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CICLO: I
No acudir a escucharlo era para cada habitante como dejar flotar una duda
sobre sus convicciones católicas.
EN ESTE SERMÓN ANUNCIABA SU VOLUNTAD DE EXTIRPAR
LA HEREJÍA DE LA CIUDAD.
Era un ultimátum a los herejes del lugar. Sin embargo les era concedido un
período de gracia. Si se presentaban ellos mismos a los inquisidores, estos
últimos les perdonaban todos sus pecados mediante simples penitencias
canónicas.
Estas penitencias eran por cierto un medio cómodo de alejar a los más
molestos: era suficiente pedirle al antiguo hereje que emprendiera la
peregrinación a Santiago de Compostela y desde allí que subiera a
Canterbury para exiliarlo durante muchos meses.
Los más débiles, los que no tenían gran cosa que reprocharse, aquellos que
podían temer a algún enemigo, aquellos, en fin, que no habían tenido más
que relaciones de negocios o de circunstancias con los herejes, por haber
sido sus proveedores o clientes, o por haber intercambiado con ellos alguna
palabra en la calle, o por haber sido recibido por ellos, o incluso por haber
asistido casual o voluntariamente a cualquier ceremonia sin participar en
ella, todos ellos acudían voluntariamente a acusarse.
-El tribunal comenzaba por convocar a todos los que habían sido citados.
–El método cambiaba brutalmente.
-sospechoso era interpelado, arrojado en prisión e interrogado después.