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DELINCUENCIA EN LA ETAPA ADOLESCENCIA

La adolescencia según Erick Erickson (1968), “la adolescencia es definida como el período en el
que se produce la búsqueda de la identidad que define al individuo para toda su vida adulta”. La
adolescencia se caracteriza por una diversidad de transiciones en todos los aspectos del desarrollo
del adolescente; biológico, psicológico y social.

De todos los problemas en los que se pueden ver envueltos los adolescentes, uno de los que
concita mayor preocupación y temor por parte de la opinión pública es la conducta antisocial, la
delincuencia y la violencia.

La conducta humana es compleja y no hay un único factor responsable de la conducta antisocial,


cuyo desarrollo implica más bien una interacción compleja y reciproca entre factores de riesgo
ambientales y biológicos (van Goozen et al., 2007).

Los investigadores han identificado dos tipos de conducta antisocial: un tipo de indicio temprano
que empieza alrededor de los 11 años, y que tiende a conducir a la delincuencia juvenil crónica en
la adolescencia, y un tipo mas suave, de inicio tardío, que empieza después de la pubertad y que
suele surgir de manera temporal como respuesta a los cambios de la adolescencia: el desequilibrio
entre la madurez biológica y la social, el mayor deseo de autonomía y la disminución en la
supervisión adulta. Los adolescentes de inicio tardío tienden a cometer delitos relativamente
menores (Schulenberg y Zarret, 2006).

El tipo de conducta antisocial de inicio temprano es influenciado, como sugerencia la teoría de


Bronfenbrenner, por la interacción de factores que van de influencias del microsistema (como la
hostilidad entre padre e hijo, las malas practicas de crianza y la desviación de los iguales) a
influencias del macrosistema (como la estructura de la comunidad y el apoyo social del vecindario)
(Buechler, 2006; Tolan, Gorman-Smith y Henry, 2003). La evidencia indica que es probable que los
delincuentes del tipo de inicio temprano se distingan desde muy pronto, lo cual explica tanto el
indicio temprano de su comportamiento como la persistencia del mismo en la adultez. Por ejemplo,
esos adolescentes muestran un pobre control de impulsos, son agresivos y por lo general no
piensan en su futuro (Monahan, Cauffman y Steinberg, 2009).

La delincuencia juvenil es fundamentalmente adolescente, es decir, reúne toda la problemática


típica de este periodo evolutivo, pero de una forma no normalizada. Friedlander (1951) señala la
existencia de un estado de delincuencia latente; añade que la base de esa latencia es lo que se
denomina el carácter antisocial que se ha formado en el menor a través de sus primeras
relaciones. El autor considera que, aunque el menor llegue al periodo de latencia con esa
formación caracterológica antisocial o susceptibilidad, no necesariamente se hará manifiesta la
conducta delictiva, dependerá más bien de los diversos agentes que influyan en el desarrollo del
joven. Destacan las malas compañías, el trabajo inadecuado, el deambular callejero y la
desocupación como factores secundarios que, aunque no son determinantes, pueden provocar la
delincuencia si existe previamente esa susceptibilidad o carácter antisocial ya mencionados. Una
realidad social frustrante o una familia excesivamente indulgente, o bien, un entorno delictivo,
serían algunos de los aspectos de mayor importancia para que el joven adopte un estilo de vida
delictivo. La actitud reiterativa y moralizante de los padres y las instituciones ante ciertas
actividades del chico le llevarían a tener una identificación negativa. Facilitarían también la
evolución delictiva, la marginación y el poco contacto que el adolescente podría mantener con la
llamada sociedad normal.
Winnicott (1971) vinculó la delincuencia con "la falta de vida hogareña", y en
función de la problemática familiar, "el menor antisocial... apela a la sociedad
en lugar de recurrir a la propia familia o a la escuela, para que le proporcione
la estabilidad que necesita, a fin de superar las primeras y muy esenciales
etapas de su crecimiento emocional". En este sentido podemos pensar en la
importancia de la desestructuración familiar y en la falta de organización de las
escuelas como el origen de la delincuencia juvenil.

La etapa de la adolescencia siendo la transición de la niñes a la vida adulta, existen varios factores
que desarrollan la conducta antisocial en un individuo la cual lleva a la delincuencia y la violencia
juvenil, siendo estas uno de los problemas sociales mas graves, esta se de el la adolescencia
temprana ya sea por cuestiones de malas practicas de crianza y la hostilidad entre padres e hijos a
un entorno delictivo.

La mayoría de los jóvenes no comenten actos delictuosos graves.

La mayoría de los adolescentes que se involucran en la delincuencia juvenil no se convierten en


delincuentes adultos, si es que la familia de este acepta y ayuda al joven con su independencia, sin
embargo, cuando son familias disfuncionales o el joven no ve resultados positivos tienden a llevar
una vida antisocial permanente, los jóvenes que muestran esta conducta pueden ser ayudados a
través de afecto, orientación y apoyo, así estos pueden explorar sus posibilidades cuando se llega
la edad adulta.

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