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Neoconstitucionalismo, Acciones Colectivas e Intereses Difusos | José Pérez Martínez

LETICARE.

Derechos Colectivos en México. Cuatro desafíos de la Ley Secundaria

Texto por Benjamín Revuelta Vaquero y Eduardo Pérez Alonso.

El presente trabajo pretende hacer un análisis del texto realizado por el Dr.
Benjamín Revuelta y el entonces Doctorante Eduardo Pérez Alonso, quienes
hacen un trabajo excelente al momento de desmembrar meticulosamente y
contrastar las partes que integraron este reforma referente a las acciones
colectivas y las cuales fueron insertadas (de entrada) en un ordenamiento que
lamentablemente no fue el idóneo para este reciente figura jurídica.

Tal como se señala en el texto en comento, las acciones colectivas entraron al


marco jurídico con un recelo impresionante, tal es así que lo limitaron a materia de
consumo y medio ambiente pero como bien se expresa por parte de algunos
autores expertos en el tema de derechos humanos como Luis Daniel Vázquez y
Sandra Serrano sin ser sus palabras exactas, basta con que se abra una pequeña
rendija para que los derechos humanos comiencen a colarse desde ese punto y
poco a poco, terminen volcando esa puerta que se resiste a abrir.

Lo que se pretende con el texto de “LETICARE” es explicar el proceso que


deberán llevar estas acciones colectivas, el cual a juzgar por lo leído en el texto,
no es nada fácil. Resulta hasta cierto punto, algo tortuoso pues como ya se
mencionó líneas atrás, se limitó el campo de las acciones colectivas, a vista de la
práctica forense y el espíritu más garantista de algunos miembros de la Suprema
Corte de Justicia de la Nación, se ha reconocido que se afecta el interés jurídico
del quejoso cuando el acto reclamado consiste en violaciones de un particular en
relación al disfrute del derecho a la salud. El ala más conservadora de este
Tribunal Constitucional no estuvo de acuerdo con esa resolución, sin embargo,
logró los votos necesarios para que se estableciera un antecedente en el tema.

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En cuanto al tema de la legitimación activa, se plantea el debate de restringir esta


legitimación a órganos del Estado o abrirlo hacia los actores del derecho privado
también. A consideración de los autores (y a la cual me adhiero) la segunda
posibilidad que amplia esta legitimación activa es la que se deberá considerar
como adecuada, toda vez que el restringirla hacia los órganos del Estado, con la
situación actual de desconfianza institucional y problemas de corrupción que
aquejan al país, nos veríamos orillados a tomar estas acciones colectivas como
letra muerta. ¿La razón? Es sencillo, en la mayoría de los casos, quienes se
encuentran al tanto de estos acontecimientos son las ONG’s (que por razón de
normatividad de tradición civilista en donde fue introducida la figura se le
denominó asociación civil sin fines de lucro) quienes se encargan de hacer mucha
de la labor investigativa al respecto para poder llevarlo ante los tribunales para
exigir su justiciabilidad.

Otro problema que se presente en dicha legislación son los requisitos establecidos
para ejercitar esta acción y es que se establece que, debe haber una “adecuada”
representación, lo que deja un margen amplísimo para la discrecionalidad de los
juzgadores, que hasta el momento no han entrado del todo en el cambio de
paradigma constitucional y ya ni que decir del requisito de certificación de la
demanda. La legislación que se realizó parecer ser un intento desesperado por
evitar la evolución de esta figura jurídica que permitiría la exigencia de la
satisfacción y/o reparación del derecho humano vulnerado. El problema radica
creo yo, de voltear a ver los sistemas jurídicos que no resultan ser los más
adecuados para adoptar. Brasil y EE.UU. no son sistemas jurídicos compatibles
con el nuestro, como podría haber resultado de voltear a ver a otros países como
Colombia o Chile, por ejemplo.

Y uno de los puntos más debatibles con esa reforma, al menos desde mi
perspectiva, es la falta de mecanismos efectivos que puedan resarcir el daño
causado al vulnerar los derechos humanos que se reclaman en las acciones
colectivas. Para ejemplo, tenemos el problema del derrame de químicos en los
ríos del norte del país por parte de Grupo México, en donde sólo se señalaron

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medidas reparatorias de orden pecuniario y quienes hasta el momento buscan a


través de una segunda acción colectiva la posibilidad de que se protejan sus
derechos patrimoniales y a la salud, que se vieron afectados con el derrame de 40
millones de litros de sustancias tóxicas.

Aún quedará un camino largo por recorrer en el tema, sin embargo, la lucha
continúa y la proliferación de las ONG’s que se comienzan a crear y organizar
para hacer exigibles sus derechos hace parecer que la cultura del gobernado está
cambiado para bien. Hará falta un poco más de tiempo para debatir los aciertos
y/o fracasos sobre la reforma por lo que ahora sólo nos quedamos con puntos
negativos o positivos que se vislumbran como escenarios hipotéticos.

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