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Mexicanos investigan "monstruo acuático"

Extrañas salamandras que regeneran extremidades y partes del cerebro podrían


salvar vidas y ayudar a personas con amputaciones.

Son las 2:15 de la madrugada en el "hospital de ajolotes" ubicado en las profundidades de uno de los canales de
Xochimilco, en el Distrito Federal, México.

A la Unidad de Cuidados Intensivos llegan nadando -como pueden- los ajolotes que han resultado heridos
durante la noche. Algunos se presentan sin mandíbula, a otros les falta un ojo y siempre aparece uno al que le
falta un pedazo de cerebro. ¡Otra vez con la mitad del cerebro!, dice el médico de turno.

Después de tomarles el nombre completo, fecha de nacimiento, grupo sanguíneo, dirección y teléfono, los dejan
en la sala de recuperación sin ofrecerles ningún tratamiento.

Si tuvieran un sindicato, organizarían una huelga de hambre por tamaña injusticia social. Pero no. No protestan.
Y no lo hacen porque los ajolotes no necesitan tratamiento.

"Asombrosa capacidad"

La verdad es que tienen una de las mayores capacidades regenerativas del planeta.

Bastaría con que los dejen descansar en paz en la sala de recuperación de este hospital imaginario, para que en
poco tiempo vuelvan a su vida normal de salamandras en los ríos del sur de la capital mexicana.

Eso porque en el mundo real los ajolotes -anfibios de unos 20 centímetros de largo- pueden regenerar
naturalmente extremidades completas y hasta partes del cerebro.

Esta capacidad, que los ha convertido en seres casi "sobrenaturales", llama la atención de científicos en distintas
partes del mundo que han modificado su genética para descubrir cómo ayudar a las personas con amputaciones
o con enfermedades degenerativas como el alzheimer.

Esperanza para los soldados

No es casual que el Departamento de Defensa de Estados Unidos haya donado más de US$6 millones a
investigaciones dirigidas a estudiar a este ser vivo, con la esperanza de que algún día sirvan para aliviar a los
soldados que perdieron extremidades en guerras como las de Irak o Afganistán.

"En México estamos intentando identificar las moléculas que ayudan a la regeneración, con el objetivo de
extrapolar esa capacidad regenerativa a los humanos", dice Jesús Chimal, investigador de la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM).

"En los experimentos que estamos realizando, a veces cortamos extremidades de los ajolotes y tratamos de
detectar los factores que reprimen la regeneración", comenta.

Este tipo de investigación, cuenta Chimal, avanza dentro de sus limitaciones ya que los recursos para la ciencia
son escasos en México.
"Dios del rayo fulminante"

Este anfibio urodelo, que tiene branquias externas muy largas, cuatro extremidades y una cola comprimida
lateralmente, es también conocido como el "monstruo acuático" por su singular aspecto.

Los aztecas, que comían ajolotes y los usaban para sanar enfermedades, creían que estos animales eran la
reencarnación del dios del rayo fulminante Xólotl, quien habría experimentado una metamorfosis para evitar que
lo sacrificaran.

Hasta el escritor argentino Julio Cortázar los inmortalizó en su cuento "Axolotl", que es el nombre de los ajolotes
en lengua Náhuatl.

Aunque actualmente están bajo peligro de extinción, se reproducen con facilidad en los laboratorios,
principalmente en países como Alemania y Estados Unidos.

De hecho, hoy en día hay más ajolotes en cautiverio que en su hábitat natural.

Sólo la punta de los dedos

Algunos científicos han planteado que, en un par de décadas, los humanos serán capaces de regenerar
extremidades como lo hacen los ajolotes, pero otros investigadores son más cautos.

"No se puede hablar de un plazo, es muy arriesgado", dice Chimal, particularmente porque hay investigaciones
que no se han publicado y que aún están en proceso de elaboración.

"En humanos, se han visto casos de regeneración de la punta de los dedos, pero nada más. Espero poder tener
la suerte de ver algún día la regeneración de un elemento esquelético. ¿Por qué ellos sí y nosotros no?", se
pregunta el científico.

A ver si algún día el ser humano se puede acercar, al menos un poco, a la capacidad regeneradora que tenía
Prometeo en la mitología griega, aquel que fue castigado por Zeus a que un águila le comiera el hígado, pero
que misteriosamente le volvía a crecer durante la noche.

Quizás el secreto lo tienen los ajolotes mexicanos.

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