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Pensamiento e imaginación: una sinergia cooperativa (Punto 4)

Si nos remontamos a la tradición de Hume pensamiento e imaginación podrían homologarse


como fenómenos idénticos o, al menos, del mismo tipo. Es decir: casos particulares de la
actividad representacional de la mente. Simulacros internos de la mente en ausencia de objetos
sensoriales presentes en el aquí y ahora, o actividades que más allá de anclarse en objetos
presentes desbordan sus cualidades sensoriales.
Considerados de esa manera, pensamiento e imaginación suponen juegos de virtualidades
mentales que trascienden lo real, más allá de que puedan operar en ese nivel.
Pero más allá de esa supuesta armonía identificatoria podemos especular (es decir, dar rienda
suelta a la imaginación o al pensamiento) que ambos fenómenos resultan diferentes.
Por cierto tal especulación podría dar lugar a un cúmulo de tratados epistemológicos cuyo
carácter desborda este trabajo. Por eso, en cambio, adoptaremos lo que el psicólogo Edward de
Bono (1991) denomina “provocación operativa” o, también, “idea trampolín”. Una provocación
operativa no es más que una idea arbitraria que se postula no ya por su supuesto valor de verdad
sino por su potencialidad de conducir a otra idea cuyo valor resulta, en principio, incierto. Nuestra
provocación operativa resulta entonces la siguiente:
“La imaginación es la punta de la flecha que guía al proceso del pensamiento”. En el principio es
la imaginación en su actividad salvajemente exploratoria la que confiere al pensamiento un objeto
en el cual pensar. Desde tal perspectiva, pensar es proveer una lógica demostrativa o productiva
al servicio de un objeto que se presenta en la imaginación a modo de posibilidad.
Para ilustrar lo anterior pensemos en las hipótesis (científicas o de la vida), pero no en términos
de proposiciones ya manifiestas a la espera de demostración o corroboración empírica, sino en
términos de conjeturas mentales más o menos difusas a la espera de una entidad de la que aún
carecen.
Expresado en otros términos, la actividad exploratoria de la imaginación, sea en la ciencia, el arte,
el diseño, el proyecto o la misma vida misma en tanto proyecto personal, construye el horizonte al
que se dirigen las potencias intelectuales del pensamiento para su plasmación. Esta particular
“sociedad mental” a veces genera logros o productos variados más o menos tangibles y a veces
simplemente se agota en los juegos mentales del ensueño y la fantasía. Pero siempre parecen
exhibir un patrón común: la imaginación le “confiere letra” a las potencias del pensamiento para
ponerlo en acción.
Pero, vayamos un paso más allá de la provocación operativa. A veces, la imaginación no solo
confiere letra al pensamiento, sino también la misma inventiva necesaria para que el último
termine siendo operativo. Lo cual amerita concluir con una nueva provocación operativa de
llegada cuyas implicancias habría que desarrollar en otro trabajo: el pensamiento es hijo de la
imaginación creadora.

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4. Pensamiento e imaginación: una sinergia cooperativa


<<La imaginación es la punta de la flecha que guía al proceso del pensamiento>>
La imaginación, en su actividad salvajemente exploratoria, confiere al pensamiento un objeto en
el cual pensar.
Pensar es proveer una lógica demostrativa o productiva al servicio de un objeto que se presenta
en la imaginación, a modo de posibilidad.
Si nos remontamos a la tradición de Hume pensamiento e imaginación podrían homologarse
como fenómenos idénticos o del mismo tipo. Es decir: Casos particulares de la actividad
representacional de la mente. Simulacros internos de la mente en ausencia de objetos
sensoriales presentes en el aquí y ahora, o actividades que más allá de anclarse en objetos
presentes desbordan sus cualidades sensoriales.
Así, pensamiento e imaginación suponen juegos de virtualidades mentales que trascienden a lo
real, más allá de que puedan operar en ese nivel.
Pero más allá de esa supuesta armonía identificatoria podemos especular que ambos fenómenos
resultan diferentes.

Por cierto tal especulación podría dar lugar a un cúmulo de tratados epistemológicos cuyo
carácter desborda este trabajo. Por eso adoptaremos en cambio lo que el psicólogo Edward de
Bono (1991) denomina "provocación operativa" o, también, "idea trampolín".
Una provocación operativa no es más que una idea arbitraria que se postula no ya por su
supuesto valor de verdad inicial sino por su potencialidad de conducir a otra idea cuyo valor
preliminar es, en principio, incierto. Nuestra provocación operativa resulta entonces la siguiente:
«La imaginación es la punta de la flecha que guía al proceso del pensamiento»
La actividad exploratoria de la imaginación construye el horizonte al cual se dirigen las potencias
intelectuales del pensamiento para su plasmación.
Esta particular "sociedad mental" a veces genera logros o productos variados más o menos
tangibles y a veces simplemente se agota en los juegos mentales del ensueño y la fantasía.
Pero siempre parecen exhibir un patrón común: la imaginación le "confiere norte" a las potencias
del pensamiento para ponerlo en acción.
A veces, la imaginación no solo confiere norte al pensamiento, sino también la inventiva necesaria
para que éste termine siendo operativo.

Provocación operativa: «El pensamiento es hijo de la imaginación creadora>>

El pensamiento espontáneo: sus afluentes y sus destinos (Punto 9)


Como ya se ha sugerido, un simple ejercicio introspectivo nos revela que nuestra vida mental
puede entenderse como la caleidoscópica sucesión de nuestros estados de experiencia, donde
los pensamientos ocupan una porción fundamental. A través de ese ejercicio podemos notar
algunas peculiaridades:
Inspirándose en las reflexiones de James, cabe sugerir la existencia de al menos cuatro
determinantes y/o desencadenantes de la corriente de pensamiento:
1. La percepción asociativa: ver o escuchar algo dispara un pensamiento con capacidad de
iniciar un nuevo flujo y detener uno anterior.
Ejemplo: Voy dormitando en un viaje nocturno en un micro y de pronto la reducción de la
velocidad del vehículo provoca un sobresalto. Abro los ojos para comprobar que solo se
trata del típico descenso de velocidad obligado cuando se pasa por la entrada a un pueblo.
Miro el paisaje y solo veo vacas. Ver una vaca y pensar en ella me dispara un recuerdo
infantil: aquella vez que tuve que realizar un trabajo práctico en equipo sobre las vacas y
los productos que se derivan de éstas.
2. Pensamiento asociativo o asociación de ideas: dentro de un flujo de pensamiento
puede desencadenarse una idea con capacidad de evocar otra corriente por vía asociativa
mental.

Ejemplo: continuando el relato anterior, mi pensamiento puede ahora seguir cualquier


curso, sea hacia recuerdos infantiles de aquella época, sea hacia el rol de las vacas en la
economía, o al potencial de contaminación asociado a su cría intensiva, o al sufrimiento
animal y la falta de conciencia y/o empatía de quienes consumen carne pero prefieren no
pensar en lo que eso implica, etc. Puedo evocar también la letra de la canción de María
Elena Walsh “Había una vez una vaca en la quebrada de Humahuaca (…)” lo cual me trae
el recuerdo de haber escuchado una respuesta que el cantautor Facundo Cabral dio a un
entrevistador quien, a propósito de la muerte de esa cantautora, hizo referencia a que esta
fue una artista comprometida con la realidad social que le tocó vivir; a lo cual el cantautor
respondió que no le convencía tanto la palabra “compromiso” porque la asociaba a deber,
mientras que él prefería hablar de “libertad” en la medida en que las acciones humanas
más loables y solidarias no devienen de un mandato a cumplir, sino que nacen de la
profunda libertad de dar. Ciertamente, esos pensamientos nocturnos podían derivar hacia
alguna reflexión existencial sobre el deber o la libertad, tanto como avanzar hacia discurrir
sobre el sufrimiento de los animales que a veces preferimos ignorar, o progresar hacia
consideraciones tecnológicas relativas al calentamiento global, etc. Pero lo cierto es que el
ejemplo anterior ilustra cómo las cadenas asociativas constituyen especies de encrucijadas
mentales determinantes de que el flujo del pensamiento se encamine hacia acá o hacia
allá.

3. El pensamiento azaroso: independientemente de las "lógicas” perceptivas y asociativas


(y sin considerar especulaciones sobre el carácter último del azar mental), muchas veces
sucede que hay ideas que simplemente irrumpen en el flujo de pensamiento, ya sea bajo la
modalidad del recuerdo espontáneo o del más simple azar. Ejemplo: imaginemos que en la
situación anterior cualquier línea asociativa fuera subrepticiamente interrumpida por la
emergencia de una idea, recuerdo o cualquier otro tipo de ocurrencia mental que provoca
una ruptura en la cadena asociativa para instaurar una nueva serie de pensamientos. A
veces emerge un recuerdo de la memoria, a veces un pensamiento que parece advenir sin
explicación, a veces simplemente nos asalta el tarareo mental de una melodía que “se nos
pega” en la mente fuera de nuestra voluntad.

4. Más allá de las lógicas asociativas o de las ocurrencias caprichosas, lo cierto es que a
veces el pensamiento parece arribar a una zona en que nuestra atención interior parece
preferir continuar. Una de esas posibilidades está dada por los ensueños diurnos o el soñar
despierto, tema que se desarrollará con mayor detalle en la próxima sección.

5. Por último, la otra línea que parece estar implicada en el flujo del pensamiento es la
deliberada y/o propositiva, pero esta es -precisamente- la que correspondería a la
categoría de "proceso orientado a metas y sujeto a reglas", postulada en el texto del
Profesor Gustavo González, de la que ya se trató en detalle.

Con independencia del proceso interno de pensamiento en que los diferentes afluentes y
confluentes siguen su curso, algo de la estructura de esos procesos puede también advertirse de
un modo más objetivo a través del simple expediente de observar una conversación típica de un
grupo de amigos.
En efecto, si prestamos atención descubriremos que las conversaciones grupales suelen arrancar
con algún tema fortuito introducido por alguno de los participantes y progresar luego de diferentes
modos:
La conversación puede, por ejemplo, centrarse en profundizar el mismo tema bajo diferentes
modos. Pero también el decurso de ese tratamiento puede bifurcarse por vía asociativa hacia
cualquier otro asunto que venga a colación. Otra alternativa es que el flujo sea interrumpido por
algún hecho perceptual ajeno a lo que se viene conversando, tal como la irrupción o los dichos de
otra persona, o la emergencia de un ruido, música o cualquier otro hecho que aparezca en la
situación. Por último, también es dable observar que existen momentos en las tramas discursivas
grupales donde las conversaciones languidecen y ceden paso a un silencio grupal que suele ser
prontamente interrumpido por una nueva ocurrencia de algún participante, que instaura así un
nuevo ciclo conversacional.
Nótese entonces que en una conversación trivial de la vida cotidiana se verifican los mismos tipos
de afluencias y confluencias que acontecen en el pensamiento interior silencioso y solitario. Esto
es: la lógica asociativa perceptual e ideativa, la irrupción ocurrente del azar y la profundización en
un tema al que se decide sostener aplicando una mayor carga atencional.
Para finalizar, trascribimos un breve fragmento en clave psicoliteraria que ilustra algo de lo que se
ha venido tratando:
Tomo prestada la expresión “tráfico de la mente” de Gordon Rattray Taylor, quien la refiere en "El
cerebro y la mente: una realidad y un enigma". El tráfico de la mente sugiere calles y avenidas.
Pasadizos y atajos. Un microsistema circulatorio por donde se desplazan ideas, sensaciones,
recuerdos. O vaya a saber qué. Ideas que van y vienen. Como en los ríos: afluencias y
confluencias. Fusiones. Siempre parece un laberinto brumoso. No es posible saber si será como
un asfalto donde se despliegan partes sustantivas, o como ríos vírgenes donde las aguas se
mezclan. Pienso en solutos y solventes. En angustias que se fueron disolviendo. O se
evaporaron. O se enquistaron como callosidades y están a la espera de un removedor. Como si
la mente pudiera oxidarse. El hilo de los pensamientos. ¿Habrá alguna Ariadna en la mente
cuyos hilos permitan desandar el camino? ¿Por qué extrañas avenidas de la mente viajarán los
recuerdos que se guardan y que vuelven? ¿Los almacenes de la memoria? ¿Almacenes o bases
de datos? ¿O parcelas del inasible alma? El inasible tráfico de la mente (2014)

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9. El pensamiento espontáneo: sus afluentes y sus destinos


Ríos afluentes y rizomas: metáforas sobre las corrientes asociativas y recurrentes del
pensamiento
En biologia, un rizoma es un tallo subterráneo con varias yemas que crecen de forma horizontal
emitiendo raices y brotes herbáceos de sus nudos. Los rizomas crecen indefinidamente. En la
teoria filosófica de Gilles Deleuze y Félix Guattari, un rizoma es un modelo descriptivo o
epistemológico en el que la organización de los elementos no sigue lineas de subordinación
jerárquica-con una base o raiz dando origen a múltiples ramas, de acuerdo al conocido modelo
del árbol de Porfirio-, sino que cualquier elemento puede afectar o incidir en cualquier otro.
Una metáfora sobre la vida mental
Maharishi Maesh Yogy, un controvertido maestro espiritual creador de la denominada "Meditación
trascendental", a propósito de la naturaleza del proceso de meditación, sugirió que la mente es
como una abeja que picotea de flor en flor hasta que finalmente se posa en una en particular.
Este tránsito puede homologarse a las cadenas erráticas del fluir asodativo que, a veces,
terminan confluyendo en una estructura discursiva más elaboras y de mayor duración, como los
ensueños diurnos y la elaboración de "borradores mentales"

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