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La Angustia
de Abraham
Hacia las fuentes
culturales del islam
2013
ÍNDICE
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19. Sinfonías ..............................................................................................
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0. MAPA PREVIO
(Umbral 1976:60)
Todo escolasticismo
es la degradación de un saber en mera terminología
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fundadores de sistemas religiosos; es decir, dejar de considerar-
los. En segundo lugar, navegar por la evolución de las ideas reli-
giosas abrahámicas medio-orientales trazando en el horizonte
el surgimiento de su natural arabización: el islam.
2. Partimos de que la compartimentación de los sistemas religio-
sos llamados abrahámicos —judaísmo, cristianismo e islam— es
convencional y arbitraria, al igual que sus fechas fundacionales
o la pretensión de constituir tres sistemas individualizados en
torno a sendas ortodoxias, separándose de ese modo entre ellos
así como entre cada cual y sus pretendidas heterodoxias. Bien
está admitir la asumida separación voluntaria entre esos siste-
mas, pero ni pueden estudiarse por separado —ni ninguno de
ellos, ni los tres sin sus heterodoxias—, ni existen tal y como hoy
los reconoceríamos hasta al menos la Edad Media, ni cuanto se
pretende hoy representativo de cada cual es todo cuanto cada
cual ha producido a lo largo de la historia.
3. Como explicamos al final, la idea motriz de estas páginas es
sustituir el concepto mítico de transmisión textual por el de evo-
lución en la historia de esos sistemas religiosos. No por excen-
tricidad, sino proponiendo un cambio de paradigma que posi-
bilite un estudio racional y científico del hecho religioso en la
historia. Un estudio actualizable después en mil y un aspectos,
pero al menos equidistante por una vez del integrismo ateo y del
gnosticismo new-age.
4. El dogma y la ortodoxia se presentan siempre avalados por la
tradición, pero son en realidad innovaciones o al menos selec-
ciones aislantes, discriminatorias de gran parte de esa tradi-
ción. En esa larga evolución compartida y simbiótica de tan-
tos posibles judaísmos, cristianismos e islames, se han forjado
unas determinadas ortodoxias mediante el proceso recurrente
definible como continuidad retroactiva que barajaremos en todo
momento. En realidad, es cuanto en el mundo cinematográfico
y literario se denomina precuela. Las ortodoxias, así, aparecerán
como un constructo, una novedad impositiva; una victoria sobre
opciones igualmente válidas, no un canon original salvaguar-
dado. La cuestión es —siempre— quién manda aquí, a lo que
se amolda después el quién está más cerca de una mítica fuente
exclusiva de verdad, que después administrarán los weberianos
monopolizadore de verdades absolutas. Así, en la invención de una
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tradición, será esencial administrar la llamada autoridad discur-
siva sobre la que germinará la verdad (Briggs 1996:435).
5. El objetivo final de este ensayo es desmitificar el carácter adá-
nico de esos tres sistemas religiosos, relativizar sus exclusivis-
mos genésicos, y ocasionalmente reubicar al islam en un largo
proceso evolutivo de ideas religiosas ambiguas y humanas. Con
ello pretendemos seguir rompiendo el mito de una aparición
extraña, alienígena, invasiva y alteradora del islam en la historia
del Mediterráneo, sentido final del recorrido evolutivo de estas
páginas.
6. Con ser éste un ensayo sobre religiones comparadas, tal com-
paración es inducida porque se hará muy especial hincapié en
las circunstancias históricas que vieron nacer al sistema cultural
del Islam, la seria consideración de una etapa porosa definible
como Antigüedad Tardía islámica en tanto que evidente subida
de marea cultural relacionada con la lengua y cultura árabe, en
primer término. En puridad, es éste un ensayo sobre los oríge-
nes del islam, desde el convencimiento de que para hacerse una
idea de éstos se necesita comprender el amplísimo desarrollo de
los sistemas abrahámicos y viceversa, que aquellos que estudian las
tradiciones marginales cristianas y judías en los siglos VI y VII se vie-
nen dando cuenta recientemente de que el periodo formativo del islam es
también para ellos una mina de oro (Lourié 2012:xvii)
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1. ESPACIO RESUELTO
Es precisamente el discurso
lo que hace del ser humano un ser único.
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una construcción progresiva, a la medida de los tiempos. Porque hay
mucho de bricolaje en la interpretación del mundo que ofrecen los
sistemas religiosos. Como partimos de que su constitución es un pro-
ceso de montaje e instalación, pasaremos a tener en cuenta el tiempo,
la historia, y así introducimos la primera cuña de nuestra tesis: el paso
de los siglos es el elemento ineludible en cuanto hoy percibimos como
religiones, pero que en realidad son sistemas religiosos. Y la diferencia
entre ambos es esencial: la religión no es el sistema religioso. Aquella
es mucho más rica, flexible, y creativa que éste, pero éste es la forma
visible de aquella. Por muchas notas que contengan las partituras que
deben ejecutarse, hay mucha más música, infinitamente más, en los
márgenes de esas partituras. Pero también parece evidenciarse que
la mayor parte de la gente necesita partituras para no perderse en la
interpretación de esos sueños musicales.
En estas páginas, nos interesa muy especialmente la constitución de
los sistemas religiosos, entendida como acto humano, colectivo y sobre
la marcha, mucho después de cuanto tales sistemas narran sobre sí
mismos o cuanto fijan sobre sus propios orígenes míticos. El concepto
motor de nuestras líneas es la continuidad retroactiva, el modo en que
se moldea el pasado a beneficio de inventario futuro redactando unas
precuelas textuales a la altura de nuestras expectativas actuales. Nos
ocupa ese proceso de fijación y diferenciación que pretende presen-
tarse como custodio de la verdad absoluta; peligrosa ilusión, mitifica-
dora de los orígenes, despreciativa con lo supuestamente ajeno. Y nos
interesan principalmente tres sistemas religiosos, por más que otros
aparezcan alrededor. Así, nuestro objeto de reflexión se centra en la
fijación de los sistemas religiosos abrahámicos: judaísmo, cristianismo
e islam, así como sus textos fundacionales y el paso del tiempo. Nos
interesa muy especialmente el islam como desembocadura de todo lo
anterior, y de ahí que islamicemos en gran medida la brújula narrativa
de estas líneas, partiendo de ese guiño inicial desde el título.
Por lo general, trataremos de conjurar el modo en que la visión
creacionista clásica contempla una curiosa ucronía —ausencia de
tiempo— en la relación entre una pretendida revelación —palabras
dadas— y un presente continuo de conciencia colectiva. Trataremos
de mostrar unas religiones que no arrancan con biografías de preten-
didos fundadores, presentándose —por fin— como algo humano.
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En ese sentido, nos interesa resaltar que es ésta una relación crítica de la
sistematización; un intento de reubicación historiológica, historia cultu-
ral o semántica de los tiempos históricos; que la cosa ha recibido diferentes
nombres (Giménez de Aragón 2007:12). Y por lo tanto nos ocupare-
mos de algunos temas que llevan demasiado tiempo chirriando y que
enunciamos para balizar el terreno que pretendemos ocupar:
Las fuentes culturales del pensamiento filosófico y el religioso son
las mismas, en gran medida procedentes de Oriente. La cataloga-
ción de occidental para el llamado pensamiento griego es una imposi-
ción eurocéntrica. La división entre Oriente y Occidente emana de la
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misma imposición: ¿qué hacemos con los órficos, el neoplatonismo, el
mundo bizantino…? ¿realmente hay quien afirme, sin asomo de rubor,
que son fuentes occidentales?
La base fundamental de los monoteísmos conocidos es la tradición
irania, en un primer estadio denominable mazdeísta o zoroastriana.
El etiquetado de dualismo con que siempre se despacha a lo antiguo
iranio tiende a desprestigiar tal fuente cultural. Este despacho llegará
hasta el menosprecio de lo maniqueo y gnóstico en general en torno a
los años 300-400 de nuestra era.
Todo ese pensamiento oriental, indo-iranio, se acaba desligando del
viejo concepto de un territorio, una religión. Se hace universalista con el
helenismo, se funde y confunde con la filosofía —destaquemos el neo-
platonismo alejandrino—, y se constituye en fuente cultural motora
de los tres sistemas religiosos que nos ocupan, sin que sea tan sencillo
decir cual de los tres fue el primero, dado que todos se definen no ya
sobre la marcha, sino a causa precisamente de esa marcha. Dicho de
otro modo; por ejemplo: no es que Pablo de Tarso sea judío y confi-
gure un sistema diferente llamado cristiano. No es que el primer islam
sea una corriente judeocristiana; no es tan sencillo, y no hay tan pocos
colores: es que todos emanan de una corriente general monoteísta
cuyo etiquetado exclusivista no se decantará hasta la Edad Media. El
concepto que debemos barajar es un cultismo demasiado abstruso:
polidoxia; muchos centros de pretendida ortodoxia que sólo con el
tiempo aparecen fácilmente delimitados en las enciclopedias.
Así, al estudiarse el origen del judaísmo como sistema religioso se
debe partir de admitir un nacimiento previo y diferenciado del pue-
blo judío: no podemos asimilar, desde los tiempos remotos, judaísmo
y religión del pueblo judío. Debe diferenciarse muy claramente el mono-
teísmo posterior —maduro, filosóficamente abrigado, mucho más tar-
dío de cuanto se asume— de una cierta monolatría previa de pueblos
más primitivos e influenciados por las muy extendidas tradiciones ira-
nia, babilónica y egipcia que fomentaron un cierto nacionalismo reli-
gioso en modo alguno asimilable con la idea actual de religión.
Si apuntábamos inevitables coincidencias entre lo filosófico y lo reli-
gioso, debemos alcanzar a sumarle asimismo lo literario; el interés filo-
lógico en sí mismo, no necesariamente religioso en un principio. Un
buen ejemplo paradigmático es el mundo cultural surgido en torno a
la ciudad de Alejandría desde el 300 a.C., ejemplificado en sus realiza-
ciones filológicas no necesariamente de cuño religioso, desde la edi-
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ción de Homero a la de la Biblia griega. Primero fue la veneración por
el texto, y luego la consideración de determinados textos venerados.
La reacción judaica —ya plenamente judaizante— frente al conside-
rado como cristianismo naciente en los años 80 de nuestra era, marca
un antes y un después para ambos: los judíos que dejan de leer la Biblia
en griego surgen como sistema diferenciado. La vuelta al hebreo —casi
todos leían ya la Septuaginta, Antiguo Testamento en griego— es una
seña de identidad innovadora. Esa nueva ortodoxia se acabará impo-
niendo como hecho diferencial. Pero las fechas no deben confundirse:
el judaísmo, tal y como lo conocemos, surge por diferenciación del
cristianismo incipiente, en genial retro-alimentación interpretadora
de sus fuentes culturales.
Por otra parte el cristianismo, como sistema, se debe en gran
medida a corrientes baptistas anteriores, expansión del mitraísmo y
el culto a Isis, decantación de unos gnosticismos, así como es debido
también a vivencias comunitarias previas a nuestra era, eso sin desde-
ñar los cambios sociológicos en el Imperio Romano. En el mismo sen-
tido, la sistematización dogmática del cristianismo oficial condenó a
mil y una formas alternativas, otros judeocristianismos posibles que aca-
barían tomando forma en un proto-islam. No nace el islam ahí; estuvo
siempre como corriente sin etiqueta determinada. El propio Corán
resuelve el largo tiempo de ambigüedad, de indefinición secular en
tanto que monoteísmo a granel personalizando ese tiempo en los llama-
dos hanifes, etéreos monoteístas sin etiqueta.
El islam, el cristianismo y el judaísmo se delimitan en la Edad
Media. En coincidencia cronológica, los procesos de arabización e
islamización son dos recorridos diferenciables entre sí; paralelos,
pero no siempre coincidentes. Ciertamente ejemplifican gran parte
del salto desde la Antigüedad Tardía a la Edad Media, pero el vuelco
cultural que ofrece un mundo mediterráneo arabizado se explica
demasiado toscamente con el concepto de invasión. Se están confun-
diendo sistemáticamente causas y efectos. El mito genésico, adánico,
de un cierto islam emanado por sí mismo de las arenas del desierto
sirve por igual a la consideración excepcional que este sistema reli-
gioso tiene de sí mismo tanto como a la histórica tendencia judeo-
cristiana de resolver el tratamiento de lo islámico como si de un ente
alienígena se tratase.
Por regla general, toda supuesta historia de los sistemas religiosos
que comience con biografías de profetas es ya memoria, y no historia.
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La memoria es caliente, la historia fría —de ahí la grave contradicción
del injerto memoria histórica.
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fue parcelando bifurcaciones como sistemas religiosos exclusivistas.
Adelantamos aquí a título genérico cuanto desarrollaremos en con-
creto al tratar el magnífico torbellino filológico de la Alejandría clá-
sica: la historia de la Palabra es la de una siempre posterior apropiación, pro-
bono, de todo el material de arrastre que los cruces culturales liberaron de su
originario copyright.
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