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AUTORES, TEXTOS Y TEMAS Amalia Signorelli

ANTROPOLOGíA
Colección dirigida por M. Jesús Buxó

35 ANTROPOLOGÍA URBANA

Prólogo de Néstor Garcia Canclini


Epílogo de Raúl Nieto Calleja

CJiA UNIVERSIDAD AUTONOMA METROPOLITANA


-- _." - ltlItIW IZTAPALAPA División d9 Ciencias SocIales y Hl.nlaridades
Antropología urbana I Amalia Signorelli ; prólogo de Néstor García Cancl¡n¡ ;
epílogo de Raúl Nielo Calleja. - Rubí (Barcelona) : Anthropos Editorial ;
México: Universidad Autónoma Metropolitana - Iztapalapa. 1999
XVI + 252 p. ; 20 cm. - (Autores, Textos y Temas. Antmpología; 35)

Bibliografía p. 239-250
ISBN 84-7658-562-4

l. Antropología urbana 2. Ciudades - Investigación I. Carera Canclhu, N., pro


JI. Nieto Calleja, R., ep. IIl. Untvcrsídad Autónoma Metropolitana - Iztupalupa (México)
IV. Título V. Colección A Lucillo, por la confianza
572.9
A Giacomo y Margherita por la esperanza

cultura Libre
Título original: Antropología urbana (Guerini Studio. Milán, 1996)
Traducción del italiano: Angela Giglia y Cristina Albarrán F.

Primera edición: 1999

iD Amalia Signorelli, 1999


© UAM-Iztapalapa. División de Ciencias Sociales y Humanidades, 1999
© Anthropos Editorial, 1999
Edita: Anthropos Editorial. Rubí (Barcelona)
En eocdición con la División de Ciencias Sociales y Humanidades.
Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa, México
ISBN: 84-7658-562-4
Depósito legal: B. 39.365-1999
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(Naríño, S.L.), Rubí. Tel. y fax 93 697 22 96
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PRÓLOGO

UN LIBRO PARA REPENSAR


NUESTRAS CIUDADES

Néstor Carda Canclini"

¿Por qué Italia, que tiene la red de ciudades más antigua y


sólida de Europa, pregunta Amalia Signorelli, posee muy pocas
investigaciones de antropología urbana? Esta interrogación
hace eco en América Latina y España. Pese a contar con ciuda-
des famosas por su patrimonio histórico, su acelerado desarro-
llo industrial o su catastrófico crecimiento Y, a veces, por reunir
los tres signos de celebridad, son muy recientes los estudios
antropológicos sobre Madrid, Barcelona, Buenos Aires, México
y Sao Paulo.
Existen sobre estas urbes valiosas investigaciones demográ-
ficas, urbanísticas y de movimientos sociales, algunas de las
cuales, como las de Manuel Castells, renovaron la teoría mun-
dial sobre ciudades. Pero los antropólogos, en general, salvo
destacadas excepciones, han llegado a última hora al medio
urbano.
Del mismo modo que en Italia y en otros países, los estudios
antropológicos latinoamericanos se concentraron en lo rural.
Cuando comenzaron a ocuparse de las ciudades las miraban

* Profesor-investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana de México.

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corno destino de las migraciones, o por lo que se perdía en ellas del horno urbanus entrar y salir continuamente de papeles diver-
de la vida campesina y tradicional. En el área anglosajona los sos, pero para comprender este rasgo propio de la vida en la
antropólogos iniciaron más temprano la exploración urbana, ciudad -y de los conflictos que suscita- es necesario explorar,
corno recuerda Signorelli al valorar las Escuelas de Chicago y en las interacciones ambivalentes de los sujetos y los grupos, las
Manchester, y el interés de algunos de ellos, por ejemplo Robert peripecias de la multiculturalidad. Se necesitan tanto los censos
Redfield, por América Latina abrió antecedentes en nuestra re- y estadísticas como la observación densa de lo que ocurre en los
gión. Pero las ciudades y la misma investigación antropológica espacios productivos, residenciales y de consumo.
han tenido tales transformaciones que sus trabajos tienen ape- La antropología irrumpe con fuerza en los últimos años en
nas el mérito de haber sido precursores. los estudios urbanos, en buena medida, por la preocupación de
Basta pensar en cómo ha cambiado el significado y la im- encontrar explicaciones para la desestructuración engendrada
portancia de lo urbano desde 1900, cuando sólo el cuatro por por la heterogeneidad sociocultural de las ciudades. Se ha vuel-
ciento de la población mundial vivía en ciudades, hasta la ac- to difícil definir qué se entiende por ciudad, en palie por la va-
tualidad, en que éstas alojan a la mitad de los habitantes del riedad histórica de las ciudades (industriales y administrativas,
planeta. La alteración es aún más radical en ciertas zonas peri- capitales políticas y ciudades de servicios, ciudades puertos y
féricas, como América Latina, donde el setenta por ciento de las turísticas), pero la complejidad se agudiza en grandes urbes que
personas reside en conglomerados urbanos. Como esta expan- ni siquiera pueden reducirse a esas caracterizaciones mono-
sión de las ciudades se debe en buena parte a la migración de funcionales. Signorelli coincide con varios autores al sostener
campesinos e indígenas, esos conjuntos sociales a los que clási- que justamente la copresencia de muchas funciones y activida-
camente se dedicaban los antropólogos ahora se encuentran en des es algo distintivo de la estructura urbana actual, y que esta
las urbes. En ellas se producen y cambian sus tradiciones, se flexibilidad en el desempeño de varias funciones se radicaliza
desenvuelven los intercambios más complejos de la multietnici- en tanto la deslocalización de la producción diluye la corres-
dad y otras formas de multiculturalidad. pondencia histórica entre ciudades y ciertos tipos de produc-
Según demuestra la autora de este libro, la antropología dis- ción. Lancashire no es ya sinónimo mundial de la industria tex-
pone de instrumentos calificados para entender los sistemas til, ni Sheffield y Pittsburgh de siderurgia. Las manufacturas y
cognoscitivos y valorativos generados por contextos urbanos, los equipos electrónicos más avanzados pueden producirse tan-
las relaciones de su estructura actual con la historia, de la mo- to en las ciudades globales del primer mundo como en las de
dernidad con las tradiciones. También para interpretar la arti- Brasil, México y el sudeste asiático. Esto ha traído, como sabe-
culación de factores económicos y culturales en sus transforma- mos, enormes desplazamientos de trabajadores y un replantea-
ciones presentes, con una perspectiva distinta de otras ciencias miento de la separación entre ciudades del primer y tercer
sociales. Al interesarse particularmente por la diversidad que mundo.
contienen las ciudades, la indagación antropológica permite sa- El último capítulo del libro se dedica, precisamente, a exa-
lir de las generalizaciones homogeneizadoras habituales en los minar la ciudad como foco de la economía de procesos migra-
trabajos sociológicos, económicos y políticos que prefieren ha- torios. A propósito de lo que ocurre con los migrantes, como en
blar de totalidades compactas, o reducen las diferencias a los las secciones que analizan el proceso de trabajo y los festejos
indicadores gruesos de los censos y las encuestas. deportivos, pone en evidencia la importancia de abarcar lo ob-
Cuando la metodología apunta a los grandes conjuntos oscu- jetivo y lo subjetivo, la economía laboral o del consumo consti-
rece la heterogeneidad étnica, de edades, entre hombres y muje- tuida por los «sacrificios» y las «ganancias». que es también
res, entre los comportamientos de un mismo sujeto que vive en «una economía de los sentimientos, de las relaciones, de la cri-
una zona, trabaja en otra y se divierte en una tercera. Desde las sis y de la reconstitución de la ídentídad».
investigaciones de la escuela de Chicago sabernos que es propio La obra de Amalia Signorelli construye, así, junto a los co-

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nacimientos generados en el trabajo de campo, las posiciones cos progresistas en relación con las necesidades cotidianas de
teóricas con las cuales encontrar una vía entre el racionalismo los trabajadores y pobladores urbanos.
urbanístico y sociológico, que imagina la ciudad como espacio En el estudio sobre trabajadores en Nápoles, el análisis sutil
abstracto, y el empirismo antropológico, a menudo limitado a y riguroso de las historias de vidas permite comprender cómo
descubrir las particularidades de lo concreto. Se trata de situar se construyen mediaciones entre sujetos individuales y colecti-
a «los hombres en el espacio y con la conciencia cultural de esa vos. Aun «un documento modesto, periférico y tardío como esta
relación», Todo lo cual lleva a identificar la ubicación de dife- autobiografía oral, contribuye a demostrar que la clase obrera
rentes hombres y mujeres, de grupos desiguales (arquitectos y ha sido no sólo una clase social, sino un sujeto colectivo en el
pobladores, planificadores y usuarios) en las relaciones de po- sentido más pertinente del término». La información cualitati-
der que estructuran los usos del espacio y las representaciones va, surgida de biografías personales, puede ser reveladora de
sobre él. procesos amplios en los que las urbes y las sociedades dirimen
su futuro.

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¿Cómo es una casa o una ciudad donde «se está bien»? En-
tend,er las discrepancias en las respuestas entre quienes proyec- No es común que en un libro europeo o estadounidense so-
tan, quienes administran y quienes habitan requiere algo más bre cuestiones urbanas se hagan referencias detalladas a ciuda-
que una discusión técnica sobre necesidades. Supone la con- des de América Latina, y se comparen con las de países metro-
frontación de concepciones culturales y estilos de vida. De este politanos. Además de mostrar cómo pueden articularse diversas
modo, la intervención antropológica amplía y remodela el obje- escalas de análisis dentro de una nación en la investigación an-
to de estudio urbano. Pero para dialogar con las otras discipli- tropológica, Signorelli ha abierto a lo largo de su trabajo la
nas que se ocupan de la ciudad, es necesario reformular tam- antropología italiana y europea a la interacción con otras regio-
bién los estilos de hacer antropología. Hay que trascender la nes. Si la autora de esta obra incorpora a su argumentación
tendencia a practicar sólo antropología en la ciudad, como los análisis comparativos del metro mexicano y el parisino, los
qu~ elige~ est~dia~ en las urbes barrios aislados ~ pequeñas imaginarios violentos en las metrópolis y en los países periféri-
umdades imagmanamente autocontenidas, semejantes a pue- cos, así como la confrontación de ciudades europeas y norte-
blos campesinos, y realizar antropología de la ciudad, que abar- americanas, es porque ha ejercido una curiosidad etnográfica
que sus estructuras macrosociales. sistemática en sus periodos de residencia fuera de Europa.
Esta discusión teórica está sostenida, o puesta en ejecución, En México, donde dictó cursos en muchas instituciones y
en el presente libro con estudios sobre las casas campesinas y ejerció como asesora de las investigaciones del Programa de
urbanas, de residentes permanentes y migrantes, las luchas por Estudios sobre Cultura Urbana de la Universidad Autónoma
la vivienda en un suburbio de Roma y en otras partes de Italia. Metropolitana, tuvimos múltiples evidencias de la observación
Como en otros textos de esta autora, dedicados al clientelismo o acuciosa que puede desarrollar, aun en pocas semanas, quien
a las interacciones que ocurren en las ventanillas de servicios posee un largo entrenamiento de campo en sociedades diversas
públicos, los estudios de caso tienen el propósito de sentar las y deja que las novedades de otros países desafíen sus hábitos de
bases o probar los enunciados teóricos, y a la vez plantear pro- comprensión.
blemas políticos: aquí se quiere averiguar cómo debe encararse En la medida en que las diferencias no ocurren sólo entre lo
la cuestión de la vivienda en Italia, cómo podrian volverse más urbano y lo rural, y en el interior de cada unidad, sino entre
productivas las estrategias macrosociales de los partidos políti- ciudades, manejar un repertorio amplio de estas diferencias es

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el primer requisito para dar consistencia a las conceptualizacio- ron explorados por la autora al estudiar lo que sucedió en Poz-
nes urbanísticas que aspiran a teorizar en general. Amalia Sig- zuoli, ciudad cercana a Nápoles sometida a bradisismos, un tipo
norelli eruiquece sus análisis novedosos sobre lo que es compa- particular de movimiento y hundimiento lento de la tierra, a
tible e incompatible entre las principales escuelas de análisis veces imperceptible, que después de varios meses produce da-
urbano, ocupándose también de las recientes aportaciones ños semejantes a los temblores súbitos. ¿Cómo viven esta crisis
francesas, y abriendo el examen antropológico a reforrnulacio- los dueños de las casas, los empleados y obreros, los especula-
nes sociológicas (Castells, Harvey), a los estudios culturales dores y los que encuentran vida en las ruinas del anfiteatro de
(Hoggart, Williams) y a las revisiones posmodernas de las cien- la ciudad, en tanto su valor cultural y científico permite hacer
cias sociales. algo con lo que queda? Así la antropología exhibe, a propósito
También esta ductilidad teórica y esta disponibilidad para de los imaginarios y de los usos ocasionales de desastres, los
nutrir su pensamiento en tradiciones nacionales diversa le diversos sentidos de lo urbano manifestados por quienes bus-
aproxima a la multiculturalidad de las bibliografías latinoame- can comercializar el espacio y quienes, ante la pérdida o el ries-
ricanas. A diferencia de tantos autores metropolitanos que citan go, toman conciencia de su valor.
casi exclusivamente a los de su país, o sólo lo producido en Sin embargo, esta reflexión sobre los límites y peligros de las
inglés, encontraremos aquí a Gerard Althabe y Marc Augé cerca ciudades no se complace en la melancolía de lo terminal, como
de Ernesto de Martino, a Ian Chambers, Kevin Lynch y Richard tampoco lo que escribe sobre migraciones y rnulticulturalidad
Sennet puestos a dialogar con Jesús Martín Barbero y José Ma- se desliza por las generalizaciones indiferenciadas del nomadis-
nuel Valenzuela. mo. Estos temas fronterizos, en los que se juega el futuro de las
ciudades, son elaborados con disciplina investigativa y con la
preocupación política de quien ha compartido la docencia y la
4 exploración científica con responsabilidades públicas en el go-
bierno de Nápoles.
¿Morirán las ciudades? Entre los imaginarios urbanos, Sig- Esta obra de Amalia Signorelli, con su atención simultánea
norelli presta especial atención a descripciones apocalípticas, a lo micro y macrourbano, al conocimiento científico que pue-
libros proféticos y de ciencia ficción que auguran el fin de la de ayudar a construir prácticas políticas donde se vincule lo
vida urbana o una desintegración de la que habría que huir. abstracto y lo concreto, contribuye a repensar los procesos de
Como hemos comprobado en varios estudios latinoamericanos democratización urbana. Dos de las mayores ciudades latino-
(Silva, García Canclini-Castellanos-Rosas Mantecón), las ciuda- americanas (Buenos Aires y México) eligieron por primera vez
des no se forman sólo con casas y parques, calles, autopistas y en la segunda mitad de los años noventa, en forma directa, a
señales de tránsito. También las hacen existir los planos que las sus gobernantes. En otras, los alcaldes se preguntan cómo ha-
inventan, las obras literarias, las películas y las imágenes televi- cer participar a los ciudadanos para enfrentar conjuntamente
sivas que las representan e imaginan. Este libro reconoce que los dramas de la inseguridad y de la ecología. Cuando los Esta-
ocuparse de las ciudades contemporáneas requiere hablar tam- dos nacionales ven debilitada su capacidad de convocatoria y
bién de aglomeraciones en las que se extravía la experiencia administración de lo público, las ciudades resurgen como esce-
unificada de la ciudad, catástrofes ecológicas, el descenso de- narios estratégicos para el avance de nuevas formas de ciudada-
mográfico en muchas de ellas, «el urbanismo sin urbanidad» de nía con referentes más «concretos» y manejables que los de las
pueblos conectados electrónicamente y donde los trabajos se abstracciones nacionales. Además, los centros urbanos, espe-
harían por tele-cottages, desde las casas, sin reunirse en centros cialmente i~~'megaiÓpoHs, se constituyen como soportes de la
laborales. participación en los flujos transnacionales de bienes, ideas,
La vulnerabilidad urbana y el sentimiento de catástrofe fue- imágenes y personas. Lo que se escapa del ejercicio ciudadano

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en las decisiones transnacionales pareciera recuperarse, en cier- AGRADECIMIENTOS
ta medida, en las arenas locales vinculadas a los lugares de resi-
dencia, trabajo y consumo. En esta dirección, es posible decir
que este libro puede interesar no sólo a antropólogos, sociólo-
gos y planificadores urbanos, sino también a ciudadanos que
quieran ser algo más que espectadores que votan.

Bibliografía

ALTHABE, Gerard, el al.: Urbaninuion el enjeux quotidiens, París, Anthro-


pos, 1985.
CASTELLS, Manuel: La ciudad iníormacíonal, Madrid, Alianza, 1995.
CATEDRA, María: Un santo para una ciudad, Barcelona, Ariel, 1997.
GARCtA CANCLINI, Néstor, Alejandro CASTELLANOS y Ana ROSAS MANTE-
CÓN (coords.): La ciudad de los viajeros. Travestas e imaginarios urba-
nos: México, 1940-2000, México, Grijalbo-UAM, 1996.
LYNCH, Kevin: La imagen de la ciudad, México-Barcelona, Gustavo Gili,
1984.
SENNET, Richard: The conscience of the eye. The design and sociallife of Han pasado muchos años desde que algunas personas pen-
cities, NuevaYork,AlfredKnopf 1992. saron que el encuentro entre la antropología y las ciudades pu-
SILVA, Armando: Imaginarios urbanos. Bogotá y Sao Paulo: cultura y
diese revelarse productivo y me animaron a intentarlo.
comunicación urbana en América Latina, Bogotá, Tercer Mundo
Editores, 1992. Me es grato reconocer mi deuda hacia ellas. Guido Cantala-
VALENZUELA, José Manuel: A la brava ése. Cholos, punks, chavos banda. messa Carboni y Vittorio Lanternari, antropólogos; Fabrizio
Tijuana, El Colegio de la Frontera Norte, 1988. Giovenale, Sara Rossi, Paola Coppola Pignatelli, Franco Girar-
di, arquitectos y urbanistas. Si el encuentro no ha dado todos
los hutas que entonces esperábamos, la responsabilidad es
sólo mía. A Carlo Tullio Altan, Néstor García Canclini, a Gé-
rard Althabe estoy agradecida por haberme ofrecido bellas
ocasiones para pensar y para aprender. A todos aquellos que
en estos años han trabajado conmigo en la Universidad de Ná-
poles, Federico Il, soy deudora de la posibilidad misma de es-
cribir este libro. Agradezco por el trabajo que hicimos juntos a
Lello Mazzacane, Gianfranca Ranisío, Gabriella Pazzanese, Al-
berto Baldi, Raffaella Palladino, Giuseppe Gaeta, Rosa Arena,
Rosanna Romano, Giuliano Romano, Ornella Calderaro y so-
bre todo a Angela Giglia, Adele Miranda y Paola Massa, inteli-
gentes y apasionadas interlocutoras de un diálogo enriquece-
dor para mí en primer lugar.
Carmíne Amodio y Fulvia D'Aloisio me asistieron en la pre-
paración del manuscrito con la disponibilidad que merece, a

XVI
ellos mi gratitud. Los límites de este trabajo que sólo a rnf me
pertenecen, no eliminan la deuda que tengo con todos aquellos
que aquí he mencionado. Junto a ellos quiero agradecer a Dina
D'Ayala, ingeniero, que me enseñó a mirar y a escuchar lo que
está construido y sigue sabiéndolo hacer mucho mejor que yo.
PRIMERA PARTE
Nápolcs, febrero de 1996

PROBLEMAS

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CAPITULO PRIMERO

UN RECORRIDO DE BÚSQUEDA
E INVESTIGACIÓN

Este libro nace de dos provocaciones. Ambas involuntarias,


ambas demasiado pertinentes para no aceptarlas. He aquí la
primera.
Hace algunos años, en el contexto de una cuidadosa reseña
de los estudios de antropología urbana en Italia, Angela Giglia
señalaba «una sensible carencia en la fonnulación de una sóli-
da problemática teórico-metodológica, que esté en condición,
sobre la base de fundadas razones hist6rico-sociales, de motivar
la opción hacia la investigación urbana y de precisar la natura-
leza de la relación existente entre esta nueva orientación y la
tradición de nuestros estudios, sea ésta una relación de filiación
directa o de contraposición frontal» (Giglia, 1989:88).
No hay nada que replicar, es una observación fundada. For-
mulado en términos explícitos, me hizo comprender que desde
mucho antes, dos decenios por lo menos, también yo buscaba
esa «sólida problemática teórico-metodológica), que tuviera sus
fundamentos en la tradición de los estudios italianos y al mis-
mo tiempo representara para ellos la apertura de una nueva
vertiente de investigación. En el curso de esos años, ya había
acumulado cierta cantidad de reflexión teórica; y también ha-
bía llevado a cabo mucha investigación de campo, sola o con la
ayuda de jóvenes colaboradores en Roma, Népoles, Pozzuoli y
antes en Foggia. Cosenza, París, Nueva York y Ciudad de Méxi-

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ca. De esta producción sólo se había publicado una parte. El trucción de esa imagen de Italia (y de los demás países medite-
desafío de Giglia me aclaró que por una parte, mi resistencia a rráneos) tenia razones y finalidades políticas (Hauschild, 1995).
publicar nacía justamente de la conciencia de que la sólida pro- También los estudios antropológicos italianos, por lo menos
blemática teórico-metodológica sobre la que trabajaba aún es- entre la década de 1950 y la de 1980 estuvieron fuertemente
taba muy lejos de alcanzar la solidez ambicionada; por el otro, orientados en sentido, por así decirlo «ruralcéntrico»: no sólo
me hizo tomar conciencia de que ese proceso de maduración porque se ocupaban casi exclusivamente del mundo rural, o
difícilmente podría realizarse sin la confrontación con otros in- más bien campesino; sino también porque miraban la ciudad
vestigadores interesados en la misma problemática. Este libro misma desde el punto de vista del campo, como terminal, corno
es y quiere ser precisamente esto: la preparación de un terreno punto de llegada del proceso de desruralizacíón, de urbaniza-
de confrontación. ción, de inmigración. I
En consecuencia, los temas propuestos son más numerosos Podemos encontrar más de una razón para esta orientación
que los desarrollados y se presentan objetos de investigación de los investigadores italianos. Seguramente entre los factores
que a veces se indagan en profundidad y a veces apenas se son- operantes estuvieron la fidelidad a las tradiciones de la discipli-
dean. No he intentado hacer una exposición sistemática de los na, la defensa de las divisiones académicas, la subordinación al
problemas de la antropología urbana. Más bien he querido modelo extranjero de los estudios de comunidad. Sin embargo,
reordenar los fragmentos de un discurso singular, organizar en personalmente siempre he creído que el obstáculo más resisten-
un diseño lo más unitario posible los trozos de un camino de te era la presencia de dos prejuicios, de gran arraigo entre los
investigación que se desarrolló entre interrogantes y perplejida- intelectuales italianos ~y por consiguiente entre los antropólo-
gos~ desde los años cincuenta, que sólo recientemente han en-
des, entre aceleraciones y desaceleraciones; y que aún está lejos
de cualquier forma de sistematización definitiva. trado en crisis.
La primera observación a hacer es ya casi ritual: a pesar de El primero era el prejuicio «obrerista». La función de hacer
que Italia puede enorgullecerse de poseer la red de ciudades o al menos guiar la revolución axiomáticamente atribuida al
más antigua y sólida de Europa, a pesar de que la cultura italia- proletariado urbano industrial, hizo que se aceptaran tácita-
na tradicionalmente ha valorizado la condición urbana respecto mente dos corolarios que tienen implicaciones sumamente gra-
a la rural (Silverman, 1986), son muy pocas las investigaciones ves en el plano antropológico: el primero afirmaba la coinciden-
antropológicas sobre las ciudades italianas, tanto de autores ita- cia de la cultura obrera urbana con la cultura revolucionaria, de
lianos como de extranjeros. Ya en 1975 en esa especie de mani- manera que la concepción del mundo y de la vida de los obre-
fiesto de una posible nueva antropología que fue Beyond the ros se transformaría inevitablemente en conciencia de clase;
Community (Boissevain y Friedl, 1975), Crump hacía observa- por lo menos, todo lo que pudiera contener de heterogéneo o
ciones sarcásticas sobre la imagen de Italia que habría podido contradictorio respecto a una auténtica conciencia de clase de-
extraerse de las investigaciones de comunidad realizadas en el bía ser considerado irrelevante y en vías de disolución, de des-
ámbito de los Mediterranean Studies: un territorio de montañas aparición; el segundo afirmaba que los demás estratos de la
áridas y valles sernidesiertos, con algunas aldeas perdidas habi-
tadas por campesinos embrutecidos... Algunos años más tarde 1. La reseña de Giglia citada en el texto, da un cuadro cuidadoso del estado de las
Kertzer retomó esa observación (Kertzer, 1983). Ciertamente la investigaciones de antropología urbana en Italia. Sucesivas a la reseña de Giglia se
señalan: Tcruorí 1990, Sobrero 1992, la traducción de Hannerz en Italiano (1992). Un
pasión de los investigadores anglosajones por las aldeas campe- interés constante por las temáticas de la antropología de la complejidad y del «nos-
sinas -c-esos objetos de investigación separables de cualquier otros» lo muestran las revistas Ossirnori y Etnoantropotogia, Ambas iniciaron la publi-
cación hace pocos años. Tradicionalmente. la revista La Ricerca Folklorica ha dado
contexto histórico, geográfico y político- puede explicarse por siempre espacio a temáticas «urbanas» y «complejas». En los últimos años parece
las tradiciones de las disciplinas (Saunders, 1995). Sin embar- estar encaminada también una producción de monografías sobre estos temas, algunos
go, recientemente se ha propuesto la hipótesis de que la cons- de los cuales cito en el texto.

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población urbana -industriales, artesanos, comerciantes, pro- El otro prejuicio que retrasa los estudios de antropología
ductores de servicios, empleados públicos o subproletarios, na- urbana es el prejuicio antiurbano.
tivos o inmigrados- bajo la hegemonía de la clase obrera ad- A partir de los años sesenta en Italia la critica de la sociedad
quiririan también conciencia de clase o bien se confinarian o capitalista asumió frecuentemente la forma de una critica de la
serian confinados en una progresiva y cada vez menos relevante ciudad, considerada el lugar por excelencia no sólo de la explo-
condición de residuo. tación capitalista sino también de la enajenación consumista.
Hoy el prejuicio obrerista, más que estar superado, se ha Paralelamente se desarrolló una abundante literatura «neo-ar-
vuelto obsoleto; sin embargo, en'función de la elaboración teó- cádica», pseudo-demológica, evasiva e idealista, que identifica-
rica que necesitamos, no es inútil reflexionar otra vez sobre el ba a menudo desenvueltamente sociedad rural, cultura campe-
hecho que la cultura de la clase obrera, aun la de más antigua y sina, protesta y la posibilidad de encontrar una estrategia anti-
sólida tradición (como la de cualquier otra clase), no ha sido enajenación en la llamada recuperación de las raíces. En el re-
jamás un granítico y limpio monolito clasista, y esto no tanto chazo de la ciudad como objeto de estudio, convergían tanto
por cuestiones de persistencia de las tradiciones o de tiempos folcloristas como etnólogos de la escuela tradicional, que veían
largos de la dinámica de la mentalidad; sino porque las relacio- en el interés por la cultura urbana una peligrosa tendencia «so-
nes de clase en ningún momento han sido limpias y rigidamen- ciologizante», como los nuevos teóricos del «folclore» como
te monolíticas y siempre han sido condicionadas por una vasta «cultura de protesta», que se remontaban a Gramsci y a De
gama de mediaciones, que excluyen el nivel cultural, sino que Martina, simplificando una lectura de estos dos autores pro-
más bien lo han escogido a menudo como terreno electivo. puesta por Lombardi Satriani (1974). Este último señalaba el
carácter objetivamente, estaría tentada a decir pasivamente de
Asimismo el otro corolario merece todavía un momento de oposición de la cultura folclórica, que por el sólo hecho de estar
reflexión, pese a que también ello parece pertenecer más al pasa- presente y operante en la sociedad, atestigua los límites de la
do que a la actualidad: los otros estratos de la población urbana hegemonía ejercitada por la cultura dominante. Entre este rol
no estaban dispuestos a identificarse y ni siquiera a dejarse hege- de señal de un límite, y el rol de contracultura activa que al
monizar demasiado fácilmente por el proletariado de la gran in- folclore venía atribuido, no hay sólo una grande distancia, sino
dustria, Las diferencias en los roles productivos generaban (y también un gran mal entendido. De todos modos para los pala-
aún generan) conocimientos y valores diferentes, diversos mapas dines del folclore como cultura de protesta, la ciudad es vista
cognoscitivos y una diversa autopercepción, que sólo en circuns- por definición como el lugar del desarraigo, de la pérdida de
tancias particulares y por periodos determinados se funden ar- todo carácter cultural originario y específico, de la enajenación
mónicamente. Para determinadas acciones y reivindicaciones, cultural y de la homologación, Vale la pena observar que ni
para obtener determinados objetivos, algunas de estas clases han siquiera Pasolini se sustrae a esta visión, al mismo tiempo ma-
también aceptado la famosa función de guía de la clase obrera, niquea e histórica.
pero siempre por decirlo así pro tempore e sub condicione, mien- Desde luego, la ciudad es un objeto invisible desde la pers-
tras que su misma existencia y el interactuar que de ella deriva pectiva de la realidad rural, y con las herramientas conceptua-
en la cotidianidad, antes que a nivel político, no podían a su vez les construidas para el estudio de la cultura campesina. Una
no tener efecto en la misma cultura obrera. Pero de toda esta antropología enfocada en el mundo campesino busca en la ciu-
compleja dinámica cultural y social poco se ha observado y re- dad, conscientemente o no, aquellas que hasta hace algunos
gistrado en los años pasados. En algunas ocasiones se recunió a años en Italia se llamaban supervivencias precapitalistas en
la influencia de los grandes eventos internacionales para dar contextos urbano-industriales; esta perspectiva llega casi a con-
cuenta de transformaciones que a partir del prejuicio obrerista verger, pero no a coincidir, con la que en los EE.UU. se ha
parecían inexplicables, o se les relegó como imprevisibles. denominado antropologfa en la ciudad (Goóde, 1989).

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Considero que la antropología urbana tiene una tarea distin- Partiré de un ejemplo: hace algunos años en Roma, con in-
ta: se trata de ocuparse de concepciones del mundo y de la vida, tenciones críticas hacia la administración comunal, se acostum-
de sistemas cognoscitivo-valorativos elaborados en y por con- braba a decir: «El Coliseo se ha vuelto una glorieta». Afirmación
textos urbanos; contextos industriales y postindustriales, capita- que no tenía nada de paradójico. Efectivamente, el tráfico había
Íístas o poscolonialistas o posreal socialistas o más bien globali- sido regulado de ta! modo que el Coliseo funcionaba como el
zados y a punto de ser virtualizados. Forma parte de mi hipóte- gigantesco arriate de una macroscópica rotación; y para los tu-
sis la idea que aquellas concepciones y aquellos sistemas cog- ristas y visitantes que querían llegar al monumento era difícil y
noscítívo-valoratívos engloben muchas «sobrevivencias precapi- peligroso atravesar el casi ininterrumpido flujo de automóviles.
talístas»: más no como inhertes reliquias o despojos, sino como El episodio puede ser comentado de muchas formas. Mi pregun-
elementos activos de las dinámicas culturales, de los sincretis- ta es: ¿cuál es la diferencia (si la hay) entre circular alrededor de
mos y de las hibridaciones, de las transformaciones, de la re- un arriate común y corriente y circular alrededor del Coliseo?
funcíonalizacíón, de la resemantización y de las revaloraciones En otras palabras: el Coliseo es sin duda un producto humano,
que se entretejen en todo proceso de producción cultural (Can- mientras que los seres humanos no son producto del Coliseo.
c1ini, 1989; Signorelli. 1983). Sin embargo, una vez que el Coliseo ha sido producido, está allí
Este planteamiento se refiere a la «antropología de la ciu- en toda su relevancia funcional y simbólica. ¿Con qué efectos?
dad», la otra orientación que por muchos años ha sido dominan- Como mínimo, podemos observar que la afirmación «aquel
te en los estudios de antropología urbana en ambiente anglosa- arriate es un separa tráfico» activa un campo semántico y afecti-
jón (Leeds, 1973; Eames y Goode, 1977). Es posible entender la vo bien distinto de la afirmación «el Coliseo es un separatráfíco»:
antropología de la ciudad en dos formas diversas. Según un en- lo cual nos autoriza a pensar que los sujetos implicados perciben
foque que se remonta a la Escuela de Chicago, se puede conside- el Coliseo como algo diferente de un amate. En substancia, es
rar la ciudad como una variable independiente: compleja reali- éste el problema que se presenta no sólo para un monumento,
dad caracterizada por las grandes dimensiones, por la densidad sino para toda la ciudad y para cada ciudad. Producidas por los
de la población y por la heterogeneidad, que determina compor- seres humanos, ¿cómo entran las ciudades en los procesos de
tamientos y mentalidad, reagrupamientos y separaciones, cola- producción y reproducción de la condición humana?
boración y competencia: es, en suma, concebida «ecológícamen- La pregunta no es nueva, desde luego. La investigación de
te» como una realidad que incorpora a quien la vive integrándo- una respuesta, que sea pertinente en sentido antropológico, es
lo en un sistema que se autocondiciona. La misma Goode, Ma- otra forma de decir cuál es el objetivo de este libro.
gubane (1973), Rollwagen (1980) y numerosos autores america- Objetivo ideal. Por el momento conformémonos con obser-
nos han criticado desde hace muchos años esa hipótesis, llaman- vaciones de alcance más modesto, ligadas a datos empírica-
do la atención sobre la existencia de sistemas económico-políti- mente controlables.
cos --en el ámbito nacional y sobrenacíonal, por los cuales las Conviene enfocar mejor el término mismo, el concepto de
ciudades son fuertemente condicionadas. Rollwagen, por ejem- ciudad.
plo, hace un llamado explícito a los análisis del sistema mundo La comparación histórico-geográfica muestra qué tan dife-
de Immanuel Wa!lerstein. También Castells (1974) ha estado en- rentes son entre ellas, y cómo siempre lo han estado, las ciuda-
tre los más severos criticas de la hipótesis ecologista, señalando des. Tan diferentes, que construir una tipología de ciudades pa-
como son las relaciones sociales y particularmente las relaciones rece o excesivamente simplificador o imposible. Es más útil,
de producción en determinar las ciudades y no viceversa. Se tra- como ha sido recientemente propuesto,' intentar especificar los
ta de criticas que en gran parte comparto. Creo que permanece modelos de ciudad que caracterizan las diversas áreas del glo-
todavía un problema, con relación al cuál se puede hablar de un bo, identificables, estas últimas, según criterios histórico-geo-
segundo modo de entender la antropología de la ciudad. gráficos (Rossi. 1987).

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A partir de esta propuesta, quisiera señalar algunas caracte- segunda provocación, que además es doble. En la conclusión de
rísticas socio-culturales que contribuyen a delinear un modelo su esmerada reseña de las teorías de la antropología de la ciu-
posible de la ciudad italiana actual, más allá de todas las dife- dad, Sobrero toma distancia con respecto al «entusiasmo de
rencias que también persisten entre las ciudades de la penínsu- método de ciertos autores posmodernos» y hace propia la con-
la, por ejemplo Milán y Matera. vicción de Lynch que «lo desconocido debe poseer en sí mismo
Excepto quizá Latina, las ciudades italianas tienen todas una alguna forma que pueda ser explorada y poco a poco también
historia plurisecular, a menudo plurimilenaria. Casi todas con- aprendida», y «la sensación que el caos completo sin indicio
servan huellas del pasado en su diseño urbano, en sus monu- alguno de conexión nunca es agradable». «En realidad -agrega
mentos y palacios, en algunas ocasiones y festividades y en algu- Sobrero- basta escuchar las voces que corren para entender
nas usanzas definidas como tradicionales. Es esta antigüedad de hasta qué punto "la periferia" de nuestro vivir urbano sea pro-
las ciudades, un dato tan generalizado y arraigado en Italia que ductiva de diferencias y hasta qué punto es urgente regresar a
se ha vuelto invisible, dóxico, diría Bourdieu. En cambio hay no hablar más sólo en términos imaginarios» (Sobrero, 1992:
que volver a problematizarlo, por lo menos para medir que tan 234). Encuentro en este párrafo dos estímulos: el primero de
lejos en el tiempo está arraigada en la cultura italiana la distin- orden epistemológico, y el segundo de orden teórico.
ción entre ciudad y campo y la convicción de la superioridad de Jamás he compartido el entusiasmo «interpretativo» que ha
la primera sobre el segundo. contagiado a más de un antropólogo italiano en los años recien-
Esta distinción y esta convicción, tan generales en Italia, tes. Pero no porque no reconozca fundamento a muchos de los
aunque diferenciadas a nivel local, llegaron a confrontarse con problemas que la antropología interpretativa ha puesto sobre la
dos procesos, cuyo génesis, escala y efectos trascendían no sólo mesa: mas bien porque como alumna de Ernesto de Martina
a las ciudades, sino al entero sistema urbano italiano. aquellos problemas me eran familiares «desde siempre». Esta-
ban incorporados, si puedo usar esta expresión, en la problemá-
- El primero de estos procesos ha remodelado completa- tica demartiniana desde el inicio de sus primeras formulacio-
mente la relación tradicional entre ciudad y campo a través de nes, ya con la idea de que son las categorías que los occidenta-
las migraciones, el urbanismo y la urbanización del campo les utilizan al realizar investigación, al colocar a los (primiti-
(Signorelli, 1995). vos» fuera de la historia, al hacerlos «objetos de la naturaleza».
- El segundo ha redefinido radicalmente el papel central En toda la producción demartiniana, el problema regresa insis-
que las ciudades teman respecto a sus territorios, a causa del tentemente, como rechazo de la doctrina positivista que natura-
proceso de masificación que ha embestido contra la producción liza a los otros, pero también del relativismo absoluto que los
material y cultural, la circulación de los seres humanos y de las postula como desconocidos. En el rechazo demartiniano a
ideas, los éonsumos y el tiempo libre (Lanaro, 1992; Ginsburg, aceptar el desconocimiento del otro está incorporado también
1989; Forgacs. 1990: 265 ss.). la dimensión ética, ya que se considera la comprensión del otro
como la condición para «ir más allá» de los límites del huma-
Ciudades antiguas, habitadas por un alto porcentaje de inur- nismo occidental, para fundar y garantizar un nuevo, y más
banos recientes y embestidas por un violento proceso de masifi- humano, «estar en el mundo».
cación: ¿es esto el modelo de las ciudades italianas al final del La posición demartiniana está muy lejos del optimismo vo-
siglo xx? Es éste de todos modos el modelo interpretativo que luntarista y hedonista que trasparenta desde la posición de
he intentado profundizar en la primera y segunda parte de este Lynch: el conocimiento del otro es para de Martina un dardo
libro y poner a prueba en las investigaciones presentadas en la que pone en crisis nuestras capacidades cognoscitivas y nues-
tercera parte. tras certezas morales; al mismo tiempo es una tarea que no
Alberto Sobrero fue el autor igualmente involuntario de la puede ser eludida. Creo que a partir de sus convicciones de

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Martina difícilmente habría apreciado la propuesta de utilizar
el texto como salida de la «paradoja del encuentro etnográfico». he dedicado a la ciudad, me he dado cuenta que no he hablado
Dado que las categorias del pensamiento occidental «entran en jamás de las diferencias como productos de los imaginarios.
acción» no s610 «en el acto de sorprender en vivo un fenómeno Las he tomado siempre en consideración como el producto de
cultural "ajeno"», sino también «en el discurso etnográfico que la dialéctica entre el imaginario de los sujetos (incluyendo el
lo describe» (de Martina, 1997: 390), cualquier texto producido mío) y las relaciones entre los sujetos. He hipotetizado que la
por antropólogos no se substrae al etnocentrismo de sus catego- relación, cualquier relación entre sujetos, implique un algo más,
nas, mientras que los textos producidos por los indígenas no no reductible a las representaciones y evaluaciones que los suje-
son para el antropólogo menos «ajenos» que los comportamien- tos dan sobre la misma.
tos que él observa. También si aceptamos la idea de la cultura Me he dado cuenta también de que la tentativa de tornar ese
como texto, el problema es siempre el mismo: el de los modos algo, de explicitarlo y analizarlo, me ha conducido a un tipo de
de la interpretación transcultural o, como gusta decir ahora, de práctica teórica en los últimos a110s del todo obsoleta: me ha
la traducción de una cultura en los términos de otra (Clemente empujado a pensar «fuerte». Quiero decir que me he encontrado
Dei, 1993). No sé si la formulación del problema en términos de en la necesidad de apelar a una jerarquizaci6n y a una termino-
análisis del texto 10 haga de más fácil solución respecto a la vie- logía no sólo objetivantes, sino estructuradas; con las cuáles he
ja formulación en términos epistemológicos. trabajado para tomar no sólo indicios, cruces, sombras y márge-
Personalmente he intentado hacer mía la propuesta demar- nes, sino nexos: espaciales, temporales, genéticos, causales.
liana: La «doble tematización de lo propio y de lo ajeno», la ¿Era inevitable?, no lo sé. No estada segura en afirmar ni
«comparación sistemática y explícita entre la historia que docu- que pensar fuerte significa pensar bien, ni que pensar bien sig-
mentan estos [de lo ajeno] comportamientos y la historia cultu- nifica pensar fuerte.
ral occidental que está sedimentada en las categorías del etnó- De cualquier Iorma se trata de un trabajo de antropóloga.
grafo empleadas para observarlas, describirlas e interpretar- Porque habitantes de las aldeas, sobrevivientes de los terremo-
las» (de Martina, 1977: 391). Por una parte «el preciso y fatigo- tos, obreros de industrias metalúrgicas, carpinteros, aficionados
so interrogar e interrogarse respecto al carácter y las razones, del fútbol y emigrantes son sin duda «otros», diferentes con
en cuanto al génesis, la estructura y la función del comporta- respecto a mí, y me han mostrado claramente al considerarme
miento cultural ajeno que el etnógrafo entiende argumentar» «otra, diferente de ellos».
(ibíd.: 393), por otra parte «el empleo no dogmático de catego- El objetivo era tematizar estos encuentros.
nas interpretativas occidentales, es decir, un uso critico, contro-
lado por el conocimiento explícito del génesis histórico occiden-
tal de esas categorías y por la exigencia de ampliar y plasmar su
significado mediante la confrontación con otros Inundas histó-
rico-culturales» (ibíd.: 395). Siempre me han parecido indicacio-
nes suficientes (¡más que suficientes!) para, como dice Lynch,
explorar las formas de lo no conocido: que yo haya logrado uti-
lizarlas correctamente, es obviamente otro discurso.
En el pasaje que he citado (y que me ha estimulado precisa-
mente por la multiplicidad de sus implicaciones), Sobrero pro-
pone otro problema. Es urgente, él dice, volver a hablar de las
diferencias no sólo como productos de lo imaginario. Reco-
rriendo las reflexiones y las investigaciones que en estos años

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CAPITULO SEGUNDO índole, de los campesinos sobre los ciudadanos, considerados
cínicos, áridos, desconfiados, enredosos, etc.
CIUDAD Y DIVERSIDAD Mas la primera cosa que resulta interesante para el antropó-
logo es que estos juicios (o pre-juicios) cruzados atestiguan ante
todo una percepción recíproca de diversidad. Los ciudadanos se
percibían (¿se perciben?) diferentes de los campesinos y vice-
versa, los campesinos se percibían (¿se perciben?) diferentes de
los ciudadanos. Esta simple constatación abre el camino a inte-
rrogantes de clásica pertenencia antropológica: ¿Diferentes
cómo? ¿Diferentes en qué? ¿A causa de qué? ¿Con que conse-
cuencias?
De nuestros ejemplos podemos obtener aún otros indicios.
El primero muy importante, es el siguiente: la diversidad parece
ser una realidad relacional; en otras palabras nos percibimos
y/o somos percibidos diversos sólo en relación a alguien.
Se debe todavía observar como, al menos en el caso exami-
nado, la percepción de la diversidad lleva a una jerarquización,
En el repertorio de palabras y frases que cada uno de nos- a una colocación diferenciada en la escala de valores. En efecto,
otros que hablamos en italiano usa cotidianamente, hay algu- el juicio implícito contenido en las frases antes mencionadas no
nas de notable interés para la antropología urbana. Por ejem- es ~(somos diferentes unos de otros, pero equivalentes», sino
plo, decimos: «aquel señor es una persona civilizada», «ha dado «ellos (los campesinos, los maleducados) son diferentes de nos-
pruebas de gran urbanidad», «se ve inmediatamente que es un otros y por lo tanto inferiores». Y de la parte opuesta: «Ellos,
villano», y así sucesivamente. Se trata de términos diversos por los ciudadanos, son diferentes de nosotros y por lo tanto peo-
etimologías e historia, pero unidos por el hecho de que, históri- res». Y, finalmente, mas no es la observación menos importan-
camente, todos derivan su significado de la supuesta proceden- te, como la diversidad es relacional se debe preguntar ¿existi-
cia tenitorial de la persona de quién se habla: civil y urbano son rían los diferentes, si no fueran otros a pensarlos, a verlos, a
términos que remontan a una procedencia citadina, «maledu- tratarlos como diferentes? El antropólogo francés Gérard Altha-
cado» «villano» y «tonto» son términos que remontan a una be habla en efecto de la «producción de otros como diferentes»
procedencia campesina. Aun si ya nosotros los usamos sin dar- (Althabe, 1990).
nos cuenta de su significado original. Detengámonos un momento sobre esta fórmula. Ella subra-
Para la antropología, estas formas de decir son buenos indi- ya, como acabamos de decir, el aspecto relacional de la diversi-
cios. Obviamente, atestiguan de un prejuicio etnocéntrlco anti- dad: se es diferente siempre en relación y en comparación con
rural (civil y urbano implican un juicio positivo; maleducado y alguien. Pero el uso del verbo «producir» implica también otra
villano un juicio negativo) y se revelan por esto como segura- idea: si un sujeto social (individual o colectivo) produce otros
mente nacidas en las ciudades (y en ciudades donde el despre- sujetos sociales como diferentes, esto conlleva que él puede pro-
cio por los campesinos debía tener su fundamento en la estruc- ducirlos como diversos; en otras palabras, él controla las condi-
tura productiva y en las relaciones sociales y políticas entre ciu- ciones (sociales, económicas y culturales), que le permiten defi-
dad y campo). Por otra parte, al desprecio de los ciudadanos nir al otro como diverso y de tratarlo como tal. A este punto,
hacia los campesinos correspondía, como muchos proverbios lo activadas las condiciones que producen la diversidad, esta últi-
demuestran, un juicio no menos negativo, aunque si de diversa ma se vuelve real, en el sentido de que se concreta en una serie

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de vínculos y condiciones a las cuales el sujeto definido como Pensado y concebido para usuarios que en buena medida
diverso debe uniformar sus propios comportamientos. Así si to- son analfabetos, el metro mexicano considera a los analfabetos
mamos en consideración la relación entre ciudadanos y campe- como normales, como usuarios iguales a los demás usuarios;
sinos y la miramos con perspectiva histórica, es bastante evi- Mientras el metro parisino trata a los usuarios analfabetos (¡que
dente que, a partir de un recíproco percibirse como diferentes y hay también en Parísl) como diferentes, por ser incapaces de
como mejores/peores, inferiores/superiores. ha sido el juicio de usar el sistema de transporte con la seguridad y la desenvoltura
los ciudadanos el que viene a imponerse, a volverse paradigmá- de quien sabe leer, por estar obligados a pedir información a los
tico, a prevalecer históricamente: la condición civilizada y la otros pasajeros y, por lo tanto, a establecer con estos últimos
urbanidad se vuelven el modelo al cual todos tuvieron que con- una relación de dependencia, de subordinación evidente en un
formarse, ciudadanos y campesinos, a costa de la marginación contexto en el cual la relación personal y la comunicación ver-
de la que ha sido llamada, no por casualidad, «consorcio civil», bal no están previstas y son toleradas con molestia. Las admi-
En las ciudades, los procesos concretos de producción de la nistraciones de los transportes públicos de las dos ciudades,
diversidad se presentan en formas complejas y, en absoluto, li- operando selecciones diversas han producido o no una catego-
neales. na de diversos.
Un ejemplo puede aclarar mejor este punto. La ciudad de Sin embargo, se puede profundizar esta observación reflexio-
México, exterminada aglomeración urbana, cuya población es nando sobre los efectos, de medio y largo período, producidos
de casi 20 millones de habitantes, posee un excelente sistema de por las diferentes políticas de transportes públicos. El metro pa-
transporte urbano, construido con base en un proyecto elabora- risino puede ser usado con facilidad sólo por quien sabe leer, se
do por el mismo equipo de técnicos que atiende el metro de vuelve para los habitantes de la ciudad un estímulo, mejor dicho,
París. Yen efecto algunas similitudes estructurales entre las dos una especie de constricción externa a la alfabetización. No es la
redes se notan. Pero hay una diferencia: en el metro parisino, (mica, pero ciertamente es una de las muchas condiciones de la
las estaciones están indicadas con su nombre escrito; en el me- vida urbana, y no la menos eficaz, que, necesariamente inte-
tro mexicano el nombre de cada estación está flanqueado por riorizada por cualquiera que viva en París. lo convenza que sa-
un diseño estilizado muy simple, que evoca el nombre de la ber leer y' escribir no sólo es útil e indispensable sino que, en
estación, por ejemplo: «Viveros» está señalado por un árbol, cierto sentido, es obvio, es una característica normal del ciuda-
«Emiliano Zapata» por un sombrero de ala larga, «Universi- dano. El metro de la Ciudad de México opera en sentido contra-
dad" por el logotipo, simplificado, de la Universidad Nacional rio. Al permitir la experiencia del viaje dentro de la ciudad tam-
Autónoma de México, etc. bién a quien no sabe leer, hace obvia y normal la condición del
Como los nombres en las estaciones parisinas, así los símbo- ciudadano analfabeto. El resultado es que el metro parisino que
los gráficos de las estaciones mexicanas son repetidos más ve- produce como diferentes a los analfabetos, motiva la elimina-
ces, en tamaños diversos, en los tableros, en las flechas direc- ción en tiempos medios de la diferencia entre analfabetos y alfa-
cionales, en los displays. ¿Cuál es el efecto que esta situación betizados, mientras el metro mexicano que no hace diferencias
produce? 1 entre los usuarios, juega un papel importante en la persistencia
del analfabetismo, cooperando al mantenimiento de la condi-
l. Como contribución al análisis de la subjetividad del antropólogo en el terreno, ción de analfabeto como diferente a la del alfabetizado.
quiero relatar lo siguiente. Por un tiempo, un mes o más, abordé el metro de la Ciudad
de México, orientándome «automáticamente» en las indicaciones escritas y prestando
a los diseños la escasa atención que se presta a las decoraciones banales de cualquier
ambiente público. La constatación (mucho más natural en una «intelectual» como yo) para orientarme, trazar mis itinerarios, y he podido constatar su perfecta funcionali~
que a pesar de los recorridos larguísimos, se ve poca gente leer en el metro mexicano dad. La comparación con las señales de tránsito es espontánea. La cuestión que en-
en comparación al metro parisino o londinense, me puso en la pista del alfabetismo. cuentro más interesante para la antropología concierne a la gramática y la sintaxis de
Una vez entendido para que sirven los diseños, he comenzado a usarlos yo también estos códices iconográficos.

18 19
Este ejemplo, uno entre los muchos que ofrece la vida urba- valorativos de la psique humana; para que un grupo o un indivi-
na, muestra en vivo, por decirlo así, esas características de la duo pueda ser producido como diferente en el interior de un
diversidad que hemos enunciado: la diversidad es relacional, sistema de relaciones sociales, las condiciones concretas en que
está producida en relación a las condiciones del contexto social se desarrollan las prácticas de los sujetos que producen a los
en que se da, es jerarquizante y jerarquizada porque implica otros como diversos, y de los sujetos producidos como diversos,
juicios de valor y relaciones de poder. Pero es también relativa, deben ser tales que ofrezcan una comprobación objetiva al juicio
ya que lo que en un contexto es diverso, en otro contexto es de diversidad. El analfabeto como diferente puede ser producido
normal. Agregamos que es dinámica, en el sentido de que no en un contexto en donde hay algo para leer o también en un
nacemos diversos pero somos producidos como tales: lo que contexto en que no hay nada que leer, pero existe la noción de la
significa que se puede dejar de ser diferentes, ya sea a nivel lectura: ciertamente el analfabeto así diferente no es ni pensable
individual, integrándose en la categoría de los normales (por ni posible en una sociedad sin escritura.
ejemplo el analfabeto en París que aprendiese a leer), o inte- Las consideraciones desarrolladas hasta ~uí nos permiten
grándose en un contexto donde la diversidad «X» ya no es per- indicar, en una primera aproximación, tres grandes ámbitos de
cibida como tal (por ejemplo el analfabeto en París que decidie- diversidad conexos con la existencia de las ciudades: las diversi-
ra irse a la Ciudad de México); como a nivel colectivo, en la dades entre ciudad y campo, las diversidades entre las ciudades,
medida en que cambian las condiciones del contexto social que y las diversidades internas en cada cíudad.,
ha producido las características que, en el contexto mismo, de- Para muchos estudiosos lo que hace diverso el campo de la
finen la diversidad (por ejemplo, una transformación del siste- ciudad es justamente el multiplicarse de las diversidades en el
ma socioeconómico mexicano tan radical como para eliminar interior de la ciudad misma. Aquellos que se refieren a una teo-
el analfabetismo; o una inmigración en París desde los países rización de inspiración marxista señalan en las modalidades de
llamados en vías de desarrollo, tan rápida y fuerte como para participación en el ciclo productivo y en las formas de la enaje-
volver la condición de analfabeto en París tan común como lo nación-apropiación del excedente, la base estructural de las di-
es hoy en la Ciudad de Méxicoj.! versidades urbanas (Leroi-Gourhan, 1977; Goody, 1988; Cas-
Es útil desarrollar otra reflexión. El ejemplo analizado de- tells, 1974). Para Durkhelm y para todos aquellos que en él se
muestra que, en un contexto social dado, algunos de los sujetos han inspirado, es la articulación de la división social del trabajo
activos en el contexto, producen otros sujetos como diversos no y, por lo tanto, el aumento de lo que llamaríamos hoy los perfi-
sólo y no siempre en relación a caracteristicas étnicas, como qui- les profesionales, el factor que favorece-no sólo la diversifica-
siera un lugar común hoy extremadamente difundido. Compe- ción en el ámbito del trabajo, sino también la diversificación
tencias, pertenencias, disponibilidad de recursos, características cultural, esto se debe al hecho de que la mayor interdependen-
de la más diversa naturaleza pueden ser utilizadas para producir cia de los sujetos sociales debida a la acentuada división del
diferencia (Bourdieu, 1983). Al mismo tiempo, como hemos vis- trabajo, hace menos necesaria como garantía de la solidaridad
to, las diferencias socialmente relevantes no son sólo prejuicios, social la existencia de representaciones colectivas compartidas
entendiendo los prejuicios como meros productos cognoscitivos- por todos (Durkheím, 1982).
Simmel indicó el rápido sucederse de experiencias diversas
como una de las características típicas de la vida urbana y ha
2. Muchas novelas de ciencia ficción utilizan un dispositivo similar al utilizado en unido a ellas las características psicoculturales del homo urba-.
el ejemplo -la nansferencía de condíciones-c-, usuales en un contexto históricamente
dado, en otro contexto donde parecen absurdas: como se sabe, el efecto que éste nus (Símmel, 1968). En la teorización de Símmel, los estudio-
dispositivo produce en el lector, es en el mejor de los casos, un desconcierto a menudo sos de la escuela de Chicago han subrayado el carácter relacio-
generador de reflexiones más acertadas y conscientes sobre la «normalidad» de uno
mismo. En ese sentido, considero una lectura muy útil para el antropólogo urbano las
nal de las experiencias urbanas y como consecuencia de ello
novelas como Hocus pocus o Slapstick: de Kurt Vonnegut. han teorizado sobre la necesidad para el habitante de la ciudad

20 21
a entrar y salir continuamente de una multiplicidad de papeles morales», cuyos habitantes pueden tener en común de vez en
diversos, para poder entrar y salir de relaciones sociales nume- cuando el rol, la etnia o el perfil económico, pero ciertamente
rosas, breves y superficiales, pero ineludibles, ya que la vida tendrán en común las orientaciones de valor toriesuamenti di
urbana está hecha por ellas (Park, Burgess, McKenzie, 1979, valore) fundamentales. Park insiste en la función del lugar de
Wirth, 1971). No es inútil recordar que muchos autores, en el residencia como efecto-causa-efecto de los procesos de homo-
momento mismo en que subrayan la diversidad como una ca- geneización-diferenciación en el interior de la ciudad.
racterfstica peculiar de la vida urbana, sin embargo, indican La copresencia y la tensión, en los contextos urbanos, de
también la existencia de factores o condiciones que determinan procesos de diferenciación y procesos ele homogeneización fue
formas de tendencial homogeneización de los habitantes de la uno de los temas más tratados en los estudios sobre la ciudad.
ciudad. Según la teorfa marxista es el hecho de compartir la Es, en efecto, un tema extremadamente rico en implicaciones
misma colocación en las relaciones de producción de la vida teóricas, ya que remite directamente al problema de la defini-
social el que determina una objetiva pertenencia de algún ciu- ción de la ciudad; y al mismo tiempo, tiene, o por lo menos
dadano a una específica clase, o de todos modos a una específi- podría tener, y alguien considera que debería tener, recaídas
ca categoría social, cuyos miembros tienen características simi- significativas en las elecciones proyectuales y, por lo tanto, en
lares. Estas clases o categorías son consideradas más bien esta- las políticas urbanas. Por ejemplo, dos estudiosos allnq'fle diver-
bles, deterrninadas como la estructura productiva de la socie- sos como Jacobs (1969) y Sennet (1992) consideran la diversi-
dad: sólo un cambio de las relaciones de producción de la vida dad como el rasgo principal de la ciudad, su característica de-
social puede determinar un cambio en las formas de la socie- .terminante, que garantiza y alimenta los aspectos mejores del
dad. Sin embargo, aunque relativamente estables, las categorfas vivir urbano. Ambos, por lo tanto, proponen que se proyecten o
o clases sociales son consideradas, potencialmente o efectiva- "'se reproyecten ciudades que preserven, potencien y desarrollen
mente -pero siempre- en permanente conflicto, dada la rela- la diversidad. Viceversa, otros consideran que la homogeneidad
ción de enajenación-apropiación de la riqueza que producen al- de los estándares es una garantía de igualdad para los ciudada-
gunas categorías en ventaja con otras. Este conflicto constituti- nos y de decoro formal para los edificios, ambos -igualdad y
vo de las relaciones sociales es el origen de toda posible trans- decoro- valores considerados irrenunciables. Se proyectan en-
formación de las sociedades. tonces enteras zonas de edificios todos iguales (Giglia, 1994).
A la objetiva afinidad entre todos aquellos que pertenecen a El hecho de que las respuestas de los urbanistas sean con-
la misma categoría o clase, corresponde su homogeneidad sub- tradictorias y que cambien con sospechosa frecuencia, no signi-
jetiva en la forma de una cultura (conciencia social) compartí- fica que no hay razones para hacer preguntas. Que deberemos
da. Para Simmel, la tendencia a la homogeneización se mani- en efecto, tomar en consideración más de una vez en el curso
fiesta a nivel psicocultural: en respuesta a la multiplicidad de de este trabajo.
las solicitudes breves y violentas de la vida urbana, todos los Las diversidades que se pueden notar entre ciudad y ciudad
habitantes de las ciudades desarrollan tilla actitud blasé, son constituyen un problema no menos espinoso, ya que también
personalidades despegadas y frías, poco inclinadas a sorpren- ellas aparecen más o menos evidentes según los parámetros que
derse, entusiasmarse, participar, más dispuestas a usar sus pro- el observador quiere adoptar.
pias capacidades lógicas que las empáticas. Para Park el pano- Las ciudades aparecen como diversas si son consideradas
rama urbano es más articulado. En el contexto urbano, son afi- bajo el aspecto funcional, entendiendo con esta expresión el
nes aquellos que tienden a compartir no tanto un papel social, conjunto de las funciones de las que las ciudades son sede y en
sino sobre todo una ética, un sistema de valores. Esta afinidad un cierto sentido, protagonistas. Como se sabe, hay ciudades
~los empuja a instalarse en la misma área urbana: de tal modo industriales, ciudades-mercados, ciudades-centros administrati-
que en el interior de la ciudad se crean verdaderas «regiones vos, ciudades capitales políticas, .ciudades de servicios, ciudades

22 23
universitarias, ciudades-puertos y ciudades-estación, ciudades de una plaza o de un sistema de plazas y ciudades cuya vida se
de arte y turismo, ciudades mineras, ciudad caravanera, ciudad desenvuelve sobre el eje de una avenida o de una calle principal.
de guarnición y ciudades militares. Y la lista podría continuar. A todo esto hay que añadir los casos -tal vez los más numero-
Es obvio que ni siquiera en los casos más extremos una ciu- sos- que podríamos llamar híbridos, es decir, aquellos que
dad es un asentamiento humano riguroso y exclusivamente presentan una combinación de características diversas. Ejem-
monofuncional: las especificaciones enlistadas, al contrario, plo: una parte del centro histórico de Nápoles, los cuarteles es-
aluden siempre a una función dominante que, sin embargo, no pañoles, tiene una estructura de tablero, con calles rectas que se
excluye la presencia de otras funciones, aunque sean de menor cruzan perpendicularmente, y delimitan lotes de dimensiones
importancia. Muchos autores más bien han indicado justamen- más o menos equivalentes. Como se sabe, este barrio debe su
te en la presencia de funciones diversas, el rasgo peculiar del estructura al hecho de haber sido el área de acuartelamiento de
asentamiento urbano. Y, no obstante, la característica común las tropas españolas, en el período del Virreinato y de ser una
de la multifuncionalidad no basta para borrar la diversidad en- área construida según un proyecto global de asentamiento. En
tre las ciudades. Limitémonos a ejemplos italianos: no es posi- sus márgenes, los cuarteles españoles se unen con áreas urbanas
ble no destacar las diferencias entre Florencia, ciudad de arte y crecidas en forma no programada, con intervenciones indivi-
turismo y Prato, ciudad industrial, aunque Florencia tiene sus duales de diverso peso, pero de todos modos sujetas todas al I I

producciones manufactureras y Prato algunos bellos monu- doble vínculo por un lado de los recursos de dinero, de poder, y
mentos. Análoga puede ser la comparación entre Venecia y de conocimientos disponibles para quien construía, y por el
Mestre; todos los italianos distinguen entre una capital de la otro de las características morfológicas del terreno sobre el cuál
producción y una de los negocios -Milán- y una capital polí- se construía. En fin, sobre esta estructura ya bastante compleja
tica -Roma. Unidas por el hecho de ser de todos modos insta- se introdujeron abruptamente las intervenciones de demolición
laciones polifuncionales (mejor dicho con algunas funciones, y apertura de los grandes ejes viales típicos de la política de
por ejemplo la de centro administrativo, muy similares para to- saneamiento urbano del período postunitario, y las demolicio-
das), sin embargo, estas ciudades son muy diversas. También nes y reconstrucciones gobernadas por la especulación de la
adoptando parámetros de otra naturaleza, por ejemplo el de- segunda posguerra. El resultado es una morfologfa urbana de
mográfico, geográfico o también el morfológico o topográfico, gran complejidad que requiere el manejo, por parte de quien la
las diversidades entre las ciudades continúan siendo significa- utiliza, de un repertorio muy variado de conocimientos y de
tivas. Sucede que aunque se clasifiquen todas como ciuda- técnicas del cuerpo: en un recorrido no más largo de 1 km, el
des, son, en realidad, diferentes asentamientos humanos, uno peatón pasa por la acera espaciosa de una arteria amplia, llena
de los cuáles tiene una población diez veces más numerosa que de tráfico urbano, a una calle igualmente llana y transitada
la del otro. Pero ¿verdaderamente no hay ninguna diferencia en pero estrecha y totalmente desprovista de aceras y por lo tanto
que un asentamiento humano comprenda 50.000, 500.000 o peligrosa, para después doblar en un callejón de empinada su-
5.000.000 de habitantes? Y todavía hay ciudades que han sido bida, donde el tránsito disminuye, pero caminar es fatigoso. En
construidas y viven en el centro de ricas y fértiles llanuras, la cima encontrará una calle larga, estrecha, recta y liana, una
mientras otras están en medio de montañas inaccesibles o están de las calles del antiguo tablero; poco animada, que no exige
en los márgenes del desierto o de la floresta. De algunas ciuda- prestar atención al tránsito, pero sí tal vez a los posibles rateros.
des se dice que extraen (o han extraído) su vida del mar o del Desde esta calle, a través de un antiguo camino de escaleras, el
río que las atraviesa, pero otras ciudades están desprovistas de peatón podrá regresar sobre la arteria urbana en donde comen-
agua. Existen ciudades con planta radial y ciudades con planta zÓsu reconido. La misma distancia en un bulevar parisino o en
lineal, ciudades-tablero y ciudades-mancha, ciudades monocén- una avenida de Manhattan requiere de un uso del cuerpo mu-
tricas y ciudades policéntricas, ciudades que «viven» alrededor cho más uniforme.

24 25
Por otra parte, Nápoles tiene muy pocas calles que tengan intrínseca o natural», La consecuencia última, según Sennet, es
alguna semejanza con los bulevares parisinos, y ninguna, tam- la «neutralización del valor de cualquier espacio especffico» y,
poco en el nuevo centro direccional, que se asemeje a las aveni- complementariamente, «la neutralización del espacio urbano, a
das neoyorquinas; y Manhattan no tiene callejones, sólo baclc- través de la pérdida del centro» (Sennet, 1992: 61), Como suce-
streets y deadends (cerradas), y no tiene ni siquiera boulevards. dió en la edad moderna en otros ámbitos de la vida social, tam-
En cambio en París hay callejones, pero no se puede decir que bién la producción del espacio como territorio habitable pierde
se asemejen mucho a los de Nápoles. Sin embargo, Nápoles, toda especificidad en el interior de un proceso de repetición
París y Nueva York son ciudades. infinita.
Con este último ejemplo hemos de algún modo traído a co- El caso examinado por Sennet parece sobre todo poner en
lación la historia de las ciudades. La reconstrucción de la histo- evidencia, una vez más, las diversidades; ni siquiera la misma
ria de una ciudad puede dar cuenta de manera exhaustiva de estructura morfológica garantiza que dos instalaciones huma-
las particularidades que presenta, o al menos de su génesis. Sin nas sean similares. Pero, en un plano distinto de abstracción, el
embargo, la antropología urbana está particularmente interesa- caso de la estructura por bloques de las ciudades americanas
da en un uso comparativo de la investigación histórica, para evoca, por semejanza, un tipo de instalación humana aparente-
coger al mismo tiempo las diversidades y sus orígenes, pero mente diversa. Sin los límites no se da el centro, es la interpre-
también las semejanzas y posiblemente, las constantes de la tación que Sennet da de la situación americana. Los Achilpa
vida urbana (Lanternari, 1965; Kilani, 1994), En su libro ya ci- australianos protagonistas de un célebre estudio de Ernesto de
tado, Richard Sennet ha evidenciado un caso notable de seme- Martina parecerían llegar a la misma conclusión a partir de un
janza-diferencia a propósito de la estructura urbana en forma recorrido inverso. Poblaciones nómadas en sus cambios a la
de tablero que hemos ya encontrado en los cuarteles españoles búsqueda de las fuentes de sustentamiento, los Achilpa llevaban
de Nápoles, La estructura de tablero derivada del antiguo cas- siempre el palo totémico o kauwa-auwa, que erigían y alrede-
trum o campamento de las legiones romanas es reconocible to- dor del cual celebraban un complicado ritual llamado engwura,
davía hoy en varias ciudades europeas; caracteriza también a A través del análisis del rito y del mito al que se hace refe-
Manhattan y a muchas otras ciudades norteamericanas en la rencia, además de las historias orales conexas a este conjunto
planificación de las cuáles ha sido adoptada con un preciso in- mítico-ritual, de Martina sostiene, que ellas «nos muestran el
tento ordenador del territorio. Para los romanos respondía a palo kauwa-auwa en su función de rescatar de la angustia terri-
finalidades prácticas de defensa y administraci6n; en el plano torial a una humanidad peregrinante. Plantar el palo kauwa en
simbólico confirmaba los valores de pertenencia, de igualdad cada lugar de residencia y celebrar el rito engwura, significa
civil y de jerarquía militar aceptada en nombre de la salvaguar- reiterar el centro del mundo y renovar, a través de la ceremo-
da del bien común, que orientaban las relaciones en el interior nia, el acto de fundación cumplido en illo tempore. Con esto el
del castrum, y el valor de la solidaridad agresiva que orientaba lugar "nuevo" es sustraído a su angustiante historicidad, a su
las relaciones con el exterior. Pero, observa Sennet «ningún es- arriesgado caos, y se vuelve una repetición del mismo lugar ab-
quema físico impone un significado permanente» (Sennet, soluto, del centro, en el cual una vez, que es la vez por excelen-
1992: 60). Según su interpretación. «el diseño moderno está cia, el mundo fue garantizado. En la marcha de sur a norte de
pensado en cambio como desprovisto de límites, una estructura las comitivas Achilpa, el palo kauwa-auwa absorbía entonces la
destinada a extenderse hacia el exterior, un bloque después de tarea de deshistorizar la peregrinación. Los Achilpa, en virtud de
otro, con el crecimiento de la ciudad». En el plano simbólico, su palo, caminaban manteniéndose siempre al centro. En los
esta estructura expresa para los americanos «el mundo alrede- momentos criticas cuando la historicidad de la nueva situación
dor de sí como desprovisto de lfrnites» y «el propio poder de denunciaba su angustiante presencia, ellos inclinaban el eje del
conquistar y de asentarse como no sujeto a alguna limitación mundo [el palo kauwa-auwa. N, del R] hacia la dirección de

26 27
marcha, de tal modo que la nueva dirección era, por así decirlo entendían los evolucionistas no puede ser explicada de otra ma-
reabsorbida en el centro, el caminar venía rescatado como un nera- como sobrevivencia, como persistencia de formas de
estar, y la angustia paralizante era vencida, o al menos reduci- vida biológica, de formas de organización económica y social,
da» (de Martina, 1958: 270). Quisiera subrayar en particular el de concepciones del mundo arcaicas, propias de fases prece-
gesto ritual de inclinar el palo en la dirección de marcha: esto dentes de la historia de la humanidad.
significa que una vez fijado el centro se pueden indicar, simbó- Tanto el diverso exterior, definido no por nada primitivo,
licamente, los límites, se puede en otras palabras transformar como el diverso interior, el campesino y el aldeano, eran consi-
una tierra desconocida y peligrosa en un tenitorio familiar que derados exactamente como los representantes sobrevivientes de
se recorre sin riesgo. Esta confrontación entre dos situaciones épocas que para la parte adelantada de la humanidad estaban ya
históricas entre las más diversas nos permite poner en eviden- definitivamente superadas, hundidas en la noche de los tiempos.
cia un elemento común: según las interpretaciones de estos dos No entra en la economía de la argumentación que estoy de-
autores, la tensión y la interdependencia entre centro y límites sarrollando un juicio crítico global de la antropología evolucio-
sería una estructura mental (y por lo tanto cognoscitiva y sim- nista. Quiero sólo señalar un punto, el postulado de la unicidad
bólica) útil a los seres humanos para producir el sentido del de la mente humana implicaba para los evolucionistas un coro-
espacio en que se mueven, tanto en una metrópoli del siglo XX lario: la necesidad para todas las formas de sociedad de trans-
como entre los nómadas del interior de Australia. formarse pasando a través de las mismas etapas. Más o menos
Este uso combinado del análisis histórico y del comparativo explícita o conscientemente, ellos retenían que, como natura
ha sido propuesto recientemente como hilo conductor de un non facit saltum, también la evolución cultural no pudiese sus-
interesante volumen colectivo (Rossi, 1987) dedicado a las ciu- traerse al rígido esquema de las fases. Obviamente en la pers-
dades. pectiva de una evolución cultural tan rígidamente predetermi-
Consideremos ahora brevemente el tipo de diversidad de las nada no encontraban lugar, en el sentido de que no encontra-
que ha partido esta reflexión. Las diversidades entre ciudad y ban una explicación, todas las formas de cambio social y cultu-
campo han sido uno de los temas abordados más frecuente- ral no reductibles al esquema evolutivo de las fases; lo que sig-
mente en el ámbito de la antropologia urbana, de acorde con nifica más o menos todo el cambio social y cultural que involu-
buena parte de la sociología. Para comprender por qué se nece- craba a escala mundial tanto a las poblaciones extraoccidenta-
sita recorrer un camino bastante largo, a partir de las condicio- les, como a las realidades urbanas y rurales europeas, en esa
nes mismas en que ha nacido la investigación antropológica. edad de pleno y completo despliegue del primer capitalismo
Existe hoy un consenso generalizado, sobre el objeto de la que fue la segunda mitad del siglo XIX.
antropología: «al centro de su proyecto» está «el problema del Hubo entre los antropólogos positivistas quienes intentaron
estatus del otro, de su diferencia y de su semejanza» (Kilani, interpretar algunas de las nuevas figuras sociales producidas
1994: 27). Cuando la antropología nació como disciplina dotada por el colonialismo, por el urbanismo, por la industrialización y
de estatus académico y de un preciso proyecto de investigación, la proletarización como sobrevivientes o, más a menudo, como
aproximadamente en la segunda mitad del siglo XIX, el otro, el ejemplos de regresión a etapas más arcaicas.
extraño o el diferente fue de inmediato al centro de sus intere- Pero la respuesta más común de los antropólogos del siglo
ses; pero al interior de un paradigma científico muy fuerte, he- XIX al problema de la explicación o de la interpretación de los
gemónico, en el sentido verdadero del término, que dominaba cambios de su época fue ignorarlos, dejándolos a la atención de
en los últimos decenios del siglo XIX todo el horizonte de la los estudiosos de otras disciplinas. Cuando los pueblos de la
investigación científica en Occidente: el paradigma evolucionis- tierra por una razón o por otra salían de la barbarie y entraban
ta. En la perspectiva evolucionista la otredad se explica -y a la «civilización», cesaban de ser objeto de interés de los antro-
dado el postulado de la unicidad de la mente humana como lo pólogos, de los etnólogos y de los folcloristas. En su mundo

28 29
contemporáneo estos estudiosos recortaron algunos espacios, del cual se habla como si estuviese. Este objeto artificial podía
en el interior de los cuales fue para ellos posible producir su ser estudiado sólo después de haberlo colocado en alguna clase
objeto de investigación, es decir el primitivo y el arcaico, por así de no histórico eterno presente, aislándolo de cualquier interfe-
decirlo, al estado puro, no modificado por el contacto con los rencia que modificase su «naturaleza»; ignorando los cambios
«evolucionados». En fin, con los occidentales en el caso de los que, por hipótesis hubiese ya atravesado; borrando del cuadro
pueblos extra occidentales; con la ciudad en el caso de las lla- al mismo antropólogo, también al inevitable elemento de conta-
madas plebes rústicas europeas. minación y de confusión en el ordenado e imaginario cuadro de
La selección (o más bien ¿la invención?, ¿la producción?) de las sociedades segmentadas o de las comunidades aldeanas.
este objeto de investigación encontraba un reflejo, aunque mo- Este artificial objeto de la investigación antropológica, aun-
desto, en el hecho de que efectivamente el involucramiento en que haya brotado como hemos visto, de los postulados. evol~­
los procesos de modernización no sucedía con la misma veloci- cionistas de la capacidad de la mente humana y de la uniformi-
dad, amplitud y profundidad para todos los grupos humanos. dad de los procesos evolutivos, no fue puesto en riesgo por la
Al final del siglo pasado y todavía en los primeros decenios de crisis del evolucionismo; al contrario no ha habido una orienta-
este siglo era posible encontrar la isla, si no intacta al menos ción teórica de las disciplinas antropológicas, al menos hasta
poco visitada, el pueblo aislado en la floresta tropical o templa- tiempos recientes, que no lo haya asumido y no h~ya con~ribui­
da, el asentamiento alcanzable sólo a pie hasta el valle alpino o do a reforzarlo. No me parece que haya sustanciosas diferen-
en la cumbre de los Pirineos o en el altiplano (?) subtropical. cias, desde este punto de vista, entre difusionistas, Iuncionalis-
Pero la hipótesis de la existencia de salvajes incontaminados y tas y estructuralistas.é Timideces intelectuales, subalternidad a
de aldeanos auténticos ponía entre paréntesis un hecho esen- los estereotipos, intereses académicos consolidados y presiones
cial: ya la sola presencia del antropólogo y, antes de él, del viaje- políticas han hecho que nos sigamos ocupando del salvaje o del
ro o del explorador, de los militares y de los funcionarios civiles, arcaico que ya no existía, fingiendo que existiera todavía, por
de los misioneros, de los mercaderes (?), comerciantes y de los muchos decenios durante el siglo xx. Es un bonito tema de
muchos más que tuvieran un motivo u ocasión para dirigirse a reflexión antropológica: el de la vivacidad de las reacciones que,
los lugares de los «primitivos». ya estas solas presencias com- en más de un país, recibieron las primeras tentativas de denun-
prometían la condición «intacta» del mundo primitivo o arcai- ciar la existencia de este enésimo rey desnudo.
co; por no mencionar los efectos más globales, pero más indi- El acuerdo (¿la ficción?) sobre el que se regía la investiga-
rectos, de los procesos de modernización. ción antropológica se volvió pr-ogresivarnente insostenible, des-
Si quisiéramos considerar la situación en términos abstrae- baratado por un siglo de procesos y eventos históricos de alean-
tamente lógicos, podriamos sostener que entonces se habrían
podido tomar diversos caminos: se podía elegir como objeto de
3. Encuentro revelador el texto de Evans-Pritchurd, Operatíons 011 the Akobo and.
la investigación antropológica, exactamente el cambio, la trans- GUa Ril'ers 1940-41 (Evnns-Pritchard, 1973), de donde Gecrtz, cita amplios trozos en
formación de los salvajes; o bien, aceptando de todos modos la Obras v vidas (Geertz, 1990). Los soldados africanos agregados al ejército de su majes-
realidad de la «contaminación» del mundo salvaje o arcaico, se tad británica y los protagonistas de las grandes monografías de Evans-Pdtchard no
parecen pertenecer al mismo mundo. Sobre este tema se h~ des.mTollado. hace al~­
habria podido desarrollar aquella actitud de la antropología a nos anos, una de las raras confrontaciones teóricas de la hístorin de la antropología
cultivar la arqueología y la historiografía de las sociedades no- italiana. véanse Remotti, 1978; Signorelli, 1980. En la persistencia del ideal. del «au-
occidentales, actitud que, donde se desarrolló, ha dado frutos téntico otro de nosotros» léase la divertida nota número 1 del ensayo «Contcmporary
Problema af Etlmography in the Modem World Systcm» de O.E. M,arcus en ?E.
notables. Pero éstas son hipótesis abstractas. Marcus y J. Clifford, 1986: 165. Si hace un siglo el antropólogo .debl~ descubnr el
En cambio, las concretas condiciones históricas que crea- auténtico primitivo. ahora tiene que recuperarlo y preservar su testlln~mo «bclore t~e
ron, provocaron la producción de aquel extraño objeto de la deluge» (sic). Según Marees. lo que en realidad los antropólogos persl~e~ auto asíg-
nándose esta tarea es «una etnografía libre de las indeseables complicaciones de la
antropología que es el salvaje o el arcaico que ya no existe, pero opresiva presencia de una economía política cargada de la historia mundial».

30 31
ce mundial. El urbanismo y la industrialización, más tarde esa últimas un lugar privilegiado lo asumió luego y lo conservó du-
forma de urbanismo es la emigración interna e intercontinental rante mucho tiempo, la oposición ciudad-campo, destinada a
que transforman el campo, pero transforman también las ciu- una larga temporada de utilización en la construcción de nove-
dades. Después de la segunda guerra mundial la crisis de los las y de obras teatrales, no menos que en las ciencias sociales."
imperios y el proceso de descolonización, no sólo cancelan la En el ámbito de estas últimas la oposición se volvió un clásico
condición de colonizado, ponen además en crisis la identidad instrumento conceptual de las ciencias sociales modernas y
del colonizador. Y sólo después de la segunda guerra mundial contemporáneas y ha sido muchas veces propuesta en versiones
-yen ciertos casos varios decenios después de la segunda gue- diferentes, más refinadas y articuladas, hasta nuestros días (So-
rra mundial- ha comenzado a quedar claro para los antropólo- brero, 1992-72).
gos de todos los países occidentales, no tanto que habían perdi- Algunas consideraciones pueden ser desarrolladas a propó-
do su objeto, como se ha escrito muchas veces y en mi opinión sito de la oposición ciudad-campo. Ella nacía de la fuerza de las
no correctamente, sino que el objeto del cual se habían ocupado cosas; o más bien de la conciencia que los contemporáneos ha-
siempre era el producto de un tácito y extendido acuerdo; y, bían elaborado sobre los procesos en curso y en ese sentido ha
sobre todo, que este acuerdo se volvió irremediablemente obso- sido y es una útil clave de lectura de esos mismos procesos.
leto, porque no producía más. Probablemente debe su fortuna también al hecho de tener un
Sin embargo, esto aunque muy importante y en un cierto estatus epistemológico débil que permite utilizarla tanto como
sentido dominante, es sólo uno de los hilos rojos que recorre la un concepto de tipo histórico, tanto como un concepto de tipo
investigación antropológica (etnológica y folclórica) en el perio- estructural. En el primer caso ciudad y campo, implícitamente
do que va desde la mitad del siglo pasado hasta la mitad de o explícitamente asumidas como dos formas distintas de la or-
nuestro siglo. El ámbito de investigación que etnólogos y folclo- ganización económica y social, están pensadas estáticamente
ristas habían cortado (por más delimitado que fuera), no estaba como opuestas, a menudo mecánicamente opuestas: de manera
del todo seguro. No podía y frecuentemente no quena en abso- que al final el concepto sirve más para construir tipologías des-
luto serlo, ni lo que sucedía a su alrededor lo habría permitido. criptivas que para analizar procesos.
A lo largo del siglo XIX, industrialización y urbanismo trans- En el otro caso, ciudad y campo no están en contraposición,
formaron la disposición de una parte considerable de Europa. sino en sucesión: del campo a la ciudad, tanto en el sentido de
De este cambio radical los europeos mismos tomaron concien- dos formas históricas de organización social subsecuentes en el
cia. Para permanecer en el ámbito de nuestra investigación, tiempo, como en el sentido de movimiento de seres humanos y
basta pensar el interés que suscitó la nueva ciudad en los artis- de recursos del campo hacia la ciudad. Pero también en esta
tas, en los novelistas, y también en los autores de teatro, en los segunda acepción la oposición ciudad-campo en el ámbito an-
poetas, en los pintores y en el público. Un personaje típicamen- tropológico no ha inspirado, sino en tiempos muy recientes, un
te urbano de la segunda mitad del siglo pasado es tal vez la más análisis exhaustivo del urbanismo. En efecto, han permanecido
popular de las heroínas del melodrama del sao, Violetta Valery, durante mucho tiempo en la sombra al menos dos niveles del
la Traviata. proceso: la incidencia de las aportaciones rurales en las dinámi-
En cuanto a los filósofos, a los científicos sociales, y con cas sociales y culturales que se desarrollaban en las ciudades; y
mayor razón, a los planificadores y administradores del creci- las transformaciones en el campo, ya sea por efecto del éxodo
miento urbano y a los políticos, en todos está presente la con- rural o, sobre todo, por la recaída en los campos de los efectos
ciencia de que la ciudad moderna es nueva, que no es el pro-
ducto de un simple crecimiento cuantitativo de los asentamien-
4. No se comprende a los héroes y a las heroínas de la gran novela deJ8DOeuropeo
tos del pasado; y en todos está la búsqueda de categorías analí- si no en el fondo de una oposición ciudad-campo que formo parte integrante de la
ticas que permitan comprender el nuevo fenómeno. Entre estas subjetividad, de lo vivido por hombres y mujeres europeos.

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del proceso de modernización. Se diría que por su prepoten- hace más de dos milenios. América del Norte no presenta nada
te desarrollo y por su inagotable capacidad de innovación, la similar. A excepción de los estados del suroeste, introducidos en
ciudad industrial pareció a sus contemporáneos como una es- la edad precolombina en la órbita de los imperios mesoamerica-
pecie de máquina omnívora que engullía cualquier aportación y nos y sucesivamente en la órbita de la colonia española, el resto
la reelaboraba para entregarla plasmada según sus modalida- del enorme continente era poco poblado; no había ciudades; no
des; mientras lo que contemporáneamente sucedía en los cam- se practicaba la agricultura. En menos de dos siglos y medio se
pos, aún suponiendo que alguna cosa sucediese, parecía redu- produjo una transformación vertiginosa, sin precedentes en la
cirse, al abandono, al empobrecimiento y a la conservación. De historia de la humanidad. Seria estúpido decir que en doscientos
ahí justamente el interés hacia el campo como mina del pasado, cincuenta años en el territorio de los EE.UU. se resume la histo-
donde encontrar los tesoros del mundo tradicional. ria de Europa, desde el genocidio ligado a la expansión conquis-
Vale la pena aún notar que la oposición ciudad-campo ha tadora, heredado de los romanos y practicado en contra de los
sido a menudo revestida con fuertes implicaciones de valor, indios, hasta la industrialización. Seria estúpido porque la histo-
como equivalente de innovación-conservación, libertad-suje- ria no resume jamás la historia. Quizá en cambio sería sensato
ción, progreso-reacción; pero también al contrario, como he- preguntarnos acerca de la oportunidad de unificar a Europa y
mos ya visto, como equivalente de degradación-integridad, co- América bajo la misma etiqueta de mundo occidental, cultura
rrupción-honestidad, anonimato-identidad, aislamiento-perte- occidental y otras denominaciones similares.
nencia, y así sucesivamente. Podemos agregar que estos juicios El nivel de crecimiento demográfíco e industrial de las ciu-
de valor, tienen siempre alguna razón de ser, en relación a los dades americanas, la tipología de los procesos de crecimiento,
contextos en que venían formulados pero, como todos los jui- la mezcla y la concentración de etnias, lenguas, religiones, cos-
cios de valor, dicen mucho de quien habla y muy poco de las tumbres y prácticas generadas por las oleadas de inmigración,
cosas de que habla. Se podría observar, por ejemplo, que en las infinitas soluciones inventadas para el problema de supervi-
Europa la segunda mitad del siglo pasado, para cada Violetta a vencia y si acaso, ahorrar un poco de dinero, el choque cotidia-
quien se prometía que dejando París sus desazones habrian en- no, que todos vivían en carne propia, entre la herencia campesi-
contrado remedio, había una Emma que esperaba remedio a na que la mayor parte de los inmigrantes llevaban consigo mis-
sus problemas si sólo hubiese podido abandonar el campo, no mos y la necesidad de integrarse en la civilización de las máqui-
se dice si para ir a París, sino al menos a Rowen. nas, o al menos en sus márgenes; el deseo de los individuos y de
La oposición ciudad-campo ha conservado sus fuertes im- los grupos de realizar su propio ascenso social, y al mismo
plicaciones de valor, al menos en Italia, hasta hace poco tiem- tiempo el temor de perderse en el anonimato, en la indistinción
po, y aún los conserva para los que no pertenecen al medio de la muchedumbre urbana, el temor de perder la red de las
intelectual. relaciones tradicionales que, reproducida en tierra de inmigra-
A pesar de que en Europa el paso de la sociedad de Antiguo ción, garantizaba un mínimo de seguridad y de reconocimien-
Régimen y la sociedad moderna hubiera podido ser traumático, to: todo esto a menudo se asemejaba sólo superficialmente o no
de todos modos se caracteriza por diversos elementos de conti- se asemejaba de ninguna manera a lo que sucedió y sucedía en
nuidad, objetivos y subjetivos, si lo comparamos a lo que indus- las ciudades europeas, capitales y grandes centros industriales
trialización y urbanismo fueron en América y, en particular, en incluidos. Además, había en los EE. UD. del siglo XIX dos pre-
,los EE. UU. de América. sencias inquietantes, de tanto en tanto también amenazadoras:
Un primer dato, fundamental, fue puesto en evidencia. En los «salvajes» indígenas y los negros, los primeros presidiendo
Europa, industrialización y urbanismo se desarrollaron en un sus llanuras y montañas, los otros en los plantíos y después en
ambiente desde hace muchos siglos humanizado integralmente las ciudades.
o casi y caracterizado por la presencia de las ciudades desde Muchas metáforas han sido inventadas para describir Amé-

34 35
rica. La celebénima del metting pot suena hoy, más que obsole-
ta, amargamente irónica de frente a las divisiones y a los con- CAPITULO TERCERO
flictos raciales que atraviesa los EE. UU.; sin embargo, era acer-
tada al menos en un sentido. Es verdad que la fusión no se ha CIUDAD Y CONFLICTO
verificado o al menos no en las formas felices auspiciadas por
los utopistas democráticos; pero es cierto que en ningún otro
lugar del mundo tanta gente tan diferente se ha concentrado en
los mismos lugares, en tiempos tan breves, como sucedió en
América.

Las ciudades no han sido jamás, ni en el caso de la polis


griega, o de la comuna italiana, ni tampoco en el de la pequeña
capital del generoso e ilustrado soberano medioeuropeo, sis-
temas equilibrados de relaciones humanas integradas y sere-
nas: al contrario, las ciudades han sido siempre el punto de
máxima tensión de todo sistema social, a causa de la marcada
división del trabajo que las caracteriza, de la interdependencia
de las funciones y del antagonismo de los intereses que de ellas
derivan.
No obstante, también los autores menos inclinados a ideali-
zar las ciudades del pasado están casi siempre orientados a juz-
gar la ciudad contemporánea en términos extremadamente ne-
gativos, sobre todo, cuando ésta tiene las dimensiones de la me-
trópoli. La carencia de vivienda y servicios, las dificultades del
tráfico, el crecimiento desbordado, la contaminación y los da-
ños a la salud que de todo esto surgen, son los aspectos negati-
vos que más frecuentemente se mencionan; el estrés provocado
por el ritmo de vida demasiado tenso, por el ambiente «no hu-
mano», la depresión provocada por el aislamiento y la pérdida
de identidad, son los daños psicológicos más a menudo citados.
Estos dos grupos de factores tienden a señalar el origen del más
vistoso y temido fenómeno social metropolitano (aunque sí es-
tadísticamente no el más consistente): el rechazo por parte de

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37
grupos bastante numerosos a reconocerse e integrarse en las liberación de los condicionantes zoológicos, o al contrario,
instituciones ciudadanas y el consiguiente desarrollo de la des- nudo critico a partir del cual se ha encaminado un proceso de
adaptación. La constatación de lo que frecuentemente se deno- desviación perversa y, por consiguiente, de involución sin regre-
mina patología social urbana, es generalmente exhaustiva y de- so, una cosa es cierta: nunca la ciudad ha sido igual para sus
tallada. Mucho menos satisfactorios y a veces, en lo absoluto, habitantes (Leroi-Gourhan, 1977; Goody, 1988). En cada época
incompatibles, me parecen en cambio los juicios valorativos histórica, si la ciudad representa una oportunidad. lo es para
que se dan de esta realidad y sobre las que se consideran como algunos más que para otros; si representa un riesgo, tal riesgo
las causas de la patología urbana. A la metrópoli se le reprocha es para algunos marginal, para otros amenazador. Nos tenemos
por ser «inhabitable», por no ser «a la medida del hombre», sin que preguntar entonces si no existe un nexo interno entre las
tener en cuenta el hecho que, si por un lado no es la primera dos caras de la desigualdad: es decir, si la ciudad es instrumen-
vez en su historia que la humanidad se organiza en aglomera- to de libertad y creatividad para algunos, en cuanto que es sede
dos a la medida de centenares y también de millones de habi- e instrumento de opresión y de explotación de unos sobre otros.
tantes, por el otro, no es cierto, en absoluto, que el pueblo o la y todavía si la ciudad ha sido y es un prodigioso propulsor de la
pequeña ciudad sean lugares en los que es más cómodo vivir. historia humana, precisamente por cuanto es propio de la ciu-
Para encontrar un terreno común de discusión se necesitan de- dad constituirse como elemento espacial de un proceso de ra-
finir las condiciones mínimas de «habitabilidad», cosa que fre- cionalización, pero también de explicitación, y por lo tanto, de
cuentemente se hace recurriendo a un biologismo, también radicalización de la contradicción fundamental de la historia
simplificador y gratuito, que piensa que está en posición de humana: la explotación de los seres humanos por parte de otros
identificar las llamadas necesidades elementales del hombre a seres humanos.
través de analogías más o menos rápidas con el comportamien- Creo que esta hipótesis de trabajo, no del todo nueva, es de
to de los mamíferos superiores o quizá los gansos; olvidando las que se revelan más fructuosas para el análisis del fenómeno
una vez más que desde «siempre», es decir, al menos desde el urbano. En su interior es posible aislar un problema específico
descubrimiento del uso del fuego, la humanidad manipula su que estará en el centro del presente análisis: es el problema de
propio alimento, condiciona la atmósfera y la temperatura en la la aceptación de la desigualdad -y, por lo tanto, de las relacio-
que vive y menoscaba el ambiente en el que se mueve (Leroi- nes de explotación que la producen- por parte de aquellos que
Gourhan, 1977). en la relación desigual están en desventaja, es decir, los grupos
El parámetro para un juicio alrededor de las metrópolis no y las clases subalternas, dominadas.
puede ser de ningún modo buscado en la naturaleza, sino en la Teóricamente, en abstracto, se deberla esperar de parte de
historia: la metrópoli es un hecho humano que debe ser juzga- los subalternos, de los explotados, un comportamiento cons-
do por su humanidad, no por su insostenible naturalidad o por tantemente revolucionario, o al menos rebelde. Sin embargo,
su (genérica) inhabitabilidad. Lo negativo de la metrópoli debe en la mayor parte de los casos, la respuesta es propia de mino-
ser determinado y analizado en términos de historia humana, rías, más o menos consistentes, y sólo por lapsos de tiempo
no en términos de mayor o menor distancia -de todos modos más o menos largos, para después ser reabsorbida, aunque no
siempre pretensiosa y pretextuosa- respecto de la naturaleza siempre integralmente. Son raros en el curso de la historia
(Castells, 1974). (pero más frecuentes en ciertos periodos) los casos en que el
Si consideramos la ciudad como un hecho histórico hay una comportamiento contestatario se desarrolla hasta un verdade-
primera constante de la realidad urbana que es inmediatamente ro proceso revolucionario, capaz de transformar esas relacio-
evidente. nes sociales que en esa situación histórica específica generan
Cualquier cosa que haya sido la ciudad para la especie hu- aquella específica fonna de opresión contra la cual se levantó
mana, prodigioso acumulador y acelerador de los procesos de la insurrección. Y es ésta la segunda gran contradicción en la

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contradicción: la aceptación del dominio (Marx y Engels, 1972: ciones entre los dos ordenes de hechos parece resolverse en un
Rossy Landi, 1968). determinismo ahistórico que según los casos privilegia a uno
No se pretende plantear el tema amedrentador, en su vaste- con respecto al otro. En síntesis: o los hechos espaciales (y has-
dad, de las condiciones históricas que determinan una revolu- ta los hechos geográficos) son la única cosa verdaderamente
ción, es decir, el paso de una formación social a otra. Muy mo- concreta que condiciona lo demás, o viceversa, el espacio no
destamente se quiere, si es posible contribuir a un análisis de existe sino como variable dependiente en todo y por todo de las
los procesos de aceptación/contestación de la desigualdad, bus- capacidades humanas de utilizarlo, disfrutarlo y explotarlo.
cando una primera respuesta a dos cuestiones, que, de cual- Manuel Castells propuso en su momento un planteamiento
quier modo abordan sólo un aspecto del problema: diverso del problema. No existe sociedad que no tenga una rela-
¿La ciudad representa el lugar de una forma específica del ción con el espacio: pero en alguna formación social histórica--
papel de la cultura en las relaciones de dominio? mente individualizada esta relación asume caracteres peculia-
En particular, ¿cuál es el papel de la cultura en el conflicto res. En efecto, no es el producto mecánico de la ocupación físi-
entre las clases y los grupos sociales en las grandes ciudades y ca de un contenedor, de parte de un contenido: la relación entre
metrópolis contemporáneas llamadas postindustriales? sociedad y espacio es «función de la organización específica de
Un sistema social, un modo históricamente individualizado los medios de producción que coexisten históricamente (con
y reconocible de producción de la vida social, tiene siempre una predominio de uno de ellos) en una formación social concre-
relación igualmente individualizada asociada con un espacio. ta, así como es función de la organización interna de cada uno
No creemos que tal relación sea satisfactoriamente formula- de estos medios de producción». En otros términos: entre rela-
da diciendo que un «X» sistema social ocupa un espacio o está ciones sociales en el espacio y relaciones sociales con el espacio,
en un espacio: ya que en estas expresiones las dos realidades, existe una interdependencia que es determinante. Y, en efecto,
tanto la social como la espacial, son asumidas no sólo como «lo que es significativo es la fusión de ciertas situaciones socia-
distintas sino sustancialmente como no relacionadas. Reapare- les y de una localización particular en la estructura urbana...
ce en ellas la idea del espacio como contenedor de hechos so- Hay un momento a partir del cual la fusión de situaciones se-
ciales, y de estos últimos como conterlidos. La insuficiencia de ciales y espaciales produce algunos efectos pertinentes -es de-
este planteamiento está demostrada por el hecho de que no se cir algo nuevo, específicamente espacial- en las relaciones de
puede obtener de él nada que sea útil para comprender las rela- clase y por esta vía, en el conjunto de la dinámica social» (Cas-
ciones entre hechos sociales y hechos espaciales. En realidad, tells, 1974: 273).
poner contenedor y contenido, el espacio y el sistema social, Se trata, por lo tanto, de individualizar concretamente, en
como realidades recíprocamente independientes, significa pos- cada situación específica, aquellos elementos sociales y espacia-
tular implícitamente algunos importantes corolarios. Por ejem- les que entrando en «fusión» determinan efectos de orden espa-
plo, que sea posible una gestión correcta de uno (el espacio) cial en la dinámica social. En este proceso de individualización
independientemente de las condiciones de administración del de los hechos determinados por la fusión de lo social y de lo
otro; aunque si se cree, contradictoriamente, que administrar espacial, los criterios que permiten reconocer la pertinencia de
bien el uno puede no tener en alguna forma efectos benéficos un cierto espacio respecto a un cierto grupo social no son sim-
sobre el otro. O bien, viceversa, que los caracteres del espacio plemente los de su ocupación física y/o de la propiedad formal-
tengan un alto grado de constancia y permanezcan por lo tanto jurídica, aunque ambos criterios pueden constituir un indica-
estables a pesar de los cambios que intervienen en el ámbito de dor útil en la fase de inicio de la investigación.
los hechos sociales: y con esta óptica se tiende a asumir como Tenemos a disposición otros tres criterios mucho más perti-
constante el condicionamiento ejercitado por el espacio en la nentes:
dinámica social. Como se ve, la falta de un análisis de las rela-

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- el primero es el económico, y consiste en la verificación ducción: pero era exactamente su capacidad de distribuir fuer-
de las interdependencias entre la colocación espacial de un gru- za de trabajo la que, haciéndolos indispensables en el proceso
po y su participación en los procesos de producción; productivo y partícipes de ello, todos según modalidades homo-
- el segundo es el sociológico, y consiste en la verificación géneas, los constituía en clase dotada de conciencia de clase;
de las interdependencias entre colocación espacial de un grupo capaz, por lo tanto, de actuar en los procesos sociales para de-
y su papel en la dinámica social; fender sus propios intereses, precisamente en cuanto clase tra-
- el tercero es el antropológico, y consiste en la verifica- bajadora. En la producción cultural de la clase obrera italiana,
ción de las interdependencias entre colocación espacial de un hasta el advenimiento del fascismo, el carácter fundamental del
grupo y construcción de su identidad en términos culturales, es valor del trabajo emerge muy claramente: es como trabajadores
decir, como percepción que el grupo tiene de sí mismo dentro que se asume un papel social y una identidad cultural, que se
de una visión general del mundo y de la vida mediata por un pelean y se defienden derechos y reivindicaciones, que se reco-
sistema de conocimientos y de valores. nace la explotación de la que se es víctima y se es capaz de
oponerse; que se remite solidariamente a quien es trabajador y
Probemos a utilizar estos criterios. En el siglo XIX y en la antagonísticamente a quién no lo es. Y es casi innecesario seña-
primera mitad del siglo xx, la ciudad, sede e instrumento de la lar que esta conciencia difundida, que es pre-requisito indispen-
enajenación y de la opresión propias de la sociedad industrial, sable de cada forma de organización de las clases trabajadoras,
es sin embargo también, justamente en cuanto ciudad, matriz y está en contradicción con la estructura del sistema social proto-
condición de libertad (Bahrdt, 1966). capitalista y constituye, por lo tanto, en su interior un elemento
Marx demostró que, una vez realizada la «terrible y difícil permanente de conflictividad.
expropiación de la masa de la población» que «constituye la pre- De hecho, al asumir justamente como propio fundamento el
historia del capital», cuando los trabajadores fueron «transfor- valor del trabajo, la cultura obrera ha sido seguramente alterna-
mados en proletarios y sus condiciones de trabajo en capital, tiva y potencialmente revolucionaria; ya que se ha re-apropiado
cuando el modo de producción capitalista se r.ige sobre bases de la ética de la prestación, producción y competencia y de la
propias, asumen una nueva forma, la ulterior socialización del norma del comportamiento de presentación (Goffman, 1971;
trabajo y la ulterior transformación de la tierra y de los otros Weber, 1983) que son ciertamente constitutivas y fundamenta-
medios de producción en medios de producción explotados so- les de la cultura de la sociedad industrial; pero reorganizándo-
cialmente, en medios de producción colectivos» (Marx, 1979,8). las y refinalizándolas a la individuación y a la realización de un
De esta extremadamente compleja transformación. en el objetivo que es totalmente antagónico al dominante, al de la
medio de la cual probablemente estamos todavía, y que está ganancia: la creación de la sociedad socialista.
asumiendo formas también muy diferentes de las previstas por Es probablemente la linealidad y la ejemplaridad de esta
Marx, interesa resaltar aquí particularmente un aspecto: la par- «revolución cultural», las que contribuyen a damos de la ciudad
te que está sustancialmente ya realizada, es decir, la general protoindustrialla imagen de una realidad integrada (desde lue-
transformación de la fuerza de trabajo en mercancía, el inter- go según un esquema de integración antagónico) en tomo a un
cambio generalizado de trabajo con salario, típico de la socie- conflicto de clase claramente legible.
dad urbana industrial, fue condición necesaria para que naciera Otra fundamental condición de libertad que la ciudad mer-
y se generalizara tanto la conciencia del trabajo como valor, cantil y protoindustrial determina es, como ha puesto en evi-
como la conciencia del valor del trabajo. Esquematizando un dencia Weber, la generalizada distinción entre público y priva-
poco el discurso, se puede también decir que con su reducción do y la consiguiente tensión dialéctica que se instaura entre las
a asalariados, los trabajadores urbanizados de la industria per- dos esferas (Weber, 1950, Bardht, 1966).
dían todo control en los procesos y en los instrumentos de pro- A esta distinción, degenerada en separación entre público y

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privado, han sido a menudo imputados muchos de los males sos tienen en Italia un desarrollo peculiar, aunque no están des-
que serían típicos de la vida urbana: aislamiento, desideologiza- provistos de analogías como sucede en otros países industriali-
ción, fetichismo consumista. Sin embargo, estas críticas igno- zados. De cualquier forma, los cambios por ellos inducidos inci-
ran un dato esencial: la distinción entre público y privado, entre den en forma diferente sobre la condición y la cultura obrera
esfera existencial que pertenece al sujeto y esfera existencial en que se fueron configurando en el curso de la primera fase del
que se enfrentan los intereses colectivos, es una condición nece- desarrollo industrial en Italia. La estructura productiva se arti-
saria para la laicización del consenso. La legitimación de la au- cula y se diferencia internamente, provocando diferenciaciones
toridad puede dejar de reposar en las bases emotivas en que se en el interior de la condición obrera. El carácter estratégico de
funda el consenso, al poder tradicional o carismático y asumir ciertos sectores o de ciertas especializaciones productivas, junto
la forma de aceptación critica y responsable, susceptible de re- al refinarse del nivel tecnológico en ciertas fases del proceso
vocación en base a verificación, sólo si y cuando los sujetos de productivo, generan una correspondiente franja ocupacional de
quien viene la legitimación se reconocen como poseedores de la alguna forma privilegiada, no sólo en términos salariales, sino
soberanía, de una soberanía histórica y laica, delegable pero no en términos de seguridad de empleo, cualidad de las tareas,
enajenable. El reconocimiento de la autonomía de lo privado es prestigio en la fábrica, ventajas indirectas: en términos de inte-
la identificación histórica de una área existencial que se sustrae gración al sistema. En cambio, se define una franja ocupacional
a la necesidad funcional de delegación de poderes de la sobera- más bien amplia, tanto interna como de soporte al sector pro-
nía (<<en mi casa mando yo»}, de una área que precisamente por ductivo industrial, en el ámbito en el que la mayor parte de las
sus características recuerda a los sujetos que también es posible tareas son más pesadas, escasamente o para nada calificadas;
no ser gobernados, sino gobernarse. sobre todo si se trata de una área extremadamente sensible a
Se ha observado muchas veces como esta autonomía de lo las variaciones coyunturales o estructurales de la producción y,
privado en la sociedad urbana industrial es ilusoria, una mera por lo tanto, sujeta a expansiones y contracciones muy amplias
afirmación de principio a la cual corresponde en los hechos una y repentinas; como consecuencia ofrece poca o ninguna seguri-
esfera privada invadida y modelada por el poder económico y dad ocupacional y la cosa es grave porque para alimentar esta
político; y se afirma que sin control sobre lo público, sin control área en las fases de expansión han sido movilizados contingen-
precisamente sobre la esfera de lo económico y de lo político no tes notables de mano de obra de reserva, que en Italia es toda-
puede existir una verdadera autonomía de la esfera privada. vía fácil de encontrar en el interior del país, específicamente en
'La interrogación para empezar la parte restante de este aná- el sur. Mientras tanto, los procesos llamados de descentraliza-
lisis es la siguiente: ¿la gran ciudad y la metrópoli tardo indus- ción y reestructuración productiva crearon una tercera área
trial son las dimensiones espaciales de una formación social en ocupacional: la del trabajo de tiempo parcial o determinado, del
la que los procesos de valoración del trabajo y de laicización del trabajo negro y del trabajo a domicilio (Foil, 1976).
consenso se han extendido y consolidado? O al contrario ¿di- De esta área ocupacional, caracterizada por una importante
chos procesos se han debilitado y empobrecido hasta detener- inestabilidad, ha tomado, a partir de los años setenta (Vercaute-
se? Y de ser así, ¿qué otros procesos, productores de qué otros ren, 1970) una parte notable de sus componentes, aquel nuevo
valores, los han substituido? ¿Con qué efectos? sector de la población urbana que muchos se orientan a definir
Es sabido que la mayor parte de los cambios que hicieron como marginados y desprotegidos. Tal sector está constituido,
entrar a Italia, aún con todas sus contradicciones, desniveles y por lo tanto, por todos aquellos que trabajan en condiciones
retrasos, dentro de los países altamente industrializados y en el precarias en el sector industrial o en sus márgenes y en los
ámbito de la fase de desarrollo industrial maduro, empezaron servicios; pero se alimenta también por todos aquellos que no
en la segunda postguerra y asumen caracteres evidentes a fines se integran en el sistema productivo bajo ningún título: inmi-
de los años cincuenta e inicio de los años sesenta. Estos proce- grados recientes, jóvenes, grupos segregados o marginados por

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pertenecer a un determinado grupo de edad, de sexo, étnico. Y, propia identidad en relación a una ética del trabajo productivo,
por lo tanto, es la estructura de los procesos productivos la que así como no está en condición de definir su papel social en
produce los marginados, no la metrópoli como tal. Pero es cier- relación al sistema de la ocupación.
to que la gran ciudad es la dimensión espacial que «entra en Por otra parte, existe otro fenómeno típico de la gran ciudad
fusión» con el fenómeno de la marginación, provocando su tardo industrial que es necesario analizar. Es sabido que la ho-
aparición como hecho social reconocible y autoidentificable mogeneidad que las clases subalternas urbanas han perdido
(aunque no siempre, y no necesariamente en términos de pro- como trabajadores productivos, la han, en cambio, adquiri-
testa); de tal forma los marginados se vuelven los portadores de do, como consumidores particulares de bienes duraderos y no
una presión social (consciente o menos, organizada o menos) a duraderos; el periodo del llamado «boom económico» no ha
la que el sistema social responde en diferentes formas, diferen- registrado sólo un importante aumento del nivel cuantitativo y
tes según la clase de marginados a quien se dirige: aumentando cualitativo de los consumos, sino también una homologación
la marginación hasta transformarla en guetización o segrega- tan amplia de estos últimos como para involucrar en análogas
ción; adoptando disposiciones asistenciales; finalmente creando orientaciones de consumo a la clase obrera urbana, a los secto-
oportunidades de trabajo más o menos artificiosas, pero que res medios y también a las demás franjas del resto de la pobla-
por estar seguras y protegidas a menudo contribuyen a diferen- ción rural. Obviamente esta homologación no ha sido ni espon-
ciar todavía más, en su interior, la condición obrera. Ya que la tánea, ni libremente escogida; sino que ha sido inducida a tra-
parte más conspicua tanto de las disposiciones asistenciales vés de una insistente y sagaz manipulación publicitaria: por
como de las oportunidades laborales se localiza en general en medio de la estandarización de los consumos se autoriza a ob-
las grandes ciudades, también esto se vuelve un factor de atrac- tener un control más estable y seguro del mercado. Como con-
ción de los marginados. formismo enajenado, producido a través de una manipulación
Emergen al mismo tiempo en las grandes ciudades nuevas que frecuentemente alcanza niveles inconscientes de los sujetos
formas de explotación no directamente ligadas a la participa- a ella sometidos, el consumismo ha sido unánimemente conde-
ción en el proceso productivo, a las que corresponden nuevas nado. Desde luego, en cuanto consenso acritico e inconsciente,
formas de acumulación de ganancias. Los ciudadanos son ex- que por añadidura se autopercibe como libre elección, el consu-
plotados como usuarios de la ciudad por medio de mecanismos mismo es una regresión con respecto a las formas de consen-
como e! pago de! predial y la propiedad inmobiliaria o e! pro- so que hemos llamado laicas; es decir, del consenso libremen-
porcionamiento de servicios muy por debajo del estándar que te atribuido a grupos de vértice por parte de una base cuya
deberla estar garantizado por el monto de la imposición fiscal. capacidad de reconocer sus propios intereses y de organizarse
Naturalmente todos estos fenómenos asumen caracteres para defenderlos ya está probada. Pero existe una potencialidad
muy diferenciados de un país a otro y hasta de una ciudad a -¡únicamente una potencialidad!- diferente en la sociedad con-
otra; pero desde nuestro punto de vista, por las características sumista.
que presentan constituyen la base de un hecho cultural de gran Para mantener el control sobre el consumo y, por consi-
importancia: la crisis del sistema de valores elaborado o de al- guiente, indirectamente sobre la propia producción, las clases
gún modo asumido por las clases subalternas urbanas, cuyo eje dominantes deben forzar a los titulares de un sueldo, es decir, a
central era precisamente el valor del trabajo y el trabajo como los potenciales consumidores, a acceder al mercado según mo-
valor. Quién está desocupado o permanentemente infra-ocupa- dalidades homogéneas. Se determina así la recomposición de
do, quién se encuentra sin vivienda o quien paga un precio es- un papel económico único para todos aquellos que consuman:
tratosférico por tenerla, quien esta obligado a buscar en servi- los cuales necesitan al mercado; pero al mismo tiempo son ne-
cios sociales caducos o escasos la forma de salir adelante a pe- cesarios al mercado según modalidades similares para todos.
sar de un sueldo precario o insuficiente, no puede constIuir su Creo poder afirmar que esta situación no solamente ha gene-

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rado en el nivel cultural, el enajenado conformismo consumista. vez más el del control sobre los medios, tanto de comunicación
Precisamente, en ambiente urbano, de ella se ha desarrollado en como de producci6n, ya que el control sobre el uso del medio es
alguna f01TI1a la petici6n finalizada a sustituir un sistema de con- el control sobre los efectos que él produce.
sumos enajenantes e impuesto desde arriba, con un sistema de Pero existe todavía un aspecto implícito en la realidad de la
consumos aut6nomamente definido y auto-administrado. comunicación de masas, y más en general de la comunicaci6n a
Al parecer, esta tesis la comprueba también el hecho de que distancia, que parece útil analizar en esta sede: parece haber
las tentativas de reapropiaci6n de los procedimientos de defini- una relación inversa, para el ejercicio del dominio, entre control
ci6n y de satisfacci6n de las necesidades provoquen una resis- de la comunicación a distancia y control del tenitorio. En otras
tencia, por parte de los grupos que detectan (7) el poder, que es palabras, cuanto más eficaz es el sistema de comunicación a
mucho más dura de la que se daría frente a cualquier solicitud distancia del que dispone un grupo dominante y mientras más
de aumento salarial. El control sobre el consumidor, y más en total es su control sobre ello, mucho menos el grupo en cues-
general el control social sobre el consenso, se ejerce, como es tión depende para la conservación de su dominio, de una locali-
sabido, en gran medida a través de la comunicaci6n de masas. zación «X», del control sobre un tenitorio dado. Es así no s610
Los efectos de la comunicaci6n de masas, sobre todo de la que para la fase en que el ejercicio del dominio se concretiza en
se sirve ampliamente de c6dices no verbales (música, imágenes, obtener la actuaci6n de las decisiones tomadas y el consenso o
colores, movimientos) son enormes, como lo atestigua una am- la obediencia a las directivas y a las órdenes impartidas; el con-
plia literatura especializada. En verdad, los medios de comuni- trol sobre el sistema de la comunicación permite a los grupos
caci6n se han mostrado capaces, al menos para el uso que con- dominantes ser autónomos respecto a la localización en el terri-
cretamente se ha hecho de ellos, de restablecer plenamente los torio, también en la fase de abastecimiento de las informacio-
canales de formación del consenso sobre bases carismáticas y/o nes necesarias para ejercer el dominio y en la fase de su elabo-
tradicionales, que al parecer tenían que ser progresivamente raci6n con el fin de producir decisiones. Se trata evidentemente
reemplazados por formas de consenso laico. Como es sabido, a sólo de una tendencia: pero es significativo que si en el ámbito
través de los medios de comunicaci6n es posible estimular a internacional se reduce siempre más el número de territorios o
niveles subliminales y obtener por identificación acrítica el con- áreas cuyo control tenga de por si un valor estratégico, en el
sentimiento de un sujeto no s610 respecto a jabones, lavadoras o nacional se descubre que el poder no está en las ciudades, sino
a una salsa para carne, sino respecto también a un estilo vida, a en los municipios.
un programa político, o a un sistema de valores; sin mencionar Ya está consolidada la tendencia de desprender de las ciuda-
obviamente la oportunidad, que la comunicaci6n de masas des los asentamientos industriales, no sólo descentralizándolos
ofrece a quien la controla, de seleccionar, censurar, manipular en el tenitorio, sino despedazándolos en el trabajo a domicillo.
la información y los conocimientos. También el mercado (siempre menos «Iibre») como lugar de
Desde hace tiempo se ha repetido que «el medio es el men- conformación a los estándares del consumo y de canalización
saje»; con lo cual se quena sostener que la reducción del usua- del empleo del sueldo, parece destinado a ser disociado de la
rio a un receptor pasivo era un resultado y un efecto, ambos no ciudad: la creación de gigantescos centros comerciales aislados
eliminables, del medio con que el mensaje era trasmitido, no de en el campo y el incremento de las ventas por correspondencia,
su contenido. Desde el ámbito de las nuevas tecnologías educa- testimonian una tendencia que realizando las condiciones de la
tivas al ámbito de la contra-información, al de la protesta políti- reducci6n del ciudadano a consumidor privado, sujetado entre
ca, hoy día muchos hechos han evidenciado --en Italia y en elecciones obligadas, garantiza evidentemente un control ópti-
otros lugares y no por casualidad en circunstancias a veces dra- mo sobre su comportamiento.
máticas- la insostenibilldad y la pretextuosidad de la tesis de En suma, aparte el residual papel simbólico y de representa-
la coincidencia del medio y del mensaje. El problema es una ción que los centros, sobre todo los centros históricos monu-

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mentales, pueden desarrollar y aparte las residuales posibilida- necesaria, sino por el contrario un obstáculo al ejercicio del po-
des especulativas que la renovación urbana aún puede ofrecer, der por parte de las clases dominantes, es en cambio todavía
las clases dirigentes (que antes que otros han dejado de residir útil a las clases «desprotegidas» para que puedan organizarse y
en las ciudades) parecen orientadas a disociarse más del desti- ejercer el poder de oposición y de contestación. Al menos hasta
no de la ciudad. que la comunicación a distancia y la comunicación de masas
Probablemente esta tendencia no nace hoy, está más bien sean controladas desde arriba y utilizadas como instrumentos
operando desde hace algunos decenIos; y la incapacidad de las de producción de la hegemonía y de gestión del consenso, las
clases dirigentes contemporáneas, no sólo italianas, a inventar y ciudades y las metrópolis serán los únicos espacios colectivos
a realizar una política de la ciudad, si no innovadora al menos disponibles para las clases subalternas: es decir, los únicos es-
adecuada al statu qua, atestigua quizás no tanto su torpeza pacios donde es posible hacer circular la información y compa-
como su sustancial y progresivo desinterés por el problema ur- rar las experiencias en presencia de una concentración de per-
bano. Precisamente el poder ya está en otra parte. sonas suficientemente amplia para que constituya un conjunto
En los EE.UU., esta tendencia parece ya claramente legible de relaciones 'no irrelevantes respecto al sistema social global.
en el progresivo transformarse de las ciudades en constelacio- Los espacios colectivos, los espacios que todos o que muchos
nes de guetos, miserables o de lujo, recíprocamente segregados, usan, no son de por sí modalidades de emancipación o de libe-
y conectados (siempre que lo estén) pero independientemente ración. Sin embargo, son espacios cuyo uso puede ser ligado al
unos de otros, a circuitos nacionales de integración política, emerger de una estructura de relaciones sociales (grupo, movi-
económica y cultural que tienen siempre menos contactos y ne- miento, partida, asociación, etc.) capaz de actuar para la satis-
xos con la dimensión urbana y dirigidos por centrales de man- facción de necesidades que los miembros de la propia estructu-
do que no tienen necesidad de formar parte de una ciudad. En ra reconocen como comunes, a través del intercambio de infor-
cambio, los procesos y los mecanismos de integración internos mación y la confrontación de las experiencias. Por lo tanto, es-
a los guetos, se localizan, se miniaturizan cada vez más, asu- tos espacios son también aquellos en donde el conflicto social
men contenidos a escala interna al propio gueto, reforzando así latente se vuelve manifiesto, en la forma de choque entre intere-
sus características de aislamiento y de segregación. ses colectivos contrastantes. Una fábrica, un recinto universita-
En Italia, estas tendencias no son en absoluto desconocidas,
rio, una plaza, una calle, tienen estas características, pero pue-
pero no tienen todavía las características y las dimensiones de
de asumirlas el patio de una escuela, un comedor de hospital o
las americanas. El crecimiento cuantitativo y no cualitativo de --es una experiencia reciente- un punto cualquiera de la ciu-
las ciudades italianas en los años de las grandes migraciones dad en tomo al cual se estructura una red de información nada
internas al país ha puesto las bases en muchos casos para una menos que sostenida vía radio. La crónica cotidiana ofrece to-
transformación de la ciudad en una constelación de guetos.'
dos los días materiales que respaldan este diagnóstico: es en la
La localización urbana, que parece ser no solamente menos ciudad y por medio de la ciudad que la tensión social se coagula
y se manifiesta; es en la ciudad y por medio de la ciudad que las
1. En Italia, en los últimos dos años, parece haber una inversión de la tendencia clases y los grupos subalternos y, en particular, los grupos
descrita en el texto. En el clima de incertidumbre política determinado después de las «marginados» se organizan y ejercen esa cuota de poder con-
elecciones políticas de marzo de 1994, los alcaldes de algunas importantes ciudades,
elegidos directamente con base en Jos procedimientos previstos por la nueva ley elec-
tractual que logran expresar.
toral para las administraciones locales, parecen asumir el liderazgo de un movimiento A la luz de este análisis, y siempre que sea correcto, el pre-
que aprueba a dar nuevo impulso a las ciudades, en el marco de una reconquistada juicio antiurbano y antimetropolitano aparece como un caso
autonomía local. Se habla nada menos que de un «partido de los alcaldes», Aún reco-
nociendo lo interesante que es este fenómeno, me parece que es demasiado pronto típico de «idea dominante», es decir, un interés de las clases
para decidir si representa una tendencia de fondo, o más bien una sustitución respecto dominantes expresado bajo la forma de valor, que impuesto a
a una dirección política insatisfactoria a nivel nacional. las clases subalternas, les oculta sus intereses reales. En efecto,

50 51
para las clases dominantes, no se trata de ninguna manera de
CAPITULO CUARTO
huir de la contaminación o del estrés o de regresar a la natura-
leza y a condiciones de vida «más humanas»: la existencia de
las ciudades nunca ha impedido gozar del campo, a quién po- CIUDAD: ESPACIOS CONCRETOS
día hacerlo. En realidad, se trata de obtener un mayor y más Y ESPACIOS ABSTRACTOS
fácil control del conflicto social, disgregando y desarticulando
las diversas estructuras constitutivas del sistema social (estruc-
turas familiares, estructuras productivas, mercados, estructuras
informativas y culturales); estructuras que, en una cierta fase
histórica, entrando todas simultáneamente en «fusión» con la
dimensión social urbana dieron origen a una formación social"
a un alto potencial innovador: la metrópoli, precisamente.
Cualquier innovación que dispersando a los sujetos en el te-
rritorio, obstaculice la circulación de las informaciones, la com-
paración de las experiencias, el reconocimiento de los intereses
comunes, la organización para defenderlos, no puede más que
conducir a las clases subalternas a condiciones de vida menos
«humanas».
El espacio humano no es un contenedor indiferenciado, ho-
mogéneo, tampoco es una abstracción geométrica. Es diferente
estar en el espacio aquí o allá: hay espacios buenos y espacios
malos, espacios en donde se está bien y espacios en donde se
está mal. La expresión «tener espacio» es frecuentemente usada
en sentido metafórico, pero metáfora y sentido literal son muy
cercanos, ya que el espacio del que dispone concretamente cada
individuo, grupo, clase social, en una sociedad dada, mide su
poder y riqueza, refleja su prestigio, su colocación en la jerar-
quía social. En sentido real, no sólo metafórico, tener espacio
significa tener libertad, libertad de dirigir, de ser, de relacionar-
se y viceversa; precisamente en toda sociedad la privación de
espacio es la correlación de una posición subalterna o marginal
en el sistema social.
Se puede, por lo tanto, afirmar que el espacio se define en
relación a los seres humanos que 10 usan, que lo disfrutan, que
se mueven en su interior, que lo recorren y lo dominan. En ese
sentido la definición más satisfactoria es la que considera el
espacio como un recurso. Todo el espacio con el que los seres
humanos se relacionan en cualquier circunstancia y ocasión,
viene de esta misma relación transformado en recurso: es decir,
en medio de supervivencia, estímulo a su utilización, ocasión de
crecimiento, pero también de riesgo, tanto a nivel biológico

52 53
como psicológico, para los individuos solos, no menos que para aunque su satisfacción se realice a través de las complejas me-
los grupos. En el concepto de recurso esta implícita la utiliza- diaciones de los sistemas institucionalizados de tipo secundario
ción de un potencial del que se puede disponer y la intervención u organizado (división del trabajo, sistema de los roles, transmi-
de un autor consciente que utiliza ese potencial para conseguir sión de la herencia social a través de la educación etc.). Los
un fin. El resultado no está automáticamente garantizado: hay límites positivistas y naturalistas de este planteamiento han
un problema entorno al uso correcto de los recursos. En el caso sido señalados ya frecuentemente; sin embargo, la posibilidad
del recurso espacio, el entrar en relación entre actor y potencia- de eludir los problemas de lo social refiriéndolos a nivel biológi-
lidad puede concluir en catástrofe antes que en progreso, las co es tan sugestiva como para explicar la persistente populari-
exploraciones «equivocadas», la condensación o la rarefacción dad del funcionalismo. Es un hecho que el funcionalismo (y el
excesiva de los asentamientos, las localizaciones erradas o peli- racionalismo que presupone) no logran explicar fenómenos que
grosas, el sedentarismo imprudente han dejado, a menudo, son específicos y caracteristicos del nivel social, es decir, la dife-
huellas dramáticas en la historia de la utilización del recurso- renciación y la subordinación; en otras palabras, el cambio y el
espacio por parte de la humanidad remota y reciente (Botta, conflicto (Balandier, 1969).
1991, Lynch, 1992). Chornbart de Lauwe, al querer anclar su interpretación de la
Sin embargo, ¿es posible definir una utilización óptima del ciudad a una teoria de las necesidades, tuvo que articularla y
espacio? ¿Es posible individualizar criterios que admitan afir- admitir que es necesario distinguir entre necesidad-obligación y
mar que un cierto espacio es usado correctamente? ¿O unos necesidad-aspiración, entre prioridad y primacía o precedencia
criterios para decidir si el espacio disponible en una situación de hecho que se realiza en la satisfacción de las necesidades
dada es suficiente? Es obvio que la situación se presenta en los (Chombart de Lauwe, 1975). El hecho de que una necesidad sea
mismos términos para cualquier otro recurso: si se quiere deci- integralmente satisfecha no significa que necesariamente sea
dir si hay bastante comida, si está bien utilizada o si hay sufi- una necesidad prioritaria; ni a la inversa, el parcial o total des-
ciente educación y ha sido bien usada. La individualización de cuido de una necesidad no significa que no tendría valor priori-
un semejante criterio de optimización, de un parámetro que tario. Está claro que este tipo de afirmaciones no hacen más
admitiese establecer el grado de positividad de ciertas situacio- que multiplicar los problemas en vez de resolverlos. Tullio Altan
nes, tendría no sólo un evidente valor normativo, operativo, utiliza las dos categorías de necesidades inconscientes y de ne-
práctico, sino también una gran importancia cognoscitiva; la cesidades inducidas, para enriquecer la esquemática tipología
definición de un criterio similar presupone en efecto que se lle- de Malinowski, basada en el binomio necesidades primarias-
guen a individualizar y aislar algunas caracteristicas constantes instituciones; pero también en este caso queda por explicar lo
y determinantes de la condición humana. más importante, es decir la diferenciación (¿por qué ciertas ne-
Es cierto, éste es un objetivo al que las ciencias humanas cesidades son conscientes y otras no?), y la subordinación
miran con tenacidad. El racionalismo Iuncionalista creyó ya (¿quién y por qué induce tales necesidades en quién?) (Tullio
haberlo logrado, y si en arquitectura y en urbanística creyó po- Altan, 1971).
der individualizar una necesidad «dada» de espacio a la que En realidad, como también Malinowski demostró en sus in-
una proyectación racional del uso del espacio mismo podía res- vestigaciones de campo, la inteligibilidad de la condición huma-
ponder, en antropología consideró que todo sistema social, de na resulta de lo que ésta tiene de específico y peculiar, y no de lo
todas las sociedades, pudiese ser explicado como sistema de que tiene en común con otros niveles de lo real. Son las relacio-
respuestas a las necesidades biológicas primarias. Para Mali- nes sociales que plasman las infinitas y dúctiles necesidades o
nowsky el fin, o más bien, como él dice, la [unción de cada los instintos humanos y no viceversa. Hasta donde sabemos, las
sistema social es justamente la satisfacción de las necesidades relaciones de poder parecen estar presentes y ser constitutivas
primarias (comer, dormir, aparearse, reproducirse, abrigarse), en todos los sistemas sociales, de modo que en el caso del hom-

54 55
bre la relación entre el agente y el recurso no es sólo una oportu- forma hasta las modalidades de utilización del espacio que en-
nidad de satisfacción de una necesidad. sino también una posi- cuentra disponibles, está condicionado para organizar según
bilidad de adquirir poder. En las condiciones humanas, el con- ciertas modalidades su vida y su visión de la realidad. En ese
trol de los recursos no tiene como fin único su uso funcional a la sentido, la forma y las modalidades de utilización del espacio
satisfacción igualitaria de las necesidades, ya que en la condi- son un importante instrumento de educación. También por me-
ción humana el control de un recurso se vuelve fuente de poder. dio de la forma históricamente creada del espacio del que dis-
Como todo recurso, el espacio es fuente de poderes y las fruta, un grupo social consigue la socialización de las jóvenes
modalidades de control de su uso serán decisivas para hacer generaciones, es decir, que se adecuen al sistema vigente de las
que ese recurso sea un instrumento de subordinación o de libe- relaciones y de los papeles, y se culturalicen, que se interiorice a
ración, de diferenciación o de igualdad. Como confirmación de niveles profundos la visión de la misma realidad propía del gru-
esto se pueden observar dos hechos: en ninguna sociedad el uso po en cuestión. El espacio cultura1izado adquiere de tal modo lo
del espacio se deja a la inmediatez y a la espontaneidad instinti- que Bourdieu ha llamado «evidencia dóxíca» (Bourdieu, 1992):
va; al contrario, siempre está socialmente reglamentado y cultu- olvidada su raíz histórica, por el hecho de ser un producto de
ralmente definido. relaciones entre los seres humanos, el espacio adquiere a los
Tal reglamentación y definición encuentran una precisa co- ojos de todos aquellos que lo disfrutan la inmutable razón de
rrespondencia en las relaciones sociales. No es difícil verificar ser, de los hechos de la naturaleza.
(¡en cada sociedad!) la correspondencia entre clasificación y En las periferias de las grandes ciudades italianas -y no es
cualificación de los espacios, reglamentación del derecho de ac- muy diferente a lo que se puede ver en las periferias de las
ceso a cada uno de ellos y estratificación de la sociedad en cla- grandes ciudades occidentales- son reconocibles tres tipos
ses, castas, rangos; así como es evidente que el sistema cultural fundamentales de asentamientos residenciales:
del grupo constituye la raíz ídeológíca y, por lo tanto, el instru-
mento de legitimación del sistema de organización del espacio - las colonias suburbanas de habitantes de ingresos me-
adoptado por el grupo mismo. Consideremos sólo la función dio, medio-alto y alto;
que pa tenido y que tiene como agente modelador del espacio - las colonias espontáneas o abusivas con una tipología de
en l~ sociedades occidentales, el valor culturalmente reconoci- construcción muy variada que va desde la barraca de cartón y
do de la propiedad privada. lámina, la villa unifamiliar hasta la quinta u hotel de dos o tres
En otros términos, la relación hombre-espacio coincide con pisos, para habitantes cuyo ingreso igualmente abigarrado y a
la relación entre los hombres en el espacio y con la conciencia veces de proveniencia semi legal o ilegal, va desde los niveles
cultural de esta relación. No se trata, sin embargo, de la racio- miserables hasta los medio-bajos, medio y medio-altos;
nal satisfacción de una necesidad abstracta, sino de una reali- - las colonias de construcción social en diferente medida
dad históricamente definida y manipulada a nivel cultural: eso financiadas con dinero público y concedidos según diversas fa-
es lo que tenemos delante de nosotros cuando examinamos cilidades a usuarios que son siempre populares: obreros, artesa-
nuestro espacio. Y, frecuentemente, la conciencia que tenemos nos, pequeñísima burguesía y cuotas de bajo proletariado (Fe-
de nuestro espacio es ideológica; no es casual, por ejemplo, si rrarotti. 1970; W.AA., 1971; Caraccíolo, 1982; George, 1982;
en la sociedad occidental, en el interior de una cultura indivi- Chombart de Lauwe, Irnbert, 1982; Briceño Lean, 1986).
dualista y racionalista, el énfasis cae siempre sobre el hombre-
artífice que, demiúrgicamente, organiza su propio espacio co- Esta tipología, ordenada en base a criterios socio-económi-
herentemente con sus propios deseos y necesidades, con base cos, corresponde a importantes diferencias de orden cultural,
en una condición de libre elección; mientras, permanece en la relativas al diseño de los apartamentos, de los edificios y de las
sombra, el otro aspecto fundamental del hombre que, desde la colonias.

56 57
Se puede, en efecto, observar que en el primer caso arquitec- nos, apropiarse cognoscitiva y operativamente de un espacio
tos y habitantes pertenecen a la misma clase social y al mismo culturalmente modelado significa integrarse en el grupo social
ambiente cultural; en el segundo caso, los habitantes son los ar- artífice de aquel proceso de modelamiento, Considerados desde
quitectos de sí mismos; en el ter~er caso, en ~ambio, hay, un~ este punto de vista los asentamientos de vivienda de interés so-
distancia considerable entre arquitectos y habitantes, en térmí- cial representan un caso conspicuo de separación entre modela-
nos de pertenencia de clase, no menos que en términos de refe- miento del espacio y uso del espacio, en el sentido de que la
rencias culturales. Sin embargo, cada colonia de construcción población destinada a usar estos espacios es, como hemos visto
social se presenta para el antropólogo -que, por supuesto, haga extraña a los procesos de modelamiento del espacio que usará
propia la hipótesis de la relevancia de las diferencias culturales (Verret, 1982).
unidas a las diferencias entre clases sociales (Eames y Goode, Esta separación -que en las sociedades tradicionales no era
1973, Signorelli, 1973; Redfield, Peattie, Robbins, 1984)- como ignorada, pero se refería a espacios delimitados destinados a
un terreno de contacto cultural entre cultura de los arquitectos y usos muy especializados y a menudo predominantemente ritua-
cultura de los habitantes, es más, de verdadera aculturación, les y muy poco instrumentales- poco a poco se ha hecho más
más o menos forzada. A reforzar este dato de extrañez cultural, presente y consistente en el curso de la edad moderna, asocián-
contribuye en gran medida el hecho de que los futuros habitan- dose de manera cada vez más evidente al ejercicio del poder y a
tes no son jamás los que cometen el trabajo de proyectación, su legitimación. Se pueden indicar dos pilares significativos de
sino que más bien no ejercen ningún tipo de influencia. No exis- este proceso, antes de llegar a la situación actual. La creación de
te por lo tanto ninguna mediación; en el momento en que el grandes espacios escenográficos, capaces de expresar, imponer y
habitante entra en la que será su casa, encuentra incorporada en legitimar al mismo tiempo, un poder y su ideología: la plaza San
ella (en la tipología, en la morfología, en los criterios de distribu- Pedro en Roma y la Pennsylvania Avenue en Washington, po-
ción, en los contactos con el exterior, y así sucesivamente) una drian ser dos ejemplos adecuados (Castells, 1974). Y, en segundo
cultura que no es la suya (Dematteis, 1982, MeW, 1982; Rebe- lugar, las instituciones totales: colegios y cuarteles, hospicios y
rioux, 1982; Althabe el al., 1984). prisiones, hospitales y asilos donde la forma del espacio no es
Semejante realidad ofrece al antropólogo motivos de refle- funcional sólo a la legitimación de un poder, sino que representa
xión y de investigación de notable importancia. El proceso de también la condición y el Instrumento de un ejercicio capilar del
modelación del espacio de la vida es para la especie humana un poder (Foucault 1986). Pero se trata siempre de intervenciones
proceso fundarnental.jradical en el sentido constitutivo de raí- parciales, aunque imponentes o técnicamente hábiles, en el pn-
ces (Lerdi-Gourhan, 1977). roer caso porque pretenden orientar a tcx:la una población, pero
Ya Evans-Pritchard señalaba que si es incontestable que el sólo en momentos especiales, festivos, celebrativos; en el segun-
concepto de espacio es «determinado por el ambiente físico» , do caso, porque pretenden modelar la totalidad de los comporta-
como el concepto de tiempo, también «incorpora valores» y mientos, de las ideas y de las técnicas del cuerpo, pero de secto-
«depende de principios estructurales que pertenecen a un diver- res relativamente reducidos de la población global (jóvenes, mili-
so orden de realidad» (1975: 144). No hay duda que el uso an- tares, enfermos, ancianos, marginados, etc.).
trópico, es decir, humano, del espacio, es instrumental y expre- En las pocas ciudades europeas en las que sobreviven porcio-
sivo, tanto funcional como simbólico, cognoscitivo y emotivo al nes extendidas del centro histórico, es todavía posible ver hasta
mismo tiempo; al interiorizar el orden espacial que su grupo de que punto la práctica habitacional fuese, si no libre, seguramen-
pertenencia ha construido históricamente, el individuo inte- te autogestionada: en el caso de Nápoles, por ejemplo, permane-
ríoriza el orden social, y al mismo tiempo la estructura cognos- cen huellas muy claras de esta autogestión en el complicado so-
citiva y ética que ordenará su vida psíquica y corporal (Signore- breponerse y enlazarse de sobre elevaciones, divisiones, rellenos,
lli, 1977; Pinxten, van Dooren, Harvey, 1983). En otros térmi- demoliciones, uniones, separaciones, añadiduras, enlaces, em-

58 59
bestiduras, aberturas de puertas y ventanas, y todas las demás masivos. La hipótesis que se sostiene aquí es diversa. La cultura
intervenciones con las que el cuerpo de la ciudad ha estado con- de los proyectistas y la de los usuarios no se puede colocar en
tinuamente y en diversas formas adaptado a las necesidades de dos puntos diversos de un ideal coruínuum, como si una fuese
quien lo vivía. Sólo cuando la industrialización se vuelve domi- la forma desarrollada o avanzada, y la otra la forma retrasada
nante en el ciclo productivo e impone sus exigencias de raciona- del mismo modo de concebir el mundo.
lización integral, progresivamente los lugares del trabajo y los Al contrario, se trata precisamente de dos concepciones di-
lugares del habitar, ya separados, se sustraen a la intervención versas, de dos modos radicalmente diversos de concebir y valo-
plasmadora de quien gastará en ellos su propia vida y se le entre- rar la casa, el barrio, el espacio; quizá el mundo.
gan ya formados y configurados rígidamente: si no precisamente Veamos por qué. La casa, el edificio, la colonia están frente
jaulas, ciertos trazos para recorridos obligados. al proyectista objetivamente, en la planta, en secciones, estáti-
En este sentido el antropólogo no puede no hablar de un cas y redificadas. Para los usuarios, en cambio, son una especie
caso sui generis de aculturación forzada (Lantemari, 1974). Se de esfera en el interior de la cual él se mueve y que en cierto
puede agregar que es un caso de dimensiones enormes y ten- modo se mueve con él, se modifica en el curso y a causa de sus
dencialmente crecientes, en la medida en que hayan ciudades cambios. Para el proyectista, en sí, el espacio es euclidiano, ra-
en expansión o necesitadas de saneamiento, es decir, en condi- cionalmente divisible, geométricamente configurable; para el
ciones tales como para solicitar la intervención del estado y con usuario, el espacio es una dimensión existencial, que se da, en
ello volver a proponer la separación entre arquitectos y habitan- cuanto y sólo, cuando se experimenta; y que llega a la concien-
tes (VilIani, 1974). cia, es percibido por la mente, antes de todo y a menudo exclu-
El presente ensayo propone la hipótesis de que a esta radical sivamente en términos fenomenológicos. Más sencillamente:
separación de los roles de proyectista y habitante corresponde, para unos el espacio es abstracto, para otros es eminentemen-
en las ciudades occidentales, una profunda diferencia de clases, te concreto.
entendidas estas últimas como «clases de poder según el siste- De esta primera diferenciación derivan otras, no menos rele-
ma de desigualdad dominante» (Balandíer, 1977: 23); y que a vantes. El tipo de construcción, la construcción de una tipolo-
las diferencias de clases se acompañen significativas diferencias gía, el proceso mismo de la composición sirven al proyectista
culturales. para configurar un espacio ordenado; pero lo que el usuario
En Italia, la historia de las colonias de construcción popular necesita es un espacio reconocible y, por lo tanto, no tan orde-
ha sido siempre también la historia de Un malestar social trans- nado sino diferenciado en su interior y respecto a los espacios
formado y transferido, pero jamás restiejlo. Naturalmente es externos.
fácil considerar irracionales o absurdas peticiones evidente- Se puede analizar esta diferencia aún más a fondo. Precisa-
mente en contraste con las propias ideologías o con el presu- mente porque el espacio es para el arquitecto una realidad
puesto de la empresa o de la institución para la que se trabaja; dada, estática, definitiva, él puede concebir el establecer en ella
mientras probablemente esas solicitudes son las no-respuestas un orden cuya lógica es clara sólo a una lectura global y simul-
detrás de las que se esconde, quien no se siente y sabe que no es tánea del sistema: una lectura como la permiten la planta o la
socialmente reconocido como competente, en un determínado aerofotografia, exactamente. Pero para el usuario la sola lectura
ámbito, «competente en el verdadero sentido de la palabra, es posible es la diacrónica, de pasada: y a su criterio lo que en la
decir, socialmente reconocido como habilitado para ocuparse lectura global aparece como orden, se manifiesta como inso-
de determinadas cuestiones», «a expresar una opinión al res- portable monotonía, llana repetición, anonimato. El espacio or-
pecto, hasta modificar la marcha» (Bourdieu, 1983: 402). denado a la altura de un metro setenta desde el suelo es un
En síntesis, no es la ignorancia de los usuarios la que tene- espacio desprovisto de sentido, por la simple razón de que a
mos enfrente, ni el mal gusto infundido en ellos por los medios esta altura y a esta escala no se caracteriza por un sistema de

60 61
signos organizados en un mensaje, sino que se presenta como tradición racionalista, los arquitectos asumen una especie de
monótona repetición, como parataxis de un único o de pocos lista de necesidades humanas elementales que es necesario sa-
signos, cuya sintaxis se puede leer sólo desde otra altura, y a tisfacer en la vivienda; y luego hipotizan un nivel de satisfacción
otra escala. de las necesidades mismas en términos de ubicación, ventila-
Dos modalidades cognoscitivas diversas se aplican así al ción, aberturas, dotaciones, instalaciones.
mismo objeto; y éste se revela congruente con la primera y, por Son los famosos estándares de vivienda que, en Italia y en
lo tanto, por ésta aparece dotado de sentido; pero del todo in- general en los países occidentales, son fijados directamente por
congruente con la segunda, por la que permanece opaco. la ley. Ahora, sin querer quitar a los estándares e! mérito histó-
Las desesperadas y empedernidas tentativas, visibles en rico que les compete en el proceso de eliminación de las vivien-
cada colonia de construcción popular, que realizan los usuarios das insalubres, el análisis antropológico pone en evidencia, en
para diferenciar el exterior y el interior de su casa respecto a las la ideología que inspira la práctica de éstos, una grave simplifi-
otras, intentos que en general son considerados dañinos para el cación. Como el proyecto del espacio abstracto, geométrico, eli-
espacio ordenado, responden -antes que a una necesidad afec- mina de la vivienda el espacio real, así el proyecto según están-
tiva de identificación- a una necesidad cognoscitiva de ubica- dares elimina de la vivienda e! tiempo real (Zerubavel. 1985),
ción y orientación. para sustituirlo con un tiempo abstracto, fragmentado, una lista
Pero si es cierto que <da construcción de un espacio mate- de «acciones» no relacionadas entre sí, a cada una de las cuales
mático y perfecto supone, corno su condición, la desvaloriza- corresponde un tiempo fijado de una vez por todas, porque es
ción de! espacio sensible» (Vernant, 1987: 14), hay que temer considerado el «óptimo».
que nadie menos el arquitecto esté en condición de entender Esta tendencia a sobreponer en modo puntual y urúvoco un
esta necesidad (Lynch, 1984). tiempo, un espacio y una acción, destruye toda la polivalencia,
Existen también otras diferencias, que pertenecen al proce- que es polifuncionalidad y polisemia, de la agencia (?) humana:
so de formación de los juicios de valor. Sobre la diferencia entre reducción realizada en el ámbito del trabajo por el maquinismo
paradigmas estéticos, es inútil detenerse, dado que es obvia. La industrial y que en este ámbito ya desde hace tiempo ha sido
idea de bonito, varia al variar la clase social, pero tal constata- denunciada, combatida, incluso casi superada. Pero, en cam-
ción no es nunca (¿no puede ser?) tornada en consideración en bio, esta reducción se afianza en las modalidades del diseño
el curso del proyecto (Bourdieu, 1983). arquitectónico y en el urbanismo (les machines el abiter!), apo-
Existe otro nivel, más sutil, de diferencia: el de juicio de con- yándose y legitimándose por medio de una concepción esque-
veniencia, de estar cómodo, de habitabilidad. Un alojamiento y matizada y desarticulada de las necesidades humanas.
una colonia más que bellos, deben ser cómodos. Se debe «estar En verdad, para los sujetos humanos y, por lo tanto, para los
bien», en ellos. Yen verdad, el objetivo de realizar/una cualidad usuarios de los conjuntos de vivienda popular, la adquisición de
estética, comprensible para los usuarios, no ha sido jamás seria la conciencia de las propias necesidades, su definición, y la va-
y formalmente asumido, entre aquellos que la vivienda de inte- loración de la adecuación de la satisfacción obtenida, se dan en
rés social debe perseguir; al contrario, una muy elevada cuali- el marco de una experiencia del mundo que es relacional y no
dad funcional ha sido siempre indicada como objetivo a reali- sólo funcional. Necesidades y respuestas son identificadas y va-
zar para respetar las finalidades sociales de la construcción loradas en relación las unas con las otras y en el cuadro de las
misma. relaciones que el sujeto «X» tiene con otros sujetos.
¿Pero cuáles son los requisitos de una casa donde «se está Para el arquitecto cada problema admite una sola solución
bien»? Una vez más, mi hipótesis es que las diferencias de jui- correcta; para el usuario existe un abanico de soluciones ligadas
cio entre técnicos y usuarios emanan de una gran diferente mo- a los contextos existenciales específicos, en el interior de los
dalidad cultural en la formación del juicio. En e! surco de la cuáles el problema se presenta. En términos más generales: en

62 63
la proyectación, la definición de las necesidades y la valoración
de la cualidad de su satisfacción está formulada en términos
sectoriales y atemporales; mientras que la experiencia de las
necesidades y la valoración de la satisfacción existen para los
usuarios en términos diacrónicos y contextualizados. Todavía
más sintetizadamente se podrá decir que para el arquitecto la SEGUNDA PARTE
valoración de lo construido (apartamento, edificio, colonia) se
da en términos funcionales; para el usuario, en términos rela-
cionales; si para el primero el espacio construido es el espacio A LA BÚSQUEDA DE UN PARADIGMA
de las funciones, para el segundo es el espacio de las relaciones.

64
CAPíTULO QUINTO

LA ANTROPOLOGÍA URBANA:
RECORRlDOSTEÓRICOS

Parece lógico que en la más «americana» de las ciudades


americanas se haya formado en los años veinte la famosa Es-
cuela de Chicago a la que, a menudo, se le ha atribuido el méri-
to de haber fundado la antropología urbana, la sociología urba-
na, quizás ambas. O al menos de haber estado en sus orígenes.
Como muchos autores lo han destacado (Pizzomo, 1979;
Hannerz, 1992; Sobrero, 1992) en los trabajos producidos por
la Escuela de Chicago existen grandes incongruencias; entre
otras, el desfase del trabajo de investigación, presentado en una
famosa serie de monografías, que es siempre innovador en la
selección de los temas, casi siempre esmerado en el desarrollo y
a menudo interesante en los resultados; y, por otro lado, el mar-
co teórico, que además de tener un alcance modesto, no está
falto de contradicciones. La contribución más importante de
esta escuela, lo que aún hoy merece nuestra atención, está jus-
tamente en haber tematizada a la ciudad como tal. La sociolo-
gía, y en general el análisis social europeo del siglo XIX, conside-
raban a la ciudad siempre en el interior de una perspectiva teó-
rica más amplia, que hacía de la ciudad el producto, cuando no
sólo la sede, del desarrollo, del choque o de la dialéctica por un
lado de fuerzas sociales, económicas y culturales; y por el otro,
los factores demográficos y los poderes políticos y militares. En
la perspectiva europea, los efectos de estas dinámicas eran ur-

67
banos: pero los factores de las mismas dinámicas nunca eran influencia de G.H. Summer y de su oposición entre folkways
considerados ni urbanos, ni no urbanos, sino más bien «históri- (costumbres tradicionales, rurales) y mores (costumbres con-
cos» o «humanos». vencionales, urbanas) (Summer, 1962). Pero en sustancia para
Con una cierta ingenuidad simplificadora, pero quizá preci- Park, para Burgess y para MacKenzie la antropología es una
samente por esto también innovadora, los estudiosos de Chica- genérica ciencia del hombre, que puede con provecho aplicar
go, por decirlo ase han emancipado a la ciudad. Promoviéndola sus «esmerados métodos de observación» a «el hombre civiliza-
de producto o lugar a factor determinante de las dinámicas so- do que es un objeto de investigación igualmente interesante, y
ciales. Para decirlo en forma simplificada, a éstas no les intere- al mismo tiempo su vida es más abierta a la observación y al
sa tanto como y por qué la inmigración ha hecho crecer las estudio», de los hombres primitivos. La influencia de la antro-
ciudades, sino que han hecho las ciudades con los inmigrantes. pología de Estados Unidos, caracterizada fuertemente en senti-
En la firmeza con la que ellos afianzan la capacidad asimilado- do culturológíco (respecto a los intereses sociológicos de la an-
ro, plasmadora, condicionadora de la metrópoli, está cierta- tropología social británica) se advierte en la indicación, como
mente el eco de la enseñanza de Simrnel, a cuyos cursos acudió objetos de investigación, «de las costumbres, de las creencias,
Park, la máxima autoridad de la Escuela de Chicago, en Euro- de las prácticas sociales y de las concepciones generales de la
pa; pero ciertamente también está la experiencia directa del cre- vida, que prevalecen en Little ltaly, en la parte baja del North
cimiento vertiginoso y de la transformación incesante de un Side en Chícago, o en la elevación de las concepciones más so-
conjunto de ciudades que lograban, bien o mal, integrar en la fisticadas de los habitantes del Greenwich Village o del vecinda-
sociedad americana centenares de millares, a veces hasta millo- rio de Washington Square en New York»; y como siempre para
nes de nuevos ciudadanos cada año. La teoría que Park y los la Escuela de Chicago, el proyecto y la práctica de la investiga-
otros elaboraron para sostener su convicción, la llamada eco- ción en el campo, son mucho más interesantes que la teoría, De
logía urbana, es de una desesperante sencillez y de un no me- modo que si su contribución en el desarrollo de la teoría antro-
nos desesperante determinismo; pero el problema que plantea- pológica es modesta, tiene razón Sobrero en afirmar que sus
ron no es gratuito. Han sido, sobre todo los estudiosos de orien- exponentes supieron «en los casos mejores (Louis Wirth sobre
tación marxista, en particular Castells, los que contestaron la todos) [...] traer de la antropología [...] el gusto por la observa-
acción condicionadora y plasmadora del ambiente urbano, rei- ción directa, detallada, participante), además de «la capacidad
vindicando para las fuerzas productivas y las relaciones de pro- de recoger la diferencia, en donde otros veían sólo realidades
ducción características de una determinada sociedad, la capaci- opacas y silenciosas, y de encontrar microregularidades, ritua-
dad de producir o al menos de plasmar la ciudad y los ciudada- les apenas esbozados, correspondencias entre signos, allí en
nos de esa sociedad. Sin embargo, el propio Castells tuvo que donde otros veían sólo confusión» (Sobrero, 1992).
admitir que el elemento espacial no es irrelevante; y por lo tan- Por desgracia esta, que era la parte más valiosa de la expe-
to.dos famosos caracteres de amplitud, densidad y heterogenei- riencia de Chicago, no encontró muchos seguidores en los
dad indicados por los de Chicago como distintivos de la ciudad, EE.UU., ni fuera de ellos por muchos años. Prevaleció la con-
merecen quizá un momento de reflexión, antes de ser liquida- cepción de los asentamientos humanos como comunidad, es
dos como meramente descriptivos. decir, como realidades sociales caracterizadas todas por una
El otro elemento interesante en los trabajos de la Escuela de gran homogeneidad y cohesión interna y autonomía hacia el
Chicago es la elección de una metodología antropológica. Tam- exterior. Lo más que se admite es que puedan variar de un caso
bién en este caso, la estructura teórica es discutible. Como posi- a otro los temas culturales, los valores compartidos y las institu-
ble inspirador de los estudios de dicha escuela se cita a Boas, ciones específicas que realizan esta homogeneidad y esta cohe-
que en 1928 publicara Anthropology and The Modern Liie, yes sión. Para Robert Redfield las diferencias entre asentamientos
posible que detrás de Boas, estuviera, como sugiere Sobrero, la rurales y asentamientos urbanos, entre pueblo y ciudad existen,

68 69
pero se pueden ordenar según un continuum rural-urbano. Va- ciudad recibe a los recién llegados. En el ámbito de la antropo-
rían los caracteres, cuya presencia o ausencia (o cuyo grado de logía cultural norteamericana, esta orientación produce una se-
presencia) permite asignar al grupo humano estudiado su colo- rie de investigaciones de auténtica antropología de la marginali-
cación en el continuum mismo; pero no se toma en considera- dad y en el mejor de los casos, es decir, en los trabajos de Osear
ción la posibilidad que entre un tipo y otro de agrupación hu- Lewis, la individuación de una «cultura de la pobreza», que vie-
mana las diferencias sean de orden estructural y, por lo tanto, ne correctamente descrita e inteligentemente analizada, pero ja-
recíprocamente irreductibles. Los estudios de comunidad se más puesta en relación puntual, funcional y dinámica con el
agotan en los EE.UU. hacia los años cincuenta, pero son expor- correlato, sólo en relación al cual el concepto de cultura de la
tados y se encuentran con la antropología británica en aquel pobreza tendría verdaderamente valor heurístico: la cultura de
curioso contenedor que serán los Mediterranean Studies. la riqueza (Lewis. 1966, 1972).
En los EE.UU. entre los años cincuenta y los años sesenta, Los estudiosos norteamericanos de antropología urbana
nace una nueva orientación que se autodefine por primera vez han elaborado también otra orientación de investigación cono-
como antropología urbana. cida con el nombre de antropología de la ciudad. En este caso,
Sobre todo en la fase inicial buena parte de la antropología la ciudad ya no es considerada como el telón de fondo de mi-
urbana americana se caracterizó como «antropología en la ciu- crorrealidades sociales de las que se quieren estudiar los carac-
dad», es decir, como una orientación de investigación que po- teres, sino que está en el centro de la escena, en una de las dos
nía en el centro de su interés la recuperación en el contexto ur- siguientes perspectivas: o como realidad espacial y social que
bano de sus tradicionales objetos de investigación: familia y pa- genera y condiciona actitudes y comportamientos; o bien como
rentesco, grupos locales y vecindarios, tradiciones y rituales, to- realidad espacial y social que se identifica, que está constituida
dos objetos que permitían al antropólogo continuar utilizando por aquellos comportamientos y por aquellas actitudes. Las dos
los instrumentos conceptuales y metodológicos que la tradición perspectivas no son en absoluto idénticas, ni la adopción de una
de su disciplina le ofrecía. Fue una larga cosecha de investiga- u otra es indiferente.
ciones que tuvieron el merito, junto con algunas orientaciones En todo caso, tienen en común el hecho de que no eluden el
de la microsociologfa, de evidenciar cómo las formas tradicio- dato central de la situación de investigación. La ciudad está ahí,
nales de la estructura social y del patrimonio cultural no se o mejor dicho, las ciudades están ahí. Cualquier cosa que sean
disuelven en el contexto urbano o metropolitano, aplastadas o no son idénticas ni a las bandas primitivas, ni a las sociedades
pulverizadas por los gigantescos mecanismos de la homologa- de tribus, ni a los pueblos. En otros términos, más formales, el
ción y de la anomia urbana; al contrario, estas formas se redise- enfoque de la antropología de la ciudad, respecto al enfoque de
ñan y se refuncionalizan hasta constituirse en elementos impor- la antropología en la ciudad, ofrece mayores garantías respecto
tantes no sólo de las vías de integración de los inmigrantes, sino a una limitación que se encuentra frecuentemente en las mono-
también del proceso entero de reestructuración que a causa de grafías antropológicas: la ignorancia total o la total puesta entre
la inmigración sufre la misma ciudad, tanto como estructura paréntesis de la relación que existe entre los fenómenos de mi-
urbana como unidad administrativa. productiva y social. Sin cro escala que se observan en el campo, y las estructuras y los
embargo, la antropología en la ciudad no llegará nunca muy procesos de macro escala de los que el campo fonna parte.
lejos. no sólo en las generalizaciones, sino ni siquiera en afron- Una antropología de la ciudad no puede olvidarse de este
tar nuevos terrenos de investigación (Goode, 1989). Al contra- problema, ya que ninguna ciudad es pensable como realidad
rio, le falta la capacidad teorética para asumir el doble, comple- aislada y circunscrita dentro de sus propios muros. Y es justa-
jo y relacional objeto de investigación que tiene enfrente; y en mente a partir de este dato que la antropología de la ciudad
lugar de estudiar la ciudad termina por estudiar cómo los re- ubica al menos dos cuestiones relevantes a las que es útil an-
cién llegados se adaptan a la ciudad, y más raramente, cómo la elar, yo creo, cualquier análisis de las situaciones urbanas.

70 71
En el caso en que la ciudad es considerada como un factor El estudio de la ciudad según hipótesis y métodos antropo-
determinante de actitudes y comportamientos, el punto impor- lógicos, que en EE. UU. había sido impulsado por el crecimiento
tante individuado es e! de la especificidad de la ciudad como tumultuoso de las grandes metrópolis, en Gran Bretaña nace en
ambiente físico; totalmente construido y, por lo tanto, total- relación a las situaciones que se dan en las colonias; casi como
mente humano, histórico, éste impone y, al mismo tiempo, tes- una irónica negación de la tesis, propia de algunos antropólo-
tifica una relación ---de los seres humanos con la naturaleza y gos ingleses, según la cual hipotetizar un vínculo entre evento y
entre ellos- diversa con respecto a la relación que caracteriza contexto corre el riesgo de ser, casi siempre, una operación ar-
cualquier otro tipo de asentamiento. bitraria.
Es éste un dato de partida que tiene una importancia indis- Generalmente se señala en el grupo de estudiosos reunidos
cutible; y e! hecho de que a partir de él se hayan construido en el Rhodes-Livingstone Institute de Lusaka (Zambia), funda-
discutibles determinismos de inspiración ecologista, usados do en 1938 y en segunda instancia en e! contemporáneo East
después tanto para celebrar la gloria de la ciudad como para African Institute of Social Research de Kampala (ambos depen-
alimentar el prejuicio antiurbano, no puede hacernos perder de dientes del Ministerio de las Colonias británico), a aquellos que
vista el dato de partida, esto es que el contexto urbano es un encauzan el nuevo filón de investigaciones. De ellos se habla
elemento fuerte, cuyas capacidades de condicionar actitudes y también como de la Escuela de Manchester, por e! hecho de
comportamientos deben ser valoradas específicamente y no da- que Max Gluckmann, e! segundo y más ilustre director de! Ins-
das por descontadas. En suma, deben ser problematizadas. tituto de Lusaka, se transfiera en los años cincuenta a la Univer-
La otra perspectiva, la que considera a la ciudad como el sidad de Manchester, donde, como consecuencia, se tornó el
producto de las relaciones sociales que se entrelazan en ella, centro de gravitación de todo e! grupo.
pone también en relieve un punto importante. Por más que sean Es verdad que también en otros territorios del imperio britá-
diferentes de una ciudad a otra, las relaciones urbanas tienen nico fueron llevadas a cabo investigaciones nuevas con respecto
siempre en común un carácter, que es un requisito necesario y al tradicional enfoque funcionalista y estructural-funcionalista:
quizá suficiente para el nacimiento de la ciudad: en la ciudad la sobre todo algunas investigaciones desarrolladas en la India tie-
división del trabajo socialmente necesario se separa, tendencial- nen en común con las africanas tanto el interés para el cambio
mente, de los vínculos de sexo y de edad y tiende más a estructu- socio-cultural, como la preocupación para una renovación teó-
rarse y articularse económicamente. Esto es, en base a una rela- rico-metodológica de la antropología. Justamente Sobrero ha
ción entre medios y fines que es congruente con los objetivos evidenciado el nexo entre la reflexión teórica de Evans-Prit-
privilegiados por la estructura de los poderes propios de cada chards y las investigaciones de la Escuela de Manchester; se
ciudad y de! sistema social del que forma parte. Éste también es puede también oportunamente observar que son las compara-
un presupuesto de orden general muy útil para estructurar y ciones y las reflexiones que Leach expondria sistemáticamente
encuadrar investigaciones a micro escala: por ejemplo, es evi- en Rethinking Antropology las que permiten sostenerse a las in-
dente que un presupuesto, como él que acabamos de mencionar, vestigaciones de G.F. Bailey. De hecho, Bailey está presente en
es indispensable para plantear correctamente las investigaciones la antología realizada por Fortes y Evans-Pritchard, African Po-
sobre familias y parentesco en la ciudad. Puede que también litical Systems, que en 1940 abre una nueva pista de investiga-
esta concepción de la ciudad, como producto de las relaciones ciones y reflexiones (Leach, 1961; Bailey, 1975; Fortes, Evans-
sociales que la constituyen, se esclerotize en teorias dominadas Prítchard, 1940).
por el determinismo económico o que se fragmente, al contrario, Cuando al final de la segunda guerra mundial el crecimiento
en una visión toda «desde abajo» de las estrategias de los acto- de las ciudades africanas, en particular las del llamado Cintu-
res. Pero si es utilizada con cuidadoso sentido critico, esta con- rón del Cobre, se vuelven objeto de atención por parte de los
cepción puede Ser extremadamente útil (Goode. 1989). estudiosos del Instituto de Lusaka, el aspecto que viene privile-

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giado como tema de estudio, es la inmigración, analizada sobre La preocupadón, por otra parte correcta, de constituir como
todo como experiencia de traslado del pueblo a la ciudad. Aun- objetos de investigación campos de relaciones localizadas, cir-
que Eipstein hubiese escrito ya en 1957 que «las ciudades afri- cunscribibles y, por lo tanto, accesibles a una observación siste-
canas [...] se desarrollaron en respuesta no a una necesidad in- mática, no sólo induce a los estudiosos manchesterianos a con-
dígena o nacional, sino más bien por las exigencias del expan- siderar los datos económicos y políticos que constituyen el
sionismo colonial» (Eipstein, 1964), esta constatación no con- contexto de la situación estudiada, como puros datos de fondo,
lleva para los estudiosos ingleses una problematización específi- sino que los exonera de tomar en consideración su incidencia
ca de lo que Balandier llama la «situación colonial»; una situa- en la situación estudiada. La hipótesis del trabajo originaria (la
ción en el interior de la cual, según el antropólogo francés, nada relevancia del impacto de las fuerzas externas varía al variar la
puede ser comprendido prescindiendo de la fundamental rela- estructura interna de la situación estudiada), a pesar de ser uni-
ción de dominación-sujeción y explotación que la caracteriza lateral y unidireccional, podía aún revelarse fructífera; pero se
(Balandier, 1973). vuelve poco a poco un estilo de investigación en el cual las fuer-
Esta posición de los manchesterianos no es fruto de superfi- zas externas son asumidas como una constante y, por ello, igua-
cialidad o ingenuidad teórica, ni de mala fe ideológica. Está ladas a cero; y las únicas variables tomadas en cuenta como
más bien en línea con la tradicional pretensión de «neutrali- independientes son las internas. La interdependencia de los
dad» de la antropología social británica, para la que el valor grupos sociales y la interrelación de las culturas, productos evi-
científico de una investigación antropológica está asegurado dentes del urbanismo y de las migraciones en la ciudad, una vez
por el refinamiento de sus instrumentos metodológicos y por su más no se vuelven objeto de investigación.
corecta utilización; mientras que no se considera necesario que A los antropólogos de la Escuela de Manchester, que también
el investigador explique sus premisas, tanto de orden cognosci- en lo referente a la construcción de instrumentos para el trabajo
tivo como valorativo, tanto personales como del grupo al cual en el terreno se colocan entre los más refinados estudiosos de la
pertenece; ni que problematice su relación con el objeto y el mitad del siglo, les falta esa conciencia de fondo que en cambio
terreno de la propia investigación. ya en los años cuarenta habría madurado en Ernesto de Marti-
En el plano de la afinación de los métodos no cabe duda que na; es decir, que aún el más refinado instrumento de análisis no
la Escuela de Manchester ha empezado un trabajo innovador, es neutral y no funciona si al usarlo el antropólogo no emplea su
con implicaciones interesantes, también en la reflexión episte- conciencia crítica de pertenecer en forma determinante a una
mológica. La crítica a la distinción entre sociedades simples y cultura históricamente dada. Para de Martina esta conciencia
sociedades complejas y la adquisición del principio, derivado de critica tenía una inmediata consecuencia epistemológica: la
la reflexión filosófica de Whitehead, que la sencillez no es un toma del dato etnológico como parámetro, por así decirlo, de la
carácter de las realidades sociales, sino el producto del conoci- cultura del antropólogo, es decir, en la inversión de la tradicional
miento científico sobre ellas: es por lo tanto simplificación; la relación entre cultura «blanca» y cultura «indígena». En las ciu-
distinción entre las diversas disciplinas fundada ya no en la na- dades africanas esta inversión y la consecuente posibilidad de
turaleza del objeto que escogen, sino en la perspectiva y en la construir un sistema con doble referencia (1a cultura de los blan-
escala de observación de los fenómenos que adoptan; las reglas cos como parámetro de la negra, de los negros como parámetro
propuestas para la delimitación del objeto de investigación; fi- de la blanca) era ofrecida por la situación misma, estaba en las
nalmente las propuestas metodológicas en sí mismas, como el cosas. No ha sido tematizada aún por los antropólogos man-
análisis situacíonal, entre las cuales resalta el concepto de red, chesterianos. En sus investigaciones, sin embargo, la referencia
aún hoy en día en el centro del debate (Piselli, 1995), atestiguan externa de la situación de los emigrados es todavía y por siempre
un nivel de reflexión más refinado que el norteamericano. su lugar de origen; y objeto de la investigación es el proceso en el
Sin embargo, mucho escapa a este sofisticado instrumental. curso del cual esos utilizando los recursos que ofrece su cultura

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tradicional y adecuando sus estrategias a la situación urbana, senso. Las contribuciones de Raymond Williams y de! denomi-
logran integrarse en la ciudad. Desde las tribus hasta la detribali- nado grupo de Birmingham (Williams, 1973; Hall, 1977) han
zación y de esta última al tribalismo es el recorrido que viene sido fundamentales para profundizar en esta problemática.
reconstruido y analizado; respecto al que permanece en e! fondo La orientación de fondo de estos estudios es marxista, cen-
no sólo la situación colonial, sino la misma situación urbana en trada en e! análisis de! rol de la cultura en las relaciones sociales
su complejidad. Al final de la lectura de las monograffas de la concebidas como relaciones conflictivas respecto a las relacio-
Escuela de Manchester, el lector tiene la impresión de haber visi- nes entre clases y grupos sociales cuyos intereses están en con-
tado una curiosa África, donde están los trenes y las minerías, flicto. No se trata de una concepción ni mecanicista, ni determi-
pero no los hombres blancos. nista de las relaciones sociales; al contrario, el rol de la cultura
Es muy importante una de las conclusiones más generales de en las relaciones de dominación y explotación es problematiza-
las investigaciones de! Rhodes Livingstone Institute: que e! com- do como objeto que hay que estudiar a través de la investiga-
portamiento de los inmigrantes es siempre un comportamiento ción empírica, y ya no como efecto descontado de la relación
activo, que es guiado por elecciones, administrado según estrate- entre fuerzas productivas que lo superdeterminan (?).
gias conscientemente adoptadas y, por lo tanto, de alguna forma Marcus nota que «Williams pertenece a la tradición marxis-
innovador. Pero permanece e! hecho de que la falta de análisis ta inglesa y comparte e! interés por la cultura, junto a aquellos
del contexto, el aislamiento artificioso en que la situación de los que parecen hoy los más capaces de producir la etnograffa más
inmigrantes es colocada, hace aparecer sus elecciones más libres refinadamente realista, sensible a los problemas de! significado
y dotadas de poder de lo que son en realidad. cultural pero, al mismo tiempo, firme en arraigar los análisis de
En los manuales de antropología urbana se menciona mar- la vida cotidiana en la perspectiva marxista sobre la economía
ginalmente, cuando no se descuida por completo, otra comente política capitalista" (Marcus, 1986: 170).
de estudios británicos que no caben, ni formalmente ni sustan- La «etnografía refinadamente realista» que cita Marcus se
cialmente, dentro de los cánones de la antropología social britá- revela como un instrumento particularmente adecuado para los
nica, pero que ofrecen al antropólogo interesado en las ciuda- estudios de antropología urbana.
des y en las dinámicas culturales en contexto urbano, algunos «Es en las ciudades que tiene su morada la cultura popular
preciosos elementos de reflexión. Se trata de los llamados Cul- contemporánea. En los portales, en las tiendas, en las pantallas
tural Studies, una definición, que, considerado el terreno y el audiovisuales, en los cines, en los clubes, en los supermercados,
contenido de las investigaciones de estos estudiosos, podremos en los pubs y en la búsqueda afanosa, el sábado por la tarde, de
traducir como estudios de los procesos de producción de la cultu- los vestidos que comprar para e! sábado en la noche... Como
ra de las clases subalternas en la sociedad industrial y postindus- cualquier otro espacio también la estructura de la ciudad está
trial. En los orígenes de los Cultural Studies se coloca el estudio cargada de significados y está también cargada de poder, ya que
ya clásico de Hoggart, The Use o{Litteracy, dedicado al análisis los detalles materiales de la vida urbana, nuestras casas, las ca-
de los procesos y de los efectos de la alfabetización de la clase lles donde vivimos, las tiendas que frecuentamos, los transportes
obrera inglesa (Hoggart, 1957). Su conclusión más interesante y que usamos, los pubs que visitamos, los lugares de trabajo, la
por la época, casi desbaratada, es el descubrimiento de que al- publicidad y los anuncios que leemos, sugieren muchísimas de
fabetizarse no significa necesariamente adquirir instrumentos las estructuras de nuestras ideas y de nuestros sentimientos. Es
de emancipación: frente a la escolarización de masa ha sido una experiencia cotidiana que ininterrumpidamente condiciona
creada la literatura popular de masa, que ha constituido en In- nuestras orientaciones, ya sea cuando tomamos una decisión, o
glaterra no sólo un florido mercado sino un potente instrumen- cuando expresamos una opinión sobre los hechos del día»
to de orientación y dirección de la producción cultural popular: (Chambers, 1986: 17). No creo que se podría definir de un modo
un instrumento de integración social y de producción del con- mejor el campo de investigación de la antropología urbana.

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El paradigma positivista «predominante en las ciencias so- lógica francesa; al mismo tiempo los nudos problemáticos, que
ciales anglo-americanas en la posguerra» (Marcus, 1986: 169), individua, lo solicitan a una reflexión critica sobre las mismas
no ha marcado tan fuertemente las ciencias sociales en Francia. categorías marxistas. El primer resultado es un precoz descu-
Aquí la influencia dominante ha sido la del estructuralismo. Su brimiento de la «historia de los pueblos sin historia» en trabajos
más notable exponente, Claude Lévi-Strauss ha expresado un que no sólo ponen en crisis el estereotipo de África como conti-
juicio negativo acerca de la posibilidad y de la conveniencia; nente de aldeas, sino que (y este es el segundo resultad') impor-
para la antropología, del estudio de las sociedades occidentales. tante) muestran concretamente cuánto el análisis antropológico
Lévi-Strauss retoma y repropone, en Iorrna más refinada, la vie- puede ganar mediante la adopción de una perspectiva histori-
ja oposición de Durkheim entre sociedades a solidaridad mecá- cista (Balandier, 1955, 1969, 1973, 1977). Desde esta perspecti-
nica y sociedades a solidaridad orgánica, que en el plantea- va, es posible darse cuenta de que las sociedades africanas no
miento de Lévi-Strauss devienen respectivamente sociedades son estáticos sistemas integrados según un modelo mecánico y
frías, gobernadas por reglas mecánicas, con escasa producción destinados a reproducirse infinitamente en ausencia de inter-
de entropía y tendencia! mantenimiento del estado inicial; y so- venciones externas. Las sociedades africanas están cargadas de
ciedades calientes, caracterizadas por un modelo de tipo termo- tensiones y, por lo tanto, potencialmente obligadas a encontrar
dinámico, con gran dispendio de energía y constante mutabi- nuevos equilibrios o a enfrentar el riesgo de crisis radicales.
lidad. Las primeras son interpretables a través del uso de un Sobre este punto el diagnóstico de Balandier llama a la memo-
modelo mecánico, las segundas sólo a través del uso de un mo- ria el de Gluckman en Closed Systems and Ope11 Mind; pero la
delo de probabilidades, de tipo estadístico. Como consecuencia verdadera novedad introducida por Balandier es la abierta afir-
de esta situación, la antropología, ciencia interesada en las re- mación que también en las sociedades africanas, tensiones y
glas universales del actuar humano, no puede y no debe estu- conflictos nacen de desigualdades y de formas de opresión que
diar las sociedades modernas, si no para buscar en ellas, lo que son estructurales en el sentido que estructuran las sociedades,
subsiste o aparece de las sociedades frias. Sólo estas últimas, en incluso las sociedades tribales. En las sociedades tribales los
efecto, permiten tomar las estructuras elementales y fundantes hombres ejercen un poder sobre ~_as mujeres, y los ancianos
de la vida humana (Lévi-Strauss, 1966). sobre los jóvenes. Balandier demuestra que es posible fundar el
Sin embargo, la hegemonía del paradigma estructuralista en poder sobre bases diversas las del monopolio de la violencia o
Francia,' a pesar de su fuerza, no ha vivido sin contrastes: pese a del control de los medios de producción: el poder puede fundar-
la prohibición levistraussiana, ha existido y existe en Francia no se y legitimarse en el control de la producción de las relaciones
sólo quién estudia las ciudades en las sociedades complejas oc- de parentesco; en el monopolio del prestigio; en la apropiación-
cidentales, sino hasta quien fue a buscar la complejidad en las enajenación del capital mítico e ideológico de un grupo. Son
sociedades «simples». En cierto sentido, es justamente a las in- ideas y construcciones analíticas que se revelan fecundas no
vestigaciones sobre las ciudades africanas y sus procesos de ur- sólo en el análisis de la realidad africana sino también en la
banización en África, a las que hay que referirse cuando se occidental (Ba1andier, 1985).
buscan los orígenes de la antropología urbana en Francia, ya Otro concepto de Balandier parece importante por sus im-
sea para la individualización de los temas, y quizá todavía más, plicaciones teóricas y epistemológicas: el de situación poscola-
para el armado teórico. Una contribución de gran relieve es la nial. Es como Balandier propone definir al conjunto de condi-
de George Ba1andier. El marco de referencia de Balandier es ciones generales en en las que se encuentra el antropólogo que
ciertamente de origen marxista, pero la suya no es una mecáni- realiza investigaciones en las sociedades africanas a partir de la
ca aplicación de las categorías marxistas en las sociedades afri- segunda posguerra. Tal definición subraya la importancia de
canas. La problemática marxista le impulsa a ver las realidades la relación entre los grupos locales y el contexto en el que estos
africanas en una perspectiva nueva respecto a la tradición ctno- grupos están incluidos. Poscolonial es, en efecto, un adjetivo

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que tiene implicaciones temporales y espaciales de gran espe- Probablemente, a él le gustarla escuchar que se clasifican
sor: evoca una profundidad en el tiempo al menos de dos siglos como investigaciones de «antropología de las sociedades com-
y una amplitud en el espacio al menos continental. Es más: es plejas», ya que justamente rechaza el concepto de sociedades
un adjetivo que implícitamente se refiere a una relación y a su simples. Digamos pues que las investigaciones de Balandier hay
historia. La idea de colonia implica que haya colonizados y co- que recordarlas con justa razón entre aquellas que, más que
lonizadores; por lo tanto, definir una situación «pos,~olonial» otras, han contribuido a liberar la antropología de la equivoca-
significa inequívocamente hipotetizar que aquella relación no ción del estudio del «salvaje que ya no existe, pero hagamos
sólo marcó el pasado sino que aún condiciona la situación pre- corno si existiera todavía». Respecto a la antropología urbana,
sente de los grupos objeto de estudio. En otras palabras defi- entendida en sentido estricto, Balandier le ha preparado el te-
niendo poscolonialla situación general de África, se dice implí- rreno donde crecer: no es una mera coincidencia el que haya
citamente que las condiciones locales deben ser comprendidas sido alumno de Balandier quien es hoy quizá el más brillante
teniendo en cuenta también la situación general a escala conti- entre los antropólogos franceses que se ocupa de la ciudad, Ge-
nental, el pasado al que esta situación se refiere y las relaciones rard A1thabe.
que, a macro escala, estructuraron y estructuran esa situación. A preparar el terreno para la antropología urbana en Fran-
Cuando Marcus volvió a proponer, en 1986, la problemática cia han cooperado también algunos sociólogos de la ciudad,
de la relación entre fenomenología de micro escala y estructura precisamente Chombart de Lauwe y H. Lefebvre.
de macro escala, 1 y al encontrar a sus precursores, Raymond P.H. Chombart de Lauwe es el autor de La vie quotidienne
Williams, en la tradición del marxismo británico y en el estudio des [amilles ouvriéres, un libro verdaderamente pionero publica-
de Paul Williams Leaming lo Labour: How The Working Class
do en 1956. La obra se proponía estudiar «cómo se están modifi-
Kids Gel Working Class Jobs (Willis, 1981) un ejemplo impor-
cando las relaciones entre los ambientes sociales, las clases, las
tante de los resultados que este enfoque puede dar, proponía,
prácticas y las representaciones». «La observación en profundi-
por lo tanto, un tema ya explorado; y culpablemente, ha ignora-
dad [...] permitía comprender la relación entre los diferentes as-
do (¡cómo buen americano que le, sólo en inglésl) la obra de
pectos de la vida cotidiana y de los modelos culturales, la rela-
George Balandier. Constantemente está presente en la atención
ción entre los grupos sociales y un ambiente material en vías de
de este autor aquella forma específica de la relación entre fenó-
transformación» (Chombart de Lauwe, 1977 3; 13). A pesar de
menos de macro escala y realidad de micro escala que es la
ciertos esquematismos (que Chombart de Lauwe antes que otros
producción de ideología y de consenso, y hay que señalar que
ha individuado), el enfoque de su investigación proponía ya al-
de esto él se ocupa tempranamente, en el contexto de la rela-
gunos ternas fundamentales, entre los cuales me parece que hay
ción entre colonizado y colonizador (Balandier, 1977a), pero
que señalar la idea de que las relaciones entre los grandes grupos
también en estudios más tardíos que consideran autónoma-
sociales y entre estos y el ambiente deben ser estudiadas a partir
mente, desde su interior, las situaciones africanas (Balandier,
de las vivencias cotidianas de los sujetos y del sentido que las
1977b) o las europeas (Balandler. 1985).
vivencias asumen a través del filtro de la plasmación cultural. Ya
a fines de 1956 Chombart de Lauwe proponía una investigación
l. Marcus, en el ensayo ya citado varias veces, se refiere a la compilación Advances que trataba además de sustraerse a las divisiones disciplinarias
in Social Iheory, coordenada por K. Knorr-Cetina y A. Cicourel en 1981, donde se
proponen tres formas de «integrar las perspectivas micro y macro». La más aceptable para tematizar en cambio «la implicación de los investigadores
y eficaz, según Knorr-Cetina y según el propio Marcus es aquella en donde «los macro- en los ambientes que estudiaban» (ibíd.: 17).
sistemas son representados en la forma en la que son imaginados o integrados en el Firmemente ubicado en este terreno teórico y metodológico,
desenvolvimiento de los procesos vitales de una rnícrcestructura que sea intensamente
estudiada e interpretada» (p. 169, trad. mía). En una perspectiva a la Popper no se a la frontera entre antropología y sociología, Chombart de Lau-
puede hacer otra cosa más que alegrarse por la convergencia de juicios entre estudio- we ha realizado a lo largo de los años muchas más interesantes
sos, aunque hayan sido necesarios más de veinte años para su maduración. investigaciones: La culture el le pouvoir (1975) plantea el proble-

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ma del papel de la cultura en las relaciones de poder; mientras como la primera investigación de antropología urbana desarro-
ya en 1982, La [in des vil/es: mythe ou realité pone sobre la mesa llada en Francia: Ces gens-la de Colette Petonnet (Petonnet,
algunas de las más urgentes interrogaciones que propone el fu- 1969). Estamos en 1969. Muchos años después Gutwirth obser-
turo de la ciudad, logrando integrar la problemática ecológica y vará que el trabajo de Petonnet (y otros contemporáneos inclu-
las perspectivas ligadas a la tecnología avanzada en un análisis sive una investigación del mismo Gutwirth de 1970) practica-
no reductivo, que de todos modos no borra del cuadro los suje- ban «puntualmente la antropología urbana según modalidades
tos humanos en cuanto sujetos económicos, sociales y cultura- que aparecían "naturalmente" una continuación de la lección
les, ni los conflictos que entre estos sujetos se dan. No se puede de la antropología tradicional» (Gutwirth, 1982). En una prime-
reconocer al aún fascinante Perecer de Kevin Lynch (1992) un ra lectura esta impresión parece verdadera y parece reforzada
planteamiento teórico tan robusto. aún por el hecho de que el prefacio del libro de Petonnet es de
Figura compleja de filósofo, sociólogo, critico literario, mar- Andre Leroi-Gourhan mientras que en el libro de Gutwirth es
xista expulsado del PCF en 1958, Henry Lefebvre es una figura de Roger Bastide. Pero, como observa el mismo Gutwirth, estos
cuya presencia en los alrededores de las investigaciones france- importantes decanos de la antropología «supieron reconocer
sas de antropología urbana no hay que olvidar. Interesado en que allí, en efecto, se estaban abriendo caminos nuevos». De
una revisión antidogmática del marxismo, encuentra también modo que a pesar de que los franceses lamentan un retraso en
el problema de la cotidianidad, de la vida de cada día, como los estudios de antropología urbana y lo atribuyen a causas en
ámbito en el cual se diría, con el lenguaje de hoy: se confrontan cierto sentido análogas a las que operan en Italia, sin embargo,
macroestructuras y microsucesos. En la perspectiva de Lefeb- el camino de la investigación en Francia ha sido más veloz y
vre esta comparación no es concebida como una mecánica y consistente. Lo atestiguan las reseñas bibliográficas y las re-
neutral reproducción de las macroestructuras en las representa- copilaciones de contribuciones de autores diversos tEihnologie
ciones que los sujetos producen en la micro escala de la cotidia- [rancaise 1982; L'homme, 1982, Terrain, 1984; Althabe, Fabre,
nidad; se trata en cambio de una relación de poder, ya que las Lencloud, 1992).
macroestructuras condicionan, al menos desde un cierto punto En la actualidad particularmente interesante aparece la posi-
y hasta cierto punto, la misma producción de las representacio- ción epistemológica elaborada por Gerard Althabe. Originaria-
nes. En este cuadro el problema del espacio presenta un interés mente africanista, directamente influenciado por Balandier, Alt-
especial. Lefebvre mismo resume así su tesis central: «un modo habe promovió la constitución, en la Escuela de Altos Estudios
de producción organiza-produce su espacio (y su tiempo), así en Ciencias Sociales de París, primero de un equipo permanente
como produce ciertas relaciones sociales. De esta forma se rea- de investigación en antropología urbana, y actualmente de un
liza. [...] El modo de producción proyecta en el terreno esas centro de investigación sobre los mundos contemporáneos. En
relaciones y este hecho tiene una retroacción sobre ellos, aun- algunos importantes artículos (Althabe, 1990a, 1990b) Althabe
que no existe una correspondencia exacta como si estuviese sintetiza los puntos fuertes de su epistemología. En ciertos as-
programada con anticipación, entre las relaciones sociales y las pectos su posición recuerda a la antropología reflexiva de Bour-
relaciones espaciales (o espacío-temporales)» (Lefebvre, 1986 3: dieu (Bourdieu, 1992), y también al etnocentrismo critico de
IX). A partir de esta hipótesis central, tan obvia -hoy- como Martino (de Martino, 1979). Asimismo, Althabe propone con mu-
iluminante, Lefebvre ha trabajado muchos años, reflexionando cha fuerza el carácter (fundador» de la relación que el investiga-
sobre la ciudad, la casa, la urbanística (Lefebvre, 1973a, 1973b). dor establece con sus interlocutores. Esta relación se desarrolla
Aunque si bien no es frecuente encontrar a Lefebvre y en un contexto que el investigador ha «producido» ya que es el
Chombart de Lauwe citados por los antropólogos franceses, mismo que, realizando un corte en la realidad social, «produce»
creo que es oportuno tener presente este telón de fondo para sus interlocutores como actores de una particular configuración
colocar adecuadamente la que viene comúnmente indicada de la cual él se considera extraño y en la que quiere entrar a

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formar parte para «conocerla desde su interior». Hasta qué pun- tas posiciones de Néstor García Canclini, el antropólogo argen-
to esta configuración sea real y no sólo imaginada por el antro- tino que trabaja en la Ciudad de México, en donde ha realizado
pólogo, únicamente la investigación puede decirlo; pero esto sig- algunas extraordinarias investigaciones sobre la producción
nifica que «la pertinencia de la perspectiva que ha sido seleccio- cultural y el consumo cultural (Canc1ini, 1994a, 1995). Ambos
nada como cuadro de referencia para la investigación, debe ser están interesados en la «producción de la ciudad» en las prácti-
constantemente verificada en el curso mismo de la investiga- cas de los habitantes; ven estas prácticas dibujarse y realizarse
ción» (A1thabe, 1990b: 128) y sin olvidar nunca que también e! en el interior de campos de relaciones que son siempre también
antropólogo es parte de la configuración: son sus interlocutores relaciones de poder; consideran, finalmente, que e! campo de rela-
que, desde que 10 encuentran, lo «producen» como actor de la ciones no puede ser totalmente comprendido más que en re-
configuración que él quiere estudiar y lo utilizan en los juegos lación a su contexto, que no se puede, en resumen, analizar el
sociales que pertenecen contemporáneamente a ellos y al campo local, prescindiendo de la realidad global (Canc1ini, 1994b).
de investigación que él ha recortado. Simultáneamente compro- Un caso como el de México plantea con mucha evidencia la
metido a «entrar dentro» y a «restablecer la propia distancia de», cuestion de! fin de las ciudades. Como hemos visto ya en 1982,
e! antropólogo debe «organizar e! desarrollo de su investigación Chombart de Lauwe publicaba un libro con este título. En 1961
en forma tal como para poderse permitir una autoreflexión per- salió en los EE.UD. The Death and Life of Great American Cities
manente» (ibúi.: 130). Por otra parte, cualquiera que sea la confi- de Jane Jacobs, un libro profético que identificaba en el automó-
guración social que e! antropólogo ha recortado, sus interlocuto- vil e! peor enemigo de la vida urbana. Jacobs obtuvo una notable
res forman parte de ella de manera, si no es temporal e intermi- fama internacional, y en su patria una alta dosis de ostracismo
tente como él, ciertamente parcial. En la ciudad, la separación por parte de los círculos que cuentan; pero ni ella ni nadie ha
entre la residencia, el trabajo y los lugares de tiempo libre es una logrado detener la motorización de masa (Jacobs, 1969).
condición generalizada; y el antropólogo no puede olvidar que e! El fin de las ciudades es un tema propuesto siempre, más
lugar en que ha fijado la propia sede de investigación es un «aquí frecuente en los últimos años. Se presta a infinitas variaciones,
y ahora» de sujetos que pertenecen a una multiplicidad de otras más o menos inspiradas en la ciencia ficción; más allá de las
situaciones sociales (A1thabe, 1990a: 127). A1thabe rechaza toda cuales, sin embargo, es un tema que todavía merece que se re-
legitimidad a las posiciones que absolutizan y autonomizan el flexione críticamente sobre él. Según algunos autores, cuando
rinconcito de ciudad en que se desarrolla la investigación; no las las ciudades crecen a la dimensión de metrópoli, o de megaló-
acepta porque las considera desviadas, expresiones como «cultu- polís. tienden, justamente a causa de las dimensiones, a trans-
ra de empresa» o «de administración», «pueblo urbano», «tribu formarse en aglomerados que tienen poco o nada de urbano:
urbana» y similares, aunque sí usadas metafóricamente. Si sus empezando por el imaginario de los habitantes, que ya no las
interlocutores no pertenecen totalmente a la situación que él es- perciben unitariamente y menos aún pueden experimentarlas
tudia, será inútil que el antropólogo intente estudiarla como una como realidades unitarias. Estas infinitas extensiones de cons-
totalidad. Más bien A1thabe propone estudiar «e! trabajo de! trucción atravesadas por autopistas urbanas, no tendrían nada
imaginario que produce la ciudad para aquellos que la habitan: que pudiera distinguirlas unas de otras, que les diese una iden-
la recomposición, la apropiación, el uso de la ciudad. Este traba- tidad; y, por lo tanto, ya no podrían ser a su vez, matrices de
jo del imaginario en los discursos de los habitantes, es para el identidad (Sennet, 1992). Sin embargo, justo las investigaciones
antropólogo un camino para relacionarse con ellos como actores de Canclini y de otros antropólogos latinoamericanos muestran
de prácticas y para comprender el sentido de sus posiciones» cómo la imaginación de las nuevas tecnologías, alimentándose
(A1thabe, 1984: 4). recíprocamente, ofrece al menos algunas alternativas al antiguo
La teorización de Althabe, muy convincente y rica de suge- paseo por la avenida principal, produciendo no la desaparición
rencias, presenta algunas significativas convergencias con cier- de la ciudad, sino nuevas prácticas y nuevos imaginarios urba-

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nos, a veces, pero no siempre violentos y dramáticos (Canclini, Que sean viajeros urbanos que alcanzan cotidianamente la
Nivón, Safa, 1993; Martín Barbero, 1993; Herrén, 1993). metrópoli, pero prefieran residir en un pueblo; o que realicen
Oscuro y preocupante parece a primera vista el cuadro dibu- en su casa un trabajo que pueda utilizar las conexiones telemá-
jado por Kevin Lynch en su último trabajo, publicado después ticas; o que haya puesto en marcha una actividad en el mismo
de su muerte, en 1992. Intitulado en italiano Perecer, el título en lugar de residencia, de todos modos este nuevo pueblo de habi-
inglés, Wasting Away, está más cargado de culpables implica- tantes de los telecottages, encamaría todas las megatendencias
ciones. La catástrofe ecológica es explorada en todos sus posi- de la nueva cultura contemporánea, que Wallman resume con
bles desarrollos terroríficos pero no improbables, si se toman las palabras de otros dos estudiosos. «Preferencia por la descen-
en cuenta muchos comportamientos ya generalizados a escala tralización contra la centralización; proveerse solos más que
planetaria. Pese a ello, Lynch, en la más pura tradición del contar con la asistencia y los servicios públicos; preferencia por
pragmatismo optimista americano, practicable también porque las formas de vida y de organización pequeñas, más que por
él borra completamente de su discurso todo análisis de las con- aquellas de gran escala; preferencia por las opciones múltiples
veniencias y de las responsabilidades específicas, considera que más que por las dicotomías; preferencia por la actividad econó-
sea posible convertir «positivamente» los desechos, el desperdi- mica informal respecto a la formal; deseo de una vida centrada
cio, el enajenado consumo; en síntesis, en su tesis, se deberá y en lo privado; reprivatización de la vida familiar» (Naisbitt y
se podrá aprender a programar y a dirigir la declinación. Aburdene, en Wallman, 1993).
Más allá de las diferentes interpretaciones, un dato objetivo En la sociedad industrial los sujetos decidían su residencia,
parece confirmar la tesis de una posible muerte de las ciudades. su identificación con un lugar en base justamente al trabajo y a
Después de más de dos siglos de crecimiento, más o menos su propia pertenencia originaria (región de origen, religión, per-
veloz pero continuo, las ciudades y sobre todo las metrópolis tenencia lingüística, etc.). Actualmente, se estaría dibujando
han entrado en un ciclo de baja demográfica. El fenómeno, ad- una petición de contextos locales totalizantes «holísticos». pero
vertible en todo el mundo occidental, ha asumido dimensiones que permitan asumir identidades flexibles. Es, según Wallman,
significativas también en Europa. No puede ser explicado sólo l~ petición de un nuevo tipo de vida urbana. Ya que estas peti-
con la baja de la natalidad; como muestran los análisis que se- ciones se apoyan en el soporte de la tecnología informática, «no
ñalan el crecimiento de los centros pequeños y medios, se trata hay razón para que la ciudad postindustrial no pueda satisfa-
de una verdadera y propia «fuga» de las ciudades. No estamos cerlas» (Wallman, 1993: 12).
frente a un fenómeno generalizado: además de ser todavía nu- Pero, ¿qué clase de ciudad será la ciudad de los telecottages?
méricamente contenido, parece presentar algunos caracteres Hans Schilling, que ha estudiado los pueblos de los alrededores
distintivos. Afecta principalmente, a familias de la clase media y de Frankfurt, ellos también blancos de las clases medias que
sobre todo media alta todavía jóvenes con hijos. Estos sujetos quieren dejar la metrópoli, habla de «urbanismo sin urbani-
no desean vivir en las colonias suburbanas, sino en un pueblo, dad». La nueva urbanidad coincidiría más con la seguridad que
en una aldea de pocos millares de habitantes, pero que no esté con la libertad, con la estabilización de relaciones de familiarí-
lejos, ni de la ciudad de medias dimensiones, ni de las grandes dad en lugar de la activación de relaciones heterogéneas y que
vías de comunicación. Por estas características, S. Wallman se renuevan continuamente, con el retiro en lo privado y con
considera que este fenómeno puede ser considerado típico de la una vida pública ficticia, ya que en ella la política es espectacu-
sociedad postindustrial, ya sea en el sentido que se ha hecho larizada, y el consumo es la base para definir el rango y el pres-
posible por las innovaciones ligadas a la tecnología informática tigio (Schilling, 1993).
y telemática y por las transformaciones del ciclo productivo; sea Que se comparta la posición pseudoneutral y en el fondo
también en el sentido que expresa los nuevos valores y las nue- optimista de Wallman o el pesimismo de Schilling, es de todos
vas aspiraciones pos modernas. modos imposible no reconocer que la problemática de la socie-

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dad postindustrial debe se, incluida desde ya en el cuadro de la CAPITULO SEXTO
antropología urbana. Ya hemos entrado en la sociedad cablea-
da y no es una novedad afirmar que la telemática ya incidió, y
más en el futuro, en la estructuración del tiempo y del espacio,
ESTUDIAR UN PROBLEMA
en las relaciones sociales, en la división del trabajo. en la cuali- A ESCALA NACIONAL: LA CASA EN ITALIA
dad y cantidad del trabajo socialmente necesario. Sin embargo,
la tarea de comprender las nuevas formas culturales necesita la
misma paciencia y prudencia, yo creo, que tradicionalmente la
antropología tuvo que utilizar para interpretar cualquier reali-
dad cultural.
Además de los ya someramente indicados, un tema, en par-
ticular, me parece fascinante para una antropología reflexiva de
la ciudad cableada. La mediatización ha dado nuevo cuerpo a
un viejo fenómeno: las modas culturales. Siempre existieron,
pero a diferencia de lo que sucedía en el pasado, ahora ya no
son elitistas, sino de masa, tienen una difusión capilar a nivel a
veces planetario y siempre muy extendidos, tiene una obsolen-
cia muy rápida, hasta ahora inédita aún por las modas ¿Qué ¿Cuántas casas se necesitan para un cierto grupo de seres
aportan, qué destruyen, qué dejan tras de sí como sedimento? humanos? Y, ¿cuáles deben ser sus caracteristicas cualitativas?
Consideraría estúpida una antropología que por juzgar- Las sociedades modernas que se encuentran en una contradic-
las como fenómenos efímeros y superficiales, no las considera- toria, y no fácil situación, deben responder a estas preguntas, si
se como posibles objetos de estudio. Aún más estúpido seria, no quieren provocar la crisis de un sector importante de su me-
obviamente, creer que los análisis más adecuados para los fenó- canismo de desarrollo o al menos de reproducción, que se fun-
menos efímeros, sean los extemporáneos e improvisados. da, en definitiva, en la satisfacción programada de necesidades
tanto previsibles como estandarizadas; pero, ya no pueden ha-
cerlo en base a una concepción y a un estilo de vivir UIÚVOCOS,
probados y consolidados por una tradición. En las sociedades
modernas uniformidad y previsión de las necesidades son pro-
ducidas no sólo transmitidas como una herencia social. ¿Qué
implicaciones tiene todo esto, cuando se trata de la casa?
Ciertamente «tener una casa» es una de las características
universales de la especie humana. No conocemos un grupo hu-
mano, por burda que sea su tecnología no haya elaborado al-
gún tipo de reparo, que cuando menos agilice la relación entre
la especie humana y el ambiente. Pero no se trata sólo de esto.
El refugio humano nunca es solamente un cobijo, nunca tiene
sólo una función exclusivamente instrumental de abrigo. Tam-
bién es siempre una casa (Lanternari, 1965). A la casa o, en
términos más técnicos, al sistema habitacional de un grupo hu-
mano puede ser legítimamente aplicada la definición de hecho

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social total (Mauss, 1965). Las casas de un grupo, en efecto, Este estado de cosas ofrece a la antropología una oportuni-
incorporan en sí y objetivan dándoles una forma: el saber empí- dad de investigación importante. La adopción de una metodolo-
rico del grupo y las modalidades de su relación con el ambiente gía comparativa es posible: la vivienda originaria de los italia-
«natural» en que vive; el saber técnico y la instrumentación de nos, si queremos decirlo así, la vivienda de «antes de la guerra»,
que el grupo dispone; la estructura social del grupo, desde los puede ser comparada con la de finales de los años setenta. La
vínculos parentales hasta la estratificiación social y las jerar- conciencia de que los dos términos a comparar están unidos
quías; las reglas con las que son asignados los recursos al inte- por un proceso histórico (no sólo por una decisión del investi-
rior del grupo, y finalmente el horizonte simbólico del grupo, gador), hace posible la contemporánea adopción de un procedi-
sus creencias, sus valores, sus mitos y sus ritos. La casa es, por miento interpretativo de corte historicista, atento en acoger las
lo tanto, un objeto de análisis muy complejo, ya que, es de he- dinámicas culturales que unen los dos términos a comparar
cho un objeto polifuncional y polisémico. (Lantemati, 1974; Brelich, 1979).
¿Estas polifuncionalidad y polisemia son caracteres todavía Las páginas que siguen presentan un cuadro global de la
actuales, aún reconocibles en las casas producidas por las socie- situación italiana, construido tomando en consideración los fe-
dades contemporáneas? 0, como han sostenido algunos, ¿la nómenos a escala nacional. En la tercera parte de este volumen,
exigencia de dar rápidamente respuestas cuantitativamente el lector paciente podrá encontrar un ejemplo de investigación
adecuadas a una petición de vivienda que crecía en forma expo- sobre la vivienda conducida a escala local.
nencial, hizo que se produjeran habitaciones extremadamente
simplificadas en el plano cualitativo, en el sentido de que se les
ha quitado buena parte de sus funciones y significados, redu- La casa en ambiente campesino
ciéndolas a unas machines a habiter? Y si es así, ¿quién realizó
la simplificación del modelo habitacional? ¿Y según qué crite- Aún en 1951 la población italiana que trabajaba en la agri-
rios? Y finalmente, nosotros que vivimos en casas modernas, cultura era el 42.2 % de la población activa. En 1995 tal porcen-
¿cómo vivimos en ellas? ¿Hemos renunciado a la multiplicidad taje era sólo del 8 %. De este dato se puede deducir que tan
de las funciones y de los significados de la casa, o hemos refun- radical ha sido, en los últimos cuarenta años, la transformación
cionalizado y resemantizado las máquinas para vivir? de la sociedad italiana; pero se puede también deducir que tan
Aunque útiles para enfocar el problema, las preguntas que alto es el porcentaje de población que nació y vivió la primera
preceden son del todo inútiles para buscar respuestas. Son, en parte de su vida en ambiente rural.' Es paradójico, pero es un
efecto, preguntas al mismo tiempo demasiado generales y densas. dato real: el país de las cien ciudades es un país de inurbados.
Trataré de circunscribir el campo de la reflexión acerca de la Por ello, me parece correcto empezar el análisis precisamente
casa, limitándolo a Italia en los años de la segunda posguerra por la casa campesina, que es para la mayor parte de los italia-
hasta el final del decenio de los años setenta, y se trata ya de nos una experiencia todavía cercana y con toda probabilidad
dimensiones espacio-temporales muy amplias. No las he esco- condicionante.
gido al azar. En ese lapso, Italia pasó por una transformación Al final de la guerra, para toda la Italia "pobre» puede decir-
radical en términos de urbanismo, urbanización, industrializa- se que el territorio era el único recurso verdadero disponible, la
ción y desarrollo del tercer sector (Ginsborg 1989; Lanaro 1992; única posible fuente de subsistencia, de trabajo, de riqueza. No
Barbagallo 1995). Muchos millones de italianos "se cambiaron
de casa», en el sentido material de la expresión, pero también 1. Para muchos ínurbados el desarraigo del campo no es definitivo. Mantuvieron
una casa y a menudo también intereses en la ciudad de origen a la que regresan
en el sentido cultural, ya que han escogido (algunos), han acep- periódicamente, aún cuando son emigrantes en el exterior. Pero no se trata en absolu-
tado (otros), y han sufrido (otros también) al adaptarse a un to, desde ningún punto de vista, de un regreso a la condición campesina. Ver al respec-
modo de vivir diferente al que estaban acostumbrados. to Miranda (1996).

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era un recurso abundante. Ni siquiera en el pasado lo fue, por- revueltas y de las múltiples formas de resistencia campesina, la
que si la densidad de la población no llegaba a los niveles actua- ideología de la propiedad privada, y por lo tanto, el valor asig-
les, una parte no pequeña del territorio no era utilizable por la nado a la posesión, penetraba también en aquellos que de la
presencia de pantanos, por la inseguridad, por la imposibilidad posesión de la tierra eran excluidos. Como siempre, esto podía
de utilizar, con los medios que la tecnología de entonces ofre- suceder porque la valoración de la posesión era verificada por
cía; territorios frecuentemente inaccesibles o inhabitables. hechos aun antes de ser aseverada ideológicamente. En la expe-
En esta situación, controlar la posesión y el uso de la tierra riencia cotidiana de cada uno, quedaba claro que uno era libre
significaba tener el control del sólo recurso con que verdadera- sólo y en cuanto «poseía», y que era respetado porque «poseía».
mente se contaba, significaba tener el control de la riqueza y del Para los campesinos la posesión de la tierra era el único
poder. No se exagera afirmando que el poder de las clases do- instrumento de emancipación que conocían (además de la emi-
minantes en una parte importante del territorio italiano se fun- gración): ni las condiciones en que vivían les permitían inventar
dó hasta finales de la ultima guerra (y en gran parte también otros; aunque si de hecho la experiencia les enseñaba que ellos
después, cuando a la renta agraria se la sustituyó con la especu- estaban excluidos de la posesión, al menos en la medida más
lación inmobiliaria) precisamente sobre el control del suelo. allá de la cual la posesión se volvía verdaderamente liberadora,
En gran parte del territorio italiano, la historia de la tierra para ellos la tierra no quena decir libertad y respeto, sino fatiga,
como recurso económico no es, en efecto, la historia de una opresión, explotación, inseguridad y precariedad.
clase que con la explotación directa de un recurso construye su Los campesinos aprendían de su experiencia que no conta-
propia riqueza y su propio poder; es, al contrario, la historia de ba el «hacer», contaba el «poseen>; pero al mismo tiempo
un poder construido por medio de la disociación entre la pose- aprendían que su suerte los condenaba a ser excluidos de la
sión y el uso del recurso, y por medio del desmedido y brutal posesión de todo aquello que tenía verdaderamente valor. Creo
control, de parte de quién tenía la posesión de los suelos agra- que en esta experiencia hay que buscar las raíces del llamado
rios, del acceso de otros a su uso. individualismo campesino y del Iamilismo conexo: todo aquello
Tal control era legitimado, también para quien tenía que que no es «mío» es, inevitablemente, «del otro», no puede jamás
padecerlo, por el valor reconocido a la posesión, primero sobre ser «nuestro»: y si es del otro, inevitablemente me priva, me
la base de la ideológia del privilegio por nacimiento, y después daña, me disminuye. En este cuadro, para sobrevivir, para so-
por la ideología de la propiedad privada. portar la insostenible tensión que la explotación y la precarie-
En las áreas donde esto aconteció, la agricultura no encon- dad generaban, para sentirse todavía un poco «hombres», más
tró jamás las condiciones necesarias para volverse una activi- que vulgares derrochadores, sólo había un camino: la exalta-
dad empresarial y se cristalizó en una actividad productiva de ción apasionada de 10 poco que era verdaderamente propio, la
la mera subsistencia para la mayoría y de la renta para unos construcción de un ámbito, aunque mínimo, de propiedad, la
cuantos. familia y la casa.
Para quien no poseía tierra (no sólo los peones y los asala- Casa y familia se volvieron el ámbito por excelencia, quizá
riados, sino también los colonos y arrendatarios), las condicio- el único para la defensa de la identidad, diría de la dignidad
nes de vida podían también permanecer dentro de límites tole- personal. La casa, a condición que fuese de propiedad, se tor-
rables cuando la agricultura era tan productiva como para dar nó verdaderamente el único espacio en que era posible la rea-
lugar a una renta, sin que fuese necesario comprimir la remu- lización de uno mismo: a la precariedad de la existencia y a la
neración de los trabajadores a niveles más bajos de la pura sub- condición subalterna permitía oponer un mínimo de seguri-
sistencia; pero donde esto no era posible, las condiciones exis- dad y autonomía; al control ajeno, a la dependencia de los
tenciales del campesino eran intolerables. Esto sucedió en gran otros, permitia oponer una privacidad mucho más preciosa,
parte del territorio italiano. Aun a pesar de las no infrecuentes en cuanto que era la única garantizada por la aprobación del

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grupo y por la posesión del ámbito espacial dentro del que en la cajonera se conservaban los objetos de familia (quizá algu-
debía realizarse. nas joyas o un poco de dinero, desde luego el «papel» que ates-
Este estado de cosas, puede también explicar el rechazo ge- tigua la propiedad de la casa, el «papel» que da derecho a la
neralizado de la cohabitación de una familia extensa o de con- pensión y la libreta para los servícios médicos). En algunas re-
sanguíneos y el esfuerzo para dotar a cada nueva familia de su giones, donde en los años sesenta, el pan de trigo hacía poco
casa, por muy pobre o pequeña que fuese (contrariamente a lo que se habla sustituido por el pan de cebada o de maíz, era
que se cree, la casa patriarcal es prácticamente inexistente en el precisamente debajo de la cama conyugal, donde se conservaba
mundo campesino, excepto en las zonas de colonia aparcerada) la cosecha, aun cuando otras provisiones eran almacenadas en
(W.AA., 1960a); sin trabajo, un hombre era todavía un hombre, otro lugar (VV.AA., 1960). Cuando las habitaciones utilizables
puesto que era s6lo la víctima de una cadena de desgracias que, eran dos, la segunda estaba siempre destinada a la recámara
por definición, escapaban de su control; pero sin una casa y conyugal de los padres, lo cual puede parecer obvio. No obstan-
una familia, un hombre no era verdaderamente nadie. te, hacia reflexionar el ver en tanta penuria de espacio esa habi-
El uso del espacio interior de la casa campesina ofrece ulte- tación esmeradamente ordenada y cerrada, completamente
riores elementos de reflexión. La vivienda campesina en los inutilizada durante las horas del día, mientras la primera habi-
centros habitados, y a menudo también la casa en el campo, tación se llenaba promiscuamente de toda clase de actividades
estaban en general constituidas por una sola pieza. Con una domesticas, infantiles, adultas, etc., a pesar de las que el obser-
disponibilidad de espacio extremadamente reducido y con índi- vador veía como fastidiosas interferencias recíprocas.
ces de hacinamiento en general muy alto pareciera que estas En la situación tradicional la familia campesina vivía en
casas no pudiesen ofrecer alguna posibilidad de uso diferencia- condiciones económicas muy precarias, en las que la supervi-
do y articulado. Al observador extraño le parecía ya mucho que vencia de cada individuo era al mismo tiempo condición y re-
en un espacio tan restringido encontrara la forma de realizarse sultado de la supervivencia de todos. La familia, en estas con-
el ciclo vital de cuatro, cinco, a veces ocho o diez personas. Sin diciones, antes que un sistema afectivo, era vivida por sus
embargo, no era así: mediante una observación más cuidadosa, componentes como un sistema económico, capaz de producir
no era en absoluto difícil detectar las señas de los usuarios, que y distribuir a sus miembros, que jamás hubiera podido procu-
en los estrechos límites de espacio disponibles, destinaban, rárselos por sí mismo, los bienes necesarios para sobrevivir. La
cada rincón a una función precisa; de un esfuerzo de manteni- unidad familiar y la solidaridad eran, por lo tanto, los pilares
miento y de embellecimiento no casual; de un modo de vivir del sistema de supervivencial, eran el bien supremo, el valor
que no era el de quien ocupa un refugio provisional, sino una máximo que no podía por ninguna razón ser cuestionado.
verdadera casa. Como consecuencia, las relaciones afectivas, el vínculo de san-
Algunos usos eran recurrentes en la casa campesina. El pri- gre y la solidaridad económica constituían un todo de compo-
mero y más importante se refiere a la alcoba de los cónyuges. nentes sólidamente interrelacionados, que se fundaban y se va-
Aún cuando la pobreza era bastante grande, los demás muebles loraban mutuamente. Los pocos bienes de que se disponía per-
-incluyendo la mesa- eran evidentemente muy precarios o tenecían a la familia, más que a uno ti otro miembro de ella; y
más bien inexistentes (Rosso, 1955; Signorelli, 1957), el mobi- esto era así para el padre también, que era el jefe reconocido y
liario de la recámara conyugal tenía casi siempre una proceden- tenía derecho a que se le obedeciera sólo en cuanto era el que
cia no casual y se presentaba como fruto de una selección me- producía más.
ditada, en la que evidentemente se comprometían los escasos Así se explica la diversa atención, el cuidado y la distribu-
recursos económicos disponibles. La cama matrimonial y si los ción del espacio y de los muebles entre la zona destinada a la
había, el ropero y la cajonera eran objetos de cuidados particu- pareja conyugal, que era raíz y garantía de la unidad familiar; y
lares, y se prohibía a los hijos usarlos sin permiso. Obviamente la zona destinada a la vida en común de la familia, que no tenía

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un significado específico, una vez terminadas las tareas ligadas pocas y su asignación estaba sujeta a la posesión de requisitos
a la producción y reproducción. también políticos.
En fin, justo porque se fundaba en los vínculos de sangre y E igualmente en la ciudad (deberiamos decir que aún más
en un sistema de solidaridad afectiva que garantizaba la solidari- en la ciudad), el uso del espacio, controlado por una clase diri-
dad económica, a su vez indispensable en presencia de una reali- gente que de ello se servía como instrumento de poder, funcio-
dad estructural tan frágil y precaria como para no poder tolerar naba como verificación fáctica y, por lo tanto, como argumento
la mínima fractura, la familia no podía abrirse a acoger extra- de legitimación de la hegemonía y del control ejercidos por esa
ños: hacia el exterior se presentaba compacta y cerrada, se daba misma clase.
una apariencia que podía modelarse en los tradicionales ejem- La preexistencia de un centro histórico generalmente vital y
plos burgueses locales o, más tarde, en los ejemplos de la socie- de notable cualidad arquitectónica y urbanística hizo posible en
dad de consumo; pero que nacía de cualquier modo y siempre gran parte de las ciudades italianas un desarrollo urbano del
de la necesidad de establecer una separación entre las relaciones tipo radiocéntrico a anillos concéntricos. Esta tendencia fue ge-
intrafamiliares y las relaciones de la familia con los demás. neralmente favorecida, tanto por razones político-ideológicas
Se comprende por lo tanto el valor cultural que tiene, en la como de control social, durante el período fascista, cuando la
historia del mundo campesino italiano, la propiedad de la casa estructura radiocéntrica fue a veces forzosamente impuesta so-
familiar, y en qué complejo y amargo entramado de relaciones bre preexistentes estructuras urbanas de diversa indole (Insole-
económicas, sociales y de poder se sitúan sus raíces. ra, 1962). La progresiva descalificación social y urbanística de
Al menos dentro de ciertos límites, esta historia ayuda tam- las franjas urbanas, mientras más se procede del centro hacia la
bién a comprender por qué la propiedad de la casa ha sido un periferia, es bien conocida y probablemente inevitable en au-
fin perseguido con tanto ensañamiento, desde finales de la gue- sencia de intervenciones consciente y voluntariamente reequili-
rra en adelante, por parte de todas o casi todas las familias bradoras. Un tipo de intervenciones que de hecho faltaron antes
italianas, hasta el punto de volverse no sólo impopular sino más y después de la guerra, en la medida en que entre otras cosas, el
bien no proponedor cualquier otro modelo de utilización de los desarrollo por anillos (o, como mejor se ha dicho, como man-
recursos habitacionales que el urbanismo y la urbanización ha- cha de aceite) consentía y más bien favorecía el instaurarse y el
brían podido hacer posibles y quizá auspiciables. prosperar de los mecanismos de la especulación inmobiliaria.
La progresiva expulsión de las clases menos ricas de las vie-
jas colonias del centro muy a menudo no fue otra cosa que una
La casa en ambiente urbano operación especulativa (y/o una provisión de policía) enmasca-
rada con el nombre de resaneamiento: como demuestran las
Para las clases subalternas, la experiencia de vivir en la ciu- colonias nuevas construidas para acoger a los desterrados. El
dad, en el periodo entre las dos guerras, tenía al menos dos
elementos en común con la del campo. También en la ciudad volumen e inspiró una afortunada colección de figuritas ligadas a un concurso patroci-
nado por la Perugina, la figura del dueño sobresalía entre las de los ...males». Era
sólo la propiedad de la vivienda (además para las clases popula- representado como un señor de gigantesca estatura, elegantemente vestido, con mo-
res aún más difícil de conseguir que en el campo), consentía nóculo, que tenfa bajo de uno de sus brillantes zapatos un entero edificio de viviendas
gozar de la casa con una cierta seguridad, ya que el pequeño populares, cuyas dimensiones eran como las de un juguete para un niño. Y exhibía
arrendatario de un departamento modesto era poco amparado también una sonrisa satisfecha, [el desgraciado! Señalo esto que me parece un caso
precoz, y por lo tanto particularmente interesante, de un ritual mediático para el con-
frente a su arrendador.i mientras las viviendas populares eran trol simbólico de un dato existencial que era fuente de mucha angustia colectiva. El
ritual opera a través de la adopción de procedimientos simbólicos «canónicos", el
agente que desencadena la angustia es controlado reduciendo sus dimensiones y su
2. De una célebre serie humorística de los años treinta, Las cuatro mosqueteros de estatus a los de una figurita, posible objeto de trueques, y enfatizando sus aspectos
Nizza y Morbelly, que tuvo una versión radiofónica muy popular, fue publicado un peligrosos hasta tomarlos grotescos e risibles.

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ejemplo más clamoroso de estos «guetos» de la época fascista conyugal, si había otra pieza disponible, se decoraba con los
son sin duda las aldeas romanas. Más en general, se debe decir muebles de un comedor y de una «salita». Este espacio, nor-
que el régimen fascista tuvo una política de construcción popu- malmente cerrado y muy bien cuidado, se abría sólo cuando
lar cuantitativamente de alguna consistencia, cualitativamente había visitas y celebraciones familiares importantes. En las ho-
no diferente de las otras iniciativas cuyo objetivo era integrar ras nocturnas hospedaba a uno o más hijos con sus catres, pero
las masas en el régimen; iniciativas que, a cambio del acceso a el comedor no se «sacrificaba» ni se abría para el uso diurno, ni
algún bien y a algún servicio, pretendían de los beneficiarios no siquiera si la familia era numerosa y si se movía a duras penas
sólo la adhesión ideológica al régimen, sino la aceptación acrítí- en la cocina, donde se tenían que hacer coexistir las ocupacio-
ca y consentidora de la propia colocación a los niveles más ba- nes o los pasatiempos de muchas personas.
jos y más pasivos de la pirámide jerárquica en que el régimen La familia pequeña burguesa en esos años quería (¿quiere
tendía a remodelar la entera sociedad italiana (Insolera, 1962). todavía?) tener una sala de presentación separada de la cocina
Cuando las viviendas populares permanecieron en el centro o del lugar en que transcurrían los días; y la separación entre
de las ciudades, los habitantes pagaron con la degradación y a habitaciones de presentación y habitaciones de estancia, se en-
veces con la verdadera decadencia de su vivienda la ventaja de contraba también en casas de lujo (Salvati, 1993, Pasquinelli
vivir más cercanos a los centros de la vida urbana. 1995). '
En las ciudades que tuvieron cierto desarrollo industrial, A la exigencia de una «pieza para mostrar a los otros», Do
las colonias residenciales obreras fueron construidas cerca de me ha sucedido nunca haber visto sacrificada la recámara con-
los lugares de trabajo, fuera del viejo centro urbano; y si no se yugal; pero si a menudo, la exigencia -objetivamente más ur-
pudo evitar una cierta concentración de masas obreras, sí se gente que en el campo- de un poco de espacio libremente utili-
logró mantenerlas de cualquier modo aisladas en zonas des- zable por los hijos. En algunas ocasiones, mientras la sala per-
centralizadas. manecía cerrada, los muchachos estudiaban y jugaban en la
También en las ciudades, la experiencia del habitar tema el cocina y dormían en una colchoneta en el pasillo.
aspecto de la incertidumbre, de la elección obligada, cuando no Para el antropólogo un uso tan poco «racional» del espacio
de la discriminación, del abuso: tener una casa era una necesi- no puede dejar de suscitar algunos interrogantes: personas Con
dad tan urgente como dramáticamente insatisfecha. poco espacio a su disposición viven en ambientes restringidos
y así como para el campesino las casas de los «señores», gran parte de su vida, para poder exhibir de vez cuando a los
también para el habitante de las periferias las palasrine, los con- extraños un ambiente «decoroso». ¿Qué valores, qué aspectos,
dominios burgueses, constituían el único modelo alternativo qué modelos inspiran semejante comportamiento?
que el horizonte socio-cultural ofrecía; pero el hecho de ser in-
alcanzables, mientras reforzaba el peso cultural de ciertos valo-
res (propiedad, decoro, etc.) reforzaba también la autopercep- Entre guerra y posguerra
ción en términos negativos (soy un pobre, no tengo la casa, es-
toy en una periferia) para aquellos que por definición no tenían Cualquiera que hubiese sido la situación en el país, para de-
alternativas. círnoslo es válido todavía un dato muy símple: en 1952, en la
En el uso del espacio interior de la casa urbana encontra- Encuesta parlamentaria sobre la miseria en Italia, el 60 % de las
mos, aunque diversamente configuradas, las mismas caracterís- viviendas fueron juzgadas impropias por carencia de estructura
ticas «familistas» y de «defensa de la privacidad», que ya hemos y/o por hacinamiento. Según un folleto publicado por la CISL
visto en la casa campesina. milanés en noviembre de 1969, que se refería a los datos del
En las viviendas de construcción popular de hecho se vivía censo de 1961, en Milán 36.340 viviendas sobre 534.660 no te-
en la cocina, pero en cuanto era posible, además de la recamara nían agua potable. El 17 % de las viviendas no tenía servicios

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higiénicos con agua corriente; el 32 %, no tenia baño y el 35 % tos. Respecto a las tipologias de la vivienda popular antes de la
no tema calefacción central. guerra, las viviendas Ina-Casa eran mucho mejores, caracteri-
En parte, al menos, esta grave situación tenía su origen en la zándose no sólo por una ejecución y por materiales de nivel
guerra, pero la distribución regional de las cifras, demuestra superior, sino sobre todo por un diseño tanto de las viviendas
que también en regiones en las que los daños bélicos fueron como de los edificios y de los conjuntos incomparablemente
limitados, la insuficiencia del patrimonio habitacional no era más calificado. Como se ha dicho, en algunos casos se trató de
menos grave. proyectos de vanguardia, firmados por arquitectos famosos. Sin
Sótanos, buhardillas, barracas, apartamentos de una o dos embargo, hay quien ha notado que se trató de un esfuerzo de
habitaciones superhacinados y desprovistos de servicios eran calificación en definitiva abstracto, inspirado en modelos ex-
comunes no sólo en las ciudades meridionales, sino también tranjeros o en indicaciones de genérica funcionalidad y agra-
en las colonias populares y obreras de muchas ciudades del dabilidad; los proyectos no se basaban en una adecuada com-
Norte. prensión (para la cual en aquellos años faltaban en gran parte
En 1949, la política para la vivienda encuentra por primera los datos) de la realidad sociológica, económica y cultural de los
vez en Italia una definición programática en el plano nacional, futuros usuarios de las viviendas. No estuvieron en condición
en el ámbito del plano llamado lna-Casa. Objetivo prioritario de de prever y, por lo tanto, de adecuarse anticipadamente, a los
este Plan era la absorción de la desocupación, pero a ello se cambios que la estructura demográfica, económica y social del
unió también un esfuerzo sin duda merecido, tanto para au- país habría registrado de ahí en adelante.
mentar el parque de casas populares disponibles para quien no Además, casi ninguna de las colonias nuevas tuvo una fun-
tenía vivienda, como para calificar la proyectación, que fue con- ción calificadora y estructurante respecto a los centros urbanos
fiada a algunos de los más prestigiados urbanistas italianos. Los ya que, la mayor parte de ellos nació como apéndice periférico,
planes Ina-Casa fueron dos, ambos de una duración de siete como satélite de los centros mismos. A la marginación de la
años; al mismo tiempo, la política social de la casa y de los localización se acompañaban una serie de condiciones que no
servicios fue recuperada y puesta en marcha en Italia en varias podían dejar de ocasionar también la marginación social y cul-
sedes y a cargo de varias instancias. El organismo que había tural. Ante todo, los criterios de asignación de las viviendas fa-
administrado las ayudas estadounidenses de la posguerra fue vorecían justamente a los solicitantes de ingresos más bajos y
convertido en Instituto para el desarrollo de la Construcción con la más fuerte carga familiar, pero tal criterio contribuía a
Social; el movimiento de Comunidad, inspirado por Adriano determinar en las colonias una fuerte homogeneidad sociológi-
Olivetti, no sólo propuso una política de vivienda de interés so- ca y acentuar el carácter asistencial de la asignación. La colonia
cial extremadamente avanzada, sino que llevo a cabo una serie era y venía percibida, tanto por quien la habitaba como por los
de realizaciones ejemplares en las colonias obreras construidas otros, como (popular». Los habitantes eran por definición «(PO-
en toda Italia para los empleados de las fábricas Olivetti. Los bres, pobre gente». La expectativa de ascenso social, de adquisi-
proyectos fueron muchos, pero siempre pocos en relación a las ción de estatus que habría debido seguir al pasaje de las barra-
necesidades y a los estándares medios europeos. Por desgracia, cas, de las grutas y los sótanos hacia la vivienda, fue negada; el
el escaso peso de la intervención pública en el total de la vivien- asignatario de una vivienda Ina-Casa era un pobre (con un te-
da construida, se volverla una estable característica del merca- cho» encima, pero finalmente pobre.
do de la casa italiana. Se puede observar que como para muchas otras realizacio-
En compensación, el debate sobre el ser y el deber ser de la nes de las políticas sociales (escuelas públicas, hospitales públi-
arquitectura de interés social fue muy vivaz. cos, etc.), también la vivienda de interés social está ligada en
Las realizaciones del Ina-Casa y más en general las de vi- Italia a un estigma clasista fuertemente negativo. Esto no suce-
vienda de interés social fueron acusadas de tener muchos defec- de necesariamente en otros países europeos. Esta costumbre

lOO 101
nacional constituye en sí un buen tema de investigación para la un estándar más bajo de vida, a una condición más «pobre», en
antropología urbana. una palabra, transforma la condición de marginación en un ha-
Pero regresemos a las viviendas Ina-Casa. El mecanismo del bitus (Bourdieu, 1992; Ledrut, 1968).
rescate de la habitación por parte de los asignatarios, a través Sobre todo en el primer septenio, la actitud de «rechazo a
del pago de cuotas mensuales por un lapso de tiempo pluridece- la colonia» se manifestó en forma tan frecuente como para
nal, fue propuesto e impuesto (excepto para los asignataríos en poderse juzgar como «sistemática»: vandalismo, negligencia
condiciones de desesperada indigencia), precisamente para qui- hacia los espacios comunes, falta de pago de las cuotas eran
tar a la asignación el carácter de la dádiva benéfica. Se presu- muy frecuentes (VV.AA., 1960b). Tales actitudes fueron casi
mía que el pago de las cuotas, transacción comercial normal siempre interpretadas como dificultades para adaptarse a un
aunque estipulada bajo condiciones muy favorables, estimulase estandar de vida más elevado del de procedencia, o quizá, se
el sentido de sus derechos y deberes y la admisión de responsa- trataba del rechazo a una condición que, en forma confusa y
bilidad. Este mecanismo manifestó en algunos casos los efectos fragmentaria, pero correcta, era percibida como marginante y
deseados, pero a costa de consolidarse el valor cultural tradicio- excluyente.
nal de la vivienda como propiedad privada, y no como bien de El malestar social difundido se expresaba sobre todo a tra-
uso o como servicio. vés de tres tipos de comportamiento: alteración de la planta de
En otros casos, no pocos, los efectos fueron opuestos a los la vivienda y de los usos previstos en el proyecto, negligencia
deseados. Como el título de propiedad condicionaba a una serie por parte de los adultos y agresión por parte de los jóvenes
de pagos muy prolongados en tiempo, y sin embargo gravosos hacia las partes comunes de los inmuebles y de la colonia; com-
para las familias cuyo ingreso era siempre muy bajo, a veces portamientos propiamente ilegales, el más común de los cuales
precario, no se daba inmediatamente a los asignatarios la «cer- era la falta de pago de las cuotas de alquiler (Signorelli, 1971;
teza» de la posesión, que ellos hubieran recibido como un ele- D1nnocenzo, 1986).
mento de seguridad y, por lo tanto, de emancipación y de esta- Estos comportamientos eran, por lo tanto, interpretados
bilidad social. No ha sido, en efecto, jamás olvidada, para com- como indicadores de atraso social y cultural; según los criterios
prender estas situaciones, la precariedad de la ocupación que de la Escuela de Chicago y de Redfield, que empezaban en esos
caracterizaba la condición económica de muchos habitantes de años a ser conocidos en Italia, se pensaba que los comporta-
las nuevas colonias. mientos agresivos e ilegales fueran destinados a desaparecer rá-
En fin, la ubicación marginal de muchas colonias popula- pidamente para que los nuevos habitantes de las colonias popu-
res respecto al centro de las ciudades se transformaba en dra- lares lograran moverse en el continuuum que iba desde 10 rural
mática marginación y casi en segregación a causa de la falta hasta lo urbano y del subdesarrollo al desarrollo.
de los servicios de urbanización primaria y de la total ausen- Para acelerar este proceso, los grandes organismos públicos,
cia de los servicios de urbanización secundaria. Por ley, tales que desde los años cincuenta dirigían la construcción popular
servicios estaban en gran parte a cargo de las administraciones en Italia, se dotaron de una estructura de servicios sociales muy
municipales, que apelando a la crónica escasez de sus finanzas, difusa, articulada en centros sociales de colonia, que deberían
en la mayor parte de los u.1.S0S dotaron a las colonias sólo de los haber utilizado las técnicas del servicio social de comunidad
servicios sociales de urbanización primaria. La carencia de ser- importadas de EE.UU., curar el malestar de los habitantes y
vicios no determina sólo disgusto funcional coyuntural; la falta favorecer su adaptación a las nuevas residencias (VV.AA., 1971;
de escuelas, instalaciones deportivas, sanitarios, cines y teatros Eames y Goode, 1973).
por un lado provocó la pérdida de las ventajas ligadas a la utili- La finalidad del servicio social en las colonias no pretendía
zación de los propios servicios; por otra parte, generando la ser de tipo asistencial. Si quena en cambio:
falta de costumbre al servicio mismo, determína la costumbre a

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1) Valorizar los recursos de los habitantes de estas nuevas Los inmigrados
colectividades urbanas para la construcción y el desarrollo de
las relaciones internas en la colonia, y para la participación de Como ya había sucedido en los países de antigua industriali-
los miembros de tales colectividades en la vida citadina. zación, también en Italia durante el llamado boom, entre los
2) Contribuir al mejoramiento del ambiente social y mate- años cincuenta y sesenta, la escasez de vivienda y de servicios
rial (actividades y servicios de interés colectivo), utilizando los adecuados no impidió ni la concentración de grandes masas de
recursos externos e internos de la propia colectividad (VV.AA., población en las áreas urbanas, ni la puesta en marcha, en las
1960b; Catelani y Trevisan, 1961). mismas áreas, de intensos procesos de desarrollo industrial. La
carencia de adecuadas instalaciones para la residencia y para
Como se ve se trata más bien de programas de educación a los servicios se hizo un elemento condicionante y de freno sólo
la autogestión, no de programas asistenciales en sentido estric- después, en un periodo más avanzado y maduro del desarrollo.
to. En realidad, los objetivos enunciados con tanta buena fe, El movimiento migratorio hacia los centros urbanos, inicia-
rara vez han sido realizados; el servicio social de colonia por do al final de los años cuarenta, fue poco a poco fortaleciéndose
lo demás ha desarrollado tareas de asistencia social, ocupándo- hasta alcanzar cimas dramáticas al final del decenio de los años
se de casos individuales y familiares en condiciones de malestar cincuenta y sesenta (Sígnorelli, 1995).
o de necesidad. Las masas rurales que en esos años convergían hacia los
Las posibilidades que el servicio social de colonia tiene para centros urbanos y del sur hacia el norte, no pedían prioritaria-
realizar sus objetivos de «comunidad» han sido, en años recien- mente a la ciudad una vivienda o una vivienda mejor de la que
tes, objeto de reflexiones criticas. Como otras tentativas de pro- dejaban en su ciudad; a la ciudad se le pedía una ocupación, o
mover programadamente la democracia y la participación des- al menos la esperanza de ocupación, y un nuevo modo no tanto
de abajo, también la intervención del servicio social de colonia de habitar, sino de acceder a los mecanismos de la promoción
descuida el problema del poder. Puede, en el mejor de los casos, social (Beijer, 1962).
promover la activación de las instituciones formales de la de- Puede decirse, por lo tanto, que la necesidad de vivienda
mocracia, que sin embargo, cuando carecen de verdadera efica- demostró ser en los años cincuenta y también en la primera
cia en la toma de decisión, se vuelven ritualismos o a lo mejor mitad del decenio sucesivo, una necesidad elástica desde el
sirven para dar una apariencia de modernidad a actividades de punto de vista cultural: una necesidad que la cultura misma de
tipo tradicional, recreativas o asistenciales. Límites análogos los inmigrantes consideraba reducible tanto cuantitativamente
encontraron, en años más recientes, otras instituciones de la como cualitativamente.
participación desde abajo, como los consejos de colonia o los Como hemos visto, los estándares de partida eran muy mo-
consejos escolásticos (D'Alto, Elia, Faenza, 1977). destos. Una mirada panorámica a la tipología de las viviendas
Un análisis adecuado de estos fracasos requeriría un espacio rurales en Italia permite aislar inmediatamente algunos mode-
que la economía del presente trabajo no terna previsto, se trata, los notables por complejidad, funcionalidad y decoro, que refle-
de hecho, de discutir la democracia como tal. jan obviamente una vida socioeconómica estable y articulada;
Si permanecemos en los límites de nuestro tema, se puede pero a ellos se contrapone una cantidad de viviendas rurales y
observar que con el pasar de los decenios, la persistencia del semirurales distribuidas en todas las áreas pobres de la agricul-
malestar de los asignatarios en las colonias de interés social ha tura italiana, que tienen en común, más allá de las modestas
hecho manifiesto cómo el malestar no fue debido a la desubica- diferencias formales, de la pobreza de los materiales, de la esca-
ción de los recién inurbados, ni pudiera ser considerado reduc- sa articulación de la planta, lo modesto de los servicios y de los
tivamente como un periodo, inevitable pero transitorio, en el anexos (W.AA., 1960a).
camino de la adaptación a la vida urbana. No era mejor (más bien era peor) el nivel de las viviendas

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populares en los centros urbanos y semiurbanos de las zonas de co a finales del siglo XIX y comienzo del siglo xx. Pero el proce-
procedencia de los inmigrantes. Ciudades campesinas de escaso so que se inició a mitad de los años cincuenta no puede ser
desarrollo comercial y también artesanal, ligadas a la estructura definido solamente como emigración, sino más bien como un
latifundista de la propiedad inmobiliaria, debían dar vivienda verdadero abandono del campo y búsqueda de una condición de
prevalentemente a una población de jornaleros sin ningún re- vida urbana (Signorelli, 1955).
curso, para los que no se daba ni la asociación entre vivienda y A los tradicionales factores de expulsión (desempleo y mise-
administración familiar propia del cultivador directo y del arte- ria) y a los nuevos factores de atracción (desarrollo industrial
sano, ni entre vivienda, estatus y prestigio social en la vida de en las áreas del norte de Italia y expansión económica en todas
relación, típica de las clases burguesas. Las mismas condiciones las áreas urbanas del país), se asociaron otros hechos nuevos
pluriseculares de miseria que habían constreñido la vivienda que funcionaron como ulteriores incentivos y proporcionaron
campesina dentro de una tipología tan modesta, le daban tam- nuevos contenidos al éxodo hacia la ciudad de las masas rurales
bién sus significados más importantes. La casa era sentida y italianas.
vivida corno refugio respecto de una sociedad hostil y corno La política de obras públicas que la «Cassa per il Mezzogior-
reparo contra la incertidumbre de una vida laboral siempre al no" (Fondo para el Sur) y los Entes para la Reforma Agraria
borde de la precariedad; como consecuencia, para ser una ver- habían promovido desde el inicio de los años cincuenta en la
dadera vivienda, debía tener tres imprescindibles requisitos: ser Italia del sur, con el doble objetivo de dotar a las regiones meri-
rigurosamente unifamiliar, poderse cerrar a los contactos socia- dionales de las infraestructuras de que carecían y de contener
les y ser poseída en propiedad. en alguna forma el desempleo campesino, tuvo consecuencias
Aunque si era refugio y protección, la casa no daba por sí importantes desde el punto de vista social y cultural. Conspi-
sola ni comida, ni trabajo. Tradicionalmente, la cultura campe- cuas masas campesinas habían entrado en el sector de la pro-
sina identificaba la seguridad económica con la posesión de la ducción Industrial, aunque en el nivel menos retribuido y más
tierra, la reivindicación de la «tierra para quien la trabaja» fue, aleatorio, el de la más genérica y no especializada mano de
en efecto, el objetivo de las luchas campesinas al final de los obra de la construcción. De tal modo, todo un amplio sector de
años cuarenta. Pero en la primera mitad de los años cincuenta trabajadores venía experimentando relaciones nuevas respecto
se fue evidenciando y generalizando progresivamente la crisis al pasado, tanto de trabajo como sobre él; y en calidad de con-
económica de las pequeñas propiedades campesinas creadas sumidores, estos obreros tenían un sueldo para gastar, aunque
por la reciente reforma agraria a partir de los latifundios expro- fuera escaso y no siempre seguro, pero por primera vez era un
piados; y la población campesina era empujada a identificar sueldo todo en dinero (y no todo prioritariamente en especies).
cada vez más en la ciudad y en la industria la esperanza de un A ello hay que añadir que la intervención pública en el Sur
trabajo seguro y decentemente retribuido. provocó una expansión en los cuadros técnicos y ejecutivos del
Como consecuencia, para los campesinos que emigraban a sector público y un incremento, importante para el ambiente en
la ciudad la expectativa de un trabajo estable y bien remunera- que se daba, del conjunto de los sueldos percibidos. A partir de
do (aunque muy duro), era prioritaria y fundamental, en los este incremento empezó, como es sabido, el desarrollo del sec-
años cincuenta, respecto a otras aspiraciones; la repetida impo- tor de la construcción (con relativos mecanismos especulativos)
sibilidad de conseguirlo no inducía nunca a una resignación en muchas pequeñas y medias ciudades del Sur; y también su
definitiva, mientras cualquier nueva oportunidad se abriera en expansión como centros de consumo y de servicios, y finalmen-
esta dirección se aferraba a costa de los más grandes sacrificios. te su papel, a imitación del que desarrollaban rápidamente en
La emigración como alternativa al desempleo y a la miseria, los mismos años las grandes ciudades italianas, de vitrinas
no era ciertamente una solución nueva en la experiencia del abiertas hacia la incipiente civilización del consumo.
campesino italiano: basta pensar en el gran éxodo transoceáni- En fin, estos incentivos culturales hacia la búsqueda de una

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diversa condición de vida, que venían también desde el interior era de vivienda barata, y la oferta, que era de vivienda de un
del ambiente del Sur (pero eso vale también para las otras re- nivel demasiado costoso.
giones campesinas italianas: Veneto, Marche, Umbria y Lazio), En este período. sobre todo en las ciudades del «triángulo
se juntaban con una acción sin duda más incisiva de todas las industrial » (Milán, Turín, Génova) y también en los grandes nú-
demás unidas, la de la nueva prepotente forma de comunica- cleos de atracción urbana del centro, los índices de hacinamien-
ción de masa: la televisión. to aumentaron vertiginosamente, mientras las casuchas y ba-
A mitad de los años cincuenta, el rechazo cultural de la con- rracas se ensanchaban como mancha de aceite en la periferia.
dición campesina había llegado a maduración en los niveles El problema de la casa, que fue el centro de las reivindica-
conscientes; sería suficiente que las condiciones del desarrollo ciones del movimiento de 1969, se tiene que analizar en el mar-
económico del país, ampliando las posibilidades de empleo en co más amplio de los conflictos sociales y culturales que acom-
la industria, lo hicieran posible, para que el éxodo del campo pañaron el éxodo del campo y la integración de los inmigrados
fuera más fuerte. en la vida urbana.
La perspectiva que el campesino emigrado construye en la y ya se ha dicho como, no menos que a la ocupación segura,
ciudad para sí y para su familia implica una ruptura definitiva los inmigrantes aspiraban a una condición de vida urbana, a la
con su condición de origen, que es rechazada y negada como inserción en ciertos circuitos culturales y sociales y al logro de
concreta experiencia de fatiga, inseguridad y hambre, pero no un estándar de vida distinto al de la vida rural. La llegada a la
tan radicalmente como sistema de valores y de costumbres. En ciudad, el largo y fatigoso proceso de inserción en la vida urba-
los movimientos de población que han transformado la estruc- na ofrecían a los recién llegados grandes desilusiones.
tura demográfica y social del país, el contenido cultural caracte- Las relaciones con la población local no fueron siempre fáci-
rístico es precisamente éste: la ciudad ha sido para muchos el les, sobre todo en el triángulo industrial. Hechos de crónica cla-
punto de llegada de una fuga surgida del rechazo hacia deter- morosa pusieron en evidencia lo que luego diversas investiga-
minadas condiciones materiales de existencia, pero también es ciones han documentado. La percepción que los habitantes del
el lugar en que se ha intentado transferir un sistema de relacio- norte tenían de los inurbados estaba sustancialmente condicio-
nes y de valores que jamás ha sido rechazado. El INNESTü ha nada por el prejuicio negativo; los terroni (quienes trabajan la
funcionado. En las antiguas ciudades los inurbados recientes tierra) eran vistos como competidores en el mercado del traba-
han producido su propio tipo de urbanidad (Signorelli, 1995). jo, potenciales esquiroles en las relaciones sindicales, portado-
res de modelos culturales «inciviles» en la vida social.
A su vez los inurbados tendían a percibirse a sí mismos y a
El estallido del conflicto los ciudadanos según un cuadro de referencia antitético, pero
complementario al de estos últimos. El resultado fue que al
Entre 1963 Y 1968 las contradicciones implícitas en la situa- rechazo que la ciudad les reservaba, los inmigrados oponían la
ción de las ciudades italianas maduraron con la rapidez de una autoexclusión, la cerrazón en el grupo de familiares y paisa-
progresión geométrica y estallaron en 1969. nos, la organización de circuitos de relación, de solidaridad y
El hacinamiento de la población en los grandes centros ur- de información intern.os al grupo de paisanos, y alternativos a
banos alcanzó en el septenio 1961-1968 los niveles de quebran- aquellos utilizados por los otros ciudadanos. Efectivamente, de
tamiento: las infraestructuras de servicio no podían cargar con estos últimos circuitos los inmigrantes se sentían y eran a me-
más usuarios, y la insuficiencia de vivienda ---que en los quince nudo excluidos. Es más: pese a la expansión del mercado del
años anteriores parecía haberse reducido-- estalló en toda su trabajo, encontrar una ocupación era fácil sólo para los jóve-
magnitud. Se fue dilatando progresivamente la distancia no nes y para los especializados; pero los no especializados y los
sólo cuantitativa sino también cualitativa, entre la demanda que analfabetos, antes de transformarse en obreros debían pasar

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por un largo aprendizaje de trabajo pesado genérico (con sus tión justo en las colonias más periféricas y marginadas, tanto de
corolarios de baja retribución, inseguridad y exposición a las las grandes como de las pequeñas ciudades, parecían señalar el
formas más agudas de explotación), un aprendizaje que a ve- nacimiento de una concepción de la casa y de la vida urbana
ces no terminaba, en absoluto con la promoción, es decir, la profundamente modificada respecto a la tradicional.
admisión en una industria, sino con un retroceso en el área de Parecía que el papel nefasto de la especulación inmobiliaria,
los «serníoficios», que sólo con muy buena voluntad pueden la necesidad de enlazar la habitación a los servicios, la relación
incluirse en el sector de los servicios. Para muchos los «semi- entre la utilización de estos y la forma de la ciudad, y después la
oficios» han sido la única oportunidad concreta que la ciudad relación entre ciudad, orden del tenitorio y elecciones funda-
les ha ofrecido (Signorelli, 1995). mentales del desarrollo económico, fueran claros para todos y
Mientras las dificultades relativas a la búsqueda del trabajo que todos se dieran cuenta de que poseer en propiedad «un te-
iban disminuyendo lentamente, aumentaba para los inmigra- cho» no resolvía más que una pequeña parte de los problemas.
dos la dificultad para obtener una vivienda en la ciudad y la Parecía que la experiencia de las contradicciones de la vida en el
imposibilidad de utilizar los servicios que la ciudad ofrecía, ya ambiente urbano modificara progresivamente las tradicionales
que los del sector público eran escasos o poco eficientes y los orientaciones de valor familiar y privadores de la cultura italia-
del sector privado eran demasiado costosos. na; mientras la delegación, por tradición pasivamente confiada a
Precisamente entorno al problema de la vivienda y de los los grupos dirigentes de las clases hegemónicas, parecía que de-
servicios maduró o que en aquel momento pareció una nueva biera ser revocada o al menos sometida a verificación.
conciencia unitaria de las clases subalternas urbanas. En efec- La demanda de participación y de autogestión era muy difu-
to, mientras al inicio de los años sesenta, casa y servicios (junto sa. Nació en esos años un movimiento muy vivaz que reivindi-
a la inserción profesional y a la integración cultural) parecían caba la participación de los usuarios tanto en la gestión de las
ser problemas característicos de los inmigrados (y, por lo tanto, colonias de interés social como en su diseno (D'Innocenzo,
localizados sobre todo en las ciudades del triángulo industrial), 1986). Este movimiento tuvo naturalmente el apoyo del Partido
en la segunda mitad del decenio, es cada vez más claro que el Comunista, de los sindicatos y de la izquierda en general, cuan-
problema de la casa y de los servicios interesaba en todo el país do se expresaba en formas más maduras y organizadas, pero
a toda la población; y sin duda en forma más intensa a todas las manifestadas también de maneras radicales y anarcoides, se-
clases subalternas de los medios y grandes centros urbanos. gún el ambiente y la situación social del que emergía.
El crecimiento caótico de las ciudades, gobernado sobre Los «movimientos contestatarios», como se denominaron,
todo por la lógica privada de la especulación sobre las áreas fueron los primeros en señalar que en las grandes aglomeracio-
para construir, la distancia entre inversiones productivas y usos nes populares periféricas había algo estructuralmente disfun-
sociales de la renta, el orden espacial determinado por las elec- cional: «mientras en el centro de la ciudad las clases sociales
ciones en la ubicación de las instalaciones industriales, a su vez vivían unas junto a otras, la periferia es la afirmación más radi-
desprovistas de objetivos programáticos y de equilibrio, todos cal de la destinación diferenciada de las áreas y de la segrega-
estos factores juntos hicieron crecer los problemas del habitar ción socia]" (Boffi, Cofini, Giasanti, Mingione, 1972: 104). Las
hasta tornarlos insostenibles para una buena mayoria de los denominaciones de colonia-gueto y colonia-dormitorio se vol-
italianos. La situación de tensión explotó en lo que pasó a la vieron usuales en esos años en toda Italia, para designar este
historia con el nombre de «otoño caliente» de 1969. La huelga tipo de viviendas también y sobre todo por parte de los que las
nacional por la vivienda, el planteamiento sindical enfocado en habitaban; y más difusa se hizo la conciencia de los mecanis-
revindicaciones no sólo salariales, sino -como se decía enton- mos especulativos que gobernaban también la construcción de
ces- en las reformas de estructura, la formación de numerosos la vivienda de interés social.
grupos espontáneos de protesta y de iniciativa para la autoges- Pero, en definitiva, y a pesar de momentos de movilización

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relevante, tanto en sus formas organizadas y moderadas como de mala fe por una parte de los mismos grupos parlamentarios
en las más radicales, el movimiento no logró realizar el objetivo de la mayoría, que hablaron de «maniobra terrorista» (cfr. La
de la participación. Ni la participación en el diseño ni tampoco Stampa, 25 de mayo de 1971). Siempre en el mismo periódico,
en la gestión fueron realmente practicadas a gran escala. Se algún tiempo antes, habían sido señaladas «verdaderas y pro-
puede fácilmente intuir que si las exigencias de los usuarios pias distorsiones» utilizadas por «la parte favorable a la cons-
hubieran sido aceptadas de veras, hubieran modificado brutal- trucción privada», en el curso de un debate televisivo sobre el
mente tiempos, modos y costos de las realizaciones urbanísti- problema de la casa (M. Fazio, «Farsi la casa» [construirse la
cas y habitacionales; de manera que ésta ha sido probablemen- casa). La Stampa, 17 de enero de 1971). A pesar de tales denun-
te la principal razón por la cual intereses especulativos, grupos cias, la defensa de la propiedad privada de la casa continuó
industriales y corporaciones profesionales se han siempre rígi- siendo propuesta e impuesta a la opinión pública como el más
damente opuesto a toda tentativa para tomarlas verdaderamen- importante entre los temas de discusión; y fue dramatizado por
te en consideración. defensores muy agresivos. Argumentos recurrentes fueron la in-
Sin embargo, el movimiento por la casa logro conseguir constitucionalidad de cualquier disposición que limitara el de-
algo: en 1971, se sometió a discusión en el parlamento la llama- recho de propiedad, la protección de los intereses de los peque-
da «Ley sobre la casa», el primer y bastante prudente paso en el ños ahorradores; la aspiración general de los italianos a poseer
camino hacia un régimen público de los suelos. Entorno a esta una casa.
ley, que nacía de una batalla más que decenal, se desencadenó Veamos unos ejemplos.
un debate enfocado con conflictos violentos y fracturas en la El honorable Greggi (DC) en el curso de la discusión sobre
mayoría parlamental. La discusión, en el parlamento, coincidió la ley en el Senado, afirma que «el contraste se da sobre el
en parte con la campaña electoral para la renovación de las punto esencial de la ley, que es la afirmación o la negación de la
administraciones locales, lo cual contribuyó a hacer el conflicto propiedad de la casa para los trabajadores italianos [...] Sobre
más visible. Se trata de materiales muy interesantes para el an- este punto la Democracia Cristiana interpreta seguramente sen-
tropólogo, por lo que revelan sobre los valores compartidos de timientos y aspiraciones profundamente radicados en los italia-
los italianos y las modalidades por medio de las cuales es posi- nos, también y sobre todo en los niveles más populares" (JI Glo-
ble ganarse el consenso. bo, 9 de mayo de 1971).
La posibilidad de perder el derecho de propiedad sobre la El honorable Zanibelli declara que el principio que «quieren
casa en que se vivía, fue uno de los riesgos más violentamente establecer los socialistas», es decir, la casa en propiedad pero en
denunciados por los opositores a la ley, en forma bastante no un terreno que no es propio, que pertenece a la colectividad,
justificada, visto que la ley amparaba ampliamente tal derecho. «quiere decir desanimar a las inversiones del ahorro de la fami-
El verdadero punto de choque entre las fuerzas políticas re- lia hacia la habitación. Es decir, ir en contra de la tendencia
presentadas en el Parlamento era, en realidad, la expropiación universalmente sentida de tener una vivienda propia disponi-
de las áreas para la construcción y el control de su sucesión en ble" (Il Globo, 8 de mayo de 1971). El diputado Guarra (MSI)
uso (cfr., por ejemplo, el Corriere della Sera del 30 de junio de habló de contraste con la Constitución que asigna a la Repúbli-
1971). Pero sobre este último tema los grupos interesados en ca la tarea de «facilitar la adquisición de la casa a los trabajado-
mantener integralmente el control privado sobre las áreas en res», mientras Quilleri (PLI) imputaba a los adversarios una
donde construir, difícilmente habrían obtenido consensos ex- «visión distorsionada lejana de las expectaciones de los ciuda-
tensos. Sabían en cambio, evidentemente, que se podía movili- danos» (Il Globo, 14 de mayo de 1971).
zar una parte al menos de la opinión pública presentando la ley En la vispera del debate sobre la ley al senado, el senador
como un atentado a la propiedad privada de la casa. Togni remarcó que «la ley viola los artículos de la Constitución
Su posición fue abiertamente acusada de ser instrumental y que protegen la propiedad privada y la paridad entre los ciuda-

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danos; L.. no puede] satisfacer la aspiración general a la propie- El Ministro del Trabajo aseguró repetidas veces que las ca-
dad de la casa [...] hay que abolir por ser abusivas las disposi- sas en alquiler estaban reservadas «a las clases menos acomo-
ciones que limitan la transferencia de la propiedad de estas vi- dadas, a las personas que vivían en barracas o que vivían en
viendas o su alquilen> (El Día, 3 de julio de 1971). lugares insalubres, a los trabajadores inmigrados» (dec1aración
La Confedilizia (Confederación de los Constructores) definió a la agencia ADN-Kronos, 18 de junio de 1971). Lo sobreenten-
la Ley sobre la casa, inmediatamente después de su aprobación dido, era entonces que cualquiera que tuviese una situación
en la Cámara de Diputados, como una «ley escándalo» (Il Gior- normal, con un trabajo, que no fuera merecedor de margina-
110, 5 de junio de 1971), que «no sólo afecta el derecho de propie- ción, tendría la posibilidad de disfrutar de casa en régimen de
dad de nuestro ordenamiento constitucional y económico, sino propiedad. Hasta el periódico Yllnita, del partido Comunista
que elude la legítima aspiración a la propiedad que constituye italiano, tituló: «Un nuevo camino a la propiedad del aparta-
una tendencia de todos los italianos» (Conferencia de prensa del mento» (22 de junio de 1971) un artículo en el que aclaraba
abogado Pompeo Magno, Presidente de la Confederación de los cuáles eran las finalidades y las estructuras de las cooperativas
Constructores de Lazio, de Il Globo, 5 de junio de 1971). y de la propiedad individida.
La Confederación organizó encuentros y manifestaciones ¿Pero la ley no nacía como respuesta a un movimiento so-
contra la aprobación de la ley, otro error que hubiera sido pre- cial que parecía portador de valores completamente distintos?
disponer medidas según las cuales «los (micos en pagar el precio Frente a las movilizaciones del «otoño caliente», otros datos
serían como siempre los pequeños propietarios» (ídem, siempre disponibles señalan cuando menos la coexistencia, en la cultura
en Il Globo, 5 y 11 de junio de 1971). de muchos italianos de dos orientaciones de valor divergente.
Se repetía continuamente que el pequeño ahorro se dirigía a De 1951 a 1969, el número de viviendas en propiedad habían
la adquisición de vivienda, y que por esto había que defenderlo, aumentado el 87 %, mientras que las utilizadas en alquiler ha-
afirmando que «las consecuencias de tal orientación [la de la bían crecido el 23,9 %. Parece evidente que apenas el creci-
ley] pesarían particularmente sobre las familias con ingresos miento de la renta y las facilidades crediticias y fiscales se lo
modestos que podían adquirir su vivienda y sobre los pequeños consintieron, una gran mayor-ía de los italianos se preocupó por
ahorradores que invirtieron sus capitales en viviendas económi- «tener una casa». Era esto, por supuesto, el objetivo prioritario;
cas y popular para dar en alquilen> (JI Globo, 25 de octubre de mientras que el régimen de suelos, la política de los servicios y
1971; Il Mattino, 24 de junio de 1971), en patente contradicción el crecimiento equilibrado de las ciudades, aún reivindicados
con lo afirmado en otra ocasión (JI Globo, 21 de abril de 1971): enérgicamente, no eran perseguidos con la misma tenacidad
es decir, que la inversión inmobiliaria ya no era conveniente, lo con que se realizaba el proyecto familiar -privado de la casa
que inducirla a pensar que hubiera sido un deber social orien- en posesión.
tar el pequeño ahorro hacia otras inversiones. Siempre en JI En conclusión, la expropiación generalizada de las áreas
Globo, 19 de junio de 1970, la ley (ya en discusión en el Senado) para construir fue rechazada por el Parlamento, y los que en la
es definida como «una bomba contra los ordenamientos», mayoría de gobierno, lo sostuvieron, pagaron un alto precio por
Se afirma finalmente que el enriquecimiento que del control su no conformismo. Tampoco se puede decir que fue encauza-
de los suelos podría derivar a los Municipios es «absurdo» (Il da una diferente política urbana, o una más incisiva política de
Globo, 8 de diciembre de 1970) mientras talo cual no parecía dotación de servicios para las zonas-dormitorio, A pesar de
hasta que terminaba en las bolsas de los especuladores. esto, no hubo más movilizaciones nacionales por una distinta
También las otras fuerzas políticas, que se colocaban en po- política de la casa. La solución familiar -privada del problema
siciones muy diversas de las citadas aquí, dan la impresión de del alojamiento- fue, de hecho, no sólo practicable en tiempos
verse obligadas a enfrentarse con el valor -real o presunto-- relativamente breves para una gran mayoría de los italianos,
que los italianos asignaban a la propiedad privada de la casa. sino satisfactoria hasta el punto de hacer relegar en un rincón,

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por muchos años, los aún evidentes desperfectos que esa ges- mismo tiempo arquitectos pertenecientes a igual ambiente uni-
tión de las ciudades y del tenitorio producía. versitario y profesional proyectan y realizan en muchas ciuda-
Son posibles interpretaciones diversas. Se puede leer esta des italianas, en el marco de la ley 457178, unos gigantescos y
historia como un ejemplo de lo que en un tiempo se llamaba extravagantes grands ensembles, en los cuáles «el contenimien-
«viscosidad cultural», persistencia de la tradición, también en to» de las superficies y de los volúmenes [de los alojamientos
contextos radicalmente cambiados. Pero se puede interpretar la individuales] no ha sido en concreto asociado a alguna direc-
persistencia del valor de la casa en propiedad como una refun- ción cualitativa que definiera las caracteristicas tipológicas,
cionalización de la tradición, como la respuesta, repetida en funcionales y ambientales de las instalaciones por realizar.
cuanto ya verificada, a condiciones de vida que nunca pennitie- Fracasada la tentativa de devolver como servicios externos a la
ron salir definitivamente de la precariedad; de modo que la pro- vivienda las superficies sustraídas a la misma, el resultado más
piedad de la casa seria siempre un dato de seguridad. Se puede evidente del Plan Decenal para la construcción es una nueva y
también pensar que la casa fuera el más accesible, y el más útil abundante producción de viviendas más pequeñas y más infe-
entre los bienes de consumo duraderos, a la posesión de los que lices (D'Innocenzo, 1986; 17).
los italianos, neoconsumistas, confiaron en los años sesenta la De uno de estos mastodontes, conocido como «Le vele» de
tarea de rediseñar las jerarquías sociales. Y también se puede la colonia en la zona de Scampia Secondigliano (Nápoles), los
pensar que la valoración de la casa en propiedad haya sido in- habitantes pidieron formalmente al Ayuntamiento su demoli-
ducida -con la propaganda política, pero también con las faci- ción. sosteniendo entre otras cosas, que «la gente no debe ser
lidades fiscales y crediticias, con la proposición de modelos su- más considerada como un accesorio de los proyectos urbanísti-
gestivos, pero también con la creación de condiciones ventajo- cos (JI Manino, 30 de marzo de 1989,21).
sas para los pequeñísimos ahorradores- por un grupo político Lo cual confirma cuanto escribe otro experto en problemas
y económico que sobre la especulación inmobiliaria construyó de la casa: «Se debe reconocer que en general (pensamos en
sus fortunas. todos los países) se conoce muy poco sobre las aspiraciones de
Quizá todas estas interpretaciones son aceptables en el sen- la gente hacia los diversos tipos y estándares de vivienda» (Vi-
tido de que ninguna excluye a las otras. De hecho, ¿no empeza- l1ani, 1975: 20). Cuando por fin se logra activar a la gente para
mos nuestra reflexión señalando que la casa sirve y tiene mu- poderle preguntar por lo menos como quema que fuera hecha
chos significados? su casa, los resultados son desconcertantes (Legé, 1984; Portelli,
Desde la mitad de los años setenta y durante los años 1985). Los usuarios, habitantes de una vivienda de interés so-
ochenta se manifiesta en Italia lo que se puede considerar una cial o destinados a serlo, saben articular muy poco sus deman-
verdadera y propia disociación esquizofrénica. en el ámbito de das: ellos reivindican sobre todo la ampliación de lo que ya tie-
las políticas sociales para la casa. Mientras una mayoria de los nen o ya conocen. A veces simplemente recababan sugerencias
italianos adquiere en el mercado privado la casa donde reside, de los modelos «burgueses» propuestos por los medios.
y con una cantidad no pequeña se compra una segunda casa También aquí hay un problema importante para la antro-
en un lugar de vacaciones, se desencadena entre los expertos pología; con una terminología actualmente de moda. se podría
una lucha para denunciar los límites y las carencias de las invocar la incapacidad de los sujetos a «traducir», a traducirse
construcciones populares ya realizadas; criticando el ZONING, unos a otros, e imputar a esta imposibilidad de comunicar esa
las imprevisiones hacia el ambiente y la negligencia hacia las «traición de la participación» lamentada en un estudio de los
condiciones del bienestar humano, la abstracción de los están- tardíos años setenta (D'Alto, Ella, Faenza, 1977). Indudable-
dares y la irracionalidad del racionalismo, las carencias en los mente entre urbanistas, arquitectos y antropólogos por una
servicios y la monotonía de las tipologías (Villani, 1974; Cop- parte, y habitantes de las colonias periféricas de interés social
pola PignateIli, 1977; D'Innccenzo. 1986; De Francis, 1988). Al por la otra, las diferencias culturales son muy grandes como

116 117
para que surja un problema de comunicación transcultural.
Pero creo que estas diferencias resultan más adecuadamente
definidas y su función más comprensible si las conceptualiza-
mos, con Bourdieu, en los términos de capitales culturales,
cuya asignación social es siempre decidida en el interior de
relaciones de poder.
TERCERA PARTE

A LA BÚSQUEDA DE UN OBJETO:
ESTUDIO DE CASOS

118
CAPITULO SÉPTIMO

PIETRALATA: LAS LUCHAS


POR LA VIVIENDA*

Pietralata tiene una historia particular: ya completamente


integrada en el tejido urbano de Roma, nació como suburbio
(borgata), es decir, como asentamiento satélite querido y reali-
zado programadamente en los años treinta, durante la dictadu-
ra fascista.
El pueblo de Pietralata está situado al sureste de Roma, cer-
cano a la calle Tiburtina que une la capital con el mar Adriático.
En la época de nuestra estancia, la población de la borgata era
de 20.000 habitantes aproximadamente. Como casi todos los
pueblos romanos coevos (?), y los barrios del centro histórico o
las zonas de la primera expansión de la ciudad después de
1870, Pietralata se ha caracterizado durante décadas por una
fuerte identidad local que estaba todavía muy viva en los años
en que se llevó a cabo la investigación.
El localismo ---con hase pueblerina, ciudadana, provincial,
regional y étnica- se ha vuelto uno de los temas favoritos de la
investigación antropológica de los últimos años (W.AA., 1989a;
W.AA., 1989b; W.AA., 1993). Se ha puesto de actualidad no

* La investigación en Pietralata ha sido dirigida por mí, Gianfranca Ranisio y


Gabríella Pazzanese desde 1979 hasta finales de 1980, con sucesivas estancias en el
lugar de un mes de duración cada una de ellas. Estos materiales no han sido nunca
publicados.

121
sólo desde la tragedia de la ex Yugoslavia, sino a partir de toda He decidido presentar los resultados bajo la forma de una
una serie de conflictos endémicos de pequeñas, medianas y historia de la relación entre los habitantes de Pietralata y su
grandes dimensiones, a los que el localismo parece proveer el territorio. Este corte interpretativo me fue sugerido, diría yo
trasfondo ideológico y el contenido de valores. Desde las pandi- casi impuesto, por los habitantes de la borgata, o mejor dicho,
llas de los guetos californianos hasta Chechenia, la reivindica- ha sido el corte que ellos antes que nada han elegido para na-
ción del control sobre un territorio es legitimada produciendo rrarse.
ese territorio como patria. A veces dicha producción puede refe- Ya en la época de la investigación la bargata había sido ab-
rirse a una continuidad de asentamiento históricamente verifi- sorbida en un continuum urbano que la unía sin importantes
cada, otras veces el territorio reivindicado constituye para el rupturas al barrio tiburtino y, por lo tanto, a la ciudad de
grupo que lo reivindica un objeto cultural que tiene tanto de la Roma. No obstante, la primera pregunta que se nos hizo fue:
metáfora como de la tradición inventada; como es el caso de los «¿Vienen de Roma?». Pronto nos dimos cuenta de que en Pie-
chicanos, los hijos de los inmigrantes mexicanos nacidos en Ca- tralata todos utilizaban frases como «mañana por la mañana
lifornia, cuya Aztlán, es al mismo tiempo la California en que vaya Roma por un certificado», «mi hermana vive en Roma»,
viven y el mítico territorio donde los aztecas iniciaron, guiados «encontré trabajo en Roma». Si se objetaba: «¿Pero aquí no es
por un águila, su bajada hacia el sur, que debía conducirlos a Roma?», la respuesta era: «No, aquí es la borgata». Desde su
los triunfos y a las glorias de Tenochtitlán (Rodríguez 1993; «fundación» Pietralata, como las otras borgatas, fue incluida ad-
Valenzuela Arce 1993). A pesar de las diferencias notables que ministrativamente en el Ayuntamiento de Roma; pero sus resi-
se registran entre un grupo y otro, dos características parecen dentes evidentemente no se identificaban con la ciudad ni se
constituir el mínimo común denominador del localismo de es- consideraban sus habitantes.
tos grupos. La primera consiste en el hecho de que el localismo Era frecuente la afirmación segón la cual los habitantes de
se produce en el interior de una relación antagonista entreteni- la ciudad de Roma consideraban a los habitantes de Pietralata
da con uno o mas grupos, en el interior de ella el localismo diferentes a ellos; y también la gran mayoría de nuestros inter-
(elaborado en etnicismo y racismo) se toma un arma ideológi- locutores de Pietralata se consideraban diferentes a los roma-
ca. La segunda característica, estrechamente ligada a la prime- nos. La percepción de sí mismos como diferentes a los habitan-
ra, es el fundamentalismo tendencial o desplegado del que el tes de otras borgatas, de las que algunas estaban muy cercanas,
localismo está empapado. El pertenecer al grupo es siempre era igualmente muy fuerte. También cuando participaban en
una cuestión de raíces; de patrimonio lingüístico, religioso y forma colectiva en manifestaciones que se referían a Roma en-
cultural, de larga pertenencia y de transmisión a través de las tera, los habitantes de Pietralata participaban como tales y no
generaciones, y esto vale aún cuando el elemento de la heren- como romanos, y señalaban con orgullo esta característica, ~l
cia genética no está directamente involucrado. De tal modo que ejemplo seguramente más significativo al que asistí es el s~­
-vale la pena notar- los dos principios de pertenencia, el te- guiente. Desde los primeros comicios de la po~guerra hasta fi-
rritorio y la sangre, que en ocasiones son considerados opues- nales de los años ochenta, Pietralata estuvo SIempre entre los
tos, terminan fundiéndose en una sola, aunque no definida pero dos o tres primeros distritos electorales romanos por número
poderosamente sugestiva, «esencia» que hace que «tú seas uno de votos al Partido Comunista Italiano. Los porcentajes que
de los nuestros». reunía el PCI, siempre superiores a la mayoría absoluta. han
El interés de la investigación desarrollada en Pietralata es tenido en algunos casos dimensiones plebiscitarias.
-en mi opinión-e- el hecho que permitió insertar la historia del La gran fiesta de los comunistas romanos era por tradición,
nacimiento, florecimiento y descenso del localismo de la borga- el discurso del 25 de abril, realizado por el secretario nacional
ta en un marco interpretativo diferente. Eso será discutido des- del partido en la plaza de San Giovanni in Laterano,. Por ~ste
pués de la exposición de los materiales recogidos. motivo el 25 de abril de 1979 participamos en la manifestación

122 123
con los habitantes de Pietralata. No exagero diciendo que se emerger algunos monumentos de la época clásica a costa de la
trasladó la borgata entera en un largo cortejo de automóviles, demolición de una buena parte de la Roma medieval no monu-
camiones y autobuses urbanos prestados por la administración mental y también de monumentos importantes.
del ayuntamiento. Todos los vehículos estaban decorados con La operación añadió a los resultados de tipo ideológico, los
tiras y banderas rojas, en donde junto a la hoz, e! martillo y la de tipo sociourbanísticos. La demolición de las viejas viviendas
bandera tricolor, símbolos del pel, se evidenciaba y se repetía que constituían el centro histórico romano conllevaba la expul-
hasta el infinito el letrero: «Píetralata -sección XXV abril». To- sión de! centro mismo de aquellos que ahí vivían. Se trataba de
dos los cláxones sonaban al máximo. Se cantaba en coro en una parte importante del proletariado romano, un proletariado
todos los coches. Reunidos en una pequeña plaza cercana a San en cierta medida atípico. Siendo desprovista, más aún hoy, de
Giovanni, dejamos los coches y se formó un cortejo con bande- establecimientos industriales importantes, Roma no tenía un
ras y tiras cuyos letreros, pronunciados también a manera de proletariado industrial, sino más bien un proletariado de alba-
eslogan, gritaban: «Pietralata es roja, la D.C. no pasa», y otros ñiles, obreros, trabajadores de los transportes públicos y priva-
que de cualquier forma ponían en evidencia e! nombre de la dos, de los servicios y además, una consistente población de
borgata. El cortejo entró a la plaza San Giovanni in Laterano y, pequeños trabajadores independientes, artesanos y comercian-
hendiendo la multitud, se detuvo debajo de! palco de los orado- tes. Aunque desprovistos de la tradición socialista, sólida, tanto
res. «Éste es el lugar de los compañeros de Píetralara», lTIe dije- en el plano ideológico como en el organizativo, que tenía la
ron con orgullo; no de los compañeros albañiles, metalúrgicos o clase obrera del norte de Italia, el proletariado romano consti-
ferrocanileros. Así también « de Pietralata» fue e! festival de la tuía una realidad potencial y a menudo explfcitamente hostil al
Unita organizado en septiembre del mismo año en la borgata; régimen. La forma en que fue alejado de! centro histórico de la
como «de Pietralatas eran las delegaciones enviadas a las mani- ciudad demuestra que junto al objetivo de crear un urbanismo
festaciones ciudadanas, regionales o nacionales del PCI. monumental, el gobierno fascista perseguía igualmente otro ob-
¿De dónde nacía este sentido tan fuerte de identidad local? jetivo no menos importante: el de neutralizar marginándolo, un
La historia del poblamiento de! lugar puede ayudamos a indivi- grupo social hostil y potencialmente peligroso. La expulsión del
duar al menos algunas razones. Al inicio de los años treinta, centro histórico no se limitó, en efecto, a un reacomodo en otra
Mussolini, ya en el poder, lanzó la política de renovación urba- zona, en la periferia de la ciudad, sino que fue algo que algunos
na d~ la ciudad de Roma. Con esta operación quería poner en autores no dudaron en llamar deportación. Para alejar a la po-
práctica, entre otras cosas, también un objetivo ideológico: con- blación expulsada del centro histórico se crearon las borgatas.
solidar la imagen del régimen fascista como realizador provi- Éstas no eran ciudades satélite o colonias periféricas indepen-
dencial de orden, paz y prosperidad en el interior, y como temi- dientes o poblados rurales. La única definición que se puede
ble conquistador de imperios en el extranjero. Para construir dar es: dormitorios, conjuntos de barracas dispersas en el cam-
esta imagen no se encontró nada mejor que intentar establecer po romano a varios kilómetros no s610 del centro, sino también
analogías sistemáticas entre la «Era» fascista y la época impe- de la última casa de la periferia.
nal romana, en particular la época de Augusto. El repertorio de De 1934 a 1939 se construyeron una decena de borgatas (In-
«rornanídad» recuperado y nuevamente propuesto o impuesto solera, 1962), a unos cien metros de alguna de las grandes ca-
(en las divisas, en los emblemas, en las insignias, en las bande- rreteras de época consular que partían de Roma, pero casi
ras, en los saludos, en e! lenguaje oficial, en los programas esco- siempre estaban situadas en los valles característicos del campo
lares, en la arquitectura pública, etc.) fue muy vasto, claramen- romano, profundas cuencas hundidas respecto a la superficie,
te artificial, a menudo lúgubre; tuvo su culminación en el pro- en cuyo fondo había casi siempre agua semiestancada, la lla-
yec~o d~ esta~lecer «en los cerros fatales de Roma» la antigua mada marana. De forma tal que, aunque desde todas las borga-
capital imperial, Es sabido que este programa sirvió para hacer fas se podía fácilmente alcanzar una carretera, sin embargo,

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estos asentamientos quedaban invisibles para quien pasaba por cal, de una confusión de la cual nació un sentimiento de cólera,
la carretera misma. Ubicadas en microclimas insalubres, por el de rebelión impotente frente a la violencia de la que fueron víc-
estancamiento y la infiltración de agua, las borgatas estaban timas, y, por lo tanto, de odio profundo para quien la habla
constituidas de barracas de dos o tres tipos diferentes. Las más provocado e infligido. Fueron necesarios varios años, y un
simples carecían de pavimento, tenían muros de paneles pren- acontecimiento de gran magnitud como la guerra, para que el
sados y un techo de lámina sin envigado; las más «bonitas» antifascismo visceral de los habitantes de las bargatas se trans-
eran de mampostería con piso y entretecho. Se trataba de aloja- formara en conciencia política.
mientos unifamiliares sin servicios higiénicos; de una sola habi- La primera crisis cultural que los deportados debieron
tación con cocina o de dos habitaciones para las familias más afrontar fue la de su relación con el espacio. El desarraigo bru-
numerosas. Los servicios higiénicos eran colectivos, colocados tal del territorio que les era familiar los obligó a reelaborar
en barracas, distribuidos en uno por cada tres o cinco vivien- completamente su mapa mental, la visión del espacio modelada
das. Carentes hasta el final de la guerra, no sólo de estructuras a través de la experiencia; y el nuevo territorio donde habían
colectivas, sino de casi todos los servicios sociales, y en el curso sido lanzados, no podía no condicionar profundamente la nue-
de los primeros años también de alcantarillado, de líneas regu- va concepción del espacio que debieron elaborar, al menos en
lares de autobuses que las conectaran a Roma, las bargatas no tres niveles: casa, colonia y ciudad.
eran unos campos de concentración sólo porque no estaban Los testimonios parecen confirmar que, aunque hayan sido
cercadas (amuralladas). habitadas al menos por 15, a menudo 20 o 25 años, jamás nadie
Evidentemente nadie hubiera ido a vivir por propia iniciati- ha considerado las barracas como casas. En el curso de las na-
va a lugares así. En efecto la evacuación de la población de las rraciones de los entrevistados, se les evocaba con la ayuda de
viejas viviendas se hizo gracias a la orden generalizada de ex- algunas fotografías que provocaban inevitablemente una serie
pulsión por causa de pública utilidad, y si la gente no se iba _y de comentarios como: «¿Ya éstas tú les llamas casas?», «¿Son
a menudo no lo hacía-la orden de expulsión ofrecía la cober- unas casas, aquellas cosas de allí?», «No somos bestias para
tura legal para que interviniera la policía y el ejército fascista. sentimos como en casa en este establo», y así sucesivamente.
No solamente la tradición oral, sino también los archivos de Este rechazo total de considerar como casa un alojamiento
estado atestiguan que las casas fueron desalojadas varias veces, donde se ha pasado un tercio, a veces la mitad de la vida, donde
y las personas y los muebles cargados en los camiones bajo la quizá se nació, podría encontrar una explicación en la pésima
amenaza de los fusiles (Insolera, 1962). calidad de las barracas mismas, realmente más parecidas a es-
Éste es también el origen de Píetralata, borgata construida tablos que a habitaciones. Sin embargo, desde el punto de vista
en 1936, aliado de una vieja cantera de piedras para construc- del espacio utilizable y de la cualidad de los servicios, como
ción, abandonada, en el kilómetro 6 de la carretera Tiburtina. también de la salubridad, las viejas casas del centro histórico no
El desarraigo fue total. Irse a la bargata implicó perder el terrí- tenían unos estándares mucho mejores que las barracas. A es-
torio, la casa, la colonia, la ciudad. Para muchos esto significa- tas últimas, además, con el pasar de los años todos lograron
ba perder también el trabajo y los vínculos creados en el medio aportar alguna mejoría. Creo que el decidido y generalizado re-
laboral. Significaba, finalmente, la ruptura de los lazos familia- chazo a considerar las barracas como casas hay que recondu-
res y de vecindario, puesto que (como era previsible) los habi- cido al valor simbólico de las barracas mismas, más todavía
tantes de cada zona demolida fueron dispersados en más de que a su disfuncionalidad práctica. Para los habitantes de Pie-
una bargata. Los relatos de los protagonistas (niños o adoles- tralata la casa anterior, aunque modesta, era de cualquier for-
centes de esa época y adultos o ancianos cuando los entrevista- ma un bien seleccionado en plena autonomía según una deci-
mos), demuestran que la deportación de los barrios urbanos a sión orientada por un proyecto. También en los estrechísimos
las borgatas fue para todos el origen de una crisis cultural radi- límites de los recursos financieros disponibles, la vieja casa en

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el centro histórico estuvo escogida justamente porque respon- de un evento-en-el-espacio, un evento que puso en discusión el
día mejor que otra a las necesidades de sus ocupantes, tenia los equilibrio del espacio, el «nosotros» y el «ellos» se constituyeron
requisitos que los había inducido a escogerla entre un conjunto como sujetos-sociales-en-el-espacio: el «otro» social está siem-
de viviendas similares, pero ninguna igual a la otra. Tampoco la pre en «otro lugar» espacial. Ya se vio que buena parte de las
situación era muy diferente cuando el alojamiento había sido personas con quienes se ha hablado están convencidas de ser
recibido en herencia (algunas veces se heredaba el contrato de consideradas por los demás como «diferentes» en cuanto habi-
alquiler) de los padres. En las ciudades el mercado de la vivien- tantes de una borgata. Al mismo tiempo, y a pesar de repetidas
da para los pobres tiene de cualquier forma su dinámica y, en denuncias de los defectos, insuficiencias e incomodidad que el
conclusión, quien accede a ese mercado, tiene alguna oportuni- vivir en borgata conlleva aún en el tiempo de nuestra investiga-
dad, más o menos modesta, más o menos ilusoria, de efectuar ción, poquísimas personas quisieron expresar el deseo de ir a
elecciones y, por lo tanto, de encontrar confirmaciones a su vivir a otro lugar; la mayoría en cambio estaba atenta a declarar
propia identidad y a su propia libertad. Haber sido forzadarnen- que no hubieran querido en absoluto irse.
te «arrojados» dentro de una barraca quena decir haber perdi- El cuadro no estaría completo si no tuviésemos en cuenta el
do libertad, posibilidad de escoger y decidir con dignidad. El hecho que Pietralata es -yen los hechos siempre ha sido- una
riesgo de volverse «como las bestias» no era menos grave desde parte de la ciudad. No es cuestión de distancia espacial; es evi-
este punto de vista, que desde el de la higiene y de la promíscui- dentemente una cuestión de relaciones y de percepción recípro-
dad. La tenaz renuncia a reconocerse, y a aceptarse como habi- ca; y la borgata nació en relación a la ciudad. El primer y más
tantes de los que durante veinte años continuaron a llamar «es- importante ámbito de esta relación es el económico. La borgata
tablos», ha sido probablemente para los habitantes de Pietralata no ofrecía y no ofrece medios de subsistencia. No había en la
el elemento de continuidad cultural que les permitió no perder borgata trabajo de tipo urbano y la tierra que la circundaba no
la memoria de la vieja manera de vivir; y, a partir de ésta me- era cultivable o ya estaba ocupada desde hace mucho tiempo
moria, proyectar una nueva. No es casual que la lucha por tener por verdaderos agricultores. Los habitantes de la borgata de to-
de nuevo una casa será el gran acontecimiento durante el cual dos modos no habrían sabido ni querido cultivarla, jamás fueron
se construirá la conciencia colectiva local de los habitantes de campesinos. Para ellos la búsqueda de un sueldo gravitaba en la
Pietralata. ciudad; para encontrar un empleo necesitaban dirigirse a la ciu-
La relación con la colonia, o mejor dicho, las relaciones de dad. Por tradición los hombres estaban ocupados en las cons-
colonia habían sido también, según los testimonios, profunda- trucciones y las mujeres se ocupaban de hacer la limpieza. Tra-
mente modificados por la deportación. El aislamiento del exte- bajos, por lo tanto muy inestables y precarios; para realizarlos se
rior y la nivelación social interna no pareció que produjera a necesitaba ir a la ciudad, pero sin ocupar un lugar fijo y recono-
Pietralata las tensiones y la atomización social tan frecuente en cible en la ciudad. «¿Dónde trabajas>. «En Roma.» «Sí, pero
situaciones análogas (Gíglia, 1994; Althabe et alii, 1985). En las ¿dónde, en Roma>. «Eh, hoy aquí, mañana allá.»
narraciones de nuestros interlocutores parece haber sido «des- Los recursos que se podían encontrar en la ciudad eran de
de siempre» fuerte, tanto la identificación entre la borgata y el cualquier forma también otros: principalmente la asistencia
grupo que allí vivía, como el sentimiento de pertenencia del in- que se podía obtener gracias a los canales administrativos y a la
dividuo no solamente al grupo sino también al lugar, aún con beneficencia, cuyo descubrimiento era tarea casi exclusiva de
toda la ambivalencia de odio-amor que el lugar suscitaba. Pro- las mujeres; y también los recursos típicos de la marginación
bablemente el origen dramático, violento de la borgata plasmó económica; los pequeños comercios más o menos abusivos, las
desde el inicio la identidad colectiva de un «nosotros» que es actividades ilegales propiamente dichas. Naturalmente estaban
también un «aquí», opuesto a un «ellos» que es también un en las borgatas (y aumentaron lentamente con el paso de la
«fuera de aquí», Ya que el «nosotros» se constituyó en el curso primera a la segunda generación) también personas que tenían

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una ocupación estable, pequeños comerciantes, algún artesano de Italia (Signorelli, 1995). Quizá todavía antes de que la guerra
y, sobretodo, empleados de bajo nivel en los servicios públicos. terminara, en el verano de 1944, y después con un crecimiento
Pero para la mayoría de los habitantes el cuadro que acabamos ininterrumpido, el PCI, a través de la presencia difusa de sus
de trazar someramente es el mas plausible. La ciudad era indis- funcionarios y activistas, de su excelente red de células y de
pensable para la supervivencia de la borgata. Pero, en realidad, manifestaciones, había comenzado a desarrollar lo que no me
a la ciudad se «iba a buscar trabajo, comida y dinero», «no se parece exagerado llamar un verdadero trabajo educativo, una
permanecían como sujetos integrados en la ciudad misma. pedagogía que transformó a los potenciales bandidos sociales
En conclusión, la relación con la ciudad era tan necesaria de la borgata, llenos de odio y de ganas de vengarse. Los trans-
como precaria. En relación a la ciudad, los habitantes de la formó, ¿en quién? Quizá no tanto en comunistas, como al parti-
borgata se sentían, aún en la época de nuestra investigación, do y a ellos mismos les gustaba decir, sino en ciudadanos. En la
casi unos ocupantes temporales, abusivos, tolerados, más bien época de nuestra investigación, al inicio de los años ochenta, la
temidos, pero permanentemente expuestos al riesgo de ser ex- enseñanza del partido parecía sedimentada en algunos princi-
pulsados nuevamente (G. Berlinguer, P. Delia Seta, 1960; Ferra- pios profundamente interiorizados por todos los habitantes de
rotti, 1970). Pietralata. Las casas son un bien al cual se tiene derecho, no
Se puede resumir la experiencia de la expulsión y de la de- una dádiva más o menos generosa concedida a los pobres por
portación con las palabras de uno de ellos: «¿Sabes por qué las los poderosos; como consecuencia se necesita pedirlas a la sa-
borgatas han sido construidas en los valles? Porque ellos no nos ciedad, mejor aún al poder público, al ayuntamiento, al estado;
debían ver, nosotros debíamos desaparecer. No se debía ni si- y si nos organizamos de modo tal que se pueda transformar la
quiera saber en donde se encontraban las borgatas». petición individual de una casa en una reivindicación colectiva,
El odio compartido hacia el régimen fascista y la fuerte es- ésta tendrá mayor fuerza, no podrá ser ignorada o abandonada
tructura de las relaciones vecinales en el interior de la borgata, fácilmente.
hicieron que ésta participara por decirlo así colectivamente, a la «Derecho a la vivienda» fue la palabra de orden que marcó
resistencia antifascista y antinazista en el invierno de 1943-1944. el período que todavía hoy se llama «de la lucha por la casa», y
Se establecieron probablemente así las primeras conexiones según los testimonios, parece que en este caso el término «lu-
con la organización clandestina del Partido Comunista Italiano. cha» no es una amplificación retórica. Durante largos años las
Como ya se ha señalado, en la historia reciente de la borgata, el marchas de protesta, los mítines en el Capitolio donde se en-
PCI juega un papel central no sólo desde el punto de vista políti- cuentra el Municipio de Roma, las banicadas en la calle Tibur-
co (que no examinaré), sino desde el punto de vista cultural que tina, las ocupaciones demostrativas, los cortejos y naturalmente
está en el centro del presente análisis. los choques frecuentes y violentos con la policía, constituyeron
Concluida la guerra en 1945, la lucha por la casa fue el com- una secuela casi ininterrumpida. La victoria fue completa: a
promiso en torno al cual se consolidaron los vínculos ya exis- finales de los años setenta, Pietralata fue totalmente reconstrui-
tentes entre la borgata y la organización política y muchos nue- da por los institutos de construcción económica y popular; las
vos que se crearon. Como ya hemos dicho, la necesidad de ca- barracas habían desaparecido completamente, cada familia ha-
sas era evidente y los habitantes de Pietralata eran todos cons- bía «conseguido la casa». Vale la pena señalar que también si se
cientes de ello; las ya terribles carencias cualitativas y cuantita- trata de casas en alquiler, los que las habitaban mostraban el
tivas de la situación originaria se agravaron con la guerra y la mismo aire de lograda seguridad y estabilidad que podrian
posguerra. Primero gravitaron alrededor de Roma los expulsa- mostrar siendo propietarios. No sólo por la absoluta modestia
dos de las zonas al sur de la capital, atravesadas por el frente; de la renta ni por la protección que la ley acuerda a los inquili-
después, al inicio de los años cincuenta, se activaron imponen- nos de las casas populares, en práctica inamovibles; sino tam-
tes conientes de inmigración hacia Roma, desde el centro-sur bién por la conciencia de su propia fuerza, del logrado estatus

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de ciudadanos titulares de derechos, e! respeto de los cuales el valor supremo es el partido, la entidad que permitió que todo
estaba garantizado por la fuerza de la organización de la que esto se realizara. Pero a la devoción por el partido va unido un
constituían una parte sobresaliente. sentido muy fuerte de la propia identidad colectiva. No gratuito
La experiencia había, por lo tanto, señalado a los habitantes en verdad, y, además, reforzado por situaciones externas.
de Pietralata que la lucha paga, que da resultados concretos. La La violencia y la eficacia de las luchas por la vivienda gana-
lucha era el instrumento gracias al cual se había adquirido un ron a la borgata una reputación de «dura», primero entre los
bien: la casa; un estatus, el de habitante de una casa civil; una militantes del PCI romano, después en toda la ciudad y al final,
identidad social y política reconocida por toda la ciudad, la de a nivel nacional, cuando las historias de las mujeres de Pietrala-
militante comunista de borgata. La lucha da el poder y el poder ta, comprometidas más que los hombres en las luchas por la
da la identidad. «Si no luchas no eres nadie» dice una persona casa inspiraron una película, La diputada Angelina (L'onorevole
entrevistada. Todavía en la época de nuestra investigación, aun- Angelina) cuya protagonista fue Anna Magnani: fotografías de
que la administración del Ayuntamiento de Roma estaba en escenas de la película y más aún las fotos instantáneas tomadas
manos de los comunistas desde hacía cinco años, el 60 % de las a la actriz y con la actriz se conservaban todavía con devoción
personas entrevistadas estaban convencidas de que «para obte- al inicio de los años ochenta no sólo en algunas casas privadas,
ner el progreso en la colonia, los habitantes se deben movilizar sino en las sedes de Pietralata de! PCI. Pero, sorpresivamentc, e!
y luchar directamente, en lugar de confiar sus peticiones a una objeto de la devoción no era la Magnani, era la borgata misma y
organización que las trasmita a la autoridad competente». su historia. «Nos tuvieron que hacer la película, entiendes, por
Las luchas por la casa han sido una experiencia decisiva, el desmán que les hicimos..
fundamental, pero también muy clara y lineal, casi un recorrido En el mismo horizonte de autoestima y de orgulloso pero
clásico de la formación de la conciencia colectiva. Los margina- tolerante reconocimiento del propio papel de líder se inscribe la
dos, los aislados descubren la fuerza de la organización, la fuer- relación que se creó en el curso de los años de la lucha por la
za de la petición que tiene una dimensión colectiva. Descubren casa entre los pietralatenses y los inmigrantes provenientes de
al mismo tiempo que la posesión de la fuerza les da derecho a las regiones de Italia central y sobre todo del sur. Estos últimos,
la identidad. Descubren que si son decididos serán respetados. no encontrando casas en la ciudad, se instalaron en las borgatas
«Si quieres obtener algo, les debes dar miedo», dice otra perso- en donde construían sus barracas al lado de las que ya existían.
na interrogada. La firme oposición «nosotros/ellos» alimentada De origen rural, en mayoria ex campesinos, diferentes a los
por e! aislamiento y por la homogeneidad social originaria de la romanos por el dialecto, las costumbres, las prácticas religiosas,
borgata, tuvo al inicio una función defensiva de la identidad, las relaciones familiares, a los inmigrantes de los años cincuen-
una función de hecho tranquilizante y protectora. Ésta ha cam- ta, todavía a fines de los años setenta se les denominaba los
biado de significado con la lucha y se ha vuelto agresiva: el burini (palabra del dialecto romano que significa campesino,
«nosotros/ellos» no es más el horizonte cultural que ayuda a no hombre burdo y torpe, ignorante de las costumbres de la ciu-
desaparecer en los valles, sino el horizonte cultural que ayude. a dad y, por lo tanto, destinado a hacer e! ridículo y a ser engaña-
salir de los valles para entrar en la ciudad. El «nosotros/ellos» se do). Pero el juicio sobre ellos era muy articulado: «Son burini
vuelve «nosotros contra ellos». Los valores son antagonismo y porque campesinos nacieron y no pueden cambiar. Pero son
agresividad hacia e! exterior; solidaridad y lealtad hacia e! inte- capaces, lucharon por la casa con nosotros, para la lucha son
rior. La conflictividad latente o manifiesta es experimentada como nosotros». Y, en efecto, no hay huellas ni de conflictos ni
como un dato constante de la vida y se vuelve, por lo tanto, un de tensiones graves entre la gente de Pietralata (como en el res-
carácter del mundo; un carácter no negativo porque es verdade- to de las otras borgatas romanas) y los inmigrantes. Conflictos y
ramente a causa del conflicto que los habitantes de las borgatas tensiones que en los años cincuenta, en cambio, no era raro que
«entran de nuevo en la historia». Más allá de todos los valores, sucedieran en Milán o en Turín (Signorelli, 1995; Fofí. 1975).

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Creo que en este proceso de integración relativamente no con- parecía presentar más contradicciones que continuidad respec-
flictivo un papel crucial lo tuvo la necesidad común a todos de to al pasado de la borgata.
una vivienda; y tanto más la capacidad del PCI de dirigir la Resumiendo: la borgata no se parecía en nada a la de los
OpOSICIón «nosotros sin casa/ellos deben dárnosla» en forma tal años treinta. Las viviendas de interés social de construcción
como para hacer de ella el terreno para una identificación de más reciente respondían a estándares más bien elevados de es-
los intereses comunes y de los enemigos comunes, para hacerla pacio, de accesorios, de acabados; en lo que se refiere a las
hegemónica, por así decirlo, respecto a la otra oposición, roma- viviendas más antiguas, fueron objeto en los dos últimos años
nos/campesinos. Cuando preguntábamos a las personas mayo- de un minucioso mantenimiento por parte del Instituto que es
res que habían participado en la lucha por la casa: «¿Qué signi- propietario. La estructura de la ocupación no había cambiado,
fica para ti el partído?», no era raro que contestaran: «Todo», pero la categoría de los dependientes públicos se había vuelto
sin énfasis, más bien como la constatación de un hecho eviden- relativamente mayoritaria, a menoscabo de los ediles, albañiles,
te. Ésta era la respuesta de bastantes militantes comunistas de obreros especializados, todos en disminución. El modelo de
esa generación (Li Causi, 1993). consumo se presentaba como un mixto sorprendente de consu-
Seria un gran error ver en la historia de Pietralata solamen- mismo y de tradiciones populares romanas, al perder todas las
te la producción de una representación colectiva con base te- características de penuria.
rritorial, útil a nivel psicológico porque permite asegurar, con- Una mujer cincuentona, preciosa informadora ya que en su
solar y consolidar la identidad; o ver solamente una operación tiempo había sido una joven protagonIsta de la lucha por la
de producción de consenso por parte de un partido activo y vivienda en los años cincuenta, me recibió una tarde en su muy
hábil. La transformación cultural que he descrito, considero bien equipada cocina-comedor, en donde estaba preparando lo
que ha funcionado y se ha arraigado porque ha tenido una que en Roma se llama ciambellone, una especie de rosca de
correspondencia estructural sólida y evidente: lo ha sido desde preparación casera. «Es para mi hijo», me explicó con el aire
el punto de vista económico, porque ha condicionado la desti- entre orgulloso y enojado típico de las madres que tienen un
nación y el uso del dinero público; y lo ha sido desde el punto niño difícil, pero que con mucha dificultad logran hacerlo cre-
de vista sociológico porque transformó la relación entre Pietra- cer bien; «En el desayuno no me come nada, sin embargo, le he
lata y la ciudad de Roma, haciéndola pasar de la forma de la hecho probar de todo. ¡Mira!» me dijo, abriendo la puerta de un
integración marginal, individual y aislada en su rebeldía, a la mueble. Había en el interior, al menos unos veinte paquetes
forma de la integración colectiva explícita y conscientemente entre galletas, confecciones de panecillos, cuernos, pastelitos,
conflictiva. etc., procedentes del más cercano supermercado. El hijo en
La etapa sucesiva de éste proceso pareció por lo demás per- cuestión en esa época ya había cumplido 22 años, había hecho
fectamente consecuente: en 1976, el PCI gano las elecciones ad- el servicio militar, y trabajaba.
ministrativas en Roma, y en el distrito al que pertenece Pietrala- Según lo que afirmaban nuestros interlocutores adultos, en-
ta obtuvo una mayoría verdaderamente aplastante. Era como si tre los cuarenta y los sesenta años, en la segunda mitad de los
con la mediación del partido y junto a todos los compañeros años setenta se había registrado una disminución muy impor-
romanos, los pietralatenses hubieran ganado la legitimación tante si la comparamos con lo que había sucedido durante los
política y jurídica para administrar los recursos públicos por el años de las luchas por la vivienda, de la participación en la vida
control de los cuáles habían luchado. pública de la borgata.
¿Esto quiere decir que finalmente la ciudad les pertenecía? El PCI seguía recogiendo una gran mayoría de los consen-
Los procesos no son tan lineales, los acontecimientos roma- sos electorales, pero parecía menos capaz o menos preocupado
nos no son tan lógicos. de movilizar, reunir, organizar a la población, como lo había
La situación que encontramos en Pietralata en 1979-1980 hecho en el pasado.

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Parecía haberse debilitado también el interés de la pobla- nísta, e igua! a los demás, todos protagonistas; la dirección de
ción hacia la borgata, sobre todo con respecto a la posibilidad los recursos obtenidos, al contrario, ya sea por la estructura de
de mejorarla gracias a nuevas estructuras y servicios mucho los roles que ofrece como por los conocimientos que exige (o que
más fáciles de obtener con una administración de izquierda en se afirma que exija), obligo a un gran número de participantes a
el ayuntamiento. La demanda de nuevas estructuras era, según delegar la propia participación y las propias decisiones. Es aquí
mis entrevistas, constante pero genérica, era más una ritualiza- donde hay que buscar, y no en una retrasada persistencia de la
da repetición de una fórmula, que la expresión de necesidades ideología de la lucha, la raíz del malestar perceptible en la bo;-
vividas en carne propia; la participación de los ciudadanos en la gata, en el tiempo de nuestra investigación, en la conciencia
gestión de las estructuras y de los servicios sociales existentes difundida, aunque confusa, de una pérdida de poder rea! y por
estaba garantizada en gran parte siempre por las mismas perso- lo tanto, de un nuevo riesgo de pérdida de identidad. Los ínstru-
nas activistas delegados por el peI y, en una minoría por otros mentas del poder antagonista, de la resistencia pasiva a la reSIS-
partidos; mientras la mayoría de la población o se desentendía tencia activa, a la violencia, eran conocidos y poseídos por cada
de la gestión de los servicios o se limitaba a hacer acto de pre- uno y no podían ser usados sin la participación de ~odos. .
sencia pasivo en las asambleas. muchos interlocutores lamenta- Los instrumentos del nuevo poder parecían mcomprensi-
ban también la tendencia a una cada vez más escasa politiza- bIes reservados para pocos. Los que controlaban estos nuevos
cíón de los jóvenes. instrumentos y a los que era necesario delegar la participación
Resumo utilizando la frase de una persona anciana, política- de uno no siempre eran queridos, ya que, el resentimiento por
mente activa: «Pietralata, como la ven hoy, fuimos nosotros la situación de exclusión se descargaba sobre ellos. Evidente-
quienes la hicimos, con nuestras luchas, y es por esto que la mente, la antigua identificación con el peI y la tradicional con-
apreciamos tanto, pero ellos [los jóvenes] han encontrado la pa- sideración hacia los dirigentes prevalecían sobre el descontento
pilla hecha y es por esto que no les importa». y el resentimiento, garantizando todavía las movilizacio~es en
Naturalmente hoy, a la distancia de más de quince años, las la plaza San Giovanni. Sin embargo, el descontento senalaba,
tendencias que a finales de los setenta comenzaban a delinearse en términos elementales pero auténticos, una situación real de
en la borgata roja aparecen totalmente coherentes con lo que ha exclusión.
sucedido y está sucediendo a nivel nacional y también interna- Una segunda circunstancia que generaba desagrado era la
cional. Las primeras señas de despolitización y de regreso a lo poca visibilidad de los nuevos objetivos para los cuáles se ha-
privado. pueden ser interpretadas como los primeros síntomas brían debido comprometer. Las luchas por la vivienda tendían
del advenímiento de la llamada sociedad postindustria! o pos- a la satisfacción de una necesidad explícita, consciente; la con-
moderna. Sin embargo, si esto puede ser el marco de referencia frontación con otras realidades (el pasado, las otras zonas de
general, yo creo que no se debe renunciar a examinar más de Roma) llevaban claramente en la conciencia de todos no sólo la
cerca cómo el proceso general se declinó en una situación local, necesidad de cada uno, sino también la analogía entre las nece-
específica y fuertemente caracterizada, como la de Pietralata. sidades de todos, y ofrecía al mismo tiempo elementos de cono-
Veamos algunos puntos que se merecen una reflexión. cimiento para prefigurar la satisfacción de la necesidad. De he-
El paso del papel de antagonistas que reivindicaban el con- cho se sabía como luchar, pero se sabía sobretodo claramente
trol de los recursos al de gestores de los recursos mismos pudo por qué se luchaba. Pero, un centro social, o ~n centr~ cultural
haber sido frustrante y no por razones emotivas o simbólicas, polifuncional, o mejor aún una «dif:rente ca~Idad de.vida» eran
sino porque en concreto el segundo rol implicó para los pie- otra cosa. Las necesidades a las cuáles habnan debido respon-
tralatenses una pérdida de poder respecto al primero. Quisiera der estas estructuras estaban en gran parte latentes por la falta
explicar esta afirmación que puede parecer paradójica. Cuan- de experiencias concretas que hubieran hecho madurar la con-
do participaron en las luchas, cada uno entre ellos fue protago- ciencia de una falta de esa naturaleza. En la medida en que

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Por algunos decenios, Pietralata -y muchas otras situacio-
estas necesidades se volvían conscientes, casi siempre en forma nes locales similares- pudieron ser producidas como las retro-
parcial e incompleta, encontraban satisfacción gracias a la ad- vías en las que se acumulaba un consistente capital simbólico,
quisición de bienes de consumo en el mercado privado (al que para emplear después en las luchas de poder que tenían lugar
todos ya podía acceder gracias al aumento de sus ingresos). Por en el campo político (Bourdieu, 1992), Eran entonces localida-
ejemplo, la posibilidad de comprar para los hijos calzados ana- des, pero sólidamente ancladas a un contexto; y alimentaban
tómicos y de llevarlos en automóvil al campo, esconde -en el localismos, pero fuertemente integrados en una ideología orien-
sentido que hace desapercibida y desapercibible- la exigencia tada en sentido universalista. Pero ya en el tiempo de nuestra
de un servicio de educación física para la infancia. investigación era evidente que su función estaba agotándose.
Hay aún otros elementos, luchar por la casa significaba lu- Parecería sensato entonces el comportamiento de esos jóvenes
char por un bien concreto, visible, tangible, cuyo goce hubiera a los que las personas ancianas les reprochaban por qué «no les
sido igual para todos, continuo y organizado en bases familia- importaba la borgata»; quizá no era sólo el conformismo sugeri-
res. Las infraestructuras que mejoran la borgata, en cambio, a do por la sociedad de consumo a empujarlos hacia la ciudad.
menudo no ofrecen bienes sino servicios; no sirven a todos en sino el sentimiento confuso, pero no por esto menos correcto,
forma homogénea, sino que tenían un público diferente y selec- de que ya entonces el poder real, el derecho a contar no se
cionado por categoría y edad; no sirven en forma continua, sino conquistaba más luchando en Pietralata. ¿Dónde están ahora,
sólo en ciertos periodos de la vida de cada uno. Para que todos admitiendo que estén todavía en algunos lugares de la ciudad,
se dedicaran a realizar un círculo para los ancianos o una guar- las retrovías en donde se acumula capital simbólico y los cam-
dería, se necesitaba que estas estructuras fueran consideradas pos en dónde se combate por el poder?
respuestas a las necesidades de todos y no a las necesidades de
los más ancianos o de las jóvenes madres que trabajan. Pero el
reconocimiento de la naturaleza colectiva de necesidades como
las anteriores puede nacer sólo de una actitud cultural, que no
valorice la ventaja inmediata, que se haga cargo de programar
el futuro, que valore la inversión, la ventaja a largo plazo. Sin
embargo, las experiencias de marginación subjetiva respecto al
ejercicio del poder de gestión; el bajo nivel de conciencia de las
nuevas necesidades y su satisfacción parcial en el mercado pri-
vado; la tendencia cultural regresiva (o nuevamente emergente
a la superficie) a pensar en la utilización de los recursos colecti-
vos en relación a la propia situación individual y familiar, más
que en relación a las necesidades colectivas, según mi hipótesis,
son las razones por las que la identificación entre grupo y terri-
torio se volvieron en Pietralata poco a poco más débiles y me-
nos activas.
El caso de Pietralata induce a hipotetizar que la conciencia
colectiva localista no nace siempre y sólo de una tradición cultu-
ral común y de larga duración, sino también de la experiencia de
necesidades comunes, cuya satisfacción depende del control de
un territorio: y de la activación de un liderazgo que pudiera or-
ganizar la reivindicación de la satisfacción de esas necesidades.
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CAPITULO OCTAVO ciudad, que según una creencia difundida, fue sede de la Acró-
polis de la ciudad griega y desde entonces ininterrumpidamente
POZZUOLI, LA CIUDAD BELLA* habitado, hasta 1970, cuando fue desalojado después de un bra-
disismo. El Barrio Tierra domina el puerto, la dársena y goza de
un panorama estupendo: el golfo, las colinas detrás de Pozzuoli
y los monumentos de edad clásica y medieval, entre los cuáles
resaltan el Anfiteatro Romano y el Serapeion, probablemente no
un santuario de Serapides, sino un mercado. El Serapeion está
muy cercano al mar y sus columnas son famosas porque están
marcadas por las huellas de las largas inmersiones a que el bra-
disismo descendente lo sometió en los siglos pasados.
Ciudad de arte, centro comercial, puerto y mercado pesque-
ro, pero también ciudad capital de la más antigua y fuerte área
industrial en los alrededores de Nápoles, Pozzuoli es una reali-
dad compleja, caracterizada por el complicado entrelazarse de
tradición y modernidad (Signorelli el al., 1985; Progetto Poz-
zuoli; 1989; Mazzacane, 1989; Amalfitano, Camodeca, Medri,
Pozzuoli, una ciudad de 70.000 habitantes aproximadamen- 1990). En los últimos quince años ha sido golpeada tres veces
te, es el más grande centro urbano del área situada al noroeste por una crisis aguda de bradisismo. Fenómeno sísmico peculiar
de Nápoles, conocida aún hoy día con un nombre de inspiración y más bien raro, el bradisismo consiste en un movimiento de
clásica, el de Campi F1egrei, campos ardientes. A pesar de la con- levantamiento o hundimiento de la superficie terrestre, origina-
tigüidad espacial y de la ya sucedida soldadura territorial con el do por la actividad volcánica que se desarrolla en el subsuelo.
centro urbano napolitano, los Campos Ardientes y en particular El movimiento es cíclico, de manera que después de largos pe-
Pozzuoli mantienen su autonomía no sólo administrativa, sino ríodos de inmersión siguen períodos igualmente largos de
también social, económica y cultural. El centro histórico de Poz- emersión, que duran siglos; el movimiento es generalmente len-
zuoli tiene cualidades estéticas y urbanas decididamente excep- to, tanto que a veces es imperceptible. De vez en cuando, puede
cionales. Se inserta en el extraordinario panorama del golfo y de suceder que este movimiento se acelere bruscamente provocan-
las islas, cerrado al sur por el promontorio en el que persiste el do efectos no diferentes de los de un terremoto, ya sea a nivel
derruido Rione Terra (Barrio Tierra), el centro más antiguo de la geofísico (estruendos, movimientos del terreno) como en térmi-
nos arquitectónicos y urbanos (lesiones, derrumbamiento de los
* La investigación en Pozzuoli se realizó desde febrero de 1984 a diciembre de edificios, fisuras y grietas en el suelo, etc.).
1986 en el marco de la Convenzione n." 4.032 entre el Ministerio para el Coordinamen- En los Campos Ardientes esta actividad telúrica parece no
to della Protezione Civile, el Ayuntamiento de Pozzuoli y la Universidad de Nápoles
«Federico U», aprobada el 19-11-1983 para proyectar la reconstrucción tras el bradisis- haber sido jamás interrumpida desde las épocas más remotas.
n/O de 1983. Del equipo dirigido por mí formaban parte Lello Mazzacane, Gíanfranca E! más importante documento de la duración plurimiJenaria
Ranísío, Angela Giglia, Adele Miranda. Alberto Baldí, Paola Massa. Teresa Melchíori, del bradisismo es como ya se ha dicho, uno de los más impor-
Rosa Arena. Los resultados se hallan en Rapporto di sintesi sui risultati del/a ricerca, a
cargo de A. Slgnorelli, Nápoles, 1985, no publicado; Lello Mazzacane, La cultura del tantes conjuntos monumentales de la zona, una famosa estruc-
mare iu area flegrea, Han, Laterz.a; A. Signorellí, ..Spazio concreto e spazio astratto», en tura de la edad romana notable con el nombre de Serapeion.
íd. (dir.), «Antropología urbana. Progeuare e abitare: le contraddizíon¡ dell'urban plan-
ntng». número monográfico de La Ricerca Folilorica (1989), 20; A. Signorclli, -Anrro-
Cálculos efectuados en observaciones fidedignas dicen que
pologia e cíua», en P. Apolito (dír.), Sguardi e modelíi. Saggi. ítaliani di. ansropoíogia, desde el inicio del siglo pasado hasta 1970 el suelo «en la zona
Milán, Franco Angeli, 1993. del puerto de Pozzuoli se hundió más allá de dos metros, a una

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velocidad aproximadamente de 1,50 centímetros por año» so ha representado una oportunidad de estudio excepcional
(Luongo, 1986). (Giglia, 1994).
Al comienzo de 1970, fue revelada una inversión del movi- Un dato relevante bajo el perfil epistemológico es el siguien-
miento del suelo, que respecto a los niveles observados en el te: la doble y trágica experiencia de la catástrofe natural y del
puerto en 1968 se había levantado, mientras lesiones y desequili- traslado-reasentamiento, ha dado a los habitantes de Pozzuoli
brios se manifestaban en diversos edificios. El primero de marzo una conciencia clara de su historia habitacional, de su relación
se tuvo un «pequeño enjambre sísmico» (Luongo, 1986); al día con la casa, la ciudad y el espacio. Bajo la presión del riesgo de
siguiente, con la fuerza y hasta con la intervención del ejército, la vida y después en el curso de la amarga experiencia que en
fue desalojado el Barrio Tierra. Escribe todavía Luongo: «en po- otro lugar he llamado la perdida del centro (Signorelli el alii,
cas horas fueron desalojadas tres mil personas, de una ciudad 1985), los habitantes de Pozzuoli han realizado aquella «reorga-
que parecía asediada». Los evacuados no regresaron más a sus nización de su vivencia y de su mundo según valores», que se
casas: el Barrio Tierra, cuyos accesos fueron amurallados, está ha dicho ser condición esencial para que las autobiografías ora-
deshabitado; para su población fue construido, por el IACP (Ins- les puedan comunicar al oyente el sentido (significado y valor)
tituto Autónomo Casas Populares, el mayor organismo de vi- que tienen para sus autores (Perrarotti. 1981, Catani, 1982).
vienda de interés social), el Barrio de Toiano, en un valle hundi- Por esta razón escogí presentar los párrafos tratados en las
do entre dos colinas, fuera de la vista al mar y de la ciudad. autobiografías orales de los habitantes de Pozzuoli que hemos
En el verano de 1982 el suelo comenzó nuevamente a levan- recogido entre 1984 y 1986. Seleccione párrafos cuyo tema es la
tarse con una velocidad preocupante: en los últimos meses de vivienda, la ciudad, el espacio habitado, excluyendo a sabiendas
1984, es decir, en menos de dos años, el alzamiento de la zona casi todos los párrafos en que se habla del bradisismo, del mie-
del puerto era de 1,80 centímetros, lo que hizo intransitables las do, de la pérdida de los lugares, de la huida y del regreso. Te-
aceras y condenó al puerto a una dramática crisis. Pero lo peor mas de los cuales ya nos ocupamos en otra parte (Signorelli
para toda la ciudad vino al volver las sacudidas del terremoto, 1993 b; Giglia, 1994).
advertibles por un largo periodo, desde la primavera de 1983 Aquí quise verificar cómo se construye la visión del espacio
hasta diciembre de 1984, y culminadas con el pico de un tem- habitado y el sentido de pertenencia a una localidad en aquellos
blor de séptimo grado, registrado el 4 de octubre de 1983. que han tenido la fortuna de vivir en una ciudad extraordinaria-
Como consecuencia de esta fase aguda, la ciudad entera fue mente bella y extraordinariamente rica de 10 que los urbanistas
evacuada, salvo las periferias de más reciente construcción. denominan emergencias paisajísticas.
Después de un inevitable pero no excesivamente largo perlado Veamos entonces si es posible entender qué es para los habi-
transcurrido en viviendas provisionales, los evacuados de 1983- tantes de Pozzuoli la experiencia de los tiempos y de los lugares,
1984 fueron transferidos a Monteruscello, otro asentamiento de analizando lo que ellos dicen de sus lugares. Comenzamos por
interés social realizado con inusual rapidez. Para colmo, fue las indicaciones viales.
construido más allá de la cumbre de las colinas que fonnan una Por ejemplo: «Abajo en el puerto», «abajo en la tierra», «en
corona alrededor de Pozzuoli, fuera de la vista no sólo de la la tierra a la playa) (es decir corno si se viniese del mar), «cuan-
ciudad y del golfo sino también de todos los puntos de referen- do vais hacia arriba», «sobre la acera», «en el viejo barrio, la
cia geográficos familiares para los habitantes de Pozzuoli. El parte de más arriba». «bajando», «cercano al puente», «bajabas
traslado concierne a decenas de miles de personas, aproxima- estas escaleras y te encontrabas en la plaza». y en la zona de
damente veinte mil, según los cálculos más fiables. Toiano, «la llaman la plaza del 13, porque primero venía un
Esta compleja y dramática historia suscitó debates y polémi- autobús --el número 13- sólo por acá abajo y entonces para
cas apasionadas, y hasta violentas a nivel nacional y no sólo entender se dice a la plaza del 13».
local, entre técnicos y políticos. Para los antropólogos este suce- Cuando el oyente no se orienta porque no conoce lo sufi-

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ciente los lugares, entonces la descripción comienza desde o dad de análisis, podemos distinguir en tres niveles: relaciones
termina con un elemento fuerte del paisaje urbano, un elemen- entre los lugares, como los experimentan los sujetos; relacio-
to que es inconfundible para su función o su forma. nes de los sujetos con los lugares, relaciones entre los sujetos,
«¿Sabes el tabaquero? Allá, cerca...}), «estoy, digamos, donde en los lugares. Podemos adscribir las indicaciones viales en el
estaba precisamente el banco una vez. Allá arriba estoy yo». primer tipo: un lugar se indica siempre en relación a otro; y tal
«Un edificio que estaba allá abajo en el Poerio: pero estaba en- relación es, simplemente, el recorrido que en la experiencia del
lazado con esta arriba, la Tierra». sujeto, los enlaza. Los materiales recogidos en Pozzuoli ofrecen
Naturalmente muy común es la referencia a las emergencias ejemplos excepcionalmente significativos del segundo tipo de
monumentales: «las viviendas por arriba del Anfiteatro Roma- experiencia, el de la relación con los lugares:
no», «cuando habitaba cerca al Serapídes», y numerosos ejem-
plos más que para abreviar no cito. Uno tenía un cuartito, ¿no? al lado opuesto del Barrio Tierra,
Lo que me parece característico en estas indicaciones, es la que después abajo esta el mar; y entonces tú veías un cuartito de
falta de utilización de la toponimia oficial, rara vez presente a esos y te parecía una cosa miserable, después abrías la ventana,
nivel popular, en particular en la zona napolitana. Más intere- te asomabas... y tenías todas las cosas debajo de ti, Capri, Ischia,
sante es, en cambio, el hecho de que no existe, por lo que pare- Procída, era una cosa... era así, natural [Gennaro R, 51 años,
ce una toponomfa local de tipo nominativo: casi siempre los pescador].
lugares son designados con una paráfrasis que, puntualmente, Cuando me casé, no tenía dos baños, no tenía cuatro habita-
describe un recorrido. Parecerla que a la pregunta ¿dónde vi- ciones [como tengo aquí a Toiano] pero tenía una bella casita
ves? o ¿dónde sucedió tal cosa?, se considere correcta una res- llena de sol, que tenía dos ventanas de donde veía todo el mar
entre Procida e Ischia... Entonces aquí es como si fuese un dor-
puesta que contenga también la información sobre «como se
mitorio [Antonietta M., 48 años, ama de casa].
llega al lugar donde vivía». O «cómo se puede llegar al lugar Yo estaba precisamente en el centro, en la calle Nápoles, al
donde sucedió tal cosa». tercer piso, yo... bajaba... ¡Pero no! ¡Ni siquiera bajaba! En vera-
También un barrio entero, más bien el más querido, recorda- no, me asomaba al balcón y veía todo, la playa, veía el paisaje,
do, añorado barrio de Pozzuoli, el Barrio Tierra, símbolo de la veía las rocas, Vincenz' a mare (un famoso restaurante), los co-
entera ciudad, es descrito en términos de recorridos que lo atra- ches, todo ... Y ahora, estamos alquilando aquí, y estas calles no
viesan y sobretodo, lo enlazan con el resto del espacio habitado. las reconocemos ni siquiera... [Gennaro B., 60 años, pescador].

Las puertas del Barrio Tierra estaban siempre abiertas y ha- Quisiera subrayar el hecho de que, en estos textos, la relación
bía gran cantidad de entradas. El Barrio Tierra estaba hecho con los lugares no se caracteriza como un hábito de tipo senti-
como... un monte. Así (gesticulando con las manos), con todas mental. Es más bien una verdadera apreciación estética, es una
las casas alrededor y para alcanzarlo, se tenía que subir a propó- clara y lúcida conciencia de la calidad de los lugares en que se
sito. No era un valle. Se subían las escaleras del lado del puente o vivió; y de como esta calidad, gozada como un objeto de contem-
del lado de la marina y se iba a este Barrio Tierra, y que ... había plación estética, aumenta la calidad de vida en su conjunto; y
las casas bonitas pero también había las casas feas [Agnese N.,
además, de como las relaciones entre los lugares se enlazan y
45 años, ama de casa].
califican las relaciones de los sujetos humanos que tienen con
los lugares, de manera que el admirable panorama hace impaga-
La ciudad es, por lo tanto, una red de recorridos que pone ble también el cuarto «miserable» o la casita modesta. Que se
en relación los lugares; y los lugares no son sólo lugares «perci- trate de capacidad de juicio estético, y no de fáciles sugestiones o
bidos» (Lynch, 1960); son lugares que se definen en el curso de de valoraciones escuchadas al contacto con otros ambientes, lo
la experiencia, de una experiencia compleja, que para comodi- demuestra la capacidad de aplicar en forma igualmente correcta

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las mismas categorías de juicio a emergencias paisajísticas de era, superior a todos y más a los de Pozzuoli [Mimí, sesenta y
otra naturaleza, es decir histórico-artísticas: cinco años, jubilado].
Fui a dar un paseo, a la calle Nápoles, el domingo, después de
jugar al balón ... Porque allí se conocían a las muchachas [Vin-
Mi abuela tenía la casa justo cerca del templo de Serapides, cenzo A., cuarenta años, obrero mecánico metalúrgico].
había un edificio con una ventanita y ella me explicaba que anti- Porque, no sé, cuando uno termina sus quehaceres, tiene la
guamente allí estaba el mercado de los esclavos, y muchos años necesidad de distraerse. Entonces teníamos la costumbre: «¿va-
después salió esta fuente de abajo y se llenó de agua, pero anti- mos a caminar a la calle Nápoles?», y bajábamos... Pero aquí...
guamente estaba seca... Mi abuela me decía siempre que esto era [Antonietta M., cuarenta y ocho años, ama de casa].
el lugar más bello de Pozzuoli porque te asomabas y veías el
Templo de Serapides, todas esas cosas bellas que estaban dentro
del Templo de Serapides, columnas y cosas, después veías tam- Los lugares polifuncionales toleran tiempos polivalentes.
bién gente que paseaba, se reunían también las viejitas y la pasa-
ban platicando... [Antonio C., veintisiete años, tortero]. Teníamos la costumbre, después de haber hecho las labores
en las casas, de bajar. Antes habían unas casas bajas, sólo de un
La familiaridad con los monumentos de la época romana, piso -hoy, ¿quién vive en esas casas?- donde vivía algún pa-
riente o alguna comadre. Entonces nos reuníamos afuera de sus
sobre todo el Anfiteatro y el Serapeion, y con los lugares famo-
puertas y nos sentábamos y así pasábamos el tiempo platicando
sos desde los tiempos más antiguos, celebrados y cargados de [Filomena V.T.,cuarenta y ocho años, ama de casa].
valor simbólico (Azufrera, Lago Averno, Antro de la Sibila Cu-
mana, etc.) nada quita, más bien refuerza la conciencia de su
Los lugares monofuncionales separan. Lo saben bien sobre
belleza y con ello, la conciencia de la competencia de quien los
todo las mujeres:
conoce: «Nosotros, las cosas bellas las tenemos delante de los
ojos», afirma Mimí S. (sesenta y cinco años, obrero, jubilado),
A Toiano o se está en casa o se va fuera, en carro [Filome-
consciente de una «distinción» (Bourdieu, 1983) que por una
na V., cuarenta y dos años, ama de casa].
vez, no lo deja marginado. En Monteruscello, bueno, no es que uno quiera despreciar la
En el testimonio del joven Antonio acerca del Serapeion casa, la casita no está mal como está, pero la lejanía es demasia-
emerge otro carácter fundamental de estos espacios urbanos: do fea [Graziella B., cincuenta años, ama de casa].
son lugares plurifuncionales, lugares en los cuales es posible
hacer muchas cosas diferentes al mismo tiempo. Como conse- Lejanía ¿de dónde? y de ¿quién?
cuencia, estos espacios son usados simultáneamente por usua-
rios diferenciados, que buscan y encuentran la satisfacción de Ahora se habla que quieren hacer todavía unas demoliciones,
diversas necesidades. de esto y de esto otro en Pozzuoli, pero esta gente, ¿a dónde debe
Un ejemplo muy significativo en este sentido era la calle Ná- ir? Me dicen: «pero aquellos hicieron todo un barrio nuevo allá
poles, una larga y amplia calle costera, que del lado de la tierra en Monterusccllo». Pero yo digo: «la gente después tiene que ve-
estaba flanqueada por casas y apartamentos con tiendas y talle- nir a fuerza por la mañana, porque sin venir acá, a ver el mar, a
res artesanales, y del lado del mar costeaba la playa, en la que dar un paseo por el mercado del pescado y el de la fruta, los
se encontraban algunos establecimientos de baños (Vincenz'a habitantes de Pozzuoli somos así» [Mimí S., sesenta y cinco
mare, La Sirena) con cabinas, embarcaderos de madera y res- años, jubilado].
taurantes:
La próspera red comercial de Pozzuoli era como son todos
La gente decía: ¿vamos a pasear a la calle Nápoles? Y esa los mercados, un extraordinario ejemplo de sistema de relacio-
gente cretina de la calle Nápolcs quien sabe que cosa se creía que nes complejo que modela los lugares y los tiempos adecuándo-

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los a una multiplicidad de funciones y de significados (De La Nápoles [Tanino C; cincuenta años, custodio del Anfiteatro ro-
Pradelle, 1996), No se equivoca « don» Mimí cuando sostiene mano].
que los habitantes de Pozzuoli no sabrían renunciar a ello: des- Quizá más nuestros clientes se encuentran mal, porque todos
de las primeras semanas después de la evacuación del centro estaban en la plaza, entre la plaza de Pozzuoli y la calle Nápoles
tenían sus establecimientos. Entonces nosotros estábamos justo
antiguo, en los campos de roulotte y de container, se organiza-
en la plaza. Estábamos en el punto de encuentro; también en la
ron servicios privados de mini autobuses que llevaban cada ma- noche cuando cenaban sus tiendas, a lo mejor, y nosotros tenía-
ñana a las mujeres a hacer sus compras a la ciudad. Todavía mos servicio una hora o media hora más, ellos venían acá y... era
hoy desde Toiano por esta necesidad se va a Pozzuoli «al menos más fácil que vinieran a traer sus documentos y cosas. Ahora no,
dos veces a la semanal>. Los mini autobuses y el mercado desa- tú les debes llamar, y te dicen: «Señorita pero yo debo ir hasta
rrollan así para las mujeres la función de un vecindario móvil, allá, me molesta ir a Arco Felice, no pueden pasar ustedes a reco-
reemplazando otros espacios que en las zonas nuevas han sido ger mis papeles, porque debo ir... Tendríamos intención de re-
abolidos. gresar, nuestro perito tendría intención de regresar a Pozzuoli,
Polivalentes y poli funcionales, el mercado y e! tiempo dedi- pero todavía por ahora no hay quien te diga: aquí puedes estar,
cado a la compra de! mandado todavía en 1986 servían a las no hay peligro» [Lucía D., veintiséis años, empleada en un despa-
cho comercial].
mujeres para hacer circular la información y las noticias, para
programar las prestaciones recíprocas, para organizar y contro-
lar los circuitos de intercambio infra e ínter familiares: pero las Los monumentos antiguos de Pozzuoli regresan con ex-
dificultades prácticas, coyunturales y estructurales hadan pre- traordinaria frecuencia en estas historias de vida.
ver una progresiva reducción de la utilización del mercado. ¿Lo Cuenta Vincenzo, obrero, treinta y cinco años:
substituitia el teléfono?
Entorno y en conexión can el mercado alimentario se cons- Yo vivía cerca del Anfiteatro... Recuerdo que cuando era mu-
chacho cabalgaba e iba a visitar arriba y abajo para agarrar los
tituían otras redes complementarias entre ellas a causa del alto
nidos de los pájaros. ¿A qué edad? No recuerdo, catorce o quince
grado de diferenciación funcional que las caracterizaba. años. Jugaba al balón y cabalgaba. Esto hacía.
Valgan dos ejemplos extraídos del mismo ámbito de activi-
dad, el de la restauración, y otro relativo a la comercialización.
Su coetáneo Salvador, cocinero en una pizzería:

Mi clientela no es una clientela que viene de fuera, que yo le Cuando era niño había una casa en el templo de Serapides,
pueda decir: tú me debes dar tanto, como hacen los otros; son una especie de residencia. No se a quien pertenecía: había un
obreros, jubilados... Yo me debo adaptar a las exigencias del guardián dentro, que vivía... Antes el templo de Serapides no es-
cliente, no es que yo me deba aprovechar de que estoy en la taba como ahora bardeado por un barandal, pero había un muro
plaza, que a uno que pasa en carro y me dice: me das un vasito, y del lado de la bajada hacia el puerto, en donde está el puente,
le pida ochocientas, mil liras, no. Yo siempre me adapto a mis se encontraba esta casa. El guardián que la habitaba era un tipo
clientes que son obreros, y no es que sean ricachones que vienen severísimo. Si jugando con el balón en el templo, se caía abajo,
acá a derrochar el dinero, sí juegan un partido por una taza de era un desastre. Necesitaba bajar cautelosamente, porque si me
café, no es que juegan dinero o alguna otra cosa... [Giuseppina veía sucedía el fin del mundo. Si se lo pedías, en vez de dártelo,
c., cuarenta y cinco años, propietaria de un bar]. te lo agujeraba. No había alternativa, tenía que hacer necesaria-
La cantina de mi hermano tenía una clientela no de Pozzuoli, mente el intruso. Ahora está más cuidado, antes el pasto no esta-
casi ninguno de Pozzuoli, era gente que trabajaba en Pozzuo- ba cuidado y nosotros podíamos jugar en los prados. Los prados,
Ji; gente adepta al puerto, para hacer la descarga o también gente más que ser verdes para el público, eran verdes para los mucha-
de paso, que iba a Ischia o venía de Ischia... y después estaba chos. No se podía bajar hasta el templo, como ahora. Quizá, al-
aquella clientela que de noche venía a cenar el pescado, desde guna vez, aprovechando que no estaba el guardián bajábamos a

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jugar, a agarrar las ranas... Sí, en un cierto punto fluctuaba el caminando por la calle Domiziana, está el Anfiteatro, que es el
agua dulce de un tubo roto y se había formado un pequeño lago, tercero en Europa y a la izquierda donde están las catacumbas
no se por qué en aquel lugar crecían las ranas. Después las ven- de San Gennaro, se llamaba la calle Cclle (celdas). Estaban unas
díamos entre nosotros... en estas cosas mis amigos y yo hicimos celdas, en donde se depositaban los huesos de los difuntos. El
de todo. Una vez vendimos un pedazo de mármol que parecía un subsuelo de Pozzuoli es tres cuartas partes antiquísimo, por lo
adorno, quizá una columna. Lo encontramos en la playa de Poz- tanto, tiene un repertorio arqueológico que es magnífico y que
zuoli después de una tormenta. Inmediatamente explotamos la desgraciadamente los lugareños no lo aprecian.
idea, es un pedazo antiguo, si lo dejamos ver a alguien que co-
nazca... así lo amarramos -como era mármol macizo no podía- Gíancario, veintiocho años, mesero:
mas cargarlo en brazos, éramos chiquillos- y lo llevamos cerca
de la capitanía del puerto, que primero estaba en donde están Allá en donde está la calle Luciani y la calle Campana las dos
esos edificios, ahora fue transferida a otra parte. Pensamos que eran bodegas y restaurantes romanos, ahora se han descubierto.
si hubiésemos pasado por allí nos hubieran visto y lo habrían También cerca de la iglesia excavaron y estaban otras piezas an-
tomado; en cambio en donde estaba el muro --el muro estaba liguas abajo, además, si excaváramos abajo de todas las casas de
bajo pero para nosotros que éramos niños estaba alto- toma- Pozzuoli. encontraríamos antigüedades, por ejemplo: en donde
mas unos cordeles y los aventamos encima de la banqueta. Des- está el palacio que se cayó debajo de la iglesia de San Antonio,
pués encontramos a un señor que nos dio doscientas liras por el han encontrado antigüedades romanas y también en la calle
pedazo de mármol. Lo encontramos por casualidad; nos vio Campana, cuando fue el aluvión en agosto de 1984, se abrió un
arrastrar esa piedra y nos preguntó que era: es un pedazo anti- barranco y se descubrió que eso era un acueducto romano, poco
gua lo encontramos en el mar... No se por qué, no porque lo a poco cayó alguna cosa, tú aquí descubres lo que está escrito en
convencimos, ello compró, quizá también pensó, «se están ma- los libros ... Aquí abajo está una gruta que me parece llega a UD
tando [de fatiga] estos muchachos, les doy estas doscientas liras jardín, porque aquí abajo han encontrado demasiadas cosas.
[Ojalá! dejen ya de matarse en esta forma» ... Así nos dio el dine-
ro. Después las liras terminaban como siempre en dulces, jugue-
tes, cine, etc. Emilio, jubilado:

El Banio Tierra era una palie importante de Pozzuoli. Al


Enzo, guardián de la Azufrera de Pozzuoli, cuarenta años principio estaba Nerón, con los san-acenos que venían del mar...
aproximadamente: después estuvo la dominación antigua romana... y nosotros des-
pués en el Barrio Tierra teníamos el obispado.
El Templo de Serapidcs dice que era un matadero, y de
acuerdo a lo que he leído creo que sí, porque toda la historia de Enza, cuarenta años aproximadamente, guardián de la Azu-
Pozzuoli no la sé. Se llamaba Macellum, Puteum Macellum. una frera:
cosa así. Y dice que allí había un matadero de toda la zona de
Nápoles, se descargaba mercancía, por ejemplo: telas, gallinas, En la azufrera en tiempos antiguos hacían el clarión, que se-
conejos, era un mercado en general y venía gente de todas partes na el material con que los antiguos romanos trabajaban las píe-
a comprar esta mercancía. zas de porcelana, los floreros hechos a mano. Después salieron
varias fumarolas y este lugar se ha explotado como zona turfsti-
Antonio, obrero mecánico-metalúrgico, ahora jubilado: ca ... en la azufrera se podía tener una idea de como Pompeya fue
sepultada por el Vesubio, desde luego miles y miles de veces am-
Zona Flegrea significaba zona de fuego, era muy fértil por pliadas.
esta razón. Los romanos venían a descansar pero siempre hubo
el peligro del bradísismo que convivía con la gente de aquí. Tene- Luigi, tapicero, cincuenta años aproximadamente:
mas el Templo de Serapides. Después, si se va más adelante,

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Para nosotros, aquí donde estamos, esta casa está sobre rui- Los romanos hicieron famosa a Pozzuoli por el turismo, des-
nas romanas. Y en efecto al lado están las ruinas romanas, ¿no pués Bacoli y Lucrino... El centro histórico de Pozzuoli está apo-
las vieron, en el jardín aquí alIado? Ésta era una villa romana, se yado en una estructura que es superior por interés histórico a la
hablaba de la Villa de Nerón. Hay abajo unas grutas que eran que nosotros vemos. Es decir, todas esas casas que tienen un
unas calles romanas. Tenemos unas grutas delante de nosotros, siglo, dos siglos, que nosotros vemos, pero lo que está abajo es lo
aquí dentro donde yo tengo mi almacén, estaban los silos. Poz- importante. Como el Barrio Tierra por ejemplo... yo sé de todas
zuoli era un puerto muy importante, el primer puerto del impe- las estructuras romanas... de varias civilizaciones, no sólo roma-
rio y por lo tanto las mercancías venían estibadas dentro de estos nas ... porque precisamente el promontorio del Barrio Tierra está
silos grandísimos. Había unas grutas, este retículo de grutas que todo agujerado, en el interior con túneles, grutas que terminan
estaban... y en efecto, si ustedes las ven ahora, hay dos grutas en el mar. Todos estos pobres que vivían allá se defendían a tra-
concomitantes abiertas, otra esta aquí y pasa abajo de aquellas vés de estos túneles que tenían en el subsuelo varias salidas...
grutas; y eran retículos de grutas que llegaban al muelle, al puer- porque después el resto el Barrio Tierra estaba cerrado. Tenía
to, partiendo desde Pozzuoli, en síntesis... El mapa subterráneo el puente levadizo desde esa parte y de esta otra parte, tenía la
de Pozzuoli es importantísimo. Porque Pozzuoli para estar [es puerta que se cerraba. Una vez cerrado ellos permanecían den-
decir para reemerger del mar] al nivel de la época imperial ro- tro ... y del lado del Barrio Tierra hay unos caminos por los que se
mana debería subir aún cuatro metros. Para estar a ese nivel; por bajaba, unos pasajes estrechos, que después se introdujeron en
lo tanto todavía en ese nivel abajo, hay cosas... que no se sabe. esas grutas más grandes de tal modo que para escapar... en los
Hay unos túneles subterráneos en Pozzuoli que ahora están cu- pasajes estrechos sólo podía pasar una persona a la vez, así po-
biertos, están bajo el mar, también a nivel de aguas calientes; o dían defenderse. Después las salidas del lado del mar cuando
bien a nivel de vapores... Llenos de vapores de la azufrera muy llegaban las barcas... en efecto estaba una gruta que terminaba
profundos. Unas grutas que llevan a Nápoles. Se caminaba bajo en el mar, donde ellos arrojaban la mercancfa.; Hay muchas
tierra... Ahora están obstruidas bajo el Barrio Tierra, esta monta- cosas arriba, sacándolas se podría hacer una zona arqueológica
ña de toba esta agujerada completamente como el queso gruye- bellísima... después está el templo que es una cosa... que estaba
re. Tiene caminos subterráneos que se encuentran uno con otro, incorporado a la catedral y que estaba arriba. Estaban uno enci-
se cruzan, se baja..Jos griegos fundaron prácticamente Pozzuoli, ma del otro.
tomaron el Barrio Tierra y lo hicieron como fortaleza. No había
un puerto natural, lo crearon ellos, con los túneles, las naves en-
traban directamente por abajo. Después con los sistemas de tor- Los monumentos clásicos entran en el proceso de construc-
nos que todavía pueden verse, sí, pueden ser observados estos ción de las identidades individuales como referente de un saber
sistemas, los pasajes de comunicación dentro de estas grutas... complejo, especial, porque fue aprendido por experiencia directa
llevaban las mercancías a la superficie. O bien a través de estos y después confirmada por lo que está en los libros; un saber en el
pasajes subterráneos, conservan las mercancías... como en silos. ámbito del cual la definición del lugar en que se está y la defini-
ción de uno mismo, llegan en buena medida a coincidir. Para
Emilio, jubilado: confirmar lo que acabamos de decir, los lugares monumentales,
ya tan estrechamente integrados en la vida cotidiana de cada
Los primeros en llegar aquí fueron los prófugos de Sama, uno, en la rutina ordinaria, permanecen los referentes privilegia-
pero en ningún lugar no se ha encontrado aún nada. De testimo- dos, tal vez aún más fuertes, en los momentos de crisis.
nios romanos hay interminables, pero de objetos verdaderamen- Salvador, cocinero en una pizzería:
te griegos en Pozzucli no se ha encontrado todavía nada griego,
[eh! griego ...
Mis amigos ahora están en Licola, otros en Mondragone, en
Tonina, empleado público, cuarenta años aproximadamente: el Conjunto Coppola están todos dispersos [después del bradisis-
mo]. Pero nos vemos siempre alrededor del templo de Serapides.
Ya hay un arraigamiento a ese lugar. También cuando hubo el

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bradisismo, el lugar de encuentro era siempre ése. Precisamente y de Salvador, cocinero en una pizzería:
esta mañana bajé y encontré a mis amigos. Nos encontramos
siempre en el templo. El templo siempre ha funcionado y el bar
El Serapides permaneció corno el termómetro del fenómeno.
ha permanecido siempre abierto, aún cn el periodo del bradisís-
mo fuerte ... porque éste es nuestro punto de encuentro. Ya esta-
mas encariñados con el templo. Sin embargo, la familiaridad con los monumentos de la
edad clásica no implica de ninguna manera una banalización a
En el momento más terrible, más dramático de la crisis, es los ojos de los habitantes pozzuolanos. Ni me parece que pue-
aún el monumento el referente a quien se mira para compren- dan constatar efectos de enajenación. El monumento, la exca-
der la gravedad del riesgo en acción. vación, la ruina, por notables y frecuentados, no se vuelven ja~
Nicola, obrero mecánico metalúrgico, jubilado: más invisibles y no decaen nunca al rol de objetos cualquiera
del paisaje urbano. Hayal contrario, siempre un conocimiento
El 4 de octubre, si no me equivoco era domingo, me encon- de su valor, también de su valor estético.
traba cerca del Templo de Serapides, estaba retirándome a co- Gennaro, empleado, treinta y ocho años:
mer. .. cuando escuché un estruendo fuertfsimo, me di la vuelta,
porque precisamente aquí cerca está mi casa, escuché los gritos Piensa que yo antes del setenta, vivía cerca del templo de Sera-
de todos más bien los de mi esposa... y escuché todas las campa- pides y cuando me levantaba, veía el mar. La gente era feliz aun-
nas de Santa María que sonaban y después un polvo que bajaba, que tenía poco, porque estaba en un lugar verdaderamente bello.
pero polvo de todas partes, vi las columnas del templo de Serapi-
des que se inclinaban y permanecí petrificado, no sabía qué cosa También para Emilio, jubilado, la experiencia estética es co-
hacer, si seguir adelante o retroceder... son momentos que tú lectiva, no individual, es un hecho compartido por todos los
pierdes el control.
habitantes de Pozzuoli. Encuentra para expresarlo una expre-
sión lapidaria:
Pero está todavía el monumento que inspira a la reflexión
responsable y tranquilizadora. ¡Aquí en Pozzuoli las cosas bellas las tenemos frente a nuestros
Dice Luigi, el tapicero: ojos! [Mientras quien es menos afortunado debe ir a buscarlas.]

Pozzuoli tiene esta historia escrita: en dos mil años ha habido Por último, un texto de Salvador puede ser útil para aclarar
tres erupciones por el bradísísmo. Se sabe. Fuertes daños no ha hasta qué punto está conscientemente reflexionada y no visee-
ocasionado por lo menos también cuando Pozzuoli era, sí, la ralmente sentimental la relación con los grandes monumentos.
parva Roma, no tuvo grandes daños. Mejor dicho, no está escrito
Aunque había crecido cerca del Serapeion, que es, como él mis-
nada que haya habido daños por el bradisismo, Cuando excavan,
cuando encuentran todos los objetos antiguos, eso es otra cosa. mo dice, «nuestro lugar de encuentro al cual estamos acostum-
Eso no se debe al bradisísmo, es debido al tiempo que ha destrui- brados», sin embargo Salvador no pierde el desapego crítico.
do. Ésas son ruinas, que no tienen nada que ver, es otra cosa.
Es también verdadero, que el Serapeion es el símbolo de Poz-
Aún más precisas técnicamente son las definiciones de An- zuoli. Pero no es verdad que sea el símbolo auténtico; el verdade-
ro símbolo es el Anfiteatro... El Serapeion es un hecho visual, es
tonio, el obrero jubilado:
decir, allí están los benditos agujeros y todos los ponen en evi-
dencia. Pero para mí es el Anfiteatro la expresión más viva de
Aquí tenemos el templo de Serapides, prácticamente la medi- Pozzuoli, es algo... la ruina que tiene aún vida, que tiene la posi-
da visual para fases ascendentes y descendentes del fenómeno bilidad de ser explotada también a nivel cultural, por alguna cosa
del bradisismo. que se pueda organizar, también a nivel juvenil, mientras el Se-

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rapidcs es un hecho aparte, bien aislado, que tiene algo de cientí- a asumir el rol de una especie de rito de paso, una especie de
fico, pero no tiene nada cultural. ceremonia de iniciación; pero también muy racional e hístori-
zada. En la narración del protagonista no se encuentra ningún
Quisiera llevar mi análisis sólo un paso más allá, para exa- sacerdote o maestro; es el grupo de jóvenes iguales, que en-
minar más de cerca cuál es la concepción del espacio y cuál es cuentra y reconoce el pedazo antiguo y que supera un cierto
la concepción del tiempo que los sujetos se construyen en el número de dificultades y peripecias hasta que encuentra un
curso de una experiencia de vida en un contexto urbano como adulto que reconoce la autenticidad, el valor del descubrimien-
el de Pozzuoli. to de los muchachos; y lo reconoce por medio de aquel extre-
Como hemos visto, los niños aprendían desde pequeños que madamente moderno, racional y secularizado signo de recono-
había una jerarquía de los lugares, en cuyo vértice se colocaban cimiento que es el dinero. Los muchachos ganaron así el dere-
algunos lugares excelentes: el Serapeion y el Anfiteatro. Que se cho a hacer del templo de Serapides su lugar de encuentro, a
tratase de lugares excelentes lo afirmaban los adultos, mejor través de la adquisición de comportamientos conforme a los
dicho, en ciertas circunstancias, aquellos adultos particular- valores de la belleza y de la antigüedad por un lado, pero tam-
mente autorizados que son las abuelas, que sabían contar histo- bién de comportamientos conforme a las reglas del mercado
rias bellísimas -no cuentos, hay que destacar- en el ambiente por el otro.
de las ruinas romanas. Y lo confirmaba el acudir de personas Un proceso análogo me parece poder leer en la formación
que venían expresamente desde fuera para verlos y visitarlos. de las categorías temporales. Hubo un tiempo de los antiguos
Las cualidades que los hacían lugares excelentes eran la be- que fue un tiempo glorioso, un tiempo en que Pozzuoli era la
lleza y la antigüedad. No hay ninguna dimensión que se pueda pmva Roma y el más grande puerto del imperio. De ese tiempo
considerar mágico-religiosa en las narraciones y en las valora- se está orgulloso, obviamente, ya que se ha aprendido a valorar
ciones de nuestros interlocutores; el valor de los lugares está lo que es antiguo y, por lo tanto, también a sí mismos en cuanto
exactamente en su belleza y en su antigüedad. Uno de ellos a a que se tienen raíces antiguas. No obstante, la concepción del
nuestra pregunta de si había leyendas relativas a los monumen- tiempo es histórica, rigurosamente lineal, el tiempo de los ro-
tos, replicó: «Pero [qué leyendas y leyendas! ¡Esto es historia!», manos es irrepetible, no alimenta ni mitos de eterno regreso ni
Los lugares excelentes no están abiertos para todos, los mucha- milenarismos, más bien genera un sentimiento de pertenencia a
chos no pueden ir a jugar en ellos, pero la violación de la prohi- algo que califica, pero que al mismo tiempo responsabiliza.
bición no conlleva una profanación sino el riesgo de un daño; y De aquí las propuestas de conservación, de custodia más
el laico custodio no suelta, en efecto, anatemas o maldiciones, precavidas y de reutilización, que no he mencionado, y también
sino que, en fcrma del todo instrumental, se limita a destruir el la disponibilidad al cambio de residencia si esto significa una
instrumento de los daños eventuales: el balón. Se crea de tal recuperación de los tesoros del subsuelo de Pozzuoli y el co-
modo en los muchachos un horizonte de valores y un sentido mienzo de una valoración arqueológico-turística verdadera-
de las reglas y de su violación, de las consecuencias que ello mente adecuada.
conlleva. Pero, lo que me parece interesante, es que se trata de Quisiera agregar otra observación. Como resulta de los tex-
un horizonte del todo laico e historizado cuyos referentes no tos que se refieren al bradisismo, los monumentos funcionar!
están en un extramundo, sino que están en el mundo. también como instituciones culturales capaces de garantir la
Una vez postulada la valoración inicial --es decir, lo que es presencia de los sujetos humanos frente a su posible crisis (de
antiguo es bello, vale- las prohibiciones, prescripciones, in- Martina, 1993), pero, también aquí, las categorías empleadas
clusiones y exclusiones se derivan según criterios de patente y son laicas e historizantes. Los monumentos garantizan no por
funcional racionalidad. De manera que el episodio del descu- algún poder mágico, no por una virtud apotropaíca, sino por-
brimiento en la playa y de la venta del adorno marmóreo viene que su larga duración, su supervivencia a los riesgos puede ser

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razonablemente considerada una prueba de la relativamente Indudablemente, el caso de Pozzuoli es excepcional, tanto
pequeña entidad de estos últimos. por la calidad de su estructura urbana, como por el bmdisismo
En Pozzuoli el espacio esta profundamente modelado por la que haciendo real e inminente el riesgo de perder su espacio, su
cultura; este espacio humanizado e historizado se hace a su vez ciudad, ciertamente ha concienzado a los pozzuolanos acerca
mediador de los procesos de producción y reproducción cultu- de su valor. Sin embargo, tanto el caso calificado (???), como el
ral. PocIemos regresar, para integrarla, a una célebre afirmación testigo calificado, no quitan valor a la verificación de la hipóte-
de Evans Pritchard (1975): efectivamente en el origen de la con- sis. Más bien, a propósito de Pozzuoli, nos sugieren una ulterior
cepción y del uso del espacio en Pozzuoli hay un dato natural reflexión. No es la ciudad que es enajenante. es la ciudad enaje-
fuerte, un referente importante, que no se puede ignorar ni nada que es enajenante.
reemplazar: el mar. Pero este dato natural fuerte, inmutable Pero todo esto, esta riqueza de relaciones en un ambiente
igual a sí mismo, parece entrar en la concepción y en las prácti- que el alto grado de diferenciación interna hada más practica-
cas del esp~cio de los habitantes también, y no menos, por otra y ble para muchos recorridos, se terminó o está por terminar. Los
opuesta calidad: la de una extrema ductilidad, que le permite ser habitantes de Pozzuoli lo saben bien:
la dlm~nslón espacial de experiencias estructurales y simbólicas
~uy d~versas. En síntesis, el mar está ahí para verlo, para traba- [...] en Pozzuoli ya no hay nada, aunque sí la gente está re-
jar, eXlst~ el mar para los jovencitos, para los pescadores, para gresando. Toiano y Monterusccllo han desmantelado completa-
mente Pozzuoli. Aunque si la gente regresa, son pocos los que
l~s trabajadores del puerto y el mar de los turistas y de quienes
regresan,
VIven del tunsmo. Está el mar de los hombres, el de las mujeres,
el ma: de .los.niños, el de los jóvenes y el de los viejos. Es un dato
dice Salvatore T., electricista automovilista, veintisiete años:
espacial s.Igruficante para tod.os y utilizable para cada uno según
sus necesidades, en una relación directa o mediata.
Pozzuoli esta «desmantelada».
Ahora me parece que, aún perteneciendo ellos al orden de lo
construido y no al de lo natural, las mismas cualidades hacen La percepción de lo a que esto conduce, en térrninos de pér-
del centro Pozzuoli, de Plaza de la República, la calle Nápoles y didas, de ganancias, de costos y beneficios, es bastante clara.
las calles contiguas al Serapeion y al Anfiteatro, una realidad
ur~an~ de alta cualidad, con una alta especificidad y una carac- Estas casas de Toiano son mucho más bonitas y grandes, lo
terízacrón fuerte, y al mismo tiempo se trata de espacios dúctí- mismo que las de Monteruscello... ¡Si estas casas estuvieran en
les, plasmables, convertibles en funciones diferenciadas. Pozzuolil. .. Yo después la mía la remodelé: de dos habitaciones
En definitiva, se puede decir que dos son las cualidades más hice una sola habitación que de día es una estancia, en la entra-
importantes del espacio urbano de Pozzuoli: es flexible, poco da hice una gran jardinera. Rosina, mi sobrina, la hija de mi
constrictivo, tal como para posibilitar el funcionamiento de una hermano Gennaro, cuando se casó se tomó sus fotografías en mi
estructura soci<:económica compleja y diferenciada, a la que casa [Maddalena V., cuarenta y seis años, ama de casa].
co~esponden SIstemas de conocimientos y valores igualmente
articulados: y al mismo tiempo, esta complejidad relacional no Nuevos referentes, nuevos valores, nuevos símbolos toman
s~lo no desest~cturay no banaliza el espacio, sino más bien se forma y comienzan a circular.
alimenta precisamente de los recursos simbólicos que ofrecen Queda claro a todos, el problema de fondo:
los lugares, de su reconocibilidad, de su belleza. En síntesis no
Toiano es un lugar más bien escuálido, porque es sólo para
son sólo las relaciones que hacen la calidad de los lugares (la-
dormir,
cobs, 1969); es también la cualidad de los lugares que integra y
potencia la eficacia y el sentido de las relaciones.

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dice Luigi N., cincuenta y cuatro años, tapicero, obligado por el CAPITULO NOVENO
bradisismo a cerrar su fábrica en la calle Nápoles.
De esto se trata exactamente en las colonias de nuevos asen-
tamientos, el hecho de que están «habitadas solamente). El ma- HISTORIAS DE TRABAJO EN NÁPOLES
lestar no nace de la necesidad de alguna adaptación de pobla-
ciones retrasadas, o de los efectos psico-sociales de algún depay-
semento Se trata de un choque cultural y factual entre quienes
viven, con su memoria, y quien hace el proyecto, con la fuerza
-y la prepotencia- de la construcción. De una construcción
que puede servir para «habitar solamente).

El tema y el método

El presente texto se basa en la comparación sistemática en-


tre dos historias de vida o autobiografías orales. Me propongo
dos objetivos. El primero se refiere al análisis del contenido de
las dos narraciones. Como se verá, las dos historias proponen
perentoriamente, en forma exclusiva, un núcleo temático cen-
tral: el trabajo de los dos protagonistas. En cierta forma, más
que historias de vida tienden a configurarse como historias de
la vida laboral: y esto no a causa sino a pesar de las tentativas
de los entrevistadores de ampliar el discurso en otros temas. Se
trata de dos trabajadores urbanos tradicionales, un obrero me-
cánico y un carpintero artesano. Figuras productivas y profesio-
nales que, en tiempos diferentes, fueron centrales en el sistema
productivo urbano-industrial, y que hoy son consideradas mar-
ginadas y en vías de extinción. Más en general, son las modali-
dades tecnológicas, económicas, sociológicas y culturales que
han constituido el papel de estos dos sujetos a ser consideradas
en decadencia y destinadas a desaparecer en el cuadro de una
reorganización del sistema productivo que verá (y en parte ya
ve) prevalecer una forma de producción electrónica, robotiza-
da, informatizada y cableada.
Sin embargo, la hipótesis de trabajo que orienta mis refle-

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xiones en dos textos no forma parte de un horizonte de arqueo- Es generalmente compartido el principio de que procedi-
logía industrial o artesanal. En una perspectiva de análisis es- mientos comparativos pueden ser adoptados, con menor o ma-
tructural, las dos historias de vida ofrecen materiales útiles para yor legitimidad, en relación a la escala y a los caracteres de los
la individuación de constantes (las constantes de la [abrilidad elementos culturales que se quieren comparar y a la profundi-
NDT, para usar el lenguaje de Cirese); en una perspectiva histo- dad y extensión de la comparación que se quiere operar.
rizante, éstas pueden ser interpretadas como dos variantes de En el caso presento se trata de materiales recogidos en el
esas constantes. En el cuadro de una antropología de las socie- terreno sobre este tema y pertenecientes a la misma especie:
dades complejas, ellas ofrecen un ámbito todavía más especifi- historias de vida o bien narraciones autobiográficas orales. La
co de análisis y de reflexión; me refiero al tema del bagaje cultu- legitimidad del procedimiento comparativo es confiada a tres
ral y de su transmisión o, si se quiere, de la persistencia y del órdenes de criterios adoptados en el curso del relevamiento y de
cambio, en una palabra, de las dinámicas culturales. Innova- la exégesis de los materiales recogidos.
ción tecnológica, reorganización productiva y representación y El primero de estos criterios está constituido por el hecho de
ethos del trabajo están -ésta es la hipótesis general que me que los dos protagonistas de las historias de vida por un lado
orienta-s- seguramente interrelacionados; pero no son isomor- tienen algunos caracteres socio anagráficos de base en común,
fos, isocrónicos e isótopos. Tampoco se puede demostrar, me por otra parte, presumiblemente y en cuanto es a nuestro cono-
parece, una relación causal entre ellos, que opere de manera cimiento, no se conocen y nunca se han encontrado. Las con-
uniforme, constante, unidireccional a toda escala y para cada vergencias averiguables en sus textos, si es que las encontrare-
fracción de tiempo. mos, podrán ser por 10 tanto consideradas convergencias inde-
Podemos decir, y es más o menos obvio, que la complejidad pendientes de efectos de imitación, conformismo, mimesis, etc.,
social está aquí o de cualquier forma también aquí: en la irre- mientras que las divergencias deberán ser atribuidas a otros
ductibilidad de los sujetos sociales, individuales y colectivos, y factores distintos del contexto histórico-geográfico en que las
de sus historias, en la simplicidad de los esquemas interpretati- dos vidas se colocan, ya que eso puede ser considerado más o
vos que ven el cambio con una óptica de lineal irreversibilidad y menos el mismo para las dos, ser entonces anulado como varia-
las relaciones como una red exclusivamente funcional. ble explicativa de las diferencias.
La confrontación entre las historias de vida de dos trabajado- El segundo orden de criterios que legitima cierta compara-
res urbanos puede ofrecer un pequeño elemento más, alguna ción entre los dos textos es dado por la relativa estandarización
añadidura modesta pero específica, en la interpretación antropo- de los procedimientos de relevamiento. La historia de Gino fue
lógica que se está construyendo fatigosamente de la complejidad. tomada entre 1986-1987, por Raffaella Palladino (fue material
El segundo resultado que me propongo es de orden metodo- para su tesis de licenciatura, Palladino, 1987); la historia de
lógico. Las dos historias de vida que examino no han sido reco- vida de Pietro fue tomada en 1989 por Giuseppe Gaeta (quién
lectadas por mí, sino por otros, quisiera poner a prueba, por 10 también la tomó como material para su tesis de licenciatura
tanto la comparación en determinadas condiciones de textos Gaeta, 1990)1 Ambos estudiantes de Sociología en la Universi-
orales no recogidos directamente por quien los comenta. dad de los Estudios de Népoles, ellos siguieron los mismos cur-
Los criterios de la comparación en el ámbito antropológico sos y seminarios de antropología cultural y antropología urbana
son como es bien sabido, un tema clásico de las disputas entre y, en particular, han desarrollado el mismo aprendizaje de
estudiosos. Evito entrar en el mérito, ya que, esto trasciende en
gran medida los límites de la presente contribución; y me limito 1. Me referiré a los textos de los dos autores de las tesis con las habituales referen-
a exponer las caracteristicas que hacen plausible una compara- cias bibliográficas. Los textos de las historias de vida se citan en transcripción integral
ción entre los dos casos presentados, características que discuti- en las dos tesis. El conjunto de los fragmentos citados en el texto presente con la
indicación del número de página debe siempre entenderse como páginas del Apéndice
ré brevemente. de la tesis de licenciatura respectiva.

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adiestramiento para la recopilación de los materiales orales. Tal 2) El análisis cuantitativo y cualitativo del uso de los pro-
formación análoga de los dos jóvenes investigadores es un ele- nombres personales en la narración.
mento importante a favor de la comparación de los materiales 3) La individuación de la cronología seguida en la exposi-
de las dos entrevistas, en la medida en que permite asumir ción de la cronología biográfica de cada historia de vida y la
como adquirido un cierto nivel de estandarización en los proce- comparación entre las cronologías de la narración y la cronolo-
dimientos de relevamiento. gía histórica.
La recolección de materiales autobiográficos orales y de his- 4) La determinación de los juicios de valor (negativo, positi-
torias de vida, es un instrumento particularmente útil para el vo) que los entrevistados dan del preciso tiempo pasado, pre-
trabajo antropológico de recolección de datos de campo, cuan- sente y futuro.
do éste se desarrolla en la ciudad (Passerini, 1989; Signorelli
1984a). Los materiales que el uso de estos métodos de releva- La primera y la segunda modalidad de análisis están más
miento produce son muy diversos, no sólo de las series estadís- relacionadas con la estructura interna de los textos, la tercera y
ticas, sino también de las tradicionales descripciones etnogréfi- la cuarta enlazan algunos contenidos de las narraciones con
caso Como muchas veces, y justamente, se ha señalado, lo que el algunos contextos de referencia pertinentes.
antropólogo lleva a su casa son unos textos (Catani, 1982; Clif- Este trabajo de exégesis, conducido con modalidades análo-
ford y Marcus, 1986). gas en los dos textos, constituye el tercer criterio de legitima-
¿Qué hacer con ellos?, ¿cómo utilizarlos? ción de la comparación.
Un texto requiere de una interpretación. Ésta a su vez puede Los protagonistas de las dos historias de vida son dos sujetos
legítimamente proponerse como totalmente idíosincrátíca, la de sexo masculino; el primero nació en 1925, el segundo en
aceptaremos como tal. Pero si una propuesta de interpretación 1936, aunque si no son coetáneos, de cualquier modo pueden ser
aspira a ser compartida, deberá estar basada en reglas objetiva- considerados como pertenecientes a la misma generación, ha-
bles, que puedan ser valoradas, criticadas y reutilizadas por biendo nacido ambos antes de la Segunda Guerra Mundial.' Tie-
otros. nen en común el estado civil, ambos tienen familia (cuatro hijos
Me parece que esta exigencia pueda ser satisfecha, o al me- el primero y dos el segundo) los niveles de escolaridad no son
nos parcialmente satisfecha basando la interpretación en: muy distantes, uno realizó la primaria y el otro realizó la escuela
comercial. Aunque ambos son napolitanos en el sentido extenso
a) Un trabajo puntual de Filología aplicado al texto. de la palabra, ninguno de los dos en efecto nació y vive en el
b) Un trabajo sistemático de contextualización de los conte- interior de los límites históricos de la ciudad de Nápoles, pero si
nídos.é ambos nacieron y viven en asentamientos que por disposiciones
administrativas, y reales gravitaciones socio-económicas se han
No pretendo desarrollar aquí esta propuesta en todas sus progresivamente integrado al área metropolitana de Nápoles
implicaciones. Me limito a exponer algunas modalidades con- (Galasso, 1978). El primero de los entrevistados, Gino, es de Poz-
cretas que he seguido en el análisis de las dos entrevistas exami- zuoli; el segundo, Pietro nació y vive en la llamada área oriental
nadas, ellas son: entre San Giorgio en Cremano y San Giovanni en Teduccio. Vale
la pena señalar, que aún en sus diversidades, tanto el área orien-
1) La individuación de temas o bloques temáticos y el tal como el área de Pozzuoli, además de compartir una análoga
cómputo del número de páginas de la transcripción que cada
uno de ellos ocupa.
3. La Segunda Guerra Mundial es sin duda un acontecimiento «periodizante» in-
cluso mirando la historia «por abajo», es decir, desde un punto de vista subjetivo de
2. Para una mayor ampliación de este punto me remito a Signorelli, 1986. los protagonistas de las dos entrevistas.

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historia de relaciones con el centro urbano, han sido ambas ticos. Por bloque temático, en efecto, entendimos el tratamiento
áreas de asentamientos de industrias de base y de enteras colo- compacto y una cierta duración de un tema que el entrevistador
nias de vivienda para obreros y se podría decir por consiguiente propone y repropone. En el curso de la exposición el tema debe
áreas de gran participación política (IRES, 1987). permanecer en el centro por así decirlo, el desarrollo y las refe-
Las características anagráficas comunes entre las dos entre- rencias a otros temas deben resultar accesorios, subordinados.
vistas terminan aquí. Diversas son en efecto las pericias profe- Si en dos entrevistas diferentes los dos sujetos proponen dos
sionales y su condición profesional. Gino es un trabajador de- bloques temáticos que se corresponden, no parece arbitrario
pendiente: es un obrero mecánico metalúrgico (cortador de me- comparar estas partes, en cuanto a la comparación global entre
tal como se define él mismo pero agregando inmediatamente las dos entrevistas, esto puede ser más o menos justificado de la
«hoy los metales no los enderezamos más a rnano»), que traba- riqueza o pobreza del total sistema de correspondencias temáti-
ja en un establecimiento que cuenta aproximadamente con mil cas. En nuestro caso, el tema del bradisismo, único presente en
empleados y una historia casi secular de producción en la me- una entrevista y no en la otra, recibe de cualquier modo un
cánica pesada. Hoyes una fábrica de locomotoras y materiales desarrollo sucinto, mientras tanto para muchos habitantes de
rodantes para ferrocarriles. Pietro, al contrario, es un trabaja- Pozzuolí «todos los aspectos de la vida cambian del bradisismo
dor independiente, un artesano con taller propio; más bien en adelante y ello condiciona cada tipo de elección» (Palladino,
como él se define, «un carpintero puro» o también un «carpin- 1987: 67); no parece ser este el caso de Gíno, que propone como
tero verdadero». muy significativa en su historia la fractura determinada de las
Condiciones profesionales diversas, por lo tanto y como ve- luchas sindicales de los años 1968-1969.
remos, caminos profesionales diversos. Algunos rasgos objeti- En el acompañamiento de estas evaluaciones he llevado a
vos, que los dos sujetos mismos indicaron, son comunes en las cabo una comparación entre las dos entrevistas a lo largo del
dos experiencias laborales. Pietro trabajó durante seis años, en- eje de los tres temas comunes en ambas; y creí en fase conclusi-
tre 1963-1969, como empleado en una fábrica carpintera pe- va poderlas comparar también en su globalización.
queña, muy doméstica, él no ignora del todo el «trabajo con un El primer tema es e! de! trabajo; más allá de los episodios
patrón». En cambio Gino es un obrero de oficio, altamente cali- laborales, Palladino incluye las experiencias sindicales y políticas
ficado, que habla tanto de él como de sus compañeros: «Antes de Gino, que son presentadas por el sujeto inextricablemente
trabajábamos todos como artesanos, después empezaron a lle- enlazadas con las del trabajo, más bien son parte integrante de
gar unas piezas, unas máquinas... ». A su vez, entonces, Gino no ellas. En térmínos cuantitativos (tiempo de narración medido en
ignora de! todo la experiencia del trabajo creativo. las páginas de la transcripción) es bastante largo e! tema, más
amplio y articuladamente tratado en el texto. En la entrevista de
Pietro el tema del trabajo ocupa un espacio todavía más extenso,
Los bloques temáticos aproximadamente el 90 % del texto. Y si para Gino la experien-
cia laboral es el cauce que acoge y replasma las experiencias po-
En e! análisis de la historia de vida de Gino, Raffaella Palla- líticas y sindicales, para Pietro es a través de la experiencia labo-
dino la dividió en cuatro bloques temáticos. Tres de ellos se ral por donde filtra el relato concerniente a otros ámbitos de su
encuentran exactamente en la entrevista de Pietro, casi agotan vida: sus ascendientes, por ejemplo, padre y abuelo, entran en su
el contenido. El cuarto tema de Gino trata el bradisismo, situa- historia en cuanto le enseñaron el oficio; la ciudad es sobre todo
ción que está totalmente ausente en la entrevista de Pietro, de el lugar de sus cambios laborales. Verificaremos sucesivamente
cuya experiencia de vida, el bradisismo no forma parte. Esta cómo en este dominio del tema del trabajo en ambos, las entre-
diferencia entre los dos textos no me pareció no proponible, la vistas encuentran confirmación en los resultados ofrecidos de
comparación entre ellos en el eje de los otros tres bloques terná- los otros procedimientos de análisis adoptados.

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El segundo tema presentado por PaIladino es el de la familia preocupación de Gino es la «seriedad» de su esposa y de sus
y parientes. En la entrevista de Gino la información acerca del hijas, la honorabilidad de las que él considera debe custodiar
origen de sus parientes y cónyuge son escasas, fragmentadas y imponiéndoles un modelo de vida «estratégico» que las mismas
casuales. Con una excepción: las siete páginas dedicadas a Ta- interesadas juzgan muy arcaico e íntimo. Será muy significativo
tonn'a fumara (Antonio [hijo] de la panadera), marido de una ver cómo la mujer de Gino (en un coloquio con Palladino) justi-
hermana de la madre de Gino, por lo tanto, era su tío materno fica de cualquier modo la actitud del marido.
político, el cual tuvo un único hijo que murió pequeño. Por este También Gaeta colocó una grabadora apagada, ¿cuál es el
motivo, marido y mujer se inclinaron mucho a los hijos de la punctum dolens de la vida familiar de Pietro?: «el hijo sufre de
hermana de ella; no obstante, la razón por la que Gino recuerda un problema en la vista y que sería para él peligroso el uso de
tan vivamente a un pariente difunto cuando él tenía 8 años, no maquinaria como la que tiene Pietro en su taller» (Gaeta, 1990:
es s610 afectiva: este Tatonn'a fumara, 174, n. 2).
No podemos evitar preguntamos por qué estas noticias pre-
[...] era un jerarca que estaba en Pozzuoli... un jefe violento, cisamente están fuera de la entrevista, de la narración que cons-
desvergonzado y precisamente el masto se casó con mi tía, tuvo tituye por así decirlo, el texto oficial de la autorrepresentación,
un hijo y hace muchos años éste cometió un homicidio y estu- pero no han sido calladas del todo, como habrían podido ser y
vo en la cárcel como muchas otras noticias seguramente lo están.
El tercer bloque temático que Palladino individualiza es el
Debemos regresar a este notable personaje que en la historia de los lugares y relaciones que, ella precisa, incluye «todo lo que
de vida de Gino ocupa un papel simbólico más que real de gran puede ser reconductible, en otro sentido, en el área de la socia-
importancia. bilidad» (Palladino, 1987: 67). Se trata de esa parte de la so-
Las noticias que Pietro ofrece de su propia familia no son ciabilidad que se realiza fuera de y sin conexiones directas con
casuales y fragmentarias, sino, extremadamente sintéticas, él el trabajo. Son temas que ocupan una parte minoritaria de la
nos informa que su familia conyugal, entrevista de Gino, pero que se organizan alrededor de una re-
lación fuerte: el Barrio Terra de Pozzuoli, el antiguo y bellísimo
[...] está compuesta por el papá, la mamá y dos hijos, una barrio construido en el lugar de la Acrópolis de edad clásica que
jovencita de diecisiete años y un muchachode catorceaños. da al mar, y se estructura alrededor de la catedral y del obispa-
do; banio donde Gino nació y vivió la primera parte de su vida.
y esto es todo. El tema no se volverá a tocar, como tal. El Barrio Terra fue desalojado forzosamente en 1970, a causa
Como ya dije tendremos noticias de su padre, del abuelo, de un de una crisis de bradisismo que amenazaba su estabilidad. Gino
tío que aún vive y que él visita de vez en cuando, pero ellos y su familia vivieron en casas más o menos provisionales apro-
entran en la historia de los carpinteros de quien él tomó el ofi- ximadamente siete años, hasta que en 1977 obtuvieron una vi-
cio. Es sólo por la insistencia del entrevistador, que Pietro habla vienda en la zona de viviendas para trabajadores del asenta-
de su propio hijo, de nuevo del trabajo y sólo del trabajo. miento de Toiano, en donde hasta ahora viven. Gino regresa
Es de mencionar, y requerirá ulterior reflexión, una circuns- varias veces sobre la comparación entre la antigua forma de
tancia común en ambas entrevistas; los nudos cruciales de la vivir en el Banio Terra y la nueva forma de vivir en Toiano;
relación de los dos protagonistas con sus respectivas familias, abunda menos, como ya se ha dicho, acerca del bradisismo y
surgen en sede extra -entrevista, con grabadora apagada, sus efectos no solo geofísicos sino políticos y sociales. Y esto no
como un momento de confianza personal dada a una perso- obstante el hecho de que cuando la entrevista fue recogida la
na-; (el entrevistador y el entrevistado), la relación profesional larga y dolorosa crisis de bradisismo de 1983-1984 no se había
con la que enseñó a fiarse. PaIladino así aprendió que la gran todavía del todo agotado.

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Como para la familia, también en lo que respecta a sus pro- como protagonista el «yo», primera persona singular. La cuenta
cesos de socialización y su sociabilidad, Pietro es más breve que de las fonnas verbales conducida por R. Palladino y el sucesivo
Gino. No sólo las noticias no son abundantes, sino es evidente análisis de las variaciones persona pronominal/tema de la narra-
la falta de interés del narrador para desarrollar temas que clara- ción, han permitido llegar a dos conclusiones.
mente él considera irrelevantes. La mayor parte de la autobiografía oral de Gino es narrada
Aprendimos en pocas líneas que Pietro forma parte de un club en primera persona plural; después, a gran distancia de la pri-
de aficionados a la bicicleta, al que asiste el sábado por la noche mera, hay una parte que es narrada en tercera persona plural;
para organizar con sus compañeros los paseos dominicales; y, finalmente, una parte muy pequeña es narrada en primera
persona singular.
[ ...] el domingo, vamos a hacer un bonito paseo o bien, si hay La covariación pronombres/temas se configura corno sigue:
una reunión de ciclistas en nuestra región vamos. Luego de re-
greso a casa, después de una buena ducha, se come con la fami- - Tema del trabajo, del sindicato, de la política: narración
lia y por la tarde, o nos quedamos en familia, o hacemos alguna en primera persona plural.
visita... y basta. Después al día siguiente... empiezo una nueva - Tema de las relaciones y de los lugares: narración en ter-
semana de trabajo [p. 237].
cera persona plural.
- Tema de Tatonn 'a fumara: narración en primera persona
Ni un comentario, ni un detalle que nos ilumine acerca de la singular.
tonalidad afectiva, acerca del valor que Pietro atribuye a estas
relaciones. Y son las (micas que señala, las otras figuras huma-
El puntual análisis cuantitativo conducido por Palladino en
nas que habitan el mundo que nos cuenta, son todos clientes, el texto permite afirmar que las covariaciones son sistemáticas,
proveedores y colegas carpinteros; y un par de vecinos, que son no casuales, y nos autoriza, por lo tanto, a atribuirles una fun-
vecinos del taller, no de la casa.
ción semántica, a hipotetizar que sean portadoras de significa-
Las dos entrevistas tienen por lo tanto un carácter muy sig- dos. Esto es aún más creíble en cuanto que en la historia de
nificativo en común: el claro predominio de las temáticas del Pietro existen también covariaciones recurrentes de las perso-
trabajo sobre otros temas. Veremos también cómo los otros ni- nas pronominales en relación a los temas, aunque su conteni-
veles de análisis confirman este dato. do es totalmente diverso. Pietro narra utilizando la primera
persona singular prácticamente en toda la entrevista que,
como vimos, habla casi únicamente de su trabajo; de vez en
El uso de los pronombres personales cuando, aparece la tercera persona singular, ya sea en cone-
xión a formas impersonales del verbo o en conexión con un
Esta modalidad exegética nos fue sugerida de la lectura de sujeto-persona que tiene características que diría ejemplares: el
la historia de Gino en la que parecía presente un uso particular carpintero. Muy a menudo, cuando el sujeto de las proposicio-
de los pronombres personales, uso que los cálculos pacientes de nes es el carpintero, el contenido de la exposición más que
L. Palladino han confirmado ampliamente. La narración de narrativa, tiende a hacerse prescriptiva o gnómica, del tipo: «el
Gino no se desarrolla teniendo como protagonista siempre la carpintero no debe... », «el carpintero sabe... », «el carpintero es
misma persona pronominal. Ya en una primera lectura se evi- aquel que... »,
dencia una alternativa entre frases de la narración que tienen Queremos aquí intentar una interpretación cultural del sig-
como protagonista el «nosotros», la primera persona plural; fa- nificado de estas variaciones, una interpretación que parta de
ses de la narración que tienen como protagonista el «ellos», ter- los procesos de identificación de que el uso de los pronombres
cera persona plural, y una sola fase de la narración que tiene personales en conexión con ciertos temas es ciertamente un sín-

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toma; y que explicite significados y valores contenidos en las Pero hay otra acepción del «nosotros» de Gino, que se arti-
identificaciones individualizadas. cula a partir de la examinada hasta aquí y todavía en alguna
Comenzamos a ver cuáles son los objetos de identificación medida se distingue; es el «nosotros» que designa «nosotros fá-
de nuestros dos narradores. brica», corno aparece en expresiones tales corno:
El plural insistentemente usado por Gino se refiere en pri-
mer lugar, y en forma tan explícita que parece casi estereotipa- Hacemos unos carritos, hacemos unos vagones... ahora esta-
da, al sujeto colectivo con el que, más que sentirse parte, él se mas haciendo, no sé con precisión, 100-104 locomotoras... No
identifica totalmente: la clase obrera. Esta última puede en su podemos trabajar más como antes porque después cuestan más
narración presentarse como conjunto de los compañeros de fá- y no podemos competir a nivel internacional... [p. 39].
brica; o como trabajadores de los asentamientos de Pozzuoli en
lucha para defender la ocupación, o finalmente como clase o también, y con mucha preocupación, cuando habla de las
obrera italiana, comprometida en su totalidad para hacer explo- consecuencias que el bradisismo ha tenido para la empresa
tar e! boom del 68. donde trabaja:
Al variar la escala de! referente, la identificación de Gino no
es menos convencida, su «nosotros» no varía de color ni de [...] éramos un establecimiento que andaba bien, y ahora con
pertinencia. La clase obrera es aquella entidad absolutamente el miedo al bradisismo... Si vienen otras sacudidas y terminan de
concreta y universal al mismo tiempo, cuya fuerza ha garanti- dañar [las vías de ferrocarriles de] la Estación Cumana, termina
también la fábrica, porque no pueden salir los vagones ... Ahora
zado e! trabajo para los habitantes de Pozzuoli.
tenemos 3 o 4 piezas [vagones, locomotoras] que hemos bloquea-
do, pero continuamos haciendo otras piezas. Ahora si no se libera
Esta huelga se hizo para que permaneciera la fábrica en Poz- el ferrocarril de la Cumana, no se hasta donde llegaremos ... [hasta
zuoli y para no dejarla morir, por la economía, por la juven- cuando podremos resistir con las bodegas llenas] [p. 41].
lud [p. 4].
Hago mías aquí para comentar esta relación entre Gino y la
y garantizó dignidad a los trabajadores: empresa en la que trabajó toda la vida, las inteligentes conside-
raciones de R. Palladino, que reporto integralmente: «¿Es posi-
t...] la gente veía al jefe, y debía saludar al jefe... Pero ¿por qué ble que un obrero como él, que conoce demasiado bien la lucha
debía uno saludar al jefe? ¿Acaso viene antes que yo para que lo de clase, pueda confundir entre nosotros obreros y nosotros fá-
deba saludar? Mientras que hoy, por la emancipación, hay más brica, olvidando que no sólo la fábrica no son los obreros, sino
libertad... [p. 46]. también que no es de los obreros? Más probable parece, tenien-
do presente el orgullo con que se habla de toda la estructura
De esta fuerza, amenazadora para algunos, productiva C'teníamos un sistema de impresión arriba, que casi
no se encontraba en toda Italia") que esta fábrica cuyas fortu-
Pozzuoli tiene una tradición, cuando se hablaba de Pozzuoli nas se comparten y de quien se es responsable en la conciencia
se temblaba [p. 49]. que es fuente de bienestar ("una vez terminada la fábrica en
Pozzuoli, la economía de la ciudad estaba también en el suelo"),
pero precisamente por eso mismo liberadora para él y para es una entidad no extraña, no enemiga sino un bien colectivo
aquellos como él. De esta fuerza él se siente parte integran- por el cual luchar. Se podría afirmar la existencia para Gino de
te, más que sentirse beneficiado y protegido. La distinción en- una relación no negativa con las máquinas, los instrumentos de
tre «YO)} Y «nosotros» no se dá porque no tendría nada que ex- su trabajo en nombre de un principio práctico y crudo que po-
presar. dría sonar, así: mejor obreros que muertos de hambre. Salvo

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después, se entiende, hacer valer en cada ocasión sus propios clase obrera, adquiriendo así significados sindicales, políticos,
derechos... » (Palladino, 1987.74). históricos en el interior de los cuales el destino individual en-
La identificación compleja entre narrador, clase obrera y fá- cuentra colocación y definición, el reconido de Pietro es total-
brica resulta confirmada y contraria por el uso que él hace del mente diverso. El referente de su identidad y la meta de su
pronombre «ellos». En la narración autobiográfica de Gino, identificación no es un sujeto económico y político de naturale-
«ellos» sirve para designar dos categorías de personas. La pri- za colectiva, sino más bien un modelo profesional individual,
mera comprende todos aquellos que se contraponen a «nos- algo corno un tipo ideal, con valía no solo descriptiva, sino pres-
otros»: patrones y patronato obviamente; pero también los po- criptiva, respecto a la cual su autobiografía asume las caracte-
deres políticos y administrativos en expresiones como: rísticas de un camino de acercamiento progresivo. Gino prefie-
re perder las características que hacen de él un obrero califica-
[...] los establecimientos los querían llevar al interior... dicen do" diverso y quizá más capaz que otros, para defender la com-
que están construyendo las casas en Monteruscellc... todavía hoy petitividad de la empresa y, por lo tanto, de la ocupación: para
deben pagar los propietarios... [p. 16]. defender en otras palabras, la fuerza y el poder contractual de
la clase obrera. Al contrario para Pietro la competencia, la habi-
Más sorprendente y en cierto sentido más significativo es el lidad, el dominio de las técnicas y ese «saber de la mano» de
uso de «ellos» para indicar a los habitantes del Banio Terra, cuya naturaleza no algorítmica él esta plenamente consciente,
parientes, vecinos y conocidos. Está claro que, aún estando liga- son el fundamento y la sustancia misma de su ser «un auténtico
do por un profundo afecto al recuerdo de esas personas, por carpintero».
una profunda nostalgia hacia los lugares de su infancia, Gino
rechaza identificarse con «ellos». [...] en nuestro oficio no es que te enseñen como en la escue-
la. Eh ... miras al abuelo, miras al papá, miras al maestro, mira
esto, mira aquello y poco a poco comienzas a memorizar todo
Gente normal, gente genuina, gente que vivía al día pero era
eso que miras para poderlo realizar después... [p. 201];
todo corazón, tenía toda una tradición..., eran personas que se
Y después en virtud de la posibilidad que uno tiene de recor-
ayudaban entre ellos. Uno se asomaba a la ventana, hablaba aquí
dar las cosas o en virtud de la propia invención, digámoslo tam-
y allá, porque estaban apretados, había gente que dormía en ca-
bién, se pueden realizar unos trabajos [p. 232].
sas que realmente no se podía vivir, pero, debemos decir, que
aquella gente era feliz [pp. 8-9].
Esto es lo que le consigue la estima de los colegas, la fideli-
dad de los clientes y -como sucede en diversos episodios que él
El obrero moderno, emancipado, sindicalízado, en la lucha evoca con cierta insistente autocomplacencia- el respeto de
por la defensa de sus derechos. no puede identificarse con el aquéllos que al inicio, engañados por el traje que usa y por su
lumpenproletariat: y no escapa, por la forma en que habla de aspecto simple, lo devaluaban; pero que viéndolo trabajar, cons-
ello, a la sospecha de ser patemalista. tatando su capacidad y la habilidad con que domina el proceso
También la identidad de Pietro se construye antes que nada técnico y la belleza de los trabajos acabados, debían cambiar su
y principalmente con base en su trabajo; como Gino no le hace opinión y reconocerle la calificación de (maestro». Sólo en su
al obrero sino que es obrero, así Pietro no le hace al carpintero, oficina, sino lazos fuertes con ningún grupo o categoría, tam-
sino que es carpintero, mejor dicho, según su expresión, «car- bién Pietro conoció las humillaciones y el darse ánimo. Pero lo
pintero puro», un carpintero «auténtico». Pero mientras el pro- que para Gino es un producto del boom del 68, asume para
ceso de identificación de Gino pasando a través de la competen- Pietro la forma canónica del siguiente episodio:
cia del oficio y la común responsabilidad de las estructuras pro-
ductivas, llega a la identificación con el gran sujeto colectivo, la

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Un día viene un señor aquí al taller y queda cortar un pedazo Sin embargo, como observa G. Gaeta, el carpintero Pietro
de madera con la máquina, y yo le dije: Por favor, pase usted... tiene un punto de fuerza que se opone a lo que del mundo le es
Pero lo primero que me preguntó fue por el titular... y yo le dije: hostil, humillante y hasta amenazador: «.. .la gratificación per-
Soy yo. Éste lo primero que hace es mirarme de pies a cabeza... y sonal, presentada casi idealistamente, con tintes sugestivos pro-
me escudriña una primera vez. Comenzamos a trabajar, y dice: pios del aura quijotesca de que el entrevistado se rodea. Él es el
Yo con esta tabla debería hacer unos cortes, para construir el último o uno de los últimos de una gloriosa estirpe de artesa-
timón de un barco. Digo: Está bien, hágame un trazo de ese ti-
nos, aquel que aún habiendo adquirido conocimiento y familia-
món ¿Tiene un dibujo?... ¿Tiene una medida?... y después se lo
corto y él dice. Está bien, entonces ¡dame el metro! Por favor, ridad con los nuevos métodos y las nuevas reglas de la produc-
digo yo. Y dame también el lápiz. Por favor, digo. Se apoya en el ción conserva, en su trastienda, en un cuartucho que desarrolla
banco, hace el trazo y después dice: He aquí, puedes cortar... Yo un papel a mitad entre museo privado y tabernáculo, los vesti-
miré este pedazo, lo vi un poco y pensé: Pero mira un poco éste: gios antiguos del trabajo, instrumentos que sólo manos exper-
primero entra aquí adentro y busca al titular; ahora me dice tas y competentes como las suyas pueden reanimar, restituyén-
dame esto, dame aquello, puedes cortar... doles la originaria capacidad creativa... Frente a los problemas
Aquel corte me parecía un poco extraño, y digo: Pero ¿usted del vivir cotidiano, a la dificultad de encontrar sentido para sus
está seguro de esta medida?, porque cortar yo lo hago rápido. Y él: acciones fuera del ámbito restringido de la oficina, la ejecución
Sí, sí corta, corta. Yo lo acomodé en la máquina, y \íll111111l11 Il ...
representa "otro" momento, un momento en que las contradic-
corté y le dí el pedazo en la mano. El lo miró, y dijo: Dame el
metro. Lo mide, y era diez centímetros más pequeño... y, ¿qué
ciones aparecen temporalmente superadas. Tal propiedad del
hace? Arroja el metro al suelo, buum, y: ¿cómo pude equivocarme acto constructivo resulta directamente proporcional a la calidad
en la medida? Precisamente -yo le dije- no todos los males vie- del manufacturado, calidad que se mide ya sea en función del
nen para dañar, porque siendo el timón todo de una pieza es más nivel técnico incorporado en el producto, como en el grado de
fácil que se deforme en cuanto lo meta al agua... Ahora, del pedazo creatividad consentida por el comprador y desarrollada por el
que cortamos nosotros mismos vamos a hacer un pedazo para artesano» (Gaeta, 1990: 178-180).
encajarlo con otro, en el costado, de modo que pueda aguantar la
deformación de la madera. Pero esto dicho un poco ásperamente,
hablándole de tú como él lo hizo conmigo y tratándolo precisa-
Las cronologías
mente como a un muchacho de taller... Cuando éste se vio tratado
en esa forma, dijo: ¿Qué tipo de trabajo hacen aquí adentro? Ya
usando el usted [en realidad el ustedes (N. del T.)] Yno más el tú. En la historia de la vida de Pietro aparecen pocas fechas,
Digo: Aquí hacemos trabajos de carpintería... todo lo que es en made- que no son sucesivas como en una cronología formal, sino que
ra nosotros lo hacemos. Dice:No, polque yo soy ingeniero, tengo una siguen la marcha de la narración. La primera es la fecha de su
empresa de construcción... ¡Este cabrón! Y tú por esto me dijiste: nacimiento (1936), la segunda son sus doce años (el año corres-
dame el metro y dame el lápiz, sólo polque eres ingeniero y ahora pondiente, 1948, no es mencionado), edad en la que comenzó a
¿por qué me hablas de usted? En síntesis al fmal, moraleja del men- asistir como aprendiz al taller del padre y del abuelo carpinte-
to, con ese señor, al final nos hicimos amigos...[pp. 279-281].
ros, mientras al mismo tiempo estudiaba; sigue 1970, año en
que alquila el local donde actualmente todavía se ubica su taller
La experiencia se condensa y se sintetiza en la siguiente y empieza a trabajar por cuenta propia; después recuerda los
constatación sentenciosa: años de 1963 y 1969, inicio y fin del periodo durante el cual él
trabajó "a sueldo», es decir, que trabajaba como obrero en una
Entonces el traje hace al monje... Muchas veces uno deberla carpintería: varias veces se repite la expresión ('ya van diecinue-
salir con la ropa de trabajo... ¿Pero todos aquellos que lo usan, ve años», a propósito de su condición profesional actual de ar-
tienen la posibilidad de salir con esta ropa de trabajo? [p. 282]. tesano independiente, y de las responsabilidades, honorarios,

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satisfacciones, ganancias, etc. que ha recabado de ello. Otras en la entrevista una alusión a una fecha de los años treinta no
referencias temporales son más genéricas: «en ese tiempo cuan- indicada {«...cuando tenía ocho años... »); luego la narración se
do inicié... [a trabajar por mi cuenta]»: «Después llegó el coloca en el pasado muy próximo (los efectos del bradisismo
NA .. », «al inicio vino un inspector... », Muy genéricas son las sobre la vida en la fábrica y su ciclo productivo) o en el presente
referencias temporales que Pietro utiliza para describir y valo- y los cambios que provocó respecto al pasado.
rar los cambios que se han dado en su trabajo: «Hace cincuenta Así como es más rica en la articulación de los bloques temá-
o cien años», «En los años cincuenta, o sesenta... »; « ... estamos ticos, así la historia de Gino respecto a la de Pietro se presen-
en el siglo xx...»; Esto es todo. Las pocas fechas de su vida que ta más rica en fechas, referencias temporales precisas; y también
Pietro reevocó registran una sola anticipación respecto a la cro- más marcada por inversiones y anticipaciones que permiten to-
nología real, 1970, año del «trabajar por su cuenta», es mencio- rnar, en cierta medida, los recorridos de la memoria. Hay d03-
nado antes de que se dijera qué había hecho el narrador en los elementos en común, pero diversamente articulados: también
años anteriores. para Gino la mayor parte de las fechas significativas están liga-
Gino inaugura su propia cronología en 1940, fecha de su das a su vida laboral, pero al contrario que Pietro, ninguna fe-
admisión en la fábrica, sigue después la fecha de nacimiento, cha, ni siquiera la de su ingreso al trabajo se refiere a un aconte-
indicada indirectamente a través de la precisión de que cuando cimiento estrictamente personal que lo ha involucrado a él sola-
entró a la fábrica tema quince años. Tres fechas siguen después: mente. Son todas fechas, por decirlo así, colectivas: el colectivo
1943, la fábrica es destruida por el ejército alemán; en 1945, las protagonista del evento puede ser «los jovencitos y las mujeres»
actividades productivas son retomadas en una sede provisional que, estando los hombres en el frente, en los años cuarenta eran
y se trabaja bajo pedido de los ejércitos aliados; en 1946, está el contratados por la fábrica; o las cuadrillas de la fábrica, o la
regreso a la sede de la fábrica en Pozzuoli: la sede ha sido re- clase obrera de Pozzuoli o napolitana, o, como en el sesenta y
establecida, la empresa ha cambiado de nombre. Sin solución ocho, toda la clase obrera italiana estaba en lucha por mejores
de continuidad en la narración se llega a 1958, y al bienio 1958- condiciones de vida y de trabajo; el contraste con el rígido indivi-
1960, caracterizado por la reducción de la actividad de la fábri- dualismo autobiográfico de Pietro es de lo más fuerte.
ca, los despidos o transferencias de los obreros a otras sedes y Otra diferencia notable: no pocas de las fechas que marcan
una gran movilización de la mano de obra, con huelgas, impug- la existencia de Gino, coinciden con fechas que figurarían sin
naciones, enfrentamientos en la calle, que al final consiguen duda en un texto de historia local, nacional o mejor dicho,
que la empresa sea nuevamente transformada y garantice la mundial, de los años cuarenta y sesenta y ocho. Gino es del
ocupación para los habitantes de Pozzuoli. A partir de ese mo- todo consciente, no sólo de esta coincidencia, sino del hecho
mento la historia laboral cede el lugar a la situación personal y que se da justo porque el curso de su personal existencia está
familiar y dos fechas marcan este ámbito: 1970, año del bradi- estrechamente enlazada con sucesos históricos. En cambio, las
sismo y del hundimiento del Barrio Terra, y 1977, año de la fechas que Pietro evoca marcan todas hechos privados; y la
asignación de las viviendas en Toiano. Pero casi de inmediato eventual coincidencia con fechas históricas, como ejemplo el
se regresa al tema del trabajo: los años cincuenta con las durísi- año de 1969, no suscita en el narrador ninguna reflexión de
mas condiciones de trabajo y después en el sesenta y ocho, el orden general.
año de la explosión que cambió todas las cosas: el «boom del Ausente en ambas biografías, está el calendario de los afec-
sesenta y ocho... esto ustedes lo saben... pero antes estabamos tos, las fechas privadas familiares, ya sea las más ortodoxas
muy... oprimidos». (matrimonio, nacimiento de los hijos, etapas de la vida de los
Como nota justamente Palladino «[1968] es para él una fe- hijos, etc.), ya sea otras eventualmente más ligadas a especiales
cha que conscientemente vive como un momento de ruptura acontecimientos de las biografías individuales. El aconteci-
profunda respecto al pasado» (Palladino, 1987: 55). Hay todavía miento debe tener las características de la catástrofe natural,

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como e! bradisismo, y conllevar la pérdida de la casa, para que que Gino experimentó el paso de «oprimidos» hacia «amplia-
Gino le dé espacio en su historia. Obviamente, no es que nues- dos», Es a partir de su condición de experto artesano que Pietro
tros dos protagonistas no tengan una historia privada, es que experimentó e! paso de humillado a respetado. El trabajo, en-
ambos no consideran que deben hablar sobre ello. A la luz de tonces, no da solo de comer, a través de la fuerza y a través de
este dato, habrá que valorar las excepciones que lo contradicen; la retribución permite conseguir la dignidad.
el largo tratamiento de la historia de Tatonn'a fumara en la his- El carácter proyectual y, por lo tanto, ético de la conciencia
toria de Gino y las confidencias sobre su familia hechas por obrera, es tema demasiado conocido para que sea necesario
ambos fuera de la entrevista. abundar en ello. Tal vez viene al caso remarcar, en la autobio-
grafía oral de Gino, el reproponerse espontáneo e inmediato de
esta dimensión, con una coincidencia que no necesita de media-
La identidad y el valor del tiempo ciones entre sujeto individual y sujeto colectivo, entre macro es-
cala y microescala, entre conciencia madurada en la práctica y
Sobre la base del análisis hasta aquí llevado a cabo, se pue- síntesis teóricas elaboradas en otro lugar y desde arríba. Se pue-
den asumir como aclarados dos puntos: para ambos protago- de observar, entre paréntesis, que aún un documento modesto,
nistas de las autobiografías orales que estamos examinando, periférico y tardío como esta autobiografía oral, contribuye a
existe un nexo muy fuerte entre el trabajo que hacen y la identi- demostrar que la clase obrera ha sido no sólo una clase social,
dad que de ellos mismos se han construido, o mejor dicho, la sino un sujeto colectivo en el sentido más pertinente del término.
identificación con el pape! profesional es la base sólida y consis- Pero la historia de Gino atestigua también otra dimensión,
tente de su identidad. otro proceso. Está presente en su historia al menos una indivi-
Correlativamente e inversamente, los contenidos de la iden- dualidad fuerte, un individuo excepcional, al que él mismo se
tidad personal parecen variar según varia e! pape! profesional. relaciona como individuo, mejor dicho, como un niño confiado
Para Gino la identidad se consolida y se define en la solidari- y lleno de admiración: Tatonn'a fumara, e! guappo, el jefe ma-
dad, más bien en la coincidencia del destino individual con el fioso de Pozzuoli. Tatonno es un prepotente, un explotador, un
colectivo; para Pietro en la persecución constante y tenaz de un macho, un homicida y Gino no lo esconde para nada. Pero, en
destino de excelencia individual. la visión de Gino, Tatonno es un delincuente especial:
Pero el análisis puede avanzar un poco más, a partir de una
inteligente hipótesis que G. Angioni propuso haciendo referen- Éste dirigía Pozzuoli... era todo diverso entonces, los hechos
cia a de Martina (Angioni, 1986), y que también G. Gaeta reto- que te narré... Era más una protección y después eran hombres
ma. Existe en el trabajo de estos dos hombres, o mejor dicho en rectos que tenían el valor también de enfrentarse abiertamente si
su modo de concebirlo, un elemento trascendental. Para am- había un asunto espinoso. Entonces no era como hoy que, por
bos, aunque sí en forma diversa, el trabajo no es sólo respuesta ejemplo, uno va a esconderse detrás de una puerta, te dispara, te
a necesidades primarias, de supervivencia; no es sólo funda- mata y se acabó. No, ellos iban personalmente. Sucedía que cual-
mento de la identidad, entendida como rol y estatus, como co- quier habitante de Pozzuoli iba a alguna aldea y le quitaban [ro-
locación en una estructura social. Para ambos el trabajo funda baban] el pescado [que iba a vender]; venía aquí, a que mi tío
interviniera. Iba allá con el carruaje y el caballo... iba con el otro
un ethos, porque se pone como terreno e instrumento para «ir
jefe de aquella aldea y le decía: Este pobre chamaco viene a bus-
más allá» de una condición de vida no escogida sino asignada car el dinero [a recoger el dinero que le tocaba por el pescado
por el caso o por el destino; el trabajo es lo que permite estar en que le fue robado]. Entonces el jefe de allá dccía: ¿Conoces quién
el mundo como productores conscientes de un pequeño «de- te quitó el pescado? Y le regresaban el dinero y hasta le daban un
más), de un pequeño «otro» que, en pequeña parte, cambiará el poco más... se hacían siempre obras buenas... Estaban ellos en
mundo, dejará su rastro. Es a partir de su condición de obrero medio, y acomodaban las cosas, a veces se sacrificaban tam-

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bién para dar a entender que habían dado satisfacción a la revolución típicamente meridional se ha conservado. Ser com-
gente En esos tiempos uno quería ser más fuerte que el otro. pañero, "verdadero compañero" para él quiere decir tener valor
Quería mandar, pero no como se hace hoy de hacerlos a un lado: de sobra (también para afrontar los golpes de la policía en la
había respeto; antes un hombre de esos era capaz de ir de una calle), ser fuerte, leal, tener iniciativa, caracterizarse por una
ciudad a otra, él tomaba el riesgo, mientras que hoyes diferente. carga de generosidad que se expresa en la solidaridad con los
Si debo decir una palabra a alguien a mí me da miedo, eso que
me puedan disparar desde su carro. demás ("uno no combate por sí mismo, siempre es por los que
vienen después"). ¿Pero no son éstos los valores de la antigua
Otro episodio es para Gino digno de ser recordado como hampa? La diferencia básica es que el honor y el prestigio ya no
ejemplar: el equipo de fútbol de Pozzuoli debía recibir al glorio- son categorías ligadas a un sujeto individual, sino colectivo.
so equipo del Genoa pero los dirigentes de Pozzuoli no tenían Gino ha realizado una verdadera transferencia de los caracteres
en casa dinero suficiente para pagar los gastos de la invitación y del jefe tradicional de antaño a la clase obrera de Pozzuoli ("Nos-
de hospedaje. otros somos famosos en Pozzuoli por las luchas"; "Pozzuoli tie-
ne una historia"; "Cuando se decía Pozzuoli se temblaba"). [...]
La clase obrera hija del pueblo (como hijo del pueblo era Taton-
Se reunieron todos los mafiosos de Pozzuoll. a la gente se le
no) se rescata a sí misma de su condición de subalternidad por
hizo ir al estadio para hacer el cobro de ingreso, para no hacer el
ridículo con los de allá. No lo hacían por ellos mismos como se la fuerza que le viene de la valentía. El jefe tiene obligaciones
hace hoy. Se jugó el partido, dieron una buena impresión, hicie- ligadas a su prestigio: así la clase obrera es obligada a amparar
ron fiesta, pero cada uno pagó su boleto, lo hacían también por a todos aquellos (desocupados, obreros, subempleados, explota-
el honor de la ciudad, no se hacía como se hace hoy, que yo me dos) que no tienen a su disposición la misma fuerza y que al
robo una cosa, me la guardo en la bolsa y me voy [pp. 67-68]. contrario que de la clase obrera, no pueden provocar el temor y
el respeto que vienen de la fuerza.
No nos sorprende la idealización del mafioso tradicional en »En las narraciones de las manifestaciones imponentes, en
una suerte de Robín Hood de Pozzuoli. El héroe orgulloso y el orgullo que Gino demuestra al describirlas, se manifiesta el
valiente, generoso con los pobres y despiadado con los prepo- terror que esta muchedumbre incontenible, este torrente huma-
tentes, ecuánime e invencible, es un símbolo, es decir, es una no, debía imponer. Y del terror viene el respeto; el verdadero
imagen de valores (Tulio Altán, 1992) en el sentido más pleno jefe no recurre a la violencia, no la ama, a él solo le bastan las
del término; no es por casualidad que regresa, declinada en las amenazas.
formas más diversas, en las representaciones colectivas de las »La clase obrera no recurre a la violencia, se limita a mar-
sociedades marcadas por fuertes desigualdades, pero también char en las calles y a ocupar los lugares del poder, cuando quie-
por un potencial de cambio. re alguna cosa: también se hace respetar sólo con la amenaza»
Lo que sí sorprende es que la fascinación de un proyecto de (Palladino, 1987: 234-235).
rescate tan prepolítico pueda influenciar a un hombre politiza- La identificación entre los valores de la mafia «buena» y
do y sindicalizado, un obrero moderno como Gino. aquellos de la clase obrera aparecen del todo plausibles, como
A esta cuestión R. Palladino propone una respuesta fundada señala Palladíno, si se tiene presente la peculiaridad de la expe-
en el análisis del contexto. Ella sugiere tener en cuenta la parti- riencia obrera en el sur de Italia. Aún siendo cuantitativamente
cularidad histórica de la clase obrera metropolitana y la del sur minoritaria, no sólo respecto a todo el contexto social sino tam-
de Italia en general. bién respecto al conjunto de la población activa la clase obrera
«[...] En Gino, este tipo de actitud está netamente consciente del sur había tenido, por muchos decenios, el papel de polo de
al tipo de tradición cultural que heredó. De hecho aun madu- agregación ideal y político de todos los segmentos del proleta-
rando hasta la más moderna conciencia de clase, el espíritu de riado: era el trámite que unía ideal y políticamente a la masa de

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los desheredados del sur (subocupados, desocupados, precaria- cio. Pietro construye su autobiografía como una novela de for-
mente ocupados, etc.) con el mítico norte (de Italia y Europa), mación, un reconido orientado por un telos. Por lo demás, todo
en donde el trabajo era seguro, el sueldo era bueno, los «dere- su trabajo él lo vive como un ir más allá, un superarse, superan-
chos» eran respetados. El ser minoría y, al mismo tiempo, la do vínculos y dificultades.
responsabilidad de representación permiten aclarar las raíces
sociales de la autorrepresentación en términos heroicos que la Es un oficio auténtico porque si no eres un carpintero verda-
clase obrera del sur da de sí misma en un personaje como Gino: dero, el carpintero no lo sabes hacer... lo debes aprender desde
pero lo que es importante señalar es que el heroísmo como él lo pequeño para poderlo ejecutar con armonía: porque también en
entiende no se basa en beaux gestes individuales; el heroísmo la realización de una simple pieza, hay tanta dificultad en realí-
que cuenta es el que se despliega como lucha obrera para crear zarla según la regla del arte... Elección de la materia prima ;
tipo de elaboración...; tipo de ensamblaje...; tipo de acabado ;
un mundo más justo.
lucidez, puesta a prueba, transporte, presupuesto..., complacer al
Más secreta o al menos más implícita es la tensión a «ir más cliente (pausa): no todos los oficios tienen esta característica... Es
allá» en la historia de Pietro; pero no menos fuerte e ininte- un trabajo puro porque no puedes ser carpintero sino eres un
numpida. La señalan claramente las dos dimensiones dentro carpintero [p. 239].
de las cuales él organiza su historia; ante todo es el heredero de
una tradición de diversas generaciones de maestros artesanos: Para nuestros protagonistas, entonces, el trabajo es el funda-
su padre y su tío; y antes de ellos el abuelo y el bisabuelo. Él es, mento de un ethos.
por lo tanto, el heredero de una herencia y el fiador de una Cada uno a su manera, según un recorrido propio, ambos
continuidad; fiador de un saber que no debe ser disperso, que protagonistas narran su pasado como una historia de realiza-
debe de ser custodiado e incrementado, él representa un puente ciones, conquistas, rescate: como historia de vidas vividas se-
entre pasado y futuro.
gún valores. . .
En efecto (y es éste el otro esquema dentro del cual su na- Pero, semejantes una vez más, ambos no creen en la pOSIbI-
rración se organiza) él debió prepararse poco a poco para esta lidad de que todo lo que ellos han creado se perpetúe en el
tarea, a través de un largo aprendizaje («] ...] a los doce años futuro y hablan del presente en términos llenos de melancolía.
comencé a practicar un poco en el taller del abuelo, ayudándolo .Por qué? Ambos describen el presente como una situación en
en las diversas fases»), y también resistiendo si no precisamente la cual se rompió o está a punto de romperse la continuidad
a tentaciones, ciertamente a dudas y a distracciones (e]...] tenía con el pasado; no puede entonces haber ni siquiera un futuro:
yo dieciséis o diecisiete años y ¡beh! digamos casi hasta los ya no hay un «más allá» hacia donde mirar, no hay un futu-
treinta estaba la pregunta ¿hago esto o hago aquello? ¿carpinte- ro para los trabajadores que ellos han sido y siguen siendo.
ro o que...? ¿Me pongo a trabajar por mi cuenta o trabajo bajo De ello Gino habla en pocas páginas muy secas en el tono,
la dirección del maestro?») y finalmente eligiendo «trabajar por casi reservadas en donde regresa una entrometida y fatigosa
su cuenta», con lo que entra en la plenitud del papel, asumien- primera persona singular. No es la crisis de la industria ~e~a­
do las cargas y las responsabilidades ligadas a ello. lúrgica lo que le preocupa, no piensa en despidos o en SUbSIdIOS
de desempleo. El tema de este discurso quisquilloso y reticente
Después al final surgió esta idea de poner un taller propio. Y son el partido y el sindicato.
ahora después de diecinueve años... esto es y aún permanece. Si El hombre que había dicho «No se combate por sí mismo,
debiera ser jefe, lo haría igualmente [p. 238]. sino por quien viene después», constata ahora que:

Su tarea y su meta consisten de ahora en adelante en garan- Hoyes diferente, hoy me parece que ya no hay esta participa-
tizar la continuidad y en conservar y mejorar la calidad del ofi- ción, entonces se sentía porque luchaban toda la vida, la miseria

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estaba en todas partes y después se veían cosas que la gente se comportamiento se volvió a sus ojos potencial amenaza o poten-
asombraba... Hoy es difcrente.; Entonces la huelga bloqueaba cial soporte del honor, no sólo y no tanto de Gino como indíví-
todas las cosas, mientras hoy no ... Pero ¿qué quieren? ¿Acaso el duo, sino de Gino como representante, parte de un todo, símbo-
partido socialista de entonces es como el de hoy? El partido so- lo y testimonio de la «honestidad». Indudable, que el honor de
cialista de entonces tenía un solo lenguaje, socialista no era lo
mismo de hoy [pp. 73-76]' las mujeres sea un instituto cultural que sirve a los hombres para
medir unos a otros su propia fuerza, es cosa desde hace tiempo
reconocida. Pero la singular mezcla del tradicional sentimiento
¿Aguanta Gino la crisis de su horizonte, y encuentra todavía
del honor y de conciencia de clase que se transparenta en la
una dimensión de valor? ¿O ya vive sólo de recuerdos? No, no
biografía de Gino, es algo, más que un ejemplo de supervivencia;
sólo de recuerdos. Él tuvo la capacidad de reconstruirse, a par-
es un caso de hibridación (García Canclini, 1989).
tir de los recuerdos y de la herencia moral que estos le entrega-
También Pietro, aún más joven que Gino y no complicado
ron, un nuevo papel. Del cual no sabíamos nada si R. Palladino
como él, en una crisis general que afecta tanto a las estructuras
no hubiese sabido conquistarse la confianza de las mujeres de
productivas como al horizonte ideológico al que él pertenece, ha-
la familia de Gino. Con el pasar de los años Gino se ha vuelto
bla del futuro en términos negativos no fiables. Pero también él
un padre muy severo con las tres hijas, a las cuales impone
elaboró su luto. Por primera vez, en su narración, una cuestión
horarios rígidos, prohíbe salidas y visitas y no escatima bofeta-
es sometida en términos colectivos y estructurales; aunque si a
das, si es necesario. ¿Autoritarismo machista? ¿Recompensa
él personalmente el trabajo no le ha faltado jamás y no le falta, él
por las desilusiones que encontró en la lucha político sindical?
nos explica que la artesanía, está destinada a desaparecer...:
Es también posible. Pero una observación de su esposa sugirió
una explicación más sutil y quizá más convincente.
¿Cuál es el futuro de este taller? El futuro de este taller es...
aunque lo digo con pesar es esto. Frente a mi taller está un frute-
[...] el hecho es que ésta [de Gino] es una familia ... no es que ro, que callejea como chamarilero, va recogiendo Fierros viejos...
fuera acomodada, al contrario, ha sido una familia muy bien lle- cuando no logro trabajar más le cedo esto a cambio de una cesta
vada en Pozzuoli en cuanto a honestidad, en cuanto a... gente de
de manzanas (larga pausa)... y ésta es la realidad de los hechos
renombre... Y a él, quién lo conoce; ojalá no suceda jamás, que
[p. 220].
tenga que aguantar una falta [en la honorabilidad de sus hijas],
seria una vergüenza tal! Se sentiría mal... ¿Cómo? ¿Mi nombre ya
no vale nada?... No me se explicar, pero yo lo entendí [p. 135]. También a él el trabajo no le ha faltado nunca y no le falta ...:

Gino no vive sólo de recuerdos, él se ha construido un rol de No ha habido tanto como para poderlo rechazar, pero poco a
testigo, casi de monumento viviente de la historia de esos valo- poco, el trabajo no ha faltado jamás [p. 274].
res colectivos de los que se ha sentido integral, para poderlos
vivir todavía como actuales y presentes, hasta que presente y También en su caso, la confianza que G. Gaeta ha sabido
combativo sean lo mismo. ganarse nos provee de informaciones que permiten analizar el
La clase obrera de las grandes luchas, de las huelgas victo- pesimismo de Pietro con más profundidad. Sabemos ya que en
riosas, de los épicos encuentros en la plaza, del rescate y la el interior de su familia, en su misma casa, el hilo de la conti-
justicia, no desaparecen del todo. Singular metonimia. Gino nuidad se ha despedazado. Antes de las condiciones del merca-
será la prueba viviente de su existencia. do, de la invasión de la producción en serie, del aumento de los
Los recursos psicológicos y las confirmaciones empíricas, a costos, factores de baja a los que él se refiere muchas veces, es
quien anclar este nuevo rol que se ha señalado, Gino las busca el defecto de la vista de su hijo el que ha impedido a Pietro
en la vida privada, en la relación con la esposa y las hijas, cuyo transmitir a la nueva generación su herencia de sabiduría, de

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habilidad, de creatividad, de especialidad. Pero no es en estos CAPITULO DÉCIMO
términos en los que Pietro narra su dolor. Por primera vez este
individualista, este protagonista y artífice del propio destino. ex- LA HINCHADA Y LA CIUDAD VIRTUAL*
plica la propia historia en términos de fuerzas externas que lo
condicionan: las tecnologías, el mercado, la producción en se-
rie. Pero también en su caso, más allá de la humana compa-
sión, esto que golpea a la antropóloga es la complejidad cultural
del cuadro. Si Gino no fallando en su tarea de padre vigilante,
no siente más que como desastre su historia de obrero y de
compañero, Pietro, para no darse cuenta de su propio desastre
como padre. como continuador y fiador de una tradición, retra-
duce una sucesión que hasta ahora ha narrado como historia
individual y familiar, en los términos de la crisis y de la desapa-
rición de todo el sector productivo al cual pertenece. El colecti-
vista se define como individuo especial al que es confiada una
misión; el individualista quiere perderse y desaparecer en un
destino colectivo. También así es compleja la complejidad.
En este escrito me propongo demostrar -reflexionando so-
bre materiales producidos en el curso de algunas investigacio-
nes de campo- cómo el tifo [hinchada] constituye hoy en día
uno de los puntos de vista (Bourdieu, 1992) a partir del cual
algunos sujetos sociales miran la ciudad; y, por lo tanto, un
punto de vista desde el cual también para el antropólogo puede
resultar provechoso mirarla.' Expondré los materiales de inves-
tigación organizándolos por episodios que pueden sugerir, a
modo de ejemplos, las coordenadas del discurso que pretendo
desarrollar.
En 1970, la final del campeonato mundial de futbol se jugó
en México, D.F. Brasil, el equipo de Pelé, el jugador más grande
del mundo, ganó la final derrotando a un también muy fuerte

* La investigación acerca de la hinchada napolitana fue dirigida entre 1986-1988


con la ayuda de Rosanna Romano, Ornella Calderero y otros estudiantes del seminario
de tesis en Sociología de la Universidad de Nápoles «Federico H». Una parte de los
materiales utilizados han sido analizados desde una perspectiva diferente, en una rela-
ción presentada en el XlII Intematíonal Congress of Anthmpologica1 and Ethnologlcal
Sciences, México, D.F. 29-VlI al4-VlII de 1993, Sesión 54: cultura popular, cultura de
masa (espacio para las entidades). El texto integral como está reproducido aquí ha
sido publicado bajo el título e'Ierritoíres: les tiiosí, l'équipe et la cité», en Ethnologie
froncaise. Italia, regards d'anthropologuesitaliens, 1994, XXV, 3, pp. 615-628.
1. Respecto a toda la información de la hinchada de Népoles estoy en deuda con
Rosanna Romano (Romano, 1991) y Omella Calderaro (Calderero. 1992) a quienes
agradezco profundamente su colaboración.

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equipo italiano. Pocos días antes, siempre en la Ciudad de Mé- de fútbol, en el cual Wemer y Ciro participaban a través de los
xico, Italia había jugado contra Alemania un «durísimo y exal- medios; pero la nacionalidad es también el valor que funda-
tante» (como escribieron los diarios) partido de semifinales ga- menta la conducta preestablecida para participar en ese mismo
nando cuatro a tres en los penalties, después de que también los evento: hay que defender hasta las últimas consecuencias el ho-
tiempos extras habían terminado con un empate. nor de la nación, hay que luchar para llevar a la victoria a nues-
Wemer, ciudadano alemán de 35 años, empleado como chó- tro país. Esta conducta es obligatoria para los equipos que es-
fer de una gran empresa de transporte para turistas entre Ale- tán en el campo; pero la obligatoriedad valía también para Wer-
mania e Italia, vio el partido semifinal del Mundial por televi- ner y Circo Su interminable llamada telefónica tenía sentido en
sión, sentado en la sala de su casa, en la ciudad de Colonia. Su la medida en que era un encuentro «eufemizado- (Chartrier,
colega y amigo Ciro, empleado de l~ misma empresa pero ita- 1987) pera al fin y al cabo se trataba siempre de un choque
liano de nacimiento y de nacionalidad, a la misma hora vio el entre adversarios irreducibles. La fascinación especial de aquel
partido sentado en su casa, ubicada en la periferia de Nápoles. partido, la razón por la que Italia-Alemania 1970 ha quedado en
Los dos quedaron enlazados por teléfono durante los noventa la memoria de los aficionados, es el hecho que escenificó el
minutos del partido: Wemer pagó los gastos telefónicos del pri- encuentro fina!. Que fuera el último gol en vez de la última
mer tiempo, Ciro del segundo tiempo y, durante todo el encuen- sangre, na le restó mucha importancia a su eficacia simbólica.
tro, se concedieron el enorrue placer no sólo de ver un encuen- En 1987, un domingo de mayo a las 14:30 horas, el equipo de
tro de fútbol magnificamente jugado; no sólo se dieron el gusto Nápoles iba a disputar el partido ganando el cual se coronaria
de echar porras a la selección de su respectivo país; sino tam- campeón nacional italiano por primera vez desde 1926, año en
bién de enfrentarse permanentemente con el amigo-enemigo, el que fue fundado el Club de Fútbol Nápoles. Aquel día, después
en una especie de encuentro cercano de ... algún tipo. El propio de una mañana transcunida en el escritorio, alrededor de las 3
Wemer me contó la historia cuando lo conocí dos o tres años de la tarde, sin saberlo, salí a dar un paseo. El día era bellísimo,
después y aunque haya transcunido un cuarto de siglo, es un la primavera mediterránea resplandecía en todo su fulgor. Cami-
episodio que no he olvidado. Me puso frente, «en el comporta- né algunos minutos sumergida en mis pensamientos antes de
miento de seres totales», a algunos hechos sociales característi- darme cuenta que el mundo había cambiado. Nápoles, la ciudad
cos de la sociedad contemporánea occidental. Antes que nada el más ruidosa, populosa y caótica de Europa estaba desierta. De-
elevado nivel de los consumos, pero sobretodo el alto grado de bajo del cielo azul, las calles estaban completamente vacías y el
incorporación de las tecnologías avanzadas en los consumos y silencio era total. Pero curiosamente todo aquello na presagiaba
en el loisir, por lo menos, de algunos segmentos de la clase nada siniestro. Bajo el cielo primaveral reinaba en la ciudad una
obrera europea. El segundo hecho significativo es la completa atmósfera de Adviento, de víspera de Navidad; una sensación de
desterritorializacíón y la total mediatización de la interacción espera, de suspenso, de expectativa, confiada, trepidante y algo
entre Werner y Ciro. Dos decenios antes de que en Europa se desconcertada. El primer estruendo que estalló por las ventanas
generalizara la comunicación a distancia en tiempo real y se abiertas duplicando la intensidad del estruendo que televisores y
difundiera la idea misma de la televisión interactiva, los dos radios transmitían en directo desde las gradas del estadio, me
habían organizado por su propia cuenta un sistema artesanal iluminó: ¡Nápoles había narrado!
pero efícientísímo. Finalmente vale la pena subrayar cómo esta En este segundo episodio la relación entre hinchada futbo-
interacción destenitorializada entre dos sujetos se da sobre la lística y tenitorio se conjuga de manera diferente al anterior.
base de su preliminar y compartida identificación con el símbo- Los aficionados no aparecen en la escena como individuos, sino
lo por excelencia de la colectividad ligada a un tenitorio: la más bien como masa, una verdadera masa abierta, según la
nación. Por otra parte, la nacionalidad es el criterio de inclu- expresión de Canetti (Canetti, 1981). Todos al mismo tiempo
sión-exclusión sobre cuya base se organiza el evento, el mundial hacen la misma cosa: la igualdad es total. Todos son espectado-

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res. Como tales, es cierto, son diversos entre sí: los más afortu- referencia lugares y recorridos sino participando en las redes no
nados están en el estadio; los menos afortunados, están senta- materiales de producción y consumo cultural. En los ejemplos
dos delante del televisor, pocos, los más desafortunados poseen que nos ofrece la afición futbolística, se diría que no es tanto la
solamente una radio. Pero ¿qué cuentan estas diferencias frente dimensión del ámbito territoríal a determinar su trasformación
al hecho de que todos, todos son aficionados del Nápoles? ¿Y en metáfora, sino más bien la disponibilidad de los instrumen-
que no podrían por ninguna razón ser otra cosa? ¿Y que no tos de la telemática: podríamos decir que el medio, si no produ-
quisieran, por ninguna razón, ser otra cosa? ce el mensaje, crea seguramente la relación.
Tradicionalmente las masas ocupaban las plazas y las expla- Pero el tenitorio se puede recuperar, dándole así vuelta a la
nadas, desbordándose por las avenidas y las calles, invadiendo situación. Es lo que aconteció en Nápoles aquel domingo de
teatros, asaltando tribunales y parlamentos. Ésta no. Ésta es mayo al final del partido y con el campeonato ya ganado. Todo
una masa extraña, la mayor parte de la cual, lejos de reunirse el mundo se lanzó a la calle para celebrar la fiesta del Scudetto,
en un lugar público, se encuentra fragmentada en miles de lu- por el pequeño «escudo» tricolor que el equipo ganador del
gares privados. Todos aquellos que la componen hacen lo mis- campeonato nacional tiene derecho a llevar en su camiseta du-
mo, todos saben lo que los demás están haciendo y por qué lo rante toda la duración del campeonato sucesivo a la victoria.
están haciendo: pero una parte consistente de ellos lo hace en La Fiesta del Scudetto en Nápoles fue un evento memora-
su propia casa. Como se sabe, es la masa mediatizada. Si la ble. Libros, películas, fotos (Ghirelli, 1987) documentan cómo
consideramos desde el punto de vista de la ciudad, hay que la ciudad aprovechó al máximo su propia tradición teatral, es-
subrayar que ningún evento, recurrencia o riesgo puede vaciar pectacular y festiva (De Matteis, 1991) caracterizada por ese
las calles como lo hace un partido de fútbol: pero es cierto tam- gusto por la ironía, la autoironía, la parodia, lo macabro, lo
bién que ningún evento, real o mediático, puede atraer una obsceno, la blasfemia, que según Bromberger son característi-
masa numerosa, compacta, estable como lo son los espectado- cas distintivas de la afición napolitana (Bromberger, 1987,
res de un gran partido de fútbol. 1990). El territorio urbano fue elemento central constitutivo de
En relación con el territorio existe, sin embargo, un ele- la fiesta. Los valores simbólicas de los espacios urbanos fueron
mento en común en los dos episodios que acabo de relatar. En activados todos. Cortejos y procesiones que provenían de los
el caso de Werner y Ciro estaban compitiendo dos países, en el barrios populares se adueñaron de las calles y de las plazas
caso del campeonato de fútbol estaban compitiendo dos ciuda- elegantes; los que vivían en las periferias ocuparon el centro;
des. En los dos casos, en vez de ser el punto de referencia obje- los peatones ocuparon los recorridos de los vehículos y los ve-
tivo simbolizado por el equipo que lo representa, el ámbito te- hículos los de los peatones; las estatuas de los monumentos y
rritorial (nación, ciudad, estadio), ya no experimentado mate- las de las fuentes fueron pintadas y vestidas con uniformes de
rialmente, se vuelve metáfora por medio de la cual se expresan los jugadores, envueltas en banderas y estandartes; el uso diur-
relaciones y redes de relaciones, practicadas y practicables gra- no de los espacios fue ampliado a las horas nocturnas gracias a
cias al soporte de la comunicación a distancia. En síntesis: no una iluminación especial y a los fuegos artificiales; se hizo en
es el equipo que está en lugar de la ciudad o de la nación; es la las calles lo que desde hacía mucho tiempo ya no se hacía:
asignación a una ciudad o a una nación que da acceso a los besarse, abrazarse, bailar, cantar, brindar, comer también con
individuos y a las masas para entrar en la red de la comunica- desconocidos y extraños. No faltaron ataúdes y carrozas fúne-
ción de los aficionados al fútbol. Es, para mí, un fenómeno que bres para celebrar el entierro de los equipos rivales seguido por
se puede acercar al señalado por Canclini para México, D.F.: el las lloronas que escenificaron la parodia del lamento fúnebre
sentido de pertenencia de los habitantes de una metrópolis de- ritual. Particularmente significativas fueron las comidas públi-
masiado grande para que se pueda efectuar de ella una recogni- cas (cualquier transeúnte podía sentarse a la mesa junto con
ción exhaustiva, ya no se construye tomando corno punto de los otros) servidas en dos zonas del centro histórico de Nápo-

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les, normalmente muy mal frecuentadas: El barrio de Forcella, ingleses los hooligans (Segre, 1978; Roversi, 1992; Dal Lago,
notoriamente controlado por una temida familia de la camo- 1990; Dal Lago y Moscati, 1992; Ossimori, 1992).
rra, y los llamados Barrios Españoles en los que se reúne la El Commando Ultra Curva B nace en 1972 de la división de
prostitución femenina y masculina. En cada barrio del centro otra grupo llamado Blue Lions. Aun hoy en día, dentra del Co-
y en muchísimos de la periferia se constituyeron comités que mando Ultra, los fundadores provenientes de los Lions son lla-
se dieron a la tarea de engalanar las calles con banderas, man- mados «la vieja guardia» (tienen entre los veintiocho y los trein-
tas y globos; alistaron carros alegóricos y desfiles de máscaras ta y cuatro años), gozan de prestigio personal y ocupan cargos
que recoman la ciudad de un extremo al otro; organizaron en importantes. A la vieja guardia pertenece también el actual pre-
pequeños escenarios improvisados en las calles sus puestas en sidente, G.M., definido por sus admiradores como «una perso-
escena dentro de la puesta en escena más grande. Entrando y nalidad arrolladora y carismática». Todos los demás miembros
saliendo de estos periormances colectivos, cada quien ofrecía del grupo ultra son en cambio muy jóvenes, a menudo poco
su propia contribución al júbilo general: enmascarándose, más que adolescentes. En éste, como en otros aspectos, los ultra
enarbolando banderas y símbolos del equipo, decorando su de Nápoles no son diferentes a los grupos estudiados en otras
propio coche, tocando localmente las bocinas: de cualquier ciudades.
manera ocupando las calles. Finalmente, se usaron amplia- Hay aspectos y vicisitudes que en cambio los diferencian sig-
mente los muros de la ciudad para reproducir en gigantescos nificativamente. En primer lugar la amplitud y complejidad de su
murales la efigie de Diego Armando Maradona capitán del Ná- estructura organizativa. Alrededor del núcleo inicial se ha venido
poles o del scudetto tricolor, pero sobre todo para expresar sus desarrollando una compleja organización, que cuenta con n1U-
propios sentimientos en leyendas que con frecuencia el genio chos centenares, quizá unos míl integrantes y se subdivide en
napolitano para los chistes transformaba en pequeñas obras treinta y cuatro secciones, distribuidas en la provincia y en la
maestras de humorismo. En una generalizada contraposición región de Nápoles, pera también en Sicilia, Roma, Milán, Floren-
al orden establecido, y a despecho de la generalizada herman- cia y hasta en Londres y en Nueva Zelanda, como consecuencia
dad en el culto del equipo ganador, la fiesta expresó, y justa- de algún extraño fenómeno de migración de aficionados.
mente en el uso de los espacios urbanos, también uno que otro La sección central napolitana, centro de control y enlace de
aspecto de enfrentamiento clasista como el goce popular de la actividad de todas las demás y sede de la presidencia, se halla
colonias elegantes, la valorización de lugares degradados, el en uno de los barrios populares más antiguos y característicos
rechazo burlón de los lugares que celebran la historia oficial. de la ciudad. Los socios quieren que se les llame y se llaman así
No hubo en cambio ni violencias ni vandalismos y no hubo mismos los ultras, nombre que como veremos, expresa no sólo
aumento ni de accidentes automovilísticos ni de robos calleje- una pertenencia, sino también un deber ser. Desde 1991 en la
ras. ¿Fue la fiesta una reterritorialización de la afición futbole- sección central se ha creado también un grupo de chicas aficio-
ra? Aún no había acabado y ya se había transformado en un nadas, denominadas ultra-girls.
artículo para un consumo «postergable-repetíble», a través de Además del comercio de banderas, bufandas, zapatos, cami-
la producción y del comercio masivo de videos piratas que pre- setas y distintivos, actividades de autofinanciamiento practica-
sentaban a los napolitanos los propios napolitanos que festeja- do por muchos grupos de aficionados organizados, el Comando
ban la victoria del equipo napolitano. Ultra administra otras dos actividades importantes: Una hora
Una relación aún más compleja y contradictoria con la ciu- en Curva B, programa de televisión semanal transmitido los jue-
dad es la de un grupo de aficionados napolitanos organizados, ves a las 22 horas por la emisión local Tele A; y Ultranapolissi-
conocidos como el Commando Ultra Curva B e identificable sin mo, un mensual de información para los ultras y también para
duda alguna con el área de la afición juvenil organizada y vio- los demás tomando en cuenta que se vende en los puestos de
lenta conocida en Europa con el nombre de sus protagonistas periódicos napolitanos.

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Tanto la transmisión televisiva como la revista son redacta- na son invitados de la transmisión uno o más jugadores del
das por los mismos directivos de la asociación. Las tareas se Nápoles y una o más celebridades ciudadanas, por lo general
asignan de acuerdo con un organigrama muy rígido, muy espe- del mundo del espectáculo. Los jóvenes ultra tienen la obliga-
cializado y jerarquizado, que contempla: un presidente; un pre- ción (moral) de asistir a la transmisión por 10 menos desde su
sidente honorario; dos vicepresidentes con responsabilidades casa; mejor si vienen al estudio y participan como público.
operativas diferentes; un consejo directivo de doce personas, Los que 10 merezcan conseguirán en este contexto algún re-
muchos de los cuales pertenecen a la vieja guardia y al mismo conocimiento, por ejemplo, la autorización para dirigir pregun-
tiempo son presidentes de las más importantes secciones perifé- tas a los adorados campeones del equipo.
ricas; un secretario general, un agregado encargado de la sede; El viernes es el día dedicado a los jóvenes inscritos también
un agregado de prensa; y, con cierta autonomía en su calidad en las secciones periféricas. Ellos son esperados en la sede en la
de técnicos, dos fotógrafos oficiales de las coreografías del Esta- tarde avanzada para una larga reunión presidida personalmen-
dio del Comando Ultra y el director de la revista. La dirección te por el presidente. La orden del día de estas reuniones con-
de la transmisión televisiva es confiada al presidente. Aún cuan- templa generalmente problemas de organización, pero el regis-
do la mayor parte de estas personas se ocupa del Comando tro de numerosas sesiones demuestra que se trata de muchos
Ultra sólo a tiempo parcial, serían suficientes como para dirigir otros asuntos. En realidad, la del viernes por la tarde es una
una pequeña industria. Y de hecho, como veremos, el capital verdadera sesión de ejercicios espirituales, de cuya práctica re-
cultural (Bourdieu, 1992) que el Comando Ultra administra es petida y asidua tiene que salir forjado el verdadero ultra. La
bastante conspicuo. lealtad, la fidelidad, el valor son virtudes que el ultra tiene que
Un rígido calendario regula las actividades. El lunes la sede poseer y demostrar poseer, no sólo frente al equipo, sino sobre
central está cerrada. Los otros seis días de la semana está abier- todo frente al commando. Ser un ultra significa gozar de ciertos
ta y todo ultra regularmente inscrito puede entrar todas las ve- privilegios como el ingreso con anterioridad al estadio, a veces
ces que quiera y detenerse todo el tiempo que desee. Es posible la entrada gratis, el contacto cercano con los jugadores; pero
qué, de vez en cuando, el presidente solicite a algunos de los estos privilegios imponen una contrapartida de «sacrificio»
jóvenes socios presentes en la sede que «le dé una mano»: Se para el grupo y para su líder. El que se sustrae a los sacrificios
trata en realidad de verdaderas pruebas de paso cuyo éxito pue- es un «traidor». El presidente lleva una cuenta meticulosa de
de derivarse en un ascenso del jóven como ultra; puede ser que las «faltas» de los muchachos; individuales y colectivas; se pre-
se le asigne un lugar más central y, por lo tanto, de mayor res- senta como «víctima» obligada por el escaso empeño de los de-
ponsabilidad el domingo en el estadio o hasta un pequeño papel más a sobrellevar todo el peso de la organización; amenaza con
en la transmisión televisiva de los jueves. darla por terminada, cerrando la sede y liquidando todo: pero
El calendario del grupo directivo prevé que el martes sea finalmente todo concluye en un llamado de aliento y de espe-
dedicado a la programación de la transmisión Una hora en cur- ranza; no tanto como sería de esperarse, pregonando futuras
va B y a la creación y programación de las coreografías el esta- victorias del Nápoles; sino más bien dejando entrever a los jóve-
dio para el domingo sucesivo. El miércoles está dedicado a la nes aficionados la posibilidad de llegar a ser algún día un verda-
puesta en marcha de las decisiones tomadas el día anterior, de dero ultra, de asemejarse a él, al presidente, y poder gozar por
acuerdo con las competencias y funciones de cada uno. El jue- lo tanto de todas las ventajas, de los derechos y del honor que
ves, día de la transmisión televisiva, marca generalmente un significa ser un gran ultra. Al final de la reunión el grupo se
gran exploit del presidente que es el creador y conductor de la disuelve lo suficientemente condicionado para la ya inminente
misma. La transmisión una especie de Talk-show, se basa en la tarde del domingo.
presencia, además del presidente, del secretarío general del Co- El sábado es también una jornada principalmente organiza-
mando y del director de la revista Ultranapolissimo; cada serna- tiva: el secretario general reparte los billetes y las entradas al

196 197
estadio, se reconfinnan las instrucciones de organización para curva, donde estarán el corazón y el cerebro del desarrollo de
las coreografías del día siguiente. El domingo, los que están las coreografías; mientras más lejos del centro son colocados
encargados de instalar las decoraciones, colocar las mantas, progresivamente los menos expertos y los menos hábiles. Por
preparar los tambores y todo lo necesario para las coreografías, otra parte, el Comando Ultra como grupo organizado se ha con-
están ya en el estadio a las 10 de la mañana. De las 14:30 h a las quistado y defiende ferozmente el derecho a ocupar toda la par-
16:30 h el gran rito tiene lugar. te central de la curva B; mientras los otros grupos de aficiona-
Como se puede ver -y contrariamente a lo que se podría dos organizados, menos «duros» y menos «poderosos» de los
creer- pertenecer al Comando Ultra significa para cada uno de ultra, tienen que conformarse con asientos más laterales, me-
los muchachos sujetarse a un proceso de disciplinamiento bas- nos funcionales no tanto para ver, sino para ser vistos. La otra
tante rígido. Hemos visto los aspectos del calendario. Reglas no caracteristica que estos lugares tienen en común y de la cual
menos rígidas regulan el acceso a los lugares. Los lugares de la deriva su carácter separado es que forman parte de un sistema
presencia ultra son, me parece, cuatro: las sedes de las seccio- de lugares conectados entre sí y conflictualmente opuestos a
nes, en particular la central la Curva B al estadio San Paolo de otro sistema. El primero de estos lugares es la sede del grupo,
Nápoles; el estudio de televisión desde donde se trasmite el pro- lugar en el que los ultra se separan contraponiéndose a aquellos
grama Una hora en Curva B; finalmente, el mundo exterior que aficionados no son o al menos no lo son de una manera tan
constituido por una serie de lugares con forma de puntos y fue- comprometida y auténtica como ellos; los ultra son aficionados
ra de contexto, las «ciudades de las visitas», es decir, las ciuda- de un equipo; el estadio es el segundo de los lugares interconec-
des donde el equipo del Nápoles viaja para jugar partidos como tados, el lugar en el cual cada afición se opone a otra y cada
visitante. Para los ultra la imágen de estas ciudades se reduce a equipo a otro equipo. A su vez, el equipo es equipo de una ciu-
la estación de ferrocarril, a la plaza de la parada de los camio- dad; y la visita es el lugar en el que no se contraponen sólo dos
nes, al estadio y a sus alrededores. Nada más. Los lugares de los equipos y dos grupos de aficionados organizados, sino también,
ultra son heterogéneos entre sí, pero tienen por lo menos dos metonímicamcnte representadas por estos últimos, dos ciuda-
aspectos en común. El acceso a cada uno de ellos es reglamen- des. Por lo que se refiere a la transmisión televisiva, en la mis-
tado y discriminante, ya que son lugares separados del resto del ma los aficionados organizados, el equipo (representado por
mundo por umbrales, cuya superación tiene grandes implica- uno o más jugadores) y la ciudad (representado por uno o más
ciones de significado y de valor. Pasarlos significa ser aceptado ciudadanos famosos) aparecen en escena y se autorrepresentan
entre los que son dignos de formar parte del grupo, adquirir la como ejemplo de perfecta integración entre los tres niveles: al
calidad, si no de elegido, seguramente de especial, de mejor, gran equipo corresponde una gran afición, y ambas son expre-
con relación a otros que han quedado fuera. Por lo tanto, ser sión de una gran ciudad.
recibido en la sede no significa todavía tener el derecho de par- Como ya hemos visto, en la experiencia de los ultra, como
ticipar a las coreografías del estadio; participar en éstas no sig- también de muchísimos otros aficionados, el equipo de fútbol ya
nifica tener el mérito para participar en la transmisión televisi- no es el símbolo que permite representar la ciudad; más bien es
va y comparecer en ésta no significa ser admitido a los grupos cierto lo contrario, en el sentido de que es bien declarada perte-
seleccionadísimos de los ultra, a quienes se les paga hasta el nencia a una ciudad (o a una nación) a legitimar a los sujetos
traslado ya que su apoyo es considerado indispensable cuando individuales y colectivos, a injertarse en el sistema de comunica-
el equipo juega como visitante. Cada uno de los lugares ultra a ción activado por el fútbol y por la afición que alimenta.
su vez está repartido en su interior en ámbitos, cuyo acceso es Desde este punto de vista, los ultra napolitanos no me pare-
a su vez reglamentado: La jerarquia de los lugares es visible al cen diferentes de los demás, a no ser por la manera muy parti-
máximo en el estadio, donde los ultra que el presidente conside- cular que tienen de conjugar la relación entre práctica de la
ra mejores, tienen el derecho-deber de ubicarse al centro de la afición futbolera, droga, violencia y nexo con la ciudad.

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El Comando Ultra Curva B ha asumido publicamente una Esta función de socialización positiva de los jóvenes es un
actitud de condena al empleo de la violencia declarando con riesgo, desempeñado por el grupo, .es explícita y programática-
mucho énfasis por boca de su presidente, profesar más bien el mente reivindicada por el secretario general del Comando Ultra:
credo de la DO violencia. Esto aconteció a mitad de los años
ochenta. Nosotros hemos trabajado por espacio de veinte años, en
Actualmente el rechazo a la violencia es un tema que vuelve quince años hemos logrado crear un grupo de encuentro para los
con insistencia en las entrevistas hechas por nosotros. jóvenes napolitanos, de todos modos el estadio puede ser un mo-
mento de reflexión para muchachos marginados, para los mucha-
La violencia en los estadios yo la estoy combatiendo junto chos que viven en los antros, en los barrios populares; de todos
con mis amigos y el presidente desde hace años. modos puede ser un ancla de salvación, porque se ha dado el caso
El ultra verdadero es aquel que va al estadio solo por el parti- de que algunos muchachos han abandonado los malos caminos
do. El ultra falso no va por el juego sino para crear pleitos y que estaban recorriendo; gracias al amor hacia el grupo de los
violencia. ultra, hacia el equipo Nápoles, especialmente cuando se les ha
La violencia en mi opinión es feísima. confiado alguna responsabilidad mayor. De todos modos, es un
argumento difícil y quizá sea una utopía pensar que nosotros so-
El mensaje se repite continuamente, aunque no sea siempre los podemos resolver los problemas de microcriminalidad o de
unívoco. droga en Nápoles, sin embargo, nosotros intentamos trabajar en
este aspecto. Para nosotros existe el Nápoles, no obstante, nuestra
Yo puedo aceptar también el pleito, pero sólo cuando se hace sede tiene que ser de todos modos un punto de encuentro.
de cierta manera... es decir, yo acepto el encuentro con otra fana-
ticada, con un grupo, pero no acepto agarrar a patadas un mu- La afirmación del secretario, de treinta años en la época de
chacho normal que va al estadio, no acepto que se tenga que la entrevista, suena particularmente significativa cuando uno se
destrozar la estación. o el tren o el camión, no, esto no es violen- da cuenta de que es autobiográfica: él es un ex drogadicto que
cia, los que hacen estas cosas son unos tarados; efectivamente ha dejado de usar droga desde el momento en
[...] estos pseudoaficionados, estos idiotas, estos drogados...
nosotros luchamos contra estas cosas.
que le han asignado «una responsabilidad mayor». O por lo
menos, así lo cuenta la leyenda (metropolitana) de la que es
lEI rechazo a la violencia se vincula con otro objetivo de sig- protagonista.
no positivo que el Comando Ultra se propone realizar. La decisión de caracterizar el Comando Ultra como grupo
que combate la violencia y la droga fue tomada con plena con-
Si ¿es justo dar tanta importancia al fútbol en una ciudad ciencia hace algunos años por el presidente, el inteligente y em-
como Nápoles, que tiene tantos problemas. Cómo podría expli- prendedor G.M. Que es un personaje complejo. Treinta y tres
carte? Yendo al estadio no se va a hacer otras cosas, no se va con años, casado con dos hijos, estudios regulares sólo hasta el
la mafia que hay en Nápoles, la droga... si todos los muchachos cuarto año de primaria, un diploma de escuela superior que ha,
fueran al estadio, a divertirse entonces ya no se juntarían con como, el mismo lo dice, «conseguido», el presidente de los Ultra
aquellos, ¿entiendes? Napolitanos es propietario, junto con sus hermanos, de una pe-
Mientras para nosotros las porras son un momento de relax, queña empresa que ensambla y vende relojes japoneses, de la
para alguien que tiene otro tipo de problemas son un momento cual no se ocupa. Él, en efecto, ha transformado su militancia
de desahogo: he aquí la razón por la que nosotros buscamos
de ultra en una profesión de tiempo completo. Como hemos
hacer grupo, de juntarlos con nosotros, porque indirectamente
ejercemos también una función social...
visto, es definido, «una personalidad apabullante y carismátí-
ca»; y es practicamente adorado por los jóvenes, que aceptan su
leadership sin condición alguna.

200 201
Él encama el ideal del «verdadero ultra»: pertenece a la vieja especie de derecho a cortejar primero a las muchachas que por
guardia, era cuando tenía apenas trece años uno de los funda- aventura ingresan en el mundo de los ultras sin ser (hermanas,
dores del grupo Blue Lions y no ha desde entonces jamás inte- novias, esposas) de alguien del grupo.
rrumpido su militancia; tiene gran valor físico y capacidades A pesar de ello G.M. conjuga con estas características arcai-
combativas, de las que ha dado prueba en encuentros memora- cas del macho mediterráneo algunas intuiciones extraordina-
bles que son parte de la tradición oral del Comando Ultra; es un riamente modernas: cuando en los primeros años de los
fantasioso e incansable director de las coreografias de estadio, ochenta la originaria y genuina inspiración contestarla de iz-
que nunca deja de dirigir personalmente prodigándose en el quierda se agotó al interior del grupo ultra, así como se agota-
transcurso de todos los partidos. En el plano cultural, él es un ba afuera en los movimientos juveniles, G.M. detuvo una posi-
ejemplo típico de los lúbridos culturales (Canclíní, 1989) que los ble quiebra del grupo mismo lanzando el Credo de la 110 violen-
procesos de modernización producen. En la administración del cia. Con esto obtuvo algunos resultados notables: dio al grupo
rígido y funcional organigrama del Comando, G. M. lo funda- un horizonte ideológico que sirve para distinguirlo de los hooli-
menta con relaciones familiares y de amigos. Para él como para gans italianos y extranjeros y, por lo tanto, a consolidar su
todos los que pertenecen a sociedades familiares, los vínculos identidad y cohesión; escogiendo una ideología contracorrien-
de parentesco son un criterio determinante en la selección de te en relación con los otros grupos de aficionados organizados,
las personas a quienes asignan algunos cargos y responsabilída- llamó la atención de los medios de comunicación sobre el Co-
des, ya que garantizan (o se juzga que garanticen) fidelidad, mando Ultra; proponiendo una ideología que se identifica con
confiabilidad y discreción. A despecho de las afirmaciones de los objetivos de orden público de las instituciones se aseguró la
principio «muestra sede tiene que ser un punto de encuentro») benevolencia de las autoridades de la ciudad y de la Sociedad
también la admisión de nuevos jóvenes inscritos es subordina- de Fútbol Nápoles; finalmente recogió y dio forma a las vagas
da, o por lo menos facilitada, por la existencia de un pariente o aspiraciones pacifistas que circulaban en el mundo juvenil des-
amigo influyente que pueda con credibilidad testimoniar que el pués de la mitad de los años ochenta. El éxito de la propuesta
aspirante a ultra es «un buen muchacho). Para los chicos ade- fue en realidad notable, entre los jóvenes aficionados, en las
más, y a despecho de la proclamada «modernidad) de las ultra- instituciones y en la opinión pública ciudadana. Los vínculos
girls, la aceptación y colocación en el grupo son determinadas entre el Comando Ultra Curva B, Sociedad Fútbol Nápoles e
totalmente por la posición que tiene en el grupo el hombre (her- instituciones ciudadanas se reforzaron; aunque, obviamente en
mano, novio, marido), que las ha presentado. Este último es formas no oficiales el Comando dispuso de fondos considera-
también el garante del hecho de que los demás ultras «las deja- bles para permitirle tener una sede, un diario, una transmisión
ran en paz» no las molestarán: 191. televisiva; G.M. inició y cultivo relaciones personales con juga-
Ya que -y por lo que aparece en la literatura, también ésta dores y el personal del equipo, en el avión en el cual a veces es
es una característica del Comando Napolitano-e- el machismo invitado en los viajes como visitante; los jugadores le devuelven
de los ultras no es sólo valor físico, fuerza, agresividad y capaci- la cortesía participando en las transmisiones televisivas o visi-
dad de autocontrolarse, es también ejercicio de la práctica pre- tando la sede del grupo.
datoria en relación con las mujeres. Ejercitada con cierta ele- Casi al mismo tiempo G.M. lanzó la propuesta de la «fun-
gancia y con la ironía que caracteriza las relaciones sociales en ción social» del Comando en la lucha contra la drogadicción.
Napoles: pero fuertemente arraigada en la convicción que las También en este caso comprendió qué viento soplaba y lo
mujeres pertenecen al hombre que sabe tomarlas y conservar- aprovechó hábilmente, con un golpe maestro: la recuperación
las. G.M. es también en este campo el ejemplo de sus seguido- de su coetáneo, viejo amigo y antiguo fundador él también de
res: colecciona (o al menos todos están seguros que colecciona) los Blue Lions, que luego se había alejado del grupo y había
aventuras extraconyugales innumerables; y se le reconoce una comenzado a drogarse. Como ya hemos visto a este joven le fue

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confiado el encargo, delicado y de responsabilidad, de secreta- justifica en la medida de que es siempre sólo una respuesta a
rio del comando, cargo que hace de él un estrecho colaborador las provocaciones de los nórdicos:
de G.M. El joven secretario se transformó así en la prueba vf-
viente del hecho de que dentro del comando hay salvación y [...] nosotros luchamos en contra de estas cosas pero la pre-
afuera perdición; que el mal está afuera y no dentro del grupo: sencia tiene un límite, cada año vas a sus estadios y escuchas los
una propuesta de identificación del grupo mismo que da un coros racistas, de la Liga Lombarda ... y entonces cuando te han
giro radical a lo que la opinión pública de todo el continente insultado e insultado todo el partido y tienes la posibilidad de
piensa de los aficionados organizados. agarrar un aficionado que te ha llamado: ¡TelTone, Calera, Lava-
tíí, ¡tú le haces daño!... pero después no me siento orgulloso por
Es probable, sin embargo, que las propuestas de G.M. no hu-
haberle pegado, más bien me arrepiento.
bieran tenido tanta fortuna dentro y fuera del grupo, si no hubie.
ran estado en conexión directa con una característica cultural
A las declaraciones de los entrevistados hacen eco las nume-
compartida por todas las clases sociales de Nápoles, aunque ob-
rosas pancartas levantadas en el estadio que insisten en el re-
viamente rechazado de una manera diferente por cada una de
chazo de la violencia (svíolencia sinónimo de ignorancia»),
ellas: el rechazo del cliché muy sólido y muy difundido en Italia
pero, lo que más cuenta de la capacidad de rechazar la violen-
y en el exterior que define al napolitano como un hedonista su-
cia es la característica de la identidad napolitana (<<Campeones
perficial, un vago ocioso que vive del cuento, un irresponsable
una vez, señores siempre», «Si ustedes son Europa, bienvenidos
lasrarone; cuando no un mafioso, violento y peligroso. Frente a
a África», «Mamá nos ha hecho guapos, fuertes, sanos y napoli-
esta estigmatización los jóvenes Ultra del Comando Napolita-
tanos»); característica que puede a pleno título ser reivindicada
no, fuentes de su credo de la no-violencia y de su compromiso
en positivo. «El orgullo de ser napolitanos».
contra la droga, se sienten capacitados para darle vuelta a las
Imponiendo a sus jóvenes adeptos la dura práctica de la
acusaciones:
construcción del verdadero ultra, G.M. ha logrado disciplinarlos
e integrarlos a la sociedad de los «normales»: en 1987, la FIFA
La violencia existe sobre todo en el norte, porque allí tienen
ha premiado a los aficionados napolitanos como el «público
una mentalidad muy diferente a la de los napolitanos... son mu-
chachos extremistas, quien es fascista, quien es comunista, pero más civilizado de Europa», En cambio, de la aceptación de la
principalmente se quieren sentir superiores... cuota socialmente requerida de conformismo, G.M. ha dado a
Nosotros en Nápoles estamos haciéndo lo posible contra la los jóvenes marginados napolitanos los medios para controlar
violencia, pero miren a los del norte como nos tratan, es alucinan- su propia inconformidad llevándola a escena; y para dar algún
te, aquellosson losverdaderos ultra entendidos, como teppisti. equilibrio a su propia identidad.
La pancarta es un medio de comunicación, por ejemplo, las
pancartas ofensivas del norte contra nosotros: nosotros podemos
contestar con pancartas nunca ofensivas, sino siempre irónicas,
por lo tanto es un medio para hacer oír nuestra voz.

La reiterada afirmación del rechazo a la violencia, por lo


menos de la «equivocada», tiene por lo tanto un significado pre-
ciso: sería lo que distingue los ultra napolitanos «irónicos», «ci-
viles» de los fanáticos de Italia septentrional, expresión de ciu-
dades ricas, que no tienen los problemas de Nápoles, pero que
tienen una mentalidad violenta, predicadora y racista. En esta
perspectiva, la violencia practicada por los ultra napolitanos se

204 205
CAPÍTULO ONCEAVO ciales, que no puede no dejamos perplejos. El dato que en ese
entonces proporcionaba el Ministerio de Asuntos Internos era
de 450.000 inmigrantes regularizados, es decir, en posesión de
LA CIUDAD MULTIÉTNICA
permiso de trabajo; pero esta cifra comprendía obviamente a
todos los extranjeros que realizan una estancia en Italia por
motivos de trabajo, por ejemplo: comunitarios, norteamerica-
nos, japoneses y otros. Verdaderamente es sorprendente consta-
tar que solo el año anterior, el entonces ministro de Asuntos
Internos, Gava, hablaba de una cifra de regularizados que supe-
raba casi 650.000 unidades. Así comentaba Pugliese: "Si pensa-
mos que a la mitad de los años ochenta el subsecretario Costa
había decretado que los inmigrantes [ojo, a los inmigrantes, no
a los extranjeros residentes en Italia por motivo de trabajo] eran
1.250.000, la extravagancia de las cifras, no puede más que sor-
prenden}, Y agregaba: «Dentro de poco quizá comenzaremos a
formarnos una idea correcta de las dimensiones del fenómeno.
y esto es positivo aunque sí irrita un poco el hecho de ver bajar
Quizá no nos deberían ni siquiera asombrar de las reaccio- las cifras oficiales, mientras el fenómeno se expande» (Pugliese,
nes agresivas hacia los inmigrantes asiáticos y sobre todo afri- 1989). El auspicio de Pugliese no se realizó. Pero al menos una
canos, que se manifestaron en algunas ciudades de Italia. cosa es cierta: entre la preocupación por un fenómeno que se
No he dicho que no nos deban afligir, he dicho sólo que «expande» y la conciencia del riesgo de subestimarlo, para to-
quizá no nos deberiamos asombrar tanto. Los inmigrantes afri- dos es difícil construimos una visión equilibrada. Que todavía
canos y asiáticos tienen, en efecto, todas las características de es necesario tratar de elaborar.
los diferentes, empezando por la más vistosa y quizá también la «Ellos» por lo tanto son visibles y concentrados, parecen
más cargada de valor simbólico, de un aspecto físico diferente. mucho más numerosos de lo que son realmente; a esta visibili-
No hace muchos años Lantemari aclaró en su buen ensayo dad y concentración los italianos reaccionan con comporta-
como todos reaccionamos a la presencia y a la contigüidad de mientos que no cesan de causar disgusto porque son frecuentes,
cuerpos humanos cuya somaticidad tan diversa de la nuestra pero, desgraciadamente, no cesan de ser frecuentes porque cau-
pone inevitablemente en crisis nuestra certeza de ser, entre to- san disgusto: los comportamientos racistas.
dos, los más seguramente «humanos», más seguramente he- De esta última categoría no es fácil fijar los límites: si el
chos a imagen y semejanza de Dios (Lanternan, 1983: 61). Por racismo explícito y violento de las agresiones verbales, o peor,
otra parte, los inmigrantes extra europeos más allá de ser tan de las agresiones físicas, es el más fácilmente visible y por fortu-
visibles, se encuentran también concentrados en algunas áreas na el menos frecuente, existen toda una serie de actitudes y
de nuestro país, sobre todo en algunas ciudades, y esto aumenta comportamientos difusos, muy por debajo de los cuales no es
todavía su visibilidad y favorece una constante sobrevaloración difícil intuir, quizá sin confesar o a menudo directamente in-
de su consistencia numérica. Hace algún tiempo Pugliese llamó conscientes, ese miedo irracional del otro que, como sabemos
la atención sobre el hecho de que, más allá de las dificultades bien, es la matriz de las reacciones racistas. La misma sobreva-
objetivas de la valoración del número de los inmigrantes clan- loración de la presencia de los inmigrantes en Italia, es una
destinos, es decir, desprovistos de permiso de trabajo, existe de señal clara de la existencia del miedo, y mucho más elocuente
cualquier forma una suerte de ballet de las cifras, también ofi- por su difusión, ya que no es presente sólo en la llamada gen-

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te común, sino también en los políticos y técnicos. En síntesis gración procedente de cualquier otro lugar. Las razones de esta
-aunque sí nos dejó sorprendidos y disgustados-los italianos elección, si elección queremos llamarla, son múltiples y no siem-
no son «buena gente», como diría el dicho; por lo menos no lo pre reconducibles a la demanda de trabajo y a las ocasiones de
son más que muchos habitantes de otros países de inmigración. empleo. Aun cuando, como sucede preponderantemente en el
Esto sorprende no tanto porque desmiente el lugar común de la sur, los inmigrantes «son utilizados en forma de competencia,
innata «bondad» de los italianos, como por algunos datos de para mantener un fuerte ejército de reserva y alimentar condi-
macro escala de la historia italiana contemporánea, como la ciones de trabajo precarias y sin garantías» (Bertinotti, 1989:
ausencia de una experiencia colonial amplia y duradera, la am- 24), y por lo tanto, precisamente por estas razones encuentran
plísima, en cambio, y duradera experiencia de migraciones ita- trabajo sobre todo en la agricultura, sin embargo, tienden a ha-
lianas en el extranjero, podían en alguna medida justificar la cer referencia a la ciudad como al lugar de una parte importan-
expectativa de reacciones diversas, o mejor dicho, la esperanza te, quizá la más importante, de su vida social y de sus relaciones.
de que, entre el etnocentrismo profundo, actitudinario, como lo Esta constatación nos autoriza a hipotetizar una función especí-
llama Lanternari, que forma parte de la cultura de cualquier fica de la ciudad, la que podtiamos quizá llamar la economía del
grupo y la memoria de su historia de inmigrantes, los italianos proceso migratorio, una economía que no está constituida sólo
habrían sabido elaborar una relación con el otro en cualquier por los «sacrificios» y por las «ganancias», sino que es también
medida nueva. una economía de los sentimientos, de las relaciones, de la crisis
Podríamos, si quieren, asombramos también por otro he- y de la reconstitución de la identidad.
cho. Italia es un país cristiano-católico, que oficialmente se pro- El segundo orden de razones se refiere a la necesidad de
fesa practicante en porcentaje consistente, al menos según las interpretar la historia individual de los emigrantes en el interior
cifras oficiales. No parece todavía de frente a la intromisión de del contexto en el cual se coloca y las ciudades hacia las cuales
los diversos, la tradición caritativa y ecuménica del catolicismo se dirigen, representan para el antropólogo un contexto signifi-
sirva para orientar la masa de los juicios y comportamientos, cativo. En el contexto urbano, en efecto, las relaciones interétni-
no más al menos de lo que sirve la tradición universalmente cas se colocan en el interior de un espacio construido, cuya
orientada del reconocimiento de los derechos humanos y civiles dimensión y, sobre todo, cuya morfología se refieren significati-
en Francia, Inglaterra y EE. UU. vamente al sistema de división social del trabajo necesario y al
No hago estas observaciones para unírme a la práctica de la sistema de poderes, que caracteriza a toda sociedad. El inmi-
autoflagelación complacida de tantos soi-disants antirracistas. grante en la ciudad puede, por lo tanto, ser legítimamente pro-
Simplemente quiero señalar lo compleja que es la naturaleza de ducido (Althabe, 1990a) por el antropólogo, como un «objeto de
esa actitud-comportamiento humano que llamamos racismo, lo investigación en su contexto».
profundas que son sus raíces psicológicas, cómo se revelan su- En contexto urbano las relaciones interétnicas presentan
perficiales las elaboraciones culturales hasta pluriseculares y un nivel muy alto de conflictualidad. Generalmente la opinión
milenarias, que intentan substituirlo con ideologías de conteni- comente es que esta conflictualidad tenga razones justamente
do diverso. Entonces no hay duda de que sí es difícil entender étnicas y raíces etnocéntricas, que es en síntesis el producto de
por qué somos racistas, es indispensable aclarar esta situación una situación de marginación de los inmigrantes, a su vez fru-
al menos un poco. Algunas adquisiciones, elaboraciones y resul- to del racismo de la sociedad acogedora, incapaz de referirse
tados de la antropología urbana parecen pertinentes al menos positivamente a los «otros», a los «diferentes» que se encuentra
por dos órdenes de razones. de frente.
El primer orden de razones toma cuerpo a partir de que es No quiero negar la presencia también de estos factores.
un simple dato: es en las ciudades que se concentra la mayor Pero creo que este análisis es reductivo e indebidamente sim-
parte de los inmigrantes africanos y asiáticos así como la inmi- plificador.

208 209
Las ciudades siempre han sido realidades sociales altamente de la lógica de la sociedad consumista: una intuición instintiva
conflictuales; ya sea latente o manifiesto, el conflicto siempre ha del hecho que es necesario marcar las mercancías con la propia
caracterizado la situación urbana. Desde la época de Menenio identidad o bien ser marcado por ellas» (Chambers, 1986: 59).
Agríppa y del primer Aventino, la historia de los conflictos, de las Pero, como ya se sabe, no hay límites para el consumo, o mejor
revueltas, de las revoluciones nacidas en la ciudad, al menos en dicho, para la incentivación del consumo, no se realiza jamás el
las ciudades occidentales, es muy larga y rica de casos. equilibrio entre deseo y medios para satisfacerlo. Estoy conven-
Et pour cause: utilizando categorías en su tiempo propuestas cida de que si en Italia esta situación no ha llevado todavía a las
por Manuel Castells, podemos decir que en la ciudad hay una repetidas revueltas de los guetos sucedidas en Inglaterra, Fran-
probabilidad muy alta de que «entren en fusión» un hecho es- cia y EE.UU., esto se debió a la consistencia de los mecanismos
pacial y un hecho social, produciendo lo que Balandier llama asistenciales y de las redistribuciones clientelistas por un lado, y
innovaciones. El hecho social es obviamente, la división del tra- a la existencia de las -Ilamémosle así- oportunidades de suel-
bajo social, comparativamente siempre más alta en la ciudad do ya sea dirigidas o inducidas, creadas por la delincuencia or-
que en el contexto sociotenitorial que la contiene, y fuente de la ganizada; pero me parece que se pueda diagnosticar correcta-
acentuada interdependencia de las funciones y del antagonismo mente también para la juventud italiana la existencia de aquella
de los intereses que de ella deriva. El hecho espacial es obvia- específica situación socio-cultural por la cual «el derecho al tra-
mente la concentración de las personas y su recíproca «accesi- bajo ha sido asumido por el derecho al consumo» (Hebdige en
bilidad» (Hannerz, 1992), que permite al disenso de alcanzar, Chambers, 1986: 59) y la exclusión (aún relativa) de este último
en el plano funcional, el nivel de la organización, y en el plano es el origen de mucho malestar individual y colectivo. Los inmi-
cultural, la producción simbólica autónoma; por lo tanto, la au- grantes extracomunitarios entran, por lo tanto, en una sociedad
torrepresentación y la conciencia de sí. Por lo demás, también urbana en donde los macro conflictos abiertamente desencade-
la represión del conflicto urbano y la recuperación del poder en nados son raros, pero que, sin embargo, se caracteriza por una
las ciudades pasa, o al menos ha siempre pasado hasta ahora, difusa tensión, por una difundida agresividad, por una multipli-
por la recuperación del control en el espacio urbano. cidad de microconflictos reconducibles en gran parte al desfase
En la fase de desarrollo de la ciudad industrial, el conflicto entre deseo y posibilidad. Creo que éste es un punto importante
urbano había asumido la forma, por así decirlo, canónica del para establecer un análisis de las relaciones entre inmigrantes y
conflicto de clase; sucesivamente, en años más recientes, la cri- nativos.
sis de la industria tradicional y su reestructuración, la descen- Se sostiene siempre que los inmigrantes no deberian ser per-
tralización productiva y la transformación de la clase obrera cibidos por los italianos como competidores en el mercado del
tradicional en una galaxia de operadores diversamente ubica- trabajo, ya que aceptan tareas laborales y niveles de retribución
dos en el interior del ciclo productivo, no me parece que hayan que los italianos ya rechazan. Considero esta observación muy
hecho disminuir el nivel de la conñíctualidad urbana. Pero la esquemática. Y creo en cambio que sí existe competencia. Los
han modificado. inmigrantes no quieren el trabajo. El objetivo del inmigrante (si
Escribió Ian Chambers: «[...] el conflicto principal está entre recordáramos un poco mejor a nuestros emigrantes hacia los
deseo y falta de medios. En una sociedad basada en el consumo países de Europa de los años cincuenta-sesenta, lo sabríamos
(no importa 10 que puedan sostener sus apologistas), negar a muy bien), no es el trabajo, sino la ganancia, el dinero. Cual-
muchos la posibilidad de consumir significa materialmente in- quier elección al final que se haga o se tenga que hacer -inser·
vitarlos a romper el orden social». Y también: «En su cruel elo- ción, marginación, regreso al país de procedencia- en la ma-
cuencia, esta situación, estas acciones hablan de un mundo en yor parte de los casos no se emigra con la perspectiva de encon-
el cual la producción del yo se realiza a través de los signos trar una colocación ocupacional calificada para integrarse esta-
públicos del consumo, a través de un conocimiento consciente blemente en la sociedad del país de llegada; se emigra para acu-

210 211
mular dinero, para hacerse un «guardadito». No se emigra para bilidades de mediaciones y especulaciones, también de peque-
volverse (habrían dicho los italianos) alemán o suizo o (dirían ñas y medianas dimensiones; y finalmente, como ya se ha di-
los extracomunitarios) para volverse italiano; se expatria bási- cho, por las posibilidades ofrecidas por la delincuencia organi-
camente para ganar un poco de dinero, aquel sueldo mínimo o zada y por los recursos que esta última genera indirectamente.
un poco más del mínimo, que en la patria no se puede tener. En Es eso lo que se ha llamado bienestar difundido y que al
un tiempo que ya parece bastante lejano, se pensaba que el pe- menos por una parte no era tanto salario indirecto, sino verda-
queño monto acumulado en el extranjero debiera ser orientado dera renta parasitaria.
hacia empleos productivos, hacia la creación, como se decía, de Es comprensible por 10tanto que sean percibidos como com-
lugares de trabajo en la patria. Pero ya desde hace muchos años petidores los inmigrantes, que con su presencia misma, con su
en toda la cuenca del Mediterráneo esta perspectiva se ha reve- evidente necesidad de asistencia, pero también con su no difícil-
lado ser ilusoria, al menos en todos los países exportadores de mente intuible deseo de vivir bien, de participar en el festín con-
mano de obra hacia Europa (Kubat, 1984; Sígnorelli, 1984b). sumista (quizá resultaría menos irritante si los viéramos siempre
En realidad, al regresar al país de origen los ahorros son rigurosamente vestidos con la ropa del «duro» trabajo), no pue-
gastados en la adquisición de bienes de consumo duradero y de den en esta situación no ser percibidos como una amenaza.
prestigio, el primero de los cuales es la casa, que tiene también Como prueba de esta última hay que añadir el hecho de que lo
un obvio valor no tanto de inversión sino de bien-refugio, más más visible de ellos, en contexto urbano, son justamente los que
que de bien para el consumo. Ahora, si reflexionamos sobre realizan trabajos que no es dificil que sean vistos como una espe-
este dato, si después consideramos que ya ahora como cual- cie de pordiosería enmascarada, como el ambulantaje, la limpie-
quiera puede constatar en Nápoles o en Palenno y como confir- za de los vidrios en los altos y otros similares. Escuché precisa-
ma, por ejemplo, Hayot para Marsella (Hayot, 1989), existe un mente en un semáforo un comentario: al menos las mujeres le
flujo de africanos que vienen de compras a Europa, en el tiempo echan ganas, van a trabajar como sirvientas, pero éstos...
entre dos vuelos en avión, me parece que tenemos ya datos sufi- Casi no es necesario agregar que la amenaza de competen-
cientes para esbozar una primera conclusión: cualquiera que cia es, al menos por el momento, del todo simbólica, ya que
sea el epilogo del reconido migratorio de los alricanos y de los parece por lo menos improbable que estos pocos centenares de
asiáticos llegados a Italia (inserción, marginación, regreso), el miles de personas, además provistas de un muy escaso poder,
objetivo al que ellos tienden está claro: el acceso, quizá sólo puedan obtener la asignación de recursos tan conspicuos como
temporal, al sistema de consumos europeos. Si esta conclusión para afectar el nivel de vida de los italianos. Sin embargo, sabe-
es exacta encuentra entonces una diferente explicación la hosti- mos que el enemigo siempre es tal, también y a menudo sobre
lidad demostrada por los italianos hacia los recién llegados. Es- todo para el papel simbólico que le es asignado: el de encamar
tos últimos no son sólo genéricamente unos diferentes, son en el mal, el peligro, el daño posible. El hecho de que en realidad
cambio unos competidores, en los hechos y en la percepción de sea poco o nada peligroso, nunca lo ha salvado de las agresio-
los italianos. Otros factores refuerzan esta hostilidad. Es sabido nes de quien lo teme. Hay que agregar que lo diferente es perci-
que en su conjunto, como nación, Italia en los últimos decenios bido como amenazador no por lo que tiene de diferente, sino
ha consumido por arríba de sus propios medios. En la expe- precisamente por lo que lo hace semejante; como es sabido, no
riencia individual de muchos, muchísimos italianos, esto ha se odia y no se teme al negro que la «hace de negro» sino al
querido decir que su personal nivel de consumos se vino desen- negro que pretende «hacerla de blanco». Los niños de Biafra y
ganchando progresivamente del sueldo efectivo de trabajo dis- de Sahel nos causan lástima, pero los africanos que quieren
ponible para cada uno de ellos, para colocarse a niveles más consumir, vestirse bien, quizá viajar por Italia en coche y con
bien conspicuos, garantizados por el sistema asistencial, por las teléfono celular, nos parece que tienen pretensiones cuanto me-
afiliaciones corporativas y clientelares, por las difundidas posi- nos excesivas.

212 213
El intento aquí propuesto de analizar las relaciones ínter- dad utilizable de un mundo de "cosas" y de "nombres" relacio-
étnicas en contexto urbano, teniendo en cuenta el sistema global nados según un proyecto comunitario de la utilización posible o
de las relaciones sociales urbanas, parece por lo tanto sugerir actual: un mundo que justamente por ser dado, se puede hacer
una posible clave para el análisis de la conílictualidad interétrií- de él algo útil, y que más bien indique en su datidad su carácter
ca, es decir que en su origen esté también, el sistema de la divi- de resistencia operable. Para este horizonte de lo doméstico el
sión social de los consumos (si se acepta usar esta expresión). ser aquí, ante todo se encuentra corno centro de operatividad
Intentemos ahora empezar una reflexión también a partir utilitaria en ello, como centro de fidelidad a la seguridades pa-
del otro eje conceptual que creí poder individuar, el de las diná- sadas, convertidas en costumbres fácilmente manejables y
micas inducidas y condicionadas por la existencia de un espa- como centro de iniciativa para instituir aquí y ahora la seguri-
cio urbano construido, provisto de ciertas características y de dad preeminente de la que se tiene necesidad. Y por esto encon-
ciertas capacidades de constricción y de condicionamiento so- trarse y ponerse y después todavía encontrarse y todavía poner-
bre el actuar humano. Se piensa usualmente que los inmigran- se "al amparo" (es decir en condiciones de seguridad), el estar
tes tengan dificultad de «adaptación» al ambiente urbano, a la aquí emerge inauguralrnente de la vida, se genera y se regenera
vida en ciudad, porque no «están acostumbrados» a ella. Y se ante todo, lanzando la primera base de su vida cultural» (de
proponen como remedio varias soluciones a menudo muy res- Martino, 1977: 656).
petuosas de lo que es llamado ({SU patrimonio cultural". Aparte la sugestión del estilo demartiniano, me parece que
Pero quizá también sobre este punto conviene intentar una esta descripción permite iluminar contrario a la dramaticidad, a
reflexión más profunda. la potencial tragicidad de una situación en la que entra en crisis
Los inmigrantes no son los más o menos serenos y quizá la «datidad utilizable>, del mundo: son las «cosas» y los «nom-
orgullosos portadores de su cultura, como a veces los medios bres» que faltan y, por lo tanto, literalmente, la posibilidad de
los presentan. Los imnigrantes son personas que están justo en actuar el proyecto comunitario, compartido con los otros del
medio de una radical crisis cultural, y para entenderla no sirven mismo grupo, de utilización del mundo. Es el «estar aquí» que
categorías genéricas como desarraigo o nostalgia, o al menos entra en crisis como centro de operabilidad, de fidelidad, de
no nos ayudan mucho. Yo pienso que podemos individuar algo iniciativa, como «primera base de la propia vida cultural». Yo
más específico, un factor directo de la crisis, precisamente en el creo que éstos son los términos en que hay que plantear el aná-
espacio urbano, en sus características morfológicas y dimensio- lisis de la situación de los inmigrantes. Ellos no sólo son los
nales, en las modalidades de utilización que impone. portadores de otra cultura. Al menos en la fase inicial del tiem-
Creo que aquí pueda sernas 111UY útil una categoría analítica po que pasan aquí, ellos experimentan la crisis de la «primera
utilizada por Ernesto de Martina y recientemente repropuesta base de su vida cultura]". Esto no sólo a causa de la distancia
por Carlo Tullio Altan (1990): «la de la datidad utilizable del cultural que separa sus modalidades cotidianas ele las nuestras:
rnundo doméstico». y no sólo a causa del hecho de que muchos de ellos son de
Obviamente, todos sabemos que para vivir necesitamos un origen campesino o rural, y se encuentran con tener que vivir
ambiente, que, siéndonos familiar, no sólo nos dé seguridad, en la ciudad. A estos dos factores hay que agregar otro, no me-
sino que nos haga fácil, casi automático, buena parte de nues- nos grave, que una vez más es común a nosotros y a ellos: la
tro actuar: pero el análisis demartainiano profundiza mucho ciudad postmoderna, la ciudad del automóvil y de los centros
más y aclara mucho mejor la situación crítica. direccionales, también Italia está cada vez más enajenada para
Dice De Martina: «Es necesario intentar pensar en lo econó- sus habitantes, menos utilizable, ya que, siempre es menos ha-
mico como valor de la securitas y, por lo tanto, como valor bitable, recorrible, manejable útilmente, siempre es menor la
inaugural en que debe actuarse el ethos del trascender de la seguridad que da y que permite construir.
vida. Lo económico es el horizonte de lo doméstico, de la dati- Las «cosas», cada vez más visibles, son cada vez menos ma-

214 215
nejables; los «nombres» siempre menos significantes de signifi-
cados compartidos. A MANERA DE EPÍLOGO. CULTURA
. Por parte de los emigrados, la defensa de su propia presen- Y ANTROPOLOGÍA URBANAS EN AMÉRICA
~Ia cultural frente a esta amenaza de disgregación es buscada LATINA: LA EXPERIENCIA MEXICANA
Justamente en términos espaciales: es la tendencia a reunirse a
coincidir en los mismos lugares de la ciudad, para reconstruir
al menos un bosquejo de aquel «proyecto comunitario de la Raúl Nieto Calleja*
utilización posible» del mundo, en que se vive. Es una estrate-
gia de resolución de la crisis de la presencia aparentemente efi-
Caz y capaz de parecer valorizante de la autonomía de las iden-
tidades culturales. Pero, por desgracia, la transformación de las
ciudades en constelaciones de guetos (de lujo o miserables que
sean) parece ser, según una tendencia mundial, la actual moda-
lidad de control del conflicto urbano (López, 1996; Marshall
Smith, 1992). Esta constatación me hace temer que la autogue-
tízación sea una modalidad sólo simbólica y peligrosamente ilu-
sorra de enfrentar lo negativo del estar en otro mundo ajeno. y
no, como quisieran algunos, la condición espacial del manteni-
miento de la identidad cultural. Los 11 capítulos con que nos obsequia el libro de Amalia
Signorelli son un magnífico ejemplo de cómo el trabajo antro-
pológico y las ciudades producen resultados de teoría o pensa-
miento fuerte. Signorelli generosamente comparte con nosotros
los resultados de su mirada etnológica sobre distintas ciudades
italianas -Nápoles, Pozzuolí, entre otras- y diversas grandes
ciudades -Roma, París, Nueva York y la de México.
A lo largo de sus textos fluyen, gracias a su reciedumbre
antropológica, comparaciones entre espacios arquitectónicos y
urbanísticos tan diferenciados como lo son el metro parisino y
el mexicano, los callejones de Nápoles y de París, La plaza de
San Pedro en Roma y la Pennsylvania Avenue de Washington.
Los actores sociales, de los que ella se reconoce como diferen-
te, son lo mismo obreros metalúrgicos que carpinteros; habi-
tantes de aldeas y sobrevivientes de terremotos; aficionados al
fútbol y emigrantes. Todos nada lejanos de sus homólogos lati-
noamericanos.
Estos textos también incluyen una rigurosa búsqueda de pa-
radigmas que implican recorridos teóricos por las principales
tradiciones de reflexión etnológica y de teoría social; de esta
manera no sólo las escuelas de Chicago y de Manchester están

... Departamento de Antropología, UAM-I, México D.F.

216
217
presentes, sino que nos permite vincularlas con las tradiciones anterioridad a la industria. sino que Fueron incluso anteriores
etnológicas francesas y con la antropología italiana. Escuelas al contacto masivo e intruslvo que sufrieron por parte de las
que Son puestas en diálogo en múltiples escalas, dimensiones sociedades europeas mediterráneas desde el siglo'.,' A su lle-
de análisis y campos problemáticos: la diversidad intra e ínter gada al continente, los europeos no sólo cncontr.uou grupos
urbana; el conflicto, el espacio y la sociabilidad urbanas; el pa- tribales, cazadores, recolectores y sociedad.' Lw\hiV I ;
pel del trabajo, la producción y el consumo en ciudades además encontraron ciudades con siglos de cxi:;il·l,l\.:;~\ En efecto las
de virtuales plmi étnicas; la vivienda. ciudades ya existían y además eran la sede de mmon.u.tcs S(\-
Sus reflexiones, a manera de colección de ensayos, suscitan ciedades estatales. A tales complejos urbanos Sl' k,') han ele-no-
comparaciones y nos permiten proponer e iniciar una reflexión minado cíndades-Esuulo reconociendo la centralidad llll(' pu-
particular acerca de la naturaleza de las antropologías latino- seían para vertebrar no sólo 1::1 vida pol ilicn y cconónuca de b,'i
americanas y las culturas urbanas presentes en esta parte del sociedades precolombinas, sino para enfatizar Jo,'; modos (k
mundo, objetivo que nos proponemos realizar en las siguientes vida civilizados y altamente refinados con Jos que los l~LlrOpl'OS
páginas. se encontraron. En la mejor tradición etucgráficu. cronistas,
Al pensar en las ciudades de América Latina todavía sigue viajeros, misioneros y soldados han dejado sus relatos y cróni-
siendo frecuente evocar los títulos de trabajos Como el de Ro- cas acerca de las formas de vida que observaron y ele las ciuda-
bert Kemper Campesinos en la ciudad (1976) o bien el de Bryan des que conocieron. Esta profundidad histórica nos permite
Roberts Ciudades de campesinos (1980). Es decir, es común plantear a la ciudad y culturas urbanas Iatinoamcricnnas como
i~aginarlas como el producto de un incesante proceso migrato- procesos que pueden ser encuadrados como pertenecientes u
no del campo a la ciudad, que aunado durante décadas al alto la longue duree.
índice de crecimiento demográfico que ha padecido la región, La diversidad, la diferencia, la alteridad han sido objetivos
dan cama resultado la emergencia de ciudades (medias y gran- explícitos de la antropología. La mirada sobre los lenguajes, las
d.es) e incluso megaciudades donde lo característico es lo preca- formas de vida, las visiones del mundo de los no occidentales,
no de las formas de vida, a las que incluso se duda en llamarlas de los otros, de los «salvajes», de los no urbanos, suponemos
o calificarlas como urbanas. nos ayudará a entender, además de lo genéricamente humano,
Por cierto Falelto, en un antiguo trabajo (1965), ha señala- nuestras propias especificidades. Esta ruta ha sido la vía privile-
do que en Latinoamérica la ciudad antecedió a la industria y giada por la antropología en el conocimiento de las otras socie-
que estos modos de vida urbana precedentes han tenido un dades, y en este camino esperamos poder encontrar respuestas
gran impacto en las formas específicas que adquirieron estas significativas a interrogantes sobre nosotros luismos. Sin em-
sociedades; sin embargo, creo que ahora ya no es necesaria- bargo, tan plausibles objetivos no pueden ser separados de sus
mente así. Lo que es cierto, si consideramos indicadores de- condiciones de producción, del ambiente en que fueron engen-
mográficos, es que esta parte del continente americano es una drados.
de las que posee una de las más altas tasas de urbanización La antropología, como se sabe, es una hija genuina de Occi-
del mundo. Si bien es cierto este origen preindustrial de la dente (Duchet, 1977); es producto de sus valores y formas de
ciudad latinoamericana, también 10 es que ahora, como resul- vida. Fue forjada en sociedades que reconstruían el mundo y
tado -primero- de las distintas políticas regionales y nacio- definían el nuevo mapa político de nuestro planeta asignando
nales de industrialización y -después- de aquellas otras ba- posiciones centrales a las sociedades que encarnaban claramen-
sadas en el dogma de la liberalidad económica, la desindus- te el modelo civilizatorio de Occidente (con sus ciudades metro-
tria1ización y la urbanización acelerada pueden ser eventos politanas y fábricas), y lugares periféricos a aquellos que eran
simultáneos. distintos O no compartían tal empresa. Pero también compartía
Pero en América Latina las ciudades no sólo existieron con con las sociedades de las que era producto, además de la cen-

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tralidad política que da origen al mundo contemporáneo, un instrumentos, dar cuenta de procesos de urbanización e indus-
ambiente urbano e industrial decimonónico que, sin duda, va a trialización en diversas ciudades norteamericanas. 1
incidir en su manera de construir su propio campo de estudio. En la primera mitad de los setenta Foster y Kemper, a dife-
Para que la antropología pudiese surgir eran necesarios, ade- rencia de Hannerz, señalaban pesimistamente que «los antro-
más de un conjunto de Supuestos epistemológicos, otro conjun- pólogos están llegando tarde a la investigación urbana» (Foster
to de condiciones materiales consecuencia del excedente econó- y Kemper, 1974: 1). Ellos mismos recordaban que Urban An-
mico de las sociedades metropolitanas; tal excedente se mate- thropology «la primera publicación antropológica dedicada a la
rializaba en bibliotecas, museos y colecciones etnográficas y en investigación urbana, empezó apenas en 1972» (ibíd.). En el
la formación de «masas criticas» que se organizaron en tomo contexto de esa discusión cabe recordar la afirmación de Gulick
de sociedades científicas, universidades y, desde luego, finan- «la antropología urbana no es una subdisciplina en el sentido
ciamientos que le pennitiese a algunos dedicarse a estudiar a de un sistema intelectual y coherente que el término implica,
los otros. sino que consiste en un conjunto de nuevas direcciones que
Me atrevo a afirmar que desde su origen la antropología no algunos antropólogos están tomando» (1973: 980). Años más
pudo librarse de cierto urbano-centrismo, el que, entre otras tarde Kemper mismo (1992), después de analizar información
cosas, sin duda le permitió construir la alteridad más fácilmen- estadística sobre los antropólogos urbanos en Estados Unidos,
te por medio de distintas experiencias de trabajo de campo et- concluye que el campo aún está en maduración no obstante la
no~fico entre sociedades tribales o rurales, en aldeas y en co- gran cantidad de profesionales en él; corrobora que goza de
mumdades pequeñas pero, al mismo tiempo, le dificultó hacer mejor salud que la que tenía al principio de los setenta, aunque
otro tanto (es decir identificar y problematizar la diversidad cul- lamenta que pocos se encuentren preocupados por desarrollar
tural) en otras sociedades y grupos sociales que habitaban en la parte teórica o metodológica de los procesos de urbanización
ciudades sean propias o ajenas. y el urbanismo.
Tal dificultad para percibir lo urbano es señalada por Ama- Por otra parte, como bien se sabe, en los estudios de la an-
lia Signorelli cuando comenta que para el caso de Italia, que tropología británica en África se funda otra de las vertientes de
pue~e enorgullecerse de poseer la red de ciudades más antigua los estudios urbanos. En un solo movimiento teórico los britá-
y s~hda de Europa, son muy pocas las investigaciones antropo- nicos desarrollan tres campos problemáticos: la antropología
lógicas sobre ciudades italianas tanto de .autores locales como política, la urbana y la de las sociedades complejas cuyas fron-
de extranjeros (cf. supra: capítulo primero). teras resultan de difícil definición. En ellas el análisis situacio-
Si pensarnos que la reflexión y conocimiento sociales no son nal, el estudio de caso extendido fueron aportaciones metodoló-
sólo la obra de grandes pensadores e intelectuales ---<:omo Sim- gicas de primer orden. Gluckman, Cohen, Mitchell, Banton,
m.el o. W~ber, en el caso que nos ocupa- sino de grupos, redes Kapferer, entre otros serán figuras relevantes en este proceso
e mstrtuciones productoras de conocimientos, debernos afirmar (cf. Hannerz, 1986 y De la Peña, 1994).
que las primeras reflexiones sociales sobre la ciudad moderna Pero regresemos a Latinoamérica. ¿Cómo se funda la antro-
Se deben al trabajo teórico, pero sobre todo empírico -de los pología latinoamericana?, ¿cómo se desarrollan en ella las in-
etnógrafos, como los llama Hannerz- de la escuela de Chicago, vestigaciones urbanas y qué desarrollos particulares han teni-
la c~al abordó a su propia ciudad como objeto de estudio y do? Una primera respuesta que se antoja hacer a estas interro-
análisis, La mirada antropológica no estuvo ausente en tal refle- gantes es que en América Latina la antropología se funda con
xión; de hecho, a manera de ejemplos, los trabajos de Park,
Burguess y Mackenzie (1925), Wirth (1938), Whyte (1943) Y
Wamer (1963 [1941-61]) demuestran cómo el trabajo de hor- 1. Esta tradición de la llamada ecología urbana seguirá presente durante varias
décadas y llegará con sus preguntas y debates hasta América Latina. No obstante, la
migas, al estilo antropológico pudo, en su momento y con sus etnícidad urbana seguirá siendo cultivada en trnbajos como los de Suttles (1968).

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221
razones y lógicas diferentes a las de Europa y Norteamérica. mas de posgrado. El resultado es que hoyes el país de Amé~ca
Para empezar, las sociedades latinoamericanas nunca fueron Latina con mayor número de posgraduados en an~opologIa y
metropolitanas ni poseyeron colonias, cuyo dominio político re- con una de las tradiciones académicas más consolIdadas que
quiriera de algún tipo de etnografía. Son sociedades que todavía cuenta con amplio reconocimiento social (Oliven, 19:4).
este siglo se debaten en preguntas acerca de su ser nacional y No obstante su importancia Ycrecimiento (d. Arizpe. 1988),
aspiran a alcanzar procesos de modernización económica y po- las antropologías latinoamericanas no han podido constrttnr
lítica, lo que no pocas veces significó iniciar varias veces la lu- una comunidad científica que comparta hallazgos, pregu~tas,
cha por la democracia. campos problemáticos y construya respuestas ,en Intenso diálo-
En efecto, en Argentina, por ejemplo, la antropología apare- go. Hoy los intercambios, investigaciones conjuntas y acces~ a
ce como una disciplina más claramente ligada en sus orígenes a publicaciones locales resultan prácticas poco comunes Yde diff-
la concepción boasiana de un conjunto de disciplinas antropo- cil materialización. Sin embargo, y no obstante lo correcto de
lógicas ligadas entre sí; aunque en realidad estaba teórica y pa- esta afirmación, es innegable que, por distintas razones y~ se
radójicamente más ligada al historicismo cultural alemán. De han acumulado una buena cantidad de estudios antropológicos
hecho, sus profesionales deben desarrollar su disciplina en un que se han realizado en distintas ciudades latinoamencanas so-
contexto de ciencias sociales donde el ensayismo enciclopédico bre experiencias, procesos Y temáticas propiamente ~lrbanas
decimonónico y la reflexión sociológica son hegemónicos. Pero con los cuales se ha podido desarrollar una vena esp:cífican:en-
la antropología no tema como principal enemigo a las otras te urbana en la antropología, aunque se siga de~auendo SI tal
disciplinas sociales; en Argentina al igual que en Brasil y antropología es de la ciudad o antropología en la ciudad.
otras sociedades sudamericanas, los principales enemigos de la Por su parte, la antropología mexicana a ~iferenc~a de. ot~s
reflexión antropológica fueron los Estados nacionales de corte antropologías latinoamericanas, no tuvo un ongen umverslt~n~.
autoritario, que cerraron universidades, persiguieron, encarce- Su campo de discusión se fue generando d.e cara al poder ~ubh­
laron, deportaron y asesinaron a profesionales de las ciencias co y sus demandas acerca de la íncorporacíón de la~ pobl~clOnes
sociales. Los antropólogos, al igual que otros ciencistas sociales, indígenas a la sociedad nacional. Sin em~a~go, h~ Inc~rslO~ado
debieron refugiarse en consultorías privadas, en organismos ci- desde hace mucho tiempo y mediante distintas ínvestígacrones
viles de investigación, en organizaciones no gubernamentales y en un campo o subespecialidad: la antropología urbana, o m~Jor
desde ellas, con patrocinio de fundaciones y organismos inter- dicho, los estudios antropológicos que han tOrnado como objeto
nacionales, debieron preservar, a veces de manera fragmentaria analítico distintos procesos sociales que se ven(1Can en l~ c!udad.
y autocensurada, una vocación de investigación social ligada a Como señala Eunice Ribeiro (1986), para el caso brasileno «ha
las causas populares (cf. Herrán, 1998 y Lechner, 1990). sido más una antropología en la ciudad que de la cIt~dad». Hoy
El caso brasileño comparte con el argentino el hecho de que en México contamos con una red nacional de estudiosos de 10
durante algún tiempo la antropología debió subsistir enfrentan- urbano, en la que participan de manera destacada los ~n~rop6lo­
do al Estado. Sin embargo, en Brasil-una de las naciones más gos alIado de sociólogos, urbanistas, demógrafos, psicólogos e
urbanizadas de América Latina- la antropología surge en bue- his;oriadores; también se han consolidado .dist~~tos progra~as
na medida como el resultado de la investigación de la etnología de pos grado que incluyen líneas de tnvesngacron "! formación
francesa y también como consecuencia de importantes progra- académica con énfasis en lo urbano y existen tamblen. al ~en~s
mas de becarios, estatalmente apoyados, que permiten disemi- cinco evaluaciones que intentan recuperar esta compleja ~s~ona
nar en todo su territorio profesionales formados en Europa y de la antropología urbana y que problematizan desde dlst~ntas
Estados Unidos. En efecto, es gracias a esta relación con esas ópticas tal proceso (d. Quintal, 1983; Alonso, 1984; Sariego,
antropologías metropolitanas que en Brasil la disciplina se aso- 1988; De la Peña, 1993 Y Nivón, 1997).
cia a museos, universidades y más tarde a importantes progra- Es interesante recordar que aunque desde hace mucho

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tiempo la escuela de Chicago tuvo una gran presencia en nues- inspiración teórica e ideológica en los estudios sobre los movi-
tro país (Redfield, Lewis, particularmente), este campo de pro- mientos populares, los asentamientos «espontáneos» de los sin
blemas tarda mucho tiempo cobrar carta de legitimidad en los techo. En México se estudian los movimientos urbano-popula-
estudios antropológicos. Su agenda y debate acerca de la conti- res en ascenso que se enfrentan a las administraciones estatales
mudad y la ruptura entre la sociedad tradicional [olk y la mo- en busca de tierra y de servicios urbanos, que dan lugar a inva-
derna y secularizada sociedad urbana, su caracterización de la siones de terrenos para construir viviendas en ciudades perdi-
cultura de la pobreza y más tarde de la cultura de la vecindad se das, que tienen sus homólogas villas miseria, [ave/as, shanty-
dan en un nivel internacional y tiene poco impacto en México.? towns en toda América Latina. Este enonne despliegue de estu-
De hecho los antropólogos mexicanos que incursionan en el dios acompaña las movilizaciones sociales en diversas ciudades
estudio de las ciudades (desde los cuarenta y hasta los sesenta) del país.
están interesados, más que en la cultura, en otras temáticas más Las clases sociales, como bien es sabido, son algo más que
cercanas a lo laboral y a las condiciones materiales de vida resul- la suma de los individuos que las componen; poseen una mate-
tado de los procesos de industrialización. (Por ejemplo: Gamio, rialidad que se cristaliza no sólo en los propios sujetos, sino en
1946; Pozas, 1958; Stavenhagen, 1958; GonzáIez Casanova y Po- un conjunto de prácticas sociales, ámbitos institucionales y cul-
zas 1965.) Sin embargo, es en los sesenta donde podemos ubicar turales como creemos ya ha sido asentado. Sin embargo, de
un interés por hacer antropología en la ciudad y las temáticas así igual manera los individuos son algo más que ciegos portadores
lo atestiguan: de manera pionera y excepcional los trabajos de de relaciones sociales o encarnación de la historia; poseen la
Valencia (1965), sobre la Merced, hasta entonces el mercado más cualidad de ser sujetos -no sólo estar sujetos- de la historia.
grande de la ciudad de México, de Nolasco (1981) que compara Sin embargo, sin esas relaciones e historia probablemente sería
cuatro procesos urbanos, de Kemper (1976) que problematiza la ininteligible su acción social e incluso su vida personal misma.
etnícidad, el de Lomnitz (1975) clásico en el estudio de redes y Sin duda las relaciones entre clase social, sujeto e historia no
procesos y estrategias de sobrevivencia de sectores populares, de son sencillas. Edward P. Thompson ha planteado que la clase
Alonso et al. (1980) que parte de los enfoques marxistas y Arizpe obrera es resultado de un proceso histórico mediante el cual se
(1976) sobre la migración étnica -entre otros- logran, en su «hace» (making); también ha dicho que <da noción de clase lleva
conjunto, iniciar esta tradición en México. consigo la noción de relación histórica [...] La cuestión eviden-
La ciudad sin duda es el escenario, y no sólo el telón de temente consiste en saber cómo el individuo pasa a desempeñar
fondo, de muchos procesos y actores sociales. En ella existen de este papel social y cómo ha podido constituirse talo cual orga-
una manera particular los sujetos y las clases sociales. Tanto nización particular [...] estas cuestiones son esencialmente his-
unos como otras establecen con el medio urbano en el que vi- tóricas» (1977: 10, corchetes míos). También ha agregado que
ven un complejo de relaciones. Durante los setenta y hasta prin- «si detenemos la historia en un punto dado, entonces ya no
cipios de los ochenta asistimos en la investigación urbana al tenemos clases sino, simplemente, una multitud de individuos
florecimiento de los estudios sobre movimientos sociales, secto- con una multitud de experiencias. Pero si observamos a esos
res populares y la fuente de su inspiración al igual que en caso hombres a través de un adecuado periodo de cambio veremos
italiano señalado por SignoreIli ha sido el marxismo. Durante ciertos patrones en sus relaciones, ideas e instituciones» (ibúl.).
estos años Gramsci, Cirese, Lombardi Satriani son fuente de Este sugerente planteamiento ha inspirado una pregunta com-
plementaria: ¿si en vez de parar la historia hiciéramos abstrac-
2. Es interesante señalar que la cultura de la pobreza y más tarde de la vecindad ción del contexto en el que viven los sujetos o clases sociales,
(espacio residencial multifamiliar caracterizado, entre otras cosas, por lo precario de qué pasarla? Creo que nos quedaríamos en vez de con la esen-
sus servicios y el hacinamiento en el que habitan sectores populares de México cf.
Lornnítz 1975. Lewis 1957 y 1959) dieron lugar en su momento a un debate nacional cia de la clase, con una clase social ontológicamente indiferen-
en el que permanecen prácticamente ausentes Jos antropólogos mexicanos. ciada, metafísicamente existente. Las clases sociales, como bien

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se sabe no se hacen en el vado, se hacen en una espacialidad y trabajo -es decir el de la producción material- tiende a «es-
temporalidad históricamente determinadas, En el caso que nos tandarizan) flexiblemente la jornada laboral tanto en su dura-
ocupa, tienen una existencia urbana por lo que podemos afir- ción como en sus caracteristicas organizativas y tecnológicas.
mar que las clases existen en la ciudad y la ciudad existe en las Sin embargo, como bien se sabe, la industria es algo más
clases. La clase se explica por la historia que hace y que la hace, que procesos económicos o tecnológicos. En efecto, las prime-
pero también por el espacio, por la geografía, por el territorio ras reflexiones científicas sobre la naturaleza de la industria y
donde se hace y que la propia clase ayuda a hacer (cf. Soja, sociedad moderna sin duda se las debemos a Marx (1872-
1989). La fonnación de las clases puede ser entendida como un 1875). Y a partir de ellas -sin que estuviese en Marx mismo---
proceso, pero éste es ininteligible sin algún contexto. se ha abusado en el análisis y búsqueda de explicaciones en un
Sin embargo, los contextos son múltiples y diferenciados y nivel estrictamente económico o, peor tecnológico, de los proce-
esta evidencia muchas veces se olvida al plantear --como hizo sos de industrialización y urbanización. Sin embargo, y por su
hace varias décadas el culturalismo norteamericano--- que los parte, muchas sociedades (incluida la nuestra) han desarrolla-
modelos de urbanización, de industrialización, de moderniza- do diferentes formas de vida urbano-industriales sobre matri-
ción económica y de globalización de las relaciones mundiales ces culturales pre-existentes dando origen a fonnas «híbridas»
tienden a homogeneizar muchos de los aspectos de la vida y de cultura que en si mismas portan una tensión entre la moder-
cultura de las distintas sociedades. En el caso mexicano, ade- nidad y la tradición. Ante esta evidencia las preguntas que se
más, se ve con suma preocupación su integración económica a antojan hacer ---desde una perspectiva antropológica- consis-
un bloque norteamericano mediante su incorporación desde ten en saber si ¿existen formas o modos de vida, visiones del
1994 al Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (NAFTA). mundo, o culturas propiamente urbanas? En segundo lugar, in-
Sin embargo, también la antropología ha documentado que dagar ¿cuál es el peso de la modernidad y la tradición en ellas?
cada sociedad, que ha transitado de modos de vida tradiciona- Y, finalmente, ¿cuál es la resultante de este encuentro? (cf. Bar-
les a estilos de vida modernos, ha debido desarrollar formas de Ira, 1987; García CancIinl, 1989 y 1990).
vida social propias e irrepetibles que en su interior portan una Las sociedades urbano industriales capitalistas contemporá-
gran heterogeneidad y vitalidad. Frente a estas dos alternativas neas han desarrollado en una escala sin precedente la noción
de análisis aquí quiero plantear que las tendencias que apuntan del individuo (cf. Macpherson, 1970), y esto aparentemente lo
hacia la homogeneización social, no excluyen la heterogeneidad han hecho a expensas de liquidar muchos de los valores y es-
cultural, y que tal heterogeneidad es resultado de la heteroge- tructuras que hacían viable la vida en las pequeñas comunida-
neidad social misma, que la vida en la ciudad tiende a ocultar des preindustriales tales como las familias extensas, con sus re-
en una aparente homogeneidad urbana. Pretendo plantear que des de reciprocidad y otras instituciones y prácticas sociales por
la diversidad de formas de existencia de las distintas clases so- medio de las cuales el individuo podía recrear su subjetividad
ciales, da lugar a una condición urbana diferenciada y que po- utilizando distintas instancias culturales que ritualmente resol-
cas veces se repara en ello cuando se hacen generalizaciones vían los conflictos, facilitaban los pasajes, asignaban los roles,
sobre clases, grupos sociales, ciudades o sociedades enteras. en suma establecían la sociabilidad en el mundo individual,
Esto supongo, permitirá replantear, matizar y problematizar las dándole -desde una perspectiva social y subjetiva- un sentido
generalizaciones que usualmente se hacen sobre las sociedades a la vida y una visión del mundo (del ser y del estar). Por tanto,
latinoamericanas y sobre las clases sociales que las forman. se ha concluido también, que con relación a las antiguas y tra-
La vida social contemporánea descansa sobre la existencia dicionales formas de vida -que se desarrollaban en comunida-
de un sector de la sociedad que mediante su trabajo produce los des homogéneas o corporadas-c-, hoy ya existe una gran distan-
bienes, valores y servicios que son demandados por la sociedad. cia cultural, espacial y temporal, en las nuevas formas de vida
Dada la dinámica de la competencia capitalista el mundo del que se desarrollan en modernas sociedades urbanas, estratifica-

226 227
das y secularizadas de la era industrial. Del mundo rural y étni- estos ámbitos dan existencia a una condición urbana diversifi-
co preindustrial a la sociedad de masas hay una gran diferencia cada en una o varias ciudades y permitieron plantear la hipóte-
en el tipo y calidad de la vida. sis de que asistimos al proceso de constituci~n de ~istintas e~­
En México al igual que en Italia la preocupación por la cul- periencias urbanas, que coexisten en una misma CIudad o a lo
tura obrera estuvo cercana al debate de las culturas urbanas, largo del sistema urbano nacional. De esta manera se pue~.e
sin embargo, esta preocupación en el caso mexicano no se dio hacer relevante además del proceso, el contexto donde son teji-
en el contexto de los antropólogos urbanos para quienes, según das las relaciones sociales.
sus esquemas clasificatorios, tales preocupaciones constituían En efecto las formas de vida urbana que históricamente se
otra subespecialidad.é han dado en las áreas centrales de la ciudad de México, pueden
Sin embargo, un hallazgo importante de ambas líneas de ser distintas a aquellas que se generan en la periferia metropoli-
indagación, consiste en que se pudo constatar que no represen- tana. Estas nociones -zona central y periferia- serán sujetas
ta lo mismo vivir en una ciudad industrial de reciente creación siempre a una redefinición que es dada, más que por la geogra-
(como los polos de desarrollo promovidos por el Estado para fía y arquitectura urbanas, por el conjunto de relaCIones SOCIa-
industrializar regiones rurales del país), que en una «ciudad les que dan estructura a la ciudad y que. son estructur~ntes de
°
media» (especializada industrialmente), hacerlo en una «me- su vida urbana. El territorio, sin duda SIempre es socI~lme?te
galópolis» (como lo es el Distrito Federal y su área conurbada construido y en él la «periferización» no ~ólo e~ geográfi~a ~mo
que forman la gran ciudad de México). También se pudo reco- también social. Se puede constatar la existencia de «penfenza-
nocer e identificar empíricamente distintas formas de existen- ciór» del centro urbano, al lado de la centralidad de algunas
cia y experiencias urbanas dentro de una misma ciudad; que no partes de la periferia.4 . '
da lo mismo vivir en un edificio de una unidad habitacional Sin embargo, y no obstante las dIferenCIas que puedan loca-
multifamiliar, que en una casa de una antigua colonia popular, lizarse en las distintas formas de vivir la experiencia urbana
en un fraccionamiento de reciente urbanización, en un pueblo por diferentes clases y grupos sociales, .sabemos.. también que la
absorbido por la ciudad o en un asentamiento irregular. Todos ciudad es compartida, usada, consumida comunmente -~un­
que de manera diferente- Y ello da lugar a que e~ un pnmer
nivel la experiencia urbana aparezca como un conjunto de ras-
3. En México podemos observar que el análisis de lo obrero dio origen a un cam- gas que son el resultado de una experi~nciapropi~me?te urba-
po: la Antropología del Trabajo. En ella el análisis inicial estuvo orientado a recuperar
la condición obrera y a elaborar al mismo tiempo una definición de ella; en ambas na --comúnmente compartida. Es decir, la experiencia metro-
empresas podemos observar que la indagación tuvo que recorrer tres momentos analí- politana es identificable por los rastros q~: ~eja vivi: en. ésta y
ticos: primero se debió acceder al proceso laboral mismo, a la fábrica, al momento del
no en otra ciudad. Sin embargo, tal espeCIfiCIdad no. impide v~r
trabajo; después de vistas las limitaciones de esta sola dimensión, para explicar las
prácticas culturales de la clase obrera, en un segundo momento se abordaron distintas la generalidad de los procesos Yexperiencias. Es decl~ la :spe~l­
formns de organización y acción obrera (estructuras sindicales y procesos de lucha ficidad de los procesos particulares no creo que nos impida m-
obrera) en las que sin duda había implícito un deseo de encontrar formas esenciales
de la existencia y cultura obrera. Finalmente en la medida en que para construir
marcos explicativos sobre la condición obrera no bastaba recuperar las dos instancias
anteriores -c-trabajo y organización sindical- fue necesario incursionar en el conoci- 4. La escuela de ecología urbana de Chicago propuso la teoria de los círculos
miento y prnblematización de las condiciones de vida y existencia de sectores proleta- concéntricos para explicar el cambio en el uso del suelo urbano. En el caso de la
rios que viven en la dudad, y en ellos intentar aprehender lo espedficamente obrero. ciudad de México actualmente es muy difícil definir qué es su centro.: por ~n~ pm,te,
Un interés que estuvo implícito en todos estos momentos fue el de definir aquellos existe el «centro histórico», pero en esa misma zona hay áreas de obvia penfen~clón
momentos, ámbitos, procesos y demás características esenciales de la existencia obre- social; por otra parte, en el norponiente s~ ha configurado una zona que central~za ~~
ra; de ahí que buena parte de este proceso constitutivo de este campo intelectual actividades financieras, sociales, económicas y de alta cultura modernas ~artlc~l
pueda ser considerado como un proceso de búsqueda de la sustanclalidad o esencia mente en el triángulo que formarían Naucalpan, Huixquiluca~Y la Delegación Miguel
obrera (Nieto, 1994 y 1998). Esta empresa intelectual -y política- si lo pensamos Hidalgo. Véase la propuesta que elabora Ward (1991: 93-98 Y figura 2.7) para entender
detenidamente, implica un proceso similar al que, en otro contexto social, se hiciera la segregación social en el espacio metropolitano donde además de círculos encuentra
por antropólogos para definir lo campesino en el campesinado {cf. Wolf. 1971). cuñas.

229
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tentar algún tipo de generalización -aunque está solo sea de en la medida que se introducen nuevas variables, sujetos y si-
«rango medio» y aplicable a un grupo social (d. Geerlz, 1987). tuaciones, se desdibuja, por así decirlo, la centralidad del con-
La ciudad de México ha sido, sin duda y literalmente, cons- flicto biclasista y en la estructura misma del propio espacio se
truida por los trabajadores que en ella han habitado, sin embar- expresa la desigualdad y heterogeneidad social. Por ello hoy po-
go, al mismo tiempo ha representado para ellos la paradoja de demos afirmar que en la ciudad la clase obrera ya no es homo-
ser una ciudad que socialmente les ha sido expropiada y en la géneamente segregada; en ella se expresan y r~produc:n las
que han debido, para habitarla, ubicarse de manera diferencia- desigualdades sociales que históricamente han sido configura-
da y periférica. Algo que es importante señalar es que en la das; en ella coexisten distintos sectores y clases. SOCIales. Por
ciudad de México, aunque la clase obrera vive diferenciada- ello no planteamos la existencia de una forma úm~a de cultu~
mente, no lo hace de manera segregada en guetos clasistas por y ~ondición urbana para la clase obrera metropohtana; asurm-
los que pasan distintas generaciones obreras como ha sido ln mos que el terreno cultural esta teñido de tensiones y qu~ éstas
experiencia de otras latitudes europeas.s tienen su eficacia en la heterogeneidad de los modos de VIda ur-
La versión mexicana actual del barrio obrero en la ciudad banos que la clase ohrera ha desarrollado.
de México 110 conserva la homogeneidad clasista que pudo ha- Pero regresemos a lo urbano. Hacia finales de l~s. oche~ta
ber tenido a principios de siglo donde aparentemente, según asistimos a 10 que ha sido denominado como una cnsis teór!c~
testimonios históricos, la cultura obrera florecía como en otras de las investigaciones sobre lo popular (cf. García Canclini,
latitudes del mundo en barrios que se distinguían por su sabor 1988 y 1991) Ya la paulatina pérdida de la capacidad explicati-
proletario del resto de la ciudad. En efecto, los historiadores del va de una de las orientaciones paradigmáticas más frecuente-
movimiento obrero nos han transmitido una imagen de la clase mente utilizadas en la investigación de lo urbano: el enfoque
obrera, de principios de siglo, tal vez un poco idealizada, que si desarrollado por la escuela sociológica de la economía política
bien era pequeña, también era mucho 111ás consistente y homo- de la urbanización (de inspiración francesa y espaüola pero con
génea culturalmente que la que hoy podernos observar. 6 gran influencia y desarrollo local en América Latina). L~ q~e .da
Se antoja pensar que en los contextos pequeños, en las es- como resultado que, de manera generalizada, desde principios
tructuras societales más simples la polaridad clasista «clásica» de los noventa, asistamos al retorno de lo cultural en los estu-
se da casi de manera «natural» y que las estructuras mayores, o dios urbanos."
más complejas (como puede ser el caso de una gran metrópoli), Este desplazamiento de la antropología mexicana a lo c~l.t~l­
ral coincide sintomaticamente con el abandono de los análisis
5. Para el caso italiano pueden verse los ejemplos de barrios obreros descritos en
marxistas y la relectura de autores básicos en l.a sociología ~
Levi el al. (1981) y para el caso británico a Hoggurt (1990) y las obras de Hobsbawm y antropología de la cultura (por ejemplo: Bourdieu, 1990;..Wl-
Thcmpscn. lliams, 1981; Geertz, 1987; Sahlins, 1976). Coincide también a
6. Sobre esta época y características se ha afirmado que «una cultura obrera única
y diferenciada l ...] fue propio de los inicios de la formación de la clase obrera. en
escala internacional con el nuevo auge de algunas comentes
barrios habitados por trabajadores que les permitían una cierta homogeneidad en la simbólicas y el surgimiento y expansión posmodema de la an-
fábrica y el tenitorio y la construcción de una identidad que sintetizaba los dos mo- tropología; procesos que sin duda no son lo mismo: Sobre esta
mentos de su reproducción total como sujeto social. En México, aunque tardíamente y
con sus propias especificidades culturales, en los años veinte encontramos algunos
época se ha afirmado que en México el desplazan~lento puede
sectores de la clase obrera que asumen las características de aquel proletariado que ser sintetizado como el proceso teórico que va de la subcultura a
era el sujeto revolucionario del marxismo, del anarquismo y de sus continuadores. En la producción del sentido (Nivón, 1988). Podríamos agregar que
las zonas fabriles de las ciudades más importantes, en los compauv towns y demás
enclaves industriales de la provincia, existía una clase obrera que asumía su identidad
diferenciándose de los empresarios en el proceso de producción, y en sus prácticas de
vida cotidiana, procuraba controlar su reproducción fabril y su reproducción cotidia- 7. Desde mi punto de vista dos trabajos van a ser antecedentes muy importa?tes
na, aún no le entregaba a la industria cultural el control de su tiempo libre» (Quiroz y en este sentido el de Giménez sobre cultura popular y religión (1978) y el de Anzpe
Méndez, 1991: 112-113). (1987) sobre la cultura en tina ciudad media, Zamora.

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puede ser pensado también como el desplazamiento que va des- nuevos espacios para la modernidad y la reapropiación de otros
de los movimientos sociales y las culturas populares hacia el con- por parte de la tradición; el surgimiento de fonnas nuevas de
sumo cultural y lo ciudadano. O bien, como aquel otro que cam- ciudadanía cultural y las culturas ciudadanas existentes en los
bia sus objetos (¿y sujetos?) de estudio tradicionales -como las contextos multiculturales; entre otros temas.
formas de lucha urbana y nuevos movimientos sociales- por Representantes muy importantes de esta vertiente son: José
nuevas dimensiones analíticas en el habitar la ciudad. En el Joaquín Brunner (1992) en Argentina, Roberto Da Malta (1980
ámbito teórico podría simplificarse como el desplazamiento de y 1987) Y Renato Ortiz (1996) en Brasil, Jesús Marin Barbero
Gramsci a Bourdieu. (1980, 1983, 1987 Y 1989) en Colombia, Norbert Lechner (1982,
En este ambiente se regresa y revaloran las viejas obsesiones 1983 Y 1990) en Chile, Gilberto Giménez (1987), Roger Bartra
del ensayismo latinoamericano acerca de la naturaleza de lo (1987 y 1992), Carlos Monsiváis (1984, 1987) Y Néstor Garcia
nacional, el debate sobre la tradición y la modernidad y la rela- Canclini(l981, 1989, 1990, 1991, 1992, 1994, 1998) en México.
ción entre el sujeto y la masa," Algo característico de esta producción intelectual es que la
El nuevo ensayismo, no es un proceso mexicano, sino lati- mayoría de ellas son sustentadas más en enfoques cualitativos
noamericano. Está ligado a la reflexión cultural e incluye -ade- que cuantitativos y que todas son resultado, además de la refle-
más de antropólogos- a sociólogos y estudiosos de la comuni- xión personal y creatividad propia, de investigaciones de largo
cación y los medios, en prácticamente todo lo largo de América aliento muchas veces concebidas como procesos que permiten
Latina. Ha tenido como sedes lo mismo organizaciones no gu- la formación de grupos y redes de investigación.
be~a~e~tales, de escala nacional o en todo el continente, que En muchas de estas investigaciones lo urbano ha sido reela-
a mstrtuciones académicas (como FLACSO y CLACSO) y un horado como metáfora de la cultura. La ciudad es un laberinto
buen núrnero de universidades. por donde se debe pasear para comprender las complejidades de
La agenda de este neo-ensayismo actualiza las viejas pre- las sociedades latinoamericanas. La falta de orden con que es
guntas en nuevos contextos y con nuevos problemas y propone posible pasear por ella nos lleva a un análisis de la cultura siem-
lo que podríamos considerar un nuevo paradigma de los estu- pre complejo y contradictorio. Por ello, no es extraño encontrar
dios culturales en América Latina.? el encuentro de la diversi- incongruencias en diferentes textos de un mismo autor y posicio-
dad cultural, la multiculturalidad, la globalización y mundiali- nes divergentes entre ellos, precisamente porque la interpretación
zación de las relaciones sociales con relación a los procesos de del sentido, desde tan variados puntos de vista, es necesariamente
producción de sentido; el papel cultural que juegan los medios múltiple y diversa. Lo micro ejemplifica y contiene lo macro. Para
tradicionales y el de las nuevas tecnologías informáticas y de explicamos lo específico de las sociedades latinoamericanas se
comunicación; la reflexión acerca de la nueva naturaleza de los han intentado ejercicios particulares sobre la sociedad brasileña,
bienes simbólicos industriales; los procesos de construcción de chilena y mexicana: Da Malta (1987) nos conduce por la casa, por
su sala, el comedor y las habitaciones, que se encuentran en opo-
8'. Desde el siglo XIX los ensayistas latinoamericanos han desempeñarlo un pape] sición-complementariedad a la calle; por su parte, Leclmer (1990)
muy importante en la constitución de grupos intelectuales y en la reflexión social. Los se interesa por los patios interiores de la democracia y García Can-
cafés, .las tertulias literarias, las crónicas y críticas en periódicos y revistas han sido
sus trincheras para participar en el debate público. El ensayo, por cierto. ha sido un clíni (1989) por las calles, por las entradas y salidas y encrucijadas
género nuevamente actualizado por la producción académica (d. García Canclini de la ciudad. La ciudad para todos es el espacio privilegiado de la
1991 ~ prácti~amente toda la obra de Monsiváis y Bartra), Sobre la importancia de lo~
ensayistas Y filósofos de la cultura y su recuperación heurística véanse Nivón 1998 y
modernidad y de sus procesos contradictorios de nuestras socie-
Reygadas, 1998. ' dades donde conviven lo tradicional y lo moderno, el centro y la
9. Empresa intelectual que nos recuerda la originalidad y éxito que tuvo -durante periferia, el sistema social y la persona, las clases sociales y los
los sesenta y parte de los setenta- otra temía de Oligen latinoamericann- la de la
dependencia. Su existencia confirma la vitalidad de lo que Krotz (1993) denomina
ciudadanos; la ciudad es también metáfora de la cultura, de sus
antropologfas del sur. posibilidades infinitas de conocerla.

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Agradecimientos
versity of Chicago Press.

PRIMERAPARTE
PROBLEMAS

Capítulo primero. Un recorrido de búsqueda


e investigación . . . . . . . . . . . 5
Capítulo segundo. Ciudad y diversidad . . . . 16
Capítulo tercero. Ciudad y conflicto 37
Capítulo cuarto. Ciudad: espacios concretos y espacios
abstractos .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53

SEGUNDA PARTE
A LA BÚSQUEDA DE UN PARADIGMA

Capítulo quinto. La antropología urbana: recorridos


teóricos . 67
Capítulo sexto. Estudiar un problema a escala nacional:
la casa en Italia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89

250 251
TERCERAPARTE
A LA BÚSQUEDA DE UN OBJETO: ESTUDIO DE CASOS

Capítulo séptimo. Pietralata: las luchas por la vivienda. 121


Capítulo octavo. Pozzuoli, la ciudad bella. . . . . 140
Capítulo noveno. Historias de trabajo en Nápoles 161
Capítulo décimo. La afición y la ciudad virtual 189
Capítulo onceavo. La ciudad multiétnica . . . .. 206

A manera de epílogo. Cultura y antropología urbanas


en América Latina: la experiencia mexicana,
por Raúl Nielo Calleja 217

Bíbliografía . . . . . . . 239

252

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