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Alejandra Decap
Tala constituye el tercer poemario de Gabriela Mistral, publicado en Buenos Aires, el año
1938. En este libro, la poeta del valle del Elqui instala un nuevo imaginario de la poesía
latinoamericana:
Los signos antes despreciados, como el maíz, el pan tostado, los telares, los caminos
andinos y Viracocha, están ahora arriba, salen a la superficie, puestos en palabras que
Las trece secciones de Tala, amplias en sus voces y temáticas (Sepúlveda 311), configuran un
poemario de carácter polisémico: “Un libro que es inventario del duelo; que recoge
particularmente interesante en “Historias de Loca''. Aparece una voz poética que habla en
primera persona, retratando mediante alegorías la propia experiencia de ser mujer escritora
(...) para la cultura en la que ella producía sus versos” (Valdés 42).
Esto sucede porque para Valdés es en “Historias de loca” donde Mistral asume una posición
de sujeto-mujer que se escapa de las convenciones e imposiciones del poder (42). Como una
sujeta fugitiva, condensa su discurso en las figuras de “la loca, de la sombra y del fantasma''
(Sepúlveda 312). Mujer y loca se transforman en sinónimos; ser mujer en esta construcción
embargo, si bien Valdés sostiene que es autodenigración (42) el calificarse de estas maneras,
En el primer poema de la sección, “La muerte niña”, primero podemos distinguir el uso de la
figura del ritual funerario donde la pérdida es celebrada y registrada (Cruz y Landa 144). En
términos formales, hay una mezcla de distintas métricas que oscilan entre las ocho y las
nueve sílabas, con rima consonante, pero cruzada con versos que no riman entre sí, dividido
reconoce venir de la fragilidad, diciendo que “(...) nació desnuda y pequeñita / como el pobre
pichón de cría” (Mistral 359) y cómo enfrenta un mundo que ya está configurado en un
determinado orden. Un orden que, por supuesto, no favorece a las mujeres. Sin embargo, en
esa fragilidad originaria, también anuncia ya su grandeza, deslizando que nadie imaginaba
En los siguientes cuartetos se simboliza cómo se abrió un espacio para poder dar a conocer su
poesía, aludiendo al interés propio de terceros: “Alguno nuestro la pensó / como se piensa
Los cuartetos que continúan el poema dan cuenta metafórica de la exigencia que tuvo la
la distinguía” (Mistral 359). Es decir, la apertura tiene rasgos ilusorios que se grafican en la
violencia de la recepción: “Con una piedra se aplastaba / con el puño se la exprimía” (Mistral
359).
En los cuartetos que siguen del poema, da a entender que está dispuesta a morir, a que sea
una “muerte niña” para no morir tristemente. Al ver la hostilidad del escenario donde le
lírico en primera persona: Me puse yo sobre el camino / para gritar a quien me oía: / ‘¡Es una
muerte de dos años / qué bien se muere todavía!’(Mistral 360). No obstante, pese al deseo de
la muerte: “Recios rapaces la encontraron / a hembras fuertes cruzó la vía;” Las hembras
fuertes pueden sugerir otras mujeres en las cuales se vió reflejada, sin embargo se mantuvo
sola. “(...) la miraron Nemrod y Ulises, / pero ninguno comprendía…” (Mistral 360). Nemrod
pueden simbolizar el mundo masculino, ese que no comprende a este “pichón de cría” que es
la poeta. En la Biblia, Nimrod -o Nemrod- es el rey que construye su reino después del
de la poeta.
El poema continúa, es posible asumir, con una metáfora sobre las dificultades de la
producción literaria femenina, y comprendiendo, como los soles que aprenden el ocaso, busca
liberarse con la muerte niña: “Se envilecieron las mañanas, / torpe se hizo el mediodía; / cada
sol aprendió su ocaso / y cada fuente su sequía” (Mistral 360). Si bien intenta defender su
posición, choca con la realidad y se entrega al ejercicio en el escenario tal cual es: “Y dejé de
melancolía…”.
Pero el hecho de mantener su discurso permite una nueva apertura, ya en la adultez: “La
muerte tenía treinta años / y ya nunca más moriría, / y la segunda tierra nuestra / iba abriendo
su epifanía (...) “Yo soy de aquellas que bailaban / cuando la muerte no nacía...” (Mistral
361). Es decir, la supuesta derrota del sujeto que describe el hablante lírico, en los últimos
cuartetos reconoce el valor de su propia resistencia y se reconoce sujeto, pese a que no puede
terminar con ese destino fatal de las mujeres en la escritura que reconoce al inicio.
En el segundo poema de la sección, “La Flor del Aire”, se repite esta idea de lo reivindicativo
sexual lésbico. Es un poema que tiene una estructura similar al anterior, distribuido en veinte
En la primera parte del poema nos describe una figura femenina otra, que encontró por el
destino, “gobernadora del que pase / del que le hable y que la vea” (Mistral 362). Es decir,
una mujer atípica que logra imponer su identidad frente a las exigencias de la sociedad. Es
además, quien hace el ofrecimiento del encuentro, mandatando a la hablante: “Y ella me dijo:
“Sube al monte. / Yo nunca dejo la pradera, / y me cortas las flores blancas / como nieves,
En los cuartetos que dan continuidad al poema, se utiliza la metáfora para condensar
imágenes de la interacción sexual entre dos mujeres, resaltando la tensión erótica subyacente
en los versos que siguen: “Me subí a la ácida montaña, / busqué las flores donde albean, /
entre las rocas existiendo / medio dormidas y despiertas (...) / y la fui cubriendo frenética, / y
Da cuenta de una relación desigual: “Y sin mirarse la blancura, / ella me dijo: “Tú acarrea /
ahora sólo flores rojas. / Yo no puedo pasar la pradera” (Mistral 362) . Sin embargo, ella
continúa con la búsqueda de las flores, que insinúan el placer de la otra, la demencia.
Otra cosa que llama la atención de los versos es su constitución prácticamente épica, donde la
misión es el encuentro mismo: “Cuando bajé se las fui dando / con un temblor feliz de
ofrenda, / y ella se puso como el agua / que en ciervo herido se ensangrienta” (Mistral 363).
montaña / y me busqué las flores densas (...) yo fui cubriéndola, cubriéndola, / y la dejé como
las eras. La otra, vuelve a mandatar: “Y todavía, loca de oro, me dijo: “Súbete, mi sierva, / y
Luego, hay más claramente una reivindicación de ese amor entre mujeres, referenciando a
Ligeia, la musa del mar, sirena de la mitología griega, y así retomando la idea del cuerpo de
mujeres ligado a lo acuoso, que se mantiene como metáfora: “Las que yo amo por recuerdo /
de la Leonora y la Ligeia, / color del sueño y de los sueños. / Yo soy mujer de la pradera”
(Mistral 363). Medea aparece como un arquetipo de mujer inusual, que es contraria a los
prototipos, tal como lo es una mujer lesbiana, con mayor profundidad en los tiempos de
Mistral: “Subí a la montaña profunda, / ahora negra como Medea” (Mistral 364).
en las ramas, / ellas no abrían en las piedras / y las corté del aire dulce, / tijereteándolo ligera”
(Mistral 364). El gesto de cortar dulcemente continúa en el cuarteto siguiente: “(...) Corté de
otra se encuentra fuera del frenetismo inicial, aparentando una pequeña muerte, donde
la reina, / ahora ella caminaba, / ya no era blanca ni violenta” (Mistral 364). Mientras la
siguiéndola / por el pastal y la alameda (...) Ella delante va sin cara; ella delante va sin
Recalca en los últimos versos que su entrega es sin límite: “(...) hasta que el tiempo se
disuelva…” (Mistral 365). En un lenguaje críptico, codifica la relación sexual entre dos
las imágenes.
En ambos poemas hay una hablante que establece marcas de género que dan carácter al
enunciado, más allá de las alegorías. Esa locura e ímpetu que la lleva tanto a abrirse paso en
da a entender la reserva con la cual Mistral buscaba desarrollar esos temas, lo cierto es que al
Aquella descalificación hacia sí misma -suponiendo, como Valdés, la locura como algo
Mistral intenta darle una acentuación nueva a la palabra “loca”, que hay una vindicación en
esa locura de saberse diferente y hacer frente al mundo desde esa diferencia, a ese mundo que
Referencias Bibliográficas
Cruz Vargas, J. S., y E. I. Landa Juárez. «La Muerte niña, Un Ritual Funerario Olvidado».
Antropología. Revista Interdisciplinaria Del INAH, n.º 92, agosto de 2011, pp. 146-51,
https://revistas.inah.gob.mx/index.php/antropologia/article/view/2726.
Seminario De Metafísica, vol 45, no. 0, 2012. Universidad Complutense De Madrid (UCM)
Sepúlveda, M.. Prólogo de Tala: "Yo soy india." In: G. Mistral, ed., Obra Reunida. Santiago: