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en el artículo 37.2 de la Ley de Propiedad Intelectual.

Los cantares [£»


gesta franceses Título original: Les Chansons de gestefrancaises
© Martín de Riquer, 2009.

© del prólogo: Isabel de Riquer, 2009.


P R Ó L O G O DE
© de la traducción: Maria Reina Bastardas, 2009.
IS AB E L DE R I Q U E R © E DITO RIAL GREDOS, S. A ., 2009.
López de Hoyos, 141 - 2800 2 Madrid.
www.rbalibros.com
T RA D UC CIÓ N DE
M A R IA R E IN A BASTARDA S VÍ C T O R I G U A L • FO TO C O M PO S IC IO N

TO P P R IN T ER P LU S • IM P R ESIÓ N

d e p ó s it o l e g a l : b. 3714 5 -20 0 9 .
IS B N : 97 8 -8 4 -2 4 9 -36 15 - 0

Impreso en España. Printed in Spain.


Reservados todos los derechos.
Prohibido cualquier tipo de copia.

h
E D I T O R I A L G R E D O S , S. A .

M A D R ID
92 Los cantares de gestafranceses

ésta alcanzó, en fecha mu y temprana, no tan sólo por tierras francesas, sino
también italianas, españolas, germánicas y escandinavas.

C O N T EN ID O
5. A N T I G Ü E D A D DE LA L E Y E N D A DE R ON C E SV A LL E S
Y F E C H A D E L A « C H A N S O N DE R O L A N D »

Dista mucho de haberse llegado a un acuerdo sobre la fecha de la composi-


ción de la Chanson de R oland , o sea d el primitiv o texto del poema cu ya co-
pia nos ofrece el manuscrito de O xford. Una parte de la crítica se inclina a
L o s cantar es de gesta fran ceses y L e s C h a n so ns de geste frangai ses,
po r Isabe l de R iq u c r , 9
fijarla entre 110 0 y 112 0, y otra cree que debe establecerse entre 1070 y
Propósito d e l autor, 39 1085. L os más exagerados en ambas tendencias llegan hasta 113 0 , por un
B iblio g ra fía su m aria, 43 lado,6' y hasta 1064, por el otro.6i Es un lapso de tiempo de más de medio si-
M apa de la expedición de C arlom agno a España en e l año 77 #, 46 glo, en el cual no se ha hallado todavía un argum en to decisivo q ue pueda
conv encer a todo el mun do a favor de una datación más precisa. E l punto
más debatido es saber si la Chanson es anterior o posterior a la primera
I. LA « C H A N S O N DE R O L A N D » , 47 cru zada de U ltrama r (1096-1099), y los argumentos esgrimid os a favor de
1. E l h e ch o histó ri co y su im p o r ta n c i a, 47 .— 2. L a v ersión p o ética de l hec ho la anteriorid ad o posterioridad a este hecho constituyen un círculo vicioso
hist órico , 5 5 .— 3. T e o r ía s so b re la tr an sm i sió n de lo s e l em e n to s d e la l ey e n - del que es difícil salir, por lo cual prescindiremos en absoluto de este a rgu-
da, 68.— 4. T e xt o , refun dicio nes y traduccion es de la Chanson d e R o lan d , 85 .— mento.
5. A nt ig üe da d d e la leye nda de R onc esvalles y fech a de la Chanson de R o lan d , 92.—
Cua nd o hasta hace poco se creía que el Ruolandes L iet había sido com-
6. E stilo d e la Chanson d e R o land , 1 1 7 . — 7. E l autor de la Chanson d e R ola nd , 136 .—
puesto entre los años 1 1 3 1 y 11 3 3 , se disponía de un excelente terminus ad
8. E l tem a de la Chanson d e R o la n d e n E sp a ñ a, 1 48 .
quem , ahora cuand o se han puesto fu ndad as objeciones a esta cronología
de la versión de Konrad, q ue se cree, con argumentos sólidos, escrita en 1170,
II. E L C IC L O D E G U I L L E R M O , 15 3
el valor de la traducción alemana para fijar la fecha del original francés es
I. A sun to del ci clo, 15 3 .— 2. G u ill er m o , p ers o naje histórico, 160. — 3. G u i ll e r -
m o en el poe m a d e E rm o ld o el N e g ro , 16 2. — 4. E l fra g m en to d e L a H a y a , 16 5.—
muchísimo menor. L a fecha en que se copió el texto de O xford tampoco
5. L a Vita S ancti W ilh elm i , 169.— 6. L a Chanqun de G u ille lm e , 170.— 7. O tro s nos saca de dudas, y a que, según el criterio de diversos paleógrafos, ello
cantares sob re V i vié n y la batalla de l'A r c h a m p (o Al isca ns), 17 8.— 8. L i corone- tuvo lugar entre 11 5 0 y 1 17 0 , au nqu e evidentemente supone un arqu etipo
m enz L o ois , 185 .— 9. L o s cantares del Chatroi de N im es , de la Frise d ’O range y del
M o niag e G u illau m e , 189 .— 10. L o s can tares sobre A y m e r í de N a rb o n a , 19 2.—
I I . C an ta re s sobre otros personajes del ciclo d e G u illerm o , 198.— 12. O ríg en es y 61. Boissonnade, Du nouveau sur la Chanson de Roland , págs. 442-443, que llega a la
condusión de que la Chanson es posterior a 1120 y anterior a 1130.
fo rm ac ión del C ic lo de G u il ler m o , 2 02.
62. A . Pauphilet, «La date du Roland», Études romanesdediéesá Mario Roques, París, 1946,
págs. 1-14, argumenta, a base del desconocimiento de Barbastroen la Chanson, localidad espa-
II I. C A N T A R E S S O B R E C A R L O M A GN O , 2 15
ñola tan popular en las gestas posteriores y que fue objeto de la campaña de 1064, que nuestro
1. C a n ta re s sobre las m oced ade s de C a r l o m a g n o , 2 1 6 . — 2. E l Pélerin ag e de
poema, en una redacción vecina a la del manuscrito de Oxford, ha de ser anterior a aquel año.
Charlem agne y el G a lien s , 224.— 3. C a ntar e s d c Asprem ont y de Fierabra s , 2 3 7 .—

7
La «Chanson de Roland» 94 Los cantares de gestafranceses

más antiguo. La len gua del cantar es un arm a de dos filos: por un lado, nospreciada. E l Carlo m agn o de la Chanson , con su inverosímil longevidad,
siempre es d e tem er la intr om isión del copista, desfigurando formas del con la constante asistencia divina mediante la intervención de arcángeles y
texto que tiene ante sus ojos, y por el otro, los arcaísmos señalados pueden capaz d e repetir el milagro de Josué, es una figura mucho más legendaria
proceder de una tradición épica o revelar dialectalismo. qu e histórica. E s posible qu e estos detalles maravillosos sean creación origi-
En principio pode mos concede r que en el año 1 178 la Chanson d e R o- nal del autor de la Chanson\ pero si no hubiese existido en su ambiente cier-
land ya estaba div ulgad ísim a y era una obra famosa. Ello se deduce del mo- ta deformación legendaria de la persona de Carlo magno, la audacia de
saico de la catedral de Brindisi, del que sólo se conserva una parte en la que nuestro poeta sería inconcebible y no hubiera conseguido imponer la obra a
se representan escenas de guerra, en las que figura un personaje a caballo, sus contemporáneos, como lo logró.
tocado con u n som bre ro eclesiástico, sobre el cual hay una inscripción que L a leyenda de la batalla de Roncesvalles era popularísim a a mediados
dice: L ’arcevesque T orpin ; detrás aparece un caballero con un cuerno en la del siglo x II. L o revela de u n m od o elocuentísimo cierta obra de carácter
boca; luego, cinco cad áveres alineados, tras los cuales, otro caballero, deno- fabuloso, llamad a Lib er Sancti Jacob i , compilación cuyo texto más antiguo
minado Rollanty carga con un m u erto en las espaldas (evidente ilustración es el Codex Calixtinus , con servado en la Catedral de Santiago de C ompos-
de los versos 2.184 -2 .199 de la Chanson); luego aparece un nuevo Rollant tela, cuya redacción de fecha entre los años 1 1 3 9 y 1 1 7 3 . 65 E l Lib er Sancti
frente al cu erpo yaciente de u n A lvier (Olive ros), y siguen otras escenas Jacob i trata de los oficios litú rgicos en honor de Santiago, de m ilagros y de
mutiladas con más caballeros. N o hay du da que ello supone una ya muy la traslación del cuerpo del Apóstol de Jerusalén a Galicia y se cierra con
extendida d ivu lgac ión d e la Chanson de Roland ante rior mente a 117 8 , año dos textos de su mo interés para la leyend a de Roncesvalles. Su autor, pro-

en que se acabó el mosaico.03 bablemente un monje cluniacense francés interesado en prop agar la pere-

Desde m ediados del siglo x ii en adelante abundan las alusiones y refe- grin ación a Santiago, no repara en la admisión de frau des y de detalles y

rencias de toda suerte a la batalla de Roncesvalles y a sus héroes principales, datos legendarios que enardecieran el celo de los peregrinos y les guiaran a
través del llamad o C am ino de Santiago.
Roldán y O liveros. N o obstante, sabemos por testimonio de la propia Chan-
son qu e antes de redactarse ésta, en el texto más antigu o que poseemos, exis- El qu into y último libro del Liber es una gu ía para los peregrinos que
van a San tiag o/6 Detalla el itinerario por las cuatro vías que atraviesan
tían tradicione s sobre el tema, principalmen te en B laya y Burdeos. E llo hace
Fran cia y con ve rgen en Pu ente la Reina, en N av arra ; a partir de aqu í, con-
enor memente dif ícil, frente a cu alq uiera de aquellas alusiones y referencias,
tinúan en un solo camino que lleva a Santiago. El autor describe las cosas
averiguar si se trata de datos qu e a testiguan la existencia de la obra literaria
notables qu e se pueden ver en el transcurso del viaje, insistiendo en los mo-
que conocemos o de las tradicione s que la precedieron. Es innegable, ade-
nasterios y casas de religión. A l llegar a los d esfiladeros de los Pirineos,
más, q ue el autor de la Chanson de Roland se hace eco de una leyenda de
hace unas curiosas referencias a los lugares que mantienen el recuerdo de
Carlomagno, que aun qu e no es suficiente para explicar todo el elemento
tradicional del poema, como ha pretendido A . Pauphilet,64 no debe ser me-
magne. Elle suffit» (pág. 183). Véase, del mismo Pauphilet, Les legsdu Moyen Age, Melun,
1950, págs. 77-80.
65. Vé ase la edición conjunta de todo el Liber Sancti Iacobi , Codex Calixtinus , Consejo
63. Véase P. Ra jna, «Contributi alia storia dell’epi ca ede l romanzo medievale»,/fofwtf-
Superior de Investigaciones Científicas, Santiago de Compóstela, 1944, por W. M. White-
nia, X X V I , 1897, págs. 56-60, y E. L i Gotti, «Ron cisvalle neU’“ Opera dei Pup i” e la leggen-
hill, G. Prado y J. C. G arcía. En 19 51 se ha publicado la traducción castellana completa del
da rolandiana nell’epoca normanna in Sicilia», en Coloquios de Roncesvalles, págs. 277-300.
Liber por A. Moralejo, C. Torres y J. Feo.
64. A . Pauphilet, «Sur la Chanson de Roland», Romanía, L I X , 1933, págs. 15 1-1 98 . El
66. Existe una edición particular de la guía por Jeanne Vieillard, L e Guide du Pélerin
autor llega a hacer las siguientes afirmaciones: «II n’y a pas de légende de Roland» (pág. 182),
de St.-Jacques de Compostelie..., Macón , 1938.
y «il n ’est q u’une légende qui préexiste a la Chanson de Roland : c’est la légende de C harle-
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la batalla d e R oncesvalles: ya da a V a l Carlos, valle m u y cerc ano al del tea- la iglesia de Composte la, donde establece un obispado y una comunid ad de
tro de la b atalla cíe 778, el n ombre de Vallis Karoli\ explica q ue C arlo ma g- canónigos isidorianos. C arlom agn o regresa a Francia, pero tiene que em -
no abrió el cam ino de San tiago e hizo levantar una cruz, la Crux K aroli , de- prender una nueva campaña contra el rey africa no A igoland us, que acaba
lante de la cual se arrod illó para orar, costumbre que seguirán los peregrinos; de in vad ir E spaña. Le asedia en Sahagú n y lo d errota frente a Pamp lona;
menciona el hospital y la iglesia en cuyas proximidades se en cuentra la pie- después con un ejército donde figuran los más destacados héroes carolin-
dra que R o ld án ab rió con su espada (in qua est petronus quem Rotolandus gios legendarios, vence a otros cabecillas infieles, como el gigante Fe rra -
heros potentissimus spata sua a summo usque deorsum per médium trino icta cutus en N áj era o el rey A u tu m ayo r en C órdo ba. D esp ués de habe r
scidit); y describe Ronce svalles, dond e se desarrolló la gran batalla en el co nquistado esta ciudad, Ca rlos es otra vez dueño de toda E spañ a y vue l-
curso de la cual com batieron Marsil, R old án, O liveros y fueron muertos ve a Santiago para ampliar el culto de Santiago.
numerosos cristianos y sarracenos. E n el capítulo siguiente, al describir la En los capítul os X X I a X X I X de la crónica del seudo T u rpín , se narra
iglesia de San Rom án d e B laya, se dice que allí descansa el cuerpo del m á r- el d esastre de Roncesvalles y sus consecuencias, d e un m odo muy parecido
tir Rold án, que m urió en Roncesvalles tras haber tañido el olifante, reli- a la narración de la Chanson de Roland. Ca rlom agn o, en Pam plona, envía a
quia que se conserv a en San Sev erin o de B urdeos.67 Ganelón a Za ra goz a don de reinan los hermanos Marsil y Baligant; les con-
El libro IV del Lib e r Sancti lacobi lo constituye cierta Historia K aroli mina a abrazar la religión cr istiana o pagar un tributo. Cargan al mensaje-
Magni et Rotholan di , de la qu e se finge que es autor el a rzobispo T u rpín de ro de tesoros, pero, antes de partir, Ganelón les promete traicionar a los
Reims, por lo q ue norm alm ente se la conoce como la crónica del seudo cristianos y, al volver ante Carlom agno, le anuncia qu e el rey M arsil está
Tu rp ín .68Santiago se aparece a C arlom agno y le ordena que parta para E s - dispuesto a trasladarse a Franc ia para recibir el bautismo. El ejército se
paña y que deje libre de paganos el cam in o que conduce al sepu lcro de pone pues en marcha para regresar a Francia; y, en Roncesvalles, la reta-
Compostela. E l em p era dor obedece y em prende una cam paña en la que guardia , a las órdenes de Rold án , es atacada por las fu erzas de Marsil y Ba-
conquista d e P am plon a hasta Comp oste la, d ond e T u rp ín bautiza a los n a- ligant. Después de dos sangrientos y largos combates, Roldán tañe el oli-
turales de Ga licia , que habían vuelto a ca er en el paganismo, y Espa ña es fante para reunir a sus tropas. E n el curso de un tercer combate, Marsil es
reconquistada de m ar a mar por los francos, y en todas partes son destrui- mu erto por R oldán y su h ermano Baligant huye. E n la re ta guard ia fra nce-
dos los ídolos de los sarracenos, excepto una estatua colosal de M ahoma, le- sa sólo qu edan Roldán, Balduin o y Teod orico; el primero, gravemente he-
vantada en C á d iz , que por orden de Dios ha de persistir hasta el día qu e rido, intenta rom per su espada golpeand o una roca. T añe nuevamen te el
otro rey de Fr an cia expulse de España a los últimos musulm anes, detalle olifante para reunir a los guerreros dispersos; y un ángel lleva el sonido
precioso, pues la fam osa estatua de H ércules de C ádiz fue fundida en 1 1 4 5 hasta Val Carlos, donde está Carloma gno, el cual quiere volver atrás, pero
por un em ir , lo qu e indica qu e la Chronica del seudo T urp ín ha de ser ante- Gan elón le disuade. Mientras tanto mue re Roldán , tras reconciliarse con
rior a esta fecha. C on el oro recogido en esta campaña, Carlom agno dota a Dios y rezar en presencia de Teod orico, pues B ald uin o, montad o en el ca-
ballo del primero, se ha unido a la hueste de Carlos para comunicarle lo
67. Son contradictorias las opiniones sobre la fecha en que fueron fundadas las institu- que acaece. Carlos da media vuelta y llega al campo de batalla, donde llora
ciones de Ronc esvalles citadas en la Guia ; véase, por un lado, P. D avid, Eludes sur lelivrede ante el cadáver de su sobrino. A l día siguiente persigue a los sarracenos, rea-
Saint-Jacques attribuéau Pape Calixte II , Bulletin des Études Portugaises, Lisboa, 1949; por liza el milagro de detener el curso del sol y los derrot a ante Zaragoza. Se
el otro, José M. Lacarra , «L as más antigua s fundaciones monásticas en el Paso de Ronces-
averigu a entonces la traición de Ganelón por medio de un combate, en el
valles», Hom enaje a don Ju lio U rquijo , San Sebastián, 1 ,19 49 , págs. 91 -108.
que Pinabel lucha por G anelón contra Teodorico, el cual vence, y el trai-
68. Edición particular por C . M eredith-Jones, Historia Karoli Magni et Rotolandi ou
dor es d escu artizado. Se narra luego el entierro de los héroes de Roncesva-
Chronique du pseudo Turpin , París, 1936.
9» Los cantares de gestafranceses
La «Chanson de Roland» 97

últimos libros del Líber SantiJacobi). Sería este poema hagiográfico, hoy per-
lies en Burdeos y en los A liscam ps de Arles, y T ur pín se retira a Viena del
dido, que el autor del Rola nd habría tenido bajo los ojos y transformado en
Delfinado para curar sus heridas.
epopeya. L a s conclusiones de B urger han sido d iscutidas,70 pero no parecen
Las principales diferencias que presenta el relato de la batalla de Ron-
desencaminadas, y no creo arriesgado añ adir qu e este antiguo poema latino
cesvalles según el seudo T ur pín con el de la Chanson de R oland son las si-
perdido, aprovechado, por un lado, por la Guía y por el seudo T u rpín , y por
guientes: en el seudo T u rp ín no existe la embajada de Blancandrín, pues
otro, independientemente, por el autor de la Chanson, bien pudo ser la Ges-
sólo se da cuenta de la mensajería de C an elón; ni el episodio de B aligan t,
ta Francorum que nuestro poeta cita explícitamente como su fuente.
pues éste es considerado como herm an o de Marsil (y no como su señor); sí,
T od o ello nada nos aclara respecto a la fecha de la Chanson de Roland ,
en cambio, figura la batalla de Zaragoza, en la que Carlomagn o venga el
aunque nos confirma que en la primera mitad del siglo xn la leyenda esta-
desastre de Roncesvalles; pero no existe el episodio de la bella A lda ; C a n e -
ba constituida d e un mo do muy similar al que aparece en el cantar de gesta
lón no es objeto de juicio, pero en cam bio tiene lugar el duelo para averi-
y que gozaba de gran popularidad . Podemos seguir remontándonos en el
guar su culpabilidad, en el cual el ca ballero que vence, Teodorico, ha
tiempo: O rd erico Vital, cronista nacido en 1075 , escribe en su Historia E c-
luchado en R oncesva lles y ha sido el único que ha asistido a la mu erte
clesiastica , redactada en 11 3 5 , que poco antes de morir Roberto G uiscardo
de Roldán. Oliver os tiene un papel menos importante que en la Chanson de
dirigió un parlamento a su hijo en el cual decía: «Noble atleta Boem undo,
Roland ; por contra, B ald uino, que no figu ra en la Chanson , juega un papel
comparable por tu valor guerrero al tésalo A qu iles y al franco Roldán
importante. N o ha y explicación previa del od io entre Roldán y G an elón, y,
(francigeno Rolland o)». Roberto Gu isca rdo mu rió en 1085, cuando el histo-
naturalmente, T u rpí n no puede m orir en Roncesvalles, puesto que es pre-
riador qu e nos ha tran smitido esta frase ya vivía. A unque es dudoso que el
sentado como autor de la narración.
caudillo norm and o, en el momento de m orir, se acordara de A qu ile s y de
Hay otra narración de la batalla de Roncesvalles, en 482 versos latinos,
Rol dán, lo único que podemos extraer de esta cita, adoptando una actitud
que se titula Carmen de prodicione Guenonis. Se ha llegado a la conclusión
hipercr ítica, es que en 1 13 5 , cuando se escribió la Historia Ecclesiastica ,
de que está escrito hacia 1200, cosa que le quita el valor que se le atribuía
Roldán era considerad o un héroe como A quiles, lo que en modo alguno
cuando se creía qu e era más an tiguo. Por lo que parece, el poeta q ue com-
implica que existiera la Chanson , pues sólo d emuestra que Roldán era fa -
puso esta obra se ha limitado a abreviar la Chanson d e Roland que conoce-
moso por su valor guerrero. Y cuando, entre los años 1 1 1 2 y 1 1 1 8 , R aúl de
mos, y en algunos momento s se ha inspirado del seudo T u rpín .
Caen escribe sus Gesta Tancredi en versos latinos y, pond eran do las haza-
Las relaciones entre la Chronica del seudo T u rp ín y la Chanson de R o-
ñas de dos caballeros en la batalla de Dorilea, exclama: « ¡D iríase que han
land constituyen otro de los problemas delicados y difíciles qu e ha discuti-
resu citado Roldán y O liveros!» (Rollandum dicas O liverium que renatosl),
do la crítica sin llegar a una solución que haya podido merecer la aproba-
sólo podemos interpretar también, en rigor, qu e se alude a la leyenda ante-
ción general. Parece naturalmente evidente que no hay relación directa
rior a la Chanson de Rolando aunque Bédier crec decididamente que se tra-
entre estas dos obras y que sus semejanzas, así com o sus frecuentes d iver-
ta de una alusión a nuestro poema.
gencias, se deben explicar por una derivación común de una misma fuente,
Más sintomática es la referencia que se encu entra en los versos latinos
quizá a través de textos intermedios perdidos. De todos modos, es necesa-
en los que Rad ulfu s T ortariu s, clérigo muerto en 1 1 1 4 , narra la conocida
rio mencionar la teoría expuesta por A . B u rge r(H
y según la cual existió un
poema hagiográfico latino, del cual se encuentran restos versificados en la
Guía de los peregrinos y en la crónica del seudo T u rpí n (es decir, en los dos 70. V éanse las recensiones de E. L i Gotti en Cultura N eolatina , IX, 1949, págs. 177-
179, y de J. Rychner en Rom anía , L X X I 1, 19 51 , págs. 239-246, y las observaciones de M-
Delbouille en Sur lagenése..., págs. 99-100 y 154-260.
69. A. Burgcr, «La légende de Roncevaux...», Rom anía, L X X , 1948-1949, págs. 433-473.
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leyenda de A m is y A m ile. E n el episodio donde A m ile defiende, en el d e - U n testimonio que merece ser tomado en consideración es el que nos
curso de un duelo, el honor de Belia rd is, su espada se rompe; la doncella ofrece el poema latino de G od ofredo de Viterbo intitulado Pantheon , escri-
corre entonces a buscar otra a casa de su padre y la lleva a su defensor. Esta to entre 1 1 85 y 1 187. Se refiere a dos montañas de Sicilia, isla que conocía
espada resulta ser la del famoso Roldán, que la había recibido de su tío bien, y dice a propósito de ellas:
Carlomagno, y con la cual tenía costumbre de matar a miles de paganos.7'
El testimonio de la Crónica Silense española, que se fecha entre 1 1 1 0 y 1 1 15, Mons ibi stat magnus qui dicitur esse Rolandus,
es de un valor relativo. Tra tan d o de la invasión musulma na en la Pen ínsu - alter Oliverius, simili ratione vocandus:
haec memoranda truces constituere duces.*
la Ibérica, declara que sólo Dios ayudó a los españoles en la reconquista, y
que los franceses afirman falsamente q ue C arlom a gno conquistó a los pa-
Se trata d e dos promontorios d e la costa norte de Sicilia, el cabo Orlando ,
ganos ciertas ciudades más allá de los Pirineos. Al contrario, C arlom agn o
que aún conserva este n ombre, y el O livicri, nombre q ue tuvo el actual cabo
se dejó comprar por los sarracenos (morefrancorum auro corruptas), y el tex-
Cala vá. Según É. Mireaux, los “ orgullosos duques'' que bautizaron así los
to relata la expedición franca de acuerdo con la Vita Karoli de Egin har do y los
dos promontorio s italianos fueron el conde Roger de Sicilia y Roberto
Anales que se le atribuyen. M en éndez Pidal que, en 19 13 ,72 creía que la
Gu iscard o, y esto no pudo suceder mu cho d espués de 1071 , fecha en que
Crónica Silense hacía alusión a la Chanson de Roland , lo nie ga en 1924 con
los normandos conquistaron Palermo.74 A u n q ue L. M ichel haya intentado
estas palabras: «A l rebatir la falsa afirm ación de que Carlos conquistase en
refutar este argum ento,75 la conclusión de M irea ux, aun qu e siend o una
España algunas ciudades, no parece aludir a la Chanson de R oland, pues
conjetura, no se puede descartar.
ésta afirm a más: que Car lomagn o conquistó toda Españ a, sin que hubiese
Alreded or del año 1050 se hizo la copia de la Vita Karo li de Eginh ardo
ciudad que le resistiese, fuera de Z aragoz a; probablemente el cronista es-
conserv ada en la Biblioteca Na cion al de París ( / latín 5.354). E l escriba
pañol alude a algún otro poema, como la Frise de N obles , más antiguo que
añadió al texto que copiaba una glosa curiosa: «R eliqua actuum eius [de
el Roland [y perdido), o a cualq uier otro diverso de éste; pero sin d ud a alu-
Carlomagno) gesta, seu ea qua e in carmin ibus vul go canuntur de eo, non
de a alguna chanson de geste».72.
hic pleniter descripta, sed require in V ita qu am Alch uin us de eo scribit».
Debo advertir que estoy convencido de que los testimonios de Ord erico
El escriba envía al lector deseoso de saber más sobre C arlom agno a una
Vital, Raúl de Caen y R ad ulfus Tortar iu s aluden a la Chanson de Roland.
Vita escrita por Alcuino, pero afirma que ciertas gestas del emperad or eran
No obstante, no existe posibilidad de convertir en certeza este convenci-
cantad as por el vu lgo bajo form a de poemas. El pueblo de Fran cia, a mitad
miento, debido a lo cual lo más prudente es presentarlos como testimonios
del siglo xi — época de la Vie de Saint Léger y d e la d e Saint Alexis , que no
que indican, simplemente, qu e la leyenda de Roncesvalles es perfectam en-
son los primeros textos conservados— , cantaba en francés. La glosa, en rea-
te conocida en los primeros años del siglo xn . Pero esto es cosa evidente ya
lidad, no nos dice sobre qu é gestas de Carlomagno cantaba el vulgo, pero
un siglo antes, como veremos luego.
da testimonio de la existencia de poemas de tipo popular o tradicional."6

71. Véase A. Montevcrdi, «Rodolfo To rtario e la sua epístola ...» ,S tu di Rom anzi, X I X , * «A llí se alza un gran monte que es llamado el Rolandus / y otro, el Oliverius, llama-
1928, págs. 7-45. do así por motivo similar: / decidieron q ue debían ser recordados unos fieros caudillos».
72. En la introducción a la edición del Poetna del Cid, Madrid, 19 13, «La lectura», pág. 45, 74. É . M ire aux, La Chanson de Roland et l’histoire de France , París, 1943, pág. 112.
nota 2. 75. Revue Belge de Philologie et d'H istoire, X X V , 1946-19 47, pág. 278.
73. Poesía juglaresca y juglares, págs. 316 -3 17 ; véase también Reliquias , págs. X X X V - 76. Véase Bédier, Lég. ép., IV, pág. 452, que dice, a propósito de la fecha del ma nuscri'
X X X V I. to: «que I on fait remonter au x i siécle», y Favvtier ,L a Chanson de Roland , pág. 81.
La «Chanson de Roland» 101 102 Los cantares de gestafranceses

Tene mos derecho a hacernos la siguiente pregunta: ¿por qué al lado de de 1 1 45 a parecen, en un acta de donación hecha en el Vallés (condad o de
personajes reales, aunque idealizad os, como son Carlom agn o, Roldá n y Barcelona), un Olivarlo , clérigo, y su hermano Rodlando-O liverio, lo que
Turpín, ha de desempeñar un papel tan importante en la Chanson un caba- permite suponer que, hacia 11 00, un hombre lla mado Oliverius bau tizó a
llero llamado Olivier, cuyo nombre, tan mediterráneo, constituye una ano- sus hijos con los nombres de Rodlandus y Olivarius . 8o Ya en el siglo xi, en un
malía al lado de los históricos Eggih ard us, A nselmus y H ruod landu s, tan documento bearnés de 1096 aparecen « Olivarius de Arbocava et Rollandus
característicamente germánicos y que realmente m urieron en R on cesva- frater eius».81 El 14 de octubre de 1091 los hermanos Olivarius y Rotlandus
lles? Sobre este punto nos ilum inan una serie de investigaciones y descu- firman un documento de Béziers.82 E ntre 1082 y 1106, en el acta de una do-
brimientos hechos por Boissonnade, F. Lot, Fawtier, Mireau x, Mm e. Le- nación hecha por G irard us de Monte Aliv o al monasterio de Saint-Aubin
jeune y P. Aebischer. En contr aron en diversos cartularios de los siglos xi, d’A ngers, se cita a sus hijos, Oliverius atque Rotlandus .s* Y , finalmente, en
xii y x iii nombres de parejas de herm anos llamados Rold án y Oliveros, un acta de donación de Briou de (Haute-Loire), anterior a 1 0 31 pero poste-
prueba irre futable de q ue sus padres o sus padrinos, qu e les die ron el no m - rior a 9 9 9 , aparecen unos testigos llamados Oliverius y Rodlandus que
bre en el bautizo, conocían la Chanson de R oland , ya sea en una versión que Mme. L ejeu ne 85 considera como hermanos, pero de los que P. Aebischer,
no tiene que ser obligatoriamente la de O xfo rd, ya sea alguna otra form a después d e haber estudiado el documento, dice q ue «su fra te rnidad [...] no
de la leyenda de R oncesvalles — ley enda y no historia ya q ue O liveros es es más qu e una hipótesis indemostra ble».86
un personaje fabuloso, que no intervino en la batalla pirenaica— . Per o A sí pues, la más antigua de estas parejas de hermanos llamad os R oldán
también es una prueba de qu e estos padres o padrinos eran verdaderos en- y Oliveros, transmitida hasta nosotros por un documento indiscutible, es el
tusiastas de estos dos héroes de la epopeya, al igual que muchos wagneria- de los hijos de G irard us de Mon te A livo en una donación hecha entre 1082
nos entusiastas de principios de nuestro siglo dieron a sus hijos los nomb re s y 1106. El testimonio del documento de Béziers de 1091 y del documento
de Sigfrid, T ristán, Parsifal, etc. A partir de 1950, gracias a un importante bearnés de 1096 hace co njeturar que unos hermanos q ue hubieran podido
trabajo de Mme. Rita Lejeun e,77 el p roblema se amplió, se estudió y se e xa - firm ar o aprobar documentos, en estas fechas, tenían q ue haber nacido, a
minó de un m odo eficaz, aunque también suscitó una crítica severa que lo lo más, entre 1070 y 1075. Pero, incluso en este caso, para qu e los nombres
redujo a proporciones más justas, aun sin que por ello sea menos significa- de los héroes de la leyenda hubieran sido considerados adecuados para
tivo."8 Veamos el estado actual de la cuestión, partiendo de los tiempos más bautiza r a hijos o ahijados, la leyenda tenía qu e haber gozad o de u na po-
modernos para remontarnos a los más pretéritos. Las firmas de herma nos pularidad que no pudo adquirir en pocos días. Con un exceso de prudencia
llamados Rolando y Uliveriu s figuran en el acta de donación hecha al m o - y adoptando la actitud lo más hipercrítica posible, podemos a firma r qu e a
nasterio de Santa Felicola de Montechiarugolo (no lejos de P arm a), el 2 d e mediados del siglo xi, Roldán y Oliveros ya eran héroes legendarios muy
enero de 1174. E n febrero de 1 1 7 2 los hermanos Oliverius y Rolandus inter- populares. Queda sin embargo la posibilidad de qu e el Oliverius y el Rod -
cambian tierras con el arz obispo de Gé n ova.79 E n un documento de marzo
80. P. Aebischer, «Un cas du couple Roland-Olivier dans une charte de San C ugat»,
77. R. Lejeune, « La naissance du couple littéraire Roland et O livie r», Annuaire de Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, X X V , 19 53 , págs. 165-170.
l'Instituí de Philologie et d’H istoire Orientales et Slaves> X , 1950, págs. 371 -401. 81. F. Lot, Romanía, L I V , 19 28, pág. 372.
78. Véase D. McMillan, «Du nouveau sur la Chanson de Roland?», The Modem Language 82. R. Lejeune, « La naissance...», pág. 376.
Reutew, X L Y I I, 1952, págs. 334-339, y P. Aebischer, «Les trois mentions plus anciennes du 83. R. F aw tier, La Chanson de Roland, págs. 74-75.
couple Roland et Olivier», Revue Belge de Philologie et d’Histoire, X X X , 1952, págs. 657-675. 84. Para las fechas, véase P. Aebischer, «Les trois mentions...», pág. 662.
79. P. Aebischer, «Deux cas italiens de fréres dénomés Roland et O livier», Studi Me- 85. R. Lejeune, « La naissance...», pág. 357.
dtevali, X V I I I, 1952, págs. 32 5-331. 86. «Les trois mentions...», pág. 663.
104 Los cantares de gestafranceses
La «Chanson de Roland»

exercitum, sedadpropriam rediret. Qttodfactum est. Deinde placuit ad regem, pro


landus del documento de Brioud e, que se sitúa entre 999 y 10 31 , fueran
salutem hominum exercituum, ut Rodlane, belligeratorfortis, cum suis posterum
también realmente hermanos; esto nos permitiría afirm ar qu e la populari- veniret. At ubi exercitum portum de Sicera transiret, in Rozabailes a gentibus Sa-
dad de los héroes ya era real en los alrededores del año 1000. rrazenorum fu it Rodlane occiso *
La onomástica nos ha demostrado q ue en 1050, como mu y tarde, O live-
ros, el héroe fabuloso, ya era el com pañero de Roldán, el héroe histórico. La escritu ra visigótica, en la que está redactada la nota, es norma l en los
Según las investigaciones independientes de L . Spitzer y de Mme. L ejeu - manuscritos españoles del siglo x, pero su tradición caligráfica se prolonga,
ne, el nombre de Oliveros (Olivier) pro ced ería de oliva , con siderado como en ciertos casos, hasta la prim era mitad del xi. D . Alonso, con la ayu da de
símbolo de la sabiduría (.sapientia ), digno contrapunto a la valentía (fortitu - expertos en paleografía, fechó la nota entre 1065 y 1075, resistiéndose a la
do) de Roldán, antítesis qu e se manifiesta en el verso 1.093 Chanson: tentación de hacerla más antigua. Está claro que esta datación es la más re-
ciente que se puede p roponer para este escrito, puesto qu e es m uy probable
Rollant est proz e Oliver est sage*
que su redacción sea sensiblemente anterior. De todos mo dos, vista la im -
portancia del documento, lo más prudente es considerarlo como pertene-
Se trata de una explicación ingeniosa, defendid a con entusiasmo por M.
ciente a la última parte del tercer cuarto del siglo xi, puesto que podemos
Delbouille,87 pero que, si es cierta, su pondría una formación culta en la
utilizarlo sabiendo, con certeza, que la Nota Em ilianense ya existía.
persona que inventó el nomb re del com pañero de Roldán.
Esta nota proviene d e San Millán de la Cogolla (provincia de Logroño),
En 1954, D ám aso Alonso dio a conocer y estudió minu ciosamente un
en L a Rioja, localidad vecina al camino de Santiago. Muestra particularida-
texto importante en relación con la leyenda de Ron cesvalles.88 En un m a-
des del latín medieval hispánico y ofrece algunos de los nombres propios
nuscrito de la R eal A cade mia de H istoria de M adrid (Em ilianense 39), un
con f ormas más próximas al romance que al latín (Carlus , Rodlane , Olibe-
folio, que había q ueda do parcialmente en blanco entre dos tratad os, con-
ró). E s evidente qu e el escriba omitió dos líneas, puesto que anu ncia qu e va
tiene en su parte inferior algu nas consideraciones sobre la «Cantabria» y la
a dar los nombres de los doce neptis de Ca rlom agn o, pero luego sólo da seis.
misma mano, en la segunda colum na, escr ibió las líneas siguientes que se
Esto nos demuestra, sin duda, que estaba copiando un texto que tenía de-
conocen con el nombre d e Nota Em ilianense :
lante de los ojos y que, por distracción, saltó los seis nombres que faltan.
In era .d ccc xvi.89 uenit Carlas rex ad Cesaragusta. In his diebus habuit duodecim Se da, en la Nota , una versión de la batalla pirenaica a medio camino
neptis; unusquisque habcbat tria milia equitum cum loriéis suis. Nomina ex his entre el pasaje de la Vita Ka roli de Eginhard o y la Chanson de Roland del
Rodlane, Bertlane, Oggero Spatacurta, Ghigelmo Alcorbitanas, Olibero et episcopo
domini Torpini. Et unusquisque singulos menses serbiebat ad regem cum scolicis
* «En el año de la era 816, vino el rey Carlos a Zaragoza. En aquellos días tenía doce
suis. Contigit ut regem cum suis ostis pausabit in Cesaragusta; post aliquantulum
sobrinos, cada uno de los cuales tenía tres mil caballeros con sus lorigas. Los nombres de
temporis, suis dederunt consilium ut muñera acciperet multa, ne a ffam is periret
éstos: Rodlane, Bertlane, Oggero spata curta [espada corta], Ghigelmo alcorbitanas [de la
nariz curva], Olibero y el obispo don Torpín. Y cada uno de ellos servía al rey un mes con
* «Roldán es valiente y Oliveros prudente».
los de su séquito. Ocurrió que el rey con su hueste se detuvo en Zaragoza; después de algún
87. Véase L. Spitzer, PLMA> L V I II , 1943, Pag s* 589-593; R- Lejeun e, «La naissan-
tiempo los suyos le aconsejaron que aceptara muchos presentes para que el ejército no pe-
ce...», pág. 383; y M. Delbouille, Sur la genése..., págs. 103-107 .
reciera de hambre y se volviera a su país. Lo que se hizo. Luego plugo al rey, para la salva-
88. D. Alonso, «La primitiva épica francesa a la luz de una Nota Emilianense », Revista
ción de los hombres de su ejército, que Rodlane, guerrero fuerte, viniera con los suyos de-
de Filología Española , X X X V I I , 1953, pá gs- I_94 0 a separata lleva fecha de 1954).
trás. Cuando el ejército atravesaba el puerto de Sicera, en Rozaballes, Rodlane fue muerto
89. E l copista emplea, como es habitual en C astilla, la era hispánica, que parte del año
por las gentes sarracenas».
38 a. C. El año de la era 816 corresponde, pues, a 778.
La «Chanson de Roland» 105 io6 Los cantares de gestafranceses

manuscrito de Oxford. La Nota constituye el texto más antiguo, de los co- cada uno d urante un mes, de la guard ia y del servicio del rey con tres mil
nocidos hasta ahora, donde se dice que la batalla en que Roldán encontró la caballeros armados con lorigas que eran su séquito. Es muy posible que
muerte se desarrolló en Roncesvalles, en la form a popular Rozaba/les , que este dato sea antiguo y primitivo y que, más tarde, cuando ya no se enten-
corresponde al latín Roscidavallis. Carlos, q ue no puede evidentemente e n- día, Roldá n solamente haya sido considerado como sobrino del empera-
trar en Zaragoza (pausabit parece sign ificar «asedió»), sigue el consejo de dor, lo qu e daría una ma yor fu erza dra mática a la leyenda.
los suyos que le recomiendan aceptar los regalos del enemigo para que el La Nota Em ilianense está llena de elementos legendarios, pero no tiene
ejército no muera de hambre. Este dato concuerda con la mención de los un tono heroico, cosa que, qu izá, se deba a su concisión. Es difícil decidir si
rehenes que, según los A na les francos, los sarracenos entregaron al rey en supone una base escrita u oral, bajo forma poética o en prosa. Por otro lado,
el transcurso de las negociaciones a las puertas de Zaragoza. P or otro lado, si ad mitimos que supone una forma poética, ésta ¿hubiera sido redactada

la versión está de acuerdo con el tema de los regalos ofrecidos por Marsil a en francés o en castellano? Con todas las reservas sugeridas por la más ele-

Carlomagno en la Chanson de Roland. En la Nota es el rey en persona quien mental prudencia, y simplemente a título de pura hipótesis, podríamos
designa a Rold án para dirigir la retaguardia, hecho qu e, junto con el p re- imaginar que el redactor de la Nota , o de su original, quiso dejar un rastro
cedente, supone la aceptación de una modalidad de la leyenda en la que no escrito y muy condensado de lo que habría oído cantar a juglares; y esto ha-

aparecía G anelón y donde el desastre no era debido a una traición, lo que bría sido una Chanson de Roland embrionaria escuchada un día, a m edia-
concuerda mejor con la verdad histórica. P or contra, vemos participar en la dos del siglo xi, en el camino de Santiago.
batalla de Ron cesvalles a personajes fabulosos o que no participaron en Una prueba decisiva a favor de la existencia de la leyenda de Ronces-
el combate del 778; para emp eza r O liveros y el obispo T urp ín, cosa qu e valles hacia el año iooo es adu cida por Mme. L ejeu n e.9~ Se trata de cierta

está totalmente de acuerdo con la tradición francesa y la Chanson de R o - crónica de D udón de Saint-Qu en tin, titulada De moribus et actis prim o-

land. Pero también figuran personajes del ciclo de G u illerm o: el propio rutn N orm anniaeducum ?* redactada entre los años 1 0 1 5 y 102 0; en ella se
Guillermo au court nez y su sobrino Bertra nd li palazins9° (aspecto que ex a- narra un episodio fabuloso y novelesco cuyos pasajes más significativos

minaremos cuando tratemos de este ciclo), y también Ogier d e Dina marca. son los siguientes: los normandos avan z an hacia París para ponerle cerco

Estos seis personajes, junto con los seis que el escriba olvidó, se califican (los acontecimientos se sitúan en el siglo ix), y un conde del Maine, lla-

como sobrinos (neptis) de Carlom agn o; no hay que ver aquí una relación de mado Ragnoldu s, toma el man do de las tropas franca s y les sale al en-

sangre, puesto que sería inconcebible ver como primos a héroes y personajes cuentro. Frente a frente los ejércitos, R agn old us env ía al enemigo un

tan distintos, sino la expre sión de un cargo palatino (quizá algo como los parla mentario, Alstingu s (Hastings), normando reneg ad o que estaba al

antrustiones)?' cargo que ostentaban los d oce paladines que se encargaban, servicio del rey de Fra ncia, Alsting us va al campo ad versario, que es el de
sus compatriotas, y al regresar al ejército de los francos los des anima y
pérfidamente les desaconseja librar batalla. Enton ces toma la palabra el
90. F. Lecoy, Romanía , L X X X V I , 1955, págs. 267-268, cree que se trata de Bertrand,
hijo de Naimón de Baviera. abanderado (signifer) de Ra gnoldu s, llam ado Rotlandus, qu e, despre-
91. Sobre lo s antrustiones , especie de guardia personal, véase Fustel de Coulanges, His- ciando las razones del renegado, dice a su jefe: «¿Por qu é os aconsejáis
toiredcs lnstitutionspolitiques de l’ancienne Franee..., París, 19 22, págs. 80-82. Hay q ue tener de este hom bre ? Jam ás un lobo será cazado por un lobo, ni una zo rra por
en cuenta el hecho de que, en el Bajo Imperio, los señores nombraban a sus clientes y servi- una zorra». Estas p alabras deciden que se librará batalla, en la cual Rot-
dores familiaris meiyy que, entre los francos, los principales servidores del rey son llam ados
familiaris, comes et amíeus (cfr. Fustel de Coulanges, Histoire... Les origines du systémeféo-
dal, págs. 245 y 327). E s m uy posible que se llegara, a determinada época, a llamar nepotes 92. «L a naissance du couple littéraire...», págs. 393-395.

los nutriti que componían la gran fam ilia de los cortesanos. 93. Edición de J. Lair, Ca en, 1865, págs. 154-156.
La «Chanson de R ola nd» 107 io 8 Los cantares de gesta franceses

landu s lucha valerosam ente, es m uer to por el e nem igo y los francos son son de Roland nombra los camellos, todas ellas como una bestia de precio,
derrotados. H a y en este relato fabuloso u na serie de elementos qu e im - que es reg alada formando parte de un tesoro.
presiona n por su p ara le lism o con la Chanson de Rola nd :94 la actitud del Cuand o el rey Marsil convoca sus fuerzas por p rime ra vez para partir
men saje ro, sim ilar a la de G a n e lón ; la oposición a éste, el nombre y la im - hacia Roncesvalles y sorprender la retaguardia francesa, «en Sarraguce
petuosidad de Ro tlan d us; su m u erte en plen a batalla, en la que los fran - fait suner ses taburs» (verso 852). Cu and o el ejército de Baligant se apresta
cos son derrotados. para luchar contra el de C arlom ag no, los sarracenos «per tute Post funt lur
Decid idam ente la ley enda de Roncesvalles ya existía hacia el año 1000, taburs suner» (verso 3.137). L a Chanson de Roland nombra dos veces los
fecha, desde luego, an terior al texto conservad o de la Chanson de Roland. tambores como instrumento empleado en la gu erra por los sarracenos.
Es evidente q ue antes de componerse el cantar existieron otras obras litera- En octubre del año 1086 se libró, cerca de Bada joz, la batalla de Zalaca,
rias sobre el m ism o tem a, com o pueden ser el poema hagiográfico supues- en la que Alfonso VI fue derrotad o por los almorávides, recientemente lle-
to por Bu rger a base de la G u ía y del seudo T ur pín y la Gesta Francorum (si gados a la Península. En esta batalla los sarracenos se impusieron, entre
ambos textos no son lo m ism o), así como versiones en verso en lengua ro- otras razones, por haber e mpleado una nueva táctica militar q ue sorpren-
mánica; pero lo que ahora nos interesa es fechar el cantar de gesta que co- dió a los cristianos. Según el historiador árabe Al M ak k arí, los caballos de
nocemos en la form a del man uscrito d e O xford y que va f irma do por T u - los cristianos ex perimentaron desconcierto ante la extraña figura y los sin-
roldus en su últim o verso. gu lares gritos de los camellos que traían los infieles. E n esta batalla, ade-
¿Existe algún dato en la Chanson de Roland que nos p erm ita afirm ar más, sobrecogió a los cristianos el atronador redoble de los gra ndes tambo-
con certeza qu e fue escrita con posterioridad a un año determ inado? Se res almorávides, «instrumento jamás oído antes en las milicias de España».95
acostumbra a afirm ar que la Chanson ha d e ser posterior al año 1002 porque En resumen, la primera vez que los cristianos tuvieron noticia de los came -
en ella se u tiliza el térm ino alm aqur com o sinónimo de «jefe sarraceno» y llos utilizados por los árabes y oyeron el bélico redoble del tambor fue en la
en aquel añ o m urió el famoso A lm a n zor. Este dato carece de valor, no tan batalla de Zalaca, y ambas cosas acababan de llegar a Esp aña importadas
sólo p orque antes del famoso A lm a n zor hubo muchos gue rreros m ahom e- por los almorávides invasores. E l texto conservado de la Chanson de R o -
tanos así llam ados, sino también porque es a todas luces evidente que la land, desde el momento que hace figu rar camellos y tambores en las filas
Chanson de R olan d , d e T u rold u s, es posterior a aqu ella fecha. A mi enten- de los sarracenos de Espa ña, ha de haber sido escrito, necesariamente, en

der existe un teim inus a quo de la Chanson de Roland más seguro y que ja- fecha posterior a octubre de 1086. Las noticias de la batalla de Z alaca llega-

más ha sid o pu esto de relieve, que yo sepa. ron pronto m ás allá de los Pirineos, pues Alfo nso V I solicitó el auxilio de la
cristiandad y enseguida tuvo a su lado a muchos señores franceses, entre
El rey Marsil de Z ara go za, con la finalidad de engañar a Carlom agno,
ellos el d uqu e E udes de Borg oña .
decide enviarle un cuantioso presente en form a de metales preciosos y ani-
Cre o, pues, que, m ientras no se d emuestre que los cristianos p ud ie-
males, entre los cuales figuran setecientos came llos («set cenz camelz», ver-
ron tene r noticia de camellos y tambores antes de la acción de Zalaca , hay
so 31), lo cual es anun ciado al em perador por Blancandrín (verso 129), comu -
que conceder que la Chanson de R oland (el texto de Oxford) es posterior al
nicado por el em perador a sus baro nes (verso 184), y M arsil ordena que se
añ o 1086.
efectúe (verso 645). G an eló n , en recompensa por su traición, recibe del rey
sarraceno «muís e chevals e cameils e leuns» (verso 847). Cinco veces la Chan -
95. R. Menéndez Pidal,L ¿¡ España del C id , Madrid, 1947, pág. 335, donde también se
encuen tran la referencia a los camellos y amplias noticias sobre la batalla de Zalaca. En la
94. « L ’analogie est réellc ave c la Chanson de Roland », P. Le Gentil, La Chanson de Ro -
pág. 432 se dice que los tambores se oyeron por vez primera en Valencia en el año 1092.
landy pág. 43.
La «Chanson de Roland» 109 Los cantares de gestafranceses
I 10

L o difícil es hallar un terminas adquem decisivo. U n texto de la Chanson ción que tuvo luga r en C lu ny en 1095. L a Iglesia francesa se m an tuvo fir-
de R oland , m uy parecido al del m an uscrito de O xford , fue conocido e imi- memente al lado de R oma y esto explicaría el hecho que la Chanson de R o-
tado por el poeta p ro venzal Grego ri Bechada en la Cansó d'Antiocha , re- lan d observara un prudente y significativo silencio sobre San Jaim e y C om -
dactada entre 11 3 0 y 11 4 2 , lo qu e constituye, por el momento, la primera postela. Esta actitud, no obstante, deja de tener sentido después de la
alusión a nuestro cantar de gesta en la literatura romá nica.96V eremos más conciliación de 1095 y esto confirma que la Chanson de Rola nd , que leemos
adelante que en 1 1 2 5 G u iller m o d e M alm esbu ry ya cita la Chanson de R o - hoy en la versión de O xford, está redactada antes de esta fecha.-8
land , pero de 1086 a 11 2 5 van una cuarentena de años, lapso de tiempo que Podemos, pues, concluir, con todas las reservas exigidas por estos pro-
dista m ucho de satisfacer nuestros deseos de una datación precisa y cir- blemas tan delicados, que la Chanson de Roland de O xfo rd se empezó a es-
cunscrita. N o obstante, hay q ue llam ar la atención y dar todo su valor a un cribir entre 1 08 7 — como lo atestiguan los datos proporc ionados por la bata-
trabajo del nu mism ático A d rien Blanchet, autor que se ha situado frente a lla de Zalaca— y 1090 — como lo prueba la numismática— ; y que,
la Chanson de R o la nd sin ninguna idea preconcebida, como es lógico en probablemente, es anterior a 1095 — como parece revelar el silencio relativo
quien está espec ializado en materia m uy distinta de la nuestra. Blanchet a Santiago— . Esta conclusión, de todos modos, concuerda con las fechas
examina el cantar d esde el p un to de vista monetario y observa que en él que, por otros motivos, especialmente lingüísticos, fijó M. Delbouille: «La
hay citas a la m on ed a de plata en sentido peyorativo, que se mencionan los Chanson de Roland se sitúa ciertamente a medio camin o entre t\ Alexis (fe-
mancusosy frecuentes en los siglos x y xi, que los besanz esmerez del verso 132 chado alrededor de 1050) y los poemas de la mitad del siglo xII. La compo-
han de referirse a la moneda bizantina anterior a Miguel V II (1071), que sición del poema que nos presenta el manuscrito de O xf ord hay qu e situ ar-
rebajó la ley, y conclu ye qu e «todo au toriza a creer qu e la Chanson de Ro - la alreded or de 1100 ; el manuscrito de O xford nos lo presenta en una copia
land fue em pezada, por lo m enos, en un pe ríodo posterior a los años 1075- bastante d escuid ada pero mu y arcaica y ciertamente fiel al texto origi-
1090».97C om o puede verse, los datos extraídos de la numism ática no están nal».99 La s palabras «texto original» constituyen el núcleo de u n problema
en contradicción con la fecha tope que nos ha brindado la batalla de Zala- del que hablaremos más adelante, pero la afirm ación de qu e la Chanson de
ca. Esta constatación se adapta también a las conclusiones a las que llega, Roland es de «alrededor de 1100» concuerda suficientemente con nuestras
por un c am ino m uy diferente y estudiando un p roblema m uy distinto, A u - conclusiones, puesto que una discrepancia de cinco o diez años no es signi-
relio Roncaglia. Este roma nista italiano explica el sorprendente silencio ficativa. Creo que la fórmula más prudente es la de a dm itir que la Chanson
que se obse rva , en toda la Chanson de R oland , sobre el apóstol S antiago y de R oland conserv ada fue escrita a finales del siglo xi.
sobre Com postela, que atrajo tantos peregrinos desde la m itad del siglo xi, Estamos pues ante una serie de resultados y elementos, de orígenes

a causa d e las tensas relaciones entre esta iglesia y la de Rom a y, en general, mu y diversos y de d iferen te valor, qu e jus tifican la tentativa de investigar

entre la Iglesia española y el Papado d esde el concilio de R eim s (1049), en el cómo y cuándo se form ó la leyenda de R oncesvalles y de intentar obtener

que se ex comu lgó al arzobispo de Santiago, Creconio, y hasta la reconcilia- algu na precisión sobre las form as literarias qu e pudo revestir esta leyenda
antes de que un escritor, a finales del siglo xi, le diera la forma bajo la cual
96. R. Lejeune, «Une allusion méconnue á une Chanson de Roland», Romanía, se presenta en el manuscrito de O xford. Busca remos algo preciso. Sabe-
LXX V, 1954, págs. 145-164. mos, con bastante detalle, lo que sucedió en el curso de la batalla pirenaica
97. A. Blanchet, «Les monnaies dans la Chanson de Roland», Acadcmie des Inscrip-
tionset Relles-LettresyComptes rendus des séances de l’année 1942, págs. 36-48. Recuérde-
98. A . Roncaglia, «II silenzio del Roland su Sant’ Iacopo: le vie dei pellegrinaggi e le
se que por el mismo procedimiento numismático se ha comprobado la fecha que Menén-
vie della storia», en Coloquios de Roncesvalles, págs. 151 -1 71 .
dez Pidal asigna al Cid castellano; véase F. Mateu Llopis en «La moneda en el Poema del
99. M. Delbouille, Sur la genese..., pág. 73.
Cid», Boletín de la RealAcademia de Buenas Letrasde Barcelona, XX, 1947, págs- 43 "5^-
La «Chanson de Roland» 111 I 12 Los cantares de gesta franceses

del 15 de agosto de 778; conocemos sus antecedentes y sus consecuencias. nos que estaban sometidos a la esclavitud de los sarracenos, idea recogida, ha-
Nuestro objetivo es el de extraer de un dato o de un documento posibles cia 840, por el Astrónomo Lemosín, qu e cree innecesario citar los nombres de
elementos destinad os a embellecer, a mpliar, ex age rar o d r am atiza r el los que muriero n en la retaguardia franca «quia vulgata sunt». Estas tres pa-
acontecimiento histórico; y cuanto más fabulosos y novelescos sean estos labras, a las que los críticos románticos dieron tanta importancia, son reduci-
elementos, más interesantes serán para nosotros, puesto qu e todo lo que das por Bédier101 a una alusión a la Vita Karoli de Eginhardo. E s posible, pero
no es historia es leyenda. sólo es una hipótesis, tan aventurada al menos como suponer que el Astróno-
Cuando, tres meses antes de la batalla, en mayo de 778, el papa A driano I mo Lemosín, con estas tres palabras, hace alusión a cantos hipotéticos sobre
escribe al rey Carlos, diciéndole que sabe que va a luchar contra la «A gareno- los héroes de Roncesvalles divulgad os entre el pueblo. Pero si comparamos es-
rum gens» y que rezará «ut ángelus Dei omnipotentis vos praecedat et faciat tas tres palabras con los versos de Erm oldo el Negro que examinaremos más
vestra praecellentia triumfans atque cum magnis victoriis et exaltationem ad adelante (pág. 162), escritos más o menos en la misma época en que el Astró-
propii regni vestri culmen una cum omnem Deo dilectum Francorum exer- nomo Lemosín redactaba su Vita Hludovici, nos inclinaremos a preferir la se-
citum incolumen revertendum»,1 * la verdad ya aparece d esfigur ada en esta gunda hipótesis y a descartar la de Bédier.
carta del papa que dice que rezará para que un ángel guíe al ejército franco, Los elementos legendarios seguros — batalla de los cristianos contra los
tan amado por Dios, y aumenten las grandes victorias del rey contra los agare- sarracenos— e hipotéticos — prestigio pop ular de los héroes— que hemos
nos. Sería absurdo suponer que algunos elementos de la leyenda de Roncesva- examin ad o hasta ahora no encuentran ningún eco en un poeta tan culto
lles hubieran aparecido tres meses antes de la batalla, por muy tentado que como el Poeta Sajón que, hacia 888, escribió D e gestis Caroli M ag ni , si-
uno esté de oponer a la fórmula de Bédier, «A u commencement était la gu iend o a veces palabra por palabra la Vita K aroli de Eginh ard o. V eamos
route», y a la de Pauphilet, «Au commencement était le poete», otra que re- los versos que mejor se prestaban a a coger elementos legendarios:
zara «A u commencement était la légende». En las palabras de Ad riano I no
Cumque Pyrenei regressus ad intima saltus
encontramos la leyenda pero sí encontramos el germen del primer elemento milite cum lasso calles transcenderet artos,
que transformará la batalla pirenaica en que los francos lucharon contra los insidias cius summo sub vertice montis
gascones, en una batalla d e Roncesvalles donde los cristianos luchan contra tendere Wascones ausi nova praelia temptant...
los sarracenos. Ya vimos que los hispani refugiados en el imperio franco, y en- et Francos, quamvis armis animisque priores,
tre ellos el poeta Teod ulfo, pusieron una viva obstinación en hacer de Car lo - impar fecit et angustus locus inferiores...
magno, el antiguo aliado de al-Arabí, un defensor de la cristiandad contra los nainque palatini quidam cecidere ministri,
moros de España, así como un libertador de los qu e estaban sometidos «al muy commendata quibus regalis copia gazae
cruel yugo sarraceno», concepción que en realidad era falsa. El siglo vi 11 se predones illos spliis ditavit opimis102*

cierra con esta consigna, que, por otro lado, el mismo Carlom agno hizo suya
101. L ég .ép .y III, pág. 197.
(recuérdense sus palabras en el concilio de Frank furt de 794). En los primeros
102. Monumenta Gcrmaniae Histórica: Poetae latini aevi carolin i, IV , pág. 16.
años del siglo siguiente, los Annales Mettenses ya afirman que Carlom agno
* «Adentrándose de regreso en lo más recóndito del desfiladero de los Pirineos, con el
emprendió su expedición a Zaragoza emp uj ado por los ruegos de los cristia-
ejército cansado, al atravesar los estrechos senderos, los gascones (o vascones) se atreven a ten-
der una emboscada al pie de la cumbre de estos montes e intentan un combate insólito [...]. Y a
100. Monumento G erm aniae Histórica. Epistulae merovingici et K arolini aevi. I, los francos, aunque superiores en armas y en valor, les dejó en situación de inferioridad la estre-
núm. 61; véase R. d ’A badal, « La expedición de Carlom agno...», en Coloquios de Roncesva- chez y la irregularidad del terreno [...]. Algunos dignatarios de palacio murieron y las rique-
llesy pág. 66-67. zas del tesoro real, confiadas a ellos, enriquecieron a esos salteadores con los despojos opimos».
La «Chanson de Roland» "3 i i 4 Los cantares de gestafranceses

El hecho de tratar a los gascones de «salteadores» y atribuirles el robo de transformara entre el pueblo en el traidor o la persona vil y despreciable
una gran parte del tesoro real constituye un elemento que el Poeta Sajón por antonomasia; en efecto, en la Vie de Saint Léger , escrita a lo la rgo de la
introduce para dram atiz ar, en el plano literario, el pasaje de su poema y segunda mitad del siglo x, el carcelero se llama Gu enes, caso sujeto de
para cubrir de vergüenza a los q ue derrotaron la retaguardia de Carlos. Gue ne lon. A un qu e se trate sólo de una coincidencia, el hecho tampoco
A principios del siglo x, descubrimos un síntoma significativo para puede ser arbitrariamente ignorado: en efecto, la fuente latina segu id a por
nuestra investigación. En 777, Fu lra d , abad de Saint-Denis, hizo su testa- el autor de la Vie de Saint Léger , da al traidor el nombre de W a n ingu s.105 Es
mento; se conservan tres copias contemporáneas y una copia del año 903. igualmente posible que el nombre de otro personaje histórico haya influ i-
En esta copia, se ha introd ucido algo nuevo: la firm a del testigo «Signum do también sobre el nombre del traidor de la leyenda: un cierto G anelón,
Rotlani com itis».103 Este hecho revela que a principios del siglo x el presti- tesorero de San M artín de T ou rs, qu e, según la nota de Boissonnade, cayó
gio de Roldán era tal que se falsificaba un documento auténtico para intro- en desgra cia hacia 1044 ante el conde G odofred o II de A n jou .106 E ste G a -
ducir su nombre. Ésta parece ser la explicación más simple y más lógica, nelón tenía dominios en Ch áteaudun, lo que parece corresponder con la
puesto que, si el falsario hu biera actuad o bajo la influencia de la Vita K aro- referencia ofrecida por la primera ra ma de la Karlam agnús saga (la más an-
li de Eginh ard o, habría escrito H ruodlandi y no Rotlani , grafía que revela tigua de la com pilación e scandinava, quizá anterior al Rola nd de Oxford);
una transmisión popular o bien una latinización ligera de una forma r o - . en ella se afirm a que Ganelón, padrastro de Roldán, vive en Kastalandum ,
mánica. donde ha perman ecid o su esposa.10"
Algo m uy parecido a la Chanson de Roland existía hacia el año 1000, si El testimonio de Du dón de Sain t-Quentin nos ha llevado, pues, a creer
damos un valor probatorio a la anécdota sobre Alstingus y t\sign ifer Rot- qu e, hacia el año 1000, existía una Chanson de Roland primitiva: no tiene
landus, relatada por el cronista D ud ón de Saint-Quentin. El texto qu e ha nada de extraor dinario si tomamos en consideración el hecho de que, hacia
inspirado al cronista no era seguramente el de la Gesta Francorum (citado el mismo tiempo, había gestas sobre el ciclo de G uille rm o como lo demu es-
por el cantar conservado) puesto que, en este ú ltimo, figura el testimonio tra el fragmento de La H aya, que examinaremos más adelante en el lugar
de San Gil, cuya leyenda remonta al final del siglo x o a principios del xi. correspondiente. Esta Chanson de Roland primitiva habría atribuido ya el
Por contra, es posible que, en la fuente de Dud ón de Saint-Quentin, hu bie- desastre militar a la traición, habría contenido episodios sobre embajadas
ra aparecido ya Gane lón, tra nsform ado por el cronista en A lstingus. entre los campos enemigos y habría atribuid o a Roldá n su característica
La introducción de Ganelón en la leyenda de Roncesvalles es, sin dud a, valentía desmesurad a, elementos todos ellos qu e se deducen de los datos
lo que le ha dado mayor fu erza d ram ática, algunas posibilidades de con- ofrecidos por el cronista.
flicto novelesco y psicológico, y, muy probablemente, lo que ha tran sfor- Si bien es difícil concebir u na Chanson de Roland sin G an eló n, es posi-
mado las viejas tradiciones en un poema. Se admite habitualmente que el ble, por contra, de imagin arla sin Oliveros, a unque la fortitudo del sobrino
prototipo histórico d e Ganelón fue un prelado llamado W enilon, antiguo de C arlom agn o necesite su contrapartida en la sapientia de su compañero.
jefe de capilla del rey, abad de Ferriéres y arzobispo de Sens en 837; aban- Menéndez Pidal sostiene que existía, en el siglo x, una Chanson de Roland
donó la causa de su soberano Carlos el Calvo, qu e le cond enó como traidor sin Oliveros, y que este personaje apareció a principios del siglo siguien-
en la asamblea de Savonniéres (junio de 859); de todos modos, volvió a re-
cuperar el fa vor del rey y mu rió en 865.104 Se puede creer que W enilo n se
105. M. Delbouille, 5 «r lagenése..., pág. 154.
106. P. Boissonnade, Du nouveau..., pág. 329.
103. Ph. La uer, Romanía, L X V I I I , 1944-1945, págs. 381-385. 107. P. Aebischer, Textes notrois et littératurefranqaise du Moyen-Age, Gine bra -Lille ,
104. P. Boissonnade, Du nouveau..., pág. 328. 1954, pág. 27.
La «Chanson de Roland» n 6 Los cantares de gestafranceses
I15

te.108 El testimonio de Dudón d e Saint-Q ue ntin no se opone de ningún de Bernardo del C arpió, reacción legendaria co ntra las leyendas francesas.
modo a esta suposición, pero la constatación de la existencia de parejas de Creo, pues, que el autor de la Nota Em ilianense , o el de su original, pudo
hermanos llamados Roldán y Oliveros — y sólo tomando en consideración conocer la existencia del tema de Ganelón, pero prefirió escoger el de la re-
aquellos casos en que la frater nidad d e los personajes es totalm ente segu- tirada de los francos a cambio de ricos regalos; en cu alqu ier caso, aunque
ra— nos obliga a concluir que Oliver os ya era famoso, como com pañero de no hu biera conocido el tema de Ganelón, es evidente que, en la tradición
Roldán, hacia la mitad del siglo xi. Se pod ría, conjetu ralmente, situa r en francesa auténtica, éste existía ya a mitad del siglo xi. La Nota es una pre -
esta época la redacción de la Gesta Francorum, texto latino basado en leyen- ciosa reliquia de la leyenda rolandia na, pero nos la ofrece en una versión
das y en la Chanson de Roland primitiva. L a Gesta Francorum , como hemos que, sin duda, fue exclusivamente española.
visto, contenía la traición de Ganelón, su juicio y el episodio del emir Bali- Co m o ya sabemos, el texto más antiguo conservado de la Chanson es el
gant, lo que nos acerca mucho al Roland de Oxford. del manuscrito de O xford, copiado en el segundo cuarto del siglo xII. Ig-
La Nota Em ilianense (1065 -1075) representa, sin ningu na duda, una noramos cuántos intermed iarios separan esta copia del original, compue s-
modalidad española de la leyenda. Con oce la existencia d e Oliveros, aun to al final del siglo x i. Ignoramos también, y esto es mucho más grave, has-
sin mencionarlo inmed iatamente después del nombre de R old án y sin d ar- ta qué punto los escribas intermediarios o el propio copista del manuscrito
le aparentemente un relieve particular. Esto nos lleva a una versión poste- de O xford han sido fieles reproductores del texto que tenían ante sus ojos.
rior al año 1000, si no nos hemos equivocado en todo lo que hemos conjetu - El proble ma esencial consiste en saber si hay, entre el original del final del
rado. La Nota no menciona a G an elón y no hace ninguna alusión que siglo xi y el manuscrito de O xfo rd , puros y simples copistas o si, al contra-
permita im aginar la presencia de un traidor, y es esto lo que es más ex - rio, hay diversos refundidores. L a historia posterior de la Chanson de R o -
traordinario del breve texto de San Millá n de la Cogolla. De todos modos lan d (versión francoitaliana de V 4, con el episodio de la conquista de N ar-
hay una explicación posible para esta ausencia. E l autor de la Nota , ante la bona y el final del poema, las dos fases de los Roncevaux , las traducciones
expedición de Carlom agn o a Zar agoza, llev ada a una magnitud tal por la en lengua extra njera) puede apoyar la opinión según la cual el manuscrito
leyenda, reacciona con la misma actitud hostil que el Silense adoptará cua- de Oxford representa pu ra y simplemente el estado de la Chanson de R o -
renta años más tarde. Esta crónica, desfiguran do los datos proporcionados land , texto fluctuante y cambiante, en el segun do cuarto del siglo xII. Jules
por los anales carolingios sobre los rehenes recibidos por Carlo magn o por Horrent sostiene que la versión de Oxford es una refundición y no una co-
parte de los moros delante de Zarago za, afirmará que el rey aban donó la pia, y que el refundidor ha dado un tinte de anglicismo a la lengua del can-
empresa porque se ven dió a los musu lm an es (more Francorum auro corrup- tar y ha realizado algunas m odificaciones de tipo literario; pero reduce su
tus).'0<- Tanto en la Nota como en el Silense se percibe un matiz d e francofo- intervención a algunos cambios en el orden de las laisses y a la intro ducción
bia o, al menos, un cierto orgullo nacional que no puede toler ar q ue se v aya de nombres geográficos que pudieran interesar a un auditorio inglés.1 M.
repitiendo, contra toda verdad histórica, que Ca rlom agn o conquistó toda Delbouille se opone a esta opinión y llega a la conclusión de que: «si sólo
España y la liberó del yugo de los sarracenos. Ésta es una actitud explicable consideramos el texto de O xford en su precioso arcaísmo, tenemos la im -
en los siglos xi y xn, cuando aún quedaba tanta tierra española para recon- presión de encontrarnos en presencia de una copia descuidada, pero bas-
quistar al islam; y es corrobora da por la invención española de la leyenda tante fiel a un viejo poema que el auditorio de F ran cia no hubiera aprecia-
do sin d uda en aquel momento y que nos ha sido conservado en una forma
tan antigua sólo gracias al retraso que marcaba la evolución de la mod a li-
108. R. Menéndez Pidal, «L a Chanson de Roland desde el punto de vista del tradicio-
nalismo», en Coloquios de Roncesvalles , págs. 15-37.
109. D . Alonso, «La primitiva épica...», págs. 27-29. no. ). Horrent, La Chanson de Roland..., págs. 323-333.
La «Chanson de Roland» 118 Los cantares de gestafranceses
117

teraria francesa en Ing laterra».111 Por mi parte, creo que si los cambios histórico o legen dario, pero al fin y al cabo es la única fórm u la válid a desde

operados por el copista de O xford se redujeran sólo a los que J. Horren t el estético. Sin el poeta, no tendríamos la Chanson de Roland. Recordemos
uno d e los trozos más acertados y más inteligentes de Les légendes épiques
conjetura, la cosa no tiene excesiva im portancia, puesto que el m ism o crí-
de Rédier: «Un minut o bastó, el minuto sag rado en que el poeta, explotan -
tico admite una Chanson de Roland ante rior , con el episodio de Baligant,
redactada a fines del siglo xi o a principios del x II , y que sería, en su estruc- do tal vez cierto tosco relato, b urdo bosquejo del tema, concibió la idea del
conflicto de Roldán y de Oliveros. Solamente después de haber concebid o
tura fundamental, el texto que hoy le emos.112 A partir de un exame n m i-
nucioso de las diferentes versiones de la leyenda y del estudio de sus epi- esta idea, para ponerla en práctica y, no temo utilizar este verbo, para ex-
plotarla, no se contentó con ‘‘cantar” ; le fue preciso sentarse a su mesa de
sodios más significativos, Hor rent supone la existencia de una Chanson de
trabajo, buscar combinaciones, efectos, rimas, calcu lar, disponer, tachar,
Roland , en verso y en francés, escrita entre los últimos años del siglo x y al-
afanarse. A sí proceden los poetas de hoy; así han procedido los poetas de
rededor de 1050: una de sus caract erísticas sería el hecho de no contener el
siempre. Se enorgullecen de canta r como el hombre respira, pero quien les
episodio de Baligant, problema del q ue trataremos más adelante.113 Esta
conclusión, a la que J. Horrent llega a partir de los textos literarios conser- crea, se equ ivoca. Tra bajan : “ se necesita tanto oficio para fabricar un libro
como para fabricar un reloj’'; no hay ninguna otra teoría válida para e xpli-
vados sobre el tema de la leyenda de Roncesvalles, concuerda per fecta-
car las obras de la inteligencia. L a Chanson de R oland pudo no haber existi-
mente con lo qu e cr eemos poder deducir de las referencias y citaciones que
do; si existe, es porque hubo un hombre. E s el regalo gratuito y magnífico
hemos analizad o. Sobre este aspecto hay que proceder con la mayor p ru -
dencia, pero sin menospreciar ningún detalle susceptible de ser significati- que nos ha hecho este hombre, no una legión de hom bres» .114
Las leyendas preexistentes y los relatos de historiadores verdaderos y de
vo, puesto que es tan a rb itrario dejar corre r la fantasía sobre hipotéticos
cronistas fabulosos se convirtieron así, cuando un poeta puso su mano, en
textos primitivos — falta, si es que la hay, de la cual no nos cr eemos total-
una sabia obra de arte, con una estructura perfecta y rigurosamente simé-
mente inocentes— como cerrar los ojos obstinadamente ante documentos
trica y con unos personajes acert ad amente infundidos de ind ividu alidad y
o hechos elocuentes — falta cometida por la crítica exclusivamente ind ivi-
de pasiones. ¿Debemos una gra n parte de estos méritos al auto r de la con-
dualista.
jetural Chanson de Roland que existía hacia el año iooo? L o ignoramos, y
tal ignorancia sólo nos permite tener en cuenta el texto del manuscrito de
Oxford.
6 . E S T I LO DE LA « C H A N S O N DE R O L A N D »
Una de las cosas qu e más asomb ra es qu e, años atrás con la venda de los
prejuicios románticos y popularistas, no se hubiera visto la eq uilibrad a y si-
Tarea inútil hubiera sido todo lo que antecede, así como los esfuerzos de
métrica unidad de la Chanson de R oland , que proclama abiertamente la
más de un siglo de investigación y el constante análisis de qu e ha sido ob je-
existencia de un poeta, responsable, consciente y docto, que la ha escrito
to el más insignificante pasaje, verso o vocablo de la Chanson de R olan d , si
desde el primer verso hasta el ú ltimo. En cuanto cae en ma nos de refund i-
no se tratara de una de las más bellas manifestaciones del genio artístico del
dores (desde el del manuscr ito V 4, que cambió el final del poema, hasta los
mundo rom ánico de los tiempos medios. L a fórm ula de Pauphilet: « Au
«rellenadores» de los Roncevaux ), la Chanson pierde su trabada arquitectu-
commencement était le poete», podrá discutirse desde el punto de vista
ra. E l texto primitivo de nuestro poema, aquel que ha transmitido el ma-
nuscrito de O xford, es la obra personal e intencionada de un poeta, y tene-
ni. M. Delbouille, Sur lagenése..., pág. 31.
112 . J. Horrent, ob. cit., págs. 308-322.
11 4. Lég.ép., I I I , p ág . 448.
113. J. Horrent, ob. cit., págs. 265-307.
La «Chanson de Roland» 119 120 Los cantares de gestafranceses

mos que aceptarlo tal cual nos ha llegado, sin recurrir al cóm odo y a rbitra- a su rey, y los sarracenos matarán a Roldán en Roncesvalles. Para vengar a
rio expediente de suponer interpolaciones cuando ap arezca una frase o un Roldán, Carlomagno derrotará a los sarracenos, y para hacerle justicia hará
verso qu e no encaje con la apriorística idea qu e podamos llevar en la cabe- juzgar y condenar a Ganelón . A cualquiera que haya leído la Chanson
za. Y no tenemos qu e acudir a este extrem o, gratu ito y poco serio, porque, de Roland sin prejuicios, todas estas consideraciones le parecerán de una in-
afortunadamente, el texto de la Chanson de Roland obedece, en su totali- genuid ad intolerable; y realmente no habría necesidad de hacerlas si no se
dad, a una m ad ura concepción del arte. hubiese sostenido durante mucho tiempo casi unánimemente — y no h u -
La estructura de la Chanson de Roland es tan perfecta como puede serlo biera quien lo sostiene ahora— que ciertos episodios fundamentales del
la de la Eneida o la del Quijote , pero es más simétrica q ue la de las obras cantar son postizos y posteriores. El episodio sobre el que más ferozmente
maestras latina y española. E l cantar se deja div id ir perfectamente en cuatro se ha puesto la tacha de bastardía es el de Baligant.
partes, trabadas la una con la otra, de las cuales a la primera corresponde la Observemos, para empezar, que el problema de la autenticidad del epi-
cuarta, y a la tercera, correspond e la segunda. En la primera parte (versos 1 sodio de Baligant no parece haber estado claramente planteado. R ecorde-
al 847), se narra la traición del caballero franco Canelón, por odio a su hijas- mos los materiales ante los cuales nos encontramos: una Chanson de Roland
tro Roldán. E n la segunda (versos 848 a 2.396), a consecuencia de la traición, (la de Oxford ), escrita a fines del siglo XI, que nos ha sido transmitida por
la retaguardia franca sufre la derrota d e Roncesvalles, infrin gida por los un manuscrito copiado en el segundo cuarto del siglo siguiente. H ay una
sarracenos, y en ella mueren Rold án y los suyos. E n la tercera (versos 2 .397 sola posibilidad por la cual el episodio de Baligan t pueda ser considerado
a 3.674), Carlo m agn o venga el desastre militar derrotando a las fue rz as ma- apócrifo: qu e haya sido compuesto por uno de los copistas o refundidore s
hometanas de todo el mundo, capitaneadas por el emir Baligant. Y en la que se han interpuesto entre el texto del fin del siglo xi y la copia conserva-
cuarta (versos 3.675 a 4.002), el traidor G an elón es sometido a juicio y casti- da. C reo que nadie sostiene esta hipótesis. Pero, si no la aceptamos, el epi-
gado."'5 Así pues, al delito cometido por G an elón en la primera parte, co- sodio de Baligan t d eja aut omá ticamente de ser apócrifo, puesto que todo lo
rresponde el juicio de la cuarta; a la derr ota militar de la segunda, la victoria que se puede decir, imaginar o conjeturar sobre una Chanson de R oland an -
militar de la tercera. P rim era y cuarta partes son breves (874 y 327 versos terior al más antiguo texto conservad o cae en el terreno de la pura hipóte-
respectivamente); la segunda y la tercera, más extensas (1.548 versos, la una sis. Repitamos que hay serios argumentos para creer en una Chanson de
y 1.277, otra). N o se puede d isgregar, con la excusa de interpolaciones ni Roland ya conocida hacia el año iooo — y, por mi parte, estoy convencido
de episodios intercalados tardíamente, ninguna de estas cuatro partes, simé- de su existencia— , pero los datos qu e tenemos sobre esta redacción prim i-
tricamente relacionadas y vinculadas, pues se echaría a per der la calculada tiva son m u y vagos au nq ue uno de ellos, no obstante, el testimonio de la
estructura que el poeta dio a la Chanson de Roland. Sin el juicio de A quis- alusión a la Gesta Francor del verso 3.262, proclama precisamente que el
grán, que constituye la cuarta parte, la traición de Ganelón quedaría im pu - episodio de Baligant existía ya antes de la redacción del texto qu e leemos
ne; sin la victoria sobre el emir Baligant, que form a la tercera, el desastre de hoy en día. Por otro lado, es evidente que algu ien, en cierto momento, in-
Roncesvalles no sería vengado. C on la batalla de Roncesvalles se llega a la ventó el episodio de Baligant, por la simple razón de qu e éste no es un per-
mitad temática del poema, en la que todo han sido desdichas para los fran - sonaje histórico y el emperad or Carlos jamás combatió contra un tal emir
cos (traición y derrota); en el resto del poema los francos se impondrán a sus sarraceno. Algu ien, pues, inventó al em ir Baligant, como alguien inventó
adversarios (victoria y justicia). Para perder a Roldán, Ganelón será traidor la intervención de T u rp ín en la batalla, como alguien inventó a Oliveros,
como alguien inventó a Gan elón y como alguien inventó a la bella Alda.
T od o en la Chanson de R oland es pues « apócrifo», excepto el hecho de que
115. Véase el esquema de f . Rychner, La Chanson de geste..., págs. 38-39, a unque este
autor no cree en la autenticidad del episodio de Baligant. Carlom agno se retiró de Zaragoza y qu e Roldán mu rió en los Pirineos. N o
La «Chanson de Roland» 121 122 Los cantares de gestafranceses

hay inconven iente en adm itir la ingeniosa cadena de hipótesis inventada


Roncesvalles, cuya contrapartida es, precisamente, la victoria sobre el gran
por R u ggero M. R uggieri para sostener que Baligant sustituye al tío del rey emir sarraceno. Recordemos que existen otras gestas francesas, comOi 4/¿>-
Marsil, el algalife que el texto del manu scrito de Oxf or d lla ma Ma rgani- cans o Aspremont , que llevan com o título el nombre de una batalla, no de
ce s,"6 pero, aun si esta su stitución es segura, ya se había operado cuando un héroe.
componía el poeta cuyos versos hoy leemos, como, por eje m plo, se conside- Se ha qu erido encontrar toda suerte de contradicciones entre los versos
raba ya que Rold án er a sobrino de C arlom agn o. Y si admitimos, en último de las dos primeras partes del cantar y la tercera, o sea el episodio d e B ali-
término, qu e el episodio de Baligant tue inventado por el poeta que, a fina- gant. La mayoría son contradicciones aparentes o infundadas, y las pocas
les del siglo xi, escribió la versión d e O xford , este episodio es, a partir del que pu diera n mantenerse son minucias insignificantes o revelan cierto
momento en qu e f ue compuesto, rigu rosam en te auténtico. Hecha s estas descuido del escritor.117 Desde luego, ninguna de estas contradicciones es
obser vaciones prelim in ares, q ue a m enud o se silencian u omiten, quizá tan sorprendente ni de tanto bu lto como lo qu e ocurre con el rucio de San -
porque son a todas luces evidentes, veamos el papel del episodio de Bali- cho en la primera parte del Quijote ni como los diversos nombres que da
gant en la Chanson . Cervantes, a lo largo de su novela, a la mu jer del escudero (Teresa P anza,
Sin el e pisod io de Baligan t la Chanson de R oland que conse rvamos no Teresa Cascajo, Juana Gu tiérrez y Juana Panza). N adie puede negar que
tiene razón de ser. Sin el ep isodio de B aligant nuestro cantar sería un en- todas estas incongruencias las haya escrito Cervan tes «por estos pulgares»,
gendro artístico y un d espropósito dentro de la jerarquizada mentalidad como decía Ginés de Pasamonte.
feudal de los siglos xi y xii. Ima giné m on os que después de la derrota de la E n ca mbio, si arrancamo s de la Chanson el episodio de Baligant, til-
retaguardia en Roncesvalles, el ejército de Carlom a gno se volviera directa- dándolo de interpolación, nos vemos obligados a considerar espurios los ver-
mente a Fran cia y qu e en A qu isgrán se ju zgar a y condenara a G anelón. La sos 2.525 a 2.554, en los que C arlom agn o tiene un sueño profético en el que
traición habría sido castigada, pero el desastre militar no habría sido ven- interviene un gran león, que es el símbolo del propio Baligant. Sigu iendo
gado. ¡Q u é poco glorioso sería el papel del em per ador! La flor de sus caba- por este camino, tran sformaríamos a nuestro antojo el poema y estropearí-
lleros muer tos por los sarracenos sin digna réplica; uno de sus consejeros amos la equilibrada arquitectura con que el autor lo concibió.
más allegados, tra idor a su cau sa. L a Chanson de Roland sería la epopeya de Que C ar lomagno tenía que tom ar venganza de la derrota de Roncesva-
una derrota. lles, no es sólo un razonamiento ju stificado, sino una idea q ue tienen pre-
N o olvidem os qu e el título Chanson de Roland es mod erno y ha sido sente Roldán y sus compañeros cu ando están luchando en los Pirineos. La
puesto por los editores d el siglo pasado. N o es que con ello quiera negar a retirada de Marsil a Z ara goza, perseguido por C arlomagno al mando de su
Rold án la prim acía personal en el poema, que evidentemente la tiene. Pero hueste, no constituye la venganza de Roncesvalles ni de la muerte de Rol-
re pare mos en que lo básico d e la obra no es precisamente el personaje Rol- dán, por la sencilla razón de que Marsil sigue con vida y con el gobierno de
dán, sino la batalla de Roncesvalles. E l explicit del manuscrito V 4 hace sos- la ciudad, de la única ciudad, precisamente, que qued aba en poder d e los sa-
pechar q ue, en algún tiempo, nuestro poema se denom inara Roncesvalles , rracenos españoles, según la fantástica historia de la Chanson. En aquel mo-
lo que bien podría partir del autor . C u an do se afir m a qu e el episodio de mento Ganelón ya está preso y, cuando haya tranquilidad, será j uzgado por
Baligant se sep ara del tema fundame ntal del poema, se presup one que éste un procedimiento legal: la traición está en vías de ser castigada. Pero, en

es forzosamente la figu ra d e Roldán, cuando, en realidad, lo es la acción de cambio, a la derrota de Roncesvalles no se ha respondido proporcionalmen-

117. M . D e lb o uille, Sur la genése..., págs. 32-61, demuestra que, lin güística, métrica y
1 16. R. M. R ug gieri, «Valore, tradizione e d iffusione dell’cpisodio di B aligan te», Cul-
estilísticam ente, el episodio de Baligan t no se diferen cia d el resto de la Chanson.
tura N eolatina , X I I I , 19 53, págs. 57-84 y 19 1 -12 7.
La «Chanson de Roland»
I23 124 Los cantares de gestafranceses

te y no se ha vengad o la m uerte de R oldán. Roldán ha sido muerto por los


magno volviera a Francia y atacó su retaguardia, por sorpresa y con la com -
soldados de M arsil, y éste está con vida todavía. Para vengar la mu erte de plicidad de un desleal: G anelón. Esta idea del derecho y de la razón d omina
Roldán, caídos en la batalla los doce pares, queda Ca rlom agn o, su tío y su todo el cantar, y se resume en un verso lapidario: «Paien unt tort e chres-
señor. Y aq uí llegamos al punto decisivo de la tr ama del cantar, por lo que t'iens unt d reit» («La injusticia es de los paganos y de los cristianos la ra-
se refiere a la venga nza, qu e ha sido puesto de relieve con lúcida p rofu ndi- zón», verso 1.015). Hay que suscribir plenamente la siguiente frase de Paul
dad por Paul Aebischer, dem ostrand o así la absoluta autenticidad del episo- Aebischer: «Nuestro autor [...] estaba tan imbuido de las ideas feudales, que
dio de B aligant."' Carlom agn o es un soberano feudal, del cual es vasallo eran las de su época; tenía tal concepto, teórico si se quiere, pero ideal y pro-
Roldá n. Éste, antes de m orir, le ha pedid o auxilio haciendo sonar el olifan- fundamente sentido, de los derechos y de los deberes recíprocos de señores y
te, pues uno de los derechos del vasallo es solicitar la protección de su señor, vasallos, que estos principios jurídicos y feudales constituyen la trama sobre
el cual tiene la obligación de otorgársela. Marsil es otro vasallo: es vasallo del la que ha bordad o todo su admira ble poema ».119
emir Baligant, soberano d e todos los sarracenos, y siete años antes, cu ando N o debe quedar ni la menor sombra de duda sobre la autenticidad del
Carlom agno invadió España , el reyezuelo de Zara goza solicitó el auxilio episod io de Baligant, parte esencial de la Chanson , que no pudo ser conce-
del emir de Babilon ia, su señor feudal. Por otro lado, Marsil es qu ien ha he- bida, en su forma actual, sin tenerlo en cuenta, no sólo por razones de ar-
cho m orir a Ro ldá n, y ello debe vengarse ; pero Carlom agn o, soberano, no quitectura estilística, sino también por emanar de los principios funda-
puede tom ar vengan za en un vasallo, Marsil. Forzosamente han de enfre n- mentales de la época en qu e se escribió.
tarse los dos señores feudales, a los que el poeta presenta como soberano de Tam bién ha sido objeto de discusiones la au tenticidad de las laisses
todos los cristianos y como soberano de todos los sarracenos: Carlom agno y C C L X V I I I y C C L X I X en las que se narra la muerte d e la hermosa A lda,
Baligant. Dentro d e la jer arqu ía feudal, ambos son iguales, y, hasta física- hermana de Oliveros y novia de Roldán, que no puede sobrevivir a la noti-
mente, el poeta hará de ellos dos inverosímiles ancianos, pero llenos de vi- cia de que este último ya no existe. Son veintinueve maravillosos versos, en
gor y de ga llar da apostura . E l combate entre Carlo m agno y Baligant, cuan- los q ue el amor hace una fug az aparición en el poema, sin nombrársele
do luchan personal y singularmente los dos soberanos, es un auténtico duelo siqu ie ra, y sujeto a un destino trágico que llev a hasta la muerte. L o único
judiciario. An tes del combate sing ular, C arlom agno ha are ngado a sus ba- que sabía el lector sobre este personaje femenino se reduce a una corta fra -
rones y les ha dicho «Ja savez vos: cuntre paiens ai dr eit!» ( «Y a lo sabéis: se de dos versos pronunciada por Oliveros en plena batalla de R oncesva-
¡tengo razón contra los p a gano s!», verso 3 .413); y, en plena batalla, cuando lles, cua nd o está discutiendo con Roldán , que ya ha decid ido tañer el oli-
se da cuenta d e que lleva las de perder, Ba liga nt «s’en aperceit qu e il ad tort fante, y le dice: « ¡Por estas mis barbas, q ue si puedo volver a ver a mi gentil
e C harlem agn es dreit» («em pieza a com prender que él mantiene la inju sti- hermana A ld a, no descansaréis más entre sus brazos!» (versos 1.720 -1.7 21).
cia, y Carlo m a gn o la razó n», versos 3.55 3-3.554). Para gan ar un combate Lengu aje de gu erreros que no dan importan cia a los amoríos. Cu ando
judiciario, no es preciso ser el más fuerte, el más valiente ni el m ejor arm a- llegue el momento de expirar, Roldán dirigirá su mirada a las tierras de
do: hay que tener la razón, el dreit. Si Carlo m agno vence a Baligant es única España, pensará en los reinos que ha conquistado en su vida militar, se
y exclusivamente porque Dios le asiste mediante la intervención de San G a - acordará de la dulce Francia, de los hombres de su linaje y de Carlomagno,
briel en un mo m ento que decaía, ya qu e la razón está de su parte. L o está su señor..., pero ni un solo mom ento su m em oria le representará a la her-
porque Marsil es un traidor q ue fingió hacerse cristiano para que Carlo- mosa A lda , esta doncella que, pocos días después, caerá muerta de un
modo fulminante en cu anto le digan que Roldán ya no vive. L a Chanson de

11 8. P. Aebischer, «Pour la défense et l ’illustration de Fépisode de Baliga nt», Mélan-


119. Ob . cit., pág. 179.
ges Ho epffner , París, 1949, págs. 17 3- 18 2.
La «Chanson de Roland»
I2 5 I2Ó Los cantares de gestafranceses

Roland es una epop eya d e gu erreros, y estos gu erreros son rudos francos, Los tipos del cantar están retratados, tanto física como espiritualm en-
no tiernos bretones como T rist án o L ancelot, que por amores olvidaron te, de un mod o certero, consecu en te y q ue no permite con fusiones en -
tan a m enudo sus debere s de vasallos y de militares. Precisamente, con un tre ellos. Se trata, claro está, de los personajes destacados, pues los secunda-
arte exquisito, el autor del cantar nos ha hecho ver este aspecto tan caracte- rios qu ed an determinados, a veces, con una sencilla adjetiv ación: «Ricardo
rístico de sus héroes, contrap oniendo la indiferencia sentimental de R ol- el viejo», «Ju rfaleu el rubio», etc. C arlomagno, viejo, con la barba blanca,
dan y la grosera frase de O liveros al profundísimo amor de la hermosa la cabeza florida, el cuerpo gallardo y el continente altivo (versos 1 17 -119 ) ,
Alda, qu e no necesitó de bebe dizos, com o la rubia Iseo, para que le llevara es el representante de Dios en la tierra y el defensor de la cristiandad. Dios
a la muerte. H ay cierta corresp ond en cia entre la hermosa Ald a y la otra fi- lo protege constantemente, como un señor feudal a su vasallo, y lo asiste
gura femenina de la Chanson , la reina sarracena Bram imonda, esposa del por me dio de sus ángeles, ora para aconsejarle y darle órdenes, ora para
rey Marsil. B ram imo n d a, que lanza gritos de terror cuando ve herido a su salvarle cuando su vida está en peligro. Ca rlom agno ama tiern amente a
marido y que se desespera cu ando se pierde Zaragoza, es la que , ya viuda, sus vasallos, en especial a Roldán y a Oliveros, teme por su suerte y por su
rinde la ciu dad a C arlom a gno. El em pera dor se la lleva cautiva a Francia, osadía temeraria, y llora copiosamente sobre sus cad áveres. El poeta nos
no como rehén, sino porque quie re que «p ar amu r cu nvertisset» («se con- pinta a Carlos como hombre tardo en palabras (verso 140), qu e med ita pro-
vierta por amor» al cristianismo, verso 3.674). La palabra am or, que no fi- fundamente sus resoluciones. N o tolera los sentimentalismos: cuando
gura en los versos q u e tratan de la hermosa A lda , aparece aq uí aplicada a la Ganelón es designado para ir a Zaragoza, empresa en la que parece difícil
reina m ora qu e luego se hará cristiana con toda conciencia. El amor ha lle- salir con vida, el futuro traidor le encomiend a a su esposa y a su hijo Baldo-
vad o a Bra m im on d a a la v erdadera fe. E l pa ralelo entre Ald a y B ra mi- vinos, con muestras de mucho cariño; C arlomagno se limita a responderle:
monda es innegable y evid entemente buscado por el autor; podríamos se- «T enéis el corazón demasiad o tierno» (verso 317).
gu irlo hasta m ás lejos, a tru eq ue de caer en cierta exageración, y recordar Que este soberano poderoso y de derecho divino, fuerte como un roble
la pareja Ma rsil-Bra mim on d a opuesta a la pareja R o ldan-A lda , ellos v asa- y qu e en su avan zadísima edad combate como un mozo , es un hombre
llos de los dos soberanos feudales, y ellas viu das de sus esposos, muertos en como los d emás no lo advertimos más que en una ocasión; cuando no lo ve
la misma gu erra y en band os contrarios. nadie y está recluido en su cámara abovedada de Aquisgrán. A llí, en los úl-
T ild a r de postizo o de interpolado el episodio de A lda es un principio timos versos del poema, term inada la conquista de España, derrota das las
gratuito. Co mo escribe A ng elo Monteverdi: «N ingu na contradicción existe huestes de Baligant, castigado Ganelón y convertida Bram imon da, el em -
entre el episodio de A ld a y las otras partes del texto de O xford. Es cierto que perador busca el tan merecido descanso en su patria. San Gabriel se le apa-
la Chanson de R oland podría prescindir del episod io de Alda; pero tam- rece y le ordena, de parte de Dios, que reúna las huestes de todo el imperio
bién la En eida podría prescindir, por ejemplo, del episodio de Eu ríalo y de y vay a a socorrer a un rey cristiano qu e está sitiado por los paganos en leja-
Niso; todo poema épico p odría prescind ir de uno u otro de sus episodios».120 nas tierras. «El emperador no quisiera ir» , comenta el poeta; pero fiel al
Es evidente, pues, qu e la Chanson de R oland presenta una verd adera ma ndato divin o, Carlomagno profiere en son de queja: «Deus, si penuse
unidad, y no hay duda de que esta unidad la ha logrado el autor de un est ma v ie !» («¡D ios, qué trabajosa es mi vid a!» , verso 4.000), «sus ojos de-

modo consciente. rraman llanto y tira de su blanca barba».121 Así acaba la Chanson : m ostrán-

120. A . Monteverdi, «A lda la b e lla », StudiM edievali, N. S., 1, 19 2 8 , pág. 167. En gene- 121. L a Chanson de Roland acaba, de hecho, con el verso «P lu ret des o ilz , sa barbe
blanche tiret», que casualmente recuerda el prim ero conservado del Cantar del C id : «De
ral, para la estructura del poema, véase C h . A. Knudso n, «Études sur la composition de la
los sus ojos tan fuertem ientre llorando ».
Chanson de Ro land», Romanía , L X I I I , 19 37 , págs. 48 - 92 .
La «Chanson de Roland» 128 Los cantares de gesta franceses
I27

donos al emperador en su m edida hum ana, ahora que sus vasallos no pue- su com pañero O liv eros. Am bos quedan definidos en este verso: «Rollant
den verlo, en cerrado en su cáma ra, solo frente a Dios. est p roz e O liver est sage» («Roldán es valeroso y Oliveros es sensato», ver-
Roldán es un tipo de héroe m ara villosam ente dibujado. El poeta ha te- so 1.09 3),en 9 ue E . R. Curtiu s ve (en un tra bajo que luego se menciona -
nido el acierto de no cifrar en él todas las virtudes, pues en lu gar de un rá) una repetición del tópico retórico fortitudo-sapientia , del que se da una
hombre hubiera parecido un parad igm a, como Galaaz. En valentía y en síntesis ideal en el verso 1.724: «la valentía con buen juicio no es necedad».
fuerza física no le gana nadie, pero es temerario: am a el peligro y perece Cla ro está que Oliveros es valeroso cuando es necesario serlo, al tiempo
en él. Su tozudez en no tañer el olifante para llam ar al grueso de la hueste qu e Roldán no es sensato cuando más necesitaría la sensatez. Oliveros es
de Carlos, cu ando se ve asaltado por un enemigo más poderoso, casi parece un caballero perfecto, mesurado, disciplinado y que cumple puntualmente
una bravuconería: no lo es, porque cuando llegue el momento de luchar lo con su deber. Sobrio y sincero, intenta disuadir a Roldán de su temeridad
hará valientemente, hasta perder la vida. Si al final hace sonar el olifante, suicid a al no querer pedir aux ilio a C arlomagno ; pero cuand o ve que nada
sólo es cuando ha vencido y se ha hecho dueño del campo de batalla y con conseguirá y que no puede oponerse a la voluntad de Roldán, que es el jefe
la finalidad de que Carlom agn o acuda y pueda vengar la mu erte que ya ve designado por el emperador para m andar la retaguardia, lucha como un
próxima. Pero esta m uerte es al propio tiempo la expiación de su d esm esu- bravo sabiendo qu e ha de morir, y jamás se le ocu rrirá pedir cuentas a su
ra: «El alma de Roldán se salva por gracia divin a — ha escrito R . R. Bezzo- amigo por el sacrificio de su vida. Se perm itirá, eso sí, lanza rle pullas cua n-
la— ,122 pero Roldán sabe que ha pecado. Sabe que en el m omento decisivo, do, al final, Roldán se decida a tañer el olifante, pero ello no pasa de ser una
por su desmesura, ha olv ida do su deber hacia el soberano y hacia la cris- amistosa burla a un compañero de armas. Pocas escenas son tan emocio-
tiandad, porque sólo pensaba en sí mismo y en su propia gloria. H a expiado nantes como la que precede a la muerte de Oliveros. Su cabeza sangra tan-
duramente este pecado, pero con él lo han expiado también todos aquellos to q ue se le han enturbiado los ojos y ha perd id o la vista; a ciegas avanza
que han sido arrastrados por él al abismo». por el ca mpo de batalla blandiendo su espada y golpea con ella en el yelmo
Las disput as de Roldán con Oliver os son, exactamente, las discusiones del prim ero qu e nota en su proximidad . Era su am igo Roldán, q ue al sen-
de dos entrañables camaradas que han gue rreado muchos años juntos. Hay tirse he rido por él le interpela «con d ulzura y suavidad» y le pregunta,
en la figura de Rold án un simpático matiz de infantilismo. Muchacho bulli- brom eando aún en esta ocasión, si acaso lo ha desafiado para que lo trate de
cioso, qu e interrumpe los consejos imperiales con br avatas e intempestivas esta suerte. Contesta O liveros que, ahora que lo oye hablar, lo reconoce:
carcajadas, se burla de su padrastro y que qu iere ser el primero en todo. «¡Y o no os veo, que os vea el Señor! Si os he herido, perdon adm e». Su bli-
Carlomagno lo tiene que hacer callar como si fuera un niño. Ga nelón recor- me sobried ad, propia del trágico momento. T ras el perdón de Roldán, Oli-
dará cierto acto de indisciplina de Roldán cuando, sin permiso del em pera - veros muere; el poeta nos lo dice en unos términos en que se cifra esta e n-
dor, conquistó Nople s (verso 1.775) y un curioso rasgo suyo de jactancia al trañable amistad de armas: «Se inclinan el uno hacia el otro, y he aqu í que
ofrecer a su tío Carloma gno una roja manzana en la que simbolizaba que le se separan con gran dolor» (versos 2.008-2.009).
entregaba las coronas de todos los reyes del m undo (versos 384-386), acción El traidor G anelón es otra de las figuras del cantar en las que se mani -
que el traidor quiere interpretar como si fuera propia de su orgullo. fiesta el insuperable arte del poeta. N o ha hecho de él una figura repulsiva
Al lado de este muchacho hercúleo, valeroso, dispuesto a la risa y al gap ni ha concentrado en su retrato todos los vicios. A l contrario; Ganelón es el
(jactancia) y desmesurado por tem erid ad, el poeta nos presenta la figura de único gu errero concreto q ue piensa en su mu jer y en sus hijos, rasgo que
no place a Carlo magno, como ya señalamos; Gan eló n es hermoso física-
mente (el bel sire Guenes) y de muy gallarda apostu ra . E n el momento en
122. R. R. Bezzola , «De Roland á Raou l de Carnbrai», Mélanges Hoepffner , París,
*949 »p ág -198. que estalla su ira contra su hijastro Roldán, el poeta nos lo describe del si-
La «Chanson de Roland» 129
Los cantares de gestafranceses

guíente m odo: «T en ía los ojos brillantes y el rostro muy altivo; su cuerpo


los a tan arriesgada empresa. Entonces, toma la palabra Roldán, y dice: «Sea
era gallard o y sus espaldas anchas: estaba tan hermoso q ue todos los pares
Ganelón, mi padrastro» (verso 277). L a ira de Ga nelón estalla al punto, y con
lo mirab an» (versos 283-285 ). T iem p o después, tras su traición, la batalla
motivo. Es decir, él es el único que puede ser enviado a Zaragoza porque su
de Roncesvalles y la d errota de Ba ligant, cuando ha sido objeto de una
vida nada vale; y precisamente ha sido su hijastro, Roldán, quien con toda la
ruda prisión, de los malos tratos de los pinches de las cocinas imperiales y
mala intención lo ha designado. Ganelón comprende qu e Roldán está pen-
ha recibid o gr an n úm ero de azotes, al presentarse al juicio de Aq uisgr án,
sando en aquel momento: «Si nosotros no podemos arriesgarnos, porque
aún conserva su prestancia y su belleza: «A llí ante el rey estaba Gane lón:
valemos demasiado, que vaya mi padrastro, pues si muere, poco se perde-
tiene el cuerpo gallar d o y el rostro de gentil color; si fuera leal, parecería un
rá». Por esta razón, tras las palabras de Rold án, dice el poeta qu e «el conde
barón» (versos 3.762-3 .764).123 Y G anelón , además, es valiente. En su em -
Ganelón se mostró muy ofendido» (verso 280): ofendido , no angustiado, como
bajada ante Mar sil, cua nd o cree que va a ser acometido por los sarracenos
equivocadamente se ha traducid o la palabra anguisables.'M Ganelón ha
que rodean al rey m oro, tiene la mano aferrad a al puño de la espada dis-
sentido la ofensa que partía de Roldán, pero no ha sentido miedo. Y así
puesto a vender cara su vid a. A Ganelón le pierde el odio a su hijastro . Lo
como la ira de Aq uiles es el punto de partida de la Iliada , la ira de Ganelón
considera su perior a él y sabe q ue tiene gan ad o el afecto d e Carlom agno , y
es el punto de partida de la Chanson de Roland.
no se lo perd ona. Se su lfura ante las burlas del m ozo caballero y se apodera
Nuestro poeta ha tenido el acierto y la mesu ra de su bray ar un motivo
de él la idea obsesionante de veng arse. G ane lón está convencido de qu e no
hum ano para la traición de Gan elón , y d arle la su ficiente grav eda d para
ha sido traidor: hasta el últim o m omento respeta y obedece a Ca rlo m agno,
que explique la felonía. Una pasión, perfectamente an aliza da y justificada,
su señor natural, pero por encima de sus deberes de caballero se imponen su
crea el conflicto del cantar; pasión nacida en un ser de aspecto hermoso y
odio y sus bajos instinto s de venganza. Dentro del pundonor caballeresco, gallardo y que en modo alguno es un cobarde. En la figura de G anelón está
la ira de G anelón es explicable , aunqu e no pueda justificarse su ulterior uno de los mayores primores de nuestro escritor.
condu cta. Reco rde m os la escena. Se trata de env iar un mensajero al rey A l lado de Roldán y de Oliveros tiene un relieve singular el arzobispo
Marsil de Z ara go z a. An tañ o se envió otra em bajada formada por dos caba- T u rpín de R eims. Prototipo de clérigo guerrero, es valiente como cual-
lleros, y éstos fueron de capitados por los sarracenos, contra todo el fuero de quiera de los doce pares, siempre animoso y decidido en la lucha, en la que
gu err a. L a em presa, pues, es peligrosa. Ganelón en m odo algun o teme ser tanto sermonea a los soldados y reparte bendiciones, como blande su espa-
em bajador ni tiene miedo a la m uerte. Si Carlom agn o lo hubiese designa- da Alm an ce y mata miles de sarracenos. E l poeta le otorga un papel sin gu -
do p ara este com etido sin previa co nsulta a sus barones o si Roldán no hu- lar, o sea el de luchar con denuedo en Roncesvalles y qu edar en pie en la
biese sem b rado discord ia, Ganelón hubier a cu mplido el manda to con toda batalla solo con Roldán. É l bendecirá a todos los muertos y expirará el pe-
lealtad. Pero no o currió así: se d elibera sobre quién será el que asuma esta núltimo, después de Oliveros y antes de Roldán. Cu an do Rold án forma su
peligrosa em ba jad a, y se ofrecen a ello el duqu e N aimón, Roldán, O liveros
y el arzobispo T u rp ín ; y todos son rechazad os por el emperador porque los 124. Sigo la interpretación que a esta discutida escena da Silv io Pe lle grin i, « L ira de
cuatro son dem asiado preciosos o dem asiado q ueridos por él para exponer- Gan o», Cultura Neolatina , II, 1943, P^gs. 161-162. Por mi parte, creo que esta in te rpreta-
ción se corrobora con un pasaje s im ila r que se halla en la Chanson d ’Aspremont (ed. L.
Bra nd in, versos 1.766-1.789): se trata de env iar un m ensajero francés al rey sarraceno Ago-
123. La fórm ula de este verso recuerda la de otro de la Chanson , el que dice de Bali- lant, y Carlo m agn o reúne su consejo y dice: Jo ne voelpas a paiens cnvoier / Haut horne nul
gant: «De us! q ue l barun s’oüst chrestien tet!» (3.164), que he comparado con el «¡Dios, qu i tiere ait a baillier. Oue ne iocient cilgloton paltonier , sino un povre chevalier , y se ofrece
qué buen vassallo si oviesse buen señ or!» cidiano en Revista bibliográfica y documental, III, Rich ie r diciend o que él es persona adecuada para la empresa: Sui un chevalier. N ’ai oir ne
1949, págs. 257-260. fil, ne tiere ajusticier. S e si povre home i volés envoier...
La «Chanson de Roland» I32 Los cantares de gestafranceses

retaguardia y se incorporan a ella los doce pares, T urp ín grita: « ¡Y o iré, matado au n rey de Dina marca y se había q uedad o con su caballo com o bo-
por mi cabeza !» (verso 799) y se agrega a la za ga de la hueste con estas de- tín (versos 1.649-1.650).
cididas palabras. C uan do las fuerzas de Roldán se aprestan al combate, ya Pero el autor, au nqu e se entretiene con acusad a complacencia en la pin-
sorprendidas por los sarracenos, el arzobispo pronuncia un sermón ante tura del arzobisp o ma tamoros, no olvida su alta jera rquía eclesiástica ni
los soldados, que se inicia con la proclamación de la fidelidad a Ca rlom ag- que en Roncesvalles tiene otro cometido más elevado. A nte su cuerpo ex-
no; hace que los gue rre ros enu meren sus pecados, les asegura el paraíso pirante, rend ido de tanto luchar y sangrando por las heridas, R oldán le va
después del m artirio y los absuelve: «Por penitencia les ordena acometer» trayendo los cadáveres de los doce pares y los forma frente a él, en u na im -
(verso 1 .138). E n repetidas ocasiones T u rp ín lucha como un bravo: mata al presionante guardia de héroes muertos. A llí T urpín bendice a los que ca-
rey bereber Corsablix (versos 1.235-1.250), al hechicero Siglorel, a quien yeron por la fe d e Cristo y por el emperador y pide a D ios que los coloque
Júpiter había conducido a los infie rnos (versos 1*390-1.395), al fiero A bis- entre las flores del paraíso (versos 2.195-2.19 9). A poco expira el arzobispo
mo (versos 1.631-1.668 ), e innumerables más, pues da más de mil golpes Tu rp ín : en su cadáver se nota el guerrero, pues sus entrañas salen del cuer-
(verso 1 .414) y deja el campo con más de cuatro mil muertos (versos 1.682- po y ba jo la frente le hierve el cerebro que se derrama; pero también se ad -
1.685). A n im a constantemente a los soldados, los cuales no pu eden menos vierte el sacerdote, pues antes de morir, «sobre su pecho, entre las dos cla-
que admirar su br avura: « ¡Esto es valentía! El báculo está seguro en m a- vículas, ha cruzado sus blancas manos, las hermosas» (verso 2.25o).'2'1 Son
nos del arzobispo» (verso 1.670), gritan los franceses cuando le ven acome- manos con las que no sólo se ha esgrimido a Alm ance, sino tamb ién se ha
ter al en em igo. El autor confie sa q ue «jam á s cantó misa tonsurad o que consagrad o el cuerpo de Jesucristo. ¡Maravillosa figur a la del arzobispo
realizara tantas proezas» (verso 1.563). Cuand o R oldán y O liv eros están Tu rp ín! El poeta le ded ica una especie de epitafio: « Ha muerto T u rpín, el
discutiendo sobre la necesidad de tañer el olifante, es Tu rpín qu ien pone gu errero de Carlos. Por sus grandes batallas, sus tan bellos sermones, fue
paz entre ellos, da su consejo, y les habla con toda serenidad de su próxima siempre campeón contra paganos. ¡Dios le conceda su santa bendición!»
muerte y del traslado de sus tres ca dáveres a un monasterio (versos 1.73 7- (versos 2.242-2.245). Especialísima complacencia ha tenido el au tor del
1.752). A T u rpín no lo derriba ningún caballero e nem igo en lucha singu- cantar en hacernos viva y admirable la persona de este arzobispo guerrero.
lar, como les ocurre a tantos guerreros francos, sino que cae con cuatro he- Es sorprend ente la sencillez con qu e el poeta ha compuesto la Chanson
ridas producidas por una llu via de proyectiles que tiran cuarenta mil de Roland. Versos desnudos de toda ornamentación, frases breves y conci-
sarracenos. Herido, lucha tod avía al lado de Roldán (son los únicos super- sas y un vocabulario no muy rico, pero siempre de una justeza y de una
vivientes), y aún tiene alientos para grita r: « ¡T r aido r sea el qu e no acome- propiedad extremas. E l le nguaje figurado no tiene espacio en nu estro poe-
ta!» (verso 2.144). Y cuando qu eda n d ueños del campo, d ice a R oldán con ma; los vocablos están utilizados en sentido recto e inmediato, sin concesio-
auténtico orgullo guerrero: «Vuestro es este campo, por la mer ced de Dios, nes a la imagen ni a la perífrasis. Al traducir el cantar se advierte que nues-
vuestro y mío» (verso 2.183). E n esta frase se cond ensa todo el espíritu m i- tro le nguaje coloquial y cotid iano es infinitamente más figura do que el de
litar de este singular arzobispo, que aren gan do a los caballeros franceses,
llega a decir lo siguiente: «E l que lleva arm as y monta buen caballo, ha de 125. L a actitud de c ru za r las man os sobre el pecho, form a nd o con los antebrazos la
ser fuerte y feroz e n la b atalla; de otra suerte no vale cua tro d ineros y cruz de San André s, es frecuente en relieves de tumbas de eclesiásticos de la época y res-

debe ser monje en algún monasterio y rezar todo el d ía por nuestros peca- ponde a un rito m uy extendido para el rezo , que se conserva aún entre los dom inicos; véa-
se M . Roques, «E ntre les dous fourceles», Studies in French Language and medieval Litera-
dos» (versos 1.878-1.882). Evidentem ente, T urp ín no es un clérigo al que
turepresented to Prof. Mddred K. Pope, Manchester, 1939, págs. 321-338. Véase tam bién, del
atraigan la vid a contemplativa ni la paz del claustro. Y no fue sólo en esta
mism o M . Roques, « L ’attitude du héros m ourant dans la Chans on de Ro la nd», Rom anía ,
ocasión cu ando se mostró gu errero, según nu estro poeta; ya antes había L X V I , 1940-1941, págs. 355-366.
La «Chanson de Roland» *33 *34 Los cantares de gestafranceses

este poema, en el que se crea poesía con los elementos más sencillos del idio- encu entran tres destinadas a ponderar la velocidad de caballos: uno es «más
ma con una tal vez rebuscada simplicidad. G racias a ello, cuand o encontra- ligero que gavilán o golondrina» (verso 1.492), otro «más ligero que un hal-
mos alguna de las escasas voces que se apartan de su sentido recto, el valor cón» (verso 1.529) y el otro «más ligero que el p ájaro que vuela» (ver-
poético se acrecienta enormemente. Por ejemplo, el uso del adjetivo teñe- so 1.573). todas las épocas se ha recurrido a la cetrería para decir poé-
bros aplicado a los ojos de Rold án muerto: «T u rn ez ses oilz, mult li sunt te- ticamente que los caballos son veloces. Se compara la fiereza de los gue rre-
nebros» («sus ojos están extraviados y llenos de tinieblas», verso 2.896). «Si ros con la del león y la del leopardo (versos i . m y 1.888). L a blanca barba,
tuviera que encontrar una expresión para la lengua de la Chanson — escri- símbolo de la majestad de Carlomagn o, es comparada a «la nieve sobre el
be Giul io Bertoni— l2'’ la llamaría románica , tomando este término de la hielo» (verso 3.319); y en un momen to determinado el poeta trata de las bar-
historia del arte, porque despierta en nosotros impresiones y sentimientos bas del emperador y las de su enemigo el emir Baligant: las del primero son
que también son suscitados por el arte románico. A nte todo tenemos la im - «blancas como la flor en abril» (verso 3.503), y las del segundo, «blancas
presión de algo macizo, y se diría que parte de la materia ha qu edado iner- como la flor del espino» (verso 3.521). La comparación más larga del poema
te. Hay, además, en las catedrales románicas algo desigual, desde el punto se encuentra en el relato de la batalla de Roncesvalles, cuando se dice:
de vista exterior, análogam ente a lo que se rastrea en la Chanson. H ay en «como el ciervo corre delante de los perros, así huyen todos flos paganos]
aquellas catedrales una unidad fundamental que parece romper se si obser - delante de Roldá n» (versos 1.8 74-1.875), de abolengo bíblico y también to-
varnos los detalles: los capiteles, los arcos, las bóvedas. L o m ism o en el poe- mada del deporte de la caza. El lector, que ya ha recorrido cerca de dos mil
ma, que recuerda el arte románico en lo que tiene de monumental, de aus- versos, se sorprende ante esta sencilla comparación, infinidad de veces repe-
tero y de sagrado». tida en poesía, porque contrasta con el estilo enjuto del poema, tan extraor-
La majestuosidad de la lengua de la Chanson no obedece ni a la hincha- dinariamente parco en apartarse de una dicción real y sin adornos.
zón ampulosa ni al recargamiento, sino a su condensación sobria y a la E. R. C u rtiu s127 señala una serie de procedimientos estilísticos de la
gran fuerza qu e ad quieren las palabras al emplearse en su acepción más Chanson de Roland que revelan un poeta educado en el estudio de las artes
directa y en su justo valor semántico. L a coordinación prevalece sobre la poéticas medievales, cuyos recursos retóricos aparecen a menudo en sus
subordinación y existe cierta libertad en el orden de las palabras, aspecto en versos. Nuestro autor es muy dado a enunciar dos veces el mismo concepto
el que, a veces, se observan inversiones intencionadas, tendentes a poner de o la misma expresión; de ahí la frecuencia con que encontramos p arejas de
relieve determ inado elemento de la oración. Los tiempos verbales sufren sustantivos, a veces meros sinónimos («par honur e par ben», 39; «a hunte e
constantes mudanzas, incluso en pasajes muy próximos, hasta tal punto a viltet»,437; «c li colps e li capíes», 1.109 , etc), y parejas de adjetivos («cu-
que una pregunta enunciada en presente histórico es contestada con una ru<¿us e irez», 2.164; «canuz e vielz», 538, etc.), proced imiento iterativo que
respuesta en pretérito . E l adjetivo tiene marcada tendencia a preceder al no es raro qu e constituya todo un verso («par ceste barbe e par cest men ger-
sustantivo, lo que da valor afectivo a la expresión y en algunos casos se con- nun», 249; «granz sun les oz e les escheles beles», 3.2 91, etc.) y que en última
vierte en claro epíteto, tan propio del discurso de la epopeya. consecuencia produ cirá las laisses similares de que hablaremos enseguida.
El apostrofe es la figura retórica más visible en el cantar, y adquiere una Uno de los recursos de la am plificatio retórica, el oppositum , que consis-
elevada belleza cuando Roldán, a punto de morir, dirige tres emocionantes te en afirm ar una idea y negar su contrario para darle mayor relieve, se en-
parlamentos a su espada Durandarte (versos 2.304-2. 311 ,2.316-2 .3 37 y 2.344- cuentra en la Chanson muy a menud o («Caries se dort, q u ’il ne s’ esveillet
2.354). Escasísimas son las comparaciones. En versos bastante pr óximos se
127. E. R. C urtius, «Zur Literarás thetik des Mittelalters: Rolandslied und epischer
126. G . Bertoni, en el prólogo de su edición de la Chanson de Roland , pág. 71. Stil», Zeitschriftfür romanische Philologie , L V I II , 1938, págs. 21 5- 232 .
La «Chanson de Roland»
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mié», 7 24; «m orz est li q uens, que plus ne se d em uret», 2 .021, etc.), así
más breves de cinco (o de cuatro, si tenemos en cuenta la que se pued e for-
como las an áforas o repeticiones. El estu dio de estos proced im ientos re-
mar con los versos 3.846-3.849), y las más largas, de tr einta y cinco. Por lo
tóricos, y de otros muchos más qu e se dan en el p oema, lleva a Cu rtius a la
general, la laisse contiene una corta escena o un parlamen to en estilo direc-
conclusión de que su autor no pudo ser un juglar , sino un clérigo conoce-
to (en tres casos un parlamento sigue sin interrupción de una laisse a otra).
dor de los preceptos de las artes poéticas medievales.
Aho ra bien, en los momentos de mayor interés d ramático o de más fuerte
Nu estro poeta man tiene, por lo com ún, una cabal relación entre la frase
intensidad poética, el autor recurr e al procedimiento de repetir en una lais-
sintáctica y la rítm ica, proscribiendo casi de un m odo absoluto el encabal-
se lo que ha dicho en la anterior, con palabras iguales o parecidas, pero
gamiento (enjam bem ent ): cada verso encierra una proposición en la mayor
cambia nd o la rima, y en cinco ocasiones la repetición se reitera en una ter-
parte del poema y al p ro pio tiempo, como ha puesto de relieve B eck er,128es cera laisse en la qu e vuelv en a aparecer los términos d e la prim era y de la
frecuente cier to ritmo de dístico en los versos de la Chanson ; en muchas segunda. L os críticos del siglo xix veían en ello una comprobación de la teo-
ocasiones tras cad a dos versos, la idea e xpresad a exig e una pausa más m a r- ría d e las cantilenas, y creían que estas repeticiones obedecían a haberse
cada q ue produce una especie de b alanceo binario que no es raro que se soldado burdamente distintas versiones de un mismo canto épico-lírico de
cierre, al final de la serie, con un gru po de tres versos que constituyen una gran antigüedad. Contra esta suposición, Milá y Fontanals levantó un ar-
especie d e trístico. N o es d e cr eer que este fenómeno sea consciente en el gumento de gran peso: «las variantes ofrecen siempre asonantes diferen -
poeta, p ues dista mu cho de ser general, pero indica una propensión rítmica tes, lo que es opuesto a la naturaleza de la poesía p opular neolatina, donde
que debería acentuarse en el recitado melódico que los juglares imprimían las versiones de un mismo canto, por mucho que discrepen en los porme-
al cantar y del cual nada sabemos. nores, conservan, con rarísimas excepciones, una misma rim a».'30
Un o de los recursos poéticos m ás notables del poema, qu e luego se repe- Desde su perfecta arquitectura y su bien trabada unidad hasta los m i-
tirá en otras gestas e incluso en el Cantar d el Cid castellano, es el de las lais - núsculos procedimientos del arte de escribir, la Chanson de R oland es la
ses similares. E l R oland va dividido en doscientas noventa secciones, llam a- obra acabada y perfecta de un poeta que sabe qu é hace y cómo debe cons-
das en francés laisses, ,2<> en las cuales la asonancia de la rim a es la misma tru ir y m atizar para lograr su propósito estético. Un hombre culto, un na-
para cada una de ellas. E l tipo pro med io de serie es de catorce versos; las rrad or maravilloso y un altísimo poeta ha escrito la Chanson de Roland.
Pero ¿quién era este hombre?

128. P h .-A u g . Becker, «D e r distichisch-tristichische Rhytmus im Rolandslied», Phi-


lologische Stadien aus dem romanisch-germanischen Kulturkreis, K. Voreszcen zum 60. Ge-
burtstag, Halle, 19 27, pág. 529 y sigs.
7 . E L A U T O R DE LA « C H A N S O N DE R O L A N D »

129. A l final de más de la mitad de las laisses de la Chanson aparecen las letras A O I, a
las q ue se han propuesto diversas interpretaciones y en las que incluso se ha querido Páginas atrás nos inclinábamos por la interpretación qu e da Olschk i al úl-
ver una exclamación o una especie de refrán o estribillo. L o más verosímil es que se trate timo verso de nuestro poema: « A q u í acaba la gesta que Tu rold us am p li'
de una indicación de modulaciones musicales destinada al juglar que debería recitar el poe- fica poéticamente», con lo que nos sumamos a la opinión más recibida por
ma (tal v ez sobre las vocales del Pax vobis de la misa; cfr. A. Haemel, Z.eitschriftfürfranzo- la crítica, o sea que Tu roldu s es el autor de la Chanson, es nuestro poeta.
sische Spracheund Literatur, 1926, págs. 382 y sigs.). A mediados del sig lo xm , el poeta ga-
Esta conclusión, lo sabemos bien, no es inatacable y hay qu e tener en cuenta
llegoportugués Al fonso Lopes de Baian, al p aro diar la Chanson de Roland en unos versos
las hipótesis de los que creen que Turoldus fue el autor de un texto anterior,
satíricos (Ca ncionero de la Vaticana, 1080), acaba las estrofas monorrimas con las letras
EO I, evidente imitación del A O I francés. Véase J. Horrent, «Un écho de la Cha nson de
Roland au Portugal», Revuedes langues vivantes, X I V , 1948, págs. 133-193. 130. Milá, De la poesía heroico-popular castellana, pág. 457.

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