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Reflexiones en torno a la "nueva ciencia" y la historia

Por: Rodrigo de J. García Estrada

Introducción.

La ciencia ha cambiado mucho en sus métodos, conceptos, marcos teóricos y


epistemológicos, hasta el punto que puede hablarse de una "ciencia nueva", para
referirnos al quehacer científico de las últimas décadas del siglo XX. La historia no
puede quedarse al margen de estos cambios. Paradójicamente la historia, durante la
primera mitad del siglo pasado fue la ciencia social más abierta a los planteamientos que
desde otras ciencias se le planteaban. Me refiero a los desarrollos de la historia social
impulsada en diferentes países europeos por Henri Berr, Henri Pirenne, Francois
Simiand, Lucien Fevbre, Marc Bloch y Maurice Dobb, entre otros. Los mayores
avances historiográficos de aquél siglo se dieron en las fronteras del conocimiento, en
los cruces de caminos con la geografía, la sociología, la sicología social, la economía y
la antropología.

En gran parte, esta "revolución historiográfica" tuvo un punto de partida: la crítica a la


historia tradicional y positivista, y una revisión de los supuestos epistemológicos de la
ciencia, cuyas bases se remontaban a la física newtoniana. Consolidados algunos
triunfos importantes y después de lograr cierto reconocimiento social, algunos puestos
en las universidades, en las editoriales y en los comités científicos, la actitud combativa
y vanguardista propia de la primera generación de Annales se perdió y surgieron una
serie de subdisciplinas o, denominadas por algunos, diversas "ciencias históricas" y
escuelas. El movimiento de Annales mismo se vio fragmentado en diversas escuelas,
entre las cuales han surgido intereses encontrados y divergencias teóricas tan abismales
que cualquier diálogo entre estas se convierte en un diálogo de sordos. Es decir,
surgieron las historiografías de especialistas, con múltiples jergas, temas y enfoques,
entre las cuales no se logra una mínima integración.

Para acabar de ajustar se perdió el contacto con las ciencias naturales, en especial con la
física, una de las ciencias más dinámicas, la cual ha llegado a cuestionar y replantear la
representación misma del tiempo-espacio, las dos coordenadas del saber histórico.
Entretanto, los historiadores profesionales en general, con contadas excepciones se han
dedicado a aplicar de manera mecánica y rutinaria los instrumentos técnicos e
informáticos para producir y publicar incontables relatos históricos, que no conmueven
el saber tradicional del pasado, ni plantea retos para el presente y el futuro. Si se
preguntara a uno de estos profesionales acerca de la pertinencia de sus temas, la
contemporaneidad y grado de compromiso social y académico de sus preguntas, la
adecuación teórica de sus enfoques o por la conveniencia de sus procedimientos
metodológicos, probablemente nos conteste con un encogimiento de hombros, con una
sonrisa sardónica, o un sarcasmo. Ha vuelto a pasar lo mismo que observaba Lucien
Fevbre con respecto a la historia positivista, que se había vuelto tan segura del método
histórico, infalible, demoledor y tristemente célebre, en la labor de uniformización de


Este texto es un borrador de clase, que sólo es reproducido con miras al trabajo en la clase de
Metodología de la investigación histórica I, semestre 2001-2, y por lo tanto no puede ser reproducido por
fuera del grupo de estudiantes de dicha clase.
las representaciones del pasado, y enemigo de la vida. Esa falta de vitalidad científica se
palpa en los congresos, donde el ponente lee o expone su texto como una especie de
extraterrestre que no tiene nada que decirle al público asistente, porque cada uno tiene
su propio mundo, su objeto de investigación y sus fuentes.

Falta discusión, pues carecemos de espíritu crítico, y carecemos de este porque


desconocemos tanto de otras ciencias como de la nuestra, no replanteamos nuestro
objeto, ni nuestros métodos, ni nuestro propio conocimiento, y cuando tratamos de
hacerlo lo simplificamos todo porque tratamos de traducir el código de los otros al
nuestro y para ello reducimos. Se forma así un proceso en el cual simplificamos para
facilitar y no para demoler los cimientos del ejercicio de nuestra actividad. Súmese el
rechazo por parte de grandes sectores de la comunidad de historiadores a la historia-
ciencia y la pretensión de buscar el gran público como disculpa para ejercer de una
manera monótona, simplista y facilista el quehacer historiográfico. La divulgación se
convierte en el fin de la acción del historiador, y no en el medio de acercar el público a
los resultados de la ciencia.

En buena hora Edgar Morin, Richard Feynman, Georges Balandier, Ilya Prigogine,
entre otros pensadores, invitan a considerar el dinamismo histórico, a redefinir el objeto
de la física e invitan a las ciencias sociales a hacer lo mismo. Este ensayo intenta
recoger algunos de los elementos teóricos y epistemológicos de la "nueva ciencia"
desarrollados por dichos pensadores con el fin de encontrar nexos posibles y
experiencias exitosas de la física, que pueden ser apropiados, redefinidos y enriquecidos
por el análisis historiográfico. No sobra recalcar la provisionalidad de este primer
borrador, el cual se ciñe, por demás, a los autores en mención, y que sólo pretende
empezar un camino de encuentro con aquellos, con miras a una revisión de la
historiografía profesional en nuestro país.

La ciencia y sus transformaciones

Uno de los olvidos más frecuentes entre las personas que se dedican a las ciencias
sociales es sobre lo que en esencia define el concepto de ciencia. A veces se confunde
con un método sustentado en la experimentación y la comprobación, y se le atribuye
como objetivo básico la de establecer leyes. Esta ha sido por mucho tiempo la principal
objeción para aceptar la cientificidad de la historia.

Por el contrario, los mismos científicos de lo físico-natural tienen una noción mucho
más amplia de ciencia. El físico Richard Feynman pone como fundamento de la ciencia
la capacidad de "dudar de la veracidad de lo que nos es transmitido del pasado". En vez
de admitir las experiencias del pasado tal como nos llegan, busca nuevos caminos y
vuelve nuevamente a los hallazgos más firmes, incluso para echarlos por tierra. Asegura
Feynman:

"Esto es la ciencia, es el resultado de descubrir que es valioso volver a


comprobar lo logrado mediante las experiencias pasadas de la raza. Otra
cualidad de la ciencia es que nos enseña el valor del pensamiento racional y
la importancia de la libertad de pensamiento. Son resultados positivos que
provienen de poner en duda la veracidad absoluta de las lecciones".1

El profesor Feynman hace otro llamado interesante cuando exige distinguir la ciencia de
las formas y procedimientos que se utilizan para desarrollarla. Eso es seudociencia, -
dice-, la idolatría del laboratorio, del experimento, de la forma tradicional en que se
hacen las cosas, de donde proviene una especie de tiranía intelectual a nombre de la
ciencia. Algo similar dirá Edgar Morin al referirse a la obsesión por la manipulación
tecnológica. Para Feynman solamente la ciencia "… contiene en sí misma la enseñanza
del peligro que reside en creer en la infalibilidad de los grandes maestros de las
generaciones anteriores".2

El doctor Feyman apenas intuía lo que los teóricos de la complejidad han concluido al
respecto. Georges Balandier, por ejemplo, plantea que la ciencia actual vive un
momento de incertidumbre, a pesar de sus éxitos instrumentales. La ciencia se encuentra
en un proceso de desmenuzación y multiplicación de las representaciones del mundo;
concomitante con una progresiva expansión de las preguntas -más que de las
respuestas-, y la identificación de posibles más que de la formulación de explicaciones
verdaderas. Los resultados del conocimiento científico se han vuelto más parciales y
precarios. Se admite que es imposible llegar a una descripción absolutamente lógica de
la totalidad del mundo y que siempre existirá la incompletud; se admite lo arbitrario del
que formula los conceptos (sus convenciones) y se vuelve a recuperar el valor de la
analogía y la metáfora. 3

Otra característica fundamental de la ciencia actual, según Edgar Morin es el


resurgimiento del observador. Él está presente en la observación, con su visión,
lenguaje, conceptos, saber y cultura. Aún los conceptos físicos no se pueden aislar de la
esfera antropo-social, pues la posición del observador, su ángulo de mira, su encuadre,
determinan la naturaleza de la observación y modifican el fenómeno observado. El
concepto de praxis social está igualmente presente, pues no hay conocimiento
puramente “desinteresado” ni puramente físico. 4

Finalmente, la ciencia actual tiene una mayor interacción con su exterior; sus
proposiciones están ligadas a un medio, y ella misma es inseparable de una forma de
cultura determinada; la ciencia empieza a reencontrar los espacios de la tradición y del
mito. No se satisface con sus palabras y formalizaciones, sino que presta y contribuye a
la circulación de las metáforas y los símbolos; antropomorfiza, recurre a un animismo
de conveniencia. La epistemología es reavivada, se renueva la filosofía de las ciencias;
se interrogan los lenguajes, se efectúan itinerarios cruzados; se pierden los paradigmas.5

1
Feynman, Richard. Qué es la ciencia?. Charla del profesor Feynman en la Decimocuarta cinvención
anual de la Asociación Nacional de Profesores de Ciencias de los Estados Unidos, en 1966.
2
Ibid.
3
Balandier, Georges. El desorden, la teoría del caos y las ciencias sociales; elogio de la fecundidad del
movimiento. Barcelona: Gedisa, 1994. p. 56
4
Morin, Edgar. El método I. La naturaleza de la naturaleza. 3a Ed. Ediciones Cátedra, 1993. p. 412
?
Sennet, Richard. El declive del hombre público. Barcelona: Alfonso Impresores, 1978. p. 421
5
Balandier, Georges. Op. Cit. p. 40-41
Visión del mundo y ciencia

Regularmente se asocian las teorías científicas con algún tipo de opción epistemológica,
de una manera categórica. Así lo hace Alexandre Koiré al estudiar la revolución
científica de los siglos XVI y XVII, específicamente al estudiar las obras de Copérnico,
Kepler, Galilei y Newton. Koiré trata de clasificar a estos autores como racionalistas o
positivistas, entendiendo por racionalismo el ideal científico que hace énfasis en la
explicación de los fenómenos y sus causalidades, mientras que la segunda limita el
objeto de la ciencia al establecimiento de los hechos (fenomenalismo-empirismo) y el
establecimiento de leyes. Para Koiré, lo que permitió a estos pensadores renacentistas
llevar a cabo aquella revolución científica fue su lucha contra la concepción positivista.6

Sin embargo un estudio acerca de Newton y el problema de la atracción de los cuerpos


ha permitido rebatir esta hipótesis. Según Gustavo Valencia, el modelo de Koiré
presenta graves dificultades a propósito de la concepción newtoniana sobre la atracción.
Lo particular es que precisamente Newton es considerado el paradigma del racionalismo
y de la ciencia moderna. Recuérdese que el concepto fundamental de la obra de este
científico inglés es el de gravitación universal. Sin embargo Newton no entendía a ésta
como una fuerza física, inherente a los cuerpos, en virtud de la cual los unos se atraen a
los otros, como llegó a ser entendida por muchos en su época (la cual de otro lado llegó
a ser la interpretación aceptada), sino que por el contrario consideraba absurdo suponer
que un cuerpo pueda actuar sobre otro a través del vacío, en ausencia de un
intermediario capaz de transmitir la fuerza.

Según Gustavo Valencia, Newton se preocupó durante toda su vida por rebatir esta
forma de entender la gravitación universal y en los años finales de su vida excluirá
totalmente la atracción como efecto de una fuerza ejercida, sea mecánica o no mecánica
y propone una explicación basada en la presión que ejerce el éter, el cual llena los
espacios entre los cuerpos y del cual existen diferentes calidades. Así pues, Newton no
propuso una concepción de la gravitación como fenómeno real y verdadero.

Una y otra vez Newton intentará aclarar su concepción sobre la atracción hasta llegar a
considerar el término como intercambiable con el de “impulsión” o “propensión” y a
explicar que entendía aquélla sólo desde el punto de vista matemático. Su determinación
matemática de los efectos de la fuerza gravitacional jamás se vio comprometida por la
ausencia de una legitimación racional. Newton no se preocupó por explicar
racionalmente este fenómeno, sino de su cálculo matemático. De esta manera se rebate
la idea de un Newton racionalista. Pero asimismo la visión según la cual Newton es un
paradigma del positivismo es errónea, pues Newton negaba que la atracción fuera un
fenómeno real y verdadero. De esta manera se concluye que Newton no se puede
enmarcar en una otra opción epistemológica. Lo mismo podría decirse de cualquier
científico en cualquier época: sus logros en el ámbito científico poco tienen que ver con
sus posiciones epistemológicas, pues en general, el científico no es consciente, de las
implicaciones de sus teorías, las cuales desbordan sus propósitos iniciales, ni elabora
aquéllas para ratificar sus posiciones filosóficas, pues de hacerlo así tendría que hacerlo
a costa de distorsionar su objeto de estudio.

Ahora bien, la teoría newtoniana también se inscribe en un contexto de fuertes disputas


religiosas y por lo tanto también es afectado por estas, e incide sobre las mismas. Por
6
Valencia Restrepo, Gustavo. “Alexandre Koiré, crítico del positivismo en historia de las ciencias”.
Medellín: (Documento de discusión para clase), 1988. p. 28
esta razón, no es de extrañar que cuando Bentley, un obispo anglicano, en sus luchas
contra el ateísmo utilizara los descubrimientos newtonianos sobre la gravitación
universal, como pruebas incontrovertibles de la existencia de Dios, que el mismo
Newton se sintiera halagado por sus afirmaciones. Bentley emplea la teoría newtoniana
para decir que el paso del caos al orden y del caos al cosmos sólo se da a través de la
manifestación que Dios hace de su energía, por medio de la gravitación universal.
Tampoco es de extrañar entonces que Newton llegara a poner en medio de la
gravitación universal el concepto del éter, dejando espacio para elucubraciones
metafísicas y que fueran conocidas sus inclinaciones alquimistas. En el mismo sentido
se entienden sus permanentes polémicas con Leibniz, en torno al problema de la
Trinidad.

Como puede verse, las teorías científicas no logran desligarse del contexto social y
cultural en el que surgen, ni son del todo ingenuas en los aspectos político y religioso.
En determinados casos pueden llegar incluso a reforzar determinadas representaciones
no científicas del mundo.

La reunificación y reencantamiento del universo

Por su parte, Edgar Morin ha señalado cómo la física occidental viene cumpliendo un
papel de desencantamiento del universo, pues su método ha consistido en aislar los
fenómenos, sus causas y sus efectos. Al mismo tiempo, la física ha racionalizado todo
por la prueba y la verificación, y, manipulado la naturaleza, para arrancarle sus secretos,
produciendo un efecto de desnaturalización del universo. Según Morin: "La reducción y
la simplificación, necesarias para los análisis, se han convertido en los motores
fundamentales de la investigación y de la explicación, ocultando todo lo que no era
simplificable, es decir, todo lo que es desorden y desorganización". Más aún, se ha
privado al objeto observado de su entorno y de su observador, para eliminar las
perturbaciones, y las cosas se hicieron objetivas, inertes, inmóviles, inorganizadas,
irreales y abstractas. La materia terminó convertida en una unidad “indivisible”: el
átomo. El universo físico fue uniformizado, atomizado y anonimizado.7

Richard Sennet, considera que el siglo XIX, caracterizado por una secularización
drástica, se basaba más por un código de lo inmanente que de lo trascendente. En sus
palabras: "Lo inmanente, el instante, el hecho, constituían una realidad en sí misma y de
sí misma". Los hechos se hicieron más verosímiles que el sistema, abandonando el
esquema del siglo XVIII, para el cual la Naturaleza trascendía los fenómenos. Esta
forma de concebir el mundo rigió tanto para el estudio de los fenómenos sicológicos,
como los objetos físicos.8 Esto implicó un fetichismo de los objetos, una objetivación y
aislamiento de lo particular, que permitiría la manipulación.

A partir de esta crisis de la física clásica que sólo condujo a la simplificación y


desencantamiento del universo, Morin intenta la regeneración y reunificación de ese
universo físico, pero mostrando una unidad compleja en donde se conjugan el cosmos,
la physis y el caos; unidad de singularidad, de génesis, de generatividad, de
fenomenalidad. Se trata de un universo reanimado, en movimiento, en acción, en
transformación, en devenir; un universo dotado de generatividad, con el necesario
7
Morin, Edgar. Op. Cit. p. 412
8
Sennet, Richard. Op. Cit. p. 32
ingrediente de desorden, constitución de órdenes, morfogénesis, desarrollos
diversificadores y complejizadores. Según Morin: El desorden tiene un nuevo lugar, es
ineluctable, irreductible, no se puede separar del orden, está ahí presente en forma de
cataclismos, caos, turbulencias, inseparable del orden, la ley y la organización.9

Georges Balandier, de acuerdo con Morin considera que la "dinámica no lineal" tiende a
convertirse en la llave que dé acceso a otra comprensión de las cosas: “La naturaleza no
es lineal”. En lo sucesivo, la naturaleza, el mundo, no son considerados bajo el aspecto
de un orden en el seno del cual actúa el desorden, sino bajo el aspecto inverso: el de las
turbulencias, los movimientos en apariencia erráticos. Ya no se trata del proyecto de
captar la secuencia orden-desorden-orden, sino de interrogar al desorden (o al caos) en
cuanto tal, independientemente de su apoyo, de hacer comprensible lo imprevisible y, si
es posible, ulteriormente previsible.10

Desorden, azar y movimiento caótico

Balandier muestra como el reloj de Dondi, el Astrarium, es un elemento que ilustra y


dibuja los perfiles de una cultura, una forma social y el poder correspondiente, la de los
siglos XV a XVIII. Una representación del mundo centrada en la tierra, regido por leyes
inmutables que ordenan desde el exterior los fenómenos; el orden del mundo y el orden
de los hombres estrechamente ligados y donde el azar está excluido. El mundo se
matematizó, se hizo homogéneo y se redujo lo complejo a lo simple. Los movimientos
de la naturaleza son asimilados a los de la máquina; surge la naturaleza autómata y la
“máquina universal”. Del orden del mundo al orden de los hombres en sus diversas
manifestaciones (especialmente morales y políticas), todo se comunica y se armoniza.
Es el tiempo de la armonía, la edad dorada de la ciencia.

Durante el siglo XIX la máquina dominante es la de vapor, evocadora de un mundo en


que se ha logrado la transformación de la energía en movimiento; de mecánica la
naturaleza pasa a ser termodinámica. Un principio rige las nuevas configuraciones del
pensamiento científico: el principio de "entropía". La Real Academia de la Lengua
Española lo define de la siguiente manera: “Medida del desorden de un sistema: una
masa de una sustancia con sus moléculas regularmente ordenadas, formando un cristal,
tiene mucho menor entropía que la misma sustancia en forma de gas con sus moléculas
libres y en pleno desorden”.11

Con la termodinámica surgen otros principios: el de la conservación de la energía y el


de la propagación irreversible del calor, de Carnot. Con la termodinámica hay
degradación progresiva de la energía. No conservación y reversibilidad como en la
mecánica. La nueva concepción permite prever un estado final en que la energía no es
utilizable. La evolución va en el sentido de una entropía creciente: la energía del mundo
es constante, la entropía del mundo tiende hacia un máximo. La irreversibilidad hace
irrupción en la física. La flecha del tiempo es así designada como evolución provocada
por la producción y la progresión de la entropía. 12

9
Morin, Edgar. Op. Cit. p. 415
10
Balandier, Georges. Op. Cit. p. 55
11
Real Academia de la Lengua. Diccionario de la lengua española. Vigésima primera edición. Madrid,
1992.
12
Balandier, Georges. Op. Cit p. 49-50
Boltzmann innova al proponer una definición probabilista de la entropía: hace de la
probabilidad el principio explicativo. La física de los gases le permite definir la entropía
de cada macroestado por el número de microestados correspondientes, a través de un
método estadístico. Según Balandier:

"En termodinámica estadística, progresión de la entropía y extensión del


desorden son sinónimos; y el grado de desorden de un sistema se establece
conociendo la distribución de los elementos en el instante considerado. La
fórmula de Boltzmann permite entonces una predicción probabilista de la
evolución de los sistemas de población numerosa; manifiesta una dinámica
reversible; manifiesta una dinámica irreversible, generadora de estados de
probabilidad creciente, que efectúan, bajo el efecto de un azar calculable, el
paso del orden al desorden, siendo el movimiento inverso sólo muy
escasamente probable. El orden y el azar se encuentran asociados; los
sistemas se convierten en estructuras de un orden relativo donde actúa el
desequilibrio, que evolucionan -si ninguna acción interna viene a contrariar
la tendencia- hacia el desorden máximo".13

Con la "termodinámica no lineal" la cuestión cambia, pues esta última aborda los
sistemas lejos del equilibrio; se reconocen las llamadas "estructuras disipativas". La
disipación de energía y materia -generalmente ligadas con las ideas de pérdida de
rendimiento y de evolución hacia el desorden- llega a ser, lejos del equilibrio, fuente de
orden. “La disipación se encuentra en el origen de lo que podríamos denominar nuevos
estados de la materia”. Hay creación de orden a partir del desorden; el caos se ha vuelto
fecundo. Para Balandier: "La fluctuación actúa por amplificación: de origen local, en
lugar de experimentar una regresión, invade el sistema y termina por engendrar una
nueva estructura de orden; el punto crítico a partir del cual ese estado cualitativo es
posible recibe el nombre de bifurcación". Los puntos de bifurcación son los puntos de
inestabilidad de un sistema. Las fluctuaciones actúan tanto más en el seno de un sistema
cuanto más débil sea la integración de este; las fluctuaciones pueden extenderse y poco
a poco afectar el sistema en su totalidad. 14

Más allá del acrecentamiento del desorden, es necesario pues postular la formación de
un nuevo orden, de un pasaje a una mayor complejidad. Ha ahí una afirmación de la
autonomía del sistema, capaz de crear orden (organización) y sentido por sí mismo y
para sí mismo, afirmación que debilita la dependencia con respecto al medio. 15

Orden y desorden remiten a la relación entre el todo y las partes, entre lo uno y lo
múltiple, en los conjuntos de elementos. Hay desorden cuando los elementos de un
conjunto, formando parte de este conjunto, se comportan como si no formaran parte”;
introducen la contradicción. El desorden remite al elemento, donde reside su principio;
y las posibilidades de desorden aumentan en la proporción del grado de autonomía, de
individualidad, del que disponen las partes. El desorden puede ser destructor cuando los
elementos se disocian y tienden a no constituir más una estructura, una organización; el
desorden se vuelve creador cuando produce una pérdida de orden acompañada de una
ganancia de orden, que es generador de un orden nuevo reemplazante del antiguo y
puede ser superior a él. 16
13
Ibid. p. 51
14
Ibid. p. 51
15
Ibid. p. 53-54
16
Ibid. p. 44
De esta manera, la física ha llegado a plantearse incluso el problema histórico, y ofrece
lecciones sobre la importancia de introducir el problema del tiempo, para hacer una
historia dinámica, de cambios y permanencias:

"El sistema no escapa a la obra, a los efectos del tiempo. La explicación es


necesariamente generativa: “Es necesario describir el camino que constituye
el pasado del sistema, enumerar las bifurcaciones atravesadas y la sucesión
de bifurcaciones que han decidido la historia real entre todas las historias
posibles”. Es necesario recurrir a un complejo de nociones, incluso fuera de
la descripción de los sistemas físico-químicos más simples: las de “historia,
estructura y actividad funcional se imponen al mismo tiempo para describir
el orden por fluctuación, el orden en el cual el no-equilibrio constituye la
fuente".17

Mario Bunge mostró cómo existen dos posiciones sobre la causalidad. Una que niega el
azar y asegura que mirando el pasado con atención y astucia se puede leer el futuro. La
segunda encabezada por economistas y físicos es la de que el comportamiento de la
Bolsa, los electrones, fotones, átomos y moléculas es probabilista. Según Bunge: "En
otras palabras, estas cosas se comportan legalmente, pero sus leyes no son del tipo de
las leyes de la mecánica celeste ni de los proyectiles, sino probabilistas. Por lo tanto, no
nos permiten predecir con certeza qué va a pasar, sino sólo la probabilidad de que algo
pase". Algo similar sucede con los genetistas: las combinaciones de los genes de dos
progenitores durante el proceso de fertilización del huevo se combinan al azar. De estos
ejemplos concluye Bunge que "… el azar no es un mero nombre que damos a la
ignorancia o incertidumbre, sino un aspecto del mundo real".18

¿Transposición de método?

Aquí surge el problema del método. Quizás es el momento de realizar una espiral
semejante a la de Morin, para el caso de la historia. El método consiste primero en
negar, resistirse a las palabras clave, al pensamiento cerrado, a la reificación idealista en
la que la idea toma el lugar de lo real, a la racionalización, a toda reducción. Pero es
preciso no dejarse encerrar en nociones que, liberadoras en un principio deconstructor,
resultan aprisionadoras en el estadio reconstructor. "Todo lo que no lleva la marca del
desorden y del sujeto es insignificante y mutilante", elimina la existencia, el ser, la
creación, la vida, la libertad, y toda eliminación de estos elementos es demencia
racionalizadora. Organización sin desorden es el sojuzgamiento absoluto. En palabras
de Morin: "Es necesario temer no el desorden, sino el temor al desorden, no al sujeto,
sino a la subjetividad débil que se toma por objetividad".19

Debemos empezar entonces por cuestionar, a partir de Foucault y de la lingüística, de


considerar a las palabras mediante las cuales el historiador se acerca a su objeto, no
como cosas, sino como significantes, cargados de significados, pero no para restituir un
supuesto significado verdadero, sino para devolver a la realidad histórica esa riqueza
caótica y compleja propia de lo humano.

17
Ibid. p. 52
18
Bunge, Mario. “Azar, causalidad, caos y accidente”. En: Dominical. El Colombiano. Medellín,
domingo 25 de agosto de 1996. p. 11
19
Morin, Edgar. Op. Cit. p. 434
A la historia lo que le interesa es restituir a las sociedades la dimensión del tiempo,
porque el tiempo está en ellas, tiene una omnipresencia, y ejerce en ellas un acción
constante, identificable bajo dos aspectos contradictorios: por un lado, la tensión hacia
el equilibrio, la búsqueda de la conservación hacia el Estado; por el otro la apertura
hacia un futuro, la capacidad adquirida lejos del equilibrio, la parte aleatoria que
produce lo nuevo.20 En nuestra historia nacional y regional, por ejemplo es muy
frecuente estudiar el orden, es decir, el Estado, la sociedad y su normatividad, como
estadios perfectos, en donde no se inmiscuyen elementos disociadores o estructuras
disipativas, como la delincuencia, los locos, la falta de recepción de la norma, la
conflictividad cotidiana de la sociedad.

Para Balandier, si bien la continuidad es un hecho, el énfasis debe estar en las


mutaciones y crisis, pues estos momentos son más reveladores de la naturaleza de lo
social, mejor que los tiempos ordinarios. Por la puesta a prueba que impone el cambio,
la sociedad muestra y prueba las propiedades principales, en su mayor parte ocultas. La
sociedad se capta como un orden aproximado y siempre amenazado; con grados
variables según sus tipos y formas, es el producto de las interacciones del orden y el
desorden, del determinismo y lo aleatorio. Pero lo social aunque se presenta como un
conjunto unificado, es el resultado de una producción continua jamás alcanzada. Lo que
se denomina “sociedad” es una construcción de apariencias y representaciones, o una
anticipación alimentada por lo imaginario. Lo social está incesantemente en búsqueda
de su unificación. 21

Según Morin, en la teoría social actual se intenta construir una sociología dinámica,
generativa; que presta mayor atención a las transformaciones, el movimiento y la
incertidumbre. La historia tiene aquí un lugar privilegiado: pone de manifiesto
configuraciones sociales trastocadas, reorganizaciones en marcha, apariciones de lo
inédito; rompe la ilusión de la larga permanencia en las sociedades, las cuales son
tomadas como obras colectivas jamás logradas y siempre por continuar; muestra los
efectos de las relaciones externas, del ambiente, en los ordenamientos internos de las
sociedades. La dinámica del adentro y del afuera se presentan como inseparables. 22

En segundo lugar, el método consiste en poner en acción un pensamiento que comporta


su propia reflexibilidad, que concibe sus objetos, cualesquiera que estos sean,
incluyéndose a sí mismo. "Que la ciencia se convierta en objeto de la ciencia". El
conocimiento se convierte en un bucle, compuesto del conocimiento de un fenómeno-
objeto y el conocimiento del proceso de conocimiento. El pensamiento complejo
requiere una nueva concepción de la praxis científica, cuyo principal componente es el
autoconocimiento, que produce solidaridad cósmica, que no desintegra el semblante de
los seres, que reconoce el misterio en todas las cosas, que organiza, comunica y anima.23

Las ciencias sociales no están al margen de estos cambios. Se reconoce la complejidad,


aunque se llegue a una incertidumbre. Deben reformarse. Ya no se les atribuye la
capacidad de dar el sentido de la historia; se alejan de sus sistemas de referencia; el
conocimiento de su conocimiento es uno de sus objetivos.. Las analogías cambiaron: de
la máquina compleja o del organismo, hacia el juego, el drama o el texto. No hay
grandes teorías; la visión se hace más parcial e inestable. Se cuestiona la separación del
20
Balandier, Georges. Op. Cit. p. 62
21
Ibid. p. 65
22
Ibid. p. 62
23
Morin, Edgar. Op. Cit. p. 435-436
hecho y la teoría; se observa la carga de subjetividad del lenguaje; se afirma la
imposibilidad de pretender neutralidad. 24

Sin embargo es pertinente el llamado de atención de Mario Bunge. Se puede caer en el


facilismo de atribuir al azar muchos fenómenos asociados con ciertas causalidades. "En
resumidas cuentas, el azar y sus compañeros, la causalidad y el caos, son reales...
algunos aspectos del mundo son causales, otros aleatorios y otros más caóticos [...] y el
mundo satisface leyes que combinan dos o quizá tres de estas categorías". Bunge
incluye una cuarta categoría, el accidente y lo accidental: coincidencias, siniestros y
oportunidades.25

Hacia una ciencia social compleja

Cuando se percibe que lo social entra en la physis y que esta a su vez es determinada por
el observador, la ciencia social se convierte en una ciencia física y la ciencia física se
convierte en ciencia del hombre. No se puede continuar con la simplificación, se hace
preciso elevarse a un megasistema de pensamiento; se está constreñido a la
complejidad, "… es decir al duro trabajo de la elaboración de una ciencia que a partir de
ahora tiene una doble o múltiple entrada ( de la que siempre hay una entrada física y una
entrada antropo-sociológica), un doble foco (el objeto y el sujeto)". 26

La sociedad ya no es más lo que era. Los mismos teóricos de las ciencias de la


naturaleza llaman a los científicos sociales a rehusar cualquier intento de comprensión
global de lo social. Ilya Prigogine invita a estudiar las revoluciones, las crisis, e
inestabilidades más que las situaciones estables y las permanencias. Balandier dice
entonces:

"Lo simple se hace complejo, lo múltiple prevalece sobre lo singular, lo


aleatorio sobre lo determinado y el desorden le gana al orden... Lo social
también es capaz de morfogénesis imprevisibles, de lo inédito, de una
producción continua de sí mismo en la cual orden y desorden actúan juntos,
de un acrecentamiento de la complejidad multiplicadora de los posibles y,
por consiguiente, es un factor de improbabilidad. La idea misma de la
sociedad, en cuanto totalidad establecida en la permanencia, comienza a ser
rechazada: ilusión sobre el carácter de las cosas sociales o proyección en un
futuro siempre diferido, o perversión que se realiza por el totalitarismo". 27

Reanimada y regenerada la physis, recuperada la dialéctica de lo probable y


de lo improbable, - la misma vida se organiza sobre unos soportes de
probabilidad, a pesar de tantas improbabilidades- se puede generalizar y
reintroducir lo humano. Se puede pensar la sociedad humana con una
generatividad y regeneración propias, "… donde la repetición de lo
improbable se convierte en la regularidad probabilitaria". Es decir, se trata
de mirar los procesos humanos en su complejidad, con sus cataclismos,
violencia, incomprensiones, proyectos, orden y desorden; no ya como

24
Balandier, Georges. Op. Cit. p. 60
25
Bunge, Mario. Op. Cit. p. 11
26
Morin, Edgar. Op. Cit. p. 423
27
Balandier, Georges. Op. Cit. p. 61
conjunto de muñecos o títeres, ordenados para cumplir con un guión. El ser
humano también se plantea nuevamente, como un sistema físico, un sistema
biológico y térmico, que forma parte de un megasistema que es la sociedad
y como un instante de la especie humana. Somos seres organizados de
forma comunicacional/informacional, sapiens y demens a la vez, que trata
de organizar el desorden en orden y el ruido en información, pero
atravesado por pulsiones, deseos, éxtasis, fervores, adoraciones y
esperanzas. Hay sensatez en la locura y locura en la sensatez. La humanidad
no aparece como desligada de la naturaleza, pues a pesar de miles de años
de regulación, en la historia humana hay demasiada turbulencia; la historia
no se asemeja a la repetición biológica, sino al desorden físico y las
cosmogénesis.28

El tiempo de lo social no se muestra en una forma única, monótona, de repetición


unilineal. Los tiempos sociales son múltiples y están ligados según modalidades
complejas. En la sociedad unos sectores son lentos, en donde actúan los factores de
conservación: lo religioso y sagrado, el de los ordenamientos culturales y dispositivos
emocionales. Otros sectores son más rápidos en la modernidad: el de las ciencias y las
tecnologías, el de las comunicaciones, mensajes e imágenes, el de la economía. En
lugares intermedios entre los sectores rápidos y lentos se encuentran: el de la socialidad
(las organizaciones) y los actos individuales.29

Esas temporalidades diferentes, de sector a sector, son generadoras de discordancia, de


desajustes. En la búsqueda de la modernidad, por ejemplo, al unas sociedades tratar de
emular a las más desarrolladas, se dan unos desajustes ocasionados por la inarmonía de
sus temporalidades. Se producen rupturas de la continuidad, como las que señala
Balandier:

"Hay una multiplicación de los lugares de inestabilidad, de las bifurcaciones


posibles, de las opciones a partir de las cuales la sociedad puede tender
hacia formas de orden estimadas preferibles, o superiores en función de la
competencia [...] En toda sociedad, el orden del conjunto nunca es sino
aproximativo y vulnerable, siempre inestable y, por eso mismo, es un
generador de incertidumbre".30

Para captar esa complejidad de lo social interrelacionado con lo biofísico se


requiere un cambio de paradigma, aceptar la dialéctica orden-desorden,
superar la tendencia hacia la simplificación, pues lo complejo sólo se
explica a partir de la complejidad. La complejidad, por diferir del paradigma
de simplificación/disyunción, se constituye en un nuevo paradigma que
integra la simplificación/disyunción como principio relativo. Permite que se
incluya la distinción, el análisis, el aislamiento, pero como parte de un
proceso activo y generador. Unir y aislar como circuito recursivo de
conocimiento. El análisis es un momento que vuelve sin cesar, es decir, que
no se desvanece en la totalidad/síntesis pero que no la disuelve. Análisis y
síntesis en un proceso infinito de conocimiento. 31

28
Morin, Edgar. Op. Cit. p. 416-419
29
Balandier, Georges. Op. Cit. p. 64
30
Ibid. p. 64
31
Morin, Edgar. Op. Cit. p. 430
El paradigma de complejidad es difícil de comprender a los ojos del viejo paradigma
simplificador, porque el principio sobre el que se erige el nuevo paradigma, acoge lo
que era evidentemente repulsivo, mezcla lo que estaba separado, y rompe con la lógica
establecida. El antiguo paradigma niega por ejemplo, la evidencia de que somos seres a
la vez físico-biológicos y humanos, y a partir de ahí no puede acceder a la
complejidad.32

La complejidad emerge como oscurecimiento, desorden, incertidumbre, antinomia.


Sobre las ruinas de la physis clásica erige una physis compleja, para fecundar un nuevo
tipo de comprensión y de explicación, el del pensamiento complejo. Pero el
pensamiento complejo debe construir nuevos conceptos, complejizar los ya existentes,
poner en relación conceptos aislados. Retoma nociones como: desorden, organización,
evento, ser, existencia, la teoría de los sistemas, las teoría de la información, trabajo,
entropía, neguentropía, información. Rehuye de conceptos atomizantes y
simplificadores, para acceder a macroconceptos que unen nociones distintas e incluso
antagónicas, crea constelaciones conceptuales. Son conceptos complejos que ligan lo
físico con lo biológico y lo antropo-social. La dimensión ecológica está cada vez más
presente, pues todo pensamiento y observación debe ser ecologizado, ser visto como
metasistema y meta-perspectiva. 33

Conceptos físicos en la historia ?

Existen suficientes motivos para intentar captar los conceptos biofísicos para el análisis
histórico. Algunos han sido mencionados anteriormente. Quizás vale la pena también
advertir, que dichos conceptos deben ser resignificados, dentro de un paradigma de
complejidad, so riesgo de cosificarse, como ha sucedido con prestamos anteriores. Debe
recordarse la palabras de Morin cuando señala que: "… al unir conceptos dispares y
antagónicos, el pensamiento complejo procura transformar una disyunción o alternativa
en una unión o unidad compleja, sin tratar de simplificarla".

Se trata de pensar conjuntamente sin incoherencias dos ideas que sin embargo son
contrarias. Para ello no basta con asociar lo antagónico, sino considerar el carácter
mismo de la asociación; no sólo relativización de los términos, sino su integración a un
meta-sistema:

"El bucle se genera al mismo tiempo que genera, es productor-de sí al


mismo tiempo que produce. No es un círculo vicioso, puesto que toma su
nutrición (informaciones) de la observación de los fenómenos, es decir, un
ecosistema fenoménico (su ecoteca) y es animado por la actividad
conjuntiva del sujeto pensante (su “genoteca”). Es un bucle abierto que se
cierra, y por allí puede desarrollarse en espiral, es decir producir saber [...]
Si la simplificación tuvo como principio la disyunción y oposición entre
conceptos primarios (orden/desorden, sujeto/objeto, sí/entorno), del mismo
modo la complejidad tiene por principio la asociación nuclear de estos
conceptos primarios en bucle.34

32
Ibid. p. 431
33
Ibid. p. 426
34
Ibid. p. 427-429
Se puede aplicar a las sociedades el principio de "entropía" en su forma
estadística: todo sistema tiende hacia su estado más probable y este estado
corresponde al desorden máximo para el sistema, utilizable en los casos de
poblaciones numerosas, en razón de su carácter probabilista. La idea de
"orden por fluctuaciones" es adaptable al campo de lo social que se muestra
como realización por aproximación, por el juego de equilibrios y ajustes
precarios. El poder (el centro) no tiene nunca un dominio completo. La
institución sustenta en su exterior la impresión de una capacidad de orden
que no posee plenamente. La idea de "bifurcación" también puede ser
traspuesta y ya se ha utilizado. Esta idea limita la influencia de los
determinismos sociales, permite situar puntos de libertad, identificar
posibles.

Pero quizás la mayor lección de la ciencia actual es que hay que interrogar más el
conocimiento que produce y definir mejor lo arbitrario a partir del dialoga con la
naturaleza. Las ciencias sociales deben definir su propia arbitrariedad, para situar mejor
el trabajo del desorden. Con la certidumbre de que ningún poder podrá abolir el
desorden por una política de las cosas (racionalidad totalmente dominadora del mundo),
una política de los seres (gobierno absoluto y total), una política de las ideas
(despotismo de la conformidad).35

El concepto de estructura disipativa también es útil para entender los movimientos


sociales y revolucionarios. La disipación de energía y materia -generalmente ligadas con
las ideas de pérdida de rendimiento y de evolución hacia el desorden- llega a ser, lejos
del equilibrio, fuente de orden. “La disipación se encuentra en el origen de lo que
podríamos denominar nuevos estados de la materia”. Hay creación de orden a partir del
desorden; el caos se ha vuelto fecundo. Los puntos de bifurcación son los puntos de
inestabilidad de un sistema. Las fluctuaciones actúan tanto más en el seno de un sistema
cuanto más débil sea la integración de este; las fluctuaciones pueden extenderse y poco
a poco afectar el sistema en su totalidad. 36

35
Balandier, Georges. Ibid. p. 74
36
Ibid. p. 52

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