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Universidad EAFIT

Escuela de Artes y Humanidades


Maestría en Hermenéutica Literaria / Programa en Literatura
Profesor Mauricio Vélez Upegui
Curso: Prácticas Hermenéuticas / Estudios Clásicos (Odisea de Homero)
Códigos: HL 0981/ HL 1370
2022-1
Taller 2 - Trashumancia

Presentado por: María del Coral Miranda – Verónica Curátola Tobar. Marzo 19 de
2022

Problema:
Reparen en el siguiente señalamiento “Lo que le salva la vida a Odiseo en su
confrontación con… un cíclope llamado Polifemo es su inteligencia; lo que lo pone en
serios apuros… es la boca”. (cf. Mendelsohn, 2019, p.220). ¿Están de acuerdo con
dicho señalamiento?¿Están en desacuerdo? Expongan en uno u otro caso, 2 razones.

LA DIALÉCTICA DEL HÉROE

El ingreso de Odiseo en la trama de la Odisea, la descripción de sus viajes,


circunstancias, contextos geográficos y culturales ha sido denominada Trashumancia.
Esta parte de la historia se integra narrativamente desde el canto V cuando aparece
en la cueva de Calipso hasta su retorno a Ítaca en el Canto XII. En el vientre de la
Trashumancia nos encontramos con los relatos de Odiseo a los Feacios y una
marcada división entre los distintos lugares que visita: la violencia en el país de los
Cícones en contraposición a la creciente presencia del mito en sus andanzas. Esta
sección se caracteriza por el contraste de Odiseo y sus hombres como representantes
de lo humano, dimensión que discutiremos más adelante, en contraposición a seres
de herencia distinta, a saber: supra humanos, infrahumanos y semihumanos.

Para el presente ejercicio hemos decidido enfocarnos en la segunda parte del canto
IX denominada El Cíclope. Con fines organizativos hemos optado por dividir el
episodio en tres secciones denominadas Inicio, La Caverna y Huida, desde las que
proponemos un juego de polaridades entre estar y no de acuerdo con el enunciado
de la actividad, de la misma forma como la figura del Odiseo heroico y capaz se
desdibuja y da paso a un Odiseo insolente y jactancioso a lo largo de la Trashumancia,
finalmente veremos que los apuros no son el resultado de lo que de su boca sale,
sino de otras acciones lejanas al verbo.

Ahora bien, es fundamental recordar que navegamos sobre dos líneas diegéticas: la
narración que está siendo hecha por Odiseo en la corte de Alcínoo y los eventos del
hecho narrado. Podemos llamar presente de narración, o presente narrativo al
momento que vive Odiseo en Feacia y desde donde cuenta sus aventuras; y presente
de enunciación al tiempo en que Odiseo se desenvuelve junto a sus hombres dentro
de sus historias. Es decir que el presente de enunciación siempre estará contenido
dentro del presente de narración.

El primer momento de [El Cíclope] se despliega, en términos de contenido, en torno


a dos cuestiones: la naturaleza de Odiseo como explorador aristócrata, hospitalario,
prudente y astuto y, la introducción de los cíclopes. El relato comienza después de la
partida veloz de la tierra de los lotófagos de Odiseo junto a su tripulación y a las doce
naves que fondean en una isla desconocida en medio de la noche nublada carente
de luna. Al día siguiente, descubrimos que habían arribado a la isla Nísida, territorio
virgen descrito como un paraje bucólico con características geográficas suficientes
para un asentamiento próspero: isla pequeña, alargada, con húmedos prados y llana,
con una fuente de agua dulce, puerto de fácil fondeo, en otras palabras, un lugar
utópico para el labrantío de mies (pan) y vides (vino dulce); además de ser tierra
fecunda y fértil para el ganado y con fácil acceso (Odisea, 9, 116-139),

Por una parte, la descripción topográfica de Odiseo como personificación de la


aristocracia griega pero también del espíritu de exploración de la isla Nísida (Odisea,
9, 108-142), demuestra una apreciación de las virtudes del territorio fundamentada en
su idoneidad para la siembra, el pastoreo y una posición estratégica para la
navegación, con miras al posible establecimiento de un asentamiento o un enclave
palaciego1.

Por otra parte, que una isla con semejantes condiciones sea un territorio virgen, es
un indicio de que las gentes vecinas carecen de técnica, “no utilizan sus manos; ni
plantan ni labran los campos” y “no tienen los Cíclopes naves de rojas mejillas, ni
tampoco maestros de hacha capaces de hacerlas” (Odisea, 9, 108, 125 y 126). No es
en vano que Nísida sea representada como un edén para la época pero que al tiempo
esté inexplorada por los Cíclopes. La isla funciona alegóricamente como un lugar de
transición para el protagonista que llega servido de la tecnología de la navegación y
el acervo de conocimientos de la cultura griega, hacia una tierra donde no hay techné
ni desarrollo suficiente del sentido de lo común que permita la navegación.

El primer día en Nísida, nuestros agonistas exploran, admiran y disfrutan de


abundante carne y vino. Al mostrarse el segundo día, Odiseo, decide basado en la
exploración inicial, partir hacia la tierra de los Cíclopes acompañado de su nave,

“…yo me iré con mi nave llevando a mis hombres a bordo a saber quiénes son
los que viven en estos lugares; si son gentes tal vez arrogantes, salvajes o

1
Recordemos que en La Odisea se pueden identificar rasgos de las épocas oscuras y
arcaicas, donde la soberanía micénica estaba en crisis (Vélez Upegui M., p.5, 2011) y las
emigraciones o viajes de reconocimiento y exploración orientados a la obtención de nuevos
territorios, armas y botines bélicos, mujeres con habilidades manuales y mentales para la
manufactura de armas eran comunes.
injustas, o bien hospitalarias y sienten temor de los dioses” (Odisea, 9, 173-
176)

El contingente parte así con un propósito hospitalario y no de aventura pirata. Odiseo


deja la nave en custodia de una parte de sus hombres y elige los doce mejores para
adentrarse en la cueva que se identificaba desde la distancia. Antes de partir, también
lleva un vino dulce que había recibido de Marón. Una relación de 1 a 4 era habitual
para la toma de vino en Grecia (Vélez Upegui M., p.51, 2011), no obstante en el Canto
se menciona que por cada copa de vino se vertían veinte de agua en la crátera,
implicando que se trataba de una bebida especialmente concentrada.

Si quisiéramos jugar un juego adicional, acudiríamos a la observación detallada de la


boca de Odiseo: el mecanismo de giro argumental más importante de esta narración.
En Odisea, 9, 171-176 leemos que él cita a sus hombres a asamblea y les dice que
irá a explorar la isla vecina; ya en Odisea, 9, 193 los organiza en dos grupos: los
exploradores que son 12 y los que se quedan junto al barco, cuyo número ignoramos.
Desde una perspectiva de narrativa aristotélica podríamos decir que este es el inicio
del arco narrativo.

El segundo momento de nuestro abordaje conceptual inicia cuando Odiseo junto a


sus hombres entran a la cueva del cíclope llamado Polifemo y finaliza en el preciso
momento en que hunden la lanza en el ojo del cíclope (Homero, Odisea, 9, 212-398)2.
A este paraje, naturalmente, lo hemos llamado La caverna. Lo primero que podemos
notar es que Odiseo desea obtener alguna ganancia de su paso por ahí, probando su
suerte de manera obstinada por comprobar la hospitalidad de los lugareños;
evadiendo las sugerencias de sus hombres, decide quedarse esperando a que el
“dueño de casa” aparezca para probar sus habilidades hospitalarias, pero pasando
por alto la normativa que él como huésped debería tener, a saber: aguardar ser
invitado (»Encendimos el fuego, ofrecimos primicias, tomamos / unos quesos,
comimos, y allí le aguardamos sentados;” Odisea, 9, 231-232).

Cuando Polifemo llega, el grupo no se presenta ante él, sino que se esconden y desde
allí evalúan la criatura a la que se enfrentarán tarde o temprano. El texto describe a
un hombre muy fuerte (Levantó un gran peñasco que hacía las veces de puerta / y
cerró, tan pesado que ni veintidós poderosos / carros de cuatro ruedas lo hubiesen
movido del suelo. Odisea, 9, 240-242), diligente en cuanto a sus animales y
quehaceres, de voz espantosa (Odisea, 9, 257), es un monstruo (ídem), de corazón
implacable (Odisea, 9, 287 y 368). La idea que queda retumbando en la mente del

2
Se ha tomado desde esta parte del texto, porque el propósito narrativo de los corchetes está
más cercano a la experiencia en la caverna, a lo que acaba de explicar Odiseo respecto la
adquisición del vino.
lector es la de un ser temible, que no es humano y que además entra en conflicto con
los humanos, intentándolos engañar y luego devorándolos.

Retomando la clasificación propuesta en los primeros párrafos, podemos ubicar a los


cíclopes como infrahumanos, seres monstruosos que rayan con lo animal en sus
formas, costumbres y tratos. Polifemo percibe a los hombres como un rebaño más del
que puede echar mano a pesar de haber conversado con ellos, no se advierte en él
ninguna dimensión emocional, ya que el llanto de los hombres por sus compañeros
no produce reacciones en él, sino que sigue con sus obligaciones y, al ser un pastor
organizado, se los va comiendo de dos en dos en cada comida. Este encuentro
horroroso se convierte en la plataforma del resto del relato, es precisamente aquí
donde empieza la verdadera historia y por ello no estamos dispuestas a decir que la
boca de Odiseo lo ha puesto en serios apuros o condenado, ya que sin este alcance
verbal no habría más narración.

Ahora bien, si quisiéramos “explorar” la boca de Odiseo en esta segunda parte,


podemos encontrar un juego de astucia importante en su discurso y no se trata de
aquel en que se cambia el nombre por el de Nadie, sino de uno que a nuestro criterio,
define la naturaleza de las narraciones venideras desde el concepto de Metis, o
astucia y es por tanto el eje del pasaje del cíclope. Veamos una ágil superposición del
presente de enunciación y el presente narrativo en la boca de Odiseo:

“[De él llevaba un gran odre muy lleno y el pan en la alforja porque mi corazón
generoso entendió prontamente que a encontrarnos iría un varón de gran fuerza
dotado, muy salvaje, ignorante de ley y de toda justicia.]” Odisea, 9, 212-215

En el presente narrativo él cuenta ante Alcínoo cómo su propio corazón le advirtió


sobre los rasgos específicos de un ser con el que todavía no ha tenido contacto, ya
que en el presente de enunciación cuando esto ocurre, Odiseo no tenía cómo saber
dichas características y seguramente llevaba el vino como aditamento preventivo por
si encontraba quién lo hospedase; un claro ejemplo del uso de la palabra como
instrumento de auto exaltación para demostrar su capacidad como líder ante los
feacios y generar esa recordación que necesita para consolidarse como héroe y no
ser olvidado. Además de adelantar el desenlace del arco narrativo, ya que sin vino no
habría triunfo.

El tercer momento de este fragmento narrativo es la Huida. Comienza con el


gigantesco Polifemo tendido en la entrada de la caverna a la espera de la salida de
los hombres que le habían cegado. Odiseo demuestra nuevamente su astucia y
prudencia al tramar una arriesgada estrategia de huida basada en la observación del
comportamiento habitual del Cíclope. Primero, aguarda a la mañana para intentar
escapar; segundo, utiliza los hatos de Polifemo3 (su punto débil después del ojo) como

3
Una de las características más redimibles del Cíclope es su cuidado, dedicación y pericia
como pastor. Polifemo es descrito como un monstruo espantoso: “Un varón gigantesco, de
escudo para que el amo no advirtiera la huida: en medio de su aflicción el Cíclope
deja salir a los hombres bajo los carneros de espesos vellones sin darse cuenta del
ardid.

Ya alejándose en el barco, la boca de Odiseo hace su última aparición. En principio,


reprocha la carencia de hospitalidad del Cíclope y a pesar de las suaves palabras de
la tripulación no logran convencerlo de escapar sin antes revelar su identidad:

“Si los hombres mortales, ¡oh Cíclope!, a ti preguntaran por la causa de la


vergonzosa ceguera que sufres, diles que Ulises fue quien lo hizo el que a
Troya ha asolado; sí, fue el hijo de Laertes, y tengo en Ítaca mi casa.” (Odisea,
9, 502-505)

¿Qué decir de revelación de la verdadera identidad de Nadie, su padre y su tierra?


¿Simplemente obedeció a un arrebato por parte de Odiseo? Responderíamos que sí,
desde una visión occidental y contemporánea del acontecimiento: que Odiseo se
haga responsable ante Polifemo lo pondrá en serios apuros y demorará su retorno a
Ítaca al desatar la ira de Poseidón. Es el clímax tardío del arco narrativo de este
paraje, cuyo desenlace verdadero encontrará cabida mucho más adelante.

Sin embargo, desde una lectura basada en la filantía o amor propio griego, sustento
principal de la areté, esta proclamación como cegador del cíclope garantiza que
Odiseo sea honrado por su valor y audacia. “Para Homero y el mundo de la nobleza
de su tiempo la negación del honor era, […], la mayor desgracia humana” (Jaeger W.,
p. 25, 2008). Odiseo aristócrata no puede prescindir del reconocimiento por su valor
y astucia en tanto son parte constitutiva de su naturaleza como griego.

Ya evadido de muerte, pero temeroso del vaticinio del Cíclope: que Odiseo no regrese
a los suyos y que si lo hace lo haga con daño, muy tarde, perdidos sus hombres, en
ajeno navío y que encuentre pesar en su casa (Odisea, 9, 528-535), Odiseo sacrifica
el carnero esperando evitar la pérdida de los navíos y sus hombres con la ofrenda.
Zeus no acepta ya que la acción ritual no es realizada bajo las condiciones
sancionadas por la tradición y la memoria, el carnero no le pertenece a Odiseo, por lo
tanto no puede existir unión de este con la divinidad destinataria. En este caso, no es
la boca sino la falta de previsión de Odiseo durante el rito la que lo pondrá en serios
apuros.

noche, habitaba la cueva solitario; a pacer sus rebaños llevaba, y con nadie se trataba, y,
viviendo apartado, pensaba ruindades.” (Odisea, 9, 188-190), sin embargo, durante el relato
de Odiseo en el Canto IX, los griegos admiraban la clasificación y orden de los corrales, sus
hatos y quesos. Podríamos aventurar que para Polifemo las reses y carneros son su única
compañía y posibilidad de relacionamiento, son su manada que curiosamente es plácida y se
alimenta de hierbas en contraste con su naturaleza violenta.
Listos para levar las anclas de esta reflexión, encontramos una relación dialéctica
obligatoria de doble propósito entre todo lo que hemos argumentado: no hay astucia
sin líos, no hay líos sin un astuto que los resuelva. La vinculación del personaje con
su carácter depende de sus acciones, éstas deben ser determinantes, en el sentido
de ser definitivas, sino se cae la intención representativa de héroe. La inteligencia de
Odiseo realmente es lo único que le puede salvar la vida en esta, y en todas las
siguientes ocasiones.

Osamos a decir que tiene doble propósito: evitar la caída de la tensión durante una
narración tan extensa y como un recurso para humanizar la historia, pensemos que
estamos en un momento de transición del mithos al logos, ello implica abandonar
paulatinamente la imaginación mitológica y sus agonistas, sustituirles por el
pensamiento humano, la reflexión y lo que a través de ella se puede alcanzar logrando
un nuevo mecanismo narrativo impresionante.

Finalmente retamos el postulado sobre la boca de Odiseo, ya que como pudimos


notarlo en las “exploraciones” de cada tramo narrativo, ésta es el hilo conductor de
las ideas, la que promueve las acciones concretas para que la trama se desarrolle,
no implica que sea precisamente lo que lo pone en serios apuros, es más bien su falta
de precisión, de rigor, ante las tradiciones (la hospitalidad y los sacrificios) lo que lo
mete verdaderamente en apuros, es decir, su capacidad resolutiva en ocasiones le
jugó una mala pasada.

Sin embargo, como señalamos anteriormente, sin apuros no hay héroe, así que
debemos condescender a esta dialéctica causada por su propio intelecto, más bien
con poca incidencia de la boca, que para el caso, es un vehículo del narrador y no un
detonante.

Comentarios:

Es una reflexión bien concebida, muy organizada en su exposición y mejor


argumentada. Se abre y se cierra calcando la noción de arco que se usa en el seno
mismo de la escritura. Celebro, además, que en el tejido discursivo que ustedes
construyen poco a poco han ido incorporando algunas de las nociones teóricas y
analíticas que he ido ventilando a lo largo del curso. Y, todo lo más, que las líneas de
sentido que proponen se apuntalan, sin excepción, en los “datos” del texto y solo del
texto.

Nota: 4.7

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