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Prioridades

Texto: Josué 24:15 – 15  


Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a
quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en
cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová.

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La palabra "prioridad" viene del latín prioritas y significa "cualidad de anterior o


primero"
Aquel o aquello que tiene prioridad se encuentra primero en comparación con otras personas
o cosas. Es la ventaja o preferencia que una persona o cosa tiene sobre otra. - Es eso que se
considera más importante que otra cosa. - Aquello que es más importante frente a otras
alternativas y por ello goza de un tratamiento especial. - Las personas establecen sus
prioridades y lo hacen de manera muy personal y en relación a sus valores y sus experiencias
en la vida.
La plena consagración abarca tres cosas: ser, hacer y padecer. Debemos estar dispuestos a
ser, a hacer y a padecer todo lo que Dios demande.

Desenvolvimiento/Desarrollo

Debemos estar dispuestos a ser, a hacer y a padecer todo lo que Dios demande. Abarca el
cuerpo, el alma y el espíritu. Y éstos deben ser empleados cuando, donde y como Dios lo
demande y solo en tanto que Él lo demande.

Debe hacerse de manera deliberada (forma voluntaria e intencionada después de haberlo pensado)
para todo el tiempo futuro, sin reservas, y apoyándose en el poder divino. Éste es un
testimonio fiel y verdadero.  Aquí tenemos:
I. Un llamamiento a la decisión. «Escogeos hoy a quien sirváis» (v. 15). No
podéis servir a dos señores.

Vacilar entre las opiniones del yo y de Dios es perder el tiempo en la llanura de


la destrucción, como la mujer de Lot.

(Lc. 16:13 - 13 Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al
otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.).

(Ro. 6:16 - 16 ¿No sabéis que, si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois
esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para
justicia?).

El sometimiento al pecado nos hace siervos del pecado. El sometimiento a


Dios nos hace siervos de Dios.

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II. Una noble decisión. Josué dijo «Pero yo y mi casa serviremos a Jehová» 
(v. 15). El Señor reconocerá públicamente, de alguna manera, a aquellos que,
en el temor de Dios, mandan a sus hijos y a su casa y guarden el camino de
Jehová y prevalecen (Gn. 18:19). Lo hizo con Abraham - Abraham intercedo por
Sodoma.

Pero que sea una decisión individual: «Pero yo». «¿Qué quieres que haga?»
Cada uno dará a Dios cuenta de sí. Servir al Señor implica hacer de Él tu Señor.
No yo, más Cristo. Uno es vuestro Maestro. ¿Quién es? ¿El yo, o el Cristo?

III. Una reflexión inspiradora. El pueblo respondió y dijo: «Jehová nuestro Dios


es el que nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la tierra de Egipto, de la
casa de servidumbre; el que ha hecho estas grandes señales, y nos ha
guardado por todo el camino…, y… arrojó de delante de nosotros… al
amorreo…; nosotros, pues, también serviremos a Jehová» (vv. 16-18).

El hecho de llamar a la memoria las bondades pasadas de Dios los llevó a una
rendición total de sí mismos a Él.

¿Nos llevará la memoria de los padecimientos de Cristo y su victoria por


nosotros a darnos en leal servicio para Él? «No sois vuestros, porque fuisteis
comprados por precio; por ello glorificad a Dios en vuestros cuerpos y en
vuestros espíritus, que son de Él.» (1 Corintio 6 19-20)

IV. Una declaración solemne. Josué les dijo: «No podréis servir a Jehová,


porque Él es Dios santo, y Dios celoso» (v. 19 – Advertencia de dificultad). Es
fácil decir que serviremos al Señor, pero es muy diferente llevarlo a la práctica
diaria.
(véase Mateo 26:33-35 - Advertencia de la negación de pedro ).

El servicio de Dios es un servicio santo, y solo los santos pueden llevarlo a cabo
(Lv. 19:2). «¿Quién podrá estar delante de Jehová, el Dios santo?» 
(1 Samuel 6:20). Los purificados por la sangre y llenos del Espíritu.

No podéis servir a Dios si Mamón o el yo tiene autoridad alguna sobre vosotros,


porque Él es un Dios celoso, celoso debido a que Él es Amor (1 Jn. 4:8).

V. Una decidida afirmación. «No, sino que a Jehová serviremos… Testigos


somos» (vv. 21, 22). Se constituyeron en testigos contra ellos mismos de que
habían escogido al Señor para servirlo.

Pedro y el resto de los discípulos afirmaron que antes morirían que negar a su
Señor, pero todos lo abandonaron, y huyeron, cuando sobrevino el peligro.

La confianza propia es el brazo de la carne, que falla. Una voluntad fuerte puede
ser una bendición o un lazo. Todo depende de si su fuerza es meramente
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humana, o divina. Solamente esfuérzate y sé muy valiente (Jos. 1:7).

VI. Una condición indispensable. «Quitad, pues, ahora los dioses ajenos que
están entre vosotros, e inclinad vuestro corazón a Jehová Dios», etc. (v. 23). Si
el Señor debe ser servido se debe echar fuera todo otro dios usurpador, e
inclinar del todo el corazón al Señor, para que se apoye solo en Él.

Aplicación
Tres deseos después de morir:
Se cuenta que un hombre muy rico, al estar en el lecho de su muerte reunió a sus generales y
les pidió tres deseos para que se hicieran cumplir después de su muerte.

El primero, era que su ataúd fuera llevado en hombros por los mejores médicos, así dar a
conocer que ellos no tienen el poder de curar la muerte.

El segundo era que todos los tesoros que él tenía, fueran esparcidos por el camino hasta su
tumba dando a conocer que todos los bienes conquistados en la tierra, aquí se quedan y nada
nos llevamos.

Y el tercero fue que sus manos quedaran fuera del ataúd y a la vista de todos, para dar a
conocer a las personas que venimos a este mundo con las manos vacías y así mismo nos
vamos cuando morimos.

Conclusión
Todo lo que tome el puesto que solo el Señor debiera tener en nuestros corazones es un
dios ajeno a Él; aquello con lo que Él no puede tener comunión alguna.

El servicio debe ir siempre asociado con la santidad. La obra para Dios tiene que ser
el fruto de la consagración personal a Dios. David no quería ofrecer a Dios lo que no le
costara nada (2 S. 24:24).

El ministerio del Hijo del Hombre era poner su vida (Mt. 20:28). Así que nosotros
deberíamos darnos, primeramente, a nosotros mismos al Señor.
«Y no como lo esperábamos, sino que se dieron a sí mismos primeramente al Señor, y
luego a nosotros por la voluntad de Dios» (2 Co. 8:5).

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