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Años después de la Guerra del Santo Grial, el famoso héroe del ciclo de Ulster, el perro de

Culann, atravesaba una crisis existencial como guerrero. Ahora que la Guerra había
finalizado hace ya tanto tiempo ¿Qué podía hacer con su vida? Si bien el mundo moderno
no le faltaba guerras, Cu Chulainn consideraba que no valía la pena aventurarse a conflictos
indignos, manchados por la avaricia, el deseo de poder económico y el desprecio por las
vidas inocentes. Simplemente no había aventuras que llamaran su atención, por ninguna
parte.

Su único consuelo era viajar por muchos países diferentes, conocer sus culturas, visitar sus
lugares emblemáticos, enriquecerse de nuevas experiencias. Pero ni siquiera el turismo
internacional podía satisfacer al perro de Culann, que para aquel momento se encontraba en
Egipto, en busca de sus famosas pirámides.

El sol radiaba con fuerza aquel día, y una gran multitud de turistas se había concentrado
alrededor de una de las pirámides. Cu Chulainn se abría paso como podía entre la gente,
solo para poder tener una vista de primera fila de la maravilla arquitectónica egipcia. Pero
al salir exitosamente del gentío, su atención fue captada por otra cosa; había un demente, un
loco, sentado en una especie de trono que cargaban cuatro hombres fornidos sobre sus
espaldas, que vociferaba estrepitosamente hacia todas partes, queriendo llamar la atención
de todas las personas que habían ido allí con el solo propósito de observar las pirámides, no
escucharlo a él. Bueno, sí logró llamar la atención de alguien, del perro de Culann
específicamente, que no pudo contener una carcajada luego de ver por unos minutos a aquel
hombrecito repetir el mismo numerito con el mismo entusiasmo.

¡Hombre, para ya! -Le decía Cu, acercándose más- Nadie te presta atención, solo haces el
payaso…

¡Finalmente, alguien que tiene la decencia de responder a mi llamado! -Exclamó aquel


hombre, modulando un tono de queja- Eres el primer bienaventurado que se suma a mi
empresa. Pensé que nadie aquí tendría el valor de presentarse ante mí.

De repente otros hombres fornidos que Cu no había visto antes, lo sujetaron y lo subieron
sus hombres. Todo pasó tan rápido, que no tuvo de tiempo de reaccionar ¿Qué quería decir
aquel sujeto con el primer bienaventurado? Ahora se arrepentía de haberle dirigido la
palabra, pero se veía que ya era algo tarde para eso.
¡Vámonos, no tenemos tiempo que perder! -Exclamaba el extraño, mientras sus hombres
empezaban a caminar en la dirección que señalaba su dedo-
¡E-Espera! -Exclamó Cu, agitando sus puños en el aire- ¿A dónde crees que me llevas
maldito loco? ¡Déjame en paz!

¡Oh, cierto, que indiscreto de mi parte! -Decía el extraño, como cayendo en la cuenta de lo
tosco que habían sido sus acciones- Veamos… debes dirigirte a mí como Ozymandias, el
Rey Sol, Señor de todo Egipto -Declaraba, apuntando con su dedo a Cu- Y tú, tienes
apariencia de soldado, así que presumo que has venido a pelear por tu Rey en una cruzada
hacia lo profundo del Desierto de las Lágrimas Secas.

Conforme más se extendía, más estúpido y más desvariado le parecía aquel sujeto que se
hacía llamar Ozymandias. Desde el momento en que se proclamó Rey y Señor de todo
Egipto, ya sabía que había algo mal con él. Y lo peor era que hablaba de ir a un extraño
lugar, el Desierto de las Lágrimas Secas ¿Cómo podía estar seguro de que este demente no
lo iba a llevar a una esquina para secuestrarlo? Aunque ser secuestrado en aquel mundo era
el último de sus miedos, era desagradable ver a alguien usar métodos tan bajos y poco
refinados (¿Qué víctima se tragaría ese cuento?).

Oh ¿No lo sabes? -Preguntaba Ozymandias- En el corazón del desierto de Egipto, hay un


lugar donde las lluvias y los chubascos eran recurrentes, pero que, tras un largo periodo de
sequía, se transformó en una llanura árida y arenosa. Lo conocen como el Desierto de las
Lágrimas Secas, y los rumores cuentan que allí hay un Oasis divino en el que crece una flor
muy particular, cuya esencia no tiene nada que envidiarle a la ambrosía de los dioses. Es el
ingrediente perfecto ¡Lo necesito urgentemente! Si no me presento al evento con la flor,
habré fallado horriblemente como Rey.

Se bajo de los hombros de los hombres de Ozymandias, se dio la vuelta y empezó a


caminar lejos de él. Pero a medio camino un pensamiento lo detuvo ¿Y si este hombre no
mentía? Naturalmente tampoco se podía pensar que dijera la verdad, pero la historia sonaba
tan absurda, que difícilmente alguien la usaría como un engaño. También, sabia que aquel
hombre, aunque lo intentara, no sería capaz de hacerle el mínimo daño a él, uno de los
servants más fuertes. Tampoco tenía algo interesante que hacer después, así que volvió
sobre sus pasos para aceptar su invitación.

Está bien, qué remedio tengo, te acompañaré en tu locura -Dijo Cu, modulando un tono de
burla-
¿Locura? Acabaras por tragarte tus palabras, mundano -Sentenció Ozymandias, sacando a
relucir su personalidad de Rey, que Cu no acertaba a discernir si era auténtica o fingida-.

El viaje por el desierto de Egipto le había resultado agotador. El calor impregnaba el aire, lo
asfixiaba por dentro, y el agua que traían era poca, por lo que pronto Cu se sentía irritado.
Tenía ganas de golpear a Ozymandias ¿Como no traes suficiente agua para un viaje de
kilómetros en el desierto? Parecía hecho a propósito para colmarle la paciencia al pobre
perro de Culann.

La arena bajo sus pies empezó a estremecerse. Cu Chulainn se puso en guardia de


inmediato, materializó su arma legendaria Gae Bolg en su diestra, y se deshizo de las
prendas que llevaba. Finalmente se mostraba como quien realmente era; un héroe mítico de
la antigüedad. No tenía idea de qué hacia su compañero, solamente se concentró en el
agujero que se abría en la arena, y del que emergió un monstruoso gusano gigante, pálido,
de largos colmillos y comportamiento particularmente hostil. En el fondo de su corazón, Cu
Chulainn se regodeaba; su corazonada no había sido errada, realmente había sido llevado
hacia una emocionante aventura por aquel extravagante sujeto. Lanzó un feroz rugido de
guerra y se abalanzó contra el monstruo. Su lanza de pronto se transformó en un haz de luz
roja que atravesaba al gusano desde mil direcciones diferentes. Pero, para su sorpresa, el
monstruo apenas y había recibido daño; algunos rasguños superficiales, nada letal ¿Sería
posible que el perro de Culann tuviera que emplear su arma secreta, su Noble Phantasm,
para aniquilar a aquella criatura?

Pero mientras se debatía aquello en su mente, podría decirse que algo colosal sucedía a sus
espaldas. De repente algo tapó el sol, y el área donde se encontraban fue solapado por una
sombra inmensa, como si una ciudad levitara encima de ella. Pero lo cierto es que se trataba
de algo mas inesperado; al levantar la mirada, Cu Chulainn se encontró con un complejo
gigantesco de templos de estética egipcia que flotaba encima de ellos. Antes de que pudiera
siquiera articular una palabra, escuchó una voz que exclamaba a lo lejos:

¡¡¡ Ramesseum Tentyris !!!

Y entonces aquel conjunto de templos se desplomó cual meteorito sobre la criatura, la cual
desapareció bajo la enorme montaña de escombros que se había formado frente a Cu.
Boquiabierta, no daba crédito a lo que veían sus ojos.
¿Estás sorprendido? -Preguntaba Ozymandias, dando unos pasos al frente- No esperaba
tener que usar este recurso tan pronto, pero no podemos perder tiempo, si no nos
apresuramos alguien se llevará la flor antes que nosotros.

¡Espera! -Exclamó Cu- ¡¿Qué se supone que fue todo eso?! ¡No me digas que esto es obra
tuya!

¿No te lo había dicho? -Respondiò Ozymandias, sonriente- Soy el Rey Sol, el Señor de
Egipto, el Faraón que llevo a su nación a una época dorada. Tal vez te suene el nombre de
Ramses II

El misterio se resolvía en su cabeza como una chispa de luz que disipa la oscuridad. Aquel
hombre no era un hombre común; de hecho, no sabía decir si se le podía considerar un
“hombre”, porque provenía del mismo origen de Cu. El también era un servant, un héroe
histórico cuyo espíritu fue traído de vuelta al mundo por obra de algún master, en el
contexto de alguna Guerra del Santo Grial pasada. Las cosas tomaban un cariz diferente
ahora; aquel hombre debía saber lo que hacía, su objetivo tenía que representar un tesoro
más allá de la comprensión humana. Con mas razones el perro de Culann seguiría a
Ozymandias en su viaje.

En el corazón del Desierto de las Làgrimas Secas sobrevivía aún un pequeño Oasis, de
cuyas aguas se cuentan pueden curar cualquier enfermedad, y de cuya vegetación se
rumorea que basta comer una sola hoja para que un hombre adulto saciara su hambre
durante meses. Pero lo mas atractivo del Oasis era una delicada Flor de Loto que reposaba
sobre un nenúfar en el agua. Al aceite que segrega la flor se le atribuyen muchas
propiedades mágicas, algunas hasta surrealistas; nadie sabe con certeza que efectos produce
en el cuerpo humano, pero si algo es seguro, es que el sabor que añade a las comidas es
único en toda la Creación. Cu Chulainn se preguntaba por qué Ozymandias quería la flor
con tanto apremio. Trató de interrogarlo al respecto en varias oportunidades, pero
Ozymandias siempre lograba evadir la pregunta y cambiar el tema de conversación. A pesar
de que técnicamente eran compañeros de viaje, no podía fiarse aun del antiguo regente de
Egipto. Los Reyes siempre suelen tener las intenciones más catastróficas, y aquel chico no
sería la excepción, pensaba Cu.

Y para llegar al colmo de sus preocupaciones, en aquel Oasis les esperaba una persona
peculiar. Cu podía reconocerlo desde la distancia. Era inconfundible; ojos rojos como
rubíes, cabello rubio erizado, facciones faciales que denotaban soberbia, y una ostentosa
armadura dorada adornada con una capa que coincidía con el color de sus ojos. El famoso
Rey de los Heroes, el poseedor de todos los tesoros grandiosos del mundo, el regente de la
legendaria ciudad de Babilonia, y también, el mayor enemigo que alguna vez enfrentó el
perro de Culann, Gilgamesh. Al momento de verlo, sus sentidos entraron en un estado de
tensión. Aquel sujeto era la última persona a la que quería ver en el mundo entero. Su
presencia no presagiaba nada bueno.

Regresen por donde vinieron -Exhortó Gilgamesh, de brazos cruzados- La flor que
descansa al fondo de este Oasis me pertenece.

No -Replicó Ozymandias, dando un paso al frente- La flor que se halla aquí no pertenece a
nadie, solo al hombre que pueda tomarla.

¿E insinúas que puedes tomarla en mi presencia? -Respondió Gilgamesh- Les daré una
oportunidad para arrepentirse y volver por donde vinieron -Y, a modo de amenaza, varios
portales aparecieron a su espalda, de los que asomaban diversos tipos de armas, todos los
tesoros guerreros que el Rey de Héroes había recolectado a lo largo de su existencia-.

Me temo que no tomaremos la oportunidad -Declaró Ozymandias, respondiendo a la


amenaza de su interlocutor-.

El número de portales que había abierto Gilgamesh se multiplicó por cientos, no, por miles.
Una lluvia de armas arreciaba sobre Cu y Ozymandias, pero este último fue más rápido y
manifestó otro de sus Noble Phantasm: el Mesektet, un barco enorme y hermoso,
propulsado por la fuerza del Dios Ra, capaz de viajar a velocidades imperceptibles para el
ojo humano. En un momento los dos ya estaban a bordo, y esquivaban la avalancha de
armas como un avión supersónico sorteando cientos de ráfagas de misiles antiaéreos. El
ajetreo era tan violento, que Cu Chulainn debía sujetarse con toda su fuerza al mástil del
barco para no caer. Gilgamesh, cada vez más irritado al no poder atinarle a su objetivo,
manifestó en su diestra a su carta de triunfo: Ea, su mayor tesoro, el arma que se halla en el
pináculo de todas las armas conocidas. Ozymandias, previendo el peligro que supone el
recurso de Gilgamesh, detiene su barco y lo hace apuntar en dirección a su enemigo. Una
bola de fuego empezó a formarse frente a la proa, tan brillante y ardiente como el sol
mismo. Casi al unísono, ambos reyes recitaron las palabras que desencadenaría todo el
poder oculto de sus reliquias históricas.

¡¡¡ Enuma Elish !!!


¡¡¡ Mesektet !!!

Un remolino rojo nació del brazo de Gilgamesh hacia un haz de fuego que salió eyectado
del barco de Ozymandias. La colisión de ambas descargas de energía provoco un violento
terremoto y un estruendo ensordecedor. El poder del Mesektet y del Enuma Elish estaban
igualados; forcejeaban el uno contra el otro, tratando de sobreponerse a su contrario y
fulminar al enemigo de un golpe. Pero la habilidad del Rey Sol le producía un desgaste de
mana inmenso; no iba a poder mantener el barco por mucho tiempo. Cu Chulainn,
consciente de la situación, no se quedó ni corto ni perezoso; subió hasta la punta de la proa,
liberó la maldición que se halla dormida en su lanza, y apuntando su arma hacia la cabeza
de Gilgamesh, dejó salir todo el poder que existía en su interior y pronunció las palabras
que darían término a la titánica batalla.

¡¡¡ Gae Bolg !!!

La lanza roja penetró en el ataque de ambos reyes, como un torpedo que abre los mares, y
colisionó de lleno con Gilgamesh. Una enorme explosión se produjo en forma de una esfera
de luz roja, que tiño los cielos de sangre momentáneamente. Ozymandias, en el limite de su
poder, dejo a su barco desvanecerse como una ilusión. Para cuando ambos servants habían
tocado el suelo, el firmamento había recuperado sus colores habituales. Los dos estaban
agotados, pero el premio que se alzaba frente a ellos les daba fuerza para caminar todavía:
la legendaria Flor de Loto que reposaba sobre un nenúfar al fondo del Oasis. El Rey Sol
sumergió sus pies en el agua y tomó la flor entre sus manos. Finalmente había conseguido
lo que quería. Sin embargo, más atrás Cu todavía tenia unas preguntas que hacerle a su
compañero.

Se acabó -Decía el perro de Culann- Ya tienes tu flor ¿Ahora me dirás que piensas hacer
con ella? Recuerda que tienes que darme algo por acompañarte en tu aventura.

¡Claro, no me había olvidado de ti! -Decía Ozymandias, volviéndose hacia Cu- Veras… lo
único que puedo ofrecerte es venir conmigo al evento al cual debo llevar esta reliquia. Se
trata de un banquete, el más exquisito que conocerás en tu vida. Es un premio bastante
gordo si me lo preguntas.
No, espera… -Decía Cu, visiblemente disgustado con la respuesta de Ozymandias- ¿Me
estas jodiendo, verdad? ¿Toda esta odisea fue para que me lleves a un almuerzo? Corta esa
mierda, hombre. Dame algo que tenga valor. Por lo menos algo del aceite de la flor, estoy
seguro que lo puedo revender a buen precio en algún lado.

Ah… -Titubeaba Ozymandias- No, veras… esta flor contiene la cantidad justa que necesito
para el banquete. Lo lamento, pero es lo que hay.

El perro de Culann se sentía indignado en el fondo ¿Todo este trajín, para que el único
premio fuera comer? Al carajo con eso, mejor largarse y seguir con sus asuntos… aunque,
tampoco es que tuviera cosas muy divertidas que hacer después, y el hombre que lo
invitaba al banquete era un rey, así que debía tratarse de una velada llena de lujos y
excesos. Para entrar en calor, era una buena idea. Así que, muy a regañadientes, Cu
Chulainn acepto la invitación del Rey Sol, y lo acompañó hacia su último destino.

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