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Fármacos psicoactivos:
tolerancia, abuso y
dependencia.
Una introducción a la
farmacología psicoactiva
INTRODUCCIÓN .............................................................................................. 2
NOCIONES GENERALES DE SUSTANCIAS Y FÁRMACOS PSICOACTIVOS .................... 2
CLASIFICACIÓN............................................................................................... 3
DEPRESORES DEL SNC ................................................................................ 4
OPIOIDES .................................................................................................. 5
ESTIMULANTES DEL SNC ............................................................................ 6
APARTADO SOBRE EL MDMA Y EL ESTRÉS POSTRAUMÁTICO .................................. 7
ALTERACIONES FISIOLÓGICAS Y CONDUCTUALES COMO RESPUESTA A LOS
FÁRMACOS PSICOACTIVOS ............................................................................... 8
EFECTOS DE LOS DEPRESORES ................................................................... 9
EFECTOS DE LOS OPIOIDES ........................................................................ 9
EFECTOS DE LOS ESTIMULANTES .............................................................. 10
FARMACODEPENDENCIA .................................................................................. 10
PRINCIPALES TEORÍAS SOBRE EL APRENDIZAJE Y SU RELACIÓN CON LA
FARMACODEPENDENCIA ........................................................................... 11
DOPAMINA: FUNCIÓN Y RELACIÓN CON LA DEPENDENCIA DE PSICOFÁRMACOS ...... 11
FACTORES DE VULNERABILIDAD PARA DESARROLLAR UNA ADICCIÓN .................... 12
CONCLUSIÓN ................................................................................................. 14
BIBLIOGRAFÍA ............................................................................................... 15
ANEXO .......................................................................................................... 16
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Trabajo Práctico Neuropsicología:
INTRODUCCIÓN
El desarrollo del presente trabajo tendrá como objetivo la interiorización en la temática de fármacos
psicoactivos, comenzando por una introducción a las nociones básicas del tema como su definición, su
clasificación según el estatus sociolegal, y una descripción de las diferencias entre tolerancia, abuso y
dependencia. Seguido de ello nos centraremos en su clasificación según sus efectos, divididos en: Depresores
del SNC, opioides y estimulantes del SNC, incluyendo un apartado sobre el MDMA. También haremos foco en
los efectos bioconductuales que corresponden a cada categoría, para pasar luego a explayarnos sobre
farmacodependencia, su definición según la OMS y diferenciación entre dependencia física y psíquica, para
continuar con teorías sobre el aprendizaje, su relación con la misma y también la función de la dopamina en
todo este proceso.
Finalmente haremos un breve abordaje respecto de los factores de vulnerabilidad para desarrollar una
adicción que consideramos más relevantes para la temática tratada, tales como la predisposición genética,
epigenética, la plasticidad cerebral, las funciones ejecutivas y el estrés. Haremos mención también de las líneas
actuales de investigación respecto de estas temáticas.
Las sustancias psicoactivas, mejor conocidas como drogas psicoactivas, son sustancias que al ser
consumidas pueden modificar la conciencia, el estado de ánimo o los procesos de pensamiento de una
persona. Según su estatus sociolegal, el uso de estas sustancias se divide en tres categorías. En primer lugar,
muchas son utilizadas como medicación, los distintos sistemas médicos reconocieron desde hace mucho su
utilidad para aliviar el dolor, ayudar al sueño o la lucidez y tratar desórdenes del estado de ánimo. Actualmente,
la mayoría de estás medicaciones son de consumo restringido bajo receta médica, sin embargo, algunas de
estas sustancias también son utilizadas con frecuencia como “automedicación” para aliviar malestares por
desórdenes físicos, mentales o los efectos secundarios de otras medicaciones.
Una segunda categoría de su uso es el ilícito siendo que la mayoría de los países considera como
comercio y uso no médico de los opiáceos, cannabis, alucinógenos, cocaína y otros estimulantes, al igual que
de los hipnóticos y sedantes. A pesar de estas prohibiciones, el uso de psicoactivos está muy difundido en
numerosas sociedades, sobre todo, entre adultos jóvenes para disfrutar de sus propiedades.
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La tercera categoría de uso es el consumo legal para cualquier propósito elegido por el consumidor.
Estos propósitos pueden ser diversos y no necesariamente tienen que ver con las propiedades psicoactivas de
la sustancia en sí, sin embargo, es conveniente destacar que inevitablemente el uso de las mismas está
aparejado con sus propiedades y debe realizarse a conciencia.
Antes de continuar con la descripción de las distintas clasificaciones de los fármacos psicoactivos,
debemos definir los siguientes términos: tolerancia, abuso y dependencia. Por tolerancia entendemos que,
como resultado de su administración continuada, el sujeto presenta menor sensibilidad la sustancia, de tal
forma que la dosis habitual produce un efecto menor, por lo que progresivamente se necesita de dosis más
altas para producir los efectos deseados. Por otro lado el abuso se da cuando el uso es continuado a pesar de
las consecuencias negativas que se perciben del mismo y por último, la dependencia, surge con el uso excesivo
de una sustancia generando consecuencias negativas significativas a largo plazo.
Por dependencia, o síndrome de dependencia, según la CIE-10 (OMS, 1992), se entiende: un conjunto
de manifestaciones fisiológicas, comportamentales y cognoscitivas en el cual el consumo de una droga, o de
un tipo de ellas, adquiere la máxima prioridad para el individuo, mayor incluso que cualquier otro tipo de
comportamiento de los que en el pasado tuvieron el valor más alto. La manifestación característica del
síndrome de dependencia es el deseo, a menudo fuerte y a veces insuperable, de ingerir sustancias
psicoactivas ilegales o legales, aún cuando hayan sido prescritas por un médico. La recaída en el consumo de
una sustancia, después de un período de abstinencia, lleva a la instauración más rápida de los síntomas de la
dependencia, en comparación con lo que sucede en individuos no dependientes.
Otro concepto relevante es el de potencial adictivo de una droga, entendiendo por él mismo la
tendencia que tiene una sustancia de producir dependencia en aquellos que la usan. Así, por ejemplo, en lo
que se refiere a las drogas legales, el tabaco tiene un alto poder adictivo, ya que el fumador no puede controlar
su consumo ni fumar con moderación, excepto en raras excepciones. En cambio la mayor parte de los
consumidores de alcohol son bebedores sociales, que pueden controlar sin problemas su consumo y no beber
nada durante días o semanas.
CLASIFICACIÓN
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DEPRESORES DEL SNC
Iniciando con la primera categoría, se encuentran los Depresores del SNC, que son aquellas que
disminuyen o retardan el funcionamiento del sistema nervioso central. Producen alteración de la concentración
y en ocasiones del juicio; disminuyen la apreciación de los estímulos externos y provocan relajación, sensación
de bienestar, sedación, apatía y disminución de la tensión. Es decir, deprimen la función del SNC y producen
sedación, entre estos se puede mencionar a los sedantes e hipnóticos: benzodiazepinas y barbitúricos.
Siendo las primeras ampliamente utilizadas en tratamientos de las adicciones, pero con un manejo muy
cuidadoso, dado su potencial de abuso, por lo cual se recomienda utilizar aquellas con menor potencial adictivo:
las de menor potencia, de vida media más prolongada, de absorción más lenta y con menos mercado ilegal de
la sustancia. En adictos a drogas puede observarse la presencia concomitante de una dependencia de
sedantes que puede requerir una desintoxicación con benzodiacepinas.
En líneas generales se consideran dos tipos de benzodiacepinas: aquellas de vida media larga como
diazepam, clorazepato, clordiazepóxido, halazepam o ketazolam, que se metabolizan a nivel hepático
produciendo un metabolito activo (el nordiazepam) de vida media larga (una excepción sería el clonazepam
que tiene vida media larga aunque sin metabolito activo). Por otro lado, están las benzodiacepinas de vida
media corta que, en general, no tienen metabolitos activos, como el lorazepam o el oxazepam. El alprazolam
es una benzodiacepina de vida media corta aunque sí presenta metabolito activo. Las benzodiacepinas que se
utilizan con fines hipnóticos suelen pertenecer al grupo de vida media corta como lormetazepam, triazolam,
flunitrazepam o midazolam. El bromazepam, benzodiacepina ampliamente utilizada, tiene una vida media
intermedia, con un metabolito de actividad menor al producto original.
Existen reacciones adversas de las benzodiazepinas que se deben al desajuste de la dosis en relación
con el efecto que se desea conseguir. Aparecen sedación, somnolencia, ataxia, disartria, incoordinación motora
e incapacidad de coordinar movimientos finos o de responder verbal o motrizmente a estímulos que requieren
una respuesta rápida. Pueden producir amnesia anterógrada. Ocasionalmente pueden producir conducta
agresiva u hostil, por desinhibición, o un estado inicial de nerviosismo antes que se establezca el efecto
ansiolítico o sedante. Con preparados de acción corta pueden aparecer a veces ansiedad como fenómeno de
rebote al cesar el efecto del fármaco; en estos casos se deberían emplear productos de acción prolongada.. El
peligro aumenta si se asocian a otros depresores del SNC: alcohol, anestésicos u opioides.
En el caso de los barbitúricos, estos deprimen de manera reversible la actividad de todos los tejidos
excitables y particularmente el SNC es muy sensible a estos fármacos. Sus reacciones adversas: son que han
sido dejados de lado para el tratamiento del insomnio debido a sus numerosos efectos negativos, entre los que
se destacan: su elevada toxicidad en sobredosis; su particularidad de estimular el sistema microsómico
hepático, con aceleración del metabolismo de otros fármacos y su tendencia a provocar farmacodependencia,
aun cuando sean utilizados por períodos relativamente cortos de tiempo.
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Respecto de la tolerancia a este tipo de psicofármaco, se desarrolla en forma rápida respecto de los
efectos placenteros y sedantes, así como también a los efectos sobre la coordinación motora, pero no es así
con los efectos anticonvulsionantes. Con la abstinencia de sedantes e hipnóticos se observan ciertos efectos
opuestos a los de la droga. Así, la sobre estimulación, ansiedad, inquietud, insomnio y excitabilidad son
síntomas característicos de la abstinencia. Es posible desarrollar la dependencia de los sedantes e hipnóticos
con el uso crónico, sin importar la frecuencia o la dosis con que se consumen estas drogas.
OPIOIDES
Continuando con las drogas opioides, estas constituyen un grupo de fármacos, naturales y sintéticos,
son compuestos extraídos de la semilla de la amapola. Estas drogas abrieron el camino para el descubrimiento
del sistema opioide endógeno del cerebro. El término “opioides” incluye “opiáceos”, así como compuestos
semisintéticos y sintéticos con propiedades similares. Las evidencias sobre la existencia de receptores opioides
se basaron en la observación de que los opiáceos (la heroína y la morfina) interactúan con lugares específicos
de enlace en el cerebro. Mediante estudios farmacológicos se clasificaron los sitios de enlace con opioides en
tres clases de receptores, conocidos como receptores mu, delta y kappa. Estudios posteriores revelaron que
existen varios subtipos de cada clase de receptores. La existencia de receptores opioides hizo suponer que
estos sitios receptores podrían ser los blancos de las moléculas opiáceas que existen de forma natural en el
cerebro. En 1975 se descubrieron dos péptidos que actúan en los receptores opiáceos, leu-encefalina y met-
encefalina. Poco después se identificaron otros péptidos endógenos, y en la actualidad se conocen más de 20
péptidos opiáceos distintos. Causan analgesia de elevada intensidad, actuando principalmente sobre el SNC,
así como otros efectos adversos como la instauración de farmacodependencia. La morfina es considerada
como un opiáceo mayor porque es capaz de aliviar o suprimir dolores agudos de gran intensidad. La vía de
administración, la forma, las dosis y el ritmo de dosificación varían, entre otros factores, según la situación que
se deba tratar (aguda o crónica), el estado del paciente y la tolerancia desarrollada. La morfina es el analgésico
más versátil y más utilizado.
Las reacciones adversas de la morfina son que produce una gran variedad de efectos adversos entre
los que podemos mencionar depresión respiratoria, náuseas, vómitos, mareos, confusión mental, disforia,
prurito, estreñimiento, incremento de la presión en las vías biliares, retención urinaria e hipotensión. Aunque
es infrecuente, algunos pacientes pueden desarrollar síndrome confusional agudo. Puede ocurrir también un
aumento en la sensibilidad al dolor después de que ha desaparecido el efecto analgésico y entre las dosis.
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desarrolla tolerancia y son necesarias dosis cada vez más elevadas de las drogas para obtener el efecto
deseado. Los humanos y animales experimentales generan una profunda tolerancia a los opioides durante
periodos de varias semanas de administración crónica en aumento. La tolerancia implica procesos celulares y
neuronales distintos. Durante el uso de opioides, la desensibilización aguda o tolerancia del receptor opioide
se desarrolla en cuestión de minutos, y disminuye minutos y hasta horas después de la exposición. También
existe una desensibilización a largo plazo del receptor. Asimismo, existen contra adaptaciones a los efectos
opioides de los mecanismos intracelulares de señales, así como en los circuitos neuronales que contribuyen a
la tolerancia. La suspensión del uso crónico del opioide se asocia con un síndrome de abstinencia intensamente
disfórico, que puede ser un impulso negativo para reiniciar el uso de la sustancia. La abstinencia se caracteriza
por lagrimación, catarro, bostezos, sudoración, inquietud, irritabilidad, temblor, náusea, vómito, diarrea,
incremento de la presión sanguínea y el ritmo cardiaco, escalofríos, cólicos y dolores musculares, cuya
duración es de 7 a 10 días. Actualmente se piensa también que las adaptaciones a largo plazo en los sistemas
neuronales desempeñan un papel relevante en la dependencia y en la recaída.
Los estimulantes son medicamentos que estimulan el cerebro y el cuerpo. Su efecto es hacer que los
mensajes entre el cerebro y el cuerpo se trasladen más rápidamente. En consecuencia, la persona está más
alerta y activa físicamente. Los estimulantes como las anfetaminas se recetan para tratar problemas de salud
como la obesidad, la narcolepsia o el trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH).
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las cantidades diarias tomadas para uso no médico. Aunque se desarrolla tolerancia a algunos aspectos del
uso psicoestimulante, también ocurre sensibilización o un incremento en la hiperactividad o estereotipia
inducida por la anfetamina, incluso si las dosis se reparten en lapsos de días o semanas.
Los signos y síntomas que indican una intoxicación por anfetaminas son: taquicardia, dilatación de las
pupilas, aumento de la tensión arterial, hiperreflexia, sudor, escalofríos, anorexia, náuseas o vómitos, insomnio
y alteraciones del comportamiento, tales como agresividad, delirios de grandeza, hipervigilancia, agitación y
alteración del juicio. En casos raros, se produce delirio en las 24 horas siguientes al consumo. El uso crónico
induce a menudo a cambios de la personalidad y del comportamiento como impulsividad, agresividad,
irritabilidad, desconfianza y psicosis paranoide . Cuando dejan de tomar anfetaminas después de un consumo
prolongado o abusivo, se puede producir una reacción de abstinencia, que consiste en estado de ánimo
deprimido, fatiga, hiperfagia, trastornos del sueño y aumento de la ensoñación.
Por último y para este apartado de generalidades y tolerancias de fármacos psicoactivos, se hará
mención del MDMA (éxtasis), que si bien es una sustancia psicoactiva, no es utilizada como fármaco para el
tratamiento de algún trastorno en la actualidad. Esta inclusión se debe a un artículo publicado por la Universidad
de Stanford titulado “Rave new world: Scientists pry apart party drug’s therapeutic, addictive qualities”, el cual
hemos traducido para incluir en el presente trabajo práctico (ver anexo) y cuya temática apunta a
descubrimientos recientes que podrían llevar a la implementación del MDMA para el tratamiento de pacientes
con estrés postraumático. El 3,4-metilenodioximetanfetamina (MDMA) es una anfetamina sintética también
conocida como XTC, E, Adam, MDM o “droga del amor”. El éxtasis puede clasificarse como un psicoestimulante
que pertenece al mismo grupo de la cocaína y las anfetaminas, ya que muchos de sus efectos agudos son
similares a estas sustancias. Asimismo, es posible clasificarlo como un alucinógeno, debido a la inducción
potencial de alucinaciones, si se utiliza en dosis extremadamente elevadas. Dado que los efectos subjetivos
de la MDMA en humanos no son iguales a los producidos por el LSD, ni su estructura o actividad farmacológica
son similares a los alucinógenos, se ha propuesto el término “entactógenos”, que significa “entrar en contacto
con uno mismo” para definir una nueva clase farmacológica. Los efectos psicoestimulantes de la MDMA se
observan de 20 a 60 minutos después de la ingestión oral de dosis moderadas (50–125 mg) y duran de 2 a 4
horas.
Con el uso del éxtasis se desarrolla rápidamente la tolerancia, e incluso algunas personas utilizan
cantidades progresivamente mayores para reforzar el efecto psicoactivo. En algunos individuos hay tolerancia
a los efectos psicoactivos placenteros del éxtasis, pero no a los efectos físicos colaterales; por consiguiente,
cualquier incremento en la dosis para aumentar los efectos psicoactivos puede producir disforia. En este grupo
de individuos, es posible que la MDMA no cause dependencia; por lo mismo, es poco común el uso de grandes
cantidades de éxtasis durante periodos prolongados. Sigue siendo necesario definir cuáles son los factores
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sociales, genéticos, culturales, ambientales y hormonales implicados en estas diferencias individuales a largo
plazo de los efectos del éxtasis. De 2 a 3 días luego del uso de la MDMA, pueden haber efectos residuales
asociados con la abstinencia aguda de la droga, incluyendo rigidez y dolores musculares, dolor de cabeza,
náusea, pérdida de apetito, visión borrosa, boca reseca e insomnio. Entre los efectos psicológicos que es
posible observar, los más comunes son depresión, ansiedad, fatiga y dificultad para concentrarse. Esto es
típico del “bajón” que se aprecia también luego del uso de anfetaminas y cocaína.
Aunque cada clase de sustancia psicoactiva tiene su propio mecanismo farmacológico de acción, todas
activan el sistema mesolímbico dopaminérgico. Las neuronas dopaminérgicas (DA), que provenientes del área
tegmental ventral se proyectan hacia estructuras límbicas y de la corteza frontal, presentan una activación
fásica en respuesta a los estímulos reforzadores primarios, como son comida, agua o estímulos relacionados
con la conducta sexual, es decir, aquellos que tienen una importancia capital para la supervivencia y que juegan
un papel decisivo en el aprendizaje motivacional, tanto de las conductas apetitivas de aproximación, como de
las consumatorias (Di Chiara, Imperato, 1985). Dicho efecto de activación fásica de las neuronas DA, que para
los estímulos reforzadores primarios desarrolla rápidamente tolerancia o habituación, tiene sin embargo un
comportamiento diferente cuando se trata de sustancias psicoactivas, ya que los estímulos apetitivos para
dichas sustancias siguen actuando como activadores dopaminérgicos, e incluso pueden hacerlo de manera
creciente, cuando el sistema dopaminérgico se sensibiliza (Hyman, Malenka y Nestler, 2006).
La adicción a los psicofármacos, afecta a tres niveles: el fisiológico, porque el cuerpo pide más dosis;
el cognitivo, debido a que el pensamiento de la persona se centra en conseguir o consumir las pastillas; y el
conductual, porque algunas personas realizan acciones que nunca harían si no tuvieran la adicción.
Los síntomas para identificar un uso abusivo de estas sustancias son el aislamiento, los cambios de
actitud o de humor, abandono de actividades habituales, pérdida o deterioro de las relaciones sociales y los
problemas en el trabajo.
Su administración aguda produce cambios transitorios, que revierten cuando finaliza su efecto
farmacológico. Sin embargo, su consumo crónico puede dejar una importante huella en la memoria emocional
y puede remodelar las conexiones y vías neuronales, produciendo cambios de larga duración en el
funcionamiento cerebral y dejando a la persona más vulnerable hacia el reinicio de su consumo.
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Los medicamentos más usuales de los cuales se hace un mal uso son: los depresores, opioides y
estimulantes.
Estos medicamentos también se conocen como tranquilizantes o sedantes. Se recetan para tratar la
ansiedad y los problemas del sueño. Los efectos dañinos que los depresores tienen sobre el cuerpo incluyen:
● Falta de coordinación
● Problemas de memoria
Las personas que usan estos medicamentos de manera prolongada pueden presentar síntomas de
abstinencia potencialmente mortales si intentan dejarlo súbitamente.
Los opioides son analgésicos poderosos. Se recetan para tratar el dolor. Cuando se abusa de esta
sustancia, los opioides pueden hacer que una persona se sienta relajada e intensamente feliz. Como drogas
callejeras se presentan en forma de polvo, pastillas o cápsulas, o jarabe. Pueden ingerirse, inyectarse, fumarse,
o inhalarse a través de la nariz (aspiradas).
● Estreñimiento
● Boca seca
● Confusión
● Falta de coordinación
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En dosis altas, puede presentarse intoxicación por opioides, lo que puede llevar a problemas para
respirar, coma o muerte.
Estos son medicamentos que estimulan el cerebro y el cuerpo. Su efecto es hacer que los mensajes
entre el cerebro y el cuerpo se trasladen más rápidamente. En consecuencia, la persona está más alerta y
activa físicamente. Los estimulantes como las anfetaminas se recetan para tratar problemas de salud como la
obesidad, la narcolepsia o el trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH).
Cuando se abusa , los estimulantes pueden hacer que una persona se sienta entusiasmada, alterada,
agitada, muy alerta y tenga más energía. Algunas personas usan drogas, especialmente anfetaminas para
ayudarles a mantenerse despiertas en el trabajo o para estudiar para un examen. Otras las usan para mejorar
su desempeño en los deportes.
Los efectos dañinos que los estimulantes pueden tener en el cuerpo incluyen:
● Problemas cardíacos como una frecuencia cardíaca acelerada, latidos irregulares y aumento de la
presión arterial
● Delirios y alucinaciones
● Inquietud y temblores
FARMACODEPENDENCIA
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poderoso de intoxicación crónica por drogas. En la dependencia psíquica no resulta difícil la supresión de la
droga ya que no hay desarrollo de un verdadero síndrome de abstinencia ante la situación, sino solamente
cierta inquietud psicológica. Para el tratamiento de este tipo de dependencia es fundamental la psicoterapia.
Por su parte, la dependencia física consiste en un estado de adaptación caracterizado por intensos trastornos
físicos cuando se suspende la administración de la droga o se contraría su acción mediante la administración
de un antagonista específico. Los mecanismos de la dependencia física son variados y dependen de las drogas
utilizadas y de los órganos y sistemas involucrados. Generalmente el SNC se encuentra especialmente
afectado.
Los principios básicos del aprendizaje se han estudiado durante décadas, y se han relacionado al
campo de la farmacología. Las principales teorías sobre aprendizaje son el condicionamiento clásico o
pavloviano y el condicionamiento operante o instrumental.
Con respecto al condicionamiento clásico podemos decir que se basa en relaciones simples de
estímulo-respuesta y que pueden ocurrir en comportamientos tan complejos como las reacciones emocionales
y el deseo intenso por consumir una droga. A su vez las publicidades tratan de asociar un producto con
imágenes que crean una respuesta emocional positiva lo que genera una asociación en el cerebro entre el
producto y la respuesta evocada por la publicidad.
En relación con el condicionamiento operante o instrumental, el cual utiliza el refuerzo o castigo para
aumentar o disminuir la probabilidad de que una conducta vuelva a ocurrir, es importante en el uso y
dependencias de sustancias ya que la persona tiene una respuesta operante cuando elige adquirir y usar
sustancias psicoactivas para experimentar sus efectos. Se considera que el sistema mesolímbico
dopaminérgico también es relevante en el aprendizaje instrumental sobre los efectos de sustancias
psicoactivas. A su vez la recompensa de una droga no puede explicar por sí misma la dependencia ya que
diversos factores influyen para determinarla. La causa parece ser una compleja interacción de factores
psicológicos, neurobiológicos e individuales.
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ejemplo, la dependencia generada por los psicofármacos. Efectivamente, la dopamina regula la recompensa
ante estímulos. Cuando una persona ingiere drogas de abuso o psicofármacos con asiduidad estos actúan
modificando la liberación de dopamina por parte de las neuronas. Se traduce en un aumento del estímulo y la
obtención de una sensación de euforia-bienestar. Por ejemplo, la cocaína y las anfetaminas aumentan la
liberación de dopamina y su consumo genera sensación de bienestar y placer, al inicio. Sin embargo, existe
una tolerancia fisiológica ante la cual el organismo deja de reaccionar de una forma esperada, por lo que el
individuo responde aumentando la dosis y en busca de la sensación de placer inicial. Esto refuerza muy
fuertemente el consumo y adiestra al usuario a mantener el hábito con dosis crecientes buscando la falsa
sensación de bienestar.
Definir lo que da origen a los procesos adictivos es una meta perseguida fundamentalmente para fines
preventivos, ya que conocer las causas que influyen en el desarrollo de una adicción brinda más herramientas
para posibles acciones y orientaciones preventivas. En esta sección presentaremos aquellos que
consideramos entre los más relevantes.
En primer lugar debemos nombrar a la predisposición genética. Hay diversos estudios donde se plantea
la relación entre la carga genética y la vulnerabilidad hacia las adicciones, una vez analizado y descubierto el
genoma humano, la investigación se enfoca en determinar cuales son los genes que podrían predisponer a la
persona a una adicción. La dificultad que se halla en esta investigación, es la de encontrar asociaciones
individuales entre un gen y el comportamiento adictivo, que tiene un carácter complejo y multifactorial. De
acuerdo con lo anterior, la investigación genética parece apostar por considerar que un mismo gen está
implicado en diferentes conductas, y que una conducta está influida por la expresión de diversos genes
combinados.
En este contexto, está clarificado que la carga genética influye en el paso del consumo a los problemas
de abuso, en conjunción a los factores ambientales y los efectos de la propia sustancia. De todas las influencias
genéticas, una de las más firmemente establecidas, es la que predispone a una conducta impulsiva, desinhibida
y poco reflexiva. Sin embargo, hoy en día las líneas de investigación se orientan a considerar los problemas
de adicción dentro de un espectro más amplio, de problemas conductuales en un fenotipo general marcado
por la tendencia a la externalización.
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posterior. En adición a los fenómenos epigenéticos, la plasticidad cerebral, también en los primeros años de
vida, supone una importante vía de investigación, en la medida que los procesos de neuroadaptación
configuran una respuesta a los estímulos del entorno. Por ello recientes estudios se enfocan en factores de la
infancia tales como, prácticas parentales negligentes, que parecen tener consecuencias a largo plazo
generando disfunciones en el sistema dopaminérgico y el eje HPA, derivando en una mayor vulnerabilidad a
los trastornos afectivos y las adicciones.
Por otra parte otros se inclinan por investigar la relación entre el desarrollo de las funciones ejecutivas
y las adicciones. Este proceso de desarrollo parece estar muy ligado a la experiencia y la interacción con el
ambiente. Si bien existe una especie de programación genética, las experiencias pre y perinatales y las
exposición adecuada a experiencias tempranas de aprendizaje, son factores que influyen en la consolidación
de procesos cognitivos como el cambio atencional, la inhibición, la autorregulación o la resolución de
problemas. Probablemente, estas diferencias en la experiencia vital temprana son las que marcan la diferencia
en los diferentes caminos y mecanismos neuronales que una persona utiliza para realizar las tareas ejecutivas
y determinan funcionamientos más o menos adaptativos y, eventualmente, alteraciones y trastornos.
Continuando con otros factores, debemos hacer mención también del estrés que afecta especialmente
el funcionamiento de estructuras como la corteza prefrontal o el hipocampo. La experimentación de estrés en
la infancia se corresponde con un menor grosor del córtex prefrontal medial en la edad adulta. Las carencias
en algunos de los factores de influencia en el desarrollo de las funciones ejecutivas anteriormente mencionadas
también podrían ser considerados como fuentes de estrés para los sujetos, en la medida en que éstas son
diferentes en función de las etapas evolutivas. La relación entre los elementos estresores del ambiente y las
consecuencias del estrés experimentado a nivel psicobiológico se define a partir del estrés percibido
subjetivamente por los sujetos, con lo que el mismo estresor puede tener respuestas fisiológicas, psicológicas
y sociales diferentes, en función de las características del individuo y de su estilo de afrontamiento.
Sumado a esto, en lo que se refiere a la relación entre el estrés y el desarrollo de conductas adictivas,
hay tres factores que contribuirían a esta relación: un sistema de respuesta al estrés sensibilizado, referido a
los circuitos dopaminérgicos y el eje HPA; la existencia de períodos especialmente sensibles a la vulnerabilidad;
y los procesos madurativos durante la adolescencia.
Para cerrar esta temática, debemos mencionar a los procesos de socialización y al desarrollo de la
personalidad. El proceso evolutivo, a lo largo de la vida, supone un proceso progresivo de inserción a la
sociedad. Para que ello se dé, debemos pasar por los procesos de socialización primaria y secundaria que, a
su vez, contribuyen en el desarrollo de la personalidad.
Dentro de la socialización primaria, la relación con la familia es de suma importancia. Diversos estudios
sugieren que un ambiente enriquecido a lo largo de este proceso reduce las posibilidades de consumo de
sustancias. Por el contrario, ciertos estilos de relación parental y la propia conducta de los padres parecen
estar en la base de la mayor parte de los trastornos psicológicos que aparecen en la infancia y adolescencia.
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En el ámbito de la socialización secundaria un desarrollo inadecuado de los procesos de inhibición
puede dar como resultado una mayor frecuencia de episodios de conflicto escolar, tanto con profesores como
con compañeros, así como problemas de conducta. Los problemas de desarrollo neuropsicológico, en términos
evolutivos, acaban configurando en el sujeto un estilo de personalidad en lo individual y un estilo de relación
en lo social, que puede suponer una mayor vulnerabilidad a la presión del entorno, tanto en términos de
rendimiento académico como en la interacción con los referentes adultos y con el grupo de pares. Así, se hace
necesaria, de cara a la prevención de los consumos problemáticos de drogas, una atención específica a la
detección precoz de dificultades de aprendizaje, y un trabajo específico, centrado en una mejora del desarrollo
de las funciones ejecutivas, que permita alcanzar los niveles normales lo antes posible.
CONCLUSIÓN
Luego de habernos detenido en lo que son varios de los aspectos más relevantes a conocer dentro del
ámbito de los fármacos psicoactivos - como ser su clasificación, sus efectos, la farmacodependencia y las
alteraciones físicas y conductuales que la conllevan, los factores de vulnerabilidad para desarrollar una adicción
que son clave al momento de ejercer la clínica y al integrar equipos de trabajo multidisciplinarios, entre otros -
podemos decir que no solo nos hemos enriquecido en nuestro conocimiento, sino que además nos sentimos
más próximos a este campo de la neurología que cada vez se muestra más vasto e intrigante en su complejidad
y relevancia para la profesión que hemos elegido. Asimismo, algo que nos ha despertado gran intriga es el
hecho de que esta clase de fármacos se encuentran en un terreno que ha sido explorado en una parte ínfima
en relación a todo lo que resta por descubrir, especialmente en lo asociado a cómo interactúan con la química
del sistema nervioso y al terreno que resta explorar dentro de las estructuras y conexiones del cerebro humano;
lo que hemos intentado poner de manifiesto con el artículo “Rave new world” relacionado con el uso terapéutico
del MDMA para el tratamiento del estrés postraumático.
Para nosotros, estos conocimientos implican una toma de contacto con esta faceta de la realidad
terapéutica y cotidiana, con la importancia de la prevención y la de contar con las herramientas para orientar
no sólo al adicto, sino además a su familia y entorno cercano.
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BIBLIOGRAFÍA
- Elisardo Becoña Iglesias, Maite Cortés Tomás (2010), “Manual de adicciones para psicólogos
especialistas en psicología clínica en formación”, Barcelona.
- Stanford Medicine News Center (2019), Rave new world: scientists pry apart party drugs therapeutic
- Pereiro Gómez,C. (2005). Manual de adicciones para médicos especialistas en formación. Madrid:
Anaya.
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ANEXO
RAVE NEW WORLD: científicos separan las cualidades terapéuticas y adictivas del MDMA
Esto podría hacer del MDMA que pueda constituir una buena medicina para la psiquiatría. Ahora se
encuentra en etapas tardías de pruebas clínicas como un adjunto a la psicoterapia para el trastorno de estrés
postraumático. El objetivo es aprovechar los efectos pro-sociales del MDMA para fortalecer el lazo entre
paciente y terapeuta. Por lo tanto, gente que haya experimentado un trauma podría ser capaz de sentirse
cómoda para revivirlo durante una terapia guiada.
Unos veinticinco millones de personas en los Estados Unidos que sufren de TEPT podrían beneficiarse
de una droga capaz de establecer, con una sola dosis en la oficina del terapeuta, un nivel de confianza que
típicamente toma meses o años en alcanzar, dijo Boris Heifets, MD, PhD, profesor asistente de anestesiología,
perioperatorio y medicina del dolor, autor principal del estudio.
Pero el MDMA puede ser adictivo. Tomado en el marco equivocado o en dosis repetidas o aumentadas,
puede tener consecuencias de riesgo para la vida.
El potencial de abuso del MDMA proviene de su capacidad para estimular el circuito de recompensa
del cerebro, dijo Robert Malenka, autor principal y líder del estudio. “El circuito de recompensa del cerebro nos
dice si algo es bueno para nuestra supervivencia y propagación. Ha evolucionado para decirnos que la comida
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es buena cuando sentimos hambre, el agua es buena cuando tenemos sed y el calor es bueno cuando tenemos
frío. Para la mayoría de nosotros, estar con nuestros amigos es divertido, porque durante el curso de nuestra
evolución ello ha promovido nuestra supervivencia.
Una conexión crucial en el circuito de la recompensa es entre las neuronas, que proyectan desde una
estructura del mesencéfalo, el área tegmental ventral, hacia otra, el núcleo accumbens. Cuando esas neuronas
liberan dopamina, el núcleo accumbens envía señales por todo el cerebro induciendo una sensación de
recompensa.
“Las drogas de abuso engañan a nuestro cerebro causando un aumento antinatural de dopamina en
el núcleo accumbens”, dice Malenka. “Este aumento masivo es mucho mayor y rápido que aquel que se obtiene
al comer helado o tener sexo”.
Como todas las drogas adictivas, el MDMA activa la liberación de dopamina en el núcleo accumbens.
Eso explica su potencial de abuso pero deja abierta la pregunta de por qué el efecto pro-social es mucho mayor
que en la mayoría de las otras drogas de abuso.
En el estudio, los investigadores de Stanford demostraron que las neuronas liberadoras de serotonina,
ubicadas en una estructura cerebral llamada núcleo dorsal del rafe, envían señales a la misma parte del núcleo
accumbens que recibe las señales de las neuronas liberadoras de dopamina del área tegmental ventral.
Neurocientíficos han demostrado previamente que de hecho el MDMA inicia la liberación de mucha más
serotonina que de dopamina.
“No se puede preguntarle a los ratones cómo se sienten con respecto a otros ratones”, dijo. “Pero se
puede inferir por su comportamiento”.
Los investigadores evaluaron si un ratón “explorador” que se le ha dado una dosis relativamente baja
de MDMA o, alternativamente, una solución salina, prefiere pasar tiempo con otro ratón, ambos dentro de una
cámara tipo vaso invertido con estructura de enrejado (para evitar que el ratón se pueda alejar), o en otra
cámara idéntica pero sin el otro ratón. Hallaron de forma consistente que el ratón explorador tratado con la
solución salina se aburre luego de diez minutos con el otro ratón. Pero el ratón explorador al que se le dio
MDMA sostiene su curiosidad social durante por lo menos 30 minutos.
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“Dándoles MDMA a ambos ratones se aumentó el efecto aún más”, dijo Heifets. “Te hace pensar si
quizás el terapeuta también debería tomar MDMA”.
Como los humanos, a los ratones les gusta regresar a los lugares en los que se han pasado un buen
rato. Algo para adjudicar al circuito de recompensa del cerebro. Para determinar el potencial adictivo del MDMA,
los investigadores le dieron a un ratón una dosis de MDMA idéntica a la del primer experimento, pero solo
cuando el ratón se encontraba en una habitación particular ubicada en una estructura de dos habitaciones. Al
día siguiente, el ratón no mostró preferencia por ninguna de las habitaciones – evidencia de que a esta dosis,
la droga no ha activado de forma notable el circuito de recompensa.
Pero los ratones a los que se le administró una dosis mayor de MDMA exhibieron los efectos tanto de
su potencial social como el de abuso. Exámenes posteriores determinaron que la secreción de dopamina
activada por el MDMA no es necesaria para promover la sociabilidad. La liberación de serotonina activada por
la dosis baja de MDMA fue todo lo que se necesitó.
Los científicos fueron capaces de inducir la sociabilidad que es marca registrada del MDMA, al poder
inyectar la droga solo en el núcleo accumbens del ratón, probando que allí es dónde la serotonina, cuya
liberación es activada por el MDMA, ejerce su efecto de sociabilidad inducida.
“No ha sido probado dónde es exactamente que ocurre en el cerebro”, dijo Heifets. “Si no sabes dónde
es que algo está ocurriendo, te va a costar muchísimo saber cómo es que está ocurriendo”.
Debido a sus efectos neurotóxicos y cardiovasculares de largo plazo, tanto el MDMA como la
fenfluramina no serían indicados para una indicación que requiera uso diario, advirtieron los investigadores.
Pero esos efectos desagradables del uso crónico serían altamente improbables de ocurrir en una
sesión o dos, que serían las requeridas para que el paciente y el terapeuta construyan un vínculo en un
escenario psiquiátrico. Dijo Heifets.
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Heifets y Malenka son miembros del Instituto Wu Tsai de Neurociencias en Stanford. Malenka es
miembro de Stanford Bio-X.
Otros coautores del estudio de Stanford son la Investigadora profesional en ciencias Juliana Salgado,
PhD; la anteriormente asociada en la investigación Madison Taylor; el erudito en posdoctorado Paul Hoerbelt,
PhD; el estudiante graduado Daniel Cardozo Pinto; la científica de investigación Elizabeth Steinberg, PhD, y
Jessica Walsh, PhD.
El trabajo fue subsidiado por el National Institute of Health, y el Instituto de Neurociencias Wu Tsai.
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