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1 Doctor en Sociología y Ciencias Políticas, Universidad Central del Ecuador; Magíster en Historia
Andina, Magíster en Desarrollo, y Especialista Superior en Gestión Ambiental, Universidad
Andina Simón Bolívar. Docente de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Central del
Ecuador, miembro de número de la Academia Nacional de Historia, miembro correspondiente de
la Academia Colombiana de Historia, de la Academia Nariñense de Historia, de la Real Academia
de Historia, de la Academia de Historia del Estado de Carabobo-Venezuela; de la Casa de la
Cultura Ecuatoriana y de otras instituciones. Autor de varios libros, entre ellos, Sangolquí
Profundo; Genealogías mestizas; Historias y anécdotas presidenciales; Construyendo nuestra
identidad; Velasco Ibarra, textos políticos; Desempolvando la Historia; Vicente Rocafuerte,
pensamiento y práctica política; Las bebidas de antaño en Quito; Quito, historia del Cabildo y la
ciudad; Memorias de la política; El Panecillo en la historia; Historia de la muerte en Quito; Amor
y sexo en la historia de Quito; Historia de la corrupción en el Ecuador; y de numerosos ensayos
monográficos sobre temas históricos, sociológicos, políticos y costumbristas.
entregarle veinte mil pesos para que pueda subsistir en Europa durante dos
años. El floreanismo había terminado.
Pasó luego a Londres, donde permaneció casi tres meses; llegando después a
Francia, donde se instaló en diciembre de 1845. Allí, volvió a renovar sus pedidos
de armas y hombres para invadir al Ecuador; y a pesar del momento poco
favorable que se vivía en Francia, le prometieron el “suministro de un regimiento
de voluntarios, así como armamento, que estarían a disposición del General,
listos para viajar, en cualquiera de los puertos franceses que Flores indicara”,
aunque el compromiso en firme no lo alcanzó a obtener.
En febrero de 1846 viajó a Italia, y en Roma visitó al anciano Papa Gregorio XVI,
quien habría de morir en junio de ese año de un cáncer en la cara. Estando en
2Al respecto Cfr. Ana Gimeno, Una tentativa monárquica en América. El caso ecuatoriano, Quito,
Banco Central del Ecuador, 1988.
Nápoles, Flores recabó del embajador español Ángel de Saavedra –Duque de
Rivas-, las necesarias cartas de Recomendación ante la reina madre María
Cristina de Borbón-Dos Sicilias, quien fuera la cuarta esposa de Fernando VII, el
Rey Felón, muerto en 1833.
Doña María Cristina fue Regente de España, hasta que su hija Isabel creciera y
pudiera reinar; sin embargo, a los tres meses de enviudar, se casó secretamente
con el sargento de su escolta personal Agustín Fernando Muñoz y Sánchez, a
quien luego lo hizo duque de Riánsares y con quien tuvo ocho hijos en un período
de doce años. Este acto le hizo perder popularidad a la reina madre, y tanto se
habló de ella que inclusive se hizo popular una cuarteta de la época de autor
anónimo que decía: “Lloraban los liberales // que Cristina no paría // y ha parido
más muñoces // que liberales había”.3
3José Antonio Vidal Sales, Los Borbones: una dinastía trágica, Madrid, ATE, 1984, p. 61.
4Ana Gimeno, “Juan José Flores en España”, en Revista Cultura, N° 25, Quito, Edic. Banco
Central del Ecuador, 1986, pp. 23-45.
desembarcasen en la ría de Guayaquil, con planos dibujados por el mismo
Flores, y desde allí comience la invasión al Ecuador.
Por más que Flores intentara salvar las naves e impedir que se desarticule el
proceso de reclutamiento de hombres, nada pudo hacer; viendo esfumarse así
sus traidoras intenciones. Ni siquiera le valió haber viajado a Londres en 1847,
en donde logró al menos que no se continúe con el juicio militar instaurado contra
su amigo Wright. Intentó volver a España, pero el cónsul le negó la entrada,
debiendo instalarse en Burdeos y luego en París. Sin el apoyo de la reina María
Cristina y no teniendo que más hacer en Europa, salió por Bruselas y El Havre
con destino a Nueva York, llevando a Wright y a un sirviente. En Washington
quiso ser recibido por el presidente James Knowk Polk pero éste ni siquiera le
contestó su nota. Viéndose sin ninguna esperanza, partió hacia Caracas dando
por terminados sus planes, que escandalizaron a toda la América hispana por
más de un año.5
Por su parte, el marido de la reina María Cristina, y padre del pretendido príncipe
de Ecuador, tuvo que rescatar los buques a través del embajador español y
venderlos a buen precio, con lo que recuperó en algo los valores invertidos. Más
tarde debió entenderse con los banqueros acreedores, a quienes pagó los
dineros adeudados, tomándolos del capital económico de su mujer.
Flores, “el rey de la noche”, volvió a insistir con una nueva expedición armada en
contra del Ecuador en 1852, con la complicidad del presidente peruano Rufino
Echanique; y a pesar de que sus tropas atacaron Guayaquil, terminó por ser
derrotado y retornó a Lima, donde vivió con su familia. García Moreno lo trajo en
1860 para combatir al general Guillermo Franco, quien se había declarado Jefe
Supremo de Guayaquil, a quien venció. En octubre de ese año, García Moreno
expidió un decreto de reparación en honor de Flores, restituyéndole su grado
militar y bienes, y el viejo militar y ex presidente siguió peleando en varias
refriegas.
6Rodolfo Pérez Pimentel, El Ecuador Profundo, Tomo III, Guayaquil, Universidad de Guayaquil,
1988, p. 208.