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Introducción:
Hay un refrán que dice “la cara es el reflejo del alma”. Otros dicen que si quieres
conocer un poc a una persona, sólo tienes que ir y ver su habitación (eso sí, sin avisar
previamente). Si dicha habiación está ordenada y limpia, entendemos que la vida de la
persona es de igual modo. En cambio, si la habitación está desordenada y sucia,
cogemos la impresión de una persona con una vida también desordenada. Por supuesto,
hay excepciones, pero en la mayoría de los casos este ejemplo es válido y acertado.
La Biblia nos enseña que somos el templo, la casa del Espíritu Santo y que
también, es nuestra responsabilidad cuidarla, protejerla, mantenerla y usarla
debidamente.
Si pues, nuestra casa, tanto en su exterior como en su interior (principalmente) es
el reflejo de nuestra vida, esta es la pregunta ¿cuál es el aspecto que reflejamos? Y si
desordenado y sucio, ¿cómo cambiarlo?
(1) Marcos 12:29- 30 “...el Señor tu Dios es Uno y a El amarás con todo
tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”.
(3) Juan 13:34 “...que os améis los unos a los otros como yo os he amado... En
esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviéreis amor los unos para
con los otros”.
(4) y (5) Estos dos últimos apartados en nuestra vida son, habitualmente, los que
más tiempo suelen ocuparnos y, al final, los que ocupan el primer lugar en
nunestra vida. Debemos estudiar. Debemos trabajar. Debemos hacer deporte u
otras actividades recreativas, pero no debemos olvidar jamás que éstas serán
buenas y productivas al 100% para nosotros, sólo si ocupan el lugar adecuado
en tu vida.
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2. ¿Hay limpieza o suciedad?
Es también nuestra responsabilidad mantener limpia nuestra casa. En este caso,
estamos hablando de “limpia de pecado”. Dios es Santo y habita en la Santidad. En
cambio, nosotros vivimos en un cuerpo mortal y de pecado, pero que a través del Espíritu
Santo, tiene la posibilidad de ser limpiado, purificado y santificado cada dia y a cada
instante. Además, Dios nos exige que vivamos santos (limpios), puesto que El es Santo (1
Pedro 1.15- 16), ya que esta es la única forma de que podamos verle y vivir cerca de El.
Leer: 1 Corintios 7:34; Colosenses 1:22; 1 Tesalonicenses 3:13; 1 Pedro 1:15;
Apocalipsis 22:11.
Si decimos ser discípulos de Jesús, debemos andar como el anduvo y obedecer
sus mandamientos. Una vida que agrada el Señor es una vida limpia, que busca la
santidad y agradar a Dios en todo. Es un proceso que nos llevará toda la vida, pero que
alcanzaremos cada dia, sin olvidar que “...ninguna condenación hay para los que están en
Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” (Romanos
8:1)
Así pues, limpia tu casa de adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría
hechicerías, enemistades, pleitos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias,
homicidios, borracheras, orgías, robos, críticas, murmuraciones, maldición, abuso,
deshonestidad, mentira, hipocresía, avaricia, amargura, enojo, gritería, maledicencia,
malicia, necedades, truhanerías, palabras deshonestas...
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No hablamos de carácter retraído o tímido, ni tampoco de problemas en las relaciones interpersonales debido a
traumas pasados que llevan a las personas a cerrarse en sí mismas, sumidas en el temor y el miedo.
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Lo que estaba ocupado por el pecado ha de ser sustituido por las cosas de Dios.
Cada rincón de nuestra cas (vida) ha de esar lleno de Dios, sus dones, fruto y
caraterísticas.
Estas son amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y
templanza (Gálatas:5- 22), también perdón, verdad, compañerismo, unidad espiritual,
humildad, sometimiento, justicia, honestidad, pureza, fidelidad, sencillez,...
Conclusión:
Como hijos de Dios, tenemos grandes privilegios y derechos, pero a la vez
tenemos también grandes responsabilidades y obligaciones. Una de estas es mantener
nuestra casa limpia y ordenada para poder vivir cerca de Dios y traer fruto para salvación.
Es pues nuestra responsabilidad, cuidar lo que Dios ha creado como su morada, nuestro
cuerpo, su casa.
La solución: SANTIDAD.