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El Apó stol de las naciones y las 7 iglesias

A diferencia del andariego o el turista, el caminante es el que tras sus pasos deja algo; deja tras
de sí parte de su esencia en el lugar que visitó, como una estela de vida que florece en el
camino. Pero el caminante también se lleva algo, mientras va desprendiéndose de lo que ya no
necesita. Por eso, ser caminante es transformación y mejoría, es darse la oportunidad de
cambiar y de aprender, de encontrarse y avanzar.

La historia ha dado ejemplos de grandes caminantes que levantándose de sus errores e


imperfecciones, supieron entregar sus vidas en aras de una causa que trajo la luz al mundo.
Quizás el mayor ejemplo de caminante, lo tengamos en la legendaria figura de Pablo de Tarso,
llamado también el apóstol de las naciones. En el vemos el ejemplo de tenacidad, de fuerza
interior, de valentía y de entrega por el amor a los que buscaban a Dios: el ejemplo vivo del
caminante.

Pablo hacía generalmente sus viajes a pie atravesando lugares peligrosos e inhóspitos, con una
dificultad aun mayor: la de llevar en su mente y corazón un mensaje que el mundo nunca antes
había conocido. Se cree que atravesó más de 10.000 kilómetros en sus viajes y su vida inspiró a
miles de personas en el mundo que encontraron en él un ejemplo para dejar atrás lo
equivocado de sus vidas.

Las siete iglesias

Si alguien tuvo influencia en la fundación de las iglesias por fuera de Judea ese es Pablo de
Tarso. Por tanto, a pesar de ser Juan quien enumera las siete iglesias en el libro del Apocalipsis,
es Pablo quien lleva el impulso del caminante, al transformar esas ciudades hundidas en el
paganismo en baluartes de Jesús y de los evangelios.
Por otro lado, la semejanza entre el camino al mirador y las siete iglesias de Asia es tan clara,
que se convierte en un atractivo más para el reposicionamiento de la Villa Turística Serranías
del Zapla.

El camino de las siete iglesias y el mirador del Cerro La Cruz

El camino de las siete iglesias busca narrar la transformación de Pablo de Tarso, desde su
origen y su persecución a los cristianos, a su conversión, entrega, santificación y martirio por la
causa de Jesús.

En cada uno de los siete paradores hasta la cima, le corresponde el nombre de cada una de las
siete iglesias, y en cada una de ellas se describe en un pequeño texto, la vida de Pablo en torno
a su transformación y a su fuerza caminante. Así, el camino va llevando al visitante, desde
abajo hacia arriba, desde el origen de un hombre alejado de la verdad hasta su transformación
en un santo; en un ejemplo vivo de como el hombre con sus defectos se puede transformar a
sí mismo como hizo Pablo, solo poniendo en su corazón el anhelo de llegar a Dios. El sendero
pone esa experiencia a la vista del caminante, comparando el trabajo de Pablo con la dificultad
del caminar hasta la cima.

Éfeso
Pablo de Tarso nunca tuvo pareja y nunca se sintió disminuido por ello. En uno de los lugares
donde hoy el ser humano muchas veces se siente incompleto, inseguro y disminuido, Pablo
nos demuestra que hace falta una convicción y un propósito en Dios para que él ordene
nuestra vida, ya sea que seamos solteros o casados. El apóstol de las naciones recorrió los
caminos de su vida sin unión conyugal, y nunca decayó ni se sintió afectado por ello. Por eso, si
algo mostró Pablo de Tarso desde antes de su conversión al cristianismo, fue un gran orden y
disciplina. La disciplina siempre se inicia desde el interior, y en ello se observa la semilla de una
virtud que se vuelve frondosa cuando el hombre la riega alegremente con su constancia.
Esmirna
Al principio Pablo de Tarso fue un gran perseguidor de cristianos, y en su accionar mostraba
una emocionalidad exacerbada y un rechazo visceral a la doctrina que pregonaban los
seguidores de Jesús: “Entretanto Saulo hacía estragos en la Iglesia; entraba por las casas, se
llevaba por la fuerza hombres y mujeres, y los metía en la cárcel” (Hechos 8:3). Incluso luego de
su conversión tuvo varios choques con algunos apóstoles, dado su fuerte carácter que en
varias ocasiones le costaba controlar. Pero en la medida que fue domando sus emociones, un
crecimiento indetenible se fue manifestando en su interior y el tiempo le fue permitiendo
equilibrar su conducta y aumentar su Fe, convirtiéndose en un referente dentro de los
apóstoles.

Pergamo

La poderosa luz que se le apareció a Pablo de Tarso y lo arrojó del caballo en el camino a
Damasco fue el detonante de un cambio radical en su vida. Por eso la «conversión» de Pablo
se erigió como un hito de transformación interior: abandonó el celo fervoroso por las leyes
judías y atrás quedaron sus persecuciones. Se alejó cada vez más de los apegos materiales, el
confort y las riquezas -en ocasiones considerándolas “basura”-, desarrollando en
contraposición, un deseo cada vez más alto por las cosas espirituales. De esa manera Pablo de
Tarso fue perdiendo paulatinamente el apego por las cosas terrenales hasta entregar su vida
por amor a Cristo.

Tiatira

La fuerza de su corazón impulsó a Pablo de Tarso a entregar su mensaje por Asia,


Grecia y Roma, padeciendo muchas veces fiebre, hambre y frio. Su fuerza nunca
decayó. Al contrario, parecía fortalecerse. “De los judíos cinco veces he recibido
cuarenta azotes menos uno.  Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado;
tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta
mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los
de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto,
peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos;  en trabajo y fatiga, en muchos
desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez;  y además de
otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias.
¿Quién enferma, y yo no enfermo? ¿A quién se le hace tropezar, y yo no me indigno?”
(2 de Corintios 24-29)

Sardis

Las dificultades en su misión, le exigieron a Pablo de Tarso el desarrollo de una fuerza cada vez
mayor. Por eso, con el tiempo fue ajustando sus pensamientos, puliendo su espíritu y
despojándose de las otras cosas que debía quitar de su mente como la tensión, el vacío de
acción, la inflexibilidad, la rigidez, la falta de comunicación o la introversión . Como un
hombre que vela toda la noche, fue identificando sus errores más pequeños los cuales se
fueron desvaneciendo por completo. Eso se tradujo en una mayor comprensión y una
sabiduría cada vez más elevada. La fuerza Santa del Espíritu comenzó a incrementarse en él,
pudiendo desarrollar la capacidad de levantar paralíticos y sanar enfermos. A esta altura,
Pablo de Tarso ya no era nada de lo que había sido antes de su conversión.

Filadelfia
Con el paso de los años, Pablo de Tarso se constituyó en el motor de la construcción y
expansión del cristianismo en el Imperio romano. La visión que tuvo de ser el mensajero que
llevaría la luz de Cristo a los gentiles se concretó, merced a su talento, a su convicción y a su
carácter indiscutiblemente misionero. En ello se observa la Fe de Pablo: su clarividencia y
capacidad de visión para verse a él mismo en el futuro, como una profecía que se concretó en
base a su esfuerzo y su trabajo venciendo todas y cada una de las dificultades que se le fueron
presentando. Esa virtud que desarrolló para ver el futuro, lo llevaría a transitar con más
fortaleza, el último y más decisivo acontecimiento de su vida.

Laodicea

Sus últimos pasos lo llevaron con decisión y sin miedo a transitar por el postrero de los
caminos, el de su muerte en manos de los opositores a Jesús. Escribía años antes con
premonición en su carta a los Corintios: “Dios nos ha exhibido a nosotros los apóstoles como
postreros, como a sentenciados a muerte; pues hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a
los ángeles y a los hombres”. Así, su martirio se vuelve el punto más álgido de su vida, el que
enfrentó con calma y seguridad sabiendo que era solo un paso para vencer hacia el final al
postrer enemigo de los hombres: la muerte. “Y cuando esto corruptible se haya vestido de
incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra
que está escrita: vencida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde,
oh sepulcro, tu victoria?” (1 de Corintios 15: 54-55). Su muerte fue como el símbolo del grano
de mostaza, donde hoy sus frondosas ramas recuerdan en este letrero, a Pablo de Tarso, el
Apóstol de los caminos.

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