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IGLESIA UNIDA METODISTA

PENTESCOSTAL RENGO

ESTUDIO BÍBLICO

LECCIÓN: HEBREOS 11 : 20 – 28
TEXTO : ROMANOS 14 : 7 –8
Introducción
¿Recuerda usted lo que sentía cuando era niño y se acercaba su cumpleaños?
Se sentía emocionado y ansioso. Tenía la certeza de que recibiría regalos y otros
obsequios. Pero algunas cosas serían una sorpresa. Los cumpleaños combinan
seguridad y expectación. ¡Así es también con la fe! La fe es la convicción basada
en las experiencias pasadas de que, con toda seguridad, Dios nos dará nuevas
sorpresas.

El capitulo 11 es recuento conmovedor de fieles del A.T que algunos autores lo


han titulado como “ El salón de la fama de los santos” “ La lista de honor de
santos del A.T” “ Los héroes de la fe”. Todos estos hombres dan testimonio del
valor que tiene vivir por fe. Ellos conforman la gran nube de testigo que menciona
el autor en hebreos capitulo 12.

Retroalimentación lección anterior


11.6 Creer que Dios existe es sólo el comienzo; aun los demonios creen (Santiago
2.19, 20). Dios no se conformará con un simple conocimiento de su existencia. Él
quiere una relación personal y dinámica con usted que transformará su vida.
Quienes con sinceridad lo buscan hallarán que son premiados con la presencia
íntima de Dios.

Lección de Hoy

11.20 Isaac fue el hijo prometido a Abraham y Sara en su vejez. Fue por medio de
Isaac que Dios cumplió con su promesa de dar a Abraham descendientes que no
podrían contarse. Isaac tuvo hijos mellizos: Jacob y Esaú. Dios eligió a Jacob, el
menor de ellos, para continuar, por medio de él, el cumplimiento de su promesa
hecha a Abraham. Para mayores detalles acerca de Isaac, véase Génesis 22.
11.21 Jacob fue hijo de Isaac y nieto de Abraham. Los hijos de Jacob vinieron a
ser los padres de las doce tribus de Israel. Aun cuando Jacob (también llamado
«Israel») estaba a punto de morir en tierra extraña, creyó la promesa de que los
descendientes de Abraham serían como la arena del mar y que Israel llegaría a
ser una gran nación (Génesis 48.1–22). La verdadera fe nos permite ver más allá
del sepulcro. Para mayores detalles sobre Jacob y Esaú, véanse Génesis 26 y 27.
11.22 José, uno de los hijos de Jacob, fue vendido como esclavo por sus
hermanos celosos (Génesis 37). Con el tiempo, José fue vendido nuevamente,
esta vez a un oficial del Faraón de Egipto. Por su fidelidad a Dios, José fue puesto
en un alto puesto en Egipto. Aunque pudo haber aprovechado esa posición para
levantar un imperio personal, recordó la promesa de Dios a Abraham. Después
que se reconcilió con sus hermanos, trajo a su familia para que estuviera cerca de
él, y pidió que sus huesos fueran llevados a la tierra prometida cuando los judíos
al fin salieran de Egipto (Génesis 50.24, 25). Fe significa confiar en Dios y cumplir
su voluntad, a pesar de las circunstancias o consecuencias. Para mayor
información sobre José, véase Génesis 37.
La bendición de este pasaje contiene la unión y el traspaso de generación a
generación de las promesas recibidas, como la "tierra prometida"
11.23 Los padres de Moisés confiaron a Dios la vida de su hijo. No eran padres
orgullosos sino creyentes que tenían fe de que Dios cuidaría de él. Como padre,
¿confía usted en que Dios cuidará de sus hijos? Dios tiene un plan para cada
persona y la tarea de usted es orar por sus hijos y prepararlos para que lleven a
cabo la obra que Dios ha planeado que realicen. La fe nos permite confiarle a Dios
incluso a nuestros hijos.
11.24–28 Moisés fue uno de los grandes líderes de Israel, un profeta y legislador.
Pero cuando nació, su pueblo era esclavo en Egipto y los líderes egipcios habían
ordenado que muriera todo niño hebreo. Moisés fue protegido y la hija del Faraón
logró que Moisés llegara a ser parte de la familia real (Éxodo 1; 2). Fue necesaria
la fe para que Moisés renunciara a su lugar en el palacio, pero pudo hacerlo
porque vio el carácter fugaz de la riqueza y del prestigio. Es muy fácil ser
engañados por las ventajas temporales de la riqueza, la popularidad, el nivel social
y los logros, y no ver las ventajas eternas del reino de Dios. La fe nos ayuda a
mirar más allá del sistema de valores del mundo para ver los valores eternos del
reino de Dios.
Moisés renunció a toda la gloria de Egipto, renunció a ser príncipe y posible
sucesor al trono, es decir, prefirió ser esclavo a ser millonario sobre esta tierra,
consideró como mayor gloria ser parte del pueblo de Dios, porque había
comprendido que solo era peregrino y forastero esperando una patria mejor.

Vs. 26-28 "Mirando al galardón, viendo al invisible"


Solo por medio de la fe en el Señor, podemos "llamar las cosas que no son como si
fueran" (Ro 4:17).
Estos versos nos muestran a Moisés, en fe mirando al galardón, y en ello
encontramos el respaldo de sus decisiones, él podía renunciar a todo los tesoros y
riquezas, pues comprendían que eran temporales, tal como eran los deleites que
originaban, y solo la patria prometida era eterna.
Moisés manifestó su decisión al defender a uno de sus hermanos y tuvo que dejar
esta nación, no importando el enojo del rey ni el poderío de su gran ejército, sino
que su sustento fue la fe en Dios, pudo contemplar por la fe la verdadera gloria
celestial.

Finalmente el autor hace mención a la experiencia que vivieron los israelitas


ochenta años después (Ex 12), cuando comparten en Egipto la cena pascual y como
por la fe obedecen la orden de Dios y sacrifican un cordero esparciendo la sangre en
los postes de la casa, garantizando con ello la protección divina, y posterior
liberación de su pueblo. (¡cómo deben haberse mofado los egipcios al ver la
sangre en los postes de las puertas!) y a cruzar el Mar Rojo.

Conclusión

¿Cómo se puede ver lo invisible?, porque si lo vemos deja de ser invisible.


Pero de Moisés se nos dice que se sostuvo como viendo al Invisible, que es el
mismo Dios manifestado.

Una señora observaba un cuadro en una exposición de pinturas y se volvió al pintor


y le dijo: "Yo no veo en la naturaleza esas bellezas que usted pinta en sus cuadros".
El pintor le respondió: "Realmente lo siento. Yo sí las veo y me deleito en
contemplarlas".
Del mismo modo que el ojo del artista tiene una capacidad especial para observar
las bellezas de la naturaleza, el ojo de la mente iluminada por el Espíritu Santo
tiene una virtud espiritual especial para contemplar al invisible y deleitarse en las
glorias inmarcesibles del siglo venidero.
"Alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la
esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en
los santos" Ef. 1:18.

"Alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la


esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en
los santos" Ef. 1:18.
. Isaac (v. 20; Gn 27).
Creyó la Palabra que le había trasmitido Abraham y confirió la bendición a Jacob.

F. Jacob (v. 21; Gn 48).


A pesar de sus fracasos Jacob tenía fe en la Palabra de Dios y bendijo a Efraín y
Manasés antes de morir.

G. José (v. 22; Gn 50:24ss; Éx 13.19; Jos 24.32).


José sabía que Israel un día sería libertado de Egipto, porque eso es lo que Dios le prometió
a Abraham (Gn 15.13–16). Es asombroso que José incluso tuviera fe después de atravesar
tantas pruebas y de haber vivido en Egipto casi toda su vida.

H. Moisés (vv. 23–29; Éx 1–15).


Los padres de Moisés tuvieron fe para esconderlo puesto que Dios les había dicho (de
alguna manera) que era un niño especial (Hch 7.20). La fe de Moisés le llevó a rehusar la
posición en Egipto y a identificarse con Israel. De nuevo vemos la recompensa de la fe (v.
26) en contraste con los placeres temporales del pecado. La fe en la Palabra condujo a la
liberación en la Pascua

Las lecciones de este capítulo son muchas, pero tal vez sería provechoso mencionar unas
pocas. (1) Dios obra mediante la fe y sólo por la fe. Ejercer fe es la única manera de
agradarle y recibir su bendición. (2) La fe es un don de Dios por medio de la Palabra y del
Espíritu. No es algo que «desarrollamos» por nosotros mismos. (3) La fe siempre es
sometida a prueba; a veces parece que confiar en Dios es algo absurdo, pero la fe al final
siempre triunfa.

1.1 Dos palabras describen nuestra fe: confianza y certeza. Estas dos cualidades necesitan
un punto inicial y final seguros. El punto inicial de la fe es creer en el carácter de Dios: Él
es quien dice ser que es. El punto final es creer en las promesas de Dios: Él hará lo que
dice. Cuando creemos que Dios cumplirá sus promesas, a pesar de que todavía no las
vemos hechas realidad, mostramos verdadera fe (véase Juan 20.24–31).
11.3 Dios habló y se creó de la nada el universo; declaró que sería y fue. Nuestra fe está
puesta en el Dios que creó el universo con su palabra. La palabra de Dios tiene un poder
impresionante. Cuando Él habla, ¿usted oye y responde? ¿Cómo puede prepararse mejor
para responder a su palabra?
11.4 Caín y Abel fueron los primeros hijos de Adán y Eva. Abel ofreció un sacrificio que
agradó a Dios; en cambio, el sacrificio de Caín fue inaceptable. El perfil de Abel se halla en
Génesis 6. El perfil de Caín se encuentra en Génesis 7. El sacrificio de Abel (un animal
expiatorio) fue más aceptable a Dios porque fue un sacrificio de sangre y, más importante
aun, por la actitud con que Abel la ofreció.

11.7 Noé sufrió el rechazo porque era diferente de sus vecinos. Dios le encomendó la tarea
de construir un barco enorme en medio de un territorio seco, y aunque el mandato de Dios
no parecía tener sentido, Noé obedeció. Cuando Noé obedeció, se volvió un extraño para
sus vecinos; tal como las nuevas creencias de los judíos cristianos, indudablemente,
hicieron que sobresalieran entre los suyos. Cuando usted obedece a Dios, no se sorprenda si
otros lo consideran «diferente». Su obediencia hace que la desobediencia de ellos se
destaque. Recuerde que si Dios le ordena hacer algo, Él le dará la fuerza necesaria para
llevar a cabo dicha tarea. Para mayores detalles relacionados con Noé, véase Génesis 8.
11.8–10 Abraham era un hombre de fe. Al mandato de Dios, dejó su hogar y se fue a otra
tierra; obedeció sin discutir (Génesis 12.1ss). Creyó en el pacto que hizo Dios con Él
(Génesis 12.2, 3, 13.14–16; 15.1–6). En obediencia a Dios, Abraham estuvo incluso
dispuesto a sacrificar a su hijo Isaac (Génesis 22.1–19). No se sorprenda si Dios le pide que
renuncie a su ambiente conocido y seguro a fin de cumplir su voluntad. Para mayor
información sobre Abraham, véase Génesis 18.
11.11, 12 Sara era la esposa de Abraham. No pudieron tener hijos después de muchos años
de matrimonio. Dios le prometió un hijo a Abraham, pero Sara dudó de que pudiera quedar
encinta ya que era de edad avanzada. Al comienzo ella se rió, pero más tarde creyó
(Génesis 18). Para mayores detalles sobre Sara, véase Génesis 19.
11.13 Podemos llegar a darnos cuenta de que somos «extranjeros y peregrinos» gracias a
las circunstancias. Podemos comprenderlo tarde en la vida o como resultado de tiempos
difíciles; pero este mundo no es nuestro hogar. No podemos vivir aquí por siempre (véase
también 1 Pedro 1.1). Para poder actuar cuando Dios nos habla, es conveniente que no
estemos tan apegados a los deseos y a los bienes de este mundo.
11.13–16 Las personas de fe que se mencionan aquí murieron sin haber recibido todo lo
que Dios les había prometido, pero nunca perdieron su visión del cielo (una patria «mejor»,
«celestial»). Muchos cristianos se sienten frustrados y derrotados porque sus necesidades,
deseos, expectativas y demandas no son satisfechas de inmediato cuando creen en Cristo.
Llegan a impacientarse y quieren rendirse. ¿Se siente usted desalentado porque el logro de
sus objetivos parecieran estar muy lejos? Reciba valor de estos héroes de la fe que vivieron
y murieron sin ver el fruto de su fe en la tierra y aun así siguieron creyendo (véase 11.36–
39).
11.17–19 Abraham estuvo dispuesto a dar a su hijo cuando Dios se lo pidió (Génesis 22.1–
19). Dios no permitió que Abraham le quitara la vida a su hijo Isaac porque la orden era
para probar la fe de Abraham. En lugar de quitarle su hijo, Dios le dio a Abraham toda una
nación de descendientes por medio de Isaac. Si está atemorizado de confiar en Dios con su
más preciado bien, sueño o persona, preste atención al ejemplo de Abraham. Como estuvo
dispuesto a renunciar a todo por Dios, recibió en recompensa más de lo que pudo imaginar.
Lo que llegamos a recibir, sin embargo, no siempre es inmediato o en la forma de bienes
materiales. Después de todo, los bienes tangibles vienen a ser las recompensas que menos
satisfacen. Nuestra mejor y mayor retribución nos espera en la eternidad.
11.31 Cuando Josué planeó la conquista de Jericó, envió espías para investigar sobre las
fortificaciones de la ciudad. Ellos hallaron a Rahab, quien tenía dos cosas en su contra: era
gentil y prostituta. Pero mostró que tenía fe en Dios al dar acogida a los espías y al confiar
en que Dios protegería a su familia y a ella cuando fuera destruida la ciudad. La fe nos
ayuda a cambiar y hacer lo que es correcto a pesar de nuestro pasado o de la desaprobación
de los demás. Para mayor información sobre Rahab, véase Josué 3.
11.32–35 El Antiguo Testamento presenta la vida de varias personas que tuvieron esas
grandes victorias. Josué y Débora conquistaron reinos (el libro de Josué, Jueces 4; 5).
Nehemías administró justicia (el libro de Nehemías). Daniel fue protegido de la boca de los
leones (Daniel 6) Sadrac, Mesac y Abed-nego fueron protegidos en el horno de fuego
(Daniel 3). Elías escapó de las espadas de los escuderos de la reina malvada Jezabel (1
Reyes 19.2ss). Ezequías llegó a ser fuerte después de una enfermedad (2 Reyes 20).
Gedeón fue poderoso en la batalla (Jueces 7). Un hijo de una viuda fue resucitado por el
profeta Elías (2 Reyes 4.8–37).
Nosotros también podemos tener victoria mediante la fe en Cristo. Nuestras victorias
pueden ser parecidas a las que tuvieron los santos del Antiguo Testamento, pero es más
probable que cada una de nuestras victorias esté directamente relacionada con la función
que Dios quiere que desempeñemos. A pesar de que nuestro cuerpo se deteriora y muere,
viviremos por siempre gracias a Cristo. En la resurrección prometida, aun la muerte física
será derrotada y la victoria de Cristo será completa.
11.32–40 Estos versículos resumen la vida de otros grandes hombres y mujeres de fe.
Algunos tuvieron victorias sobresalientes, aun a pesar de la amenaza de la muerte. Pero
otros fueron severamente maltratados, torturados y hasta asesinados. Tener una fe
inquebrantable en Dios no garantiza una vida despreocupada y feliz. Por el contrario,
nuestra fe casi nos garantiza cierta forma de maltrato del mundo. Mientras estemos en la
tierra tal vez jamás logremos ver el propósito de nuestro sufrimiento. Pero sabemos que
Dios cumplira las promesas que nos ha hecho. ¿Cree que Dios cumplirá su promesa para
usted?
11.35–38 Muchos piensan que el dolor es la excepción en la vida cristiana. Cuando el
sufrimiento tiene lugar dicen: «¿Por qué a mí?». Sienten como si Dios los hubiera
abandonado o que quizá no era tan confiable como pensaban. En realidad, vivimos en un
mundo malvado, y la vida incluye mucho sufrimiento, incluso para los creyentes. Pero Dios
sigue dominando las circunstancias. Él permite que algunos cristianos lleguen a ser mártires
por la fe, y permite que otros sobrevivan a la persecución. En lugar de preguntarse «¿Por
qué a mí»?, es mejor decir «¿Por qué no a mí?». Su fe y los valores morales de este mundo
están en pugna. Si esperamos dolor y sufrimiento, no nos aplastarán cuando ocurran.
También podemos recibir consuelo al saber que Jesucristo sufrió de igual modo. Él
comprende nuestros temores, nuestras debilidades y nuestros desalientos (véanse 2.16–18;
4.14–16). Ha prometido no dejarnos nunca (Mateo 28.18–20) e intercede en nuestro favor
(7.24, 25). En tiempos de dolor, persecución o sufrimiento debemos confiar plenamente en
Cristo.
11.39,40 Se le ha llamado a Hebreos la galería de la fama de la fe. No hay duda de que el
autor sorprendió a sus lectores con esta conclusión: estos héroes judíos admirables no
recibieron el premio total de parte de Dios porque murieron antes que Cristo viniera. En el
plan de Dios, ellos y los creyentes cristianos (que de igual manera soportaron muchas
pruebas) serán recompensados juntos. Una vez más Hebreos muestra que el cristianismo
ofrece una mejor alternativa que el judaísmo.
11.40 Hay solidaridad entre los creyentes (véase 12.23). Los creyentes del Antiguo y del
Nuevo Testamentos serán glorificados juntos. No sólo somos uno en el cuerpo de Cristo
con todos los que están vivos, sino que también somos uno con todos los que ya han vivido.
Todos somos necesarios para ser perfectos en Él.

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