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Por extensión odian los tambores, tampoco les gustan las campanas,
que tienen el poder de ahuyentar los maleficios. Algunas de las cosas
que también les disgustan tienen connotaciones cristianas: encender
una vela junto a la cama protege tanto a la madre como al niño en el
período que precede al bautizo del niño y la bendición de la madre,
también surte efecto poner una cruz en un barril de cerveza, porque
a los duendes les gusta mucho y con esto se evita que nos la roben.
Poderes Mágicos
Todas las hadas tienen poderes que están más allá del alcance de los
humanos corrientes, aunque algunos de estos poderes pueden
conseguirlos los magos, brujos, adeptos e iniciados. Jane Harrison
escribió: “Sabemos ahora que las instituciones sociales tienden a
proyectar figuras mitológicas …
El ritual primitivo tiene siempre un carácter mágico, por ejemplo, el
adorar hace lo que quiere ver hecho, sus ritos son los de la inducción
mágica, se casa para que la tierra sea fértil, cuida simbólicamente
del niño sagrado para que sus propios niños puedan alimentarse”.
Esto es magia simpática, simpática, no en el sentido de emociones
compartidas, sino en el sentido de hallar y experimentar algún nexo o
relación natural.
De aquí viene el viejo dicho: “a quien se corte las uñas el sábado por
la mañana más le valiera no haber nacido”. Tal es la devastación que
puede provocar un poder maligno que posea alguna parte del cuerpo.
El cabello de las brujas tiene una eficacia especial para realizar
encantamientos o petrificar, y por esto antes se solía afeitar a las
brujas antes de someterlas a una prueba, para evitar que usaran este
poder. El cabello tiene la fuerza vital de la cabeza y perderlo, como
en el caso de Sansón, es quedarse sin recursos. Las huellas y las
sombras son también puntos vulnerables de las personas. Grant Allen
dice: “Toda la magia se basa en la creencia primigenia de que uno
debe poseer algo que pertenezca a la persona que quiera controlar,
contener o dañar … Este es el secreto, también, de todos los anillos,
los cuchillos, las gemas y las cajas, cuya posesión da a un hombre
poder sobre las hadas, los espíritus, los gnomos y los genios”.
En Egipto, era necesario conocer el nombre para abrir las puertas del
otro mundo, tenía que conocerse el nombre del demonio guardián y
había que llamar a los dioses por su nombre correcto, antes de que
pudiesen brindar ayuda. Ra tenía un Gran Nombre, que sólo él
conocía, hasta que Isis lo sedujo para sonsacárselo y usarlo contra él.
Se podía dañar a cualquier persona con el poder del nombre y, en los
ritos del Festival de Edfú, los nombres de todos los enemigos de los
Nomos se escribían sobre la figura de cera de un hipopótamo o un
cocodrilo de cerámica, que después se rompía en pedazos, diciendo:
“Háganse heridas cortantes en sus cuerpos, mátense unos a otros”.
Un nombre escrito en la pared de un templo pone a uno en contacto
con la divinidad y bajo su protección. La creencia en el poder del
nombre se ha mantenido en la religión, el mito, la saga, el ritual y la
leyenda, hasta el cuento de hadas, donde aparece con frecuencia y
juega un papel importante.
Rumplestilskin. Ilustración de Ethel Franklin Betts, 1917.
Cooper J.C