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Principio 12

-Presencia-

Cosas malas suceden a los líderes del ministerio y a las comunidades cuando el trabajo del
liderazgo del ministerio comienza a olvidar la presencia del Señor.

No hablo de volverse teológicamente liberal, sino de la peligrosa brecha que a menudo


comienza a crecer en el liderazgo del ministerio, entre nuestra teología confesional y
nuestra teología funcional. Hay momentos en que lo que decimos que creemos no parece
estar guiando nuestras acciones, reacciones y respuestas, o el estado de nuestras emociones.

Si eres un líder de una iglesia o ministerio, probablemente estés concentrado y ocupado, y


también puedes estar en peligro de estar tan centrado en ti mismo que te hayas convertido
en una presencia amnésica. Liderar un ministerio sin la presencia del Señor llenando los
ojos de tu corazón es peligroso para cualquier líder o comunidad. Si vemos la creación y no
vemos la gloria y la presencia de quien lo creó todo y controla hasta hoy, entonces es
posible ver tu ministerio y olvidar que todo lo bueno que hay es obra de manos más
grandes que las tuyas.

ESTUDIO DE CASO 1: PRESENCIA Y GLORIA

Daniel 4 y Nabucodonosor como caso de estudio. El mensaje principal del evangelio de


Daniel es recordarnos que Dios gobierna las naciones y la historia humana en Su plan de
redención para nuestro bien y Su gloria. Al mismo tiempo, parece importante preguntarse
por qué hay tantos detalles en Daniel.

¿Podría ser que los detalles estén ahí para ilustrar una vez más la lucha humana
fundamental y la obra transformadora de la gracia de Dios en respuesta a ella?

A continuación, hay una porción de Daniel 4 (vv. 24-37), quien interpreta el confuso sueño de
Nabucodonosor. Este rey pagano es diferente en muchas formas a cualquier líder de
ministerio; por otro lado, hay algo importante en común: la tentación a la auto
glorificación. Estará ahí hasta que el pecado sea completamente erradicado de nuestros
corazones. El centro del pecado es la auto glorificación. Pablo nos recuerda en 2 Corintios
5:15 que Jesús vino para que los que viven ya no vivan para sí mismos. Nabucodonosor es
presentado en las Escrituras como un ejemplo radical de lo que se esconde en el corazón
de todos. De esta forma, este pasaje debería exponernos, condenarnos y animarnos a todos.
Nabucodonosor es realmente un hombre, igual que nosotros. (Daniel 4:24-37).---leerlo---

Hay una advertencia que toda comunidad de ministerio debe escuchar y considerar
constantemente con atención. Si no estamos viviendo enfocados en la presencia y la gloria
de Dios y como el motivador principal de todo lo que decimos y hacemos, lo que decimos
y hacemos será impulsado por la gloria a nosotros mismos. Todo ser humano está orientado
a la gloria, porque esa orientación está destinada a llevarnos a Dios. Así que todos vivimos
siempre para algún tipo de gloria. Es importante entender que este es uno de los principales
campos de batalla espiritual en el liderazgo del ministerio. Para los líderes del ministerio, el
éxito es más peligroso espiritualmente que el fracaso, más poder a diferencia de ningún
poder, nos tienta a dominar, la aclamación es una potencial trampa espiritual más que el
rechazo, y la experiencia lleva consigo más tentaciones que las incógnitas al comenzar.

Es vital que ministremos y dirijamos siempre enfocados en la presencia y la gloria de Dios.


Si no lo hacemos, este pasaje nos advierte tres cosas que invariablemente sucederán. El
versículo 27 nos alerta sobre la primera: «Por lo tanto, yo le ruego a Su Majestad […]
Renuncie usted a sus pecados y actúe con justicia; renuncie a su maldad y sea bondadoso
con los oprimidos…». Si la gloriosa presencia de Dios no llena nuestros ojos y gobierna
nuestro corazón, no lideraremos a la sumisión al Señor y al amor por los demás, sino a
nosotros mismos y a nuestra gloria. Nota que el versículo 27 se refiere a los dos grandes
mandamientos: amar a Dios sobre todo (practicar la justicia) y amar al prójimo como a uno
mismo (mostrar misericordia a los oprimidos). Cuando, como líderes, estamos diariamente
asombrados por la presencia y la gloria de Dios (no me refiero a la teología confesional,
sino de nuestra conciencia), llevamos a cabo nuestro trabajo con gozo cumpliendo los dos
grandes mandamientos, trabajando para la gloria de Dios y el bien de los demás. Pero si nos
convertimos en presencias y glorias amnésicas, nuestras acciones serán impulsadas por
motivos muy diferentes.

No debemos olvidar la presencia y la gloria de Dios, no sea que dejemos de hacer lo que
hacemos por lealtad a Él y amor a los demás, y lo hagamos por nosotros mismos.

Daniel 4:30 nos alerta un segundo peligro de perder de vista la presencia y la gloria de
Dios: «… ¡Miren la gran Babilonia que he construido como capital del reino! ¡La he
construido con mi gran poder, para mi propia honra!». ¡Qué declaración tan alucinante y
espiritualmente falsa! Era imposible que Nabucodonosor estuviera en su posición solo por
su poder. El libro de Daniel es un argumento contra tal perspectiva del engrandecimiento
propio. Pero esta dinámica espiritual debe ser una advertencia a cada comunidad de
liderazgo en el ministerio. Si no estamos haciendo nuestro trabajo enfocados en la
presencia y la gloria de Dios, tomaremos crédito por lo que nunca podríamos instituir,
producir y controlar por nuestra cuenta.

A los líderes se nos da demasiado crédito por los resultados de nuestro ministerio, y
deberíamos resistirlo. La gente tiende a pensar que tenemos mucho más poder y sabiduría
de la que realmente tenemos. El éxito del ministerio es un testimonio de quién es Dios y lo
que está dispuesto a hacer a través de nosotros por gracia. No tenemos ninguna habilidad
para controlar todas las cosas que necesitan para el éxito del ministerio. No tenemos control
sobre nuestros dones. No tenemos el poder de volver los corazones de las personas al
Señor. Somos herramientas en las manos de alguien con un poder, una gloria y una gracia
impresionantes, y nada más. Como dice Romanos 11:36: «Porque todas las cosas proceden de
él, y existen por él y para él. ¡A él sea la gloria por siempre! Amén».
Hay una tercera cosa en este pasaje de Daniel en la humillación de Nabucodonosor. Si Dios
solo quería traer juicio sobre Nabucodonosor, no habría un sueño y su interpretación. El
sueño y su interpretación eran las advertencias de Dios. Incluso las advertencias más duras
en las Escrituras son expresiones de gracia, Dios dando a la gente una oportunidad más
para escuchar, examinar, confesar y arrepentirse. Así que la humillación de Nabucodonosor
no fue un juicio sino gracia. Y al entregar su gloria a la gloria del Señor, su realeza fue
devuelta aún más grande que antes.

Dios no entregará Su gloria a alguien más. No quiere que nos atribuyamos el mérito de lo
que solo Él puede hacer. Así que nos llevará a esos momentos en los que nos enfrentamos a
la humillación de nuestra propia devastación. Esos momentos en los que todo se derrumba.
Cuando el pecado es expuesto o cuando el liderazgo del ministerio es eliminado, no es un
juicio, sino un misericordioso rescate. Sabemos que nuestro juicio fue soportado por Jesús,
así que Dios nos humilla porque nos ama y nos atrae una vez más a Él, para vivir y liderar
una vez más dentro de los sabios y amorosos límites que ha establecido para nosotros.

Cada comunidad de liderazgo en el ministerio debe recordar una y otra vez, la presencia y
la gloria de Dios. Esta cultura de la gloria de Dios es una protección contra la auto
glorificación, y evitará que nos atribuyamos crédito por los éxitos del ministerio que nunca
podríamos producir nosotros mismos.

ESTUDIO DE CASO 2: PRESENCIA Y GRACIA

Hay otra razón para mantener la presencia de Dios siempre presente: la necesidad de que
los líderes del ministerio continúen recordándose a sí mismos sus inagotables recursos de
protección y gracia, porque la fuente de esa gracia ha prometido nunca dejarlos ni
abandonarlos. Recordemos al ejército de Israel acampando en el valle de Ela, listo para
luchar contra el ejército filisteo. Dios ha prometido esta tierra a los hijos de Israel y se ha
comprometido a liberar Su poder para derrotar a los enemigos que encontraran allí. Este
relato de la derrota del gigante guerrero filisteo se encuentra en las Escrituras como otro
recordatorio de que Dios no solo defenderá a Su pueblo, sino que no permitirá que nada ni
nadie se interponga en el camino de Su gran plan de redención. Al mismo tiempo, la forma
en que sus hijos interactúan con Su plan es instructiva.

«Cada vez que los israelitas veían a Goliat huían despavoridos» (1 Sam. 17:24). Esta es la
reacción que tuvieron los líderes del ejército israelita cuando vieron a Goliat por primera
vez y recibieron su desafío. Se aterrorizaron y huyeron, y así lo hicieron durante cuarenta
días. Al leer su respuesta, debe parecer muy equivocada. Están aterrorizados no solo a
causa de Goliat, sino, fundamentalmente, porque están en medio de una amnesia teológica
devastadora. Este es el ejército de Dios todopoderoso, que está con ellos y para ellos.
Ningún poder en la tierra es capaz de decirle a Dios lo que tiene que hacer, interponerse en
Su camino o derrotarlo. Los hombres de Israel tienen miedo no solo porque Goliat es
grande y poderoso, sino porque han olvidado. Cuando un líder olvida la poderosa y gentil
presencia del Señor, también olvida quién es y qué es suyo como hijo de Dios. La amnesia
lleva a la confusión de identidad.
Porque han olvidado la gracia de Dios, que los elegiría, liberaría de la esclavitud,
preservaría en el desierto, les daría una tierra de leche y miel, y pelearía sus batallas por
ellos; están haciendo los cálculos equivocados. La realidad no son estos soldados de
tamaño normal contra este enorme guerrero filisteo; es este filisteo enclenque contra Dios
todopoderoso. Ahora, ¿quién predecirás que ganará esa batalla?

David aparece, enviado por su padre, Isaí, para llevar provisiones a sus hermanos, e
inmediatamente se molesta por la escena, y dice: «… ¿Qué dicen que le darán a quien
mate a ese filisteo y salve así el honor de Israel? ¿Quién se cree este filisteo pagano, que se
atreve a desafiar al ejército del Dios viviente?» (17:26).

Y David se ofrece para bajar al valle y enfrentarse a este feroz guerrero.

David no se ofrece como voluntario porque esté delirando, tiene una visión exagerada de
sus habilidades, o porque está lleno de sí mismo. Lo que dice a continuación nos permite
saber por qué tiene tanto valor: «… ¡Nadie tiene por qué desanimarse a causa de este
filisteo! […] Si este siervo de Su Majestad ha matado leones y osos, lo mismo puede hacer
con ese filisteo pagano, porque está desafiando al ejército del Dios viviente» (17:32, 36).
Por su propia experiencia, David está convencido de la gracia de la presencia y el poder de
Dios. Está convencido de que Dios cumple sus promesas. Esto significa que David está
convencido de que Dios está ahí con Él en el valle, y que porque lo está, David será capaz
de hacer cosas en el poder de Dios que nunca podría hacer por sí mismo. «El Señor, que me
libró de las garras del león y del oso, también me librará del poder de ese filisteo…»
(17:37). David está diciendo: «Ya he experimentado el poder de Dios en momentos de
peligro». Su recuerdo de la gracia de la presencia y el poder de Dios es la única fuente del
valor que tiene en este momento, y que traería terror a los corazones de soldados
experimentados. La derrota de Goliat es un testamento no solo del valor de David, sino de
la presencia del Señor y el ejercicio de Su poder en nombre de Israel.

Un liderazgo efectivo y a largo plazo en el ministerio requiere valor. Te enfrentarás a la


oposición. Soportarás acusaciones, malentendidos y preguntas sobre tus calificaciones. A
veces, las relaciones serán tensas y las cargas familiares te agobiarán. La enfermedad física y
la debilidad a veces pueden hacer que el ministerio parezca imposible, te sentirás débil e
incapaz, que no estás a la altura de la tarea que Dios te ha asignado. El enemigo se burlará y
te tentará. A veces tu trabajo no dará ningún fruto visible. Estarás tentado a desear un lugar
o ministerio más fácil. Puede haber momentos en los que te sentirás infravalorado y
menospreciado. A veces te sentirás sobrecargado por tratar de equilibrar el ministerio de la
familia con tu ministerio del evangelio, y parece que no vas bien en ninguna de las dos
cosas.

Cuando, como líder, en un momento de dificultad, olvidas la gracia de la presencia de Dios


y Su compromiso de mostrar Su poder por ti, te vuelves un blanco fácil para las crueles
mentiras del enemigo. Quiere crear caos dentro de ti y desunión entre tus compañeros.
Atacará tan a menudo como pueda y tomará cualquier ventaja que le des.
Como líder del ministerio, la presencia de Dios es tu esperanza, la presencia de Dios es tu
confianza, la presencia de Dios es tu refugio, la presencia de Dios es tu valor, la presencia
de Dios te llama a la humildad y a la dependencia, y la presencia de Dios es tu constante
motivación para continuar.

El liderazgo del ministerio, en su centro, se trata de una comunidad de líderes que practican
juntos la presencia del Señor.

Que Dios forme en tu corazón el espíritu expresado en estas palabras, y te bendiga con toda
la gracia que necesites para guiar en Su nombre.

2ª. Corintios 6:1-11 N.V.I. Nosotros, colaboradores de Dios, les rogamos que no reciban su
gracia en vano.  2  Porque él dice: «En el momento propicio te escuché, y en el día de
salvación te ayudé».[a] Les digo que este es el momento propicio de Dios; ¡hoy es el día de
salvación! 3  Por nuestra parte, a nadie damos motivo alguno de tropiezo, para que no se
desacredite nuestro servicio.  4  Más bien, en todo y con mucha paciencia nos acreditamos
como servidores de Dios: en sufrimientos, privaciones y angustias;  5  en azotes, cárceles y
tumultos; en trabajos pesados, desvelos y hambre.  6  Servimos con pureza, conocimiento,
constancia y bondad; en el Espíritu Santo y en amor sincero;  7  con palabras de verdad y con
el poder de Dios; con armas de justicia, tanto ofensivas como defensivas; [b]  8  por honra y por
deshonra, por mala y por buena fama; veraces, pero tenidos por engañadores;  9  conocidos,
pero tenidos por desconocidos; como moribundos, pero aún con vida; golpeados, pero no
muertos;  10  aparentemente tristes, pero siempre alegres; pobres en apariencia, pero
enriqueciendo a muchos; como si no tuviéramos nada, pero poseyéndolo todo. 11  Hermanos
corintios, les hemos hablado con toda franqueza; les hemos abierto de par en par nuestro
corazón. Amén

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