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Baba de caracol,

Regenerante natural de la piel


por
Antolín de la Torre

Articulo publicado en la Revista Verdemente

Ediciones WFT
Colección Que bello es vivir
Baba de caracol,
regenerante natural de la piel
por
Antolin de la Torre

Introducción.
La piel es nuestro órgano más grande. Si la piel de un va-
rón adulto de 68 kilogramos fuera estirada, cubriría 1,7
metros cuadrados y pesaría 4 kilogramos . La piel protege
la red de músculos,
huesos, nervios, va-
sos sanguíneos y
todo lo que hay de-
ntro de nuestro
cuerpo. Nuestros
parpados tienen la
piel más fina y las
plantas de los pies,
la más gruesa.
A la vista de estos
datos, es fácil com-
prender que un cui-
dado de la piel y
todo lo relacionado
con este órgano es
muy importante para
mantener un buen
estado de salud y a
ello nos ayudaría, además de una alimentación correcta y
equilibrada, una ciencia a caballo entre la estética y la me-
dicina. Nos referimos a la cosmética y dentro de esta mo-
derna rama de la ciencia nos vamos a ocupar del cuidado
de la piel, poniendo en relieve un producto novedoso y de
efectos asombroso: LA BABA DE CARACOL.
Breve historia de la cosmética.
Si retrocedemos unos miles de años en la historia a de la
humanidad, vemos que el cuidado especialmente de la
mujer por mejorar su aspecto ha sido la constante. Fué en
la época egipcia, cuando la fabricación de productos cos-
méticos alcanzo su mayor esplendor, cuando las mujeres
hacían uso de desodorantes, tónicos de la piel y capilares,
ungüentos y un sin fin de ingredientes, casi todos ellos
formados por leche de burra, harinas, levaduras, miel, arci-
lla y aceites, y como en todas las civilizaciones siempre hay
una reina, llamada Mit-Hotep, y en su estancia mortuoria se
hallaron numerosos tarros y vasijas conteniendo numerosos
ungüentos. Las mujeres egipcias se maquillaban varias ve-
ces al día, empleando una crema de propiedades deter-
gentes y desengrasantes.
Para sorpresa de arqueólogos y científicos, los restos de
maquillaje para los ojos encontrados en las pirámides de-
muestran que se elaboraban casi siempre con sustancias
ásperas como el sulfuro de plomo y el carbón vegetal. Las
pinturas faciales de color marrón rojizo eran arcillas especí-
ficas con un alto contenido de hierro para darles ese color y
también usaban remedios antiarrugas hechos con bilis de
buey y huevos de avestruz. En comparación con otras cul-
turas de la época, los egipcios eran muy vanidosos y se
enorgullecían de su aspecto. Además de los cosméticos y
perfumes, los antiguos egipcios fueron los primeros en ela-
borar jabón a partir de un agente de limpieza natural lla-
mado saponita, que se extrae de la saponaria o hierba ja-
bonera al que añadían grasas animales y aceites fragantes.
Fueron muy populares los productos suavizantes para el
cuerpo, y los primeros exfoliantes cutáneos aparecieron
hacia el año 1000 a.C. Se elaboraban con polvo de piedra
pómez y, tanto egipcios como asirios, se frotaban el cuerpo
con puñados de arena

Cleopatra Popea Maria Antonieta


Los antiguos griegos también tenían conocimientos sobre
cosmética, aunque el rimel que elaboraban con una mezcla
de goma y hollín pueda parecer tosco. Las mujeres se pin-
taban las mejillas con pastas vegetales, de bayas y semillas
machacadas, para conseguir un aspecto saludable. Desgra-
ciadamente para ellas, también se inclinaron por la peli-
grosa costumbre de utilizar albayalde (carbonato de plomo)
y mercurio para el rostro. Sin saberlo, la piel absorbía estos
metales duros que ocasionaban muertes prematuras. Esta
tendencia funesta continuó a lo largo de siglos por las mu-
jeres romanas que siguieron con los mismos cuidados de
belleza.
Volviendo a Egipto y Roma. es conocido que Cleopatra con-
fiaba en varias decenas de remedios naturales para mante-
ner sus legendarios poderes de seducción, empeño que
cambió literalmente el curso de la historia. Se dice que
Marco Antonio se embriagó con el perfume de aceites de
rosa y pachulí que ella llevaba en la piel y que las relu-
cientes sombras de ojos azules y verdes, elaboradas a par-
tir de piedras semipreciosas como el lapislázuli (mineral de
color azul intenso) y la malaquita (carbonato de cobre),
molidas finamente, poseían una finalidad tanto práctica
como cosmética, ya que protegían la piel de los ojos de los
intensos rayos solares aunque tal vez a Marco Antonio no le
resultaran tan sugestivos los pintalabios y coloretes de
Cleopatra pues se conseguían a partir de pigmento rojo os-
curo de escarabajos aplastados y del polvo de huevos de
hormiga.
Pero, pasó el tiempo y llegó la
Edad Media, y con ella prevaleció
el concepto religioso de que
incentivar la belleza femenina era
pecaminoso. Los sacerdotes
católicos intentaron eliminar todas
las prácticas que permitían hacer
más atractivas a las mujeres.
Algunos aseveraron que era un
enfrentamiento con la cultura
árabe, que realzaba los afeites,
los baños olorosos y los masajes.
No vale la pena, y menos a estas
a estas alturas en que los papeles
se han invertido, especular acerca
de las razones, pero en definitiva el resultado fue una
época larga, oscura. La Edad Media supuso la decadencia
de las prácticas de embellecimiento, pero lo que más daño
hizo fue el abandono de los conceptos de higiene, el baño
entre ellos, que propició no pocas enfermedades. Aún así, y
a pesar de la falta de aseo cotidiano, las mujeres
continuaron utilizando algunos tipos de maquillaje, si bien
el carmín sólo lo usaban las prostitutas.
Fue durante los siglos XV y XVI, la gran transformación del
Renacimiento, y con ello el gusto por los placeres, la be-
lleza y el cuidado de la piel. Las venecianas que además del
rostro se maquillaban los pechos, gustaban de los perfumes
traídos de Asia, el azmicle, ámbar, sándalo, incienso, mirra
y clavo de especias. La moda de la cosmética llega a Fran-
cia de mano de Catalina de Médicis. Se introducen unos
perfumes como el neroli, el ámbar y el franchipano. Las
manos se suavizan con miel y limón. Como dentífricos se
usan las hojas de salvia mezcladas con mezcla de opio y
carbón de madera.
Catalina de Médicis Francia, precursora de las gran-
des firmas de cosmética no se quedó atrás. El siglo XIX im-
pone la naturalidad. Napoleón gusta de la limpieza y el uso
del agua de colonia. Las mujeres de la corte se perfuman
con ámbar, pacahulí, heliotropo.
Josefina gasta fabulosas sumas en pomadas, cremas y
perfumes para el cuidado de su piel. Los productos cosmé-
ticos contienen fresa, frambuesa, naranja, limón, miel,
nardo. Se escriben tratados sobre belleza, y surgen las
primeras casas de cosmética.
En la vieja Inglaterra un defensor del baño diario en esa
época fue el príncipe regente, más tarde el rey Jorge IV,
quien instaló un cuarto de baño en sus estancias de Brigh-
ton. La bañera, exclusiva para los hombres, se llenaba con
una mezcla de agua caliente y leche con semillas de lino
(linaza) para suavizar la piel. Con la llegada al trono de la
reina Victoria, se extendió por todo el país el fervor por el
baño. Sin embargo no había cremas para la piel o cosmé-
tica en la buena sociedad, donde tan sólo se calificaba de
respetable un toque de agua de colonia. Al aire libre se
protegía siempre el cutis con velos verdes (decían que el
color blanco atraía los rayos del sol) y sombreros de alas
anchas.
Los victorianos desaprobaban la vanidad pero consideraban
el aseo como algo cercano a la santidad. El jabón estaba
más al alcance de aquellos que se lo podían permitir, aún
cuando no fue hasta mediados de siglo que se construyeron
baños en el interior de las viviendas.

Pastillas de jabón manual Pastilla de jabón


industrial.
Hasta entonces los baños se realizaban en una bañera de
ojalata delante de la chimenea del salón. En este momento,
ya el jabón se vendía en largas barras sin marcas que se
cortaban en el mostrador de la tienda. También en Inglate-
rra, el primer jabón lo fabricó en 1884 un tendero de Lan-
cashire llamado William Hesketh Lever. Tuvo la brillante
idea de fabricar pastillas de jabón ya cortadas y las es-
tampó con la marca Sunlight. La demanda superó la
producción y, en 1888, William Lever compró una parcela
en Mersey para ampliar su floreciente industria. Aunque
hoy parezca obvio, la idea de Lever de dar un nombre a
una pastilla de jabón para uso doméstico, envolverla de
forma adecuada y venderla con entusiasmo, suponía un
concepto de publicidad totalmente nuevo. A partir de esos
humildes comienzos surgieron marcas famosas de jabones
como Lux, Lifebuoy y Shield, y nació la poderosa multina-
cional de detergentes Lever Brothers que sigue siendo hoy
una de las mayores multinacionales proveedoras de jabón
del mundo con el conocido nombre de Uni Lever.
Ya a principios del pasado siglo XX, apareció un reportaje
que relataba como la famosa actriz Sarah Bernhardt añadía
200 g de flores de malvavisco y 1,5 Kg de salvado a su
baño diario. También se apoyó el Eliminador de arrugas
Bernhardt: una crema de pasta de aluminio, leche de al-
mendras y agua de rosas.
En los últimos años, la industria de la cosmética y los pro-
ductos de tocador ha invertido millones de euros en la bús-
queda del elixir de la juventud que elimine todas las arru-
gas. Y así han aparecido nuevos ingredientes en escena
como, por ejemplo, el colágeno bovino (hecho con grasa de
vaca), con la promesa de ser capaz de alisar la piel y con-
seguir un aspecto juvenil. El problema es que las moléculas
de colágeno son demasiado voluminosas para penetrar si-
quiera en las capas más superficiales de la piel. Posterior-
mente se inventaron nuevos sistemas transmisores para
llevar ingredientes complejos a la piel con el objetivo de
que llegaran a las células cutáneas envejecidas y poder”
rejuvenecerlas” Se desarrollaron los microscópicos liposo-
mas para que se filtraran a través de la piel donde, en teo-
ría, descargarían sus ingredientes activos en cada célula.
Entre esos ingredientes activos se encuentran vitaminas,
ácidos grasos esenciales, ácidos de frutas, azúcares…
Pero fijémonos en esta breve historia que hemos realizado
sobre usos de cosméticos, inimaginables para nuestra
época y comprobaremos que su principal objetivo era la
limpieza personal, realzar las partes bellas de nuestra ana-
tomía y por el contrario ocultar las imperfecciones y lo que
era mas importante, la mayor preocupación que tenían
nuestros antepasados que se podía resumir en una frase
muy simple: no querían envejecer. Naturalmente cualquier
método antiguo o moderno que pueda borrar de la piel el
paso del tiempo, era y es siempre bienvenido y así desde
los tiempos en que la reina Mit-Hotep utilizaba sus un-
güentos, la romana Popea (que viajaba con su bañera para
utilizar la leche de burra), o la actriz Sara Bernardt con su
eliminador de arrugas, se persiguieron toda clase de méto-
dos para lograr este objetivo, logrado en parte por la mo-
derna cosmética, basada en su mayor parte en productos
sintéticos.
Ahora bien, vivimos rodeados de química. Desde los mate-
riales de construcción con los que están construidos nues-
tros hogares, hasta la pintura y barnices de paredes y mue-
bles, pasando por productos de limpieza e higiene; todo
ello sin olvidar las cantidades de conservantes, colorantes y
todo tipo de aditivos camuflados en la comida
Ante tal sobre exposición química, cada vez somos más los
que nos decantamos por lo natural , ya sea en nuestra ali-
mentación diaria como en gestos tan sencillos, pero tan
fundamentales como la higiene y el cuidado diarios y en
esta línea esta el producto que hoy nos ocupa.
Ya en otro de
nuestros artículos
nos hemos referido
a la serendipia o
como los grandes
descubrimientos se
hacen casi siempre
de forma casual y
eso fue lo que paso
precisamente con uno de los productos que vamos hoy a
tratar: la baba de caracol, porque aunque se conocía su
efecto curativo desde la existencia de este animal sobre la
piel (el caracol regenera su propia cáscara cuando se res-
quebraja utilizando su baba), consignado por médicos y
naturalistas de la antigüedad y la medicina popular, a tra-
vés de un repertorio de conocimientos empíricos fue al ob-
servar como los cultivadores de caracoles (que tan busca-
dos han sido en gastronomía) curaban rápidamente los pe-
queños cortes y heridas que se producían en el manejo de
estos animales. Esto hizo pensar que había algunas sustan-
cias específicas en esta secreción, que comunicaban a la
piel su papel protector y estimulante Es más, la piel de sus
manos nunca tenian manchas y mantenía un correcto tro-
fismo e hidratación, a pesar del duro trabajo realizado.
Otro dato vino a sumarse a los anteriores. Desde el descu-
brimiento de la radiación X, a finales del siglo XIX, comen-
zaron a aparecer casos de irradiación de la piel, de muy di-
fícil tratamiento. Uno de los medios de reparación de estas
lesiones fue la aplicación de la baba de caracol, que contri-
buía a mitigar los síntomas y mejorar la calidad de la piel.
La sorpresa generalizada fue comprobar que la baba de
caracol contenía un complejo de sustancias de acciones es-
pecíficas sobre la piel, en especial, trófica, reparadora, anti-
séptica y exfoliante. De todo su complejo contenido, las
principales sustancias activas son:
1. La alantoína. Se ha comprobado que la alantoína (quími-
camente la glioxil-diurea) es un estimulante de la epiteliza-
ción de la piel por estímulo de la proliferación celular.
Ayuda a eliminar los tejidos necróticos, inviables, sustitu-
yéndolos por tejidos nuevos. Otra de sus acciones es actuar
como anti-irritante, protegiendo la piel de la acción de
sustancias ácidas o alcalinas, ja-
bones o aceites. La Food and Drug
Administración, la exigente Agen-
cia de comprobación de medica-
mentos americana, aprueba la uti-
lización de la alantoína en diversas
indicaciones para el manteni-
miento del buen estado de la piel.
2. Proteínas y vitaminas, que el
caracol obtiene a través de su ali-
mentación vegetal. Las proteínas
contribuyen al buen estado trófico
de la piel, pero las vitaminas tienen, además, propiedades
antiinflamatorias, que en este caso potencia la acción de los
antibióticos naturales contenidos en el mismo sustrato.
3. Antibióticos naturales. Contenidos igualmente en la baba
de caracol, son sustancias capaces de actuar contra bacte-
rias presentes habitualmente en la piel, en especial la Es-
chericia Coli, el Staphylococcus aureus, la Pseudomona
Aeruginosa y el Acné vulgaris, protegiendo de su infección.
4. Colágeno y elastina. Estos dos importantes componentes
de la piel se encuentran también en la baba del caracol.
5. Ácido glicólico. Una de las grandes novedades de la cos-
mética ha sido la introducción de los hidroxiácidos, que
aplicados a la piel y según su concentración, pueden pro-
ducir desde una ligera descamación hasta un peeling in-
tenso. Uno de los más utilizados en la actualidad es el ácido
glicólico, que también está presente en la baba de caracol a
una concentración capaz de producir una suave eliminación
de las capas más superficiales de células muertas, y pro-
moviendo su sustitución por células recientes, formadas
bajo el estímulo de la alantoína.
El ácido glicólico, por la eliminación de capas superficiales
de la piel, también es útil para el cuidado de la piel al sol,
cicatrizar cortes y desvanecer manchas.
¿Que efecto tienen estos componentes sobre nuestra piel?
Innumerables pero hay que destacar que:
Es un poderoso anti ansiedad (arrugas de la frente, ojos
etc. prácticamente desaparecen), borra cicatrices, (aún las
más profundas o antiguas), elimina cicatrices de acné y
ataca directamente la bacteria que lo produce, curándolo
definitivamente, elimina marcas de quemaduras o de naci-
miento, suaviza en un
alto porcentaje las es-
trías y celulitis, es re-
comendado en trata-
mientos post-cirugía,
para evitar la formación
de queloides y cicatri-
ces, modera y hace
prácticamente invisibles,
marcas de enfermeda-
des de la piel, elimina
las células muertas, o
disfuncionales, dando
lugar al desarrollo de
células sanas. elimina
las manchas an-
tiesteticas de las manos
y otras partes del
cuerpo etc.
Quién diría que estos
pequeños moluscos
lentos y babosos serían
la solución al envejeci-
miento y a las manchas
de la piel. Ahora bien, para poder disfrutar de todas estas
propiedades, que hemos de hacer. ¿Dejar pasear media do-
cena de caracoles por nuestra anatomía, intentando apro-
vechar el reguero de su baba? Evidentemente si hiciésemos
esto nos compararíamos con los extraños mejunjes que se
ponía Cleopatra. Afortunadamente se ha encontrado la
forma de aplicar todas estas ventajas en forma de gel o
cremo y en consecuencia no es necesario este paseo de los
caracoles sobre nuestro cuerpo ya que tras numerosos es-
tudios y experiencias, se concluyó que la mejor forma de
aplicar la Elicina (extracto de baba de caracol) es en forma
de crema, cuyo contenido es un 80% de Elicina y un 20%
de crema base o excipientes. De esta forma, su presenta-
ción es extremadamente agradable, su aplicación fácil, y ya
inmediatamente a la misma se nota en la piel la suavidad
del producto, comenzando pronto a apreciarse sus propie-
dades tróficas y reparadoras.
Por otro lado, puede ser usado a cualquier edad y tipos de
piel sin contraindicaciones
Como siempre en estos casos queremos poner una nota de
atención sobre estos productos, en lo referente precios y es
que en muchos casos estos resultan abusivos. Internet,
TVE, radio etc. anuncia determinadas marcas que en mu-
chos casos, se pueden lograr pagando un tercio del valor
anunciado en estos medios en Herbolarios y establecimien-
tos de productos alternativas.
Para más información teléfono 914455154 ó 666212242.

Antolín de la Torre es Licenciado en Ciencias Quími-


cas, Doctor en Naturopatía y Diplomado en Ciencias
Biológicas de la Salud. Actualmente dirige el herbola-
rio y Centro de Terapias Alternativas Caléndala cb. y
el laboratorio Biofarm Europa SL

Publicado en Revista Verdemente 12/12/2006


Publicado en Diario Liberal 13/01/2007

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