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Las sociedades humanas y los ecosistemas están en riesgo debido a la actual crisis
global marcada por el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la
contaminación del planeta. Este ha sido el contexto en las últimas décadas para una
serie de conflictos socioambientales a lo largo de Chile y de América Latina,
evidenciando tensiones y contradicciones entre el modelo de desarrollo, los límites
planetarios y las expectativas de las comunidades. Frente a esto, ha sido dominante la
narrativa del desarrollo sustentable que busca además de velar por los equilibrios
ecológicos, reducir brechas sociales y económicas integrando a las comunidades con
su medio natural y con las generaciones futuras. Sin embargo, dicha narrativa parece
estar en crisis ante una fase de declive del capitalismo global y un cambio de
hegemonía que intensifica los modos de producción ilimitada y diversifica los modos
de extracción a través de extensas cadenas de valor. Mientras tanto, en los territorios
urbanos, peri-urbanos y rurales, la histórica necesidad de construcción de alternativas
comunes se ha vuelto más aguda ante diversos riesgos y altos niveles de
incertidumbre, especialmente en materia medioambiental. Estos procesos de
construcción de alternativas comunes se desarrollan en una diversidad de ámbitos, y
han generado por ejemplo nuevas propuestas onto-epistémicas, cambios
institucionales y prácticas implementadas por los sectores públicos, privados, y, por
supuesto, las comunidades. Este eje busca describir y analizar estos procesos de
resistencia y proposición en su diversidad, para poder generar una reflexión colectiva
sobre lo común en nuestras sociedades desde la perspectiva medioambiental.
Según el ‘Democracy Report 2021’ del Instituto V-Dem, entre el año 2010 y 2020 el
porcentaje de la población mundial que vive bajo un régimen autocrático subió desde
un 48% a un 68%. En la misma línea, la libertad de expresión y de los medios de
comunicación se vió socavada en 32 países del mundo durante el mismo periodo. La
emergencia y creciente rendimiento electoral de fuerzas iliberales, ya sea con afinidad
ideológica de izquierda o derecha, desafían fuertemente la convivencia democrática.
Según Levitsky y Ziblatt (2018), las democracias contemporáneas arriesgan colapsar
justamente cuando los niveles de tolerancia y autocontrol entre actores políticos
nacionales se deterioran. Estas tendencias se encuentran cruzadas también por
nuevas configuraciones y formas de representación política, donde los movimientos
sociales adquieren creciente protagonismo, mientras la crisis de credibilidad y
confianza en los partidos políticos, agentes históricos de representación, se agudiza.
En este contexto se evidencia el desafío de aunar demandas e identidades
crecientemente particularizadas en proyectos colectivos de amplio alcance. Bajo esta
óptica, fenómenos crecientemente comunes como el populismo, la polarización
ideológica y afectiva, el abstencionismo, brechas de participación y representación
descriptiva –de género, socioeconómicas u de otro tipo–, incivilidad entre elites
políticas y en redes sociales, etnocentrismo, y otros relacionados cobran una
importancia vital para entender los riesgos presentes y futuros de la convivencia
política y social de las sociedad contemporáneas. A todos estos argumentos se suman
los efectos políticos originados en una creciente concentración del capital en pocas
manos, así como en fenómenos de desigualdad de los ingresos, lo que se traduce en
descontento y formas marcadas de desigualdad política de voz, con evidente
protagonismo en el juego político de las élites. Lo anterior describe un deterioro de la
vida en común y una verdadera degradación de la idea democrática y sus formas
institucionales.
Diversos fenómenos económicos y sociales a partir del siglo XX, tales como la
culminación del período fordista de producción económica, la consiguiente
flexibilización de los mercados laborales, el mayor acceso a la educación superior, la
erradicación de enfermedades infecciosas mortales, o la aceleración de la
secularización de las sociedades, han conducido a diversos países occidentales a
enfrentar de manera gradual pero continua, numerosos cambios demográficos.
Ejemplo de esto son los incrementos de separaciones, divorcios y cohabitación no
marital, patrones laborales discontinuos en la adultez, corresidencia intergeneracional,
aplazamiento de la paternidad, disminución de la fertilidad, envejecimiento acelerado
de la población, y extensión del empleo más allá de la edad legal de jubilación. Todos
ellos, a su vez, han generado un mayor dinamismo de las trayectorias de las personas
en términos laborales, maritales, parentales, de salud, entre otras. Por otra parte, un
creciente cuerpo de investigaciones en ciencias sociales ha evidenciado
empíricamente que son las personas más desaventajadas de la estructura social
quienes tienen cursos de vida y trayectorias más dinámicas. Esto ha significado un
gran desafío para el sistema de protección social que tiene por objetivo mitigar los
riesgos y vulnerabilidades derivados de estas nuevas formas de cursos de vida. En base
a ello, nos preguntamos sobre los cursos demográficos y su efecto en iniciativas
institucionales de protección social, a través de enfoques cualitativos y cuantitativos
(que utilicen datos clínicos, poblaciones, o administrativos).
Las movilidades humanas fueron y siguen siendo consustanciales al ser humano. Con
más de 280 millones de personas migrantes en el mundo (OIM, 2022), observamos
realidades muy heterogéneas a lo largo del planeta y al interior de nuestra región. Los
datos a nivel global indican que el principal motor de la migración sigue siendo la
búsqueda de trabajo, sin embargo, en las últimas décadas ha crecido la situación de
desplazamiento y migración forzada producto de conflictos armados, guerras, altos
contextos de violencia y crisis climática. La pandemia profundizó los riesgos y
violencias asociados a las rutas migratorias al cerrar las fronteras terrestres e
incrementar los dispositivos de control y seguridad frente a la movilidad de personas
(Álvarez et al., 2020). Por otra parte, observamos un incremento en los niveles de
xenofobia y racismo en las sociedades de acogida que profundizan las desigualdades
y en muchos casos, establecen barreras estructurales a la inclusión. La negación a los
procesos de regularización, la imposibilidad de acceder a trabajos formales, el
desarrollo políticas de expulsión y/o devolución en fronteras, son medidas o
dispositivos que generan mayor precariedad y exclusión de estos grupos. En este
escenario las preguntas por la inclusión, la convivencia y la protección de los derechos
humanos se tornan ineludibles. Especial atención adquiere la situación que enfrentan
las mujeres migrantes, así como los niños, niñas y adolescentes migrantes.
Una función central del Estado de bienestar es proveer de seguridad contra riesgos
del curso de vida, tales como enfermedad, envejecimiento o desempleo. Desde
comienzos del siglo XXI, factores tales como el envejecimiento de la población,
aumento de la desigualdad económica, migración y la polarización política están
tensionando el cumplimiento de esta función en democracias desarrolladas. Si bien
estas tendencias internacionales no son ajenas a la realidad social en Chile, la sociedad
chilena está experimentando actualmente una situación única. Las fuerzas que
emergieron en el estallido social y la actual discusión en torno a un nuevo arreglo
constitucional plantean con una fuerza social inusual la construcción de un Estado de
bienestar sobre la base de la idea de derechos sociales. En este sentido, en un contexto
global marcado por fuerzas que tensionan los Estados de bienestar, ¿cómo se sitúa la
demanda nacional por una mayor presencia del Estado en la provisión de bienestar?
Para abordar esta pregunta, invitamos a enviar propuestas que aporten a la
comprensión tanto de las dinámicas sociales que influencian los sistemas de bienestar
a escala nacional e internacional, como las bases culturales de dichos contextos
institucionales que se reflejan en preferencias y percepciones sobre redistribución y
justicia social.
POSTULACIONES
Para postular un trabajo a la IX Conferencia Internacional de COES, tanto en formato
de ponencia o póster académico, debes acceder al siguiente formulario.
I. Completa todas las casillas del formulario, incluyendo tus datos personales
(nombre, correo, ocupación y afiliación institucional), junto con la opción de
postular a ponencia o póster académico.
II. Adjunta un resumen extendido del trabajo, con una extensión máxima de
1.000 palabras (sin considerar bibliografía), en formato PDF.
Las postulaciones a través del formulario estarán abiertas hasta el día martes 23 de
agosto a las 23:59 Hrs. de Chile.
CONTACTO
Para consultas y comentarios sobre el proceso de postulación, contactarse a la
dirección de correo comunicaciones@coes.cl