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LA POLÍTICA DESDE ABAJO:

Estado , poítica y derecho

“DEVENIR-OTRO” DE LA
POLÍTICA EN BOLIVIA

Fernando Luis García Yapur


LA POLÍTICA DESDE ABAJO:
“DEVENIR-OTRO”
DE LA POLÍTICA EN BOLIVIA

Fernando L. García Yapur


García Yapur Fernando
La política desde abajo: "devenir-otro" de la política en Bolivia - La Paz: Vicepresidencia
del Estado Plurinacional de Bolivia, 2020.
158 p. ; 24 cm (Estado, política y derecho)
ISBN 978-99974-77-Xx-xx (versión imprenta)
ISBN 978-99974-77-Xx-xx (versión digital)
Contiene : 1. Avatares de la política “desde abajo” 2. El “devenir-otro” de la política
3. “Formas de darse” de la política en y del Movimiento Al Socialismo-Instrumento
Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP) 4. Nuevo pluralismo y política “desde
abajo” 5. Balance del “proceso de cambio” 6. ¿Hacia dónde va el proceso de cambio?
Vicepresidencia del Estado Plurinacional, ed. IV. Título.

Director general del CIS: Jiovanny Samanamud Ávila


Gestión editorial y revisión de pruebas: Claudia Dorado Sánchez y Álvaro Cuéllar Vargas
Edición y corrección de estilo: Claudia Dorado Sánchez y Álvaro Cuéllar Vargas
Composición de portada: Valentina Delgado Torrez
Diseño y diagramación: Gabriel Sánchez Castro y Ligia Isabel Huanca Amaro
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ISBN: 978-99974-77-84-2 (versión impresa)


D.L.: 4-1-300-19 P.O.

Primera edición
500 ejemplares
Impreso en Bolivia

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necesariamente representan la postura de las instituciones que han contribuido a su financia-
miento, producción o difusión.
"Esta obra ha sido beneficiada del Programa Intervenciones Urbanas del Ministerio de Planificación
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las nuevas creaciones bajo las mismas condiciones.
5

Índice

Presentación xx
Introducción xx

1. Avatares de la política “desde abajo” xx


1.1. La política más allá de la política
1.2. Movimientos sociales: política más allá del Estado xx
1.3. Hegemonía y diversidad social xx
1.4. Desemboque posliberal de la política xx
1.5. Rizoma: imagen del campo político xx

2. El “devenir-otro” de la política xx
2.1. Configuraciones políticas: balance de situación xx
2.2. Desemboque de la crisis: movilización social e institucionalidad xx
2.3. Archipiélago político: circuitos de la política xx
2.4. Pluralización de la democracia: el segundo circuito de la política xx
2.5. El “devenir-otro” del campo político xx

3. “Formas de darse” de la política en y del Movimiento Al Socialismo-


Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP) xx
3.1. El carácter del instrumento político: el MAS-IPSP en acción xx
3.2. MAS-IPSP: instrumento político xx
3.3. MAS-IPSP: dispositivo político-electoral xx
3.4. Evo Morales: política más allá del populismo xx

4. Nuevo pluralismo y política “desde abajo” xx


4.1. Las variables de la gravitación hegemónica xx
4.2. Elecciones subnacionales: ¿estrategia fallida? xx
4.3. Hegemonía incompleta: “nuevo” y “otro” pluralismo xx
4.4. La rebelión de las bases: el “otro” pluralismo xx
4.5. La ampliación de la disputa: “nuevo” pluralismo xx

5. Balance del “proceso de cambio” xx


5.1. Estado Plurinacional y democracia intercultural xx
5.2. La hegemonía gravitacional del MAS-IPSP/Gobierno xx
5.3. Dos facetas del MAS-IPSP xx
6 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

5.4. Interpretaciones discursivas: parecidos de familia xx


5.5. Desafíos: conducción política y política “desde abajo” xx

6. ¿Hacia dónde va el proceso de cambio? xx


6.1. Belicosidad y escaso consenso xx
6.2. Entre reforma intelectual y gestión pragmática xx
6.3. La deriva instrumental: ¿bipartidismo o partido hegemónico? xx
6.4. Horizontes del proceso de cambio xx

Conclusiones xx
Bibliografía xx

Sobre el autor xx
7

A la memoria de mi padre,
a quien prometí dedicarle este libro.
Presentación
11

Introducción

La llegada de Evo Morales al poder en Bolivia vino acompañada de la puesta


en marcha de una serie de transformaciones del Estado y de la puesta en
escena de diversas formas de darse de la política. Las causas o los aspectos
determinantes de esos acontecimientos y fenómenos son aún asuntos que re-
quieren mayores indagaciones y entradas interpretativas. Si bien las lecturas
existentes son amplias y ricas, resultan a la vez insuficientes o bien limitadas.
En general, lo que se sabe o se percibe es que con y después de Morales nada
es ni será como antes. Por ello, es recurrente la necesidad de formular estrate-
gias interpretativas que logren presentar nuevas lecturas y hallazgos en torno
a los acontecimientos políticos de la última década.
Entre los asuntos no resueltos o insuficientemente develados –desde
perspectivas sociológicas e históricas– se encuentra la cuestión de la llegada
campesino-indígena al poder político y, con ello, el estudio de las conno-
taciones políticas e institucionales para el devenir estatal y de la relación
de este con la sociedad civil. El desarrollo de conocimientos con relación a
esta temática ofrecería insumos analíticos sobre los determinantes estruc-
turales que han incidido –y en la actualidad influyen– en la transformación
del campo político.1
A pesar de ello, en la literatura existente se hallan reflexiones o argumen-
tos que llevan el asunto al planteamiento de una problemática central: el
estudio de las modalidades de participación y de representación política de
los campesinos indígenas o bien la relación de estos con el Estado. En gene-
ral, esos estudios coinciden en caracterizar dichos formatos como los factores
determinantes o de mayor gravitación que incidieron en el desempeño y en
el devenir del campo político, puesto que a lo largo de la última década y
un lustro lograron la articulación nacional-popular, el acceso al poder de
grupos subalternos y, así, la dirección hegemónica de las transformaciones
político-institucionales en curso.

1 Asimismo, en el plano de la representación simbólica (discursiva), el examen de


las consecuencias normativas y político-institucionales de la actual Constitución
Política del Estado es aún una tarea poco desarrollada. Sobre el tema, véanse: Leonel
Júnior Gladstone (2016) y Farit Rojas Tudela (2018).
12 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

La impronta de los campesinos indígenas ha permitido visibilizar formatos


de acción que en el pasado no habían sido tematizados como parte del sistema
político, o bien de las maneras de darse de la política. Ahora mismo hay una
sensación de que no cuentan o no inciden de manera sustantiva en la edi-
ficación estatal y en los acontecimientos político-institucionales. Una buena
porción de los analistas políticos y de los investigadores sociales olvida que
fueron esos sectores los que decidieron jugar en el campo electoral, hacerse con
el poder político y, sobre todo, lograron el potenciamiento de sus estructuras
“orgánicas” para, desde ahí, interpelar y moldear la relación con el Estado. No
entienden que la llegada de Morales al poder –y con él de la masa de campe-
sinos e indígenas al Estado– no fue un hecho enteramente fortuito, sino el
resultado de la acumulación de experiencias que a lo largo de varias décadas fue
cristalizando un proyecto político y estatal que logró combinar factores histó-
ricos de larga y corta duración.2 Ciertamente, aconteció un cúmulo de eventos
y de acciones que, asimismo, les permitió, de manera incremental, acumular
conocimientos, rebobinar experiencias y disputar referentes normativos de ar-
ticulación de los actores sociales del campo popular. En suma, la edificación
y la concreción del proyecto político, como también su remate estatal, fueron
resultados de acciones que de manera deliberada, y otras veces fortuita, visibi-
lizaban imaginarios políticos que lograban escenificar la colisión de intereses,
de tensiones y de conflictos hasta desembocar en un proyecto o estrategia que
los arrimó, finalmente, al poder político.
Al respecto, la historiadora Marta Irurozqui (2012, 2000) plantea que los
campesinos indígenas desplegaron distintas acciones colectivas a lo largo de
la historia, que, de una y otra manera, buscaron el acceso efectivo a los dere-
chos de ciudadanía, los mismos que les permitirían (re)establecer la relación
de intercambio político con el Estado en función a la primacía de sus intere-
ses corporativos o exclusivos. A finales del siglo XX, estas acciones lograron
desembocar en la organización de un instrumento político: el Movimiento
Al Socialismo-Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos
(MAS-IPSP), que facilitó la articulación de las estructuras “orgánicas” de
estos para la expansión de una voluntad de poder mediante la cual podrían
jugar con fuerza propia en los procesos electorales y lidiar con mayor eficacia
y eficiencia en el campo político. La estrategia se asentó en una identidad
“exclusiva” de resguardo de lo “orgánico” y de sus estructuras corporativas,

2 Desde las décadas de 1980 y 1990 existe una amplia producción de literatura aca-
démica en torno a la revisión histórica de la participación indígena-campesina en
la política. El trabajo de Xavier Albó y Josep Barnadas (1984) fue pionero en esta
materia. Luego, etnohistoriadores, sociólogos, antropólogos y politólogos desarro-
llaron otros estudios con mayor rigor académico.
Introducción | 13

para proyectar una identidad “inclusiva” (nacional) dirigida a la articulación


de otros grupos y sectores sociales. En ese sentido, fue una construcción aza-
rosa producida “desde abajo”, desde las estructuras “orgánicas”, para lograr
acceder con eficacia al poder político y, a la larga, al Estado; en otras pala-
bras, fue esta la estrategia de fortalecimiento de las estructuras “orgánicas”
para proponer una identidad inclusiva (nacional) que permitió, primero, la
llegada de Morales al poder y, luego, la gestión de un proyecto nacional-po-
pular de largo alcance. La caracterización de la permanencia del MAS-IPSP
y de Morales en el poder mediante categorías peyorativas, como corporati-
vismo clientelar, caudillismo, populismo, etcétera, resultan insuficientes o
inadecuadas. Lo que se observa en el campo político, desde la llegada de los
campesinos indígenas al poder, son puestas en escena de diversas formas de
hacer política que no se ajustan a los cursos preestablecidos de acción, o bien
que no se encasillan en los moldes definidos de antemano. Estos formatos
evidencian la presencia de “otras” estructuras institucionales que operan en
paralelo a las existentes y que, en los hechos, al incidir en el balanceo del
intercambio político, ponen en vilo las existentes y/o replantean de plano
el ejercicio y la validez de las reglas y las normas institucionales del Estado.
En ese modelo o esquema de gestión política e institucional acontecen
viejas y nuevas modalidades de intercambio político: no existe en él una
estructura o un curso final por donde se ordenan o se decantan los procesos
para establecer un modelo o esquema final; todo lo contrario, de manera
continua, estos se reinventan una y otra vez, de modo que no hay un nodo o
eje por donde el poder se cristaliza o se congela. Este escenario sugiere la ima-
gen de un rizoma3 o de una estructura de relaciones distribuidas mediante
redes y trazos que intentan retratar dinámicas en continuo movimiento, en-
trelazamiento y/o construcción. Aparece un modelo que, a pesar de la fuerza
de una voluntad política por asentar su poder, su hegemonía, visibiliza aris-
tas que delatan su construcción incompleta, esto es, un proceso no concluido
de asentamiento político y que, adicionalmente, no avizora un encalle defi-
nitivo. Algo sucede en esta dinámica hegemónica en la que se manifiesta, de
manera recurrente, la inexistencia de una estructura estable o definitiva; esa
hegemonía requiere de una continua resignificación o reinvención política.
Al parecer, esto es lo que particulariza al modelo de gobierno y al estilo
de gestión de Morales que ahora, como antes, enfrenta desafíos de gestión
que le replantean los límites y el horizonte hegemónico. Este actor, a lo largo
de más de una década, ha demostrado ser un exitoso gestor de la articulación

3 En su significado primario (biología), el rizoma es un tallo horizontal que crece


subterráneamente o a lo largo de la superficie de un terreno con múltiples ramifica-
ciones entrecruzadas.
14 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

hegemónica y de su reinvención continua; a través de él se ejerció la políti-


ca directiva “desde arriba hacia abajo” y se logró condensar la articulación
nacional-popular. Así, de manera ininterrumpida, Morales ha conseguido la
prolongación de su mandato desde la voluntad colectiva y, quizás, sin que se
lo proponga deliberadamente, desde el continuo fluir de dinámicas y pulsio-
nes que vienen y se procesan “desde abajo”.4
La gestión hegemónica supone la vinculación de ambos procesos o
derroteros, ya que por ambas rutas (“desde arriba hacia abajo” y “desde
abajo hacia arriba”) acontece y fluye el “proceso de cambio”; ambas visi-
bilizan estructuras y formatos que –de un lado y de otro– juegan a lograr
el “equilibrio inestable” de un modelo de gestión que ya lleva más de una
década. En ese sentido, son dos itinerarios los que marcan el actual curso
de la impronta hegemónica y que, paradójicamente, se dan de manera
exitosa y a la vez precaria. Todo indica que, en estas condiciones, como
ya dijimos, la hegemonía requiere de una continua resignificación o rein-
vención política.
Una mirada al modelo de gestión de Morales permite percibir que el in-
terés primordial de su Gobierno es garantizar la persistencia política a través
del éxito directivo, el mismo que busca convivir de manera óptima con las
dinámicas que emergen y acontecen “desde abajo”; una política que supo-
ne el asentamiento de una estructura de intercambio político en la que se
combina el fluir de la política “desde abajo” con la capacidad directiva de
la política “desde arriba”. En pocas palabras, una gestión donde la política
discurre y la hegemonía se comparte.
Las consecuencias de ello, su análisis y su problematización apuntan
hacia el establecimiento de una agenda de indagación y de producción
de conocimientos en torno a la reconfiguración del Estado y del sistema
político en clave plurinacional e intercultural. En lo que sigue, nos interesa
abordar esta temática: el análisis exploratorio de las estructuras institucio-
nales de autogobierno y de sus formatos de hacer política “desde abajo”;
esto es, el “devenir-otro” de la política. Para eso, presentamos un breve
“estado del arte” de cómo esas estructuras fueron estudiadas y, también,
cómo fueron asimiladas por el discurso y las prácticas hegemónicas, ya que
–según lo adelantado– no se enmarcan en los cánones establecidos de las
formas de pensar y de hacer política.

4 Las nominaciones “política desde abajo” y “de abajo hacia arriba” que utilizare-
mos indistintamente a lo largo del ensayo tienen connotaciones solo explicativas,
pues no pretenden establecer una definición de un “lugar” o un “campo” específico
por donde emerge o fluye la política, sino que buscan dar cuenta de la naturaleza
polisémica, plural y descentrada de la misma.
Introducción | 15

El objetivo de esta entrada es doble, ya que, por una parte, en diálogo


con las lecturas existentes interesa problematizar el alcance de las estructuras
y los formatos que vienen “desde abajo” en la reconfiguración política. Para
el efecto, recuperando distintas reflexiones teóricas,5 incorporamos la idea
de hegemonía “de” y “en” la diversidad, hegemonía incompleta, democracia
posliberal y otras, en la búsqueda de ofrecer una lectura del “devenir-otro”
de la política en el país. Por otra parte, a través del análisis de la gestión
gubernamental desde el año 2005 hasta el presente (2019) buscamos carac-
terizar el impacto y/o el efecto que tienen esas estructuras y los formatos de
política en la edificación institucional de la democracia intercultural y del
Estado Plurinacional de Bolivia.
Este ensayo es el resultado de la estancia de investigación desarrollada en
el Centro de Investigaciones Sociales (CIS) de la Vicepresidencia del Estado
Plurinacional de Bolivia entre los años 2015 y 2016 para la línea de investiga-
ción ‘Estado y política’, que permitió realizar el seguimiento a cuatro investiga-
ciones de campo en torno a los formatos de hacer política de sectores y organi-
zaciones denominadas “populares”.6 Algunos capítulos y acápites del presente
estudio retoman trabajos que fueron publicados tanto en versiones acotadas en
libros del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) e IDEA
Internacional (2008) y de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS) (2016)
como en artículos de colaboración en revistas y semanarios de circulación nacio-
nal. Sin embargo, todos fueron reformulados para los fines de esta publicación.
Deseo agradecer a Ximena Soruco y a Amaru Villanueva, quienes ini-
cialmente me propusieron trabajar en la temática al invitarme a ejercer la
coordinación académica de la línea de investigación ‘Estado y política’ del
CIS; a Farit Rojas, que insistió y alentó a realizar el ensayo; a Marcos García-
Tornel, lector del primer borrador; a Eduardo Paz, director del CIS; y, en
particular, a todo el personal del CIS que posibilitó la entrega de esta publi-
cación al público.

5 En particular, este ensayo está influido por los trabajos y las reflexiones teóricas de
Benjamín Arditi (1992, 1995, 2005a, 2007, 2010, 2019), Ernesto Laclau (1996,
2000, 2005, 2014), René Zavaleta Mercado (1983, 1986) y las exploraciones inter-
pretativas de Luis H. Antezana (1991, 2009) en torno al pensamiento del último.
6 Esto es, los trabajos de Richard Canaviri, “Sombríos días de socavón. Autogobierno
y ‘política desde abajo’: cooperativistas mineros” (2015), y “En el camino nos en-
contramos todos. Un estudio de la reinvención social y económica del transporte
pesado (2015-2016)” (2016); de Carlos H. Burgoa, “La fuerza social de los inter-
culturales en el ‘proceso de cambio’” (2016); y de Gumercindo Flores y Froilán
Fernández, “El ‘proceso de cambio’ desde abajo: proyectos y lógicas de los sectores
populares. ‘Juntas vecinales’ de la ciudad de El Alto” (2016).
17

1
Avatares de la política “desde abajo”

La noción de “política desde abajo” viene a ser una idea relativamente nueva
para caracterizar las distintas formas de intervención social que no encajan
en las definiciones hegemónicas de lo político o de las formas de darse u ocu-
rrir de la política. Por ello, su connotación es aún ambigua e imprecisa. Las
referencias bibliográficas que de manera explícita la utilizan son escasas y,
quizás, tan solo reseñan los diversos acontecimientos y conflictos de nutrida
presencia social en las calles (quiero decir, “la política en las calles”) o bien
del renovado reimpulso y protagonismo de las organizaciones sociales en la
vida política del país.
A nivel del debate regional, los trabajos de Isabel Rauber (2011),
Boaventura de Sousa Santos (2010) y Benjamín Arditi (1995, 2010), entre
otros, relativos al replanteamiento de los contornos del poder político “desde
abajo” o desde un “segundo circuito”, son esfuerzos que buscan problema-
tizar el análisis de las acciones colectivas que emanan desde la sociedad civil.
Acciones colectivas que ponen en vilo a las formas de hacer política vincu-
ladas al régimen neoliberal y a la democracia representativa o, en general, al
gobierno representativo de raíz liberal-democrática. Para Rauber y Santos,
la presencia de la política “desde abajo” trae consigo el agotamiento de las
estructuras institucionales instaladas por las políticas neoliberales y, en su
horizonte, proyectan la sustitución por otras que permitan una mayor par-
ticipación democrática (Rauber, 2011), o bien una mayor democratización
dirigida a la reinvención estatal y descolonización (Santos, 2010). Para Arditi
(2005a), en cambio, es la expresión del “devenir-otro” de la política una
mutación que pone en evidencia no el agotamiento de las formas existentes,
que admitiría la superación y sustitución de las estructuras y formas demo-
crático-liberales por otras, sino la configuración de un nuevo escenario de la
política que –según su argumento– pudiera caracterizarse como “posliberal”,
ya que a la política liberal y a sus estructuras institucionales se incorporarían
de manera “suplementaria” otras estructuras y formas de hacer política.
En general, estos estudios y abordajes teórico-conceptuales hacen mención
a la incidencia que adquirieron los nuevos formatos de participación social que
se hicieron visibles en el periodo de instalación de los gobiernos populares en
Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina, Paraguay, Chile, Uruguay, Nicaragua
18 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

y Brasil desde finales de la década de 1990 hasta la primera década del siglo
XXI y que fueron denominados como “giro a la izquierda” en América Latina.
A partir de ello, los esfuerzos analíticos han sido extensos, abarcando un sinnú-
mero de temáticas: desde las que proponen la instalación de un nuevo imagi-
nario político, como el “socialismo del siglo XXI”, el “socialismo comunitario”
o el análisis de las renovadas articulaciones nacional-populares y la hegemonía
de estas, etcétera, hasta las lecturas descriptivas de “revoluciones en democra-
cia” y teorizaciones como las de posliberalismo7 y populismo.8
En todas esas indagaciones y aportes se aborda el asunto de las trans-
formaciones políticas, institucionales y sociales, que en cada caso presentan
diversos matices particulares: “revolución bolivariana” en Venezuela, “re-
volución ciudadana” en Ecuador, “revolución democrática y cultural” en
Bolivia, etcétera, y una serie de conceptualizaciones y abordajes sobre los
procesos y el sujeto nacional-popular que vendría a sostener a estos gobier-
nos. También, se desarrollan estudios específicos en torno a los impactos
económicos y sociales de las políticas redistributivas, la integración nacional
y regional y un análisis del balance político en torno a la estabilidad, la con-
tinuidad y la crisis de estos procesos.
En ese sentido, las “formas alternas” o “paralelas” de hacer política, la po-
lítica “desde abajo”, no han sido objeto de preocupaciones analíticas o de un
abordaje teórico-conceptual que puntualice su novedad e incidencia en cada
caso. Por lo general, se los ha entendido como parte de las dinámicas sociales
que participan en la reconfiguración política o también como expresión del
desemboque nacional-popular de nuevo cuño que sustenta a los renovados
liderazgos y hegemonías políticas (Stefanoni y Do Alto, 2006; Stefanoni,
2012; Ramírez, 2010). Priman, por ello, lecturas descriptivas en torno al
cambio del patrón hegemónico sin adentrarse en el carácter estructural de las
transformaciones del escenario liberal-democrático, esto es, del marco políti-
co-institucional en el que paradójicamente sucedieron esos procesos. A pesar
de que en tres casos (Venezuela, Ecuador y Bolivia) se impulsaron reformas
constitucionales que modificaron sustancialmente el armado institucional

7 Hay una extensa bibliografía sobre posliberalismo y/o posneoliberalismo. Gran par-
te de ella intenta graficar la configuración de políticas y estructuras institucionales
pos Consenso de Washington, con el que a inicios de la década de 1990 se pusieron
en marcha las reformas neoliberales.
8 Sobre la teoría del populismo como una forma de hacer política que va más allá
del liberalismo, existe una reciente producción bibliográfica; por ejemplo, Ernesto
Laclau (2005) hace una propuesta desde una perspectiva de teoría política. Otros
trabajos son el libro coordinado por Luciana Cadahia, Valeria Coronel y Franklin
Ramírez (2018) y la compilación de Francisco Panizza (2009).
Avatares de la política “desde abajo” | 19

del Estado-nación, la atención al establecimiento de un nuevo modelo de-


mocrático de características posliberales ha sido escasa.9
En la producción nacional tampoco hay referencias explícitas a la polí-
tica “desde abajo” ni al uso específico de la mencionada noción, aunque sí
hay distintas referencias discursivas y estudios que connotan formas de hacer
política fuera del paradigma de los partidos políticos y de la lógica estatal,
esto es, de crítica a la estructuración del campo político “desde arriba” bajo
los dispositivos de organización del sistema político que da cuenta a la de-
mocracia representativa. En dichas referencias se identifican nociones como
“la política en las calles”, “la política desde las organizaciones sociales”, las
“comunidades o estructuras comunitarias”, las “organizaciones corporativas”
o bien “desde los movimientos sociales”.10
En lo que sigue, a modo de reseñar esos esfuerzos y referencias, buscare-
mos proponer la problemática e identificar los sesgos y los vacíos temáticos
de esas perspectivas, y así destacar los avatares discursivos de la “política desde
abajo”, esto es, la caracterización de su incidencia política y de los desafíos
que enfrenta en el desarrollo de la discursividad política y, en concreto, en la
reconfiguración del sistema político, del Estado y de la democracia boliviana.
Para el efecto, se realizará una lectura crítica de la noción de hegemonía que
permitirá vislumbrar la importancia de los formatos en los que se da la política
que acontece fuera del paradigma clásico de encasillarlos en la identidad de lo
político con lo estatal. De esa manera, buscaremos abrir un nuevo horizonte
comprensivo en la que la noción de política “desde abajo” y el “devenir-otro”
de ella, siguiendo o prestándonos la argumentación de Arditi (2005a), es la
expresión del desemboque actual de la política en clave posliberal.11

9 La excepción, como ya mencionamos, es la propuesta teórica de Arditi (2005a, 2010).


10 Arditi (1995, 2005a) irá más allá de las mencionadas enunciaciones al proponer
circuitos por donde fluyen los registros de participación política de la ciudadanía,
como lo veremos más adelante y, puntualmente, en el caso boliviano (capítulo 2).
11 Sobre la noción ‘devenir-otro’, Benjamín Arditi recurre a Gilles Deleuze, quien
–según nuestro autor– “la desarrolla a partir de una distinción entre la analítica y lo
actual”. Arditi cita a Deleuze: “En todo dispositivo debemos desenmarañar y distin-
guir las líneas del pasado reciente y las líneas del futuro próximo, la parte del archivo
y la parte de lo actual… la parte de la analítica y la parte del diagnóstico”. Luego
continúa: “La analítica es lo que somos y también lo que ya estamos dejando de ser.
Lo actual es aquello en lo que nos estamos convirtiendo […], nuestro devenir-otro,
una otredad que no siempre tiene una figuración precisa y obviamente no tiene un
punto de llegada preestablecido. Pero también es algo inminente pues ya está aquí.
Como dice Deleuze, ‘no se trata de predecir, sino de estar atento a lo desconocido
que llama a nuestra puerta’” (Arditi, 2019: 110).
20 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

1.1. Política más allá de la política

Adentrándonos en el estudio del sujeto del “proceso de cambio” como un


dato de la realidad, encontramos que ingentes grupos de campesinos indíge-
nas y sectores sociales catalogados como “subalternos”, “plebeyos” y/o “po-
pulares”, paulatina e incrementalmente han ido copando distintos espacios
del poder estatal (Soruco et al., 2014) en una especie de llegada material y
simbólica de estos a los claustros de organización del Estado.12 La Asamblea
Constituyente fue, entre otros, uno de los acontecimientos que marcó la
impronta popular, indígena y campesina en el país, puesto que visibilizó
nuevas modalidades de representación, participación y deliberación política
(Garcés, 2013; De la Fuente, 2008).
Más allá de los partidos definidos desde las convenciones discursivas
como principales vehículos de representación para la canalización de las
demandas de la sociedad al régimen político, apareció en la Asamblea
Constituyente un conjunto heterogéneo de actores que expresaba su perte-
nencia y afiliación primordial no a las entidades político-partidarias, bajo
las cuales participaba nominalmente, sino a distintas estructuras de dife-
rente rango, alcance y ámbito de organización y participación política. En
todos los casos, la presencia de estos actores no suponía ni excluía a la forma
partidaria ni a las estructuras o frentes político-electorales en boga (puesto
que se habilitaron y corrieron a través de ellas), pero establecía otra ligazón
y vínculo estructural que no se expresaba en los clásicos recursos institucio-
nales vinculados a los procesos electorales o de militancia partidaria. Sus
registros de matriz organizativa y deliberación política, desde donde men-
cionaban que emergían sus improntas, hacían referencia a “otro” ámbito,
a “otro” pluralismo o “campo” que, según los testimonios de los constitu-
yentes y los actores inmiscuidos que acompañaban a los primeros, acontecía
desde otras modalidades de representación, de gobierno y de acción política
(Schavelzon, 2013).
Esas emergencias y formatos de participación política adquirían nue-
vas o distintas fisonomías y nominaciones respecto a las prevalecientes o

12 Existen distintos estudios sobre la “llegada” campesina e indígena al Estado a lo


largo del último periodo democrático en la historia del país que datan de hace
tres décadas y un lustro. El antropólogo Xavier Albó (1993, 1999, 2002) realizó
distintos análisis sobre las dinámicas de participación política de los campesinos
y su llegada al Estado. Una síntesis apretada que aborda la temática a lo largo de
la historia republicana son los trabajos de Pilar Mendieta (2008, 2009, 2015). En
torno al periodo de Evo Morales, ver los aportes de Ximena Soruco, Daniela Franco
y Mariela Durán (2014) y Fernando García, Marizol Soliz y Alberto García (2014).
Avatares de la política “desde abajo” | 21

hegemónicas para dejar en evidencia una diferencia sustantiva de novedad


política. Las definiciones que intentaron significar y que, asimismo, coparon
el campo de las enunciaciones discursivas en el espacio público, como ya
mencionamos, fueron las de ‘movimientos sociales’, ‘organizaciones socia-
les’, ‘estructuras orgánicas’, ‘pueblos y naciones originarias’, etcétera. Todas
esas nominaciones eran significantes que buscaban expresar a los nuevos su-
jetos y actores y, con ello, a los renovados lugares, ritmos y tiempos desde
donde operaban o acontecían la innovación y la emergencia política.
La expansión de estos significantes permitió –en el ámbito de la delibe-
ración pública– el posicionamiento de propuestas como las de “desmono-
polización” de la representación política (Rojas, 1997) y, en la narrativa de
la crítica radical al esquema prevaleciente, la demanda de la disolución de
los formatos partidarios; según se decía, se habría concentrado en ellos –de
manera artificial, perniciosa y arbitraria– las prerrogativas de la representa-
ción y decisión política. En aquel momento, ya existía una fuerte petición
para proceder al “sinceramiento” entre la forma estatal de la representación
y participación política y sus formatos de organización social o material.
Entonces, al calor de las deliberaciones de la Asamblea Constituyente es que
las demandas de “autorrepresentación” y “autogobierno”, propuestas y sos-
tenidas por las organizaciones sociales que en los hechos puenteaban a las es-
tructuras político-partidarias, adquirían significados y valías para constituir-
se en los nuevos imaginarios de los proyectos de reordenamiento estatal.13
Al respecto, se habló, por ejemplo, del “gobierno de los movimientos
sociales” (Zuazo, 2010) y de “mandar obedeciendo” sobre la base –a
primera vista– de una idea un tanto romántica que remitía a los discursos
del movimiento zapatista en México en torno a reinventar el poder
político en función de las decisiones y los mandatos de la sociedad civil
organizada. La idea de construir un Estado Plurinacional Comunitario, que
aparecía y se desarrollaba con vigor en el debate interno y público de la
Asamblea Constituyente, traía consigo también la mencionada transgresión
institucional que, en el fondo, buscaba dotar de mayor protagonismo,
centralidad y visibilidad a las estructuras “orgánicas” que emanaban “desde
abajo”, o mejor, de manera más imprecisa, desde la “sociedad civil”.14 Un

13 Hay un largo registro de las nociones de “autogobierno” y “autorrepresentación” en


el imaginario de las organizaciones sociales, tanto sindicales como comunitarias. Al
respecto, ver el trabajo de Silvia Rivera Cusicanqui y Zulema Lehm (2013).
14 La noción de sociedad civil en la literatura politológica ha presentado distintas
mutaciones conceptuales hasta adquirir la actual, que grafica un ámbito propio de
dinámicas sociales alternas al Estado. Para una revisión del tratamiento de esta no-
ción en la literatura de la teoría política, véase el texto de Arditi (2004).
22 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

“otro” pluralismo, diferente al pluralismo político-partidario o electivo, se


hacía visible desde el seno de la sociedad, ya que aparecían en el espacio
de las interacciones y los intercambios políticos nuevos actores y formatos
de participación y representación con organización institucional y fuerza
propia.
Como se sabe, la intensidad de la crisis estatal puso en evidencia la fra-
gilidad de los formatos partidarios, los cuales, en poco tiempo, fueron re-
basados por la acción y la incidencia de las denominadas organizaciones y
movimientos sociales (García Linera, Gutiérrez, Prada y Tapia, 2000). En
los hechos, la representación política asignada a los partidos a través de la
“fuerza de ley”, que buscaba cimentar un modelo democrático representa-
tivo, era ejercida con mayor legitimidad y eficacia por las organizaciones
de base comunitaria, corporativa y/o asociativa. Estas eran las portavoces, a
través de sus dirigentes “orgánicos” y sus formatos de acción colectiva, de las
propuestas de reforma institucional y de la dirección de las movilizaciones
sociales (Schavelzon, 2013).
Así, esas estructuras y formatos “alternos” a los legalmente establecidos
ganaban en eficacia y legitimidad al lograr mayor gravitación, validez y cen-
tralidad política; de una y otra manera, se ponía en evidencia la presencia de
esos “otros” sujetos y “formas de hacer política” que, ciertamente, hasta ese
momento no habían sido parte constitutiva de los procesos formales de in-
tercambio político o, al menos, no habían sido explícitamente reconocidos.
Todo ello a pesar de que amplios sectores de campesinos indígenas, popu-
lares y plebeyos, sin vinculación o trayectoria político-partidaria, irrumpían
haciéndose directamente visibles a través de la fuerza movilizada de estruc-
turas organizativas, como los sindicatos y los gremios corporativos de orga-
nización sectorial. En otras palabras, de manera contingente, se vislumbraba
en el ámbito de la discursividad y en las relaciones de fuerza la existencia
de “otros” lugares o estructuras de poder que con mayor vitalidad y fluidez
procesaban imaginarios de reordenamiento político y estatal.
En general, sucedía una especie de subversión de los componentes for-
males de funcionamiento del sistema político, ya que desde esas estructuras
“fuera de la política”, o “más allá de ella”, se modificaban “informalmente”
las formas de hacer y procesar la política, lo que no implicaba, por supues-
to, que la presencia de los mencionados sujetos y/o formatos no hubieran
ya estado en el pasado, ni que su incidencia hubiera sido marginal o poco
relevante en eventos precedentes. Todo lo contrario; era la constatación de
una impronta política en la que nuevamente se lograba entrever que esos ac-
tores siempre habían estado ahí, como una constante que incidía de manera
reiterada en el acontecer político, empero eran invisibilizados por discursos
y prácticas que delimitaban y preestablecían a los sujetos y los circuitos por
Avatares de la política “desde abajo” | 23

donde, según las convenciones, debiera ejercerse y fluir la política.


La novedad era que esos formatos, además de dar cuenta de la inven-
ción política, llegaban a resignificar la política establecida. En unos casos,
las nominaciones como “gobierno de los movimientos sociales” o “gobernar
obedeciendo” eran expresiones de disputas en torno al carácter del poder; en
otros, eran renovados recursos discursivos para oxigenar y ampliar la com-
prensión de lo político. Así, se visibilizaban formas de hacer política “más
allá de los partidos” y de sus circuitos establecidos y, con ello, de la amplia-
ción de las estructuras y componentes del sistema político. Esos hechos y fe-
nómenos permitían pensar en la apertura de lo político más allá de lo estatal
y, en correspondencia, incursionar en una interpelación en torno a que lo
político no solo acontecía en los encierros o claustros del Estado (los recintos
del régimen y del sistema político), sino también fuera de él o más allá de él.

1.2. Movimientos sociales: política más allá del Estado

La mayoría de los estudios realizados en torno al Gobierno de Evo Morales


y del MAS-IPSP centra su atención en destacar las transformaciones político-
institucionales ocurridas en este proceso desde una perspectiva descriptiva, ya
sea desde el análisis contextual de las coyunturas específicas de las gestiones
gubernamentales de Morales, de la Asamblea Constituyente, de las elecciones
nacionales y subnacionales, o desde el tratamiento de conflictos específicos,
como el del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure (TIPNIS),
el del sector salud, el de los cooperativistas, el de referéndum, etcétera. En ese
sentido, dichos estudios buscan explicar el desarrollo y el derrotero de un con-
junto de asuntos relativos a la configuración de un modelo de gobierno cuya
característica general ha sido catalogada como de “estilo flexible e inestable de
gestión política” (Mayorga F., 2014); un estilo que habría sido desplegado por
Morales desde 2006 y cuyo centro de gravitación devendría del protagonismo
hegemónico del MAS-IPSP en el sistema político como un instrumento de
las organizaciones sociales y, con ello, de gestión de un amplio abanico de
estructuras y formatos de acción colectiva que impactan directamente en la
reconfiguración de la democracia (Mayorga F., 2014; Zuazo, 2009; Molina,
2011; Stefanoni y Do Alto, 2006; Komadina y Geffroy, 2007).
Sin embargo, no existen aún indagaciones puntuales sobre lo que Luis
Aguilar (2010) denomina el “proceso de gobierno” y de su vinculación con los
determinantes institucionales, sociales y políticos de estabilidad, continuidad
y/o gobernabilidad democrática. En otras palabras, no se ha profundizado en el
análisis del modelo de gestión y de las acciones gubernamentales que se orientan
a la consecución de resultados político-institucionales, en un juego continuo
de articulaciones y rearticulaciones hegemónicas. De hecho, la caracterización
24 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

de un estilo de gestión política con los determinantes de la estabilidad y de


la gobernabilidad democrática ha sido tratada en forma indiferenciada o
lineal.15 En general, en los balances políticos ha existido una explicación
causal-determinista en torno al logro de resultados óptimos de gobernabilidad
y estabilidad política, ya que en estos primaron evaluaciones normativas que
enlazan mecánicamente su caracterización, o bien valoraciones que, en unos
casos, lo califican por sus resultados exitosos: “buen gobierno”, así como por sus
déficits e ineficiencias directivas: “mal gobierno”, y en otros casos sin detenerse
en el análisis del armado y funcionamiento estructural del modelo de gestión.
Por ello, el análisis de los alcances, de los límites y de los déficits del mo-
delo de gobierno ha intentado ser resuelto a través de la recurrencia a lecturas
tanto positivas como negativas de la presencia de los movimientos sociales, o
bien de las formas subalternas de hacer política que, ciertamente, no habían
logrado recibir un adecuado tratamiento de alcance teórico-analítico para
lograr una efectiva incorporación en el lenguaje político y, así, de una ade-
cuada comprensión en cuanto a su incidencia política.
Una estrategia de revisión bibliográfica para rastrear el formato de la
política “desde abajo” es la de examinar y escudriñar esta impronta en los
estudios de los movimientos sociales y de las acciones colectivas acontecidas
a inicios del presente siglo. Estos abordajes, como mencionamos, tienden a
explicitar distintas formas de acción colectiva que emanan desde la sociedad
civil o se encuentran al margen o en paralelo a las del Estado y, por lo tanto,
no responden a la clásica definición de los “sujetos” o los “actores” del sis-
tema político (partidos), ni son resultados o productos del funcionamiento
procedimental del régimen político-electoral (procesos electorales, represen-
tación territorial, etcétera). En ese sentido, se apartan del esquema clásico de
nominación del campo de juego (político e institucional) formulado por las
concepciones democrático-liberales. En concreto, la noción de “movimien-
tos sociales”, a pesar de su ambigüedad conceptual (Svampa, 2009), hace
referencia a las distintas maneras de irrupción pública o política de una mul-
tiplicidad de grupos y/o sectores sociales que de manera particular y, a veces,

15 El dato de la continuidad del MAS-IPSP en el poder político no es menor, pues


ya superó una década sin haber perdido una elección nacional. A lo largo de ese
periodo, la candidatura de Morales superó en tres ocasiones la barrera de la mayoría
absoluta (50%+1) y el MAS-IPSP es la fuerza con mayor presencia hegemónica en
la representación política en todo el territorio nacional. Desde 2009, cuenta con
dos tercios de la representación en la Asamblea Legislativa Plurinacional; está al
frente de seis de las nueve Gobernaciones del país y dos tercios de los Gobiernos
municipales a nivel nacional están bajo su mando. Ahora bien, donde no controla
las instancias de Gobierno es el segundo en representación política.
Avatares de la política “desde abajo” | 25

de manera colectiva, procesan, disputan y escenifican decisiones colectivas.


A semejanza de la noción de la política “desde abajo”, la de “movi-
mientos sociales” resulta ambigua en su conceptualización y teorización.
Sin embargo, su incorporación extensa resultó útil para fines analíticos y
explicativos de los sucesos que acontecieron, ya que permitió, por ejemplo,
diferenciar lo que concierne al sistema político (las estructuras político-
institucionales establecidas, quiero decir, partidos políticos) de las estruc-
turas y redes sociales que no son parte de él ni del Estado o, al menos, de
aquellas dinámicas que no se hallan enteramente supeditadas a los mismos.
Así, se han desplegado lecturas en torno a las formas de acción colectiva
que emergen desde la sociedad civil, siendo, por ejemplo, el estudio de los
movimientos sociales y de sus repertorios de acción los principales focos de
atención y problematización temática para replantear la comprensión de lo
político en el país (García Linera, 2005b).
Las consideraciones del origen de clase, o bien de pertenencia a estruc-
turas sedimentadas de identidad étnica y cultural, o de irrupción o emer-
gencia contingente de los movimientos sociales, fueron los recursos teórico-
metodológicos que habitualmente se usaron para el desarrollo y la produc-
ción de conocimientos en torno a estos formatos de participación política
que subvertían a los partidos. El estudio del movimiento obrero o proletario
en el país, del movimiento campesino e indígena, de los movimientos urba-
nos populares y de los que fueron denominados de manera genérica como
“grupos o sectores subalternos”, constituye el espectro de indagaciones en
torno a esas dinámicas consideradas como factores estructurales del aconte-
cer político que impactan directamente en la disputa en torno al Estado y el
sistema político (García Linera et al., 2000).
En general, en función de los intereses específicos relativos a la compo-
sición social o del conocimiento de los formatos de movilización y acción
colectiva,16 el estudio y la consideración de los movimientos sociales se fue-
ron segmentando desde el análisis de los sectores convencionales hasta los
considerados nuevos. Aunque, como ya establecimos, estas definiciones y
clasificaciones siempre resultaron problemáticas e imprecisas, sin embargo,
permiten, entrever la importancia de esos formatos de acción colectiva en la
reconfiguración y el desempeño del campo político. Su incorporación am-
plia y a la vez imprecisa en el balance de los procesos políticos y sociales que
acontecieron en las dos últimas décadas logró, empero, modificar los pará-
metros de la discursividad política y, con ello, de las posibilidades de pensar

16 Esta es la empresa que, por ejemplo, Álvaro García Linera (2005b) llevó a cabo de
manera ambiciosa al estudiar los principales movimientos sociales que en la actualidad
participan e inciden en el proceso de transformación política e institucional del país.
26 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

la política más allá de lo que normativamente había sido establecido como lo


deseable o correcto. Revisemos brevemente, para lo que nos toca, el debate
en torno a dos de ellos: el movimiento obrero y el movimiento campesino
indígena.

1.2.1. Movimiento obrero: continuidad de la impronta

Sobre el movimiento obrero hay una extensa producción bibliográfica –tanto


desde la variante histórica como desde la sociológica– que, en un caso, remite
a su formación en el siglo XIX y, en otro, a la problematización contempo-
ránea sobre sus transformaciones internas y su efecto en la formación social
boliviana. Respecto a los estudios catalogados como específicamente políticos
(García Linera et al, 2000), varios de ellos ofrecen diversos hallazgos relativos a
su impronta, estructura, alcances y límites, los mismos que permiten contar con
información suficiente para caracterizar tanto sus dinámicas de cambio y mu-
tación, como de su actual incidencia en el campo político. No es de nuestro in-
terés adentrarnos en esa particular y, a la vez, amplia problemática, dado el vasto
espectro de asuntos que supone el desarrollo y el tratamiento de sus relaciones
causales y matices; sin embargo, es importante destacar que fue el movimiento
obrero, bajo formatos organizativos de carácter corporativo como la Central
Obrera Boliviana (COB), el que estableció los términos de las dinámicas de
intercambio político y discursivo del Estado a lo largo de la reciente historia
política del país (desde la Revolución de 1952 hasta mediados de la década de
1980), esto es, antes de que se les asigne a los partidos políticos el rol de “suje-
tos” exclusivos y/o mecanismos de canalización de la representación política.17
Por ello, este movimiento social, a través de su presencia corporativa, con-
tinúa siendo uno de los principales actores colectivos que conserva su impor-
tancia en tanto fuerza y factor de poder con relación a la estabilización, la con-
tinuidad y la crisis de las estructuras y los procesos de gobierno y, en general,
del poder estatal. Desde la sociología política se sabe, como ya adelantamos,
que el movimiento obrero fue el “sujeto” del Estado de 1952 y, asimismo, de
su posterior crisis. Al respecto, René Zavaleta Mercado (1983) sostiene que lo
político, a lo largo de dicho ciclo, que se extendió hasta mediados de la década
de 1980, logró condensarse en la dinámica de la confrontación entre las Fuerzas
Armadas, “síntesis connotada del Estado”, y el proletariado minero, “síntesis

17 Álvaro García Linera (2014b, 2005b) ha desarrollado un ambicioso proyecto de


análisis sociológico de las transformaciones de la condición obrera (estructura orga-
nizativa y repertorios de acción) y del movimiento obrero en el país, abarcando el
estudio de los distintos momentos o hitos históricos de incidencia política que este
tuvo a lo largo del siglo XX.
Avatares de la política “desde abajo” | 27

connotada de la sociedad civil”. Dicha situación, a partir de las últimas trans-


formaciones acontecidas en la organización productiva del capitalismo a nivel
global, de acuerdo con Álvaro García Linera (2014b) ha ido sufriendo cambios
sustanciales que explican el actual alcance y, a la vez, los límites de la impronta
social y política del movimiento obrero. Entre las transformaciones y las mu-
taciones internas que definen su límite estructural se destaca el debilitamiento
de la clásica forma de organización de los trabajadores y, por ende, de la COB,
cuyo referente básico fue la fábrica y, en general, la organización productiva
del capital manufacturero e industrial. Este, como efecto de la privatización de
las empresas estatales y las transformaciones del capitalismo a nivel global, fue
desplazándose hacia una mayor flexibilización organizativa y, así, a condicio-
nes de mayor pauperización, fragmentación y precariedad de los trabajadores.
Según las tendencias globales del desarrollo del capitalismo, actualmente la
incidencia del capital comercial y financiero sobre el industrial adquiere mayor
predominio y, con ello, se debilitan y fragmentan las estructuras gregarias de
organización y socialización de la clase obrera.
Sin embargo, a pesar de esos cambios estructurales, las formas de agrega-
ción de los intereses y las reivindicaciones de los trabajadores, en tanto masa
colectiva, encuentran múltiples maneras de participación e incidencia a través
de las luchas particulares en las que opera con gran eficacia la acumulación
de experiencias y las formas de organización primaria aún latentes: los sindi-
catos y los gremios obreros. Sobre esa base, la capacidad de negociación y la
intermediación de las estructuras corporativas (la COB a través de su vasta y
compleja estructura de organización) continúa incidiendo en la determinación
y el devenir de las posiciones políticas de los trabajadores, las mismas que van
desde la defensa de los intereses corporativos del sector hasta la movilización
social por la defensa y resguardo de los intereses colectivos y/o generales.

1.2.2. Movimiento campesino: sujeto y disputa interpretativa

En cuanto al movimiento campesino e indígena en el país, hay una exten-


sa producción bibliográfica que supone, para su adecuada sistematización y
análisis, la aplicación de criterios diferenciados. Uno de ellos es el histórico,
el cual remite, según Silvia Rivera Cusicanqui (1984), a las memorias “larga”
y “corta” en torno a la continuidad y la latencia de contradicciones sincró-
nicas y asincrónicas que han traspasado periodos o épocas históricas (Claros,
2016). Otro es el que sostiene que ha operado un largo proceso de estruc-
turación de una identidad política referida a la permanencia de estructuras
sedimentadas o continuas de formatos de autogobierno de base territorial y,
así, de renovadas formas de acción política (García Linera, 2014a).
Sobre el trasfondo histórico, particularmente sobre la memoria “larga”,
28 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

hay una extensa producción de reconstrucción crítica que gira en torno al


rol del movimiento indígena campesino en la historia política del país, de-
nominada “historia desde abajo” (Mendieta, 2010). En cuanto a la memoria
“corta”, además de los trabajos de Rivera Cusicanqui y Xavier Albó, entre
otros,18 se ha producido una reinstalación de la disputa interpretativa respec-
to al rol y la deriva política del movimiento campesino indígena, en particu-
lar durante el mandato de Morales, catalogado oficialmente como indígena
y/o campesina (Garcés, 2013; Zegada y Komadina, 2017).
Esas lecturas giran en torno a los procesos de politización que en unos y
en otros casos marcan diferencias interpretativas respecto al balance final de
la impronta y la deriva. El asunto no es menor puesto que, como ya men-
cionamos, con Morales en el poder la presencia campesina indígena en los
claustros estatales ha sido incremental y ha ido formando parte del espectro
de las relaciones y los intercambios políticos, imprimiendo una virtual he-
gemonía política de base territorial y, con ello, de una paulatina relación de
control de los recursos institucionales y simbólicos tanto del sistema político
como del Estado (García et al., 2014; Soruco et al., 2014; Tassi et al., 2016).
Empero, las interpretaciones sobre las consecuencias son disímiles. Para
unos, la deriva del movimiento campesino indígena, lograda a través del
MAS-IPSP y de Morales, va en contra ruta de las aspiraciones discursivas o
normativas del propio movimiento indígena: descolonización y reconstitu-
ción del orden político ancestral o milenario. Se menciona, por ejemplo, que
los dirigentes sindicales campesinos vinculados a los mandos de las principa-
les organizaciones del movimiento campesino e indígena del país traiciona-
ron a sus organizaciones matrices y de base al supeditarse instrumentalmente
a los intereses prácticos del gobierno del MAS-IPSP.
En la misma línea, dicha situación puso en evidencia una serie de con-
flictos en las relaciones de intercambio político de los campesinos indígenas
con las estructuras del poder gubernamental, o bien, de rebalanceo de la
correlación de fuerzas en la que los pueblos indígenas, en particular los de
tierras bajas (como sucedió en el conflicto del TIPNIS19), sufrieron el peso

18 Fernando Calderón y Jorge Dandler (1986) son compiladores del libro: Bolivia:
la fuerza histórica del campesinado, que da cuenta de los avatares del movimiento
campesino del país, ofreciendo hallazgos sobre las distintas modalidades y conflictos
del sindicalismo campesino. Asimismo, existe una reciente producción bibliográfica
que ofrece renovados hallazgos en torno a la participación política de los campesi-
nos indígenas y su relación con el Estado. Véanse: Pilar Mendieta (2009) y María
Teresa Zegada y George Komadina (2017).
19 El conflicto del TIPNIS es emblemático de la precariedad y la tensión de la alianza
del movimiento indígena campesino que respalda al gobierno de Morales. No solo
Avatares de la política “desde abajo” | 29

de la asimetría del poder y, en consecuencia, de la exclusión del campo de


influencias y la toma de decisiones. Todo ello, se dice, derivó en la puesta en
marcha de políticas que favorecen tan solo a los grupos de campesinos indí-
genas afines o leales al Gobierno y no al conjunto del movimiento.
En ese sentido, la presencia física o material de esos dirigentes en el poder
político es la reiteración del hecho colonial que, nuevamente, a nombre de los
indios y los campesinos se reconstituye de manera eficiente (Rivera, 2014).
El mencionado argumento –el hecho colonial de la exclusión de las fuerzas
comunitarias y de la expoliación de los recursos naturales de las comuni-
dades indígenas– en esta fase se desplegó con mayor eficacia, puesto que se
halla un “indio” campesino en el poder y, con él, la posibilidad de un mayor
encubrimiento colonial mediante el uso de recursos simbólicos que, paradó-
jicamente, apelan a la valorización de lo indígena y la descolonización.
En síntesis, se afirma que la presencia campesina e indígena en los espa-
cios de poder es una máscara que oculta y mistifica la reconstitución colo-
nial acorde con los nuevos tiempos (Almaraz et al., 2012). Se dice que, con
Morales en el poder, la “vieja casta encomendera”, a través de sus hijos más
desprolijos, es la que domina. Así, la antiquísima aspiración criollo-mestiza
de domesticar a la irreverente e impoluta base social se habría hecho una
vez más realidad (Rivera, 2014). Así también, que el movimiento indígena
y campesino enfrenta una nueva derrota táctica y, como es habitual en esta
perspectiva, que se ha reiniciado una dinámica de resistencia política para
que más adelante, con renovadas fuerzas, abra una nueva oportunidad histó-
rica (Rivera y Santos, 2015).
En cambio, desde otras narrativas se plantea que es el movimiento cam-
pesino indígena el que directamente encarna y proyecta la renovada cons-
trucción estatal y, así, en su efecto mayor, de la nación boliviana en “clave
plurinacional”. Se concluye que el Gobierno de Morales, con sus luces y
sus sombras, es, en los hechos, la concreción material de un proyecto de
edificación institucional y conducción política de base campesina e indígena
(García Linera, 2014a, 2014c). Al respecto, a través del discurso oficial se
afirma que la actual presencia campesina e indígena en el poder es la evi-
dencia del fuerte proceso de “indianización” del Estado: Bolivia marcha al
ritmo y en función de la hegemonía campesino-indígena, cuyo horizonte en
el corto y en el mediano plazos es la consecución de la modernización y la
edificación del Estado Plurinacional Comunitario (García Linera, 2014a).

está en medio de la correlación de fuerzas y los intereses que resultan asimétricos


entre los distintos sectores y grupos de indígenas campesinos, sino de los proyec-
tos de configuración estatal. Al respecto, véanse: Silvia Rivera Cusicanqui (2014) y
Sarela Paz (2012).
30 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

Se menciona también que dicha fuerza e impulso son de naturaleza histórica


y, en ese sentido, no existe en el espectro político otro proyecto y sujeto his-
tórico alterno que pueda sustituirlo y, por ello, tampoco hay forma o manera
de revertir el curso histórico.
Para García Linera, la fuerza de la hegemonía campesina indígena se
explica por la edificación de un proyecto político y estatal catalogado como
particular y no previsto por ninguna lectura que con anterioridad dilucidaba
el devenir político del país. Desde su perspectiva, la articulación contingente
de lo indígena campesino con las propuestas de la izquierda marxista ha
logrado configurar un proyecto indígena de dimensión universal. Esa arti-
culación entre una dimensión particular (lo indígena) y otra de pretensiones
universalistas (marxista) logró, finalmente, cristalizar un nuevo imaginario
de concreción de la articulación hegemónica (el bloque histórico) y del pro-
yecto estatal en curso: el socialismo comunitario y el Estado plurinacional.
Siguiendo a García Linera, con el despliegue de ese proyecto quedaría
resuelto el canónico asunto de la constitución de la nación boliviana, una
temática reiterada y ampliamente dilucidada al interior del debate político.
Se trataría de un proyecto de construcción estatal que, como nunca, abría las
posibilidades para el despegue efectivo de los procesos de modernización y
emancipación colectiva, para concluir que lo que se requiere es impulsar el
actual proceso de edificación de la “nación estatal” denominada plurinacio-
nal, en la que el sujeto central, desde la asunción de Evo Morales al poder,
es el Estado/gobierno de los campesinos indígenas (García Linera, 2014a).
Ambas construcciones discursivas son concepciones binarias y, quizás, ex-
tremadamente simples, puesto que no asumen la complejidad de las mediacio-
nes y las interacciones entre las estructuras y/o los formatos de autogobierno,
de las formas de ocurrir de la política en la base o “desde abajo” y, en corres-
pondencia, de su relación o coordinación con las estructuras y los dispositivos
del Estado. La primera se limita a ensañarse contra una parte del movimiento
campesino indígena: las comunidades campesinas de los interculturales (exco-
lonizadores) que supuestamente no asumen el proyecto indígena; y, en gene-
ral, se ensaña contra el formato del sindicalismo campesino por no encasillarse
en torno a lo que se pensó y ambicionó que este fuera: la reconstitución del
orden ancestral comunitario a través de la descolonización.20 Mientras, la se-
gunda le confiere al sujeto indígena campesino un rol transcendental e histó-
rico, pues propone un discurso que finalmente es útil para garantizar y repro-
ducir el poder del nuevo orden político, pero que dice poco de las dinámicas

20 En general, la crítica al movimiento sindical de los campesinos consiste en ponde-


rar la narrativa de la preexistencia del proyecto indígena como radicalmente “otro”
respecto al existente o al introducido por o desde el Estado.
Avatares de la política “desde abajo” | 31

y las pulsiones que supone la existencia de estructuras institucionales diversas


y, a partir de ello, de la relación de estos sujetos (campesinos-indígenas) y sus
formatos de hacer política con el Estado y el propio Gobierno.
Sin embargo, en términos de problemática, lo innegable en ambas pers-
pectivas es que la presencia y la incidencia de los campesinos indígenas en la
política y en los claustros del Estado trastoca y remueve las lecturas conven-
cionales de la reconfiguración política e institucional y, en particular, de la
deriva del “proceso de cambio”. Consiguientemente, a pesar de las lecturas
normativas e instrumentales con las que culminan ambas posiciones, estas
abren, asimismo, la posibilidad de explorarlas como formatos de hacer po-
lítica y estructuras diversas de institucionalidad al margen y en paralelo al
Estado. Dicha exploración debiera realizarse, según nuestro parecer, desde
una mirada pluralista que permita construir una nueva estrategia interpreta-
tiva en torno a la gestión hegemónica desplegada por el Gobierno de Morales
en las condiciones del Estado Plurinacional.
En esa línea, proponemos abrir una lectura alternativa de comprensión
de la política y de la hegemonía. Para el efecto, en lo que sigue desarrollamos
el debate en torno a la noción de hegemonía que, tanto en la perspectiva de
Ernesto Laclau (1987, 2005) como en la de René Zavaleta Mercado (1983),
se busca destrabarla del encierro de la lógica binaria y lineal (hegemonía/
contrahegemonía), o bien recluida en los circuitos del Estado (hegemonía/
político/estatal). A partir de ello, nos interesará presentar una imagen de
configuración pluralista del campo político y estatal a través de la incorpora-
ción de la noción del “devenir-otro” de la política.

1.3. Hegemonía y diversidad social

La enunciación de la primacía de los movimientos sociales en el acontecer


político supuso la toma partisana de posiciones en torno a dos extremos:
los acólitos del discurso hegemónico que había predominado en el lenguaje
político a lo largo de más de tres décadas, y, por otro, los detractores de este.
Para un grupo de actores políticos y de analistas, la presencia de los sec-
tores campesinos indígenas y, en general, de los movimientos sociales per-
turbaba el “buen” ejercicio del orden y del poder público; distorsionaba el
adecuado desempeño de la democracia y el curso “ordenado” de la ejecución
de las reformas políticas e institucionales que estarían orientadas hacia la me-
jora de la calidad de la democracia. En pocas palabras, representaba la paula-
tina “informalización de la política”, o bien, la expansión de la “antipolítica”
(Mayorga, R., 1995, 2000). Según esto, con la amplia difusión de los ima-
ginarios y las propuestas demagógicas y el “puenteo” de las instancias esta-
blecidas como recursos institucionales de mediación, se devaluaba la política
32 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

en favor de la puesta en escena del populismo y del caudillismo a través de


la generalización de prácticas patrimoniales, clientelares y/o prebendales. La
manipulación de las prerrogativas decisionales de los representantes políti-
cos, el abierto juego de intereses y, finalmente, la preeminencia de grupos de
presión y estructuras corporativas en el intercambio político que sustituían
de facto a las estructuras y formas institucionales de participación ciudadana,
vendrían a ser la expresión eficaz de la erosión, desmontaje y “desinstitucio-
nalización” de la democracia. Desde el otro extremo, como ya adelantamos,
se advertía un “cambio de época”, un “proceso de cambio”, en el que nuevos
actores buscaban replantear viejos asuntos y, con ello, la incorporación de
nuevas propuestas de reinvención estatal. En esa vertiente, las trayectorias de
politización al interior del movimiento indígena campesino, como el kata-
rismo e indianismo, adquirían centralidad convocando al debate en torno al
estatuto y a las particularidades de la articulación “nacional-popular” bajo la
impronta de los campesinos indígenas.
Según García Linera (2006) y este autor junto con otros intelectuales
(García Linera et al., 2000), dicha interpelación había sido procesada “desde
abajo” como un movimiento social y político que denominó explícitamente
como “evismo” a la confluencia y articulación de las organizaciones indígenas
campesinas, obreras, gremiales y de otros sectores populares llamados ‘plebe-
yos’, en una estrategia que encumbraba a Morales –en su momento dirigente
de las federaciones cocaleras del trópico de Cochabamba– hacia y en el poder
político. En esa línea, el evismo, en tanto movimiento político, sería un pro-
ducto o un constructo político y social de cómo se configuró la articulación
nacional-popular en las condiciones particulares del país antes que un hecho
voluntario o intencional de su protagonista. A través de ello, de acuerdo con
García Linera, se iniciaba el proceso de reconstitución de las bases sociales e
institucionales del Estado boliviano cuyo horizonte era la descolonización y la
instalación de una nueva hegemonía y estructura político-institucional.
Lo cierto es que de un lado y de otro se reconocía la incidencia de los
campesinos indígenas en la política y, sobre todo, la centralidad que habían
adquirido en las coyunturas políticas. Para unos esta situación era negativa y,
para otros, era positiva. Por ello, una estrategia interpretativa fue la de recu-
rrir a la categoría de hegemonía como un recurso teórico-analítico para dar
cuenta sobre la particular articulación “nacional-popular”, esto es, de cómo
ocurrió la constitución de un bloque de articulación política en un contex-
to de múltiples pulsiones y complejidad estructural. Y, asimismo, como en
nuestro caso, para desarrollar el análisis de las formas de darse de la política
que acontecieron y que, en la actualidad, acontecen desde diversas matrices
“orgánicas” de la sociedad civil.
En lo que sigue, para abordar esta temática, precisamos analizar la noción
Avatares de la política “desde abajo” | 33

de hegemonía y su relación constitutiva con la de política. Interesará revisar


su alcance teórico-analítico para comprender o sustentar la pertinencia de la
noción de política “desde abajo” y la de “devenir otro” que, desde nuestro
parecer, explican la nueva configuración del campo político en el país en
variable posliberal.

1.3.1. La política como hegemonía

La idea básica de esta revisión es la de diferenciar o establecer la frontera en-


tre la noción de hegemonía y la noción de política. Aunque esto parezca un
lugar común, las connotaciones analíticas de esta intención son importantes;
por ejemplo, habría que entender por hegemonía a una particular forma de
delimitación del campo político lograda a partir de un estilo de hacer política
que en el decurso de las interacciones establecidas y contingentes adquiriría
centralidad y gravitación. En cambio, por política tendría que comprenderse
a las múltiples formas de acción colectiva y de decisión que no solo logran
el efecto de la articulación hegemónica, sino también la desarticulación de
esta. La política establece las estructuras hegemónicas y, también, paradó-
jicamente, las desarticula, y así también expresa los sentidos disruptivos de
una estructura hegemónica.
Entre una y otra noción hay una estrecha interconexión o vínculo que
normalmente se confunde. Por ello, es importante marcar las diferencias.
Como acabamos de mencionar, la hegemonía es un modo, entre otros, de
ocurrir de la política que expresa una manera de cerrar o suturar, temporal
y espacialmente, el campo político. En cambio, la política es una noción
que da cuenta sobre la manera general de ocurrir de las acciones/decisiones
humanas que tienen efectos vinculantes y, asimismo, disruptivos del orden
social; en ese sentido, las acciones políticas pudieran estar a favor o en contra
de las estructuras hegemónicas.
En una lectura simple, siguiendo las reflexiones de Antonio Gramsci
(1978) y de Manuel Sacristán a propósito de este pensador (2004), la he-
gemonía sería la manera de lograr el poder y la gestión del mismo, esto es,
una forma de expansión de la política en tanto relación de fuerza y coac-
ción (legal/simbólica) que logra el asentimiento voluntario o el consenso por
parte de los miembros de una comunidad a una dinámica particular de ejer-
cicio del poder. En una lectura compleja, también analizada y reflexionada
por Gramsci, es la manera sinuosa y seductora de dar y ejercer ese poder.21

21 La noción de hegemonía en Gramsci es una construcción teórica y política por


establecer posibilidades de acción estratégica del movimiento obrero y el Partido
Comunista en Italia, en su finalidad de convertirse en la clase dirigente y dominante.
34 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

En suma, la conclusión que nos interesa aquí es la idea de que la hegemonía


ocurre a través de la política que en concreto la precede y, a la vez, la exce-
de; según ello, toda hegemonía es siempre política, pero no toda política es
siempre hegemonía (Arditi, 2007; Beasley-Murray, 2010).
La política logra articulaciones que instituyen y reinventan las relaciones y
estructuras hegemónicas, así como también posibilita la desarticulación y dis-
locación de estas. En ese sentido, la política es constitutiva de la hegemonía y
es la que confiere dinamismo al campo político, ampliando y/o modificando
las pautas de ejercicio y de expansión del poder hegemónico. El registro de la
política respecto al de la hegemonía es por tanto mayor: abarca a las dinámi-
cas de institución, inscripción y reinvención del poder político, así como a las
de resistencia, huida y/o des-institución. En síntesis, ninguna hegemonía es
plena ni en el tiempo ni en el espacio; es, siguiendo a las perspectivas posfun-
damento (Marchart, 2009), precaria, imprecisa e incompleta.
Digamos algo más al respecto. Para sostenerse como política, la hegemo-
nía tiene dos posibilidades: perecer frente a la indisciplina y el asedio de lo
que articula y pretende limitar, dando lugar al devenir de “otra” hegemonía,
o bien reinventar y resignificar de manera recurrente lo que articula y limita
en una suerte de gestión creativa e incremental de hegemonía.22 Esta última

Al respecto, el autor afirma: “El proletariado puede convertirse en clase dirigente y


dominante en la medida en que consiga crear un sistema de alianza de clases que le
permita movilizar contra el capitalismo y el Estado burgués a la mayoría de la po-
blación trabajadora, lo cual quiere decir en Italia, dadas las reales relaciones de clase
existentes en Italia, en la medida en que consiga obtener el consenso de las amplias
masas campesinas, […] comprender las exigencias de clase que representan, incor-
porar esas en su programa revolucionario de transición y plantear esas exigencias
entre sus reivindicaciones de lucha” (Sacristán, 2004: 192).
22 Sobre el tema, es importante recurrir al trabajo de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe
(1987) quienes, al revisar críticamente la noción de hegemonía de Antonio Gramsci,
ofrecen una propuesta desesencializada y operativa de la política como hegemonía.
La revisión teórica subvierte el esquema clásico de ‘hegemonía’ como articulación o
constitución de un bloque histórico bajo la batuta de un sujeto. La hegemonía, en
este caso, sería la manera en que una diferencia “particular” (un líder, una demanda,
una clase, un significante, etcétera), a partir de ciertas condiciones de relación equi-
valencial de diferencias que establece una frontera con otra diferencia dividiendo
el campo político en dos, asume la representación general o universal (popular) de
la articulación; el desplazamiento del significante ‘flotante’ al significante ‘vacío’
(Laclau, 1996). De esa manera, hegemonía sería, además de la relación equivalen-
cial que posibilita la emergencia del significante vacío, una manera de suturar el
campo de la representación que, una y otra vez, es también subvertida o dislocada.
Por ello, en lo que sigue, interesa detenerse en la propuesta de Laclau de “equilibrio
Avatares de la política “desde abajo” | 35

deriva, de la política como hegemonía, es la que nos interesa dilucidar aquí


para vincularla a nuestros intereses explicativos de la “política desde abajo”.
Para ello, seguiremos brevemente la propuesta de reinterpretación de la hege-
monía elaborada por Laclau sobre esta problemática (Laclau y Mouffe,1987,
Laclau, 2005). De manera complementaria, incorporaremos las reflexiones
de Zavaleta Mercado sobre la categoría de hegemonía, interpretada por Luis
H. Antezana (1991), para ofrecer la noción de ‘hegemonía incompleta’ que
pudiera sustentar el devenir otro de la política como “política desde abajo”.

1.3.2. La hegemonía como equilibrio inestable

Ernesto Laclau (2005), en su reinterpretación crítica de la noción de hege-


monía formulada por el marxista italiano Antonio Gramsci (1978), sostiene
que esta es una categoría que pretende enunciar el resultado de un “equili-
brio inestable” entre la articulación equivalencial de demandas y/o “posi-
ciones de sujetos” (el movimiento de lo “popular” o el “populismo”) y la
relación diferencial, vertical, de gestión política desplegada por el sujeto he-
gemónico (la función activa de dotación de sentido del representante sobre
el representado). Propone una concepción desesencializada de hegemonía en
la que el dilema central que enfrenta –una vez conseguida la condensación
de la articulación popular– es lograr resolver, una y otra vez, el asunto de
cómo un sujeto particular (sea una clase, un grupo social, un líder, un “blo-
que histórico”, etcétera), portador del mandato de la hegemonía, reordena
y dinamiza el campo político para mantener y/o reinventar esa hegemonía.
Siguiendo a Laclau (s. f.), dicho reordenamiento sucede a través de la
puesta en marcha de decisiones vinculantes emanadas “desde arriba” con
la finalidad de facilitar o encauzar el fluir de la política que ocurre “en” y
“desde abajo”. En otras palabras, después de afincar una estructura de poder,
la hegemonía supone la puesta en marcha de decisiones “institucionales” o
“activas” para el logro de resultados “óptimos” en el manejo y gestión de los
conflictos y de las diferencias que se hallan latentes y en constante pulsión en
el seno de la articulación hegemónica.
En esa lectura de la hegemonía también puede suceder al revés, “de abajo
hacia arriba”, lo que implica asumir, por parte del representante o del sujeto
hegemónico, la presencia de una presión externa (un exterior constitutivo)
para dar lugar a la “(re)invención” de la política que, en este caso –como en

inestable” entre la dinámica horizontal de articulación “equivalente” que acontece


en la base (el movimiento de lo popular) con la relación “vertical”, “diferencial”
de “arriba hacia abajo” (el movimiento de lo institucional), que establece el sujeto
hegemónico para el ejercicio de la gestión hegemónica.
36 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

el otro– buscaría adecuarse a las pulsiones que vienen “desde abajo” o “desde
afuera”. A ese juego de relaciones, intercambios y movimientos de “arriba
hacia abajo” y de “abajo hacia arriba”, Laclau (2005) denomina hegemonía
como un juego de “equilibrio inestable”, que vendría a ser una manera de
caracterizar el ejercicio continuo de la hegemonía en tanto política directiva,
esto es, de gestión hegemónica o de su reinvención política.

1.3.3. Hegemonía “de” y “en” la diversidad

René Zavaleta Mercado (1983, 1986), en su afán por construir o hallar cate-
gorías “de mediación” para explicar la dinámica de lo político bajo las condi-
ciones históricas del país, reformuló un conjunto de nociones caracterizadas
por él como de “media ideal” del marxismo occidental. Así, profundizó y
radicalizó un conjunto de categorías de esta tradición política; entre ellas, la
noción de hegemonía entendida como la relación de dominación lograda a
través del consenso por parte de un sujeto (clase, identidad colectiva, bloque
histórico) sobre la estructura diversa de la sociedad.
En su obra tardía, en particular en Lo nacional-popular en Bolivia (1986)
y en Las masas en noviembre (1983), es posible hallar diversas reflexiones en
torno a los límites de la constitución de los “sujetos nacionales” (burguesía
y proletariado) en “sujetos hegemónicos”, como fue el caso del proletariado
minero que, a pesar de la explícita centralidad política respecto al conjunto
de la sociedad, no logró, según Zavaleta, imponer y/o desplegar su impronta
hegemónica como directora y/o conductora del proceso de reforma intelec-
tual y moral de la sociedad.
En esas incursiones analíticas y reflexivas, Zavaleta Mercado fue identifi-
cando los límites de la noción de hegemonía construida por la tradición mar-
xista y, con ello, fue abriendo reflexivamente la posibilidad de construir un
“otro” modelo analítico e interpretativo para explicitar las formas de darse
de la política en el país. En la investigación inconclusa Lo nacional-popu-
lar en Bolivia, de acuerdo con Luis H. Antezana (1991), Zavaleta Mercado
reformula la idea de la hegemonía “de” la diversidad –sustentada en la
“capacidad” de un sujeto “nacional” para articular y/o dirigir al conjunto
heterogéneo de la sociedad– hacia una noción de hegemonía “en” la diversi-
dad. Ahí, Zavaleta Mercado, a través de la revisión histórica, sugiere que la
hegemonía antes que articulación lograda por un sujeto (una clase social, un
bloque o una identidad política) es, más bien, un resultado colectivo, fruto
de acumulaciones históricas e intersubjetivas que desembocan en momentos
de “nacionalización” que los llamará explícitamente “momentos de autode-
terminación democrática” o “nacional-populares”.
Es la diversidad social –a través de esos momentos– la que produce un
Avatares de la política “desde abajo” | 37

“hecho común”, nombra y (re)significa un deseo acumulado. De esa manera


es que se irán asentando en el conocimiento social o en la memoria colecti-
va recuerdos y prejuicios, “horizontes de visibilidad” e imaginarios; esto es,
acumulaciones intersubjetivas de consensos normativos construidos o asimi-
lados desde la base que posibilitan y, a la vez, limitan los intercambios y los
desplazamientos políticos. En esa lectura, la hegemonía deviene en un pro-
ducto político e histórico que se fija en la memoria y en los conocimientos
prácticos e intersubjetivos de la sociedad. Esos conocimientos son “sentidos
comunes”, “prejuicios”, que son productos interiorizados y, a la vez, acumu-
lados por las “masas”, es decir, por la sociedad civil.23
Así, la hegemonía pasa de ser considerada como una forma de hegemonía
o articulación “de” la diversidad relativa a la constitución de una estructura
de poder (bloque histórico) y directiva, a concebirse como una “condición
general de la época”, “un movimiento general” o “intersubjetividad social”
que, sin dejar de ser particular, en tanto hecho histórico, se constituye en
un “universal” que cubre al conjunto de la sociedad. Intersubjetividad social
que, a su vez, con relación a las temporalidades históricas, acontece “en”
la sociedad y, en su efecto generalizador, se suma a las acumulaciones y/o
recepciones intersubjetivas de carácter político e histórico. El sujeto de esta
hegemonía no es el Estado, un actor social o un sujeto en particular, sino
que es la propia sociedad como totalidad que contiene en su seno estructuras
normativas diversas, complejas o abigarradas.
En consecuencia, la mirada de Zavaleta Mercado en torno a la hegemo-
nía no se concreta tan solo en la lógica estatal de la política: de “arriba hacia
abajo”, o bien de la capacidad directiva de un sujeto para lograr la articu-
lación hegemónica y la gestión de ella, sino que se desplaza hacia el análisis
genealógico de la concreción de ella y de su despliegue a través de las formas
de darse de la política que acontecen “en” y “desde” las estructuras diversas y
“abigarradas” de la sociedad civil.
Entonces, podríamos afirmar que ya en el trabajo tardío de Zavaleta
Mercado es posible identificar que el análisis de lo político no se reduce a
la lógica de la identidad de este con lo estatal, sino que este (lo político) se
expande o, mejor dicho, sucede o emerge también desde y en la sociedad
civil, desde redes y estructuras sedimentadas e históricas procesadas en el
seno de la sociedad. Este es, al parecer, el alcance de la última apuesta ética
y política del autor en torno a pensar lo político: la primacía de la sociedad

23 Esta unidad o articulación no se reduce ni es tan solo el resultado de las capacidades


de “captura” o de intervención “activa” lograda por los sujetos políticos de impronta
hegemónica (partido, clase, líder, Estado o gobierno); es también un producto “de-
seado” colectivamente, o bien, construido “desde abajo”.
38 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

civil, de las “masas” y de la “multitud” en Bolivia respecto al Estado, a la


política institucionalizada y a sus arreglos o artificios institucionales. De esa
manera, la hegemonía, en tanto una forma de hacer política, ya no es pensa-
da solo como hegemonía “de” la diversidad –que con diferencias y matices
encontramos en Gramsci y Laclau– sino, también, como hegemonía que
sucede y se procesa “en” la diversidad social; en otras palabras, una idea
suplementaria de hegemonía construida y sustentada “desde abajo”, desde
la sociedad civil (Antezana, 1991).
Siguiendo a Zavaleta Mercado, es posible inferir entonces que la hege-
monía “en” la diversidad –sus bases, alcances y límites– se estructura en la
acumulación de experiencias de las masas, en el lenguaje zavaletiano, o bien
de la sociedad civil. Estas experiencias, en plural, son el resultado de los mo-
mentos constitutivos que configuran la memoria histórica, la acumulación
intersubjetiva, que, como ya dijimos y vale repetir, se manifiesta o se expresa
en la densidad organizativa y abigarrada de la sociedad civil boliviana (ibid.).
En síntesis, la lectura crítica de la hegemonía de Zavaleta Mercado relaja la
noción convencional que la entendía como el ejercicio del poder por parte
de una clase o “bloque histórico” a través de la dominación y el consenso. En
todo caso, su propuesta considera que los alcances y los límites de la hegemo-
nía se estructuran en la sociedad civil como la acumulación de conocimien-
tos (“intersubjetividad social” o “sentidos comunes”) y no solo a través de la
“captura” que una clase o un grupo social logra y ejerce sobre el conjunto de
la sociedad al condensar y gestionar la hegemonía. Ello sugiere –en la pro-
blematización de esa situación– desplazarse de la idea de hegemonía “de” la
diversidad a la hegemonía “en” la diversidad y viceversa. El desplazamiento
y flujo continuo de la hegemonía “de” la diversidad a la hegemonía “en”
la diversidad y viceversa permite configurar nociones operativas de gestión
hegemónica que buscamos proponer aquí para comprender las dinámicas
de “arriba hacia abajo” con las de “abajo hacia arriba”. Sobre esta relación
compleja, Zavaleta Mercado propuso categorías como “hegemonía pobre” o
“hegemonía incompleta” con relación a las improntas tanto de la clase domi-
nante como del proletariado minero; esto es, como apunta Antezana (1991),
recursos conceptuales de “teoría local” para caracterizar la gestión del poder
político (o impronta hegemónica) en las condiciones de Bolivia. Aunque,
ciertamente, dado su estilo ensayístico y la urgencia de construir respues-
tas analíticas, ambas conceptualizaciones no fueron desarrolladas de manera
explícita; sin embargo, desde nuestro parecer, acertó en sus connotaciones.

1.3.4. Hegemonía como “hegemonía incompleta”

Siguiendo y retomando nuestro argumento inicial, la idea de hegemonía


Avatares de la política “desde abajo” | 39

que es posible rastrear en la obra inconclusa de Zavaleta Mercado y en la


propuesta reinterpretativa de Laclau, pretende dejar explícita la concepción
de que la hegemonía es una forma, entre otras, de “darse de la política”, y,
asimismo, es siempre “incompleta” en tanto delimitación precaria del campo
político. La hegemonía, a pesar de suturar el campo político bajo su domi-
nio, “un particular que se hace universal” (Laclau, 1996, 2000), no deja en
suspenso y en total neutralización la capacidad de la política para resistir,
subvertir y/o dislocar el orden hegemónico establecido. Acciones políticas
que acontecen desde su “afuera” o “periferia interna” o, muy a pesar de ella,
desde su seno interno, son formatos que evitan la plena consumación de un
orden hegemónico. Entonces, la noción de hegemonía “en” la diversidad
evidencia la presencia y la activación de diversos formatos de “darse de la
política”, que, a la vez, son alternos y/o van en contra ruta o, sencillamente,
están más allá de los confines del poder establecido por la hegemonía; nos
habla, en palabras de Benjamín Arditi (2005a), del “devenir-otro” de la polí-
tica: aquello que no estaba o bien no fue considerado por y en el circuito de
lo hegemónico, al menos de su matriz gruesa y gravitante.
Empero, todo ello no implica que esas “formas de darse” de la políti-
ca (“desde abajo” o “desde fuera”) sean superfluas e inocuas por ser alter-
nas y/o periféricas al poder establecido, o bien de exterioridad negativa al
ir en contra ruta del paradigma convencional de la hegemonía. Su accionar
“desde abajo” o desde los lugares “impropios”, procesada de manera sinuosa,
subversiva e insurgente, también delimita procesual e incrementalmente el
campo político. Son formatos de acción y de “autogobierno” que no fue-
ron necesariamente articulados y/o hegemonizados por el ente directivo, y
tampoco buscaron desde esas matrices desembocar en la articulación hege-
mónica, pero sí llegaron y llegan a interactuar, a negociar y a replantear los
contornos de la hegemonía establecida y, para sí, de sus propios campos de
acción o “autogobierno”. En otras palabras, es un continuo fluir y replanteo
de los términos en los que se afirma y, a la vez, se disloca la hegemonía como
un hecho de consumación eficiente de una estructura de poder.
Así, en la imagen del exceso, la idea del “otro” pluralismo o el “deve-
nir-otro” de la política no es la postulación de una sustitución del pluralismo
existente (político-partidario o de expectativas y valores) por otro cualita-
tivamente diferente, sino de la presencia de un suplemento que, desde sus
lugares “propios”, “exclusivos” o “no registrados” por el ejercicio del poder,
replantean, a su modo, el campo de acción de las dinámicas de la política y,
con ello, de la hegemonía.
Entonces, esos formatos de acción “desde abajo” o “desde afuera” son el
resultado de la acumulación de experiencias prácticas (intersubjetivas) que
son puestas en marcha y reinventadas creativamente por la diversidad social
40 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

en forma casi autónoma respecto a la lógica estatal o de la política insti-


tucionalizada, para interactuar con las estructuras del poder establecidas o
estatales. En el marco de sus autonomías relativas y sus campos propios de
acción, esos formatos establecen y (re)inventan las bases de la articulación
hegemónica, así como también amplían y/o modifican el campo de acción
del “autogobierno” que controlan. En otras palabras, el destino de la hege-
monía es el fluir rizomático del juego político por lograr el “equilibrio ines-
table” entre las dinámicas de “abajo hacia arriba” y de “arriba hacia abajo”.
El logro o no de ese resultado es lo que caracteriza, como lo veremos,
a la dinámica de lo político en el país. Para completar la estrategia inter-
pretativa de la política “desde abajo”, antes de narrar las formas de darse
de la política en el Gobierno de Morales y, en particular, del MAS-IPSP, es
importante completar las reflexiones teórico-analíticas sobre las mutacio-
nes de lo político que, desde nuestro parecer, dan cuenta sobre el nuevo
escenario posliberal de la política. Para el efecto, seguiremos básicamente
las argumentaciones de Arditi (2005a, 2010), quien, en los últimos años,
recurriendo a una perspectiva “posfundamento”, ha ido construyendo una
narrativa de análisis y debate teórico sobre las mutaciones de la política
contemporánea.

1.4. Desemboque posliberal de la política

Benjamín Arditi (2005b), recurriendo a los diagnósticos y las formulacio-


nes teóricas de Bernard Manin (1993) y Philippe Schmitter (2005), entre
otros, sostiene que en el campo de las interacciones políticas ha operado un
conjunto de mutaciones que dio lugar al desemboque “posliberal” de la po-
lítica. El prefijo “pos” no implica una superación y abandono de lo liberal;
en todo caso, supone la incorporación de “algo” que no estaba previsto o
delimitado por el formato liberal. Las mutaciones acaecidas tienen que ver
con la incidencia que, según diversas teorizaciones, ha ido adquiriendo el
replanteamiento del escenario de lo político: la expansión del espacio pú-
blico acontecida a finales del siglo XX a través del desarrollo de los recursos
tecnológicos que han logrado la ampliación y la descentralización de los no-
dos de la información y la construcción de opinión pública, también con
la identificación de un continuo o reiterado desborde de los esquemas de la
gobernabilidad política e institucional por parte de los actores que se resisten
a ser cuantificados, sustantivados o encasillados.
La política y el gobierno representativo (liberal), según dichos argumen-
tos, enfrentan el gran desafío de rendir cuentas de su eficacia funcional en
un escenario donde las fronteras de lo público y lo privado, lo institucional
y lo no institucional, se relajan, dejando una plataforma en la que nada está
Avatares de la política “desde abajo” | 41

totalmente establecido ni definido. En ese sentido, más que una crisis de la


representación (muy en boga por cierta literatura académica de ciencia polí-
tica) lo que acontece son procesos que adicionan y/o complejizan los asuntos
de la representación, la intermediación y el activismo político. Veamos esto
con algún detalle para tener una idea más completa de la configuración del
escenario posliberal de la política.

1.4.1. Mutaciones de la representación política

Como se sabe, el formato liberal de la política vigente a lo largo del siglo


XIX y parte del XX tuvo y tiene que ver con un sistema de representación
donde la centralidad de lo político descansa en la dinámica electoral: la
ciudadanía primaria de “un voto un ciudadano”, la competencia partida-
ria y la representación territorial. Un síntoma del acaecimiento posliberal
de la política fue la presencia de las organizaciones de la sociedad civil,
como los sindicatos, los grupos de presión, los movimientos sociales y los
ciudadanos, en las dinámicas de representación y participación políticas;
ellos “puenteaban” a las estructuras de representación formalmente esta-
blecidas: el sistema de partidos y los recursos institucionales vinculados a
él. En ese sentido, además del formato liberal de la política, se adiciona el
de las relaciones “neocorporativas”, “semipúblicas”, como “otros” meca-
nismos de intercambio político que canalizan las pulsiones de la sociedad
civil organizada, construyendo así, en palabras de Arditi (2005b), “el es-
pacio político de las asociaciones”.
Fue también a lo largo de ese periodo que ocurrieron mutaciones en la
dinámica de la democracia en su componente deliberativo, por la renovada
incidencia que adquirieron los medios de comunicación masiva en la am-
pliación del espacio público y la democratización social, ya que posibilitó
el acceso masivo, la extensión y la pluralización de la información. En este
campo operaron dos procesos que a la larga traerían consecuencias irrever-
sibles para la deliberación pública y el desempeño político: por una parte,
los mass media permitían una vasta e incesante proliferación de posiciones,
visiones, estilos de vida, expectativas, demandas, etcétera, relajando las cer-
tezas y las estructuras rígidas de lo público y de lo privado; por otra parte,
el decaimiento de los registros normativos de la política que hegemoniza-
ban el desempeño de esta, pues la política dejó de ser un “asunto serio”,
programático, de “profesionales” del ámbito y, básicamente, de las estruc-
turas político-partidarias, para adquirir una fisonomía plural y simple: la
dramatización mediática de la personalización de la política en las figuras
de los líderes y el dispositivo de un amplio abanico de voces, organizacio-
nes y eventos que participan y politizan tanto el espacio público como los
42 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

intercambios políticos.
1.4.2. Democracia de audiencia y populismo

La democracia del presente siglo, en parte como una democracia de audiencia


-por ejemplo, el populismo, a partir de las mutaciones descritas-, deviene en
una forma de darse de la política que acompaña a la política liberal. Veamos:
a diferencia del pasado, el populismo es el resultado de la metamorfosis de la
representación política, ocasionada por la incidencia y una mayor centralidad
de los medios de comunicación y de la audiencia pública de masas. En ese
contexto, según Arditi (2010), el populismo tiene tres facetas que cabría
diferenciarlas para tratarlas con mayor rigor y evitar los equívocos en torno
a la vaguedad de la noción.
La primera faceta consiste en considerarla como una “sombra” de la
democracia liberal, puesto que se mueve sobre la posibilidad de la continua
escenificación mediática y simbólica que caracteriza al formato general de
darse de la política en los últimos tiempos; por ello, el populismo es un
compañero inevitable de ruta.
La segunda es la que expresa la cara redentora de la política democrá-
tica; la extensión e incidencia de los mass media, como la incorporación
masiva de actores diversos al campo de la política, ocasiona que los re-
ferentes de sentido de los distintos órdenes de la sociedad sean flotantes;
en ese contexto, el populismo es un dispositivo veraz de activación de las
dimensiones escandalosas y/o conflictivas de la democracia. A través de él
se pone en juego y en nueva cuenta el campo de las relaciones, las estruc-
turas y los intercambios políticos y sociales; es una forma que subvierte las
estructuras anquilosadas o rígidas de la institucionalidad democrática para
reinventarla. Retomando a Laclau (2005), esa segunda faceta (actuar desde
la “periferia interna” o desde los márgenes) es casi siempre de cariz nacio-
nal-popular, ya que permite la articulación equivalencial de las demandas y
de los movimientos sociales que ocasionan la renovación y la reinvención del
orden establecido. Por ello, representa la presencia de un actor incómodo,
“un borracho” que se introduce en la fiesta sin ser invitado y, además, se
ocupa de romper la compostura y desordenar lo establecido.
Finalmente, una tercera faceta es la que Arditi (2010) denomina el rostro
“ominoso” del populismo, puesto que no solo es una sombra (un fantasma
que merodea o acompaña a la política liberal), sino un espectro que anuncia
el reverso de ella: el autoritarismo. El rostro ominoso aparece cuando el orden
y la crisis de los referentes de sentido, el relajamiento de la institucionalidad,
logra tal extensión e intensidad que inmediatamente emerge en el seno de la
sociedad la demanda colectiva de instaurar un orden. También, cuando el
fervor de la movilización popular permite que la política sea centralizada y
Avatares de la política “desde abajo” | 43

monopolizada por uno: el líder y su Gobierno, y así la política gira en fun-


ción a él. El populismo pretende ser una síntesis condensada de la política,
“del cambio” y de la sociedad.

1.4.3. Agitación y emancipación

Siguiendo a Foucault (1988) –para quien gobernar es “estructurar el posible


campo de acción de los otros”, esto es, la facultad del poder para encasillar
y establecer los contornos del campo político–, las posibilidades de la ac-
ción política desde los sujetos giran en torno a la capacidad de resistir, de
subvertir y/o de dislocar. En ese sentido, la voluntad de los distintos sujetos
a no ser cooptados, nombrados u ordenados por el poder rompe con el es-
quema convencional de entenderla como una decisión coactiva con efectos
vinculantes. Aparece el reverso de ella: la política como acción (contingente
y evanescente) que subvierte el campo de lo establecido. Para dar cuenta
de esta noción, Arditi recurre a la idea de sintonía entre la democracia y la
política, propuesta por Jacques Rancière (1996). Este filósofo francés esta-
blece que la política es la facultad o capacidad de (re)nombrar o de poner en
litigio el orden establecido, una cualidad de la política que coloca o pone en
movimiento la relación de las partes, puesto que no existe, ni nunca existió,
un orden pleno sin desacuerdo o sin conflicto. Entonces, la política no es el
orden policial (el orden institucional establecido, el denominado campo de
acción estable y continuo); es la presencia en el escenario de lo visible de los
que no tienen nombre o parte, poniendo en nueva cuenta la relación de las
partes. A ello Rancière denomina política de emancipación o proceso de sub-
jetivación política, en el que opera la emergencia contingente de los sujetos
y, así, la puesta en línea de diferendos que replantean el orden democrático.
Según ese argumento precedente, la política es democracia en la medida
en que los que no tienen parte, por una u otra razón, ponen en relación po-
lémica la distribución de las partes, el orden establecido. En otras palabras, es
una forma de agitación sin un final feliz que, en su efecto inmediato, visibiliza
y replantea el tratamiento de un daño, una escisión, un quiebre, un exceso,
una diferencia. La política, siguiendo a Rancière (ibid.), es el desacuerdo: una
puesta en escena de ‘n’ asuntos y temas en relación polémica; por ello, la eman-
cipación ya no es la vieja idea fundamental de “la toma del poder” y el “fin de
la historia”, sino una que siempre está en curso o bien que está anunciando su
llegada: el continuo subvertir rizomático de la “policía”24 u orden establecido.

24 Jaques Rancière (1996) establece una distinción entre política y policía. Por política
entiende el acto de “interrupción” o “desacuerdo” que pone en nueva cuenta la rela-
ción de las partes; su principio es la igualdad. Y por policía entiende la organización
44 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

Por último, Arditi (2010) sostiene que hay una “nueva” forma de hacer
política que se incorpora al escenario posliberal de la política: la “política
viral”, la misma que hace referencia a la ruptura de las estructuras arbores-
centes que caracterizan a las dinámicas convencionales de darse de la política
y que, normalmente, se despliegan a través de las estructuras partidarias y
sindicales. Ese nuevo formato, el viral, explica muchas de las emergencias
políticas de la sociedad civil ocurridas en la última década en distintos lu-
gares del mundo; canaliza una forma de protesta y agitación ciudadana que
llegó, según su percepción, para quedarse, contaminando la dinámica de la
política en general; un formato que combina la protesta y la agitación en
las redes sociales con acciones colectivas en las calles y viceversa. Dicho así,
la política viral es un aditamento suplementario que complejiza aún más el
campo de lo político. La imagen general de la transformación y la mutación
de la política se asemeja al trazado de un escenario en el que confluyen, se
entrecruzan y se sobreponen diversos formatos de hacer política, esto es, un
escenario de relaciones y de comunicación distribuidas que se asemejan al
rizoma o al archipiélago de puntos nodales.

1.5. Rizoma: imagen del campo político

Como vimos, Arditi (2005a) ha denominado “devenir-otro” de la política


al “archipiélago de puntos nodales” y formatos que dan cuenta del escenario
posliberal de la política en las democracias modernas. Esta noción, desde
nuestro criterio, hace referencia a la presencia de formatos de acción colec-
tiva que suceden y se perfilan “desde abajo”, desde “los márgenes”, desde la
“periferia interna”, o bien, de acuerdo con el filósofo boliviano Luis Tapia
(2008), desde el “subsuelo político”, pues remite a las formas de hacer u ocu-
rrir de la política que suceden de manera alterna y/o en paralelo a la estatal,
incidiendo y/o sobredeterminando en ella.
A la afirmación de que la política supone el desarrollo de acciones y de-
cisiones en circuitos preestablecidos, formales o institucionales que definen
un campo propio “de” y “para” la política, el “devenir-otro” constata que la
política no se limita al acontecer ni al despliegue en esos circuitos y en esos
atrios exclusivamente; su registro y su campo de acción abarcan un espacio
mayor en el que aparecen otros sujetos, lugares o arenas por donde, también,
se ejerce, se practica y a su vez fluye la política.
En consecuencia, esos espacios o arenas evidencian una variedad de estruc-
turas y formatos que se asientan como “otra” institucionalidad que, de manera
progresiva, contingente y diferencial, se introduce en el campo de los artificios

y la gestión de las partes.


Avatares de la política “desde abajo” | 45

institucionales del Estado. Dichos procesos de incorporación y acoplamiento


suceden de diversos modos con efectos de ida y vuelta, pues la afectación es
mutua y su cristalización es contingente. Unas veces logran el acoplamiento
suplementario, es decir, establecen relaciones de vinculación y continuidad
virtuosa, y otras ocurren de manera evanescente y disfuncional, poniendo en
vilo las relaciones y las estructuras establecidas. Así, la relación de las partes y el
intercambio político escenifican la fragilidad o la potencia constitutiva de los
formatos que buscan (de un lado u otro) asentar su fuerza e influencia.
En ese sentido, la política “desde abajo” y el “devenir-otro” son recursos
nominativos para dar cuenta del actual proceso de reconfiguración del campo
político y del Estado. La novedad es que esa reconfiguración no supone el na-
cimiento de “otro” escenario alternativo al existente, ni la incorporación de
“otros” factores y estructuras que no estaban y que ahora aparecen de forma
imprevista. Todo lo contrario, como menciona Arditi (2005a), estos ya existían
o siempre estuvieron ahí anunciando su llegada. Lo que al parecer sucedía y
aún acontece es que no existía la forma de catalogarla o definirla y, con ello, de
asumir e incorporar nominalmente su presencia e incidencia en el acontecer
político. Por ello, el “devenir-otro” tampoco anuncia el reemplazo de las estruc-
turas de mediación existentes por otras diferentes; en todo caso, son formatos
suplementarios que en su efecto político e institucional proponen ampliar el
campo de interacción y de gestión de lo político. Sin embargo, hay un detalle
de esta “ampliación”, y es que esta no sucede de manera lineal ni preestablecida.
Ello nos lleva a una última idea que buscamos fijar aquí: la imagen del campo
político, de las relaciones de intercambio político, como un rizoma en el que el
orden de las estructuras lineales y de los actores es subvertido, puesto en relación
de sobreposición y entrecruzamientos, desorden y fluidez continua.
Así, el rizoma, como imagen del campo político, retoma la idea del “de-
venir-otro” de la política que hemos desarrollado hasta aquí; por ejemplo,
del devenir de los campesinos/indígenas en el Estado. Esta imagen evidencia
lo que sucede en la estructuración de dicho escenario a partir de esta pre-
sencia que desordena el campo de acción e imprime otras modalidades de
relación e intercambio político. El rizoma es, en realidad, el trazo de una
imagen que busca retratar un complejo entramado de redes y estructuras
de intercambios políticos; adicionalmente, provoca reflexionar sobre cómo
estas no se simplifican en las caracterizaciones convencionales que las consi-
deran relaciones prebendales y/o clientelares.
Producto de la relación compleja de esas redes y estructuras de intercam-
bios políticos con el Estado son los resultados electorales obtenidos por Evo
Morales y el MAS-IPSP en la última década, los cuales reiteran que el nudo
gordiano de sostén del Gobierno y del “proceso de cambio” se ve reflejado en
el apoyo militante y movilizado del movimiento campesino/indígena. En otro
46 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

lugar sostuvimos que aproximadamente el 30% de la población votante es el


“núcleo duro” de apoyo electoral continuo al Gobierno y una buena parte de
él proviene del ámbito rural y campesino, de estructuras organizativas comuni-
tarias y corporativas (García, F. et al., 2014). El dato como tal no es menor por
donde se lo quiera ver y escrutar. ¿Qué hay detrás de ese 30%? ¿Cómo entender
la relación de los campesinos/indígenas con el Estado? ¿Es una relación cliente-
lar y prebendal o es más que eso? María Teresa Zegada y George Komadina, en
El intercambio político: campesinos/indígenas en el Estado Plurinacional (2017),
intentan dar luz sobre ello, aunque, desde nuestro parecer, no lo consiguen.
Para comprender la complejidad de la mencionada relación, Zegada y
Komadina ofrecen inicialmente incorporar al estudio del intercambio político
una innovación conceptual,25 el uso de la imagen del rizoma, propuesta por los
filósofos franceses Gilles Deleuze y Félix Guattari (2004). Al recopilar dicha
imagen, en un esfuerzo de visibilización de las complejas tramas en la vincula-
ción Estado/sociedad, se encuentran cuadros de entrecruzamientos y sobreposi-
ciones de líneas, lazos, redes y puntos nodales que rompen las viejas topologías
de los análisis políticos y sociológicos cuando se remitían a trazar una imagen de
la relación. Normalmente, según nuestra percepción –que básicamente hereda-
mos de las tradiciones político-culturales hegemónicas, como el contractualis-
mo moderno– predomina una imagen topológica de jerarquía vertical de “arri-
ba” y “abajo”, en unos casos, o bien de campos separados que se comunican
entre sí a través de mediaciones, en otros. Así se establecía una tríada de sujetos
o estructuras entre el Estado y la sociedad civil, donde la relación de ambos se
ejercía a través de mediaciones que establecía el sistema o régimen político.

25 Enrico Rusconi (1986) introdujo la noción de intercambio político al debate de la


teoría política como un sistema de acción colectiva en el que los actores involucra-
dos “ponen en juego el sentido de su actuar, en una lógica de reciprocidad de la cual
puede salir confirmada, reducida o desmentida su propia identidad” (ibid.: 93).
Avatares de la política “desde abajo” | 47

En cambio, el rizoma –he aquí su novedad– da cuenta de la ruptura de


esa imagen topológica de graficar las relaciones o los entramados de manera
estática para ofrecer la representación de una maraña de redes, donde el cen-
tro o la fuente de enunciación, control o ejercicio de la fuerza (poder) es im-
perceptible, nómada o entrecruzado.26 Aplicando este recurso nominativo,
por ejemplo al caso que nos toca: la relación de los campesinos indígenas con
el Estado, no habría una frontera exacta o fija y, claramente, delimitada para
establecer los límites o fronteras en las relaciones de intercambio político, o
bien, la determinación desde dónde empieza y dónde acaba la incidencia de
uno frente al otro. De acuerdo con esa imagen, el límite o frontera sería im-
preciso, móvil e inexacto. En otras palabras, siguiendo esa lógica de análisis,
el Estado deviene en las organizaciones campesinas/indígenas; son, utilizan-
do una imagen alegórica, sus nervios y aparatos, y ellas (las organizaciones
campesinas/indígenas) devienen en Estado, son sus estructuras y sus aparatos
suplementarios.
Los teóricos de las perspectivas posfundamento, en analogía a la imagen del
rizoma, sostendrían que lo que existe no es la vieja topología (de arriba/abajo,
espacios propios, centro/periferia), sino un archipiélago de puntos nodales que
establece un campo de acción, de comunicación distribuida o de vibración
que acontece o bien se expresa según variables contingentes (Arditi, 2010).
Así, la imagen del rizoma, en tanto redes distribuidas sin una morfología final
u orden, vendría a ser lo que efectivamente se configura como la imagen de los
intercambios políticos que definen o bien delimitan al campo político.
De acuerdo con esa convención, no es que ahora todo resulta que es banal
o, mejor, que el Estado ya no existe como “instituto de concentración y cen-
tralización del poder político”, del proceso de racionalización (Weber, 2002)
y, por fin, se subsumió en la sociedad, sino que el Estado y sus mediaciones
se configuran y se manifiestan como complejos entramados, redes y telarañas
sin una forma definitiva o cristalizada. En esas condiciones, la clave, para
dar cuenta de la relación de poder y su continua redefinición, es percibir y/o
reconocer que el poder existe y se disputa a través de eventos y/o formatos
de acción en las que se evidencian cursos por donde fluyen y se interconec-
tan las relaciones de poder. En consecuencia, la definición del Estado como
campo de lucha y de tensión (García Linera, Prada, Vega y Tapia, 2010)
resulta que es productiva para acercarse al continuo movimiento y expansión

26 Sobre las representaciones topológicas, Arditi sostiene: “Tienen una función didác-
tica en la medida en que ayudan a trasmitir ideas complejas de manera sencilla, pero
lo hacen a costa de generar una representación estática de una estructura […]. Nos
remiten a una espacialidad estática y a una jerarquía a priori” (2019: 120).
48 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

de las relaciones de disputa y de intercambio político.


Utilizar esta imagen en el análisis político y social es atractivo y potente.
Es coherente con la caracterización de que lo político emerge desde cual-
quier ámbito, espacio o lugar. La percepción es que la política y, con ella, la
hegemonía, fluyen sin una ruta de encalle o anclaje final o bien sin un espa-
cio estrictamente delimitado, pues, como sostuvimos reiteradamente, abarca
lo existente (lo instituido), así como también lo negado o bien demarcado
como lo “impropio” y no instituido. En suma, conlleva la idea de que la po-
lítica acontece también en aquellos lugares catalogados como “no” políticos,
o bien, fuera del arbitrio de la política como estructura estatal o espacio de
ejercicio de una hegemonía. Expresa, así, el “devenir-otro” de la política,
aquel que recuerda y, a la vez, anuncia que en las dinámicas de construcción
del “orden deseado” (Lechner, 1984) no habría un orden final, y que lo que
permanece como hegemonía es, en realidad, un artificio precario y temporal.
De esa manera, recurrir a la imagen del rizoma nos pone de lleno ante la
situación de los acontecimientos políticos; busca que se asuma lo “visible”: las
relaciones que organizan al sistema político y, de manera simultánea, lo que la
disloca, o bien todo aquello que viene o se anuncia como “lo otro”. Asimismo,
en el marco de las mutaciones políticas del orden liberal, la imagen del rizoma
anuncia la primacía de la política y, con ella, la necesidad de la construcción de
agendas de reformas que asienten de nueva cuenta el orden hegemónico, un
orden que, en las condiciones actuales, ciertamente va más allá del liberalismo,
más allá de las viejas topologías que buscaban enmarcarlo en las relaciones
lineales, binarias y/o de circuitos estancos del Estado y la sociedad.

1.5.1. Rizoma y “devenir-otro”: registro de lo político

La propuesta de María Teresa Zegada y George Komadina (2017), como


mencionamos, se acerca a la percepción anterior, alcanza a describir las rela-
ciones de intercambio político desplegadas por el Estado y las organizaciones
campesinas indígenas, aunque en su deriva analítica e interpretativa no logra
afinar su lectura, pues simplifica el mecanismo de intercambio político y, en
concreto, la imagen del rizoma, a la reproducción de prácticas prebendales
y/o clientelares, siguiendo a las viejas convenciones discursivas con las que ya
se habían caracterizado decimonónicamente las mencionadas relaciones. Así,
los autores se extravían de manera incomprensible en la propia imagen que
inicialmente se habían propuesto utilizar para explicar el intercambio políti-
co de los campesinos/indígenas con el Estado plurinacional. Su salida lamen-
tablemente fue simple o instrumental; en general, catalogan al intercambio
político como una relación más entre otras de la relación de supeditación
y dominación clientelar del Estado sobre las organizaciones de la sociedad
Avatares de la política “desde abajo” | 49

civil. Al proceder de esa manera, la relación de los campesinos/indígenas con


el Estado quedó fijada en la vieja topología vertical (de arriba hacia abajo)
que precisamente buscaba relajar y, quizás, salir. Hay, de esa manera, una
suerte de contradicción lógica en la argumentación de Zegada y Komadina,
que evita o elude entrar de lleno al problema en cuestión.
La crítica respecto a simplificar una relación de intercambio político a
una reproducción de prácticas patrimoniales no es una inclinación hacia una
posición maximalista con el fin de relativizar las relaciones de poder hasta
perder su rastro de fijación, o bien de evitar establecer un eje de gravitación
de uno u otro nodo y, así, concluir que todo devendría en el incesante fluir
de relaciones sin posibilidades de explicitar las vinculadas al poder y al do-
minio. Como ya afirmamos, lo que se busca es sostener que en la relación
de intercambio de los campesinos/indígenas con el Estado opera, por una
parte, una dimensión de sedimentación y, por otra, de contingencia que
hace previsible y a la vez imprevisible la fijación última en uno de los nodos.
La hegemonía fluye y se reinventa una y otra vez. Unas veces predomina la
eficacia de los artificios instrumentales de “arriba hacia abajo” y, en otras,
predomina la delimitación del campo de posibilidades de las acciones ins-
trumentales ejercidas “desde abajo hacia arriba”, imprimiendo una lógica de
impronta contingente.
Frente a ello, la noción de clientelismo como componente estructural
del intercambio político es débil, flaca, sosa. Esta noción elude, por ejemplo,
la llegada campesina/indígena a los espacios o los claustros del poder estatal
(nacional, departamental y local) y no dice nada o casi nada sobre la disputa
y el dominio práctico que se ejercen en ellos. Tampoco explica el proceso
incremental de la acumulación de experiencias y de las acciones colectivas
que se despliegan en esas redes, el tácito asedio que se ejerce desde lo “orgá-
nico” a lo estatal, la política “desde abajo” dirigida a “copar” y/o “limar” los
artificios legales, normativos e institucionales del Estado. A primera vista,
esos formatos pareciera que fluyen solo en función a un conjunto de apetitos
y arbitrios particulares; esto es, desde las estructuras diversas que han sido
nominadas como lo “orgánico” al ámbito de lo público o “lo político”, defi-
niendo una y otra vez quién es quién y viceversa. Empero, en ese juego se van
redefiniendo los contornos del campo político. Por ejemplo, con la irrupción
campesina indígena y popular esas estructuras y/o formatos ingresaron de
lleno al campo político y son parte ineludible del desempeño del modelo
de gobierno; el efecto inmediato es la reconfiguración político-institucional
–que acontece de facto– e “informal” del sistema político y de la democracia
boliviana. Como ya dijimos, esa situación no anuncia el fin de lo existente –
las estructuras que de una y otra manera se han asentado– sino que escenifica
o pone en evidencia la disputa continua por la definición de los contornos
50 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

del campo político. A través de ello se visibiliza el déficit de los armados ins-
titucionales existentes como los límites de las propuestas de reforma política.
Retomando lo dicho hasta ahora, la política “desde abajo” provoca accio-
nes colectivas de gran confluencia y articulación hegemónica, como fue la lle-
gada de Morales al poder, la puesta en marcha de la Asamblea Constituyente
y la aprobación de una nueva Constitución Política del Estado; es decir,
logra producir cambios estructurales de gran envergadura. A través de esa
incidencia, se ha establecido una nueva estructura de poder que gestiona con
relativo éxito la hegemonía “de” la diversidad social: el Gobierno de Morales.
En otros momentos, más cotidianos y recurrentes, la política “desde abajo”
llegó a remover el espacio público a través de pulsiones recurrentes que visi-
bilizan demandas particulares, corporativas y/o comunitarias. Estas, si bien
no producen cambios estructurales, logran la atención y la modificación
de agendas públicas y, a la larga, determinan los cursos de acción que no
necesariamente estaban previstos. En otras palabras, acontece un continuo
subvertir de lo establecido y, de esa manera, una reiterada construcción o
reinvención hegemónica; esto es, una hegemonía “en” la diversidad que re-
plantea progresivamente la relación de las partes que, asimismo, posibilita la
hegemonía “de” la diversidad.
Por tanto, por política “desde abajo” y el “devenir-otro” de la política
se comprende a las distintas estructuras de la diversidad institucional y las
intervenciones que acontecen en el campo político, las mismas que no se ins-
criben en los formatos hegemónicos (liberal-democráticos) establecidos y/o
reconocidos como formales (régimen electoral y sistema político). Estos, a
través de su presencia e incidencia, buscan instituir renovados procesos de
rediseño, reforma y desempeño institucional del Estado. En consecuencia,
se orientan a reinventar el campo político en el que, además de lo instituido
(representación partidaria, sistema electoral y otros artificios institucionales),
se incorporan renovados dispositivos que amplían y/o facilitan el fluir de nue-
vas estructuras y formatos de participación, representación y gestión política.
En síntesis, esta lectura busca lo que Zavaleta Mercado (1986) denomi-
nó el logro “óptimo social” en la relación de correspondencia entre la forma
estatal y la condición social. Un modelo de gestión hegemónica y de política
que, a pesar de la rigidez estatal y del sistema político, viene emergiendo
“desde abajo”, desde estructuras y formatos de acción colectiva catalogados
como “otros”, como el “devenir-otro” de la política, que se orientan hacia
la reconfiguración y la reinvención de la democracia y del Estado en clave
intercultural y plurinacional.
51

2
El “devenir-otro” de la política

Los resultados de las elecciones generales de diciembre de 2005, la aproba-


ción mediante referéndum nacional de la nueva Constitución Política del
Estado en enero de 2009 y, consiguientemente, la realización de eventos
electorales para la renovación de autoridades nacionales en 2009 y 2014 (pre-
sidente, vicepresidente y miembros de la Asamblea Legislativa Plurinacional)
y subnacionales en 2010 y 2015 (gobernadores, asambleístas departamen-
tales, alcaldes y concejales municipales), son los referentes inmediatos de la
transformación del sistema político, la democracia y el Estado boliviano. Los
efectos son evidentes: la victoria electoral de Evo Morales en 2005 dio inicio
al denominado “proceso de cambio”, que orienta, según el discurso oficial,
hacia la consolidación de un campo político con reglas, actores y dinámicas
nuevas. La reconfiguración propone un conjunto de facetas y dinámicas que
no necesariamente se corresponde con lo que ocurría en el pasado, ya que
responde a distintos modos de suceder o darse de la política.
En este capítulo, siguiendo la estructura reflexiva vinculada a la política
“desde abajo”, interesa desarrollar algunas caracterizaciones de las formas o
los modos en los que ocurre la política a partir de la asunción de Morales
al poder político. Dichas formas no solo conciernen a la idea difundida de
“ampliación” de los escenarios en los que ocurre la política (nacional, mu-
nicipal y, ahora, con la aprobación de la nueva Constitución Política del
Estado, departamental e indígena), sino supone la incorporación suplemen-
taria de estructuras y formatos de acción colectiva catalogados como “no
políticos” al ámbito que todavía es considerado como “exclusivo” de los par-
tidos: la representación política. Esta situación implica el reconocimiento de
que la política sucede tanto en los entramados institucionales del Estado, así
como también en los “espacios” y/o los “lugares” institucionales (diversidad
institucional u “otro” pluralismo), que en los hechos se encuentran fuera de
este, lo que supone el accionar de un conjunto de estructuras organizativas
que antecede, excede y/o sucede en paralelo al Estado.
Para el efecto, rastrearemos la incidencia de esas estructuras y formatos
a lo largo del periodo de crisis que desembocó en la victoria electoral y lle-
gada de Morales al poder (2005). Interesa la descripción de la irrupción de
los distintos formatos de hacer política, el “devenir-otro” de esta que se ha
52 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

incorporado como un factor de poder en la reconfiguración política y, con


ello, en la democracia boliviana.

2.1. Configuraciones políticas: balance de situación

Como se sabe, a partir del año 2000 la generalización de los conflictos sociales
en el país escenificó la emergencia y la irrupción de nuevas dinámicas y acto-
res que en principio fueron estigmatizados como movimientos “antipolíticos”
y/o “asistémicos”, por las características disruptivas de las interpelaciones dis-
cursivas y por las formas de acción colectiva que traían consigo.27 La situación
abrió paso al debate en torno a los formatos de acción colectiva que dichas
estructuras incorporaban al campo político y, con ello, en torno al balance de
sus efectos político-institucionales en el desarrollo de la democracia.
Al respecto, una de las lecturas sostenía que la presencia de esas estruc-
turas y formatos de acción colectiva expresaba, además de la crisis de los
partidos políticos tradicionales, la insuficiencia de los arreglos institucionales
originados en un modelo de ejercicio de la democracia representativa y, con
ello, su déficit estructural y la urgente necesidad de configurar uno nuevo.28
Desde una línea contraria, se afirmaba que la repentina centralidad de los
movimientos sociales expresaba un déficit y, a la vez, una crisis en el desarro-
llo de la cultura política acorde con el modelo democrático representativo,
por lo que continuar con la incidencia y la extensión de esa centralidad,
implicaba arriesgar la existente y precaria institucionalidad democrática.29
En una y otra argumentación resaltaban evaluaciones críticas en torno
a los factores político-institucionales que, según las lecturas, habrían ocasio-
nado la crisis. Por un lado, se apuntaba hacia el agotamiento de un mode-
lo de interacción política y, por otro, hacia una crisis de la representación
política. Lo que era evidente, en cada caso, era la coincidencia de que en el
país acontecía el desborde político-institucional que ponía en vilo al sistema

27 La crítica al modelo de representación política, centrada en la intermediación parti-


daria y en el paquete de reformas estructurales conocidas como “neoliberales”, vino
acompañada de acciones de protesta colectiva en las calles, movilizaciones sociales
y manifestaciones públicas de reclamos, paros, bloqueos de carreteras y caminos,
etcétera. Todo ello suponía la puesta en vilo de las estructuras discursivas e institu-
cionales prevalecientes.
28 Sobre esta posición, véase el trabajo de Jorge Viaña (2007).
29 Este criterio, a diferencia del anterior, es ampliamente desarrollado por analistas
políticos. Algunos que abiertamente advierten sobre las tendencias perniciosas
de la participación social en la vida política fueron Hugo Carvajal (2004) y Érika
Brockmann (2006).
El “devenir-otro” de la política | 53

político, ya que la presencia de esos actores “no formales” que irrumpían en


el escenario no respondían a las clásicas y prevalecientes estructuras políti-
co-partidarias ni se enmarcaban en los cursos institucionales establecidos. La
presencia de esos formatos de acción colectiva constituía una realidad inne-
gable que provocaba de facto la desmonopolización y el descentramiento de
la representación y de las interacciones políticas.30 Al respecto, los balances
coincidían en señalar que el país enfrentaba la quiebra del ciclo de estabili-
dad política en el que se había mantenido desde mediados de la década de
1980 hasta inicios del año 2000.31 En suma, se coincidía en señalar que la
irrupción de los movimientos sociales desbordaba las fronteras que, desde el
discurso liberal-democrático, se habían establecido como los límites fijos o
“deseables” para normar y estabilizar el juego de interacciones políticas.
Al respecto, en cuanto a su origen o causa, se señaló que los movimientos
sociales fueron incubándose en el periodo neoliberal, puesto que en él ya se
había visibilizado un conjunto de síntomas que desvirtuaban el desarrollo
normal u ordenado de la democracia. En distintos momentos de ese periodo
se evidenció un conjunto de conflictos en los que confluían sectores con
diversos intereses; por ejemplo, los de carácter regional dirigidos a replantear
la redistribución del poder territorial del Estado como resultado de la arti-
culación de liderazgos y organizaciones sociales que se procesaba al margen
y/o en paralelo a los del sistema político.32 Asimismo, las reivindicaciones en
torno al logro del reconocimiento y la incorporación de las estructuras de au-
togobierno de los pueblos y las naciones indígenas eran, también, efecto de
un abanico de acciones colectivas y organizativas al margen y/o en paralelo a
las estructuras político-partidarias existentes.
En otras palabras, en un breve tiempo acontecieron procesos apabullan-
tes de subversión y dislocación de las estructuras institucionales del sistema
político que hegemonizaba la representación y participación política.
En lo que sigue, realizamos una evaluación de la emergencia de esas es-
tructuras organizativas y de sus formatos de acción colectiva a lo largo del

30 Recurriendo a los argumentos y reflexiones de Benjamín Arditi (2005a) y Philippe


Schmitter (2005), se ha denominado como ‘segundo circuito’ a la activación políti-
ca de estructuras organizativas de la sociedad civil.
31 Sobre los mencionados conflictos existe una amplia bibliografía. Entre las más cita-
das destaca la del colectivo Comuna. Véase: Álvaro García Linera, Luis Tapia, Raúl
Prada y Óscar Vega (2010).
32 Las demandas de autonomía departamental y de autonomías territoriales constitu-
yeron referentes de agregación de propuestas de reterritorialización de la política,
las mismas que fueron abordadas en la Asamblea Constituyente por actores que
subvirtieron o bien “puentearon” a las organizaciones políticas.
54 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

primer mandato de Morales. Se trata de un periodo de transición en el que se


pusieron en vilo las estructuras político-institucionales existentes, ya que, vía
la reconfiguración de la correlación de fuerzas y, en concreto, vía la Asamblea
Constituyente, se redefinieron las condiciones políticas e institucionales para
el juego de las interacciones y los intercambios políticos. La evaluación de ese
periodo tiene el objetivo, además de lo mencionado, de incursionar en el uso
de nociones como de “política desde abajo” y el “devenir-otro” de la política
para explicar los procesos de transformación política e institucional que vive
el país desde la llegada de Morales al poder.

2.2. Desemboque de la crisis: movilización social e institucionalidad

Como ya mencionamos, un hecho que particulariza a la realidad boliviana es


la presencia de organizaciones y movimientos sociales en la vida política. En la
valoración convencional, dicha presencia tendría connotaciones perniciosas en
la medida en que llegaría a desestructurar los mecanismos formales del funcio-
namiento del sistema político. La salida que se dilucidaba, desde esa posición,
era la de reiniciar una reforma institucional del sistema de partidos para reor-
denar nuevamente el campo político, ya que, como se mencionó, se hallaba en
proceso de desestructuración institucional por la incidencia de actores defini-
dos como “antipolíticos”. Mientras tanto, sectores contrarios a la instituciona-
lización del sistema de partidos y, por ende, de posiciones críticas al modelo
liberal-democrático, puntualizaban que no solo era una crisis “pasajera” del
sistema de partidos, sino la expresión del descrédito y la inviabilidad de un
modelo democrático que había llevado el proceso político a la crisis estatal. En
consecuencia, emergió la hipótesis de que era posible pensar en la disolución
del sistema de partidos y, en el horizonte, en la edificación institucional de la
democracia en la que los movimientos sociales (sus estructuras “orgánicas” y
sus correspondientes formatos de hacer política) adquirirían centralidad.
En una posición a contracorriente, retomando los argumentos de Bernard
Manin (1993) y Claude Lefort (1993), se sostuvo que más que una crisis del
sistema de partidos, lo que acontecía en Bolivia era una mutación de las
estructuras de representación política, en la que los referentes “duros” que
daban cuenta del desempeño del sistema político, como las organizaciones
políticas y los arreglos institucionales, se habrían relajado, pero no totalmen-
te sustraído y/o subsumido. Sin embargo, a pesar de ese matiz, sobre lo que
Manin denomina “la última transformación de la representación política” a
partir de la renovada incidencia del espacio público y los medios de comu-
nicación masiva en el devenir político, es necesario ir un paso más allá de la
interpretación de las mutaciones (políticas e institucionales) que acontecían
al calor de la crisis. Al respecto, la línea argumentativa que seguimos es la de
El “devenir-otro” de la política | 55

sostener que antes que una crisis de la representación, en un caso, o una mu-
tación, en otro, lo que aconteció en el país fue el rebasamiento de las fronte-
ras y/o contornos que habrían delimitado al campo político. Este “más allá”
o exceso, como vimos en el primer capítulo, en realidad buscaba registrar el
protagonismo de la sociedad civil organizada (sus estructuras institucionales
y sus formatos de hacer política) y, con ello, una continua reconfiguración
del escenario de la política.
Para sostener lo anterior, retomamos un dato medular en la historia de
los conflictos en Bolivia: la incidencia y la centralidad que adquirió la so-
ciedad civil en la construcción de las posiciones políticas ventiladas en el
espacio público y, de esa manera, en la definición de la agenda de las deci-
siones políticas e institucionales. Desde posiciones sectoriales y/o particula-
res, tanto los grupos de presión, como las organizaciones corporativas y/o
movimientos sociales y ciudadanos, han puesto en tensión a las formas y los
recursos institucionales del sistema político. Esta es una constante en la his-
toria política del país. Al respecto, para lo que nos toca, la profundidad y la
intensidad de los conflictos de inicios del siglo XXI acarrearon, por ejemplo,
dos renuncias a la presidencia del país en tan solo un periodo constitucional
(2002-2005). Ambas renuncias estaban cargadas de presiones y movilizacio-
nes que desbordaron los marcos institucionales establecidos, obligando a los
actores y a las organizaciones políticas a encontrar salidas que en cada caso
suponían la incorporación abrupta de reformas constitucionales.
En ese sentido, la renuncia de Gonzalo Sánchez de Lozada en octubre
de 2003 tiene como antecedente la explosión de conflictos y un conjunto
de acciones de hecho que cuestionaban las prácticas de representación y el
ejercicio del poder sustentado en el sistema de partidos.33 La crisis desatada
y la consiguiente renuncia del presidente fue resultado de la presión ejercida
en las calles o desde el afuera del sistema político, que obligaba, sin embargo,
a las fuerzas partidarias con representación parlamentaria a encontrar salidas
institucionales.
La instalación del mandato de Carlos Mesa, como efecto de la sucesión
presidencial, no distensionó la presión social sobre el sistema político, cuyo
origen no era básicamente el sistema de partidos, sino otras estructuras y
formatos de acción política que se procesaban desde el seno de la sociedad
civil. Por ello, en todo caso, fue un periodo en el que adquirieron visibilidad
no solo los movimientos sociales, sino un conjunto de grupos disímiles de
presión contrarios a estos, como los comités cívicos de la “media luna”, que

33 Las prácticas cuestionadas fueron, por ejemplo, los “pactos de gobernabilidad” que
permitían la formación de coaliciones gubernamentales entre los partidos políticos
con representación parlamentaria en una “segunda vuelta” indirecta.
56 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

derivó en una estructura de coordinación política de alcance nacional, el de-


nominado Consejo Nacional Democrático (CONALDE).34 En ese contexto,
la inestabilidad política cobró intensidad por la aprobación de una nueva
Ley de Hidrocarburos, la convocatoria a la Asamblea Constituyente y, desde
la vertiente de las organizaciones cívicas, la exigencia de implementar una
consulta popular dirigida a profundizar la descentralización territorial. Todo
ello determinó la dimisión de Mesa en junio de 2005. Asimismo, obligó a
que los presidentes de las cámaras del Poder Legislativo depongan sus pos-
tulaciones a la sucesión constitucional35 para, finalmente, desembocar, por
orden de prelación, en la primera autoridad de la Corte Suprema de Justicia:
Eduardo Rodríguez Veltzé.
Si bien el gobierno de este último nacía como un recurso extremo de la
institucionalidad democrática, tampoco fue ajeno a las dificultades políticas
y procedimentales de sus antecesores. Desde un inicio, Rodríguez Veltzé se
vio obligado a establecer puentes y/o acuerdos, primero, con los partidos
con escaños de representación parlamentaria; luego, en un segundo frente,
tuvo que interactuar con los comités cívicos; y, en un tercer frente, con los
movimientos sociales.36 Este escenario fue caracterizado por García Linera
(2005a) como un “empate catastrófico”, en la medida en que ni las fuerzas
vinculadas a los partidos políticos y las élites tradicionales, ni las renovadas
expresiones políticas ligadas a los movimientos sociales, podían afirmar e
imponer su fuerza y hegemonía. En esa línea, se argumentó que para salir de
la crisis, del “empate catastrófico”, era necesaria la organización de un nuevo
proceso electoral acortando el mandato del presidente. La realización de las
elecciones nacionales y de prefectos en diciembre de 2005 fue el mecanismo
de salida y decantamiento de la crisis que reconfiguraría al campo político.

2.3. Archipiélago político: circuitos de la política

En las elecciones de 2005, Evo Morales, entonces dirigente sindical de las


seis federaciones de campesinos cocaleros del trópico de Cochabamba, salió

34 Sobre esta instancia de articulación, véase el trabajo de Noemí Bautista (2012).


35 Ante la renuncia de Carlos Mesa y la posibilidad de que uno de los titulares del
Congreso se haga cargo de la presidencia del país, se generó una amplia movilización
social para evitar que Hormando Vaca Díez, presidente de la Cámara de Senadores,
y Mario Cossío, presidente de la Cámara de Diputados, accedan al poder.
36 La convocatoria a elecciones generales y de prefectos para diciembre de 2005, así
como la definición de las fechas de realización del referendo autonómico y la elección
de los constituyentes para junio de 2006, fueron resultados de la gestión de Eduardo
Rodríguez Veltzé y su gobierno a través de diferentes mecanismos de interacción.
El “devenir-otro” de la política | 57

victorioso. El Movimiento Al Socialismo (MAS),37 que llevó al dirigente co-


calero como su candidato a la presidencia, obtuvo el 53,74% de la votación,
lo que le confirió una mayoría absoluta y, de esa manera, la ruta directa al
mando del país. Ese hecho, sin precedentes en la vida democrática del país
en los últimos 25 años, otorgó al líder cocalero una significativa legitimidad
política que anunció la implementación de cambios estructurales.

Tabla 1: Resultados electorales: elecciones nacionales 2005


(En número de votos y porcentajes)

Partido u organización política Votación Porcentaje


MAS 1.544.374 53,74
PODEMOS 821.745 28,59
UN 224.090 7,79
MNR 185.859 6,47
MIP 61.948 2,16
NFR 19.667 0,68
FREPAB 8.737 0,30
USTB 7.381 0,26
Total de votos emitidos 3.102.417 100,00

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de la Corte Nacional Electoral (CNE).

Es importante recalcar algunas características de la victoria electoral con la


que nació el Gobierno de Morales, ya que de ella se podrían derivar las nue-
vas condiciones que caracterizarían el campo político que aquí hemos deno-
minado, recurriendo a la imagen propuesta por Benjamín Arditi (2005b),
como archipiélago político o escenario posliberal de la política.38 En princi-
pio, el triunfo electoral del MAS fue contundente respecto a la votación ob-
tenida por Jorge “Tuto” Quiroga, candidato de Poder Democrático y Social
(PODEMOS), quien en el cómputo general se ubicó 25 puntos por debajo de
Morales (tabla 1). Dicha diferencia fue interpretada como una manifestación

37 Para un mayor detalle del proceso de habilitación del MAS como un instrumento
político de los campesinos indígenas que llevó a Evo Morales al poder político, véase
el trabajo de Fernando García, Alberto García y Marizol Soliz (2014).
38 La propuesta de la imagen de un archipiélago político como el retrato del
“devenir-otro” de la política posliberal es desarrollada por Benjamín Arditi en diver-
sos trabajos. Véanse en particular sus trabajos de 1995 y 2005a.
58 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

de la crisis de representación de los partidos y los liderazgos tradicionales,


como parte del agotamiento de un modelo político que había reproducido
prácticas perniciosas a nombre de la gobernabilidad y la estabilidad política,
y/o como una nueva forma de expresión y articulación de renovados actores
y factores que habían encontrado una oportunidad para inscribir su propia
incursión en el campo político.
En esa línea, siguiendo la tercera apreciación, la victoria de Morales no
solo vendría a ser la manifestación de la recomposición del sistema de par-
tidos, ni el resultado del desfallecimiento de la “democracia pactada”, sino
la expresión de una nueva articulación “nacional-popular” en la que nuevos
formatos de darse de la política dislocarían a los existentes. En otras palabras,
aconteció la apertura del campo político a nuevas dinámicas, estructuras y
mecanismos de intercambio político que, hasta ese momento, habían esta-
do invisibilizados. La movilización social en las calles imprimía de facto un
nuevo rostro que relajaba el predominio de las estructuras existentes; per-
mitía entrever el nacimiento o emergencia de nuevas condiciones políticas
e institucionales que más que superar a las existentes, visibilizaban otras (al-
ternas y/o suplementarias). Tenía ante sí un proceso paradójico de la puesta
en vilo y reinvención de los arreglos institucionales, ya que, en el fondo, esa
emergencia e irrupción demandaba la necesidad de configurar nuevos arre-
glos y dispositivos institucionales que dieran lugar a un mejor procesamiento
y flujo de la política, una política desplegada desde estructuras asociativas,
corporativas y/o comunitarias.
Al respecto, la propuesta de graficar el campo político como un archi-
piélago de puntos nodales (Arditi, 1992) busca ofrecer una imagen del es-
cenario posliberal de la política, en el que además del sistema de partidos se
inscriben otros formatos, cuyas referencias no emergen de un solo campo
de enunciación y de emergencia, sino que resultan de complejos sistemas
de juego y articulaciones políticas. Es decir, son los resultados de las estruc-
turas y las redes de participación que se procesan en el seno de la sociedad
civil que definen campos de acción “desde abajo”, desde espacios alternos al
Estado y al sistema político. Retomando la propuesta de Arditi, la imagen
que se configura es la de un archipiélago en el que conviven sobrepuestas,
en conflicto permanente, un primer circuito [énfasis del autor] de representa-
ción y acción política: las estructuras institucionales establecidas, conocidas
como los componentes del sistema político, con un segundo circuito en el que
confluyen distintos formatos organizativos que vehiculizan las demandas y
las expectativas corporativas y/o asociativas, y así también pudiera pensarse
en un tercer circuito de acciones y representaciones que subvierten el campo
delimitado del Estado-nación, o bien de la política viral que acontece en
las redes, etcétera. Esos circuitos tienen sus propias lógicas que, asimismo,
El “devenir-otro” de la política | 59

particularizan a sus campos de acción y, con ello, al despliegue de sus estrate-


gias colectivas, situación que no implica que estén aisladas o no estén influi-
das unas por otras; todo lo contrario, se hallan sobredeterminadas, existen
y se reproducen en una relación de intercambio y movilidad constante. La
imagen final es, como mencionamos en el primer capítulo, la del rizoma,
donde la sobredeterminación impone una imagen de relaciones distribui-
das en la que la relación de poder deja de tener un único centro o nodo de
gravitación.

2.3.1. Sobredeterminación en el primer circuito

Desde la victoria de Evo Morales (2005) y la reiteración de sus triunfos


electorales a lo largo de una década, se desplegó una fuerte crítica al sistema
de partidos que había garantizado la estabilidad política durante aproxima-
damente dos décadas. Las críticas tuvieron como blanco a la denominada
“democracia pactada” y, con ello, a los partidos y las élites tradicionales. En
ese contexto, destacaban dos argumentos centrales: el primero, que criticaba
las consecuencias de la monopolización de la representación política; y el
segundo, que reprobaba las prácticas patrimoniales y clientelares de interme-
diación de los partidos con la sociedad y el Estado.
El primer argumento crítico supuso una observación a las formas de
reproducción de los grupos de intereses al interior de los partidos y, a través
de ello, del propio Estado. Según eso, la democracia pactada a lo largo de
dos décadas había reproducido un sistema de partidos con tres tiendas políti-
cas: el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), el Movimiento de
Izquierda Revolucionaria (MIR) y Acción Democrática Nacionalista (ADN),
que compartieron el poder sobre la base de una agenda de reformas políticas
y económicas de corte neoliberal. Se decía que el fondo de la querella, antes
que una disputa relativa a proyectos o estilos de gobierno, era una compe-
tencia por el acceso a los recursos públicos e institucionales del Estado. La
política se reducía a una contienda instrumental. En ese sentido, los gobier-
nos que se instalaron entre 1985 y 2002 fueron coaliciones de fuerzas que,
a pesar de sus diferentes siglas, compartían el programa de “reformas estruc-
turales” de corte neoliberal. Por ello, los conflictos político-institucionales,
hasta antes de 2005, giraban en torno a la competencia de las élites tradi-
cionales por hacerse cargo de los poderes públicos. Los conflictos acontecían
primordialmente en los escenarios formales, en los que eran permisibles la
escenificación y la gestión, tales como el hemiciclo parlamentario, las briga-
das parlamentarias, las instancias del Poder Ejecutivo, etcétera.
Sin embargo, a poco tiempo de instaurada la hegemonía de la demo-
cracia pactada, la fractura del mencionado esquema fue emergiendo desde
60 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

dentro del sistema político. La irrupción de nuevos partidos denomina-


dos “antipolíticos”, “informales” y/o “neopopulistas” puso en evidencia la
disrupción del mencionado esquema. Como asevera Fernando Mayorga
(2002), la emergencia de partidos “neopopulistas” como Conciencia de
Patria (CONDEPA), encabezada por Calos Palenque –excomunicador popu-
lar de la ciudad de La Paz– y Unión Cívica Solidaridad (UCS), bajo el lide-
razgo de Max Fernández –exempresario cervecero–, expresaba la otra cara de
la representación política, reproductora de la gobernabilidad pactada y del
predominio del programa neoliberal.39 Estos partidos y sus actores lograron
acceder a un número significativo de escaños de representación parlamen-
taria y, también, a espacios de poder como las alcaldías municipales de im-
portantes ciudades capitales (La Paz, El Alto y Santa Cruz), cobrando poder
e incidencia en el esquema de gobernabilidad. Por otra parte, una expresión
particular de esa irrupción de estructuras partidarias que dislocaban el curso
de la gobernabilidad fue la incorporación de élites emergentes y de distintos
grupos y/o sectores que habían estado ausentes o habían sido excluidos de la
representación política hegemonizada por los partidos tradicionales.
Asimismo, con la profundización de la municipalización del país a
partir de 1994, al extenderse los procesos político-electorales a las seccio-
nes de provincia, en importantes ciudades del país emergieron liderazgos
locales vinculados, en unos casos, a los partidos tradicionales y, en otros,
a los “neopopulistas”. Uno de ellos, no emparentado directamente con las
élites tradicionales, que buscó proyectarse como una opción nacional, fue
Manfred Reyes Villa, exalcalde de la ciudad de Cochabamba y exprefecto
de ese departamento, quien frente a la presión de las tiendas políticas para
su habilitación como candidato a la alcaldía y, posteriormente, para el ejer-
cicio de sus responsabilidades gubernamentales, decidió fundar su propia
organización política.40 De la misma forma ocurrió con los exalcaldes Juan
del Granado, de la ciudad de La Paz, José Luis Paredes, de El Alto, y René
Joaquino, de Potosí, quienes conformaron sus propias organizaciones polí-
ticas y tiendas electorales. A partir de esa irrupción acontecida en el seno del
sistema político se visibilizaron nuevos actores que pretendieron, desde esas
posiciones, cobrar liderazgo e influencia nacional.

39 Véase: Fernando Mayorga, Neopopulismo y democracia. Compadres y padrinos en


la política boliviana (1988-1999). La Paz: Plural editores / Centro de Estudios
Superiores Universitarios - Universidad Mayor de San Simón, 2002.
40 Manfred Reyes Villa el año 2002 se habilita como candidato a la presidencia del
país a través de su partido Nueva Fuerza Republicana (NFR), logrando un tercer
lugar en la preferencia electoral (20,91%), muy cerca de los dos principales frentes
políticos: MNR (22,46%) y MAS (20,94%).
El “devenir-otro” de la política | 61

El segundo argumento crítico a la crisis de representación apuntó al


predominio de las prácticas patrimoniales y el caudillismo de los principales
liderazgos partidarios, tanto en las estructuras tradicionales como, luego,
en los denominados neopopulistas y/o regionales. En las estructuras tra-
dicionales las figuras de Gonzalo Sánchez de Lozada en el MNR, Jaime
Paz Zamora en el MIR, Hugo Banzer Suárez y “Tuto” Quiroga en ADN
conformaron fuertes estructuras de poder que impedían la renovación y/o
cambio de liderazgos. Los efectos, en los diferentes casos, fueron una am-
plia extensión de las redes y las prácticas clientelares en la vida interna de
sus partidos, así como tambíen, una vez en funciones de gobierno, en la
extensión de estas a través de los recursos del Estado. Por ello, se generalizó
la estigmatización de los partidos políticos como las principales estructuras
y los vehículos de amplificación de la corrupción y la manipulación polí-
tica, valoración negativa que se fue constituyendo en una constante de la
evaluación colectiva, dado el alto grado de concentración y centralidad que
adquirieron los líderes partidarios y sus estructuras de poder.
En el marco de esa crisis de confianza aconteció el relanzamiento del
Movimiento Al Socialismo-Unzaguista (MAS-U), una sigla y organización
partidaria que había logrado mantener su personería jurídica, pero que
no tenía una real incidencia en la correlación de fuerzas y en el escenario
político boliviano. El MAS, en aquel momento, era un partido en plena
fase de extinción; sin embargo, a partir de la transferencia de su titulari-
dad legal a la dirigencia de las seis federaciones de campesinos cocaleros
del trópico de Cochabamba, a cuya cabeza estaba Morales, cobró una
nueva fisonomía y proyección, pues se constituyó en el “instrumento po-
lítico” que dichas federaciones habían buscado conformar durante varios
años, empresa que no había logrado consumarse por los avatares técnicos
y/o procedimentales de gestión de la personalidad jurídica (Zegada et al.,
2008), como por las disputas internas acontecidas en el seno del movi-
miento campesino indígena.
A partir del control de la sigla y la representación simbólica por parte de
los campesinos cocaleros del trópico de Cochabamba, el MAS se fue confi-
gurando como el principal referente político-electoral de las organizaciones
campesinas e indígenas del país y, con el tiempo, de variadas estructuras y
organizaciones del campo popular para participar en la vida política. La in-
cursión del MAS en los procesos electorales devino, a más de dos décadas de
su relanzamiento, en la primera fuerza político-partidaria de alcance nacio-
nal, no solo por los resultados logrados en las contiendas electorales (2002,
2005, 2009 y 2014), sino por haberse constituido en la única organización
que iría a contar con una estructura de representación en todas las secciones
municipales o unidades territoriales del país, con una efectiva capacidad y
62 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

fuerza organizada de movilización político-electoral.41 Como se sabe, esta


fuerza y capacidad no descansa en la existencia de una estructura partidaria
clásica, sino, como lo veremos, por la acción, a través de esta, de estructuras
“orgánicas” cuya matriz de procesamiento constituyen “otras” estructuras
institucionales de gestión y autogobierno que operan en paralelo al Estado
y al sistema político.
Respecto a la estructuración de fuerzas de la oposición, en aquel periodo
ocurrieron distintos procesos de readecuación y fluctuación continua que die-
ron origen a distintas siglas y formatos organizativos, así como también a su di-
solución. Si bien la oposición parlamentaria al primer mandato de Morales fue
encabezada por PODEMOS y Unidad Nacional (UN), no sucedió lo mismo
en las sucesivas contiendas electorales, en tanto su representación durante esa
primera gestión estuvo siempre disminuida en número y protagonismo.42
Con las nuevas configuraciones instituidas en los departamentos a tra-
vés de la puesta en marcha de la elección de prefectos y luego de las autono-
mías, se generó un frente de oposición extraparlamentario conducido por
los prefectos de Santa Cruz, Tarija, Beni, Pando, La Paz y Cochabamba,43
que inicialmente encabezaron una oposición institucional y, con el curso
de los hechos, fue cambiando a merced de los vaivenes en la correlación de

41 La hegemonía del MAS a lo largo de su desempeño político-partidario enfrentó


desafíos de resignificación y/o reinvención política; por ejemplo, en la contien-
da electoral para la selección de prefectos en diciembre de 2005, a pesar de ha-
ber obtenido la victoria nacional, no logró que sus candidatos departamentales
consigan resultados favorables, pues de los nueve prefectos elegidos, solo tres
le correspondieron (Oruro, Potosí y Chuquisaca) y los restantes cinco fueron
del campo de la oposición. Esta dinámica con otros matices se reprodujo en las
elecciones subnacionales de 2010 y 2015.
42 A lo largo de la primera gestión del gobierno de Evo Morales hasta el proceso elec-
toral de 2009, la oposición partidaria logró lo que Fernando Mayorga (2014) de-
nominó “Gobierno dividido”, en función a que el MAS no logró los dos tercios de
la representación y, con ello, no controlaba la Cámara de Senadores, que estaba en
manos de las fuerzas opositoras. Sin embargo, la situación cambiaría con los nuevos
resultados electorales de 2009 y 2014 en los que el MAS, en su calidad de partido
oficial, obtendrá los dos tercios de los escaños de representación de la Asamblea
Legislativa Plurinacional y, así, el control de las dos cámaras del Órgano Legislativo.
43 En el caso de Cochabamba, el apoyo manifiesto de Manfred Reyes Villa a las po-
siciones de los actores cívico-prefecturales de la “media luna”, de viabilizar las au-
tonomías departamentales de facto, ocasionó el conflicto de polarización regional,
analizado por Eduardo Córdova (2008) y en una reciente investigación coordinada
por Yuri Tórrez (2009).
El “devenir-otro” de la política | 63

fuerzas.44 A la acción de las autoridades opositoras se sumaron los comités


cívicos, en tanto organizaciones extrapartidarias que aglutinaban a grupos
de presión regionales. Finalmente, todo ese conglomerado cívico-prefectu-
ral permitió el nacimiento y el desempeño de una instancia de coordinación
política: el Consejo Nacional Democrático (CONALDE).45
La articulación de la oposición se estructuró en torno a grupos de inte-
reses y estructuras partidarias que eventualmente lograron la constitución
de un bloque de acción nacional que cobró importancia. La política fue
desbordada de su convencional campo de confrontación: el hemiciclo par-
lamentario, desplazándose hacia el afuera del sistema político. En ese sen-
tido, los comités cívicos, en articulación con los prefectos, convocaron in-
distintamente a paros cívicos, marchas y cabildos y, asimismo, obligaron al
Gobierno a negociar y/o matizar decisiones que, en unos casos, favorecieron
abiertamente a los grupos de presión regionales y, en otros, a suspender y/o
doblegar las decisiones gubernamentales.
Ahora bien, es posible inferir, siguiendo el esquema interpretativo de
Arditi (2005a), que en el primer circuito son esas estructuras y formatos los
que están habilitados para el ejercicio formal de la representación política. La
dinámica del intercambio político se concentra tanto en la disputa electoral
por el acceso a los escaños de representación mediante la competencia y la
confrontación de posiciones (opciones), como por el desempeño político
y los mecanismos institucionales establecidos. Su campo de desempeño e
incidencia es enteramente formal (tabla 2), aunque, como vimos, no está al
margen de la sobredeterminación ejercida por las estructuras “orgánicas” de
la sociedad civil.

44 Al respecto, la violencia que adquirió la confrontación en Sucre al momento de


finalizar las sesiones de la Asamblea Constituyente determinó la renuncia del pre-
fecto de Chuquisaca y, con él, del control oficialista de esa entidad. La exdirigente
campesina y exasambleísta del MAS Sabina Cuéllar, apoyada por las fuerzas opo-
sitoras, devino en la nueva autoridad departamental. Por su parte, los hechos de
violencia acontecidos en Pando derivaron en la detención del prefecto Leopoldo
Fernández, cuyo posterior traslado a la cuidad de La Paz permitió la designación
presidencial de un prefecto interino. Finalmente, a partir de los resultados del refe-
rendo revocatorio de 2008, acontecieron las dimisiones de los prefectos de La Paz
y Cochabamba que, en conjunto, debilitaron a la estructura de articulación de la
oposición extraparlamentaria.
45 El CONALDE ha funcionado con distintos ritmos y tensiones, pero su eje de arti-
culación descansa en la confluencia de los prefectos y cívicos de los departamen-
tos de la denominada “media luna”: Santa Cruz, Beni, Tarija y, en su momento,
Chuquisaca.
64 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

Tabla 2: Primer circuito de interacción política: sistema político

Campo de Acción Actores Estrategias


- Partidos políticos - Competencia electoral y confron-
Procesos electorales
- Agrupaciones ciudadanas tación deliberativa
- Parlamentarios - Confrontación deliberativa
- Gobernadores (parlamento nacional, departa-
Representación territorial
- Alcaldes mentos y concejos municipales)
- Concejales - Negociación y pactos
- Gobierno / Oposición (parlamen-
- Confrontación deliberativa
Red institucional del Estado taria e “institucional”: prefectos y
- Negociación y pactos
alcaldes)
Fuente: Elaboración propia a partir de Fernando García y Alberto García (2008).

En síntesis, si bien el desbordamiento de las estructuras institucionales


es parte de la manera de suceder de la política, esta se ordena y canaliza a
través de los dispositivos del primer circuito. Al respecto, las organizaciones
político-partidarias, a pesar de sufrir el relajamiento de su centralidad y mo-
nopolio, son el principal nodo por donde se ordena y fluyen las dinámicas
del campo político al ser estos los principales recursos de intermediación
entre el Estado y la sociedad civil. La institucionalización de esos mecanis-
mos, reconocida por la CPE, permite el despliegue y desempeño de procesos
de consolidación y/o de renovación política que aglutinan y relanzan a viejos
y renovados actores, cobrando, de acuerdo con cada coyuntura, fuerza e in-
cidencia política.46
Sin embargo, como mencionamos, esas estructuras dejan de ser las únicas
que adquieren centralidad, dejan de ser exclusivas, pues ya no es posible com-
prender lo político tan solo a partir o en función a estas, o en torno a los meca-
nismos institucionales del sistema político. En todo caso, lo político acontece
y se expresa, también, a través del relajamiento de las fronteras y/o límites del
escenario político, para visibilizar otras estructuras y formatos de darse de la

46 Los casos de formación de partidos y liderazgos regionales en el primer Gobierno


de Evo Morales son llamativos; por ejemplo, el de los exalcaldes Manfred Reyes
Villa, de NFR, Juan del Granado, del Movimiento Sin Miedo (MSM), y José
Luis Paredes, exprefecto del departamento de La Paz; asimismo, la experiencia
de Autonomía Para Bolivia (APB), en el departamento de Santa Cruz, que llevó a
Rubén Costas a la prefectura, así como la nueva organización política que encabezó
Mario Cossío en Tarija, incluida Alianza Social (AS) en Potosí, con René Joaquino.
Todas esas experiencias fueron intentos de renovación partidaria y de recomposi-
ción del sistema de partidos que, sin embargo, no lograron considerarse.
El “devenir-otro” de la política | 65

política. El relajamiento implica la sobredeterminación (hibridación y/o con-


taminación) de los procesos y los dispositivos del primer circuito, esto es, de la
institucionalidad establecida, así como del segundo circuito, un amplio campo
de estructuras institucionales diversas que emerge desde la sociedad civil.

2.4. Pluralización de la democracia: el segundo circuito de la política

La política no fluye y ocurre solo a través de la red institucional del sistema


político, sino también por un campo de redes e instancias que desbordan a las
estructuras institucionales existentes, configurando así un segundo circuito. Al
respecto, como ya describimos, la presencia de actores no políticos fue una de
las características del desempeño y de los procesos que acontecieron y suce-
den en el campo político. Un recurso interpretativo utilizado por analistas fue
la denominación de la “política de las calles” (Calderón y Szmukler: 2000),
como un referente que buscaba explicar la emergencia e incidencia de dichos
actores en el desempeño de las arenas políticas, pero más allá de esa denomina-
ción, no se analizó todavía lo que vendría a contener y, en perspectiva, de las
consecuencias político-institucionales que esa incidencia iría a traer.
En ese sentido, retomando la idea de la existencia de un campo suple-
mentario e “informal”, se buscará establecer la composición de actores y for-
matos de acción que congrega ese espacio o campo. Para el efecto, siguiendo
la estrategia metodológica iniciada, se asume la existencia de un segundo cir-
cuito en el que concurren estructuras corporativas y/o asociativas.47 Podemos
clasificar al menos tres: comités cívicos y grupos de presión; organizaciones
corporativas y asociativas y/o comunitarias (sindicales, estructuras de au-
togobierno comunitario de los pueblos y naciones indígenas, asociaciones
gremiales, etcétera); e iniciativas y movimientos sociales. Obviamente, esta
clasificación es útil solo para fines descriptivos, pues, como ya mencionamos,
las fronteras entre las dinámicas específicas de cada uno de ellos, como de
los circuitos, son “anexactas”48 y/o borrosas. En todo caso, la presencia y la
incidencia de esas estructuras y formatos anuncian el “devenir-otro” de la
política y, así, la configuración del escenario posliberal.

47 No trataremos aquí las diferencias existentes entre las distintas estructuras que
componen este segundo circuito; a saber: entre lo corporativo y lo comunitario
o bien entre los grupos de presión y las estructuras asociativas, etcétera, ya que
excede los objetivos de esta indagación.
48 El término ‘anexacta’ hace referencia al establecimiento de fronteras móviles; fue
acuñado por Gilles Deleuze y Félix Guattari (2004) y, de acuerdo con Arditi (1995),
estos lo toman prestado de Husserl.
66 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

2.4.1. Los comités cívicos, activación de grupos de presión

Ya nos referimos a la importancia que adquirieron los comités cívicos como


efectivos aglutinadores de grupos de presión, logrando poner en vilo la estabi-
lidad política a través de acciones colectivas (por ejemplo, en la caída de Carlos
Mesa). Su formación data de la década de 1970, resultado de la proscripción de
los partidos políticos y de la necesidad del régimen militar de Banzer de estable-
cer estructuras de mediación con la sociedad. De ahí que la composición de los
comités cívicos se caracteriza por la aglutinación de grupos de presión e intereses
regionales de élites empresariales, sectores profesionales, grupos comerciales y
organizaciones gremiales, los mismos que buscan canalizar sus demandas hacia
el Estado y, a través de ello, cabildear decisiones en la agenda gubernamental.
Los comités cívicos se constituyeron en instancias organizativas de gru-
pos de la sociedad civil bajo el ribete de “apolíticas”, ya que, según manifes-
taban sus líderes, buscaban representar y canalizar las demandas regionales
de desarrollo económico y social, además de la defensa y la promoción de los
valores cívico-patrióticos. Esta interpelación permitió que se asienten como
estructuras “semipúblicas” en tanto interlocutores efectivos ante el Gobierno
militar y, posteriormente, con los gobiernos de turno. Lograron entablar vin-
culaciones recurrentes y casi formales, ya que congregaron en su momento
a distintos grupos y sectores sociales autodenominados “fuerzas vivas” de las
regiones. Las demandas se dirigían a lograr una mayor atención y dotación
de recursos públicos para el desarrollo departamental, financiamiento de la
universidad pública, proyectos de infraestructura y, desde la reinstalación de
la democracia, la defensa “cívica” del régimen democrático.
En ese sentido, estas instituciones permanecieron como instancias suple-
mentarias o adicionales de representación política, donde indistinta y espo-
rádicamente confluían diversos grupos de presión que, de acuerdo con cada
coyuntura y de los intereses en juego, fueron cobrando importancia. Es decir,
los comités cívicos fueron –y posiblemente son todavía– dispositivos de inter-
mediación entre los grupos de presión y el Gobierno nacional, y, de manera
suplementaria, con el sistema político. En la primera gestión de Evo Morales,
la fuerza que lograron desplegar tenía una directa relación con la eficacia de
acciones colectivas, lo que permitió la integración de distintos sectores socia-
les y políticos en movilizaciones regionales de considerable envergadura.
Como describen Fernando Prado et al. (2007), Claudia Peña (2007) y
Ximena Soruco et al. (2007), la importancia política adquirida, por ejem-
plo, por el Comité Cívico Pro Santa Cruz a lo largo del periodo democráti-
co, demuestra que las formas de articulación de las demandas sectoriales de
las cámaras de empresarios y de otros grupos de presión, no necesariamente
se viabilizaban a través de los partidos y/o de las agrupaciones ciudadanas
El “devenir-otro” de la política | 67

existentes. En el caso del citado departamento, el comité cívico fue, hasta


antes de la reconfiguración de la correlación de fuerzas con la aprobación de
la nueva Constitución, una instancia de agregación y socialización de posi-
ciones; de ahí que fungía como el mecanismo “natural” de representación
e intermediación política con cariz de “gobierno moral” y de mayor legiti-
midad regional. Intentaron replicar este tipo de instancia representativa los
departamentos de Cochabamba, Chuquisaca, Tarija, Beni y Pando, donde
con diferentes grados de eficacia y efectividad lograron desplegar acciones y
movilizaciones regionales.
En cuanto a la incidencia política en la construcción de las decisiones colec-
tivas, después del periodo de transición posterior a 2008, aún se confiere a los
comités cívicos diversos grados de importancia. En los departamentos de Tarija,
Beni, Pando y Cochabamba, antes de la elección de prefectos en 2005, las insti-
tuciones cívicas fueron los centros de procesamiento político para la emergencia
de liderazgos regionales y nacionales; después de la elección de los prefectos, si
bien fueron supeditados a las autoridades electas y a los esquemas de poder,
lograron mantener un perfil protagónico a la hora de la decantación de las dis-
putas regionales y nacionales. En cambio, en departamentos como Chuquisaca,
Potosí, Oruro y La Paz las organizaciones cívicas tuvieron una menor inciden-
cia, aunque no dejaron de ser campos de confrontación y expresión política.
Por lo dicho, en la edificación de los sistemas políticos departamentales
en el marco del régimen de las autonomías territoriales, los comités cívicos
perdieron la centralidad articulatoria que en determinados momentos adqui-
rieron. Los grupos de presión que habían desembocado en estos mecanismos
transitaron hacia su disolución o iniciaron procesos experimentales de desa-
rrollo de otros esquemas, como la formación de partidos políticos y agrupa-
ciones ciudadanas de cobertura local y/o regional. En la actualidad, es muy
prematuro mencionar que el capital político, organizacional y simbólico de
los comités cívicos se haya disuelto y que, en el futuro, no emerjan como ins-
tancias de agregación y/o canalización de las posiciones regionales. Al parecer,
el incremento o no de su importancia política dependerá de la fluctuación
de los asuntos y/o conflictos que, con los procesos de descentralización del
poder, se ventilará como parte de la ampliación de los escenarios de la política.

2.4.2. Organizaciones corporativas: permanencia de los intercambios políticos

Desde hace más de 50 años, las organizaciones sindicales y corporativas han


tenido presencia en el acontecer político nacional. Durante aproximadamente
30 años, la Central Obrera Boliviana (COB), desde su nacimiento en la déca-
da de 1950 hasta mediados del decenio de 1980, aglutinó al conjunto de las
organizaciones sindicales de los trabajadores mineros y de empresas estatales
68 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

para constituirse en el principal mecanismo de intermediación de la sociedad


civil con el Estado. Al respecto, la sociología boliviana considera al periodo de
la Revolución Nacional de 1952 como de vigencia del “pacto constitutivo”,
pues tenía en los mineros y en la federación sindical de estos el núcleo de
articulación e irradiación hegemónica. A través de la alianza del Estado con
los mineros es que se reimpulsó la sindicalización del movimiento campesino
y de los sectores medios vinculados a la burocracia estatal. De esa manera, el
Estado del 52, en sus diferentes ciclos, dispuso y gestionó diversos mecanismos
de intercambio político a través del Movimiento Nacionalista Revolucionario
(MNR) o de las Fuerzas Armadas. Todo ello permitió un periodo de continui-
dad y hegemonía que duró más de tres décadas.
Con la reinstalación de la democracia en 1982, estas relaciones tam-
poco cambiaron radicalmente. La confrontación entre la COB y el Estado
a lo largo de la dictadura militar de Hugo Banzer y la fase de transición
democrática a inicios del citado decenio, durante la gestión de la Unidad
Democrática Popular (UDP), retratan la disputa por el rebalanceo de esa
relación. Con la instalación del gobierno de Víctor Paz Estenssoro, des-
pués de la profunda crisis económica acontecida en el primer lustro de la
década de 1980, se replanteó radicalmente esa relación con la transición
del modelo de gobernabilidad sustentado en las organizaciones sindica-
les a otro apuntalado por los partidos políticos. En ese gobierno, fue la
Confederación de Empresarios Privados de Bolivia (CEPB) la que tuvo una
marcada influencia en la puesta en marcha de las políticas neoliberales y,
así, de las consiguientes reformas que se implementaron hasta principios
del nuevo siglo.49
Por su parte, el gobierno de Evo Morales tampoco estuvo al margen de
la reproducción de esas relaciones de intercambio político. A inicios de su
primer mandato, el presidente tomó la decisión de poner en consideración
de las organizaciones y de los movimientos sociales (federaciones de cam-
pesinos, cooperativistas mineros, juntas vecinales, organizaciones indíge-
nas, etcétera) la designación de las autoridades de la estructura del Estado
(ministros, viceministros y otros). Dicho mecanismo permitió optimizar la
designación de los candidatos para las futuras contiendas electorales y dar
sustento social a las movilizaciones de apoyo al Gobierno. Este, en otras
palabras, configuró una malla institucional de estructuras de mediación

49 De acuerdo con H. C. F. Mansilla (1994), las reformas conocidas como “estructu-


rales”, de mediados de la década de 1980 y principios de la de 1990 (liberalización
de la economía, ajuste y racionalización del sector público, entre otras), han sido
diseñadas y generadas en los ámbitos y círculos de la Confederación de Empresarios
Privados de Bolivia.
El “devenir-otro” de la política | 69

alternas a las partidarias que permitieron, a lo largo de más de una década,


la ampliación de los circuitos de intercambio político con organizaciones
sociales de base campesina y popular. Obviamente, esa relación no estaba
libre de tensiones respecto a la gestión tanto de las demandas como de la
atención y la resolución de estas.50
Al respecto, en los ámbitos regionales la incidencia de las estructuras
corporativas es variable. Por ejemplo, como puntualiza Rigoberto Espejo
(2008), en el departamento de Oruro las relaciones entre las instituciones del
Gobierno y de la sociedad están mediadas por una red de organizaciones sec-
toriales, en particular de los trabajadores mineros antes que de los partidos.
De igual forma, como describen varios estudios y diagnósticos de cobertura
regional/departamental (PNUD-IDEA Internacional, 2008), las vinculacio-
nes del Estado y la sociedad han reproducido de manera continua relaciones
“informales” de intermediación política, en las que las organizaciones sindi-
cales o corporativas son las principales protagonistas.
En ese sentido, los intercambios políticos de raigambre corporativa si
bien no son un dato reciente o enteramente novedoso, tampoco pueden
encaminarse a su disolución o superación a partir de la recomposición del
sistema de partidos. Todo lo contrario; como ha quedado establecido, la
permanencia de los esquemas corporativos y/o asociativos en el intercambio
y el acontecer político fue, es y será una parte indisoluble y consustancial del
escenario político que se ha instalado.
Esta relación de intercambio político no puede graficarse de manera li-
neal o estática, ya que en ella los trazos de continuidad son diversos y fluc-
túan según la intensidad y la necesidad de la relación y de los intereses que
se negocian, como también de la gravitación o del peso que tiene para uno y

50 De esa forma, las redes de organizaciones corporativas forman parte del escenario
político nacional y regional. Entre las organizaciones con mayor poder regional y
opositora al primer mandato de Evo Morales destacaba la Cámara Agropecuaria
del Oriente (CAO), que congregaba a los empresarios agropecuarios, exporta-
dores de soya y ganaderos del departamento de Santa Cruz. Asimismo, en el
occidente del país, además de las organizaciones campesinas e indígenas, fue la
Federación Nacional de Cooperativistas Mineros (FENCOMIN) la que apoyó
abiertamente al Gobierno en el asentamiento de su hegemonía. Existen pocas in-
vestigaciones sobre la incidencia de las organizaciones sociales en el intercambio
político. Desde una perspectiva general, está el trabajo de María Teresa Zegada
y George Komadina (2017); sobre las comunidades interculturales o los exco-
lonizadores campesinos, un avance exploratorio es el de Carlos Burgoa (2016);
acerca de las juntas vecinales, se tiene la producción de Gumercindo Flores y
Froilán Fernández (2016); y sobre los cooperativistas mineros destaca el estudio
de Richard Canaviri (2015).
70 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

otro, de acuerdo con la temporalidad y su accionar estratégico.


2.4.3. Movimientos e iniciativas sociales: evanescencia de lo político

Uno de los problemas clásicos del análisis político es el de contar con una
noción “operativa” de la política que permita no encasillarla en las estructuras
institucionales del sistema político ni diluirla en una concepción ampliada,
que no delimite ni fije sus límites. Ello ha llevado a buscar y/o precisar un con-
cepto que especifique lo político. Carl Schmitt (1999) elaboró una respuesta
al sostener que lo político es la enunciación y la verificación de una división
de la sociedad o de las colectividades en dos grupos: “amigos” y “enemigos”.
La constatación de esta escisión no responde a condiciones estructurales o
preestablecidas –del subsistema político o bien de determinados sujetos: cla-
ses sociales, etnias, etcétera–, sino que deviene de un hecho contingente e
histórico. Es decir, siguiendo a Schmitt, el campo de lo político escapa de los
dominios de lo estatal y fija su especificidad en cualquier lugar o ámbito en
el que los grupos humanos se organizan como “amigos” frente a “enemigos”.
Entonces, lo político no solo implica al antagonismo de posiciones, sino
que acontece y emerge desde cualquier ámbito de la sociedad; nada más requie-
re que el grado de la división o la disposición de lucha alcance un nivel de inten-
sidad que haga inevitable la verificación de esa escisión. Esta concepción permi-
te comprender que la política escapa o bien subvierte el encierro institucional de
la política que desde el contractualismo moderno se pretendía subsumirlo a lo
estatal. En otras palabras, con esta noción se abre la posibilidad de comprender
lo político más allá del Estado, al igual que en el seno de la sociedad civil, sin
caer en el extremo de diluirlo en cualquier manifestación colectiva.
Ese concepto permite entender la emergencia o incidencia de los movimien-
tos y las iniciativas sociales como expresiones que desbordan al sistema político.
La noción de movimientos e iniciativas sociales, antes que una expresión de
nuevos sujetos vinculados a estructuras continuas de identidad colectiva, hace
referencia a formas contingentes o eventuales de articulación, manifestación y
definición de las identidades políticas y sociales. De ahí que el campo político,
desde esta lectura, es polifónico y excéntrico porque en él concurren múltiples
voces o posiciones en continua disputa, o bien se hallan estructurados en torno
a asuntos en litigio, ya que el conflicto, la escisión o el desacuerdo provienen de
diferentes ámbitos y/o espacios de organización de la sociedad.
Como ya mencionamos, desde abril del año 2000, con la denominada
Guerra del Agua en Cochabamba, se activó con intensidad la formación de
movimientos sociales que indistintamente fueron impulsados por grupos de
presión y organizaciones corporativas, por ejemplo los comités cívicos, o bien
al calor de asuntos de interés público o colectivo. El caso de la provisión de
agua potable en la ciudad y el departamento de Cochabamba dio lugar a que, a
El “devenir-otro” de la política | 71

partir de la organización de un grupo de ciudadanos dedicados a denunciar la


privatización del servicio público, se gestara un movimiento social que modificó
la política gubernamental.51 Asimismo, la expansión de las reivindicaciones de
los movimientos indígenas lograron articular el Pacto de Unidad, instancia que
congregó a un amplio movimiento social encabezado por las principales organi-
zaciones campesinas e indígenas en la Asamblea Constituyente y, posteriormen-
te, en la constitución del Consejo Nacional para el Cambio (CONALCAM),
para la defensa de los derechos colectivos, los recursos naturales, las autonomías
indígenas, la nueva Constitución y, finalmente, el gobierno de Morales.
En ese sentido, a diferencia de las organizaciones políticas, los movimientos
sociales no siguen un curso preestablecido, sino que se estructuran al calor de
los conflictos o de las coyunturas políticas. Son de diferente composición,
naturaleza, extensión territorial y duración. En ellos confluyen temáticas
étnico-culturales, como el movimiento indígena; de disputa pública, como
la defensa del gas; y de género, como el movimiento de mujeres, entre otros.
El efecto inmediato es la apertura y/o la modificación de las decisiones
públicas, ya que ponen en vilo los cursos regulares de la canalización y el
registro de las demandas sociales, o dislocan las agendas gubernamentales;
son, en unas palabras, manifestaciones de la permanencia de los conflictos
tanto en la trama institucional del Estado como fuera de ella. En esa línea,
demandan el tratamiento y la resolución de los asuntos colectivos que no
necesariamente proceden y se viabilizan a través de los cursos institucionales
establecidos. En todo caso, los movimientos sociales y ciudadanos posicionan
e introducen asuntos no previstos por las agendas gubernamentales, así como
también establecen una relación directa de intercambio político con el sistema
político.52
En los hechos, los movimientos sociales abren el espacio de la interac-
ción política a dinámicas que no pueden ser previstas ni enmarcadas de

51 Sobre el tema, véase el trabajo de Alberto García, Fernando García y Luz Quitón (2003).
52 Al respecto, los estudios de la dinámica del conflicto del 11 de enero de 2007 en
Cochabamba, realizados por Eduardo Córdova (2008) y Yuri Tórrez et al. (2009),
en parte se enmarcan en la configuración de los movimientos sociales a partir de
conflictos de cobertura regional. Asimismo, el caso de Chuquisaca, que a partir de
las decisiones de la Asamblea Constituyente de retirar la temática de la capitalía
plena de la deliberación sobre la nueva Constitución Política del Estado, derivó
en la generación de un movimiento social de actores cívicos y políticos de ese de-
partamento, en particular de la ciudad de Sucre (Zegada et al., 2008; Tórrez et al.,
2009). En dichas situaciones, los movimientos sociales adquieren connotaciones e
impactos políticos que, desde la lógica del modo de darse de la política en las re-
giones o en el país, ya no es posible eludir ni subestimar, ya que no necesariamente
son acciones colectivas de raigambre popular o elitista.
72 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

antemano. Por lo dicho, presuponen que las instituciones formales, para sos-
tenerse como mecanismos de canalización del conflicto, precisan descentrar
los procesos de intercambios políticos, reconociendo la existencia o la inci-
dencia de un segundo circuito, no como superación y posterior sustitución del
primer circuito, sino como la incorporación suplementaria de mecanismos y
dispositivos que refuerzan el alcance de los fines de uno y de otro, y que, por
ello, atendiendo la recomendación de Arditi (2005b), debiera incorporarse
su tratamiento en el campo político en forma incremental.

Tabla 3: Segundo circuito de interacción política

Actores Campo de acción Estrategias


- Articulación de grupos de presión y élites
- Semipúblico económicas, políticas y sociales
Movimientos cívico-regio- - Representación de intereses - Cabildeo de decisiones y políticas públicas
nales y grupos de presión particulares y demandas - Confrontación deliberativa, movilizaciones
“cívico-regionales” de hecho (cabildos y paros cívicos) y nego-
ciación forzada
- Movilización gremial
Organizaciones corpora- - Cabildeo de decisiones públicas
- Predecible y localizado
tivas (sindicatos, gremios - Presión y confrontación deliberativa
- Representación sectorial de
empresariales, asociaciones, - Movilización y acciones de hecho (paros,
intereses colectivos
cooperativas, etc.) marchas, bloqueos, huelgas, etc.)
- Negociación y acuerdos sectoriales
- Confrontación deliberativa
- Dinámico y movedizo - Movilización y acciones de hecho (asam-
Movimientos e iniciativas
- Representación evanescente bleas, marchas, bloqueos)
sociales
de temas y asuntos públicos - Negociación forzada y modificación de
decisiones
Fuente: Elaboración propia, a partir de Fernando García y Alberto García (2008).

En resumen, la idea de un segundo circuito como el espacio de las asocia-


ciones, de grupos de presión, de organizaciones corporativas y de los movi-
mientos sociales es tan solo un recurso analítico para comprender el amplio
abanico de formatos que incide en los procesos de reconfiguración política
y social, la misma que permite visualizar el “devenir-otro” de la política, ya
que configura una imagen descentrada del campo político, en la que, si bien
el primer circuito es un eje nodal que adquiere centralidad, no es, asimismo,
el único ni enteramente el más eficaz.

2.5. El “devenir-otro” del campo político


El “devenir-otro” de la política | 73

A partir de la caracterización de las configuraciones y las formas de darse de


la política expuestas hasta aquí, es posible proponer algunas conclusiones
iniciales sobre el devenir-otro del campo político. Las victorias electorales del
MAS-IPSP abrieron un nuevo campo de intermediación política en el que,
además de las estructuras existentes (el sistema político o primer circuito),
adquieren relevancia y visibilidad otras estructuras institucionales y formatos
que subvierten y exceden a las estructuras clásicas definidas como “propias”
del sistema político. Las organizaciones corporativas, los grupos de presión y
los movimientos sociales imprimen, en cada caso, modalidades de relaciona-
miento e intercambio político que puentean a las estructuras institucionales
establecidas; sin embargo, como mencionamos, su incidencia resulta antes
que sustitutiva y distorsionadora, suplementaria a las estructuras y los meca-
nismos establecidos.
A la luz de esta consideración, la política no puede ser delimitada tan
solo a los encierros que legitiman las decisiones político-institucionales: el
sistema de partidos, puesto que se han abierto, a través de una directa mani-
festación, las fronteras y/o los contornos que demarcan su campo de acción.
En otras palabras, lo político no solo implica al Estado y a sus clausuras
institucionales, sino que supone un amplio campo de actores y espacios en el
que se configuran formas suplementarias de acción y representación política.
El proceso electoral de 2005 y los posteriores eventos de consulta ciudadana
que han acompañado al desarrollo de la Asamblea Constituyente y las eleccio-
nes generales de 2009 y 2014, además de viabilizar la recomposición del sistema
de partidos, han puesto en escena un conjunto de estructuras y formatos de
acción que hasta hace poco se los consideraba al margen de los acontecimientos
políticos. La implicación de fondo es que si bien la democracia representativa
funciona a través de un primer circuito que organiza e institucionaliza la parti-
cipación y la representación política, se complementa a su vez a través de un
segundo circuito, en el que acontece el despliegue de otras dinámicas institucio-
nales desde otras estructuras organizativas y de autogobierno (grupos de pre-
sión, organizaciones corporativas y/o comunitarias, movimientos sociales) que
replantean el intercambio político del Estado con la sociedad civil. En suma,
supone que la política no solo fluye a través de los canales y los mecanismos ins-
titucionales establecidos, sino que ocurre, también, en un ámbito o campo en el
que se visibilizan otras estructuras y formatos que buscan reinventar, ampliar o
establecer otros mecanismos y/o dispositivos de relación e intercambio político.
En otras palabras, emerge la imagen de un archipiélago de puntos noda-
les y modos de darse de la política. Esa situación hace notoria la necesidad
de registrar e incorporar, en el proceso de edificación institucional de la
democracia y del Estado, las expresiones de desbordamiento político e ins-
titucional que operan o se gestan “desde abajo”, vale decir, desde la sociedad
75

civil organizada.

3
“Formas de darse” de la política en y del MAS-IPSP

El 12 de octubre de 2014, Evo Morales, a través del Movimiento Al Socialismo -


Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP), logró por
tercera vez consecutiva la victoria electoral por mayoría absoluta, superó la ba-
rrera del 50%+1 y, como ya sucedió en los años 2006 y 2010, accedió directa-
mente al ejercicio del Gobierno. La referencia de continuidad de victorias elec-
torales por un liderazgo u opción política no es un dato menor con relación a
la trayectoria histórica que caracterizó la performance de ciertos líderes políticos,
su acceso al poder y la formación o instalación de los gobiernos democráticos,
desde el nacimiento de la República hasta la última elección nacional (2014).
Solo los gobiernos posteriores a la primera década de la Revolución Nacional de
1952 causaron una avalancha plebiscitaria semejante a la de Morales.
Desde 2006 hasta su última victoria electoral, el MAS-IPSP lleva más de
una década en la gestión política e institucional del país, tiempo que configura
un estilo de gobierno que busca el ejercicio y despliegue de un proyecto hege-
mónico de largo alcance. Al parecer, retomando una de las categorías del soció-
logo René Zavaleta Mercado (1983), aconteció un nuevo “momento consti-
tutivo” que ha marcado un nuevo ciclo de construcción político-institucional,
un “movimiento general de la época” y, consiguientemente, la apertura ideo-
lógica que replantea las formas de interacción política. Acontece aquello que el
citado autor, en Lo nacional-popular en Bolivia (1986), define como “disponi-
bilidad social” la voluntad de la sociedad en su conjunto de modificar sus pau-
tas de acción, sus formas de hacer política y sus maneras de asimilar y/o cono-
cer, lo que también permitió visibilizar nuevos imaginarios político-estatales.
El marco en el que sucedieron y se entrevieron estas dinámicas fue el Gobierno
de Morales y de los campesinos indígenas que, a través del MAS-IPSP, se cons-
tituyeron en los principales sujetos que gravitaron en el campo político.
En esta parte, interesa analizar las características de las formas de hacer polí-
tica del MAS-IPSP, en tanto instrumento de las organizaciones campesinas indí-
genas del país. ¿Cómo es que estos sujetos y sus estructuras organizativas hacen
e intervienen en la vida política? Para ello, describiremos brevemente las facetas
del MAS-IPSP como instrumento político y, a la vez, como “dispositivo” polí-
tico-electoral. En otras palabras, interesa describir el “sentido práctico” de los
76 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

campesinos indígenas y ofrecer una lectura de las “formas” o “modos de darse”


de la política en y del MAS-IPSP y, de esa manera, del Gobierno de Morales.
3.1. El carácter del instrumento político: el MAS-IPSP en acción

A lo largo de aproximadamente dos décadas, el desempeño de Evo Morales


como candidato político-electoral logró concentrar, mayoritariamente y de
manera consecutiva, los votos en las contiendas electorales en las que partici-
pó. En su primera intervención en elecciones generales, en 1997, fue candi-
dato a diputado uninominal por la circunscripción 27 del departamento de
Cochabamba. Entonces alcanzó la cifra porcentual del 70,2%, la votación
más alta obtenida en esa carrera. Esa primera participación se realizó en el
marco de la alianza electoral establecida por las organizaciones campesinas
con partidos de izquierda, los cuales conformaron el frente Izquierda Unida
(IU). Posteriormente, el 2002, ya con la sigla del MAS, obtuvo el 21% de
la preferencia electoral como candidato a la presidencia de Bolivia; en ese
momento fue la votación más alta conseguida por un líder o dirigente indí-
gena-campesino en unos comicios por el primer mando del país. Y es en esa
misma elección que Morales obtuvo el 83,2% como candidato uninominal
de la circunscripción 27 de Cochabamba; nuevamente, la más alta votación
lograda por un candidato a diputado en una circunscripción uninominal.

Tabla 4: Apoyo a Evo Morales en diferentes eventos electorales, 1997-2014 (trayectoria electoral)

Tipo de elección Año Porcentaje


Elecciones generales
1997 70,20*
Diputado Uninominal (Circunscripción 27, Cochabamba)
Elecciones generales
2002 83,20*
Diputado Uninominal (Circunscripción 27, Cochabamba)
Elecciones generales
2002 21,00
Presidente
Elecciones generales
2005 53,80
Presidente
Revocatoria
2008 67,50
Presidente (votos a favor de su continuidad)
Elecciones generales
2009 64,00
Presidente
Elecciones generales
2014 61,36
Presidente
Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Atlas Electoral del Órgano Electoral Plurinacional.
* Morales participó en las elecciones generales solo como candidato a diputado uninominal. Los porcentajes obtenidos
corresponden a la Circunscripción 27.
“Formas de darse” de la política en y del MAS-IPSP | 77

El 2005, rompiendo la tradición de la “democracia pactada” en la con-


formación de los gobiernos democráticos, Morales, a través del MAS-IPSP
–instrumento político de las organizaciones campesinas indígenas del país y
dispositivo electoral de amplia capacidad movilizadora–, obtuvo el 54% de
la votación nacional, lo que le permitió acceder directamente a la presidencia
de Bolivia sin necesidad de establecer apoyos y acuerdos partidarios en el
hemiciclo parlamentario.
A partir de esa victoria, el desempeño del presidente Morales y del
MAS-IPSP en los eventos político-electorales de carácter nacional (Asamblea
Constituyente, referéndum revocatorio, elecciones generales, etcétera) fue
permanente y continuo con resultados favorables. El año 2009, en el marco
de la primera reelección presidencial y del régimen electoral emergente de la
nueva Constitución Política del Estado (CPE), Morales obtuvo el 64% de la
votación nacional, porcentaje que garantizó al MAS-IPSP los dos tercios de
la representación parlamentaria en las dos cámaras (Senadores y Diputados).
Finalmente, en octubre de 2014 logró el 61% de la votación, lo cual le per-
mitió obtener nuevamente los dos tercios de representación en la Asamblea
Legislativa Plurinacional (ALP).

Gráfico 1: Desempeño electoral MAS-IPSP, elecciones generales 2002-2014


70%
64,00%
61,36%
60%
53,80%
50%
Porcentaje de votos

2002
40%
2005
30% 2009
21,00%
20% 2014

10%

0%

Fuente: Elaboración propia con datos de la Corte Nacional Electoral y del Tribunal Supremo Electoral.
78 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

Por lo visto, desde su primera incursión electoral hasta la última (2014),


Morales superó el margen establecido que valida el acceso de los candidatos
a los recursos de representación política, incorporando una práctica que se
extiende como una pauta central de legitimación de la democracia boliviana:
el principio que recurre a la voluntad popular expresada en la obtención de
una mayoría electoral. Esta situación solo cambió en el evento de consulta
electoral del 21 de febrero de 2016, cuando se buscó la modificación de la
Constitución Política del Estado (CPE) para viabilizar una nueva reelección
presidencial. Es entonces que la configuración del Gobierno de Morales de-
notó el asentamiento de un liderazgo político con una gran carga de legiti-
midad plebiscitaria y, con ello, del MAS-IPSP como la principal organización
política con mayor desempeño electoral y presencia territorial en el país.
A partir de la descripción realizada hasta aquí, una pregunta que aparece
como ineludible sobre el fenómeno político que encabeza Morales es: ¿en
qué radica la fuerza de Morales y del MAS-IPSP para lograr el desempeño y
las victorias electorales con márgenes considerablemente amplios?
Al menos se perfilan dos respuestas que requieren de un mayor desarrollo
descriptivo. Por una parte, el carácter peculiar de constitución del MAS-IPSP
como un “instrumento político” de las organizaciones campesinas indígenas
con asiento o asidero territorial, las mismas que se hacen visibles en tanto
factores reales de poder político. Y, por otra, el MAS-IPSP como un “disposi-
tivo político-electoral” flexible e inestable mediante el cual se logra la articu-
lación y la gestión de intercambios políticos con estructuras corporativas y/o
asociativas del campo popular de la sociedad civil. Ambos rasgos constituyen
facetas de formas de darse de la política en y del MAS-IPSP, que en su efecto
e impacto final lograron los amplios márgenes de apoyo y sustento político
electoral, así como también de eficacia político institucional.
En lo que sigue, desarrollamos un conjunto de argumentos relativos a
esas dos facetas y, por ende, una caracterización del estilo del liderazgo polí-
tico de Morales.

3.2. MAS-IPSP, instrumento político

Se afirma que el liderazgo de Evo Morales y la irrupción del MAS-IPSP en


el campo político es el resultado, en parte, de las reformas ocurridas en ple-
no periodo de vigencia y puesta en marcha de las “reformas estructurales”
del modelo neoliberal, iniciadas a mediados de la década de 1980 y que se
extendieron hasta 2005. Se destaca, en particular, la reforma del sistema de
representación política ocurrida en 1994, cuando se incorporó la figura de
los diputados uninominales en la composición de la mitad de la Cámara
“Formas de darse” de la política en y del MAS-IPSP | 79

de Diputados del Congreso Nacional, quienes serían elegidos a través del


sistema de mayorías en circunscripciones territoriales establecidas en cada
uno de los departamentos del país. Complementariamente, otra medida
política que tuvo un impacto significativo para la futura expansión y cre-
cimiento del MAS-IPSP, a lo largo de aproximadamente dos décadas, fue la
descentralización política del Estado en favor de los gobiernos municipales,
la cual dio lugar a la implementación de la Ley de Participación Popular y
de Municipalidades, a mitad del decenio de 1990, la primera, y a inicios de
2000, la segunda.
Con ambas reformas, se establecieron condiciones institucionales
de “territorialización de la política”, pues se abrían las posibilidades
institucionales para facilitar y ampliar la participación social en el sistema
político y en la gestión del propio Estado a través de una mayor cercanía
de los recursos de representación del sistema político y del gobierno
local con la población y la ciudadanía. Así, ambos escenarios fueron una
especie de “condiciones de posibilidad” de carácter estratégico para la
emergencia y la visibilización de actores subalternos que no encontraban
mecanismos institucionales auspiciosos para canalizar su fuerza social y sus
reivindicaciones particulares y/o colectivas. En todo caso, hasta antes de las
reformas mencionadas, esos sectores y grupos sociales estaban obligados
a interactuar en el sistema político a través de las estructuras político-
partidarias existentes, situación que implicaba una especie de renuncia
o de distanciamiento de los dirigentes y líderes sociales de sus estructuras
colectivas y/o corporativas, en las que primordialmente se procesaban las
posiciones y las reivindicaciones que buscaban canalizarlas hacia el sistema
político.53 A mediados de la década de 1980, los líderes y dirigentes del

53 Además de la “pertenencia” y/o “militancia” de dirigentes campesinos e indígenas en


partidos de izquierda, que les imponían criterios paternalistas de representación y par-
ticipación política, en el periodo neoliberal emergieron partidos denominados “neopo-
pulistas”: Conciencia de Patria (CONDEPA), a la cabeza de Carlos Palenque, comuni-
cador de una radio y un canal de televisión popular en la ciudad de La Paz; y Unidad
Cívica Solidaridad (UCS), del empresario cervecero Max Fernández. La incorporación
de ambos partidos permitió “desmonopolizar” o dislocar la representación política que
básicamente se concentraba en tres partidos tradicionales: Movimiento Nacionalista
Revolucionario (MNR), Acción Democrática Nacionalista (ADN) y Movimiento de
Izquierda Revolucionaria (MIR), mediante una mejor canalización de la participación
y de la representación de sectores populares; por ejemplo, CONDEPA fue el primer
partido que permitió que una mujer aymara ingresara directamente al Parlamento. Un
estudio minucioso del desempeño político-electoral de ambos partidos y liderazgos,
como de la composición social y las formas de hacer política desde estos, es el trabajo de
Fernando Mayorga (2002).
80 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

movimiento campesino-indígena, junto a sus organizaciones corporativas de


carácter nacional y de base (sindicatos y comunidades), enfrentaban dicho
desafío que constituía, desde una perspectiva estratégica, el asunto central
a resolver. Para el efecto, en el marco de las nuevas condiciones político-
institucionales de “territorialización” de la política y de los arduos debates
que se desplegaron en el seno de las organizaciones con motivo de los 500
años del “descubrimiento” de América por los españoles, estos actores
desplegarán una línea táctica con ideas esbozadas por viejos dirigentes del
movimiento campesino-indígena de orientación katarista e indianista en
torno a la construcción de un “instrumento político”.54
Como ya describimos anteriormente, el itinerario del nacimiento del
“instrumento político” de los campesinos indígenas del país fue enredado y
azaroso (García et al., 2014). Resulta que, a pesar de todos los esfuerzos por
lograr la estructuración del instrumento político, este no logró concretarse
como originalmente fue pensado por los distintos promotores y/o líderes
que dilucidaron y trabajaron en el cometido. Su trayecto discursivo se des-
plazó y mutó desde la idea original y “comunitarista” del nacimiento y es-
tructuración de una Asamblea de Nacionalidades (AN), hasta la concepción
de la Asamblea de las Naciones Originarias y del Pueblo, para desembocar,
finalmente, en la posición híbrida y pragmática de contar con un instrumen-
to político denominado Asamblea por la Soberanía de los Pueblos (ASP), el
mismo que derivó en el Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos
(IPSP). Esta última idea tenía la finalidad de dotar a las organizaciones cam-
pesinas indígenas de un mecanismo o “instrumento propio” para participar
en los procesos electorales, ya que con la territorialización de la política se
abría una nueva oportunidad para lograr el acceso más directo y efectivo de
los campesinos indígenas a los recursos de representación política.
Según los diversos testimonios de los dirigentes campesinos indígenas
(García et al., 2015), se mencionó que la AN resultaba ser una “estructura
supra” de autogobierno comunitario, cuyo sostén y cimiento lo constituían las
estructuras corporativas de las organizaciones campesinas indígenas extendidas
en el territorio nacional; en otras palabras, un “otro” sistema político, “un mini”
Estado que existía en forma dispersa, atomizada y paralela al Estado republica-
no. En la medida en que estos mini Estados lograsen una mayor articulación
y estructuración nacional como Asamblea de las Naciones Originarias y del
Pueblo, estas células se convertirían en “otro Estado” dentro del Estado re-
publicano. La AN sería el embrión de un gobierno propio de los campesinos
indígenas y del pueblo organizado que, en función de su potenciamiento y
funcionamiento, subvertiría al Estado republicano como a un viejo cascarón.

54 Al respecto, véase el trabajo de Javier Hurtado (1986).


“Formas de darse” de la política en y del MAS-IPSP | 81

Según esos mismos testimonios, el IPSP fue una propuesta alterna a


la idea de la AN, la misma que consideraba la puesta en marcha de una
“estrategia de poder” que, en su cometido final, posibilite a las organi-
zaciones sociales el despliegue de acciones e intervenciones dirigidas a la
toma paulatina e incremental del poder político. En el fondo, el IPSP fue
una propuesta que retomaba la experiencia política de militancia de los
dirigentes y los líderes campesinos indígenas en los partidos de izquierda
e incorporaba la experiencia particular de su vinculación y sujeción a las
estructuras comunitarias y/o corporativas. En ese sentido, el IPSP se pensó
como un vehículo político en parte parecido o similar a los partidos políti-
cos, pero que, asimismo, traía consigo mutaciones sobre su estructuración
y funcionamiento que lo diferenciaba sustancialmente de esas entidades.
La principal diferencia respecto a los formatos partidarios es que este “ve-
hículo político-electoral” o “instrumento político” estaba y debiera estar
bajo el control de las organizaciones campesinas indígenas y activarse en
función de las condiciones y las oportunidades político-institucionales de
juego y reconfiguración del sistema político.
Entonces, la idea principal fue la de contar y/o dotar a las organizaciones
matrices y de base (sindicatos, centrales, subcentrales y federaciones) de un
brazo político-electoral para que sean directamente las comunidades campe-
sinas indígenas, a través de sus estructuras corporativas, las que disputen el
control del poder público local a través de la imposición de su fuerza mayori-
taria como estructura gregaria. En ese sentido, se establecieron dos ámbitos o
niveles de intervención para la disputa político-electoral: de manera primor-
dial en el nivel local o municipal, donde ellos constituían mayorías efectivas
y podían acceder rápida y electoralmente al ejercicio de los gobiernos mu-
nicipales, y, de manera suplementaria, en el nivel nacional a través del logro
de victorias mayoritarias en las circunscripciones uninominales donde tenían
reales posibilidades de éxito. En otras palabras, ya no buscaban armar y arti-
cular el “otro Estado” dentro del Estado republicano para luego subvertirlo
desde adentro, sino disputar directamente la toma del poder político parti-
cipando en las lides electorales, en una línea progresiva y territorial sobre la
base de los mecanismos y dispositivos democráticos vigentes.
Esta lectura estratégica y de “sentido práctico”, de asumir a la democra-
cia electoral como parte del accionar táctico de los campesinos indígenas,
creando con ese propósito un “instrumento político” con base en sus estruc-
turas de autogobiernos territoriales, no fue lineal y de amplio consenso al in-
terior del movimiento campesino indígena.55 Su construcción y concreción

55 Esta historia de transformaciones y disputas al interior del movimiento campesino


indígena en parte fue descrita y graficada por Félix Patzi (2007) y Ayar Quispe (2003).
82 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

fue resultado de intensas disputas sindicales y políticas, del balance continuo


de las relaciones de fuerzas y del derrotero de los liderazgos personales en el
seno del movimiento campesino indígena. Los fines particulares, las posicio-
nes ideológicas y el juego de los intereses de poder fueron disímiles y, con el
tiempo, en función a la dinámica política y al desempeño electoral, el derro-
tero de los liderazgos que trabajaron en la concreción legal del instrumento
político, sea como ASP o IPSP, se fue decantando.
Al respecto, fueron los campesinos cocaleros del trópico de Cochabamba,
encabezados por Morales, quienes lograron finalmente munirse de un ins-
trumento político con personería jurídica reconocida y vigente, mediante la
obtención y el control de una sigla partidaria ya existente: el Movimiento Al
Socialismo-Unzaguista (MAS-U), sigla partidaria a la que, también, busca-
ron en forma reiterada imprimirle cambios de tipo simbólico y programático
para ajustarla mínimamente a sus requerimientos normativos de identidad
política, como por ejemplo el propósito de quitar la “U” de “Unzaguista”,
pues traía consigo la sigla heredada del MAS, e incorporar en su lugar IPSP.
Dicho trámite tampoco fue llano, directo o fácil de lograr, dadas las restric-
ciones de orden legal, incluidas las limitaciones y la poca experiencia de los
campesinos indígenas en lidiar con las estructuras y normas procedimentales
de la ex Corte Nacional Electoral (García et al., 2014).
La elección por mayoría simple y absoluta de Evo Morales, Román Loayza
y Félix Sánchez como los primeros diputados uninominales campesinos in-
dígenas elegidos a través del frente de izquierda que postuló a Alejo Véliz,
otro líder campesino emblemático, como candidato presidencial de Izquierda
Unida (IU), constituye el antecedente de la importancia y el potencial polí-
tico que representaba ingresar en las lides electorales y, a través de ellas, en la
gestión política parlamentaria. A pesar de que esos tres diputados accedieron
al Parlamento mediante un frente electoral sostenido por varios partidos de
izquierda, su desempeño general como representantes políticos no se des-
prendió de la lógica territorial y corporativa de la que emergían y recibían el
respaldo orgánico. Ninguno de ellos manifestó una militancia al frente polí-
tico-electoral de IU, que les sirvió como vehículo para llegar al Parlamento.
Lo que existía y funcionaba era un fuerte lazo de vinculación de estos con sus
estructuras matrices de organización campesina indígena.
La estrategia electoral para acceder a los recursos de representación política
se manifestó en el rápido éxito alcanzado por los cocaleros y los campesinos
que obtuvieron victorias electorales en los municipios rurales indígenas o
campesinos que estaban bajo su influencia. Esta estrategia y experiencia
será rápidamente asimilada y capitalizada por el conjunto del movimiento
campesino indígena como una estrategia y táctica a replicar en otros lugares
del país. De esa forma, ocurre la irradiación política del MAS-IPSP al conjunto
“Formas de darse” de la política en y del MAS-IPSP | 83

del movimiento campesino indígena o, mejor, su efecto de expansión político-


territorial como un “instrumento político” de las organizaciones campesinas
indígenas. Dicha expansión y crecimiento territorial se visibilizó en su
asentamiento como parte o “brazo” de las estructuras orgánicas de los núcleos
duros de organización corporativa de los campesinos indígenas a lo largo y
ancho de Bolivia, tal como afirman los dirigentes indígenas campesinos al
mencionar: “No somos del MAS, el MAS es nuestro”, “el MAS-IPSP no es
ajeno a la organización, es la misma organización”.56 Así, ese “otro” Estado,
que inicialmente fue pensado por los dirigentes campesinos indígenas al desear
impulsar la AN como el recurso de fuerza que anidaba en su interior, fue puesto
en marcha a través de la activación de las estructuras “orgánicas”, latentes y
dispersas de autogobierno comunitario y/o corporativo, que operaban con
eficacia en forma paralela y eficaz al Estado republicano en distintas zonas del
país.
Después de las primeras victorias electorales de IU y, posteriormente,
del MAS-IPSP en territorios de alta integración corporativa como fueron las
zonas del trópico cochabambino, la expansión territorial del “instrumen-
to político” bajo la sigla MAS-IPSP fue cada vez más contundente. Además
del Chapare, la influencia del MAS-IPSP abarcó a otras zonas o territorios
“clave” que paulatinamente fueron copados o controlados por las organiza-
ciones campesinas e indígenas de los colonizadores, en su dinámica de des-
plazamiento hacia las zonas de expansión y presión de la frontera agrícola en
los departamentos de Santa Cruz (norte integrado), Beni y de los Yungas de
La Paz, además de la incidencia en áreas tradicionales de ejercicio de fuertes
dinámicas comunitarias en distintas regiones rurales de los departamentos
de Potosí (norte), La Paz y Oruro, expandiéndose a las “zonas nuevas” de
colonización. De ahí, el “salto” natural fue su irradiación hacia las ciudades
pequeñas o centros poblados (El Alto), ya que la dinámica mercantil de estos
ámbitos poblacionales intermedios permitía un amplio campo de acción,
irradiación e influencia social y política.
En ese contexto, al articularse estas dinámicas que son el resultado de
la reforma política, en el primer caso, y del movimiento de la sociedad, en
el segundo, sucede una especie de acoplamiento entre dos dinámicas de
“darse de la política” en el país. Por un lado, la “territorialización de la po-
lítica” dio lugar a la ampliación de los escenarios de interacción, abriéndose

56 Estas enunciaciones aparecen en las historias de vida y en las conversaciones con diri-
gentes campesinos indígenas desarrolladas a lo largo de varios años, aproximadamen-
te cinco, de vinculación y trabajo desde el PNUD con las estructuras de organización
campesina e indígena del MAS-IPSP. La sistematización y el registro se encuentran en
el libro de autoría colectiva publicado por el CIS y el PNUD (García et al., 2015).
84 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

posibilidades reales para que expresiones de carácter local puedan acceder


rápidamente a los recursos de representación nacional y de poder local. Por
otro lado, las estructuras corporativas de autogobierno de las comunidades
campesinas indígenas lograron encontrar, en las reformas del sistema políti-
co, las condiciones auspiciosas para canalizar su fuerza de autogestión y re-
presentación territorial, posibilitando así su activación y articulación política.
El acoplamiento se hizo posible gracias a la mediación de un instrumen-
to político: el MAS-IPSP, que se ponía a disposición de las estructuras cor-
porativas de los campesinos indígenas precisamente para jugar e interactuar
en el campo político con identidad propia. Es decir, operaba el “sentido
práctico” o de oportunidad básica, dilucidado desde la potencia originada en
estructuras de autogobierno de base territorial como son las organizaciones
campesinas indígenas, para asirse a un poder legítimo, público y legal. Esta
oportunidad, desde su perspectiva, debiera ser aprovechada para acumular
poder “orgánico” y capital político.
Este fue el fundamento básico y el núcleo “duro” de la fuerza del MAS-
IPSP, en tanto instrumento político de los campesinos indígenas, mediante
el cual lograron acceder al poder local y, en el curso del proceso ascendente
e incremental, devino en Gobierno nacional y Estado. La naturaleza híbrida
del MAS-IPSP, como un mecanismo de mediación, se evidenció en su carác-
ter instrumental al considerarse un dispositivo flexible que comunica y rela-
ciona dos ámbitos de funcionamiento y procesamiento político: el formal,
establecido por la democracia representativa, vigente a través de las normas
legales y positivas, y el “orgánico”, practicado por las comunidades cam-
pesinas indígenas “desde abajo”, que desarrollan “otro” sistema político de
democracia comunitaria en la base.
Esa articulación de las lógicas de “arriba” y de “abajo” se tornó virtuo-
sa en la medida en que permitió el fortalecimiento de ambos formatos de
“darse de la política”, ya que, con la validación reiterada del poder político
a través del voto mayoritario, la democracia representativa se vio reforzada
como una forma de gobierno y un efectivo dispositivo de legitimación del
poder político. Asimismo, las formas comunitarias de gestión territorial que
practicaba y desarrollaba la democracia comunitaria en el seno de las comu-
nidades campesinas indígenas, a través de sus estructuras corporativas de
autogobierno, encontraron un mecanismo y un canal mediante los cuales
lograron su visibilización política como factores reales de poder político de
base territorial, construidas y desarrolladas “desde abajo”.

3.3. El MAS-IPSP como dispositivo político-electoral

El instrumento político no se limitaba a ser un “brazo” o “utensilio” de


“Formas de darse” de la política en y del MAS-IPSP | 85

mediación entre los “dos mundos” del campo político: el comunitario y el li-
beral democrático, entre la política “desde abajo” y la política “desde arriba”,
en los que jugaban e intervenían los campesinos indígenas, sino que consti-
tuía también un dispositivo de articulación político-electoral, un instrumen-
to efectivo para lograr resultados electorales exitosos, de imposición de ma-
yorías efectivas a través de la agregación de votos y de masiva participación
organizada en movilizaciones sociales. Esta fue otra de las facetas del MAS-
IPSP que mostró su potencia radical cuando el horizonte de acceso al poder
de los campesinos indígenas se vio ampliada del ámbito local al nacional y,
de esa manera, empezó a convertirse en un “instrumento político” ya no solo
de los campesinos indígenas en los ámbitos rurales, sino de un conjunto de
actores del campo popular para el acceso al poder y, a la vez, constituirse en
un efectivo dispositivo político-electoral de gestión hegemónica.
En esa dimensión –que concierne al juego de interacciones para lograr
la articulación de distintos sectores y grupos sociales para acceder al poder y,
luego, para mantenerse en él– se desarrolla con mayor ímpetu la naturaleza
pragmática o de “sentido práctico” de los líderes y los dirigentes campesinos
indígenas que, una vez en uso de los recursos de la representación política,
se mueven con mucha soltura en el campo de las relaciones, los juegos y las
disputas del campo político. Los recursos que utilizan para lidiar con los
desafíos del juego democrático son, en gran parte, pragmáticos. El estilo de
hacer política oscila entre la necesaria dramatización simbólica y discursiva
que requiere la visibilización y la escenificación de la política en condiciones
del actual modelo democrático, y las movilizaciones “orgánicas” y de asedio
político-institucional al régimen establecido a través de la presencia masiva
en las calles y carreteras de los grandes conglomerados sociales; una combi-
nación de acciones políticas que fluctúa indistintamente “de la protesta a la
propuesta”, de lo “orgánico” a lo público, y viceversa.
Las victorias en todos los casos, tanto en los eventos electorales como
en las movilizaciones sociales, fueron democráticas, como mencionaban y
reconocían, una y otra vez, los dirigentes campesinos indígenas cuando re-
memoraban en sus testimonios las victorias electorales y políticas de las dos
últimas décadas, señalando que las mismas fueron logradas, paradójicamen-
te, con las “propias armas del enemigo y en su propia cancha”57 (García et
al., 2015). La victoria electoral de 2005, que logró el 54% de la votación

57 “La importancia de este instrumento político es que ha sido uno de los mejores me-
canismos para llegar al poder, para controlar el poder político […]. Hemos visto que
era el mejor mecanismo para ingresar a la arena democrática, ganar las elecciones y
empoderarse del poder político” (Feliciano Begamonte, dirigente sindical campesi-
no, en García et al., 2015: 106).
86 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

nacional, es el resultado del juego de interacciones internas que suceden en


el MAS-IPSP como instrumento político de los campesinos indígenas y, al
mismo tiempo, como un dispositivo político-electoral en manos del “sen-
tido práctico” y del desemboque estratégico de las experiencias políticas y
sindicales acumuladas por los dirigentes campesinos indígenas. La batuta y
el liderazgo central descansó, obviamente, en la figura y la personalidad de
Morales, quien desde muy temprana edad lidió con las distintas formas de
darse de la política en el seno de las organizaciones campesinas, como son
las seis federaciones del trópico cochabambino y, en su calidad de diputado
nacional, en el campo político de la democracia representativa, además del
desarrollo de una amplia destreza y conocimiento práctico de experiencias
recuperadas a través de las interacciones con experimentados líderes políti-
cos nacionales e internacionales.
Un hito fundamental de esa capacidad de articulación política que tuvo
resultados inmediatos fue la rápida confluencia de las principales organiza-
ciones campesinas e indígenas del país en un ente de articulación política:
el “instrumento”. Primero, a través del apoyo electoral de 2002 y, poste-
riormente, de 2005, que ya incorporaron la visión estratégica de gestión
hegemónica de los recursos de representación política al postular en la plan-
cha de candidatos del MAS-IPSP a dirigentes que provenían de distintas or-
ganizaciones sociales, para luego, con esa misma estrategia, desembocar en
la más amplia alianza de organizaciones campesinas e indígenas que se ha
establecido en el país para llevar una propuesta de Constitución Política a
la Asamblea Constituyente, el denominado Pacto de Unidad y el impulso
del “proceso de cambio” por una gama cada vez mayor de organizaciones
sociales de raigambre popular.58
Si bien en la fase inicial el MAS-IPSP, como instrumento político de las
organizaciones campesinas indígenas, ya expresaba ser un dispositivo polí-
tico-electoral potente para el juego de las interacciones políticas, fue con la
asunción de Morales a la presidencia y al poder político que esta faceta se
desarrolló con mayor fuerza. El MAS-IPSP, en tanto sigla de una entidad
política, más allá del instrumento político, se convirtió en un dispositivo
político-electoral del Gobierno de Morales, el mismo que adquirió una di-
mensión de mayor flexibilidad e inestabilidad “orgánica” a tal punto que

58 Ese acuerdo o pacto fue suscrito por seis organizaciones indígenas y campesinas del
país: Coordinadora de Pueblos Étnicos de Santa Cruz (CPESC), Consejo Nacional
de Ayllus y Markas del Qullasuyo (CONAMAQ), Confederación Sindical Única
de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), Confederación Sindical de
Colonizadores de Bolivia (CSCB), Federación Nacional de Mujeres Campesinas
Bartolina Sisa (FNMC-BS) y Movimiento Sin Tierra de Bolivia (MST-B).
“Formas de darse” de la política en y del MAS-IPSP | 87

pudo relajarse –según las circunstancias– como estructura partidaria sin fijar
un centro determinante, más que la voluntad activa de su representante o
líder político: Evo Morales.
3.4. Evo Morales, política más allá del populismo 

El populismo, según Ernesto Laclau (2005), es una forma de ocurrir de la


política, esto es, de la articulación de grupos y/o sectores sociales en la que un
significante particular, un nombre o un líder, encarna lo general o universal.
La política populista es siempre precaria y requiere reinventarse de manera
continua. La forma populista exacerba lo “popular” e interpela al “pueblo”;
busca constituir a este sujeto a través del discurso y la dramatización que
marca una frontera de polarización o de diferencia entre unos y otros: los
“amigos” (el pueblo) frente a los “enemigos” (el no-pueblo: la oligarquía,
la “derecha” o lo que sea). Es indudable que Morales desplegó la estrategia
populista; durante sus mandatos presidenciales buscó, una y otra vez, resig-
nificar y reinventar su liderazgo. En eso fue y es aún eficiente. Casi siempre
ha logrado sus cometidos lidiando conflictos y contingencias de distinto tipo
y raigambre. Este hecho, al final del balance, es, sin duda, el principal capital
y resultado de su eficacia y eficiencia política. 
Sin embargo, no todo acontece por la puesta en marcha de esa forma de
hacer política. Como cualquier otro formato, el populismo expresa fronteras
que cierran sus alcances y/o sus posibilidades. Los ejemplos son los aconte-
cimientos que han marcado las derivas de los líderes populistas catalogados
como “de izquierda”: Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela; Rafael
Correa en Ecuador; Luiz Inácio Lula Da Silva en Brasil; Néstor Kirchner y
Cristina Fernández en Argentina; Daniel Ortega en Nicaragua, etcétera. En
todos los casos, se manifiesta una profunda crisis y el cuasi fracaso del forma-
to populista, pues, de pronto, sin que se prevea el desenlace, el esquema de
poder giró en contra de ellos; esto es, de haber sido la condensación o perso-
nalización del “pueblo” –como sostiene la teoría del populismo de Laclau–,
pasaron a ser expresiones de la fragmentación y desmovilización de este.
El caso de Morales es diferente (Archondo, 2007). A primera vista, en su
formato de hacer política y en su manera de gobernar hay algo de extraño.
A diferencia de sus pares populistas, su liderazgo y su Gobierno han logrado
continuidad y permanencia en el poder con fuerte apoyo mayoritario. No es
menor, como ya dijimos, el dato de que Morales haya triunfado de manera
consecutiva en las tres últimas elecciones generales con más del 50%+1 y
que, a lo largo de más de una década, haya sido el principal factor del acon-
tecer político nacional. Todo parece girar alrededor de su figura y su lideraz-
go. Asimismo, ha demostrado una sostenida capacidad para reinventarse, ya
que se pueden identificar, a lo largo de sus mandatos, al menos dos grandes
88 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

mutaciones en su proyecto y desempeño político: de candidato cocalero,


que llegó al poder portando un ambicioso proyecto de refundación estatal, a
encarnar un anhelado proyecto de modernización económico y social. Todo
ello marca las diferencias sustantivas respecto a la deriva de los otros regíme-
nes y proyectos populistas de la región. 
¿Qué es lo extraño y que, al parecer, no se quiere reconocer o bien se
simplifica? Uno, obviamente, es la factura populista, el estilo de hacer políti-
ca: la capacidad de tomar decisiones, de patear el tablero, de “jugar” a “hacer
la guerra”, como sostuvo el vicepresidente Álvaro García Linera en una en-
trevista pública: “Con Evo somos hombres de guerra. No hemos venido a
caminar encima de flores, hemos venido a la guerra. Y cuando no hay guerra,
nos intranquilizamos; cuando no hay lucha, estamos un poco incómodos”
(El Deber, 1 de enero de 2018). En ese contexto, Morales rompe esquemas,
sorprende, escandaliza; se mueve en distintos planos, avanza, retrocede y/o
reformula decisiones. Sintetizando, es el político populista por excelencia,
un animal político en toda su expresión, ya que la política lo define y lo
consume y, a la vez, lo presenta. Sin populismo no habría Morales y, posi-
blemente, sin Morales no habría la puesta en vilo de estructuras, relaciones
y formatos de hacer política, y, así, no habría la novedad, el acontecimiento
y la invención política. 
La otra vena o matriz de hacer política que incide en el estilo de Gobierno
de Morales y a su vez lo respalda en su desempeño es de factura estructural
no contingente, sedimentada e inmanente. Esta factura es externa a él y, al
parecer, no depende enteramente de él. Es una vena o matriz de raigambre
extensa que se manifiesta de distintas maneras. Como hemos descrito respec-
to a las formas de darse de la política en y del MAS-IPSP, constituye el des-
pliegue de acciones colectivas desde estructuras corporativas que se asemejan
a una especie de cerco o acoso reiterado de la sociedad al Estado, una especie
de búsqueda sinuosa y, a la vez, sedienta de las organizaciones de la sociedad
por ser parte del Estado o de atosigarlo sin piedad, para controlarlo o sedarlo. 
Detrás de ello operan estructuras y formas de acción que han sido es-
tigmatizadas por el lenguaje político como negativas per se, ya que, según
se afirma, estas emanan desde lugares “no” políticos o “no” propios de la
política, esto es, desde estructuras y/o poderes fácticos que la sociedad civil
anida “perversamente”. Estos formatos de hacer política fuera del campo de
lo “políticamente correcto”, de la hegemonía (populista), tienen distintas de-
nominaciones que, según hemos mencionado, van desde las más ambiguas
e imprecisas, como ser movimientos sociales y organizaciones corporativas,
hasta nociones que pretenden caracterizarlas como estructuras alternas y/o
suplementarias, tales como subsuelo político, sistemas de autogobierno, di-
versidad institucional, política “desde abajo”, etcétera. 
“Formas de darse” de la política en y del MAS-IPSP | 89

Lo cierto es que esas estructuras y formatos de autogobierno que se pro-


cesan y emergen desde la sociedad civil encuentran en Morales un instru-
mento de poder y de acción colectiva con efectos estatales. Él es su punta
de lanza para lograr cometidos de construcción hegemónica “desde abajo”;
es, en pocas palabras, su mejor jugador en un campo y un juego que no
fueron establecidos ni elegidos por ellos, pero que instrumentalmente fue-
ron asimilados e incorporados en su bagaje de estrategias y sus repertorios
de acción. En todo caso, desde esas maneras de hacer política “desde abajo”
cargan con él (con Evo y el campo de juego) para expandir su control, su
soberanía y su autogobierno. Por ello, en esa lógica de hacer política más allá
del populismo, esas estructuras y formatos no se sujetan necesariamente al
campo de juego y a las reglas preestablecidas; en todo caso, juegan a domes-
ticarlas o bien, si no resultara, a subvertirlas. Esto explica el virtual éxito de
Morales en la permanencia en el poder y la insistencia, a pesar de las reglas,
de continuar en este.
En síntesis, el MAS-IPSP es un instrumento político de base territorial
que en el campo político deviene en un dispositivo político-electoral flexible
e inestable, puesto que juega a lograr articulaciones posibles de las estructu-
ras corporativas de distintos grupos y sectores sociales. En principio, como
efecto de la irradiación “natural” de influencia política, logra articulaciones
con las organizaciones campesinas e indígenas, potenciando y fortaleciendo
a la vez sus estructuras orgánicas y/o comunitarias. Y, en correspondencia,
como efecto de los éxitos de la suma de voluntades expresadas en la acumu-
lación de los votos y en el logro de mayorías eficaces para garantizar el acceso
de estos a los recursos del poder político, estos sujetos interactúan con el
espectro de organizaciones sociales que se suman a la estructuración de una
propuesta de gobierno y transformación estatal bajo la égida de Morales y
del MAS-IPSP. Estas son las dos facetas y/o características que definen al
MAS-IPSP y a su liderazgo como los principales fenómenos políticos que
durante más de una década ejercen el poder en el país con un éxito sin paran-
gón en la historia boliviana, visibilizando un horizonte hegemónico que, con
la tercera victoria electoral de 2014, lograron asentar su peso gravitacional en
la reconfiguración del escenario político.
91

4
Nuevo pluralismo y “política desde abajo”

Las trayectorias electorales del Movimiento Al Socialismo - Instrumento


Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP) desde 2005 hasta la
última consulta electoral (2014-2015) han quebrado las tradicionales formas
de reproducción y renovación del poder político. Las elecciones generales de
2014, en las que Evo Morales y Álvaro García Linera fueron reelegidos por
tercera vez, ahora con un 61% del electorado, posibilitó, por segunda vez, el
control de dos tercios de los escaños de la Asamblea Legislativa Plurinacional
(ALP). Los resultados de los comicios subnacionales de 2015, que culmina-
ron con el balotaje en dos gobernaciones del país (Tarija y Beni), permitie-
ron, asimismo, reafirmar el control oficialista de más de dos tercios de los
gobiernos municipales y de seis de las nueve gobernaciones del país. A todas
luces, acontecía el despliegue de una hegemonía que lograba asentarse como
el principal factor y tendencia del acontecer político en Bolivia.
Sin embargo, a pesar de las reiteradas victorias electorales, el 21 de fe-
brero de 2016, en el referendo de consulta para la reforma constitucional
de habilitación a una tercera reelección continua del presidente y vicepre-
sidente, las intenciones gubernamentales de obtener una victoria electoral/
ratificatoria resultaron desfavorables.59 Ya en otras consultas anteriores (refe-
rendo de aprobación de estatutos autonómicos departamentales y consulta
de elección de las autoridades judiciales promovidas por el oficialismo) se
manifestó un conjunto de síntomas de la puesta en vilo de la gestión hege-
mónica. Retrotrayéndonos a las elecciones subnacionales, el análisis de los
resultados permite entrever que el MAS-IPSP no logró mantener, en unos
casos, y replantear, en otros, el equilibrio de fuerzas en las gobernaciones de
Tarija, La Paz y Santa Cruz; tampoco logró modificar la correlación de fuer-
zas en las ciudades capitales del país: de las diez más importantes de Bolivia,
el MAS-IPSP solo obtuvo dos, Sucre y Potosí.

59 El 21 de febrero de 2016 se realizó el referendo de aprobación de la reforma constitu-


cional para habilitar al presidente y vicepresidente de Bolivia a una tercera reelección
continua. El resultado fue desfavorable a la iniciativa gubernamental. El “No” ganó
con algo más del 51% (51,3) de los votos, mientras que el “Sí” obtuvo algo menos
del 49% (48,7) de los votos restantes, rechazándose el proyecto constitucional.
92 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

Dicha situación permite esbozar una serie de conjeturas en torno a la


gestión hegemónica. Si bien, a primera vista, la fuerza gravitacional del MAS-
IPSP/Gobierno a nivel nacional aparece como el factor central del desempeño
del campo político, los resultados de la contienda subnacional (departamen-
tal y municipal), como los del 21 de febrero de 2016, llegan a relativizarla. A
lo largo de la última década se han generado distintas dinámicas de disputa
política que, si bien no ponían en entredicho la gravitación hegemónica del
oficialismo, eran factores que la amenazaban y, en función al tiempo y a
las decisiones de los actores estratégicos, pudieron dislocarla. Las transfor-
maciones acaecidas en las estructuras económica, política, social y cultural
del país han reconfigurado las pautas de organización y participación de la
sociedad y, por ende, de la constitución y afirmación de las identidades polí-
ticas. En ese sentido, la gravitación hegemónica del MAS-IPSP se ve relajada,
provee la imagen de una “hegemonía incompleta”, esto es, la de un campo
no suturado plenamente, un campo con grietas y/o posibilidades de juego y
dinamismo político.
En ese sentido, el relajamiento de la gravitación hegemónica visibiliza,
además de la hegemonía de su modelo de gestión, un conjunto de factores
o mutaciones acaecidas en el campo social y político que continuamente
amenazan con desbordar al modelo, como la emergencia de un “nuevo”
pluralismo en el marco de las disputas convencionales del sistema político
(dinámicas político-partidarias), que ya, desde hace tiempo, interpela al sis-
tema político desde la “periferia interna” (Arditi, 2010) o “desde abajo”, con
manifestaciones de ello.
En lo que sigue, abordamos la mencionada propuesta de análisis de la
reconfiguración del campo político. Para el efecto, en la primera sección se
expondrán brevemente las variables que explican la gravitación hegemónica;
y en la segunda y tercera, sobre la base del análisis de los eventos electorales
del nivel subnacional (2015), el planteamiento de nuevas “pistas” en torno
a la “hegemonía incompleta” y la constitución de las identidades políticas
construidas “desde abajo” o desde las estructuras “orgánicas” que dislocan
lo establecido.

4.1. Las variables de la gravitación hegemónica

La gravitación del MAS-IPSP en el campo político se expresa en la centrali-


dad y en la incidencia que de manera constante e incremental ha logrado el
Gobierno de Morales a través de la redefinición y la reinstalación institucio-
nal de los poderes públicos del Estado, la ampliación de los mecanismos de
gobernabilidad democrática y las representaciones discursivas del poder. En
síntesis, cuatro variables explican esa gravitación.
Nuevo pluralismo y “política desde abajo” | 93

4.1.1. La fuerza político-electoral del MAS-IPSP

Como sostiene el vicepresidente del Estado, Álvaro García Linera (2014c),


la gravitación del MAS-IPSP como el principal referente hegemónico de or-
ganización del campo político se debe a que la performance del Gobierno de
Morales –que sobrepasó la década y proyecta cumplir una década y un lustro
en el poder– no se ha visto debilitada ni perforada. Los resultados obtenidos a
lo largo de estos últimos diez años sitúan al MAS-IPSP por encima del 50% + 1,
desde la primera victoria (2005) hasta la última (2014). A partir de la elección de
2009, en la que obtuvo el 64% de la votación, y de la de 2014, cuando alcanzó al
61%, el control por los dos tercios de la ALP estuvo en sus manos y, como efecto
de ello, tuvo una marcada influencia en la conformación y el desempeño de los
demás órganos del Estado.
De acuerdo con Fernando Mayorga (2012), desde 2009 no existen fac-
tores institucionales que sean agentes de control multipartidario, funcional
y de equilibrio institucional al ejercicio del poder político. Esa capacidad de
gestión hegemónica, emanada paradójicamente de los resultados electorales,
le otorga al Gobierno un margen amplio de movilidad política en las facul-
tades de representación y control de los recursos del ámbito institucional.
Siguiendo a Mayorga, el sistema político que se configuró a partir de los
mencionados resultados y los efectos institucionales es el de un sistema con
partido predominante, donde si bien permanece el pluralismo partidario y
la competencia electoral, la competitividad no es efectiva para lograr equili-
brar el poder y vislumbrar el recambio o la alternancia política.60 Además, al
obtener nuevamente los dos tercios de la ALP, las fuerzas opositoras tienen
una escasa o nula incidencia en los procesos decisionales del Estado y en la
reproducción de las estructuras de poder. Así, a lo largo de las dos últimas
gestiones gubernamentales, a partir de 2009 y de 2014, ha resultado irrele-
vante o bien inexistente el “control multipartidario” que, según el paráme-
tro institucional de la relación Gobierno/oposición, debiera operar como el
factor garante del control horizontal o contramayoritario de los órganos del
Estado al sistema político.61

60 Cinco fuerzas políticas concurrieron al acto electoral: Movimiento Al Socialismo


(MAS), Unidad Demócrata (UD), Partido Demócrata Cristiano (PDC), Partido
Verde de Bolivia (PVB) y Movimiento Sin Miedo (MSM); tres fueron favorecidas
con escaños de representación nacional: MAS, UD y PDC.
61 El debilitamiento de los recursos institucionales contramayoritarios al poder po-
lítico fue evidenciado en la crisis del Tribunal Constitucional Plurinacional y del
Tribunal Supremo Electoral, que visibilizaron las tensiones y conflictos internos y/o
de coordinación con el Gobierno o Ejecutivo nacional.
94 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

Una evidencia de la debilidad institucional de los poderes públicos fren-


te al Gobierno fue el desempeño del Tribunal Supremo Electoral (TSE) en
las justas del nivel subnacional de 2015. La administración y las decisiones
tomadas por este organismo, sumado al estallido de una serie de “escándalos
políticos” en los que se vieron comprometidas sus principales autoridades,
dañaron la credibilidad y la legitimidad de las decisiones institucionales, si-
tuación que ocasionó la renuncia del total de los miembros de la sala plena
del TSE, máxima autoridad del órgano electoral, que anticipó la primera
crisis institucional de un nuevo órgano del Estado.

4.1.2. La modalidad de ejercicio y gestión hegemónica

El estilo de gobernar de Evo Morales, además de mantener el control ins-


titucional de la estructura del Estado bajo los efectos de los resultados elec-
torales, ha desplegado interacciones “flexibles e inestables” con un conjunto
de sectores, grupos y organizaciones sociales. Dicho estilo permitió que las
estructuras corporativas y de autogobierno, como los sindicatos de campe-
sinos, las comunidades indígenas, los cooperativistas mineros, los gremiales,
las asociaciones o cooperativas de servicios, las juntas vecinales, etcétera, ges-
tionen un conjunto de “bienes comunes” con autonomía “relativa” y, asimis-
mo, sean parte de la coalición gobernante en distintos niveles e instancias.
Al respecto, como indicamos, existen al menos dos formatos de hacer
política que ocurren y son gestionados con éxito:

(i) El formato “de abajo hacia arriba”, de ejercicio y control territorial del poder
e irradiación hegemónica desde abajo. La faceta del MAS-IPSP descrita an-
teriormente como “instrumento político” de las organizaciones campesi-
nas e indígenas es la que posibilita la incorporación directa y efectiva de
miembros de los sindicatos, las comunidades y/o las federaciones campe-
sinas indígenas, instancias que, asimismo, son comandadas y controladas
por las estructuras orgánicas (CSUTCB, CSCIOB, CNMIOCB-BS).62 A
partir de ello, numerosos representantes orgánicos son parte de las ins-
tancias de representación política y del Gobierno a nivel nacional, así
como también en los niveles departamental y municipal, garantizando,
de ese modo, el acceso a los recursos institucionales del poder público
para lograr resultados en favor de los intereses de las estructuras orgánicas.

62 NE: Las siglas corresponden a la Confederación Sindical Única de Trabajadores


Campesinos de Bolivia, Confederación Sindical de Comunidades Interculturales
Originarios de Bolivia y Confederación Nacional de Mujeres Indígena Originaria
Campesinas de Bolivia “Bartolina Sisa”, respectivamente.
Nuevo pluralismo y “política desde abajo” | 95

Para el efecto, estos actores y sujetos requieren controlar los recursos


institucionales del Estado, el ejercicio del Gobierno, para mejorar la
coordinación y el fortalecimiento de sus estructuras orgánicas en el de-
sarrollo y el asentamiento de sus estructuras institucionales. A cambio,
brindan el respaldo y el apoyo movilizado de sus estructuras orgánicas
o de autogobierno al Gobierno para así garantizar una efectiva base
social que respalde la capacidad directiva y decisional del mismo. Estas
estructuras orgánicas ven al Gobierno como propio y al MAS-IPSP
como “su” instrumento político. De esa manera, sobre la base de esa
modalidad de intercambio político, Morales y su Gobierno aparecen
como la representación real (simbólica y material) del acceso por parte
de estas estructuras orgánicas o de autogobierno al poder político, de
llegada campesina indígena y popular corporativa al Estado y, con ello,
de irradiación y expansión hegemónica construida “desde abajo”.
(ii) El formato de interacciones pragmáticas de “arriba hacia abajo” y de “ex-
tensión” hegemónica desplegada por el Gobierno hacia sectores organizados
de la sociedad civil, particularmente hacia sindicatos u organizaciones po-
pulares, cuya forma de organización es corporativa y asociativa. Las formas
de interacción con estos grupos y formatos organizativos son diversas
y dependen del grado de importancia o “peso” que estos tienen para la
correlación de fuerzas y las oportunidades de juego e interacción polí-
tico-institucional. El balance de la importancia o el peso de una u otra
estructura tiene que ver con la capacidad de presión y/o movilización
colectiva que expresa, o bien según la utilidad instrumental (de me-
dios-fines) que se activa y posibilita. Aquí aparecen tres formatos de
operación: por una parte, la que garantiza la presencia y la participación
directa de los dirigentes y los representantes de las organizaciones cor-
porativas y los grupos de presión en distintos puestos de representación
y/o ministerios; por otra, a través de la apertura de la agenda guberna-
mental a la definición e implementación de políticas públicas o decisio-
nes políticas que les favorecen; y, finalmente, la combinación de ambos
formatos. El Gobierno, al momento de participar y concurrir en los
eventos electorales, activa “instrumentalmente” al MAS-IPSP no como
un partido estructurado en el que se procesan, ordenan y decantan las
decisiones más importantes que regirán el rumbo de las decisiones gu-
bernamentales, sino como un mecanismo electoral a disposición de los
grupos y las organizaciones sociales que, a través de los intercambios y
las negociaciones particulares, logran agendar y garantizar el logro de sus
intereses y, en contrapartida, respaldan al Gobierno en la toma de de-
cisiones de gestión política. De esa forma, por ejemplo, se resuelven de
manera pragmática (con sentido práctico) los problemas de selección de
96 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

los candidatos y de dotación de funcionarios estatales con ascendencia y


respaldo social, así como también se logra una militante y efectiva parti-
cipación y movilización social. En consecuencia, el Gobierno incorporó
una nueva variante de intercambio político que, si bien ya constituía
una práctica “informal” y esporádica del pasado, se ha convertido en el
principal mecanismo de éxito y continuidad política. Los mecanismos
denominados “informales” y estigmatizados de “corporativos” y “pre-
bendales” son los que garantizan el amplio sustento social y político de
su Gobierno, y, por lo visto, es su principal capital político. Este estilo
“flexible e inestable” o, para otros, “des-institucionalizado”, “corporati-
vo y prebendal”, con matices se ha reproducido en los niveles territoria-
les de los gobiernos: nacional, departamental y municipal, en los que el
MAS-IPSP ejerce influencia, poder “orgánico” y “público”.

4.1.3. Monopolización de los referentes simbólicos y/o discursivos

A lo largo de la década se han instalado en los imaginarios de la población


boliviana nuevos referentes de “sentido común”. La división del campo
político entre derecha e izquierda durante el periodo de transición estatal
(2003-2008) trajo consigo la reinstalación del nacionalismo en una versión
remozada: la nacionalización y la industrialización de los recursos naturales,
la soberanía nacional frente a las tendencias de la globalización, la integra-
ción territorial, etcétera, además de la incorporación de un imaginario de
construcción estatal sustentado en las tradiciones comunitarias y en las na-
rrativas indígenas campesinas: la descolonización, el “vivir bien” y el Estado
plurinacional.
Dichos aspectos fueron mutando hacia la puesta en marcha de un
imaginario y un modelo de desarrollo más prosaico, caracterizado como
“neo-desarrollista”. En ese escenario, se priorizó una versión relajada del
“Estado-céntrico”, que aspira al potenciamiento del Estado en la economía,
el control de las variables macroeconómicas y, en contrapartida, una fuerte
incidencia de este en las dinámicas estructurales de la sociedad frente al de-
clive de las lecturas “neoliberales” de reducción y delimitación del Estado.
Según el discurso del Gobierno, este potenciamiento y redimensionamiento
del Estado se constituyó en la garantía de la transformación social y estatal
hacia el “socialismo comunitario” y el “vivir bien”. Por ello, antes que la ex-
perimentación y la improvisación en el diseño e implementación de políticas
públicas dirigidas a configurar un “nuevo” modelo de desarrollo, postulado
en el debate público en los primeros años de Morales, se impulsó con marca-
do pragmatismo la continuidad de las políticas públicas según las tendencias
sistémicas del Estado y de la sociedad.
Nuevo pluralismo y “política desde abajo” | 97

En ese sentido, en la puesta en marcha de las políticas públicas fue ad-


quiriendo centralidad la lectura neo-desarrollista, la cual explica la mutación
discursiva del imaginario retórico que proponía la “refundación y descoloni-
zación” del Estado a la Agenda Patriótica 2025, mutación discursiva que a
veces aparece como una incorporación suplementaria a lo existente o como
un giro de prioridades programáticas (Mayorga, 2014), que si bien matiza las
pretensiones iniciales, propone un conjunto de metas ambiciosas dirigidas a
lograr la modernización económica y social del país. En términos concretos,
eso supone garantizar una mejor cohesión e integración social a través de la
ampliación y la democratización del acceso a los bienes y los servicios públi-
cos. Desde la narrativa gubernamental, ese proyecto es el imaginario posible
y, a la vez, el deseado por el común de la población.

4.1.4. Exitosa gestión gubernamental

Comparando con el pasado inmediato, las gestiones de Morales se han carac-


terizado por la estabilidad política y económica expresada en el incremento
de confianza y optimismo de la sociedad a través de la vigorización de las
expectativas y, con ella, de las mutaciones y las aspiraciones positivas de la
población sobre el futuro. Las políticas de nacionalización de los hidrocar-
buros, de control de las variables macroeconómicas en un contexto interna-
cional de condiciones favorables para la venta de los bienes primarios, y de
redistribución de la riqueza a través de subsidios directos y bonos, han sido
altamente favorables y de gran impacto social. Asimismo, la amplia partici-
pación, movilidad e inclusión social aparecen como procesos y resultados, en
unos casos, irreversibles y, en otros, altamente positivos.63
Lo anterior permitió un amplio margen de popularidad e iniciativa polí-
tica que llevó a Morales a la cima de la notoriedad pública sin una competen-
cia visible y, consecuentemente, a la proyección internacional de su imagen
como líder nacional y regional. Como ya mencionamos, fue en ese contexto
que aconteció el giro discursivo o programático que inicialmente propugna-
ba la “refundación del país” con signos esencialistas (el enraizamiento en lo
étnico-cultural como el principal relato de los primeros años de la gestión de
Gobierno) hacia posiciones e imaginarios más convencionales y cercanos a
los deseos más comunes de la población. Ello no implicó el abandono de los
imaginarios iniciales, sino que permitió el uso práctico y estratégico de otros
recursos discursivos para lograr una mejor conexión y dotación de sentido.
En general, la propuesta de la Agenda Patriótica 2025 tiene como horizonte

63 Existe una amplia literatura de balance de los resultados de la gestión de Morales. Un


excelente resumen es el de Fernando Molina (2013) y el de Clayton Cunha (2014).
98 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

la celebración del bicentenario de la República antes que la refundación del


país; en concreto, apunta a una sentida aspiración de la población: hacer
realidad las grandes metas de modernización económica, social y cultural.
En ese sentido, se ha potenciado el rol protagónico del Estado en sec-
tores estratégicos de la economía (la industrialización de los hidrocarbu-
ros, de la energía y de los recursos naturales), la implementación de un
conjunto de políticas públicas redistributivas de alto impacto social y el
fortalecimiento de la capacidad directiva del Gobierno en casi la totalidad
de los asuntos del desarrollo. Todas esas condiciones son aspectos clave del
modelo de conducción política que para su puesta en marcha requirió de
una mayor centralización y concentración de las iniciativas y las decisiones
políticas. En consecuencia, a partir del análisis de los magros resultados
obtenidos por la oposición en octubre de 2014,64 el oficialismo vislumbró
un escenario relativamente llano y auspicioso para la continuidad de su
liderazgo directivo a través de los procesos plebiscitarios. Al parecer, según
se observa en el balance oficialista, la oposición partidaria no representaba
un obstáculo para el despliegue de la estrategia de poder, ya que llegaron
al hemiciclo parlamentario más fragmentados y disminuidos que en el pa-
sado.65 La incidencia de la oposición era residual e intrascendente, sin un
peso sustancial que dañe o malogre al proceso o se interponga a la estrate-
gia de irradiación y copamiento hegemónico. De esa manera, se percibía
que había una amplia disponibilidad social para reafirmar y proyectar la
continuidad de Morales y del Gobierno del “proceso de cambio”. Para su-
turar y cerrar ese ciclo, hacía falta acumular nuevas victorias electorales en
el nivel subnacional (departamental y municipal) que permitieran asentar
aún más la fuerza territorial para la implementación de la estrategia hege-
mónica, que proyectaría la continuidad de Evo Morales y Álvaro García
Linera hasta el 2025.

64 La segunda fuerza política con representación en la Asamblea Legislativa


Plurinacional (ALP) es Unidad Demócrata (UD), que aglutina en su seno a
Unidad Nacional (UN) y al Movimiento Demócrata Social (MDS). La tercera es el
Partido Demócrata Cristiano (PDC), bajo el liderazgo de Jorge “Tuto” Quiroga. El
Movimiento Sin Miedo y el Partido Verde de Bolivia (PVB), dos fuerzas opositoras
que participaron en las elecciones generales, perdieron sus personerías jurídicas al
no lograr el mínimo de votación nacional establecida por la normativa electoral. La
bancada opositora de UD es menor a la reunida por la oposición en el pasado. Por
otra parte, la presencia del PDC es considerada por los propios opositores de UD
como una presencia alterna que dispersa.
65 La alianza opositora UD, a poco tiempo de su instalación en el hemiciclo parlamen-
tario, comunicó su disolución orgánica como frente político.
Nuevo pluralismo y “política desde abajo” | 99

4.2. Elecciones subnacionales: ¿estrategia fallida?

Según testimonios de dirigentes, funcionarios y asesores de la estructura del


Gobierno, después de la victoria de octubre de 2014 existía un exceso de con-
fianza en la perspectiva de lograr resultados favorables en las elecciones sub-
nacionales y, hacia adelante, en la consulta de la reforma constitucional que
buscaría habilitar al presidente y al vicepresidente a una cuarta y consecutiva
reelección. Esa confianza se sustentaba, entre otros factores, en el crecimiento
exponencial que el MAS-IPSP había experimentado en el electorado del país,
una significativa expansión e irradiación hegemónica construida “desde abajo”,
en tanto instrumento político de las organizaciones indígenas campesinas, así
como en el asentamiento de un dispositivo político-electoral para la articulación
de un conglomerado de grupos y organizaciones populares de distinto signo.
En comparación con su primera incursión en el campo electoral, el
MAS-IPSP había crecido sustancialmente a lo largo y ancho del país. Los
datos de estadística y geografía electoral eran reveladores. Como ya se descri-
bió, su primera participación electoral fue de raigambre rural y, de manera
progresiva, se fue expandiendo al conjunto de los centros poblados denomi-
nados nuevos y/o emergentes, para finalmente desembocar en las capitales
de provincia y de departamento. En su haber de irradiación hegemónica,
por ejemplo, se hallaba el asentamiento del “voto duro”66 que, según análi-
sis conservadores, fluctuaba entre el 25% y 30% de la votación nacional y
abarcaba al 65% de la cobertura territorial del país (García F. et al., 2014).
En el marco del sistema electoral vigente,67 el impacto de ese voto duro
se manifestaba en las consecutivas victorias electorales logradas por ma-
yoría simple en las circunscripciones de representación uninominal. El
MAS-IPSP, de manera incremental y consecutiva, logró controlar el 60% de

66 Se denomina “voto duro” cuando grupos poblacionales de determinadas circuns-


cripciones territoriales favorecen de manera reiterada a una opción política, en este
caso al MAS-IPSP. O bien, cuando la votación por esa opción política está por
encima del 70% o del 90%. Para un análisis pormenorizado del “voto duro” del
MAS-IPSP, véase: García, F. et al., 2014.
67 El régimen electoral se caracteriza por combinar el sistema proporcional (método
D’Hondt) y el mayoritario en la composición de la Cámara Baja: diputados pluri-
nominales y uninominales. Los primeros son elegidos en función a la proporción de
votos obtenidos por las organizaciones políticas cuyos escaños son distribuidos entre
los primeros puestos, y los segundos son elegidos por simple mayoría en una sola
circunscripción. Adicionalmente, se han incorporado siete escaños de representación
especial que corresponden a diputados indígenas elegidos bajo el sistema mayoritario.
En cuanto a la representación en la Cámara Alta, se aplica el sistema proporcional.
100 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

las circunscripciones uninominales de la ALP y de las circunscripciones terri-


toriales de las asambleas departamentales por mayoría absoluta (50%+1) en
alrededor de dos centenas de gobiernos municipales (donde, en los hechos,
no había competencia electoral) y en las victorias holgadas de los centros po-
blados intermedios y conurbaciones de las principales ciudades del país.
Los resultados descritos permiten señalar que el MAS-IPSP es un fenóme-
no político-electoral extraordinario, sin comparación ni precedentes relacio-
nados con eventos similares del pasado que hubieran alcanzado esos niveles
de expansión y crecimiento electoral. Al respecto, el 2010, como parte de ese
avance incremental de éxito electoral, logró obtener la victoria en la segunda
ciudad más poblada del país: El Alto, del departamento de La Paz, además de
las ciudades capitales de Cochabamba y Cobija; adicionalmente, las votacio-
nes en las ciudades de La Paz, Santa Cruz, Tarija, Sucre y Trinidad se veían
incrementadas y vislumbraban el desarrollo de tendencias favorables para una
carrera político-electoral cada vez más exitosa. Los dirigentes y las autoridades
oficialistas sostenían que, si bien no habían logrado todavía controlar algunas
circunscripciones territoriales “estratégicas” (principalmente departamentos
como Santa Cruz, ciudades como La Paz y otras), era nada más que un asun-
to de trabajo y ajuste estratégico de las campañas electorales que ellos –como
miembros del Gobierno– debían afrontar con mayor precisión y decisión.
Por otra parte, respecto al control de las estructuras de gobierno, como
capital político-institucional para enfrentar y sostener los desafíos materiales
y logísticos de la contienda electoral, la confianza gubernamental era presumi-
blemente mayor. La presencia e incidencia del MAS-IPSP en los municipios y
en los departamentos del país, desde su primera intervención electoral hasta la
última, había avanzado de manera geométrica y sustantiva. A la par de la ins-
talación del primer mandato de Morales (2006), el MAS-IPSP había obtenido
las victorias electorales en dos departamentos del occidente del país: Oruro y
Potosí; para el año 2010 había llegado a cinco de los nueve: La Paz, Oruro,
Potosí, Chuquisaca y Cochabamba, y, adicionalmente, había accedido al
control de las gobernaciones de Tarija, a través de la sucesión de la primera
autoridad por mandato de la Asamblea Departamental, y de Pando, tras la
reiteración de los comicios. En suma, al momento de las justas electorales de
marzo de 2015, controlaba siete de las nueve gobernaciones departamentales.
A ese optimismo, se agregaban otros factores considerados positivos o aus-
piciosos que se sumaban al balance exitista. La victoria electoral de Morales
lograda apenas cinco meses atrás debiera, según su razonamiento, ser capita-
lizada para impulsar campañas locales y departamentales. Las razones que se
dilucidaban giraban en torno a aprovechar los resultados electorales logrados
en los departamentos de Santa Cruz y Tarija, bastiones tradicionales de la
oposición desde el 2005, y el comportamiento tendencial del voto obtenido
Nuevo pluralismo y “política desde abajo” | 101

en la ciudad de La Paz, entre otros. Se llegó a afirmar que el éxito logrado a


nivel nacional por Morales lograría incidir o sumar/arrastrar el triunfo depar-
tamental y municipal. Así, se diseñó una estrategia de campaña en la que toda
la estructura del Gobierno y la participación de sus líderes y militantes no
debieran desmovilizarse; todo lo contrario, debieran dar continuidad a las es-
tructuras establecidas para acompañar y promover las candidaturas en curso.
Empero, en la preparación y el desarrollo de la campaña del MAS-IPSP
en general no se preveía que estas fueran libres de tensiones y conflictos
internos, precisamente por la dinámica de los juegos del poder. A lo largo
de los meses de preparación, los responsables se vieron obligados a lidiar
con una gran gama de intereses y situaciones “particulares” que se habían
acumulado como tensiones internas y que, en gran parte, se habían deja-
do de lado “momentáneamente” para centrarse en la campaña nacional. En
contrapartida, existía, también, la confianza y el cálculo instrumental de que
estas se atenuarían por la presencia directa o personal de Morales, tanto en
la organización como en el desarrollo de las campañas electorales; de ahí que
era imprescindible su presencia y protagonismo.
Otras situaciones de orden externo y/o contingente aparecían también
como asuntos que deberían ser afrontados con mesura y celeridad, ya que se
manifestaban a veces como factores que abrían oportunidades y, otras veces,
como amenazas. Al respecto, las decisiones asumidas por el Órgano Electoral
Plurinacional (OEP) en las distintas fases de administración del proceso, el
papel de los medios de comunicación, los impactos de la socialización de
sondeos y encuestas de opinión, etcétera, eran situaciones contextuales que
requerían respuestas oportunas y rápidas. Para el oficialismo, el mencionado
contexto no era una novedad que no pudiera afrontarlo, ya que existía, según
su previsión, una probada experiencia en asumir similares desafíos. Todo pa-
recía ir sobre ruedas; sin embargo, las primeras señales de alerta emergieron
al momento de la selección y designación de los candidatos locales y departa-
mentales en varios puntos del país. A diferencia del pasado, la gestión de los
conflictos y la intensidad de los mismos habían cambiado sustancialmente;
el desborde de tensiones en torno a las postulaciones en los departamentos
de La Paz, Santa Cruz, Chuquisaca y Tarija, y en el de las ciudades de El
Alto, Cochabamba, Santa Cruz y Tarija, no estar presentes, de esperar, pues
sucedieron una serie de conflictos internos que pusieron en vilo decisiones y
estructuras de campaña.
En pleno proceso electoral, frente a los efectos de los primeros re-
sultados de los sondeos y encuestas de opinión, las alocuciones del pre-
sidente Morales, del vicepresidente García Linera y del canciller David
Choquehuanca daban cuenta de que el proceso no iba bien, no se dirigía
hacia el puerto previsto y permitía develar el descontrol de este, y que se
102 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

iba de sus manos.68 Finalmente, Morales y la cúpula del MAS al momento


de destacar la “victoria” a nivel nacional y presentar los resultados gene-
rales, denotaron un aire de insatisfacción y malestar, pues esperaban otros
resultados y no los que obtuvieron.

4.2.1. Control “precario” en la estructura territorial

Los balances que se han elaborado en torno a los resultados electorales del
29 de marzo de 2015 han sido ampliamente divulgados por los medios de
comunicación a nivel nacional e internacional. En la mayoría de ellos se
establece que el oficialismo, después de una década de Gobierno y ascen-
so político, sufrió su primera derrota ya que perdió el control de las ciu-
dades y gobiernos municipales que antes estaban bajo su control: El Alto,
Cochabamba, Oruro y Cobija. Asimismo, no pudo lograr el asentamiento
de resultados favorables en las ciudades de La Paz, Tarija, Trinidad y Santa
Cruz, donde abrazaban marcadas expectativas de éxito o bien de crecimiento
exponencial. En suma, de las diez ciudades más importantes del país, por la
alta proporción de concentración poblacional (cerca del 65% del total nacio-
nal), el MAS-IPSP solo había logrado la victoria en dos de ellas, que no son,
precisamente, del eje de concentración poblacional: Potosí y Sucre.
Del mismo modo, había perdido también la Gobernación de La Paz y se
vieron en vilo las gobernaciones de Tarija y Chuquisaca, a pesar de que éstas
se encontraban bajo su control al momento de las elecciones. La disputa por
la primera plaza (Tarija) fue a una segunda vuelta los primeros días de mayo,
en tanto que la segunda (Chuquisaca) se resolvió en favor del MAS-IPSP
en un contexto de desacreditación originada en las decisiones del Órgano
Electoral.69 Tampoco pudo revertir el control que las fuerzas opositoras ejer-
cen, desde hace más de una década, en las gobernaciones de Santa Cruz y
Beni. En la primera, Rubén Costas ganó nuevamente, líder de la segunda

68 El canciller, en una proclama de los candidatos en la ciudad de El Alto, expresó que


se estaba poniendo en riesgo “el proceso de cambio”. En la misma línea, las primeras
autoridades del Ejecutivo convocaban a los militantes y a la población en general a
cerrar filas en torno a los candidatos del MAS-IPSP, tuvieran méritos o no.
69 El Tribunal Electoral Departamental de Chuquisaca resolvió dar lugar a la demanda
del MAS-IPSP para inhabilitar la votación del FRI, puesto que días antes del evento
electoral su candidato a gobernador renunció sin que ocurra una sustitución legal.
Con ello, se evitó la segunda vuelta o balotaje entre el primer y segundo candidato a
la Gobernación que, de acuerdo con los resultados electorales publicados por el pro-
pio Órgano Electoral Plurinacional, debiera realizarse, siendo proclamado Estaban
Urquizo, como candidato del MAS-IPSP, vencedor en la primera vuelta.
Nuevo pluralismo y “política desde abajo” | 103

organización política de cobertura nacional: el Movimiento Demócrata


Social (MDS); y en la segunda, el MAS-IPSP no pudo lograr una victoria
electoral en primera vuelta a pesar de la inhabilitación, por parte del OEP,
de Ernesto Suárez, candidato del MDS y de toda la plancha de candidatos
locales de esa organización en dicho departamento.
Las interpretaciones prospectivas de los resultados mencionaron que el
MAS-IPSP había llegado a su límite en su capacidad de irradiación territorial
y, con ello, había llegado a su techo. Para entender mejor esas interpreta-
ciones, la cobertura territorial que hegemoniza el MAS-IPSP es básicamente
rural y provincial, donde la concentración poblacional es cada vez menor; en
contrapartida, en las ciudades capitales, donde efectivamente se concentra el
grueso de la población, el MAS-IPSP ya habría fraguado sus posibilidades de
ser la opción de conducción y gobierno. En todo caso, de acuerdo con esas
lecturas, se verifica un claro estancamiento organizativo y político en varias
ciudades y departamentos, mientras que en otras, un retroceso de carácter
irreversible al inicial avance de hace apenas cinco años.
Dichas lecturas, si bien tenían asidero en los datos que emergían de las
justas electorales, resultan a la vez en parte binarias y posiblemente simples.
En círculos tanto del oficialismo como en los de la oposición se llegó a men-
cionar que el factor central de la derrota se debía a la estrategia electoral que
había seguido el MAS-IPSP en la selección de sus candidatos y, en menor
grado, en el estilo de conducción de la campaña electoral. Entre las razones
estructurales se mencionaba, desde la oposición, que el modelo de gestión
corporativo y prebendal era altamente permisivo a la corrupción, el cliente-
lismo y la exclusión social, y que este ya habría tocado fondo para desplegarse
como malestar colectivo. Desde el oficialismo, en cambio, se afirmaba que
el problema estructural de la derrota fue el descuido orgánico del MAS-IPSP
y del Gobierno en la formación de cuadros y de líderes político-partidarios.
Todo ello encuadraba la puesta en evidencia del control precario de la
hegemonía del MAS-IPSP, en particular del Gobierno, sobre las estructuras
de autogobierno en el nivel subnacional y sobre los campos políticos con-
figurados en este. ¿Qué implicaciones tienen esos conflictos? ¿Son asuntos
y/o problemas de conducción y alineamiento? ¿Qué está detrás? ¿Cuáles son
las nuevas características del campo político que relativizan la gravitación
hegemónica del MAS-IPSP? Una respuesta rápida a estas interrogantes es la
que sostiene que en estos eventos, de manera fragmentaria y evanescente,
aconteció la irrupción de nuevos actores y condiciones que replantearon los
contornos del campo político, un “otro” y un “nuevo” pluralismo, esto es,
el “devenir-otro” de la política que, como lo veremos, ha logrado dislocar el
curso lineal de conducción de los procesos político-electorales y, en general,
de la gestión hegemónica.
104 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

4.3. Hegemonía incompleta: “nuevo” y “otro” pluralismo

Las transformaciones económicas, sociales y culturales que acontecieron en


el país incorporan nuevas condiciones que replantean y ponen en vilo el
ejercicio lineal de la hegemonía. En ese sentido, una tendencia continua
fue la presencia de un “otro” pluralismo, noción que expresa la existencia
e incidencia de dinámicas que están más allá de la idea convencional de
pluralismo político-partidario o electivo del sistema político. En todo caso,
habla y anuncia de la incidencia del segundo circuito (Arditi, 2005b) en el
campo político, esto es, de las estructuras comunitarias, asociativas y/o cor-
porativas que, como ya señalamos, subvierten o puentean a las estructuras
político-partidarias. Estas siempre fueron consideradas como “no propias”
de lo político, empero sin ellas no sería posible una descripción adecuada y
una caracterización satisfactoria de las dinámicas de juego, de intercambio y
de oscilación que acontece en el campo político.
Por otra parte, una tendencia que empieza a hacerse visible es la resignifi-
cación de un conjunto de clivajes discursivos que pudieran estar expresando
la emergencia de un “nuevo pluralismo”. Este concepto no debe entenderse
como la sustitución, el agotamiento y/o el abandono de los ejes discursivos
sobre los que se movían las interacciones políticas, sino la introducción suple-
mentaria de nuevas estructuras de significación y disputa: “proceso de cam-
bio”, “incorporación y democratización social”, “nacionalización”, “descolo-
nización”, etcétera. En pocas palabras, una ampliación y una redefinición de
los límites y de las oportunidades para el despliegue de interacciones y articu-
laciones políticas: “institucionalización democrática”, “ciudadanía”, “Estado
de derecho”, “garantías”, “ambientalismo”, “feminismo”, etcétera.
En suma, esas dinámicas de emergencia e incorporación de un “otro” y
“nuevo” pluralismo han relajado la gravitación hegemónica del MAS-IPSP/
Gobierno en el campo político, para dar lugar a un escenario y una imagen de
“hegemonía incompleta”. El “otro” y el “nuevo” pluralismo son los resultados
de las dinámicas y las transformaciones políticas e institucionales que se fueron
asentado en el campo político a lo largo de la última década y, por ello, van más
allá de las dimensiones y las dinámicas convencionales de hacer política. Veamos
brevemente la sustentación de estos argumentos en el análisis de los conflictos
internos y del comportamiento político en las elecciones subnacionales de 2015.

4.4. La rebelión de las bases: el “otro” pluralismo

El dato que a primera vista resalta del análisis de las contiendas electorales
de octubre (2014) y, en particular, de marzo (2015) es que el MAS-IPSP
resultó nuevamente victorioso. El “Instrumento político” se reafirmó como
Nuevo pluralismo y “política desde abajo” | 105

la principal fuerza política de cobertura nacional con el control de 225 de los


339 municipios del país y dos tercios de los gobiernos municipales; también,
es la primera fuerza que congrega a la mayor cantidad de representantes
electos (alcaldes, concejales y asambleístas nacionales y departamentales). Los
resultados reconfirman que el capital político está asentado en el ámbito rural
y es precisamente de donde emergen las pulsiones de apoyo y movilización
político-electoral, “desde abajo” hacia arriba. La fuerza de las organizaciones
campesinas indígenas (sindicatos, subcentrales, centrales y federaciones), en
tanto estructuras de autogobierno, fueron el mecanismo que posibilitó el
acceso efectivo de sus representantes elegidos orgánicamente a las estructuras
“formales” de representación política y de gobierno: local, departamental y
nacional.
Las estructuras orgánicas, en su interacción con el sistema político, han
logrado replantear, una y otra vez, el intercambio político, buscando el for-
talecimiento de sus sistemas de autogobierno, acceso que fue canalizado a
través del MAS-IPSP, empero no a condición de supeditarse linealmente.
Sobre lo último, en la elección subnacional el comportamiento electoral en
importantes áreas rurales y centros poblados de los departamentos de La Paz,
Chuquisaca y Tarija mostró una virtual subversión campesina e indígena y
de los “militantes” del MAS-IPSP a las instrucciones y directrices de “voto en
bloque” que emitía el oficialismo desde su estructura central.
En ese sentido, fue llamativo el ejercicio del “voto cruzado” que con
mayor evidencia se manifestó en los departamentos de La Paz, Chuquisaca
y Tarija, expresando la incubación de posiciones que se construyeron
en el seno de las estructuras “orgánicas” más que en las “directivas” del
MAS-IPSP y de su Gobierno. El dato revelador que evidencia esa situación es
que se lograron mayorías holgadas en la composición de ocho de las asambleas
legislativas departamentales y no necesariamente hubo correspondencia con
los resultados de los candidatos oficialistas a gobernadores. En otras palabras,
la estrategia del “otro” pluralismo logró asegurar el acceso de sus representan-
tes “orgánicos”, elegidos “desde abajo”, a los escaños o curules de representa-
ción, puenteando o en línea contraria a los candidatos a gobernadores, defi-
nidos “desde arriba”. El desempeño electoral de Damián Condori, candidato
a la Gobernación en Chuquisaca;70 Luis Alfaro, candidato a la Gobernación

70 Damián Condori, joven dirigente campesino de origen quechua, acumuló una am-
plia carrera sindical y política en el seno de las organizaciones campesino-indígenas
del departamento de Chuquisaca y del país. El año 2013 fue elegido Secretario
Ejecutivo de la CSUTCB, también fue dirigente y representante del MAS-IPSP en
distintas oportunidades por decisión de las organizaciones campesinas. En una
entrevista realizada cuando fungía como ejecutivo de la federación de campesinos
106 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

de Tarija; e, indirectamente, la victoria de Félix Patzi en la Gobernación de


La Paz, todos dirigentes campesinos o de extracción indígena vinculados en
el pasado al MAS-IPSP, manifiestan que en el seno de las organizaciones cam-
pesinas indígenas operan fuertes procesos de disputas relativas a la afirmación
de independencia y vocación autónoma de poder.
Esos resultados reflejaban la existencia de pulsiones internas por mante-
ner y defender la autonomía relativa de las estructuras “orgánicas” respecto a
su propia organización o instrumento político (MAS-IPSP) y, en correspon-
dencia, con su Gobierno; así, se dejó entrever la capacidad de juego estraté-
gico desplegada desde esas estructuras “orgánicas”. En ese sentido, es posi-
ble mencionar que desde el ámbito local, campesino e indígena emerge un
“otro” pluralismo que, como mencionamos, no es político-partidario, sino
una expresión renovada de la vocación de poder que irrumpe desde las es-
tructuras orgánicas de base, “desde abajo”. Paradójicamente, son esas organi-
zaciones las que apoyan y defienden al MAS-IPSP/Gobierno, pero no por ello
están totalmente supeditadas a las directrices y las definiciones que vienen o
se procesan “desde arriba”. Las capacidades de juego e intercambio político
que emanan desde esos lugares o estructuras (la diversidad institucional de
estructuras de autogobierno) son, por lo visto, impredecibles y adquieren
otras modalidades y sentidos que resultan inesperados, si solo se consideran
los lineamientos y las acciones construidas y dispuestas desde arriba.
La exigencia de resguardar la autonomía relativa de las estructuras orgá-
nicas se dirige hacia el replanteamiento del equilibrio del intercambio políti-
co en el ejercicio de la representación política y de gobierno. Como resultado
de fuertes procesos de fortalecimiento orgánico, impulsado por el propio ofi-
cialismo, esas estructuras de autogobierno han adquirido fuerza de presión y
un mayor apetito para hacerse cargo de los poderes públicos. Por ello, consti-
tuyen un nuevo “dato” o “hecho” de la impronta social de carácter pluralista
que se incorpora, cada vez con mayor protagonismo, como un “otro” factor
del campo político y de las disputas que expresan al pluralismo político.

4.5. La ampliación de la disputa: “nuevo” pluralismo

de Chuquisaca mencionó: “La Federación Única no es del MAS, el MAS es de no-


sotros y el presidente Evo Morales es nuestro representante, él no es el dueño” (al
respecto, véase: García F. et al., 2015). La votación obtenida por Condori, como
candidato a gobernador de Chuquisaca, obligaba a una segunda vuelta con el can-
didato oficialista del MAS-IPSP, Esteban Urquizo, situación que fue desestimada
por decisión de Órgano Electoral en medio de la denuncia de irregularidades en la
toma de decisiones de gestión del proceso.
Nuevo pluralismo y “política desde abajo” | 107

Como mencionan distintos estudios relativos a los cambios estructurales y


sociológicos operados en el país a lo largo de la última década, se han replan-
teado y modificado las cargas de sentido y de expectativas de la sociedad en
su conjunto. Hay nuevos determinantes y clivajes que dan cuenta de la cons-
titución de, asimismo, nuevas identidades políticas, un “nuevo pluralismo”
de valores y expectativas respecto a la política. En consecuencia, siguiendo
esta argumentación, se proyecta el nacimiento de nuevas identidades políti-
cas con base ciudadana, regional y étnico-cultural, que ya habrían disputado
su acceso a la representación política y al ejercicio de gobierno.
Las identidades políticas en torno a las expectativas ciudadanas son las que
pusieron en cuestión el modelo de gestión implementado por el MAS-IPSP
en las urbes del El Alto y Cochabamba. La derrota del oficialismo en di-
chas ciudades puso en evidencia los límites de la expansión hegemónica,
pues no logró asentarse como referente político para una efectiva gestión
de los servicios públicos y la atención de demandas ciudadanas vinculadas
a la mejora de las condiciones y a la calidad de vida de los pobladores.71 En
consecuencia, permaneció y se acrecentó la estigmatización del modelo de
gestión gubernamental del MAS-IPSP como extremadamente corporativo y,
por ello, excluyente de la atención de las expectativas ciudadanas, situación
que generó una mayor desconfianza y temor a su posible continuidad.
Esa situación fue aprovechada por renovadas candidaturas opositoras que
explotaron para sí la oferta de una gestión pública volcada a la atención de las
demandas ciudadanas y no, como denunciaban, a la imposición corporativa.
Las victorias electorales de Soledad Chapetón en El Alto, Luis Revilla en La
Paz, José María Leyes en Cochabamba y Rodrigo Paz en Tarija, todos con
mayorías absolutas en la composición de sus respectivos concejos municipales,
son referentes de la importancia que fue adquiriendo la defensa de las iden-
tidades ciudadanas de base urbana, antes que corporativas y/o comunitarias.
Otras variables de resignificación de las identidades políticas son las iden-
tidades regionales. Un dato elocuente del déficit político y discursivo del ofi-
cialismo fue la edificación de identidades y proyectos que doten de sentido a
las expectativas regionales y/o departamentales. En todos los casos, como lo
reconocen voces oficialistas,72 fue inexistente la presencia de liderazgos que

71 Al respecto, la oferta electoral del oficialismo fue genérica y mediocre, pues en unos
casos ofertó la continuidad de gestiones municipales observadas y plagadas de acu-
saciones de corrupción y prebendalismo (El Alto y Cochabamba), embrionaria,
improvisada y convencional (Santa Cruz y Tarija) y falto de originalidad (La Paz).
72 Según la nota editorial del semanario La Época, medio de comunicación afín al ofi-
cialismo, la excepción en la presentación de liderazgo y el discurso regional fueron
los departamentos de Oruro y Potosí, pero que aparecían deslucidos por el “tamaño
108 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

expresen demandas colectivas de base regional en sinergia con la propuesta y


el liderazgo nacional. Los candidatos del MAS-IPSP aparecieron subsumidos
por el líder nacional y se vieron supeditados al poder central. En ese sentido,
se manifestó el vacío de liderazgos y de proyectos que compitan con las tradi-
cionales élites y sus proyectos políticos. Estos fueron los casos que acontecie-
ron en los departamentos de Santa Cruz y, en parte, en Tarija, donde hubo
una fuerte imbricación de lo político con las expectativas regionales.
Por último, la emergencia de liderazgos indígenas campesinos, como la
de Félix Patzi en La Paz, Damián Condori en Chuquisaca y Luis Alfaro en
Tarija, entre otros, fueron síntomas de una nueva recuperación, resignifica-
ción y repotenciamiento del imaginario indígena (Macusaya, 2014; Rivera,
2014), discurso y práctica que en los últimos años habían sido instrumen-
talizados y, con el tiempo, dejado de lado o simplificados por el oficialismo,
pero que, en el seno de las estructuras orgánicas, siguió latente como un pro-
yecto intersubjetivo que buscaba ser defendido, reinventado y, nuevamente,
ofertado por ellos mismos.

de su máximo líder, el presidente Morales”. Véase a propósito http://www.la-epoca.


com.bo/index.php. (fecha de consulta: 09/04/2015).
109

5
Balance del “proceso de cambio”

Una década y más del gobierno de Evo Morales es un asunto que presenta
distintas facetas. La deriva política fue una de ellas, y al respecto se dijo y se
dice mucho. La mayoría de las alocuciones fue de crítica a su configuración
y desemboque. En general, desde la acera opositora se asumió que existe un
régimen autoritario en declive y, en contrapartida, desde el oficialismo se
reivindicó la configuración de un nuevo régimen democrático de nuevo tipo.
Para gran parte de las fuerzas opositoras, el ciclo de Morales representa
el periodo de desmontaje de las estructuras institucionales del “Estado de
derecho” y de la democracia a través de una excesiva concentración y centra-
lización del poder en el presidente, en desmedro de los otros poderes, estruc-
turas y órganos del Estado. En ese marco, a través del gobierno de Morales
acontece la impronta autoritaria de un “régimen de minorías efectivas” que,
en los hechos, “desinstitucionaliza” a la democracia y al Estado de derecho.
En cambio, para los miembros del Gobierno estamos frente a la configura-
ción de un “nuevo Estado” y una “nueva democracia” que se dirige hacia la
edificación del Estado plurinacional y al “socialismo comunitario”, cuyo sus-
tento inmediato son los resultados electorales logrados por el Movimiento
Al Socialismo (MAS) desde 2005 hasta la última elección nacional (2014).
Dichos resultados superan la mayoría absoluta del 50%, permitiendo el ac-
ceso directo y consecutivo de su principal líder al poder, sobre la base del
apoyo de las organizaciones y movimientos sociales. En suma, desde ambas
perspectivas las consecuencias y los efectos no son menores para el balance
del desempeño y la calidad de la democracia.
De esa manera, a pesar de las posiciones de un lado y del otro, los cambios
políticos e institucionales fueron y son de gran envergadura. En su haber se
enumeran transformaciones institucionales y mutaciones políticas, desde la
“ampliación” de los mecanismos de representación y participación social, vía
la nueva Constitución Política del Estado (CPE), hasta el replanteo, la reno-
vación y el desplazamiento de los sujetos o actores que eran predominantes
en las dinámicas políticas. Por mencionar algo, en la actualidad el régimen
político es otro respecto de la estructura normativa e institucional que lo
antecedía, así como también son otras las dinámicas, los actores y los dis-
cursos que predominan en las interacciones y en el desempeño político. Las
110 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

categorías, para describirlas y evaluarlas, son también otras: “hegemonía”,


“mutación”, “autoritarismo”, “presidencialismo de mayorías”, “democracia
intercultural”, etcétera. En suma, después de más de una década hay nuevas
reglas institucionales, actores y discursividad política.
En lo que sigue, destacamos de manera resumida esas transformaciones
y/o mutaciones del campo político, definidas como “proceso de cambio” por
el oficialismo y el conjunto de organizaciones sociales que desde 2006 lo res-
paldan y sostienen. Para el efecto, describimos las principales características
político-institucionales, los discursos construidos y, finalmente, los desafíos
centrales que enfrenta el campo político.

5.1. Estado plurinacional y democracia intercultural

La “Agenda de Octubre” con la que el 2006 el Gobierno de Morales inició


su primer mandato ha mutado a la “Agenda Patriótica”, con la que actual-
mente gobierna y busca proyectarse hasta 2025.73 Las transformaciones po-
líticas e institucionales ocurridas pasaron por el tamiz de la polarización que
puso en vilo la estabilidad y unidad territorial, una Asamblea Constituyente
(2007-2008) que redefinió el horizonte normativo y, finalmente, el estable-
cimiento de un régimen de democracia de mayorías que imprime su hege-
monía discursiva y política.
A lo largo de ese ciclo acontecieron distintos eventos electorales: tres
elecciones generales (2005, 2009 y 2014), un referendo revocatorio (2008),
otro de aprobación de la Constitución Política del Estado (2009) y otro de
reforma constitucional (2016); tres elecciones subnacionales (2005, 2010 y
2015), además de la elección de los miembros de la Asamblea Constituyente
(2006) y otros hechos que marcaron el derrotero de la reconfiguración

73 La “Agenda de Octubre” emergió como resultado del conflicto que se extendió des-
de 2003 hasta 2005, y constituyó el resultado de la crisis y salida política de Gonzalo
Sánchez de Lozada, y la asunción de Evo Morales al poder, en enero de 2006. Desde
la perspectiva de sus promotores, implicó el establecimiento de una “ruta crítica”
consistente en: i) la nacionalización de los hidrocarburos y su correspondiente in-
dustrialización, ii) la liquidación del D.S. N.° 21060, iii) el encarcelamiento de los
autores materiales e intelectuales de la masacre en El Alto, y iv) la convocatoria a
la Asamblea Constituyente. Por su parte, la Agenda Patriótica 2025 es la propuesta
presentada por el gobierno de Evo Morales el 2011 como principal línea de orienta-
ción gubernamental de la ejecución de políticas públicas, la misma que se proyecta
hasta el año del bicentenario del nacimiento de la República de Bolivia. Desde el
punto de vista de Fernando Mayorga (2014), la Agenda Patriótica representa el
“giro programático” del gobierno de Evo Morales.
Balance del “proceso de cambio” | 111

política e institucional.74 El resultado de la polarización fue la aprobación de


una nueva Constitución, que postula al Estado Plurinacional Comunitario
y a la Democracia Intercultural como los referentes normativos del replan-
teamiento de las estructuras institucionales y de la democracia boliviana.
Entre los aspectos más importantes destaca la ruptura del constitucionalismo
liberal-republicano, sustentado en la primacía de los derechos individuales
y del Estado-nación, por una que propone la edificación estatal bajo el pre-
supuesto del pluralismo institucional, político, económico y cultural, y el
ejercicio de los derechos colectivos para las naciones y los pueblos indígenas
originarios y campesinos. De esa manera, en el horizonte normativo aparece
el Estado Plurinacional Comunitario como el referente de organización fun-
cional, territorial y económica del Estado, y ya no la concreción del decimo-
nónico proyecto de Estado-nación.
La estructura funcional que desde la perspectiva liberal considera-
ba la interdependencia de tres poderes públicos (Ejecutivo, Legislativo y
Judicial), pasó a considerar la interdependencia de cuatro órganos del Estado
(Ejecutivo, Legislativo, Judicial y Electoral) con la incorporación en cada
uno de ellos de la cualidad plurinacional e intercultural.75 En cuanto a la
estructura territorial, el régimen de descentralización transitó de un Estado
unitario con descentralización política y administrativa para el nivel mu-
nicipal, y administrativa para el nivel departamental, a un Estado unitario
compuesto por un régimen amplio de autonomías: departamental, munici-
pal, regional e indígena originario campesino. Por último, la estructura eco-
nómica asumida por la nueva CPE no se orienta tan solo a la concreción de
una economía social sustentada en el desarrollo del mercado, sino también
hacia la configuración de una economía plural, social y comunitaria en la
que se reconocen cuatro formatos de propiedad: estatal, privada, comunita-
ria y cooperativa.
En ese sentido, con las mencionadas modificaciones constitucionales se
transforma el régimen de representación y participación política. Se transi-
ta del modelo sustentado en la democracia representativa a la democracia

74 Además de esos eventos electorales de cobertura nacional, con impacto directo en


la reconfiguración del campo político, se han realizado otros eventos electorales de
incidencia en el nuevo desempeño del Estado, como fueron la elección de los ma-
gistrados y miembros del Órgano Judicial (2010) y consultas para la aprobación de
Estatutos Autonómicos (2015), entre otros.
75 Esta incorporación de la “cualidad” plurinacional e intercultural hace referencia,
entre otros aspectos, al impacto político e institucional que tiene el reconocimiento
normativo y la garantía de la libre determinación, y a los derechos colectivos de los
pueblos indígenas. Al respecto, véase Fernando García et al. (2019).
112 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

intercultural o sistema de gobierno en el que se reconoce la operación de


tres formas democráticas: participativa, representativa y comunitaria. En
ese sistema, se busca el despliegue de un conjunto de dispositivos político-
institucionales destinados a garantizar la efectiva representación y participa-
ción social en las estructuras institucionales del Estado.
La primera modificación institucional en función al desarrollo de la de-
mocracia intercultural fue la aprobación de una nueva normativa que regula
el régimen electoral. Así, se transitó de un régimen mixto de representación
política, en la que la mitad de los miembros de la Cámara de Diputados
son elegidos bajo el sistema proporcional (plurinominal) y la otra mitad, en
función al sistema mayoritario (uninominal), a uno complejo que conside-
ra, además de las dos anteriores, la incorporación de las “representaciones
especiales” para pueblos y naciones indígenas originarios campesinos “mi-
noritarios”. Esta modificación cualitativa del régimen electoral a través de
la incorporación de “representaciones especiales” para los pueblos indígenas
“minoritarios” logra siete escaños en la Cámara de Diputados de la Asamblea
Legislativa Plurinacional y, de acuerdo con la presencia de estos pueblos,
en ocho Asambleas Legislativas Departamentales, con excepción de Potosí76
(Mayorga F., 2014). Con el fin de lograr mayores garantías de igualdad entre
hombres y mujeres, se procedió también a la modificación de la normativa
por “cuotas” a la de “paridad”, que busca igualar la presencia y representa-
ción de mujeres y hombres en las instancias de representación política.
En suma, con la aprobación de la CPE, mediante referendo nacional
realizado en enero de 2009, la reconfiguración constitucional propone el
derrotero de un nuevo proyecto de construcción del Estado boliviano en
clave plural o plurinacional, y en cuanto al modelo democrático, se impulsa la
configuración y concreción de la democracia intercultural, en la que se haría
posible la convivencia y la interacción de las distintas estructuras e identidades
político-culturales que expresan la condición social boliviana.

5.2. Hegemonía gravitacional del MAS-IPSP/Gobierno

Como ya mencionamos, los resultados electorales obtenidos por el presi-


dente Morales desde su primera participación nacional (2005) hasta la más
reciente (2014) sitúan al MAS-IPSP por encima del 50%+1. A partir de la

76 En Potosí no se contempló la representación indígena debido a que no existen gru-


pos o pueblos “minoritarios”. Los pueblos indígenas, como los aymaras y los que-
chuas, no son considerados para disponer de una “cuota”, ya que, por su número
mayoritario, participan directamente en la composición general de las asambleas
legislativas.
Balance del “proceso de cambio” | 113

elección de 2009, en la que obtuvo el 64% de la votación y en 2014 el 61%,


el control del Órgano Legislativo mediante dos tercios de la representación
de los curules en la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) estuvo en sus
manos y, consecuentemente, el proceso de conformación y/o estructuración
de los demás órganos del Estado.
Desde 2009, de acuerdo con Fernando Mayorga (2012), no existen
factores institucionales que sean agentes de control funcional o de equili-
brio institucional al ejercicio del poder político. Esa capacidad de control
y gestión hegemónica emana paradójicamente de los resultados electorales
obtenidos por Morales y su partido el 2009 y el 2014 –64% y 61% de la
votación nacional, respectivamente–, los cuales les permitieron obtener el
control por dos tercios de la ALP. Ello implicó la desaparición del control
multipartidario que regía en el hemiciclo parlamentario y, por efecto, en
el sistema político hasta antes de 2009. De esa manera, el Gobierno ya no
consideró necesario acordar y/o consensuar sus decisiones con el resto de
las fuerzas políticas con representación parlamentaria.77 Así, la participación
social, el débil desempeño político y electoral de la oposición y, finalmente,
los resultados electorales confirieron al MAS-IPSP un amplio margen para el
ejercicio de las prerrogativas decisionales del presidente.
A nivel subnacional (municipios y departamentos), desde 2005 el
MAS-IPSP se constituyó en la única organización con presencia política y
electoral en todo el territorio nacional y su desempeño político fue constan-
te y óptimo, pues controla dos tercios de los gobiernos municipales y más
de la mitad de los gobiernos departamentales del país (seis de nueve). Sin
embargo, a pesar de su clara hegemonía e incidencia territorial, no logró los
mismos resultados obtenidos por Morales en las disputas nacionales donde
participó como principal contendiente. En las elecciones subnacionales de
2015, si bien el MAS nuevamente obtuvo el control de los dos tercios de los
gobiernos locales, su hegemonía y presencia territorial resultó precaria al no
lograr controlar los gobiernos de las principales ciudades y/o de los centros
poblados del país, en los que aproximadamente se concentra el 70% de la
población votante.78

77 Según Fernando Mayorga (2012), como efecto del control de los dos tercios de la
Asamblea Legislativa Plurinacional, el MAS incidió sobremanera en la conforma-
ción o en la estructuración de los otros órganos del Estado: Judicial y Electoral,
afectando el control “contramayoritario” que estos ejercen sobre el sistema político.
78 En la última elección subnacional, el MAS-IPSP perdió el control de importantes
gobiernos municipales que antes estuvieron en su poder, como es el caso de las
ciudades de El Alto y Cochabamba. También perdió el control de las gobernaciones
de La Paz y de Tarija, y con dificultades y cuestionamientos sobre la legalidad y
114 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

Por ello, uno de los asuntos recurrentes del debate político fue y es la ca-
racterización del Gobierno de Morales. Desde la perspectiva del análisis ins-
titucional, se establece que es un régimen de presidencialismo “exacerbado”,
tanto porque las reglas institucionales –tal como están diseñadas en la CPE y
en la normativa del régimen político– incentivan la concentración y la cen-
tralización de las decisiones en la figura del presidente (y del vicepresidente)
en comparación con las que ejercen el resto de los representantes, así como
en paralelo al régimen anterior que se caracterizó por el “presidencialismo
híbrido” o “semipresidencialismo”.79
El particular estilo de Gobierno de Morales, además de mantener la es-
tructura institucional del Estado bajo los efectos de los resultados electorales,
ha desplegado interacciones “flexibles e inestables” con sectores, grupos y or-
ganizaciones sociales que se han constituido en factores de poder. Ese estilo
permitió que las estructuras de “autogobierno”, como los sindicatos de cam-
pesinos, los cooperativistas mineros, los gremiales, los obreros, las cooperativas
de servicios, los empresarios, etcétera, gestionen con cierta autonomía y “visto
bueno” un conjunto de recursos naturales, públicos y/o “bienes comunes” y,
también, sean parte del Gobierno en tanto aliados en distintos ámbitos, niveles
e instancias de representación, gestión y toma de decisiones.
Así, el Gobierno incorporó en el diseño y en el desempeño de su ges-
tión una variante de gobernabilidad que, si bien constituía una pauta “infor-
mal” en el pasado, fue un determinante central y reiterativo de su estilo: la
extensión de mecanismos de relacionamiento e intercambios políticos. Esas
relaciones de intercambio, denominadas “informales” y estigmatizadas por
la oposición como “corporativas” y “prebendales”, han sido las que garan-
tizaron el amplio sustento social y político que el MAS-IPSP logró asentar
a lo largo de más de una década. Desde inicios de 2006 al presente (2019),
numerosos representantes “orgánicos” de las organizaciones sociales más im-
portantes del país, como la Confederación Sindical Única de Trabajadores
Campesinos de Bolivia (CSUTCB), los “Interculturales”, las “Bartolinas”, la
Central Obrera Boliviana (COB) y la Federación Nacional de Cooperativas
Mineras de Bolivia (FENCOMIN), entre otras, fueron miembros de las es-
tructuras de representación del oficialismo tanto en el nivel nacional como
en el subnacional (departamental y municipal). Como ya mencionamos, la
propia nominación del MAS-IPSP como un “instrumento político”, a merced

validez de los procesos electorales logró el control de las gobernaciones de Beni y


Chuquisaca (García F., 2016).
79 Al respecto, Fernando Mayorga sostiene: “La transformación sustantiva de la de-
mocracia boliviana es el tránsito de un presidencialismo de coalición […] a un
presidencialismo de partido dominante o hegemónico” (2015: 74).
Balance del “proceso de cambio” | 115

o bajo la tutela de las organizaciones sociales, responde a esa forma de vincu-


lación e intercambio político.
Lo anterior quiere decir que cuando toca participar y concurrir a eventos
electorales, el Gobierno activa “instrumentalmente” al MAS-IPSP como un
dispositivo político-electoral que es puesto a disposición de las estructuras
orgánicas de los grupos y las organizaciones sociales, para que corran y compi-
tan electoralmente y, de esa manera, accedan y sean parte del instrumento po-
lítico. En contrapartida, el Gobierno logra contar con una militante y efectiva
participación y movilización social en su favor. Así, el MAS-IPSP, en tanto
instrumento político, se constituye en uno de los mecanismos o aparatos de
mediación más eficaces del Estado y de la sociedad civil, pues permite que las
estructuras de base territorial y sectorial lleguen a participar, influir y acceder
a los recursos del poder político, sin grandes contratiempos y/o condiciones.
Y, viceversa, permite que el Estado y el Gobierno actúen a través de ellas.
Los resultados electorales fueron relevantes para la consolidación de la
gravitación hegemónica del MAS-IPSP. Comparando con el pasado inme-
diato, la gestión de Morales se caracteriza por la estabilidad política y econó-
mica que se expresa positivamente, según estudios de opinión pública, en el
incremento de la confianza y el optimismo de la población sobre un futuro
mejor. Las políticas de nacionalización de los hidrocarburos, la política de
control de las variables macroeconómicas y las políticas de redistribución
mediante bonos y subsidios directos, han sido favorables y de gran impacto
social y popular (Molina, 2013). De esa manera, fueron estos resultados los
que permitieron una amplia ventaja en iniciativa y voluntad política que
llevó a Morales a la cima de la popularidad como líder nacional y, conse-
cuentemente, a su proyección internacional como líder regional.
En ese contexto, el discurso gubernamental fue desplazándose de un ima-
ginario que propugnaba la “refundación del país”, con signos esencialistas y
excluyentes, el enraizamiento en lo étnico-cultural, hacia la postulación de
transformaciones sociales y económicas más cercanas a los imaginarios con-
vencionales de la población boliviana. Dicho desplazamiento, como dijimos,
no supuso el abandono de la discursividad inicial, sino una ampliación es-
tratégica para lograr mayores conexiones y la dotación de sentido. La oferta
electoral para su tercera reelección (2014) y la denominada “Agenda Patriótica
2025” visibiliza un ambicioso programa de ejecución de políticas públicas para
el nuevo quinquenio (2015-2020), pero que se proyecta hasta el año 2025.80

80 La propuesta gubernamental denominada “Agenda Patriótica 2025” tiene como ho-


rizonte de concreción la celebración del bicentenario del nacimiento de la República,
ya que busca hacer realidad los grandes objetivos y metas del desarrollo a través de un
acelerado e intensivo proceso de modernización económica, social y cultural de país.
116 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

Para ello, en continuidad con lo logrado en la década pasada, el proyecto y


el plan de acción inmediato busca lograr sostener tasas de crecimiento econó-
mico por encima del 5%, potenciar aún más el rol protagónico del Estado en
sectores clave y estratégicos de la economía (la industrialización de los hidro-
carburos, la energía y los recursos naturales, etcétera), la implementación de un
conjunto de políticas públicas redistributivas de alto impacto social y el fortale-
cimiento de la capacidad directiva del Gobierno en los asuntos fundamentales
del desarrollo económico y social. En ese contexto de ascenso hegemónico, la
principal estrategia política pasó por resolver la continuidad del esquema y es-
tilo de gobierno que tienen en Evo Morales y Álvaro García Linera a sus prin-
cipales conductores. La continuidad de ambos hasta después del año 2020 ha
resultado ser el principal asunto de propagación y extensión hegemónica. Por
ello, a finales de 2015 el oficialismo aprobó, mediante ley, la convocatoria a un
referendo nacional de reforma constitucional para habilitar a la dupla guber-
namental (Evo/Álvaro) a una segunda reelección constitucional consecutiva.
Los resultados del referendo del 21 de febrero de 201681 marcaron la rup-
tura de la gravitación hegemónica y del proceso ascendente, pues no fueron
favorables a la intención de modificar las pautas normativas e institucionales
que regulan la dinámica política e institucional del “proceso de cambio”. Por
primera vez, después de una década de consecutivas victorias y logros electo-
rales, el Gobierno enfrentó una derrota que le obligaba de manera inmediata
a replantear su estrategia para dar continuidad a su proyecto político.82

5.3. Dos facetas del MAS-IPSP

Como se dijo anteriormente, y volvemos a reiterarlo aquí, la acción y el


devenir estatal de los campesinos indígenas fueron posibles a través del

81 En el referendo constitucional del 21 de febrero de 2016 el No alcanzó el 51,34% y


el Sí, el 48,66%. Con ello, se cerraba la posibilidad de la reforma constitucional del
Artículo 168 de la Constitución Política del Estado, que establece la posibilidad de
reelección del presidente y vicepresidente por una sola vez de manera consecutiva.
82 Esta estrategia fue inmediatamente activada a través de la presentación por parte de
la bancada parlamentaria del MAS-IPSP al Tribunal Constitucional Plurinacional
(TCP) de una “acción abstracta de inconstitucionalidad” contra cinco artículos de la
Ley N.° 026 (Ley de Régimen Electoral) y demandaron la “inaplicabilidad” de cua-
tro artículos de la Constitución que impiden la reelección del presidente, vicepre-
sidente, gobernadores, alcaldes, asambleístas departamentales  y concejales, recurso
que les fue favorable a través de una Sentencia Constitucional emitida por el TCP
en noviembre de 2017.
Balance del “proceso de cambio” | 117

nacimiento y desempeño del MAS-IPSP, que devino en el “instrumento po-


lítico” de las organizaciones campesinas e indígenas del país (García F. et al.,
2014). El MAS-IPSP nunca fue un partido como se percibe desde la ciencia
política a estas instituciones. Fue y es aún un “dispositivo político-electoral”
de doble filo; por un lado, un “instrumento político” de las organizaciones
campesinas bajo la hegemonía de los cocaleros y de las “comunidades inter-
culturales”, como se designa a los campesinos excolonizadores; y, por otro,
después de la asunción de Evo Morales al poder, un “aparato” y/o “dispositi-
vo político-electoral” en manos del Gobierno, de su líder y de los grupos de
poder asentados en la estructura y la burocracia estatal y sindical.
En tanto instrumento político, el MAS-IPSP fue y es aún la “herramienta”
de los campesinos indígenas para acceder a los espacios de representación
política, devenir estatal que de manera creciente se fue desplegando desde el
nivel local (municipal) hasta el nacional. Su presencia territorial e incidencia
política es totalmente evidente. Una simple revista a la composición social
de los gobiernos municipales rurales, de los centros poblados intermedios,
de las gobernaciones y de los espacios de representación nacional (Asamblea
Legislativa Plurinacional) y sectorial del Estado (ministerios, viceministerios y
otras reparticiones) atestigua esta realidad.83 La fuerza del “instrumento polí-
tico” radica en el fortalecimiento de los sindicatos campesinos que han adqui-
rido mayores capacidades y prerrogativas de control territorial y de articula-
ción gregaria de sus miembros a través del replanteo del intercambio político.
Una articulación y acumulación de fuerzas que, a pesar de los avatares polí-
ticos, se asienta y crece en el espacio territorial que controlan, pues navegan
contra viento y marea hacia el potenciamiento de sus estructuras “orgánicas”,
estableciendo un campo de acción de un “adentro” y un “afuera”.
Hacia adentro: si bien hay una gestión y disputa pragmática de intereses,
la política “desde abajo” se sintetiza en el “cierre de filas” (cohesión) en defensa
de su “instrumento político”, “su” presidente y “su” Gobierno. Sin embargo,
esa cohesión interna no alcanza a superar el esquema sectorial y corporativo

83 Al respecto, uno de los avances sustantivos de las transformaciones del campo


político boliviano es el devenir (“llegada”) de los indígenas campesinos en el
Estado. En términos del vicepresidente Álvaro García Linera, hubo un “ascenso
plebeyo al poder que luego se ha expresado en un proceso creciente de indiani-
zación del Estado” (2014a: 5). Hoy, este proceso se expresa claramente en el co-
pamiento expansivo de los órganos de poder del Estado: Ejecutivo, Legislativo,
Judicial y Electoral. Hay dos maneras de leer esta “llegada” indígena campesina
y plebeya; por una parte, desde la perspectiva “garantista” o constitucionalizada,
y, por otra, desde una mirada social o como resultado de los procesos políti-
cos. Al respecto, véanse Ximena Soruco et al. (2014), Nico Tassi et al. (2016) y
Fernando García et al. (2019).
118 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

de hacer política; su fijación fue y es el logro de beneficios corporativos y, en


el peor de los casos, la satisfacción de los apetitos personales de sus dirigentes,
pues estos ya han adquirido una gran capacidad de gestión política para ga-
rantizar su continuidad y reproducción en las estructuras sindicales y políticas.
Hacia afuera: en el campo de la discursividad y del espacio público, se
han limitado a la reproducción mecánica de la narrativa oficialista en torno a
la presencia y la incidencia campesina, indígena y popular en el poder políti-
co, retórica que ha dejado de ser legítima, creíble y hegemónica precisamente
por la reiteración discursiva, una monotonía enunciativa emitida desde el
poder gubernamental, que en su efecto inmediato la deja vacía, para ser reco-
nocida como una representación más que, en el fondo, encubre los esquemas
instrumentales de gestión donde están inmersos los campesinos indígenas.
Así, empiezan a escenificarse los límites del “instrumento político” y del
modelo de gobierno al no lograr avanzar y seducir a la sociedad civil a través de
la puesta en marcha del proyecto de país que inicialmente ofertaron. Frente al
abandono de la agenda emergente de la CPE y de la “desconstitucionalización”
del mismo (Exeni, 2015), el resultado pareciera ser, una vez más, la reproduc-
ción de un modelo de gestión del poder como cualquier otro sucedido en el
pasado. La ausencia de un discurso, de un proyecto y de líderes, intelectuales
y dirigentes que doten de sentido a los referentes normativos e institucionales
de construcción estatal, la “reforma intelectual y moral” que precisa la trans-
formación política e institucional, todo ello expresa el límite estructural de la
impronta campesina e indígena en el poder.

5.4. Interpretaciones discursivas: parecidos de familia

A pesar de las diferencias que se perciben en la discursividad del Gobierno,


por una parte, y de la oposición, por otra, en torno al “proceso de cambio”,
ambos destacan el reconocimiento de la presencia campesina y popular en
el campo político. Para el primero, se inauguró uno nuevo; sin embargo, el
denominado replanteamiento ocurrió en función a la continuidad de las es-
tructuras formales que, ahora como en el pasado, permitieron la interacción
política, esto es, el sistema de partidos, la representación territorial y los pro-
cesos electorales. Según el oficialismo, las posibilidades de sostenibilidad de
la hegemonía o de la renovación política anidan en el mencionado sistema
de partidos y, en consecuencia, en las dinámicas de competencia electoral.
Al respecto, para el MAS/Gobierno, en el corto y mediano plazo, no hay
alternativas político-partidarias que disputen la hegemonía o el predominio
logrado y, en concreto, no se visibilizan riesgos en torno a su permanencia
y/o continuidad en el poder a pesar de las fallidas decisiones, el ocaso po-
pular, los resultados del referendo constitucional del 21 de febrero de 2016
Balance del “proceso de cambio” | 119

y del estallido de escándalos de corrupción y conflictos de baja intensidad


acontecidos en los últimos años.84
Con similar argumento, las fuerzas opositoras vieron en esos aconteci-
mientos, básicamente en los resultados del 21 de febrero de 2016 (21F), la
posibilidad de la alternancia y renovación política. La apuesta inmediata fue
lograr aún más el deterioro de la popularidad de Morales y, con ello, la crisis
de legitimidad de su organización política por medio de la lógica binaria de
cuestionamiento a la validez de su decisión de subvertir los resultados del 21F.
En síntesis, tanto desde el oficialismo como desde las tiendas oposito-
ras se asume que la política deviene básicamente en representación y disputa
político-partidaria por el acceso y el ejercicio a y de los recursos y bienes del
Estado; sostienen que más allá del Estado y de todos sus artificios institu-
cionales (régimen, sistema político, procesos electorales, etcétera) no hay, en
concreto, política efectiva. Lo que sucede fuera del circuito de lo estatal, es
decir, en el circuito de la sociedad civil organizada y las estructuras institu-
cionales comunitarias, deviene en “antipolítica”, ruido y/o murmullo contra
la “efectiva” estructura de gestión del poder. En ese sentido, hay una especie
de parecidos de familia entre ambos. Sin embargo, paradójicamente ambos
recurren, una y otra vez, a las estructuras “orgánicas” de la sociedad civil (or-
ganizaciones corporativas, asociaciones, grupos y colectivos, entre otros) para
garantizar su propio sostén y, en general, para la emisión efectiva de discursos
vinculantes. Por ello, se torna imprescindible problematizar la comprensión
de la política más allá del Estado y de los armados conceptuales con los que
estamos habituados a definirla: asumir que lo político es lo estatal y lo estatal
es lo político. Se trata de un círculo vicioso de encasillamiento de lo político
que no permite entender a cabalidad la primacía del conflicto, el desacuerdo

84 En el contexto del referendo del 21 de febrero de 2016 estalló uno de los escándalos
de mayor “viralización política” en los medios de comunicación, conocido como el
“caso Zapata”, que vinculaba directamente al presidente Morales y a miembros de su
gabinete con actos de corrupción y enriquecimiento ilícito. Según el oficialismo, ese
evento mediático afectó sustancialmente en la derrota gubernamental en el referen-
do. Por otra parte, después del plebiscito sucedieron varios conflictos de baja intensi-
dad con distintos sectores sociales que fueron aliados o miembros de la estructura de
apoyo, como las personas con discapacidad, que se enfrentaron dramáticamente con
las fuerzas del orden por más de un mes y sin lograr resultados favorables en defensa
de sus demandas. Asimismo, con los trabajadores de ENATEX, cuya problemática, si
bien logró el apoyo de la COB, tampoco consiguió el cumplimiento de la totalidad
de lo demandado. El conflicto de alta intensidad fue el enfrentamiento violento
del Gobierno con los cooperativistas mineros en agosto de 2016, cuyo saldo fue el
fallecimiento de tres mineros por proyectiles de armas de fuego y el asesinato del
viceministro Rodolfo Illanes por parte de los cooperativistas.
120 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

y la polémica en la constitución de la sociedad y del Estado; esto es, de la


política “desde abajo” o el “devenir otro” que ha desbordado y disloca a las
estructuras institucionales del Estado y de la gestión hegemónica.

5.5. Desafíos: conducción política y política “desde abajo”

Desde el discurso oficial, el modelo de “conducción” de Evo Morales y Álvaro


García Linera, principales líderes del “proceso de cambio”, no tiene paragón
con los gobiernos de los últimos 50 años; este fue enteramente político antes
que institucional. La concentración de las decisiones en ambos mandatarios
permitió un alto grado de flexibilidad y eficacia decisional en la gestión de
los niveles y las instancias de gobierno. Se dice que la fuerte adhesión social
y electoral de la población, el éxito gubernamental en materia económica,
social y cultural, son efectos de esa capacidad que combina las dinámicas de
“abajo hacia arriba” (movimientos sociales y populares) con las de “arriba
hacia abajo” (liderazgo y dirección política). El proyecto gubernamental, ade-
más de incorporar la narrativa indígena, es, asimismo, modernizador y demo-
cratizador, pues concuerda la idea de identidad indígena campesina con las
aspiraciones genéricas y populares de los sectores sociales: lograr el mínimo de
igualdad en el acceso a los bienes y los servicios de salud, educación, vivienda
y empleo, en un marco de prosperidad y crecimiento económico.
La respuesta del Gobierno fue la de fortalecer y robustecer el Estado
como principal estructura y motor del desarrollo económico y social. Las
propuestas de industrialización de los recursos naturales y su potenciamien-
to, así como la redistribución de los recursos y la riqueza colectiva, son parte
de la estrategia de resignificación de la centralidad del Estado en la sociedad;
por ello, resultó un objetivo central o estratégico garantizar la continuidad
del liderazgo del “proceso de cambio”.
Sin embargo, como mencionamos, la figura y el accionar del presidente,
dado el nivel de concentración y centralización de la toma de decisiones,
ha relajado también los límites y las estructuras institucionales del régimen
político (control “multipartidario”: sistema de partidos, y control “contra-
mayoritario”: independencia de los poderes públicos de justicia y electoral),
lo que a su vez deviene en un factor que pone en riesgo la calidad del modelo
democrático en su componente formal e institucional. Así, el riesgo que apa-
rece como una paradoja es que el Gobierno, al ganar en “eficacia decisional”,
erosiona su legitimidad social; precisamente, uno de los dilemas actuales es el
logro de un equilibrio adecuado entre el incremento de “capacidad decisoria”
y la movilización y apoyo popular.
De esa manera, la figura del presidente –y con él, del modelo de gobierno–
se constituye en uno de los ejes que aparecen como problemáticos del
Balance del “proceso de cambio” | 121

campo político. Las disquisiciones sobre esta hegemonía son varias, pero
todavía son genéricas. Para unos, este régimen se acerca a la faceta ominosa
del presidencialismo: la personalización de la política, la desinstitucionali-
zación de las estructuras del sistema político y el populismo, que, desde su
óptica, amenaza a las instituciones democráticas; y, para otros, es la expre-
sión de una voluntad nacional-popular mayoritaria, que abre horizontes de
reinvención de la democracia desde un “otro” pluralismo o desde la política
“desde abajo”.
Al respecto, en los últimos años se hicieron manifiestos los síntomas de la
emergencia de esas nuevas pulsiones de democratización social que reinventan
al sujeto plurinacional: un “otro” y un “nuevo” pluralismo que surge o emerge
desde “lugares” y/o “sectores” considerados como “no propios” de la política,
esto es, desde el seno de la sociedad civil organizada y que en su suceder pone en
vilo a las estructuras establecidas. En ese sentido, si bien el Gobierno de Morales
fue y es todavía una expresión de la articulación “nacional-popular” sobre la
base de la presencia y la batuta de las organizaciones campesinas indígenas (bá-
sicamente cocaleras y de colonizadores) que lograron articular a otras organi-
zaciones y actores de raigambre popular, ello no implica la total condensación,
normativización y monopolización del “proceso de cambio” en él y por él.
Como ya se dijo, la estabilidad que vivió el país a lo largo de más de una
década se logró a cambio de garantías formales e informales suministradas
a las estructuras “orgánicas” para la gestión de “bienes comunes”: recursos
naturales y otros intangibles (Ostrom, 2000), y el acceso a los “bienes pú-
blicos” suministrados por el Estado, en una especie de reactualización del
“pacto de reciprocidad” o de intercambio político de favores y márgenes de
autogobierno de un lado y otro (Platt, 1982); una reinvención de la dimen-
sión de lo político que rompe el esquema habitual de la representación y la
participación política. Todo ello porque aconteció, entre otras cosas, el des-
pliegue de la política “desde abajo”, la misma que fue y continúa paulatina e
incrementalmente copando y limando al poder estatal en distintos niveles e
instancias (Tassi et al., 2016). En suma, además de la política “desde arriba”,
la hegemonía “de”, suceden otras formas de hacer política que surgen “desde
abajo”: se replantea el intercambio político y se redefinen los contornos del
campo político, una hegemonía desde y “en” la diversidad social.
Ejemplos de la manifestación política “desde abajo”, además de la acción
subrepticia de los movimientos sociales, son las movilizaciones convocadas
por el Comité Cívico Potosinista (COMCIPO)85 o los fenómenos electorales

85 A lo largo de la segunda y de la tercera gestión de Evo Morales, en el departamento


de Potosí estallaron conflictos de carácter regional, en particular con los repre-
sentantes del Comité Cívico Potosinista (COMCIPO), quienes lograron ejecutar
122 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

personificados en Damián Condori en Chuquisaca, Félix Patzi en La Paz,


Soledad Chapetón en El Alto y Luis Alfaro en Tarija, entre otros. Así, emer-
ge un “otro” pluralismo que, en condiciones crecientes de empoderamiento
y politización de la sociedad, deviene en estructuras y formatos que sub-
vierten a las estructuras de concentración, centralización y “domesticación”
política ejercida “desde arriba”. En ese sentido, se abre un nuevo horizonte
de reinvención de la articulación nacional-popular y un nuevo ciclo de de-
mocratización política y social del “proceso de cambio”.

movilizaciones populares y “paros cívicos”, reavivando posiciones e imaginarios


políticos de una mayor descentralización y autonomía departamental/regional:
“Potosí Federal”.
123

6
¿Hacia dónde va el “proceso de cambio”?

Como ya dijimos, Evo Morales, en su calidad de presidente en ejercicio, superó


el registro histórico de permanencia en el poder político: desde hace más de una
década ejerce por tres gestiones consecutivas y, con él, está en marcha el “pro-
ceso de cambio”. A lo largo de dicho periodo acontecieron una serie de hechos
que, desde el análisis político, caracterizaron determinados hitos del desempeño
del campo político: “empate catastrófico”, “polarización” y “gobierno dividi-
do”, para la primera gestión; “gobierno de mayorías”, “hiperpresidencialismo”
y “desinstitucionalización de la democracia”, para la segunda y tercera.
Las lecturas y las visiones predominantes fueron, en su mayoría, bina-
rias, y en su efecto inmediato marcaron las fronteras entre unos y otros,
dividiendo el campo político en dos. Las interpretaciones de la realidad del
Gobierno o de la oposición, derecha o izquierda, etcétera, exigieron la toma
de posiciones en torno a las interpelaciones políticas. Así, se simplificó la
vida política, esto es: o se estaba con el “proceso de cambio”, que implicaba
comulgar con el Gobierno y el MAS-IPSP, o bien se estaba con la oposición,
que suponía estar en contra del proceso. Las posiciones intermedias fueron
inexistentes, pocas veces se desplegaron posiciones y/o criterios que inicien
una práctica crítica o, mejor, una cultura política de salir de la lógica binaria.
Todo lo contrario, se reprodujo la dinámica de ultima ratio [última razón,
último recurso], la reducción al origen o matriz primordial: la confrontación
o “guerra” que, según el estratega militar prusiano Carl von Clausewitz, es
“la continuidad de la política por otros medios”.
Basándose en Von Clausewitz, Michel Foucault (2000) y otros pensa-
dores comprenden que la política “es la continuidad de la guerra por otros
medios”, abriendo así una posibilidad para pensarla no solo como una lógica
negativa, sino como una condición y herramienta que podríamos denomi-
nar “positiva”. En otras palabras, supone la operación de dos registros; de
un lado, el que hace referencia al antagonismo, al conflicto y al desacuerdo,
consustanciales a la dimensión humana; y de otro, el que expresa al producto
de su ejercicio e institución: la configuración de un “orden civil” o “público”
que evita la ultima ratio.
La pregunta, entonces, respecto a lo que nos interesa aquí es: ¿por qué el
“proceso de cambio”, a lo largo de más una década, no logró construir una
124 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

cultura política que vaya más allá de la lógica binaria? Al parecer, este es un
asunto que ha resultado central para el análisis sobre el devenir del “proceso de
cambio” y que en esta parte buscaremos problematizar y esbozar respuestas.

6.1. Belicosidad y escaso consenso

Carl Schmitt (1999) sostuvo que lo político expresa y surge del politeísmo de
valores, del pluriverso que denota la relación amigo/enemigo, el mismo que
no tiene un lugar propio ni un fin último o predeterminado. Siguiendo a
Schmitt, lo político emerge de cualquier lugar o ámbito de la sociedad; tan
solo requiere que en el seno de la misma ocurra la disposición agregada de
lucha de unos frente a otros; y, en consecuencia, el sentido de la política es con-
tingente e impredecible. En unas palabras: es la expresión de la confrontación
de posiciones, intereses, visiones o interpretaciones en la que no hay un puerto
preestablecido de salida ni de llegada. Si bien esto es lo que hemos llamado un
primer registro de la política, lo otro, su reverso, su segundo registro, siguiendo
a Hannah Arendt (1997), es el que expresa la constitución de la comunidad
política: el “estar y actuar juntos” en tanto sujetos singulares que configuran
una comunidad política. Así, un “orden civil” u “orden público”, si se quiere,
o la consecución de una sociedad democrática en condiciones de alta contin-
gencia y pluralidad, es posible en la medida en que acontezca la interacción
o encuentro de posiciones disímiles que configuren y edifiquen mediaciones
institucionales; es decir, es del juego de la política, de la interacción, del en-
cuentro y desencuentro, del conflicto y consenso que se edifican la sociedad y
el Estado democrático. En consecuencia, el destino de una comunidad plural
es la política, ya que sus resultados son distintos y potentes a la vez, y fruto de
la confrontación, la disputa y el desacuerdo emergen los artificios legales que,
por su forma y naturaleza, son coactivos, vinculantes y, por ello, obligatorios
para respaldar la cohesión de la comunidad política. La legalidad es, por tanto,
uno de los productos de la política, del juego de la relación de partes y/o corre-
lación de fuerzas. En tanto resultado de la política, ella sustenta al orden civil
que denominamos estructura jurídico-institucional del Estado.
En toda sociedad existe un conjunto de reglas y procedimientos que
atempera la dimensión contingente e impredecible de la política, del con-
flicto y de la belicosidad que emergen del pluralismo y el desacuerdo. No
es que haya una subsunción real de la política por la legalidad, anulando la
posibilidad de esta; todo lo contrario, la legalidad establece los límites o, al
menos, los contornos que, asimismo, son precarios, ya que definen de ma-
nera inestable un “adentro” y un “afuera” de lo que es posible o no, lo que
es permitido o no, para la política. Define el campo de acción y, por ello,
confiere de certidumbre y confianza a los miembros y actores que conforman
¿Hacia dónde va el “proceso de cambio”? | 125

la comunidad política. Cuando se vulnera la legalidad o se intenta cambiarla,


fuera del hecho que la sustentó o le dotó de validez, en tanto resultado de
acuerdos, consensos o, en el peor de los casos, de la puesta en relación de
fuerzas en el espacio público, la política se acerca a su registro y dimensión
de suma cero, a su lógica de síntesis binaria en la que unos y otros están
dispuestos a la confrontación violenta. Dicho esto, veamos qué acontece en
la cultura política del país respecto a ambos registros: la belicosidad y los
acuerdos y, con ello, la consecución de la legalidad.
La cultura política reproduce la práctica de la confrontación partisana
más que el de la confluencia, el consenso y el acuerdo; y, por ello, las estruc-
turas legales e institucionales son aún percibidas como arbitrarias y frágiles.
En su mayoría, más que artificios normativos reconocidos o consensuados
por todos, son estructuras ajenas e impuestas desde el ejercicio vertical del
poder, de los grupos de poder; la validez de su necesidad y pertinencia aún
no es enteramente democrática. La puesta en práctica de su validez es uno
de los déficits estructurales que el país arrastra en torno a la construcción
democrática del Estado.
Hay distintas referencias registradas por el debate político y académico
sobre ello; por ejemplo, el clásico desencuentro, tan largamente abordado
por el pensamiento político boliviano, entre Estado y sociedad civil o de “no
correspondencia” entre la “forma estatal” y la “condición social” (Zavaleta,
1986; Tapia, 2002b; Rivera, 2014). El argumento es que, a pesar de que las
reglas y las estructuras institucionales están operando y mediando las relacio-
nes sociales, son, sin embargo, “aparentes”, “formales” o “encubridoras”. El
sinceramiento entre las formas institucionales del Estado y las dinámicas de
la sociedad, las estructuras, las reglas y los formatos de esta, fue escasamente
sedimentado como armados normativos de confluencia mutua que configu-
ren estructuras institucionales mucho más idóneas y legítimas. En todo caso,
la lógica predominante fue la de organizar el orden político de “arriba hacia
abajo”, de disciplinamiento vertical (“civilizatorio”) y de supeditación ex-
cluyente y arbitraria (primacía normativa de unos dispositivos sobre otros).
En la consideración final, existe la convención sobre la permanencia de la
“crisis de la política”, de su “fracaso”, en la medida en que no se logró, ni se
logra aún –de manera suficiente y continua–, establecer las mediaciones nece-
sarias para evitar la división del campo político en dos: la confrontación y la
disputa partisana. En ese marco, Bolivia arrastra aquello que desde la ciencia
social se ha denominado “imposibilidad constructiva” y “paradoja señorial”
como una variable recurrente; por ejemplo, la posición gubernamental de ir en
contra del resultado del referendo del 21 de febrero de 2016 ha desencadenado
y avivado la confrontación partisana, esto es, la confrontación belicosa más que
la posibilidad de llegar al consenso y el ejercicio de la legalidad establecida.
126 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

Tanto en el oficialismo como en la oposición, en la discursividad y en la


práctica política se busca casi maniqueamente llegar a la división del campo
político, puesto que la confrontación y la disputa de posiciones antagónicas
incrementan, según sus pareceres, los caudales políticos de unos y otros. La
razón instrumental de los medios-fines es básicamente la que prima como
criterio primordial y final de la política. Según esto, la política no es el campo
ni el instrumento de gestión del conflicto y, por ende, de la posibilidad de
lograr acuerdos, establecer puentes o rutas que allanen el camino para per-
manecer en el ejercicio de la hegemonía; o, en una lógica de desarrollo nor-
mativo y político, para abrir escenarios de recambio, reforma y renovación
política. En suma, ambos subestiman la edificación y la configuración de “es-
pacios públicos”, “sentidos comunes”, en los que se construya –de manera
plural e incremental– una voluntad común e intersubjetividad social y, así,
opere la reforma y la reinvención democrática de la hegemonía.

6.2. Entre reforma intelectual y gestión pragmática

Legitimidad es también un concepto del registro político que expresa diná-


micas de adhesión voluntaria de grupos y colectivos sociales a estructuras de
mando/obediencia. Desde la narrativa política, se dice que un orden político
deviene en legítimo en la medida en que existe un sostén discursivo y prác-
tico que no implica, necesariamente, el ejercicio de la fuerza o la coacción
obligatoria, esto es, en contrapartida, de apoyo voluntario y/o de consenso.
El éxito del político y de su estructura gubernativa –sea la dimensión que
sea– se relaciona con el grado de legitimidad que logra asentar, desplegar y
exhibir. En consecuencia, podríamos pensar que la legitimidad es un resul-
tado de los estilos de hacer política; y, según Michael Oakeshott (1998), del
juego de interacciones pragmáticas entre grupos y/o factores de poder con
la puesta en escena y la expansión de narrativas y promesas que logran adhe-
siones voluntarias. Estilos y combinación que Oakeshott describe y establece
como necesarios para el buen desempeño de la política moderna. En ese
marco, no hay una fórmula final ni un secreto último para lograr el mayor
éxito gubernamental en los estilos de hacer política. En todo caso, tanto el
éxito como la legitimidad son productos contingentes que dependen de las
decisiones del político o del gobernante para lograr el “equilibrio inestable”
entre la política de la fe (el despliegue de las promesas, la seducción narrativa,
etcétera) y la política del escepticismo (los intercambios e interacciones prag-
máticas, las relaciones de poder, etcétera).
En otras palabras, la legitimidad de un orden o de un actor político está
asociada, por una parte, a la puesta en marcha de un conjunto de acciones
que busca provocar dinámicas de adhesión y reforma intelectual, a saber, el
¿Hacia dónde va el “proceso de cambio”? | 127

procesamiento y la consecución de imaginarios y/o proyectos políticos; y, por


otra, a la constitución de una estructura de poder que encarna –en tanto equi-
librios de relaciones de fuerza– los imaginarios y/o los proyectos menciona-
dos. Esto mismo, desde la tradición marxista y gramsciana, tiene una nomi-
nación que se hizo común para la descripción y el análisis de la legitimidad de
una forma de hacer política: el logro de la hegemonía por parte de un sujeto
que en su accionar combina la articulación y la gestión de una estructura de
poder “nacional-popular” con la expansión de un imaginario colectivo. No
es aquí donde desarrollaremos esas ideas o un debate –dijimos algo al inicio–,
pero el esquema analítico es útil para realizar el balance de la legitimidad o
hegemonía de la forma de hacer política del Gobierno de Morales.
Como mencionamos, en los últimos años la interpretación de la realidad
del sistema político se ha tornado simple, de reproducción de la relación
binaria Gobierno/oposición, a pesar de la disponibilidad social que existió
y, al parecer, permanece aún latente para procesar dinámicas plurales de
reforma intelectual y moral. La posibilidad de transformación del Estado y
del sistema político fue una expresión evidente que apareció y se desplegó a
lo largo del proceso constituyente; en esa etapa se fue abriendo la disponi-
bilidad social para una paulatina incorporación de prácticas, conocimientos
y experiencias acumuladas por la sociedad al bagaje político e institucional
del Estado. Fue un proceso que traía consigo una larga historia de luchas y
disputas sociales y políticas construidas “desde abajo”, desde los “márgenes”
del sistema político.
Para ir desagregando lo dicho, ya utilizamos adrede la noción de “dispo-
nibilidad social” de René Zavaleta Mercado en el sentido de que, en el país,
a inicios del siglo XXI, se desarrolló la articulación de una estructura social
de base campesina e indígena dirigida a lograr asentar una nueva narrativa
y práctica política, hecho inédito en la historia social que fue la articulación
del movimiento indígena campesino en una instancia de coordinación y ac-
ción colectiva: el denominado “Pacto de Unidad”, que llegó a congregar
a las principales organizaciones campesinas e indígenas del país.86 Fue en
esa instancia en la que se procesó la propuesta de construcción estatal de
carácter intercultural que vinculaba y, asimismo, conjugaba los imaginarios
indígenas campesinos de “tierras bajas” y de “tierras altas”, la misma que,
luego, llegó a decantarse en la propuesta de Constitución Política del Estado
(CPE) que postulaba la edificación de un Estado Plurinacional Comunitario,
la cual una vez en la Asamblea Constituyente, permitió abrir un intenso
debate sobre los asuntos canónicos de la deliberación política, posicionando

86 En torno a esa articulación inédita de las organizaciones indígenas y campesinas del


país, véase los trabajos de Fernando Garcés (2010, 2013).
128 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

la narrativa de la descolonización del Estado y la sociedad, la ampliación y


la reinvención de la democracia, y la construcción de un nuevo modelo de
desarrollo. En otras palabras, aconteció una fuerte interpelación discursiva
orientada a provocar una amplia e intensa reforma intelectual y moral de la
sociedad, que dotaba de alta legitimidad al accionar de los campesinos indí-
genas en su devenir estatal.
Después de una década y más del gobierno de Morales, la legitimidad
política de los campesinos indígenas está cuestionada y, quizás, en estanca-
miento y declive respecto a lo que inicialmente fue, al menos, la encarnación
del proyecto de reforma intelectual y moral propuesto y socializado en el
proceso constituyente. Va ocurriendo, de manera lenta pero paulatina, el
vaciamiento de aquel proyecto que lograba las adhesiones entusiastas, vo-
luntarias y/o consensuadas de la sociedad civil. Tanto los asuntos vinculados
a la transformación estatal en clave plurinacional y de democratización del
poder político, como del nuevo modelo de desarrollo, han sido modificados
o neutralizados. No figuran en la agenda decisional como proyectos de re-
forma constitucional ni son asuntos centrales de la deliberación pública el
despliegue de reformas institucionales y políticas dirigidas a modificar las
pautas “gruesas” o centrales de funcionamiento del Estado y del sistema po-
lítico. Como ya mencionamos, ni el Gobierno ni la oposición han logrado
capitalizar la disponibilidad y la articulación social para provocar cambios
sustanciales en la cultura, en la reforma intelectual y en el accionar político;
todo lo contrario, han procedido a devaluarlos y desmontarlos.
Fernando Mayorga (2014) sostiene que después de la aprobación de la
Constitución Política del Estado (CPE) y la segunda victoria electoral de
Evo Morales y del MAS-IPSP, el 2009, la refundación estatal propuesta en
la Asamblea Constituyente dio un particular “giro” programático hacia uno
más pragmático, con reformas institucionales caracterizadas como “cons-
trucción minimalista” del Estado plurinacional y gestión de políticas “re-
distributivas” y “neoextractivistas”, situación que, según Mayorga, puede
derivarse del actual estilo de conducción y de la propuesta gubernamental
de implementación de políticas públicas en el marco de la Agenda Patriótica
2025, cuya meta de evaluación de resultados es, precisamente, el año de ce-
lebración del bicentenario del nacimiento de la República. Además, desde el
conflicto del TIPNIS, acontecido el 2011, la articulación “nacional-popular”
fue desgajándose para reducirse cada vez más a una gestión instrumental de
“intercambio político” en función de los intereses corporativos y/o particu-
lares, más que de apoyo o adhesión colectiva a una propuesta programática
o ideológica de largo alcance.
En ese esquema está inmerso un conjunto de actores/sectores que ha
logrado, en unos casos, permanecer y, en otros, ingresar a la estructura de
¿Hacia dónde va el “proceso de cambio”? | 129

poder gubernamental, ocasionando el atrincheramiento y el aislamiento po-


lítico y social de estos. Así, en el modelo de gestión gubernamental existe una
especie de coalición de sectores y grupos de presión que, si bien forma parte
del Gobierno, no llega a establecer mecanismos efectivos de coordinación y
deliberación interna, ni logra garantizar la autonomía de sus organizaciones
con relación a la conducción y las decisiones del Gobierno. Esa es la situa-
ción, por ejemplo, de las organizaciones y de la camada de dirigentes campe-
sinos, cocaleros, cooperativistas mineros, migrantes colonizadores, empresa-
rios agroindustriales y, finalmente, de los grupos vinculados a la burocracia
estatal. En síntesis, a lo largo de los últimos años se ha visibilizado un con-
junto de fricciones, fracturas y rupturas en la estructura de apoyo social al
Gobierno, aunque sin desembocar en otra de articulación social. Si bien no
existe una crisis de legitimidad y del estilo de hacer política, tampoco es po-
sible mencionar que las “energías utópicas” que dieron origen e impulsaron
al “proceso de cambio” con alta legitimidad social y política, permanecen
vigentes e inalterables.

6.2.1. Deriva instrumental: ¿bipartidismo o partido hegemónico?

En ese contexto, a partir de la derrota electoral del 21 de febrero de 2016,


el Gobierno desplegó una serie de acciones para minimizar los resultados
del referendo y, en correspondencia, remontar la situación de inhabilitación
del presidente y vicepresidente a la reelección continua por tercera vez. La
estrategia fue la de presentar un recurso abstracto de inconstitucionalidad
sobre algunos artículos de la CPE y la Ley de Régimen Electoral (Ley N.º
026) que limitan la posibilidad de la reelección indefinida de las autoridades
electas en consideración de una vulneración de los derechos políticos fun-
damentales. El recurso abstracto resultó favorable al Gobierno, con lo cual,
según sus principales voceros y el propio presidente Morales, estaba resuelto
el asunto de su habilitación como candidato para las elecciones de 2019.
Sin embargo, dicha situación dañó la imagen presidencial y puso en vilo la
legitimidad de su Gobierno, las decisiones vinculantes en torno a los resul-
tados del referendo constitucional, así como la aplicación de la propia CPE.
Con ello, se inició un periodo de erosión política del “proceso de cambio”
e incertidumbre sobre su derrotero político. La habilitación de Morales y
de todas las autoridades electas a una reelección indefinida abriría un nuevo
contexto político e institucional que inauguraría de facto un nuevo ciclo
del “proceso de cambio” en una variante más instrumental que de logro de
consensos democráticos.
Con la sentencia del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP), si-
guiendo el análisis de su impacto normativo e institucional, lo que se
130 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

vislumbra es el establecimiento de un nuevo sistema político, aunque no el


desfallecimiento de la democracia, como menciona la mayoría de los análisis
políticos de las fuerzas opositoras, pero sí el deceso del modelo multiparti-
dista que preservaba aún la CPE y anidaba como tendencia y derrotero en el
sistema político. Es decir, la Constitución y la normativa vigente desarrollada
posteriormente habían dejado intacta la posibilidad de configurar un sistema
político multipartidista que había caracterizado por más de 30 años a la vida
democrática del país. Las implicaciones políticas e institucionales de la sen-
tencia constitucional ocasionarían el desfallecimiento del modelo que aún se
hallaba vigente en términos normativos, para iniciar otro y, con ello, el desa-
rrollo de un nuevo ciclo cuya característica pudiera ser: la consolidación del
régimen presidencialista a través de la apertura hacia la reelección indefinida,
esto como un nuevo incentivo y dispositivo institucional. A partir de ello, en
el mejor de los casos para una concepción liberal y pluralista, lo que pudiera
acontecer sería la edificación de un sistema bipartidista y, en el peor, de un
sistema de partido hegemónico que, a la larga, devendría en partido único.87
El cambio político provocado no será menor, ya que de ahora en adelan-
te habría dos posibilidades para pensar en la calidad del modelo democrático.
La primera, quizás la más viable, consistiría en la configuración de un siste-
ma donde el MAS-IPSP devenga en partido hegemónico, lo cual garantizaría
la continuidad del “proceso de cambio” a través del desplazamiento del “ins-
trumento político” –todavía en manos de sectores, grupos y estructuras “orgá-
nicas” y corporativas– hacia un partido posiblemente del Estado, semejante al
Partido Revolucionario Institucional (PRI) mexicano, para gobernar de manera
continua por varias décadas y posiblemente ordenar el pluralismo institucional
interno “desde arriba”. La diferencia con el PRI mexicano sería que ese proceso
de asentamiento del “proceso de cambio” y del MAS-IPSP en Estado se lograría
bajo la égida de un solo líder o conductor: Evo Morales. Los determinantes po-
líticos para que acontezca ello en parte están dados: la sentencia constitucional
del 28 de noviembre de 2017, como apertura de la primera puerta, y lograr los
dos tercios en las elecciones nacionales de 2019, que al parecer, sería la segunda.
De ahí para adelante se podría mencionar que todo dependerá de las decisiones
que afronte el gobierno de Morales y del MAS-IPSP.

87 Al momento de terminar de escribir el presente texto se aprobó de manera intem-


pestiva la Ley de Organizaciones Políticas, en sustitución de la normativa de parti-
dos que data de inicios de la década de 1990. La novedad de dicha disposición legal,
entre otras, fue la incorporación de las elecciones primarias para la designación
de los candidatos al binomio presidencial (presidente y vicepresidente), además de
consolidar, contra la tendencia de la democracia intercultural y de los avances de
incentivar el pluralismo institucional, el sistema de partidos para el nivel nacional.
¿Hacia dónde va el “proceso de cambio”? | 131

La segunda, quizás la más inviable para el corto plazo, dada la cultura


política en la que se mueven las interacciones políticas, es la configuración de
un sistema bipartidista de carácter competitivo en el que las decisiones y el
propio ejercicio del poder vendrían a ser el resultado de una gestión política
que asuma las tensiones y los juegos de equilibrios. Posiblemente, ese sería un
modelo deseable para el pluralismo y la democracia, ya que no todo descansa-
ría en la voluntad de una persona o una sola fuerza político-partidaria, sino en
la posibilidad del disenso, la competencia, el recambio y la renovación. Para
ello, se requiere que la oposición partidaria y los otros formatos de hacer polí-
tica ya no busquen vencer y derrotar a Morales y al MAS-IPSP de manera de-
finitiva o instrumental en la lógica convencional y binaria; pero sí, al menos,
jueguen a establecer los nuevos límites y/o contornos del campo político.

6.2.2. Horizontes del “proceso de cambio”

Con relación a la “crisis de la política”, Hannah Arendt (1997) sostenía o


solía mencionar que los rostros privados son más bellos y sabios cuando apa-
recen en el espacio público, por su singularidad y pluralismo, que el rostro
de las autoridades y representantes públicos en los espacios privados. En
nuestro caso, los rostros de las autoridades gubernamentales y del sistema
político han ido perdiendo singularidad, para paulatinamente exhibirse en
expresiones de una burda fuerza monopolizadora. Detrás de los argumentos
oficiales en defensa del “proceso de cambio”, expresados en los últimos años,
la política se fue reduciendo a la reproducción de la lógica binaria amigo/
enemigo, una simplificación de la política a su ultima ratio.
En el “sentido común” o en la acumulación de experiencias colectivas
en el seno de la sociedad civil se fue asentando un conjunto de criterios
normativos y posiciones críticas contrarios a los argumentos y los discursos
del oficialismo y de la oposición partidaria. Así, en perspectiva, estos no en-
cuentran maneras de cimentar una práctica y un mensaje que genere movi-
lización y entusiasmo colectivo. Todo tiende a reducirse al juego de factores
en función a la expansión de dinámicas instrumentales de imposición de
decisiones. Como diría Jürgen Habermas (1991) respecto a la deriva de las
promesas incumplidas de la revolución y de sus imaginarios en la Europa
posbélica: “Las energías utópicas están agotadas”, dando lugar, en nuestro
caso, a la escenificación de la crisis de los estilos de hacer política.
Un dato que encarna esa realidad fue la derrota gubernamental en el re-
ferendo constitucional del 21 de febrero de 2016, en el que las tradicionales
fuerzas opositoras jugaron un rol secundario respecto a la movilización, la
resistencia, el activismo y la respuesta ciudadana. En consecuencia, la crisis
no fue solo de sentido –la encarnación del horizonte “nacional-popular” que
132 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

inicialmente se ambicionó como la transformación radical del orden esta-


blecido hacia la concreción del Estado Plurinacional Comunitario– sino,
también, de articulación y gestión política. Al respecto, ni el Gobierno ni la
oposición partidaria hablan del horizonte plurinacional y comunitario y de
su concreción política e institucional; en todo caso, estos referentes han deve-
nido en una nueva representación simbólica de lo que siempre fue la política
desde el Estado y el sistema político: el poder conculcador de las iniciativas y
voluntades democrático-populares. Según Silvia Rivera Cusicanqui (2014),
a propósito de lo que ella considera la “deriva colonial” del Gobierno del
MAS después de los hechos del TIPNIS, las palabras perdieron sentido en
consignas y clichés vacíos o maniqueos que no logran tener efectos vincu-
lantes en el seno de la sociedad. Así, ni las alocuciones de la “defensa de la
revolución”, del “proceso de cambio” a través de la díada “izquierda” y “de-
recha”, ni las que sostienen el “decaimiento de la democracia”, la “expansión
de la corrupción” y la “desinstitucionalización del Estado de derecho” llegan
a decir algo. La representación crítica de la realidad política, expresada por
distintos medios de construcción de opinión pública, se levanta como una
muralla en contra de ellos.
En ese sentido, la crisis que afronta el “proceso de cambio” no solo
tiene que ver con el vaciamiento del sentido, ni concierne solo a los actores
gubernamentales; es también la forma de hacer la política, de conducir
e instrumentar la política. Esta, al cabo de una década en el exceso de
intervenciones prácticas, ha sido reducida al logro de resultados instru-
mentales de medios-fines en una lógica binaria de suma cero: “lo que ellos
pierden ganamos nosotros, y viceversa”; a saber, un pragmatismo que en
su vertiente más acuciosa impregna y amenaza con vaciar y llevarse todo.
La oposición partidaria fue, en parte, funcional a ese esquema, ya que no
asumió la idea de construir el Estado plurinacional y, por ello, de provo-
car la reforma intelectual y moral de la sociedad; se limitó a proponer el
regreso del pasado o retomar un modelo en el que de manera simple am-
bicionaba el “recambio” y la “alternancia” en el poder, sin imaginario ni
sujeto colectivo.
En ese modelo de hacer política, las acciones dirigidas a la “reconduc-
ción” y/o replanteamiento del “proceso de cambio” devienen en un pro-
yecto por venir, en un discurso y en una práctica de resistencia y avance
sinuoso “desde abajo” o “desde los márgenes” que aún no logra constituirse
en el eje nodal de las dinámicas políticas. Sin embargo, a pesar de su debi-
lidad, no deja de expresar las tendencias generales de reconfiguración del
campo político, el “devenir otro”. Existen varios eventos y datos que ates-
tiguan esa construcción alterna: la configuración de entidades o gobiernos
autónomos indígenas, a pesar de las restricciones y desincentivo deliberado
¿Hacia dónde va el “proceso de cambio”? | 133

desde el Gobierno y el Estado a su constitución;88 la emergencia de líderes y


actores campesinos e indígenas que reclaman para sí las prerrogativas de la
representación política en los departamentos y las ciudades del país; la con-
solidación fáctica de las democracias comunitarias en municipios rurales; la
configuración de redes sociales de economía popular que reconfiguran te-
rritorios y ciudades; las demandas regionales vinculadas a expectativas ciu-
dadanas; las movilizaciones sociales convocadas o impulsadas a través de las
redes sociales (Arditi, 2019); y, finalmente, la propia presencia campesina
indígena y popular en los espacios de poder. Tiempo de entrecruzamientos
y sobreposición de dinámicas políticas, sociales y económicas que, siguien-
do a Luis Tapia (2008), suceden en el subsuelo político o bien se proyectan
“desde abajo”, a paso lento, de manera fragmentaria y evanescente por la
resignificación del proceso. Dinámicas que, como dijimos, todavía van y
oscilan de un lado a otro, sin un horizonte o desemboque claro, pero que
cada vez o, mejor, de vez en vez, muestran su impronta y “devenir-otro”
de replanteamiento y, –para bien de la edificación institucional del Estado
Plurinacional– de reordenamiento político.

88 El acceso a las autonomías indígenas originario campesinas (AIOC) es un proceso


en curso que en el marco de la libre determinación, reconocida y garantizada por
la Constitución Política del Estado, busca la concreción del autogobierno indígena
y campesino dentro del Estado plurinacional. Al respecto, en la “larga marcha” de
acceso a la AIOC de más de 30 naciones y pueblos indígena originarios campesi-
nos que demandan su establecimiento, tres (Charagua Iyambae, Raqaypampa y
Uru Chipaya) han logrado constituir sus respectivos gobiernos autónomos. Sobre el
tema, véanse los aportes de José Luis Exeni (2015) y Alberto García (2019).
135

Conclusiones

Al tiempo de revisar la genealogía de la articulación “nacional-popular” bajo


la batuta de los campesinos indígenas y su impacto en la reestructuración del
Estado, es posible establecer que la gestión de Evo Morales aconteció bajo la
modalidad de “equilibrio inestable” entre dos lógicas de hacer política: una
que va de “abajo hacia arriba”, esto es, el movimiento de “lo popular” que,
según Ernesto Laclau (2005), logra las articulaciones equivalenciales de de-
mandas; y, la otra, que va de “arriba hacia abajo”, con las decisiones del líder
y/o de su estructura gubernamental confiriendo sentido y reconstituyendo
(resignificando) la articulación equivalencial.89
Siguiendo ese esquema, la gestión del presidente ha sido posible gracias
a la combinación y el entrecruzamiento de dos formas de ocurrir y de hacer
política: por una parte, el MAS-IPSP en tanto “instrumento político” de las
organizaciones campesinas indígenas, y, por otra, como “dispositivo políti-
co-electoral” del Gobierno que extiende su capacidad directiva hacia la socie-
dad civil para provocar intercambios políticos. Ambos formatos configuran
las dos rutas o derivas por donde fluye el “proceso de cambio” y que a lo largo
de más de una década ha logrado la gravitación hegemónica del MAS-IPSP
en el campo político. A través de la faceta de “instrumento político”
se activa un dispositivo legal que utilizan los campesinos indígenas para ac-
ceder al poder público y, de esa manera, asentar el poder de autogobierno
territorial que ejercen mediante las estructuras “orgánicas”; es decir, los sin-
dicatos, las subcentrales, las centrales y las federaciones u otras estructuras y
formatos de organización, gestión y control territorial. Y a la vez que acceden
a las instancias de representación de las entidades estatales, las estructuras
“orgánicas” de autogobierno se refuerzan y consolidan.
Lo anterior tiene distintas implicaciones. A nivel interno, las estructu-
ras “orgánicas”, como se denominan a los sindicatos y a las federaciones
campesinas indígenas, adquieren mayor poder con relación a las entidades

89 Ernesto Laclau trabaja esa idea de hegemonía a través de la noción de representa-


ción como delegación del representado al representante y, a la vez, como institu-
ción activa del representante al representado. Más sobre el tema, véase la obra de
Ernesto Laclau (2005).
136 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

“públicas”, pues en atención a su capacidad organizativa de gestión territorial,


tienden a supeditar o bien instrumentar a las instancias estatales. Entonces,
al acoplamiento entre lo “orgánico” y lo “público” bajo el ritmo y predomi-
nio del primero sobre el segundo, el poder se concentra –con mayor grado y
eficacia– más en las estructuras “orgánicas” que en las instancias “públicas”.
A nivel externo, la irradiación hegemónica, que va más allá de las unidades
locales, se manifiesta en la dotación al gobierno de Morales de una base
social con capacidad de movilización efectiva, capacidad que, sin embargo,
deviene en “asedio” y, luego, en control de las entidades del Gobierno. En
otras palabras, esa es la fuerza material que procesa una hegemonía “desde
abajo”, cuyo crecimiento o expansión, en tanto proceso de democratización
social del Estado, es continua e incremental.
Ahora bien, el asunto no concluye ahí, pues a ese modelo de intercambio
se incorpora otra faceta: la de “dispositivo político-electoral”, en el que el
MAS-IPSP es un recurso político a disposición de la estructura directiva del
Gobierno de Morales para facilitar la conducción política; con ello, se acti-
van diversos y flexibles mecanismos “informales” de intercambio político. Es
la faceta instrumental (de medios-fines) para jugar a establecer y edificar vín-
culos o bien restablecer otros bajo nuevas condiciones y, así, ganar adeptos;
la estrategia es sencilla y, quizás, menos sedimentada que la de “instrumento
político”, pues está dirigida a incorporar aliados de otras estructuras “orgá-
nicas” de la sociedad civil, en tanto compañeros de ruta, aliados y/o afines.
En ese juego radica la potencia y la eficacia de Morales para dirigir y ges-
tionar la hegemonía “desde arriba”, ya que esta no es solo la promesa de un
orden político a lograr; es, en todo caso, un sistema de relaciones y de toma
de decisiones que –por su virtuosa gestión– provoca cambios estructurales.
El desempeño del sistema político –por ejemplo, ha ido cambiando a pesar
de las intenciones de enmarcarse en las estructuras institucionales de raigam-
bre liberal– empieza a ser otro. Los dispositivos liberal-democráticos ya no
son los primordiales para lograr el “buen” gobierno, sino que se introducen
otros actores que manifiestan la llegada y una presencia “informal” –cada
vez más importante e ineludible– de estructuras corporativas, comunitarias
y asociativas.90 La transformación del sistema político, con la penetración y
la “llegada” de esos grupos al poder público, grafica la configuración de un

90 Se hacen visibles importantes cambios en la composición social de las élites y la


burocracia del Estado, en particular en los Gobiernos de las autonomías indíge-
nas, municipales, departamentales y en el propio Gobierno nacional. En todos los
espacios ocurre una paulatina y creciente “llegada” de los campesinos indígenas
al Estado, la misma que no es individual o personal, sino vinculada a estructuras
corporativas y/o comunitarias.
Conclusiones | 137

Estado compuesto de raigambre liberal, neocorporativo y comunitario. Por


ello, el modelo y la estructura de poder no son enteramente liberal-democráticos
ni neocorporativos y/o comunitarios; son un entremedio, un resultado del
juego entre unos y otros. El factor que contamina a las estructuras de un lado
u otro, liberal-democráticas o corporativo-comunitarias, es la presencia del
“otro”, un “exterior constitutivo” cuya incidencia en la afirmación política
de una u otra estructura es directa, disruptiva y contingente. Hay una especie
de disputa interna que determina el “equilibrio inestable” de la hegemonía;
asimismo, la estructura de poder sustentada en la articulación “nacional-po-
pular” permite, entrever sus límites al incorporar y promover estructuras al-
ternas de ampliación de esta. La hegemonía requiere de una continua acción
política de resignificación. En unas palabras, hay un nuevo escenario de la
política, una “hegemonía incompleta” que visibiliza los confines del modelo
hegemónico y, a la vez, avizora la llegada de otro.

Política y hegemonía en tiempos de Evo Morales

Retomando la argumentación inicial, la intensa politización de las organi-


zaciones campesinas indígenas dio lugar a la expansión de su influencia en
la sociedad. Irradiación que, como se sabe, permitió finalmente la llegada
de Evo Morales al poder y, con ello, al inicio de la reinvención político-
institucional del Estado boliviano. Por ello, se dice que a partir de Morales
Bolivia vive la impronta hegemónica de los campesinos indígenas a través
de su presencia directa en el campo político y en la promulgación de una
nueva Constitución Política del Estado que postula al Estado Plurinacional
Comunitario como el imaginario de la reconfiguración de la democracia, el
sistema político y la sociedad.
La llegada de Morales al poder permite identificar dos cursos de ac-
ción por donde discurre el “proceso de cambio” y que no convergen ne-
cesariamente de manera lineal, lógica y/o secuencial. Por un lado, me-
diante la puesta en marcha de un estilo de hacer política de “arriba hacia
abajo”, en función de las necesidades prácticas y/o urgentes de la gestión
gubernamental. Un estilo con amplias prerrogativas decisionales, preocu-
pada por dar respuesta rápida a las contingencias políticas, brindar aten-
ción flexible a las demandas puntuales de la articulación nacional-popular,
como al cumplimiento, quizás más lento, de las normativas de reorganiza-
ción del Estado en clave plurinacional. Es decir, un estilo de Evo Morales y
de su Gobierno que se mueve en distintos planos, ámbitos y niveles de hacer
política y tomar decisiones.91

91 Ese estilo de hacer política ha sido catalogado como “decisionista” o de alta


138 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

Por otro lado, de forma paralela o alterna se puso en evidencia una mul-
tiplicidad de estructuras y formatos de hacer política que pudiéramos catalo-
garlos como “desde abajo” y que incidieron en el éxito del Gobierno y en el
curso de las transformaciones político-institucionales del Estado. A través de
una diversidad de estructuras de organización y acción colectiva, dichos for-
matos fueron marcando el paso de las reformas y los resultados del “proceso de
cambio”. La presencia de grupos de presión, organizaciones corporativas, co-
munitarias y asociativas, visibilizó la insuficiencia de los formatos político-par-
tidarios y del sistema político organizado bajo los dispositivos de la democracia
representativa de raigambre liberal.92 Si bien esos formatos siempre habían
sido los factores de peso en los acontecimientos políticos del pasado, no fueron
considerados como sujetos político-institucionales de la mejora y del desarro-
llo de la democracia. La fuerte incidencia de esas estructuras y formatos, tanto
en el flujo de las relaciones de intercambio como en el funcionamiento de
los procesos decisionales del Gobierno, vendría a vislumbrar la necesidad de
asumirlas como “otros” agentes centrales de la edificación institucional de la
democracia y, con ello, de su incorporación en el lenguaje de la política para
pensar el Estado y la democracia en clave plurinacional y/o posliberal.
Acontece, entonces, una especie de desordenamiento de lo establecido
que aturde la gestión institucional de los procesos. Esos formatos o estruc-
turas, como dijimos, no necesariamente confluyen de manera armónica en
la estructura de poder, ya que las pulsiones internas y externas que se mani-
fiestan no son lineales y unívocas, estables o institucionalizadas; son, en todo
caso, estructuras y relaciones en continuo movimiento, tensión y cambio.
El entrecruzamiento y la sobreposición de la política “desde abajo” con la
política “desde arriba” se expresan en la reproducción de relaciones de en-
cuentro y, a la vez, de desencuentro. A veces acontece una virtuosa relación
en la que se acoplan los fines u objetivos del Gobierno y de las estructuras

concentración de las decisiones en la figura del presidente; con el curso del tiempo
y los hechos, él es la figura central del acontecer político. Al respecto, véase los tra-
bajos de Fernando Mayorga (2014) y Fernando Molina (2013).
92 Son distintas las facetas de la participación de las organizaciones sociales de rai-
gambre popular en las decisiones del Gobierno de Morales. En su inicio articulado
en el “Pacto de Unidad”, que congregaba a las principales organizaciones campe-
sinas e indígenas del país, y, luego, a través de distintos mecanismos de vincula-
ción, coordinación y apoyo, como lo fue la Coordinadora Nacional por el Cambio
(CONALCAM), catalogada en su momento como el “Estado Mayor de Pueblo”, que
aglutinó a las organizaciones campesinas indígenas y a una gama de organizaciones
de raíz popular, como la Central Obrera Boliviana (COB), las juntas vecinales, los
cooperativistas, mineros, etcétera.
Conclusiones | 139

“orgánicas”, y, otras veces, sucede el desencuentro entre las formas de acción


de “arriba hacia abajo” y “de abajo hacia arriba”. Sin embargo, la manifiesta
inestabilidad y gravitación entre uno y otro, de encuentro y desencuentro,
no supone la crisis ni el agotamiento de la estructura de poder que ha sido
gestionada por Morales y el MAS-IPSP, ni tampoco implica la armonía defi-
nitiva u óptima entre ambas lógicas.
Como mencionamos, la hegemonía expresa una forma de articulación
no lineal, tampoco estática ni jerárquica; sino, siguiendo una imagen alegóri-
ca que elegimos al inicio, ocurre de manera rizomática en la que se conjugan
y sobreponen actores, relaciones y factores que en conjunto configuran una
imagen compleja de la estructura de poder. Y que, asimismo, a través de
distintos mecanismos y formatos de hacer política, gestiona la propia articu-
lación hegemónica.
Entonces, la noción para comprender el éxito y la continuidad de
Morales en el poder político es la de “devenir estatal”93 de los campesinos in-
dígenas y sectores populares, es decir, de desemboque campesino indígena y
popular en los claustros institucionales del Estado;94 y, con eso, de ejercicio,
despliegue y reproducción de formas de hacer política que logran, paulatina
e incrementalmente, afirmar un modelo de gestión en la que se combina la
hegemonía “de” y la hegemonía “en” la diversidad social.
Al respecto, Luis H. Antezana (1991), en La diversidad social en Zavaleta
Mercado, una provocadora interpretación y lectura crítica sobre la obra tar-
día del pensador orureño, sostiene que la hegemonía, en tanto modelo de
gestión política, vendría a ser una combinación de dos maneras de com-
prender y suceder de la política: una hegemonía “de” y una hegemonía “en”
la diversidad social. La constatación del éxito de esa estrategia es la actual
edificación del poder político por parte de los campesinos indígenas que su-
cedió y acontece a través de una efectiva participación y victoria electoral y,
por ende, en el ejercicio de la gestión gubernamental. Un campo de acción
que no fue necesariamente elegido por ellos, pero que fue instrumentalizado

93 En otro lugar (García, F. et al., 2014) propusimos la noción “devenir estatal” para
dar cuenta de la llegada campesina indígena al poder político, que, ahora, tam-
bién la vinculamos con “devenir-otro” para expresar no solo la particularidad de la
irrupción campesina e indígena, sino para dar cuenta de las distintas dinámicas de
participación y representación política que acontecen “desde abajo”, o bien fuera de
los circuitos del Estado.
94 De acuerdo con Nico Tassi et al. (2016), la noción de “popular” remite a distintos
grupos y sectores sociales que en su mayoría se autodefinen como tal ante la carga
peyorativa y clasificatoria de otras que son extrañas a las nominaciones con las que
se pretende caracterizar o bien catalogar a estos sectores y grupos sociales.
140 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

en función de los intereses prácticos de acceso a los recursos de gestión y


representación política, para ejercer un control corporativo y comunitario
del poder estatal en sus distintos niveles territoriales: indígena, municipal,
departamental y nacional,95 estrategia que permitió la llegada y el desembo-
que de los campesinos indígenas en el poder estatal, esto es, el devenir estatal
que al cabo de una década lograron una real permanencia y continuidad; es
decir, siguiendo la argumentación de Antezana (ibid.), la hegemonía “de” la
diversidad social que, por su parte, se manifiesta como inaprensible, impo-
luta o indomable. Por ello, la idea de la hegemonía “de” la diversidad, según
ese balance, fue siempre el problema de los proyectos que, de acuerdo con
Zavaleta Mercado, a lo largo de la historia republicana no se hicieron posi-
bles más que en momentos constitutivos de articulación nacional-popular.
A la par, aconteció otro proceso de construcción hegemónica “desde abajo”
que, en la lógica del citado autor, debe comprenderse como hegemonía “en”
la diversidad social, la misma que no ocurre a través de la condensación de la
articulación social en un sujeto, sino vía la acumulación e incorporación de
experiencias políticas a través de procesos sinuosos y, a la vez, contundentes
de formas de estructurar “sentidos comunes” y de hacer política desde la
sociedad civil.
Esos formatos se expresan, en unos casos, como dinámicas de acerca-
miento, y, en otros, de abierto asedio a las instituciones estatales, acoso
y cerco de las estructuras “orgánicas” (sindicales, comunitarias, asociativas
y otras) al poder político. En otras palabras, una construcción hegemó-
nica que se procesa “en” y “desde abajo”, desde la sociedad en paralelo y
al margen del Estado en la que aparecen y se visibilizan distintos sujetos,
estructuras y formatos que, por su mera presencia y acción colectiva, replan-
tean la lógica de los intercambios políticos, incorporando al campo de las
relaciones de fuerzas y de los imaginarios políticos nuevos determinantes y
representaciones simbólicas.
En ese marco, el formato de hacer política “desde abajo” es diverso, frag-
mentado y “abigarrado”; pero la llegada, el desemboque, resulta común. El
efecto es global o bien, según la nomenclatura zavaletiana, “nacionalizador”.
La heterogeneidad de las estructuras orgánicas permanece como l3243a

95 Los datos de esta realidad son evidentes: a la fecha existen tres Gobiernos bajo el
formato de autonomías indígenas originarias campesinas, más de dos tercios de
los Gobiernos municipales están en poder de estructuras orgánicas (sindicales y/o
corporativas), siete de nueve Gobiernos departamentales están fuertemente contro-
lados e influidos por las estructuras “orgánicas”, y las estructuras del Estado en su
composición social son presa de la contaminación y el pulseteo de fuerzas que se
irradian desde abajo, desde estructuras corporativas y comunitarias.
Conclusiones | 141

matriz de la diversidad social, en tanto fuerzas dispersas “orgánicas” que se


encuentran en la sociedad civil; sin embargo, la acumulación de experiencias
y la producción de ellas como conocimiento social, acción práctica y me-
moria histórica, generan bienes comunes, intersubjetividad social o “sentido
común”. De esa manera, la intersubjetividad social, el conocimiento común,
se constituye en la fuerza colectiva de la sociedad que se configura como
hegemonía “en” la diversidad, “desde abajo”, posibilitando la delimitación
de las interacciones y los intercambios políticos; en unas palabras, define y
delimita el campo de acción de la hegemonía “de” la diversidad.
En los hechos, fruto de esa combinación de la hegemonía “de” y de la
hegemonía “en” la diversidad social, de manera incremental e in crecendo,
las estructuras “orgánicas” de la sociedad civil han logrado controlar más
espacios de poder estatal que, además de fortalecerlos en tanto entramados
institucionales exclusivos de autogobierno, les ha permitido jugar a limar
y/o pulir las estructuras estatales, para adaptarlas a sus necesidades, objetivos
e intereses particulares (Tassi et al., 2016). En consecuencia, acontece una
hegemonía que se procesa y construye “desde abajo”, una “hegemonía in-
completa” que no desemboca necesariamente en el Estado para asirse de él,
sino que llega para disputar y/o contaminar sus prerrogativas decisionales.
Acontece, entonces, la penetración de otras estructuras y formatos que bus-
can moldear los espacios estatales en dinámicas más densas de construcción
hegemónica; o bien, suceden acciones de intercambio que permiten acomo-
dar lógicas particulares de ejercicio de poder o autogobierno en los claustros
estatales: ser parte del Estado bajo sus propias condiciones.
En consecuencia, se evidencia la puesta en marcha de formatos que no
responden a la lógica convencional de gestión hegemónica “de” la articula-
ción nacional-popular, ya que se asienta en una hegemonía que se edifica en
paralelo y de manera suplementaria a la que se ejerce desde el Estado, desde
la política institucionalizada o desde el Gobierno. Como mencionamos, la
llegada de Morales al poder tuvo lugar por el desdoblamiento de los sindi-
catos campesinos indígenas en “instrumento político” para jugar en las lides
electorales y, de esa manera, disputar el acceso al poder estatal.96 Asimismo,
en paralelo, como ahora mencionamos, aconteció la penetración de lo “or-
gánico” comunitario, corporativo y asociativo a lo estatal/público para aco-
plarse y, desde allá, ejercer un nuevo formato de poder estatal (ibid.). Su
llegada no es de subsunción en la que el Estado marca la ruta, sino acontece

96 El “desdoblamiento” no solo aconteció en el seno de las organizaciones campesinas


indígenas, sino que, al extenderse como una estrategia exitosa, abarcó a organiza-
ciones de raigambre popular, como comerciantes y gremiales en las ciudades, juntas
vecinales o bien las cooperativas mineras, etcétera.
142 | La política desde abajo: “devenir-otro” de la política en Bolivia

la disrupción, el desacuerdo y/o la dislocación, y, con ello, la necesidad del


restablecimiento de las fronteras que unen y separan a las formas de hacer
política del Estado, así como de la edificación de la institucionalidad de este.
En suma, se va configurando una nueva estructura institucional que busca
combinar de manera virtuosa (no siempre exitosa) la política “desde abajo”
con la política “desde arriba”, pues, como ya dijimos, por ambas rutas y con
distintos grados de autonomía e intensidad se mueve la política, los intercam-
bios y la edificación del Estado Plurinacional y la democracia intercultural.
143

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Sobre el autor

Fernando L. García Yapur es titulado de la licenciatura de Ciencia Política


por la Universidad Autónoma Metropolitana - Unidad Iztapalapa (UAM-I)
de México. Tiene una maestría en Administración y Políticas Públicas por el
Centro de Investigaciones y Docencia Económicas (CIDE) de México, y un
doctorado (PhD) en Ciencias Sociales y Políticas, con mención honorífica,
por la Universidad Iberoamericana (UIA) también de México. Es docente
de Filosofía política en la Universidad Mayor de San Simón (UMSS) de
Cochabamba y de posgrados en las áreas de ciencias jurídicas, sociales y po-
líticas en el sistema universitario boliviano.
Fue investigador becario del Instituto de Estudios Sociales y Económicos
(IESE) de la UMSS, y del Programa de Investigación Estratégica en Bolivia
(PIEB). Asimismo, fue responsable de la línea ‘Estado y política’ del Centro de
Investigaciones Sociales (CIS) de la Vicepresidencia del Estado Plurinacional
de Bolivia. Coordinador nacional de la Representación Presidencial para la
Asamblea Constituyente (REPAC), analista sociopolítico del Proyecto de
Fortalecimiento Democrático del Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD) y miembro del comité editorial de estudios y publica-
ción de libros y revistas de análisis político del PNUD.
Actualmente es especialista en política pública y gestión del conocimien-
to del Proyecto de Fortalecimiento del Estado Plurinacional Autonómico
del PNUD. Es autor de ensayos y de artículos publicados en distintas revistas
especializadas. Es coordinador y coautor de los libros: Diversidad institu-
cional. Autonomías indígenas y Estado plurinacional en Bolivia (2019), “No
somos del MAS, el MAS es nuestro”. Historias de vida y conversaciones con cam-
pesinos indígenas de Bolivia (2015), y “MAS legalmente, IPSP legítimamente”.
Ciudadanía y devenir Estado de los campesinos indígenas en Bolivia (2014).
Este libro se terminó de imprimir
en agosto de 2020, en los talleres de
Xxxxxx xxxxx,
en La Paz (Bolivia).
Ad moloreicil iunt lanihic tem in con consequas este peri ommoluptur?
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Nam quos alignis es aliqui as exerio inctur, unt od et re, volupta ecaectore sit res-
sum id et perovidendi blabore niminum aliciis evernatia soluptatur aceatus.
Geni omnihil liandan dandae. Erferum ape veni nihit aut verfernam non nobit
most, oditiis am qui ut eatur, ullabo. Et odionectes re voles alit aut amet aut ad qui
non conserum que sunduciis sum rent.
Hentio eria doluptat perectatur atus nemque nobitatas adia dus dolupta eprem.
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loreperem que aci toribus eribus, qui alique nihitat ureicti inis utae. Ut moluptas
iuriberiorum vollecto torrum ea de sapedit velis molor sit imolentem harum lita-
tatem adios iumque cus que quidita testiost, velitem etur alique eniatus miligen
delessimi, tectoressin nis a as et restiur, viti totaqui ut eribusciisi ut desequu ndent,
ut harupisinis mod quas ad quiam ut aut facea imperat.

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