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Índice
Nota Sobre el Barroco 1
La Tragedia Barroca 2
La Sátira 5
Sátira en verso 6
La Prosa Barroca 9
El Estilo de la Prosa 9
La Novela 12
La Historia 14
Bibliografía 17
1
Mientras, Lida de Malkiel, define el Barroco como: <<el juego mutuo de fuerte
emoción y más fuertes restricciones sociales, estéticas, intelectuales, morales y religiosas>>.2
No obstante, Karl Borinski, historiador alemán, propone que deriva del vocablo
baroco, utilizado en el campo de la lógica escolástica que designa un tipo de silogismo que se
empleaba para apoyar argumentos un tanto insostenibles.
Este periodo engloba todo el arte desarrollado en los siglos XVII y XVIII. Está
situado cronológicamente entre el Renacimiento y la época de las revoluciones. Sus
características fundamentales son: la solemnidad, la simetría y la frialdad.
Aunque al principio las normas clásicas se usaban como base estética, al final, esta
corriente acabó por provocar que los autores se centraran tanto en los modelos clásicos que
1
Hernández Miguel, La Tradición Clásica. La transmisión de las literaturas griega y latina antiguas y su
recepción en las vernáculas occidentales, 179-180.
2
Lida de Malkiel, La tradición clásica en España: centro para la edición de los clásicos españoles, 289.
2
La Tragedia Barroca
<<En el campo de la poesía, la más notable de las creaciones de la era barroca (si se
excluye la última de las epopeyas del Renacimiento, el Paraíso perdido) es un grupo de
tragedias escritas en inglés, francés e italiano>>3.
Las más bellas de estas tragedias pertenecen a:
● Pierre Corneille (que escribió de 1635 a 1674).
● Jean Racine (que escribió de 1664 a 1677).
● John Dryden (que escribió de 1664 a 1694).
Hay también varias obras aisladas, como el Sansón agonista de Milton, el Catón de
Joseph Addison y la Irene de Samuel Johnson; sin contar con la larga serie de dramas en
forma de ópera que compuso Metastasio; y por último millares de obras mediocres que han
caído en el olvido, como las tragedias de Voltaire.
La tragedia barroca, que era una recreación de la clásica, fue el género literario de la
época moderna, en el que más influyó la literatura y mitología grecorromana. Los autores
más destacados, como hemos señalado anteriormente fueron Corneille, quien fundó la
3
Highet, La tradición clásica. Influencias griegas y romanas en la literatura occidentas, 14.
3
tragedia clásica inglesa y se acercaba más a Roma, y Racine, muy bien educado y más erudito
que Corneille, que se acercaba más a Grecia.
A los trágicos del mundo moderno les llegó la tragedia a través de la obra de Séneca,
quien poco a poco les abrió paso a los poetas griegos. Aunque todos los poetas poseían una
extraordinaria educación, por desgracia, el público de la época, no llegaba a estar capacitado
intelectualmente para apreciar sus obras.
Curiosamente, el único poeta que conoció a los tres trágicos griegos (Esquilo,
Sófocles y Eurípides) fue John Milton, que unificó las formas clásicas y el juicio hebreo y
cristiano. Sin embargo, en comparación con los modelos griegos, este autor representa
situaciones menos dramáticas.
Seguimos la enumeración de los autores más importantes con John Dryen, quien
estuvo muy familiarizado con la literatura antigua. Destacó principalmente en sus
traducciones de los clásicos, tanto griegos como romanos.
Otro excelente autor fue Samuel Johnson. Erudito destacó sobre todo en poesía latina
y saltó a la fama con una adaptación de la Sátira III de Juvenal.
Por otro lado, no olvidemos al joven Metastasio, quien fue un prodigio de la literatura,
ya que fue conocido por su hazaña de traducir La Ilíada al italiano a la temprana edad de
doce años.
Además del desarrollo de la tragedia y del teatro, cada vez más refinado y exquisito,
en esta época, se produjo un gran avance a nivel urbanístico en las ciudades. Poco a poco,
Europa occidental se estaba convirtiendo en un espacio lleno de espectaculares edificios,
parques y calles.
Tal y como dice Highet: <<No sólo los grandiosos edificios, como Versalles y
Blenheim, sino también los jardines artificiosos y simétricos, los vastos parques, los sectores
íntegros de ciudades, y hasta las ciudades enteras que se levantaban en una escala hasta
entonces sin ejemplo, y que recordaba mucho a Roma. Lo vemos en las artes decorativas. La
majestuosa concepción, las dimensiones mismas de la Galería de los Espejos en Versalles
habrían causado vértigo a un príncipe del Renacimiento>>4. Este período de bonanza llegará a
notarse incluso en la forma de vestir de la población.
4
Highet, La tradición clásica. Influencias griegas y romanas en la literatura occidentas, 18.
4
Y es que la tragedia barroca siempre gozó de gran fama. Los actores y actrices se
convirtieron en verdaderos profesionales. No obstante, si analizamos este género
globalmente, podemos llegar a la conclusión de que nunca llegó a igualar ni a la tragedia
griega ni a la del Renacimiento.
Una de las causas de esta situación fue el público, pues los autores se dirigían
únicamente a las clases más altas. En esta línea, los temas de la tragedia barroca tampoco
conseguían llegar del todo a los espectadores, pues no se trataban problemas universales, sino
más bien individuales.
Según Highet: <<La erudición de que hacen gala los dramaturgos barrocos les
enajenaba también a una parte de su público. Aunque sus obras rara vez son pedantescas,
presuponen un conocimiento de los clásicos más extenso y profundo que el que poseían
algunos de los hombres y casi todas las mujeres en los públicos aristocráticos>>5.
Otra de las posibles causas pudo ser el orden estético. Los autores de esta época se
ponían a sí mismos una serie de limitaciones que restringen su producción literaria.
Además de seguir las estructuras clásicas sin desviarse, tenían muchas limitaciones
sociales, pues no querían parecerse a los autores del Renacimiento cuyas obras estaban
cargadas de obscenidades y escenas disparatadas. El vocabulario estaba subordinado también
a grandes restricciones y las escenas no tenían imágenes vivas ni dinámicas.
Por otro lado, la tragedia barroca tenía unas normas muy estrictas en cuanto a la
versificación, especialmente las tragedias francesas, en las que a cada pareado de rima
masculina le tenía que seguir obligatoriamente otro de rima femenina. Comparados con las
emociones, los cantos y los interludios cómicos de las tragedias anteriores, la técnica barroca
es considerada monótona y aburrida. Esta monotonía se veía en ocasiones compensada por
los maravillosos decorados y vestuarios de las puestas en escena.
5
Highet, La tradición clásica. Influencias griegas y romanas en la literatura occidentas, 20.
5
La disciplina en el arte es un valor fundamental, pero las leyes establecidas por los
artistas barrocos iban más allá, traspasaron fronteras y limitaron en gran medida a las
tragedias.
Estas son, en conclusión, las razones principales del fracaso de este género en el
periodo barroco: no solo el exceso de normas y de modelos clásicos, sino las restricciones
sociales y políticas de la época.
La Sátira
La sátira puede definirse como una pieza en verso o en prosa caracterizada por la
variedad estilística y temática en la que desempeña un papel fundamental el autor, pues añade
puntos de humor, ironía y lenguaje vulgar. El objetivo del autor es criticar y corregir los
problemas de la sociedad.
● Los que escribían en verso, el más utilizado era el hexámetro. Estos poetas
estaban especializados en el ataque contra personajes famosos. Los autores
más destacados fueron Lucilio (siglo II a.C), Horacio (siglo I a.C), Persio
(siglo I d.C) y el más famoso de todos, Juvenal (siglo I - II d.C). Juvenal, por
ejemplo, fue autor de numerosas sátiras sociales en las que trataba diferentes
temas, que podían ir desde las desgracias de vivir en una gran ciudad, ataques
contra las mujeres o hasta críticas contra la vanidad humana. Sus sátiras más
famosas son la Sátira III, la Sátira VI y la Sátira X.
● Y los autores de sátiras menipeas, llamadas así por su inventor, el filósofo
Menipo de Gádara (300- 260 a.C.). Estas obras, más libres y coloquiales que
las anteriores, se caracterizan por ser prosaicas, pero en ellas también se
entremezclan cortos interludios en verso. En estas piezas satíricas podemos
6
El más influyente de todos estos poetas satíricos fue sin duda Juvenal, del cual hemos
tomado incluso expresiones que se usan actualmente, como panem et circenses.
El impacto de la sátira en verso fue más importante que el de la sátira en prosa. Los
autores posteriores que querían escribir sátira, lo que hacían era escribir en otros géneros,
pero añadiendo ciertos elementos satíricos. Por eso, la sátira quedó revuelta y vinculada a
otros géneros literarios. Uno de los autores satíricos modernos más destacados fue Abraham a
Sancta Clara (1644-1709) que destacó por mezclar el espíritu de la Grecia clásica, su cinismo
y la tradición cristiana.
Sátira en verso
Hoy en día, podemos considerar como <<escasa>> la influencia de lo satíricos
clásicos en la prosa satírica moderna, a excepción del poeta Luciano. En la España
renacentista encontramos algunos autores que lograron rivalizar con él, como es el caso de
Alfonso de Valdés, que destacó por sus obras Diálogo de Mercurio y Carón y Diálogo de las
cosas ocurridas en Roma.
Otro autor que debemos citar es Cristóbal de Villalón, al que le atribuyeron sin
ninguna prueba concluyente en 1535 dos obras: el Crotalón y Diálogo de las
transformaciones de Pitágoras, que resultaron también muy aclamadas.
Las obras de estos autores fomentaron la producción de otras sátiras como el célebre
Coloquio de los perros de Cervantes. No obstante, la sátira en verso sí inspiró mucho a los
autores posteriores, especialmente en las formas y en los temas.
Sin embargo, los primeros que descubrieron la sátira clásica fueron los italianos. Entre
ellos destacaron: Antonio Vinciguerra (1440-1502) y Luigi Alamanni (1495-1556). Quienes
escribieron las sátiras más antiguas de las que tenemos constancia. Sus obras eran reflexiones
morales y críticas directas a los vicios de la época.
6
Discurso o escrito acre y violento contra alguien o algo.
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En la Francia renacentista hubo una gran producción de espíritu satírico. Uno de los
autores más importantes fue Rabelais, ya estudiado en los temas anteriores. Este autor
escribió un libro de caballerías que acaba con una parodia sobre el Santo Grial.
Régnier es considerado un innovador del género, al incorporar este último tema, pues
con él marcó un nuevo estilo al introducir temas provenientes de la elegía erótica latina.
Sin embargo, el autor más destacado de todos los tiempos en el género de la sátira fue
John Dryden (1631-1700). Algunas de sus obras más importantes fueron: Absalón, Aquitofel
y MacFlecknoe, consideradas como originales epopeyas burlescas cuyos personajes
principales eran criminales políticos o simples bobos.
Alrededor de 1712, el poeta inglés Alexander Pope, publicó una de las sátiras más
divertidas de la literatura. Esta, a su vez, llegó a ser una de las primeras obras del rococó, esta
recibió el título de: El rizo robado. Pope se inspiró en gran medida en el Fascitol de Boileau,
y asimismo tomó algunos elementos del Cubo robado, traducido al inglés por John Ozell.
También cabe mencionar que compuso algunas Epístolas didácticas en un intento de imitar al
poeta latino Horacio.
Por su parte, Boileau jamás se atrevió a usar palabras ordinarias, pero sí lo hicieron en
alguna ocasión Dryden y Pope. No obstante, estos autores preferían un vocabulario más
refinado y evitaban las rarezas.
En lo que respecta a la temática de las sátiras. Las obras barrocas trataban asuntos
poco variados. Solo Pope manifestó un poco más de libertad en la elección de sus temas.
Estas limitaciones, como ya hemos reflejado en las líneas anteriores, no solo eran por seguir a
los clásicos, pues la sátira romana era rica y variada. Los poetas barrocos se centraron en la
pureza del lenguaje y la forma y olvidaron la originalidad y la libertad, pues querían mantener
en sus obras la estructura aristocrática y social de la época.
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Finalmente, los autores barrocos no podían criticar ni atacar a las clases más altas,
pues en ocasiones hacerlo les costó la cárcel, palizas, amenazas o incluso el destierro, por lo
que se encontraban enormemente reprimidos.
La Prosa Barroca
<<La época de la prosa>> se enmarca en los siglos XVII y XVIII. Y es que, es en la
época barroca, cuando la superioridad de la prosa resulta clarísima. Una posible explicación
es que, por aquél entonces, la inteligencia triunfaba sobre los sentimientos y la imaginación,
lo que resultaba más que favorable a la prosa, puesto que es la lengua de la inteligencia.
La prosa de época barroca imitó y emuló a la grecorromana, aunque con menos
limitaciones, mayor variedad e incluso mayor fortuna.
Por lo general, los modelos latinos eran más comunes que los griegos. Puede que esto
se debiera a la mayor similitud entre las lenguas europeas y el latín.
El Estilo de la Prosa
Dos escuelas de distinto estilo prosístico se habrían paso en la época barroca, pero
ambas volvían su mirada a los modelos clásicos, en busca de inspiración. Ambas tuvieron
continuidad a lo largo de los siglos XIX y XX; y ambas fueron recreaciones de escuelas
rivales, provenientes de Atenas, del imperio de Alejandro, de Roma y de la primitiva Iglesia
cristiana.
Uno de estos estilos tiene sus bases en la obra de Cicerón, el maestro de prosa más
ilustre de Roma. Cuyo estilo no era aticismo puro, sino que poco o nada se parecía a la obra
de los oradores y prosistas atenienses.
7
Highet, La tradición clásica. Influencias griegas y romanas en la literatura occidentas, 55.
10
Séneca, el más grande de los maestros de las escuelas retóricas, se apartó de este
estilo, así como Lucano, su sobrino, se apartó del Virgilio. Una generación más tarde, el
historiador Tácito, elaboró un estilo aún más poco común, aunque dentro de la misma
escuela. Y en los escritos de los Padres de la Iglesia, aparecen igualmente las dos escuelas
antagónicas:
1. La primera, con un estilo sonoro, complejo, simétrico y nutrido. Lactancio fue su
principal representante.
2. La segunda de ellas, breve, vigorosa, cargada de pensamiento y excéntrica. Su escritor
más conocido fue Tertuliano.
Los principales autores del segundo estilo fueron:
● Francis Bacon (1561-1626).
● Sir Thomas Browne (1605-1682).
● Robert Burton (1577-1640) (Autor de la Anatomía de la melancolía).
● Baltasar Gracián (1584-1658).
● Jean de La Bruyère (1645-1696).
● John Milton (1608-1674).
● Michel de Montaigne (1533-1592).
● Blaise Pascal (1623-1662).
La prosa de esta escuela se ha subdividido a su vez en dos tipos, que se han
denominado: <<período suelto>> y <<período cortado>>.
En el primero de ellos, las oraciones breves van ligadas para constituir miembros y
párrafos más amplios, sin intención de asimetría; mientras que en el segundo período no hay
conexiones de ningún tipo, sino que el lector debe de suplir los lazos de unión ausentes.
El estilo de esta escuela, con sus dos evoluciones, la <<suelta>> y la <<cortada>>, no
fue sólo un método de acomodar palabras, sino también un modo de pensar. Comprendía
ciertas actitudes poderosas de carácter moral y político.
Al ser el estilo ciceroniano el estilo de la Iglesia, de las universidades, el de los
jesuitas, el de la ortodoxia, la manera a los Séneca y a lo Tácito se asoció con la heterodoxia,
e incluso con el libertinaje.
Este fue el estilo empleado por la mayoría de los grandes prosistas del siglo XVII. No
obstante, un siglo más tarde, se moderaron sus excentricidades y se evitaron sus premeditadas
asimetrías, convirtiéndose en una especie de charla cortés y semiformal, que con el tiempo
adquirió un tono sencillo.
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mejor y más típico que produjo la poesía barroca, sino que están, además, empapadas de
influencia grecolatina>>.8
Por otra parte, los prosistas barrocos cultivaron la repetición, mediante el empleo de
sinónimos o el empleo de homófonos. E incluso los agrupaban en grupos de tres.
Pero la más noble conquista por parte de los prosistas barrocos fue la simetría.
Mediante el estudio de Cicerón, los grandes maestros del habla se familiarizaron con la
necesidad de dividir cada tema en varios aspectos, fáciles de distinguir y expuestos en clara
correlación, y con la necesidad de subdividir en seguida esos aspectos en facetas aún más
pequeñas para ser desarrolladas por separado.
Para lograr la simetría en las oraciones y párrafos, los métodos más comunes eran la
antítesis y el clímax. Figuras que nos son familiares y que usamos constantemente, pero que
fueron los escritores del Renacimiento y del Barroco, quienes las aprendieron a su vez de los
prosistas grecorromanos.
Dentro del clímax existe un recurso denominado Tricolon, la palabra quiere decir
<<unidad formada por tres partes>>, este fue empleado por Cicerón, y tuvo una enorme
repercusión posteriormente, llegando a formar parte incluso, de los discursos de Lincoln, que
de forma indirecta recibirá su influencia.
Tales recursos no se empleaban por separado, sino combinados unos con otros, de
forma que, el arte y la maestría residían en combinarlos de forma adecuada. Y aunque la
prosa moderna no llegue a construirse de manera tan sistemática, contamos con estos recursos
entre sus elementos más comunes.
Es decir, los autores de época barroca los aprendieron de los prosistas grecorromanos
y las desarrollaron para, finalmente, ser transmitidos hasta nuestros días.
La Novela
Son tres relatos de época barroca que influyeron en mayor medida en la literatura
moderna, y, estos, a su vez, recibieron y transmitieron la influencia de la ficción clásica. Los
tres están vinculados por nexos de finalidad, imitación y emulación, y conviene estudiarlos
juntos. Son los siguientes:
● Telémaco (publicado en 1699-1717), de François Fénelon.
● Pamela (publicado en 1740), de Samuel Richardson.
● Tom Jones (publicado en 1749) , por Henry Fielding.
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Lida de Malkiel, La tradición clásica en España: centro para la edición de los clásicos españoles, 393.
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La Historia
acabaron con él. Este es un libro de suma importancia, pues es un símbolo de interpretación
del mundo grecorromano y el mundo moderno. No obstante, Gibbon contaba dos grandes
predecesores:
● Jacques-Bénigne Bossuet. Autor de un Discurso sobre la historia universal.
Este libro es una síntesis de la historia del pueblo judío, de los imperios de
oriente, de los griegos y romanos y de los invasores y sucesores de Roma
hasta Carlomagno, entremezclada con una exposición de la providencia de
Dios, que guía el curso de los acontecimientos.
● Charles de Secondat. Su libro resultó ser mucho más importante en cuanto a la
historia antigua, titulado las Consideraciones sobre las causas de la grandeza
de los romanos y de su decadencia. Un libro pequeño, ordenado, claro y de
elegante precisión, que recogía un vasto panorama de fechas, acontecimientos,
personajes e instituciones esenciales de la historia romana, desde los tiempos
de Rómulo hasta las conquistas turcas, combinándolo con un análisis frío de
los factores morales y sociales.
Ambos libros contribuyeron en gran medida a formar la obra de Gibbon. La cual,
podríamos definir como una culminación de la erudición renacentista, de aquella admiración
por el arte, la sabiduría política y el humanismo grecorromanos que había comenzado a
vivificar a las naciones de la Europa occidental cuatrocientos años antes.
Sin embargo, sus preferencias personales lo hicieron infiel a la objetividad. En cierta
medida, Gibbon no hacía más que comulgar con los prejuicios de su época, pero esto terminó
por ir en detrimento de la veracidad.
En lo que respecta al estilo, tenía un sentido delicado y finísimo de la estructura
intelectual y estética. Su obra está libre de apéndices, excursos y anejos, forma un todo
arquitectónico de grandeza verdaderamente barroca. Dos recursos retóricos en los que trabajó
de forma insistente: la antítesis y el tricolon.
Gibbon era más romano que griego. Esto tuvo su efecto sobre su obra: hizo que se
formara un concepto erróneo y diera una idea falsa a su vez del Imperio romano de Oriente,
así como de sus relaciones con el Imperio de Occidente y con los bárbaros.
El segundo defecto de este libro, más fundamental aún, es que encontramos
esparcidas, aquí y allá, varias razones diferentes, que no sólo no tienen relación entre sí, sino
que a veces se contradicen.
Desde los tiempos de Gibbon hasta nuestros días, muchas explicaciones generales se
han ofrecido para el derrumbe de la civilización de Grecia y Roma. Pero cualquiera que sea la
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explicación, es necesario dar cuenta no sólo de la caída del Imperio occidental, sino también
de la supervivencia del Imperio oriental. Pero Gibbon encontró tan difícil y tan complicada la
narración del vasto proceso, que no tuvo energías para analizar las causas.
El tercer defecto de su obra es su ojeriza contra el cristianismo, la cual lo llevó hasta
el punto de falsificar la historia. Desestimó hazañas y concibió erróneamente el carácter del
Imperio de Oriente, que fue a la vez romano y cristiano. Ya que, una vez que el cristianismo
se transformó en la religión oficial, dejó de ser una amenaza dentro del mundo romano.
Puede que las invasiones e infiltraciones bárbaras fueran una de las principales causas
de la caída del Imperio, sin embargo, el cristianismo fue una de las principales causas de su
supervivencia, no ciertamente del Imperio occidental, pero sí de la civilización grecorromana
en muchos de sus mejores aspectos.
De hecho, la historia de casi todas las provincias romanas demuestra cómo las oleadas
sucesivas de bárbaros que se lanzaron contra los muros del Imperio chocaron con la
resistencia de los cristianos, y cómo, el día en que llegaron a destruir los diques y a lanzarse
sobre las provincias romanas, acabaron por apaciguarse y civilizarse gracias a la educación
del cristianismo.
<<Quizá era inevitable que Gibbon, en el siglo XVIII, creyera que el fanatismo
cristiano era uno de los males más peligrosos posibles, y que despreciara al cristianismo por
ser la doctrina inspiradora del fanatismo>>.9
A modo de conclusión, ratificamos la conclusión que hace Highet al respecto de este
tema, y es que, para los hombres del siglo XX, que hemos visto las barbaridades de pueblos
paganos contemporáneos perfectamente organizados, el cristianismo resulta algo más grande,
una de las más grandes fuerzas sociales constructoras de la historia humana. Algo que
Gibbon nunca pudo llegar a comprender.
9
Highet, La tradición clásica. Influencias griegas y romanas en la literatura occidentas, 102.
17
Bibliografía
Bibliografía básica:
● Hernández Miguel, Luís Alfonso, La Tradición Clásica. La transmisión de las
literaturas griega y latina antiguas y su recepción en las vernáculas
occidentales, Liceus, 2008.
● Highet, Gilbert, La tradición clásica. Influencias griegas y romanas en la
literatura occidental, Fondo de Cultura Económica, 2º Vol. (ed. orig. ingl.,
1949), 5ª reimpresión, 1954.
Bibliografía complementaria:
● Lida de Malkiel, María Rosa, La tradición clásica en España: centro para la
edición de los clásicos españoles, Universidad de Valladolid, 2017.