el capullo engreído que
imaginaba, resultó que había otro Cédric, uno que, al parecer, había
conquistado a mi abuela tanto como a mí aquella noche.
El gimnasio estaba precioso, la temática era el bosque encantado, así que
casi todas las chicas habían elegido vestidos vaporosos emulando ser ninfas.
Encontré a mis amigos en la mesa del ponche y los canapés. Shaw llevaba
un traje verde que le quedaba algo justo y Keiti parecía una pequeña elfa con
su vestido verde y morado.
—Hola, chicos —los saludé. Ambos me miraron con sorpresa.
—¿Quién eres y qué has hecho con nuestra amiga? —preguntó Keiti
poniéndose al estilo Karate Kid.
—¡Quieres parar, chiflada! Van a pensar que somos más raros de lo que
ya piensan —exclamé. Miré hacia un lado y otro para ver si alguien nos
miraba.
—Definitivamente nos la han cambiado, ¿desde cuándo le importa la
opinión pública? —cuestionó mirando a Shaw, él por su parte se había puesto
rojo como una cereza—. ¿Y a ti qué narices te pasa ahora? —Lo miró con
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fijeza, mientras el pelirrojo no decía nada—. ¡Rápido, Didi, creo que se está
ahogando y no puede respirar! —clamó. Antes de que pudiera hacer nada, la
menuda de Keiti se colocó tras Shaw agarrándolo con todas sus fuerzas y le
apretó la panza, porque más arriba no llegaba.
—¡¿Quieres estarte quieta?! —Shaw había hablado e intentaba
desembarazarse de ella, que pendía de él como un bolso riñonera.
—¿Entonces, no te estabas ahogando? —interrogó descolgándose de él.
—¿Cómo pretendías que me ahogara si no estaba comiendo?
—Y yo que sé, tal vez con alguna fruta del ponche, has comenzado a
ponerte rojo y pensaba que el siguiente color era el morado; no es porque no
me guste que vayas a juego con mi vestido, pero paso de estar toda la noche
con un muerto —comentó, y Shaw resopló—. ¿Entonces, qué te ha ocurrido?
¿Por qué te has puesto así? —me miró de refilón y volvió a encenderse, Keiti
desvió la mirada hacia mí y parpadeó dos veces—. No me lo puedo creer ¿te
has puesto así por Didi? ¡Joder, Shaw, que solo es un maldito vestido! Debajo
sigue habiendo la misma tabla de planchar, desgarbada y sin filtro que
tenemos como amiga.
—¡Vaya, muchas gracias, me has hecho sentir mucho mejor! Creo que
ahora la que no tienes filtro eres tú —exclamé, y Keiti rezongó.
—Es que me da rabia ver cómo afecta una simple prenda de ropa a las
personas, mira a MacLeod, no te quita ojo —comentó. Desvié la vista hacia
Cédric y en efecto, allí estaba mirándome con intensidad—. ¿Qué mosca le ha
picado? Debe ser la misma que a Shaw —añadió sarcástica. Volví la vista
hacia mi amigo que parecía muy incómodo. Shaw era muy tímido y Keiti le
estaba incomodando.
—No te preocupes, Shaw, ambos sabemos cómo es, no se lo tengas en
cuenta.
—¡Eh, pelirroja, no hables como si no estuviera! —protestó Keiti.
—Pues entonces, cierra tu enorme bocaza y no hagas sentir incómodo a
Shaw, simplemente se ha sorprendido igual que Cédric —la regañé. Ella abrió
los ojos.
—¿Y desde cuándo el capullo de MacLeod ha pasado a ser Cédric? —
preguntó incrédula.
—Desde que me ha traído aquí y se ha disculpado por ser tan imbécil en
el pasado, no es lo que parece Keiti —declaré. Ella se cruzó de brazos.
—Claro, y eso lo sabes porque tras años ignorándote ha decidido que
cuando Cenicienta se ha convertido de fregona en princesa merece la pena.
—¡Yo no soy Cenicienta

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