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TU CASA ES EL ESPEJO DE TU VIDA

1 Corintios 3: 16- 17/ 6:19

Introducción:
Hay un refrán que dice “la cara es el reflejo del alma”. Otros dicen que si quieres
conocer un poc a una persona, sólo tienes que ir y ver su habitación (eso sí, sin avisar
previamente). Si dicha habiación está ordenada y limpia, entendemos que la vida de la
persona es de igual modo. En cambio, si la habitación está desordenada y sucia,
cogemos la impresión de una persona con una vida también desordenada. Por supuesto,
hay excepciones, pero en la mayoría de los casos este ejemplo es válido y acertado.
La Biblia nos enseña que somos el templo, la casa del Espíritu Santo y que
también, es nuestra responsabilidad cuidarla, protejerla, mantenerla y usarla
debidamente.
Si pues, nuestra casa, tanto en su exterior como en su interior (principalmente) es
el reflejo de nuestra vida, esta es la pregunta ¿cuál es el aspecto que reflejamos? Y si
desordenado y sucio, ¿cómo cambiarlo?

1. ¿Hay orden o desorden?


Es nuestra responsabilidad mantener nuestra vida en orden, sabiendo cuáles son
nuestras prioridades e intentando respetarlas. Lo primero en tu vida debe ser siempre
Dios(1) y tu relación con El. En éste área entras también tú mismo y el tiempo que usas
para estar a solas, tranquilo y descansando. Si ésto falla, lo demás fallará también.
Después viene tu familia(2), donde debes ser un testimonio vivo de lo que tu relación
diaria con Dios hace en tí cada día. Después viene la Iglesia(3) y tu relación con ella
(asistencia, actividades, ministerios). Después vienen los estudios, trabajo y demás
actividades(4) que forman parte de tu vida diaria. Por último, vienen los amigos(5) y
demás personas.
Este es el orden que Dios ha establecido y el cuál El desea que mantengamos en
nuestra vida, si deseamos mantener nuestra casa ordenada.

(1) Marcos 12:29- 30  “...el Señor tu Dios es Uno y a El amarás con todo
tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”.

(2) Exodo 20:12  “honra a tu padre y a tu madre”


Efesios 5:25- 33; 6:1- 4  “Maridos, amad a vuestras mujeres…”.
1 Timoteo 3:4  “...uno que maneje bien su propia casa,...” (aquí se nos habla
de los pastores, pero nos marca un patrón claro de cómo Dios requiere el orden
en nuestra vida)

(3) Juan 13:34  “...que os améis los unos a los otros como yo os he amado... En
esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviéreis amor los unos para
con los otros”.

(4) y (5) Estos dos últimos apartados en nuestra vida son, habitualmente, los que
más tiempo suelen ocuparnos y, al final, los que ocupan el primer lugar en
nunestra vida. Debemos estudiar. Debemos trabajar. Debemos hacer deporte u
otras actividades recreativas, pero no debemos olvidar jamás que éstas serán
buenas y productivas al 100% para nosotros, sólo si ocupan el lugar adecuado
en tu vida.

1
2. ¿Hay limpieza o suciedad?
Es también nuestra responsabilidad mantener limpia nuestra casa. En este caso,
estamos hablando de “limpia de pecado”. Dios es Santo y habita en la Santidad. En
cambio, nosotros vivimos en un cuerpo mortal y de pecado, pero que a través del Espíritu
Santo, tiene la posibilidad de ser limpiado, purificado y santificado cada dia y a cada
instante. Además, Dios nos exige que vivamos santos (limpios), puesto que El es Santo (1
Pedro 1.15- 16), ya que esta es la única forma de que podamos verle y vivir cerca de El.
Leer: 1 Corintios 7:34; Colosenses 1:22; 1 Tesalonicenses 3:13; 1 Pedro 1:15;
Apocalipsis 22:11.
Si decimos ser discípulos de Jesús, debemos andar como el anduvo y obedecer
sus mandamientos. Una vida que agrada el Señor es una vida limpia, que busca la
santidad y agradar a Dios en todo. Es un proceso que nos llevará toda la vida, pero que
alcanzaremos cada dia, sin olvidar que “...ninguna condenación hay para los que están en
Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” (Romanos
8:1)
Así pues, limpia tu casa de adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría
hechicerías, enemistades, pleitos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias,
homicidios, borracheras, orgías, robos, críticas, murmuraciones, maldición, abuso,
deshonestidad, mentira, hipocresía, avaricia, amargura, enojo, gritería, maledicencia,
malicia, necedades, truhanerías, palabras deshonestas...

3. ¿Ventanas abiertas o cerradas?


Es bueno que las ventanas de nuestra casa estén el mayor tiempo posible abiertas.
Esto traerá luz y claridad y todo el mundo podrá ver que no hay nada que esconder.
Además, al estar abiertas, toda suciedad o desorden serán completamente visibles y se
tendrá, por lo tanto, la oportunidad de limpiar y ordenar. Por otro lado, las ventanas
abiertas permiten ver lo que hay dentro, o lo que es lo mismo, ser transparente. Dios
aborrece la hipocresía y la doblez de corazón y suelen ser las personas que viven en
pecado y oscuridad1, aquellas que cierran totalmente las ventanas de su casa y, ni la luz
de Dios ni la ayuda de los hombres pueden ver y entrar.
Es por lo tanto, nuestra responsabilidad también, el mantener las ventanas abiertas
y ser totalmente transparentes con Dios y los hombres. Es este el modo de agradar a Dios
y, ganar almas para Cristo a través de nuestro ejemplo.

4. ¿Habitaciones ocupadas o desocupadas? Si ocupadas, ¿con qué?


La normalidad es que las habitaciones de tu casa tengan cada una su función y,
por lo tanto, dispongan de los muebles o materiales necesarios para ello. No es lo normal,
el que una habitación esté vacía. La Biblia nos enseña que cuando nos convertimos a
Cristo, somos transformados en nuevas criaturas y por lo tanto, el nuevo hombre, ha de
ocupar el lugar del viejo. Fijaos lo que dice Pablo a los Efesios: “En cuanto a la pasada
manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos
engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre,
creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4:22- 24).

1
No hablamos de carácter retraído o tímido, ni tampoco de problemas en las relaciones interpersonales debido a
traumas pasados que llevan a las personas a cerrarse en sí mismas, sumidas en el temor y el miedo.

2
Lo que estaba ocupado por el pecado ha de ser sustituido por las cosas de Dios.
Cada rincón de nuestra cas (vida) ha de esar lleno de Dios, sus dones, fruto y
caraterísticas.
Estas son amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y
templanza (Gálatas:5- 22), también perdón, verdad, compañerismo, unidad espiritual,
humildad, sometimiento, justicia, honestidad, pureza, fidelidad, sencillez,...

5. ¿Quién es el que manda en tu casa?


Dios nos ha dado la responsabilidad y el privilegio de poder gobernar y tener
autoridad sobre nuestra vida, nuestro cuerpo, nuestra casa. Como he dicho, esto es un
privilegio, pero también una responsabilidad, puesto que esta casa es también la suya y
El, siendo santo, no puede habitar en medio del pecado y la impureza. Lo que la Palabra
de Dios nos enseña es que Dios mismo vive dentro de nosotros a través de su Espíritu
Santo y que sólo la blasfemia contra El, lo puede hacer marcharse. De cualquier manera,
constantemente somos exhortados a dejar el pecado, pues éste, contrista al Espíritu
Santo que mora en nosotros. Otra expresión que se usa es “apagar el Espíritu”, lo cual
también sucede cuando vivimos en pecado.
Cuando nos convertimos a Cristo, decidimos someter cada área de nuestra vida a
El y, por lo tanto, a su Espíritu que mora en nosotros. Si es así, El nos ayuda en la batalla
contra nuestra propia carne, Satanás y el mundo. Si, en cambio no lo es, y somo nosotros
los que queremos gobernarnos y regirnos por nuestras propias normas y reglas de
conducta, estamos condenados a caer en pecado y alejarnos cada vez más de Dios. Lo
que pensamos o creemos no vale nada si no está aprobado por la Palabra de Dios y, por
lo tanto, nos engañamos a nosotros mismos, pero no a Dios.

Conclusión:
Como hijos de Dios, tenemos grandes privilegios y derechos, pero a la vez
tenemos también grandes responsabilidades y obligaciones. Una de estas es mantener
nuestra casa limpia y ordenada para poder vivir cerca de Dios y traer fruto para salvación.
Es pues nuestra responsabilidad, cuidar lo que Dios ha creado como su morada, nuestro
cuerpo, su casa.

La solución: SANTIDAD.

Y que ésta se refleje en tu vida.

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