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EL SERMÓN DE ADVIENTO (FRAY ANTÓN DE MONTESINOS)

Antonio de Montesino ingresó en la Orden de Predicadores en el Convento de San


Esteban de Salamanca, donde realizó todos sus estudios. Al concluir su año de noviciado
hizo su profesión como religioso dominico el 1 de julio de 1502. Posteriormente, al
terminar sus estudios de teología y ya ordenado sacerdote fue asignado al Real Convento
de Santos Tomás de Ávila en 1509, de reciente construcción, en compañía de fray Pedro
de Córdoba, fray Bernardo de Santo Domingo, fray Tomás de Fuentes y fray Domingo
Velázquez

Antonio de Montesino, (España, c. 1475 - Venezuela, 27 de junio de 1540), fue un


misionero y fraile español. Junto a la primera comunidad de dominicos de América,
encabezada por el vicario fray Pedro de Córdoba, se distinguió en la defensa y denuncia
en contra de los abusos a los indígenas por parte de los colonizadores españoles en la
isla La Española.

En 1510 formó parte del primer grupo de misioneros dominicos que se embarcaron
con destino al Nuevo Mundo, tras obtener la Real Cédula con fecha de 11 de febrero de
1509, que les concedía el pase a Indias de 15 religiosos y 3 personas laicas. Este grupo
pionero de dominicos presidido por fray Pedro de Córdoba estaba conformado por fray
Antonio Montesino, fray Bernardo de Santo Domingo y fray Domingo de Villamayor.
En el transcurso del viaje a Santo Domingo la nave Espíndola, donde viajaban los
religiosos, realizó una parada en la isla de San Juan. El grupo arribó al puerto de Ozama,
Santo Domingo, en la española, en los postreros días del mes de septiembre de 1510. En
sucesivas expediciones llegaron los demás religiosos hasta completar el número de 15
frailes.

Estos se tomaron un año para observar lo que estaba ocurriendo en la Isla de la


Española con los indígenas, lo cual le permitió determinar los atropellos por parte de los
españoles que estaban en la Isla de la Española, esto trajo consigo que los frailes
tomaran una decisión de denuncia a favor de los más sufridos y desvalidos indígenas de
la época, los cuales perdieron todo y eran sometidos a diferentes trabajos pesados y
barbaries inhumanas, por parte de los invasores españole.
Estas cosas fueran las causas y cosas que motivaron el espíritu de quienes no
pudieron soportar impasibles, el aniquilamiento de seres humanos dignos de un mejor
destino, el recordatorio de aquellos auténticos cristianos que en grado heroico, dada la
época y circunstancias, hablaron y pretendieron defender de verdad al indio, crucificado
en las cruces de las encomiendas, las haciendas y las minas, y de un sermón que marca
muy pocas diferencias de fondo con las voces que surgen y resurgen a favor de la
libertad y la dignidad humanas.

En diciembre de 1511, el cuarto domingo de Adviento, subía al púlpito de la iglesia


de los dominicos en La Española (Santo Domingo) fray Antón Montesino para
pronunciar un memorable sermón, que se convertiría en una de las primeras y más
radicales denuncias de los abusos de la conquista española en Abya-Yala (significa
"tierra en plena madurez") y en un antecedente del pensamiento latinoamericano
liberador. Ha llegado hasta nosotros gracias a la profética e incisiva pluma de fray
Bartolomé de Las Casas, que recoge lo sustancial de la prédica y las reacciones a la
misma en el tercer libro de su Historia de las Indias (tomo II, M. Aguilar pág. 385-395).

El sermón fue preparado por todos los miembros de la comunidad de Santo Domingo,
quienes lo firmaron de su puño y letra para dejar constancia de la autoría colectiva y de
la relevancia de tan decisiva pieza oratoria. Los dominicos lo habían preparado a
conciencia a partir de sus propias averiguaciones sobre el "crudelísimo y aspérrimo
cautiverio" al que los encomenderos españoles sometían a los indios en las minas de oro
y otras granjerías, y tras escuchar numerosos testimonios sobre la "tiránica injusticia" y
las "execrables crueldades" contra los nativos, tratados como animales "sin compasión ni
blandura", y "sin piedad ni misericordia", según la descripción de Las Casas. Tras tan
concienzudo análisis de la realidad acordaron denunciar desde el púlpito el régimen de la
encomienda por considerarlo contrario "a la ley divina, natural y humana".

El vicario Pedro de Córdoba encargó pronunciar el sermón a fray Antón Montesino,


uno de los primeros dominicos en llegar a la isla, afamado predicador, hombre de letras,
muy animoso, "aspérrimo en reprender vicios", "muy colérico en sus palabras" y
"eficacísimo en sus frutos". El templo estaba a rebosar. Ocupaban los primeros puestos
las principales autoridades coloniales, entre ellas el almirante Diego de Colón, hijo del
conquistador. También estaba presente el clérigo Bartolomé de Las Casas, en su calidad
de encomendero. Ante un público tan cualificado, el predicador no tuvo pelos en la
lengua y habló de esta manera:

"Voz del que clama en el desierto. Todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la
crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid, ¿con qué derecho y con qué
justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios? ¿Con qué autoridad habéis
hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas,
donde tan infinitas de ellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo los
tenéis tan opresos y fatigados, sin darles de comer ni curarlos en sus enfermedades, que de los
excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir los matáis, por sacar
y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine y conozcan a su Dios y
creador, sean bautizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? ¿Estos, no son hombres?
¿No tienen principios racionales? ¿No sois obligados a amarlos como a vosotros mismos?
¿Esto no entendéis, esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad, de sueño tan letárgico,
dormidos? Tened por cierto, que en el estado que estáis, no os podéis más salvar, que los
moros o turcos que carecen y no quieren la fe en Jesucristo".

Terminada la misa, Diego de Colón y los oficiales reales se dirigieron al convento de


los dominicos para reprender al predicador por el escándalo sembrado en la ciudad,
acusarlo de "desobediencia" al Rey y exigirle que se retractase en público el domingo
siguiente. Siete días después, fray Antón Montesino volvió a subir al púlpito y, lejos de
declinar, se ratificó en las denuncias y afirmó que los encomenderos no podían salvarse
si no dejaban libres a los indios y que irían todos al infierno si persistían en su actitud
explotadora. El sermón provocó todavía mayor alboroto que el del domingo anterior, y
los oficiales reales enviaron al rey cartas de protesta contra los frailes.

Acabado su sermón, fuese a su casa y todo el pueblo en la iglesia quedó alborotado,


gruñendo y muy peor que de antes indignado contra los frailes. Salidos de la iglesia
acuerdan, con efecto, escribirle al rey en las primeras horas; cómo aquellos frailes que a
esta isla habían venido habían escandalizado al mundo sembrando doctrina nueva,
condenándolos a todos para el infierno porque tenían los indios y se servían de ellos en
las minas y los otros trabajos, contra lo que Su Alteza tenía ordenado; y que no era otra
cosa su predicación sino quitarle el señorío y las rentas que tenía en estas partes.
Fue la primera manifestación de protesta, defensa, reclamación, denuncia y
recriminación en América contra las autoridades, encomenderos y colonizadores
españoles, ya que en él se sintetiza la opresión, injusticias, crueldades, explotación, el
castigo inmisericorde, los atropellos y abusos a que estos, en su afán desmedidos de
extraer el oro, sin ningún derecho ni justicia, sometieron a nuestros aborígenes a arduas
e inhumanas labores, sin que se les suministraran alimentos ni curados cuando
enfermaban, tratándolos peor que a los animales. Cabe destacar que en el primer
contacto de los colonizadores, había alrededor de 600,000 nativos; en 1508, no pasaban
ya estos de 60,000, número que fue en alarmante disminución hasta casi la total
extinción; mano de obra que se fue sustituyendo por esclavos negros e indios

Esto determino el coraje y valentía de Fray Antón Montesino y cada uno de los que lo
acompañaban en dicha manifestación en contra de los españoles que se encontraban en
la Isla de la Española atropellando de manera despiadada a los indígenas, que estaban
apostados en esta. También la doble moral que tenían los gobernantes que pedían fuese
predicado el evangelio a los indígenas pero no le daban el trato que profesan las
escrituras.

Fray Antón Montesino fue enviado a España para dar cuenta y razón de su sermón al
rey. Tras muchos impedimentos, logró entrevistarse con el anciano monarca, a quien
expuso un largo memorial de los agravios de los conquistadores contra los indios: hacer
la guerra a gente pacífica y mansa, entrar en sus casas y tomar a sus mujeres, hijas, hijos
y haciendas, cortarles por medio, hacer apuestas sobre quién les cortaba la cabeza de un
tajo, quemarlos vivos, imponerles trabajos forzados en las minas, etcétera.

También recibió el apoyo de fray Antonio de Córdoba, quien viajó a España para
respaldarlo. Pero ni así se logró el éxito deseado. No obstante, el sermón constituyó el
primer acto realizado con el propósito de salvaguardar a los indios del trato cruel e
inhumano al que estaban sujetos por parte de los conquistadores. Tiempo después, fray
Pedro, fray Antón y Bartolomé de las Casas, lograron sustituir a Diego Colón en el
gobierno de La Española por tres frailes jerónimos, así como también la designación del
padre Las Casas como procurador y protector universal de todos los indios.
Aquel sermón no cayó en saco roto. . Causó la conversión posterior de Bartolomé de
las Casas a la defensa de los indios y marcó el comienzo del cristianismo liberador, del
reconocimiento de la dignidad de los indios y del respeto a la diversidad cultural y
religiosa en Amerindia. Fue, asimismo, el germen de la teología de la liberación.

Bartolomé de Las Casas

Se ordenó sacerdote en 1512 (fue el primero que lo hizo en el Nuevo Mundo) y un


año después marchó como capellán en la expedición que conquistó Cuba. Tres años
después, Bartolomé de Las Casas renunciaba a su función de encomendero, se convertía
en el defensor de los derechos de los indios.

Conmovido por los abusos de los colonos españoles hacia los indígenas y por la
gradual extinción de éstos, Bartolomé de Las Casas emprendió desde entonces una
campaña para defender los derechos humanos de los indios; para dar ejemplo, empezó
por renunciar él mismo a la encomienda que le había concedido el gobernador de Cuba,
denunciando dicha institución castellana como una forma de esclavitud encubierta de los
indios (1514).

Insistiendo en la evangelización como única justificación de la presencia española en


América, propuso a la Corona reformar las Leyes de Indias, que en la práctica se habían
demostrado ineficaces para poner coto a los abusos. Las Casas proyectaba suprimir la
encomienda como forma de premiar a los colonos y replantear la colonización del
continente sobre la base de formar comunidades mixtas de indígenas y campesinos
castellanos (hacia una economía colonial más agrícola que minera); para la isla de La
Española, dado el hundimiento de la población indígena y su supuesta incapacidad para
el trabajo, sugería una colonización enteramente castellana, reforzada con la importación
de esclavos negros africanos (cuya explotación consideraba legítima, en un exceso de
celo por proteger a los indios).
Las Leyes de Burgos o Reales ordenanzas

En 1512 se reunieron en el convento de San Pablo de Burgos, a instancias reales, una


Junta de teólogos y juristas al objeto de estudiar las denuncias que sobre el trato que se
infringía a los indígenas provenían de los dominicos.

Dadas para el buen Regimiento y Tratamiento de los indios fueron sancionadas por el
rey don Fernando el 27 de diciembre de 1512 y poseen un valor extraordinario, por
cuanto constituyen el primer cuerpo legislativo de carácter universal que se otorgó para
los pobladores del Continente americano, siendo considera-das como la primera
declaración de Derechos Humanos.

Aquellas leyes fueron consecuencia política y jurídica del sermón pronunciado por
Fray Antonio de Montesinos en la isla de Santo Domingo, el cuarto domingo de
Adviento de 1511, y en el cual se planteaba la cuestión ética de la conquista, de la
condición humana de los indígenas y su sentido de libertad intrínseco a dicha condición.
Fue esta la primera vez que la Corona convocó a teólogos y juristas para que le
aconsejaran sobre el problema del Nuevo Mundo.

Las proposiciones elaboradas por la Junta de Burgos suponían una posición


intermedia entre las dos posturas en que se habían dividido las opiniones tras los sucesos
de la Isla de la Española, que había obligado a Fray Antonio de Montesinos a formular
las graves denuncias. Las Leyes de 1512 constan de 35 ordenanzas, muy exhaustivas,
cuyo denominador común es la función protectora y humanizada del indígena, al objeto
de conformar su propio estatuto civil, basado en la dignidad, el trabajo y la libertad.

Fray Antón continuó manifestándose en contra de las arbitrariedades de los


conquistadores; cuando pasó a Venezuela lo hizo para proseguir con la evangelización y
su amor a los indios. Era la época en que algunos grupos de colonizadores alemanes,
valiéndose de capitulaciones a favor de una familia Welsser, entraron en contradicción
con su labor humanitaria. Así llega el final de la vida de Montesinos el 27 de junio de
1540 en Venezuela, se dijo que supuestamente envenenado por los Welsser.
Los expertos sostienen que con el sermón de Montesinos nacieron los derechos
humanos en Nuestra América. Acerca del debate sobre dónde y cuándo nacieron los
derechos humanos, nos dice Bobbio (1991): "Los derechos humanos nacieron donde
pudieron, sabemos que no todos nacieron en el mismo tiempo y lugar". De tal suerte,
atendiendo el llamado del célebre profesor italiano, fallecido en 2004, se puede decir que
muy seguramente muchos derechos nacieron de la Escuela de Salamanca; otros, mucho
antes; algunos tuvieron que esperar hasta el triunfo de la Revolución francesa; otros, más
tiempo aun, del seno de la Organización de Naciones Unidas y la Organización de
Estados Americanos; desde luego, muchos otros están por nacer. Los derechos humanos
nacieron con la piel negra, morena, mulata, blanca, cobriza, amarrilla; por eso son
universales, no nacieron en un mismo sitio a la misma hora. Evidentemente, los
derechos de los pueblos indígenas pudieron haber nacido con este celebre sermón.

Montesinos y De Las Casas, La Narrativa Convertida En Norma: Las


Leyes Nuevas De Indias

Las palabras de Montesinos se convirtieron por primera vez en derecho positivo, en


leyes, por la acción incansable de Bartolomé de Las Casas en 1542. La Junta Magna en
Valladolid aprueba las famosas Leyes Nuevas de Indias, en las que por primera vez la
Corona española censura y castiga el maltrato, la muerte y la esclavitud de los indígenas;
este es uno de los logros más importantes de este sermón: llegar al corazón del monarca
español Carlos I.

Algunos de los aspectos de estas Nuevas Leyes, donde se evidencia claramente la


influencia del sermón de Montesinos y los primeros frailes dominicos, son:

1. Cuidar la conservación, gobierno y buen trato de los indios.


2. Promover que no hubiera causa ni motivo alguno para hacer esclavos, ni por
guerra, ni por rebeldía, ni por rescate, ni de otra manera alguna. Que los esclavos
existentes fueran puestos en libertad, si no se mostraba el pleno derecho jurídico
a mantenerlos en ese estado.
3. Velar porque se acabara la mala costumbre de hacer que los indios sirvieran de
cargadores sin su propia voluntad y con la debida retribución.
4. Hacer que no fueran llevados a regiones remotas con el pretexto de la pesca de
perlas.
5. Hacer que los oficiales reales (del virrey para abajo) no tuvieran derecho a la
encomienda de indios, lo mismo que las órdenes religiosas, hospitales, obras
comunales o cofradías.
6. Promover que el repartimiento dado a los primeros conquistadores cesara
totalmente a la muerte de ellos y los indios fueran puestos bajo la Real Corona,
sin que nadie pudiera heredar su tenencia y dominio.

Posteriormente, en 1539, Francisco de Vitoria, otro fraile dominico, pronuncia una


lección sobre la colonización, en la que concluye que la independencia y soberanía de
los estados eran inviolables, asimilando como tales a las naciones indias de Nuestra
América. Vitoria es considerado hoy día como uno de los padres del derecho
internacional.

La Declaración Universal De Los Derechos De Los Pueblos Indígenas

Si se utilizaran las categorías del tiempo histórico propuestas por el historiador


francés de la Escuela de las Anales: Fernand Braudel (2006), diríamos que esta narrativa
de Montesinos y la primera comunidad dominicana en tierras americanas es una idea de
larga duración histórica que corresponde, según el autor, a hechos estructurales que
transforman de manera radical a los hombres y sus sociedades. Afirma Braudel que
muchas veces los historiadores se dedican a relatar acontecimientos coyunturales, es
decir, lo que el autor llama "tiempos históricos de corta duración, que no son más que la
espuma en la ola de la historia". El autor recomienda analizar la historia desde una
perspectiva de "larga duración", es decir, la evolución de los grandes procesos humanos,
de las luchas de la humanidad por la dignidad, y qué mejor ejemplo de una historia de
"larga duración" que ver en el tiempo, cinco siglos, la evolución de las ideas expresadas
en el sermón del fraile Montesinos.

Después de veintidós años de discusión en el seno de las Naciones Unidas, el 14 de


septiembre de 2007, la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas
aprobó, por una votación de 143 Estados a favor, la Declaración Universal de los
Derechos de los Pueblos Indígenas. 370 millones de indígenas de todo el mundo
trabajaron juntos con miles de personas, organizaciones no gubernamentales,
representantes de los estados y expertos para lograr por primera vez en la historia de la
humanidad un instrumento que definiera los derechos inalienables y ancestrales de los
pueblos indígenas. Habían pasado 496 años del sermón de Montesinos y su voz estaba
más presente que nunca es estas sesiones. La Organización Indígena de Colombia en sus
discusiones hizo alusión, en el seno de las Naciones Unidas, a este sermón, señalando
que el fraile dominico había iniciado este largo camino que duró casi quinientos años en
convencer a la humanidad sobre los derechos de los pueblos indígenas.

La declaración precisa los derechos colectivos e individuales de los pueblos


indígenas; especialmente sus derechos a la tierra, bienes, recursos vitales, territorios y
recursos; a su cultura, identidad y lengua; al empleo, la salud, la educación; y a
determinar libremente su condición política, su desarrollo económico y la consulta
previa.

Algunas Consideraciones De La Declaración De La ONU. Reconociendo y


reafirmando que las personas indígenas tienen derecho sin discriminación a todos los
derechos humanos reconocidos en el derecho internacional, y que los pueblos indígenas
poseen derechos colectivos que son indispensables para su existencia, bienestar y
desarrollo integral como pueblos,

Preocupada porque los pueblos indígenas hayan sufrido injusticias históricas como
resultado, entre otras cosas, la colonización y enajenación de sus tierras, territorios y
recursos, impidiéndoles ejercer, en particular, su derecho al desarrollo de conformidad
con sus propias necesidades e intereses,

Reconociendo la urgente necesidad de respetar y promover los derechos intrínsecos


de los pueblos indígenas, que derivan de sus estructuras políticas, económicas y sociales
y de sus culturas, tradiciones espirituales, historias y filosofías, especialmente los
derechos a sus tierras, territorios y recursos,
Reconociendo además la urgente necesidad de respetar y promover los derechos de
los pueblos indígenas afirmados en tratados, acuerdos y otros arreglos constructivos con
los Estados,

Acogiendo con beneplácito el hecho de que los pueblos indígenas se estén


organizando para promover su desarrollo político, económico, social y cultural y para
poner fin a toda forma de discriminación y opresión dondequiera que ocurran,

Convencido de que el control por los pueblos indígenas de los acontecimientos que
afectan a ellos ya sus tierras, territorios y recursos les permitirá mantener y reforzar sus
instituciones, culturas y tradiciones, y promover su desarrollo de acuerdo con sus
aspiraciones y necesidades,

Reconociendo también que el respeto de los conocimientos, las culturas y prácticas


tradicionales indígenas contribuye al desarrollo sostenible y equitativo ya la ordenación
adecuada del medio ambiente,

Destacando la contribución de la desmilitarización de las tierras y territorios de los


pueblos indígenas a la paz, el progreso económico y social y el desarrollo, la
comprensión y las relaciones amistosas entre las naciones y los pueblos del mundo,

Reconociendo en particular el derecho de las familias y comunidades indígenas a


seguir compartiendo la responsabilidad por la crianza, formación, educación y bienestar
de sus hijos, en consonancia con los derechos del niño,

Considerando que los derechos afirmados en los tratados, acuerdos y arreglos


constructivos entre los Estados y los pueblos indígenas son, en algunas situaciones,
asuntos de preocupación, interés, responsabilidad y carácter (Declaración Universal de
los Derechos de los Pueblos Indígenas, Organización de Naciones Unidas).

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