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SINOPSIS
 
 
 
Los ángeles nunca se verán igual otra vez.
 
El maravilloso y carismático Alex, tiene el valor y la
habilidad de un Asesino de Ángeles entrenado. La única y
deslumbrante Willow tiene la belleza y el poder que viene
de ser una mitad ángel.
 
Cuando el poder de la malévola Iglesia de los Ángeles
aumenta, es el momento de que Alex y Willow entrenen a
un nuevo equipo de Asesinos de Ángeles. Willow pronto
descubrirá una nueva faceta de su identidad como semi
ángel, mientras en privado, debe luchar con el
conocimiento de que su padre, Raziel, es un depravado
ángel malvado.
 
 
Alex prometió a Willow que nunca la dejaría, pero con el
destino de la raza humana en sus manos, el destino ha
dictaminado, que Alex y Willow deben separarse una vez
más.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

INDICE
 
 
 
PRÓLOGO
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10 CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12 CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14 CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16 CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18 CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20 CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22 CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24 CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26 CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28 CAPÍTULO 29
 
 
 
 
 
 

PRÓLOGO
 

      Seb
 
Le tomo un largo tiempo a la mujer dejar la casa.
 
Al otro lado de la calle. Seb estaba de pie apoyado contra
una destartalada tienda de comestibles, oculto en las
sombras del amanecer mientras observaba a la mujer en la
puerta principal. Su rostro de pómulos altos tenía una
barba incipiente en su mandíbula. Su cuerpo delgado
estaba relajado y alerta al mismo tiempo como un gato.
Estaba seguro de que este era el lugar correcto. Se veía
exactamente igual de como lo había visto: una casa de color
amarillo dorado en la calle principal, con una puerta de
madera con paneles y un pequeño balcón de hierro forjado
lleno de plantas con flores, una mezcla de rojo y amarillo.
Con las manos en los bolsillos, Seb contó los paneles de la
puerta principal: diez. Luego contó las flores en macetas:
diecisiete.
 

Vamos, chiquita1, que vas tarde al trabajo, pensó.


 
La puerta se abrió y al fin una mujer pequeña, redonda que
llevaba un traje de negocios salió. Rebuscando en su bolso
de mano por las lleves, finalmente las encontró y aseguro la
puerta detrás de ella. Luego se balanceó a su coche en sus
pies regordetes que parecían aplastar sus zapatos de tacón
alto. En el momento en que llegó al coche, de alguna
manera había perdido sus llaves en el bolso de mano otra
vez y tuvo que estar en la acera buscándolas por casi un
minuto, ella sacudió la cabeza con irritación. Seb contuvo
una sonrisa. Sí, todo esto se parecía mucho a ella.
 
En el momento en que el coche de la mujer desapareció en
la esquina, Seb agarró una mochila maltratada que estaba
a sus pies y se la echó al hombro. Ya había comprobado
cómo llegar a la parte posterior de la casa, así que ahora le
tomo un segundo enviar a su otro yo volando, asegurándose
de que estaba despejado. Lo estaba. Cruzo el camino,
paseando en el silencio de la mañana. Una cerca de madera
bordeaba un costado de la casa, Seb saltó para agarrar la
parte superior de la misma, brincándola fácilmente. La
parte trasera de la casa también era justo como él la había
visto, un patio de concreto ordenado, de nuevo lleno de
exuberantes plantas en macetas. Una tumbona descolorida
quedo doblada cerca de la puerta corredera del patio.
 
La ventana con la cerradura rota que había estado
preocupando a la mujer en el segundo piso. A Seb le tomo
sólo unos segundos escalar los enrejados y abrirla. Se dejo
caer silenciosamente en la habitación de color verde pálido
y montones de volantes. Había un aroma a perfume, como
si rociarse a si misma hubiera sido lo último que hizo antes
de salir.
 
Y ahora se había ido durante horas. Su trabajo estaba tan
lejos que no tenía tiempo de volver a casa para el almuerzo,
había sido una de las muchas preocupaciones
insignificantes en su mente el día anterior. Los
pensamientos de la mujer habían sido como hojas en un
torbellino: ninguno pesaba por sí mismo pero el efecto en
general había dejado a Seb con dolor de cabeza al tratar de
concentrarse en ellos. Las lecturas psíquicas no siempre
eran una manera fácil de recoger algunos pesos2,
especialmente cuando quería conseguirlos rápidamente,
para poder comprar algo para comer y regresar a la única
cosa que le importaba. Aún así esperaba que lo que le
había dicho a la mujer la hubiera ayudado. Ella
definitivamente necesitaba relajarse más, aunque estaba
feliz de que ella no había decidido empezar a hacerlo hoy.
 
Al salir de la habitación perfumada, Seb empezó a buscar,
haciendo eco de sus pasos en los suelos de baldosas.
Aunque rara vez irrumpía en las casas ya, hubo un
momento en que lo había hecho con demasiada frecuencia,
con muchos peores motivos que ahora. Con cuidado abrió
las puertas y escudriño las habitaciones. Su rostro se
arrugó en una mueca. Ella tendría uno ¿no? No había visto
a ciencia cierta, simplemente lo había asumido. A
continuación, en la planta baja, lo encontró: un ordenador
en un escritorio en la esquina.
 
Perfecto. Seb se balanceó en la silla y golpeó el botón de
encendido. La escuela local con computadoras que el
público podía utilizar ya había cerrado hoy y no había sido
capaz de conseguir una cama en el albergue para las
últimas noches, donde podía haber tomado prestado el
portátil de alguien. Metió unas pocas palabras en el
buscador, escribiendo lentamente. Una lista de opciones se
desglosó, encontró la que buscaba y la seleccionó.
 
Orfanato Díaz, decía la página principal del sitio web: Un
refugio para los niños. El labio de Seb se curvo. Había visto
muchos orfanatos en los últimos años, pocos podrían
describirse como "refugios". Pero él había averiguado sobre
uno de ellos ayer y tenía que comprobarlo, por lo que sabía,
podría ser el lugar donde finalmente encontraría lo que
buscaba. Su corazón latía más rápido ante la idea, a pesar
de que era demasiado consciente de lo improbable que era.
Tomó un trozo de papel del escritorio de la mujer y
cuidadosamente anotó la dirección, metiéndola en la
mochila, era alrededor de un centenar de millas al este, en
las estribaciones de la Sierra Madre.
 
Entonces, en un impulso saco a relucir un mapa de México,
observando la familiar forma y trazando mentalmente las
líneas en que había viajado arriba y abajo hacia años. Había
empezado en la Ciudad de México y desde entonces rara
vez se había pasado más de un par de semanas en el mismo
lugar. Actualmente se encontraba en Presora, no muy lejos
de Hermosillo, con sus playas de arena blanca y una
multitud de turistas. Presora era más tranquila, sin
embargo, una ciudad muy pequeña que le había tomado
días buscar, comprobando cada persona que pasaba en la
calle, entrando en cada edificio que pudo, enviando a su
otro yo en los que no pudo.
 
No había habido nada. Nada de nada. No fue realmente
sorprendente, en toda su vida, Seb nunca había visto
siquiera un indicio de lo que tanto esperaba encontrar. Pero
tenía que seguir intentando. Era todo lo que podía hacer.
 
Basta de esto había conseguido lo que vino a buscar. Apago
el ordenador y se puso de pie, balanceando su bolso sobre
su hombro y luego su mirada se posó en la estantería de la
mujer y estaba perdido. Se desvió hacia él en cuclillas
mientras miraba con avidez. Muchos de los libros de
bolsillo ni siquiera lucían como si hubieran sido abiertos y
por un segundo Seb estuvo tentado, casi había terminado
su libro actual y no sabía cuando encontraría la próxima
tienda de libros usados para cambiarlo por otro. Toco la
cubierta del lomo de una novela histórica. Podría tenerla
por una semana.
 
Pero no, no había irrumpido aquí para robar, aunque en el
pasado no lo habría pensado dos veces. Con un suspiro,
Seb se levantó.
 
Cuando empezó las escaleras vio un pasillo al lado de la
cocina, con un cuarto de ducha visible. Vaciló, luego fue y
miro dentro. El cuarto de blancos azulejos estaba casi
desnudo: sólo había una toalla de mano y una barra de
jabón de aspecto polvoriento, como si apenas utilizaran la
ducha de aquí. Lo cual probablemente era cierto, la mujer
vivía sola, el cuarto de baño de un rosa prístino que había
visto arriba, tenía todos los polvos y pociones de ella. Una
sonrisa traviesa comenzó a tirar del rostro de Seb. Ok a
esto no podía resistirse, no había sido capaz de estar
realmente limpio en días. Su ropa estaba más limpia que él,
había sido más fácil encontrar una lavandería en esta
ciudad que una cama en un albergue.
 
Entró en la pequeña habitación cerrando la puerta detrás
de él. Tenía un tubo de gel de ducha en su mochila, lo saco,
luego se desvistió y tomo una larga ducha, disfrutando del
agua caliente y la privacidad. Incluso después de tantos
años todavía se sentía como si nunca pudiera dar nada por
sentado. Su cuerpo era firme y tonificado. Mientras se
bañaba, cicatrices que apenas se percibían brillaban en su
piel húmeda más blancas con la edad, otras más nuevas
eran arrugas rojizas. Odiaba no tener una sensación de
limpieza más que cualquier otra cosa, se sentía maravilloso
lavarse la mugre del último par de días.
 
Posteriormente, Seb se seco lo mejor que pudo con la toalla
de mano y se miro en el espejo, echándose el pelo mojado
hacia atrás. Se enroscaba porque lo llevaba muy corto, así
que se lo dejaría ligeramente más largo, manteniéndolo
lejos de su rostro. Un mechón o dos siempre caían sobre su
frente de cualquier modo sólo para atormentarlo.
 
Los vaqueros y su camiseta se aferraban a él cuando se
vistió de nuevo, con el calor del día pronto terminaría de
secarse. Miro en torno al baño para asegurarse de que lo
había dejado de la forma en que lo había encontrado.
Entonces se dio la vuelta y corrió por las escaleras, deseoso
de ponerse en marcha hacia la Sierra Madre y la dirección
en su mochila. En el dormitorio verde con volantes, Seb se
detuvo en la ventana, mirando a su alrededor.
 

-Gracias3- murmuró a la mujer ausente con una sonrisa.


Luego se balanceó con destreza hacia fuera.
 
Hacer auto-stop hasta el orfanato llevaba un tiempo, lo
había hecho algunas veces. Atardecía y un camionero le
estaba dando a Seb un aventón hacia el final del camino,
hablando sin parar sobre su novia. Fumando un cigarrillo
que el hombre le había dado Seb se sentó apoyando la
espalda en el asiento de vinilo de la cabina con un pie
echado sobre el tablero, sólo medio escuchando mientras
saboreaba el sabor familiar. No solía tener dinero en estos
días para tirarlo en cigarrillos.
 

-Así que le dije, chiquita4, no voy a hacer esto, ya te lo dije


un par de veces. Tienes que escucharme cuando te hablo.
Realmente entiendes lo que estoy diciendo, ¿sabes a lo que
me refiero?- el camionero miró a Seb para la confirmación,
él tenía una cara ancha y cejas espesas.
 
-Sí, tienes razón hombre- dijo Seb soplando una bocanada
de humo.
 
-Bien por ti- él prefería estar leyendo que escuchando esta
mierda. Desafortunadamente había una especie de etiqueta
involucrada con el auto-stop. Hacer conversación era el
pago por el viaje.
 
-Pero ella nunca me escucha ¿verdad? No, perdida en su
propio mundo, el único. Sin esperanza. Preciosa, pero...
 
El hombre continuó hablando y hablando.
 
Seb lo observaba sin hacer nada, observando las líneas
rojas que habían aparecido en su aura, como relámpagos.
Cuando había entrado por primera vez en la cabina él
cambio los colores de su propia aura para que encajaran
más con las tonalidades azules y amarillas del camionero.
Él sabía que el hombre no sería capaz de verlo o contarlo,
que sólo era un viejo habito de la infancia cuando mezclar
su aura con la de los que lo rodeaban le había hecho sentir
seguro. Más oculto.
 
Pero cuanto más escuchaba Seb a éste idiota, más deseaba
no compartir su aura. Regreso a sus colores naturales
mientras conseguía una imagen del hombre parado en una
cocina gritándole a una mujer de pelo oscuro de aspecto
asustado. En realidad no era una sorpresa. El camionero
no se sentía como si fuera un peligro para Seb aunque
parecía ser del tipo de los que intimidaría a los más débiles.
Seb sabía que probablemente habría intuido si tuviera algo
de qué preocuparse y siempre estaba la navaja que cargaba
en el bolsillo en caso de que hubiera problemas. No
viajabas solo a México sin un arma a menos que seas
terminantemente estúpido.
 
-Ahora, tómalo por ejemplo- el camionero continuo.
-¿Qué edad tienes, diecisiete, dieciocho?
-Diecisiete- dijo Seb soplando otra bocanada de humo.
Tendría dieciocho en menos de un mes pero no se molesto
en mencionarlo.
-Sí y apuesto a que no tienes ningún problema para
conseguir chicas ¿verdad? El hombre soltó una carcajada,
su aura se rió junto con él, parpadeando naranja.
-Te ves como una estrella de rock, con esa cara y esa barba
de un par de días, todas las chicas te querrán en sus
paredes. Pero toma mi consejo amigo5 nunca las dejes...
 
Puso los ojos en blanco mentalmente, Seb desconectó
deseando poder encender la radio por lo menos. La gente a
menudo comentaba sobre su aspecto, pero su apariencia no
podía conseguirle la única cosa que quería.
 
-¿De dónde eres?- preguntó el hombre por fin, apagando el
cigarrillo en el cenicero repleto.
-¿Sonora? ¿Sinaloa?
-El DF- dijo Seb. El Distrito Federal, Ciudad de México.
Ahora casi estaba oscuro. El tráfico que se dirigía hacia
ellos era una serie de luces que se precipitaban fuera de la
penumbra.
-Mi madre era de Sonora.
-Eso pensé- dijo el hombre, mirándolo de nuevo.
-Apuesto que Francesa, o Italiana.
 
Seb no pudo resistirse.
 
-Italiana- dijo, manteniendo su cara seria.
-Venecia al principio. Mi abuelo era un gondolero, luego
emigró aquí y no había ningún canal así que se volvió
ranchero.
 
Los ojos del camionero se abrieron.
 
-¿En serio?
-Sí claro- dijo Seb, inclinándose hacia delante dando
golpecitos para tumbar la ceniza de su cigarrillo.
-Unas diez mil cabezas de ganado pero creo que su corazón
siempre estuvo con los canales ¿sabes?- podía haber
seguido esta línea por algún tiempo, sólo que el tipo era un
idiota que era demasiado ingenuo para ser divertido.
 
El camionero volvió al tema sin fin, sobre su novia,
destacando sus muchos defectos y las maneras en que iba
tener que mejorar. Un par más de visiones sobre la mujer
siendo acosada vinieron a Seb mientras él seguía hablando,
de modo que para el momento en que llegaron al destino de
Seb y se detuvo a un lado del camino, él podría haber
estrangulado al tipo alegremente. En cambio, se birló el
paquete de cigarrillos y el encendedor del bolsillo de la
chaqueta del camionero mientras se estrechaban las
manos. No había hurtado un bolsillo desde que era un niño
en las calles de la Ciudad de México pero le dio una cierta
satisfacción, aunque en realidad, debería dejar que el
cabrón6 siguiera fumando ya que era malo para la salud.
 
Cuando el camionero se alejó, Seb se dio una rápida
sacudida, liberándose de la energía desagradable como un
perro sacudiéndose el agua. Casi estaba en la Sierra Madre
ahora, de pie sobre una colina en la creciente oscuridad
con las molestas y sombrías montañas que se elevaban
desde el horizonte. Se concentro brevemente para
asegurarse de que no había ningún ángel cerca, entonces
envió a su otro yo a explorar. Como esperaba encontró el
orfanato fácilmente, estaba como a media milla7 por la
carretera, un extenso edificio con un patio de recreo de
aspecto estéril. Se puso un suéter de su mochila y empezó
a caminar permitiendo que su otro yo siguiera volando
mientras lo hacía. La sensación de estirar sus alas era
agradable, habían pasado un par de días desde que se
había trasladado a cualquier lado.
 
Pensando en lo que le había dicho al camionero Seb sonrió
ligeramente mientras caminaba. En realidad, en donde
había estado su madre era la única cosa que Seb sabía de
ella, estaba muerta ahora, la última vez que la vio tenía
cinco años. Del par de recuerdos que tenía, sabía que se
parecía mucho a ella. Brillante cabello castaño rizado,
pómulos altos, ojos color avellana, una boca que las
mujeres a veces llamaban "hermosa" lo que lo hacía rodar
los ojos interiormente aún más. Era un distintivo rostro
norteño. Sonora era un estado donde los inmigrantes
Europeos se habían mezclado por generaciones. En las
calles, los turistas gringos siempre asumían que Seb era
uno de ellos y le preguntaban por direcciones en ingles,
ignorantes al hecho de que millones de mexicanos no lucían
como en las películas del oeste de la televisión.
 
¿En cuánto a su padre, qué sabía? Seb deducía que no
podía haber sido poco atractivo. Ninguno de ellos lo era.
 
Cuando subió la colina, el orfanato apareció a la vista, se
quedó mirando fijamente por un momento con un férreo
control sobre la correa de su mochila. Ahora que estaba
aquí, casi tenía miedo de mirar, la esperanza continua y
luego decepción inevitable, se estaba volviendo mucho más
difícil de soportar. Sin embargo, tenía que lidiar con ello.
La última hora de su vida escuchando al cabrón8 en la
camioneta, se habría perdido por completo si no hacía lo
que había ido a hacer. Y además este podría ser el lugar.
Podría ser el lugar donde finalmente la encontraría.
 
A pesar de si mismo, Seb sintió una punzada de
anticipación que casi era dolorosa, la esperanza que nunca
podría saciar totalmente. Dejo el camino y se tumbo en la
hierba plana sobre su estómago, con el orfanato a la vista
abajo. Concentrándose únicamente en su otro yo, cerró los
ojos.
 
Se deslizó por el valle hacia el edificio deteriorado, sus
amplias alas brillando en la penumbra. Con apenas un
murmullo, pasó a través del muro del orfanato y voló
dentro. Como siempre, sus músculos se tensaron al entrar
en uno de esos lugares. Indeseada, la memoria del cuarto
vino, con total oscuridad con sus cinco años de sí misma
como un peso. Pero la habitación había resultado ser una
bendición disfrazada porque fue allí donde primero se dio
cuenta de lo que realmente era. Era lo único que le había
impedido volverse loco en ese lugar.
 
Nadie vio el otro yo de Seb mientras se deslizaba sin hacer
ruido de habitación en habitación. Vio que este era uno de
los pocos orfanatos que no estaban demasiado mal, estaba
limpio pero si depresivamente vació. Y las auras de los
niños y los adolescentes se veían bastante saludables, una
vez que los encontró sentados en el comedor tomando su
cena con el personal, mostraron signos de aburrimiento en
lugar de abuso. Volando en círculos, Seb los escaneo,
tomando nota de todos los colores. Un azul apagado, un
destello de un color rosa vivo, un suave verde. Ninguno de
ellos tenía siquiera una pizca de plata, pero eso no
necesariamente significaba algo, había estado cambiando
su aura desde que era niño. Mientras se concentraba en
cada uno de ellos abrió sus sentidos, liberando la sensación
de energía casi escuchando. Todo su cuerpo se tenso con
anticipación mientras tocaba la energía de cada persona
con la propia. Todos eran completamente humanos.
 
Lo comprobó de nuevo, sólo para asegurarse, pero su
corazón estaba fuera de ello. A continuación, se obligó a
explorar las otras habitaciones aunque sabía que no iba a
encontrar a nadie más y no lo hizo.
 
Ella no estaba aquí, tampoco.
 
La decepción apretó su garganta como si alguien estuviera
parado sobre ella. Al abrir los ojos Seb trajo a su otro yo del
orfanato y se quedó inmóvil, sin dejar de mirar hacia abajo,
hacia el crudo edificio.
 
Ella. Resopló ligeramente. Ni siquiera sabía si había otros
de su especie, mucho menos que sexo podrían ser. Sin
embargo, de alguna manera siempre había sabido que una
chica alrededor de su misma edad era lo que estaba
buscando. Podía sentirla con tanta fuerza. A pesar de que
no tenía idea de su nombre o como lucia, él la conocía. Por
lo que podía recordar Seb había sentido el espíritu de la
chica, quien era ella. Creía que casi podía oír sus risas a
veces, ver destellos de su sonrisa. No ser realmente capaz
de verla o tocarla, era un dolor constante en su interior.
 
Bruscamente, Seb echó su pelo hacia atrás con ambas
manos. ¿Por qué no se acostumbraba a la decepción de no
encontrarla hasta ahora? ¿En cuántas ciudades había
buscado? ¿Cuántos orfanatos y escuelas? La cantidad de
millas que había pasado caminando ¿cuántas calles? De
repente, se sintió cansado. De alguna manera este último
fracaso se sintió como la última gota.
 
Nunca va a suceder, pensó Seb. Sólo la he imaginado todos
esos años porque deseaba tanto que fuera real.
 
Rodando sobre su espalda observó su propio ángel
mientras se elevaba en el cielo nocturno, alas nevadas
extendidas. Por una vez, la sensación de vuelo no le calmo.
Había estado buscando a su chica mitad ángel durante
tanto tiempo, al principio durante años en las calles de la
Ciudad de México después de que había escapado del
orfanato, comprobando cada aura a su paso. Entonces,
cuando tenía once años, había sido arrojado a las
instalaciones para jóvenes delincuentes, había salido a los
trece y poco después había comenzado su verdadera
búsqueda, viajando por todo el país, buscando en cada
ciudad, cada ciudad y pueblo. En todas partes, por casi
cinco años, sin encontrar ninguna otra aura parecida a la
suya. Sin captar ni una vez, ni siquiera una pizca de su
energía, excepto en sus pensamientos.
 
Por encima Seb sintió un viento fresco susurro de sus alas,
la noche era tranquila y apacible. Basta, se dijo. La idea
parecía flotar en su mente por su propia cuenta, pero el
momento en que lo hizo sabía que era verdad.
 
No podía hacer esto más, no podía tomar la decepción
interminable. Si nunca había visto a otro como él en todos
esos años, en un país tan poblado como México entonces
era hora de que por fin enfrentara la verdad, no había
otros. No había una chica mitad ángel que aparecería
milagrosamente para aliviar su soledad,
independientemente de lo fuerte que creía que la sentía.
No existía. Sólo había sido un producto de su imaginación
todo este tiempo, un hermoso fantasma. Por alguna broma
amarga de la naturaleza estaba solo, el único de su especie
y era hora de que simplemente lo aceptara e intentara
seguir adelante con el resto de su vida, lo que podría traer.
 
La decisión se sentía correcta. También se sentía como si
algo hubiera sido arrancado de su pecho, dejando un
agujero sin forma que nunca se llenaría. Seb yacía sobre la
hierba suave, mirando hacia arriba mientras su ángel
volaba, con tan poco esfuerzo contra las estrellas. Y sabía
que lo que había estado pensando no era del todo cierto,
siempre y cuando tuviera esta otra parte de sí mismo,
nunca estaría completamente solo.
 
Simplemente se sentía así.
 

Capítulo 1
 

Willow
 
Las tijeras estaban frías contra mi cuello.
 
Parada en el baño de nuestro cuarto de hotel con los ojos
cerrados, tratando de no darme cuenta de lo mucho que
odiaba el sonido de cada corte metálico, o la desagradable
sensación de ligereza que se extendía lentamente a través
de mi cabeza. A pesar de lo mucho que sabía que
necesitábamos hacer esto, por supuesto que lo hacía, había
sido mi idea en primer lugar aunque no significaba que lo
estuviera disfrutando. Alex no lo estaba disfrutando
mucho, tampoco. De hecho, probablemente odiaba esta
parte sobre todo. Pero cuando se me ocurrió la idea esta
tarde, él admitió que había estado pensando lo mismo y
ahora las tijeras no vacilaban mientras él trabajaba. Si yo
no hubiera sugerido esto, lo habría hecho él.
 
Era raro, pensar que ambos estábamos tan ansiosos por
hacer algo que en realidad ninguno de nosotros quería.
 
Escuche a Alex poner las tijeras en el mostrador del baño.
-Ok, creo que termine- sonaba inseguro. Temiendo lo que
iba ver, abrí los ojos y me miré en el espejo.
 
Mi una vez largo cabello ahora era corto. Muy corto. Ni
siquiera sabía cómo describirlo. Una especie de corte estilo
pixie, quizás, si los duendecillos hubieran enloquecido con
las tijeras. Y más que eso, ya no era más rubio, si no de un
profundo rubio rojizo que me hacía pensar en otoño y
hogueras. Creí que me iría mejor con mi tono de piel que el
castaño, pero ahora... Trague saliva. En el espejo, mis ojos
verdes estaban muy abiertos e inseguros.
 
No me veía para nada como yo misma.
 
Alex estaba mirándome también.
 
-Guau- dijo.
-Eso hace una gran diferencia.
 
Quería espetar, aún crees que me veo linda ¿verdad? Me
trague las palabras, "Seguir siendo linda", no era el punto,
no es que realmente pensara que lo era de todos modos,
era Alex quien creía eso. Lo importante ahora era seguir
vivos. En la habitación, aún podía escuchar al comentarista
que había estado repitiéndose sin parar desde que
encendimos la televisión.
 
-La policía está buscando urgentemente a la pareja en
cuestión... De nuevo, si los vio, no se dirija a ellos usted
mismo, llame a nuestra línea directa... se sospecha que
están armados y son peligrosos...
 
Sabía sin mirar que estaban mostrando mi foto de
estudiante de segundo año otra vez y que probablemente
estaría en cada sitio web de las Iglesias de Ángeles del
mundo ahora. Para ser honesta, cambiar mi rasgo más
notable en realidad no había sido una decisión difícil. Por lo
menos nadie sabía cómo lucia Alex. Había un bosquejo
policiaco pero era ridículamente malo, el guardia de
seguridad que había estado en la Catedral lo recordaba
cerca de diez años más viejo y cincuenta libras más pesado
de lo que realmente era, construido con músculos como los
de un jugador de fútbol.
 
No podía quitar los ojos de la chica en el espejo. Era una
extraña que había robado mi rostro. Tome el delineador de
cejas rojo que le había pedido a Alex que comprara y lo
pase sobre mis cejas. El efecto era mucho más dramático
de lo que había esperado. Antes, apenas y notaba mis cejas
cuando me miraba. Ahora parecían sobresalir en mí.
 
Esta era yo, ahora.
 
Sentí un extraño temblor, baje el lápiz y pase mis dedos a
través de lo que quedaba de mi cabello. La mitad en punta
y la otra mitad había caído. Alguien, en algún lugar, pagaría
un buen dinero por un corte como este, del tipo de una
modelo de runway9 que vestiría una bolsa de basura y la
mantendría asegurada con imperdibles, quizás.
-Me alegro de que no quieras ser un peluquero- le dije a
Alex.
-Porque no creo que tu trabajo sea muy corriente.
 
Él sonrió y toco la parte trasera de mi cuello, se sintió
extrañamente vulnerable tener la piel de ahí tan expuesta.
-Nadie te reconocería, eso es lo importante- dijo.
-Cristo, casi no te reconozco.
-Oh- dije no quería que sonara demasiado desesperado pero
la idea de que Alex no me reconociera, simplemente...
estaba mal.
 
Atrapando mi mirada, envolvió sus brazos alrededor de mí
desde atrás y me jalo más cerca contra su pecho. La cima
de mi cabeza apenas llegaba a su barbilla.
-Hey- dijo, sus ojos encontraron los míos en el espejo.
-Ambos nos acostumbraremos a esto. Y tú aun eres
hermosa, lo sabes ¿verdad? Solo es diferente, eso es todo.
 
Solté un suspiro, aliviada, él no había dejado de pensar así.
Tal vez era insignificante, con todo lo que estaba pasando
en el mundo pero tanto había cambiado ya, sin necesidad
de cambiar la manera en que Alex me veía, también. Quería
que eso permaneciera así por siempre.
 
-Gracias- dije.
 
Apoyo su barbilla en mi cabeza luciendo divertido.
-Bueno, eso fue una especie de obviedad. Estarías
maravillosa si te afeitaras todo el pelo.
 
Me reí.
 
-No vamos a probar eso ¿ok? Creo que esto es bastante
radical por un día, me apoye contra su pecho,
contemplando su cabello negro despeinado y sus ojos azul-
gris en el espejo. "Maravilloso" en realidad era una palabra
que yo usaría para describir a Alex, no a mí. A veces aún
sentía un cosquilleo como en la mañana de navidad al
darme cuenta de que este chico del que estaba tan
enamorada se sentía de la misma manera por mí.
 
Mientras tanto, mi cabello no dejaba de estar demasiado
corto. O muy rojo. Seguiría recibiendo pequeñas sacudidas
sorpresa cada vez que me mirara, mientras mi mente no
registrara lo que había pasado, todavía.
-Desearía que hubiera alguna manera de que también
pudiéramos teñir tu aura- dijo Alex después de una pausa.
 
Asentí, frotando sus antebrazos tonificados.
 
-Lo sé. Sólo tenemos que ser muy cuidadosos.
 
Mi aura, la fuerza vital que rodea cada ser viviente, era
plata y lavanda, una distintiva mezcla de ángel y humano.
Cualquier ángel que la viera al instante sabría quien era.
La única mitad ángel del mundo, la única que había
intentado destruirlos a todos. Era un riesgo que no podía
evitarse, a menos que planeáramos irnos a vivir a una
cueva en alguna parte.
 
-Como sea, esperemos que la gente no intente dispararme
muy a menudo ahora- dije.
-Esa es la idea- acordó.
-Porque, ya sabes... la forma en que deseo que te quedes
alrededor por un tiempo- sus ojos parpadearon ante los
recuerdos, sabía en lo que estaba pensando sin esforzarme,
porque estaba pensando en lo mismo. El peor día de
nuestras vidas. Cuando me sostuvo entre sus brazos,
apenas hacia un día y creyó que había muerto. Mis brazos
se apretaron sobre los suyos. La verdad era que había
muerto, si Alex no hubiera estado allí para traerme de
vuelta, no estaría aquí ahora.
-Eso es lo que tengo en mente- dije en voz baja.
 
El colgante de cristal en forma de lágrima que me había
dado brillaba en la luz.
 
-Quedarme contigo por mucho, mucho tiempo.
-Hecho- dijo Alex.
 
Su cabeza bajo en el espejo y me estremecí cuando sus
cálidos labios rozaron mi cuello. Entonces levanto la
mirada, escuchando, cuando una nueva voz llego desde la
televisión, una mujer comunicaba con un tono de voz
sureño:
 
-Ella debe estar enferma, eso es todo. Pero sólo porque esta
mentalmente enferma no significa que no sea peligrosa.
Porque como puedes ver en la foto hay una mirada
trastornada en sus ojos...
 
En realidad, lucían más preocupados que cualquier otra
cosa, en ese momento. Alex y yo regresamos a la
habitación, donde dos nuevos comentaristas en la pantalla
estaban asintiendo con gravedad, de acuerdo en que,
efectivamente, debía estar trastornada para llegar a una
tentativa de "acto terrorista" contra La Iglesia de los
Ángeles, como los medios estaban llamando mi intento de
sellar la puerta entre el mundo de los ángeles y el nuestro.
 
Me hundí sobre la cama. La iglesia afirmaba que habíamos
intentado activar una bomba en la Catedral, que yo odiaba
a los ángeles tanto que planee explotar todo el lugar, a
pesar de los miles de adoradores allí atestiguando la
llegada de la Segunda Ola. Yo una bombardera trastornada.
Hubiera sido gracioso si Alex y yo no estuviéramos en tanto
peligro.
 
Una imagen de la Catedral en Denver al día anterior
apareció, su amplia y blanca cópula y enormes columnas, el
estacionamiento congestionado de autos y gente. Y la altas
puertas plateadas, permanecían abiertas mientras
innumerables ángeles salían en tropel. Había visto la
filmación varias veces ahora, no podía quitar mis ojos de
ella. La mire con mórbida fascinación mientras las alas de
los ángeles brillaban doradas en la puesta de sol, saliendo
de la Catedral en un rió interminable de luces y gracia. En
su forma etérea, los ángeles no eran normalmente visibles
excepto para los humanos de los que se estuvieran
alimentando pero ellos hicieron una excepción cuando la
Segunda Ola invadió nuestro mundo. Querían escuchar las
ovaciones de la gente, Nate nos lo dijo. El ganado
aclamando a sus verdugos.
 
La segunda ola y yo estábamos en las grandes noticias del
día. Todos en el planeta parecían estarse debatiendo sobre
lo que esto significaba. Si la filmación sobre ángeles había
sido falsificada o no, lo que significaba para el mundo si lo
había sido. El nuevo programa de noticias mostraba el
mismo clip una y otra vez, con el titular "Llegada angelical"
deslizándose en el fondo de la pantalla. Luego cuando se
cansaron de eso los comentadores tomaron más llamadas
telefónicas que venían de todo el país, personas que habían
visto la llegada de los ángeles, personas que pensaban que
me habían visto, gente que deseaba poder verme, para
poder darme mi "merecido".
 
Me senté observando en tensión. Seguía siendo difícil
creer que hasta hace seis semanas, mi vida era
relativamente normal o por lo menos tan normal como era
posible cuando eres psíquico y reparas autos. Y entonces le
hice una lectura a Beth Hartley, una chica de mi escuela
secundaria anterior en Pawntucket, Nueva York. La había
visto unirse a la Iglesia, ponerse enferma y apática, intente
detenerla, pero no había sido capaz y al mismo tiempo un
ángel llamado Paschar había previsto que yo era la única
que podía destruirlos a todos.
 
Suspiré y mire a los ángeles volando en la pantalla. Dios
desee que él hubiera tenido razón. Pensé en mi madre,
perdida en sus sueños, su mente destruida por siempre por
Raziel, odiaba llamar a ese ángel mi padre, no se merecía
la palabra, por lo que le había hecho. Ella no era la única.
Millones de personas eran lastimadas por la maldad de los
ángeles, millones más probablemente estarían siendo
lastimadas en este preciso momento, mientras todas las
llamadas en la televisión hablaban del amor angelical.
 
Amor angelical. Las palabras dejaban un sabor amargo
cuando sabias que en realidad los ángeles estaban aquí
para alimentarse de la energía de los humanos como si
nuestro mundo fuera su propia granja privada. Y gracias a
algo llamado quemadura de ángel, eran vistos como
criaturas hermosas y bondadosas, incluso cuando la
energía vital de sus víctimas se marchitaba bajo su toque.
El resultado podía ser una enfermedad mental como había
tenido mi madre, o MS10, cáncer o cualquier otra
enfermedad debilitante que pudieras nombrar. Porque
cuando un ángel se alimentaba de ti, había dos verdades:
 
1. Serías dañado para siempre en alguna terrible e
irrevocable manera.
 
2. Adorarías a los ángeles hasta el día que murieras.
 
 
Mire a Alex sentado junto a mí. Disfrutando de las firmes
líneas de su rostro, las pestañas oscuras que enmarcaban
sus ojos, la boca que suplicaba que pusiera mi dedo sobre
ella y trazara su contorno. Para el momento en que Alex
acababa de cumplir dieciséis años, su familia entera había
sido destruida por ángeles. Ahora decenas de sus amigos
habían sido asesinados también.
 

El tatuaje negro AK11 sobre su bíceps izquierdo no estaba


por "Alex Kylar" estaba por "Asesino de ángeles". Alex era
el único AK que quedaba. La única persona en el mundo
que sabía cómo pelear contra ellos. La idea de que algo le
pasara era como cuchillas rebanando mi corazón y nuestro
plan de reclutar y entrenar nuevos AKs no nos mantenía
exactamente alejados de la línea de fuego. Parte de mi
realmente quería irnos a vivir a una cueva, o hasta en la
cima de una montaña Tibetana, o en el medio de un
pantano en cualquier parte, cualquier sitio que fuera
remoto y seguro, así podríamos estar juntos sin
preocuparnos por nada.
 
Pero no teníamos elección y lo sabíamos. No importaba lo
que sentíamos el uno por el otro, teníamos que hacer algo
respecto a lo que estaba pasando.
 
Me apoye en Alex y él puso su brazo alrededor de mi
jalándome más cerca. Su mandíbula apretada, el número
especial para llamar si me habías visto estaba apareciendo
de nuevo en la pantalla.
 
-Dios estoy tentado de solo quedarme aquí por un par de
días más- murmuró.
-Nadie esperaría que estuvieras escondida tan cerca de
Denver. Deberíamos esperar hasta que las cosas se calmen
un poco, así...
-Alex espera- interrumpí. La urgencia barrió a través de mí.
De repente me sentí enferma por la tensión, la recepción,
pensé.
 
Podía ver en mi mente, el ligeramente aboyado mostrador
en que yo y Alex nos habíamos registrado anoche, ambos
estábamos tan cansados que nos estábamos tambaleando.
Estaba cubierto por una lámina de vidrio, con el mapa del
motel exhibido por debajo. También había un viejo timbre
pasado de moda, con una especie de pequeño botón encima
para que los huéspedes llamaran por atención. Detalles
irrelevantes golpearon a través de mi cabeza, sintiéndose
oscuros y siniestros. Tenía que ir ahí. Ahora.
 
Preocupación invadió el rostro de Alex.
 
-¿Willow? ¿Qué pasa?
-Estoy bien, yo sólo... Necesito revisar algo- tengo que salir.
 
Podía sentirlo comenzando a protestar ante la idea de mí
dejando el cuarto de hotel. Entonces, se dio cuenta de a lo
que me refería.
 
-Sí, ok- dijo.
-Ten cuidado.
 
Asentí con la cabeza. Y respire profundamente, fui a mi
interior tratando de alcanzar mi ángel.
 
Ella estaba ahí, esperando, una radiante versión de mi con
alas, menos el halo del ángel que era parte de mi. Sus alas
se plegaron graciosamente detrás de su espalda y vi que su
cabello era muy corto también, enmarcando su rostro
sereno. Mis hombros se relajaron un poco. Sólo estar cerca
de ella era una caricia.
 
Con un parpadeo mental, cambie mi conciencia con la de
ella y salí de mi forma humana. Mis alas de ángel se
estiraron abiertas y pase a través del techo del hotel con un
centelleo. Elevándome hacia el final de la tarde de
Colorado. Volando. Incluso en un momento como este, me
dio un placer estimulante. Aun seguía conociendo a mi
ángel, la mayor parte de mi vida, ni siquiera sabía que
estaba ahí.
 
El frío de noviembre acarició mis alas mientras volaba a la
recepción del edificio. Otra breve ondulación y me deslice
por la pared y entonces vi al oficinista de anoche hablar por
teléfono con un codo apoyado en el escritorio. Estaba
mirando la televisión en la esquina del vestíbulo.
 
En la pantalla, mi foto escolar le devolvía la sonrisa.
 
-Bien, no puedo decir a ciencia cierta, pero... Sí, estoy
malditamente muy seguro- dijo.
-Llegaron como a las diez anoche, luciendo muertos para el
mundo, luego esta mañana le pidieron administrador pasar
otra noche en el cuarto. Siguen ahí dentro ahora. Han
estado ahí todo el día, por lo que yo sé.
 
Terror presiono mi garganta. Por lo menos no se había dado
cuenta de que Alex había dejado la habitación un rato, para
ir a comprar el tinte para el cabello y tijeras. Me abalance y
aterrice, bajo mis pies etéreos la alfombra se sentía rara,
insustancial. Volví a la habitación de hotel a mi forma
humana que permanecía sentada en la cama, con los dedos
de Alex entrelazados con los míos apretadamente.
 
-Se supone que bajarán y pagarán una noche extra pronto.
¿Quiere que los retenga por usted? Oh, ok... Sí, ya veo...
 
Detrás del escritorio, otra oficinista estaba esperando con
los ojos muy abiertos. Cuando el hombre colgó el teléfono,
ella dijo.
 
-¿Y bien?
-Ella dijo que no nos acerquemos a ellos, que están
enviando a alguien aquí ya mismo. Hay un coche patrulla
en camino ahora a sólo un par de cuadras de aquí, él negó
con la cabeza.
-Hombre ¿no ser insensatos y si lo son ellos? Fugitivos
peligrosos, escondiéndose en un pueblecito somnoliento
como Trinidad...
 
No escuche el resto, ya estaba regresando velozmente a
nuestra habitación en un batir de alas. Encontré a mi yo
humano de nuevo y convergimos. Mis ojos revolotearon
abiertos.
 
-El recepcionista de anoche nos reconoció- estallé.
-La policía está en camino.
 
Alex juro mientras se lanzaba fuera de la cama.
-Ok olvida lo de quedarnos vamos a salir de aquí, ahora- él
desabrocho sus pantalones ajustando la funda y la pistola
bajo su cinturón cuando estaban firmemente ocultas, se
metió al baño y agarro el delineador de ojos, las cosas para
teñir el cabello, metiéndolo todo en la bolsa de compra de
donde habían salido, siguió con los largos mechones de mi
cabello que habían caído al suelo. Él robo un paño para
limpiar del hotel y lo paso por todas las superficies,
removiendo cualquier signo del tinte y lo metió en la bolsa
también.
 
Tratando de mantener la calma, busque a tientas las
zapatillas negras que eran los únicos zapatos que tenía
ahora. Entonces, escuche lo que estaban diciendo en
televisión y levante la mirada. Mis manos ralentizaron y se
detuvieron.
 
...Un nuevo y dramático desarrollo acaba de ser lanzado
por las fuerzas del orden Pawntucket, Nueva York. Este fue
el escenario de ayer por la noche en la calle Nesbit, el
antiguo hogar de la presunta terrorista Willow Fields.
Cuando la casa de la tía Jo apareció en la pantalla, oí una
exclamación entrecortada me di cuenta desde un lugar
lejano que venía de mi. Me congelé, mi mente no era capaz
de procesar lo que veía.
 
La casa en la que había vivido desde que tenía nueve años
estaba en llamas.
 
No había duda, incluso con las imágenes temblorosas que
parecía que alguien había tomado con su celular, era la
casa de la tía Jo, la casa victoriana, crujiendo y
desmoronándose en el lugar. Incluso los adornos del jardín
delantero estaban ardiendo. Apenas podía distinguir uno de
los gnomos y estaba envuelto en llamas como un extraño
espíritu de fuego.
 
La imagen cambio a ruinas ennegrecidas, con los bomberos
recogiéndolas. El segundo piso de la casa se había ido
completamente, sólo oscuridad y dedos esqueléticos
quedaban aquí y allá. Mire a la parte manchada de lavanda
en el muro. Mi habitación.
 
...Causas desconocidas, aunque la policía local sospecha
que los vigilantes de la Iglesia de los ángeles podrían estar
detrás de las llamas. Los primeros reportes indican que no
hay sobrevivientes. Los cuerpos de dos mujeres fueron
encontrados en las ruinas, se cree que son Miranda y
Joanna Fields, la madre y la tía de Willow Fields...
 
En la pantalla de televisión había dos bolsas para
cadáveres en camillas, que estaban llevando a la casa que
seguía estando carbonizada.
 
Capítulo 2
 
Willow
 
 
Comencé a temblar mientras las palabras se hundían en
mis oídos. En la pantalla había un bombero deslizándose en
los escombros. Me quedé sin palabras mientras la bolsa con
forma humana era transferida a la camilla.
 
-Willow- Alex estaba en cuclillas frente a mí, su voz casi un
gruñido mientras sujetaba mis hombros.
-Lo siento, pero si no salimos como el infierno de aquí,
vamos a ser los siguientes. ¡Vamos!
 
De alguna manera me las arregle para asentir con la
cabeza. No podía respirar. Mi cuerpo entero se sentía
aplastado por el peso de lo que había visto. Mamá, mamá.
Me levante y tome la pequeña foto de mi misma con el
árbol de sauce de donde la había puesto junto a la mesa y
la metí distraídamente en el bolsillo de mis vaqueros. Era
todo lo que quedaba de mi antigua vida ahora. Alex
mantuvo la TV encendida mientras abría la puerta y miraba
hacia afuera.
 
-Está limpio- susurro, medio volteado y tendiendo la mano
hacia mí.
-Que no parezca que tenemos prisa pero estate lista para
correr.
 
No hay sobrevivientes, no hay sobrevivientes. Las palabras
golpearon a través de mi cráneo mientras entrábamos al
estacionamiento, tomados de la mano. Las únicas personas
a la vista eran una pareja descargando sus cosas de un
coche, ninguno de ellos estaba mirándonos. Cuando
llegamos a la motocicleta, Alex me dio el casco y metió la
bolsa de plástico en el compartimento de almacenamiento.
Mis dedos se sentían gruesos y torpes mientras trabajaba
las correas del casco.
 
Un coche de policía estaba saliendo por la calle, mientras
rugíamos en la otra dirección. Apenas me di cuenta. Me
aferre con fuerza a Alex. Una y otra vez seguía viendo las
dos bolsas para cadáveres. ¿Habría salido mamá de su
mundo de sueños antes de que ocurriera? ¿Se habría dando
cuenta de lo que estaba pasando? Oh, por favor, no. La idea
de que estuviera asustada y atrapada, incapaz de escapar,
dolía tanto, que pensé que me mataría. Me acurruque
contra la espalda de Alex mientras el frío aire de la
montaña nos golpeaba, manteniendo los ojos cerrados,
tratando de no vomitar.
 
No estaba segura de cuánto tiempo había pasado, podían
haber sido minutos u horas. Pero un rato más tarde, una
vez habíamos cruzado la línea estatal en Nuevo México,
Alex salió de la autopista y entro a un pequeño pueblo.
Cuando llegamos a la estación de servicio, se detuvo y
aparcó la moto fuera de la vista en la parte trasera. Mis
piernas se sentían rígidas e irreales mientras desmontaba,
como si fuera un zombi que acababa de arrastrarse desde
la tumba.
 
La cara de Alex estaba llena de compasión mientras ponía
el brazo alrededor de mis hombros.
 
-Vamos tenemos que hablar- dijo. Me condujo al baño.
 
Hablar. La palabra parecía ajena. Me encontré dándole la
vuelta para diferentes significados posibles. Me quede
abrazándome a mi misma mientras él cerraba la puerta
detrás de nosotros. En algún lugar profundamente en mi
interior podía sentir las lágrimas esperando como un
maremoto. Si me perdiera en ellas, me sobrepasarían y me
ahogarían para siempre.
 
El cabello de Alex fue despeinado por el viento cuando se
volvió hacia mí, sus manos tomaron las mías, sintiendo su
calor y fuerza.
 
-Willow escucha- dijo con urgencia.
-Cuanto más lo pienso, con mayor razón no tiene sentido.
Me refiero a que, efectivamente, la Iglesias de los Ángeles
podría querer a tu madre muerta ¿pero por que iban a
cargarse también a tu tía? Todos en Pawntucket sabían
que ustedes dos no se llevaban bien ¿verdad?
 
Negué con la cabeza, demasiado traumatizada para
entender a donde iba con esto. Sin embargo, estaba en lo
cierto. Era una ciudad pequeña y la tía Jo no era del tipo de
las que mantenían las quejas para sí misma. Todo el mundo
había sabido cuanto le suponía tener que soportarnos a las
dos, incluso con el dinero que obtenía a veces de mis
lecturas psíquicas.
 
-Además tu tía creyó lo que la Iglesia dijo sobre que te
escapaste con un novio secreto ¿así que por qué matarla?-
Alex continuo.
-Ayuda a su historia si ella está alrededor y si el objetivo
era tu madre, tendría más sentido que solo la metieran a
una casa en algún lugar y luego deshacerse de ella
discretamente. No te alejas con la persona para incendiar
su casa hay muchas maneras en que podría salir mal.
 
Un dolor de cabeza se disparo en mi frente. Apenas podía
entender el significado de sus palabras.
 
-¿Alex qué estás diciendo?
 
Vaciló, sus manos aun sosteniendo las mías. Finalmente
dijo:
 
-¿Esto puede sonar extraño pero puedes tratar de sentir a
tu madre?
 
Entendimiento golpeo a través de mí.
 
-¿Tú... tú no crees que en realidad estén muertas?
 
Podía ver el conflicto en sus ojos, su renuencia a darme
esperanzas contra lo que sea que estuviera pensando.
 
-No lo sé- dijo.
-Pero esto no se siente correcto. La casa incendiándose de
esa manera simplemente parece demasiado conveniente de
algún modo. Casi como algo que harías para llamar la
atención.
 
Tragué duro, apenas atreviéndome a tener esperanza.
 
-Aunque, podría haber sido una turba revoltosa. La gente
incendia lugares a veces. Y las personas mueren a causa de
eso.
-Sí, lo hacen. Mira, podría estar totalmente equivocado.
Pero sólo inténtalo ¿ok? ¿Trata de sentirlas?
 
Casi no quería intentarlo, no quería permitirme ni siquiera
esta pequeña cantidad de esperanza, sólo para ser
decepcionada. Tome un profundo y tembloroso respiro
tratando de despejar mi mente lo suficiente para
concentrarme.
 
Mamá.
 
Imagine su cabello rubio claro, como mi propio tono
natural, sus ojos verdes que solía brillar con
reconocimiento cuando me veía. Su olor, el cual no era
champú ni loción para el cuerpo sino una mezcla de ambos
y algo más que simplemente era ella, mi madre, el aroma
en el que cuando era pequeña deseaba acurrucarme para
siempre. Incluso después cuando ella había dejado de
responder a cualquiera en absoluto, seguía sentándome
cerca de ella en ocasiones mientras ella se sentaba perdida
en su mundo de sueños, respirando ese aroma deseando
que las cosas fueran diferentes.
 
No tomo mucho tiempo que mi mamá estuviera firmemente
en mi cabeza, ella nunca estaba muy lejos de mis
pensamientos. Deje mi mente a la deriva, buscando.
¿Estaba ahí afuera en alguna parte? ¿Por favor?
 
Interminables minutos pasaban. Me puse de pie contra el
frío lavabo de porcelana con los ojos cerrados, tratando de
no forzar las cosas, a pesar del golpeteo en mi corazón, la
pequeña agonía de esperanza que había surgido dentro de
mí. No presiones, solo relájate... Flota... ¿Mamá, estás ahí?
 
Nada. Oscuridad. Mi garganta se cerró mientras la
esperanza parpadeaba y moría.
 
Y entonces, en alguna parte en el vacío, creí atrapar algo,
el más leve indicio de una presencia. La alcancé
explorándola con cautela y de pronto una mezcla salvaje de
sensación me invadió. El olor de mamá, su voz, su esencia.
 
Ella estaba feliz. Ella estaba a salvo.
 
-¡Alex ella está viva, está bien!- chille.
-¡Puedo sentirla!- me lance hacia él abrazándolo con fuerza,
me atrapó riendo y me levanto brevemente del suelo. Al
principio pensé que estaba riendo también pero luego me
di cuenta de que las lágrimas habían llegado después de
todo, en ese momento cuando todo estaba bien, algo en mi
se había roto como una bandita elástica raída y estaba
llorando como si nunca fuera a ser capaz de detenerme.
 
Los brazos de Alex se apretaron alrededor de mí.
 
-Está bien- susurro, sus labios moviéndose en mi cabello
mientras me mecía.
-Shh todo está bien, todo estará bien...
 
Trate de responder y no pude. Creí que ella estaba muerta.
Oh Dios, realmente había pensado que mi madre estaba
muerta. Remotamente sentí a Alex alzarme y hundirse en el
suelo de baldosas agrietadas, con los brazos aun
firmemente a mí alrededor. No dijo nada más, simplemente
me abrazo y me dejo llorar, acariciando mi espalda y
ocasionalmente besando la parte superior de mi cabeza.
 
Finalmente algo parecido a la calma comenzó a volver. Me
aparte, limpiándome las mejillas húmedas.
 
-¿Cómo lo sabías?- pregunte temblorosa.
-¿Cómo?
 
Él aparto un mechón de cabello de mi frente. Podía ver lo
profundo de su alivio.
 
-No lo hacía, yo sólo en serio, realmente esperaba estar en
lo correcto.
-¿Tu tía Jo está bien también?
 
La vergüenza quemo como un lanzallamas. Me había
olvidado por completo de ella. Pero cuando revise, ella
estaba bien. En realidad, mejor que bien, ella parecía más
feliz de lo que jamás la había sentido. Deje escapar un
suspiro. Tía Jo y yo habíamos vivido en la misma casa llena
de desorden y críticas sin llegar a ser cercanas, de hecho
había momentos en los que la odiaba pero saber que estaba
bien me ablandó de nuevo.
 
Me sentí apaleada cuando nos levantamos como si hubiera
sido golpeada por un centenar de puños. Me metí al
cubículo por algo de papel higiénico para limpiar mi cara.
 
-¿Así que el fuego sólo era una cubierta, entonces? Alguien
realmente quiere que el mundo crea que mi mamá y tía Jo
están muertas.
 
Alex asintió con la cabeza, apoyando un hombro de aspecto
firme contra la pared.
 
-Creo que podría haber sido la CIA.
 
Levante la vista
 
-¿Te refieres a Sophie?
-Sí tal vez. Nate dijo que otro departamento estaba
resguardando el Proyecto Ángel ahora que se habían
infiltrado. Ella podría haber conseguido su ayuda para
establecer el fuego y sacar a tu madre y a tu tía de allí,
manteniéndolas a ambas seguras por lo que los ángeles no
podrían utilizarlas para llegar a ti.
 
Me quede en silencio mientras tiraba el papel húmedo en el
bote de basura desbordante. El Proyecto Ángel había sido
el departamento encubierto de la CIA para el que Alex
había trabajado, después de que fuera tomado por los
ángeles, Sophie y Nate eran los únicos dos agentes que
quedaban. Ahora Nate un ángel renegado que había
tratado de ayudar a la humanidad estaba muerto y aunque
asumía que Sophie seguía viva, no tenía ni idea de dónde.
Ella me había dejado en la Iglesia de ángeles sin ninguna
manera de contactarla, creyendo que yo iba a morir igual
que Nate.
 
Y sí tal vez había accedido a ese plan pero aun así era un
poco difícil para mí que me agradara Sophie después de
eso. Sin embargo, si Alex estaba en lo cierto y realmente
había tomado a mi mamá bajo su protección, entonces
oficialmente ella era mi nueva persona favorita.
 
Un pensamiento escalofriante vino.
 
-Espera un minuto, si mamá y tía Jo están bien, quiénes
estaban en las bolsas para cadáveres, Alex se encogió de
hombros.
 
-¿Dos mujeres cerca de la edad adecuada? No sería difícil
para la CIA encontrar un par de cuerpos no reclamados, los
depósitos de cadáveres en la ciudad Nueva York deben
estar llenos de ellos.
 
En un instante vi de nuevo la bolsa para cadáveres en la
camilla, deslizándose cuando el bombero tropezó. Oh Dios
mío ¿Quién había estado en ella?
 
-O quizás las bolsas tenían gente viva dentro, sólo para que
pareciera adecuado para las cámaras añadió Alex.
-Depende de quién estaba en la escena. Ya sea que fuera la
CIA o no.
-Me gusta esa versión, mejor- dije en voz baja.
-Ok. Iremos con esa, entonces- Él envolvió sus brazos
alrededor de mí y cerré los ojos, sólo tomando su solido
calor. No había palabras para explicar lo que sentía por
Alex, por lo agradecida que estaba, ni siquiera con todo lo
que había pasado, de alguna manera todavía nos teníamos
el uno al otro.
 
Finalmente carraspee tocando la mancha de humedad en
su camiseta.
-Te puse todo mojado.
-No te preocupes, soy a prueba de agua- apretó mi mano.
-Vamos, será mejor que nos pongamos en marcha. Todavía
tenemos que cruzar todo Nuevo México para llegar al otro
lado.
-No espera- dije.
-Hay algo que quiero hacer primero.
 
Y luego poniéndome de puntillas, enrede mis brazos
alrededor de su cuello, apretándome contra él y besándolo
profundamente. Sentí su pulso contra el mío y atrapó mi
aliento mientras sus manos se deslizaban en los bolsillos de
mis vaqueros, acercándome más todavía. El suave y salvaje
calor de su boca, la sensación de su cabello mientras
pasaba mis dedos a través de él... No quería que esto
terminara. Pero finalmente, suavemente, nos separamos.
 
-Guau- murmuró Alex. Él acarició mi cuello.
-¿Qué fue eso?
-Bueno, A porque quería y B... me detuve...
-B para decir gracias. No sé si se me hubiera ocurrido a mí
buscar psíquicamente a mamá, después de lo que vi en la
televisión. Pude haber pasado el resto de mi vida sólo
pensando que ella se había ido- mi pecho se apretó, no
podía decir nada más.
 
Alex puso su mano en mi mejilla. Sus ojos se veían más
oscuros de lo habitual, un gris tormentoso que me derretía.
 
-Somos un equipo- dijo en voz baja.
-Siempre ¿recuerdas?- luego sonrió.
-¿Hey se supone que ahora debo decir "de nada"?
 
Me las arregle para encogerme de hombros casualmente
mientras mi pulso se aceleraba.
 
-Ya sabes, creo que deberías hacerlo. Es bueno ser
educado.
 
Puso sus brazos alrededor de mí.
 
-Educado es mi segundo nombre.
-Creí que era James.
-Sí, "Educado James" mis padres tenían un gusto raro en
nombres. Él puso su cabeza en la mía de nuevo, luego
ambos saltamos cuando el pomo de la puerta tembló.
-Hey- la voz de un hombre.
-¿Hay alguien ahí?- ahogue mi risa contra el pecho de Alex.
-Saldremos en un minuto- grito.
-¿Qué va a pensar cuando salgamos?- susurre.
-Bueno, la verdad, obviamente. Dos adolescentes salvajes
haciéndolo en el baño, me dio un beso rápido y nos
apartamos.
 
Fui al fregadero y me eche agua fría en la cara. En el
espejo, mi pelo corto era como una explosión por el viento y
el llanto. Todavía se veía muy rojo. Solté un suspiro
mientras trataba de alisarlo, deseando haberle pedido a
Alex comprar un cepillo para el cabello.
-Sabes que creo que el color hace que tus ojos sean más
verdes- dijo Alex de repente.
 
Levante la mirada con sorpresa.
 
-¿De verdad?- Él asintió con la cabeza, estudiándome.
-En serio así es. Lucen mucho más vivos ahora o algo así.
Toco un mechón de mi cabello erizado, pasando su dedo
suavemente a través de él.
-Te ves hermosa Willow.
 
Lo dijo en serio por lo que podía ver. Sonreí.
 
-¿Crees que podrías acostumbrarte a mí como una
pelirroja?
-Hmm, decisión difícil. Creo que puedo lidiar con ello- Alex
beso mi nariz, luego cerró los ojos. Sentí el ligero
desplazamiento mientras elevaba su conciencia a través de
sus chakras, hasta que estaba en algún lugar sobre su
coronilla.
-Ok, el estacionamiento está limpio de ángeles, por lo
menos- dijo después de un segundo.
-Que hay de ti ¿sientes algo?
 
Había estado revisando, relajando mi mente e imaginando
la estación de servicio. Ninguna sensación en particular
vino.
 
-Creo que estaremos bien.
 
Dejamos el baño tomados de la mano. Mis mejillas estaban
ardiendo.
 
-Lo siento- dijo Alex al hombre que esperaba fuera. No
sonaba como si lo sintiera, podía ver que estaba tratando
de no reír. El hombre negó con la cabeza y no contesto,
desapareció dentro y azotó la puerta.
-Él cree que soy una puta- dije mientras volvíamos a la
motocicleta. Estaba casi oscuro ahora, las farolas de la
ciudad estaban echando suaves estanques de luz a lo largo
de la carretera principal. La alegría de que mamá estuviera
viva aún latía dentro de mí, haciendo mis pasos más ligeros
y elásticos.
-Indudablemente- dijo Alex.
-Pero él cree que soy afortunado, comenzó a decir algo más
y se detuvo, mirando a través de la calle.
 
Siguiendo su mirada, vi una zona comercial en decadencia
con una tienda de caridad "Goodwill"12 en la esquina. Las
luces estaban encendidas y sabía que Alex estaba pensando
en entrar si era seguro. Ninguno de nosotros tenía nada de
ropa, aparte de lo que llevábamos puesto y difícilmente
algo más, para el caso.
 
Deje que mis pensamientos vagaran hacia la tienda,
escaneando.
 
-Está bien- dije.
-Se siente casi vacío.
 
El asintió con la cabeza, sus ojos entre cerrados ante la
idea.
 
-Tal vez deberíamos correr el riesgo- dijo.
-Si tienen algún equipo de acampada de segunda mano,
podríamos evitar moteles hasta que encontremos un lugar
seguro en México para refugiarnos. Además de que a lo
mejor podemos conseguir otro casco, por lo tanto nuestros
rostros estarán ocultos.
 
-Oh- dije.
 
Alex bajo la mirada hacia mí.
 
-¿Qué?
-Nada sólo pensé que estabas pensando en la ropa- sus
cejas oscuras se arquearon con diversión mientras
continuábamos hacia la moto.
-¿Estamos en una carrera y te preocupas por la ropa?
-Alex he usado esta ropa durante tres días ahora, está
haciendo falta. Y lo sabes, mientras estemos allí de
cualquier modo...
-Esto es cosa de chicas ¿no es así?
-Es posible que sea cosa de chicas- admití.
 
La tienda Goodwill era enorme pero la hora de cierre
estaba tan cerca que éramos los únicos allí. La anciana
detrás del mostrador estaba leyendo una novela romántica
y ni siquiera levanto la vista cuando entramos.
Conseguimos algo de ropa, Alex encontró otro casco para la
motocicleta, además de dos sacos de dormir antiguos y una
tienda de campaña de dos hombres. Entonces, cuando
estábamos cargando nuestras cosas hacia la caja
registradora, los vi, un par semi nuevo de zapatillas
converse uva-purpura justo de mi tamaño.
 
-Alex, mira, mira- me abalancé y me los probé, encajaban
perfectamente. Y sólo valían cuatro dólares.
-Ok estos definitivamente son míos- me puse de nuevo el
viejo par de zapatos de deporte con los que había ido a
comprar.
 
Alex sonrió.
 
-Hey, excelente- luego tomo mi rostro y comenzó a reír.
-¿Esto es otra cosa de chicas? Nunca había visto a alguien
pudiera lucir tan feliz por un par de zapatos antes.
 
Tenía razón. No podía dejar de sonreír. Quizás era estúpido
pero me sentía como si hubiese recuperado una pequeña
parte de mi misma que había perdido.
 
Habíamos aparcado en un costado del edificio, en las
sombras. Cuando regresamos a la moto Alex si quito la
camiseta azul que había estado usando por los últimos días
y cogió la bolsa con la ropa. El calor se agitó a través de mi
cuando vi los músculos de su pecho y sus brazos moverse.
Habíamos estado juntos durante más de un mes pero me
sentía como si ya no pudiera imaginar mi vida sin Alex
ahora.
 
-En realidad no es justo, sabes- dije apoyándome contra la
motocicleta.
-Yo no puedo simplemente comenzar a cambiarme de ropa
aquí afuera de la forma en que tú lo haces.
 
El tatuaje AK en el bíceps de Alex se flexionaba mientras se
ponía una camiseta térmica blanca de manga larga sobre
su cabeza, se puso una camisa a cuadros de color rojo
desteñido sobre esa, dejándola abierta. El levantó una ceja
mientras se enrollaba las mangas una cuantas vueltas.
 
-Ve a por ello. No me importa- me reí.
-No, apuesto a que no. Buen intento- puse nuestra bolsa de
ropa en el compartimento de almacenamiento de la moto,
presionando hacia abajo para que la tapa cerrara.
-¿Cuánto dinero nos queda?- pregunté. Todo había sido muy
barato pero aun así casi habíamos gastado cien dólares.
 
Alex se puso en cuclillas para sujetar la tienda de campaña
bajo la parte trasera del asiento.
 
-Digamos que estoy muy contento de no tener que gastar
más dinero en hoteles.
 
Mordí mi labio. Que mal. Parte de la razón por la que
íbamos a México aparte de que prácticamente todo Estados
Unidos estaba buscándonos ahora, era porque era barato.
 
-Debemos tratar de ahorrar dinero en comida también dije
mientras Alex ataba los sacos de dormir a la moto.
-Si vamos a tiendas de comestibles en lugar de a
establecimientos de comida rápida a partir de ahora,
podemos...- me interrumpí, inspirando con fuerza.
 
Una multitud de relucientes y blancos ángeles estaba
planeando por encima del centro comercial, quince o veinte
de ellos. Volaron a través de la calle partiendo de nosotros
en un ángulo, sus grandes alas acariciando el aire.
 
Al ver mi cara, Alex se levanto a toda prisa, percibí su
cambio de energía. Su expresión se endureció cuando vio
los ángeles.
 
-Retrocede- dijo sin quitar los ojos de ellos. Presionados
contra el costado del edificio, Alex me protegió con su
cuerpo, tratando de ocultar mi aura con la suya. Saco su
pistola de debajo de su cinturón. Oí un leve chasquido
cuando le quito el seguro.
 
Los ángeles siguieron su camino sin notarnos,
dolorosamente gloriosos frente a los edificios y las casas en
ruinas. Los mire por debajo del brazo de Alex, mis
emociones eran un tumulto. Esa belleza mortal era la mitad
de mí. Yo no era un depredador como ellos pero la mitad de
mi era un ángel de todos modos. A medida que la multitud
se hizo más distante, ellos parpadearon dentro y fuera de
las luces de la calle como las estrellas, por ultimo
desapareciendo de la vista.
 
Sentí a Alex registrar el área alrededor de nosotros y luego
relajarse.
 
-Está bien, ahora está limpio.
 
Salimos de las sombras y nos vimos el uno al otro. Mis
piernas se sentían como algodón. Si los ángeles nos
hubieran visto, ya estaríamos muertos ahora.
Especialmente yo, después de lo que había hecho, si
todavía creían que era la única que podía destruirlos a
todos. Sabía que Alex estaba pensando lo mismo pero
ninguno de nosotros lo dijo.
 
-Eso fue realmente una gran multitud- dije al fin.
-Sí, nunca había visto una de ese tamaño antes- él guardo
su pistola, dejando al descubierto una línea de tonificado
estomago, plano.
-Creo que son de La Segunda Ola, tal vez se dirigían a vivir
a Albuquerque.
 
Trague saliva. Esto estaba comenzando, entonces. La
Segunda Ola de ángeles, acomodándose en nuestro mundo
junto a la primera. En silencio, Alex se agachó para
terminar de fijar nuestras cosas a la moto, cuando se
enderezó de nuevo envolvió sus brazos alrededor de mi,
sosteniéndome cerca por un largo rato.
 
-¿Estas lista?- pregunto.
 
Asentí, de repente no podía esperar a estar lejos de este
lugar.
-Sí, vamos.
 
Conducimos durante horas, en dirección sur por carreteras
secundarias, deteniéndonos solo una vez para llevar comida
de una pequeña tienda de servicio en las colinas del norte
de Alamogordo. El terreno se volvió desierto, basto y vació,
con las estrellas brillando sobre nuestra cabeza. Una vez
mientras bordeábamos un pueblo, vi otro ángel en vuelo, su
figura de un blanco puro resplandeciente contra el cielo
nocturno. Mientras miraba, se giro bruscamente sobre un
ala y cayó en picada mortal como una flecha. Aparte la
cabeza mientras acelerábamos, odiando lo que sabía que
estaba sucediendo en ese momento.
 
Comenzamos a subir de nuevo las montañas, el viento frío
azotó mi cara y mis brazos. Me estremecí, presionándome
contra la espalda de Alex, estaba agradecida cuando
finalmente dejamos la carretera. Se sentía tarde, después
de la media noche.
 
-Creí que en Nuevo México se suponía que era caliente dije
mientras nos bajábamos de la motocicleta. Nos llevo por un
camino de tierra que nos condujo profundamente en el
bosque, estábamos en el fondo de un estrecho cañón. La
luz de luna proyectaba un tenue resplandor plateado, podía
ver mi aliento en el aire.
-No está aquí- dijo Alex mientras desataba la tienda. Este
era su terreno, parecía conocerlo por dentro y por fuera.
Busque fríamente en el compartimento de almacenamiento
el suéter que había comprado, poniéndomelo sobre el que
ya estaba usando y recordé que Alex ni siquiera había
necesitado un mapa en septiembre, cuando nos había
guiado por cientos de millas en carreteras secundarias de
Nuevo México.
 
-Pero no estamos muy lejos de la frontera ahora y entonces
será desierto de nuevo- continúo. Arrojo la carpa enrollada
en el suelo helado y comenzó a deshacer los sacos de
dormir.
-Sólo pensé que podíamos tener un par de horas de sueño
aquí donde estamos escondidos y luego cruzar antes del
amanecer cuando haya un poco más de luz, no recuerdo
exactamente donde está el lugar de cruce, podría perderme
en la oscuridad.
 
No era necesario decir que no íbamos a México de la forma
legal. Dejando a un lado mis temores acerca de lo que las
próximas horas podrían traer, ayude a Alex a poner la
tienda de campaña.
 
-Nunca he acampado antes- comenté mientras desenrollaba
un tipo de cuerda.
 
Alex estaba luchando con una de las estacas en el suelo
duro, me miro con asombro, su rostro lucía esculpido por la
luz de la luna.
 
-¿Nunca? ¿En serio?
-No, mamá nunca me llevo y tía Jo...- me encogí de
hombros. Le había dicho a Alex como era tía Jo, no tenía
que explicar.
 
Sonrió sabiendo a lo que me refería.
 
-Bueno, son de cierto modo adversidades- dijo, moviéndose
a la siguiente cuerda.
-Puedes conseguir, como, neveras y estufas y cosas así pero
eso no es realmente acampar para mí.
-No cuando nada de eso podría encajar en la motocicleta de
todos modos- añadí.
 
Alex negó en la cabeza, haciendo un ruido.
 
-¿Qué, si no puedes cargar un refrigerador en tu regazo si
consiguiéramos uno? Eso sería una seria falta de
dedicación.
 
-Sí, lo sé. Lo siento.
 
Arrastrándonos dentro, pusimos los sacos de dormir
apretadamente juntos. El suelo se sentía congelado a través
del piso de nailon de la tienda.
 
-No necesito una nevera pero una calefacción estaría bien-
dije. Mis dientes prácticamente castañeaban.
 
Alex tomo nuestras cosas de la motocicleta y las llevo
dentro luego rápidamente cerro la tienda, atrapándonos
dentro.
 
-Ven aquí nena, te mantendré caliente.
 
Sonreí. Cada vez que me llamaba así quería derretirme. Me
atrajo hacia él y nos acurrucamos juntos en la suavidad de
nuestras bolsas de dormir. Estábamos completamente
vestidos, aparte de habernos quitado los zapatos, era
demasiado frío para contemplar quitarnos cualquier otra
cosa.
-Prométeme que es más cálido en México dije anidándome
contra él. Poco a poco estaba comenzando a sentirme
menos como un cubo de hielo y aun mejor, a salvo, por lo
menos por el momento.
-Lo prometo- murmuró Alex. Estaba tumbado sobre su
espalda con los brazos a mí alrededor, una mano se deslizó
bajo mi camiseta y fue acariciando perezosamente mi
columna vertebral. Podía sentir lo cansado que estaba,
ahora que por fin habíamos dejado de movernos. Entonces
estaba yo. Me sentía como si hubieran pasado un millón de
años desde que me había persignado en la Iglesia de
Ángeles en la Catedral en Denver, tratando de detener la
llegada de la Segunda Ola. Y ni siquiera habían pasado dos
días.
-¿Alex?- susurre.
-¿Hmm?
-¿Qué vamos a hacer cuando lleguemos a México? ¿Tienes
alguna idea de a dónde vamos? Sabía que él había estado
en México docenas de veces, por como sonaba él y los otros
AKs habían cruzado la frontera a menudo.
 
Su mano dejo de arrastrase arriba y abajo por mi espina
dorsal. Por un momento creí que se había quedado
dormido. Entonces, su voz sonó en la oscuridad.
 
-Creí que iríamos a la Sierra Madre- dijo.
-Debe haber algún lugar seguro allí donde podamos
comenzar a reclutar otros AKs.
 
Mientras decía las palabras, tuve un destello de sus
pensamientos, una densa cordillera salvaje, llena de
cañones en picada y caminos casi intransitables. Podrías
ocultarte allí por años y nunca serias encontrado. Era el
mejor lugar posible para hacer lo que teníamos que hacer y
seguir manteniéndome segura. Él estaba seguro de ello.
Aun así atrape una sensación de frío temor corriendo por
debajo de las imágenes.
 
-¿Alex? ¿Qué pasa?
-Nada- dijo.
 
Dude, preguntándome si debía presionarlo.
 
-No, allí esta. Me refiero a que si no me quieres decir está
bien, pero puedo sentirlo.
 
Hubo una larga pausa. Fuera de la tienda el viento se
agitaba a través de los huesos desnudos de los arboles.
Finalmente Alex se rió suavemente.
 
-Está bien, aun me estoy acostumbrando a todo eso de la
novia psíquica- dijo.
-Estoy bien, sólo... suspiro. Y de repente lo supe, el
pensamiento cayó en mi cabeza como si fuera mío.
-Estás preocupado por estar a cargo- dije sorprendida. Me
incorpore tratando de ver su rostro en la oscuridad.
-Es eso ¿verdad?
 
El miedo volvió a serpentear como la lengua de una víbora
y luego se desvaneció como si estuviera haciendo un
esfuerzo consiente para controlarlo.
 
-No es nada- dijo bruscamente.
-Sólo que vi lo suficiente sobre lo que se siente ser un líder
cuando mi padre estaba a cargo. Prefiero trabajar por mi
cuenta o como parte de un equipo bajo alguien de
confianza. Pero ya sabes... su pecho se movió debajo de mi
mientras se encogía de hombros.
-Esa no es la manera en que funciona, tenemos que
entrenar nuevos AKs y soy el único que sabe cómo. Así que
lidiare con ello.
 
En realidad no se sentía como si estuviera diciéndome todo,
pero lo deje pasar obviamente él no quería hablar al
respecto. Y a pesar de que era psíquica nunca había
pensado que estuviera bien leer a alguien si no querían que
lo hiciera. Bloquee los pensamientos de Alex de los míos, de
modo que no podría recoger nada por error. Estábamos tan
cerca, que esto ocurría más y más ahora, cuando ni
siquiera estaba pensaba en ello.
 
-Vas a estar genial- murmure. Besé su suave cuello.
-Y yo te ayudare en todo lo que pueda. Consultora psíquica
¿recuerdas?- Casi podía escuchar su sonrisa.
-No se te olvide mecánica también. Y la Shadow no es para
nada como el Mustang.
 
La Honda Shadow aparcada fuera de nuestra tienda tenía
más de veinte años de vieja. Sabía que Alex lo sospechaba.
 
-Oye tu dejaste el Mustang solo, era un completo clásico y
la Shadow no está mal, ya sabes, para una moto barata, es
bastante clásica en sí misma.
-¿Por qué ya sabía que ibas a decir eso?- los sacos de
dormir soltaron un susurro suave mientras giraba hacia mí,
se sentía mucho más caliente en la tienda ahora, casi
acogedor.
-No sé, tal vez porque... mi voz se apago. Alex había tomado
mi mano y besaba mis dedos, uno por uno. Sus labios
parecían eléctricos, zumbando en mis terminaciones
nerviosas como si yo fuera un cable expuesto, sentí que me
debilitaba mientras mordía suavemente mi dedo meñique,
luego su boca caliente se deslizó en mi palma presionando
contra ella y me estremecí.
-Dejemos de hablar por un tiempo ¿de acuerdo?- susurro.
 
Esa noche tuve un sueño.
 
Estaba de pie en la cima de una torre alta, mirando lo que
debía ser la ciudad más grande del mundo. Era
interminable, como algo de una película de ciencia ficción.
Montañas bajas agazapadas en el horizonte en todas
direcciones, la ciudad se deslizaba sobre ellas y seguía
perdiéndose en el infinito nebuloso. De alguna manera
sabia que esto era México y que era donde Alex y yo
estábamos destinados a estar. Mi corazón se apretó con
urgencia mientras miraba el mar de edificios. Teníamos que
venir aquí, teníamos que.
 
En el centro de la ciudad había un amplio espacio de
piedra: una inmensa plaza, con una catedral en el extremo
y un largo edificio de aspecto oficial que se extendía a un
costado. Había un escenario montado cerca de la catedral y
tocaban música rock que golpeaba a través de mí mientras
miles bailaban. Decenas de ángeles se deslizaron sobre la
plaza también, como halcones de caza sobre un campo.
Retrocedí en pánico. Verían mi aura, sabrían lo que era.
 
El mundo giro y se movió. La escena de la muchedumbre
desapareció. Ahora doce ángeles se cernían sobre la
ciudad, más brillantes que cualquier otro que jamás
hubiera visto, como doce soles ardientes que vertían luz
sobre los edificios de concreto de abajo. Un antiguo,
implacable, poder conectaba a los doce, me estremecí
cuando lo sentí. Los ángeles comenzaron a brillar aun más,
quemando mis ojos hasta que tuve que agachar la cabeza.
Mientras lo hacía, se desvanecieron en una explosión que
fue la sensación en lugar del sonido, una onda de choque
como un rugido paso, tirándome a mis pies.
 
Sin problemas, estaba en mi forma de ángel, volaba sobre
la torre cuando los gritos de un millón de ángeles rasgaron
a través de mí. Mis alas eran demasiado pesadas. No podía
permanecer en el aire, estaba cayendo, tenía que sujetarme
con más fuerza, volar más duro...
 
Aterrice con un golpe. El silencio, tan calmado y perfecto
como cristal tallado. Estaba en un parque, en mi forma
humana de nuevo. Hierba verde suave, palmeras mezcladas
con álamos y cipreses. Los doce ángeles se fueron... pero
no estaba sola.
 
Un chico estaba de pie observándome. Era un poco mayor
que yo, sobre la misma altura de Alex, pelo castaño que
caía en rizos sueltos. Un destello de barba de varios días,
pómulos altos y fuertes rasgos, un bello rostro que sabia
había pasado por un gran dolor, sin embargo, aun
conservaba algo de humor y ternura que estrujo mi
corazón.
Nos miramos el uno al otro. No tenía idea de quién era este
chico, pero la idea de estar sin él me llenaba de
desesperación. La sesión inesperada robo el aliento en mi
garganta por lo que en un principio no pude hablar.
 
-¿Quién eres?- susurre al fin.
 
En respuesta el chico extendió su mano.
 
-Vamos querida- dijo en voz baja. Sus ojos me instaban a
decir que sí y una parte de mi quería enlazar mis dedos con
los suyos tanto que dolía. No. Estoy enamorada de Alex,
pensé. Pero entonces ¡Oh mi Dios! No estar contigo ¿como
podría soportarlo? Desperté de un salto. Todavía era de
noche, estaba en la tienda, a salvo en la bolsa de dormir
con Alex durmiendo a mi lado ¿De que había ido todo esto?
Los latidos de mi corazón, me apreté contra el pecho
desnudo de Alex. Se movió en su sueño y me atrajo más
cerca. Lo abrace con fuerza, sintiéndome casi culpable.
Incluso en un sueño ¿como podría haber sentido lo mismo
por otra persona?
 
Especialmente ahora. Mis mejillas se calentaron
ligeramente, sonreí para mí misma cuando el aliento de
Alex agitó mi pelo. Habíamos estado tomando las cosas con
calma desde la primera vez que nos reunimos y también a
principios de esta noche... Bueno, básicamente ambos
habíamos estado pateándonos a nosotros mismos porque
Alex no había hecho otra compra junto con el tinte para el
cabello y las tijeras en la farmacia. Habíamos logrado
contenernos, sin embargo, lo que aun era simplemente
increíble y maravilloso. Besé su hombro, sintiendo el cálido
peso de su pierna desnuda enredada con la mía.
 
De acuerdo, olvida la parte del muchacho, me dije. Fue solo
un sueño deshaciéndose en rarezas. Pero el resto de él...
Fruncí el ceño mientras iba sobre las imágenes: la ciudad
sin fin, su enorme plaza latiendo con música y gente,
entonces los doce ángeles de fuego que estallan, la pesadez
de mis alas, los millones de ángeles gritando. Recordando
todo, la urgencia tiro de mi, incluso más fuerte que antes,
junto con un frío temor que se enrosco en mi estómago.
 
El sueño era una premonición, estaba segura de ello.
Donde quiera que esta ciudad estuviera, Alex y yo teníamos
que ir allí.
 
Capítulo 3
 
Raziel
 
El ángel entraba y salía de la conciencia, recuerdos
mezclándose con el ahora.
 
Estaba tumbado en la cama en su habitación, las sábanas
eran suaves. A veces había un zumbido de la calefacción
central cuando se apagaba luego un leve chasquido cuando
se disparaba de nuevo. Una y otra vez Raziel vio al asesino:
el joven de cabello oscuro que estaba de pie apuntándole
con un arma, su brazo alrededor de la abominación mitad
ángel. La cara de la chica estaba pálida, sus ojos verdes
muy abiertos.
 
El conocimiento de que él era el padre de la cosa le había
sacudido. Pero no había duda, había sentido el eco
inconfundible de su propia energía mientras su propio
ángel había luchado. Además ella se veía casi exactamente
igual que Miranda, la joven estudiante de música que una
vez había disfrutado y casi nada como él por suerte. Raziel
gimió en voz alta, al ver al asesino de nuevo. La próxima
vez se movería más rápido. La próxima vez arrancaría la
fuerza vital de ellos y los miraría derrumbarse en un
montón sin vida en el suelo.
 
-Shh, shh- susurro una voz. Una joven mujer humana
estaba allí. Ella le acarició el brazo, incluso en su estado
actual, Raziel encontraba esto irritante y deseaba que se
detuviera. Más voces:
-¿Es que aun no sale de ello?
-No, no lo creo. No sé qué hacer por él, son tan diferentes
de nosotros.
 
El dedo del asesino apretó el gatillo. Un tirón lo abrazo
cuando la bala golpeo su halo. Sus alas revolotearon, en
espasmos de impotencia, su cuerpo se estremeció,
cerrándose en protesta, la ira hervía a través de él cuando
cayó al suelo y el mundo se volvió negro. La Segunda Ola
había llegado, en lugar de estar ahí para darles la
bienvenida y mostrar su estatus en este mundo, había sido
derribado por el asesino cuya vida había tan estúpidamente
protegido para sus propios fines. Él había pensado que era
inteligente utilizar a Kylar para matar a los ángeles
traidores, dejándole pensar que estaba siguiendo órdenes
estándar de la CIA ¿Quien iba a imaginar que el asesino
tendría una mente como la suya?
 
Era un error que Raziel pronto rectificaría. Oh sí
saborearía cada segundo de ello. Pero era la chica lo que lo
enfurecía más, la chica hacia que sus puños se apretarán
bajo las sabanas. Le habían dicho que estaba muerta y en
cambio, había tenido las agallas para intentar detener la
llegada de La Segunda Ola.
 
-Shh- la voz sosegada de la mujer. Un paño húmedo rozo su
frente. Si la chica hubiera tenido suerte habría significado
la muerte para todos ellos: la visión de Paschar se cumplió.
Y a pesar de que ella había fallado, Raziel aún ardía de
humillación, toda la comunidad ángel sabía que Willow
Fields era la mitad ángel que había estado tratando de
encontrar durante semanas. Sabían exactamente lo que ella
había estado tratando de hacer en la Catedral, sabrían que
había sido engañado y casi vencido. Esto era lo que lo hacía
anhelar matar a su hija lentamente, escuchando sus gritos.
Y ella se sentía tan cerca ahora, exasperantemente cerca.
La cabeza de Raziel giro sin descanso en la almohada. Él
podía sentir su energía, a pesar de que estaba a cientos de
kilómetros de distancia, en un saco de dormir con el
asesino. El conocimiento era confuso, no estaba seguro de
como lo sabía. ¿Por qué? ¿Por qué no se las había
arreglado para matar a los dos cuando tuvo la oportunidad?
 
-¿No podemos al menos ponerlo más cómodo?- declaro la
mujer.
-Parece tan angustiado.
-Vamos a probar esto que es muy leve pero podría ayudar.
 
Un pinchazo de dolor en el brazo. No haría nada por
supuesto, los ángeles no se verían afectados por cualquier
estimulante o relajante. Raziel se encontraba en la deriva
más profunda de cualquier modo, agotado de sus propios
pensamientos. Mientras lo hacía, otro conocimiento vino a
él, el conocimiento más inoportuno que podría haber
imaginado.
 
Aunque eran individuos, los ángeles también estaban todos
conectados como por una red invisible, cuando uno moría,
cada uno de ellos lo sentía. Ahora con la llegada de La
Segunda Ola, la energía angélica de este mundo se había
más que duplicado, rugiendo con una nueva vida. Y en su
corazón una presencia latió con un propósito que Raziel
reconoció demasiado bien.
 
En su larga vida solo en raras ocasiones sintió miedo, pero
sentía algo parecido a ello ahora, una sacudida de sorpresa
y desconfianza tan grande que por un momento estuvo a
punto de volver a la superficie a plena conciencia. Nadie le
había dicho esto. Era inconcebible que ninguno de los otros
ángeles que había conocido en este mundo pero la
información no se había compartido con él. El hecho
tendría consecuencias nefastas. No había esperado que
esto sucediera hasta en varios años al menos, el había
pensado que El Consejo esperaría hasta la última ola para
hacer su movimiento, celebrando el reinado en el viejo
mundo de los ángeles durante tanto tiempo como fuera
posible.
 
Pero no, ellos estaban aquí y no era un buen augurio para
él.
 
Los Doce habían llegado.
 
 
Alex
 
 
Persecución por sospechosos de terrorismo continua, decía
el titular.
 
Se habían detenido en una pequeña estación de servicio las
24 hrs, cerca de la frontera de México, aun quedaba una
hora para el amanecer. Mientras miraba la historia, Alex
estaba aliviado por su falta de detalles, por no hablar de la
foto de Willow con su largo pelo rubio derramándose sobre
sus hombros asegurándole una vez más lo diferente que se
veía ahora. La foto de Raziel era una vieja, se dio cuenta.
Sentía una sombría satisfacción sabiendo que
probablemente el ángel aun estaba incapacitado por la bala
que había alcanzado su halo. Alex habría preferido mucho
haber matado a Raziel pero dejarlo fuera durante tanto
tiempo como fuera posible seria lo segundo mejor.
 
-Surtidor tres- dijo el hombre detrás del mostrador.
También, dejo dos vasos de polietileno con café.
 
Willow estaba esperando junto a la motocicleta cuando
regrese, su corto y erizado pelo dorado rojizo en la brisa.
Ella se había puesto los pantalones vaqueros de segunda
mano descoloridos que había comprado el día anterior y
una apretada camisa azul pálido de manga larga que se
veía muy bien en ella. Detrás de ella el cielo de la noche
comenzaba a iluminarse, las estrellas se apagaban al este.
Alex sonrió, su sangre calentándose al recordar la
sensación sedosa de ella en sus brazos la noche anterior. Le
había costado un gran esfuerzo ponerse en marcha esta
mañana todo lo que había querido hacer era quedarse en la
tienda con Willow un tiempo, al igual que el resto de su
vida.
 
Ella estaba mirando a lo lejos, mientras él se acercaba,
frunciendo el ceño como si estuviera pensando en algo.
Pareció deshacerse de eso cuando lo vio.
 
-Gracias- dijo tomando uno de los cafés.
-Y aquí toma esto. Incluso odio sostenerla- con un rápido
vistazo a la entrada a la estación de servicio vacía,
secretamente me entrego la pistola.
 
Alex nunca se sintió bien por darle la pistola a Willow.
Entregarle un arma a alguien que nunca había disparado
antes, estaba nervioso de cualquier modo, en realidad no
era el mejor plan del mundo. Pero era un millón de veces
mejor que no tener el arma si algún problema se
presentaba. Guardo el arma en su funda, manteniéndose a
espaldas de la cámara que él sabía que estaba colocada en
el techo de la estación de servicio.
 
-Necesito enseñarte como utilizar esto- dijo pensando en
voz alta. La vio empezar a protestar. Luego se aparto y
tomo un sorbo de café, sus ojos verdes turbulentos.
-Sí, está bien- dijo finalmente.
 
Las cejas de Alex se elevaron.
 
-¿De verdad? ¿Pensé que odiabas la idea?
-Lo hago- dijo Willow.
-Pero no puedo dejar de hacer algo solo porque no me
gusta, no puedo darme el lujo, nunca más- ella se encogió
de hombros.
-Me refiero a que todo lo que tengo que hacer es mirar en
el espejo para ver cuánto han cambiado las cosas y que no
puedo depender de ti para protegerme todo el tiempo.
-Tú también me proteges- señaló Alex. El recuerdo del
ángel de Willow volando por encima de él protegiéndolo
mientras se ponía a sí misma en peligro de muerte, cruzo
por su mente. Había sido la primera vez que se dio cuenta
de que estaba enamorado de ella, aunque había sido
demasiado estúpido para admitírselo a sí mismo. Se tomo
su café y tiro el vaso vacío en un bote de basura.
-Ok- dijo.
-Lista para convertirte en una extranjera ilegal- Willow
negó con la cabeza con una sonrisa y tiro su vaso vacío.
-Esta es tu última cita de chico malo ¿verdad? Irrumpir en
un país diferente.
-Hey, es un cambio desde arrancar autos juntos.
-He estado ahí, he hecho eso, Alex en serio ¿estas seguro
que nadie nos va a disparar?
-No te preocupes si alguien está cerca no cruzaremos- dijo.
Los guardia fronterizos no eran exactamente su
preocupación número uno en este momento, pero no tenía
ninguna intención de tomar ningún riesgo.
 
Aceleraron en la carretera de nuevo, el desierto sureño de
Nuevo México se extendía ante ellos, plateado en el pre
amanecer. Un coyote de aspecto fantasmal corrió junto a la
motocicleta durante unos segundos, como si estuviera
jugando una carrera y luego desistió de su propio mandato.
Para alivio de Alex, encontró el camino de tierra con
facilidad en el comienzo de la carretera unas pocos
kilómetros más adelante. Lo tomo apoyándose en la curva y
sintiendo las manos de Willow apretarse en su cintura
mientras cambiaba su peso detrás de él.
 
El muro fronterizo quedo a la vista. En algunos lugares se
trataba de una barricada de hormigón con navajas en
espiral brillando en la parte superior, aquí era solo una
cerca de alambre de púas de aspecto cansado que separaba
dos países como si fueran ranchos vecinos. La cerca
cortaba a través del lecho de un río seco, donde sobresalía
de un terraplén por un par de pies, colapsando en el suelo
con postes endebles.
 
No había nadie alrededor, todavía era casi de noche. Alex
espoleó la moto para detenerla y Willow le ayudo a
maniobrar por encima de la inclinación en el lecho del río
en México.
 
-Creí que el muro seria más como una pared- dijo.
-Lo es, en algunos lugares- dijo Alex.
-Pero en otros, es como esto. Y mira- él asintió con la
cabeza hacia una señal de metal oxidado. Decía, debes
entrar a EEUU por un punto de entrada designado. Este no
es un punto de entrada designado. Si entras por esta vía
estas cometiendo un delito grave.
 
Willow lo miro.
 
-Pero... es probable que cueste más hacer un letrero de lo
que lo seria reparar la cerca. Es como si quisieran que la
gente se cuele.
-Lo hacen- dijo Alex. Guijarros se desprendieron cuando
consiguieron que la moto subiera por la orilla del terraplén.
-O al menos los ángeles que viven por aquí lo hacen. Los
inmigrantes ilegales significan suministros de energía
fresca, sin que tengan que ir a buscarla- se acordó cuando
Juan uno de los otro AK les había mostrado por primera vez
esta ruta y como él y su hermano mayor Jake habitan
encontrado un guardia fronterizo aquí una vez, sonriendo
por la quemadura de ángel y diciendo lo importante que
era hacer el trabajo de los ángeles.
 
Kara había estado con ellos en ese tiempo también, una
exótica belleza AK con nervios de acero, tanto él como Jake
habían estado enamorados de ella en ese entonces.
-Idiota- había dicho ella, mientras se alejaban, cambiando
de velocidad con un movimiento duro y enojado. Sentado
en la parte trasera del Jeep Alex había visto su perfil. Y a
pesar de las bromas fáciles que los AK generalmente
compartían en ese instante no se le ocurrió nada que
decirle a Kara, pero había entendido instintivamente la
mezcla de furia y dolor que la hizo enojarse con el guardia,
como si la quemadura de ángel fuera su culpa.
 
Ahora Willow parecía un poco incomoda ante la idea de
ángeles depredadores en la frontera.
 
-Oh- dijo. Vi el movimiento en su garganta.
-Eso es... Eso es, realmente...
-Lo sé- dijo Alex, sabiendo exactamente como se sentía. Por
desgracia, había un montón de ángeles en México también
y habían estado incluso antes de la invasión. No había casi
ningún lugar en la tierra, ahora que lo pensaba al que
pudiera llevar a Willow donde estuviera realmente segura.
 
Pero daría su mejor esfuerzo o moriría en el intento.
 
Cerca de allí solo podía ver el camino de tierra desigual
que recordaba, en dirección este.
 
-Está bien, conecta con la carretera con el tiempo- dije
subiendo de nuevo a la moto.
-O al menos, lo hacia...
 
Esperaba que no hubiera sido cancelado. Forzar la Shadow
por millas sin ningún camino en absoluto realmente no era
su idea de diversión.
 
Willow comenzó a ponerse el casco, pero vaciló, jugando
con las correas.
 
-Alex ¿Realmente hay grandes ciudades en México? Me
refiero a muy grande.
 
Él la miro con sorpresa, líneas de preocupación habían
aparecido en su frente.
 
-Sí, la Ciudad de México. Es una de las ciudades más
grandes del mundo. ¿Por qué?
 
Ella no respondió inmediatamente.
 
-Te lo diré más tarde- dijo al fin.
-Pero quizás podríamos encontrar algún lugar para
detenernos pronto, donde podamos hablar.
 
La aprehensión cosquilleo en su columna vertebral. De lo
que sea que esto se tratara, ya no le gustaba como sonaba
pero esperar a unos pasos de la frontera no era el lugar
para una larga discusión.
 
-Sí, está bien- dije de mala gana y me puse el casco.
 
El camino de tierra pareció durar para siempre pero a
medida que salió el sol finalmente giro al sur en la
autopista 45. Esta parte de México parecía casi idéntica al
paisaje de Nuevo México que acababa de dejar atrás: un
suelo duro y seco salpicado de arbustos de enebro y cactus,
con montañas de aspecto escabroso que crecían a la
distancia. Alex hizo una mueca al pasar una valla
publicitaria: la familiar imagen de un ángel con las alas y
brazos extendidos. La Iglesia de los Ángeles, leía.
 
Una camioneta polvorienta los paso, conducida por un
hombre de pelo oscuro con un sombrero vaquero de paja
blanco. A pesar de que nadie le dio a Willow una segunda
mirada por su casco, Alex sabría que no sería capaz de
relajarse hasta que estuvieran escondidos en la Sierra
Madre, tan lejos de la Iglesia de los Ángeles como fuera
posible. Estaba mucho más remoto allá arriba, en lo que
llamaban el monte: la naturaleza.
 
Y entonces, podría comenzar a reclutar a la gente y
entrenarlos.
 
El temor que Willow había sentido la noche anterior volvió
a tocarlo con sus dedos húmedos. Contrólate, pensó,
irritado consigo mismo. Tienes que hacerlo, eres el único
que queda. Si no conseguía entrenar a algunos AK, si no
conseguía de alguna manera establecer un campamento y
luego esperaba algunos campamentos más, hasta que
tuvieran una red de ellos por todo el continente, entonces
la humanidad podría simplemente decir adiós en algunos
años.
 
Aun así las manos de Alex se apretaron en el manillar de la
Shadow mientras el viento los pasaba. No era que no
quisiera luchar contra los ángeles, Dios, aparte de estar
con Willow era lo único que quería. De buena gana daría su
vida, lo haría una docena de veces si eso significaba la
derrota de los ángeles en este mundo. Él no quería ser
responsable de la vida de todo el equipo también. La
muerte de su hermano se agitó en su mente. Si el ya había
demostrado lo bueno que era para cubrir la espalda de
alguien ¿no? Y si una de sus decisiones mataba a alguien...
 
Alex aparto el pensamiento con la esperanza de que Willow
no recogiera nada de esta basura. No había nadie más que
pudiera estar a cargo, así que se ocuparía él. Fin de la
historia.
 
El sol caía a plomo sobre ellos, elevándose más,
persiguiendo las nubes lejanas hasta que el cielo era un
azul casi doloroso. Condujo hasta cerca de las diez de la
mañana, con ganas de conseguir un par de hrs entre ellos y
la frontera antes de detenerse. Finalmente en las afueras
de Chihuahua vio un puesto de tacos de carretera y se
detuvo. Apago el motor e hizo un análisis rápido. Bien, no
hay ángeles en las inmediaciones por lo menos.
 
-¿Que piensas? ¿Está bien parar aquí?- pregunte a Willow
cuando bajo de la moto.
 
Su pelo corto revuelto cuando se quito el casco, se aliso
distraídamente mirando a su alrededor.
 
-Creo que sí- dijo.
-Hay algo aquí, pero... Se interrumpió frunciendo el ceño.
Alex se mantuvo en silencio dejándola concentrarse.
Mientras lo hacía, se apoyo en la moto, sonriendo
ligeramente mientras observaba su esbelta figura, su
rostro, su fina barbilla y ojos muy abiertos. Dios, era tan
hermosa. Todavía no estaba seguro de cómo se las había
arreglado para ser tan afortunado de tener a Willow, pero
estaría agradecido por todos los días de su vida. Los dos
años que había pasado solo antes de conocerla le parecían
una película en blanco y negro, con él ahora desprovisto de
color.
-Creo que estaremos bien- dijo Willow, al fin sonando más
segura. El día se había puesto más cálido y se había
quitado la camisa azul de manga larga, debajo llevaba una
camisola verde. Puso la camisa en el compartimento de
almacenaje de la Shadow.
-De todos modos, señor, se supone que estamos ahorrando
dinero en comida ¿recuerdas? ¿Qué estamos haciendo en
un puesto de tacos?
-Está bien, estos lugares son muy baratos- dije,
comenzando a ir hacia el puesto. Antes cuando había tenido
aun menos dinero que ahora, nunca se le ocurrió al padre
de Alex que tal vez sus hijos debían recibir un salario igual
que los otros AK, él y Jake se habían acostumbrado a vivir
fuera de estos puestos a la orilla de la carretera cada vez
que venían aquí.
 
Tacos, quesadillas, mulitas, tortas, decía el letrero
desgastado. Willow le dio una mirada interrogativa.
 
-Hmm, Toto, no creo que estemos más en Kansas. Tú
escoge por mi ¿ok?
 
Alex consiguió una coca-cola para cada quien y unos tacos
de carnitas: carne de cerdo asada en trozos.
 
-No te preocupes, le dije que querías chile extra en el tuyo-
le dijo a Willow, manteniendo una cara seria. En realidad
eran para él, le encantaba la comida picante.
 
Ella le dio una mirada.
 
-Amigo, si hay chile en el mío vas a tener que acabártelos.
 
Alex pago en dólares, la mayoría de los lugares por aquí
aceptaban la moneda de EEUU aunque él sabía que
necesitaban cambiar sus menguantes fondos a pesos en
algún punto. En una gastada mesa de picnic puesta a un
costado, llevaron su comida. Durante unos minutos
comieron sus tacos mexicanos en sus suaves envolturas de
harina de maíz, en un silencio amigable, una brisa suave
agitaba el suelo polvoriento.
 
Finalmente Willow suspiro y bajo su ultimo taco.
 
-Así que supongo que tenemos que hablar.
 
Los restos de la comida fueron consumidos mientras ella
relataba su sueño. Alex escucho con atención, su piel
picaba mientras describía a los doce ángeles brillantes y el
sonido de un millón de criaturas gritando.
 
-Todo era tan real y había tal increíble sensación de
urgencia- termino Willow. Su cara estaba tensa por la
preocupación.
-Sólo que ni siquiera sé donde esta ese lugar a ciencia
cierta.
-Ciudad de México- dije distraídamente, pensando todavía
en las imágenes de su sueño. Había estado allí dos veces,
en excursiones de caza con Juan y algunos otros.
-¿Por supuesto? ¿Estas seguro?
 
Alex se encogió de hombros.
 
-Ningún otro lugar es tan grande. Además de que la plaza
que describiste tiene que ser el Zócalo es una de las plazas
más grandes del mundo- se frotó la frente, donde un dolor
sordo comenzaba a latir con fuerza.
 
Willow comenzó a decir algo pero se detuvo tocando su
brazo.
 
-¿Estas bien? Estas muy pálido.
-Sí, estoy bien- dejo caer la mano.
-Escucha si lo que estás diciendo es que crees que tenemos
que ir allí...
-Necesitamos ir allí interrumpió con ansiedad.
-La Sierra Madre no es donde se supone que debemos
estar, la Ciudad de México lo es, estoy segura de ello. Solo,
no sé lo que va a ocurrir una vez que estemos allí. El sueño
no se sentía muy... alegre... en realidad.
 
Genial. Él dejo escapar un suspiro.
 
-Willow...
-Alex, escúchame. No era sólo un sueño, era una
premonición. Tenemos que ir.
 
Su voz se endureció.
 
-Sabes que la Ciudad de México es literalmente, el último
lugar del planeta al que jamás querría llevarte ¿verdad? La
Iglesia de los Ángeles es enorme allí y la ciudad estaba
llena de ángeles incluso antes de la invasión. Cualquier
ángel que viera tu aura sabría exactamente quién eres.
Estamos en peligro suficiente sentados aquí, pero al menos
podemos hacer una exploración en primer lugar. ¿En una
ciudad de ese tamaño? De ninguna manera.
 
-Lo sé- Willow aun estaba tocando su brazo, sus dedos se
sentían calientes contra su piel.
-Pero ¿con que frecuencia los ángeles escanean las auras
cuando están con su forma humana? ¿Es que no suelen
esperar hasta que están en su forma de ángel, a punto de
comer?
-Los que he rastreado por lo general lo hacen- admití.
-Y has rastreado a cientos- señalo.
-Por lo tanto debe de ser bastante típico. Si un ángel ve mi
aura mientras está a punto de alimentarse de alguien
entonces probablemente lo veremos también. Tendríamos
una buena oportunidad de conseguirlo.
 
Cuando se trataba de Willow "probablemente y una buena
oportunidad" no eran sus palabras favoritas. Mirando hacia
abajo, Alex tomo su mano, jugando con sus dedos.
 
-¿En qué medida sientes que tenemos que ir allí?- Pregunte
al fin.
-Realmente fuerte- dijo sin vacilar.
-El sonido de todos esos ángeles gritando...- Se
interrumpió.
 
Lentamente ella dijo.
 
-Alex, se siente como que algo va a suceder en la Ciudad de
México que podría causar daños graves a los ángeles. Sólo
tenemos que estar allí para que esto se produzca. Tenemos
que estar.
 
Alex se quedo en silencio. Las premoniciones de Willow
nunca los habían llevado hasta un momento equivocado y si
lo que había soñado era incluso parcialmente exacto,
entonces ella estaba en lo cierto, no había duda, teníamos
que ir. E incluso independientemente de su sueño, sabía
que sería mucho más fácil reclutar gente en una ciudad que
en el monte. Si estuviera por su cuenta, la Ciudad de
México seria exactamente el lugar a donde iría. Además
estaban los pícaros: ángeles que creían que su clase no
tenía derecho a destruir a la humanidad. Nate les había
explicado de como hicieron algo llamado "Clasificación"
donde implantaron un poco de resistencia en el aura de un
ser humano para que fuera desagradable para los ángeles.
Algunos pícaros estaban obligados a estar en la Ciudad de
México si de alguna manera lograba conectar con ellos,
podría ser justo lo que necesitaba para decantar la balanza
en una lucha casi desesperada.
 
Alex se frotó la frente cuando el dolor de cabeza lo pincho
de nuevo. Sí, ir a la Ciudad de México era todo muy lógico,
excepto que ya casi la había perdido una vez.
 
Willow detuvo el movimiento de sus dedos en su frente.
Ella no hizo ningún comentario esta vez a pesar de que vi la
preocupación en sus ojos.
 
-Alex tenemos que ir- dijo en su lugar.
-Realmente tenemos que hacerlo.
-Muy bien- dije finalmente. Esbocé una sonrisa.
-Me refiero a que si tengo una novia psíquica, entonces
será mejor que la escuche ¿verdad?
 
Ella se estiro y tomo su mano, él sabía que era demasiado
consciente de lo mucho que temía que algo le pasara a ella.
 
-Está bien- dijo en voz baja. Ella comenzó a recoger su taco
de nuevo y luego se detuvo, estrechando su mirada.
-Espera un minuto. Así que ¿eso quiere decir que no me
escucharía si no fuera psíquica?
 
Se veía tan linda que él casi sonrió a pesar de su aprensión.
Levanto una ceja hacia ella. ¿Es una pregunta con truco?
Por supuesto que no lo haría eres una chica.
 
La boca de Willow se frunció mientras sus ojos verdes
brillaban con humor repentino. Ella se echo a reír.
 
-Oh estas en muchos problemas por eso.
-Lo estoy.
-Por supuesto- ella se apoyo en los codos y le dio un beso,
estirándose a través de la mesa de picnic. Alex cerró los
dedos alrededor de la suave piel en la parte posterior de su
cuello, sosteniéndola en su lugar por un momento y
saboreando la sensación de sus labios en los suyos.
-¿En serio esta es tu idea de estar en problemas?- dije
cuando nos separamos.
-Porque no creo que hayas entendido toda esta cosa del
castigo disuasorio. Mira, se supone que me haces no querer
hacerlo de nuevo.
-Willow se reía limpiándose la boca con el dorso de la
mano.
-Soy yo la que no quiere volver a hacerlo. Tus labios están
todos picantes por todo ese chile. De repente su rostro se
desencajó en estado de alarma.
 
-Alex la moto- grito.
 
Se levanto de un salto sin pedir detalles. Una camioneta se
había puesto frente al puesto de tacos mientras habían
estado hablando, bloqueando la motocicleta a la vista.
Cuando Alex se precipito a un lado de ella vio a un hombre
fornido de pelo negro, agachado a un lado de la Shadow,
desvinculando la tienda. En el suelo junto a él estaba una
mochila abultada y los sacos de dormir.
 
-¿Qué demonios estás haciendo?- grito Alex en español.
-¡Aléjate de mi motocicleta!
 
Dejando el equipo de camping el chico tomo la mochila y
corrió, sus talones levantando el polvo. El compartimento
de almacenamiento abierto y vacío. Alex maldijo y fue tras
él, golpeando a través del suelo seco. El tipo era tan rápido
como él, sin embargo, se dirigió a los contenedores de
basura y coches abandonados como un conejo y finalmente
viró a la derecha trepando por un muy alto muro de
concreto. Alex comenzó a seguirlo pero se detuvo,
consciente de que había dejado a Willow por su cuenta,
cuando alguien de la Iglesia podría pasar por el puesto y
verla. Aun maldiciendo al ladrón se dio la vuelta y corrió de
vuelta a la moto. Jesús ¿Qué suerte? Habían perdido sus
cosas dos veces en una semana.
 
Willow estaba esperando al lado de la Shadow luciendo
ansiosa. La mujer del puesto de tacos de pie junto a ella,
charlando en un español preocupado que Alex sabia, Willow
no entendía.
 
-¡Se robo sus cosas!- grito la mujer cuando Alex se acerco.
-Lo siento mucho. Yo no lo vi hasta que gritaste ¿Hay algo
que pueda hacer?
-No, pero gracias, señora- respondió Alex. Si hubieran
estado en los Estados Unidos de América, sabía que
probablemente ya habrían llamado a la policía.
Afortunadamente, correr a la policía no solía ocurrírsele a
la gente de aquí, lo que era bueno porque la policía
mexicana estaba en los bolsillos de los ángeles como en
casa.
 
La cara de Willow se tenso de angustia mientras la mujer
regresaba a su puesto de venta.
 
-¡Dios lo siento, yo sabía que había algo! Estaba
concentrada tan fuerte en la Iglesia de los Ángeles pero
sabía que no era eso y supongo que en cierto modo me
descuide.
-Hey, vamos no es tu culpa- dije apretando su hombro. Él se
puso en cuclillas junto a la moto, negando con la cabeza
mientras examinaba la cerradura forzada. El ladrón debía
haber trabajado rápido, obviamente sabía lo que estaba
haciendo.
-Bueno, al menos no se llevo mucho- dijo mientras se
levantaba.
-Y todavía tengo mi billetera. Siempre podemos comprar
más ropa los mercados en la Ciudad de México son muy
baratos.
 
Willow asintió mientras abrazaba sus codos.
 
-Sí- dijo finalmente. Y luego lo golpeo. Su foto. La de ella de
niña, debajo de un sauce inclinando la cabeza con deleite
mientras las hojas caían. Había sido tomada por su madre y
era lo único que Willow tenía de ella. Y había estado en el
compartimento de almacenamiento en el bolsillo de su otro
par de pantalones.
 
Maldijo, apretando los puños mientras miraba de nuevo
hacia la pared por la que el tipo había desaparecido. La
idea del desgraciado baboso robando la foto de Willow,
destrozándola para ver si había dinero en el marco y luego
tirarla a la basura en alguna parte...
 
-Alex está bien- dijo Willow, tocando su brazo.
-Es... Solo una foto. No puedes atraparlo ahora, de todos
modos. Y además no hay que llamar la atención sobre
nosotros, sólo déjalo ir.
 
Él dejo escapar un suspiro, odiándose a si mismo...
 
-Casi lo tenía...
-Está bien- Willow repitió.
-En serio lo está- dando un paso al frente, ella se abrazo a
su cintura. Mientras la sostenía más cerca, Alex sabia que
nunca se perdonaría por esto, incluso si Willow ya lo había
hecho.
-Te amo ¿lo sabes?- dijo.
 
Logre una sonrisa triste.
 
-¿Por qué, por dejar que ese idiota robara tu foto?
 
Willow levanto la vista, su ojos eran como un bosque
bañado por la lluvia. Podía ver la felicidad en ellos mientras
ella lo contemplaba.
 
-No, en realidad es porque eres todo lo que siempre he
querido.
-Te amo demasiado- dije suavemente, besándola. Luego
suspiré.
-De todos modos, tienes razón, no puedo atraparlo ahora
será mejor que nos vayamos.
 
Volvió a unir el equipo de camping. Justo cuando
comenzaron a subir de nuevo a la moto, la mujer salió
corriendo del puesto detrás de ella de regreso con un
paquete envuelto en papel. El rico aroma de asado de cerdo
salía de eso.
 
-Por favor, tome esto para más adelante- dijo en español.
-Es lo menos que puedo hacer.
-Gracias señora Alex puso la comida en el compartimento
de almacenaje dañado, agradecido de tenerlo. Ellos podrían
ahorrar algo de dinero en la cena ahora.
-Gracias- Willow hizo eco fervientemente.
-Muchas, muchas gracias.
 
Unos minutos más tarde iban a toda velocidad por
carretera, una vez más, dejando Chihuahua en una neblina
de calor detrás de ellos. Las casas que pasaban eran
pequeñas, polvorientas, en varios tonos de colores pastel
con tanques de agua negros posados en la parte superior
de cada una. Alex contemplo más allá de los hogares la
superficie escabrosa de la Sierra Madre, que asomaba por
el suroeste. Y con todo su corazón, deseaba que Willow
jamás hubiera tenido ese sueño. Él habría tenido una
oportunidad decente de mantenerla a salvo, allá arriba en
ese desierto. La Ciudad de México iba a ser algo
desconocido.
 
Pero habían hecho su elección ahora. A medida que rugían
por la carretera del desierto, él busco la mano de Willow en
su cintura y entrelazo sus dedos con los de ella.
 
 
Capítulo 4
 
 
Seb
 
 
-¿Encontraré amor verdadero?- pregunto la mujer. Ella
estaba a mediados de sus veinte, bonita, con un rostro serio
muy serio.
 
Estaban sentados en una esquina del mercado de
Chihuahua. Seb considero como responder pretendiendo
inspeccionar su palma, aunque la información que estaba
recibiendo no tenía nada que ver con la línea de la vida de
la mujer y mucho con su aura, la sensación de su energía,
destellos repentinos de conocimiento.
 
-Hay un hombre en tu vida, su nombre es Carlos- dijo. En
realidad no era bueno con los nombres pero estaba seguro
de que con este estaba en lo cierto, lo estaba sintiendo muy
fuerte.
-Has estado esperando a que se te proponga. Señorita, no
veo que eso suceda.
 
Su expresión cayó.
 
-Pero... Él me dijo anoche que le diera un poco más de
tiempo.
 
Seb estaba seguro ahora. Carlos no solo tenía otras dos
novias en el camino si no que ya estaba casado. La mujer
no tenía idea, había creído todo lo que el cabrón le había
dicho. No era raro, una gran cantidad de hombres no
parecía saber el significado de la palabra "fiel" a menos que
estuviéramos hablando de sus esposas y novias más que de
ellos, Seb había dado demasiadas lecturas a lo largo de los
años para soportar esta actitud. Él sabía muy bien hasta
ahora lo que le hizo a la mujer la forma en que la hizo
sentir.
 
-La vida de Carlos es complicada- dijo tratando de ocultar
su irritación por el hombre.
-Lo siento, Señorita, pero él no está en condiciones de que
se te declare. Me temo que nunca lo estará.
 
Por lo general no era tan contundente, pero podría decir
que a algún nivel la mujer ya sabía que era inútil, era la
razón por la que se había detenido para obtener una
lectura de él. Ahora ella hizo una mueca y agachó la
cabeza.
 
-He estado orando con tanta fuerza a los ángeles para que
las cosas funcionaran- dijo en un susurro.
-Pensé... pensé que muchos más de ellos llegando, podrían
ser una señal de que me habían escuchado.
-Los ángeles son muy amables- dijo Seb diplomáticamente.
Podía ver que el campo energético de la mujer estaba en
buen estado, solo era una más de los que amaban a los
ángeles de cualquier modo. Había un montón de ellos y
ahora que el número de ángeles había aumentado tanto,
suponía que pronto habría muchos más.
-Pero puedo oírlos ahora- continuo.
-Y ellos están diciéndome que no debes esperar a Carlos.
 
Los ojos de la mujer se abrieron. Ok, estaba haciendo esta
parte subir pero tenía que darle algo, o de lo contrario no
romperían.
 
-Ellos quieren que puedas continuar con tu vida- dijo con
firmeza.
-Para ser feliz. No ha sido feliz en mucho tiempo, Señorita.
 
En el momento en que la mujer se fue, su expresión era
reflexiva. Seb podía sentir la esperanza que había echado
raíces en ella. Se apoyo contra una palmera, saboreando el
silencio mental. Un par de horas de lecturas lo habían
dejado tan drenado como una botella vacía. No estaba
seguro del por qué había puesto tanto en ello, por sólo cien
pesos. Cuando había tomado la decisión de dejar de robar,
las lecturas habían sido sólo una manera de no morir de
hambre y en aquel entonces no se había molestado en
hacer un gran esfuerzo, había amasado una rápida fortuna
de lo que sea que viera. De alguna manera, mientras
pasaban los años había empezado a preocuparse mucho
más.
 
Pensando en la llegada de los ángeles, Seb suspiro. Cuando
él había vislumbrado algunas de las imágenes de televisión
en un café dos días antes, se había preguntado en un latido
de corazón si la presencia de tantos ángeles de alguna
manera lo llevaría a su chica mitad ángel después de todo.
Pero no podía ver cómo podría, porque para él, el mundo
no había cambiado, a pesar de la cantidad de felicidad que
la llegada de los ángeles podría haber traído a todos los
demás. El descubrimiento lo había deprimido, había evitado
mirar las imágenes después de eso.
 
Seb pasó una mano a través de su barba de varios días,
suficiente de esto. Cuando estaba sobre sus pies, una voz
femenina lo llamo por su nombre. Se dio la vuelta y vio dos
chicas uno o dos años mayor que se dirigían a él, ambas
con brillantes sonrisas americanas y colas de caballo
rebotando.
 
-¿Hey nos recuerdas?- dijo la pelirroja en ingles cuando lo
alcanzaron.
-¿Cómo podría olvidarlo?- Seb colgó su mochila sobre su
hombro. Lucy y alguien más. Amanda, eso era. Eran parte
de un grupo de estudiantes americanos que se alojaban en
el mismo hotel que él, Seb se había unido a algunos de ellos
la noche anterior para beber y hablar. El español de las
chicas no era tan fluido como ellas pensaban, por lo que
había encontrado más fácil hablar con ellas en ingles, que
había aprendido dando lecturas a los turistas en los últimos
años. También hablaba un poco de francés, era bueno para
los idiomas casi sin querer. Sabía que estaba siendo
ayudado psíquicamente.
-Entonces ¿terminaste con el "trabajo"?- pregunto la
pelirroja Lucy, dándole una sonrisa coqueta, mientras hacía
comillas en el aire. Habían pensado que era chistoso que
diera lecturas psíquicas. Él no se habría molestado en
decirles excepto que alguien de su grupo lo había visto aquí
en el mercado el día anterior.
-Porque si es así continúo.
-Tal vez podrías enseñarnos las vistas.
 
Vaciló. Las dos chicas eran bonitas y muy divertidas, pero
lo único que realmente tenía ganas de hacer era volver al
hotel y leer su libro, tal vez sentado afuera con un
cigarrillo. Pero Lucy ya estaba riendo y tirando de su brazo.
 
-No vamos a aceptar un no por respuesta. Además tú lo
prometiste anoche.
-No me acuerdo de eso- dijo sonriendo a su pesar.
-Bueno, prácticamente lo hiciste. Vamos, danos una gran
gira por el mercado, queremos ver un mercado típico
mexicano.
 
Se rindió. ¿Por qué no...? No era como si tuviera nada más
que hacer con su tiempo, ahora que ya no estaba buscando.
Ante la idea hizo una mueca de dolor que empujo lejos.
 
-Muy bien- dijo. Se hizo el pelo hacia atrás podía sentir los
rizos colgando sobre su frente, molestándolo.
-Lo primero creo, es que vayamos a encontrar algo para
comer.
-Oh, buena idea- dijo Amanda. Tenía el pelo oscuro y cejas
demasiado perfectas para ser naturales.
-Ábrenos el camino.
 
El caos brillante del mercado los envolvió. Los vendedores
aclamando sus negocios, el olor de la comida picante
cocinándose, multitud de compradores. Seb había estado
en Chihuahua durante casi dos semanas, ahora. Después de
su decisión en el orfanato, se había enganchado a un paseo
en el primer camión que había visto a donde sea que este
fuera, pero de alguna manera se había sentido obligado a
bajarse aquí, con tanta fuerza que casi le había gritado al
conductor del camión que se detuviera. No tenía mucho
sentido para él ahora, la ciudad era tan polvorienta y
destartalada como la recordaba. Sin embargo, supuso que
era un buen lugar tan bueno como cualquier otro para
averiguar qué hacer con el resto de su vida.
 
El problema era que no tenía idea, todo lo que sabía era
que desde que había llegado a Chihuahua, había tenido la
sensación de que había algo que se suponía debía hacer.
Era una irritación constante, como una abeja zumbando en
su cabeza.
 
Consiguieron unos tacos y deambulaban por los puestos.
Lucy se mantuvo cerca de él mientras caminaban, con
frecuencia tocando su brazo mientras ella y Amanda
charlaban sobre el viaje en tren a las Barrancas del Cobre
que su grupo tomaría la mañana siguiente, para ver los
cañones del sumidero de la Sierra Madre. Estaban tan
emocionadas de experimentar el "verdadero México" que
divertía a Seb. El viaje a las Barrancas del Cobre tan
seguro y tan orientado a los turistas estadunidenses no era
ni remotamente como el verdadero México por lo que él
sabía.
 
-Que tengan un buen rato- fue todo lo que dije.
-Asegúrense de no caerse por la ventana, es un largo
camino hacia abajo.
-¡Hey, quizás podrías venir con nosotros!- Lucy dio un
pequeño salto para llegar por delante de él, caminando
hacia atrás. Llevaba unos vaqueros ajustados y una
camiseta sin mangas que dejaba ver su piel cremosa.
-¿Por qué no? Estoy segura de que podemos conseguirte un
boleto. ¡Pasaremos un buen momento!
 
Amanda rodo los ojos.
 
-Um, hola... Tuvimos que reservar las entradas hace meses
¿recuerdas? No hay manera de que podamos conseguirle
uno.
-Está bien, lo he visto- dijo Seb. Arrugó el papel de cera del
que su taco había venido y lo arrojo a la basura. Estaba
secamente consciente de que incluso mientras hablaba con
las chicas parte de él estaba escaneando cada aura a su
paso. Sí, ciertamente él había dejado de buscar, ni siquiera
pensaba en ello ya.
 
Lucy hizo un pequeño puchero.
 
-Oh, bueno ¿Estarás aquí en un par de días? ¿Haciendo tus
lecturas psíquicas? Ella bromeo con las palabras por lo que
estaba claro que ella no creía en estas cosas ni por un
segundo.
-Tal vez, no he decidido aun- ni decido que hacer con los
años vacíos por delante de él, tampoco. Como no quería
pensar en ello, dijo.
-Quien sabe, quizás lo de todo para convertirme en un
violinista.
-¿Un violinista?- Amanda le dio un codazo.
-De ninguna manera, te ves estrictamente como un hombre
de guitarra eléctrica. Sigo esperando que saques el hacha
y que empieces a hacer la "Escalera al cielo"
 
Seb contuvo una sonrisa. Nunca pudo resistir una abertura
como esta.
 
-No mi padre era un violinista clásico dijo con seriedad.
-Supongo que está en la sangre ¿sabes?
 
Ella parpadeo.
 
-¿En serio?
-Sí, fui criado en esa materia. Mi madre es una cantante de
ópera. Ella también toca, sin embargo. Piano. Dice que le
ayuda a relajarse, por lo que le gusta llevarlo de gira con
ella, es tan difícil conseguir los vuelos. Porque siempre
tiene que estar con su piano, ningún otro lo hará.
 
Los ojos castaños de Amanda se habían ampliado.
 
-¿Guau? ¿En serio?
-No, no es en serio- se rió Lucy.
-Pon tu cerebro en marcha, Amanda.
 
La chica de pelo oscuro puso una cara triste.
 
-Está bien, me tienes Seb. ¿Entonces que hacen tus padres
en realidad?
-¿En serio? Llevan una escuela de entrenamiento para
circo.
 
Lucy rió.
 
-No vas a sacar nada de él. ¿No te acuerdas de anoche? Seb
es un genuino hombre del misterio. Ella le apretó el brazo,
dándole una sonrisa picara.
-Apuesto que tus padres en realidad son el Señor y la
Señora, Ordinario de Aburrimiento en México.
 
Se rió en voz alta por esa, si tan solo supiera.
 
-Sí, creo que tal vez tienes razón- dijo.
 
Inclinándose más cerca, Lucy trazo la delgada cicatriz en
su antebrazo, de una lucha a cuchillo cuando era más
joven. Capto el olor de su champú, olía a naranjas.
 
-Déjame adivinar, un duelo de espadas con los piratas
¿verdad?
-Sólo un arañazo de gato. Era un gato grande, sin embargo.
 
Incluso sin las luces de color rosa sensual desplazándose a
través de su aura, Seb era muy consciente de que Lucy se
acercaba a él un poco. Cuando ella toco su brazo, sabia sin
intentarlo que se preguntaba como seria besarlo,
planeando como podría conseguir meterlo por su cuenta en
el hotel después.
 
Por una larga costumbre empezó a apartarse suavemente
pero entonces se detuvo. En el último año más o menos, la
sensación de su chica medio ángel había crecido tan fuerte
que Seb incluso había dejado de arrojarse a las chicas
humanas, se sentía como si la estuviera traicionando. Pero
ella no era real, nunca lo había sido, tenía que metérselo en
la cabeza. Al renunciar a su búsqueda había estado incluso
más solo de lo habitual, dolorosamente consciente de que
él era el único de su especie. Esta chica no quería una
relación con él ¿así que, por qué no? Era evidente que le
gustaba y había pasado tanto, tanto tiempo.
 
Como en respuesta, capto la sensación de su chica medio
ángel otra vez, como una bocanada de perfume flotando al
pasar. La mandíbula de Seb se tenso. ¿Por qué no podía
dejarlo en paz, en lugar de burlarse de él, con lo que nunca
podría tener?
 
Él no se aparto. Después de un momento sintió la mano de
Lucy deslizarse por su brazo y encontrar las suya.
 
-Quizás puedas darme una lectura psíquica más tarde- dijo
en voz baja, al amparo del sonido de una banda de
mariachis que acababan de empezar.
 
Seb vio la clara invitación en sus ojos. Ninguna chica
humana jamás podría darle la compañía que ansiaba, él lo
sabía. Esto, justo aquí, era lo máximo que podría tener y él
lo tomaría, porque no era lo bastante santo para pasar el
resto de su vida solo, sin siquiera sentir el calor del
contacto de alguien.
 
La lucha contra la melancolía que sentía, empujo a la bella
fantasma de su cabeza y dejo que sus dedos se cerraran
alrededor de Lucy.
 
-¿Estás segura?- dijo.
-Voy a averiguar todos tus secretos.
-¿Lo prometes?- ella sonrió y echo su cola de caballo hacia
atrás. Ella dijo algo más, pero no escucho lo que era, un
repentino destello, una figura blanca resplandeciente había
entrado en su vista aérea. Había un ángel cruzando sobre
los puestos llenos de gente. Sus alas ardiendo en el sol de
la tarde mientras se deslizaba mirando hacia abajo a los
compradores.
 
Por reflejo Seb cambio su aura a los colores más aburridos
que se le ocurrieron, haciendo que se vea un retraso en su
crecimiento, poco apetecible. Había luchado con un ángel
solo una vez antes, no tenía ningún deseo de hacerlo de
nuevo.
 
-Vamos, vamos por este camino- dijo tirando de la mano de
Lucy. Amanda se estaba quedando atrás mirando la joyería,
la tomo del brazo también.
-Vamos, hay un puesto por aquí que quiero mostrarles.
-¡Oye!- protesto Amanda cuando la arrastraba fuera.
-Iba a comprar eso.
-No, no te molestes- dijo.
-Este puesto es mejor, lo prometo.
 
Echando un vistazo sobre su hombro, vio al ángel elegir a
su víctima y aterrizar con tan deslumbrante resplandor que
el mercado pareció desvanecerse. El hombre se quedo
mirando a la criatura extrañado cuando llego hasta él.
Sonriendo gentilmente, apoyo sus resplandecientes manos
en su aura y comenzó a comer.
 
Seb llevo a las chicas a otro puesto de joyería. Mientras
seguían riendo, probándose anillos, se encontró con su
mirada siguiendo de nuevo al ángel cuando finalmente se
fue volando en un estremecimiento de luz. A pesar de que
ya no quería convertirse en un ángel puro, no podía
contener por completo su viejo anhelo de fuerza y poder,
por el que había estado apelando tan desesperadamente a
los trece años. Cuando se trataba de la alimentación de las
criaturas, nunca pudo decidir del todo como se sentía al
respecto. Los ángeles dañaban a las personas y deseaba
que no lo hicieran, pero también las hacían realmente
felices. A partir de las lecturas que había dado a gente con
quemaduras de ángel, sabía que esa felicidad era real
incluso si su salud era dañada. Cuando los humanos
lastimaban a otros seres humanos, no había felicidad en
absoluto, solo dolor y miseria. Al menos los ángeles daban
algo a cambio. Entonces Seb suspiro, mientras se
preguntaba cómo había sido dañado ese hombre ahora. La
cuestión no era fácil, nunca se había resuelto en su mente.
 
Las chicas estaban probándose collares ahora,
admirándose en un pequeño espejo.
 
-Me gusta el color turquesa- dijo Amanda, su cabello negro
junto al rojo de Lucy.
-¿En serio?- Lucy inclino la cabeza a un lado mientras se
inspeccionaba a sí misma.
-No puedo decidir. Me gusta el de conchas, también.
Espera ¿hay unos aretes a juego?
 
Seb se desvió hacia el siguiente puesto. Vendían una
mezcolanza de cosas: ropa, libros de bolsillo viejos, CDs.
Tomo los cigarrillos de la mochila y encendió uno mientras
comenzaba a buscar entre los libros, acomodados con los
lomos hacia arriba en largas y maltratadas filas. La
primera vez que había empezado a leer por placer fue en la
mísera biblioteca del orfanato, mientras comprobaba todos
los libros que tenían tratando de averiguar sobre otros
como él. No había habido nada, por supuesto, pero había
tropezado con una historia sobre un niño y un caballo y
había estado enganchado desde entonces.
 
Ahora se encontró con un titulo de la ciencia popular que
no había leído y apoyo un codo en un estante a su lado
mientras pasaba a su página de inicio. Pronto se hallaba
inmerso.
 
-Tengo algunas cosas para vender- dijo una voz.
-Usted compra ropa y esas cosas ¿verdad?
 
Seb no levanto la vista, lejanamente consciente de que el
dueño del puesto estaba yendo a través de una pila de
mercancías con alguien, ambos regateando sobre los
precios.
 
-Hombre, tienes que estar bromeando, esta camisa por si
sola vale cincuenta pesos.
 
Decidiendo que se quedaría con el libro, Seb tomo una
última bocanada del cigarrillo y lo apago. Cuando echó un
vistazo, vio que el orador era un hombre robusto unos años
mayor que él, sosteniendo una camisa de chica azul claro
de manga larga. Seb frunció el ceño. La sensación de que
estaba destinado a hacer algo estaba cosquilleando de
nuevo, con más fuerza que nunca. Finalmente se acordó un
precio. El dueño del puesto puso la camisa a un lado.
 
Por alguna razón Seb no pudo contenerse y fue por la
camiseta. A medida que sus dedos tocaron la tela delgada,
se quedo sin aliento, un rápido y aturdido respiro.
 
Familiar. ¿Cómo podía sentirse tan familiar?
 
Lucy llego bailando con los ojos iluminados.
 
-Mira ¿no son bonitos?- Le apretó el brazo y sacudió la
cabeza hacia él, mostrando sus aretes nuevos. Luego echó
un vistazo a la camisa y sus cejas se elevaron astutamente.
 
-¿Ooh, qué es eso? ¿Me estás comprando un regalo?
-Yo...uh... no- dijo Seb débilmente, casi sin darse cuenta de
que ella estaba allí. Todavía estaba sosteniendo la camisa,
no estaba seguro de si alguna vez sería capaz de renunciar
a ella. Observo mientras el dueño examinaba un par de
pantalones vaqueros de chica, el hombre saco una pequeña
foto enmarcada del bolsillo y la miro de soslayo.
-Bonita chica. Puedo vender el marco, la foto no es buena
para mí. ¿La quieres de vuelta?
 
El tipo fornido le echo un vistazo.
 
-Nah ¿Cuánto cuesta el marco?
 
La garganta de Seb se seco. Sin quitar la mano izquierda
de la camisa, dijo.
 
-Espera, ¿puedo ver eso?- y arranco la foto enmarcada de la
mano del dueño del puesto.
 
La imagen era de una niña de pelo rubio largo, mirando
hacia arriba a través de las hojas que caían de un sauce.
Por un instante, Seb casi no podía respirar, mientras
miraba el rostro sonriente, se sentía como si le hubieran
dado un puñetazo en el estómago.
 
Lucy se le quedo mirando, en el otro extremo del puesto
Amanda había aparecido, hojeando los CDs.
 
-Hey ¿Qué pasa?- dijo Lucy.
-No entiendo todo esto.
-Me llevare esto- Seb logro lanzarle al dueño del puesto.
-Y la camisa ¿Cuánto quieres por ellos?
 
El hombre se encogió de hombros desconcertado.
 
-¿Cien pesos por ambos? Es un lindo marco.
 
Seb excavo por el dinero en su bolsillo, empujándolo hacia
él. Metió la camisa y la foto en su bolsa, apretando con
fuerza como para protegerlos.
 
-¿De dónde los sacaste?- pregunto al tipo fornido. Su voz
estaba temblando.
-¿Quién es la chica? ¿La conoces?
 
El hombre parecía sospechoso de repente.
 
-Nadie en particular ¿por qué estás tan interesado?
-Porque necesito encontrar a la chica- Seb dijo entre
dientes, cada palabra baja y clara.
-¿Robaste estas cosas? ¿De dónde? ¡Sólo dime!
-¡Hey, no soy ladrón! No, simplemente estaba a un lado de
la carretera. Como si alguien hubiera perdido todo.
 
Estaba mintiendo, su aura se había vuelto un amarillo
mostaza tortuoso. Los músculos de Seb temblaban. Sabía
que estaba cerca de embestir al tipo y atacarlo. Dio un paso
más cerca.
 
-No me mientas, hombre. ¿Te preguntare una vez más?
¿Dónde los conseguiste? -¡Seb!- Grito Lucy tirando de su
brazo.
-Dios, cálmate ¿qué está pasando?- Él se la quito de
encima, sin quitar los ojos del ladrón. El hombre trago
saliva, una expresión nerviosa en su rostro ahora.
-Mira yo no quiero problemas- se interpuso el dueño del
puesto.
-Ustedes, muchachos si tienen un problema llévenlo a otro
lugar.
-Dime- dijo Seb en voz baja, sin hacerle caso. Y sabia que su
tono era el mismo que el de su época oscura cuando tenía
trece años. Había disfrutado de la pelea entonces, no lo
hacía ahora, pero él no dudaría en hacerlo.
 
Podía sentir al tipo comprendiendo esto, tomando una
decisión.
 
-No vas a encontrarlos- dijo finalmente.
-Hace horas que se fueron, ahora ¿de acuerdo? Eran
gringos, sólo se detuvieron para conseguir algo de comida.
Y eso es todo lo que te diré.
 
Era verdad. Seb dejo escapar un suspiro. Amanda estaba
de pie junto a Lucy ahora, ambas lo veían como si se
hubiera vuelto loco. Tal vez lo estaba.
 
-Lo siento- murmuró a Lucy, dando un paso atrás. Su pulso
latía en sus oídos.
-Me tengo que ir.
-¿Ir? ¿Te refieres a regresar al hotel?
-No, no, me tengo ir.
 
Y antes de que pudiera responder, se dio la vuelta y echo a
correr por el mercado, dejando su cara de sorpresa detrás
de él en un borrón. Tenía que ir a algún lugar privado.
Tenía que mirar esas cosas de nuevo. Debía estar
volviéndose loco, esto no podía ser cierto.
 
El hotel estaría lleno de gente. Virando al este, bajo por las
calles y entro a la Plaza de Armas, con el pequeño golpeteo
de la fuente, la mezcla de palmeras y abetos, la catedral de
piedra blanca que casi parecía de color rosa en la puesta de
sol. Había un quiosco frente a la catedral, una elegante
estructura de hierro forjado de otra época. Seb vio que
estaba vacío y tomo los cuatro pasos de un solo salto.
Respirando con dificultad, saco la foto de la mochila y
luego vaciló, apretándola con fuerza, la imagen oculta
mientras el pequeño marco se clavaba en su palma. No
podía ser cierto. Simplemente lo había deseado tantas
veces que se había vuelto loco. Iba a abrir la mano y seria
solo una chica humana, eso era todo, sólo una chica
humana.
 
Tragando saliva, por fin Seb se atrevió a abrir la mano y
mirar hacia abajo. La miro fijamente. Sin darse cuenta, se
hundió en el suelo de madera desgastada, aun sosteniendo
la foto.
 
Desde la época de sus primeros recuerdos, había sido
capaz de ver auras, el enojado, crepitante rojo de la
energía del novio de su madre mientras golpeaba a Seb, el
empapado azul de su madre mientras lo ponía en el
orfanato, gritando que era culpa de Seb por no llevarse
bien con el hombre. Su propia aura, cada vez que él había
mirado, era la única que siempre había encontrado que era
sobre todo plateada, con luces verde bosque desplazándose
a través de ella. La diferencia había molestado
profundamente a Seb, que había estado convencido que la
extrañeza de su aura había sido la razón de los golpes
recibidos. Ese había sido el inicio de su habito de por vida,
de cambiar los colores de su aura, de aprender a
mezclarse. No sabía entonces que no tenía sentido
alrededor de los humanos, ya que nadie excepto él podía
ver las brillantes formas de energía de todos modos.
 
Pero no solo podía ver auras cuando se reunía con las
personas cara a cara, podía verlas en las fotos también. Y
ahora... Seb miro hacia la foto enmarcada en su mano y fue
como si todo el mundo hubiera dejado de respirar. Era
verdad. Él no se había equivocado. La niña mirando hacia
arriba a través de las ramas del sauce tenía un aura
parecida a la suya, plata con destellos lavanda.
 
Otra mitad ángel.
 
Era ella.
 
El corazón de Seb estallo en su pecho. Jesús, tenía que
encontrarla. ¿Dónde estaba, sin embargo? ¿Quién era ella?
 
-Ellos- había dicho el chico, así que ella estaba viajando con
alguien. Parecía seguro de que ya no estaban en
Chihuahua, pero...
 
Seb cerró los ojos y envío a su otro yo en alza, a pesar de
que por lo general mantenía a su propio ángel oculto en las
ciudades, el encuentro violento con un ángel hace años se
lo había enseñado. En este momento, no le importaba.
Levantándose a través de techo del quiosco, extendió sus
brillantes alas y se deslizó sobre la ciudad, explorando los
caminos, los parques, la carretera que se extendía por la
ciudad.
 
No había nada, por supuesto. Nada.
 
Su ángel se precipitó de nuevo a él. Seb abrió los ojos y
miro sin ver uno de los postes de hierro forjado. La
posibilidad de que finalmente hubiera llegado tan cerca de
encontrar a su chica mitad ángel y que simplemente la
hubiera perdido de alguna manera, lo hacían enfermar de
terror.
 
Su mirada se poso en la mochila junto a sus pies. De
repente se acordó de la camisa de la chica, la sensación de
familiaridad que lo había barrido en el mercado. La saco. El
suave material de fieltro en contacto con sus dedos. Con
una respiración para tranquilizarse, Seb cerró los ojos de
nuevo.
 
Barrió sobre él todo a la vez. La sensación de una energía
tan parecida a la suya que estaba mareado, las manos de
Seb se cerraron en puños, agarrando el fino material como
a una cuerda de salvamento. El fantasma de su chica mitad
ángel, que había pasado tantos años de su vida tratando de
encontrar, ella era real, había llevado esta camisa. Podía
sentirla tan fuerte, su espíritu susurrando a través de la
tela. Todo sobre ella, por lo que había estado enamorado
durante tanto tiempo, su amabilidad, su fuerza, su humor,
todo estaba aquí y mucho más. El corazón de Seb estaba
golpeando en su pecho.
 
Cuando por fin se enfocó de nuevo, se dio cuenta de que
ella tenía casi su misma edad y de que había estado
preocupada por un sueño. Imágenes comenzaron a
aparecer en la mente de Seb, frunció el ceño, sorprendido
por las calles familiares. El DF. Había soñado con la Ciudad
de México y con los ángeles y una sensación de urgencia
que tiraba de ella como la marea. Tenían que ir allí, ella y
su novio humano, no tenían opción. Los detalles del sueño
se arremolinaban sobre él, podía sentir el miedo de la
chica, su ansiedad.
 
La imagen final lo sacudió por la sorpresa.
 
Un chico en su sueño se quedo mirándola en un parque, le
tendió la mano, la llamo querida. Seb podía sentir lo mucho
que la chica quería ir con él, el anhelo que barrio sobre ella
cuando sus ojos se encontraron. Y el rostro del chico era el
mismo que veía cada vez que se miraba en el espejo.
 
El sueño se desvaneció. Seb bajo la camisa, su mente
confundida. Había soñado con él. Ella lo había anhelado
como él siempre la había anhelado. Por un minuto no pudo
evitarlo, aun sosteniendo la camisa, se dejo caer a un lado
del quiosco, enterrando la cabeza entre sus brazos
mientras luchaba contra las lágrimas. Oh Dios, era verdad,
realmente era cierto. Ella era real, no estaba solo.
 
Las campanas de la catedral comenzaron a sonar a lo largo
del crepúsculo, al tocar las seis. A medida que la última
nota moría en el aire, Seb se levanto tembloroso de un
salto. Si lo dos seguían el sueño de la chica, entonces
estaban de camino a la Ciudad de México. No importaba lo
mucho que odiara al DF tenía que ir allí ahora, en este
segundo, de modo que pudiera encontrar a la chica, incluso
si tenía que buscar en cada centímetro cuadrado del lugar
para hacerlo.
 
Doblando la camisa, Seb la guardo en la mochila, sus dedos
dejándola a regañadientes. Estudio la foto por un momento,
bebiendo las delicadas facciones de la chica, su sonrisa y
ojos verdes. Negó con la cabeza con asombro mientras
tocaba el rostro vuelto hacia arriba. Entonces, así era como
lucia, había anhelado conocerla durante la mayor parte de
su vida. Tan hermosa, incluso de niña. ¿Estaba con su novio
humano por la misma razón por la que él había sido
tentado por Lucy, sólo porque la soledad había sido
demasiada y no había nadie más? Quizás esta chica
siempre se había sentido sola también, igual que él.
 
Seb guardo la foto en el bolsillo de sus vaqueros, con ganas
de mantenerla cerca. La Ciudad de México tenía veinte
millones de personas, pero la encontraría de alguna
manera. Ellos tenían que conocerse, tenían que estar
juntos. La certeza era como un latido de corazón golpeando
a través de él. No había otra opción posible, estaba
destinado a ser.
 
Ella había soñado con él.
 
 
Capítulo 5
 
Willow
 
 
Lo primero que note sobre la Ciudad de México fue el
tráfico. Era interminable y caótico: autos, taxis, y otras
motocicletas. Claxons a todo volumen. Luces rojas siendo
pasadas, ninguna atención a las líneas de división en
absoluto, excepto para ver como se podía hacer caso omiso
de ellas descaradamente. Cuando se detuvo por un
segundo, los vendedores aparecieron gritando por la calle,
paseando con cigarrillos y dulces. Mantuve mis manos en la
cintura de Alex mientras nos llevaba hábilmente dentro y
fuera de todo, desviándose y frenando cuando la gente
intentaba rebasarnos.
 
Lo segundo que me golpeo fue el olor, un vertiginoso coctel
de gases de escape, las especias de los vendedores de
comida en la acera, el polvo de los proyectos de
construcción. Y el sonido: martillos neumáticos, música
rock, chirridos de frenos en protesta. No podía dejar de
mirar, tomando todo. Mientras Alex y yo hacíamos nuestro
camino hacia el centro de la ciudad, vi edificios medievales
compitiendo por el espacio junto a modernas estructuras de
cristal y los art deco de los años treinta, otros estaban
abandonados, con tablas llenas de grafiti cubriendo las
ventanas. Parpadee cuando me di cuenta de algo más,
muchos de los edificios parecían ligeramente sesgados,
como si estuvieras viéndolos después de una noche de
borrachera. Todo el lugar se veía como las secuelas de una
gran fiesta.
 
Y allí estaban los ángeles, por supuesto.
 
Vi el primero después de que entramos a la ciudad,
deslizándose serenamente sobre un barrio a pocas calles de
distancia. Mientras más nos adentrábamos, seguía viendo
otros aquí y allá, dando vueltas y de vez en cuando saltando
en picada en destellos de luz. E incluso vi a uno
alimentándose en una acera sucia mientras pasábamos, a
menos de diez pies de distancia. Mi cuero cabelludo se
congeló. No podía quitarle los ojos de encima. El anciano
siendo comido se quedo con una sonrisa aturdida, el ángel
de un blanco brillante de casi siete pies de alto, sus alas
resplandeciendo en el sol. Era surrealista, la manera en
que las personas en la acera estaban empujándose lejos de
hombre, la manera en que ninguno de ellos podía ver lo
que para mí era tan dolorosamente obvio.
 
El siguiente semáforo se puso en rojo y nos detuvimos. Alex
miro sobre su hombro, subiendo su visor.
 
-¿Deberíamos comenzar a pensar a donde vamos? ¿Alguna
idea?
 
Trague saliva. Ni siquiera Alex podía ver lo que yo veía, no
a menos que elevara su conciencia a través de sus puntos
de chakra. Sintiéndome muy sola de repente, aparte la
mirada del ángel alimentándose, agradecida de que la cosa
estaba demasiado distraída para notarme.
 
-No, ni idea- dije.
 
Luego cuando el tráfico comenzó a avanzar de nuevo,
pensé en algo. Eleve mi voz por encima del ruido.
 
-Espera, ¿podemos ir a la plaza, la que yo soñé?
-Supongo que sí- respondió Alex después de una pausa.
Sabía que él estaba pensando en la cacería de ángeles que
había visto en mi sueño y si la idea no era una locura pero
no discutió.
 
La puesta de sol se acercaba, el cielo espectacular por la
contaminación: rayas salvajes de rojo y rosa que se
arremolinaban a través de la oscuridad del color gris como
el aceite sobre el agua. Me di cuenta que la ciudad era un
hervidero de ángeles, incluso si no podían verlos en casi
todas las esquinas de las calles, letreros en plata y azul de
La Iglesia de los Ángeles estaban pintados en los costados
de los edificios como carteleras gigantes. Y muchas
personas estaban visiblemente enfermas. Cuando Alex se
detuvo en otra luz, vi a una mujer joven pararse en la acera
y agarrarse a una farola para apoyarse. Podría haber sido
una coincidencia, por supuesto. Podría haber sido sólo un
mareo o algo así. Pero realmente lo dudaba. Y si estaba tan
mal aquí ahora, que pasaría en un par de semanas más
¿ahora que la Segunda Ola había llegado? Mordí mi labio,
odiando la idea.
 
Poco a poco, una enorme catedral de piedra maciza surgió
a la vista por encima de los otros edificios. Tenía dos
campanarios ornamentados, se encontraban a ambos lados
de una cúpula central, donde un ángel dorado se alzaba
sobre un pie, levantando una guirnalda hacia el cielo.
 
Sentí los músculos de Alex tensarse, cuando nos detuvimos
en otro semáforo, se giro de nuevo hacia mí.
 
-¡No puedo creerlo, la estatua del ángel más famoso en la
Ciudad de México! Siempre ha estado en la parte superior
de una columna en el Paseo de la Reforma y ahora de
repente esta allá arriba, en la Catedral Metropolitana.
-¿La qué?
-La Catedral Metropolitana- dijo. Su mandíbula se apretó.
-Es la catedral más antigua de Las Américas, ha estado
aquí por cuatrocientos años. Y tengo la muy mala sensación
de que es una Iglesia de los Ángeles ahora. Debe haber
sucedido hace poco.
-Oh- dije débilmente. Eso... no parecía una buena señal.
-De todos modos esta en el Zócalo casi estamos allí. ¿Y
adivina qué?- añadió Alex, apuntando a un letrero de
colores brillantes en una farola.
-Ese letrero dice que hay un concierto de "Amo a los
ángeles" pasando en la plaza esta noche. Mis ojos
encontraron los de Alex. Sabía que los dos estábamos
recordando a la multitud bailando en mi sueño, una terrible
sensación de impotencia me sobrepasó, un deja va cientos
de veces. Justo como cuando me di cuenta de que tenía que
ir a la Iglesia de los Ángeles en Schenectady para tratar de
ayudar a Beth. La comparación no era muy cómoda, cuando
una congregación entera trato de matarme y apenas había
escapado.
-Entonces- dijo Alex finalmente. Viendo de nuevo hacia
delante, levantando la voz mientras el tráfico comenzaba a
moverse.
-Creo que deberíamos ir a comprobarlo- podía decir que él
estaba pensando en su arma, en cuantos cartuchos le
quedaban.
 
Aclare mi garganta.
 
-Sí- respondí.
-Supongo que deberíamos.
 
Un convertible lleno de gente usando alas de ángel los
pasó, tocando la bocina. Dieron la vuelta en la misma
dirección que ellos, yendo por una de las calles que
bordeaban el Zócalo. Me quede observando mientras la
plaza aparecía a la vista, sorprendida por la forma exacta
en que había sido en mi sueño. El Zócalo era enorme, con
personas fluyendo por miles en su vasta extensión.
 
Y al igual que en mi sueño, un escenario había sido
establecido al final de la plaza en la catedral, bañada en luz
artificial. Había puestos de comida y vendedores
moviéndose a través de la multitud vendiendo alas de
ángel, sosteniéndolas en un racimo de plumas blancas
como enormes cabezas de dientes de león.
 
No parecía que se debiera aparcar en las calles que rodean
la plaza, pero la gente lo hacía de todos modos. Alex se
detuvo también, inclinando la Shadow junto a un coche.
Nos bajamos de la moto. Estábamos frente el gran edificio
de aspecto oficial de mi sueño, con la catedral levantándose
a nuestra derecha. Me puse tensa cuando me quite el
casco, había tres ángeles deslizándose sobre la plaza.
 
Alex comprobó su pistola, ocultándola entre su cuerpo y el
coche aparcado. Lo sentí elevarse a través de sus puntos de
chakra, así que cuando se dio la vuelta de nuevo su mirada
se encontró con los ángeles con la misma facilidad que yo.
 
-Está bien- dijo contemplándolos sombríamente.
-¿Alguna idea de lo que deberías hacer después? ¿Había
algo más en tu sueño?
 
Lo único en mi sueño que no le había dicho era sobre el
extraño muchacho y mi reacción hacia él, simplemente
parecía demasiado raro mencionarlo. Negué con la cabeza,
mirando a los ángeles mientras cazaban. Sabía que si Alex
estuviera por su cuenta se habría deslizado entre la
multitud para matar a esos tres si pudiera, antes de que
comenzaran a alimentarse.
 
-No me dejes abrazarte de nuevo- dije mirándolo.
-Hablo en serio.
 
Él soltó un suspiro. Podía ver el conflicto en sus ojos gris
azulado. Aun estudiando la plaza, él puso su brazo
alrededor de mi.
 
-No, no voy a dejarte sola con los ángeles alrededor.
-Alex, está bien. Yo puedo cuidar de mi misma.
-Tu propio ángel puede- acordó.
-Pero hasta que aprendas como disparar, tu forma humana
es tan vulnerable que me da pesadillas. Willow todo lo que
haría falta serian dos ángeles atacando en grupo y
arrancarían tu fuerza vital lejos.
 
Abrí la boca y luego la cerré de nuevo. De acuerdo, no tenía
exactamente una respuesta para eso.
 
Alex apretó mi mano y echo un vistazo al techo del coche
aparcado detrás de nosotros.
 
-Venga, sentémonos aquí donde podamos mantener un ojo
en las cosas, ver por qué tus poderes psíquicos nos trajeron
aquí.
 
Salto ágilmente al capo del coche y luego al techo,
inclinándose para ayudarme a subir. Un montón de gente
alrededor de nosotros estaba haciendo lo mismo, aunque
presumiblemente en su caso, los coches en cuestión eran
suyos. Algunos incluso habían llevado refrigeradores llenos
de cerveza y comida, como si el concierto fuera un
gigantesco picnic por el cuatro de julio. La noche era cálida
al parecer el clima de aquí era como primavera perpetua.
 
Tratando de ignorar a los ángeles, me quede mirando la
plaza, con sus edificios que lucían completamente
diferentes a cualquier cosa en los Estados Unidos.
Especialmente la catedral. En realidad eran dos catedrales:
la principal enorme con dos campanarios y un ángel en la
parte superior de la cúpula y luego otra, más pequeña,
justo al lado, piedra ornamentos de piedra que abarcaba
una amplia puerta de madera.
 
-El tabernáculo dijo Alex, siguiendo mi mirada.
-Creo que fue construido en una fecha posterior no estoy
seguro del por qué.
 
Asentí con la cabeza lentamente, tomando todo: la piedra
antigua, los coches, la vibrante multitud. Había un
verdadero zumbido en el aire y no sólo aquí, lo había
notado que desde que llegamos a la ciudad. Hacia
cosquillas en mis sentidos como algo tangible.
 
-La Ciudad de México es simplemente increíble dije,
sentada con las piernas cruzadas en el techo de metal. No
habíamos tenido oportunidad de comprar más ropa,
todavía. Estaba usando la camisa roja de Alex encima de mi
camisola.
-Nunca he visto nada igual.
 
Alex se encogió de hombros. Sabía que él no era una
persona de ciudad en realidad.
 
-Sí, es como Nueva York en un giro de cafeína. A Jake le
encantaba cuando veníamos aquí en las cacerías, solía
arrastrarme a las discotecas todas las noches en que
salíamos a hurtadillas.
 
Una tristeza momentánea cruzo su cara como siempre que
mencionaba a su hermano. Me presione contra él,
deslizando mi brazo alrededor de su cintura y él esbozo una
sonrisa.
 
-De todos modos, a los ángeles les encanta estar aquí
también, algo acerca de la energía realmente los atrae- sus
ojos fueron hacia la catedral de nuevo y negó con la
cabeza.
-Deben tener un dominio completo por aquí ahora y los
ángeles de la Segunda Ola probablemente ni siquiera han
llegado todavía.
 
Para el momento en que la banda Los Ángeles Amigos
entraron, cuatro chicos usando alas de ángel y una
cantante con un halo ligeramente torcido, la plaza estaba
llena de gente y había más de dos docenas de verdaderos
ángeles deslizándose alrededor de sus cabezas. Era irónico
supongo: la música rock reverenciado a los ángeles
golpeando a través de la noche, los propios ángeles
sumergiéndose y dando la vuelta, tomándose su tiempo
para elegir de que humano alimentarse. De vez en cuando
una paloma desaparecía entre la multitud danzante. En el
coche de al lado, las personas en el techo tenían sus brazos
alrededor del otro, cantando con la música. Alex y yo
observamos en silencio, tomados de la mano.
 
Finalmente la banda se detuvo, una mujer en un corto
vestido rojo subió al escenario y tomo el micrófono. Grito
algo sobre "Los ángeles"
 
-Los ángeles- su voz resonando a través de los altavoces.
-Sí- rugió la multitud.
-Déjame adivinar- le dije a Alex, inclinándome más cerca
para que pudiera escuchar.
-¿Amas a los ángeles?
 
Él sonrió irónicamente.
 
-Estoy cautivado por uno.
 
La mujer grito algo más.
 
-¿Están feliz de que estén entre nosotros?- Alex tradujo, sus
labios un caliente cosquilleo contra mi oído mientras la
multitud gritaba.
-¡Sí! ¡Sí!
La mujer en cuclillas sobre sus tacones altos, agitando un
brazo mientras gritaba por tercera vez. El ruido retumbó a
través de la noche, la multitud enloqueció, gritando y
saltando arriba y abajo.
 
Alex comenzó a hablar pero se interrumpió, enderezándose
bruscamente. Contuve el aliento cuando lo vi también. Uno
de los ángeles acababa de moverse hacia la izquierda, sus
enormes alas cortando el aire. El ángel se detuvo, flotando,
parecía mirar a su alrededor. Cuando de repente una
ráfaga lo lanzo hacia un lado de nuevo.
 
Y entonces, en el lado opuesto de la plaza, otro ángel se
desvaneció en un patrón de pétalos resplandecientes, como
un fuego artificial apagándose entre la multitud. Piezas de
luz se desviaron al suelo.
 
Me quede en silencio mientras brillaban en los reflectores.
Casi no podía pronunciar las palabras.
 
-¿Hay... hay algo más que pueda causar eso?
 
Cuando Alex hablo su voz sonaba ronca.
 
-No- dijo.
-No, no lo hay. Alguien acaba de dispararle al ángel.
 
Nos miramos el uno al otro. Sentí la tensa emoción pulsar a
través de él. A juego con la mía. Había otro AK entre la
multitud, alguien más que sabia como pelear con los
ángeles. Más de uno de hecho, porque de vuelta en el
escenario, dos ángeles volaban hacia el que había
esquivado primero y de pronto uno de ellos se lanzo hacia
un lado también, como si evitara una bala. Al mismo
tiempo, el primer ángel se aparto de nuevo con un brillo
luminoso.
 
-Al menos tres pistoleros- murmuró Alex. Los músculos de
sus antebrazos lucían tensos.
-Cristo, hay todo un equipo de AKs allí.
-¿Cómo puede ser?- dije aturdida.
-¡Creí que eras el único!
-No lo sé, quizás la CIA estableció otro grupo aquí sin
decirnos, o tal vez alguien más descubrió la manera de
luchar contra ellos- Alex se interrumpió tocando el techo
del vehículo mientras observaba la escena.
-Jesús ¿Por qué están dejándolos continuar la ofensiva?-
murmuró a los invisibles AK.
-¡Ellos saben que están allí, sólo dispárenles ya!
 
Mientras hablaba uno de los tres ángeles giro con agilidad
a un lado, alas brillando. Me congele cuando me di cuenta:
los AK estaban disparándole a los ángeles, ellos estaban
disparándoles casi sin parar.
 
Pero estaban fallando.
 
Sabia por Alex que todos fallaban a veces, el halo de un
ángel no era un blanco fácil, especialmente cuando ellos
estaban en movimiento. A menudo, tenías que ser mucho
más preciso ya que si no lo eras. Si fallabas demasiadas
veces, entonces ocurriría lo que estaba pasando en este
momento: los ángeles se darían cuenta de donde estabas y
avanzarían para matar.
 
A lo lejos vi a otro ángel estallar en la nada en el extremo
opuesto de la plaza, pero no podía quitar los ojos de la
catástrofe que se estaba desarrollando aquí, cerca del
escenario. Tres ángeles se deslizaron en un equipo de caza
y ahora se notaba que habían ubicado a los pistoleros a
continuación: hubo una decisión repentina en sus
movimientos, una certeza mortal en la forma en que se
unieron en uno solo y comenzaron a lanzarse en picada.
 
Los AK obviamente lo vieron también. Hubo una repentina
ráfaga de movimiento en la multitud, un pequeño grupo de
personas abriéndose camino a través de la multitud, el
pánico dándoles fuerza.
 
-Aléjense, deprisa- susurre. Mis manos estaban apretadas.
Los hombres armados salieron del otro lado de la plaza y
luego corrieron lejos por un camino complicado. Se
metieron en lo que parecía un callejón, los tres ángeles
fueron detrás de ellos, deslizándose con una ominosa falta
de prisa.
 
Alex juro mientras saltaba del coche.
 
-Idiotas ¿por qué van a un espacio cerrado donde pueden
acorralarlos contra una pared? Todos están a punto de
morir- él tiro de su casco.
 
Lo deslizó por el coche detrás de él y agarro mi propio
casco.
 
-¿Podemos pasar a través de la multitud?- pregunte,
levantando la voz por encima del sonido de la siguiente
banda que acababa de empezar. La calle estaba llena de
cientos de peatones dando vueltas, bailando con la música.
Muchos de ellos llevaban alas de ángel, esponjosas y
surrealistas en la penumbra.
-Tenemos que- dijo Alex brevemente. Montamos sobre la
moto y él aceleró, ante el sonido del motor, las personas
cercanas se alejaron. Empujo la Shadow por en medio tan
rápido como pudo, haciendo sonar la bocina. Finalmente
llegamos a la carretera principal y él activo el acelerador
con un rugido. Mientras acelerábamos al sur, tan solo podía
ver al grupo de tres alejándose más de los edificios. Alex
también lo hizo, desapareció después de ellos, yendo
dentro y fuera del tráfico. Ellos desaparecieron de la vista y
él dio un giro brusco y luego otro, enviándonos a toda
velocidad en las cuervas.
 
Los ángeles estaban a la vista.
 
De repente pude sentir en qué dirección debíamos ir,
latiendo a través de mi con absoluta convicción.
 
-¡Por ahí!- grite al oído de Alex, apuntando a una calle a la
derecha. Él la tomo y pronto estábamos disparados por un
camino que en su mayoría eran comercios, atropellos y
mala fama. Detrás de una casa de estuco de un rosa
desteñido, las puntas de las alas de los ángeles destellaron
dentro y fuera de la vista.
 
Alex se paró en seco. En el repentino silencio, podíamos
escuchar gritos. Barras cubrían las ventanas, una puerta de
hierro forjado estaba abierta, mostrando el camino. No
había luces, el lugar casi parecía abandonado, a excepción
de una camioneta blanca. Sentí la energía de Alex
elevándose, explorando rápidamente.
 
-Los tres están de vuelta, allí murmuró, lanzando su casco.
 
Mire a la casa y el instante se congeló. Mi cuero cabelludo
se erizo mientras la oscuridad de las ventanas enrejadas
me lanzaba dentro de un agujero negro. Algo iba suceder
aquí, algo que nos haría a los dos tan infelices.
 
Negué apartando el pensamiento, tenían que ser
simplemente nervios o algo así. Pero el frío permaneció
mientras los gritos asustados sonaban a través de la noche,
casi parecían venir desde el interior de mi cabeza,
temiendo lo que estaba por venir.
 
Willow se quedo inmóvil, mirando hacia la casa con los ojos
muy abiertos.
 
-¡Vamos!- dijo Alex. La tomo de la mano y ella pareció
volver a sí misma con un sobresalto. Corrieron por el
camino en que los gritos se hacían más fuertes.
-¡Aléjate de mí!- grito alguien. Las palabras eran en ingles.
La voz sonaba estadounidense. El leve ruido de los disparos
con silenciador vino de cerca.
 
 
 
Alex
 
El camino termino. Alex se apretó contra el costado de la
casa, con destreza ajustando el silenciador de su propia
pistola antes de asomarse por la parte trasera.
 
Un caos de cuerpos revueltos. Tres ángeles precipitándose
sobre ellos como polillas gigantes en una llama. Había
cinco AK dos chicas y tres chicos, estaban gritando,
agitando sus armas alrededor. Los ángeles estaban jugando
con ellos. Alex vio sombríamente riendo mientras ellos se
movían hacia sus oponentes y se alejaban de nuevo
esperando el momento oportuno antes de arrancar su
fuerza vital lejos.
 
Estaban en un patio de concreto, había una puerta trasera
con una luz sobre ella, dando un círculo de luz como un
bizarro escenario. Un rubio musculoso se situó en el centro
de atención, agarrando un arma con ambas manos y
moviéndola violentamente.
 
-Vamos cabrona- grito a un ángel femenino.
-Ven por mí- su acento era texano puro.
 
Alex vio al ángel decidir que había tenido suficiente de
juegos, se elevo y luego se le dejo ir al tipo, chillando. Alex
siguió a la criatura mientras se movía, apuntando al azul
puro y brillante en el centro de su halo. Incluso a través de
su concentración, negaba con la cabeza. Texano se agitaba
tan frenéticamente que tendría suerte de no reventar a uno
de sus amigos.
 
-Oh Dios, uno está a punto de atrapar a la chica- estalló
Willow. Con un temblor suave, su forma de ángel apareció.
Su cuerpo humano estaba en cuclillas a su lado, con los
ojos cerrados ahora mientras ella se concentraba.
-Willow, no- comenzó.
-En serio, retrocede.
 
Su ángel ya estaba lejos, en dirección a la pared de
cemento que bordeaba el patio. Las alas extendidas,
precipitándose sobre una chica de cabello negro de rostro
afilado, protegiéndola. El ángel atacante retrocedió con un
silbido sorprendido. La chica se estremeció, jadeo y se
levanto.
 
-Simplemente no puedo dejar que la mate- dijo la Willow
humana junto a él.
-Voy a estar bien- Alex apretó los dientes y trato de no
preocuparse. La fuerza vital de Willow estaba en su forma
humana no en su ángel pero ninguno de los dos sabía lo
que podía suceder si su ángel se lesionaba de alguna
manera.
 
El ángel se precipitó en espiral, las alas parpadeando. Con
un objetivo nuevo, Alex disparo, la criatura pareció sentirlo,
esquivándolo en el último segundo. Disparo de nuevo,
anticipando el movimiento esta vez y el ángel estallo en un
millón de pedazos de luz. Texano grito cuando la onda
expansiva lo lanzo hacia atrás, fuera de sus pies.
 
Uno menos, quedan dos. Alex miro de nuevo a la chica
acobardada en la pared. Arriba, el ángel de Willow se
precipitó como un pájaro resplandeciente mientras alejaba
a la atacante femenina. El ángel golpeaba sus alas
furiosamente mientras intentaba deshacerse de ella. El
ángel de Willow era más pequeño de lo normal sólo un poco
más grande que su forma humana pero increíblemente ágil
en el aire, como un cernícalo.
 
-¡Tú!- Alex oyó el chillido del ángel femenino.
-Cosa mitad humana.
 
El ángel restante, estaba a punto de saltar, escuchando
desde arriba, dio un giro en el aire, buscando la forma
humana de Willow. Alex levanto la pistola cuando la vio en
la calzada. Llego a ellos en una carrera de luz, Alex disparo
y la criatura se desvió bruscamente y entonces se elevo,
desapareciendo sobre la pared de fondo.
 
Recordando a las decenas de ángeles en la plaza, el pulso
de Alex se aceleró en alarma. Oh Cristo, la cosa había ido a
buscarlos, en cuestión de minutos tendrían un ejército de
ángeles descendiendo sobre sus cabezas, todos ellos con la
intención de matar a Willow.
 
Se separo de las sombras, yendo a través del patio donde el
ángel de Willow todavía peleaba con la hembra. Nadie
parecía haberse dado cuenta de que él estaba allí, vio una
ráfaga de rostros sorprendidos mientras se lanzaba a la
pared, escalaba rápidamente y caía al suelo. Corrió por el
callejón irrumpiendo en la otra calle. El ángel volaba
rápido, alejándose de él.
 
-¡Hey!- grito Alex, sus pies golpeando el pavimento
mientras corría.
-¡Hey!
 
La criatura se volvió con sorpresa, mientras Alex disparaba.
La rabia se arrugó en su glorioso rostro y se lanzo por él,
yendo en picada como un gigante pájaro de presa. Era más
rápido de lo que esperaba. Alex se lanzo al suelo mientras
el ángel gritaba por encima de su cabeza, dedos tomando
su fuerza vital. Se dio la vuelta y estaba sobre una rodilla
en cuestión de segundos, deseando su rifle, que manejaba
diez veces mejor en situaciones como esta. El pensamiento
pasó. Apunto mientras el ángel rugía hacia él de nuevo en
una furia de luz y belleza, teniendo cuidado de no mirar sus
ojos, para mantener su mirada sólo en el halo.
 
Disparó.
 
Dejando restos del ángel flotando suavemente detrás de él,
Alex tomo un vistazo del callejón. Todo el episodio había
tomado solo un minuto o dos, cuando se dejo caer de nuevo
en el patio, vio al ángel de Willow seguir manteniendo a
raya a la hembra más grande. Sus alas en un borrón,
mientras ellas se bloqueaban y repelían, se dio cuenta de
que era la forma humana vulnerable de Willow lo que el
ángel estaba tratando de alcanzar ahora. Un par de
personas se quedaron mirando con la boca abierta, los
demás corrieron a otro lado, tratando de apuntar al ángel.
Texano estaba teniendo problemas con sus atontados pies.
 
Alex siguió al ángel, consiguiendo su halo en su punto de
mira.
 
-¡Estoy en ello!- grito a Willow. Inmediatamente su ángel se
retorció lejos, yendo de nuevo hacia su forma humana. La
criatura comenzó a seguirla y luego vaciló, girando hacia
Alex, como sintiendo la trampa.
 
Era todo el tiempo que necesitaba. El sonido sordo de la
bala silenciada dio un vuelco a su alrededor y el ultimo
ángel se desvaneció en una fuente de luces.
 
Alex soltó un suspiro mientras apartaba su pistola. Miro al
camino y vio a Willow poniéndose de pie en las sombras.
Sus ojos se encontraron. Parecía agitada, pero le dio una
pequeña sonrisa. Ella estaba bien, estaba a salvo. Alex
sintió relajarse un poco mientras le devolvía la sonrisa y
por un segundo habían sido solo ellos dos. Vio un ligero
movimiento a su izquierda, su mirada dejando a Willow de
mala gana y su sangre se congeló.
 
Texano estaba apuntando su arma hacia ella.
 
-¡No!- Alex se precipitó hacia delante, tirándolo mientras la
pistola se disparaba. Se estrellaron juntos contra el suelo,
el arma deslizándose a través del pavimento.
-¿Qué demonios estás haciendo?- grito.
-¡Ella está de nuestro lado!
 
El chico se retorcía debajo de él como un pez fuera del
agua, luchando por liberarse.
 
-¡Suéltame!- grito.
-¡Ella no es humana, su aura es angelical!
-Ella está de nuestro lado- grito Alex de nuevo. Los puños
de Texano estaban agitados. Alex lo sostuvo abajo,
agachándose para evitar ser golpeado.
-Jesús, quieres escucharme.
 
Texano se levanto, medio alejándose mientras se ponía en
cuatro patas por su arma. Alex se lazo tras él agarrándolo
por la cintura. El chico se retorció y giro, su puño conecto
fuerte con el pómulo de Alex. El mundo se volvió de color
rojo, Alex lo lanzo de nuevo al suelo. Sacando su pistola, se
la clavo en la cara al tipo. El forcejeo se detuvo mientras
Texano lo miraba.
 
-No. Te. Muevas- dijo Alex entre dientes.
 
Lentamente se puso en pie, aun apuntando con su pistola a
Texano. Su mejilla estaba latiendo, apenas se dio cuenta.
Los otros se quedaron cerca, mirando, sin mover un
músculo.
 
-Todos ustedes dejen sus pistolas en el suelo- ordeno sin
mirarlos. Silencio.
 
-Ahora- ladró.
 
Deben haber oído algo en su tono que los convenció. Hubo
una breve vacilación, entonces el ruido de las armas siendo
arrojadas sobre el concreto.
 
-¿Willow, estás bien?- llamo Alex sin apartar los ojos del
rubio musculoso. Estiro un brazo hacia ella y sintió un
alivio infinito cuando ella apareció a su lado, deslizándose
bajo su brazo.
-Estoy bien- susurro.
-Alex, estoy bien. No me disparo.
 
Gracias a Dios.
 
-Ponte detrás de mi- murmure, apretando sus hombros
brevemente. El arma de Texano estaba justo al lado de su
pie, mientras Willow se ponía detrás de él, Alex pateo la
porquería enviándola a girar en las sobras.
-¡Ella no es humana!- insistía Texano desde el suelo, la furia
en su cansina voz.
-Ella es uno de ellos, debes estar de su lado, también.
-Sí, eso es el por qué le acabo de disparar a tres ángeles y
el por qué ella estaba manteniendo a raya a uno hasta que
pudiera conseguirlo- espeto Alex. Miro a los otros. Cuatro
de ellos todos temblando.
-¿Qué opinas?- exigió a la chica de rostro afilado.
-Eres a la que le acaban de salvar la vida.
-¿Quieres dispararle también?
 
Hubo un ligero arrastre de pies y todos se miraron entre sí.
 
-Su aura...y allí estaba el ángel, con su cara... balbució la
chica.
-Esta genial que ya sepas como lucen los ángeles- dijo Alex
con frialdad.
-Pero es posible que desees trabajar en tus interpretaciones
un poco. Su ángel no tiene halo ¿o no te diste cuenta?- con
su pistola le indico a Texano que se levantara, enviándolo
con los demás.
-Ahora escúchenme: Ella está de nuestro lado. Cualquier
persona que no me crea es mejor que vaya por su arma y
me dispare ahora, porque voy a matar a la siguiente
persona que trate de hacerle daño.
 
Sus palabras quedaron suspendidas en el aire. Nadie se
movió. En el repentino silencio, el zumbido del tráfico se
escucho, junto con el aleteo de las polillas nocturnas
mientras estrellaban contra la bombilla desnuda de la
puerta.
 
-Bueno, me alegro de que este arreglado- dijo Alex
finalmente.
 
Se fijo en el grupo tenso, preguntándose quienes eran,
todas las voces que había oído hasta ahora eran
estadounidenses. Ellos le devolvieron la mirada. Aparte de
Texano y la chica de rostro afilado, había un tipo con el
pelo corto color marrón rojizo, enjuto que parecía
congelado en su lugar, una chica de cabello castaño con
cuervas, tensa por la preocupación, un chico negro que
encontró su mirada mal humorada, con los brazos cruzados
sobre el pecho.
 
-¿Entonces, qué son todos ustedes, de cualquier modo?-
pregunto Alex.
-Seguro como el infierno que no son Asesinos de Ángeles.
 
Texano se erizo.
 
-Claro que lo somos.
-¿Si? Fue por eso que se las arreglaron para matar, algo así
como, a ninguno de ellos ¿verdad?
 
Los músculos de Texano se tensaron mientras miraba a
Alex como un mariscal de campo en una pelea de bar. Antes
de que el Texano pudiera responder la chica de pelo
castaño se aclaro la garganta.
 
-Nosotros... Nosotros somos observadores de ángeles-
ofreció.
-En EE.UU.
 
Alex fruncir el ceño.
 
-¿Te refieres al Proyecto Ángel?
 
Ella asintió con la cabeza. Tenía un rostro serio y ojos
azules, el pelo recogido en una cola de caballo.
 
-Hasta hace tan solo unos meses. Y entonces- la chica que
Willow había salvado la empujo, dándole una mirada
penetrante, ella se sonrojo y se quedo en silencio.
 
Observadores de ángeles. Alex asintió lentamente. Sí, eso
tenía sentido. Los observadores de ángeles trabajaban para
la CIA también, igual que él, su papel había sido localizar
ángeles y enviar mensajes de texto a los AK con sus
ubicaciones. Ellos habían sido entrenados para ver a los
ángeles, pero no tenían idea del resto.
 
Analizo al grupo de nuevo.
 
-Entonces ¿Qué sucedió? ¿Cómo se encontraron el uno al
otro? Pensé que ustedes también tenían que trabajar en
forma aislada, justo como- se interrumpió cuando sintió a
Willow tensarse detrás de él. Al mismo tiempo que una voz
femenina llego desde la calzada.
-¿Quieres explicarme porque estas apuntándole con un
arma a mi equipo, pez gordo? Y será mejor que sea bueno,
o te vuelo la maldita cabeza.
 
Alex se dio la vuelta en su lugar, listo para disparar. En
cambio sólo la miro.
 
La chica de piel oscura estaba de pie con una pistola sobre
él, era hermosa, casi tan alta como él, con pómulos altos y
cincelados y pelo corto negro. Sus ojos marrones se
abrieron abruptamente cuando se miraron. Llevaba unos
vaqueros color canela y una camisa sin mangas, podía ver
su figura, los músculos duros de sus brazos, como si pasara
media hora todos los días haciendo flexiones.
 
En su bíceps izquierdo tenía un tatuaje AK negro en letras
góticas.
 
El tiempo se había detenido.
 
-Kara- susurro Alex.
 
La chica abrió la boca y la cerro de nuevo.
 
-¿Jake?- grito. Su voz sonaba entrecortada.
-No- dijo.
-No, yo soy...
-Alex- termino por él.
-¡Oh Dios mío, Alex!
 
Lo siguiente que supo es que ella se había catapultado a
sus brazos y estaban abrazándose fuerte.
 
-¡No puedo creerlo!- Kara se quedo sin aliento, sonando
cerca de las lágrimas.
-En serio eres tú, estás vivo, estas bien...
-Pensé que estabas muerta- dijo en su cuello. Kara. Su
garganta se sentía demasiado pequeña para hablar.
-Creí que todo el mundo estaba muerto, a excepción de mí.
 
Ella se echo hacia atrás y le toco la cara, su delgada mano
se sentía firme y fuerte.
 
-Mírate- suspiro ella, con los ojos brillantes.
-¡Te pareces tanto a Jake! Todo lo que has crecido.
 
De pronto ambos estábamos riendo.
 
-Sí, todo un adulto igual que tú- se burlo, guardando su
pistola. Kara era solo cuatro años mayor que él pero
cuando había estado enamorado a los catorce años de edad
habían parecido décadas.
 
La tensión en el patio se había desvanecido. Los AKs se
quedaron mirando con desconcierto. Willow dio un paso al
frente. Podía ver su alegría por él, porque uno de sus viejos
amigos lo hubiera logrado, a pesar de la ligera tensión
alrededor de su boca que le recordaba a cuando ella había
conocido a Cully, de regreso en la Ciudad de México. Había
estado preocupada de que todos los AK la odiaran a causa
de lo que era.
 
-Willow esta es Kara Méndez le dijo.
-Estábamos juntos en el campo.
-Hola- dijo Willow, ofreciendo su mano a Kara. Ella casi
parecía un wafle con su camisa a cuadros y ojos verdes que
dominaban su cara.
-Soy Willow Fields- la cejas de Kara volaron. Willow le dio
un apretón de manos cauteloso.
-Willow Fields como la terrorista que está en todas las
noticias- Willow se encogió de hombros y trato de sonreír.
-Algo así, estaba tratando de detener la llegada de la
Segunda Ola.
-Y ella no es humana- interpuso Texano de mal humor.
-Echa un vistazo a su aura, es rara. Además, esta ese ángel
con su cara y...
-Cállate Sam- por la forma en que Kara lo dijo era una frase
que acostumbraba a menudo. Sin embargo, su expresión se
volvió cautelosa mientras miraba a Alex.
-¿Quieres explicar de que está hablando?
 
Alex comenzó a responder, Willow le puso la mano en el
brazo, deteniéndolo. Levanto ligeramente la barbilla y
hablo con voz firme.
-Él está hablando del hecho de que soy mitad ángel.
 
Kara siseo entre dientes, los otros retrocedieron en estado
de shock, mirando a Willow.
 
-Guau- murmuró el chico de pelo rizado, dando un paso
hacia atrás. Texano - Sam al parecer, tenía una mezcla de
genuino y aturdido horror en el rostro.
-¿Mitad ángel?- murmuró Kara finalmente.
-¡Se supone que eso es imposible!
-¡Lo sé!- dijo Willow uniformemente.
-Pero es verdad. Mi padre... Ella se detuvo, una rigidez
cruzando sus rasgos.
-Mi padre era un ángel- terminó.
-Nunca lo conocí, sin embargo. Nunca supe nada de esto
hasta hace poco.
 
Alex sabia que la reacción de Kara era probablemente más
suave que la suya cuando se topo por primera vez con la
parentela de Willow, pero aun lo odiaba. Ella miraba a
Willow como si fuera una especie de experimento de
laboratorio impensable.
-Willow y yo estamos juntos- puso su brazo alrededor de los
hombros de Willow y la atrajo a su lado.
-Casi muere en Denver, tratando de detener la Segunda
Ola.
 
Kara no se movió pero tenía la impresión de que acababa
de ser sacudida hasta la medula, estaba más sorprendida
por esto que por la revelación de lo que era Willow.
 
-Juntos- repitió en tono monótono, sus ojos color chocolate
estrechándose.
-Permíteme aclarar esto: ¿me estás diciendo que tienes una
novia mitad ángel?
-Sí - dijo Alex.
-Es correcto- sus miradas chocaron. Vio el empuje de la
barbilla de Kara y de repente recordó lo terca que ella
podría ser. Una vez ella y Cully habían tenido un
enfrentamiento durante hrs por un juego de póquer, los dos
discutiendo a altas hrs de la noche, con Kara exigiéndole a
Cully llevarlo afuera con ella. Había sido divertido en el
momento. Él y Jake habían apostado sobre quien cedería
primero.
 
No había sido Kara.
 
Willow se aclaro la garganta.
 
-Mira no quiero causar ningún problema ni nada.
-No lo eres- dijo Alex, sin apartar los ojos de Kara.
-¿Verdad, Kara?
 
 
Kara no respondió en un primer momento. Alex no podía
decir lo que estaba pensando. Con movimiento deliberados,
ella bajo su arma metiéndola en la funda debajo de la
cinturilla de sus pantalones vaqueros.
 
-Entonces- dijo fríamente.
-Creo que deberíamos ir adentro ¿eh? Parece que tenemos
mucho de qué hablar.
 
Le tomo un segundo a Alex comprender lo que quería decir,
miro hacia la casa a oscuras junto a ellos.
 
-¿Dentro, qué, aquí? ¿Esta es su base?- Se giro y miro a los
otros AK con incredulidad.
-¿Quiere decir que en realidad los trajeron de regreso aquí?
¿A su base?
 
Kara miro fijamente a Sam.
 
-¿Traerlos de regreso?
-¿Hubo problemas?
 
Alex no pudo evitarlo. Se rió en voz alta.
 
-Sí, vamos adentro- dijo.
-Tienes razón, hay mucho de qué hablar.
 
 
 
Capítulo 6
 
Alex
 
 
 
Kara los llevo por la puerta trasera y encendió la luz. Alex
pudo ver las cajas de cartón apiladas contra la pared y
baldosas rayadas en un patrón floral azul y blanco. Un
nicho decorativo que parecía debía tener un jarrón y en su
lugar tenía una lámpara y el cambio de alguien.
 
-¿Qué es este lugar?- pregunto. Estaba cargando su
material de acampada y los cascos de la moto, no tenían
mucho más.
-Bienvenido a la Central AK- dijo Kara. Ella fue hasta una
pequeña cocina. Los otros AK se quedaron atrás en el
pasillo, mirando a Willow con expresiones de desconfianza.
Sam especialmente vigilaba todos sus movimientos, como si
estuviera a punto de brotarle un halo y fuera a precipitarse
hacia él chillando para alimentarse. Alex dejo caer sus
cosas en una esquina y puso su mano en la espalda de
Willow cuando ella se apoyo contra el mostrador
acariciando sus omoplatos suavemente. La pequeña sonrisa
que le dio no llego a sus ojos.
 
Kara les presento a todos. Sam, Alex ya lo conocía mejor de
lo que él quería. La chica de rasgos afilados era Liz, tenía
pelo negro largo y aspecto pálido y gótico. Ella seguía
lanzando miradas horrorizadas a Willow, al parecer salvar
su vida no fue suficiente para ganar su confianza. Trish la
niña pecosa de pelo castaño no parecía menos aterrada,
también parecía ansiosa por la tensión, mirando
preocupadamente a los otros.
-Hola- cada uno de ellos murmuró. Después de un segundo,
Brendan, el de pelo corto y rizado, dio un paso al frente
para estrechar la mano de Alex torpemente. Con una
mirada nerviosa a Willow salió a toda prisa de nuevo.
 
El tipo negro era Wesley cuyas cejas y boca torcida en un
arco lo hacían parecer como si tuviera un gran sentido del
humor, salvo que también se veía como si jamás se hubiera
reído en su vida. Él movió los pies, el ceño fruncido.
 
-¿Nos necesitaras para esto Kara?- murmuró.
-No, no lo creo- dijo Kara.
-¿Por qué no van a la sala de estar, al campo de tiro o algo,
así nosotros tres podríamos hablar?
-¿Estás segura?- Sam arrastro las palabras. Entre cerro sus
ojos azules hacia Willow de una manera calculada.
-Podrías necesitar un respaldo.
 
Alex resopló. Con un esfuerzo, se abstuvo de señalar que el
respaldo funcionaba mucho mejor cuando la persona
cuidando tus espaldas en realidad sabia como disparar un
arma.
 
-Sí, Sam, estoy segura. Vete ahora. Les diré lo que
necesitan saber más tarde.
 
Después de que los AK se habían alejado, Kara puso un
poco de agua a hervir. Inmediatamente comenzó a sacar
tazas de un gabinete, luego vaciló mientras miraba a
Willow.
 
-¿Tú... tú comes y bebes como lo hacemos nosotros o...?
 
Una fría cólera tenso los músculos de Alex.
 
-¡Kara, por amor de Dios!
-¡Bueno, no lo sé!- espetó.
-¿Cómo se supone que voy a saber lo que hace o no hace
una mitad ángel?
-¡Vamos! ¿Crees que aun estaría con ella si fuera como
ellos?
 
Kara comenzó a decir algo más y se detuvo, un sonrojo tiñó
sus mejillas. No respondió, cerró la puerta del armario y
abrió otra, sacando un frasco de café instantáneo. Ella lo
azotó sobre el mostrador.
 
Willow miro hacia otro lado, abrazándose a sí misma. La
camisa a cuadros ondeaba libremente sobre sus muslos.
 
-Sí, como y bebo como tú lo haces- dijo ella en voz baja.
-Pero no quiero nada.
 
Deseaba poder estrecharla contra su pecho, en cambio Alex
puso su brazo alrededor de ella, podía sentir la tensión en
sus hombros. Kara vertió agua hirviendo en las tazas y
añadió un poco de leche.
 
-Dos de azúcar ¿verdad?- dijo sin mirarlo.
 
Levante la mirada con sorpresa con un nudo en la
garganta. Así era como Jake tomaba su café.
 
-No, uhh... Sólo leche.
 
Vi a Kara darse cuenta de su error, una mueca de dolor
cruzo su rostro. Debió haber habido un centenar de veces
durante las cacerías cuando se detuvieron en un 7-Eleven y
Kara había regresado al jeep equilibrando cafés para todos
burlándose de Jake sobre el azúcar diciendo que no podía
tomar su java como un hombre. Ahora Alex sabía que ella
estaba viendo lo mismo que él. La sonrisa de su hermano
cuando decía: lo que estás diciendo es que ya soy lo
suficientemente dulce ¿verdad? El flirteo entre Jake y Kara
nunca había llegado a nada, aunque por lo que Alex sabia
de su hermano, no fue por falta de intentos.
 
Kara le entrego una taza sin hablar, se sentaron en una
mesa de madera maltratada que dominaba la mitad de la
habitación.
 
-¿Seguro que no quieres nada?- dijo a Willow, con voz
rígida.
-Tal vez un poco de agua- dijo Willow.
-Puedo conseguirla- añadió cuando Kara comenzó a
ponerse en pie.
 
Alex y Kara se sentaron en silencio mientras Willow
encontraba vasos en un armario y llenaba uno de agua
embotellada que estaba en el mostrador. Kara muy
deliberadamente no estaba mirando a Willow, se sentó
bebiendo su café, tamborileando con los dedos sobre la
mesa de madera desgastada. Sus uñas eran cortas pero
bien formadas, pintadas de color rosa brillante. Los
recuerdos se agitaron en Alex cuando se dio cuenta. Esos
toques femeninos incongruentes de Kara le habían dado
algunas noches en vela cuando tenía catorce o quince años,
había especulado interminablemente sobre si ella usaría
ropa interior de encaje también. Kara probablemente lo
habría cubierto si hubiera sabido. No, no es
"probablemente".
 
 
Willow se dejo caer en la silla junto a él evitando sus ojos.
Debajo de la mesa, Alex le frotó el muslo
tranquilizadoramente, deseando estar solos, odiaba lo
tensa que se veía. Ella dejo escapar un suspiro y le lanzo
una mirada de agradecimiento.
 
-Entonces ¿qué es este lugar?- pregunto a Kara de nuevo.
-¿Cómo te reuniste con los observadores de ángeles, de
cualquier modo? ¿Y cómo se las arreglaron para no ser
asesinados? Cully dijo...
 
Los ojos marrones de Kara se volvieron grandes.
 
-¿Has visto a Cully?
-Sí hace poco más de un mes- Alex miro hacia abajo,
jugando con el mango su taza de café.
-Tiene quemaduras de ángel, Kara- incluso ahora odiaba
pensar en ello. Una vez que el padre de Alex, Martín, había
comenzado a perder agarre con la realidad Cully había
asumido el control como líder del campo de entrenamiento
AK: un lugar en el remoto desierto de Nuevo México donde
se habían formado tanto Alex como Jake. Y lo había hecho
con tanto tacto y tan discretamente que el padre de Alex ni
siquiera lo noto como para llegar a enojarse. El hombre
había sido un padre para él en todo menos en el nombre.
 
Describió el encuentro a Kara, como Cully se quedaba solo
en el antiguo campo ahora, la forma en que había tratado
de matar a Willow por lo que los ángeles le habían dicho.
 
La noticia trajo una línea dura en la boca de Kara, pero
entonces su forma se volvió reflexiva, cuando noto la
cicatriz de color rosa en el brazo de Willow, donde la bala
de Cully le había golpeado.
 
-Así que los ángeles te quieren muerta ¿ehh?- dijo.
 
Willow hizo una pequeña mueca.
 
-Sí, se podría decir que sí.
-De eso se trata la persecución terrorista- dijo Alex. Se
bebió el resto del café de un trago rápido.
-Creen que ella tiene el poder para destruirlos.
 
Kara estaba sentada observando a Willow, incluso relajada
Alex podía ver los músculos en sus delgados brazos.
 
-¿Y? ¿Es verdad?
-Nadie me ha dicho como todavía, si es que puedo- dijo
Willow. Su erizado cabello dorado rojizo cruzaba por su
mejilla mientras miraba hacia abajo, tamborileando su vaso
de agua.
-Por desgracia, al ser una mitad ángel no viene con un
manual de instrucciones.
-No, supongo que no- dijo Kara.
-Pero mis chicos vieron algo en ti que los asusto.
-Mi propio ángel- dijo Willow.
-Tengo lo que supongo, se llamaría una naturaleza dual. Mi
forma de ángel puede aparecer al mismo tiempo que mi
forma humana. Ambas son yo, sin embargo. Mi propio
ángel no tiene un halo, ni se alimenta, ni nada.
 
Alex podía decir lo extraño que Kara encontraba esto.
 
-Okay- dijo.
-Entonces ¿quieres mostrarme?
 
Willow le dio una mirada plana.
 
-No, no en realidad- la mirada de Kara se estrecho por un
segundo, luego se encogió de hombros.
-Bastante justo. Pero como es que... me refiero, pensé que
los ángeles no podían reproducirse.
-No lo sé- dijo Willow.
-Soy la única, soy un misterio para ellos también. Ella logro
una sonrisa tensa.
-Supongo que solo soy un golpe de suerte.
 
En pocas palabras Alex explico cómo él y Willow se habían
conocido. La forma en que Willow casi había muerto
tratando de detener la llegada de la Segunda Ola. No le
dijo la parte final de la historia, la forma en que había
sostenido el cuerpo sin vida de Willow en brazos y que de
alguna manera ella había vuelto a la vida. Todavía se le
hacia un nudo en el estomago al pensar lo cerca que estuvo
de perderla.
 
Cuando termino, Kara echó la silla hacia atrás mientras
estudiaba cuidadosamente a Willow, las cejas oscuras
dibujadas juntas.
 
-Así que realmente estas de nuestro lado, entonces- dijo.
 
Willow se encogió de hombros.
 
-No creo que mi novio AK querría tener mucho que ver
conmigo si no lo estuviera ¿verdad?
 
Kara no respondió.
 
Willow continuo, con voz tranquila, pero resuelta,
pronunciando cada palabra con claridad.
 
-Mi padre destruyo la mente de mi madre. Ella habría sido
normal si no fuera por él, en cambio, apenas y sabe quién
soy, por supuesto que estoy de su lado, odio lo que los
ángeles están haciendo aquí.
 
Su mano estaba apretada sobre la mesa, Alex la cubrió con
la suya.
 
-Bueno, lo entiendo- dijo Kara después de una pausa. Luego
frunció el ceño y las patas de su silla lentamente tocaron el
suelo.
-Espera un minuto ¿qué hacen aquí de todos modos? ¿Cómo
nos encontraron?
-Willow tuvo un sueño, debíamos venir aquí dijo Alex.
-Ella es psíquica, sabía que algo iba pasar en el Zócalo.
 
Kara no se movió.
 
-Psíquica- dijo finalmente y Alex sabía exactamente lo que
estaba pensando: las habilidades psíquicas eran un rasgo
angelical.
-Sí, siempre he sido psíquica- dijo Willow.
-Incluso antes de que supiera... ella encogió sus delgados
hombros, luciendo cansada de repente.
-Incluso antes de que lo supiera- termino.
 
Alex rodeo la palma de su mano con el pulgar.
 
-¿Vas a responder algunas de nuestras preguntas ahora?- le
dijo a Kara.
-Si el interrogatorio ha terminado, me refiero.
 
Kara puso los ojos en banco ante la palabra
"interrogatorio". Ella empujo la silla hacia atrás y se
levanto.
 
-Muy bien, vamos primero siéntense. ¿Están hambrientos?
A Liz le gusta cocinar, tenemos unos espaguetis sobrantes
que podemos recalentar.
-Sí, muero de hambre- dijo Alex. Soltó la mano de Willow y
se paso una mano por la cara. Su mejilla palpito de cuando
Sam lo había golpeado. Se sentía como si hubiera estado
despierto durante días.
-¿Liz?- pregunto Willow.
-La de pelo oscuro- le recordó Kara, abriendo la nevera y
sacando una cazuela cubierta.
-Oh si ella. A la que Willow le salvo la vida- dijo Alex
deliberadamente y tomo un goce oscuro ante la mirada de
asombro en el rostro de Kara.
-Hombre, Kara, ese grupo tuyo necesita algo de
entrenamiento serio- continuo.
-¿Cómo es que incluso han llegado a salir a cazar? ¿Estás
tratando de deshacerte de ellos o algo?
 
Kara apoyo las manos sobre el mostrador, cerrando los
ojos, ella bajo la cabeza por un segundo, sacudiéndola.
 
-Bueno. Tengo que escuchar todo sobre esto y no me gusta
cómo suena ni un poco... Pero permítanme responder a sus
preguntas en primer lugar y luego vamos a entenderlo.
 
Ella deslizó la cazuela en el microondas y pulso unos
botones, un ligero zumbido comenzó.
 
-Por lo tanto, lo primero que debes saber es que este lugar
no es mío, originalmente era de Juan. Lo compro para que
nosotros lo utilizáramos.
-¿Juan? ¿También está vivo?- Alex se sentó con la espalda
recta y el corazón palpitante. Juan Escobar había sido uno
de los mejores en el campo AK a menudo había sido el líder
en los equipos de caza, especialmente después del
accidente que le había costado a Cully su pierna. Si él
todavía estaba vivo, era una de las mejores noticias que
había recibido en meses.
-No- dijo Kara pesadamente, apoyándose contra el
mostrador. La luz fluorescente fundía las líneas exóticas de
su rostro en un relieve afilado.
-Él fue el que nos trajo hasta aquí, la van blanca en el
camino de entrada es suya. Pero él fue asesinado el día
después de haber terminado de arreglar este lugar. Ni
siquiera tuvo la oportunidad de comenzar a entrenar al
equipo.
 
Alex se quedo inmóvil. Podía sentir los ojos de Willow en él,
amables con simpatía.
 
La voz de Kara se volvió áspera.
 
-Y la forma en que sucedió fue simplemente estúpida. Dos
de nosotros habíamos salido a buscar algunos suministros y
olvidamos escanear. Un ángel vinculo su mente con Juan
para alimentarse y él se las arreglo para alejarlo lo
suficiente para intentarlo y dispararle, pero para entonces
ya había desgarrado su fuerza vital lejos.
 
Alex no hablo.
 
-Llame a una ambulancia pero ya sabía que se había ido-
Kara continuo.
-¿Y sabes lo peor? Tuve que fingir que ni siquiera lo
conocía, que no era más que un hombre que había
encontrado desplomado en la acera. Afortunadamente me
las arregle para conseguir su arma y él nunca llevaba
identificación... se interrumpió.
-Tengo al ángel- añadió después de un momento.
-Pero de cierto modo fue demasiado tarde para entonces.
 
Por desgracia, Alex podía imaginárselo bastante bien. La
muerte de Jake había sucedido porque el mismo se había
olvidado de escanear. Dios, era tan fácil hacerlo algunas
veces, tan estúpida y penosamente fácil. Willow toco su
brazo y él sabía que ella estaba al tanto de lo que estaba
pensando.
 
-Entonces ¿cómo consiguió traerte hasta aquí?- pregunte
finalmente.
 
El microondas se apago. Kara tomo los espaguetis y
empezó a apilar porciones en platos.
 
-Bueno, cuando el Proyecto Ángel fue retomado, los ángeles
empezaron a deshacerse de todos los AK y observadores de
ángel, es probable que ya lo sepas. Ellos enviaron a uno de
sus lacayos detrás de nosotros, creo que ninguno de ellos
quería acercársenos. Y cuando llego el turno de Juan.
Bueno, vamos a decir que ahora hay un lacayo menos en el
mundo.
 
-Bien- dijo Alex brevemente. Willow se sentó sin hablar,
escuchando con atención.
 
Kara les entrego a ambos un plato. Abrió un cajón y saco
tenedores y cucharas. Poniéndolos sobre la mesa con un
ruido suave, se sentó de nuevo.
 
-Después, Juan busco en el auto del tipo y encontró su
teléfono y allí había un documento en el que estaban los
nombres y números de contacto de todos los que no habían
muerto todavía. Yo y los cinco allí dentro- ella asintió con la
cabeza hacia el resto de la casa.
-Todos seguíamos en la lista. Juan se las arreglo para
encontrarnos primero y nos trajo a todos aquí.
-¿Por qué la ciudad de México?- pregunto Alex. Ya no tenía
hambre pero sabía que tenía que comer. Tomo un bocado
de espagueti.
-Juan no era de aquí ¿verdad? Creo que era de Durango.
 
Kara asintió tamborileando la mesa.
 
-Él estaba... Estamos aquí debido a un correo electrónico
que Juan encontró en el teléfono. Alex, algo grande va a
suceder aquí pronto. Y tenemos que estar aquí por eso.
Tenemos que estar listos.
 
Willow disparo a Alex una mirada rápida.
 
-¿Qué está pasando?- le pregunto Kara. Su tono estaba
lleno de temor, sabía que estaba pensando en su sueño.
-Sera mejor empezar desde el principio- dijo Kara.
-Juan no conservo el teléfono después de haber obtenido la
información de él, pero escribió el correo electrónico abajo.
-Espera te mostrare- se levanto y dejo la habitación, su
figura alta y delgada se movió casi en silencio.
 
Cuando Willow se volvió hacia él, su cara se arrugó con
preocupación.
 
-Tu pobre mejilla- murmuró, acariciándola suavemente.
-¿Realmente duele?
-Está bien- dijo Alex, su mente en mitad de lo que Kara
había estado diciendo.
-Solo deseo haberle dado un puñetazo de regreso cuando
tuve la oportunidad- entonces él miro a Willow
contemplado su rostro.
-¿Estás bien, no obstante? ¿Estando aquí?
 
Él no llamaría a la ligera curvatura de sus labios una
sonrisa.
 
-Estoy bien- dijo ella.
 
Alex se quedo en silencio, sin saber que decir. Él sabía lo
duro que debía ser para ella, entrar en una situación
extraña donde todos veían nada más que su mitad ángel y
nadie confiaba en ella por lo que podrían echarla. Cuando
probablemente ella era la persona más confiable en el
planeta.
 
-Escucha, ellos se acostumbraran a ti, si nos quedamos-
dijo.
-Kara es muy buena persona, ella sólo...
-Lo sé- lo interrumpió.
-Alex todo está bien. No puedo esperar a que simplemente
lo tomen con calma, supongo.
 
Era tan hermosa, sentada allí en su camisa de cuadros
desteñida. Deslizó la mano por la parte trasera de su cuello
y se inclino hacia delante, besándola. Sus labios eran
cálidos y suaves, él sintió su tensión derretirse mientras
ella respondía.
 
Ambos sintieron más que oyeron a Kara de pie allí. Alex se
echo hacia atrás sin apartar los ojos de Willow. Él le sonrió
de nuevo y la sonrisa de ella se veía un poco más relajada
esta vez.
-Entonces, aquí esta- dijo Kara en breve. Su expresión era
tensa mientras se sentaba. Alex no sabía si era el
documento en su mano o lo que ella acababa de decir.
Ambos probablemente.
 
Ella empujo una hoja de papel sobre la mesa.
 
-La dirección del correo electrónico de La Iglesia de los
Ángeles a la que fue enviada pertenece al predicador en la
Catedral Metropolitana aquí dijo.
-Es posible que hayas visto que ahora es una Iglesia de los
Ángeles. ¿Y conoces el tabernáculo justo al lado? Fue
reconstruido en el espacio de la oficina para la iglesia. El
predicador es el jefe allí y créeme es tan devoto como ellos.
 
Alex ladeó la página hacia él compartiéndola con Willow.
Una punzada lo golpeo al ver la familiar escritura
serpenteante de Juan. Empezó a leer:
 
Sí, puedo comprobar que los arreglos están en marcha
para la visita prevista del Consejo Seráfico a la Ciudad de
México. Tienen varias órdenes vitales de negocios allí. Una
es seleccionar un líder angelical para la Iglesia de México.
Como hemos comentado la máxima seguridad durante su
estancia es vital y la población en general no sabe de su
presencia. Sin embargo, puede estar seguro de que a los
funcionarios de la iglesia, por supuesto, se les permitirá
rendir homenaje a ellos, al igual que algunos miembros
seleccionados del público. Discutiremos esto cuando
hablemos. Mientras tanto, por favor, envié un resumen de
todas las disposiciones de seguridad. Recuerde su
seguridad es vital para todos los ángeles.
 
-¿Consejo Seráfico?- dijo Willow. Su pelo le hacía cosquillas
en la mejilla mientras ella se inclinaba más cerca para leer.
-¿Nate no nos lo menciono?
-Sí, pero yo nunca había oído hablar de él antes- Alex
frunció el ceño hacia la página.
-Nosotros sabíamos todo sobre sus hábitos en el
campamento nada acerca de sus políticas. Eran
interesantes noticias que este Consejo, fueran quienes
fueran, planearan nombrar a un jefe de la Iglesia Angelical
en México, Alex siempre había tenido la impresión de que
Raziel, era el líder de la Iglesia en los EE.UU solo que
había agarrado todo el poder para sí mismo. ¿Así que eso
significaba que este Consejo Seráfico estaba por encima
del padre de Willow, en el esquema de lo angelical?
 
Pero más que eso, Alex se encontró mirando la frase su
seguridad es vital para todos los ángeles. Kara llego al otro
lado y soltó las palabras.
 
-Esa es la razón por la que vinimos aquí- dijo.
-Sonaba como si al deshacernos de este Consejo, entonces,
quizás sería un verdadero golpe contra todos los ángeles,
solo que nosotros no sabíamos a ciencia cierta, cuando
llegarían, o incluso dónde, exactamente.
-Tiempo pasado- Alex lo noto, enderezándose para mirarla.
-¿Lo saben ahora?
-Algo de ello- dijo Kara.
-Cuando llegamos aquí, la catedral acababa de reabrir y yo
fui allí un montón, pretendiendo ser una creyente. Yo, ahh...
bueno, me las arregle para conseguir una especie de
amistad con el ayudante principal del predicador, un tipo
llamado Luis.
 
Alex sonrió irónicamente, no tenía problemas para leer
entre líneas. Obviamente, no se suponía que Luis estuviera
hablando con devotos al azar de estas cosas y
evidentemente, Kara tenia al pobre hombre tan enamorado
que no podía evitarlo.
 
Se cruzo de brazos sobre la mesa.
 
-En primer lugar, esta cosa es enorme. Mucho más grande
de lo que habíamos siquiera esperado- ella suspiro.
-La razón de que los altos mandos en la Iglesia estén tan
preocupados por el riesgo de seguridad se debe a que el
Consejo Seráfico es como el latido de los ángeles. Se les
conoce como los Doce y su energía, es la energía angélica
original, al parecer tiene que ver con ellos siendo "la
primera creación". Y los ángeles no pueden vivir sin ellos.
Literalmente no pueden vivir sin ellos. Si el consejo de los
Doce muere...
-Todos ellos mueren- Willow término débilmente. Y miro a
Alex, la sangre había desaparecido de su rostro.
-Mi sueño, los doce ángeles desvaneciéndose, el sonido de
millones de ellos gritando... todo encaja.
-Jesús- murmuró Alex, hundiéndose de nuevo contra la silla.
Su corazón comenzó a golpear mientras sus ojos se
clavaron en los de Willow. Tenían una segunda oportunidad
para destruirlos. Realmente tenían una segunda
oportunidad. Si se las arreglaban para deshacerse del
Consejo, entonces, con el tiempo la humanidad comenzaría
a recuperarse, el mundo estaría a salvo. Su familia paso por
su cabeza. La madre de Willow. Tenían que tener éxito esta
vez, así lo que le había pasado a las personas que amaban
nunca ocurriría de nuevo, a nadie más.
-¿Tienen algún otro detalle?- le pregunto a Kara finalmente.
-De acuerdo con Luis, van a llegar a principios de enero y
luego se quedaran durante tres semanas en el hotel Nikko-
dijo Kara.
-Es uno de los hoteles más exclusivos de la cuidad toda la
planta superior está reservada para ellos. La seguridad va a
estar muy ajustada, pero hay una recepción planeada para
el último día que estén aquí y al parecer el Consejo va a
celebrar audiencias privadas entonces, para que las
personas seleccionadas los puedan adorar en sus formas
angelicales. Estoy tratando de convencer a Luis de que
algunos de mis amigos y yo deberíamos aparecer en esa
lista- ella le dio una sonrisa dura.
-¿Por qué yo soy muy devota, sabes?
 
Alex asintió. Definitivamente sonaba como el mejor
momento para hacerlo, si el Consejo iba a estar en sus
formas de ángel con sus halos vulnerables en pantalla.
 
-Y espero que podamos llevarlo a cabo con el menor daño
para nosotros como sea posible. Realmente no queremos
que esto sea una misión suicida- Kara apoyo la barbilla en
la palma de su mano, con la Kara tensa por la
preocupación.
-Pero todo depende del equipo sea capaz de exterminar al
Consejo, ya que esta es probablemente la única
oportunidad que tendremos de llegar a ellos. Si fallamos...
ella se estremeció.
-Bueno, no creo que nos dejen escapar para intentarlo más
tarde.
-Tienes razón, esta es nuestra única oportunidad- dijo
Willow con voz firme. Ella le dijo a Kara de su sueño. Alex
observo a Kara quedarse inmóvil.
-Así que es una especie de cosa predestinada para ustedes
dos estar aquí- dijo.
-Parece de esa manera- dijo Alex, jugando con su tenedor.
Su mente estaba corriendo por encima de todo lo que Kara
había dicho. Dependía de que Luis el asistente consiguiera
meter al equipo a la recepción, sonaba un poco demasiado
endeble para su comodidad. Pero incluso si todo salía como
estaba previsto la parte más difícil iba a ser escapar
después de que el Consejo muriera, una vez que las
personas se dieran cuenta de lo que habían hecho. Estaba
casi seguro de que iba a haber bajas.
 
Dejo el tenedor contra la mesa y dejo de lado las
dificultades logísticas por el momento.
 
-Está bien, así que en la recepción alrededor de once
semanas. Se necesita un equipo capacitado para entonces
¿qué estás haciendo enviándolos a cazar ahora, antes de
que estén listos? ¿Estás tratando de que los maten o qué?-
él le explico lo que había sucedido en el zócalo, como había
asumido, Kara había sido el pistolero solitario que había
estado golpeando a los ángeles al otro extremo de la plaza.
-Suena como si todos los demás se hubieran quedado
juntos- dijo Kara malhumorada.
-Maldición, les dije que se abrieran en abanico.
-¡No deberías haberlos enviado allí en primer lugar! Dios,
deberías haberlos visto afuera justo ahora, cuando esos
tres ángeles estaban atacando, era un completo caos.
-¿Qué creías que estabas haciendo?
 
Sus ojos negros centellaron.
 
-Lo que he estado haciendo es estar a cargo de la mejor
manera que conozco desde que Juan murió ¿de acuerdo? ¡Y
parecía que podían manejarlo! Todos habían estado
golpeando la diana más del noventa por ciento de las veces
y son expertos explorando, ellos...
 
Alex soltó una risa de incredulidad.
 
-¡Vamos Kara ya sabes lo diferente que es disparar a los
ángeles de verdad, en lugar de solo golpear objetivos!
Recuerdo que papá te decía eso con bastante frecuencia,
de todos modos.
-¡Sí, bueno, yo no soy tu padre! Y no era exactamente mi
plan que Juan muriera antes incluso de empezar, por lo que
tuve que estar a cargo de entrenar a este montón... Kara se
interrumpió. Exhalando se paso una mano por la cara, se
hizo el silencio.
-Oh, demonios, lo arruine ¿de acuerdo?- dijo finalmente,
con voz cansada.
-Habían estado haciendo prácticas de tiro por lo que
parecía para siempre y acababa de averiguar lo del Consejo
y esta es nuestra única oportunidad y supongo que en
cierto modo me asuste. Pensé que podría ser una buena
práctica para ellos, o algo, no podíamos simplemente
sentarnos aquí con todo esto sucediendo. Teníamos que
salir y hacer algo.
 
Alex suspiro podía entender este tipo de frustración muy
bien.
 
-Sí, lo sé. No te rindas por esto- miro hacia su plato de
nuevo, tomo un bocado con poco interés.
-Nadie puede ser como Juan, de todos modos. Fue uno de
los mejores líderes con los que he trabajado.
 
Kara se inclino hacia atrás, cruzando el tobillo sobre su
rodilla. Ella le dio una mirada larga y apreciativa.
 
-Apuesto a que podrías ser como Juan- dijo al fin.
-Tal vez incluso mejor.
 
Los músculos de Alex se tensaron, podía ver a Willow
observándolo y sabía que estaba pensando lo mismo que
Kara. Su voz salió más aguda de lo previsto.
 
-De ninguna manera. Estas a cargo Kara. Yo te ayudare en
lo que pueda, pero yo no voy a entrar aquí a hacerme cargo
de tu equipo.
 
Ella rodo los ojos.
 
-¿Qué pasa si ruego y suplico?- dijo.
-Alex en serio, apenas y lo sostengo aquí. Dame un ángel
para disparar y estoy bien ¿pero esto?- ella sacudió la
cabeza.
-Incluso de niño eras un gran AK. Apuesto a que serias
fantástico en todas estas cosas de estrategia y el
entrenamiento, está en tu sangre. Has estado en esto toda
tu vida. ¡Dios, recuerdo que tú me enseñaste la mejor
manera de ir a por un halo y sólo tenías alrededor de
catorce!
 
Willow toco su mano, su voz era firme.
 
-Serias genial. Sé que no es realmente lo que deseas pero
serias muy, muy bueno en eso.
-Tienes que hacerlo- dijo Kara.
-Tienes qué. O de lo contrario ni siquiera tendremos
oportunidad contra el Consejo.
 
Así que aquí estaba, lo que tanto había temido. Tan
inevitable como la frialdad del hielo. La magullada mejilla
de Alex dio un latido. De algún modo había sabido que esto
pasaría, desde el momento en que vio a Sam dando vueltas
con la pistola, gritándole al ángel que viniera a buscarlo.
No podía huir de ello. No podía decir que no, a pesar de
que quería rechazar esto más que a nada de lo que había
enfrentado, porque no era solo la seguridad del equipo de
lo que sería responsable ahora, era toda la humanidad.
 
-Si estoy a cargo, entonces, la primera prioridad es
conseguir los planos para el hotel- dijo finalmente.
-También necesito información de seguridad más
específica. Mucho más específica, cada detalle que puedas
encontrar, cuantos guardias, con exactitud todo lo que esté
sucediendo en recepción, todo. Y tan pronto como el quipo
esté listo, tenemos que empezar a llevarlos a cacerías
seguras, lo más seguras que podamos manejar para
conseguir un poco de practica en la vida real. No quiero
que ninguno de ellos muera si puedo evitarlo- su boca se
torció.
-Ni siquiera ese idiota texano.
-Ya lo tienes jefe- dijo Kara en voz baja.
 
Jefe. Alex se resistió a poner una cara.
 
-¿Estás de acuerdo con esto?- le dijo a Willow.
 
Ella asintió. Parecía resignada, como si ella también
encontrara esto inevitable. Al mismo tiempo, la
aprehensión parpadeaba en lo profundo de sus ojos verdes
y sabía lo preocupada que estaba.
 
-Por supuesto- dijo.
-Esto es lo que tenemos que hacer.
-Entonces, creo que voy a decirle al equipo esta noche- dijo
Kara.
 
Alex volvió a comer, la comida había perdido todo su sabor.
 
-Mañana- dijo.
-Déjame dormir un poco en primer lugar ¿vale?
 
Kara asintió. Y a pesar de que estaba agotado, Alex no
sabía si esa era la verdadera razón por la que quería
posponer el anuncio o si sólo quería un respiro por unas
cuantas horas más antes de tener que hacerse cargo de
esto. Miro a Willow, deseando de nuevo que estuvieran
solos. Quería averiguar cómo se sentía realmente estando
aquí, dado a la acogida que había recibido.
 
Willow pareció adivinar lo que estaba en su mente, sus
dedos se posaron fugazmente en su brazo, diciéndole que
estaba bien. Ella empujo la silla hacia atrás.
 
-¿Hay un baño que pueda usar?- pregunto a Kara.
 
Kara se volvió, señalando con un brazo moreno y delgado.
 
-Sí, solo tienes que ir a través de esa puerta, escaleras
arriba, segunda puerta a la izquierda.
 
Después de que Willow había desaparecido, Kara dijo.
 
-Así que, ella también hace eso.
 
Alex no levanto la vista de su comida.
 
-Sí, Dios al igual que un ser humano real. ¿Crees que
podrías dejar de ser tan idiota con esto? ¿Cómo un favor
especial para mí?- él puso otro bocado de espagueti en su
boca.
-Ella es muy bonita- dijo Kara después de una pausa.
-Lo sé.
-Entonces... ¿Te puedo hacer una pregunta personal?
 
Él levanto la mirada bruscamente, su hermoso rostro era
soso.
 
-Sí, puedes preguntar- dijo.
-Pero puede que no responda, si no es asunto tuyo.
 
Ella tamborileo sus uñas de color rosa sobre la mesa.
 
-Bueno, supongo que ustedes dos son íntimos ¿verdad?-
Alex dejo escapar una risa con un resoplido y tomo otro
bocado de espagueti. Si Kara pensaba que iba a hablar de
su vida sexual con ella estaba loca.
-Está bien, está bien, no me digas- dijo.
-Pero a lo que me refiero es, ¿no te preocupa una
quemadura de ángel?
 
Él dejo escapar un gruñido y dejo caer su tenedor. Kara
continuo antes de que pudiera decir nada.
 
-Quiero decir, está bien, no está del lado de los ángeles. Lo
entiendo. Pero eso no significa que estar cerca de ella no te
haga daño físico de alguna manera. No estoy diciendo que
lo haga a propósito, pero...
 
Alex escupió las palabras.
 
-Escucha con atención, lo diré de nuevo, ella no es como
ellos. Ella no se alimenta. ¿Cómo podría darme una
quemadura de ángel?
 
Kara se encogió de hombros con expresión arqueada.
 
-No lo sé ¿Quién diablos sabe nada acerca de una mitad
ángel? Ni siquiera ella lo sabe ¿así que como podrías tú?
-Sí, bueno, gracias por tu preocupación dije recogiendo el
tenedor otra vez.
-Me siento bien.
-Bien- dijo.
-Me alegra oírlo- cogió la hoja de papel con la escritura de
Juan en ella, dándole la vuelta cuidadosamente.
-Por supuesto, no siempre se saben estas cosas ¿verdad?
Algunos de esos tipos de cáncer, por ejemplo, pueden
tomarse realmente un largo tiempo para empezar a
mostrarse.
 
Él la fulminó con la mirada, felizmente habría estrellado el
plato de espaguetis en su rostro.
 
-Kara, lo digo en serio.
-Cállate.
 
Un silencio tenso cayó.
 
-Oye- dijo finalmente, tocando su hombro.
-No te enfades conmigo, Al. Quiero decir, simplemente
ponte en mis zapatos, de verdad espero que si vengo aquí
con un novio mitad ángel, le empieces a hacer algunas
preguntas.
 
Consiguió una sonrisa ante su antiguo apodo para él y
sabía que ella tenía razón. Si hubiera estado en su lugar
habría estado diciendo exactamente las mismas cosas.
Negó con la cabeza.
 
-Kara, Willow es... Ella es la persona más amable y
generosa que he conocido. Ella moriría antes de hacerme
daño, o cualquier otra persona.
 
Kara levanto una mano.
 
-Está bien- dijo ella y sabía que se estaba frenando de
repetir lo que había dicho antes, que podría no ser algo que
Willow estuviera haciendo a propósito.
-Hay que tenerlo en cuenta ¿de acuerdo? Eso es todo lo que
pido- ella cambio de tema a propósito.
-Sabes, realmente no puedo superar lo mucho que te
pareces a Jake ahora, realmente han crecido esos hombros
tuyos. ¿Qué diferencia hacen un par de años, eh?
 
Estaba contento de sentir la tensión entre ellos aliviarse.
 
-Sí, pero tú todavía luces igual- dijo, escaneando su rostro.
Kara era mitad negra y mitad mexicana, la mezcla había
dado como resultado, características marcadas, dramáticas
y un elegante cuello. Su pelo extremadamente corto lucia
increíble en ella, siempre lo había hecho.
 
Ella sonrió y pretendió acicalarse.
 
-Gracias, cuando se llega a mi edad te gusta escuchar eso-
su rostro se puso serio de nuevo. Ella examinó sus uñas, vi
la misma expresión en sus ojos que cuando ella cometió el
error sobre el café.
-Entonces ¿Aún piensas en él tanto como yo?
 
Alex miro hacia su plato, las palabras no salían. Sintió a
Kara llegar al otro lado y apretar su muñeca.
 
-Lo siento- dijo ella.
-Pregunta estúpida.
-Todos los días- dije finalmente.
-Lo extraño todos los días.
 
Los dos se enderezaron cuando Willow volvió a entrar en la
cocina, podía decir que ella había recogido el estado de
ánimo. Se quedo de pie con los brazos cruzados sobre su
pecho e intento una sonrisa.
 
-Hey, siento ser aburrida pero estoy muy cansada- dijo.
-Podría simplemente ir a la cama.
-Yo también- dijo Alex estirándose. Entonces recordó.
-Kara ¿podemos pedirte prestada algo de ropa de tus
chicos? Un estúpido ladrón robo todas nuestras cosas en
Chihuahua.
-Sí, podemos arreglarlo, no hay problema- dijo Kara. Ella
comenzó limpiar los platos, Willow se traslado a ayudar.
-Entonces, Willow tenemos una cama extra en el dormitorio
de las chicas, eres bienvenida. Y Alex puedes tomar la
antigua habitación de Juan si quieres, esta justo al lado del
dormitorio de los chicos, es bastante pequeña tiene una
cama individual- se detuvo, mirando nerviosa mientras
miraba de Alex a Willow.
-Oh, espera, supongo que quizás ustedes...
-Vamos a tomar la antigua habitación de Juan- dijo Alex. Vio
a Kara empezar a decir algo y luego detenerse, apretando
los labios.
-¿Qué?- dijo bruscamente.
-Todo el mundo sabe que Willow y yo estamos juntos, no
voy a empezar a ocultarlo.
-No, no es eso- dijo Kara. Ella raspo el resto de los
espaguetis a la basura.
-Es sólo que... bueno, Juan pensó que era mejor si la gente
no se emparejaba tan evidentemente. Para el equipo,
quiero decir. Él estableció algunas reglas básicas cuando
llegamos aquí y es una de ellas. Pero mira tú estás a cargo
ahora. Así que has lo que quieras.
 
Él empezó a decir, bien, lo haré... y luego vaciló cuando
recordó que su padre había tenido esa regla también. No
era que a Martín le hubiera importado ver reuniones ilícitas
en el armario de las escobas, había estado bien en lo que a
él respectaba, pero decía que hacía que el equipo se
sintiera más como una unidad si el equipo estaba siempre
en primer lugar y las parejas en segundo. Y cuando estabas
en una situación de combate eso podría ser vital.
 
-Alex, está bien, voy a entrar en el dormitorio- dijo Willow,
aclarando los tenedores y cuchillos sin mirarlo. Podía
imaginarse lo que sería para ella allí con las otras chicas
odiándola. Y entonces noto la tensión en sus movimientos y
que ella aun estaba rehuyendo su mirada. Sus cejas
bajaron con preocupación cuando una sospecha vino a él.
-¿Nos puedes dejar solos por un segundo?- pregunto a
Kara.
 
Ella puso los platos enjuagados sobre un estante de secado.
 
-Claro voy a ir a buscar algo de ropa para los dos. Vuelvo en
diez.
 
Alex se apoyo en el mostrador junto al fregadero y
suavemente tiro de Willow hacia él, enlazando sus brazos
alrededor de su cintura.
 
-Oíste lo que Kara estaba diciendo antes ¿verdad?
 
Ella hizo le dio un asentimiento renuente.
 
-Solo la ultima parte mientras estaba bajando las escaleras,
pero... sí, lo suficiente para conseguir una idea- admitió.
-Muy bien, entonces sabes que es una completa fantasía
¿verdad? Tú no causas quemaduras de ángel... Ni a mí, ni a
nadie.
 
Al mirar hacia abajo Willow toco el colgante de cristal que
le había dado, que brillaba con la luz.
-Sin embargo, Kara tiene razón, no lo sabes a ciencia
cierta- su voz era inestable.
-¿Cómo podrías? En realidad nadie sabe nada sobre los
mitad ángel. Me refiero, a que no creo que haya hecho
daño a nadie pero tú y yo estamos tan cerca y tal vez...
-Willow. Venga. Nena, por favor, escúchame- él levanto su
barbilla con la mano, sus ojos estaban llenos de lágrimas.
-Por supuesto que no me haces daño- dijo.
-¿Me veo poco saludable para ti? Estoy bien.
-Pero sólo porque alguien se vea saludable no significa que
lo están. ¿Y qué pasa con ese dolor de cabeza que tenías en
Chihuahua? La noche anterior nosotros casi- se detuvo, un
poco ruborizada.
-Quiero decir... estábamos tan cerca ¿recuerdas?
 
Con una sonrisa repentina, dije.
 
-Oh, bueno, sí. Ahora que lo mencionas, me parece
recordar que...
 
Inclino la cabeza y la beso. La sintió comenzar a responder
y entonces se alejo.
 
-¡Alex, lo digo en serio! Y si tenía algo que ver con...
-Shh- murmuró, besándola de nuevo. Tenía las manos en
sus caderas, deslizándose hacia arriba, podía sentir la
delgada curva de su cintura.
-Escúchame, tú no tienes halo. No te alimentas. La única
forma en que podrías hacerme daño seria dejando de
tocarme. Eso dolería. Mucho. Esto se siente muy bien, en
realidad.
 
El beso profundizó, sus bocas moviéndose juntas. La sintió
ceder apretándose contra él y enredando sus brazos
alrededor de su cuello. Él paso sus manos por su espalda,
saboreando su calor. La idea de dormir separado de ella lo
estaba matando.
 
Cuando se separaron, Willow apoyo la cabeza contra su
pecho, él puso la mejilla en su cabello, acariciando su
espalda a través de la suavidad de la camisa de cuadros.
-Prométeme que me dirás si alguna vez siquiera sospechas
que te estoy haciendo daño- dijo después de una pausa.
-Me refiero, incluso a si tienes una tos que no crees que
deberías tener, tienes que decirme ¿está bien?
 
Empezó a hacer una broma y luego Willow levanto la vista,
su expresión era muy seria.
-Lo prometo- dije tocando su rostro. Dios, podría matar a
Kara por poner esta idea en su cabeza.
-Pero, Willow, no va a suceder. No me haces daño. Era solo
un dolor de cabeza, todos en el planeta lo sufren a veces.
 
Ella vaciló, sus ojos buscando los suyos.
-Realmente espero que tengas razón.
-La tengo- dije. Acaricie su mejilla con el pulgar.
-Te lo prometo. Estoy completamente bien.
 
Willow dejo escapar un suspiro.
 
-Está bien- dijo al fin, asintiendo con la cabeza.
-Tal vez exagere un poco- ella alzó la mano y cubrió su
mano con las suyas.
-Te voy a creer hasta que tenga una razón para no hacerlo
¿qué tal eso?
-Mucho mejor- dije. La atrajo hacia él de nuevo. Bajando la
cabeza, susurro en su pelo.
-Entonces, ahora que lo hemos resuelto... quizás
deberíamos pensar en terminar lo que empezamos la otra
noche.
 
Ella lo miro rápidamente, sus mejillas enrojecieron un
poco, pero estaba sonriendo.
 
-Oh, definitivamente, estoy pensando en ello, créeme- ella
paso un dedo sobre su pecho.
-Pero la próxima vez, alguien tiene que estar un poco más
preparado.
 
Alex acarició su cuello.
 
-Compre algo en el camino hoy- murmuró contra su suave
piel.
-¿En serio?
-Mm hmm- él mordisqueo su oreja, sintiéndola
estremecerse.
-Oh- dijo débilmente.
-Eso hace que... real, realmente apeste que voy a dormir en
el dormitorio de las chicas mientras estemos aquí.
 
Él se aparto.
 
-¿Lo harás?
 
Willow suspiro.
 
-Creo que es lo mejor ¿no es así, la verdad? Me refiero a
que no quiero causar ningún problema y parece que es una
especie de regla.
 
Él hizo una mueca.
 
-No tiene que ser así. Quiero decir, que yo soy el que está a
cargo ahora... Siempre podría simplemente ordenarte
dormir en la misma cama que yo.
-Oh, eso es romántico.
 
Alex medio rió y medio gimió, dejando caer la cabeza sobre
su hombro. La sintió acariciar su cabello.
 
-Sí, tienes razón- dijo finalmente.
-Papá tenía la misma regla. No le importaba lo que la gente
hacia, pero...
 
Él levanto la cabeza y sonrió con tristeza.
 
-Tal vez podríamos encontrar un cuarto de las escobas en
alguna parte.
-Eso es sorprendente, esta conversación sigue poniéndose
cada vez más y más romántica.
-Así que, eso es un no al armario de las escobas, entonces.
-Es un definitivo, un rotundo no al cuarto de las escobas.
 
Alex sonrió.
 
-Sabes que sólo te estoy tomando el pelo ¿verdad?-
Encontré su mano, entrelazando mis dedos con fuerza a
través de los de ella.
-Willow, cuando suceda, quiero que sea simplemente...
increíble para ti. Para los dos. Totalmente perfecto.
-Lo sé- dijo, sus ojos suaves.
-Encontraremos una manera pronto. Vamos a
acostumbrarnos a estar aquí en primer lugar ¿de acuerdo?
Entonces podremos comenzar a escabullirnos y a
comprobar el cuarto de las escobas- ella suspiro.
-Realmente voy a extrañar dormir contigo, sin embargo-
dijo ella pasando la mano por su brazo.
-Me refiero a simplemente hablar contigo. Estar en tus
brazos.
 
Alex podía oír a Kara regresar con sus ropas.
 
-Sí, lo sé- dijo dándole otro beso rápido.
-Yo también.
 
Y pensó irónicamente que era uno de los más grandes
eufemismos de su vida.
 
 
Capítulo 7
 
 
Raziel
 
-¡Raziel!- la voz femenina era baja, urgente. Una mano
abofeteó suavemente una mejilla y luego la otra.
-Debes despertar. ¡Deprisa, no tenemos mucho tiempo!
 
El toque era angelical, la voz no era cualquiera de las que
había estado escuchando desde que había estado aquí
tendido en la cama y ¿Cuánto tiempo había sido? ¿Un día?
¿Una semana? Con una terrible, claridad repentina, lo que
había sentido mientras estaba inconsciente volvió con
fuerza y los ojos de Raziel se abrieron de golpe. Cuando vio
quien estaba a un lado de su cama, se esforzó en posición
vertical, con su cabeza todavía dando vueltas.
 
-Charmeine- dijo.
 
Estaba sentada en el borde de la cama, vestida con
pantalones grises y un jersey de angora negro que dejaba
al descubierto un hombro, su largo cabello rubio claro
cayendo en una corriente de brillo. Raziel la observo, el
placer mezclado con fuertes sospechas. Él y Charmeine
habían tenido una cosa una vez y ahora eran amigos de una
clase, aunque Charmeine era demasiado parecida a él para
su comodidad a veces. Ellos se habían mantenido en
contacto esporádicamente estos últimos dos años, pero no
sabía que ella había planeado venir en la Segunda Ola.
Dada la repentina aparición del Consejo también, no era
particularmente alentador encontrarla aquí ahora,
encaramada en su cama.
-Sé lo que estas pensando pero estas equivocado, te
prometo que puedes confiar en mí- Charmeine tomo su
mano y la sintió abriéndose a él, mostrando su sinceridad.
Lo cual era agradable pero no muy significativo. Era un
procedimiento estándar para dejar entrar a alguien y
mostrarles exactamente lo que quieres que vean.
-Los Doce están aquí, Raziel. Y...
-Lo sé- interrumpió ácidamente, tirando de su mano.
Todavía se sentía mareado.
-Y sólo tres o cuatro años antes de lo previsto, imagina eso.
¿Por qué? ¿Alguien está a punto de retirarse?- como
muchos ángeles, Raziel había tomado inconscientemente
características de algunos de sus donantes de energía
humanos. El acento inglés había estado en él durante años.
-No, me refiero a que están aquí dijo Charmeine
llanamente.
-Abajo. En la Catedral. Me enviaron a convocarte...
Raziel era incapaz de ocultar su sorpresa, la sentía saltar
dentro de él como una llama.
-¿Me están convocando? En mi propia Catedral- dijo
finalmente.
-Sí- dijo Charmeine.
-Y sí, están aquí, en primer lugar porque fueron alertados.
No sé porque pero saben todo lo que has estado haciendo
desde hace meses. Ellos han estado haciendo planes.
 
La aprehensión tenso sus músculos.
 
-¿Qué planes?- ella sacudió la cabeza.
-Te darás cuenta muy pronto, me temo.
 
La típica Charmeine: Colgando información para luego no
proporcionarla. Raziel frunció el ceño pero no se molesto
en ir a buscar. Los ángeles habían tenido miles de años
para perfeccionar el arte de maniobras psíquicas, las
defensas de Charmeine eran tan buenas como las suyas.
-¿Y qué tienes que ver con todo esto?- le exigió en su lugar.
-¿Que significa, que te hayan enviado?
-Estaba, por así decirlo, altamente recomendada para venir
a través de la Segunda Ola y servirlos- dijo Charmeine.
-Han decidido que sólo la familia puede ser de confianza.
Incluso una oveja negra como yo.
 
Charmeine era una de los de la "primera familia", un ángel
que se había formado poco después de los Doce. Ella no
estaba tan cerca de ellos en linaje como algunos, era más
como un primo lejano que cualquier otra cosa. Pero su base
etérea era todavía más similar a la de los Doce que otros
ángeles, por lo que en teoría significaba que ellos
encontrarían más fácil tener un control psíquico sobre ella.
De ahí su repentino deseo de tener a su "familia" alrededor
de ellos, sin duda.
-Así que te han obligado- resumió Raziel.
-Eres uno de sus lacayos psíquicos ahora y saben todo lo
que haces.
 
Charmeine se encogió de hombros, su hombro expuesto era
delgado y pálido.
 
-Ellos creen que sí. Creo que se sorprenderían de lo fuertes
que están mis defensas. La energía familiar funciona en
ambos sentidos ya sabes, tengo capas que ni siquiera han
descubierto todavía.
 
Raziel la contemplo, si era verdad, eran noticias
interesantes.
 
-¿Y cuanto tiempo crees que puedes seguir así?
-El tiempo suficiente, con algo de suerte.
 
Su tono era ligeramente casual, pero sabía que Charmeine
nunca había dicho nada verdaderamente informal en su
vida, como la mayoría de los ángeles, prosperó en
insinuaciones y el sentido solapado. Raziel empujo las
mantas y salió de la cama. Llevaba un par de pijamas de
seda por el que rara vez se molestaba, obviamente uno de
sus asistentes humanos se lo había puesto.
 
-Deliciosamente misterioso como siempre, por lo que veo-
dijo.
-Bien. Tengo que tomar una ducha y cambiarme.
-No tardes demasiado- advirtió Charmeine mirando la
puerta.
-Ellos te esperan allí en breve.
-Estaré todo el tiempo que quiera- espeto.
-Esta es mi catedral. No dan las órdenes aquí.
 
A pesar de sus bravuconadas, todavía se encontró
corriendo mientras se bañaba, lo que lo enfureció. Al
acecho debajo de la rabia estaba casi el mismo miedo que
había sentido mientras estaba inconsciente. No esperaba
que el Consejo averiguara el verdadero alcance de su poder
en este mundo todavía. Desde la Primera Ola, su
conocimiento de lo que estaba ocurriendo había sido un
tanto vago, sólo unos pocos de la Primera Ola tenían la
capacidad de comunicarse con ellos a través de las
dimensiones. Y como había pasado el tiempo, las lealtades
habían cambiado. No había tomado mucho tiempo para los
ángeles que vivían aquí sentirse más en sintonía con Raziel
y otros que eran conocedores de este mundo que con la
vieja guardia de vuelta a casa o para ver las tentadoras
posibilidades en potencia que todos podían compartir aquí.
 
Porque lo que nadie había podido prever era que la Iglesia
de los Ángeles: la religión con el más rápido crecimiento en
la historia. A pesar de que fue fundada por los seres
humanos, los ángeles se habían apresurado para tomar
ventaja de la Iglesia sobre todo Raziel, que siempre le
había irritado el reinado automático de los Doce gracias a
su estatus como la "Primera creación". Podrías pasar la
eternidad maniobrando por una posición como uno de sus
lacayos o tratar de crear un nicho para ti mismo en otro
lugar. La presencia masiva de los ángeles en este nuevo
mundo había dado a Raziel la oportunidad que había estado
anhelando desde hace milenios. No le había tomado mucho
tiempo arrebatar el control de la iglesia y ponerse a la
cabeza.
 
Con él al timón, la Iglesia de los Ángeles pronto se
convertiría en la iglesia más influyente del mundo. Los
ángeles estaba ahora tan firmemente arraigados en la
conciencia de la sociedad, que las personas que nunca se
habían encontrado con uno estaban abrazando a sus
depredadores de todo corazón. En la Ciudad de México, la
histórica Catedral Metropolitana recientemente había sido
convertida en una Iglesia de los Ángeles, un golpe
asombroso, hecho con mayor razón por la relativa falta de
atención de la prensa, sólo fue visto como un curso natural
de los acontecimientos. Raziel había planeado hacerse
cargo de la gestión de esta nueva catedral él mismo, en su
momento, dividiendo su tiempo entre Estados Unidos y
México. En Londres, se hablo de que San Pablo se
convertiría del mismo modo y en París, Notre Dame.
 
Hasta el momento, la charla era todo sobre que la
presencia angélica no era tan grande en Europa todavía
pero Raziel tenía pocas dudas de que a raíz de la Segunda
Ola, estos planes se llevarían a cabo. Para entonces, había
esperado estar a cargo de la mayor parte de las Américas y
se imagino a si mismo establecido de una manera similar al
Papa, con el poder de los ángeles debajo de él. Una vez que
el Consejo, finalmente se hubiera instalado en este mundo
y visto lo que estaba pasando, habría significado una
guerra para ellos tratar de quitarle el control y para
entonces habría tenido más que suficientes aliados para
enfrentarlos.
 
Por el momento, la Iglesia estaba en el borde: estaba a
punto de tomar el mundo y los ángeles que estaban del
lado de Raziel podrían ayudarlo a hacerlo. Así que a
cualquier informe para el Consejo siempre había
minimizado cuidadosamente la importancia de la Iglesia de
los Ángeles y la creciente base de su poder.
 
O al menos, eso es lo que había pensado.
 
Mientras apagaba la ducha, lo golpeo de repente: La
Ciudad de México. La mitad ángel estaba allí y también
estaba consciente del Consejo. El conocimiento era tan
fugaz como una pompa de jabón, se había ido tan rápido
como había llegado. Raziel se quedo con el ceño fruncido,
el agua goteaba de sus ojos mientras se preguntaba si se
estaba volviendo loco. Olvídate de la mitad ángel, pensó.
Todavía no podía soportar usar la palabra hija. Tenía cosas
más importante en que pensar en ese momento.
 
Cuando salió de nuevo, Charmeine se había trasladado a la
sala de estar. Después de ponerse un par de pantalones
grises casualmente caros, Raziel entro y la encontró
acurrucada como un gato, en su sillón favorito. Sabía que
alguna vez habían formado una pareja sorprendente, ella
con su delicada belleza de luz de luna y él con su pelo
negro rizado y características de poeta. Si fuera del tipo
sentimental, esto podría haber causado que la viera con
menos sospechas. Afortunadamente, no lo era.
 
-Entonces ¿Qué te traes entre manos?- demando
abotonándose una camisa azul oscuro.
-¿Por qué me avisaste que hay problemas?
 
Charmeine parecía divertida.
 
-¿Por los viejos tiempos?- sugirió.
-¿Que maravillosamente altruista de tu parte?- respondió
Raziel, metiéndose la camisa.
-Por favor recuerda que es a mí a quien estás hablando y lo
muy, muy bien que te conozco ¿Cuál es tu juego?
-Ningún juego- dijo Charmeine. Su hermoso rostro de
muchachita era imposible de leer. Se levanto y se acerco a
él dando vueltas perezosamente a uno de los botones de su
camisa con una uña.
-Simplemente tengo la sensación de que vas a necesitar un
amigo en este mundo muy pronto, eso es todo. Y creo que
nuestras necesidades mutuas podrían trabajar muy bien
juntas.
 
La expresión de Raziel no cambio mientras la miraba.
 
-¿El Consejo sabe de ti y de mi?- pregunto bruscamente.
 
Su mano se acerco hasta su nuca, jugando con su cabello.
 
-Por supuesto ahondaron en mi mente y encontraron todo
lo que yo quería que vieran- dijo.
-Así que saben que te odio mucho, mucho y haría cualquier
cosa por volver a ti.
 
Raziel comenzó a decir algo más pero se detuvo cuando
ambos sintieron un duro tirón en su mente, como si fueran
un par de pescados que son manejados por pescadores
invisibles.
 
-Hora del show- murmuró Charmeine, dejando caer su
mano.
-Por cierto, tu catedral está a punto de ser utilizada para
algo bastante desagradable. Es necesario, supongo, pero...
desagradable.
 
Las adivinanzas eran doblemente molestas cuando el lugar
en discusión era su propio territorio. Sin responder Raziel
cambio a su forma de ángel y voló de la habitación
deslizándose en silencio a través de las paredes. Charmeine
lo siguió con un brillante destello de alas. Mientras se
elevaban hacía el espacio principal de la catedral, con su
alta y arqueada cúpula, Raziel vio a los Doce reunidos en
sus formas humanas abajo, cerca del púlpito de alas
blancas. Y lo divertido era que habían llevado a una
audiencia con ellos, había alrededor de cincuenta ángeles
sentados en las bancas cercanas.
 
Los ojos etéreos de Raziel se estrecharon cuando vio los
resultados de la tentativa de la mitad ángel de destruir la
puerta: las tablas del suelo torcidas, los paneles del techo
faltantes, el andamiaje de metal que se encontraba en el
lugar. Furia quemo a través de él una vez más, que incluso
hubiera intentado tal cosa y que los frutos dañados de su
trabajo estaban ahora en una espantosa exhibición para el
Consejo y sus seguidores. Ciudad de México. Ella estaba
ahí, pensó de nuevo. Y a pesar de que aparto el
conocimiento de ello por ahora, profundamente esperaba
que fuera verdad. Conocer el paradero de la criatura
significaba que estaba a solo unos pasos de distancia de
tenerla a ella y a su novio asesino exterminados.
 
Aterrizo frente al Consejo y cambio de nuevo a su forma
humana, Charmeine hizo lo mismo. Los Doce no se
parecían en nada, sin embargo, había una coincidencia
entre ellos, al igual que una expresión similar sosa, quizás
de algún modo lo llevan a cabo ellos mismos. Seis hombres
y seis mujeres que habían estado dirigiendo los asuntos
angélicos durante miles de años desde mucho antes de que
nadie pudiera recordar. Por lo que Raziel había oído, la
mayoría de ellos se detestaban entre sí de todo corazón, a
pesar de que estaban demasiado entrelazados tanto
psíquica como políticamente para nunca separarse ahora.
 
-Bienvenidos a mi catedral- dijo Raziel, inclinando su
cabeza oscura.
 
Se las arreglo para mantener la ironía en su voz pero sabía
que la recogerían psíquicamente y no estaba especialmente
molestándose en ocultarlo.
-Gracias- dijo Isda, quien a menudo era la portavoz de los
Doce.
-Es un placer estar aquí era alta y escultural, con rasgos
esculpidos, sus ojos grises se posaron en Raziel sin
emoción visible.
-¿Sacaremos lo desagradable del camino primero?
-Por supuesto- dijo Raziel suavemente, tratando de enterrar
su débil latido de alarma ¿De qué cosa desagradable
estaban hablando, precisamente? Y ahora vio que además
de los esperados parásitos en la audiencia, todos los de la
Primera Ola que habían estado en contacto psíquico con el
Consejo estaban aquí también. Podía sentir su temblor de
preocupación, la expectativa había sido que Raziel estaría
firmemente instalado en el poder para cuando su traición
fuera descubierta.
-Bien, tú y Charmeine pueden tomar asiento- dijo Isda,
señalando a un banco cercano.
 
Le habían dado permiso para sentarse en su propia
catedral, Raziel lo hizo en silencio de mal humor.
Charmeine se poso junto a él mirando al frente.
 
Isda y el resto de los Doce de pie en una fila, de espalda a
los bancos. Los altos vitrales enfrente de ellos brillaban
bajo el sol, fue aquí precisamente donde la Segunda Ola
había llegado, hacia pocos días.
-Ahora por favor- llamo Isda en voz baja.
 
Las puertas del estadio se abrieron y una larga fila de casi
un centenar de ángeles fueron guiados todos en sus formas
humanas, con las manos esposadas detrás de ellos. Raziel
se enderezó, su pulso acelerándose por la sorpresa cuando
reconoció al resto de los traidores: los ángeles que había
estado utilizando Kylar, el asesino, para acabarlos. Aunque
un grupo diverso, todos los traidores creían que los ángeles
no tenían derecho a utilizar a los seres humanos para sus
propios fines y se habían comprometido a ayudar a la
humanidad, incluso si eso significaba la extinción de su
propia especie. Raziel había conseguido sus nombres por
casualidad hace más de un año a partir de un pícaro que
había sido capturado y luego se había convertido en uno de
los otros para salvarse a sí mismo. Raziel lo había matado
de todos modos, por supuesto, pero había sido un
encuentro muy útil de cualquier modo.
 
La naturaleza de lo "desagradable" ahora era más que
clara. El Consejo había sido consciente de las identidades
de los pícaros desde el principio, le había parecido
diplomático pasar la información. Y ellos sabían que solo un
pícaro, en este caso Nate, podría haber ayudado a la mitad
ángel con su cercano y desastroso ataque en la puerta.
Como resultado, los traidores habían escalado de ser un
asunto que podrían haber tomado con cuidado y
silenciosamente a uno que merecía una declaración
pública. El Consejo habría tirado de los pícaros con
bastante facilidad, una de las cosas más molestas de los
Doce era como su llamado psíquico tiraba de ti, te guste o
no.
 
Contemplando a los traidores, Raziel se pregunto porque se
quedaron atrapados en sus formas humanas y luego se dio
cuenta con inquietud que el Consejo tenía algo que ver con
eso también. En un trasfondo sutil que se había perdido
antes, podía sentir que trabajaban juntos para ejercer
algún tipo de poder mental sobre los ángeles capturados,
impidiendo que se movieran.
 
Los traidores se quedaron inmóviles frente al Consejo, a la
espera de su destino. La catedral había caído en completo
silencio, junto a él, Charmeine permaneció inmóvil. Los
Doce no hablaron, pero una intensa energía se estaba
reuniendo, crepitando con el poder. Poco a poco Raziel
intuyo su influencia mental sobre los prisioneros inversa en
sí misma, de modo que ahora se les obligaba a sus formas
divinas más vulnerables. Sabiendo lo que significaba, se
estaban resistiendo con todo lo que tenían, caras haciendo
muecas, músculos tensos. Raziel se retorció ligeramente.
No le importaba ver las muertes de los traidores pero la
muestra de poder del Consejo era... Inquietante.
 
Un ángel de pelo oscuro llamado Elijah fue el primero en
sucumbir. Su forma de ángel apareció súbitamente, su
figura alada se lanzo hacia arriba mientras trataba de
escapar por el techo. Una rápida treta mental del Consejo y
Elijah se estremeció detenido en el aire, batiendo las alas
débilmente como un insecto clavado en una tarjeta. Su halo
empezó a arder, más y más brillante, tan brillante que latía
temblando bajo la presión y luego exploto en fragmentos
silenciosos. El grito de Elijah se hizo eco en el edificio
cavernoso cuando fue despedazado... y luego se hizo el
silencio de nuevo cuando los restos de su yo etéreo fueron
a la deriva hacia el suelo.
 
Raziel hizo una mueca de dolor, cuando Elijah murió sintió
como si un pequeño trozo de si mismo hubiera sido
arrancado. La energía de los Doce era incluso más fuerte
ahora, pulsando a través de la catedral como un latido. Con
un grito de angustia varios otros perdieron la batalla y
estallaron en sus formas divinas. El Consejo no mostro
ninguna tensión en tratar con todos a la vez. A medida que
sus halo-corazones estallaron uno tras otro, el resto de los
prisioneros siguió en un torrente impotente, tomando el
aire en medio de los fragmentos brillantes que ahora caían
como la nieve. Se hizo eco de los gritos, cuerpos
angelicales se retorcían. Raziel apretó los dientes cuando el
dolor de la muerte después de la muerte arañó en él. Junto
a él, la cara de Charmeine estaba sin emociones, pero
pálida.
 
Cuando el último ángel sentenciado había desaparecido de
la vista, el Consejo se movió y levanto hacia arriba. Sus alas
se movían lentamente a medida que se cernían volviéndose
hacia su público. Raziel consiguió no taparse los ojos. Los
cuerpos divinos de la Primera Creación eran dolorosamente
brillantes sus características imposibles de distinguir
mientras ardían en azul y blanco ante su audiencia. Un
pensamiento vino como un trueno psíquico, doce voces
hablando a la vez: Se trata de cómo hacer frente a los
traidores. Estamos seguros de que todos entienden.
 
Raziel trago saliva, con la garganta seca de repente. Era
típico del Consejo, usar una ejecución necesaria, como ésta
como un útil y pequeño recordatorio. No tuvo que mirar
detrás de él para saber que tan enfermas eran las
expresiones de la Primera Ola que estaban a su lado.
 
El Consejo se mantuvo en el aire durante casi un minuto,
señalando silenciosamente su punto. Finalmente
aterrizaron de nuevo y ondularon de nuevo a su forma
humana. A pesar de que no se parecían a Raziel,
bruscamente se sintió identificado, como clavado en su
asiento como los ángeles renegados habían estado en el
aire. Hablando todavía psíquicamente, la voz en muchos
tonos que eran a la vez uno y doce, retumbó a través de él:
 
Raziel, podemos verte a solas ¿por favor?
 
La reunión fue breve y al grano.
 
Media hora más tarde, Raziel estaba sentado solo en una
de las salas de conferencias de la planta baja de la
catedral, mirando fijamente a la mesa de madera
reluciente, la decoración de buen gusto, la jarra plateada
que tenía un arqueado y elegante ángel en el mango. Él
había hecho todo esto, había hecho todo esto posible y al
parecer si él era muy, muy bueno y hacia exactamente lo
que le habían dicho, se le permitiría mantenerlo durante un
rato.
 
O no.
 
Con rabia impotente apretó los puños. No. Ellos no iban a
salirse con la suya, no después de todo su trabajo duro No
después de todo lo que había hecho en este mundo y
todavía pensaba hacer. Él no lo permitiría. No lo haría.
 
-¿Raziel?- Charmeine apareció, ella estaba en la puerta.
-¿No deberías estar afuera haciendo el trabajo de lacayo?-
dijo mordazmente. Él empujo la silla hacia atrás y se
levanto, caminando hacia la puerta.
 
Ella cerró con un suave clic y se apoyo en ella.
 
-Si alguien comprueba psíquicamente eso es exactamente
lo que van a ver- dijo.
-Para tú información, actualmente estoy yendo a través de
tu cuenta de correo electrónico arriba, mientras los Doce
hablan con algunos de sus compinches de la Primera Ola.
 
Él resopló.
 
-¿No es eso noble? Como si no hubiera sido exactamente
eso lo que estabas haciendo.
 
Charmeine dio un leve encogimiento de hombros.
 
-Ayuda tener detalles visuales en cuenta cuando se están
creando señuelos psíquicos. Y déjame adivinar- continuo.
-Te dijeron sobre su plan de sólo reconocer en el poder a
aquellos ángeles que se han nombrado a sí mismos.
-Buen intento- espeto Raziel.
-Y aquellos que no se reconocen serán tratados como
traidores- maldijo y se paso una mano por el pelo.
-¿Por qué no podía haber sucedido en unos años a partir de
ahora? Habría tenido una base de poder suficiente para
entonces para enfrentarlos, para limitarlos de alguna
manera- se detuvo consiente de estaba diciendo demasiado.
 
Podía sentir la sinceridad de Charmeine otra vez, su
rabia ante el Consejo.
-Realmente estoy de tu lado, Raz- dijo en voz baja.
-Puedes confiar en mí.
 
Se dejo caer sobre la mesa, palmeando su muslo mientras
trataba de pensar. Justo como Charmeine había dicho, al
parecer, el Consejo había sabido sobre sus planes durante
meses. Le habían informado de que ya había planes para
ellos para hacer una visita de estado a la Ciudad de México
pronto, donde habían nombrado a un ángel de su elección
para ser la cabeza de la nueva catedral allí. Luego, una vez
que regresaran, se decidiría su destino. La implicación era
clara: debía pasar el tiempo mientras tanto dando vuelta a
sus errores y decidir si quería o no quería ser su caniche
para el resto de la eternidad. Miro a Charmeine,
preguntándose si era ella quien lo había traicionado. Ella
sabía lo suficiente acerca de sus planes de aquí y podría
haber adivinado los detalles que no le había contado. Pero
también podría haber sido casi cualquiera de los de la
Primera Ola varios se habían vuelto cada vez más voraces
en sus demandas de retraso. Suponía que debería haber
tratado con ellos un poco más diplomáticamente, seguirles
el juego hasta que pudiera deshacerse de ellos. Pero ¿quién
habría pensado que irían llorando al Consejo?
 
-¿Y ahora qué?- pregunto Charmeine.
-¿Vas a seguir el juego?
 
Basta de estos juegos. Raziel se levanto de un movimiento
rápido, agarro su cabeza entre las manos y la beso
bruscamente, empujándola contra la pared. Ábreme, pensó.
Sus brazos entrelazados alrededor de su cuello mientras
ella respondía. Utilizando la conexión que su historia
pasada les daba, se ahondó más profundamente en su
mente, sondeando con rudeza. Podía sentir su ligero
temblor mientras ella le permitía entrar, abriendo una capa
tras otra para él, hasta que no había más que explorar.
 
Finalmente Raziel levanto la cabeza, frunciendo el ceño
hacia ella. Su suéter negro estaba torcido sobre su hombro
desnudo, su pelo rubio y claro todavía estaba liso y
perfecto. Solamente había visto que a cambio de su ayuda
quería compartir el poder con él en este nuevo mundo. Él
no habría esperado nada más.
-¿Y bien?- Charmeine estaba un poco más pálida que de
costumbre, pero su voz era firme.
-De acuerdo- dijo soltándola.
-Quizás no fuiste tú. Y tal vez estas siendo realmente
sincera, para variar.
-Por supuesto que sí - dijo con intensidad.
-Los odio tanto como tú. Siempre lo he hecho. ¿Así que
ahora responde a mi pregunta?- ella se apoyo contra la
pared sin ajustar su suéter, podía ver el firme oleaje
superior de un seno.
 
El labio de Raziel se curvo.
 
-No, no voy a seguirles el juego- respondió. Se sentó en la
mesa de nuevo y empujó la jarra de agua, enviándola
deslizándose por la oscura y brillante madera.
-Voy a jugar su juego por ahora. Pero eso es todo.
-Eso es lo que yo pensaba- dijo Charmeine con tranquila
satisfacción. Ella paso su dedo a lo largo de la jamba de la
puerta, observando el movimiento pensativa.
-Son demasiado confiados, ya sabes. Tú realmente me
investigaste por completo, pero ellos solo pensaron que lo
hicieron. Ni siquiera se les ha pasado por la mente que la
energía de la oh-tan- sagrada familia podría no ser
suficiente conexión para que ellos lo consigan todo. Y
mientras tanto he recogido un par de cosas yo misma.
 
Raziel la estudio.
 
-¿Cuáles?
-Por ejemplo, no creo que siquiera se les haya ocurrido que
alguien podría querer exterminarlos- sus ojos se
encontraron, ella sonrió.
-Están un poco preocupados por el riesgo de seguridad
aquí por los seres humanos no creyentes, eso es todo, en
casa, hemos estado escuchando historias sobre Asesinos de
Ángeles y ahora que ha habido ese episodio con la mitad
ángel y la puerta. ¿Pero qué otros ángeles quisieran
destruirlos, dadas las posibles consecuencias para todos
nosotros? No nunca. Ni siquiera lo sospecharían ella se
encogió de hombros.
-Aun así, de la manera en que yo lo veo, este es un mundo
nuevo y necesitamos un nuevo comienzo. Y nunca lo
tendremos mientras el Consejo este alrededor.
 
Raziel había estado pensando la mismo. Oírla ponerlo en
palabras y sentir la pasión detrás de ellas psíquicamente, le
dio una sacudida de una emoción oscura que era como un
rico vino tinto.
 
Si la "Primera Creación" moría, todos los ángeles morirían:
había sido inculcado en ellos desde el principio de los
tiempos. Y por mucho que Raziel odiaba admitirlo en su
mundo de origen esto era casi seguro. Pero las cosas eran
diferentes aquí, el éter en este mundo era más delgado,
que era la razón por la que los ángeles tuvieron que
alimentarse de los seres humanos en lugar del éter en sí.
La verdad era que nadie sabía lo que sucedería si los Doce
eran asesinados aquí, en lugar de en casa.
 
El punto de vista predominante era que se produciría
exactamente el mismo resultado: sin la energía de la
"Primera Creación" todos los ángeles morirían. Sin
embargo, había otras posibilidades también. La más
atractiva era que si el Consejo moría aquí, entonces sólo el
Consejo moriría. Casi nadie creía esto, ver al Consejo como
indispensable para su existencia era una segunda
naturaleza para la mayoría de los ángeles. Pero para Raziel
que ya había pasado tanto tiempo en este mundo le parecía
una verdadera posibilidad. Los ángeles todavía estaban
vinculados aquí, pero no con tanta fuerza como de vuelta
en casa. El éter delgado hacia su vinculo más débil
también. Si el asesinato de los pícaros hubiera sucedido en
su propio mundo, sabía que todavía estaría recuperándose
del dolor de ello, aquí no. Por lo que él podía decir, las
muertes del Consejo no significaban necesariamente la
muerte de todos ellos.
 
Otros posibles resultados pasaron en un destello, Raziel se
encogió de hombros mentalmente. Ninguno de ellos le
preocupaba mucho. Incluso el riesgo potencial para el
mundo humano parecía una oportunidad que valía la pena
tomar, cuando la única constante en todos los escenarios
era la muerte del Consejo. Y probablemente él mismo sería
ejecutado muy pronto de todos modos, por lo que no tenía
intención de sucumbir a su gobierno. Así que si el riesgo
valía la pena sería una gran ganancia y si no lo era, no
sería atrapado por la culpa.
 
-Sabes lo que estás diciendo, supongo- dijo por fin, con
respecto a Charmeine mientras ella se apoyaba contra la
puerta.
-Sí, lo sé.
 
Los ojos de Charmeine estaba vivos por el desafió.
-¿Eres un hombre de juego, Raz?
 
La pregunta era cómo.
 
A última hora de la noche, Raziel se sentó en su escritorio
con una bata de seda negra, poniéndose al corriente con
sus correos electrónicos mientras consideraba el problema.
Varios mensajes incluían enlaces a páginas de noticias,
había aprendido casi en el momento en que había
encendido la computadora que la madre y la tía de la mitad
ángel habían muerto en un incendio provocado. Bueno le
ahorraban el trabajo de acabar con su dañada ex amante él
mismo. Por supuesto, no podía permitirle a Miranda seguir
con vida, ahora que él conocía su identidad y que él era el
padre de la cosa. La posibilidad de que su secreto pudiera
salir era repugnante.
 
A su alrededor, la habitación revestida de madera era
tranquilamente opulenta, una alfombra gris de felpa, libros
antiguos y muebles y durante el día, una vista alta de las
Montañas Rocosas. En la habitación cercana dormía Jenny,
la devota que se había sentado junto a su cama mientras
estaba inconsciente. Raziel había estado satisfecho de
descubrir lo atractiva que era cuando ella volvió con los
otros seres humanos expulsados después de la anterior
salida del Consejo, llorando y arrojándose con
preocupación en sus brazos y lo deliciosa que era su
energía después de días de no poder alimentarse en
absoluto. Una vez a solas con ella, había hundido sus
manos profundamente en las luces de color turquesa de su
aura bebiendo y bebiendo, dejándola balanceándose sobre
sus pies, pero con ojos abiertos de asombro. Su cuerpo no
fue menos delicioso como comprobó después, aun más por
el hecho de que el Consejo había dejado clara su
desaprobación en este tipo de cosas en la reunión. Raziel
se sentía mucho más como él mismo ahora, más capaz de
lidiar con el problema en cuestión.
 
Desafortunadamente no existía una solución fácil. A pesar
de que los Doce podrían morir como cualquier otro ángel,
su función de control psíquico sobre sus hermanos era
mucho más fuerte de lo que había sospechado, como la
ejecución en masa de hoy había ilustrado tan bien. Un
ejército angelical, aun suponiendo que pudiera plantear
uno, no les iría mejor que a los traidores. No, lo que se
necesitaba eran más... métodos convencionales.
 
Ciudad de México.
 
Recordando la extraña y tenue luz de conocimientos que
había tenido antes mientras se duchaba, Raziel frunció el
ceño. Y ahora, recordó que en el momento de la ducha no
había sido la primera vez. Había sentido a la chica mientras
él estaba inconsciente también, entonces, había sabido que
ella y Kylar se encontraban en una tienda, cerca de la
frontera de México. ¿Qué estaba pasando?
 
Al hacer clic en algunos botones, trajo a colación el sitio
web de la Iglesia de los Ángeles. Todavía mostraba la
imagen de la chica en su página principal: rubia y
sonriente, con los ojos verdes brillantes de risa contenida.
Su hija. Imaginando a Jenny durmiendo en su cama, la boca
de Raziel se torció irónicamente. Si pensara que un golpe
de suerte como Willow Fields siquiera podría repetirse, se
presentaría voluntario para la muerte ante el Consejo
inmediatamente. Pero no, la anomalía había sido
claramente algo relacionado con Miranda, en lugar de con
sí mismo, aunque averiguar exactamente que había sido
ahora era imposible.
 
Lo que podría averiguar, sin embargo, era como sabia
donde estaba la chica. Se relajo contra la silla de cuero,
luego cerró los ojos y fue a buscar, permitiendo que
cualquier conocimiento de cómo lo hacía llegara. Imágenes
de los momentos en la catedral antes de la llegada de la
Segunda Ola comenzaron a pasar a la deriva. La larga fila
de acólitos de todo el país, de rodillas en homenaje a la
puerta. Los gritos de una chica. La cara sobresaltada de
Willow cuando se dio cuenta de que habían visto a través
de su disfraz, su loca carrera hacia la puerta, con su propio
ángel volando sobre sus cabezas. A sí mismo, bloqueando a
su ángel de su tarea y sintiendo la energía
desconcertantemente familiar cuando sus alas y aureolas
se habían tocado.
 
De hecho... Aun podía sentir la energía dentro de él, incluso
ahora. Era como si Willow hubiera dejado atrás una
pequeña parte de sí misma, como la caricia del polen de
una flor.
 
Raziel se quedo muy quieto mientras consideraba lo que
esto podría significar. Luego se tomo un respiro y viajo
mucho más adentro. La habitación, la silla, el zumbido de la
computadora todo se desvaneció en la nada. Pronto se
encontró con la chispa de energía de su hija, un resplandor
plata y lavanda. Haciendo una mueca ante la sensación
antinatural de la mitad ángel, Raziel empujo con cuidado,
tocándola con sus pensamientos. Respondió y creció
extendiéndose en una corriente rica, la pulsación de la
información que condujo a una chispa similar de su propia
energía, que actualmente residía en el interior de Willow.
 
Estaba tendida en una cama en la Ciudad de México, ella y
Kylar habían encontrado a otros asesinos de ángeles. La
idea que había llegado a Raziel en la ducha era correcta:
sabía sobre el Consejo. Ella y los demás pensaban que al
matar a los Doce matarían a todos los ángeles, pero no
parecía consiente de las otras posibilidades, no tenía ni
idea de que podría ser contraproducente horriblemente, en
lo que a ellos respecta.
 
Sin darse cuenta Raziel hizo girar su silla de un lado a otro
mientras asimilaba todo: la forma en que Juan había
tropezado con la información, la ayuda de Luis, todos sus
planes y esquemas. Una lenta sonrisa creció en su rostro.
Nunca lo hubiera creído, pero en realidad tenía razones
para estar agradecido de haber tenido descendencia, como
un animal de clase baja, debido a que el lazo familiar entre
ellos, ahora había dado lugar a un vínculo psíquico, puesto
en marcha por su intercambio inadvertido de energías en la
catedral. Y Willow estaba completamente inconsciente de
ello.
 
A pesar de que tenía todo lo que necesitaba, por ahora,
Raziel de alguna manera se encontró persistiendo. La
energía de Willow, inequívocamente era la mitad de él,
habría sabido que era su hija, incluso si no se pareciera en
nada a Miranda. Extraño, pensó con el ceño fruncido,
dejando que la sensación barriese sobre él. No fue tan
desagradable como había pensado inicialmente.
 
El ángel de Willow se movía, la chica había percibido la
energía corriendo entre ellos aunque no tenía ni idea de lo
que era. Rápidamente pero a fondo Raziel oculto la chispa
de su energía que habitaba dentro de Willow, la oculto de
manera que fuera lo más parecido posible a su propia
esencia.
 
Cuando Raziel abrió los ojos, estaba seguro de que la chica
nunca sospecharía de su conexión psíquica, podía llevar a
cabo cualquier otra operación sin peligro. La propia chispa
de si mismo dentro de Willow no le preocupaba, ya que si
no había conseguido nada de él todavía, era poco probable
que lo hiciera. Raziel intuyo claramente que su mayor
experiencia psíquica le daba ventaja aquí. Las habilidades
de su hija eran impresionantes, pero por desgracia para
ella, estaba casi a la par con alguien que las había estado
perfeccionando desde hacia milenios.
 
Al ver que la computadora había cambiado al protector de
pantalla de la Iglesia de los Ángeles, toco el ratón y trajo la
foto de Willow.
 
Tal vez Paschar tenía razón después de todo, pensó,
juntando los dedos. Paschar un ángel que había sido
asesinado por Kylar hace casi dos meses, había tenido una
visión donde Willow podría destruir a todos los ángeles.
Una mitad ángel que podría tener la capacidad de aniquilar
a todos ellos: Raziel no pudo contener una sonrisa. Sí,
sonaba como un competidor justo para alguien como el
Consejo.
 
Lo primero, por supuesto, era bajar el tono de la cacería
humana contra Willow y Kylar. Irónicamente, mantener
segura a Willow tenía que ser su prioridad ahora. Haría un
par de llamadas mañana para conseguir que los medios
dieran marcha atrás gradualmente. Después de unas
semanas de no ser bombardeado con su imagen, el público
en general olvidaría, tenían la capacidad de atención de
una ardilla. Los otros ángeles no serian tan fácil de desviar,
pero al menos con la parte humana de la Iglesia pacificada,
Willow tendría una posibilidad de no ser asesinada en un
linchamiento.
 
El campo de los Asesinos de Ángeles era improbable que
tuviera éxito sin ayuda, sin embargo. Afortunadamente él
estaría feliz de proporcionar un poco de ayuda paternal
desde detrás de escena. Pronto Charmeine estaría viajando
a la Ciudad de México para un breve viaje preliminar con
algunos otros lacayos del Consejo. Sería un juego de niños
para ella encontrar a Luis y dar a las cosas una mano de
ayuda angelical. Y a su debido tiempo, una vez que Willow
y su novio y su pequeño equipo de asesinos hubieran
cumplido su propósito y hubieran acabado con el Consejo
por él, tendría que poner a todos en una lenta, muy lenta
muerte.
 
Suponiendo que alguien siguiera vivo en ese punto, por
supuesto.
 
 
Capítulo 8
 
 
Willow
 
El dormitorio de las chicas era una habitación grande en el
segundo piso con baldosas de terracota bajo los pies, una
ventana arqueada y cuatro camas individuales. Aunque
estaba tan cansada que se sentía como si hubiese sido
exprimida como un trapo de cocina, me quede despierta
aquella primera noche en los pijamas prestados durante
horas. Hecha un ovillo sobre mi costado, trate de decirme a
mi misma que de alguna manera realmente íbamos a
derrotar al Consejo y todo estaría bien, que la premonición
de tristeza que me había golpeado frente a la casa no
significaba nada en absoluto.
 
O la sensación de miedo en mi sueño, llegar a eso.
 
No fue fácil convencerme a mí misma, sin embargo, cuando
el equipo de caza en el Zócalo había sido exactamente igual
a lo que había visto. Recordando el resto de mi sueño, el
extraño chico en el parque, fruncí el ceño en la oscuridad,
un aleteo de preocupación pasó a través de mí. Si los
eventos en el Zócalo se habían hecho realidad... Negué con
la cabeza, irritada conmigo misma. No había manera. La
idea de que alguna vez pudiera preocuparme por otro chico
de la manera en que lo hacía por Alex era una locura.
 
Olvida el sueño, decidí. No todo era exacto, era
completamente obvio y la realidad era más que suficiente
por el momento, de todos modos, con Kara y los otros
medio atemorizados de mi, observando cada uno de mis
movimientos. Lo superarían una vez que se dieran cuenta
de que básicamente soy tan humana como ellos, pensé. Me
quede mirando la ventana, un poste de luz brillaba a través
de las cortinas delgadas. Solo tomaría tiempo.
 
Recordando la atmósfera en el dormitorio cuando Kara me
había traído, suspiré. De acuerdo, tal vez un montón de
tiempo. Liz y Trish no se parecían en nada pero podrían
haber sido gemelas por la forma en que se habían quedado
mirándome, lado a lado, con los brazos cruzados
protectoramente sobre sí mismas. La expresión de Liz
había sido fría, su pelo negro medio colgando sobre su
cara. Trish había parecido asustada y ansiosa, mordiéndose
el labio de alguna manera, su mirada realmente no iba con
sus pecas y alegre nariz chata.
 
-¿Así que ella se queda?- dijo Liz.
-Al parecer así va a ser- respondió Kara brevemente. Ella
estaba poniendo sabanas frescas en una cama vacía, que
estaba en la esquina, un poco lejos de las demás. No creo
que nadie estuviera muy molesto por eso, incluyéndome.
 
Me moví para ayudarla.
 
-Sí, nos vamos a quedar- dije sobre mi hombro a Liz y la
pille susurrándole algo a Trish, que parecía a punto de
llorar cuando me vio observándolas, agitó la mano frente a
Liz en un movimiento frenético para callarla. Me levante de
la cama.
-Mira, sé que esto debe ser muy raro, pero- me detuve.
Ambas se habían congelado como si de repente una silla
hubiera empezado a hablar. Estupendo. En lugar de
asustarlas aun más me di la vuelta y recogí el pijama de
Trish que Kara me había dado: azul con lunares blancos.
-¿Hay alguna ducha que pueda usar?- le pregunte a Kara.
No había una en el baño al que fui antes y me moría de
ganas de deshacerme de la suciedad de viajar todo el día
en la Shadow.
-Sí, pero solo una por desgracia- dijo Kara terminando la
cama. Estaba tratando de no mirarla de la manera en que
Liz y Trish me miraban fijamente. Las líneas esculpidas de
su rostro eran tan exóticas y preciosas.
-Los chicos la tienen generalmente en la noche y tomamos
la nuestra en la mañana ella continuo sin mirarme.
-Pero si quieres adelantarte, ya que es tu primer noche...
-No eso está bien, voy a esperar- dije con un suspiro
interno. Empecé a ir al baño para cambiarme, lo último que
me apetecía hacer era desvestirme con Liz y Trish
escudriñando cada uno de mis movimientos pero luego me
detuve. Si lo hacía estarían imaginándose Dios sabía qué de
mi, que tenia alas de ángel que brotaban de mis omoplatos
o algo así. Así que apreté la mandíbula y me cambie allí
mismo, manteniendo la espalda a ellas y sintiendo sus ojos
quemando agujeros en mi piel.
-Yo, um... no la necesito de vuelta ni nada- espeto Trish
mientras yo ataba el cordón de la camisa del pijama por
encima de mi cabeza.
-Gracias- le dije como si no supiera exactamente por qué
ella no lo quería nunca más. Y como todo mundo comenzó a
ir a la cama también, el silencio en el dormitorio se había
sentido como una sofocante manta en el aire.
 
Yaciendo despierta ahora, estaba comenzando a lamentar
seriamente haber insistido para que Alex y yo no
durmiéramos en la misma cama aquí. Podría estar con él en
este mismo instante, acurrucada en sus brazos y hablando
de los acontecimientos del día. Y más tarde... mis mejillas
se tiñeron mientras miraba el techo alto, pasado de moda.
Conté sus grietas en el resplandor de la luz de la calle para
apartar mi mente del hecho de que mi corazón estaba
latiendo más rápido de repente. Sí, buen requerimiento no
compartir la cama de Alex, Willow. Pulgares arriba.
 
Entonces, me tense.
 
Casi no podía describir lo que acababa de sentir, era como
una especie de pasado corriendo, como si estuviera de pie
junto a un rió y pudiera sentir la intensidad de la corriente,
dispuesta a derribarme. Pero no estaba junto a mí, estaba
dentro de mí, tan potente que se sentía como si pudiera
arrastrarme incluso si solo metía un dedo del pie.
 
La sensación duro solo unos segundos, luego se desvaneció.
Con el ceño fruncido, cerré los ojos y me adentre
profundamente, buscando. Nada. Mire de nuevo para estar
segura, explorando cuidadosamente cada rincón de mi
mente. La energía extraña se había ido, si es que realmente
había estado allí en primer lugar no había ni rastro de ella.
Negué con la cabeza a mí misma. Bueno, es un fallo
psíquico.
 
Luego se convirtió en una inquietud consciente de mi
ángel. Por lo general, esperaba dentro de mí a que la
buscara pero ahora, todo a la vez, ella estaba allí en mi
mente, mirándome, abriendo y cerrando las alas.
 
Le devolví la mirada, preguntándome que estaba pasando.
Desde que habíamos conectado, su presencia siempre me
había dado una sensación de amor, de comodidad. Ahora
parecía diferente. Nerviosa. El rostro resplandeciente de
mi ángel era como el mío, pero entonces mi cuero
cabelludo se erizo cuando me di cuenta: había
pensamientos diferentes de los míos detrás de sus ojos.
Pensamientos que no podía leer.
 
Esa sensación de poder, como si algo hubiera despertado.
 
Me estremecí, me retire y me acurruque bajo las sabanas,
escuchando los sonidos de los otros al dormir, el leve ruido
del tráfico. Nunca había sido consciente de que mi ángel
tuviera sus propios pensamientos antes o de que incluso
tuviera pensamientos en absoluto, de verdad, ella siempre
había sido simplemente yo. ¿Qué había sucedido? ¿Y qué
habría pasado si hubiera cambiado mi conciencia con la
suya, esta gemela resplandeciente que de repente se sentía
como una extraña?
 
La idea trajo un escalofrío de aprehensión y lo odiaba.
Apenas había conseguido acostumbrarme a tener a esta
otra parte de mí y ahora de repente parecía tan... extraño.
Deje escapar un suspiro. ¿Realmente había estado
pensando que era humana? La ironía no era divertida, de
todos modos.
 
Me tomo mucho tiempo finalmente quedarme dormida. E
incluso cuando lo hice todavía podía sentir a mi ángel
inquieta dentro de mí.
-Está bien, hoy sólo quiero ver lo que cada uno puede
hacer- dijo Alex.
 
Estábamos de pie en el campo de tiro: una habitación larga
en la planta baja que lucía como si varias paredes hubieran
sido derribadas para formarla. Había ventanas en forma de
arco también y aunque no me había fijado cuando llegamos
habían sido tapiadas desde el interior. Kara me había dicho
esta mañana que Juan había comprado el lugar completo,
además de todos sus equipos. Al parecer ser un AK pagaba
un montón, lo que en realidad no era noticia, dado al
Porsche de Alex cuando lo acababa de conocer. Y al igual
que Alex, Juan había apartado algo de dinero en efectivo,
aunque al parecer en una escala mucho mayor.
 
-Así que tenemos lo suficiente para seguir en el camino por
un rato- había dicho Kara mientras se vestía aquella
mañana, mientras yo trataba de no bostezar ante su cuerpo
perfecto. Estaba tan plana y tonificada que en realidad
tenía un pequeño paquete de seis. Y un tatuaje AK en su
bíceps izquierdo, igual al de Alex. Una extraña sensación se
agitó a través de mí aante la vista de las letras góticas,
ssiempre había asociado ese tatuaje solamente con Alex.
 
Ella me atrapó estudiándola y se tenso, pasando una
camiseta sobre su cabeza.
-¿Qué?
-Nada- dije.
-Lo siento. Tú sólo... Parece que estás en muy buena forma,
eso es todo. Supongo que yo, no tanto- era cierto. Yo
siempre había sido delgada sin intentarlo, pero solía
obtener C y D en PE, porque mi mejor amiga Nina y yo sólo
queríamos sentarnos y hablar la mitad del tiempo.
Pensando en Nina, sentí una punzada, preguntándome que
pensaba de mí ahora.
-Ehh- dijo Kara, sus ojos marrones se estrecharon como si
ella no acabara de creer que no había estado sobre algo.
-Bueno. Te pondremos en forma- ella había dicho a
regañadientes.
-Entonces ¿Qué va a hacer ella?- Preguntó Sam ahora que
todos estábamos en el campo de tiro.
-¿Disculpa?- Dijo Alex con frialdad. Llevaba unos vaqueros
desteñidos y una camiseta negra que había tomado
prestada de alguien. Nunca lo había visto vestirse de negro
antes, hacía que su cabello negro luciera un tono más
claro, sus ojos casi de un azul brillante.
-Ella. Tú novia mitad ángel- repitió Sam con su acento
texano, cruzando los brazos sobre su pecho musculoso. Su
corto cabello rubio estaba de punta con el gel.
-Estoy asumiendo que va a ser parte del equipo, ¿verdad?
 
La noticia de que Alex había tomado el control como el
líder había sido recibida con una mezcla de recelo y algo
así como el alivio. Todo el mundo parecía respetar Kara, la
admiraban por intervenir después de que Juan murió pero
nadie discutió que ella debería permanecer a cargo ahora
que Alex estaba aquí. Recordando la aprehensión que había
recogido de él esa noche en la tienda, lo mire de cerca
ahora, tratando de enviarle buenas vibras. No parecía
necesitarlas. No importaba lo que pudiera estar sintiendo
por dentro, no había ningún indicio de que estuviera
nervioso, incluso mientras estaba de pie frente al grupo.
-Ok, quiero aclarar un par de cosas directamente con todos
ustedes- dijo y aunque su voz era tranquila me di cuenta de
lo irritado que estaba.
-Ella tiene un nombre. Es Willow. Y sí, ella va a ser parte
del equipo. Esta también es su lucha. Ella se preocupa
tanto por derrotar a los ángeles como cualquiera de
ustedes.
 
Traté de sonreír cuando todo el mundo me miró de soslayo.
Podía sentir la sospecha en la sala, como si una serpiente
acabara de deslizarse a través de ella.
-Si me están aceptando como líder, entonces, también están
aceptando a Willow- Alex continuó.
-Porque confío en ella con mi vida. Así que no, repito, no
quiero escuchar ninguna mierda de ninguno de ustedes
sobre ella. Sí, ella es mitad ángel. No, no les hará daño de
ninguna manera. Y ésta, en serio, es la última vez que
quiero tener esta conversación. ¿Entendido?
 
Un murmullo de síes. Sam parecía que estaba a punto de
decir algo más, luego se lo pensó mejor. Mis mejillas
estaban en llamas. Entendía por qué Alex había tenido que
hacer esto, pero parte de mí quería que el suelo se abriera
y me arrastrara al centro de la tierra.
-Bueno- dijo Alex finalmente.
-Empecemos. ¿Kara, puedes conseguir que todo mundo
vaya por un poco de práctica de tiro? Willow no sabe cómo
disparar, sin embargo. Tengo que darle un poco de
entrenamiento básicoo.
 
Oh. Me había olvidado de que había prometido aprender a
disparar. Pero incluso con mi aversión de toda la vida a las
pistolas, todavía era diez veces mejor que estar de pie allí
mientras todos en la habitación evitaban mirarme. Alex me
llevó a la parte trasera del campo de tiro en el que había
una mesa, para mostrarme cómo poner un cargador.
-Lo estás haciendo genial- le susurre.
-En serio.
 
Él hizo una mueca mientras miraba hacia abajo a la pistola
que estaba sosteniendo.
-Sí... Creo que vamos a ver cómo nos va- sacó el cargador
con un clic y descargóo los cartuchos y luego comenzó a
meterlos de regreso, de nuevo en un movimiento suave y
rápido.
-Está bien, mira, esto es realmente fácil, sólo mira cómo lo
estoy haciendo.
 
Dudé, preguntándome lo que le estaba molestando. Sabía
que él debía estar aún más preocupado por la situación con
el Consejo que yo, cuando él era el responsable del
entrenamiento de todos. Pero esto se sentía como algo más.
 
Me miró, una leve sonrisa apareció.
-Sabes, tendrás que prestar atención si vas a aprender esto.
Aquí, lo haré de nuevo.
 
Ésta vez capté el ritmo constante de su dedo pulgar
mientras metía los cartuchos.
-Como un dispensador de Pez-dije. A nuestro alrededor
eestaban los débiles zumbidos de las balas silenciadas. No
eran ruidosas, pero eran intensas, de alguna manera, se
podía sentir la habitación entera vibrando con ellas.
-Sí, exactamente- Alex sacóó los cartuchos de nuevo y me
dio el cargador vacío.
-Y escucha, siento lo de hace rato, con el grupo- agregó en
voz baja.
-Espero que no te avergüence.
-Está bien- dije, pensando en lo extraño que era para
nosotros estar de pie tan separados. Me había
acostumbrado tanto a tocar a Alex cada vez que yo
quisiera, parecía tan natural para mí como respirar. Yo
sabía que él sentía lo mismo. Temprano en la mañana, él
me había metido en uno de los almacenes mientras salía de
la ducha con un albornoz prestado acariciando mi pelo
húmedo con las dos manos, besándome profundamente, los
dos presionados contraa la pared en las sombras.
-Te extrañe anoche- susurró entre besos.
-Yo también... yo también- había murmurado. Sus brazos se
habían sentido tan seguros alrededor de mí, como si las
sensaciones extrañas de la noche anterior nunca hubieran
sucedido como si no hubiera dormido lejos de él. Como si
no fueran importantes en absoluto.
 
Tragué saliva mientras miraba el cargador, luchando para
iintroducir un cartucho. Había estado tratando de no
centrarme en ello, pero la sensación de mi ángel estando
inquietaa todavía estaba allí. Era tan consciente de ella
como una presencia separada que casi se sentía perdida
dentro de mí, me acordé de Peter Pan tratando de coser su
sombra de nuevo. Dios, odiaba esto, no saber lo que estaba
pasando con mi propio cuerpo.
-Hey ¿Qué pasa?- preguntó Alex.
 
Empuje mis preocupacioness tan lejos como pudieran ir y
estrelle una puerta sobre ellas. No había manera de que le
dijera a Alex esto, era demasiado no-humano para mí
siquiera pensar al respecto.
-Nada. Estoy bien.
 
Apoyó una cadera contra la mesa, mirándome
cuidadosamente.
 
-Esas chicas han estado dándote un mal rato ¿verdad?
-No. Bueno, un poco. Nada importante- Maniobre otro
cartucho en el cargador. No era tan fácil como parecía.
-¿Cómo haces esto tan rápido, de todos modos?- él miró
hacia mis manos.
-¿Práctica? ¿Qué quiere decir, nada importante?
 
Negué con la cabeza. Liz y Trish mirándome mientras me
ponía mis pijamas realmente era la menor de mis
preocupaciones en este momento.
 
-En serio, Alex, está bien. Tengo que hacer mi propio
camino con ellos, ¿sabes? No sirve de nada si mi novio el
líder AK consigue a todos los involucrados cada vez que
alguien me mira raro.
 
Me di cuenta de que él entendía, incluso si no le gustaba
demasiado.
 
-Sí, está bien- dijo finalmente.
-Pero escucha, tengo que asegurarme de que todo está
funcionando sin problemas con el equipo. Así que si llega a
un punto en que podría afectarlo, entonces necesito
saberlo, ¿de acuerdo?
-Hecho- dije en voz baja. Sus ojos eran tan cálidos, tan
preocupados. El ritmo de los cartuchos desaceleró mientras
tomaba las fuertes líneas familiares de su rostro y la
contusión en carne viva en la mejilla donde Sam lo había
golpeado. Mi mirada se detuvo sobre el hematoma. Quería
acariciarlo mejor, cubrirlo de besos ligeros como plumas.
De hecho, sólo quería darle un beso y punto, tanto que
dolía.
 
Sonrió de pronto y mi corazón dio un vuelco.
 
-Oh hombre, no me mires así, o vamos a causar un
escándalo en la casa AK.
 
Y por un momento me sentí mejor, solo de pie junto a él,
viendo su sonrisa.
 
-¿Mirarte cómo?- dije inocentemente mientras terminaba
de cargar el depósito y lo puse sobre la mesa.
-Sí, sabes exactamente como. Como si estuvieras pensando
en el cuarto de las escobas, eso es- discretamente, puso su
mano sobre la mía en la mesa, acariciando mi dedo índice
suavemente. Nos sonreímos el uno al otro, luego miró por
encima de su hombro y la sonrisa se desvaneció. Su
expresión se volvió seria, intencional.
-Será mejor que vaya a ver cómo lo están haciendo.
¿Quieres practicar esto por un rato? Vuelvo pronto para
empezar a enseñarte a disparar.
 
Me mostró cómo vaciar el cargador y luego se acercó a los
otros. Mi mirada lo siguió sin mí consentimiento, perdida
en el firme conjunto de sus hombros bajo la camiseta, su
pelo negro rizado, la sensación de confianza que brillaba a
través de él sin siquiera ser consciente de ello,
simplemente su manera de caminar tan casual y relajada.
 
Y entonces vi algo de lo que realmente no sabía qué pensar.
 
Kara lo miraba de la misma manera.
 
A medida que pasaban los días, las cosas se acomodaron en
una rutina.
 
Aprendí a disparar. Inicié prácticas de tiro con los otros. Vi
las noticias un montón, como todos, para ver lo que estaba
pasando en el mundo ahora. Y todos tratamos de evitar
chocar entre sí como guisantes en una lata. No había
muchos de nosotros en la casa, pero de alguna manera
siempre estaba llena de gente, aparte de los dormitorios,
sólo existía el campo de tiro, la cocina, la sala de estar y un
par de cuartos de almacenamiento, que estaban tan llenos
de cajas que difícilmente podrías entrar en ellos de
cualquier modo. También había un pequeño gimnasio en el
sótano, con algunas máquinas de ejercicio y pesas libres.
Todo el mundo trabajaba fuera. Yo también lo hice, lo que
iba a volver loco a Alex que no me quería fuera por mi
cuenta hasta que estuviera satisfecho de que podía
defenderme a mí misma. No sólo estaba siendo protector
con su novia, lo mismo era verdad para los otros AK, aparte
de Kara.
 
Otros AK. Era extraño darse cuenta de que eso es lo que yo
era ahora.
 
Alex no había estado satisfecho en absoluto con la forma en
que avanzo la primera práctica de tiro. Después le había
dicho al grupo que estaban demasiado estáticos, geniales
disparando si nada se movía, pero desafortunadamente los
ángeles tenían este raro hábito de no quedarse quietos
cuando las balas venían a ellos. Improvisó objetivos que
oscilaban violentamente desde el techo y les hizo empezar
a practicar con ellos en su lugar. En poco tiempo, la pared
detrás de los blancos estaba salpicada de agujeros de bala,
como si la habitación hubiera atravesado una guerra.
-Hombre, esto es una mierda- se quejó Sam unos días más
tarde, con la cara roja de frustración cuando perdió de
nuevo. El objetivo dio media vuelta en su cadena: un
maniático y burlesco péndulo.
-¡Es todo lo que hemos estado haciendo durante días!
¿Cuando vamos a salir a cazar algunos ángeles de verdad,
para que podamos estar listos para el Consejo?
-Cuando acabes con el noventa por ciento de los blancos
en movimiento- dijo Alex brevemente. Tomó la pistola de
Sam y se dirigió al aun balanceante blanco; disparó una
vez, dos veces, tres veces. Diana cada vez. Se hizo el
silencio en el grupo mientras observaban.
-Eso es lo que quiero- dijo Alex. Devolviéndole el arma a
Sam.
-Hasta que puedan hacer eso, ustedes no van a ir a ningún
lugar cerca de un ángel de nuevo y punto. No esta bien
para mí, a menos que realmente puedan golpearlos.
 
Nadie dijo nada cuando los puso de regreso a trabajar, pero
era como si una onda de determinación hubiera atravesado
el equipo, como si de repente todos la tuvieran. Mantuvo a
todo el mundo practicando durante horas cada día y
cuando no estaban haciendo eso, se aseguró de que
estaban trabajando fuera, manteniéndolos en forma.
Discutió la estrategia con el equipo también, enseñándoles
lo que tenían que hacer cuando estuvieran bajo ataque
directo así no dirigirían a los ángeles directamente a su
puerta.
 
Era un excelente profesor, paciente y bueno para explicar
las cosas pero me di cuenta de que nunca olvidó que en
poco más de diez semanas, tenía que tener todo el personal
entrenado para lo que podría ser la única oportunidad real
de la humanidad contra los ángeles. A pesar de que ni
siquiera insinuó a los demás que tenía reservas acerca de
estar a cargo, yo sabía cuanto pesaba la responsabilidad
sobre él. Se le veía en la cara, en los ojos, haciéndolo lucir
mucho mayor de dieciocho, eso retorcía mi corazón. Y
aunque nunca había conocido a su padre, mientras miraba
a Alex explicar diagramas en la mesa de la cocina con todo
el mundo agolpándose alrededor de él, de alguna manera
sabía que él era su padre de nuevo.
 
La televisión mostraba que el mundo ya había cambiado.
Antes, era posible ir un día o dos sin escuchar una
referencia a los ángeles. Ya no. Casi cada vez que
cambiabas de canal, tenías un programa de entrevistas,
donde se discutía sobre los ángeles, o un documental sobre
historias de ángeles de la vida real, o un vídeo musical con
todo el mundo bopping alrededor de las alas del ángel.
Teníamos CNN y algunos otros canales americanos en
cable y era exactamente lo mismo que en Estados Unidos.
Había nuevos programas de televisión en abundancia:
¿Quién es El Ángel? Caminos Angelicales, Ángeles 1-2-3.
Todos parecían algo cursi y lanzados precipitadamente,
pero, obviamente estaban satisfaciendo una gran demanda,
todos querían ahogarse en las imágenes de sus
depredadores. En las noticias, tomas al azar en las calles
mostraban siempre gente usando alas de ángel: una nueva
moda que significa que habían visto un ángel. La cámara a
menudo atrapaba a alguien mirando soñadoramente en la
distancia también, tomando el sol en el resplandor de una
hermosa criatura que sólo ellos podían ver.
 
Con todo esto, no era sorprendente que el problema de los
hospitales atestados empeorará. Recordé el documental
que había visto en Tennessee: las camas que cubrían los
corredores del hospital; la adolescente de ojos cansados,
por la quemadura de ángel. Eso fue hace sólo un par de
meses y ahora esas imágenes prácticamente parecían
optimistas. Tanto en los Estados Unidos y México, la gente
se moría literalmente en los pisos de los hospitales. A veces
ni siquiera podías conseguir una ambulancia ahora, o
encontrar un hospital que pudiera admitirte. Las protestas
se fueron originando por todas partes, con la gente
exigiendo que el gobierno haga algo. Aquí en la Ciudad de
México, las cosas fueron aún peor, porque la renovación de
la catedral para que se convirtiera en la Iglesia de los
Ángeles había sido pagada con dinero de los
contribuyentes. La mayoría de las personas estaban a favor
de ello, pero un grupo que se hacía llamar los Cruzados por
los Derechos del Pueblo estaban furiosos de que los fondos
no se hubieran utilizado para la asistencia médica. Las
protestas aquí se estaban convirtiendo en chisporroteantes
enfrentamientos, con los "Cruzados" y los "Fieles"
gritandose el uno al otro sobre un fundamento regular.
 
También vimos a Raziel una vez en la televisión.
 
Él estaba en su forma humana, caminando a través de la
catedral de Denver, al parecer, señalando el daño, aunque
el comentario era en español. Me senté rígidamente en el
sofá maltrecho, incapaz de apartar los ojos y estaba tan,
tan agradecida de que nadie excepto Alex supiera que era
mi padre.
-Ese idiota- murmuró Kara. A menudo ella salía con Luis
por las noches, tratando de obtener información, pero ella
estaba en casa para un cambio, encaramada con las
piernas cruzadas en el sillón, pintándose las uñas de los
pies.
-Sabes, odio a todos los ángeles, pero ese en serio es otra
cosa. Quiero a tirar cosas a la pantalla cada vez que lo veo.
-Sí, no eres la única- dijo Alex, a mi lado en el sofá. Tomó mi
mano, apretándola mientras la cámara giraba alrededor de
la catedral. Ahí estaba el andamiaje y decenas de
trabajadores ocupados reparando el piso abollado y la
sección del techo colapsado. Miré fijamente el lugar donde
me había persignado menos de dos semanas atrás, mis
músculos tensos mientras recordaba lo que había sentido al
morir.
 
Raziel apareció de nuevo. Cabello negro azabache, una
cara refinada, sensible. Y, manos largas y delgadas que
había enterrado profundamente en el campo energético de
mi madre cuando ella era sólo un estudiante de música de
veinte años, en la NYU. Mientras hablaba, subtítulos en
español se deslizaban a través de la parte inferior de la
pantalla.
-Sí, las reparaciones están casi terminadas ahora- dijo. -
Estamos deseando volver a la normalidad y dejar todo esto
atrás.
-¿Y usted, señor, afirma que es un ángel?
 
Raziel dio una pequeña sonrisa acertada directo a la
cámara. Un pequeño hoyuelo apareció en su mejilla, sus
cejas se arquearon con buen humor.
 
-No es una afirmación, es la simple verdad. Mi especie vive
ahora entre ustedes, para llevar la esperanza en estos
tiempos difíciles.
 
El odio se retorció en mi estómago. Seguro que no había
traído esperanza a mi madre.
 
-¿El mundo verá algún cambio ahora que más ángeles han
llegado?- Preguntó el reportero.
-¿Por ejemplo, la Iglesia de los Ángeles permanecerá igual?
 
La expresión benévola de Raziel desapareció mientras sus
ojos marrones se estrecharon y de repente estaba mirando
al mismo ángel letal que Alex y yo habíamos enfrentado en
la catedral.
-No- dijo.
-No habrá ningún cambio en la Iglesia- Su sonrisa se volvió,
casi tan agradable como antes, aunque esta vez podía ver
la premeditación debajo de ella.
-No hay cambios en absoluto- repitió deliberadamente.
-Esa es mi promesa.
 
Contuve un estremecimiento. Por un extraño segundo, se
había sentido como si estuviera mirándome directamente,
como si realmente pudiera verme a través de la pantalla de
alguna manera. Como de costumbre ahora, esa ligera
sensación de mi ángel moviéndose dentro de mí estaba allí
y yo trataba de alejarla, de repente enfermizamente
consciente de lo no humana que era con esta cosa dentro
de mí y Raziel como padre. Pensé que todo esto era algo a
lo que ya me había acostumbrado. No era así.
 
 
Por lo menos la cacería humana para nosotros parecía
haberse calmado, aunque nuestras fotos aun aparecían en
la pantalla de vez en cuando. Me quedé mirando mi foto
cada vez que aparecía, preguntándome quién era esa chica
rubia con una sonrisa brillante. Kara siempre se burlaba de
Alex por el horrible dibujo que le daba el aspecto de un
jugador de fútbol de envejecido y cada vez que él se las
arreglaba para relajarse un poco también la provocaba con
historias de su vida en el antiguo campamento. Podía ver el
verdadero afecto entre ellos, pero parecía tan totalmente
hermano / hermana en ambos lados que pensé que debía
haber estado loca para haber imaginado que los ojos de
Kara se habían vuelto suaves y brillantes mientras lo
observaba ese día.
 
Excepto que no creía que lo estuviera.
 
Después de lo que Alex les había dicho, ninguno de los AK
me dio un mal rato pero ninguno de ellos me habló mucho.
Y esto no era exactamente un silencio de grupo. Ellos
siempre estaban hablando, discutiendo, bromeando.
Brendan era de Portland y como un terrier, todo el pelo
tieso y la híper energía. Lo único en lo que él y Sam
estaban de acuerdo era en la necesidad de librar al mundo
de los ángeles; discutían sobre política durante horas, con
Brendan arañando su cabeza y prácticamente gritando de
frustración.
-Hombre ¿Cómo puedes pensar eso? ¿Incluso estás
escuchando lo ignorante que suenas?
 
Finalmente Trish intervendría y trataría de calmar las
cosas con suavidad. A todo el mundo le agradaba tanto que
Brendan podría calmarse por un rato, gruñendo y luego
Sam haría otro comentario arrastrando las palabras y
estarían de nuevo. Liz era tan mala, dejando caer pequeños
comentarios mordaces en la conversación, llevando las
cosas más lejos.
 
También era la cocinera auto-designada, era algo que me
encantaba hacer pero cuando le sugerí que tal vez
podríamos tomar turnos, se tensó como si estuviera
planeando rociar veneno en la comida. Así que desistí. No
valía la pena. Incluso con los demás, "irritable" parecía ser
la configuración predeterminada de Liz, aunque ella y Trish
se llevaban muy bien. Una vez entre en el dormitorio de las
chicas y las encontré hablando seriamente.
-No creo que debas culparte a tí misma- Trish estaba
diciendo.
-Todas las familias tienen problemas.
 
Entonces me vieron y se callaron. Liz frunció el ceño,
levantando la barbilla, como siempre, Trish parecía
alarmada y ligeramente tensa por tenerme alrededor.
-Siento interrumpir- dije. Ninguna de las dos respondió,
contuve un suspiro mientras conseguía mi champú y una
toalla y salí del dormitorio de nuevo. Lo irónico era que
pensaba que Trish y yo podríamos haber sido amigas ella
era muy agradable; no había otra palabra para ella. Pero
era evidente lo cauta que era conmigo y lo mucho que
odiaba la tensión que yo había traído al grupo.
 
Wesley era el único tranquilo, siempre inclinado sobre su
laptop, más dado a gruñidos hoscos que a hablar. Al
principio pensé que odiaba a todos, entonces me di cuenta
de que sólo era terriblemente tímido. Aunque también
había algo más allí, una vez atrape una sensación de
tristeza tan fuerte que casi dije algo. La expresión de
mantente alejado de su cara me dijo que lo olvidara.
Mayormente me evitaba, igual que todos los demás,
mientras yo trataba de ignorar el hecho de que estaba
siendo evitada. Como si no existiera esta enorme cosa
tácita sobre mí que hacia que todos se tensaran si
accidentalmente me paraba demasiado cerca.
 
Me daba una sacudida mental cada vez que me sorprendía
a mí misma pensando así. Odiaba sentirme de esta manera,
era totalmente opuesto a mí sentir autocompasión. Sólo
que estaba... realmente sola. Extrañaba a Alex, a pesar de
que estábamos en la misma casa. No había ningún lugar en
que pudiéramos estar realmente solos aquí. Los
dormitorios y la cocina siempre tenían gente entrando y
saliendo, el campo de tiro y la sala de ejercicios eran
bastante inadecuados. La sala de televisión siempre tenía a
alguien en ella, como Brendan, que tenía insomnio y por lo
general navegaba por la red en su computadora portátil a
las tres de la mañana.
 
Aunque la pequeña habitación de Alex debería haber sido
un refugio, no tanto, por que estaba justo al lado del
dormitorio de los chicos. Cuando entrabas, tenías que
pasar directamente por el dormitorio para llegar a ella.
Cuando alguno de los chicos estaba allí, oíamos sus
murmullos de conversación así que obviamente se oía
también. Y de alguna manera con Alex siendo el líder no
podíamos simplemente decirles que se fueran; se habría
sentido como si estuviera obteniendo privilegios especiales
o algo así.
 
Así que podíamos besarnos, podíamos tocar... pero no
podíamos dejarnos llevar demasiado. Era tan consciente de
la caja que Alex había comprado en nuestro camino a la
Ciudad de México, todavía permanecía en su bolsa sin
abrir. Era un gran eufemismo pero ninguno de los dos lo
mencionó. Al igual que yo, sabía lo mucho que Alex quería
que fuera perfecto para nosotros cuando sucediera no
sintiéndonos cohibidos porque alguien pudiera
escucharnos, o colándonos a la mal oliente sala de
ejercicios.
 
De cualquier modo, eso ya era bastante malo, pero no ser
capaz de hablar de la forma en que solíamos hacerlo era
aún peor. Alex se había dado cuenta de cómo eran las cosas
para mí, no obstante.
 
-Lo siento- dijo en voz baja cuando habíamos estado allí por
más de una semana.
-Sé que no eres muy feliz aquí.
 
Estuvimos encerrados en su habitación durante unos
minutos antes de la cena; lejanamente, podía oír el sonido
de la televisión. -Estoy bien- le susurre de vuelta.
-No te preocupes por mí; esto es lo que tenemos que hacer.
Y además tu tampoco pareces exactamente feliz- trace la
curva oscura de su ceja. Obviamente ser feliz no era el
punto, no cuando lo que estábamos haciendo era tan
crucial para el mundo. Ninguno de nosotros habría elegido
estar en ningún otro lugar, incluso si pudiéramos. Pero aún
así, me ponía triste cuando me daba cuenta de todos los
días que habían pasado desde la última vez que había visto
a Alex sonreír de verdad, esa sonrisa preciosa y fácil que
derritia mi corazón.
-Me preocupa- dijo haciendo caso omiso de lo que había
dicho acerca de su propia felicidad.
-Willow, escucha, si realmente conseguimos hacer esto, si
los derrotamos de alguna manera, sera muy diferente para
ti y mi entonces, lo prometo...
 
Se interrumpió cuando oímos que alguien entraba en el
dormitorio de al lado, moviéndose alrededor y
cambiándose. Después de eso nos quedamos en silencio,
dejando que la sensación de nuestros labios juntos hablara
por nosotros.
 
La mayor parte de nuestras conversaciones eran así ahora,
frases arrancadas, un toque rápido como base, sin tiempo
para los detalles. Extrañaba dormir en la misma cama que
Alex. Lo extrañaba tan agudamente que simplemente
permanecía despierta sufriendo por él algunas veces,
anhelando deslizarme a través de la casa oscura e ir con él.
En realidad, no había notado antes lo mucho que
hablábamos mientras estábamos juntos en la cama, o lo
preciosas que esas suaves conversaciones en la oscuridad
eran para mí.
 
Y pensé que si sólo pudiera estar acurrucada en sus brazos
otra vez y supiera que estábamos solos, realmente solos,
como solía ser, entonces tal vez sería capaz de decirle lo
asustada que estaba.
 
No había contactado con mi ángel desde aquella primera
noche, pero podía sentirla allí, todo el tiempo. A medida
que pasaban los días, su movimiento inquieto se había
intensificado en lo que parecía ser un anhelo por liberarse.
Me volví tan autoconsciente, tratando de pasar mis días sin
dejar que esto sucediera; sin realmente revelar el secreto a
mí misma, siquiera. Pero se sentía como si todo el mundo
supiera de todos modos, porque a veces la parte trasera de
mi cuello comenzaba a picar, como si todos estuvieran
mirando. De vez en cuando había alguien allí cuando
revisaba, más a menudo me encontraba a mí misma
mirando a un espacio vacío. Y mientras tanto, podía sentir a
mi ángel, luchando contra mí. Lo que más me asustó fue
que estaba empezando a tomar un esfuerzo retenerla, como
una lucha para aferrarte al tirón de una cometa.
 
Mi antigua vida en Pawntucket era como algo que había
ocurrido en otro planeta: Willow Fields, quien, de acuerdo,
tal vez era un poco rara debido a su fijación por los coches
y por ser psíquica, pero que tenía una vida bastante
aburrida y ordinaria, en realidad. Y quien definitivamente
no se sentía como un extraño dentro de su propio cuerpo.
Ahora apenas podía creer que realmente había existido un
tiempo, cuando me sentí... normal.
 
Humana.
 
 
 
Capítulo 9
 
Seb
 
El desfile tomo a Seb por sorpresa.
 
Hacía poco más de dos semanas desde que había hecho
autostop hasta el DF y había gastado cada momento de la
luz del día buscando a la chica de la foto, apenas sabía
vagamente qué día de la semana era ya. Pero ahora,
mientras caminaba de regreso a su hotel cerca del centro,
vio que debía ser el Día de la Revolución. Una banda de
mariachis estaba tocando, con sus cantantes trinando y el
sonido alegre de las guitarras y las trompetas, estaba
pasando un desfile, lleno de niños escolares vestidos como
soldados: los niños con sombreros y carrilleras, luciendo un
bigote de lápiz para cejas, las chicas de brillantes faldas
largas y blusas blancas como la nieve, sus cabellos en
trenzas. Detrás de ellos venía un grupo de chicas mayores
en camisetas verdes, bailando y ondeando banderas
mexicanas.
 
Con la mochila sobre su hombro, no había manera de que
la dejara en el hotel durante el día, Seb avanzo a través de
la multitud que cubría la acera. Unas alas de ángel lo
rozaron al pasar. Dondequiera que iba ahora, había
personas que las usaban. El estado de ánimo de la multitud
era exuberante, sus auras prácticamente rebotando contra
él, incluso las que tenían retraso del crecimiento por el
daño de ángel brillaban con entusiasmo.
 
Era la misma ciudad que siempre había conocido y sin
embargo completamente diferente. Los ángeles estaban
por todas partes se había dado cuenta que a pesar de que
pasaba la mayor parte de su tiempo paseando por el
Bosque de Chapultepec, en busca de la misma
configuración de árboles que había visto en el sueño de la
chica. Estaba resultando ser una tarea angustiosa,
Chapultepec era uno de los parques urbanos más grandes
del mundo. Y mientras tanto, apenas había pasado una hora
sin que Seb viera a los ángeles cruzando por encima de su
cabeza, como águilas blancas a la caza. Cada vez que
pasaba por el Zócalo había varios revoloteando también,
otros alimentadose justo en la acera. La curiosidad lo había
llevado brevemente dentro de la catedral transformada, no
podía creer lo que había sucedido en el lugar, allí también,
los ángeles habían estado cazando. Estaba tan
acostumbrado a mantener su aura tenue y poco atractiva
ahora, que lo hacia casi sin pensar.
-¡Hospitales para todos!- gritó una voz.
-¡Necesitamos más camas, más doctores!- echando un
vistazo por encima del hombro mientras cruzaba la calle,
lanzándose entre las bailarinas y un burro que tiraba de un
carro cargado de flores Seb vio que un grupo grande se
acercaba, llevando pancartas: ¡El DF está Muriendo por
Más Doctores y los Ángeles No Necesitan Dinero, Los
Enfermos lo Hacen!
 
De inmediato, el estado de ánimo de la multitud cambio, las
auras alrededor de él casi crepitaban de emoción. Una
mujer sentada en una silla de ruedas gritó.
-¡Los ángeles te ayudarían si tuvieras fe!- sus mejillas
parecían hundidas, sus ojos fervientes. Varias voces
gritando en acuerdo, abucheando al grupo que pasaba.
 
Seb estaba contento de dejar todo atrás y llegar a la calle
en que estaba el hotel. Aunque incluso aquí, parecía que se
estaban preparando para algún tipo de baile más tarde;
había un escenario siendo montado, un toque de verde,
blanco y rojo colgando de los balcones de hierro forjado. La
fachada del hotel una vez marrón, ahora estaba manchada
de gris con la contaminación. Seb sabía que había tenido
suerte de conseguir una cama. Como cualquier otro hotel
en la ciudad, el lugar estaba lleno de seguidores de la
Iglesia de los Ángeles de todo el mundo, estaban aquí para
ver la catedral recién convertida. Pasó algunos de ellos
ahora en el camino a su dormitorio un trío de lindas chicas
francesas en alas de ángel, que se había encontrado un par
de veces en el salón por la noche.
-Bonsoir, Seb- dijo una de ellas, Céline, con una sonrisa
coqueta mientras pasaban. -¿Ca va toi?- se armó de una
sonrisa mientras le devolvía el saludo, tratando de no darse
cuenta de lo enferma que parecía su aura. Estar cerca de
las personas que habían sido heridas por los ángeles lo
deprimía, él prefería evitarlo.
 
Afortunadamente, su dormitorio estaba vacío. Seb se tumbó
sobre su cama y se quedó mirando hacia arriba. Su
cumpleaños había sido la semana anterior, confiriéndole
dieciocho años ahora, ni siquiera se había dado cuenta
hasta el día siguiente. Todo lo que podía pensar era la chica
mitad ángel, ella estaba tan cerca que casi podía sentirla
pero en cierto modo parecía más lejos que nunca. Saber
que probablemente estaba aquí, en la misma ciudad a un
par de kilómetros de él cuando mucho, pero sin tener idea
de dónde exactamente, era una agonía.
 
La foto enmarcada era un pequeño y solido rectángulo, en
el bolsillo de sus vaqueros. No le hacía falta sacarla para
traer de vuelta la imagen de la chica, se la sabía de
memoria ahora. Su espíritu estaba con él ya, justo como lo
había estado durante tantos años y puesto que tocaba su
camisa con los susurros de su energía, esta sensación se
sentía aún más fuerte: un trazo traido ricamente a la vida
con color. Seb empujó su pelo hacia atrás mientras
observaba el techo de yeso sucio. Dios, él estaba
enamorado de una chica con la que nunca había hablado.
Pero la conocía, por dentro y por fuera.
 
¿Podría ella sentirlo con tanta fuerza? ¿Siempre habría
estado enamorada de una sombra también?
 
En el exterior, la música había comenzado. Con un suspiro
inquieto, Seb bajó los pies de la cama y fue a las antiguas
ventanas francesas, las abrio de un balanceo con un
chirrido y salió al pequeño balcón de hierro forjado. En la
calle de abajo, las parejas comenzaban a bailar, las
linternas de papel proyectaban luz festiva. Seb se puso de
pie en la barandilla, mirando hacia abajo.
 
Durante el día, estaba solo. Mayormente buscaba en el
Bosque de Chapultepec pero se iba a otros parques
también siempre explorando sin parar, no permitiéndose
creer ni por un segundo que no la encontraría. Eran estas
otras veces, más silenciosas cuando la duda lo asaltaba,
dejándolo frío. ¿Y si había conseguido el sueño de la chica
equivocada? ¿Qué si el parque en el que parecían estar no
era el DF en absoluto, sino otro lugar? Ella era
estadounidense, podría estar en algun lugar en su propio
país, que se extendía a través de miles de kilómetros y
contenía probablemente millones de parques. Era más
probable que nunca la encontrara en absoluto, si ese fuera
el caso. Saber que ella realmente existía, que no era un
sueño, pero que nunca sería capaz de localizarla... Seb
tragó saliva. No. Él no creería eso. No podía.
 
La puerta se abrió detrás de él.
 
-Oh, hey Seb- dijo una voz. Mike, uno de los
estadounidenses alojados en el dormitorio y una de las
pocas personas en el hotel sin daños por los ángeles.
-Hola- dijo Seb desde el balcón. Mike se unió a él, tenía
diecinueve años, con el pelo castaño colgando y una
sonrisa amistosa.
-Entonces ¿De qué se trata todo esto, de cualquier modo?-
preguntó, apoyando los antebrazos en la barandilla
mientras observaba el baile.
-¿Es como un Cuatro de Julio de vuelta en casa?
 
Empujando sus pensamientos con un esfuerzo, Seb trató de
recordar lo que había oído acerca de la fiesta
estadounidense.
 
-¿Qué es el Cuatro de Julio? ¿Tienen fuegos artificiales
entonces, verdad?
 
De esa forma en que los americanos tenían a veces, Mike
parecía sorprendido de que Seb no supiera, a pesar de él
no tenía idea de lo que era el Día de la Revolución.
 
-Es cuando conseguimos la independencia de la Gran
Bretaña- explicó.
-Ya sabes la fiesta del té en Boston, Paul Revere. Y sí, un
montón de fuegos artificiales.
 
Seb asintió, recordando ahora.
 
-Es algo así como esto- dijo. -Se celebra el día en que
empezamos a luchar para deshacernos del dictador Porfirio
Díaz.
-¿Se han librado de un dictador? Genial- dijo Mike
alegremente.
-Y como sea, cualquier excusa para una fiesta, ¿eh?
 
Eso hizo reír a Seb apesar de sí mismo.
 
-Sí, si eres mexicano. Nos gustan las fiestas.
-Hombre, no son los únicos. Deberías venir a los Estados
Unidos alguna vez. A la gente le encanta salir de fiesta allí.
 
Seb sabía que podría tener que, algún día, si su búsqueda
en el DF resultaba infructuosa. Excepto ¿que cómo podría
irse, cuando el resto del sueño de la chica había tomado
lugar tan claramente aquí? Su camisa azul claro todavía
estaba cuidadosamente doblada en su mochila, pero
resistió el impulso de sacarla de nuevo, las imágenes eran
cada vez más débiles cada vez que tocaba el tejido blando,
diluyendo la energía de la chica con la suya.
 
La tarde se atenuó en la oscuridad, las linternas brillan
intensamente mientras el jubiloso sonido de las guitarras y
trompetas se disparaba alrededor de ellos. Mike había
traído algunas cervezas frías a la habitación, le ofreció una
a Seb y se pusieron a beberlas, mirando a los bailarines
girar.
-Entonces, estoy planeando ir a Tepito mañana- dijo Mike,
apoyado contra la pared y estirando las piernas.
-No se encuentra nada al respecto en la guía, pero es al
norte de aquí ¿verdad?
 
Seb estaba fumando un cigarrillo mientras pensaba en el
parque de nuevo, preguntándose si debería centrarse más
en la tercera sección de arboles, en lugar de en las más
populares primera y segunda. Ante las palabras de Mike, él
soltó una rápida bocanada de humo y lo miró, sorprendido.
 
-¿Qué? ¿Por qué?
-Para verlo, hombre. Quiero ver todo este lugar.
-No- dijo Seb rotundamente. -No vayas allí.
 
Mike parpadeó.
 
-¿Por qué no? Es sólo un mercado ¿verdad?
-Es el peor barrio en la ciudad- dijo Seb.
-¿Un gringo con una cámara y un teléfono celular, que
apenas habla español? Pensaran que Navidad llego a
principios de este año. Te robarían en cuestión de minutos,
o algo peor- era de dónde él provenía. Las oscuras calles de
Tepito, con el susurro, los techos de plástico de los puestos
de vendedores, eran tan familiares como las diversas
cicatrices en su cuerpo y vivir allí había sido tan agradable
como conseguirlas.
 
El americano parecía escéptico.
 
-Realmente no puede ser tan malo ¿no?
-Sí- dijo Seb.
-Confía en mí, manténte alejado. Ve a hacer todas las cosas
en tu guía de turismo. No ponen en Tepito ahí por una
razón- Él sonrió, tomó otra calada a su cigarrillo. -Los botes
de remo en el Bosque de Chapultepec son muy agradables-
Mike hizo una mueca, abrió la boca para decir algo más y
luego echó un vistazo a la escena de abajo.
-Hey, mira eso- se rió, apoyando los antebrazos en la
barandilla de nuevo mientras miraba hacia abajo. -El
pequeño bribón.
 
Aplastando el cigarrillo, Seb siguió su mirada y vio a un
niño de la calle deslizarse a través de la multitud que
estaba viendo a los bailarines, una niña de unos siete años
más o menos, con el pelo oscuro despeinado. Visto desde
arriba, el movimiento de su mano era claro mientras ella la
metía en el bolsillo de una chaqueta de hombre y luego la
sacaba de nuevo, metiendo rápidamente lo que había
encontrado debajo de su camiseta. Seb sonrió levemente,
recordando muy bien la sensación, la flexión rápida de los
dedos, agarrar y tirar, todo el tiempo asegurándose de no
tocar los bordes de la bolsa.
 
Mike volvió a hablar de Tepito. Los ojos de Seb se quedaron
en la chica, mirando mientras maniobraba a través de la
multitud. Delgada, y tan joven, con grandes ojos marrones
y una cara sucia. Él sabía que probablemente vivía en uno
de los edificios abandonados, no lejos del centro, o tal vez
en las alcantarillas. Era una vida dura, Dios, una vida tan
dura, con tantos peligros. Incluso ahora, años más tarde, a
veces se sorprendía de que había logrado salir con vida.
 
Había sido aun mejor que el lugar donde lo habían puesto.
 
-Bueno, ¿qué pasa con el mercado de la Lagunilla?- Mike
estaba diciendo.
-¿Está bien ir?
-Sí, no es tan malo- dijo Seb distante.
-Sólo mantente en las calles cerca de Francisco Bocanegra
y Comonfort, es más seguro en ese extremo.
-Está bien, gracias- Mike sonrió.
-Hey, tal vez les pregunte a esas tres chicas francesas si
quieren venir conmigo, si puedo arrastrarlas fuera de la
catedral. ¿Quieres venir también? Creo que una, Céline,
tiene una cosa por ti.
 
Seb iba a responder, pero se interrumpió cuando vio a un
ángel planeando sobre su cabeza. Cambio su aura a grises
apagados, la atrajo tan cerca de su cuerpo como pudo para
que pareciera encogida. En el balcón junto a él, el aura de
Mike parecía demasiado saludable. Se encontró
acercándose, tratando de ocultarla un poco. El ángel cruzó
silenciomente pasando casi a la altura de ellos. Seb trató de
lucir como si no pudiera verlo, pero el resplandor se
consumió a sí mismo dentro de su cráneo de todos modos,
el orgulloso y feroz rostro, las poderosas alas que parecían
brillar azul y blanco, delineando cada pluma.
-Porque la escuche hablando con sus amigas ayer- continuó
Mike.
-Y si mi escuela de frances no está fallandome , decía que
piensa que eres muy caliente. Se pregunta si eres un
devoto o no- sonrió.
-¿Mi consejo? Sólo finge que lo eres, hombre. Dile lo mucho
que amas a los ángeles.
 
Seb apenas estaba escuchándolo. A continuación, el ángel
había elegido a su víctima, aterrizado en una ráfaga de alas
en la calle bulliciosa.
 
Era la niña de la calle.
 
Seb se quedó muy quieto, mirando. Nunca había visto a un
ángel elegir a un niño para alimentarse antes. La chica
estaba mirando hacia el ángel con una mirada de alegría en
su rostro asombrado, su energía era de color azul pálido.
Que oscilaba como una pompa de jabón, de aspecto joven y
vulnerable.
 
-¿Seb?- Sintió a Mike empujar su brazo con una risa.
-¿Estás despierto allí? Dios, desearía tener tantas chicas
bellas babeando sobre mí que pudiera llevarlas a mi paso-
se acarició la mandíbula con una expresión meditación.
-Tal vez sea la barba. Siempre podría dejar de afeitarme...
-Gracias, pero no puedo.
Tengo algunas cosas que hacer mañana- Seb escucho su
voz decir las palabras. De alguna manera sonaba normal. A
continuación, el ángel estaba avanzando hacia la niña,
sonriendo, estirando sus manos resplandecientes hacia ella.
Sin pensamiento consciente, Seb cambió su conciencia a la
de su ángel y voló en una ráfaga, precipitándose tan rápido
que las linternas y los bailarines eran un borrón.
 
Él se cernió delante de la niña, abriendo sus alas
ampliamente. El ángel se echó hacia atrás con un silbido-
aleteo. Era un hombre y su mirada se amplió bruscamente
cuando vio que Seb no tenía halo.
-Tú cómo...
-No esta vez- dijo Seb. Nunca había hablado en su forma de
ángel antes, pero su voz salió sin vacilación, baja y dura. En
el interior, estaba gritandose a sí mismo. ¿Qué estás
haciendo? ¿Por primera vez en tu vida, estás tan cerca de
encontrarla y estás arriesgando todo por esto?
-¡Otro!- Gruñó el ángel. -¡Mutante mitad humano que ni
siquiera debería existir!- llegó a él en una furia de brillo,
Seb se defendió, golpeándolo con sus alas. Percibió que
estaba examinandolo en grandes barridos de pensamiento,
buscando la sensación de su energía para encontrar su
forma humana. Él podía disimular el aspecto de su aura,
pero no su sensación, estaría sobre él en cuestión de
segundos.
 
Un breve y frenético ataque, luego Seb salió disparado y se
dio la vuelta para hacer frente a la chica. Sus ojos eran
enormes, llenos de asombro. Miraban a través de él. Su
estado de ánimo se hundió, había tenido intención de
decirle que corriera, pero no podía verlo ni oírlo, sólo a su
depredador, cuya mente estaba vinculada a la suya. Detrás
de él, escuchó al ángel gritar de triunfo. Había encontrado
a su forma humana. A menos que él de alguna manera
consiguiera destruirlo, lo mataría y se alimentaría de la
chica de todos modos.
 
No, pensó, mirando el pequeño y sucio rostro. Muchas
cosas habían pasado en su vida que no pudo parar pero le
pondría fin a esto.
 
En el balcón de arriba, Mike había levantado una ceja.
 
-¿En serio? ¿Qué estas haciendo que es mejor que salir con
tres chicas francesas que piensan que eres caliente?
Porque eso he escuchado.
 
Sin responder, Seb se enderezó rápidamente en su forma
humana, empujando su cerveza a Mike, echo a correr justo
cuando vio al ángel venir en tropel hacia él. Se arrojó fuera
del dormitorio y se precipito por el pasillo, corrió por las
escaleras. Mientras entraba por la puerta delantera, sabía
que apenas habían transcurrido segundos. El ángel estaba
ahora a la vista, buscándolo, deslizándose por el piso
superior del hotel.
 
Y al hacerlo, al menos por el momento, tenía que romper su
conexión con la niña.
 
Seb derrapo deteniéndose enfrente de ella, se puso en
cuclillas para poder mirarla a los ojos. Todavía parecía
aturdida, allí había una sonrisa feliz jugando en sus labios
mientras miraba después al ángel. Apoderándose de sus
delgados hombros la sacudió ferozmente.
-¡Corre, niña! ¡No hagas preguntas sólo vete!
 
Él le dio un empujón, la niña jadeó y pareció volver en sí
misma. Con una mirada asustada y sorprendida, echo a
correr, desapareciendo entre la multitud.
 
El ángel de Seb estaba flotando en lo alto, mirando hacia
fuera cuando la criatura reapareció. Su mitad humana se
levantó lentamente mientras miraba hacia el hotel. Era
demasiado tarde para tratar de escapar, sabía que estaba
aquí y no se detendría ante nada para encontrarlo ahora y
además, su mochila seguía estando en el piso de arriba, con
la camisa de la chica dentro. No podía dejarla. A lo lejos,
era consciente de Mike en el balcón, mirándolo, la música
alegre, los bailarines seguian dando vueltas.
 
El ángel salió disparado del edificio. Lo vio de pie en la
calle casi de inmediato, su hermoso rostro contorsionado
de furia. La forma de ángel de Seb se precipitó enfrente y
la criatura rugió y cargó contra él en el aire, ardiendo en
luces.
 
Los dos lucharon ferozmente en la calle durante el baile,
aleteando y luchando el uno con el otro, Seb sintió el
chisporroteo de la energía del ángel en donde sus alas se
tocaban. El halo. Tenía que alcanzarlo, era la forma en que
había vencido al único otro ángel con que jamás había
luchado. Sin embargo, las grandes alas de la criatura lo
mantenian a raya, mientras se retorcian en el aire, el ángel
tratando de llegar a la forma humana de Seb con su fuerza
vital vulnerable y Seb esforzándose para alcanzar el
brillante y palpitante círculo.
-Oye, ¿qué está pasando? ¿Estás bien?- Mike había salido y
estaba en la calle junto a él ahora, sosteniendo las dos
botellas de cerveza.
-Amigo, parece que estás viendo fantasmas, o algo así.
 
Seb negó con la cabeza, incapaz de apartar los ojos de la
batalla invisible arriba. Su ángel era rápido y fuerte, pero
podía sentir que él se estaba cansando. El ángel le gruñó
cuando chocaron de nuevo, arremetiendo contra él con sus
alas.
-Estoy bien- se las arregló con un esfuerzo.
-Mike, ve adentro. No te quedes aquí.
 
Mike se rió inseguro.
-¿Qué? ¿Es otro lugar peligroso como Tepito? Sí, tenemos
todas estas abuelas y abuelos asustadizos bailando no
sabes lo que podrían hacer.
 
Seb empezó a hablar, pero sabía con un escalofrío que ya
era demasiado tarde, el ángel había visto que Mike estaba
con él. Vio como sus ojos se estrechaban, cargando contra
el ángel de Seb incluso con mayor ferocidad, luchando para
conseguir pasarlo. ¡No! El ángel de Seb lo mantuvo fuera
de alguna manera, sus alas destellando en la luz de las
linternas. El ángel se lanzó, Seb embistió pero fue lanzado
lejos, elevándose directamente hacía Mike, no a la conexión
con él, sólo atacando todo por lo que valía la pena.
 
Seb captó el plan de la cosa al instante, sabía que era una
trampa pero no podía dejar que Mike fuera lastimado
cuando sólo había estado tratando de ver si Seb estaba
bien. Su ángel se impulso en una explosión de velocidad,
aterrizando delante de Mike para protegerlo, al igual que
había protegido a la niña. Estiro las alas, manteniendo al
ángel fuera, mientras lo enfrentaba en un frenesí de
luminosidad. Mike siguió hablando, ajeno al drama que se
estaba produciendo a sólo unos metros.
 
En su forma humana, el corazón de Seb latía con fuerza.
Puso la mano en el bolsillo trasero de sus vaqueros y sus
dedos se cerraron alrededor de su navaja.
 
Tal como había sabido que lo haría, el ángel fue a por él,
mientras su propio ángel seguía protegiendo a Mike. Seb
no se permitió pensar. Esquivando hacia los lados para
evitar sus manos extendidas, saco la hoja de su cuchillo y
fue a por el halo antes de que el ángel pudiera golpearlo
con su ala. La hoja respladecía blanca mientras lo cortaba,
por un agonizante segundo, su brazo se sentía como si
estuviera en llamas. Una explosión de luz que lo dejó fuera
de sus pies el sonido de los gritos del ángel.
 
Se había ido.
 
Seb estaba acostado en la acera, respirando con dificultad
mientras los restos de la criatura brillaban suavemente
sobre el baile. Trajó a su ángel de regreso a sí mismo,
disfrutando de la sensación de seguridad dentro de él. Lo
había hecho. De alguna manera lo había hecho. La chica
mitad ángel brilló en su mente y la conciencia de que aún
estaba vivo y todavía tenía una oportunidad de encontrarla
era como sumergirse en una piscina clara de la montaña.
 
-¿Uh... Seb?- Mike estaba en cuclillas junto a él.
-Dime que era una especie de danza folclórica mexicana,
¿verdad? Y que en realidad no comenzaste a saltar
alrededor con una navaja por ninguna razón en absoluto.
 
Seb sonrió. Con un esfuerzo, se sentó. Aún sostenía la
navaja, movió el cuchillo y se lo metió en el bolsillo. Luego
tomó su cerveza de Mike, tomándola en un largo trago.
 
-Danza popular- dijo mientras los cantantes se movían por
la noche a su alrededor, tocando las guitarras.
-Definitivamente fue una danza popular.
 
Mike negó con la cabeza. Cruzando las piernas junto a Seb
en la acera, dijo.
-Ustedes los mexicanos son raros.
-Pero te agradamos.
-Sí. Supongo que soy raro, también.
 
Seb miraba a los bailarines, observando los colores de sus
auras mientras avanzaban y sabía que en algún momento
pronto, tendría que pensar en lo que acababa de hacer.
Siempre se había dicho a sí mismo que, al menos, los
ángeles daban algo a los seres humanos con su toque pero
si realmente creía que esto hacia una diferencia, entonces
¿por qué trato de proteger a cada ser humano que alguna
vez conoció, de ellos? ¿Por qué había arriesgado su vida
solo por la niñita, cuando por primera vez en dieciocho
años, podría estar cerca de encontrar lo único que jamás
había deseado? Si hubiera dejado que la cosa se alimentara
de ella, entonces la niña de la calle habría sido feliz para
siempre, sin importar que ella podría haber sido dañada.
Sin embargo, al menos ella tenía una opción ahora. Tal vez
podría salir de las calles, estar a salvo y bueno, encontrar
la felicidad que era más brillante, más real que cualquier
toque que los ángeles pudieran darle. Seb sacudió la
cabeza con asombro al darse cuenta: él haría lo mismo otra
vez, si tuviera que hacerlo de nuevo.
 
-Linda noche- dijo Mike, golpeando su mano en el muslo al
compás de la música.
-El baile de la calle y las linternas. Lindo.
-Sí, lo es- estuvo de acuerdo Seb. No se entendía a sí
mismo, pero supuso que no tenía importancia. Metió la
mano en el bolsillo y tocó el marco de cobre amarillo de la
foto, pasando su dedo suavemente. Y sabía que su chica
mitad ángel entendería esto, probablemente mucho mejor
que él. Podía sentir su compasión por lo que había
sucedido, tanto para la niña de la calle y por él, ver el calor
en sus ojos verdes. Él dejó escapar un suspiro, perdido en
la sensación de ella que se sentía tan cerca ahora. La
necesitaba, siempre lo había hecho. De alguna manera
sabía que lo necesitaba también.
 
Voy a encontrarte, pensó. Era una promesa para ambos.
 
Pero por ahora, era suficiente simplemente estar
observando a los bailarines, disfrutando de su felicidad.
 
 
 
Capitulo 10
 
 
Willow
 
-Está bien, la recepción va a ser aquí- dijo Kara, señalando.
Estábamos sentados alrededor de la mesa de la cocina con
tazas de café, mirando la computadora portátil de Brendan,
había encontrado planos del hotel en internet.
-Hay una recepción privada con sólo los funcionarios de la
Iglesia de los Ángeles en primer lugar, a continuación, se
permitirá que nosotros los humildes peones entremos.
 
Alex y yo habíamos estado allí durante poco más de dos
semanas y estaba empezando a sentir que un plan se
estaba formando. Luis, después de haber dudado en
contarle a Kara demasiado, ahora se había vuelto mucho
más cercano. No sólo empezó a abrirse sobre los detalles
de seguridad, sino que le había dado invitaciones a Kara
que conseguirían que ella y sus "amigos" entraran a la
recepción para la audiencia privada. Fue un gran alivio, si
la palabra alivio, se puede aplicar a algo que te llena de
terror absoluto.
-Así que entraremos por la puerta principal del hotel a las
tres- dijo Alex, tocando ligeramente la pantalla. -Iremos con
los otros invitados... luego subiremos al ascensor hasta la
sala principal- su dedo se deslizo a lo largo del mapa y
luego echó un vistazo al calendario impreso que Kara había
recibido de Luis.
-¿Ya sabemos donde están llevando a cabo las audiencias
privadas?- Kara sacudió su cabeza cortada al rape.
-Pero tiene que ser una de las habitaciones en el mismo
piso, ¿verdad? ¿Tal vez aquel?- señaló una sala de
reuniones por el pasillo.
 
Mientras seguían hablando, mis cejas se juntaron... porque
no estaba recogiendo nada en absoluto de los planos. No lo
hacia siempre a partir de imágenes, pero teniendo en
cuenta las circunstancias, habría esperado algo, un atisbo
de emoción. Pero era como si los planos fueran sólo píxeles
vacíos en una pantalla, en lugar de un mapa que muestra la
ubicación de la operación más importante en el mundo.
 
-La recepción no es de etiqueta, ¿verdad?- Preguntó Liz,
mordiéndose la uña. La mayor parte de sus uñas fueron
mordidas rápidamente.
-Porque no podemos exactamente esconder las pistolas bajo
los vestidos de noche.
-Oh dios, ni siquiera había pensado en eso- murmuró Trish,
con su rostro pecoso preocupado. -Afortunadamente, no-
dijo Kara.
-Luis dijo que las personas que representan a la Ciudad de
México, incluyéndonos, sólo pueden usar sus trajes
normales. Quizás algo un poco más elegante, como si
fueras a la iglesia.
 
Seguí mirando los planos, tratando de sentir algo, cualquier
cosa sobre ellos. Por último, me encogí de hombros. Tal vez
solo estaba nerviosa.
 
-¿Crees que los ángeles estarán escaneado las auras de las
personas?- le pregunté a Alex.
-Algunos están obligados a hacerlo, porque se alimentarán-
me miró y pude ver el pensamiento en sus ojos, que los
ángeles podrían reconocer mi aura antes de que el equipo
estuviera listo para hacer un movimiento. Realmente no lo
lamentaba. Yo sabía que él daría cualquier cosa si no
estuviera involucrada en esto, si me quedaba lejos en algún
lugar donde pudiera estar a salvo.
-Ni siquiera lo digas- dije rápidamente.
-Yo voy- la idea de esperar aquí en la casa mientras todos
se iban, no saber lo que estaba pasando, si iban a vivir o
morir. No, no había manera.
-Alex, tengo que- dije antes de que él pudiera responder.
-¿Qué hay con la visión de Paschar, soy la única que puede
destruirlos?- sentí una ola de dudas de los otros y sabía que
nadie se tomaba eso muy en serio, ya que tan claramente
no había sido la que los destruyó la última vez que lo había
intentado.
 
Alex suspiró y apartó su cabello. Podía ver lo cansado que
estaba, cuan pesadamente, pesaba todo esto sobre él.
 
-Tal vez- dijo. Sus ojos de color gris azulado atraparon los
míos, pidiéndome que esperara hasta que estuvieramos
solos para discutirlo. De mala gana, asentí.
 
Frente a mí, Wesley se sentó examinar el mapa en su
habitual y terco silencio. Con Sam tendido junto a él, eran
como un ejemplo ilustrado de "libro cerrado / libro abierto"
 
-De acuerdo- dijo Sam, entrecerrando los ojos en la
pantalla.
-¿Los del Consejo son como los ángeles ordinarios cuando
se trata de matarlos? ¿O son diferentes, o qué?- Kara
sacudió la cabeza.
-No lo sé, pero deben ser capaces de ser asesinados, o su
seguridad no sería un problema. Al parecer, se alimentan,
así que supongo que su halo es vulnerable, al igual que
otros ángeles. ¿Quién sabe si hay algo extra de lo que
tengamos que preocuparnos, sin embargo?- ella rodo los
ojos.
-Me alegro de que Luis se este abriendo finalmente- agregó
secamente.
-No hay realmente un límite al número de preguntas de
seguridad que puedo deslizar entre "Oh, eres tan
maravilloso y Ooh, has eso de nuevo"
 
Mis mejillas se calentaron. Kara era tan práctica en su
relación con Luis. Bueno, no una relación, supongo, aunque
él claramente piensa que lo es. La estudié secretamente,
preguntándome de nuevo si sólo había imaginado la forma
en que la había visto mirar a Alex aquel día. No podia
conseguir que la mirada suave de sus ojos saliera de mi
mente, sólo tenía un presentimiento. No es que estuviera
preocupada exactamente, cada vez que Alex me tocaba
podía sentir cuán profundamente enamorado de mí estaba
pero no me hacía sentir muy bien, tampoco. Kara era tan
completamente, magníficamente humana.
 
Brendan tocó un ligero tatuaje sobre la mesa, incluso
cuando estaba sentado en silencio, no estaba tranquilo. -
¿Hey, espera no podría ayudar Willow?- dijo de repente.
 
Lo miré con sorpresa.
 
-Lo siento ¿ayudar con qué? Estaba en mi propio mundo,
supongo.
 
Pensando en extraños pensamientos de mitad ángel,
dijeron los rostros de casi todo el mundo a mí alrededor.
 
Brendan parecía alarmado de estar hablando conmigo
directamente lo máximo que alguna vez había dicho era un
hola entre dientes cuando casi caminamos encima del otro,
una vez en el pasillo. Se aclaró la garganta, jugueteando
con su cucharilla.
 
-Umm ayudar a determinar si hay algo que necesitamos
saber acerca de matar el Consejo- dijo.
-Se supone que debes ser psíquica ¿verdad? Así que tal vez
tú podrías tener una visión acerca de ellos o algo así.
 
La sala quedó en silencio.
 
-¿Podría hacer eso?- Dijo Kara a Alex.
-Es mejor que le preguntes a Willow- dijo escuetamente, sin
dejar de estudiar el calendario impreso. Se ponía muy
impaciente con cualquiera que me ignorara.
-En realidad no funciona de esa manera- dije antes de que
Kara tuviera que decir nada.
-Quiero decir, sí, a veces tengo destellos de cosas, pero
sobre todo para que consiga cualquier cosa en específico
tengo que tocar a alguien. Como sostener su mano- nadie
dijo nada.
 
Sintiéndome incómoda, traze el diseño en mi taza de café.
 
-Yo... solía hacer muchas lecturas psíquicas, de vuelta en
casa. Las personas en mi escuela secundaria venían y me
consultaban.
-¿Tú fuiste a la escuela secundaria?- Espetó Liz. Sus pálidas
mejillas enrojecidas cuando la miré.
-Me refiero, a que suena tan normal.
 
Normal. Traté de no pensar en el hecho de que, mientras
hablaba, estaba mentalmente consciente de mi ángel se
movía dentro de mí.
 
-Claro, fui a la escuela- dije.
-Yo no sabía nada de nada de esto hasta hace un par de
meses, por lo que yo sabía, era igual que tú.
-Guau- murmuró Sam, mirándome.
-¿Los mitad ángeles yendo a la secundaria y ni siquiera lo
sabíamos? Eso es... extraño.
 
Vi a Alex mirarlo con detenimiento y decidir no decir nada.
Me encogí de hombros.
 
-Creo que es la mitad ángel, singular, en realidad. Por lo
que se sabe, soy la única.
 
Por primera vez, la idea me dio una sensación muy extraña.
Realmente no me había sorprendido antes lo
inherentemente solitario que era esto siendo la única de mi
especie en todo el mundo. Pase rápidamente, antes de que
pudiera pensar demasiado profundamente en ello.
 
-De todos modos, no fui tan a menudo como debería
haberlo hecho, mi amiga Nina y yo solíamos saltarnosla
mucho y simplemente ir de compras. Estoy en cosas
vintage, así que hay esta tienda en Schenectady a la que
iríamos... mi voz se apagó, preguntándome por qué les
estaba diciendo esto.
 
Bocas abiertas alrededor de la mesa, ahora. Casi podía oír
el mismo pensamiento de todos: ¿Tenías un amigo?
Pisándole los talones, por las chicas ¿Espera, ibas de
compras?
 
Por la expresión de la cara de Sam, las mitad ángel que van
de compras realmente eran su idea del infierno
conversacional.
 
-Sí- dijo.
-¿Así que de todos modos, podemos volver a esta cosa
psíquica? ¿No podría Willow ir a la catedral y empezar a
sostener las manos de las personas? ¿Como, algunos de los
funcionarios allí, o algo así?
-Podría parecer bastante sospechoso- dije irónicamente.
-Por lo general tengo que concentrarme durante unos
minutos, no es como un relámpago que termina en el
segundo toco a alguien.
-Pero dijiste que obtienes sentimientos a veces- señaló
Kara, estudiandome cuidadosamente.
-Así que si vas a la catedral, podrías recoger algo útil.
 
Alex se sentó leyendo la hoja con la cabeza apoyada en su
mano, acariciando su frente.
 
-No voy a enviar a Willow allí, su aura es muy distintiva.
Cualquier ángel que la vea sabría exactamente quién es
ella todo lo que tendrían que hacer es sonar la alarma y
sería un alboroto. Cada miembro de la Iglesia en el mundo
la quiere muerta.
-Sí, pero podríamos escanear en primer lugar, ¿verdad?- La
voz de Brendan se aceleró por la excitación, al igual que
cuando estaba discutiendo de política con Sam.
-Asegurarnos de que no hay ángeles alrededor.
 
Kara asintió.
 
-Claro, luego tú y yo podríamos ir con ella, Alex,
asegurarnos de que está cubierta.
 
Estaba a punto de decir que sonaba bien para mí y
realmente lo hacia, había sido dolorosamente consciente de
que hasta ahora, probablemente era el miembro que menos
había contribuido al equipo pero Alex levantó la vista y
habló en primer lugar, su voz impaciente.
-Dijiste que los ángeles navegan dentro y fuera de ese lugar
todo el tiempo, Kara. ¿Que tan bueno sería hacer el
escaneo?
 
Dudé.
 
-Pero Alex, si lo hiciera conseguiría algo, sabríamos mucho
mejor cómo planificar esta cosa. No estaría allí mucho
tiempo, probablemente sabré en cinco minutos si puedo
conseguir algo.
 
Me dio una mirada.
 
-No son sólo los ángeles. Tu foto ha estado en todas las
páginas web de la Iglesia de los Angeles del mundo,
¿recuerdas? Alguien podría reconocerte.
-No con mi pelo así- toqué sus hebras cortas de color rojo
dorado.
 
Resopló.
 
-Oh, sí, como si eso fuera un disfraz maestro y nadie
pudiera ver a través de él.
-Pero si tú y Kara me cubren, entonces...
-¿Por lo menos sabes lo que significa cubrir a alguien?
Preguntó Alex con frialdad.
-Esto no es una película. ¿De verdad quieres que tengamos
que empezar a disparar contra una multitud que grita para
salir de allí si algo va mal?
 
¿De dónde había venido este argumento?
 
-No, por supuesto que no quiero eso- dije. Todo el mundo se
había quedado en silencio, mirándonos. Los ojos de Trish
estaban muy abiertos, su taza de café se detuvo en el aire.
-Pero Alex, sabes que por lo general puedo detectar si un
lugar va a ser un peligro para mí. Quiero decir, está bien,
no es infalible, pero...
-Willow- Me lanzó el nombre como un látigo.
-Dije que no, ¿de acuerdo? Déjalo ir.
 
Se sentía como si me hubiera abofeteado. En el rugiente y
repentino silencio, Alex tiró la hoja y empujó la silla hacia
atrás. Salió de la habitación sin decir una palabra.
 
Mis mejillas estaban ardiendo, en un primer momento
estaba demasiado sorprendida para moverme. Hubo una
larga pausa. Por último, Kara levantó una ceja
perfectamente delineada.
 
-Bien. Veo que su temperamento no ha mejorado nada. Voy
a hablar con él- ella empezó a levantarse.
-No- estallé.
-No, yo lo haré.
 
Ella me miró, su expresión casi divertida.
 
-¿Estás segura? Tengo mucha experiencia en el trato con
los chicos Kylar cuando se ponen así. Es una especie de
habilidad adquirida.
 
En realidad, no había estado segura de lo que pensaba de
Kara hasta entonces, incluso con la mirada que le había
visto darle a Alex, pero ahora se estaba volviendo más claro
para mí. No me agradaba mucho.
 
-La he adquirido, gracias- dije, levantándome de la silla.
-Ire.
 
Escuché el silencio en la cocina estallar en palabras cuando
iba por el pasillo. Dejé que el zumbido se desvaneciera
detrás de mí, sin tratar de descifrar lo que decían. Podía
adivinar con bastante facilidad.
 
Sabía que Alex tenía que estar en su dormitorio. Pero
cuando llegué allí, su puerta estaba cerrada e hice una
pausa mientras estaba de pie en el lío ligeramente
sudoroso de la habitación de los chicos. Su puerta nunca se
cerraba, a menos que estuviera dormido o yo estuviera allí
con él. A pesar de lo que le había dicho a Kara, todo esto
era un territorio nuevo para mí, Alex y yo casi nunca
discutíamos. Entonces recordé la forma en que había
gritado, e hice una mueca. Teniamos que sacar esto.
 
Toque la puerta.
 
-¿Puedo entrar? Tenemos que hablar.
 
Hubo una pausa.
 
-Sí- dijo.
 
Abrí la puerta, reuniendo mis pensamientos para lo quería
decir. Todo me dejó en cuanto lo vi. Alex estaba sentado en
el borde de la cama con los hombros caídos, con los codos
sobre sus muslos mientras se masajeaba las sienes con los
dos pulgares. Tenía los ojos cerrados.
 
A toda prisa, cerré la puerta y me senté junto a él.
 
-¿Estás bien?
-Sí- Su voz era distante, sus dedos en su frente blancos por
la tensión.
 
Le toqué el brazo y el dolor se agito a través de mí, tan
agudo y furioso que me hizo jadear.
 
-¡Oh Dios, no lo estás! Tu cabeza...
-Es sólo un dolor de cabeza. Estoy bien.
 
No lucía muy bien en absoluto. Me puse de pie, mis
palabras apresurándose.
 
-Te conseguiré algunos Advil, hay algunos en el dormitorio
de las chicas.
 
Sin levantar la vista, Alex tomó una de mis manos, apretó
con fuerza.
 
-No. Solo quédate conmigo. Por favor.
 
Me mordí el labio, sin saber qué hacer. Me volvió a
sentarse junto a él y nos sentamos en silencio, Alex todavía
frotándose las sienes. Por último, dejó escapar un suspiro y
dejó caer las manos. Estaba pálido, con diminutas gotas de
sudor en su frente. Él me dio una mirada triste.
 
-Hey, tú.
-Hey- repetí. Podía sentir lo tenso que estaba, el dolor que
aún latía a través de él.
 
Él puso su brazo alrededor de mí.
 
-Lo siento- dijo contra mi pelo.
-Soy un tonto. No debería haber... se interrumpió con un
gesto de dolor, agarrando su frente de nuevo.
-Alex, voy por el Advil ahora.
 
Su brazo se apretó, sosteniéndome en el lugar.
 
-Está bien. No ayudaría- después de una pausa, suspiró y
dejó caer la mano de su cabeza, cambiando de posición en
la cama, se recostó contra las almohadas, luciendo
drenado.
-Mierda. Pensé que había superado esto.
-¿Superar qué?- me apoyé a su lado, acariciando
suavemente su frente.
-Eso se siente muy bien- murmuró, cerrando los ojos de
nuevo. Me movi más arriba en la cama, recargándome en la
pared, apoye su cabeza en mi regazo y seguí acariciándolo,
suavizando el dolor. Su respiración se calmó, se hizo más
relajada.
-¿Superar qué?- repetíi suavemente.
-Las migrañas- dijo.
-Las tengo después de que mi padre murió y después de la
muerte de Jake. Se fueron después de un tiempo, no había
tenido una en más de un año. Ésto sólo me ataca de la
nada.
-Nunca me dijiste- dije.
-No. Parecía bastante patético.
 
Mi corazón se retorció. Yo no creía siquiera, ser capaz de
mantener mi cordura si hubiera pasado por todo lo que
Alex, casi todos a los que amaba en el mundo habían
muerto. Las migrañas sólo parecían normales, no patéticas.
 
Entonces mi boca se secó. Mi mano se detuvo en su frente.
 
-Alex, no crees que...
-¿Qué?- dijo, abriendo los ojos. Al ver la expresión de mi
cara, la comprensión llego a sus rasgos.
 
-Willow, no, ni siquiera lo pienses. No tiene nada que ver
contigo, comenzaron a darme hace años.
 
Tragué saliva. Justo esta mañana, Alex y yo habíamos
conseguido media hora a solas aquí en su habitación juntos,
casi habíamos podido olvidar que alguien más estaba
alrededor.
 
-Pero tienes una ahora, cuando no has tenido una durante
más de un año...
-Sí, eso podría tener un poco más que ver con ser
responsable de esta misión y la vida de todos. No por salir
con mi novia- tomó mi mano.
-Willow, no estás haciéndome daño. Lo prometo. Solo es
esta estúpida cosa que sucede a veces- él se encogió de
nuevo y se quedó en silencio. Su ligera barba parecía negra
como la tinta contra la repentina palidez de su rostro.
-¿No se ha ido todavía?- el miedo se encrespó a través de
mí.
-No, no habrá desaparecido durante horas- tiro de mi mano
suavemente, trató de sonreír.
-Oye. Eso es agradable, lo que estabas haciendo antes.
 
Empecé a acariciar su cabeza de nuevo, tratando de creer
que esto realmente era sólo una coincidencia. Después de
unos minutos, Alex volvió la cabeza en mi regazo y me besó
en la muñeca.
 
-Lamento haberte hablado así antes- murmuró.
-De Verdad. Estaba fuera de lugar.
 
Sus ojos eran tan hermosos. Cielos tormentosos reflejados
en un mar azul. Mis temores comenzaron a desvanecerse,
mirando en ellos. Estás entrando en pánico, me dije. Había
tenido migrañas en el pasado y está estresado, fuera de su
mente en este momento. El tiene razón. No tiene nada que
ver contigo.
 
Pase mis dedos por su cabello oscuro.
 
-No estaba tratando de discutir contigo delante de todo el
mundo- dije en voz baja.
-Es sólo que siempre hemos decidido las cosas juntos.
-Lo sé- dijo.
-Todavía te necesito, Willow. Pero esta vez es diferente. No
quiero que vayas a ninguna parte cerca de la catedral, a
menos que no tengamos elección, es demasiado peligroso.
 
Odiaba presionar el punto cuando estaba en tanto dolor,
pero tenía que decirlo.
 
-¿Aunque pudiéramos encontrar más información sobre el
Consejo? ¿Así sabremos a ciencia cierta qué esperar?
-¿Sin embargo, qué tan probable es? Nunca he sabido que
consigas nada específico sólo por estar dentro de un lugar.
Lo más que te he visto conseguir son sentimientos.
-Lo sé, pero todavía podría haber una posibilidad, aunque
sea una pequeña. Alex, si no fuera yo. Si hubiera alguien
más en el equipo que fuera mitad ángel...
-Yo estaría diciendo lo mismo- intervino él.
-En serio, no se trata de que este enamorado de ti. Es
demasiado arriesgado, para no tener suficientes resultados.
Ese lugar está lleno de ángeles, si vieran que estas aquí en
la ciudad, podrías poner en peligro todo.
 
Suspiré, cuando lo ponía así, podía ver su punto. Después
de una pausa, me agaché y besé su boca al revés, inclinó la
barbilla hacia arriba para hacerlo más largo. Nuestros
labios se separaron lentamente.
 
-Está bien- le dije.
-Tú eres el jefe.
-Sí, debo haber sido muy malo en una vida pasada o algo
así- él sonrió, sus ojos aun en dolor. Alzando la mano, tocó
un mechón de mi cabello.
-No te vayas, ¿de acuerdo?
-Shh. Yo no voy a ninguna parte- seguí acariciando su
frente, arrastrando mis dedos a través de ella. Sus hombros
musculosos se relajaron gradualmente, cerrando los ojos de
nuevo. Su respiración se calmó, se hizo más regular.
 
Podía escuchar el televisor en la otra habitación, el sonido
de voces. Nada de eso me importaba. Me quedé allí hasta
mucho tiempo después de que Alex se había quedado
dormido acariciando suavemente la frente del chico que
amaba, tratando de mantener su dolor a raya.
 
Los otros AK mejoraron con sus objetivos móviles, hasta
que Alex comenzó a hacer variaciones de combate con
ellos, haciéndolos correr por la habitación, metiéndolos en
en un roll y luego disparando, ese tipo de cosas. Sus
promedios se desplomaron de nuevo, pero vi que esta vez
no pasó mucho tiempo para que sus puntuaciones
comenzarán a subir otra vez. Lo estaban consiguiendo allí.
Sam era el mejor disparando de lejos, es obvio que había
tomado la demostración de Alex con su pistola ese día como
un reto personal. En un primer momento, Wesley había
estado tan torpe con las armas cuando estaba rodeado de
gente, pero ahora no estaba muy lejos de Sam y Trish
estaba casi a la altura de él, ella parecía apuntar y disparar
en un solo movimiento, apenas si pensarlo. No sé por qué
eso me sorprendió, excepto que Trish era tan amable que
no tendias a pensar en ella y pistolas en la misma frase.
Brendan y Liz no lo estaban haciendo mal, ambos eran lo
suficientemente consistentes como para ser confiables, al
menos.
 
A diferencia de mí. A pesar de que me había hecho
bastante buena disparando a un blanco estacionario,
todavía no había llegado a un noventa por ciento de éxito,
no podía superar el hábito de estremecerme cada vez que
apretaba el gatillo. Realmente no creo que alguna vez me
fuera a acostumbrar a esto, al peso frío del arma, el olor
acre de la pólvora.
 
De pie en el campo de tiro con los golpes apagados de
disparos a mí alrededor, me preparé para el golpe de la
pistola mientras apuntaba y entonces esa extraña
sensación de picazón molesta en mi nuca de nuevo. Sabía
que nadie estaría allí, pero todavía tenía que mirar y
comprobar. Sólo la pared del campo vi atrás. Dejé escapar
un suspiro, deseando poder superar la sensación tan auto
consciente en este lugar.
 
Como la práctica de objetivos continuó, parte de mí se
preguntaba por qué siquiera me molestaba en aprender a
disparar ahora, aparte de mi seguridad personal. Cuando
Alex y yo habíamos hablado un poco más sobre el ataque
del Consejo, me había convencido de que no era una buena
idea para mi ir, que la amenaza de mi aura atrayendo la
atención y poniendo al equipo en un peligro incluso mayor
en esa situación era demasiado grande. Lo odiaba, lo
odiaba. Esta era mi lucha también. No podía soportar la
idea de quedarme atrás mientras Alex y los demás corrían
el riesgo de sus vidas, de no estar allí para hacer lo que
pudiera para ayudarles. Pero yo sabía que él tenía razón.
Nadie tenía la menor idea de lo que significaba la visión de
Paschar, incluida yo... y mientras tanto, mi aura era como
una gran flecha de neón apuntando directamente hacia mí.
Esta era la única oportunidad que íbamos a tener. Mis
sentimientos personales acerca de no estar incluida ni
siquiera entraban.
 
Suspiré y aprete el gatillo, sentí el salto estallido a través
de mí. Un agujero apareció justo al borde de la diana.
 
-Hey, eso es mucho mejor- dijo Alex, haciendo una pausa
para mirar. Me miró, su boca se arrugó con simpática
diversión.
-Aún odias totalmente esto, ¿verdad?
-¿Yo? No, nací para ser la pistolera compañera de un
gangster- apreté la mandíbula cuando empecé a apuntar de
nuevo. Él se acerco y corrigió mi agarre en el arma
ligeramente, sus dedos calientes en los míos. Por un
segundo era casi el mismo de nuevo.
-Serias una muy linda, ¿sabes?- dijo en voz baja. -Todo lo
que necesitas es uno de esos trajes de gángster de los años
treinta.
-Ho, ho.
 
Vi el beso que quería darme en sus ojos. Luego se fue de
nuevo, en dirección a Brendan. Contuve una sonrisa
mientras lo cuidaba, deseando como siempre que
hubiéramos tenido más tiempo para hablar. Volviendo a mi
objetivo, Cuadré mis hombros y en algún lugar dentro de
mí, mi ángel dio un aleteo, oscuramente inquieto. De una
manera horrible me había acostumbrado a esto por ahora,
sólo medio pensando en ello, la empuje a un lado en mi
mente.
 
Sólo que esta vez no funcionó.
 
Mi ángel se liberó en una carrera brillante, volando fuera
de mí. Con un grito de sorpresa, me quedé boquiabierta
ante ella mientras se movía. No podía sentir lo que ella
estaba sintiendo más. Oh, Dios mío, que estaba ocurriendo
¿quien era esta criatura con mi rostro? Tardíamente,
arranqué mi mirada, mi corazón latiendo. No podía permitir
que nadie me viera mirando hacia arriba, no podía dejar
que nadie averiguara lo que estaba pasando.
 
Antes de que mi ángel pudiera hacer nada, cambié
rápidamente mi conciencia por la de ella. De repente, yo
era la que estaba sobrevolando el cielo, mirando hacia la
Willow encorzada de abajo, todavía apuntando el arma
como si nada estuviera pasando. Mi ángel sabía lo estaba a
punto de hacer, se produjo un frenesí mental mientras
luchaba contra mí. Apretando los dientes, la ignoré y volví
a entrar rápidamente en mi cuerpo humano. Una lucha
aleteo, casi un grito de frustración cuando mi ángel trató
de arrancar libre pero por lo menos yo era más fuerte y la
empuje dentro de mí.
 
Todo el asunto había tomado sólo unos segundos. Me tomó
un par de respiraciones, asegurarme que realmente tenía el
control. Podía sentir su frustración ahora y esa extraña
laxitud de nuevo... pero mi ángel se había quedado en
silencio. Temblorosa, le puse el seguro a la pistola y la
apoye en el suelo. Alex echó un vistazo y trate de sonreír.
 
-Baño- murmure y él asintió.
 
Arriba, me eché agua en la cara. Mis ojos en el espejo
parecían grandes y asustados, mi cara pálida. Bien. Esto no
era bueno. Esto realmente no era bueno. Tenia que decirle
a Alex, ¿simplemente qué podía él hacer? No sabría lo que
estaba pasando más de lo que yo lo hacia. Pero no podía
ocultarle esto por más tiempo, sin importa lo mucho que no
quería enfrentarme a mí misma, se había vuelto demasiado
serio. La posibilidad de que yo pudiera ser responsable de
su migraña y que podría ser un síntoma de algo mucho
peor, vino a mí, enfriando mi sangre. De repente parecía
más que probable. Quería tanto creer que no era cierto,
que mi contacto no le estaba haciendo daño pero ¿cómo iba
a saber, cuando tenía esta cosa dentro de mí que ni siquiera
entiendo más?
 
Observe mi colgante de cristal en el espejo y me quede muy
quieta. Oí la voz de Alex diciendo: "Tu ángel eres tú, ella es
una parte de ti. Y eso significa que ella es todo lo que amo"
 
Alex siempre había creído, siempre, que mi ángel no era
algo separado de mí, que ella no era más que otro aspecto
de mí misma. ¿Qué iba a pensar cuando se diera cuenta de
que no era cierto? ¿Que tenía pensamientos separados de
los míos, que ya ni siquiera podía controlarla?
 
Mis manos estaban heladas. Me dejé caer débilmente
contra el fregadero, imaginando la mirada que tendría su
rostro cuando se enterara. Dios mío, me había defendido de
todo el equipo, diciéndoles que podían confiar en mí y
ahora, trague saliva. La idea de que sus bellos ojos podrían
mirarme con temor o sospecha, me hizo sentir enferma.
Sabía lo mucho que me quería, pero los ángeles habían
matado a toda su familia. Había dedicado toda su vida a
luchar contra ellos. ¿Podría realmente sentir lo mismo por
mí, cuando descubriera que mi ángel tenía una mente
propia? Tenía que decirle, yo sabía que no tenía otra
opción.
 
¿Pero cómo?
 
 
 
Capitulo 11
 
 
Raziel
 
Jenny se sentó con las piernas cruzadas al otro lado del
escritorio, luciendo radiante de felicidad, aunque un poco
cansada y agotada.
 
-¿Le gustaría organizar una reunión con él, señor?-
preguntó.
 
Al tocar una pluma, Raziel echó un vistazo a la impresión
de correo electrónico en cuestión. La ciudad de Silver Trail
estaba a unas pocas docenas de millas en las Montañas
Rocallosas, el clima podría ser malo en esta época del año.
Aún así, la idea propuesta era intrigante.
 
-¿Qué te parece?- Preguntó, sonriendo a Jenny. Su traje de
negocios casi recatado abrazó su figura. Ahora no podía
imaginar por qué había desperdiciado tanto tiempo con un
asistente masculino cuya energía ni siquiera encontraba
atractiva, debio haber estado loco.
 
Ella se sonrojó, los ojos brillantes.
-Creo que es una maravillosa idea, realmente maravillosa.
Podrían hacer una gran diferencia en la vida de muchas
personas.
 
De hecho podría. Raziel ya tenía pensamientos acerca de
cómo podría poner su propio giro en el esquema.
 
-Creo que tienes razón- dijo, entregandole de vuelta el
correo electrónico.
-Vaya y organice la reunión.
 
Una vez que Jenny se había marchado, el buen estado de
ánimo momentáneo de Raziel se desvaneció. Programar las
reuniones como si nada hubiera pasado estaba muy bien,
pero mientras tanto estaba volviendose loco con los
nervios.
 
No habrá cambios en la forma en que se manejan las cosas.
Esa es mi promesa.
 
El rostro de Raziel se oscureció al recordar la entrevista de
televisión. Había sido una gran noticia durante unos días,
con su propia imagen sonriente hacia él desde todos los
diarios principales. No era muy inteligente, supuso. Pero
cuando se le había hecho la pregunta, había estado de pie
en el mismo lugar de la catedral, donde El Consejo había
exigido verlo en privado, como si fuera un niño travieso a
punto de ser regañado. La colera se había levantado a
través de él, recordando, y con el micrófono del reportero
en la cara, las palabras habían venido por su propia
voluntad. Diciendo que le había dado una profunda
satisfacción en el momento, pero ahora deseaba haber sido
más perspicaz. Aunque probablemente El Consejo no había
tenido muchas dudas de que él no tenía ninguna intención
de cruzar la línea, no tendrían ninguna en absoluto después
de esto.
 
Los Doce no habían mostrado ninguna reacción a su
declaración. Todavía.
 
El conocimiento de que estaban deliberadamente
tranquilos para dejar que haga exactamente lo que estaba
haciendo ahora retorcerse incómodamente, preguntándose
cómo responderían hizo que Raziel apretara los dientes. El
momento de su caída no podía llegar lo suficientemente
rápido para él ahora, en más de un sentido. Pero si su
propia muerte fuera causada por El Consejo, pereciendo al
menos, tendría el placer de saber que se los habría llevado
con él.
 
El plan estaba ahora firmemente en su lugar aunque
Charmeine había encontrado algo que hizo que su
resultado probable fuera menos incierto que antes y no de
una manera especialmente tranquilizadora.
 
Después de su breve viaje a la Ciudad de México,
Charmeine había logrado un día lejos de los Doce y lo pasó
aquí en la catedral con él, en sus habitaciones privadas.
Había dado órdenes a Jenny para que no se le molestara,
había tenido el presentimiento de que las cosas se
reanudarían entre él y Charmeine, había estado en lo
correcto, como resultóo después. Agradable, pero
totalmente calculado por ambas partes, se había
consolidado aún más su alianza, por lo que era más fácil
leer los pensamientos del otro.
 
-Así que encontré a Luis sin ningún tipo de problema- le
había dicho después. Raziel ya había recogido algo de esto
en su mente, destellos de un joven de aspecto serio con los
ojos marrones y el pelo negro y grueso pero aun escuchaba
con interés mientras describía el encuentro.
-Él esta bastante prendado de esta persona Kara. No le
costo mucho confiar en ella.
-Te alimentaste de él- resumió Raziel. Estaban en un lujoso
sofá de cuero, Charmeine tenía sus largas piernas cubiertas
sobre su regazo.
-Bueno obviamente. Varias veces, sólo para asegurarme de
que recibía el mensaje- ella reprimió un bostezo. Llevaba la
bata de seda negra de Raziel, su pálido cabello se derramó
en marcado contraste.
-Lo siento. Tengo que mantenerme blindada todo el tiempo
alrededor de los Doce, sin que ellos se den cuenta es
bastante agotador. -Sin embargo, te estás resistiendo a
ellos- la voz de Raziel había agudizado.
-Sí, no te preocupes. Estoy bien, todo está bien- Charmeine
rodo los ojos, empujando su muslo con un pie delgado.
-Como si pensara por un segundo que mi bienestar es lo
que te preocupa.
 
No se había tomado la molestia de negarlo, ella habría
sentido lo mismo. Sólo porque podía, deslizó su mano por
su pierna y dejo que sus pensamientos vagaran a través de
ella, saboreando la sensación de que todas las puertas se
abrían a él, tenía una emoción propia. Naturalmente, sus
propias puertas mentales no estaban abiertas para ella,
aunque pensaría que lo estaban. Se había construido una
elaborada falsa memoria en la que detallaba cómo había
entrado anónimamente en contacto con los Asesinos de
Ángeles y se había ganado su confianza, lo último que
quería era que cualquier persona, incluyendo a Charmeine,
se diera cuenta de que tenía un vínculo con la mitad ángel.
Una buena memoria falsa tenía los mismos datalles
sensoriales vivos que la cosa real, Raziel estaba bastante
orgulloso del nivel de atención que había puesto en éste.
Charmeine podría haber hecho algo similar, por supuesto,
pero no creía que lo hubiera hecho. Podía sentir su
aversión por El Consejo filtrándose a través de ella casi en
cada pensamiento, no había manera de que pudiera fingir
eso. Ocultarlo era casi posible, aunque no fácil. No era de
extrañar que estuviera cansada.
 
Por un momento Raziel creyó sentir un revoloteo de
resistencia. Le dió a Charmeine una mirada penetrante.
Ella se tumbó contra los cojines del sofá con los ojos
cerrados mientras exploraba, su rostro tranquilo. La débil
sensación se había ido con la misma rapidez. Sondeando
más, Raziel decidió que no había estado ocultando nada en
especial.
 
Entonces su mano se congeló en su pierna cuando se
encontró con algo. ¿Qué? Comprobó de nuevo, no se había
equivocado. Se quedó mirando Charmeine sin palabras.
 
-Me estaba preguntando cuando encontrarias eso- dijo ella
sin abrir los ojos.
-Nos dijeron hace unos días, es por eso que estamos
pasando tres semanas en la ciudad de México. Siempre
pensé que era como demasiado tiempo sólo para designar
un jefe de la iglesia.
 
Raziel negó con la cabeza, todavía medio perdido en las
imágenes que estaba recibiendo.
 
-¿Qué piensan que van a lograr por una cosa así? ¡Deben
estar locos!
 
Charmeine se incorporó mientras lo miraba fijamente, su
expresión irónica.
 
-Digamos que estan muy ansiosos de que los ángeles sigan
siendo ángeles. Ellos piensan que estar en este mundo nos
está convirtiendo a todos en glotones de corazón, que nos
entregamos a nosotros mismos por placer y no por
necesidad. No quieren que nos mezclemos con los humanos
demasiado, excepto cuando sea absolutamente necesario.
 
Apenas era noticia. Raziel pensó en su encuentro con los
Doce en la sala de conferencias abajo y resopló.
Tamborileando en el sofá, considero las implicaciones de lo
que acababa de ver. Aunque las dos dimensiones se habían
separado unas de otras hace millones de años, el mundo
humano y el ángelical habían sido una vez uno mismo, esto
significaba que los Doce, como la Primera Creación, tenían
un vinculo con la energía de este mundo. Por sí solo, el
hecho no le preocupaba demasiado. El posible costo al
mundo de los humanos tras la muerte del Consejo siempre
le había parecido un bajo riesgo para él, era el enlace de
los ángeles entre sí, el tema principal.
 
Pero ahora estaba este loco plan de los suyos: usar su
conexión con la energía de la Tierra para vincularse con
ella y calmar los lugares que se sentían "bulliciosos" para
los ángeles, por lo que los ángeles de todo el mundo
estarían más inclinados a resistirse a sus impulsos más
bajos. Qué noble de su parte. Y un tanto... interesante, en
términos de que consecuencias podrían traer sus muertes
ahora.
 
Con un susurro de seda, Charmeine bajo sus pies de su
regazo y se sentó a su lado.
 
-No has cambiado de opinión ¿verdad? Porque ciertamente
yo no lo he hecho, incluso si las cosas se vuelven más que
una apuesta.
 
Raziel le había dado una mirada fulminante.
 
-¿Van a retroceder y reconocer mi liderazgo aquí? ¿Por qué
si la respuesta es no? Pues no, no he cambiado de opinión,
tampoco.
 
Ahora, solo en su oficina, Raziel sabía que había aumentado
su apuesta aún más por su declaración impetuosa a la
prensa. Sólo para tranquilizarse de que todo estaba bien, él
alcanzó la conexión con Willow. Lo comprobaba a menudo
para mantenerse al tanto de los avances de los AK, aunque
tuvo que admitir que también encontraba a la chica
extrañamente fascinante en cierto modo. Por no hablar de
lo sorprendido que estaba por la angustia de su ángel
desde que había entrado por primera vez su mente. En
algún nivel profundo, Willow estaba obviamente consciente
de que había algo mal. Si bien la angustia de su hija no le
preocupaba lo suficiente a Raziel para tratar de suavizar
las cosas para ella, lo encontraba interesante. Sus
habilidades psíquicas eran más fuertes de lo que pensaba.
 
Su teléfono celular sonó antes de que pudiera llegar muy
lejos, sacudiendolo de nuevo a su oficina. Con una mirada a
la pantalla, vio el nombre de Charmeine. Ella no solía
dejarlo sonar con notificaciones, él abrió el teléfono de
golpe.
 
-¿Sí? ¿Qué es?
-Algo ha sucedido- dijo ella con fuerza.
 
Raziel se encogió, había estado esperando esto.
 
-Déjame adivinar. Vieron mi entrevista de televisión.
 
Ella resoplo.
 
-Raz, todo el mundo vio tu entrevista. Sí, por supuesto que
sí y estan más molestos de lo que puedes imaginar. Pero no,
eso no es a lo que me refiero. Algo más ha ocurrido...
Charmeine se interrumpió, podía sentir su tensión mientras
escuchaba algo.
-Me tengo que ir- ella dijo bruscamente.
-Te llamaré de nuevo cuando pueda.
-¡Espera! ¿Qué está pasando? Qué...
 
Ella se había ido. Raziel juró, sabiendo que nada
conseguiría de ella psíquicamente ahora, aparte de
cualquier frente que ella estuviera poniendo para los Doce.
Él empujó su silla y se puso de pie, apoyando las manos en
el alféizar de la ventana mientras miraba hacia las
montañas. A lo lejos, una fuerte lluvia caía, oscureciendo
los picos en una densa nube y dirigiendo su camino.
 
 
Alex
 
 
-Voy a llevar al equipo a una cacería de práctica mañana-
dijo Alex.
 
Kara estaba tumbada de lado sobre el sillón maltratado.
Volvió la cabeza para mirarlo.
 
-¿Están listos?
 
Dos de ellos estaban en la sala de televisión, los otros
estaban esparcidos por la casa en algún lugar. Willow
estaba ayudando a Liz en la cocina, Liz se había
hablandado hacia ella lo suficiente para permitir que
cortara la lechuga para una ensalada, o algo así. Alex no las
escucho hablar mucho, pero suponía que era un comienzo.
 
Él se encogió de hombros.
 
-Tan listos como pueden estar por ahora, sin hologramas de
ángel para ayudar a entrenarlos. Tienen que conseguir algo
de experiencia en la vida real- sintió sus labios moverse en
una pequeña sonrisa, invernal.
-¿Te imaginas lo que diría mi papá? ¿Llevar a un equipo de
cacería antes de que tengan al menos un año de
entrenamiento?
 
Kara llevaba pantalones de chándal y una camiseta
ajustada y rocortada, mostrando los músculos lisos de sus
brazos y estómago. Ella también sonrió.
-Vivamente. Es diferente a veces, sin embargo, Al. Estoy
segura de que esto es lo correcto.
 
Él hizo una mueca, esperando que ella tuviera razón. Su
mente ya estaba corriendo sobre los detalles de la caza, la
mejor manera de manejarlo. El Bosque de Chapultepec, el
parque más grande y frondoso de la ciudad junto al Paseo
de la Reforma, parecía ser la mejor opción, ya que partes
de él eran algo remotas y tranquilas durante la semana. Si
el equipo se encontraba con cualquier ángel
alimentandose, tendrían espacio para maniobrar y pocas
posibilidades de ser vistos. Lo importante era mantener a
todos lo más seguro que fuera posible.
 
Había otra noticia: otro enfrentamiento entre los Cruzados
y los Fieles. Alex contempló la pantalla, sólo lejanamente
percibiendo los gritos y rostros furiosos. Había sabido que
estar a cargo de un equipo tomaría el control de su vida, lo
que no había previsto era lo mucho que se preocupaba por
todos ellos, incluso los que no le agradaban especialmente.
 
No importaba. Entrenándolos, siendo responsable de sus
vidas, simplemente se metieron bajo de su piel, tuvo que
conocerlos de una manera que trascendía los sentimientos
personales. Sam, a quien Alex podía influenciar
alegremente una docena de veces al día, aun le
impresionaba por dedicarse en serio estas últimas semanas
y conviertirse en un maldito buen tirador. Liz estaba muy
bien, a pesar de ser tan irritable a veces, había visto lo
duro que había trabajado para ganar sus habilidades de
tiro, lo dura que era consigo misma cuando no lo hacía
bien. La incesante charla rallada de Brendan, pero Alex
sabía que lo echaría de menos si se fuera. Y Trish, con su
cara pecosa y ojos azules, era casi como el pegamento que
los mantenía unidos a todos ellos: suavizando las peleas,
asegurándose de que todos se llevaban bien, para que los
demás gravitaran hacia ella como a una madre.
 
Por no hablar de Wesley. Alex lo había descartado al
principio, sin tener tiempo de ahondar en lo que el maldito
trato hosco del chico era, siempre y cuando su
entrenemiento estuviera yendo bien. Entonces, una noche
que había oído un ruido en el campo de tiro y habia ido a
revisar, ahí había estado Wesley a las dos de la mañana,
disparando objetivos por su cuenta.
-¿Hey, no te exploto lo suficientemente duro?- Alex había
bromeado.
 
Un rubor había manchado mejillas oscuras de Wesley.
 
Apresuradamente había puesto la pistola en el armario de
las armas, mientras detrás de él, el objetivo seguía
balanceándose en la cadena.
 
-No podía dormir- murmuró.
 
De repente, la verdad había golpeado Alex.
 
-Espera un minuto, haces esto mucho ¿verdad? Es por eso
que tu puntuación ha ido mejorando mucho últimamente.
 
Willow le había dicho que Wesley era tímido, Alex
realmente no lo había creído hasta ahora, un ceño fruncido
se deslizo sobre su rostro, pero en el fondo sólo parecía
mortificado.
 
-Mira, tengo que hacerlo bien, ¿de acuerdo? No estoy
manteniendo a nadie despierto ni nada.
-No he dicho que lo hicieras- Alex apoyó el hombro contra
la pared.
-Pero permanecer despierto toda la noche no ayuda,
necesitas dormir bien.
 
Cristo, sonaba como su padre. Rodando los ojos
mentalmente a sí mismo, Alex había comenzado a decir
algo más y se detuvo cuando Wesley estalló.
 
-¡Tú no lo entiendes! Tengo que hacerlo. Es mi única
oportunidad de vengarme de los ángeles, no puedo- Se
interrumpió. El rubor se deslizó hasta su cuello, cruzó los
brazos sobre el pecho y aparto la mirada.
 
Alex se había alejado poco a poco de la pared.
-¿Quemadura de ángel?- Supuso.
 
Wesley trago saliva.
 
-Mi, um... toda mi familia. Mi madre era... era de la CIA, así
es como yo... se detuvo.
 
Dolorosa comprensión se había agitado a través de Alex, al
darse cuenta de lo mucho que tenían en común.
-Nunca lo supe- dijo al fin.
 
Wesley ya estaba arrepentido de haberlo mencionado.
 
-Sí, bueno, no se lo digas a nadie, ¿de acuerdo? No quiero
hablar de eso, sólo quiero conseguirlo.
-Lo estás consiguiendo- dijo Alex en voz baja.
-Lo estás haciendo muy bien. Mira, no más prácticas a esta
hora de la noche, ¿de acuerdo? Toma una hora adicional a
primera hora de la mañana si quieres, nadie va a hacerte
ninguna pregunta. Pero te necesito en plena forma y eso
incluye dormir lo suficiente.
 
El objetivo se movió lentamente hasta detenerse
completamente, alrededor de ellos la casa se sentía en
pesado silencio. Finalmente Wesley había asentido.
 
-Sí, está bien.
 
No había habido ningún cambio grande y dramático en
Wesley después de eso, él todavía estaba cerrado y no
hablaba mucho. Pero mientras Alex miraba la TV, se dio
cuenta de que se sentía como si conociera al tipo ahora. Él
los conocía a todos, sólo por verlos crecer, cambiar y
mejorar, se aseguraría de que permanecieran a salvo, sin
importar lo que hiciera falta.
 
-¿Willow va a la cacería?- Preguntó Kara.
 
Alex la miró, ella se sentó acurrucada en el sillón con su
antebrazo cubierto en su espalda.
 
-No lo sé- admitió.
 
Aunque Willow no lo creía, lo hacía muy bien para alguien
que nunca había tocado un arma antes pero aun no estaba
dispuesta a luchar contra los ángeles. Dejando a un lado
sus temores por su seguridad, Alex sabía que su ángel era
increíblemente útil en combate. Sin embargo, si un ángel
veía lo que era y se escapaba... Dio un respingo, viendo de
nuevo la batalla en el patio y el ángel corriendo por la calle.
 
-No lo sé- repitió, masajeandose las sienes vanamente. No
era una migraña ésta vez, sólo un dolor de cabeza que le
había estado aquejando durante horas.
 
Kara miró sus uñas rojas y brillantes, poniéndolas de esta
manera y de aquella.
 
-¿Puedo hacerte una pregunta?
 
Él le dio una mirada cautelosa, reprimiendo una sonrisa
seca.
 
-Si esto es sobre mi vida sexual otra vez...
-No, no es eso. Es sólo... Bueno, me he estado preguntando
por qué no has usado su ángel para ayudar a entrenarlos.
 
Alex se encogió de hombros.
 
-No tiene un halo. Y no sé qué pasaría si alguien se
emociona y le dispara, si eso dañaría a Willow o no.
-Pero eso también podría suceder en una cacería- señaló
Kara.
-Sí, podría- él estuvo de acuerdo. Era otra razón por la que
no estaba convencido acerca de llevar a Willow: la
posibilidad de que Sam o alguien saturado de adrenalina se
precipite y abuse del gatillo con su ángel en vuelo.
-Si quieres mi consejo, no creo que deba ir- dijo Kara
después de una pausa.
-Quiero decir, sé que has dejado claro para todos que ella
es parte del equipo, pero...
-Pero en realidad, no lo es- terminó Alex abruptamente.
-No estoy diciendo que sea culpa de ella- dijo Kara.
-Es sólo que los demás todavía no confían en ella.
 
Alex sintió una oleada de irritación.
 
-Bueno, entonces es hora de que lo superen. Además,
confían en ella mucho más de lo que lo hacían.
 
Kara sono como estuviera eligiendo sus palabras
cuidadosamente.
 
-Han llegado a acostumbrarse a tenerla en la casa, que no
es exactamente lo mismo. Mira, yo no creo que llevarla a la
primera cacería sea muy bueno para la moral cuando todo
el mundo va a estar lo suficientemente nervioso. Y ella no
es tan competente con un arma de todos modos, hay más
desventajas que ventajas, eso es todo.
 
Su tono era tan razonable que hizo que los dientes de Alex
se apretaran.
 
-Bueno, creo que me has convencido- dijo finalmente.
-¿No vas a llevarla?
-No, tengo que- dijo Alex.
-Debido a que es parte del equipo y tú y los otros necesitan
empezar a verla de esa manera. Ella ya no puede participar
en el ataque al Consejo, o entrar en la catedral. Pero no hay
demasiado peligro en una cacería como ésta, donde todos
estamos a la intemperie y puede maniobrar. No hay manera
de que vaya a decirle que no puede venir.
 
Kara asintió, obviamente, no tan convencida.
 
-Bueno. Tu elección- Ella se quedó en silencio, mirando el
televisor cuando un comercial apareció. Cuando las noticias
comenzarón de nuevo, ella dijo:
-De verdad la amas, ¿verdad?
 
La miró, sorprendido por la nota melancólica en su voz.
 
-Sí, lo hago- dijo.
-Más que a nada.
 
La boca de Kara se torció, ella se miró las uñas de nuevo.
 
-Puedo decir. Que es bueno, ¿sabes? Una vez pensé que a a
lo mejor yo y Jake...se interrumpió.
 
Alex se incorporó un poco, mirándola y luego se dio cuenta
que no estaba tan sorprendido. Ella y Jake siempre había
estado cerca, aunque sabía que su hermano había
renunciado a la esperanza de que algo ocurriera, Jake le
había dicho como una vez había hecho una jugada por Kara
y había sido completamente derribado. De repente Alex se
sintió tan melancólico como Kara había sonado. Dios, Jake
había estado loco por Kara, mucho más allá de su propio
enamoramiento adolescente por ella. Conseguir estar con
ella lo habría hecho tan increíblemente feliz.
 
-Entonces... ¿por qué no lo hiciste?- Preguntó.
 
Kara suspiró, apoyando la barbilla en su maano.
 
-Oh, no lo sé. Todavía tenía que madurar para hacerlo.
Sobre todo, creo que simplemente no quería echar a perder
nuestra amistad. Pero la vida es demasiado corta, tienes
que ir a por ello lo que le pasó a Jake me enseñó que... Ella
se quedó en silencio mientras pasaba un dedo por el brazo
de la silla. Luego dijo en voz baja.
-Hablando de ir a por ello... eres muy parecido a él, ¿sabes?
Quiero decir, tan parecido a como esperaba que él llegara a
ser.
 
La mirada de Alex voló hacía la suya. Sus ojos castaños
eran graves, inquebrantables. Cristo, esto realmente no
podía ser lo que parecía, ¿verdad? Se aclaró la garganta,
medio seguro de que ella iba a estallar en risas.
 
-Mira, um... Kara.
 
Su mano se levantó, deteniéndolo.
 
-Está bien. Sé que estás enamorado de Willow. Sólo estoy
diciendo, eso es todo- se desdoblo de la silla y se acercó a
él, besó su frente con labios cálidos y suaves.
-No te preocupes, no lo diré de nuevo. No quiero complicar
las cosas para ti. Eres un buen tipo, Al. El mejor. Y si las
cosas son siempre diferentes... -Ella se encogió de
hombros, dio una pequeña sonrisa.
-Bueno, ¿quién sabe?
 
Al salir de la habitación, Alex la siguió con la mirada,
abrumado por la confusión. ¿Kara? Si esto hubiera ocurrido
hace unos años, no, hace unos meses, él no habría sido
capaz de decir "sí" lo suficientemente rápido. Ahora no
significaba nada para él, aparte de una manera para
hacerlo sentir culpable, a pesar de que todo, lo que había
hecho era sentarse allí. Pensando en su amor platónico
frustrado de su yo más joven, Alex tuvo un momento irónico
al desear haber podido tener esta conversación con Kara en
ese entonces, imaginar lo que habría sido.
 
Bien, ahora realmente se sentía culpable. Maldiciendo
mentalmente a Kara, fue y encontró a Willow en la cocina.
Ella estaba exprimiendo un limón en un recipiente, Liz
estaba haciendo algo con una bandeja de pechugas de
pollo. Se quedóo de pie contra la puerta, observando sin
ser visto por un momento, las delgadas cuervas de Willow
en sus pantalones vaqueros y camiseta ajustada, el corto,
cabello rojo dorado que mostraba las líneas elegantes de su
cuello.
 
-Deberías intentarlo alguna noche- decía ella.
-El estragón añade un muy buen sabor.
-Sí, tal vez- Liz se interrumpió al ver a Alex de pie allí,
Willow levanto la vista también.
-Hola- dijo en voz baja. -Hola- dijo, sonriéndole. Ella tenía
una pequeña mancha de harina en su nariz.
-¿Puedo hablar contigo un segundo?
 
Ella vaciló y luego asintió.
 
-Claro- Ella se limpió las manos con una toalla de papel.
-Regreso en un minuto- le dijo a Liz.
 
La condujo a uno de los almacénes y cerró la puerta, la
habitación era sombría y llena de cajas.
-Puede ser más de un minuto- murmuró, bajando la cabeza
hacia ella. Él la sintió tensa y se echó hacia atrás con
sorpresa.
-¿Qué pasa?
 
Ella empezó a decir algo y se detuvo.
-Nada. Sólo que creo que consegui un resfriado. Me he
estado sintiendo un poco rara desde la práctica de tiro. Es
probable que no quieras acercarte demasiado.
 
Su voz sonaba tensa. Él alzó su barbilla con la mano.
 
-Oye. No estás todavía preocupada por mi migraña,
¿verdad? Eso fue hace días.
 
Willow se estremeció.
 
-Tal vez un poco- Ella tomo aliento, abrazándose a sí
misma.
-Alex, una especie de... quiero decir, hay algo... -¿Qué?- Por
un horrible momento pensó que iba a decir que ella había
oído Kara. Luego vio la expresión de sus ojos y el miedo lo
atenazó.
-Willow, ¿qué ocurre? ¿Qué es?
 
Una explosión de voces desde el pasillo: Sam y Brendan,
discutiendo acerca de un juego de ordenador. Willow se
mordió el labio y miró hacia la puerta. Por último, sacudió
la cabeza. -No es nada- repitió.
-Lo siento. Yo... Supongo que todavía me estoy
acostumbrando a estar aquí.
 
Poco convencido, Alex tomó sus manos entre las suyas,
estudiando su rostro.
 
-Pero pensé que estaba mejorando para ti. Quiero decir, tú
y Liz estaban allí compartiendo consejos de cocina. Espero
que le enseñes a Sam cómo arreglar motores después.
 
Willow soltó una breve carcajada.
 
-Sí, sueñas. No es mucho mejor, en realidad, creo que Liz
ha decidido finalmente que no voy a utilizar el molino de
pimienta para moler vidrio en la comida de todo el mundo
por lo menos. No lo sé. Ignórame. Hoy me siento un poco
rara.
 
No entendía lo que estaba pasando, todo lo que sabía era
que odiaba verla tan molesta. La rodeo con sus brazos, ella
enterró su cara con fuerza contra su cuello.
 
-Te amo- dijo con voz ahogada.
-Me refiero a que realmente te amo. Lo sabes, ¿verdad?
 
El miedo estaba ahora atado con total desconcierto, esto
era tan diferente a ella. Suavemente, la tomó por los brazos
y la obligó a mirarlo.
 
-Nena, me estás asustando. Si algo pasa, tienes que
decirme lo que es.
-Lo sé- dijo ella en voz baja. Una vez más, ella comenzó a
decir algo y luego se detuvo, sus ojos buscando
ansiosamente los suyos, su rostro de duende tan hermoso
casi le rompió el corazón. El momento giró alrededor de
ellos, entonces, Willow suspiró y miró hacia abajo, jugando
con el borde de su camiseta.
-Sólo estoy preocupada por cómo va todo, eso es todo- dijo
débilmente.
-Quiero decir, lo que va a pasar, si nos las arreglaremos
para derrotar al Consejo o no.
 
Alex la observó.
 
-¿Estás segura de que eso es todo?
 
Ella dejó escapar un suspiro tembloroso.
 
-¿No es suficiente?
 
Él resopló.
 
-Sí- dijo.
-Sí, eso es suficiente- Él suspiró y se apoyó en una pila de
cajas.
-Escucha, voy a estar diciendole a todo mundo esta noche...
pero vamos a nuestra primera cacería mañana.
 
Willow se quedó inmóvil.
 
-¿Estamos? ¿Quiere decir, yo también?
-Sí, todos nosotros- dijo.
-Es la hora, tengo que conseguirles un poco de práctica en
la vida real, o no tendrán una oportunidad cuando llegue el
momento- Entonces vio la preocupación oprimiendo sus
rasgos.
-Oye, estás de acuerdo con esto, ¿verdad? En realidad, me
gustaría que te quedaras aquí, pero pensé...
-Estoy bien con eso- dijo después de una pausa. -Bueno,
nerviosa. Pero bien.
-No te preocupes, yo no dejare que le pase nada a nadie-
dijo Alex. Dios, esperaba que fuera cierto. Él la apartó, la
cacería era la última cosa en la que quería pensar cuando
en realidad tenía unos minutos a solas con Willow para
variar.
 
Inclinó la cabeza hacia ella de nuevo. La sintió vacilar,
comenzo a alejarse y luego cedió ante el beso en una
carrera. El pulso de Alex saltó mientras se apretaba contra
él. Suavemente deslizando la mano bajo su camiseta,
acarició la suavidad sedosa de su piel, su suave calor. Por
un par de minutos interminables sólo estaban ellos dos en
el mundo entero.
 
Willow se apartó con una brusquedad que lo sorprendió.
 
-Lo siento, sigo teniendo un refriado ¿recuerdas?
-No me importa- murmuró mientras la tomaba de nuevo.
-Los gérmenes son buenos.
-No, en serio. No quiero contagiarte- Ella se apartó, con las
mejillas encendidas mientras se ajustaba su camisa, sin
encontrar su mirada. Las cejas de Alex se juntaron. Estaba
a punto de preguntar si algo estaba mal otra vez cuando
ella le dio una rápida, sonrisa de disculpa.
-Te veré en la cena ¿de acuerdo? Te amo.
 
Antes de que pudiera responder ella lo besó en la mejilla y
salió por la puerta, cerrándola suavemente detrás de ella.
 
 
Capítulo 12
 
 
Alex
 
 
Tomaron el metro hasta Chapultepec. En años pasados,
Alex sabía que podrían haber sido los únicos extranjeros en
el tren, ahora, con la ciudad tan llena de turistas para ver
la catedral recién convertida, su grupo ni siquiera merecía
una segunda mirada.
 
Sólo Trish y Liz tenían asientos en el vagón atestado. Alex
se quedó con los otros, sujetándose a una correa que
colgaba del techo. Willow estaba a su lado, cuando el tren
se sacudió, tropezó levemente y él la rodeo con su brazo,
estabilizándola. Podía sentir su tensión. Todos estaban
tensos. Sujetándose de la siguiente correa, Sam se puso a
golpear su muslo con su mano libre, cerca Wesley parecía
más hosco y cerrado que nunca. Brendan estaba
parloteando sobre no mucho en absoluto, su voz alta y
nerviosa. Alex comenzó a decirle que se calmara, entonces
Kara dio Brendan una mirada que hizo el trabajo por él.
Había mantenido su palabra desde su conversación del día
anterior, para alivio de Alex, de hecho, estaba actuando
completamente como hermana, que ahora casi se
preguntaba si lo había imaginado.
 
Se bajaron en Constituyentes, la entrada al parque se
encontraba cerca. Chapultepec era esencialmente un
bosque gigante y tenía todo lo que puedas imaginar hasta
un castillo histórico y un parque de atracciones pero aquí
era tranquilo. Alex podia ver caminos, árboles, césped bien
arreglado. Al cruzar la carretera y entrar en sus terrenos,
un silencio parecio caer, dejando el ruido de la ciudad
detrás de ellos.
 
A partir del silencio de Willow, Alex sabía que aún no había
ningún ángel a la vista. Tal como suponía, no había
demasiada gente aquí, en una tarde de un día laborable
aunque esperaba que la suficiente como para atraer a
algunos ángeles. La ironía de esperar por un ataque trajo
una sonrisa seca. Cerrando los ojos, elevó su conciencia a
través de sus puntos de chakra, sintiendo que los demás
hacian lo mismo.
 
-Está bien, vamos a dividirnos en dos equipos- dijo.
-Kara, tu llevas a Wesley, Liz y Brendan. Yo voy a tomar a
Sam, Trish y Willow. Mantente fuera de la vista, si puedes,
pero mantenen un ojo en los caminos principales, ahí es
donde será la acción probablemente.
 
Kara asintió.
 
-¿Cuánto tiempo?- Preguntó, mirando su teléfono celular.
Alex también tenía uno, lo había comprado en uno de los
mercados al aire libre aquella mañana. También había
agarrado algo más de ropa para él y Willow mientras
estaba en ello, sabía lo enferma que estaba de llevar cosas
prestadas.
-Una hora, a continuación, nos encontramos de nuevo aquí-
dijo, mirando el reloj. Devolvió el teléfono al bolsillo de su
sudadera azul con capucha.
-Llámame si hay algún problema. Y feliz cacería, chicos
manténganse a salvo- Pronunció las familiares palabras sin
pensar, era lo que Cully les había dicho a menudo antes de
una cacería, y más tarde, Juan.
 
Y ahora él.
 
Por la mirada en los ojos de Kara, sabía que ella estaba
pensando lo mismo.
-Lo haré- dijo y condujo a su equipo a través de los árboles.
-Vamos, vamos por este camino- dijo Alex a su propio
grupo. Los llevó por otro camino.
-Todo el mundo, comiencen la exploración. Diganme lo que
puedan sentir- Él ya había encontrado energía ángelical a
un cuarto de milla de distancia, quería ver cuánto tiempo
les tomaba a los demás. Los observadores de ángel se
suponía que eran buenos, pero él no sabía como había sido
su entrenamiento, la CIA los había reclutado.
 
Un momento de concentración.
 
-Ese camino- dijeron Sam y Trish casi al unísono, señalando
el sendero.
-No muy lejos- agregó Trish con una mirada seria en él.
-Y son más de uno, creo.
-Sí, también tengo eso- dijo Alex.
-Bien, vamos a empezar a cortar a través de los árboles-
miró a Willow mientras subían una pequeña cuesta y se
preguntó si se encontraba bien. Ella caminaba en silencio,
mirándose las zapatillas de deporte de color púrpura. Ella
había estado tranquila durante todo el día.
 
Como si sintiera su mirada, Willow levantó la vista mientras
los otros dos avanzaban. Para su alarma, vio que sus ojos
eran miserables, casi asustados.
 
-Alex, escucha, yo... yo no puedo participar en la caza-
soltó.
-Sé que esto es realmente un mal momento y yo lo siento
tanto tendría que haberte dicho esto ayer, pero...
-¡Allá!- grito Sam desde adelante.
-¡Oh diablos, es toda una jodida fiesta de alimentación!
 
Alex levanto la cabeza. Lo que Willow estaba a punto de
decir fue olvidado cuando vio a Sam echar a correr, con
Trish siguiendolo, sacando sus armas mientras corrían. ¡Oh
Cristo, no sabían nada mejor, después de todas las horas
que había pasado enseñándoles estrategia!
 
-¡Sam!- Gritó tan fuerte como pudo.
-¡Trish, espera!- Trish se detuvo en seco, mirando
tímidamente por encima del hombro, Sam continuó y se
disparo a través de los árboles como un guerrillero.
 
Alex golpeó tras él, lo atrapo y lo agarró del brazo, tirando
de él para detenerlo.
 
-Alto- dijo entre dientes. -¿Estás completamente loco? ¡No
sólo eches a correr, tienes que pensar las cosas!
 
Podía ver a los ángeles por si mismo ahora, a cien metros
de distancia en una pequeña colina donde el sendero se
curvaba. Sam tenía razón, era una fiesta de alimentación:
cuatro ángeles agrupados alrededor de cuatro personas.
Sus alas se tocaban haciendo una brillante figura de flor,
sus halos brillantes y pulsantes mientras se alimentaban.
 
-¡Hay que darse prisa!- exclamó Sam, apartandose
bruscamente de él.
-Esa gente está siendo lastimada, en este instante.
-Abajo- dijo Alex, sin apartar los ojos de los ángeles. Sam no
se movió.
-Abajo- repitió con una mueca, empujando con fuerza el
ancho hombro del texano. De mala gana, Sam se tumbo en
el suelo junto a él, ambos apoyados en sus estómagos. Trish
se unió a ellos e hizo lo mismo, su por lo general pulcra
cola de caballo desgreñada. Su rostro palideció mientras
observaba la escena.
-Está bien, mira- dijo Alex.
-Yo sé que no es fácil ver esto, pero ya se están
alimentando, no podemos salvar a estas personas. Lo mejor
que podemos hacer es esperar por un tiro limpio.
-¡Pero tenemos que disparar ahora!- Sam elevó su voz.
Trish lo miró con preocupación.
-No podemos dejar que...
-Bajen la voz- dijo Alex, su propia voz un cuchillo que cortó
las breves protestas de Sam.
-Mira, cómo están de pie, sus halos están demasiado cerca
de las cabezas de esas personas. Podríamos volar los sesos
de alguien.
-¡Sí, bueno, tal vez eso no es tan malo! Tienen quemaduras
de ángel ahora, lo bueno es...
 
Alex juró cuando uno de los ángeles levanto la vista. Por un
breve y ardiente segundo, sus ojos se encontraron con los
suyos y supo que lo sabía. Apartó la mirada y cogió su
arma.
 
-Bueno, ahora tienes tu deseo, nos han visto. Bien hecho,
pez gordo. Mantenganse en posición, los dos disparen
cuando puedan, y no los miren a los ojos.
 
No hubo tiempo para más instrucciones, los ángeles se
precipitaban hacia ellos en un frenesí de luz. Uno se inclino
y se elevó alto, listo para caer en picada, Alex lo ignoró por
el momento y fue por el ángel de enfrente. El sol deslumbro
su aureola, cegándolo momentáneamente, luego volvió a
brillar a su vista y disparó. Cuando la criatura explotó en
pedazos, sintió la familiar oleada de energía proveniente de
la lluvia de ángel resonando.
 
Disparos de pánico pasaron junto a él, un apresurado
empujón en la hierba.
 
-¡Whoa!- gritó Sam, volteando hacia un lado cuando una de
las criaturas su cara femenina feroz y hermosa, dedos
largos, estirandose hacia la fuerza vital de Sam. Alex rodó
sobre su espalda y se sentó en un solo movimiento,
seguiendo al ángel mientras giraba sobre un ala, listo para
regresar.
 
Junto a él, oyó el disparo de Trish, vio una explosión
brillante por el rabillo del ojo. ¡Sí! Bien, pensó mientras
disparaba. El ángel femenino se lanzó de lado, sus alas
cortando contra el cielo. Alex disparó una vez más y lo
consiguió esta vez y cuando se dio la vuelta para rastrear al
cuarto y último ángel, arma de Sam volvió a disparar.
 
Silencio. Luz, cayendo hacia el suelo.
 
-Nosotros... lo hicimos- dijo Trish, sonando aturdida.
-¡Realmente lo hicimos!
 
Alex se volvió hacía Sam, dándole una mirada larga y
nivelada. La mirada del texano vaciló, su cara se puso roja
cuando guardó el arma.
 
-No vuelvas a hacer eso- dijo Alex en voz baja.
-Si cualquiera de nosotros hubiera muerto, habría sido
porque habías llamado su atención sobre nosotros.
 
Sam tragó.
 
-Sí, pero...
-Cállate. No quiero tus excusas. No te vas corriendo antes
de saber en que te estás metiendo y no sigues hablando en
voz alta cuando he dicho que te calles. ¿Me entiendes?
-Lo siento- dijo Trish en un hilo de voz.
-Yo también s alí corriendo.
-Esta bien- dijo Alex, sin dejar de mirar a Sam.
-Por lo menos te detuviste cuando te dije.
-Yo, supongo que actué bastante estúpido- dijo Sam,
finalmente, pareciendo enfermo.
-Me emocioné, no estaba pensando- Sus ojos se elevaron a
Alex.
-Lo siento. No volverá a pasar.
-No, no lo hará- dijo Alex.
-Porque si lo haces, estás fuera de este equipo para
siempre.
 
Sam asintió con la cabeza, sus labios blancos.
 
-Entiendo.
-Está bien- dijo Alex mientras se levantaban. -Aparte de
eso... ambos pueden estar bastante orgullosos de si
mismos- le dio a Trish un rápido abrazo con un solo brazo y
palmeo a Sam en el hombro.
-Escuchen, en verdad no está mal, es difícil cuando te han
visto. Buen trabajo, lo digo en serio.
 
Trish se veía como si la adrenalina siguiera pulsando a
través de ella, logró una sonrisa temblorosa. Sam hizo una
mueca y se pasó una mano por el pelo corto y rubio.
 
-Sí, pero yo... yo me atasque completamente al principio,
maldita sea, ni siquiera podía disparar derecho.
 
Un día hace mucho tiempo en un parque de Albuquerque
regresó a Alex y su garganta se apretó al recordar a Cully:
¿No me estabas escuchando? Es difícil cuando te ven. Lo
hiciste bien. Lo hiciste bien.
 
-Lo hiciste bien- dijo Alex en voz baja. Y lo decía en serio.
Aunque sus primeras muertes no habían ido exactamente
sin problemas, era muy consciente de que podría haber
sido un infierno mucho peor. Y aún tenía más de siete
semanas para entrenarlos. Con suerte, debería ser tiempo
suficiente.
 
Después, las víctimas parecían haber regresado a sí
mismas y se estaban alejando por el sendero, hablando en
voces bajas de éxtasis sobre los ángeles. Una chica de
apenas dieciséis años, con largos cabellos negros que
brillaban a la luz del sol. Cuando el grupo dobló la esquina
se tambaleó y tomó el brazo de la mujer junto a ella.
 
Trish suspiró.
 
-Así que supongo que esta es la parte difícil, ¿verdad?
Cuando no llegas a ellos a tiempo.
-Sí- dijo Alex. Se guardó el arma.
-Pero cuando te las arreglas para salvarlos hace que todo
valga la pena, créeme. Y ahora que esos cuatro están
muertos, no pueden herir a nadie más, por lo menos.
-Oye, ¿dónde está Willow?- dijo Sam de repente.
 
Alex se quedó frío cuando su rostro aterrorizado e infeliz
regreso apresuradamente. ¿Que iba a decirle? ¿Había
sucedido algo? Subió la colina en una carrera, irrumpió en
la frondosa cima con Sam y Trish de cerca. El temor golpeo
sus venas, no podía verla por ninguna parte.
 
-¡Willow!- gritó, haciendo bocina con las manos alrededor
de su boca.
-Willow ¿dónde estás? -Espera ¿es ella?- Trish se quedó sin
aliento.
-Oh, mierda- dijo Sam al mismo tiempo. Se quedó
boquiabierto mirando hacia arriba.
 
Alex se volvió hacia donde estaba señalando Trish. Y miro
fijamente. Una chica que se parecía a Willow estaba muy
lejos por el camino, corriendo hacia la puerta este del
parque. Estaba tomándose de la mano con un tipo que tenía
el pelo castaño rizado.
 
Vagamente, se dio cuenta de que Sam estaba tirando de su
brazo.
 
-¡Alex! Mira hacia arriba.
 
De alguna manera, Alex apartó la mirada de Willow y el
extraño chico... y vio que por encima de ambos volaba una
larga y brillante, riada de ángeles, un poderoso centenar,
ardiendo por el cielo.
 
 
Willow
 
Mientras Alex salió corriendo detrás de los demás, empecé
a seguirlo, buscando mi arma. El movimiento se sintió tan
antinatural, como si de alguna manera me hubiera
transformado en una heroína de una película de acción
cursi. Luego vino un pensamiento, como una lluvia de agua
del Ártico. Me detuve en seco cuando la sudadera azul de
Alex y el pelo oscuro desaparecieron entre los árboles.
 
¿En qué estaba pensando? No podía acercarme a los
ángeles. Antes de que me uniera a mi ángel, ella había
surgido sin falta cada vez que otros atacaban,
protegiéndome con sus alas relucientes. ¿Y si ella salía de
nuevo ahora y yo no podía controlarla? ¿Y si hacia algo que
terminaba con alguien resultando herido?
 
Como en respuesta, mi ángel dio un giro vicioso dentro de
mí, luchando por liberarse. ¡No! Me peleé con ella con todo
lo que tenía, de alguna manera la empuje de vuelta con una
llave mental. Me quedé temblando, agarrándome la cabeza
y respirando con dificultad. ¿Oh dios, era esto lo que iba a
ser el resto de mi vida? Me estaba volviendo loca. ¿Qué era
esto, por qué me pasaba a mí?
 
Me deje caer al suelo, presionandome contra un árbol y
enterrando la cabeza en mis brazos. Podía sentir más que
escuchar el sonido de los disparos no muy lejos. Nunca me
había sentido tan impotente en mi vida. Estire mis
pensamientos, buscando a Alex necesitaba sentirlo. Su
energía estaba allí, fuerte y reconfortante y me agarre a él,
abrazándolo con fuerza, incluso si él no sabía que lo estaba
haciendo. Que este a salvo, por favor, que este a salvo. Y
por favor que no me odie cuando le diga que mi ángel es un
extraño para mí, después de todo... que ella no es parte de
la chica de la que está enamorado como ambos pensamos
que lo era...
 
Pasos lentos y vacilantes se estaban acercando. Mi cabeza
se agitó.
 
Unos pasos más allá había un chico en pantalones vaqueros
desteñidos y una camiseta gris manga larga, mirándome.
Era de la altura y constitución de Alex, con lo que parecía
un suave cabello castaño rizado pero no había nada
remotamente femenino en él. Hombros sólidos, una
mandíbula firme con una ligera capa de barba, pómulos
altos. Los ojos del chico estaban muy abiertos y fijos en los
míos. Cuando me di cuenta de quién era, mis pensamientos
tartamudearon hasta detenerse.
 
El chico de mi sueño.
 
Cerró la distancia entre nosotros y cayo de rodillas delante
de mí, dejando caer al suelo la maltratada mochila que
había estado cargando. Su garganta se movió mientras
tragaba saliva. Miró hacia mis brazos, extendió la mano y
los tocó podía sentirlo temblar. Acarició su camino hacia
abajo a lo largo, como para asegurarse de que yo era real.
Cuando sus manos llegaron a la mias las agarró con fuerza,
las suyas eran ásperas y calidas. Dijo algo en español.
 
-Yo...
 
¿Por qué no me alejaba? Era como si hubiera un hechizo
sobre mí.
 
-Yo no hablo español- Solté.
-No hablo español- entonces empece a apartarme pero de
repente la energía de él me invadió en una ola y me quedé
sin aliento en estado de shock, incapaz de moverme. Se
sentía tan familiar, hasta el centro de mi ser, como nada
que hubiera conocido antes.
 
 
El chico levantó la vista. Sus ojos eran de color avellana, un
marrón cálido, con el verde irradiando de sus pupilas.
 
-Sí, lo siento. Lo sabía, lo había olvidado- su voz era
distante, como si no estuviera pensando en lo que decía. Él
negó con la cabeza, mirandome mientras una sonrisa
maravillada aparecía en su rostro.
-Realmente eres tú- susurró.
-No puedo creer que te haya encontrado- soltando una de
mis manos, me tocó la mejilla. El sol golpeó su cara,
conviertiendo la barba en su mandíbula en oro.
 
Me aparté de él, con el corazón latiendo con fuerza.
 
-¿Quién eres tú?
 
Empezó a responder, pero luego se interrumpió cuando
ambos lo vimos: una bandada de al menos un centenar de
ángeles volando hacia el este a través del parque, en una
larga secuencia en movimiento, que brillaba en la luz. En el
centro había un pequeño grupo que brillaba con más fervor
que los otros: ángeles tan brillantes que apenas podías
verrlos.
 
Cuando me di cuenta de porque me parecio tan familiar, mi
pulso saltó. Todos los elementos de mi sueño se estrellaron
repentinamente a la vez, de modo que apenas sabía lo que
era real y lo que no. Primero el muchacho y ahora los doce
ángeles, pude contarlos, girando y brillando en el cielo. Mi
mente se sentía como si se hubiera estancado, tratando de
asimilar todo. ¿Qué estaban haciendo aquí ahora? No
eestarían en la Ciudad de México en cinco semanas más.
 
Me puse de pie boquiabierta, el muchacho se había puesto
de pie también.
 
-El Consejo- susurre.
-Oh, Dios mío, es El Consejo de mi sueño, tenemos que
seguirlos, tenemos que ver hacia dónde van.
-¡Alex!- grité por encima del hombro.
-¡Alex, deprisa! ¡El Consejo esta llegando!
 
A la mención de mi sueño, el chico me dio una mirada
rápida. Agarró su mochila del suelo.
 
-Vamos tenemos que ser rápidos- dijo.
-¡Alex!- grite de nuevo, pero sabía que no había oído. Una
pequeña parte de mi mente todavía estaba con él y yo
podía sentir que estaba bien, que estaba satisfecho. Que
habían ganado contra los ángeles entonces y que no habían
visto a este grupo más grande aun, con El Consejo
brillando en el centro.
-¡Ven!- exclamo el chico, agarrando mi mano y mirando
hacia arriba.
-¡Espera suéltame! Tengo que decirle a mí...
-¡No hay tiempo!- El chico empezó a correr, tirando de mí
con él, me di por vencida y empecé a correr también. Él
tenía razón, no había tiempo. Y más que eso... más que eso,
de alguna manera simplemente no podía decirle que no.
 
Golpeamos a través de los árboles y en el sendero la mano
del chico agarrando la mía, largas piernas bombeando
rítmicamente. Los ángeles revoloteaban dentro y fuera de
la vista, nos condujo bruscamente por un camino, y luego
otro. Corrimos por delante de los vendedores ambulantes,
nos precipitamos por unas escaleras y bordeamos un
estanque. Patos despegaron con un aleteo de sorpresa.
 
Quería decirle que frenara, en su lugar apreté los dientes y
fui más rápido. El muchacho se dio media vuelta y puso su
brazo alrededor de mí, ayudándome a lo largo de unos
cuantos pasos.
 
-¡Date prisa, querida!
 
El cariño de mi sueño me sorprendió, incluso mientras
corríamos y de repente me di cuenta de que había visto a
los ángeles tan fácilmente como yo, sin levantar la
conciencia a través de sus puntos de chakra. ¿Quién era
este chico?
 
Los ángeles estaban más adelante ahora, pero todavía a la
vista, ondulando en el cielo. El muchacho corrió hacía una
parada en un puente flanqueada por un par de leones
negros sobre pedestales, él apenas respiraba con dificultad.
Por delante, pude ver un conjunto de puertas del parque.
 
Nos quedamos lado a lado, mirando fijamente. Más allá del
parque, una torre solitaria estaba a la vista, elevandose
arriba sobre los árboles, un medio cilindro de vidrio verde
en ángulo en la parte superior, reflejaba una forma de
media luna en las nubes. Los ángeles se desviaron hasta
este pico inclinado, lanzándose sobre él como polillas
alrededor de una llama, una espiral tan espeluznante que la
torre parecía en llamas.
 
Vagamente, estaba consciente de que el chico había puesto
su brazo alrededor de mí otra vez, acercándome a él. Por
alguna razón, no parecía extraño.
 
-¿Qué está pasando?- Di un grito ahogado.
-¿Ese es el hotel Nikko?
 
Él negó con la cabeza, incapaz de apartar la mirada como
yo.
 
-No, es La Torre Mayor, la gran torre. Es para los negocios.
 
Una mujer empujando un cochecito pasó de largo, ajena.
En lo alto, los ángeles habían comenzado a desaparecer en
el edificio. Los doce más brillantes fueron los primeros en
desaparecer, deslizándose en la media luna de cristal. Los
otros le siguieron poco a poco, hasta que finalmente el
último ángel hizo un guiño a la vista con un destello de
alas.
 
-Nunca he visto nada como esto antes- murmuró el chico,
su mano frotando suavemente mi brazo.
-Había muchos de ellos y los doce de en medio eran tan
brillantes...
-Es El Consejo de los ángeles- dije, sin dejar de mirar hacia
arriba.
-Los vi...
-¿Consejo?- El muchacho me miró con el ceño fruncido.
-¿Quieres decir su gobierno?
 
Asentí con la cabeza.
 
-Tuve un sueño sobre ellos. Doce ángeles y... mi voz se
apagó. El muchacho se había quedado inmóvil ante la
mención de mi sueño, la mirada fija en la mía y yo sabía
que no estaba pensando más en el Consejo. De repente me
di cuenta de que estaba de pie apretada contra él, con la
cabeza casi en su pecho. Dios, ¿qué estaba haciendo?
 
Me aparté, nerviosa.
 
-Mira, ¿quién eres, de todos modos? Porque esto es... muy
extraño.
 
Sin quitar los ojos de mí, el chico se apoyó contra la base
de una de las estatuas. Había una expresión de fuerza
magra en él, con los hombros tan firmes como los de Alex
bajo su camiseta de manga larga.
 
-Mi nombre es Seb.
-¿Seb?
-Sebastián- se corrigió. Sus ojos tenían una felicidad tan
incrédula, embebiéndose de mí como si nunca fuera capaz
de apartar la mirarda. -Sebastián Carrera. ¿Y tú?
 
Por alguna razón, no se me había ocurrido si no sabría ya
mi nombre, parecía tan familiar conmigo.
-Willow Fields- dije. -Willow- se hizo eco. En su acento, la
palabra era un suave suspiro: el wee-bajo. Él sonrió,
pareciendo casi tímido de repente.
-Eso es un árbol, ¿verdad?
 
La expresión en el rostro de Seb era la misma de mi sueño
y mirándolo ahora veía cuán exacto había sido la imagen de
mi sueño: el cabello castaño ligeramente rizado, los
pómulos altos y boca perfecta. La barba que definía su
mandíbula, haciéndolo aún más atractivo de lo que ya era.
Dios, ¿qué significaba, que en realidad era real? ¿Y que
estaba aquí?
 
Cruzé los brazos sobre mi pecho, sintiéndome incómoda
por más razones de las que podía definir.
 
-Sí. Es un árbol.
-Es un nombre muy bonito- la mirada de Seb se detuvo en
mi pelo.
-Ha cambiado- dijo después de una pausa.
-Eras rubia antes.
-¿Cómo lo...? -mi voz se apagó, trague saliva.
-Me teñí.
 
Sonrió de repente, sacudiendo la cabeza.
 
-No puedo creer esto, no puedo creer que realmente estoy
aquí hablando contigo. Willow eres tan, tan hermosa- como
si no pudiera evitarlo, tomó mi rostro, trazando una línea
suave por mi mejilla con el dorso de su dedo.
 
Me aparte de un tirón, odiando la forma en que mi pulso se
había agitado ante su contacto.
 
-Para de hacer eso. Mira, ¿qué está pasando? ¿Dijiste que
me encontraste, a qué te refieres? ¿Por qué me estabas
buscando?
 
Abrió mucho sus ojos color avellana y podía ver que lo
había sorprendido de alguna manera.
 
-Tú no lo sabes- dijo casi para sí mismo.
-Pero ¿cómo puedes no saber? Uno tiene que ver- se
detuvo, su mirada barrio sobre mí.
-Espera ¿por qué no están cambiando?
-¿Cambiar? ¿En qué?- Di un paso cauteloso hacia atrás,
preguntándome por qué seguía aquí hablando con este
tipo. Y Alex. ¿Qué en el mundo iba a pensar Alex? Por lo
que él sabía, había desaparecido sin una palabra. Tenía que
volver, ni siquiera sabría cómo encontrarme.
-Tú... Seb se señalo con impaciencia a sí mismo, dibujando
un círculo rápido alrededor de su cuerpo.
-No sé la palabra en inglés. Tu energía. Tu misma.
-Aura- me di cuenta.
-Sí, el aura. No debes mostrar tu verdadera aura a la
intemperie de esa manera los ángeles pueden verte.
 
El tiempo se ralentizó mientras recordaba la forma en que
había visto a los ángeles también. La verdad me alcanzo
como un golpe, de manera que todo lo que existía eramos
nosotros dos, de pie en el puente. Enfocándome en Seb,
traje su aura a la vista. Era de color verde pálido con
reflejos verdes oscuros.
 
-Muéstrame- susurre.
 
Él entiendió a lo que me refería sin que tener que explicar.
Una suave ondulación y su aura cambio. Plata, con las luces
verde bosque brillando a través de él. En un sueño, pase mi
mano a través de los colores ligeramente cambiantes como
si pudiera atraparlos, viendo mientras jugaban en mis
dedos. Seb se quedó muy quieto. Lo sentí temblar y me di
cuenta de que podía sentir esto, como si estuviera,
acariciando su piel.
 
Bajé la mano, pero no podía dejar de mirar a las hermosas
luces, de color plateado. Mis ojos estaban llenos de
lágrimas, las palabras casi no llegaban.
 
-Eres mitad ángel- dije. -Pensé... pensé que yo era, la única
en el mundo.
 
Seb dejó escapar un suspiro que era casi un sollozo.
 
-Sí. Sí, yo también... yo también- Trató de decir algo más,
pero parecía no poder sacar las palabras. Tomó mi mano,
apretándola con fuerza.
 
Me puse de pie con sus dedos agarrando los míos mientras
nos mirabamos el uno al otro. Debería apartarme, pensé...
pero en vez de eso también estaba aferrandome a él con
fuerza. Podía sentir su energía de nuevo y ahora todo tenía
sentido. Se sentía tan cálido y familiar, por que, por
primera vez en la historia, estaba tocando a uno de mi
propia especie. La sensación tan conmovedora que era
indescriptible, algo que ahora sabía que cada ser humano
en el planeta daba por sentado. Pero nunca han
experimentado esto en absoluto y entonces de repente lo
encontre, después de diecisiete años... oh dios, que era
como sumergirse en un baño caliente y no saber donde
terminaba mi piel y comenzaba el agua.
 
Los ojos de Seb estaban tan llenos de asombro que parecía
casi asustado y yo sabía que estaba sintiendo exactamente
lo mismo. Otros conocimientos también vinieron:
instantáneas de su vida, girando en mi cabeza. El orfanato
en que había sido abandonado, la vida en las calles, lugar
para jóvenes delincuentes que era tan horrible que me
encontré haciendo una mueca de lástima. Más que eso,
tuve una sensación de él. Su fuerza interior. El burlón
sentido del humor que había colgado de alguna manera, el
encanto que ocultaba la extrema soledad que sentía a
veces. Él había sabido que era mitad ángel desde que era
un niño pequeño, se había sentido solo la mayor parte de su
vida. Me había buscado durante tantos años. Tantos.
 
Y por debajo de todo, firme como un latido del corazón,
estaba una emoción tan intensa que me dejó sin aliento.
 
No, tengo que estar equivocada al respecto, pensé en
confusión. No podía sentir eso por mí, no tiene ningún
sentido. Nos acababamos de conocer.
 
-¿Cómo me has encontrado?- Pregunté finalmente.
 
Seb miro hacia nuestras manos unidas, sus dedos se
apretaron.
 
-Soñaste conmigo- dijo con voz ronca. Me puse rígida. Oh,
Dios mío, ¿cómo sabía eso?
-Has soñado que estábamos en un parque en el DF, así que
vine aquí- continuó.
-He estado viniendo a Chapultepec durante semanas,
tratando de encontrarte.
-Pero...
-Tengo tu camisa, tu foto. Vi que eras tú y yo- Sus ojos color
avellana se alzaron de nuevo y mi pecho se encogió ante la
expresión en ellos, de modo que las otras preguntas de
repente parecían sin sentido. Él trago saliva, en cámara
lenta, extendió su mano y tocó mi cabello, como si se
tratara de algo frágil y precioso.
-Willow, he estado buscandote por tanto tiempo. No puedo
decirte cómo me sentí cuando vi tu foto por primera vez, lo
que significó para mí.
-Yo...
 
El sonido de pasos apresurados vino del camino detrás de
nosotros.
 
-¡Willow!- gritó la voz de Alex y de repente estaba
acaloradamente consiente de que estaba allí de pie
sosteniendo la mano de un extraño, mirandolo a los ojos.
Me aparté de Seb mientras Alex venía corriendo, pero yo
sabía que había visto.
 
Alex se detuvo frente a nosotros, con el pelo oscuro
revuelto por la carrera mientras me miraba con
desconcierto. Su mirada hacía Seb estaba teñida de
sospecha.
-¿Willow, que está pasando? ¿Quién es este chico? Te vi
salir corriendo con él, y pensé... ¿estás bien?
-Estoy bien- dije, tocando su brazo. La energía humana
pura corrió a través de mí, me tomó un segundo ajustarme
y luego fue sólo Alex de nuevo, cálido y familiar.
-Estoy bien- repetí. Empecé a tratar de explicar, entonces
recordé rápidamente.
-¡Alex, el Consejo llegó! ¡Eran parte de ese rebaño que
estaba justo encima de nuestras cabezas!
 
Su mandíbula cayó.
 
-¿El Consejo? ¿Estás segura? ¡Se supone que no deben
estar aquí por otras cinco semanas!
-Sí, sin duda eran ellos, doce ángeles brillantes, al igual
que en mi sueño. Volaron en la parte superior de la torre-
señalé, protegiendo mis ojos del sol.
-La Torre Mayor- murmuró Alex, mirando hacia arriba.
-¿Qué diablos están haciendo allí, en lugar de Nikko?
-Los planes han cambiado, supongo- débiles e inútiles
palabras.
-¿O tal vez van al hotel más tarde?
 
Alex dejó escapar una respiración forzada, sin dejar de
mirar hacia arriba en el pináculo reluciente.
 
-Dios, permite que sea así. No sabemos nada acerca de ese
lugar no hay planos de planta, nada. Mi equipo ni siquiera
está totalmente capacitado todavía- se metió las manos por
el cabello, podía sentir lo agitado que estaba.
 
Hubo una pausa y luego me miro y de nuevo a Seb. La
confusión cruzó sus rasgos. Lentamente, dijo,
-Está bien, así que... ¿quién es este tipo? ¿Por qué
estaban...?- se detuvo.
 
Tomados de la mano.
 
Mis mejillas se encendieron. Seb estaba apoyado contra la
base de la estatua, escuchando. Podía sentir lo
decepcionado que estaba por que habíamos sido
interrumpidos y como en un sueño, me golpeó la facilidad
con que ya podía leerlo. Nunca había sentido una conexión
instantánea tan fuerte con nadie en mi vida antes.
 
-Alex, éste es Seb. Él... me interrumpí.
-Seb, ¿está bien si le digo?
-¿Decirme qué?- Las cejas oscuras de Alex se habían
juntado.
-¿Willow, que está pasando?
 
Mire a Seb, se encogió de hombros con resignación.
 
-Es mitad ángel- dije.
 
Alex no podía haber parecido más sorprendido si lo hubiera
golpeado en la cabeza con un mazo.
-¿Es que?- Miró bruscamente de regreso a Seb, hubo un
cambio rápido a medida que su conciencia se elevó a través
de sus puntos de chakra.
-Su aura es verde, no plata. Pero, su energía se siente... sus
ojos se abrieron.
-Cristo, realmente eres uno. ¿Cuál es el problema con tu
aura?
 
Con tanta claridad como si lo estuviera pensando yo misma,
sabía lo mucho que le disgustaba a Seb que Alex supiera
esto. El hecho de que pudiera cambiar su aura era algo que
siempre había mantenido en secreto. Sin embargo, no lo
habrías adivinado por su lenguaje corporal. Parecía la
definición de "casual" cuando se puso de pie allí contra la
estatua.
-Puedes ver auras- dijo.
-La mayoría de los humanos no pueden.
 
La mayoría de los seres humanos. Las palabras me dieron
un comienzo Seb no veia a sí mismo como un ser humano. Y
yo aún lo hacia, de alguna manera, a pesar de que tan
claramente no lo era.
 
-Me han entrenado- dijo Alex brevemente.
-Responde la pregunta.
 
Seb lanzó una mirada por encima de él, no tenías que ser
psíquico para ver que no le gustaba recibir órdenes.
-No es inteligente, con ángeles alrededor- dijo al fin.
-Así que la cambié.
-Espera ¿puedes cambiar tu aura?- repitió Alex, con los ojos
entrecerrados.
-¿Cómo a voluntad?
 
La frente de Seb se arrugo, Alex dijo algo en español rápido
y él asintió.
 
-Sí, a voluntad- una sonrisa irónica.
-Tu español es muy bueno, amigo.
 
Alex le dio un vistazo a la palabra amigo y yo sabía que
todavía estaba pensando en Seb sosteniendo mi mano.
 
-Sí, gracias- dijo.
-Así que hay un montón de mitad ángeles o...
-No- dijimos Seb y yo juntos.
-No- continúe, aclarando mi garganta.
-Seb nunca ha visto otro. Se ha pasado la mayor parte de su
vida buscando.
 
Podía ver a Seb dandose cuenta de lo mucho que había
recibido de su mano. ¿Recibió algo de la mía? Me pregunte
de repente. ¿Seb me conocía tan bien como yo lo conocía
ahora? Al sentir su mirada fija en mí, mi cara se calento, no
podía mirarlo a los ojos. Dios, ¿qué estaba mal conmigo?
¿Por qué estaba poniendome toda nerviosa sólo porque un
chico mitad ángel tomó mi mano?
 
Alex se había quedado en silencio. Casi podía ver todo esto
girando en su cabeza.
 
-Otro mitad ángel- murmuró.
-Jesús- observando a Seb cuidadosamente, apoyado contra
la barandilla del puente con los brazos cruzados sobre el
pecho. Las mangas de su sudadera azul fueron empujadas
hacia arriba, mostrando sus antebrazos tonificados.
-¿Cómo la encontraste?- preguntó finalmente. -Alguien robó
tus cosas en Chihuahua- dijo Seb, hablabandome a mí en
lugar de Alex.
-Algo de ropa y una foto. Las compré en el mercado y
cuando las toque pude ver... todo.
-Tengo tu camisa, tu foto- todo se hizo evidente. Seb había
visto mi sueño de mi camisa, me había estado preocupando
por lo que podrían significar horas la última vez que la
había usado.
-¿Y después de eso?- preguntó Alex después de una pausa.
-¿Cómo supiste a donde habíamos ido?
 
Seb me miró. Mi corazón se hundió cuando recordé que no
le había dicho Alex sobre el chico extraño en mi sueño,
simplemente había parecido demasiado surrealista. Pero a
pesar de que lo que había sentido en el sueño, había sido
ridículo ¿Qué iba a pensar Alex cuando escuchara al
respecto ahora, cuando el extraño chico había estado
sosteniendo mi mano, tocando mi cabello?
 
Para mi alivio, todo lo que Seb dijo fue:
 
-Ella pensaba que tenían que venir al DF, toqué su camisa y
lo sentí. Así que también vine.
-El DF es un lugar muy grande- señaló Alex secamente.
-Sí, consigo sentimientos a veces. Tenía la sensación de que
hoy debería venir a Chapultepec- Seb sonrió, no había
mucho humor en él.
-¿Alguna pregunta más?
 
Todavía apoyado en la barandilla, Alex resopló suavemente.
 
-¿Oh, lo siento, estoy siendo demasiado entrometido?- El
tráfico zumbaba abajo mientras él cruzaba los tobillos,
manteniendo su mirada en Seb.
-Me pongo así cuando encuentro a un tipo colgándose de
mi novia. Raro, ¿eh?
 
Seb arqueó una ceja.
 
-¡Alex, no fue así, de verdad!- Exclamé. Desde algún lugar
fuera de mí, estaba sacudiendo la cabeza con asombro ya
que estos dos magníficos chicos parecían estar teniendo
algún tipo de enfrentamiento por mí. Dentro de mí, se
sentía horrible.
-Sólo fue... este momento al darnos cuenta de que ambos
somos mitad ángeles, eso es todo.
 
Sin dejar de mirar a Seb, Alex comenzó a decir algo más,
pero se detuvo. Él dejó escapar un suspiro y sacudió la
cabeza. Mirándome, extendió un brazo y nos abrazamos
fuerte. Podía sentir la consternación de Seb mientras
miraba y de hecho me sentí culpable por un segundo. Era
una locura, yo sólo lo conocía por alrededor de media hora.
Con rabia, traté de empujar este rara hiperconciencia de
los sentimientos de Seb fuera de mi mente.
 
Los brazos de Alex eran cálidos a mí alrededor.
 
-Lo siento- dije contra su cuello.
-Sé que debio parecer...
 
Él me beso, deteniendo mis palabras.
 
-Hey vamos, sabes que confío en ti- susurró.
 
Tenía la sensación de que no estaba incluyendo a Seb en
ese sentimiento. No es que pudiera culparlo. Entonces
pensé en algo, miré a nuestro alrededor.
 
-Espera, ¿dónde están Sam y Trish?
-Van a reunirse con nosotros de regreso en casa con Kara y
su grupo- dijo Alex.
-Sam quería venir conmigo, no obstante, pensó que yo
podría golpear a quien sea que este tipo fuera- Por su
expresión mientras miraba a Seb, él no creía que fuera la
peor idea que había escuchado. Había más, sin embargo,
me di cuenta de que algo estaba dando vueltas en su
cabeza.
-Entonces- dijo finalmente, manteniendo su brazo alrededor
de mis hombros.
-¿Ahora qué?
 
Seb parecía cuestionarlo.
 
-Mira, tengo el mal presentimiento de que no vamos a
deshacernos de ti- dijo Alex.
-Llámame loco, pero no creo que estés pensando en
regresar a Chihuahua ahora que has conocido a otra mitad
ángel.
 
La mirada de Seb fue a mí... y de repente supe que ningún
poder en la tierra lo haría partir. Ahora que finalmente me
había encontrado, moriría antes de que él se dejara separar
de mí otra vez. Y para mi alarma, lo que yo sentía no estaba
muy alejado de eso. Me hizo temblar admitirlo, pero era
verdad algo primario que ni siquiera podía controlar. Seb
podría ser el único otro mitad ángel que jamás encontraría.
No había manera de quisiera que él volviera a Chihuahua.
 
-No, no voy a ninguna parte- dijo Seb.
-No, a menos que tú quieras- agregó hacía mí.
 
Estaba tan consciente de Alex parado junto a mí, de lo que
podría estar sintiendo sobre todo esto.
 
-No, no quiero que te vayas- admití suavemente.
 
Alex me miro sorprendido. Traté de decirle con los ojos que
esto no tenía nada que ver con él y conmigo, y todo con la
necesidad de conocer a otro de mi especie. Para mi alivio,
vi que la comprensión cruzaba su rostro. No se veía feliz,
exactamente, pero podía ver que él lo entendía.
 
-Estabas sosteniendo su mano- dijo después de una pausa.
-¿Qué obtuviste? ¿Se puede confiar?
 
Recordando lo que había visto, la pregunta casi me hizo
reír. Seb había sido un ladrón durante años, había cogido
más bolsos y robado más cámaras y billeteras de las que
podía contar. Pero yo confiaba en él, me di cuenta.
Confiaría en él con... cualquier cosa.
 
-Sí, se puede confiar- dije.
 
Alex pareció tomar una decisión.
 
-Está bien, mira- dijo a Seb.
-Si regresas con nosotros, ¿podrías enseñarle a Willow
cómo hacer esa cosa del aura?
 
Las cejas de Seb se dispararon.
 
-¿No sabes cómo?- Me dijo.
 
Negué con la cabeza, sorprendida de que Alex incluso
estuviera sugiriendo esto, aunque pensándolo bien, tenía
mucho sentido. Mi aura mitad ángel me ponía en peligro
cada vez que salía, sabía lo mucho que él se preocupaba al
respecto.
-Normalmente no soy consciente de las auras- le dije a Seb.
-Me refiero a que puedo ver la de otras personas si lo
intento, pero nunca he visto la mía a menos estuviera en mi
forma de ángel. Tratar de cambiarla nunca se me ocurrió y
ni siquiera sabría por dónde empezar.
 
Los ojos color avellana de Seb estaban preocupados.
 
-Sí, te voy a enseñar. Es mucho más seguro.
 
Asentí con la cabeza, mis emociones tan mezcladas que
apenas podía darles sentido. Una parte de mí seguía
sorprendida de que Seb fuera real, mucho menos de que él
regresaba a la casa con nosotros.
 
No había ninguna señal de las propias emociones
mezcladas de Alex sobre Seb, aunque sabía que aún debía
tenerlas.
 
-Bien- dijo, sonando como si estuviera hablando a cualquier
miembro del equipo.
-¿Y sabes lo que hacemos, verdad?
 
Seb se inclinó para recoger su bolsa.
 
-No. ¿Qué hacen?
-Somos Asesinos de Ángeles- dijo Alex.
-AKs. Esos ángeles que viste- asintió con la cabeza hacia la
Torre Mayor.
-Si podemos deshacernos de ellos, podremos destruir a
todos los ángeles en el mundo. Esa es nuestra meta.
 
Fue como si hubiera dejado sin aliento a Seb. Se enderezó
despacio, mirando fijamente.
-Tú... esto es una broma- dijo.
-¿Vas a matar a todos los ángeles? ¿En serio?
-No es broma- dijo Alex. -Hay un grupo de nosotros, eso es
lo que estamos tratando de hacer. Si vuelves con nosotros,
entonces nos ayudaras a combatirlos, ese es el trato. ¿Está
bien?
 
Seb se quedó mirando la torre. De la nada, consegui una
imagen de una niña con los ojos grandes y una cara sucia.
Seb habría venido con nosotros sin importar lo que
hicieramos, yo sabía eso... pero algo acerca de esta niña en
sus pensamientos hizo que sus hombros se enderezaran un
poco.
 
-Sí, está bien- dijo.
-Te ayudare a pelear.
 
Empezamos a regresar a través del parque, Seb caminando
por el otro lado de mí aparte de Alex. Me di cuenta de lo
mucho que aun quería hablar conmigo, pero guardo
silencio, sus pasos largos y medio galope. Alex tomó mi
mano, entrelazando sus dedos con los míos y dejo que Seb
fuera unos pasos por delante de nosotros.
 
-Entonces, ¿qué pasó?- preguntó en voz baja.
 
Le expliqué lo mejor que pude, apartir de Seb
encontrándome primero a Alex encontrandonos juntos.
Incómodamente, era consciente de lo mucho estaba
teniendo que dejar de lado, como Seb poniendo su brazo
alrededor de mí y ni siquiera me importo al principio,
porque se había sentido tan natural.
 
-Pero Alex, ¿estás realmente seguro de que estás bien con
esto?- Terminé.
-Quiero decir Seb no tiene que volver a la casa con
nosotros- aunque sabía que si no lo hacía, estaría contando
los segundos hasta que lo viera de nuevo. Había tanto que
tenia ganas de preguntarle, tanto que necesitaba
averiguar.
 
Alex echó un vistazo a Seb. Cogí un indicio de aversión
resignada, luego se desvaneció cuando parecío empujar sus
propios sentimientos a un lado.
 
-Sí, estoy seguro- dijo en voz baja.
-Si él puede enseñarte cómo cambiar tu aura, para que
puedas estar a salvo... eso es todo lo que importa, Willow.
 
Dudé, no totalmente convencida pero antes de que pudiera
decir cualquier otra cosa, Alex me miró de nuevo.
 
-Hey ¿qué ibas a decirme antes de que Sam y Trish
corrieran? Parecías tan preocupada, casi me da un ataque
al corazón cuando regresamos y no estábas allí.
 
Mi ángel. Tragué con dificultad. Delante de nosotros, Seb
estaba de pie contra un árbol, esperando a que lo
alcanzáramos. Seb, por favor, por favor ten algunas
respuestas para mí, pensé. En serio necesito que lo hagas.
 
-Nada- le dije a Alex.
-Lo siento, sólo estaba teniendo un momento de pánico por
la cacería. Quiero decir, pensando en tener que dispararle a
algo- forcé una sonrisa.
-No nací para ser una puta pistolera de los gangsters
después de todo, supongo.
 
Él buscó mis ojos, sentí culpa y alivio cuando me creyó.
 
 
-Sí, sé lo mucho que odias la idea de ello- dijo, apretando
mi mano.
-Sólo prométeme que intentaras disparar si un ángel viene
alguna vez hacia a ti ¿de acuerdo?
-Promesa- dije. Más que eso, estaba prometiéndome que si
Seb no tenía respuestas para mí, le diría a Alex sobre todo
esto de inmediato.
 
Cuando alcanzamos a Seb, se apartó del árbol y se unió a
nosotros otra vez. Cuando llegamos a la estación de metro,
lo miré mientras bajábamos las escaleras de hormigón. Él
estaba corriendo un poco, con su cabeza rizada hacia
abajo, la mochila rebotando en un hombro. Parecía tan
normal tan totalmente humano. Pude ver por qué el equipo
todavía se sentía tan cauteloso de mí, al mirar a Seb, no
había ningún indicio que no era completamente humano. Y
en su caso, incluso su aura se mezclaba con todas las
demás.
 
Su aura. A medida que nos empujabamos hasta las
máquinas expendedoras de billetes, de repente me di
cuenta exactamente de lo que podría significar si pudiera
aprender a disfrazar la mía. Sabía que no era lo que Alex
tenía en mente cuando le había pedido a Seb que me
enseñara, ni siquiera se le había ocurrido, él sólo quería
que estuviera a salvo. Pero si de alguna manera me las
arreglaba para controlar a mi ángel y si mi aura parecía
humana, de modo que se mezclara con el resto de los AKs...
Tragué duro, sintiéndome casi mareada.
 
Podría tomar parte en el ataque al Consejo.
 
 
 
Capítulo 13
 
Alex
 
 
Alex no estaba seguro de lo que causó más revuelo de
regreso en la casa AK, la noticia de que el Consejo había
llegado cinco semanas antes de tiempo y estaban en la
Torre Mayor, o que había otro mitad ángel en el mundo, y
hey, estaba aquí en la casa con ellos. Le explicó todo al
equipo lo mejor que pudo, se sentía como si hubiera
desactivado una bomba. Poco después, Kara lo acorraló en
la cocina.
 
-Otro mitad ángel, perfecto, es justo lo que necesitamos en
este momento- dijo ella, con las manos en las caderas. -
¿Quién es este chico? ¿Siquiera podemos confiar en él?
 
Alex estaba haciendose una taza de café instantáneo, hizo
otro para ella sin preguntar, ella era tan adicta a la cafeína
como él.
 
-No creo que pueda confiar en él hasta que pueda echarlo-
dijo con sequedad.
-El tipo tiene intenciones serias con Willow. Pero creo que
el equipo puede confiar en él, sí. Y si él puede enseñarle
esta cosa del aura, valdrá la pena.
 
Kara se puso de pie contra el mostrador junto a él mientras
bebía su café. Ella puso los ojos en blanco.
 
-Sabes, eso es tan razonable que me duele la cabeza.
 
Alex tocó su frente, donde hablando de dolores de cabeza,
otra jaqueca comenzaba a palpitar.
 
-Razonablemente justo. Sólo estoy tratando de disuadirme
de darle un derechazo al tipo la próxima vez que lo vea. Si
hubieras visto la forma en que la miraba...
 
Y para el caso, la forma en Willow había estado mirando a
Seb, con sus ojos verdes tan llenos de asombro. Molesto
consigo mismo, Alex apartó la imagen y tomó un sorbo de
café.
 
-De todos modos, incluso si amenazo al tipo a punta de
pistola, no va a simplemente desaparecer se ha pasado
toda su vida en busca de otro mitad ángel. Así que también
podría mantenerlo cerca, donde pueda mantener un ojo en
él.
-Manten a tus amigos cerca, y a tus enemigos más-
murmuró Kara. Ella sacudió la cabeza, mirando
profundamente en sus pensamientos.
-Dios, esto es simplemente irreal. Y si hay dos de ellos,
entonces tiene que haber más, ¿no te parece? No pueden
ser los únicos ¿o si?
 
El pensamiento de Willow y Seb siendo los dos únicos en su
género trajo un pequeño escalofrío, sonaba como el arca de
Noé y las criaturas que van de dos en dos.
-De ninguna manera, no tienen por qué ser más- dijo Alex.
-Debe ser bastante raro, sin embargo, cuando los mismos
ángeles piensan Willow es la única.
-Y de alguna manera los dos se encontraron entre sí-
reflexionó Kara. Alex le dio una mirada sucia y ella se
encogió de hombros.
-Lo siento. Sin embargo, es algo... poético.
-Sí, ¿cómo lo has adivinado? Me siento como si fuera a
escribir un soneto en este momento.
-Está bien, está bien. Dije que lo siento- Kara suspiró y se
pasó una mano por su pelo corto.
-De todos modos, será mejor ir al encuentro con Luis ver si
puedo averiguar lo que está pasando con el Consejo.
 
Alex asintió con la cabeza.
 
-Ten cuidado.
-Siempre lo soy- Ella fue a la mesa de la cocina donde
estaba su bolso de piel y sacó su arma, comprobando
brevemente sus cartuchos antes de zampar el arma de
nuevo en la clandestinidad.
-Muy bien, hasta luego- dijo, enganchando su bolsa por
encima del hombro.
-Te enviare un mensaje de texto dentro de un rato para
registrarme.
 
Una vez que Kara se había ido Alex se quedó donde estaba
durante unos minutos, la preocupación sobre el Consejo
era una sensación pulsátil en su cráneo. Había pensado que
tenía casi dos meses para capacitar a todos, pero si los
Doce estaban siguiendo su plan original, sólo estarían en la
Ciudad de México tres semanas. Tres semanas. Y todavía
tenía un equipo que salía corriendo sin pensar.
 
Cerró los ojos, apretando sus sienes con una mano. No
entres en pánico, se dijo. No es todo el tiempo que
pensabas que tenías, pero puedes hacerlo, puedes
conseguir que estén listos a tiempo. Y tal vez Willow se
equivocó y ni siquiera era el Consejo en absoluto.
 
Esto último parecía demasiado esperanzador. Alex dejó
escapar un suspiro. De todos modos, no tenía sentido
preocuparse por esto todavía tendría que esperar y ver con
que regresaba Kara.
 
El único otro mitad ángel en el mundo.
 
Frunció el ceño mientras miraba hacia abajo, haciendo
girar el café en su taza. No podía ser cierto, ¿verdad? Y si
lo fuera, entonces Cristo ¿Cuáles eran las probabilidades
de que Seb fuera de la edad de Willow y que simplemente
tropezara con sus cosas en un mercado? ¿O que
consiguiera una "sensación" de que debería ir a
Chapultepec, en el único día en la vida de Willow en que
había estado allí?
 
Recordando lo que Kara había dicho, acerca de que ellos
dos se encontraran entre sí, un pinchazo recorrió la
espalda de Alex.
 
Negó con la cabeza con irritación, ni siquiera creía en el
destino. Seb era obviamente tan psíquico como Willow, eso
era todo. Y se había determinado a encontrar otro mitad
ángel. Una vez que se había enterado de que ella tenía un
novio, debio haber arruinado el día del hombre, porque
aunque Alex tenia la certeza de que para Willow, el
momento en que él les había encontrado mirandose el uno
al otro, en realidad sólo había sido acerca de encontrarse
con otro mitad ángel, seriamente dudaba de que lo mismo
fuera cierto para Seb. Ningún hombre miraba a una chica
de la manera en que Seb lo había hecho sólo con la
solidaridad de las especies en mente.
 
Y ahora estaba aquí en su casa... y estaría asolas con
Willow todo el tiempo, enseñándole a cambiar su aura.
 
Alex dejó la taza, un poco más fuerte de lo previsto y fue a
buscarlos. Finalmente descubrió a Willow y Seb arriba en
el segundo piso, en un pequeño balcón con vistas al patio
de concreto. Seb se quedó descansando en la puerta con
las manos en los bolsillos de sus pantalones vaqueros,
Willow estaba en el balcón, apoyada en la barandilla de
metal. Ellos, obviamente, habían estado enfrascados en una
conversación, pero Willow se interrumpió con una sonrisa
cuando lo vio.
-Hey tú- dijo ella, apoyando una mano en su pecho y
poniéndose de puntillas para besarlo, Alex vio que el rostro
de Seb estaba en blanco y sabía más que nunca, que había
estado en lo cierto. Sí, toma eso, chico ángel, pensó antes
de que pudiera evitarlo.
 
Willow se dejó caer sobre sus pies.
 
-Será mejor que vaya a ver si Liz quiere ayuda con la cena-
dijo.
-Hablaremos más tarde, ¿de acuerdo, Seb?
-Sí, me encantaría- dijo en voz baja. Él la vio irse, con los
ojos detenidos en su pequeña figura.
 
Alex se apoyó contra la barandilla de metal, donde Willow
se había quedado.
-Bueno, vamos a aclarar algo- dijo en español.
-Si piensas que no sé lo que buscas en mi novia, estás loco.
Y si intentas hacer cualquier mal movimiento mientras
estés aquí, te vas a arrepentir.
 
La mochila de Seb estaba a sus pies. Él sacó un paquete de
cigarrillos, saco el último y lo encendió. Colocándose contra
la jamba de la puerta, le dirigió a Alex una mirada
ligeramente humorística.
 
-¿Mal movimiento?- Repitió.
-No te preocupes, no hago movimientos indecentes.
-Permítame rectificar- dijo Alex con frialdad.
-Cualquier movimiento. Sólo manten tus manos lejos de
ella.
 
Seb se quedó en silencio mientras soplaba una corriente de
humo hacia el cielo.
 
-En realidad esto no te incumbe, sabes- dijo finalmente.
-Pase lo que pase entre Willow y yo depende de ella. No de
ti.
 
Alex soltó una breve carcajada.
 
-¿No es mi problema? Piensa de nuevo es mi novia de la
que estamos hablando. Y quiero asegurarme de que sabes
que depende de ella. -Bueno, entonces puedes
tranquilizarte- la voz de Seb fue leve, pero con un hilo de
acero a través de ella.
-Porque no presiono a las chicas y no hago movimientos
que no quieren. Si Willow sólo quiere que seamos amigos,
eso es todo lo que seremos.
 
Alex asintió lentamente, mirándolo.
 
-Está bien- dijo al fin.
-Pero si haces algo para lastimar a Willow si la haces sentir
incómoda en cualquier forma mientras estás aquí en serio
te haré desear no haberlo hecho.
 
Seb tomó otra calada de su cigarrillo.
 
-Adelante. Mira, realmente no quiero hablar de esto
contigo. Pero moriría antes de hacer algo que lastimara a
Willow o antes de dejar que alguien más le hiciera daño.
Fin de la conversación, ¿de acuerdo?
 
Observando a Seb mientras fumaba, Alex se preguntó, a
pesar de sí mismo, lo que sería encontrar finalmente a otro
de su especie, después de buscar durante tantos años.
Sabía que si él fuera Seb, tampoco estaría dispuesto a
alejarse de Willow. La realización no lo hizo exactamente
regocijarse por el chico.
 
-No, no es el final de la conversación- Alex se movió en la
barandilla, con los brazos cruzados sobre el pecho.
-¿Cuánto tiempo hace que sabes que eres mitad ángel?
 
Seb subió las cejas.
 
-¿Eso es asunto tuyo?
-¿Estás entrenando a mi novia para disfrazar su aura? Sí, es
asunto mío.
 
Seb lo observó por un momento. La expresión de su cara no
le hizo gracia, con exactitud, pero se dirigía en esa
dirección.
 
-Eres grande en esa cosa de la novia, ¿verdad?- Observó.
-Ella no es de tu propiedad, sabes.
 
El comentario hizo que Alex se quedara corto,
irritantemente, sabía Seb tenía razón y que Willow diría lo
mismo si lo hubiera oído.
 
-No, no lo es- dijo al fin. -Pero como líder de este equipo,
necesito que respondas a mi pregunta.
 
Seb se estiro a través de la barandilla para sacudir la
ceniza de su cigarrillo.
 
-Sabes, estoy haciendo mi mejor esfuerzo para pensar en la
posible relevancia aquí... bien, lo que sea. He sabido que
era mitad ángel desde que tenía cinco años.
-Entonces, eso es alrededor de trece años.
-Sí, acabo de cumplir los dieciocho años.
-Bueno. Lo sabes desde hace trece años. Willow lo ha
sabido por cerca de tres meses. Cuando lo descubrió la
primera vez... Se interrumpió, recordando la desesperación
de Willow, su lucha para hacer frente a todo esto.
-Fue muy difícil para ella- finalizó.
-Lo que estoy diciendo es que creo que probablemente ella
te necesita ¿de acuerdo? Necesita a alguien que pueda
ayudarla con esto.
 
Seb se quedó en silencio, con sus ojos color avellana
reflexivos mientras fumaba.
 
-Lo entiendo- dijo.
-Voy a hacer lo que pueda.
 
Por alguna razón, la cosa de dos en dos revoloteaba en la
cabeza de Alex de nuevo, apartó la basura con una mueca
mental.
-Me gustaría que comenzaras a entrenarla mañana- dijo.
-Cuanto antes pueda aprender a ocultar su aura, mejor.
-Estoy de acuerdo, no es bueno que ella no sepa cómo. Seb
lo estudió.
-En serio, hombre, ¿cómo puedes siquiera dormir por la
noche, sabiendo que ella está tan expuesta todo el tiempo?
-Ella no esta tan expuesta moriría antes de dejar que algo
le hiciera daño- dijo Alex secamente.
-Pero sí, no es fácil a veces.
-Te creo- dijo Seb.
-Porque no voy a dormir bien por ahora, hasta que aprenda-
el cigarrillo casi había desaparecido para entonces, tomó
una bocanada final, pareciendo saborearlo.
 
Era infantil, pero Alex no pudo resistir.
 
-Oh y por cierto, ella odia el humo del cigarrillo.
 
La mirada que Seb le disparó ahora era definitivamente
divertida. Exhalando una última columna de humo, retorció
la colilla en la barandilla de metal.
 
-¿Sabes qué? Tenía la sensación de que lo hacia. Es bueno
que deje de fumar, ¿verdad?
 
Alex se dio cuenta de que hablaba en serio.
 
-Eso, sería porque no estas detrás de ella en absoluto.
 
Seb se encogió de hombros mientras se apoyaba contra la
jamba de la puerta.
 
-Sería porque acabo de encontrar a la chica que he estado
buscando toda mi vida y ella odia el humo del cigarrillo. No
es exactamente una decisión complicada.
 
La chica que he estado buscando toda mi vida. Alex resistió
el impulso de tirar a Seb por el balcón y ver si podía volar.
 
-He aquí un consejo: también podrías seguir fumando. Ten
cuatro paquetes al día, elije tú mismo. Nada va a pasar
entre tú y Willow. ¿O no entiendes eso todavía?
 
Seb estaba de pie con las manos en los bolsillos de los
pantalones vaqueros, una brisa agitaba uno de sus rizos
castaños sueltos. El se encogió de hombros.
 
-Sí, eso debe ser la única razón por la que quiero
quedarme, porque creo que va a caer en mis brazos
mañana. Sabes que, tienes razón. Ahora que he conocido a
otro mitad ángel, ¿por qué no me voy? A Willow no le
importara. Tampoco a mí.
 
Alex tenía la sensación de que a Willow le importaría,
mucho, en realidad. Dios, ¿por qué habría sugerido incluso
dejar que este tipo se quedara? Pero él sabía por qué y
todavía era lo más importante, sin excepción.
 
-No vas a ninguna parte hasta que le enseñes cómo
cambiar su aura- dijo.
-Después de eso, te ayudaré a hacer las maletas. De todos
modos, de vuelta al negocio. ¿Los chicos te ayudaron a
determinar donde vas a dormir?
 
Seb se veía sorprendido por el cambio de tema.
 
-Sí, me dijeron que podrían poner una cama plegable en el
dormitorio para mí. Sin embargo, ya se ve bastante lleno de
gente en allí. Además no creo que a nadie le guste mucho
la idea, ¿sabes?
 
A Alex tampoco le gustaba la idea, Willow ya estaba
bastante consciente estando en su habitación, sin que él
quisiera que Seb estuviera ahí afuera en el dormitorio
también.
 
-Puedes coger uno de los trasteros- dijo.
-Será bastante estrecho, pero si amontonamos algunas
cajas, probablemente podríamos meter una cama plegable.
-Suena bien. Me agrada más, de todos modos- dijo Seb. Y al
parecer con eso, considero cerrada la conversación. Se
inclinó para agarrar la mochila del suelo, la paso sobre su
hombro en un movimiento fácil.
 
Ver la mochila de Seb le recordó algo a Alex.
 
-Hey ¿Todavía tienes la foto de Willow?- preguntó.
-¿La de ella cuando era una niña? Porque creo que
realmente la quisiera de vuelta, sabes. Significa mucho
para ella.
 
Seb lo observó, de repente, sus ojos eran casi traviesos con
humor.
 
-No te preocupes, la mantendre a salvo y se la devolveré
pronto. Pero por ahora- se encogió de hombros, sonrió.
-Hey, tú tienes a la chica, yo tengo su foto. Eso es justo ¿no?
 
Mientras Seb se alejaba, Alex estuvo tentado de darle un
tirón por la correa de su mochila maltratada y sacar la foto
de Willow por sí mismo. Pensando en lo que le había dicho
a Kara, Alex sabía que era cierto, estaba seguro de que el
equipo podría confiar Seb, las percepciones psíquicas de
Willow nunca se equivocaban sobre ese tipo de cosas.
 
Si alguna vez le hubiera gustado el tipo sería una cuestión
totalmente diferente.
 
 
 
Willow
 
 
Ayudé a Liz con la cena de esa noche, aunque las cosas
habían ido bastante tensas entre nosotras. No es que nos
hubiéramos convertido en amigas íntimas, pero al menos
habíamos empezado a hablar un poquito cuando
cocinabamos juntas. Ahora su boca era una línea delgada
mientras preparaba la ensalada, sabía que era por Seb. Al
principio cuando que conseguimos volver a la casa, Alex
había dicho a todo el mundo lo que había sucedido, su tono
de voz tan real como si este tipo de cosas ocurriera todos
los días. Aun así, el equipo había estado... sorprendido de
que otro mitad ángel apareciera de repente. Por decirlo
suavemente. Eso, más el Consejo que llego antes, había
puesto a todos realmente en el borde.
 
Puse la mesa en silencio. Mis pensamientos todavía
estaban demasiado confusos para tratar de paliar todo lo
que estaba pasando por la cabeza de Liz.
 
Ambas alzamos la vista cuando la puerta se abrió y Kara se
precipitó en la cocina.
 
-¿Dónde está Alex?- Dijo ella, tirando de su chaqueta. Sin
esperar una respuesta, grito hacia el dormitorio de los
chicos.
-¡Alex! ¡Alex, tenemos que hablar!
-¿Qué está pasando ahora?- preguntó Liz, con los ojos
abiertos.
-Luis se ha ido- dijo Kara con fuerza. Ella se paseaba por la
cocina.
-Totalmente ido, ni rastro de él. Fui a su apartamento y esta
abandonado, como... Alex entró, y se giró hacia él.
-¡Alex! Luis esta...
-He oído- dijo firmemente.
 
Los demás comenzaron a llegar detrás de él, mientras Kara
explicaba.
-Él estaba visitando a su familia este fin de semana, pero se
suponía que ya debía estar en casa, tenía una cita con él
esta noche- dijo, sus palabras caen sobre sí mismas.
-Pero no hubo ninguna respuesta, así que entre y... él
simplemente se fue. Quiero decir su bolsa esta allí, así que
llego a casa bien, pero sigue sin desempacar. Había un
sándwich a medio comer en la mesa y una taza de café
frío... Se interrumpió.
 
Me mordí el labio y miré a Alex, él estaba de pie detrás de
una de las sillas de la cocina, apoyándose en su espalda con
ambos brazos.
 
-No trataste de llamarlo, ¿verdad?- Preguntó bruscamente.
 
Kara sacudió la cabeza.
 
-No y no toque nada en su apartamento. Salí de allí lo más
rápido que pude- ella tomó una respiración profunda.
-Además, el Consejo no se va a quedar en el Hotel Nikko,
me dirigí hacia allí y no pude sentir ningún rastro de ellos.
De manera que fui a la Torre Mayor, pero para conseguir
pasar más allá del vestíbulo tienes que tener un pase para
el lector de tarjetas. No sé si los ángeles todavía están allí o
no, estan realmente alto si están, no podría decirlo.
 
Hubo una larga pausa mientras todos lo asimilábamos.
 
-Parece que la Iglesia debe haberse enterado de que tu
novio estaba dando información de seguridad- dijo Alex con
ironía.
-Menos lo del novio, por favor... pero sí- Kara parecía más
temblorosa de lo que jamás la había visto.
-Ok, esto no es bueno, esto oficialmente, en serio,
realmente no es bueno- murmuró Brendan, raspando su
pelo de color rojizo.
 
Para variar, Sam no discutió con él. Ni nadie más. Wesley
estaba aún más ceñudo que de costumbre, Trish y Liz
parecían tan pálidas y afligidas como me sentía. Al menos
Kara nunca le había dado a Luis ninguna información sobre
nosotros aunque me sentía culpable, incluso pensando esto,
justo ahora.
 
-Entonces... supongo que las mismas invitaciones para la
recepción no servirán de nada ahora- dijo Trish débilmente.
-De ninguna manera- dijo Alex. Podía oír la tensión en su
voz, aunque dudaba que nadie más pudiera. -Básicamente,
ya no tenemos un plan, estamos de vuelta al punto de
partida.
-Espera ¿qué significa eso?- exigido Wesley. Casi nunca
hablaba con más de unas pocas personas a su alrededor,
ahora sus puños estaban apretados a sus costados.
-¿Estás diciendo que el ataque no puede seguir adelante?
Debido a que no hay manera de que...
-Por supuesto que no estoy diciendo eso- cortó Alex en voz
baja.
-Esta es la única oportunidad que vamos a tener con el
Consejo. Vamos a encontrar una manera de llegar a ellos,
sin importa qué.
 
Tragué saliva, pero sabía que tenía razón. Todos se miraron
el uno al otro. Tres semanas eso era todo lo que teníamos
ahora.
 
-No se preocupen, vamos a averiguar lo que está pasando-
la voz de Kara estaba de hecho, una vez más, de nuevo en
control.
-¿Qué quieres que haga? ¿Debo ir a la catedral mañana,
para ver si puedo conseguir alguna información? Cualquier
cambio en la visita del Consejo seguramente habría sido
organizado por alguien en la oficina de allí ellos han estado
coordinando todo.
 
Alex asintió, sumido en sus pensamientos.
 
-Sí, buena idea necesitamos cualquier cosa que puedas
obtener. ¿No te reconoceran, sin embargo?
-No, no lo creo. Por lo general me encontraba con Luis en
su casa. Él no tenía mi número de móvil o cualquier cosa-
Ella logró una pequeña sonrisa.
-Era la mujer misteriosa. Los ojos de Alex la escanearon.
-¿Puedes hacerte con una peluca o algo así, por si acaso? Si
los ángeles lo tienen, te veran en sus recuerdos. Y eres
bastante distintiva.
 
En otra ocasión, yo sabía Kara habría bromeado con Alex
sobre esto, ahora ella solo asintió.
 
-Voy a conseguir una mañana. Vere que puedo hacer con un
poco de maquillaje, también.
-Bien- dijo Alex.
-Yo voy a hacer algunas comprobaciones por mí mismo.
Además seguiré entrenando a estos chicos, tal vez los lleve
a otra cacería de práctica.
 
Sam estaba sacudiendo la cabeza.
 
-Sí, pero que hay sobre...
 
Se interrumpió cuando Seb entró en la cocina, luciendo
como si acabara de tomar una ducha sus rizos castaños
estaban húmedos, lejos de su cara como si hubiera pasado
los dedos a través de ellos. Cuando lo vi, algo en mí se
tensó... porque me di cuenta de que todo el tiempo que
habíamos estado hablando, parte de mí había estado
pensando en Seb, preguntándome dónde estaba.
 
El silencio ahoga la habitación. Seb, obviamente, se dio
cuenta y supo que era a causa de él. Sus ojos encontraron
los míos y sonrió levemente. A pesar de mi malestar, le
devolví una triste, sabía exactamente cómo se debía estar
sintiendo. Los rostros pétreos del equipo estaban trayendo
de vuelta algunas sensaciones no tan agradables de deja
vu. Es evidente que había hecho un pequeño progreso con
ellos, incluso si no hubiera sido tan consciente de ello
porque ahora que Seb estaba aquí, era obvio que estaba de
vuelta en el punto de partida.
 
Alex suspiró.
 
-Hey, Seb- dijo, y yo quería abrazarlo sólo por lograr sonar
normal.
-Estábamos hablando de algo que ha surgido, te pondré al
tanto después de la cena. ¿Todo está bien?
 
Las cejas de Seb se elevaron ante "algo que ha surgido "
pero él no hizo ningún comentario.
 
-Sí, bien, gracias.
 
Cuando todos empezamos a sentarnos a comer, Seb se
sentó a mi lado el lugar donde Alex siempre se sentaba.
Obviamente, no lo sabía, pero pude ver a todos mirando a
Alex, para ver que haría. Como si hubiera algún tipo de
competencia.
 
Mi cara se puso caliente y me aclaré la garganta.
 
-Um, Seb, ese es...
-Está bien- dijo Alex brevemente. Tomó el asiento a mi otro
lado, donde Trish iba usualmente y Trish se apretó junto a
Wesley, donde había puesto una silla extra. Vi a Seb darse
cuenta de lo que había sucedido entonces y parecía estar
conteniendo una sonrisa a pesar de si mismo.
 
Casi nadie hablaba. El tintineo de los cubiertos contra los
platos sonaba ensordecedor. Mi propia torpeza alrededor
de Seb no ayudaba mucho tampoco, para ser honesta...
estaba sintiendo una gran cantidad de ella.
 
Cuando Seb y yo habíamos estado hablando en el balcón
antes, había habido tanto que decir que nos limitamos a
bordear todo, con el entendimiento tácito de que tan pronto
como pudieramos, estaríamos sentados para una larga
conversación. Lo deseaba desesperadamente. Había tanto
que necesitaba saber: preguntarle si lo que había estado
experimentando con mi ángel era normal, para saber más
acerca de su vida, comparar mil y una experiencias y ver si
las cosas habian sido lo mismo para él.
 
Pero mientras habíamos estado hablando, yo también había
estado consciente de Seb, incluso de pie a varios metros de
distancia de mí. No era por lo atractivo que era y realmente
era magnifico, tendrías que estar inconsciente para no
darte cuenta era sólo... él. Su energía, así como la mía. El
recuerdo de nuestras manos juntas, la forma en que se
había sentido. Había sido un gran alivio cuando Alex había
aparecido y pude hacer mi escape.
 
Ni siquiera lo conoces, me dije.
 
Excepto que no era cierto. Conocía a Seb. Tal vez no todos
los detalles de su vida todavía, pero el tipo de persona que
era, sí. Y ahora podía sentirlo sentado a mi lado. No sólo su
presencia física, sino su energía. Estábamos tan cerca que
nuestras auras se tocaban y aunque en realidad nunca
note esto con Alex a menos que me concentrara, con Seb
era como si hubiera ganado un sentido extra, uno que
hormigueaba a través de mí como la electricidad. Su aura
era tan viva, tan boyante. La sentía a la deriva a través de
la mia, igual que la mía estaba a la deriva a través de la
suya. Entremezclándose. Explorandose.
 
Mis mejillas se calentaron.
 
Repentinamente, trate de traer mi aura de regreso a mí,
pero no podíamos evitarnos el uno al otro, estabamos
sentados demasiado cerca. Sentí a Seb notarlo, tratar y no
poder apartar completamente su propia aura. Ahora bien,
había una suave sensación de disculpa burlona donde su
aura se mezclaba con la mía y apreté los dientes.
Maravilloso. Estaba jugando inadvertidamente al aura-
footsie con él.
 
Y mientras tanto, el silencio no se había convertido en algo
menos ensordecedor.
 
-Está bien, vamos todos, esto es estúpido- dijo Alex
finalmente.
-Él es un miembro del equipo. Podemos confiar en él. Sólo...
actuen con normalidad, ¿de acuerdo? Por favor, por el amor
de Dios, antes de que mi cerebro comience a sangrar.
 
Por un momento nadie habló. Por último, dijo Kara.
 
-Entonces, Willow, tal vez podrías hablarnos más sobre lo
que viste hoy, cuando llego el Consejo.
 
Aliviada, empecé a responder. Pero antes de que pudiera,
Sam se entrometió.
 
-No, espera- gruñó, tirando su tenedor con estrépito.
-Alex, quiero saber cómo es que estás tan seguro de que
podemos confiar en este tipo. Al menos con Willow, todos
vimos a su ángel defendiendo a Liz. ¿Quién es él, de todos
modos? ¿Acaba de salir de ninguna parte y ahora está en el
equipo?
 
Seb lo miró.
 
-Soy Sebastián Carrera- dijo, cortando un pedazo de su
chuleta de cerdo.
-No soy de ninguna parte. Soy de aquí, de la Ciudad de
México. Y si digo que te ayudaré a luchar, te ayudaré a
luchar.
-Willow leyo su mano- añadió Alex cuando Sam abrió la
boca para responder.
-Podemos confiar en él.
-Entiendo- dijo Sam y me dio una mirada que no era muy
amistosa.
-Entonces, supongo que es por eso que ella estaba
tomándolo de la mano cuando iban corriendo juntos esta
tarde, ¿verdad? ¿Porque ella le estaba dando una lectura
sobre la marcha?
 
Mi cara se puso roja brillante cuando todo el mundo miró.
-Oh, eso suena lindo y amigable- murmuró Liz. Trish miró
su plato, obviamente, odiando la tensión.
 
A ambos lados de mí, sentí tanto Alex y Seb tensarse.
 
-Eso fue mi culpa- dijo Seb con una voz que estaba en
calma, pero tenía un reto debajo de ella.
-Agarré su mano para ayudarla a correr cuando vimos a los
ángeles. Teniamos que ir rápido, ¿sabes?
 
Sam resopló.
 
-Sí, seguro fuiste rápido- dijo hacia mí.
-Estabas terriblemente apurada para irte a llorar con este
tipo ¿verdad? Supongo que no te escuchamos cuando
trataste de decirnos lo que estaba pasando.
-¡Lo intente!- Dije, pinchando.
-Grite el nombre de Alex, pero...
-Basta, no tienes que explicar nada- irrumpió Alex,
alcanzando mi mano. La envolvió en la suya.
-Déjalo, Sam. Willow ya nos contó lo que pasó.
 
Sam abrió la boca.
 
-Dejalo- repitió Alex.
 
El silencio se hizo de nuevo. No estoy segura de si la
calidad del mismo era mucho mejor que el anterior. Más
chisporroteo con tensión en los bordes, tal vez.
-Bueno- dijo Brendan finalmente.
-Actuar de forma normal fue divertido.
 
Todavía podía sentir el aura de Seb mezclandose con la
mía, estaba preocupado por mí, quería calmarme. En mi
otro lado, la mano de Alex se sentía tan cálida, tan segura.
Me agarré con fuerza. Anhelaba estar en un lugar a solas
con él, realmente sola, de la forma en que solía ser. Las
cosas habían sido tan sencillas cuando sólo éramos
nosotros dos, sin nadie más alrededor. Ya nada se sentía
tan simple en absoluto.
 
Después de una pausa, Alex me apretó la mano y la soltó.
Su voz cuando se dirigió el equipo se mantuvo estable.
 
-Miren, chicos, estamos llegando al momento de la verdad
con el Consejo si están apegandose al mismo plan sólo van
a estar aquí un par de semanas. Así que no tenemos tiempo
para esto. Seb está aquí, eso es todo. Ya sea que confien en
mi juicio sobre ésto, o no. Ustedes deciden.
-Confiamos en ti- dijo Kara en voz baja.
-¿No es así, todos?
 
Síes entre dientes y movimientos de cabeza. La cara de
Sam era tormentosa, pero él no dijo nada. Trish lo miró, sus
gentiles ojos ansiosos.
 
-¿Sam?- Dijo Alex, mirándolo también.
 
El texano dejó escapar un largo suspiro.
 
-Sí, está bien- murmuró, empujando su cabello rubio.
-Bien- Para mi sorpresa, Alex se estiro sobre mí, ofreciendo
su mano a Seb.
-Allí, te han aceptado. Suerte que tienes.
 
La sonrisa de Seb era irónica cuando también lo alcanzó a
través de mí.
 
-Sí, me siento muy honrado.
 
Y mientras él estrechaba la mano de Alex, sabía dos cosas.
Uno, el equipo aún no estaba contento con esto, a pesar de
su confianza en Alex. Y dos, muy en el fondo, donde no
quería pensar en ello... estaba la terrible sensación de que
estar atrapada entre estos dos chicos podría ser mi destino
durante algún tiempo.
 
 
 
Capítulo 14
 
 
Willow
 
 
La sala de ejercicios era pequeña sólo un rincón del sótano
en realidad, con un par de cintas para correr, una máquina
de pesas y algunas mancuernas. Olía a moho y sudor.
Cuando alguno de los chicos se ponía en marcha en las
cintas de correr Alex y Sam, especialmente, el sudor
estaría, literalmente, volando. Vi a Seb mirar el suelo, que
era de cemento y no tan limpio, supongo. También era el
único lugar donde podíamos sentarnos.
-Podríamos ir a mi habitación- sugirió.
 
La "habitación" de Seb era pequeña, ambos estaríamos en
su cama plegable. La idea era demasiado íntima,
especialmente después de la aura-mezcla de la noche
anterior. Sentí mis mejillas calientes.
-No, aquí es mejor- dije. -Tenemos más espacio. Espera,
aunque... Subí por las escaleras, agarre los cojines del sofá
de la sala de televisión y los lleve abajo.
-Aquí- dije mientras los extendíamos.
-Esto va a estar bien.
 
Por encima de nosotros, podía escuchar prácticas de tiro
continuando con venganza. Kara estaba en la catedral
como Alex y ella habían acordado, viendo que podía
averiguar. Y mientras tanto, todo el mundo se consolaba
volviéndose lo mejor posible con sus armas.
 
La noche anterior, Alex y yo habíamos conseguido hablar
asolas un poco, mientras los demás estaban preparándose
para la cama o viendo la televisión. Cuando me apoyé
contra la puerta cerrada del otro almacén, había estado
muy consciente de lo fuerte que Seb estaba en mis
pensamientos. A pesar de que sabía que era sólo porque
era otro mitad ángel, todavía me hacia sentir culpable.
 
-Ha sido un día raro, ¿no es así?- Le había dicho, aclarando
mi garganta.
-Sí, un eufemismo- Alex había acordado. Podía sentir la
tensión en sus músculos, a pesar de que no estábamos
tocandonos.
-Dios un mitad ángel y el Consejo, ambos en la misma
tarde.
 
Traté de sonreír.
 
-Oye, ¿tienes algo en contra de los mitad ángeles?
 
Lo vi una hacer una mueca de dolor al darse cuenta de lo
que había dicho, negó con la cabeza hacia sí mismo.
 
-No es así- dijo, tomando mi mano atrayéndome hacía él.
-Este me gusta un montón, de hecho- Ató sus brazos
alrededor de mi cuello, dejando caer su cabeza en la mía.
-Mira, realmente me alegro de que esté aquí. Sólo quiero
que estés a salvo, Willow.
 
Y todo lo que había querido hacer era abrazarlo tan fuerte
como pudiera. Había dudado, aun preocupada por la
quemadura de ángel. A veces, cuando lo había besado
antes, pensé que debía estar perdiendo la razón para
siquiera pensar en ello, otras veces, el miedo era un océano
de hielo dentro de mí. Entonces Alex me había empujado
suavemente contra su pecho y me había entregado a ello.
Habíamos estado de pie contra la pared sosteniendonos por
un largo tiempo, mientras que el resto del mundo se
desvaneció. Nada más parecía importar, aparte de estar en
los brazos de Alex.
 
Ahora, sentada en el gimnasio del sótano con Seb, estaba
desesperada por conseguir algunas respuestas sobre lo que
estaba sucediendo con mi ángel. Contra toda lógica,
parecía haberse calmado un poco desde que lo había
conocido, pero todavía estaba tan consciente de ella, allí
dentro de mí, tan consciente de que no sabía lo que ella
podría hacer.
 
Seb y yo nos acomodamos en los grandes y cuadrados
cojines del sofá, sentados a unos pocos metros de distancia
el uno del otro. Llevaba vaqueros desgastados de nuevo y
una camiseta azul que tenía un logotipo blanco en forma de
remolino en español. Las palabras parecían ligeramente
desmenuzadas, como si hubiera pasado por el lavado
demasiadas veces. -¿Qué dice tu camisa?- Pregunté.
 
Se miró a sí mismo como si no pudiera recordar.
 
-Es por el Cinco de Mayo cuando lanzamos a los franceses
fuera de México.
-Los franceses estaban en México.
-Hace mucho tiempo- Seb se encogió de hombros.
-La compré en un mercado.
 
Asentí con la cabeza, dándome cuenta de lo poco que sabía
de este país. No era exactamente algo que estaba cubierto
en la escuela, lo cual era algo raro cuando lo pensabas
México estaba tan cerca.
 
Entonces, sin dejar de mirar a Seb, me di cuenta de algo
que era diferente.
 
-Hey, te afeitaste- dije. Hoy se parecía menos a una estrella
de rock y más a un actor que interpreta al chico nuevo y
atractivo en la escuela.
 
Se tocó la mandíbula, pareciendo avergonzado.
 
-Sí, supongo que ha pasado un tiempo.
-Creo que me gustabas más antes- dije, estudiandolo y
luego desee haber dicho cualquier cosa excepto eso, yo
sólo había estado haciendo conversación, pero sus ojos
color avellana parecían encantados de repente. Sonrió
cuando mis mejillas se sonrojaron.
-Nunca voy a afeitarme de nuevo- dijo.
 
Hice una mueca, consciente de que mi cara estaba en
llamas.
 
-Seb, mira sabes que Alex y yo estamos juntos, ¿verdad?
Quiero decir, me gustas, pero...
-Sí, lo sé- dijo en voz baja.
-Está bien- Tenía la sensación de una emoción más
profunda siendo enterrada, entonces Seb sonrió y se pasó
una mano por la mandíbula de nuevo.
-Pero, ya sabes si crees que no afeitarme ayudaría...
 
Decir que no estaba acostumbrada a que los chicos
hicieran su interés en mí tan evidente, incluso de forma
humorística, sería el eufemismo del siglo. Ni siquiera
estaba acostumbrada a que los chicos tuvieran algún
interés en mí, mucho menos los que lucían como Seb. De
vuelta en Pawntucket, siempre había sido la Reina de lo
Extraño, la marginada de la escuela. Abrí la boca y luego la
cerré otra vez, tratando de pensar qué decir.
 
Seb vio mi malestar y la mirada burlona en sus ojos
desapareció.
 
-Willow, sólo estoy bromeando- dijo.
-Me refiero a que sí, me gustaría ser más que amigos, no
estoy bromeando sobre eso. Pero sé que estás enamorada
de Alex. Si amistad es todo lo que quieres, está bien. En
serio, lo esta.
 
Me moví en el cojín. Mis mejillas aun estaban calientes,
sobre todo recordando lo que pensé que había percibido en
él el día anterior, la profundidad de sus sentimientos hacia
mí. Afortunadamente, no podía recoger ningún signo de eso
ahora, aunque es cierto que no estaba buscando muy duro.
Si por alguna loca casualidad yo tenía razón, en serio no
quería saber.
 
-¿Seguro que estás bien con eso?- Dije finalmente.
-Sí- dijo Seb. La comisura de su boca se alzó.
-Toda mi vida he estado buscando otro mitad ángel.
Créeme, no quiero irme ahora, sólo porque todavía no te
das cuenta de que no puedes resistirme.
 
Mis cejas se alzaron.
 
-¿Todavía?
-Eso fue una broma también- dijo apresuradamente.
-Quiero decir, bueno, no, espero que te des cuenta de eso
algún día, pero... medio riendo, se interrumpió y puso la
mano sobre su cara, sacudiendo la cabeza.
-Ah, caramba, no lo estoy haciendo muy bien, ¿verdad?
 
De alguna manera estaba, sonriendo también. Seb dejó
caer la mano.
 
-De acuerdo, déjame empezar de nuevo- dijo. -Willow, sólo
estar aquí contigo, ser tu amigo eso es suficiente, lo
prometo.
-Estás realmente seguro- le pregunté, escudriñando su
cara.
-¿Incluso si amigos es todo lo que podemos llegar a ser?
 
Los ojos de Seb se mantuvieron firmes, sin ni siquiera una
pizca de burla.
-Sí, estoy muy seguro- dijo.
-Voy a ser tu hermano, ¿qué te parece?
 
Lo decía en serio. Dejé escapar un suspiro, aliviada de que
él entendía y aún más aliviada de que todavía quería
quedarse.
 
-Un hermano suena... muy, muy bien, en realidad.
-Tienes uno, entonces- dijo.
-De por vida, si quieres.
-Gracias- dije en voz baja. Y a pesar de que acababamos de
conocernos, sabía que probablemente quería esto, ya sentía
una conexión de ese tipo con Seb. Aún más, sabía que
necesitaba su ayuda. Sintiéndome temblorosa, empuje mi
pelo hacia atrás, de repente mis palabras salían a toda
prisa.
-Seb, tengo tanto que quiero preguntarte. He estado tan
preocupada...
 
Seb había estado medio tumbado en la almohada, ahora se
sentó, inmediatamente preocupado.
 
-¿Preocupada?
-Más como aterrada- admití. -Tu ángel. ¿Puedes sentirlo
dentro de ti? Quiero decir... presente, pero separado de ti.
Sin pensar en tus pensamientos. Como si tuviera una mente
propia.
 
Él frunció el ceño, mirándome.
 
-No por mucho tiempo- dijo. -Pero cuando era más joven,
sentí eso.
 
Me senté en el borde de mi cojín del sofá.
 
-¿Qué pasó cuando eras más joven?
 
El lenguaje corporal de Seb era casual: una muñeca en la
rodilla; la otra mano apoyada en el cojín, apoyándolo hacia
arriba. Pero había un remolino de emociones de él y de
repente supe que yo era la única persona en el mundo a la
que alguna vez se lo contaría.
 
-Tal vez viste algo de esto cuando nos tocamos ayer- dijo.
-Cuando tenía once años, fui detenido por robar.
-Sí, lo hice- admití.
-Y ese lugar en el que te pusieron... Me interrumpí.
-Aquí en México se les llama reformatorios- Seb hizo una
mueca.
-Solían decirnos que deberíamos estar agradecidos de estar
allí porque ahora podriamos mejorar.
 
Mejorar. Recordando lo que había vislumbrado del sitio
para jóvenes delincuentes, agua corriente durante sólo dos
horas al día, golpes crueles, siendo atado a la cama por la
noche, mi garganta se apretó. La ironía no era la palabra.
 
Seb pasó una uña a lo largo de un hilo en sus pantalones
vaqueros.
 
-Vi que un montón de cosas suceden allí- dijo finalmente.
-Cosas mucho peor que robar una billetera, creo- Volvió a
sonreír, pero esta vez había un borde duro.
-Vi a un niño tratando de escapar y lo atraparon, lo ataron a
un árbol y lo dejaron allí durante días. Sin comida ni agua.
A ninguno de nosotros se nos permitió ayudarlo.
 
Recogí una repentina imagen de esto y desesperadamente
deseé no haberlo hecho. Oh Dios, los ojos del niño. Su cara.
Casi no podía pronunciar las palabras.
-¿Qué... qué le pasó?
 
Seb dio un pequeño gesto de no sé con su mano.
 
-Después de una semana, se había ido. Nosotros no lo
vimos más después de eso.
-Pero... ¿Eso es siquiera legal? ¿Cómo se les permite hacer
eso? ¿No le podrías haber dicho a la policía cuando saliste?
- Mi voz se había vuelto aguda con horror.
 
Las cejas de Seb se dispararon por la sorpresa y con algo
parecido a la compasión, creo que esto podría ser una
solución.
 
-A nadie le importaría- dijo.
-Eramos ladrones y fugitivos, niños de la calle, sin familia.
 
Abracé mis rodillas con fuerza, sintiéndome sacudida. Por
encima de nosotros, todavía podía oír a los otros
practicando en el campo de tiro. Las máquinas de ejercicio
alrededor parecían extrañamente ordinarias, como si
pertenecieran a una vida completamente diferente a la que
había atravesado Seb. Supongo lo hacian.
-¿Cómo saliste?- Pregunté finalmente.
 
Él se encogió de hombros.
 
-Había un pedazo de metal suelto en el marco de mi cama.
Lo consegui y lo afile contra la pared cuando nadie estaba
mirando. Tomó meses, pero finalmente era lo
suficientemente agudo. Amenacé a un guardia con él y me
salí. Entonces corri lo más rápido que pude- añadió, con la
boca torcida.
-Corri tan rápido que podría haber estado en los Juegos
Olímpicos.
 
Me le quedé mirando, sorprendida de que de alguna
manera había mantenido su cordura lo suficiente como
para poder bromear sobre esto, aunque sea un poco.
 
Amenacé un guardia. Las palabras no me sorprendieron, ya
que sabía que una persona fundamentalmente buena como
Seb era gentil, incluso. Pensando en mi propia vida cuando
tenía once, mentalmente negué con la cabeza ante el
contraste. Incluso con todos mis problemas, había sido tan,
tan afortunada y nunca lo supe.
 
-¿Heriste al guardia?- Pregunté.
 
Seb negó con la cabeza.
 
-No, él era un cobarde. Y creo que probablemente me veía
muy decidido. Como si no fuera a aceptar un no por
respuesta- la diversión cruzó su rostro, recordando.
-¿Lo habrías herido?
 
La diversión se desvaneció. Cuando sus ojos se encontraron
con los míos, supe que Seb no iba a mentirme que jamás lo
haría.
 
-Sí- dijo en voz baja.
-Habría hecho cualquier cosa para salir de allí. Y odiaba a
los seres humanos, en aquel entonces. Por lo que se hacian
el uno al otro por lo que me hicieron.
 
Mis ojos se dirigieron a una pequeña cicatriz en su brazo,
justo donde terminaba la manga de la camiseta: un agujero
profundo con hoyuelos blancos contra su piel bronceada.
Cerca del tamaño y forma de una quemadura de cigarrillo.
Mi corazón se heló. ¿Oh Dios, le hicieron eso allí?
 
Seb me vio mirando y bajó la mirada hacia su propia
cicatriz.
 
-No esto fue del novio de mi madre, cuando era pequeño- se
encogió de hombros, pasando los dedos por la pequeña
cicatriz.
-Mi madre no tenía muy buen gusto para los hombres.
 
No había ninguna amargura en su tono, aunque sentí lo
mucho que odiaba al novio. Fugazmente, me pregunte
sobre su padre ángel, pero ahora no parecía el momento de
preguntar. Tragué saliva.
-Seb... No pude terminar la frase, no había palabras.
 
Vio mi cara y arrepentimiento instantáneo vino sobre la
suya, él me había trastornado. Se estiró y puso su mano
sobre la mía, agarrandola suavemente.
-Querida, todo está bien- dijo.
-Nadie me ha hecho daño en años.
 
Odiaba que alguien le hubiera hecho daño en absoluto.
Apreté su mano de regreso y luego la aparté, deseando que
mi pulso traidor no hubiera saltado a su contacto.
-Hey, se supone que debes ser mi hermano- le dije, tratando
de bromear.
-Los hermanos no sostienen la mano de sus hermanas o los
llaman querida.
 
Seb sonrió, sus ojos color avellana comenzaron a bailar.
 
-Sí, sí- dijo.
-Esto sucede todo el tiempo.
-Bueno, supongo que las cosas son diferentes en México
entonces- dije.
-Porque en los Estados Unidos, no hay manera. Y yo soy
americana.
-Pero estás en México ahora- señaló.
-Cierto. Y tú estás diciendo que aquí, los chicos se dan la
mano con sus hermanas y las llaman cariño.
-Oh, sí. Somos muy amables, nosotros los mexicanos.
 
Entonces me reí, no pude evitarlo. Seb sonrió. Podía sentir
el placer de verme sonreír de nuevo y algo se agito dentro
de mí, un sentimiento que en realidad no quería analizar.
Sólo sabía que estaba muy contenta de que Seb estaba en
mi vida ahora. Aparte de todo lo demás, se sentía
maravilloso tener un amigo de nuevo aparte de Alex, me
había sentido como un paria estas últimas semanas.
 
-¿Qué pasa con tu ángel?- Pregunté.
 
Unos rizos marrones de aspecto suave colgaban sobre la
frente de Seb, él los empujó hacia atrás con impaciencia.
 
-Después de que me escapé del reformatorio, volví en las
calles. Y durante tres o cuatro meses...
 
Él negó con la cabeza.
 
-No era una persona que te gustaría conocer. Odiaba a los
seres humanos, quería hacerles daño. Todo lo que quería
era ser un ángel puro, así nada podría hacerme daño. Me
metí en peleas todo el tiempo casi retaba a la gente por
mírame mal, así podría saltar sobre ellos. Rompí ventanas,
quemé coches, robé... Se quedó en silencio, con los ojos
turbados.
-No fue un buen momento- terminó finalmente.
 
Y todo lo que podía pensar era... antes de que él fuera a
mejorar a ese lugar, lo peor que jamás había hecho era
robar billeteras.
 
-De cualquier forma a mi ángel no le gustaba esto- dijo Seb.
-Antes, nunca lo sentí realmente dentro de mí. Siempre
estaba sólo yo. Allí cuando lo necesitaba, pero yo...
-¡Sí!- Estallé.
-Sí. Eso fue exactamente lo que era en un principio.
 
Seb asintió.
 
-Pero entonces mi ángel vio que iba a morir joven si seguía
en ese camino. Así que siempre estaba... -Frunció el ceño
pensando, se estiro y empujó suavemente en mi brazo un
par de veces.
-Como esto, dentro de mí, día y noche.
-Empujando- le dije.
-¡Sí. Sí, yo también!- estaba sentada derecha ahora, se
sentía como la electricidad corría por la habitación.
-Pero Seb, ¿qué significa eso? ¿Quiere decir que están
separados de nosotros? ¿Que no son nosotros?
 
Él negó con la cabeza antes de que hubiera terminado de
hablar.
-No, somos nosotros. Definitivamente nosotros. Creo que es
como... a veces tienes dos pensamientos al mismo tiempo
¿sabes? Podrías estar pensando, tengo que hacer esto y al
mismo tiempo estás pensando, tengo hambre, o no me
gusta esta persona en el fondo, pero ambas cosas al mismo
tiempo, ¿ves a lo que me refiero?
 
Entendí exactamente.
 
-¿Así que a veces nuestros ángeles tienen sus propios
pensamientos? ¿O no están de acuerdo con nosotros sobre
algo, pero siguen siendo sólo una parte de nosotros, como
tener sentimientos encontrados acerca de algo?
-Sí, creo que sí- dijo Seb.
-Eso es lo que es para mí- estaba sentado con una rodilla,
con los brazos extendidos sueltos alrededor de él.
 
Le hablé de mi ángel liberandose durante las prácticas de
tiro y se veía como si estuviera tratando de no reírse
aunque de una manera amigable que hizo que mi tensión se
aliviara.
-Creo que tu ángel debe querer que la reconozcas tan mal-
dijo suavemente.
-¿Sobre qué te está presionando?
 
Traté de pensar.
 
-No lo sé. Esto comenzó hace unas semanas, cuando sentí
esta especie de... torrente de energía- Le dije a Seb lo que
había sucedido sobre el río dentro de mí que había fluido
de la nada, cómo no había encontrado nada cuando me fui
a buscar. Fue un gran alivio finalmente hablar con alguien
acerca de todo esto que las palabras tropezaron entre si.
 
Seb escuchó atentamente, sus cejas juntas.
 
-No sé lo que era- dijo una vez que había terminado.
-Nunca he sentido algo así antes.
-Oh- Miré hacia abajo en el cojín del sofá amarillo. La
decepción no fue fácil de soportar. Había estado esperando
que él diría: Ah, eso. Sí, esto sucede todo el tiempo.
-Pero querida- se contuvo con una sonrisa.
-Willow, sea lo que sea, tu ángel siente diferente al respecto
que tú. Tienes que escucharla, eso es todo.
 
Dejé escapar un suspiro.
 
-Se ha sentido tan separada de mí últimamente- admití.
-De miedo. He pensado... No sé lo que pensaba. Supongo
que sea lo que sea la había dejado... fuera, de alguna
manera, ya que ella no era confiable ahora.
 
Podía ver que no confiar en su ángel nunca se le había
ocurrido a Seb.
 
-Ella es parte de ti- dijo simplemente.
-Ella nunca haría nada para lastimarte. Ella puede sentirse
independiente y presionar a veces, cuando no la escuchas
¿pero hacerte daño? No. Nunca.
 
Lo hizo sonar como si mi ángel fuera una intuición pura, o
una conciencia o algo, lo que en realidad tenía mucho más
sentido que cualquier idea siniestra que me había estado
volviendo loca. El alivio fue tan abrumador que casi quedó
inerte pero todavía no tenía idea de lo que mi ángel quería
que yo escuchara. Con un destello de culpa, sabía que no le
había dado mucha oportunidad de explicarlo. Al segundo de
que ella parecía separada de mí, yo sólo la había empujado
lejos y había construido un muro a su alrededor. No era de
extrañar que se sintiera inquieta.
 
-Dame un minuto- le dije a Seb.
 
Cerré los ojos y fui profundamente dentro de mí misma,
alcanzando tentativamente a mi ángel. Ella estaba allí en
un estallido de luz, como el sol en el cristal, mi propia cara
mirando hacia mí, alas brillando. Nos miramos la una a la
otra. El único movimiento era el suave movimiento de su
cabello, como si una ligera brisa estuviera soplando.
 
Lo siento, pensé, mentalmente estirando mi mano hacia
ella. ¿Puedes decirme que está mal?
 
Nos tocamos y mis músculos se relajaron cuando la unidad
entre nosotras regreso, nuestros pensamientos dirigidos en
conjunto, la fusión de nuevo. El perdón, la comprensión.
Pero ella había estado tan, tan frustrada, tan desesperada
por conseguir que yo la escuchara. El poder oscuro de la
corriente de energía que había sentido la había alarmado
mucho. Y ahora tenía una sensación de que algo estaba
mal. Ella no sabía qué, había mirado, no encontró nada
pero era una preocupación constante de la que no podía
deshacerse.
 
Con el ceño fruncido, cuidadosamente busque en mi mente
otra vez, explorando todos los rincones. No había nada allí
que no debería estar realmente, verdaderamente, nada. En
serio pienso que está bien, le dije.
 
Ella no respondió, podía sentir que no estaba convencida.
 
Dejándola por el momento, le expliqué a Seb lo que había
sucedido.
 
-No sé qué pensar- termine.
-Ella parece muy positiva, pero simplemente no puedo
sentirlo.
 
La expresión de Seb volvió reflexiva.
 
-No, no lo sé, tampoco- sentado con las piernas cruzadas,
extendió sus manos hacia mí.
-¿Sí? Tal vez pueda sentir algo.
 
Dudé, mirando sus manos.
 
-Voy a ser muy fraternal- me aseguró. Sus ojos eran
burlones, pero también estaban preocupados sabía lo
mucho que quería ayudar.
-Muy bien- dije finalmente.
 
Moviendo mi cojín más cerca de él, puse mis manos en las
suyas. De nuevo hubo esa sacudida de energía, de cómo
tocar a un igual. Sus manos estaban calientes y firmes, tan
reconfortantes mientras sostenía las mías, como si sólo su
tacto pudiera mejorar las cosas. Cerré los ojos, muy
consciente de nuestras auras mezclándose de nuevo
también y deseando poder cerrar todo esto. Especialmente
la parte sobre lo bien que se sentía cuán correcto. Empujé
el pensamiento lejos casi antes de que se formara,
odiándome por tenerlo.
 
Las manos de Seb se tensaron en las mías, podía sentir su
concentración. Traté de simplemente ir a la deriva y no
pensar mucho en absoluto. Seguí recibiendo fragmentos de
él de todos modos, como el hecho de que había dejado de
fumar recientemente, su deseo inconsciente de un
cigarrillo venía con fuerza y claridad. Algo de lo que recogí
me hizo sonreír, como las historias que inventó cuando
alguien le preguntó sobre su pasado. No creí que hubiera
dado una respuesta directa en su vida. ¿Una madre
cantante de ópera que llevaba su piano con ella a todas
partes?
 
Y, sin embargo conmigo, había sido tan honesto sin vacilar.
 
Finalmente Seb me soltó y abrí los ojos de nuevo. Todavía
estábamos sentados muy juntos, nuestras caras solamente
unos centímetros de distancia y vi que sus ojos tenían
manchas de oro puro en el verde. Me movi
apresuradamente hacia atrás, pasando rápidamente a mi
cojín a varias pulgadas de distancia.
 
Seb fingió no haber notado.
 
-Puedo decir lo preocupada que ha estado tu ángel- dijo,
inclinándose hacia atrás con una mano.
-No senti nada malo, sin embargo. Algo ha estado
molestandole, sí, pero no puedo ver que.
 
Pude sentir la perplejidad de mi ángel mientras
comprobaba de nuevo por si misma y encontró que lo que
Seb había dicho era cierto: No podía sentir lo que le había
estado molestando más era como si se hubiera esfumado. O
tal vez nunca había estado allí en primer lugar. Dudó por
un largo momento dentro de mí, con las alas agitandose
suavemente. Todavía podía sentir su confusión, a pesar de
que ahora se desvanecía al alivio. Tal vez se había
equivocado, pensó ella al final. Debido a que todo parecía
bien ahora realmente bien.
 
No estaba tan aliviada como yo. Oh, gracias a Dios, las
cosas podrían realmente volver a la normalidad para mí
ahora o por lo menos tan "normal" como un mitad ángel
jamás podría ser.
 
-Está bien- le dije a Seb. -Ella piensa que quizás todo está
bien en este momento. Gracias, muchas gracias.
 
Sus ojos eran cálidos.
 
-Yo no hice nada. Pero eso es bueno. Si ella es feliz, no hay
problema.
 
Crucé las piernas, tirando de ellas hasta mi pecho.
 
-Entonces, ¿me pregunto que fue la energía que sentí? Era
tan fuerte y simplemente salió de la nada. ¿No es algo que
te haya ocurrido alguna vez?
-No, nunca. Tal vez sólo fue... ah, no puedo pensar en la
palabra- Seb se tocó la frente y dijo algo en español,
parecía frustrado.
 
Sonreí levemente, observándolo.
 
-¿Quieres que vaya a buscar a Alex para traducir?
 
Ante la sugerencia de traer a mi novio aquí abajo, Seb me
dio una mirada de cómica incredulidad por debajo de su
mano como de ¿Estas de broma?
-No, no podemos apartar a Alex cuando está enseñando a
los demás- dijo con una voz tan grave que casi le creí por
un segundo.
-Sería muy egoísta de nuestra parte. Me sientiría tan
culpable.
-Oh. Bueno, no queremos que eso.
-No. La culpa, me mantendría despierto en la noche- Seb se
enderezó.
-La palabra que estoy tratando de pensar es como cuando
algo sucede sólo una vez, luego nunca más. Si sucede,
estás tan sorprendido. ¿Ya sabes? ¿Cuál es la palabra?
-¿Una casualidad?
-¡Sí!- Su sonrisa era como el sol estallando a través de las
nubes.
-Tal vez fue sólo un golpe de suerte. Sólo una cosa extraña
que sucedió. O bien, no sé, tal vez era una cosa chica mitad
ángel.
 
De alguna manera "una cosa de chica mitad ángel" me hizo
pensar en las migrañas de Alex y la otra preocupación de
estos últimos días. Mis manos se cerraron en mi regazo. Me
aclaré la garganta.
 
-Oye, ¿qué pasa con... qué hay de herir a otras personas?-
Pregunté. Las palabras no quieren salir. -Nosotros, quiero
decir.
 
Las cejas de Seb se juntaron.
 
-Creo que no entiendo.
-Causamos... Tomé una respiración profunda. -¿Causamos
quemaduras de ángel en las personas cuando las tocamos?
 
La sorpresa se extendió por su rostro.
 
-¿Quieres decir hacerles daño, como lo hacen los ángeles?
No, no lo creo. He tocado a mucha gente sostengo su mano,
dándoles lecturas y creo que lo habría visto.
-Lo sé, he dado un montón de lecturas también- dije.
-Pero lo que me ha estado preocupado es si podría ser
diferente para nosotros. Los ángeles sólo tienen que tocar
el aura de una persona durante unos segundos, pero tal vez
con nosotros es una cuestión de lo cerca que llegamos a
estar de alguien físicamente. Quiero decir... cerca como
cuando estás en una relación- mi cara era un incendio
forestal. Esperaba que entendiera a lo que me refería,
porque realmente no quería ser más explícita.
-Oh- Seb se frotó la parte trasera de su cuello. Sí, lo había
entendido.
-No, nunca me he dado cuenta de eso.
 
De repente supe que había tenido muchas más
oportunidades que yo de percatarse y sentí que mi rostro
brillaba aun más.
 
-Lo siento, no estoy tratando de fisgo...
 
Él dejó caer la mano.
 
-No estás fisgoneando- dijo, a pesar de que todavía se veía
un poco avergonzado.
-Te dire todo lo que quieras saber.
 
Traté de empujar mi propia vergüenza a un lado y pensar
por dónde empezar con todo esto. O siquiera como decirlo.
 
-Bueno ¿alguna vez notaste a cualquiera de tus novias
enfermar? ¿O ser dañadas, al igual que con los ángeles?
-No, nunca- dijo con firmeza.
-Nunca habría tocado a ninguna chica en mi vida si hubiera
pensado que estaba haciendole daño.
-¿Y han... sido muchas?
 
Hizo una mueca, pasando una mano por su pelo.
 
-No, no muchas, pero bueno, más de las que me gustaría
decirte- admitió. Podía sentir que deseaba que la respuesta
fuera diferente.
-No por mucho tiempo, sin embargo- agregó.
-¿Por qué no?- Las palabras salieron sin pensar. Seb era tan
guapo que era difícil imaginar que no podría tener a
cualquier chica que quisiera.
 
Vaciló mientras me miraba, de nuevo capté esa sensación
de algo que ha sido enterrado profundamente.
-No lo sé- dijo finalmente.
-Estar siempre con la chica equivocada... supongo que me
hizo sentir más solitario que estar solo, después de un
tiempo.
 
Una punzada me atravesó. Alex era el único chico con el
que me había involucrado, pero todavía parecía que Seb y
yo teníamos algo en común. Había estado sola durante
tanto tiempo en mi vida también.
 
-Entiendo- dije en voz baja.
-En serio lo hago.
 
Su sonrisa era triste.
 
-Desearía haberlo averiguado antes- fue todo lo que dijo.
 
Estaba consciente de la conversación personal que esto
era, cuando apenas nos habíamos conocido el día anterior
pero de alguna manera no se sentía raro. Y si Seb había
tenido mucha experiencia con las chicas y nunca había
notado algo parecido al respecto...
 
Seb seguía estudiandome.
 
-Esto es sobre tú y Alex, ¿verdad?- Dijo.
-Estás preocupada por él, puedo sentirlo.
-Tuvo una migraña hace una semana o así- confesé.
-Y ha estado teniendo un montón de dolores de cabeza. He
estado tan asustada de que fuera por mi culpa, de que
hubiera estado dañándolo sólo por estar con él.
 
Seb había cerrado los ojos, sacudiendo la cabeza. Él medio
se echo reír.
-Ah, caramba. He dado la respuesta equivocada, ¿no?
¿Puedo cambiarla? Sí, nosotros causamos un daño terrible
a los seres humanos. Debes romper con Alex ahora mismo,
para que no le hagas daño. ¿Quieres que suba contigo y te
ayude a le decirle? Como tu hermano, estaría muy feliz de
hacer esto.
-¡Seb!- Casi me reí, aunque todavía no estaba totalmente
convencida de que yo no tenía nada de qué preocuparme.
-Entonces... ¿estás realmente seguro?- Pregunté.
-¿Nunca has notado a ninguna de tus amigas conseguir
migrañas o dolores de cabeza, o algo por el estilo?
 
La expresión de Seb se volvió suave.
 
-Sí estoy seguro. Willow, somos mitad humanos ¿por qué
nuestra energía les haría daño?- tocó mi mano de nuevo,
brevemente, sus dedos reconfortantes en los míos.
-Por favor, no te preocupes más, querida. Está bien, estoy
seguro de ello.
 
Alivio. Grandísimo, alivio total.
 
-Oh, gracias a Dios- susurre.
-He estado tan asustada estos últimos días de que hubiera
estado lastimandolo y odiándome por no decir nada. Me he
sentido como una persona tan horrible.
-¿Tú?- Seb sonrió de repente.
-No, no podrías ser horrible si lo intentaras. Eres
demasiado dulce para eso.
-¿Dulce?- hice una mueca, riendo a pesar mí misma.
-No lo soy.
-Oh, sí. Lo he visto en ti desde el principio. Te gusta ayudar
a la gente, te preocupas mucho por ellos. Eres muy... Seb
se detuvo, mirándome por un largo momento.
-Especial- que terminó finalmente.
 
Me estremecí ante la expresión de sus ojos.
 
-Seb...
-Estoy diciendo esto sólo como un hermano- añadió con
firmeza.
-Los hermanos están autorizados a decir estas cosas a
veces.
 
No pude evitar una sonrisa, a pesar de que estaba negando
con la cabeza hacia él. No estaba dañando a Alex,
realmente no lo estaba. Se sentía como un millón de
amaneceres dentro de mí.
 
-Entonces, no terminaste de decirme lo que sucedió con tu
ángel- dije después de una pausa.
-¿No dejo de presionar hasta que lo escuchaste?
 
Antes de que Seb pudiera responder, oí la puerta del sótano
abrirse.
 
-Hey- llamo la voz de Alex por las escaleras.
-Estamos a punto de salir.
 
Me levante del cojin y subí las escaleras hacia él. Había
estado revisando su arma y la estaba metiendo de nuevo en
su funda.
-¿Otra cacería?- Pregunté, mirando con aprensión.
 
Alex asintió. Estaba usando su camiseta blanca con la
camisa a cuadros roja colgando abierta sobre ella y
simplemente se veía tan... magnífico.
-Sí, pensé en sacarlos de nuevo, tal vez a un parque
diferente esta vez, así los ángeles no podrán empezar a
predecir lo que estamos haciendo.
 
Apoye la espalda contra la pared, medio consciente de Seb
sentado justo debajo.
 
-Ten cuidado- dije en voz baja.
-Por favor.
 
Él sonrió y me tocó la cara.
-Estaré bien, no te preocupes. He estado haciendo esto
durante años. Sólo tienen que conseguir un poco más de
práctica, eso es todo- Una nube cruzó sus rasgos y yo sabía
que estaba pensando en el Consejo, esperando que Kara
pudiera averiguar lo que estaba pasando de lo contrario ni
siquiera importaría cuánto práctica consiguieron los AK.
-De todos modos, ¿cómo te va?- Preguntó, asintiendo con la
cabeza por las escaleras.
-Muy bien- dije.
-Quiero decir, no hemos comenzado el trabajo aura aún,
pero... Alex, me está ayudando mucho- me detuve, al darme
cuenta de que no podía decir mucho sin entrar en una larga
explicación, no le había dicho a Alex lo preocupada que
estaba en primer lugar.
-Bueno- dijo Alex.
-Estoy contento- Y sabía que realmente lo estaba, aunque
estaba claro que Seb aún no era su persona favorita. Él
sonrió y se apartó un mechón de pelo hacia atrás.
-Tengo que asegurarme de que el chico se gana el sustento,
por lo menos.
 
Ganar su sustento. ¿Estaba siquiera ganando el mío? Traté
de devolverle la sonrisa, pero de repente no fue fácil.
 
-¿Qué?- Dijo Alex.
-Nada. Es sólo... aquí estoy, pasando el rato en la casa con
Seb, mientras que tú y los demás van a otra cacería, tal vez
arriesgando sus vidas.
-Basta- dijo con firmeza. Tomó mi mano, la agarró de un
modo tranquilizador.
-Lo que estás haciendo aquí es tan importante, Willow, en
serio- Vaciló, mirando hacía nuestros dedos entrelazados.
-Y... en cierto modo quería hablarte al respecto. Ahora que
el Consejo esta aquí en la ciudad, creo que tal vez es mejor
si...
-Lo sé- irrumpí.
-No te preocupes, ya lo había decidido. No voy a ir a
ninguna cacería hasta que aprenda cómo cambiar mi aura-
aunque la idea de estar en casa, mientras los demás se
ponían en peligro gracias a mí, no podía justificar la
amenaza que mi energía mitad ángel planteaba, no cuando
sabía que era posible cambiarlo.
 
Alex asintió, luciendo en conflicto. Podía sentir su alivio de
que no saldría con ellos por el momento pero al mismo
tiempo le molestaba que el equipo realmente no me había
aceptado todavía y ambos sabíamos que esto no ayudaría.
En ese momento oímos el sonido de los demás,
congregándose en la cocina.
 
-Mejor me voy- dijo. Inclinándose hacia adelante, me dio un
beso y le eche los brazos alrededor del cuello, saboreando
el calor de sus labios sobre los míos. Se sentía como si
hubieran sido años, no días, desde que había sido capaz de
darle un beso sin tener que preocuparme, tuve una
explosión de placer tranquilizador que casi estaba aturdida.
Ahora que sabía que todo estaba bien, todo lo que quería
era estar a solas con Alex realmente sola, por el mayor
tiempo posible.
-Hasta luego- dijo cuando nos separamos. La mirada en sus
ojos azul-gris me derritió. Me besó en la nariz.
-Te amo.
-También te amo- Me puse de pie contra la pared, mirando
mientras caminaba de regreso por el campo de tiro y
desaparecia en la cocina. El sonido de las voces, la
apertura y cierre de puertas. Mi felicidad se desvaneció y
suspiré, con la esperanza de que iban a estar bien. Se
sentía tan extraño, Alex yendo a algún lugar sin mí casi era
la única vez que había sucedido desde que nos habíamos
conocido.
 
Estará bien, me dije. Si alguien sabe lo que está haciendo,
es Alex.
 
Detrás de mí, oí a Seb levantarse y moverse al fondo de la
escalera.
 
-¿Han salido?
-Sí, han salido de cacería. Corrí por las escaleras, pasando
junto a Seb mientras estaba allí y empecé a recoger los
cojines del piso.
-Así que supongo que podemos subir a la sala de televisión,
donde es más cómodo.
 
Seb me quitó los cojines, metiendolos fácilmente bajo su
brazo.
 
-Sí, eso suena mejor.
 
Arriba, pusimos los cojines en el sofá y luego fuimos a la
cocina para conseguir algunas coca-colas. Siempre había
un montón de esas cosas en la casa la mitad de los
suministros en las cajas de arriba eran cosas como
alimentos y bebidas en lata, la otra mitad era munición y
equipo de combate. Era como si Juan se hubiera estado
preparando para un asedio.
 
Entregué a Seb una Coca-Cola y después mantuve la puerta
del frigorífico abierta un segundo, mirando dentro.
 
-¿Quieres algo de comer?
 
Él hizo una mueca cuando abrió la Coca-Cola.
 
-La comida aquí es muy... americana- dijo.
 
Lo miré sobre la puerta del refrigerador.
 
-¿Qué? ¿Cómo qué?
 
Seb se encogió de hombros.
 
-Cheetos, Doritos, cosas por el estilo- dijo, apoyadose
contra el mostrador. Vi los músculos de su pecho
flexionándose debajo de su camiseta y rápidamente miré de
nuevo en la nevera de nuevo. ¿Qué esta mal contigo? Exigí
a mi misma, irritada. Estás enamorada de Alex ¿por qué
siquiera estas notando a Seb?
-Los Doritos son una especie de comida mexicana, ¿no?- Mi
voz sonaba afortunadamente normal.
 
Seb se rió y cogió una bolsa del mostrador.
 
-Willow son de color naranja- dijo, levantandolos
-Y los Cheetos también son naranja. Los dos son de un
brillante, brillante color naranja- Se estremeció. En
realidad, tenía un punto.
 
Me reí también y sentí que mi tensión disminuía.
 
-De acuerdo, admito que los Doritos de queso
probablemente no son muy mexicanos- dije, todavía
escaneando de la nevera. No había mucho allí los chicos
comían como caballos, por lo que no teníamos las sobras
muy a menudo.
-Me refiero a que simplemente te los comas con salsa.
-Quizás un poco- concedió Seb, arrojando la bolsa de nuevo
al mostrador.
 
Cerré la puerta de la nevera y cogí una bolsa de galletas de
chocolate del mostrador detrás de él.
-Aquí a todos les gustan las galletas de chocolate- dije,
entregándoselas.
-Incluyendo a los mexicanos. Y no hay naranja en ellas.
 
Sonrió.
 
-¿Lo prometes?
-Sí, lo prometo.
 
En la sala de televisión, me senté en el sofá. Una parte de
mí esperaba que Seb tomara el sillón, pero se sentó a mi
lado. No justo a mi lado, pero era muy consciente de él allí,
a unos pocos metros de distancia. Tratando de ignorarlo,
me quité los zapatos y me acomode en la esquina del sofá.
 
Seb se inclinó para quitarse sus zapatillas de deporte
también y vi otra cicatriz en su antebrazo: una delgada
barra blanca esta vez, como de una cuchillada, contra su
piel bronceada. El tiempo pareció detenerse mientras lo
miraba, pensando en todo lo que me había dicho Seb,
odiando todo lo que le había pasado.
 
-Desearía habernos conocido cuando éramos niños- espeté.
Inmediatamente, estaba avergonzada de haberlo dicho,
pero era verdad. Quería retroceder en el tiempo de alguna
manera y simplemente... estar allí para él, para que supiera
que no era el único de su especie.
 
Unos rizos castaños sueltos caían sobre la frente de Seb
mientras me miraba. No parecía sorprendido, sólo un poco
melancólico.
 
-Sí, también me gustaría- dijo en voz baja.
-Toda mi vida, lo he deseado- puso una sonrisa arrepentida.
-Pero creo que habría sido mejor si hubiera estado contigo
como un chico en tu hogar en las montañas. No para que
estuvieras donde yo estaba.
 
Y por un segundo, todo lo que quería era abrazarlo. Aparté
la vista y crucé los brazos sobre el pecho, haciendo caso
omiso de la voz traicionera que estaba susurrando que los
amigos se pueden abrazar.
-Entonces, me estabas hablando de lo que sucedió con tu
ángel- dije, con la esperanza de que Seb no se diera cuenta
de nada de esto. Dios, así debía ser para Alex, tenerr una
novia psíquica.
 
Si Seb sintió mi confusión, no lo demostró.
 
-Sí. Mi ángel me salvó, creo- Se acomodó en la esquina
opuesta del sofá, estirando las piernas y cruzándolas por
los tobillos. El sofá era lo suficiente largo para que sus
grandes pies de chico en sus limpios calcetines blancos no
me tocaran.
 
Me senté con las piernas cruzadas cuando lo encare.
 
-¿Él te salvó?
 
Seb asintió. Apoyando un codo en el brazo del sofá, tomó
un sorbo de su Coca-Cola y luego se estiro para ponerla en
la mesa de café.
-Estaba en una mala pelea y creo que debí haber tenido...
Él frunció el ceño y tocó su cabeza.
-¿Contusión? ¿Cómo se dice?
-¿Conmoción cerebral?
-Sí- Se encogió de hombros.
-Era un idiota, peleaba con cualquiera. Así que luche con
alguien el doble de mí tamaño y él me derribó y me dio una
patada en la cabeza. Una vez, dos veces, no sé cuántas
veces. Cuando desperté, estaba sangrado, no sabía donde
estaba. Me quedé allí mucho tiempo y pensé iba va a morir.
Realmente no me importaba, pero estaba furioso de que un
humano me hubiera hecho esto.
 
La casa se sentía tan tranquila a nuestro alrededor. Podía
verlo todo con claridad el jóven mitad ángel enojado que
había estado tan herido, en todos los sentidos. La expresión
de Seb era reflexiva, su cuerpo se relajó. Me di cuenta de
que tenía conocimiento de su antiguo yo de trece años,
pero ya no tenia ninguna conexión real con él.
 
-Entonces mi ángel vino a mí- continuó.
-No estaba contento, porque había estado actuando tan
estúpidamente que casi había conseguido matarme. Él me
ayudó a levantarme...
-¿Espera? ¿Él te ayudó a levantarte?- lo miré.
-¿Pueden hacer eso? ¿Me refiero, a tocarte, para que los
sientas?
-Sólo sucedió una vez- dijo Seb.
-No lo sé, creo que él- Se interrumpió, con el ceño fruncido
y por último suspiro con frustración.
-No. No puedo decir lo que quiero decir en inglés.
-Espera, creo que lo sé- dije lentamente, recordando cómo
los ángeles de la Segunda Ola habían querido ser vistos por
las masas cuando llegaron por primera vez, a pesar de que
los ángeles generalmente no podian ser vistos a excepción
de aquellos de los que se estén alimentando.
-¿Quieres decir que... cambió su frecuencia, de alguna
manera? Desaceleradose a sí mismo de modo que él estaba
más cerca del plano humano y pudiera tocarte.
 
Seb palmeó ligeramente el brazo del sofá.
 
-¡Sí! Eso es exactamente lo que estaba pensando. Me lees
la mente.
-Sí, supongo que los dos somos buenos en eso- dije,
jugando con la extracción de anillo de mi Coca-Cola.
Mientras nos sonreíamos el uno al otro, el calor se enrollo a
través de mí.
-Por lo tanto, mi ángel me ayudó a levantarme y... Seb hizo
una pausa mientras recordaba.
-Me mostró lo que podría suceder si no cambiaba. Como,
imágenes en mi cabeza, ¿sabes? Me mostró que moriría,
que alguien me acuchillaria en una pelea, o quizás
dispararían mientras les robaba. Pero lo que realmente me
mataría sería la ira. Me estaba comiendo por dentro.
-¿Quieres decir que viste tu propio futuro? ¡Nunca he sido
capaz de hacer eso!
-No, no puedo, tampoco. Esto fue sólo una advertencia- Seb
quedó en silencio, con los ojos todavía en ese otro tiempo.
Tomó otro sorbo de su Coca-Cola, poniéndola de nuevo
sobre la mesa.
-Así que miré esas imágenes de cómo podría morir y
entonces lo supe, lo único que quería era encontrar otro de
mi especie. Es todo lo que siempre he querido, mi vida
entera. Cuando era un niño en las calles siempre estaba
buscando pero después de que me escapé del reformatorio
odiaba tanto al mundo que se me olvidó. Entonces pensé, al
diablo con los seres humanos, no me importan lo suficiente
incluso para estar enojado con ellos nunca más, voy a
encontrar a alguien como yo, no importa qué.
 
Abracé un cojín tiro desvanecido, imaginando todo. Yo
sabía lo que vendría después de lo que había visto en él
ayer los años de búsqueda, arriba y abajo del país.
 
-Me alegro de que me hayas encontrado- dije después de
una pausa.
-Seb, estoy tan contenta. También he estado sola.
-Lo sé- dijo en voz baja, estudiando mi cara como si
estuviera memorizando cada detalle.
-Siento como si... te conociera desde siempre. Durante todo
el tiempo que busque, siempre supe lo mucho que nos
necesitabamos el uno al otro.
 
Tenía tanta razón que las lágrimas acudieron a mis ojos. No
pude evitarlo y me sente, aclarando mi garganta.
-Seb, puedo yo... Quiero decir, no tomes esto a mal ni nada,
pero...
 
La comprensión apareció en su cara, se incorporó también,
balanceando las piernas hacia adelante.
 
-Ven- dijo en voz baja.
-Un hermano puede abrazar a su hermana, ¿verdad?-Él
extendió el brazo hacía mí.
 
Me limpie los ojos.
 
-Sí, puede. Y realmente me encantaría.
 
Me moví hacia él en el sofá y nos abrazamos con fuerza
durante un minuto. Se sentía tan bien sólo sostenernos el
uno al otro como algo que había estado perdiéndome toda
la vida. Los brazos de Seb alrededor de mi eran fuertes,
olía a jabón y una especie de aroma a madera limpia. Cerré
los ojos y me apreté contra él, sintiendo los latidos de su
corazón contra las mio, el temblor suave de nuestras auras,
mientras se mezclaban. Seb dejó escapar un suspiro y dejó
caer su cabeza en mi hombro.
-Willow... No puedo decir lo que siento, por encontrarte
después de tanto tiempo- susurró.
-Yo había dejado de buscar. Me dije a mí mismo: nunca
encontrarás a esta chica, ella no existe.
 
Me aparté.
-¿Esta chica? Pero...
 
Vaciló, note de nuevo las motas de oro en sus ojos color
avellana.
 
-Siempre supe que eras tú a quien buscaba- dijo finalmente.
-Siempre te sentí con tanta fuerza sólo había otro mitad-
ángel: una chica de mi edad. Entonces vi tu foto y tu sueño
y sabía que tenía razón.
 
Mi sueño. Sintiendo nervios, miré hacia el sofá, nuestras
piernas casi tocándose una con otra. Ni siquiera sabía
cómo explicar mi sueño ante mí misma y mucho menos a
Seb. ¿Había estado tratando de llegar a él de alguna
manera, sin darme cuenta de lo estaba haciendo? No lo
sabía, lo único de lo que estaba segura era que de alguna
manera estabamos destinados a estar en la vida del otro.
-¿Por qué no le dijiste a Alex de mi sueño?- pregunte de
repente.
 
Seb pareció sorprendido por la pregunta.
 
-Se sentía demasiado privado. Como algo que es sólo para
nosotros.
 
Por desgracia, tenía razón. Dejé escapar un suspiro
tembloroso. Si la sensación de Seb había sido correcta
también y realmente era yo la que había estado buscandolo
todo este tiempo... entonces, ¿qué significaba eso cuando
estaba enamorada de alguien más?
 
-Pero tiene que haber otros mitad ángeles- dije después de
una pausa.
-En realidad no podemos ser los únicos dos existentes,
¿verdad?
-Nunca he visto a otro- dijo Seb con un encogimiento de
hombros.
-Nunca.
 
Por un segundo fugaz me pregunte si Raziel había estado
alguna vez en México, pero sabía que no importaba si había
estado. Porque estaba segura de que Seb no era mi medio
hermano, ni siquiera estaba relacionado conmigo de
ninguna manera, no había la sensación familiar en
absoluto, como solía notar con mamá y tía Jo. No, Seb y yo
éramos justo lo que parecíamos un chico y una chica mitad
ángel que no tenían ninguna relación entre sí, más allá de
cualquier fuerza que de alguna manera nos había unido.
 
Podría decir que Seb también lo sabía.
 
Ninguno de los dos habló. Me quedé mirando a Seb,
tomando sus pómulos altos, la hermosa forma de su boca y
pensé, Dios mío ¿y si realmente somos los únicos dos semi
ángeles en todo el mundo? Mi sueño voló a mí otra vez, la
forma en que me había tendido la mano, llamándome
querida y cómo todo lo que quería era estar con él, cómo la
sola la idea de estar lejos de él me tenía llena de
desesperación. Y Seb sabía que había soñado esto.
 
Sus ojos estaban muy firmes en la míos. Recordando lo que
pensé que había sentido de él, el día anterior, mis mejillas
se incendiaron. Mi sueño no podía significar lo que parecía,
eso era todo lo que había que hacer así que si Seb pensaba
que él y yo estábamos destinados a ser almas gemelas o
algo así, estaba equivocado. Sin importar qué tipo de
conexión teníamos nosotros dos, todavía era Alex de quien
estaba enamorada, era Alex con quien quería pasar el resto
de mi vida.
 
Me movi lejos de Seb y agarre la bolsa de galletas de la
mesa, ocupándome de abrirla. El plástico hizo un ruido
crepitante reconfortante que llenó el silencio.
-Sabes, mi sueño no era... no creo que signifique nada-
espeté.
-O lo hizo, pero sólo que tú y yo somos realmente muy
buenos amigos. Porque eso es todo lo que puede significar.
-Willow, está bien- dijo en voz baja Seb.
 
Vergüenza no era la palabra, casi no podía ni mirarlo a los
ojos. Me aclaré la garganta.
 
-Escucha... tal vez deberíamos empezar a hacer el trabajo
del aura. Todo lo que hemos hecho hasta ahora es hablar.
 

Seb captó la indirecta de que en realidad quería cambiar de


tema como ayer. Él asintió.
 
-Sí, tienes razón- dijo.
-Pero primero creo que debería probar uno de estos, ver si
hay naranja en ellos- estirándose, tomó la bolsa y se sirvió
unas galletas.
 
Mordió una. Hubo una pausa.
 
-¿Y bien?- Dije finalmente.
-Tal vez todo está bien- dijo con un encogimiento de
hombros súper casual.
-Voy a tener que intentarlo de nuevo para asegurarme- Él
tomó otro bocado, masticando lentamente.
-Hmm. No, es difícil de decir.
 
Mi vergüenza se desvaneció un poco.
 
-Sí, grandísimo farsante- le dije.
-Simplemente no admitiras que te gustan.
 
Él levantó una ceja.
 
-Hay que tener cuidado, ya sabes- dijo suavemente. Me
lanzo una mirada de advertencia mientras lamía una miga
de su dedo.
-Vi de tu mano que eres muy delicado.
-Oh, ahora eso es completamente injusto. No he tenido
ninguna de tus debilidades.
 
Seb miró con aire satisfecho.
 
-Tal vez se dará cuenta algún día- Y cuando él metió el
resto de la galleta en su boca, mi tensión se disolvió en su
mirada burlona. Era lo que había estado tratando de hacer,
me di cuenta, hacerme ver que todo estaba bien, que no iba
a presionarme, nunca. No importa qué más podría esperar,
Seb era mi amigo. Él me lo había dicho antes y lo decía en
serio.
-Gracias- le dije, antes de que pudiera detenerme.
 
No preguntó por qué, aunque yo sabía que él sabía, sólo
chasqueó la lengua y sacudió la cabeza.
 
-No creo que me lo agradezcas cuando veas que soy un
profesor de mano dura.
-¿Tú?- Le dije con una sonrisa.
-Oh sí. Muy estricto- Seb se incorporó, frotando sus manos.
-Está bien, vamos a empezar.
 
Esa noche me quedé en la cama en la oscuridad,
escuchando los sonidos suaves de sueño a mí alrededor.
Incluso con la preocupación por el Consejo, me sentí más
feliz de lo que había estado en mucho tiempo. Podía confiar
en mi ángel de nuevo, sólo era yo dentro de mí después de
todo. Y aún mejor, más temprano esa noche Alex y yo
habíamos escapado a su habitación durante media hora y el
mundo habían caído en la nada. Dejé escapar un suspiro
tembloroso, abrazandome bajo las sabanas y deseé estar
con él en este momento, podría dormir envuelta en sus
brazos toda la noche. Pero mientras tanto, justo después de
haber estado cerca de él durante un rato, sin la ansiedad
desgarradora que había estado carcomiéndome por
dentro... bueno, no era suficiente, pero todavía era
bastante sorprendente.
 
Rodando sobre mi costado, mi mirada cayó en la pequeña
foto enmarcada de cuando era una niña, mirando hacia
arriba a través de las ligeras hojas del sauce. Toque el
marco suavemente. Después de que había tenido un par de
horas infructuosas de trabajar con mi aura por la tarde,
Seb finalmente se había levantado del sofá y se estiró.
-Vamos, necesitas tomar un descanso- dijo.
-¿Vamos a dónde?- pregunté, poniéndome de pie. Fue un
alivio parar un rato en realidad no había esperado que
fuera tan difícil.
-Hay algo que tengo que darte.
 
Le miré con sorpresa y entonces comprendí.
 
-¿Es lo que estoy pensando?- Pregunté mientras salimos de
la habitación.
 
Su rostro era un cuadro de inocente desconcierto.
-¿Cómo podría saber lo que estás pensando? ¿Crees que
soy psíquico o algo así?
-Sí, muy gracioso.
 
El dormitorio de Seb estaba lleno de cajas, su cama
plegable, literalmente, ocupaba el único espacio vacío, por
lo que cuando llegamos allí tuvo que arrastrarse sobre ella
para agarrar la mochila de donde la había guardado en el
suelo. Mire desde la puerta, disfrutando de las líneas
fuertes de su espalda y los hombros a pesar de mí misma.
 
Hubo un sonido irregular cuando Seb abrió la cremallera
de la mochila y luego se puso de pie y me dio mi camisa y la
fotografía. Sus dedos parecían un poco reacios a soltarlos,
pero sonrió.
 
-Aquí, éstas son tuyas. Y he mentido, me di cuenta de lo
que estabas pensando- agregó.
-Tenías razón.
 
Mis ojos fueron directamente a la foto de mí misma y el
sauce. Había estado tan segura de que no la volvería a ver
de nuevo.
-Gracias- dije en voz baja. Entonces solté una risita,
agarrando su marco.
 
-Sabes, es tan gracioso esta foto sigue siendo robada y
luego de alguna manera encuentra su camino de regreso a
mí.
 
Seb no dijo nada, pero podía sentir su emoción la foto había
sido la forma en que había sabido que no era el único de su
especie después de todo. Mirando hacia abajo a mi yo de
siete años, estaba muy contenta de que el destino, o lo que
sea, lo hubiera llevado a ese mercado en Chihuahua ese
día.
 
-Gracias- dije de nuevo y la metí en el bolsillo de mis
pantalones vaqueros. Entonces miré la camiseta en mi
mano y pensé en algo.
-Espera, pagaste por estas cosas, ¿verdad? Así que necesito
darte un reembolso.
 
La expresión de Seb volvió gravemente serio.
 
-Bueno, eran muy caros, ya sabes- dijo, acariciándose la
barbilla.
-Pero estoy seguro de que podemos arreglar algo. ¿Cómo lo
llaman un plan de pago? Tal vez si hacemos un acuerdo de
cuánto me vas a pagar cada mes pero no, es necesario
pensar en los intereses, también...
 
Se interrumpió con una sonrisa cuando me empecé a reír.
 
-Está bien, está bien- dije.
-¿Por qué no digo simplemente "muchas gracias"?
-Has dicho eso- dijo, sus ojos cálidos.
-Y son muy bien recibidas.
 
 
 
 
Capítulo 15
 
Raziel
 
SILVER TRAIL, Colorado, era un pequeño pueblo minero
alto en las Montañas Rocallosas. El lugar había tenido
apogeo una vez, con varios burdeles y salones, ahora, con
su plata agotada, albergaba principalmente a artistas y
personas que querían alejarse de todo. También hubo, cree
Raziel, varias granjas de llamas, aunque por suerte no se
había encontrado ninguna. El campo que estaba
examinando actualmente parecía haber tenido vacas en
algún momento, sin embargo. Se acercó cuidadosamente
mientras caminaban, subrepticiamente comprobando las
suelas de sus zapatos a veces.
 
-Mira, podríamos tener la escuela aquí y tal vez una
biblioteca o algo cercano- dijo el hombre, haciendo gestos a
su alrededor. Se llamaba Fred Fletcher y su cara redonda
se ruborizó con sinceridad.
 
Raziel casi había cancelado esta reunión, pero decidió que
podría quitarse de la cabeza las noticias sobre el Consejo
que había obtenido de los pensamientos de Willow dos días
antes, sin una sola palabra de Charmeine por su parte. Por
no hablar de que había otro mitad ángel en el mundo,
apenas si había empezado a darle vueltas a las
implicaciones de eso. La energía del muchacho
experimentada por Willow no había tocado ninguna
campana en particular para él, aunque le encantaría saber
quién era el padre ya que podría ser una pequeña pieza útil
de material de chantaje si alguna vez lo descubría.
 
Raziel sacó su teléfono de nuevo mientras Fred continuó
hablando. Nada de Charmeine. Obviamente, esto era lo que
ella había tratado de decirle, que el Consejo estaba en la
Ciudad de México semanas antes de lo previsto, en un
lugar totalmente diferente de lo planeado. Podía sentir que
estaba viva al menos, por lo que presumiblemente su
alianza no había sido descubierta. Pero ¿qué estaba
pasando?
-Así que esa fue mi idea, señor Raziel, señor- Fred resumió
finalmente.
-Porque usted vea, tan maravilloso como es para las
personas comprometerse a la Iglesia y vivir allí, no todo el
mundo puede hacer eso, muchos de nosotros somos tan
devotos, pero tenemos familias, ves.
-Sí, por supuesto- dijo Raziel ausente. Él entrelazó sus
manos detrás de la espalda, escudriñando los helados
campos que brillaban a la luz del sol de la tarde, las
Rocallosas de un púrpura oscuro se alzaban detrás de ellos.
Se obligó a concentrarse, vio que Jenny tenía razón. No era
una mala idea en absoluto. Campamento Angel: una
comunidad donde las familias enteras podrían vivir en
honor a los ángeles, con escuelas, una iglesia, una
biblioteca dedicada a las obras angelicales todo. -
Podríamos tenerlas en todo el país- dijo, pensando en voz
alta.
 
La cara de Fred se iluminó.
 
-¿De Verdad? ¿Le gusta mucho mi idea, señor?
-Tiene un potencial definido- concedió Raziel. Desde la
espectacular toma de televisión de la Segunda Ola, la
demanda de todas las cosas de ángel estaba explotando.
Una comunidad cerrada donde las familias podrían
comprar casas e inscribir a sus hijos en las escuelas
dedicadas a los ángeles despegaría como la pólvora.
 
Y como había pensado antes, la idea permitiría otra
posibilidad, una que a la que había estado dándole vueltas
desde hacía algún tiempo algo que, si el Consejo sabía,
estaba seguro de que cimentaría cualquier plan que ahora
pudieran tener en su lugar para él. No iba exactamente con
su visión de los ángeles no entregándose a sus impulsos
más bajos.
 
-Sí, me gustaría seguir por delante- decidió.
-Me pondré en contacto pronto para hablar de las obras de
construcción- A pesar de que todo había sido moldeado en
la incertidumbre, Raziel aún tenía la esperanza de que
pronto no habría un Consejo de qué preocuparse. Mientras
tanto, con el mismo espíritu de desafío imprudente que le
había hecho decir demasiado en la televisión, se negó a
poner sus diversos planes en espera.
 
Fred parecía casi incoherente con gratitud y emoción,
balbuceó sus gracias sin parar mientras se abrían camino
de vuelta a través de los campos.
-No pienses en eso- dijo Raziel, estrechando su mano
cuando llegaron a su BMW negro.
-Tienes la gratitud de los ángeles.
 
Una de las gracias de los ángeles de todos modos. Con
gravedad, Raziel comprobó su teléfono otra vez cuando
entro en su coche.
 
Para distraerse en el viaje de regreso a Denver, se encontró
estudiando la relación psíquica con Willow una vez más.
Cuando ella y Seb, el muchacho mitad ángel, habían ido en
busca de la chispa de energía de Raziel incluso si no
hubieran sabido que es lo que estaban buscando, él lo
había disimulado aún más, poniendo tantos escudos y
disfraces en el lugar que incluso un ángel puro habría
tenido problemas para encontrarlo. Ahora mismo el ángel
de Willow parecía desconcertado por sus antiguos temores
y Raziel era libre para vagar por la mente de la chica sin
causar incluso el menor temor. La propia chispa de energía
dentro de él de Willow permaneció insospechada por ella,
lo cual era una suerte: si alguna vez tropezaba con los
riesgos para la humanidad que destruir al Consejo ahora
planteaba, los asesinos de ángeles nunca irían adelante con
el ataque.
 
Willow estaba actualmente hablando con Seb, tratando de
aprender a disfrazar los colores de su aura. Había sido
noticia para Raziel que esto era posible. El chico parecía
inusualmente dotado de auras aunque quién sabía lo
"usual" que podría ser cuando se trataba de mitad ángeles.
 
Siguiendo su camino por las carreteras de montaña, una
considerable casi sonrisa apareció en el rostro de Raziel al
escuchar los pensamientos y sentimientos de Willow. En un
primer momento se había dicho que sólo estaba indagando
para averiguar lo que estaba pasando con los asesinos de
ángeles, pero ahora tenía que admitir que los procesos
mentales de su hija se habían vuelto extrañamente
adictivos para él como uno de esos reality shows que los
seres humanos amaban tanto. Nunca hubiera adivinado que
su progenie podría ser tan agradable. La idea era tan
extraña como tener una hija en absoluto. Raziel había
pasado días en busca de algún tipo de ventaja para Willow,
desde el ángulo del que operaba. No había ninguno, a
menos que fuera su amor por Kylar, o su deseo de ayudar a
otros.
 
Sin embargo, ella no era un felpudo la chica tenía una
resistencia férrea que Raziel estaba seguro venia de él.
Miranda había sido hermosa, pero un trapo blandengue de
mujer. En resumen, Willow era un digno adversario, que le
satisfacía irracionalmente. Si tenía que tener algo tan
básico como una hija, al menos quería que tuviera algo de
ingenio antes de que él la matara.
 
Aun así, Raziel estaba profundamente agradecido y nadie
sospechaba que él era el padre. Su mente regresó al día en
que había despertado por primera vez y su reunión con el
Consejo en la sala de conferencias de la catedral: rostros
inexpresivos que nunca parecían sonreír o fruncir el ceño.
Habían traído a la mitad ángel por supuesto, había sido
casi lo primero que lanzaron sobre él.
-Nosotros Doce hemos intentado encontrarla psíquicamente
pero no podemos, su energía se retira de la nuestra- Los
ojos grises de Isda habían estado tan impasibles como
cuando ella había pedido que trajeran a los traidores.
-¿Cómo fue capaz de entrar en la catedral y luego escapar
de nuevo, Raziel? ¿Exactamente qué tipo de seguridad
tienes aquí?
 
Raziel había apretado los dientes, pero mantuvo su tono
suave cuando explicó acerca de su traicionero ayudante
humano. Podía sentir la mente de los Doce estirandose uno
hacia el otro, corrientes de pensamiento que él no podía
atrapar arremolinearon alrededor de la habitación.
 
Eso no es suficientemente, dijo alguien. Las palabras no
fueron pronunciadas en voz alta, la reunión aparentemente
se había desplazado al nivel psíquico, que siempre era una
mala señal. Si Raziel no hubiera tenido ya sus defensas
psíquicas en su lugar, las habrían derribado de golpe en ese
momento, como el portalon de un castillo.
 
La voz se convirtió en varias voces, comunicandose con él a
la vez. Este tipo de trabajo descuidado no es aceptable,
Raziel. La chica debería haber sido destruida hace
semanas. ¿Quién es el padre? ¿Cómo pudo esto incluso
pasar?
 
Raziel había logrado mantener la superficie de sus
pensamientos preocupados, queriendo ayudar. Muy por
debajo, su mente se alejaba. No tengo ni idea, respondió.
La existencia de la chica, obviamente, es un golpe de
suerte, créeme, estoy tan preocupado como tú.
 
Estamos aliviados al oír que compartes nuestras
preocupaciones, dijo la voz de Isda. La misma Isda que
estaba apoyada en silencio en su asiento, sin dar nada.
Otras voces mentales intervinieron mientras continuaba:
Debido a que, como saben, nunca hemos aprobado las
relaciones de ángeles y humanos. Es inaceptable que los
ángeles se comporten de esta manera.
 
Sí, soy consciente de que usted cree eso dijo Raziel
suavemente. Pero como los recién llegados a este mundo,
usted tiene que entender que es una cosa muy arraigada
por ahora, tradicional, si lo desea.
 
Hubo un enfriamiento adicional de la atmósfera de la
habitación. Has pasado demasiado tiempo aquí, si piensas
que lo hace de alguna manera aceptable, reprendierón
muchas voces en su cabeza. Somos ángeles, no retozamos
con los cerdos en la tierra. Podía sentir a algunos de ellos
empezaban a agitarse alrededor, en busca de algo
interesante y puso algunas defensas adicionales,
retirándose profundamente en los recovecos de su mente.
 
La moderación es la clave, Raziel, continuó el coro mental.
Todas las caras de la habitación eran de piedra, le
recordaron incomodamente a las decenas de ángeles
explotando en el aire. Será mejor que lo recuerdes si
quieres mantener tu posición aquí.
 
Ahora la ira volvió a tocarlo mientras entraba en el
estacionamiento de la catedral ¿Cómo se atrevian a
sentarse allí y amenazarlo en su propia catedral?
Caminando de regreso a su oficina, Raziel sintió una
verdadera satisfacción ante la vista de Jenny, recordando
que su enlace se había iniciado la misma noche, que el
Consejo se había ido. Después de varias semanas, era casi
tan bonita como siempre aunque parecía más cansada en
estos días y había desarrollado una tos persistente. Raziel
se encogió de hombros mientras se sentaba en su
escritorio. Tal vez podría ser el momento para un nuevo
asistente pronto. Si es así, no habría límite de entusiastas
voluntarios.
 
Todavía ninguna palabra de Charmeine. Con otra mirada
inquieta a su teléfono, Raziel lo arrojó a un lado y trajó sus
correos electrónicos.
 
Su frente se arrugó en una de las líneas del título: Cierta
información que debes saber. Mientras examinaba el
mensaje, sus cejas se elevaron. Ahora bien, esto era
interesante: era del guardia de seguridad que había estado
estacionado en la puerta trasera de la catedral cuando la
segunda ola llegó. Raziel considerado las palabras en la
pantalla cuidadosamente.
 
...El día del ataque, fue una de las que trajeron a Willow
Fields. Estoy seguro de que era ella esta mañana, a pesar
de que su cabello era diferente. Ella me mostró una placa y
me empezó a preguntar sobre ese tipo terrorista que entró
corriendo. Ella sí que parecía ansiosa por encontrarlo. Me
dio una tarjeta y dijo que estaría en contacto de día o de
noche, si imaginaba a donde podría haber ido. No le he
dicho a la policía, sin embargo, me siento mejor yendo a un
ángel con esta información...
 
El teléfono hizo un vibrante baile en su escritorio.
Charmeine. Raziel se lanzó hacia delante, cogiendolo.
 
-¿Qué está pasando?- Exigió.
-Estoy bien, gracias por preguntar- dijo la voz de
Charmeine, sonando cansada.
-Estoy en la Ciudad de México. No sé si has oído hablar al
respecto por tus contactos o no, pero el Consejo vino aquí
temprano, casi sin advertencia.
 
Raziel no corrigió su suposición de que su comunicación
con los asesinos de ángeles iba en ambos sentidos.
 
-¡Lo he sabido por dos días!- grito.
-He estado volviendome loco, a la espera de saber de ti
¿qué pasó? ¿Se enteraron de que había una fuga de
seguridad?
 
Ella suspiró.
 
-Sí nuestro querido pequeño Luis. Él dejó escapar a una
mujer en la oficina lo curiosa que era su novia sobre el
Consejo y que le había prometido llevarla a ella y algunos
amigos a una audiencia privada.
 
Raziel gruño en voz alta, recordando el rostro serio que
había visto en los pensamientos de Charmeine, podía
imaginarlo. La advertencia de no decirle a nadie sobre Kara
debió haber desaparecido en el tiempo que había
transcurrido desde el encuentro de Charmeine con él. O el
muchacho había estado tan mareado por la quemadura de
ángel que habría olvidado que no debía hablar.
 
-De todos modos, la mujer le dijo al predicador, que fue
directamente al Consejo- continuó Charmeine.
-Al parecer, siempre había habido un plan de contingencia
en su lugar. Cambiaron a él sólo para estar en el lado
seguro.
-Los Doce no se apoderaron de Luis, ¿verdad?- Preguntó
Raziel con cautela.
-No, no lo hicieron. ¿Crees que todavía estaría por ahí
hablando contigo si lo hubieran hecho? Había ido a visitar a
su familia durante el fin de semana, en el momento en que
se dieron cuenta, lo había llevado lejos.
 
Los hombros de Raziel se desplomaron con alivio. Si Luis
hubiera sido entregado al Consejo, habrían visto lo que
había sucedido en cuestión de segundos.
-Entonces, ¿qué hiciste con él?
 
Ella resopló.
 
-¿Qué piensas? No iba a mantenerlo como mascota.
 
Él asintió para sí mismo, Charmeine podría ser
enloquecedora a veces, pero nunca se resistia a las
necesidades. Algo en su tono le preocupaba, sin embargo.
 
-¿Estás bien?- preguntó bruscamente.
 
Charmeine suspiro.
 
-Sí, supongo. Es sólo... esto no es fácil, Raz. Me profundizan
casi todos los días, para asegurarse de que todavía estoy
conforme. Me drena, tener que mantenerlos a raya
psíquicamente y actuar como si nada estuviera mal. Pero
voy a seguir aguantando, no te preocupes. Es sólo por unas
pocas semanas más.
-¿Tengo unas cuantas semanas más?- Preguntó sin rodeos.
-¿O van a llamarme allí y me ejecutarán de todos modos?
 
Hubo una pausa.
 
-No sé- dijo finalmente Charmeine.
-Están planeando algún tipo de respuesta a la entrevista
pronto, pero no estoy segura exactamente que, quieren
hacer que te retuerzas por un rato más. Sé que prefieren
cuidar de ti en tu propia catedral, sienten que es lógico. Si
te quedas abajo, podrías estar bien por ahora.
 
Raziel asintió, esperando firmemente que ella tuviera
razón. Antes de que el Consejo tuviera la oportunidad de
venir por él personalmente, las tornas habrían cambiado.
-De todos modos, estan bastante preocupados con sus
propios planes por el momento- añadió Charmeine.
 
La silla de Raziel chirriaba mientras se inclinaba hacia
atrás con el ceño fruncido, recordando las imágenes que
había visto en su mente.
-¿Siguen adelante con eso?
 
Ella soltó una breve carcajada.
 
-¿Has estado en la Ciudad de México últimamente? Los
ángeles aquí no son exactamente un anuncio del
comportamiento con decoro. Los doce están más
preocupados por nuestros "instintos más bajos'' que nunca.
Van a vincularse con la energía de aquí en primer lugar,
calmandola y luego se extenderan a todos los otros lugares
del mundo donde crean que las cosas están fuera de
control.
 
La mirada de Raziel se estrecho contra un cuadro en la
pared. Si las energías de los Doce estaban vinculadas con
las de la Ciudad de México y entonces los Doce eran
destruidos... Se encogió de hombros mentalmente. De
acuerdo, la capital mexicana sin duda tomaría algún daño,
incluso podría ser nivelada. En cuanto a otros "puntos
calientes" angelicos del mundo, ¿quién sabía? El tipo de
trabajo de energía a largo plazo que el Consejo estaba
planificando no sería instantáneo, tal vez no tendría tiempo
para tomar efecto completamente. Afortunadamente, la
tasa de reproducción humana y el suministro de alimentos
de los ángeles siendo restringido no era realmente un
problema de cualquier manera.
 
Casi podía oír Charmeine llegar a las mismas conclusiones,
su idéntico encogimiento de hombros mental.
 
-De todos modos, tenemos que obtener la nueva
información para tu pequeña banda de matones- dijo.
-Y no puede ser alguien cercano al Consejo de nuevo,
apenas llegué a Luis a tiempo. ¿Debería simplemente
entregarme yo misma?
-Ellos pueden ver auras- señalo Raziel.
-¿Y? Pretenderé ser un pícaro. Todos estaban maravillados
con Nate, ¿verdad? Voy a poner mi rostro santurrón, más
santo que tú.
 
Raziel hizo clic con una pluma de plata abriendo y
cerrando mientras lo consideraba. A pesar de que toda la
comunidad ángel sabía de la ejecución masiva de los
pícaros, los asesinos de ángeles no y sabía por los
pensamientos de Willow que Kylar alguna vez había
esperado unir fuerzas con ellos. Pero recordando cómo el
joven asesino se había negado a simplemente obedecer
órdenes y matar a Willow cuando se le había dicho, la idea
lo ponía nervioso, no obstante.
-No- decidió.
-Kylar puede ser demasiado suspicaz lo último que
necesitamos es que hurgue en las cosas. Tenemos que
encontrar una manera de conseguirle información para que
pueda confiar en ello- Recordando el correo electrónico que
había estado leyendo, lo volvió a subir a la pantalla de
nuevo. Una lenta sonrisa creció en su rostro.
-Podría tener una idea- dijo.
-Dejámelo a mí.
-No demasiado- advirtió Charmeine, podía escuchar su
tensión.
-Me pone nerviosa, ni siquiera tener un plan en marcha. Te
llamaré en cuanto me pueda escapar de nuevo.
 
Después de colgar, Raziel escribió varios correos
electrónicos, algunos eran de cuentas anónimas.
Finalmente golpeó "Enviar" en el último, satisfecho de sí
mismo. Una o dos semanas era todo lo que tomaría, estaba
seguro de ello, no había manera de que pudiera resistir el
señuelo que acababa de lanzar. Una vez en la Ciudad de
México, ella sería el enlace perfecto entre ellos y Kylar,
incluso si ella pensaba que su papel allí era completamente
diferente. Y mucho menos prescindible, una vez que ella
hubiera servido a su propósito.
 
Girando hacia atrás y hacia adelante en su silla, Raziel se
permitió soñar con lo que sería si su apuesta funcionaba y
el asesinato significaba sólo la muerte de los Doce. En
general, los ángeles eran seres conservadores. Una vez que
superaran el shock de que el Consejo hubiera
desaparecido, él no creía que fuera encontrar un gran
desafío a su liderazgo, sólo un montón de ángeles pidiendo
posiciones en su nuevo reino. El pensamiento le hizo
sonreír. Tenía tantos planes para este mundo.
 
El último, el Campamento Ángel, era especialmente
emocionante.
 
Raziel siempre había deseado que hubiera una manera en
que los ángeles pudieran saborear la energía de todos los
seres humanos, no sólo los que habían alcanzado una cierta
apariencia de madurez. La energía de la infancia era tan
especialmente deliciosa, aunque, por supuesto en realidad
no se hacia: alimentarse de demasiados niños pronto
deletrearía la propia destrucción de los ángeles. Pero con
las familias puestas detrás de comunidades cerradas, podía
controlar exactamente quien estaba siendo alimentado de
quien y así, con un manejo cuidadoso, los ángeles serían
capaces de satisfacer sus gustos independientemente de
las edades de las víctimas.
 
Al igual que una granja de ganado, pensó Raziel con
satisfacción. Y recordando la advertencia del Consejo para
él acerca de la importancia de la moderación, se rió en voz
alta.
 
 
 
Capítulo 16
 
Alex
 
Todo lo que Kara fue capaz de recoger del espionaje en la
catedral fue que, sí, los doce estuvieron aquí por tres
semanas, pero todo acerca de su estancia fue de alto
secreto, casi nadie en las oficinas de la Iglesia sabía más
que eso. Así que, después de algunas investigaciones en
Internet, Alex había hecho una cita en una compañía de
seguros en base a un quincuagésimo cuarto piso de la Torre
Mayor, un piso desde la cima.
 
Había tomado el metro y luego camino. La Torre Mayor era
el edificio más alto de México y parecía elevarse a lo largo
de su entorno. Se acerco desde el Paseo de la Reforma,
Alex vio que el medio cilindro de vidrio verde era sólo el
frente del edificio la parte trasera era una losa de color
morado, rectangular. La entrada un elegante arco de varios
pisos reflejaba la forma de media luna en la parte superior
del edificio, delgadas columnas grises marcharon a través
de ella.
 
Al entrar, Alex se había encontrado a sí mismo en un
vestíbulo con un techo de cristal inclinado. Como Kara
había dicho, había escáneres en el lugar, los empleados
pasaban a través tocando brevemente sus pases en ellos.
-Richard Singer- dijo Alex a una recepcionista en un
escritorio con superficie de cristal.
-Tengo una cita con Prima Life.
 
Sin atisbo de sospecha, la mujer hizo una llamada
telefónica para verificar, entonces empujó una tablilla hacia
él para que firmara. Alex tomó el pase temporal que le dio y
paso a través de los escáneres. Mientras lo hacía, tomó
nota de las varias cámaras que se encontraban escondidas
en varios rincones, observando todos sus movimientos.
 
En línea, el equipo había descubierto bastantes cosas sobre
la Torre Mayor: aparte de ser extremadamente seguro, era
el edificio más resistente a los terremotos en el mundo
podría soportar hasta un nivel nueve en la escala de
Richter. Sin embargo, no había habido planos que
encontrar, en ningún lugar en línea. Sin embargo, aunque
no se mencionaba en la página web de la Torre Mayor,
habían encontrado una referencia en el blog de alguien que
decía que su planta superior justo debajo de esa media luna
inclinada tenía suites VIP de alta seguridad y salas de
reuniones.
 
En el ascensor había otra cámara y un asistente le
preguntó qué planta que quería.
 
-Cincuenta y cinco- dijo Alex, sólo para ver que pasaría.
 
Las cejas del hombre se juntaron mientras comprobaba el
pase de Alex. -Lo siento, señor se necesita una tarjeta
especial para eso.
 
Alex fingió confusión, sacando la hoja de papel del bolsillo
donde había garabateado los detalles de la reunión.
 
-Lo siento, quiero decir cincuenta y cuatro- dijo,
guardándola de nuevo. Mientras el ascensor zumbaba hacia
arriba, tomó nota de la cerradura al lado del botón para el
piso más alto. ¿Bien, que pasaría si el equipo vencía al
ministro y conseguían la llave? Pero, recordando lo que
habían descubierto hasta el momento, lo sabía: las
computadoras dirigían todo aquí, el personal de seguridad
simplemente pararía el ascensor.
 
El ascensor llegó a su piso y se bajó. Para evitar levantar
cualquier sospecha, en realidad mantuvo la cita hablando
con un agente durante media hora acerca de sus
necesidades de seguro (que tenía muchas, al parecer),
mientras mentalmente exploraba los pisos superiores.
 
Ángeles, muy bien, más de los que él podía contar. Y algo
de su energía era más fuerte que cualquier cosa que
hubiera encontrado y lo golpeó como una bofetada física.
 
En su camino de salida, Alex había preguntado dónde
estaba el baño y luego se fue vagabundeando, manteniendo
una mirada inocente, un poco distraída en su rostro. En un
rincón distante había encontrado la puerta de la escalera y
comenzó a empujarla. Una mujer que salía de otra oficina
lo detuvo, parpadeando una sonrisa de disculpa.
-No, no Señor, no salgas por aquí. No se puede volver a
ninguno de los pisos sin un código.
 
Alex tenía la puerta de incendios entreabierta para
entonces, echando un vistazo al exterior de la misma, vio
que tenía un teclado digital para una cerradura.
 
-Lo siento, puerta equivocada- dijo, sonriendo como un
gringo desorientado y dejándola cerrarse de nuevo.
-¿Me podría decir dónde está el baño, Señora?
 
Ahora, de pie en el campo de tiro con el equipo agrupado
en torno a la mesa, Alex explicó lo que había sucedido
mientras extendía los dos planos que había logrado
conseguir. Uno mostraba la última planta de la Torre Mayor
que por desgracia estaba representada como un área casi
vacía, las suites VIP y salas de reuniones parecían haber
sido añadidas en una fecha posterior.
-El Consejo definitivamente todavía esta allí arriba- dijo
Alex, tocando los planos de la planta superior.
-Eso pensé- dijo Willow suavemente, las puntas de color
rojo dorado enmarcando su rostro mientras tomaba los
planos. Ella y Seb estaban uno al lado del otro. Alex trató
de acallar su ligera irritación, aunque Seb sólo había
estado aquí dos días, ya se había pegado a Willow como el
pegamento.
 
Los otros se movieron cuando Willow habló, mirando con
recelo a los dos. Alex sabía que la mitad del equipo pensaba
que los dos semi ángeles debían haber sabido el uno del
otro antes, de alguna manera. Le molestaba, pero no sabía
cómo combatirlo. No podía ordenar que confiaran en
Willow y Seb.
 
-Esa planta superior simplemente se siente... peligrosa-
añadió Willow. Miró a Seb, quien asintió.
-Se siente como un lugar en el que algo va a pasar- dijo con
su voz tranquila. Frunciendo el ceño, tocó el símbolo para
el ascensor de servicio a continuación, deslizó su dedo por
el mismo icono en el otro plano, el cual detallaba la planta
baja. -Aquí también, creo- rodeo el ascensor de servicio con
la punta del dedo.
 
A pesar de su aversión a Seb, Alex estaba contento de
obtener la confirmación. Se accede al ascensor de servicio
del edificio desde los muelles de carga donde se realizaron
las entregas. Ya había asignado esa ruta como la forma más
probable del equipo: si había un punto débil en la
seguridad del edificio, estaba bastante seguro de que
estaría allí.
 
Liz apartó un mechón de cabello oscuro de su pálido rostro.
-¿Cómo has conseguido los planos, de todos modos? ¿No
estaban clasificados ahora, con el Consejo quedándose allí?
 
Alex estaba estudiando la entrada de entrega que conducía
a las bahías, sentía picazón de impaciencia por ir a verlo en
persona.
-Ayuntamiento... les dije que era un estudiante de diseño,
interesado en como el edificio utiliza esa forma de media
luna. Y sí, se supone que lo son, pero el empleado penso
que debió haber sido un error- Había sido un golpe de
suerte, aunque Alex sabía que no le gustaría ser el
empleado una vez se descubriera el error.
-Bueno, descubrí algo hoy también- dijo Kara. Levanto la
vista, él podía ver su emoción.
-He seguido a un par de los secretarios de la Iglesia en el
almuerzo y nos dieron una mesa al lado de ellos en el café.
La recepción sigue adelante en la última tarde de la
estancia del Consejo aquí, en el XIX. Tenían la esperanza de
que conseguirían ir.
 
Alex sintió que sus hombros se desplomaban. Alivio, había
sido la única pieza de información de la que no podían
prescindir.
 
-Muy bien, excelente- dijo.
-Así que sigue siendo el mejor momento para nosotros para
irrumpir y hacer nuestro movimiento, ya que sabemos que
estarán en sus formas de ángel durante las audiencias
privadas.
-¿Y definitivamente no crees que simplemente podemos ser
invitados a la recepción de nuevo? -aventuro Trish.
 
Alex se había estado devanando los sesos por días tratando
de pensar en una forma.
 
-No veo cómo, sin que alguien en el interior nos ayude. Se
supone que nadie siquiera conoce el Consejo aquí- Se
masajeó los ojos, apenas había dormido este último par de
noches.
 
El equipo se quedó en silencio, digiriendo esto. Echando un
vistazo a Willow, Alex vio el apoyo simpático en su mirada,
se sentía como si se hubiera estirado y apretado su mano.
Ella entendía, si nadie más lo hacía, lo preocupado que
estaba por todo esto. Fugazmente, se preguntó cómo
diablos su padre lo había conseguido. Estando a cargo por
su cuenta, sin nadie en quien confiar.
-Así que necesitamos toda la información que podamos
tener en nuestras manos- resumió.
-Ya sea que todavía se está siguiendo el mismo horario para
la recepción, planos de planta para el nivel VIP, con
exactitud donde van a tener lugar las audiencias privadas,
cualquier detalle de seguridad que puedan encontrar, lo
que sea.
 
Kara asintió.
 
-Las únicas personas que sabrán serán los responsables de
la Iglesia. El predicador, tal vez uno o dos más.
-¿Podría Willow averiguar algo psíquicamente?- Sugirió
Brendan. Alex se tragó el automático "preguntale tú
mismo" que no fue necesario, Brendan se contuvo.
-¿Quiero decir... se puede?- preguntó a Willow torpemente.
-Si descubriéramos quién tiene la información, entonces
sólo tienes que sostener su mano, ¿verdad?
 
La frente de Willow se arrugó.
 
-Tal vez, pero como he dicho antes, no es instantáneo.
Conseguir ese nivel de detalle específico me llevaría un
tiempo. Quiero decir, unos pocos minutos de concentración,
al menos.
-Sí, para mí también- Seb acarició su mandíbula sin afeitar.
-Y aun así, no siempre se consigue lo que estás buscando.
-¿No es así?- La voz de Willow contenía una cierta sorpresa.
-Yo no, no- aclaró, mirándola.
-Obtengo muchas imágenes, pero sólo lo que está en sus
mentes. Y a veces no es muy específico. Casi nunca
obtengo los nombres, o cosas por el estilo.
 
Alex podía ver lo interesados que estaban Seb y Willow por
el hecho de que sus habilidades psíquicas parecían variar si
no hubiera nadie más alrededor, sabía que habrían pasado
la siguiente hora discutiéndolo con gran detalle.
 
Mientras tanto, Kara había hecho una mueca ante "No
muy específico"
-Alex, ¿qué te parece? ¿Vale la pena intentarlo?
 
Él volvió a concentrar su atención de nuevo al plan. Como
consecuencia de la violación de seguridad que Luis había
causado, apostaría dinero a que sólo el predicador de la
Iglesia conocía todos los detalles que necesitaban y el
hombre habría sido tomado en la confianza de los ángeles
lo suficiente como para saber que Willow Fields la
terrorista era psíquica y trabajaba sujetando la mano de las
personas. Tratando de maniobrar al tipo en un escenario
donde cualquiera, Willow o Seb podrían captar su mano y
concentrarse durante varios minutos era demasiado
probable que levantaran sospechas, todos los altos mandos
de la iglesia estarían en alerta roja ahora por cualquier
cosa extraña.
 
-No, no podemos correr el riesgo de que averiguen lo que
estamos haciendo- dijo finalmente. Miró a Seb, sabiendo
que era una posibilidad muy remota, incluso mientras le
preguntaba.
-¿Podrías sentir algo si entras en la catedral? Willow no
puede entrar allí con todos los ángeles alrededor, pero
estarías bien si cambias tu aura.
 
Las cejas de Seb se dispararon.
 
-¿Quieres decir obtener detalles de seguridad, sólo por
estar allí?- Él negó con la cabeza.
-Puedo intentarlo, pero no creo que funcione. Creo que
todo lo que veremos es que es un lugar peligroso.
 
Eso no sería una gran noticia. Alex suspiró.
 
-Está bien, así que no podemos contar con eso. ¿Kara, que
tan fácil será irrumpir en las oficinas?
-No es nada fácil, pero parece que es nuestra única
esperanza- el rostro de Kara mantuvo una expresión
irónica, como si no le sorprendiera que los mitad ángeles
no estuvieran resultando ser más útiles. Ella cogió un lápiz
y comenzó a dibujar en un trozo de papel.
-Está bien, aquí está la catedral, con el tabernáculo al lado.
El tabernáculo todavía tiene una pequeña capilla que la
gente puede utilizar, la nueva zona de oficinas está detrás.
Se accede a ella desde el interior de la catedral a partir de
esta puerta- Ella oscureció una línea con el lápiz.
-La información debe estar en el equipo del predicador o en
sus archivos. Por desgracia, los teclados digitales parecen
estar de moda, han añadido uno a la puerta ahora. Así que
si estamos entrando ahí, voy a tener que encontrar el
código para eso de alguna manera.
-¿Tal vez una cámara de vídeo?- Sugirió Wesley. Cuando
todos se volvieron para mirarlo, sus mejillas se
oscurecieron, continuó, su voz ronca.
-Quiero decir, cientos de turistas toman vídeos allí todos los
días. Así que podríamos utilizar el zoom para enfocarnos en
la puerta cada vez que alguien introduzca el código.
 
Alex asintió.
 
-Sí buena idea. Bien hecho, Wes- Kara estaba ocupado
añadir más detalles a la zona de la catedral y de la oficina,
pasillos, otro par de salidas. Apoyó las manos sobre la mesa
mientras estudiaba el mapa hecho en casa.
-¿Qué tan exacto es esto? ¿Podemos obtener planos reales
mostrando la zona de oficinas, o es que también son
clasificados ahora?
-Extremadamente clasificados, ahora que la catedral es la
Iglesia de los Ángeles estilo central, mexicana- dijo Kara
con tristeza, dejando el lápiz. -Esto no está tan mal, creo.
Luis me mostró alrededor de la zona de oficinas de una vez.
-No, no está tan mal- Seb se puso a escanear el mapa.
-Aunque te has perdido varias cosas.
 
Kara le dio una mirada fría.
 
-¿Cómo qué?
 
Tomó el lápiz.
 
-Hay puertas aquí y aquí- Las líneas que dibujó eran
precisas, sin titubeos.
-Éste es uno muy pequeño, fácil de perder. Y no sé si
todavía está allí, pero en el tabernáculo solía haber una
salida de incendios aquí. Podrías salir a través de ella, pero
no entrar.
 
Alex se había enderezado, observando cuidadosamente.
 
-¿Estás seguro? ¿Cómo sabes todo esto?
 
Seb se encogió de hombros y tiró a un lado el lápiz.
 
-La catedral era un buen lugar para recoger los bolsillos.
Todos nosotros en la calle conocíamos cada centímetro de
ella.
 
No fue una sorpresa para Alex, Willow le había contado un
poco sobre el pasado de Seb cuando se lo había pedido. Él
no se lo había mencionado a los demás, sin embargo. Ahora
Trish y Liz miraron Seb sin habla, todos los chicos se
dieron miradas entre sí de ¿Acabas de escuchar lo que yo
oí?
 
Kara disparó a Alex una mirada que decía que lo hacia
personalmente responsable de esto.
 
-Así que nos estás diciendo que eras un ratero- dijo.
-Oh, sí- dijo Seb suavemente, empujando hacia atrás sus
rizos sueltos.
-Durante muchos años. Cuando no estaba irrumpiendo en
las casas.
 
Alex tenía una sensación repentina de que Seb estaba
disfrutando de esto, que el tipo era lo suficientemente
perverso para deleitarse en hacer que todos sospecharan
aún más de él de lo que ya lo hacían. Por lo que Willow
había dicho, ni siquiera había irrumpido en casas a
menudo, había sido en su mayoría por unos pocos meses
cuando tenía trece años, o algo así. Naturalmente, Seb no
ofreció esta información.
-Un ladrón- resumió Sam, su ancho rostro se arrugó con
disgusto.
-Ahora, ¿por qué no me sorprende? ¿Alex, sabías esto?
-Cállate, Sam- Alex se apoyó en la mesa, mirando a Seb.
-¿Crees que podrías ayudarnos a entrar en las oficinas?
 
Seb se encogió de hombros de un solo hombro.
 
-No lo sé. Mis habilidades no eran muy... Miró a Willow a su
lado, ella pareció percibir la palabra que quería.
 
-Sutiles- ofreció.
-No, no muy sutiles. Simplemente romper la ventana,
agarrar algunas cosas y correr, ¿sabes? Tanto como pudiera
cargar. Alex se las arregló para no rodar los ojos ante el
tono inocente de Seb. Sí, definitivamente estaba
disfrutando de esto. Willow parecía pensar lo mismo, su
boca se había fruncido, como si estuviera tratando de no
reírse.
-Bueno, eso no es muy útil aquí, desgraciadamente- dijo
Kara con rigidez.
-Alex, créeme sólo vamos a tener una oportunidad en esa
oficina y mejor que sea uno bueno.
 
El mapa más grande de la Torre Mayor todavía seguía
extendido, elegante y profesional junto a las líneas
dibujadas a mano de Kara. Mirándolo, Alex pensó que
encontraría alguna manera de conseguir meter al equipo
allí si era la última cosa que haria pero sin más
información, no sería mucho mejor que una misión suicida.
 
-Está bien- dijo finalmente.
-Voy a seguir comprobando la Torre Mayor, en medio de la
preparación del equipo. Kara, quiero que empieces a
revestir la catedral. Averiguar la rutina allí y encuentra una
manera de irrumpir en las oficinas, te daremos una cámara
de vídeo como dijo Wesley. Pero tenemos que saber a lo que
vamos a entrar.
-Lo haré- dijo Kara. Echando un vistazo a Seb, ella vaciló,
su renuencia clara. Al igual que los otros, no se había
hablandado con él, Alex dudaba de que su pequeña
revelación hace un momento hubiera ayudado.
-¿Seb, si no te importa... irías conmigo por el mapa, para
ver si me he perdido algo más?
 
Por la chispa de diversión en los ojos de Seb, él sabía
exactamente cuánto Kara no quería tratar con él.
 
-Sí, me alegraría mucho.
 
Todo el mundo comenzó a dispersarse, en dirección a la
cocina o la sala de televisión. Alex dio Willow una mirada
irónica mientras caminaban por el campo de tiro.
 
-Al chico no le gusta hacer las cosas fáciles para él,
¿verdad?
 
Willow miró por encima de su hombro mientras Seb y Kara
se inclinaban sobre el mapa.
 
-Él simplemente... es quien es, supongo.
 
Alex podía oír la inconfundible nota de cariño en su voz.
Inesperadamente, una conversación que había tenido con
Kara aquella mañana regreso. Ella había estado de pie en
el mostrador de la cocina, las piernas largas cruzadas en el
tobillo. Soplando sobre su café, había dicho.
 
-¿Entonces... cómo van las cosas?- sus ojos se habían
estrechado ante su tono malicioso.
-¿Qué quieres decir con "cómo van las cosas"?
 
El encogimiento de hombros de Kara había sido demasiado
casual.
 
-Willow y Seb parecen terriblemente cercanos, ¿verdad?
Siempre están hablando cada vez que los veo.
 
Ellos siempre estaban hablando cada vez que Alex los veía
también.
 
-Son amigos, eso es todo- le había dicho al momento de
tomar una cucharita del cajón.
-Dijiste que quiere más, no obstante. Y, chico, él es muy
guapo, ¿verdad? Esos ojos y esa barba sexy de varios días.
Willow se ha dado cuenta.
 
Alex había hecho una mueca antes de que pudiera
detenerse. Anteriormente, había visto las mejillas de Willow
ruborizarse cuando Seb había salido de la ducha vestido
sólo con sus pantalones vaqueros, el pecho ligeramente
húmedo. Y aunque sus mejillas probablemente se habrían
puesto tan rosa si hubiera sido Sam o uno de los otros, Alex
todavía no podía evitar desear que el único otro mitad
ángel del mundo hubiera sido pequeño y con acné.
-Me alegro de que tengas las calificaciones para Seb- le
había dicho a Kara con frialdad, atascando un trozo de pan
en la tostadora. -¿Realmente tienes un punto, que estás
tratando de hacer?
 
Ella le había dado una mirada plana.
 
-Sólo ten cuidado, ¿de acuerdo? No quiero ver que te hagan
daño.
 
La preocupación genuina en su voz había roto a Alex.
Todavía lo hacía, apartó el recuerdo. Él y Willow habían
llegado a la escalera para entonces, donde estaba
relativamente tranquilo por ahora. Ella tomó su mano.
-Alex, mira, sé que tú y Seb realmente no han congeniado,
pero él es una buena persona, ¿de acuerdo? Y él es mi
amigo.
-Sí, pero- Alex interrumpió, que había estado a punto de
decir, pero sabes que el chico esta enamorado de ti,
¿verdad? Era completamente obvio, Seb no podía apartar
los ojos de ella.
-¿Qué?- Dijo Willow. -Nada- dijo Alex finalmente. Él negó
con la cabeza, irritado consigo mismo.
-Lo siento, es sólo todo este asunto del Consejo supongo
que está llegando a mí. Sí, sé que son amigos. Estoy bien
con ello.
 
Ella parecía sonreír a su pesar.
 
-¿Qué de verdad?
 
Él también sonrió. El amor en sus ojos era tan evidente que
se sentía como un idiota por preocuparse por Seb en
absoluto.
 
-Sí, de verdad- dijo.
-Me alegro de que tengas otro mitad ángel para hablar. De
todos modos, ¿cómo va el entrenamiento del aura?
 
Los ojos verdes de Willow brillaron de repente. Se puso de
pie en un escalón para que ella fuera más alta que él y
envolvió sus brazos alrededor de su cuello.
 
-Te lo diré si me besas.
 
Sonrió con sorpresa, deslizando sus manos alrededor de su
cintura.
 
-No lo sé, haces un trato difícil... bien, me rindo.
 
Ella pasó los dedos sobre la parte trasera de su cuello
mientras se besaban, Alex se estremeció, acercándola más.
-Tal vez podríamos escaparnos a tu habitación más tarde-
susurró contra su boca.
-Quizás nos podríamos pasar el resto de nuestras vidas allí
y nunca volver a salir- murmuró él de vuelta. Nada sonaba
mejor. Sus labios viajaron hasta su cuello, deteniéndose
contra su piel caliente, no pudo evitar una sonrisa.
-Y no me malinterpretes, definitivamente me gusta la idea.
Pero siempre sueles estar muy preocupada porque no
tengamos suficiente privacidad allí.
-Todavía lo estoy- dijo débilmente.
-Pero Alex, yo solo- Ella se apartó para mirarlo a los ojos,
vio una profunda felicidad en su expresión.
-Yo realmente quiero estar cerca de ti. Quiero decir... Le
tocó la mejilla y sonrió con tristeza.
-Bueno, lo más cerca que podemos estar, con un dormitorio
lleno de gente justo afuera.
 
Que por desgracia no era tan cerca como cualquiera de los
dos querían pero era mucho mejor que nada.
 
-Oh hombre, es una cita- dijo Alex, atrayéndola hacia sí.
Luego se detuvo cuando sus responsabilidades se
estrellaron sobre él como un tren de carga. Tenían menos
de tres semanas. Tres semanas. Miró en tensión hacia el
campo de tiro.
-Pero probablemente debería ir al servicio de la tarde en la
catedral primero y revisar el lugar y luego mirar sobre los
planos de la Torre Mayor de nuevo, a ver si me he perdido
algo- Willow puso un dedo sobre sus labios.
 
-Está bien.
 
Él hizo una mueca.
 
-No, en realidad no lo está. Tú mereces...
-Merezco estar contigo y lo estoy. Siempre. Alex, está bien
esto es tan importante, ¿no crees que me doy cuenta de
eso?- Sin embargo, él podía oír su frustración y sabía lo
mucho que odiaba no poder ir a la catedral llena de ángeles
con él y tratar de recoger algo psíquicamente. Desde el
momento en que se conocieron, habían sido un equipo,
tener que sentarse en casa con su aura de mitad ángel
debe carcomerla.
-Por supuesto que sé que te des cuenta- dijo en voz baja.
-Dios, si alguien en el mundo entiende lo que está en juego,
eres tú- metió de nuevo un pequeño mechón de su cabello y
sonrió.
-Por lo tanto, me he ganado el derecho de saber cómo va el
trabajo aura?
 
Willow suspiró.
 
-Aun no muy bien, en realidad- confesó.
-Es mucho más difícil de lo que pensaba.
 
El desaliento era evidente en su rostro. Alex apretó su
mano y sacudió la cabeza con humorística incredulidad.
 
-¿Después de todo eso? Tienes... espera un minuto- él contó
sus dedos.
-¿Uno, dos, tres, cuatro, cinco besos de mí? ¿Y el trabajo
aura ni siquiera va bien?
 
Ella sonrió y se apretó contra él de nuevo.
 
-Entonces demandame- murmuró contra sus labios.
 
 
Willow
 
Mis habilidades psíquicas siempre habían llegado con tan
poco esfuerzo que yo había pensado que disfrazar mi aura
sería fácil también, una vez Seb me lo explicó. No lo fue,
simplemente ver mi aura tomó práctica al principio. Parecía
tan poco natural el hecho de notarla, al igual que ser
despertado por tus propios ronquidos. Después de tres
días, por fin pude traer mi aura fácilmente a la vista, pero
ahora tratar de cambiarla me hace sentir como si estuviera
en el segundo grado intentando cálculo avanzado. Y para
Seb todo era tan simple, no sólo ver su aura, sino que luego
la captaba mentalmente, cambiando sus colores con sus
pensamientos.
 
-Tienes que ser su amiga- dijo acerca de la duodécima vez.
-Se simpática.
 
Estábamos en la sala de ejercicios de nuevo, donde Seb se
sentó a horcajadas sobre la máquina de pesas. Una barba
de tres días cubría su firme mandíbula, al parecer me había
tomado la palabra sobre el asunto de afeitar. Todo lo que
necesitaba ahora era una chaqueta de cuero y groupies
gritando, aunque eso sería como un Seb completamente
irreal.
 
Asentí con la cabeza, decidida a conseguirlo esta vez.
 
-Todo bien. Déjame intentarlo de nuevo.
 
Con las piernas cruzadas sobre un cojín del sofá, cerré los
ojos y respiré profundo. Mi aura nadaba en el ojo de mi
mente. Me quedé quieta, notando la forma en que irradiaba
fuera de mi cuerpo: boyante cuando estaba feliz,
arrastrándose cerca si estaba molesta. Era ligeramente de
tamaño mediano ahora, con un sentido enfocado que
coincidía con el mío. Mire sus luces lavanda a la deriva a
través de la plata... y luego mentalmente extendí mi mano,
frunciendo el ceño mientras me esforzaba para agarrarla.
 
Azul, le dije. Tienes que ser de color azul cielo ahora.
 
El aura en el ojo de mi mente se quedó en calma, fija... y
plata. Como siempre. Al abrir los ojos, lo miré con tristeza.
 
Hubo un crujido de la máquina de pesas cuando Seb se
levantó.
 
-Tal vez deberíamos probar algo diferente- dijo. El cojín del
sofá se hundió mientras se acomodaba a mi lado, como
siempre, un cosquilleo placentero pasó por mí al mezclar
nuestras auras.
-Sólo siente lo que estoy haciendo, ¿si?
 
Cuando nos sentamos juntos, pude sentir la concentración
de luz de Seb, tan diferente de mi propio enfoque sombrío.
Su estado de ánimo era casi como una ocurrencia tardía, o
soñar despierto. Con suavidad, empujó su aura, lo sentí
temblar mientras los colores que se imaginaba barrían a
través de ella. Verde. A continuación, un gris opaco. Verde
de nuevo. Plata.
 
Ninguno de los dos se movió cuando Seb cambió su aura
una y otra vez. Casi sin darme cuenta, empecé a hacer eco
de su sensación de relajado desapego, de modo que
después de un tiempo estaba prácticamente pérdida en mi
propia aura: susurros de plata y lavanda se arrastraban
sobre mi piel, brillando de emoción.
-Creo que lo entiendo- dije en voz baja.
-He estado tratando demasiado duro, ¿verdad?
 
Seb asintió, apoyándose de nuevo en una mano. Sus ojos
color avellana eran burlones. -Tal vez sólo un poquito,
querida.
-No me llames querida- dije automáticamente.
-Está bien, déjame ver si puedo hacerlo ahora.
 
Cerrando los ojos, volví a soñar en el resplandor de mi
aura. No lo fuerces, me advertí. Cuando me sentí
preparada, mentalmente acaricie las luces brillantes y las
imagine poniendose azul.
 
Me quedé sin aliento cuando mi aura vaciló y dio un
parpadeo. Cerca, pero sin cigarro. Mi corazón comenzó a
latir más rápido. No, no te emociones permanece separada.
Era más fácil decirlo que hacerlo, sin embargo, cuando
intenté de nuevo, mi energía vital ni siquiera aleteo. O las
próximas dos veces que traté. En el ojo de mi mente, me
quedé mirando el brillo plateado en frustración. Oh Dios,
tenía que conseguir esto. ¿Cómo se supone que iba a estar
allí para el ataque del Consejo si no lo hacia?
 
Hubo una oleada de emoción de Seb... y cuando abrí los
ojos, me observaba muy fijamente, todo rastro de humor se
había ido. Con una de esas corrientes subterráneas que
sucedian más y más a menudo entre nosotros ahora, sabía
que había oído mi pensamiento y que él odiaba la idea de
mí tomando parte en el ataque exactamente igual que como
lo haría Alex. Sólo la idea de que yo fuera herida le hizo
volverse tan feroz como en esos meses cuando tenía trece
años, de modo que él haría lo que fuera necesario para
protegerme.
 
Cada uno de nosotros sabía lo que pensaba el otro. Un poco
sacudida por la profundidad de sus sentimientos, comence
a decir algo, pero luego me detuve. No tenía ningún sentido
discutir. Iba a aprender cómo cambiar mi aura a tiempo y
me gustaría estar allí cuando el equipo se enfrentara a los
Doce eso era todo lo que tenía qué hacer.
 
Podría decir que Seb había recogido la esencia de eso y
estaba dejandolo ir por ahora aunque por la tensión
alrededor de su boca, no estaba contento.
 
-¿Quieres intentarlo de nuevo?- Preguntó finalmente.
 
Y para entonces, eso era todo lo que cualquiera de nosotros
diría al respecto.
 
 
Capítulo 17
 
 
Willow
 
 
 
Tener a Seb en la casa cambió todo para mí.
 
Aunque Alex estaba, obviamente, totalmente de mi lado, a
menudo estaba demasiado ocupado para notar realmente
todo lo que pasaba conmigo y con los demás: los desaires
de menor importancia, las miradas de lado. Todo era tan
estúpido que odiaba el hecho de que incluso me llegaban a
veces y no culpó a Alex en lo más mínimo por no darse
cuenta siempre, Dios ni siquiera lo querría para él. Porque,
seamos honestos, tenía una o dos cosas más importantes en
mente en ese momento.
 
Pero Seb lo noto todo. De repente había alguien cuya
mirada podia atrapar cuando Trish se tensaba si me
acercaba demasiado o Brendan ponia esa mirada de ciervo
ante los faros de un coche. Los ojos de Seb estarían
sonriendo mientras nos mirabamos el uno al otro, la
esquina de su boca levantándose casi imperceptiblemente.
Si estuviéramos lo suficientemente cerca, incluso podría
coger lo que estaba pensando, que siempre era algo así
como, madre mía y pareces tan inofensiva. ¿Tienes un
machete en la manga o algo así? Una o dos veces cedí a la
risa tirando de mis labios que luego hizo que los demas me
miraran con alarma, mientras que Seb simplemente se
quedaba allí en silencio, luciendo inocente. La diferencia
que todo eso marco en mi cordura fue... bueno, no
pequeña.
 
El sólo hecho de tener a Seb para hablar ayudó. Había
tantas cosas de mi vida que tenían sentido ahora:
sensaciones extrañas que siempre me habían diferenciado,
pero que ni siquiera había sabido cuestionar hasta que lo
conocí. Al igual que la forma en que siempre he sido
sensible a los estados de ánimo de los lugares, cuando
otras personas casi no parecen notarlos, o la sensación de
dualidad que ahora me di cuenta de que había tenido toda
mi vida, la certeza de que había más de mí que
simplemente el "yo" que conocía, incluso si no había estado
segura antes de lo que era el resto. Estas y otras cien cosas
eran parte de ser mitad ángel, resultó que Seb siempre se
había sentido exactamente igual.
 
-¿Conoces a tu padre?- Pregunté.
 
Estábamos en la sala de televisión, una semana después de
que había llegado. Los demás estaban fuera y como es
habitual cuando se encontraban en una cacería, la
frustración me fastidiaba ya que no podía estar allí con
ellos. Seguía acercándome psíquicamente a Alex,
necesitando saber que estaba a salvo. Todos teníamos
teléfonos celulares ahora, pero los textos no eran lo mismo.
Cada vez que encontraba su energía, la sensación familiar
era como un abrazo.
 
Mientras tanto, Seb finalmente me había obligado a tomar
un descanso del entrenamiento de aura y tenía razón,
después de horas de ninguna suerte, mi cerebro se sentía
flojo. Ser gentil e indiferente sonaba como si fuera la cosa
más fácil del mundo, pero el problema era que importaba
mucho. Mi pulso continuo saltando al segundo que mi aura
empezó a cambiar, lo que a su vez la envió de regreso a
plata. Frustrante no era la palabra. ¿Cómo se supone que
iba a convencerme de que no me preocupaba por esto?
 
Ante mi pregunta, era consciente de que la mente de Seb
se abría a la mía, sin que él realmente pensara
conscientemente al respecto. Sacudió la cabeza.
 
-No, nunca conocí a mi padre. Siempre supe que era un
ángel, aunque no estoy seguro de cómo. Tal vez mi madre
me lo dijo.
-¿Alguna vez lo viste en sus pensamientos, como yo vi a
Raziel en mamá? Le había contado a Seb sobre Raziel y la
Iglesia de los Ángeles.
-En realidad no- hizo una mueca mientras se extendía hacia
atrás contra el sofá, acomodándose en los cojines.
-Yo no tenía mucho de un enlace... con mi madre, creo que
es la palabra.
 
Tenía una sensación de aislamiento, una breve imagen de
una mujer de unos veinte años que se parecía a él. No
estaba sorprendida de que Seb no fuera cercano a su
madre en todas las piezas de memoria que había visto, ella
tampoco había estado llorando cuando su novio lo
golpeaba, o gritaba que era culpa de Seb. Era un alivio
mirarlo ahora, tan saludable y relajado. Sentí que mi
mirada se detenía en él y mire hacia otro lado.
-¿Qué tan mal estaba tu madre por la quemadura de ángel?
- Le pregunté.
 
Seb apoyó la muñeca bajo su cabeza mientras pensaba, los
firmes músculos de su brazo ligeramente flexionados.
 
-Muy mal- dijo.
-Era diferente de tu madre, sin embargo. Creo que la mente
de mi madre estaba dañada, pero todavía podía hablar,
siguía haciendo las cosas- Él sabía que había tenido que
ocultar la enfermedad mental de mi madre de todo el
mundo cuando era más joven. Aparte de Alex, él era la
única persona con la que lo había compartido.
-Lo más importante era que mi madre tenía cáncer-
continuó.
-Eso es lo que la mató.
 
Asentí. Él me había dicho antes que cuando tenía nueve
años y vivía en la calle, se había enterado de que su madre
había muerto. Ella no lo había visitado ni una sola vez
después de dejarlo en el orfanato, no en todos los años que
estuvo allí. Eso hizo que mi garganta se apretara cada vez
que pensaba en ello.
 
Seb estiró su pie de calcetín blanco de modo que me dio un
pequeño empujón en el tobillo.
 
-Willow, no lo hagas. Todo está bien.
 
Esto pasaba un montón ahora, de modo que nuestras
conversaciones medio psíquicas y medio habladas habrían
sonado muy raras para cualquiera. Negué con la cabeza.
 
-No lo está. No me gusta que estuvieras en ese lugar.
-El reformatorio era mucho peor- dijo con un encogimiento
de hombros.
-Y fue en el orfanato donde me enteré de mi ángel. Había
una habitación en la que me encerraron... Él llegó por
primera vez a mí allí. Así que valió la pena.
 
No estaba tan relajado como sonaba. Sentí su ligera
tensión al recordar y conseguí un destello de miedo, un
cuarto oscuro, agobiante donde había estado preso durante
días. Oh, Seb.
 
-Además, nunca habría comenzado a leer libros sin el
orfanato- añadió Seb.
-Nunca. Y creo que la lectura ha sido para mí lo que
reparar coches es para ti.
 
Lentamente negué con la cabeza.
 
-Nunca vas a convencerme de que el orfanato era
realmente una buena cosa. Lo he visto, ¿recuerdas? Yo sé
por lo que pasaste allí.
-Sí, lo sé- dijo en voz baja. Él dio una pequeña sonrisa.
-Eres la única persona en el mundo que me conoce.
 
Nuestras auras se mezclaban mientras su pie descansaba
junto a mí en el sofá, apenas podía sentir dónde terminaba
la mía y comenzaba la suya. Sonreí también.
 
-Tal vez eso es porque nunca le has dicho la verdad a nadie
en tu vida. ¿Un gondolero? ¿De Verdad? Y robaste sus
cigarrillos.
 
Seb parecía realmente sorprendido.
 
-Pero es verdad, lo que le dije. Mi gente era italiana. Hubo
una huelga de gondoleros en Venecia, en mil ochocientos
cuarenta vinieron aquí por miles
 
Mis ojos se abrieron. Casi dije, ¿en serio? ¿Una huelga de
gondoleros? Y luego sentí lo burlona que se había vuelto su
aura y me eche a reír.
 
-Oh, eres bueno- le dije. -Realmente bueno.
-Y tú también- dijo Seb, su voz casual.
-Mira tu aura.
 
Sorprendida, la traje de nuevo a la vista. Sus luces lavanda
habían cambiado a verde bosque, amigablemente a juego
con Seb.
 
-Oh!- Jadeé, sentándome derecha. Al segundo en que lo
hice, volvió a lavanda. Me quedé mirando a Seb.
-¿Cuánto tiempo ha sido así?
-En los últimos minutos, tal vez- dijo con una sonrisa.
-Como puedes ver, puedes cambiar tu aura.
 
Medio me reí, gruñendo.
 
-Cuando no sé que lo estoy haciendo, genial.
 
Pero la pequeña victoria ayudo y empecé a practicar con
Seb en cada momento libre que tenía incluso en las noches
a veces, mientras que Alex y los demás repasaban las
secuencias del video que Kara había logrado tomar ese día,
tratando de obtener el código de la puerta. Yo ayudaba con
eso cada vez que podía, pero era tan consciente del tiempo
que pasaba volando y de los días que pasaban. Tenía que
aprender a hacer esto.
 
No es que los otros lucieran desconsolados porque yo
estuviera haciendo otra cosa. Seguí tratando de actuar
normal alrededor de todo el mundo, pero sabía que nada de
lo que he hecho sería "normal", en lo que a ellos respecta.
Con Seb allí, al menos ahora no me sentía tan consiente de
ello. Ese pinchazo o sensación demasiado consciente, que a
menudo solía obtener, se había desvanecido por completo.
Fue un alivio, odiaba sentirme tan vulnerable y escrutada.
 
Seb nunca dijo mucho cuando los demás estaban alrededor.
Si lo hacía, siempre era algún comentario suave que
sonaba inocente en la superficie, pero entonces podías ver
a la persona con el ceño fruncido mientras pensaban al
respecto, como, espera ¿Qué quería decir con eso?
 
Me hizo reír, pero también me exasperó. Sabía por su mano
que Seb por lo general se llevaba bien con la gente,
perfectamente bien, simplemente había esta chispa de
malicia en él que no podia resistirse a una situación como
ésta, todo el mundo siendo tan desconfiados de él cuando
ni siquiera había hecho nada.
-Jugar con sus mentes en realidad no ayuda, ya sabes-
estábamos en el patio, donde había una maltratada mesa
de picnic, la Shadow se quedó aparcada cerca de la puerta
de atrás. Por la noche, cuando el resto del equipo estaba en
casa, por lo general terminabamos aquí, o en el balcón.
-No puedo evitarlo- dijo Seb serio.
-Yo digo las cosas sin pensar, todo el tiempo las palabras
simplemente salen de mi boca. Es muy desafortunado. Creo
que debe haber un nombre médico para ello.
-¿En serio? Tal vez deberíamos donarte a la ciencia para
que puedan estudiarte.
 
La boca de Seb se crispo. Estaba sentado en la mesa,
vestido con una camisa de algodón de manga larga con su
camiseta del Cinco de Mayo sobre ella.
-Si quizás. Pero yo soy el maestro, así que no puedes. Ven,
querida, inténtelo de nuevo.
 
Asentí con la cabeza, a pesar de que se estaba poniendo
muy difícil no sentirme desanimada. Podía cambiar el color
de mi aura durante unos minutos a la vez, pero sólo si Seb
estaba allí mismo, como una especie de soporte. Siempre
que trataba de cambiarla por mi cuenta, se derrumbaba de
nuevo, sin importar lo relajada que pensaba que estaba. Mi
estado de somnolencia ahora se sentía como una estafa
auto-impuesta y era como si mi aura lo supiera. Con un
suspiro mental, cerré los ojos, preparándome para otra
pelea.
 
-No, deja de hacerlo- dijo Seb repente.
-Tú estás toda... Se rió mientras lo miraba.
-De esta manera- dijo, encogiendo los hombros en tenión.
-Es una cosa suave, como un juego. Mira, olvidate de
cambiar tu aura esta noche. Vamos a probar esto.
 
Saltó de la mesa y se acercó a la puerta de atrás,
inclinándose hacia el interior, apagó la luz que colgaba
sobre la puerta. El patio sumido en penumbra, siendo
iluminado por el resplandor ambiental de las luces de las
calles cercanas, pero mucho más misterioso ahora,
sombrio.
 
-Muy bien, ¿estás lista?- Dijo Seb cuando regresó. Sus ojos
eran traviesos.
 
Negué con la cabeza, sonriendo ahora.
 
-¿Lista para qué? ¿Es esto una cosa secreta mitad ángel?
-Sí. Algo por él estilo. Aquí, levántate- tiró de mi sobre mis
pies.
-Está bien, mira mi aura.
 
La traje a la vista. Él se había desplazado a sus colores
naturales el resplandeciente, plata brillante y el profundo
verde bosque.
 
-Ahora observa- dijo Seb. Él levantó la mano, envuelta en
un resplandor plateado. Luego la sacudió a través del aire.
Un rastro de plata la siguió, tan rápido que parecía brillar.
Él azotó su mano de nuevo, haciendo brillantes círculos y
bucles.
 
Mi boca cayó abierta.
 
-Oh, Dios mío, déjame intentarlo- Me concentré en mi
propia aura y unos segundos más tarde estaba haciendo lo
mismo girando mi mano y haciendo senderos de plata a mi
alrededor, como si fuera una de esas gimnastas con las
largas y fluidas cintas. Me reí de ver a Seb escribir su
nombre en el aire, seguido de mi propio nombre, brillando
y desvaneciéndose en un instante. Éramos como dos niños
con bengalas. No podía dejar de sonreír, desearía haber
sabido de esto cuando era una niña. ¿Qué tan genial habría
sido esto, haber tenido una bengala perpetua?
-Eso es tan increíble- dije cuando finalmente nos sentamos
en el banco de picnic. Pasé mi mano a través del aire,
viendola brillar, consciente de que este sentimiento alegre
era exactamente lo que había estado luchando por
encontrar.
-¿Cómo lo averiguaste?
-Sólo pasando el rato, cuando era niño- Seb se sentó a mi
lado mientras yo jugaba con el resplandor plateado, parecía
encantado con mi deleite.
-No se nos permitía hablar en el orfanato durante la noche.
Me tumbaba en la cama haciendo esto en su lugar- bajó la
voz confidentemente.
-Los otros chicos pensaban que era muy raro.
 
Un destello de mi patio de juegos en la escuela primaria: un
grupo de niñas colocándose en racimo, susurrando y
dándome miradas duras. Asentí con la cabeza con pesar.
-Únete al club. Asusté a la gente un montón cuando era
pequeña. Pensé que todo el mundo era psíquico, no
entendía por qué la gente se molestaba cuando les decía
cosas- Miré a Seb con una sonrisa, deseando más que
nunca habernos conocido como niños. No me habría
preocupado por el patio de recreo en absoluto en ese
entonces, si lo hubiera tenido como amigo. Podríamos
habernos sentado debajo de los columpios y haber sido
raros juntos.
 
La expresión de Seb se había vuelto cálida mientras me
miraba. Empezó a decir algo más, entonces, ambos
levantamos la vista cuando la puerta trasera se abrió y Alex
asomó la cabeza. Mi corazón saltó, casi no lo había visto en
todo el día, debía estar terminando con la materia de
seguridad por la noche.
 
Un parpadeo de resignación apareció en el rostro de Alex
por encontrarnos a Seb y a mi aquí juntos, luego sonrió. -
Hey- dijo, caminando hacia nosotros con las manos en los
bolsillos traseros.
-¿Cómo te va con Kara?- Pregunté mientras se sentaba en
la mesa junto a mí. Tenía la sensación de que quería poner
su brazo alrededor de mí, pero estaba conteniéndose,
parecería demasiado como Ésta es mi novia, retrocede.
Mientras tanto, prácticamente podía sentir que Seb se
cerraba, llegando a ser distante y vigilante.
-No muy bien- admitió Alex, tocando su frente.
-Ella sigue consiguiendo imágenes de vídeo que muestran
un número o dos, pero no toda la cosa. Ni siquiera podemos
decir cuántos dígitos hay todavía, las manos y los dedos de
las personas siempre están en el camino.
 
Yo lo sabía, había visto una gran cantidad de las imágenes.
 
-¿Seguro que no puedo ayudarte?- Le dije, tocando su
pierna.
-Podría intentar mirar a través de los vídeos de nuevo.
-Tal vez- dijo Alex. Sabía tan bien como yo que no conseguí
nada psíquicamente de la película, se sentía totalmente fría
y plana para mí. Era similar para Seb, aunque podía ver
auras en la película, no obtuvo nada más.
-Pero creo que sólo vamos a tener que seguir tratando de
reconstruir todas las piezas- Alex continuó.
-Brendan esta haciendo una hoja de cálculo que podría
ayudar. Oh y Kara dijo que el mapa de la iglesia es mucho
más preciso ahora- agregó a Seb.
-Así que gracias por eso.
 
Seb asintió.
 
-Cuando quieras.
 
Un silencio cayó. Sacudí mi cerebro por algo más que decir,
pero se sentía como una causa perdida. La conversación no
fluía exactamente cuando estos dos estaban juntos. Por
último, Seb se levantó en un movimiento fácil.
-Quizás voy a ir a leer por un rato- dijo. Me miró.
-Recuerda lo que te dije. No practiques más esta noche, ¿de
acuerdo?
 
Hice una mueca, había estado pensando en volver a
intentarlo esa noche en el dormitorio, una vez que los
demás durmieran.
 
-Seb, siento que tal vez realmente podría hacerlo ahora.
-No, simplemente relajate- interrumpió con firmeza.
-Mañana es lo suficientemente pronto.
 
Era frustrante, pero yo sabía que probablemente tenía
razón, que simplemente necesitaba saborear ser amable
con mi aura para variar, antes de sumergirme de nuevo en
volver a intentarlo.
 
-Sí, está bien- dije con un suspiro.
-Nos vemos en la mañana- dijo, sus ojos suaves. Lo sentí
casi añadir "querida" y detenerse justo a tiempo, sentí que
su destello de humor casi me hizo sonreír también, aunque
no debería haberlo hecho.
-Buenas noches- agregó a Alex.
-Noches- dijo Alex.
 
Una vez que Seb había entrado en la casa, Alex puso su
brazo alrededor de mí, besando mi cabeza.
-Hey, tú- murmuró en mi pelo. Podía sentir que estaba
contento de que Seb se había ido. Aunque estaba feliz de
estar solos también, quería decir: Sabes, tú y Seb podrían
llevarse bien si simplemente se dieran una oportunidad.
Excepto que no estaba muy segura de que fuera verdad.
Los dos eran de personalidades tan fuertes, Seb en su
manera tranquila y Alex en su manera directa y tampoco le
gustaba ser presionado.
 
Me sorprendí, el tiempo a solas con Alex era demasiado
raro para pasarlo pensando en Seb. Envolví mis brazos
alrededor de él, deslizando una mano por debajo de su
camiseta y acariciar la suavidad de su piel saboreando
cómo mis dedos se deslizaron sobre el calor de él.
 
-¿Recuerdas la cabaña?- Dije después de un tiempo.
-¿Como era el amanecer allí?
 
Había habido unas cuantas veces en nuestro refugio en la
montaña cuando nos habíamos quedado despiertos toda la
noche hablando, luego nos sentamos afuera con los sacos
de dormir envueltos alrededor de nuestros hombros, viendo
salir el sol, los dedos de color rosa y oro que bordeaban los
picos como el fuego desde dentro. El recuerdo me puso
melancólica. Había sabido entonces la suerte que tuvimos
de tener ese tiempo juntos, pero no había tenido ni idea de
qué tan pronto sería antes de que ni siquiera tuvieramos
oportunidad de hablar.
 
-Por supuesto que me acuerdo- Alex besó mi cuello.
-Volveremos algún día, Willow. Lo digo en serio. Si
derrotamos el Consejo...
 
Se detuvo. Sentí que la preocupación lo agarraba de nuevo,
la tensión sombria que nunca estaba muy lejos. Lo abracé
con fuerza, deseando desesperadamente poder decir algo
que ayudara. Teníamos menos de dos semanas y si
lograbamos obtener detalles adicionales de seguridad o no,
ibamos a tener que entrar en la Torre Mayor y hacer algún
tipo de atentado contra los Doce.
 
Nosotros. Porque mentalmente, estaba incluida en el
ataque. Iba a aprender a cambiar mi aura a tiempo aun si
eso me mataba.
 
-¿Qué estás pensando?- Alex se había alejado un poco,
mirándome con una sonrisa reflexiva.
-Parece que tienes un millón de pensamientos zumbando
por ahí- golpeo suavemente mi frente.
 
Sonreí.
 
-Tal vez no es un millón. No iba a decirle a Alex. Ya estaba
muy preocupado por todo esto, no tenía sentido añadirlo
hasta que supiera cómo disfrazar mi aura a voluntad.
Estaba contenta de que él no fuera psíquico habría
recogido lo que estaba planeando en unos dos segundos,
igual que Seb había hecho. Pensé en la mirada firme que
había estado en los ojos de Seb, en ese momento en el
sótano. Todavía no habíamos discutido el tema en voz alta.
En realidad, no se sientía necesario, los dos sabíamos
exactamente cómo se sentía el otro.
 
Sin intentarlo, consegui una repentina imagen de él. Estaba
tumbado en la cama leyendo un libro, podía imaginarlo tan
vívidamente que podía ver el título en español en la
portada, el pelo castaño cayéndole sobre la frente en esos
rizos sueltos que yo sabía lo volvían loco. La imagen me
hizo sonreír, parecía tan absorto. La aparte tan rápido
como había llegado. No sé cuando me di cuenta de que
podía percibir el paradero de Seb cuando él no estaba
alrededor de alguna manera se sentía natural saber dónde
estaba.
 
¿Por qué estaba pensando en Seb nuevo? Lo rechacé,
irritada y estudie la cara de Alex en el débil resplandor de
las luces de la calle sus fuertes y hermosas líneas. Besé su
nariz.
 
-Tienes una nariz muy linda ¿estas consciente de este
hecho?
 
Se rió por primera vez en varios días, calentandome como
una bebida caliente en una noche de invierno.
-No, no puedo decir que lo soy. No creo que mi nariz haya
recibido un cumplido antes.
-Pobre nariz. Merece muchos cumplidos-Lo besé de nuevo.
 
Alex sacudió la cabeza con una sonrisa.
 
-Mi nariz y yo gracias. ¿Por qué tengo la sensación de que
estás tratando de distraerme? Sabes, en realidad me di
cuenta de que no me dijiste lo que estabas pensando.
-Tal vez es porque yo no quiero. Tal vez estoy ocupada
teniendo un montón de pensamientos secretos, privados.
-Hmm, muy misterioso... A medida que Alex me atrajo a él
de nuevo, un sonido llegó desde el interior de la casa, casi
como si alguien gritara.
 
Nos miramos el uno al otro, sorprendidos y luego volvió
otra vez y esta vez no había duda. La voz de Sam,
bramando: ¡Chicos! ¡Ustedes, vengan aquí! ¡Todos, ahora!
 
La televisión mostró un reportero frente a la cámara,
hablando en un español rápido. Detrás de él había una
amplia mesa de conferencias con doce personas bien
vestidas sentadas alrededor, aunque realmente no se podía
distinguir sus caras. Sam estaba encorvado en el sofá, sus
musculosos antebrazos apoyados en los muslos.
 
-Están hablando de El Consejo de los Ángeles- dijo
escuetamente.
-Ese es el Consejo, ¿verdad?
-Oh, Dios mío- murmuró Trish.
 
Nadie más dijo nada. Todo el mundo estaba allí, incluyendo
Seb, todavía sosteniendo su libro: los gritos de Sam nos
habían traido a todos corriendo. Me hundí en el brazo del
sofá, mirando fijamente la televisión. Alex se puso junto a
mí, con el ceño fruncido, estaba contenta de sentir el calor
de su brazo contra el mío.
 
Desde la puerta, Kara comenzó a traducir. "...fui traído a
este lugar secreto con los ojos vendados, para mantener la
seguridad del grupo que afirma ser el Consejo Seráfico, el
gobierno de esos seres celestiales aquí en la tierra. Estoy
hablando ahora con su portavoz.
 
Una mujer con intensos ojos grises apareció en la
pantalla. Un escalofrío me invadió. Este era realmente uno
de los Doce: uno de los que esperábamos matar. Sin
embargo, de alguna manera los rasgos de su cara eran
extrañamente difíciles de captar, era como si los hubieras
olvidado cada segundo que mirabas. En un sueño, me
pareció que no sabía como era este ángel, a pesar de que
yo la estaba mirando directamente a los ojos.
 
El ángel habló en en un aparentemente impecable español
pero su voz tenía una extraña resonancia, casi como si
varias personas hablaran a la vez. Mi boca se secó.
 
-Estamos hablando al mundo hoy, porque recientemente se
han hecho declaraciones falsas y deben ser corregidas-
tradujo Kara.
-Esta será nuestra única declaración pública.
-De acuerdo, estos son algunos ángeles seriamente
espeluznantes- murmuró Brendan. Las caras de los demás
decían que había tomado las palabras de sus bocas. Tome
la mano de Alex, sentí sus dedos apretarse alrededor de los
míos.
-Somos el cuerpo gobernante angelical. Queremos que el
mundo sepa que, independientemente de lo que pueden
haber oído, las cosas de hecho van a cambiar. Hablamos
por todos los ángeles y somos los únicos ángeles con la
autoridad para hacerlo- Ella hizo una pausa para dejar que
eso se hundiera.
 
Y de repente comprendí de qué se trataba... Raziel. Había
aparecido en la televisión y prometió que nada cambiaría
como si fuera su decisión.
 
La cara del reportero estaba pálida.
 
-¿Qué cambios podemos esperar?
 
El ángel miró directamente a la cámara por primera vez. Su
coro de voces se volvió más bajo, más deliberado.
 
-En primer lugar, habrá cambios inminentes en la forma en
que se ejecuta la Iglesia de los Ángeles.
-¿Te refieres a...? Comenzó el reportero.
 
Ella habló justo encima de él.
 
-Vamos a seguir con la tradición de un ángel al frente de la
Iglesia, por el momento y de hecho, pronto se nombrará un
ángel para dirigir la Iglesia aquí en México. Sin embargo,
el nombre de este ángel no será divulgado, a partir de
ahora, vamos a mantener un perfil mucho más bajo en el
mundo. Cualquier ángel que conozcas por su nombre
pronto se retirara de la vista pública. Esa es nuestra
promesa.
 
Los ojos grises ardían cuando el ángel hizo eco de las
palabras de Raziel. Tragué saliva. No tenía ninguna
simpatía en absoluto por Raziel, pero estaba contenta de no
ser él, justo en este momento. Me podía imaginar su furia
impotente tan claramente que por un segundo fue casi
como si la emoción me golpeara.
 
Junto a mí, la expresión de Alex era profunda mientras lo
asimilaba todo, tratando de ver si había algo aquí que nos
pudiera ayudar. Seb se quedó con el ceño fruncido. Sus
sentimientos acerca de los ángeles eran mucho más
complicados que los míos había tenido una relación de
amor-odio con su feroz y poderosa belleza durante años
pero sabía que estaba tan desconcertado por el Consejo
como yo.
 
El ángel pareció recordar la presencia del reportero. Ella
dio algo que creo estaba destinado a ser una sonrisa,
aunque visiblemte lo hizo retroceder.
 
-Este es su mundo, nosotros, los ángeles les permitiremos
manejarlo. Nuestra administración de la Iglesia es sólo en
respuesta a vuestra inevitable adoración por nosotros más
allá de eso, tenemos poco interés en asociarnos con
ustedes.
 
Kara dejó de traducir por un segundo, dejó escapar una
risa corta, incrédula.
 
-Hombre, nunca pensé que me disgustaría ningún ángel
más que Raziel- ella continuó mientras el reportero
tartamudeaba.
-¿Es... es por eso que están en la Ciudad de México para
designar un jefe de la Iglesia aquí?
 
Los ojos se volvieron distantes.
 
-En parte- dijo el ángel. -Actualmente estamos realizando
otro negocio aquí también un negocio vital para todos los
ángeles. Ustedeses seres humanos aquí en la Ciudad de
México y luego también en todo el mundo, pueden notar
ciertos efectos. Esta entrevista ha terminado. -¿Qué
significa eso?-Gritó Brendan.
-No sé pero ya están afectando a la humanidad más que
suficiente- Wesley entre dientes. Él estaba mirando a la
pantalla, su normalmente cerrada cara llena de ira.
Recordando lo que Alex me había dicho en confianza, sobre
toda su familia teniendo quemaduras de ángel, no lo culpo.
-Tranquilos, chicos- dijo Alex.
 
La imagen final mostraba a los Doce en sus formas de
ángel, sus figuras aladas brillando.
 
-Nosotros, los chilangos podemos estar orgullosos de que el
Consejo Seráfico eligió la Ciudad de México para dirigirse
al mundo- dijo el periodista en una voz baja.
-Pero por ahora... sólo podemos esperar y preguntarnos.
-Dios, no podemos acabar con ellos lo suficientemente
pronto- Liz estallo cuando dos comentaristas en una sala
de redacción aparecieron en la pantalla, hablando con
entusiasmo.
-¡Hablando de hacerle un favor al mundo!
-Por lo menos a ellos no parece gustarles mucho ese
cobista Raziel- Kara todavía estaba en la puerta, su nariz se
arrugó con disgusto.
-Suena como si él ni siquiera puediera quedarse en la
Iglesia mucho más tiempo.
-Sí, pero nada de esto importa a menos que realmente
podamos entrar en la Torre Mayor- gruñó Sam.
-Alex, ¿qué pasa con eso? Tienes un plan, ¿verdad?
 
Lo miré, preguntándome que diría. Cuando Alex no estaba
llevando al equipo en cacerías de práctica, había estado
saliendo por la parte trasera de la Torre Mayor, viendo la
entrada de servicio. Aunque había tenido la sensación de
que un plan se estaba formando en su mente desde hacía
días, él no parecía querer hablar de ello todavía.
 
Evidentemente, tampoco quería hablar de ello ahora.
-Estoy trabajando en algo- dijo en breve.
-No te preocupes, vamos a entrar. Pero lo primero es lo
primero, chicos. Tenemos que obtener la información de
seguridad, o vamos a trabajar a ciegas, una vez que
estemos adentro.
 
Seb habló, su voz tranquila atraveso la habitación.
 
-Lo que me gustaría saber es, ¿qué es este "negocio vital
para todos los ángeles" qué se traen entre manos?
-Ni idea- dijo Alex.
-Sin embargo, por ahora, sólo estoy preocupado por si eso
afecta el ataque- mientras mantenía la mirada fija en la
pantalla del televisor, parecía bastante relajado pero
recogiendo las débiles líneas en su frente, sabía que no lo
estaba.
-Ojala que no lo haga- dije.
 
Alex bajó la vista hacia mí y casi pude ver su tensión
aligerarse, por un segundo, eramos las únicas dos personas
en la habitación. Con una pequeña sonrisa, tocó
brevemente mi espalda, sus dedos calientes a través de mi
camisa.
 
-Sí, con suerte- dijo.
 
Las cosas se pusieron aún más tensas después de eso, más
determinados: el equipo había visto realmente con quien
iban a pelear. Alex todavía los estaba llevando a cacerías
diarias lo que me hizo maldecir mi incapacidad para ocultar
mi aura más que nunca. Odiaba sólo quedarme en casa
cuando el peligro estaba aumentando con cada día que
pasaba debido a que los ángeles tenían que ser conscientes
a estas alturas de que había AKs en la ciudad. Nunca podia
relajarme hasta que todo el mundo estaba de vuelta. Alex
tuvo la precaución de no caer en una rutina predecible, sin
embargo. Siempre llevaba al equipo a diferentes lugares y
en diferentes momentos, incluso fueron de noche a veces. Y
los AKs estaban mejorando a pasos agigantados. Sabía que
Alex pensaba que si sólo pudiéramos obtener la
información de seguridad, tendríamos una posibilidad real
frente al Consejo ahora.
 
Cuando se le preguntó, todo lo que dijo fue que tenía un
plan para llevarnos a la Torre Mayor, pero estaba
trabajando en los detalles.
 
-¿Tienes un plan?- susurre una mañana cuando estábamos
solos en su habitación. Estaba tumbada en sus brazos,
saboreando la sensación de su piel contra la mía. Me había
deslizado en su habitación mientras los otros estaban
desayunando sabía que Alex ya habría tenido el suyo, era
un madrugador. Cuando cronometraba las cosas bien, a
veces podíamos tener casi media hora a solas. Era
increíblemente valioso para nosotros y no sólo como un
momento para hablar. Ahora acaricié su pecho desnudo.
-¿O simplemente estás tratando de mantener la moral o
algo así?
 
Alex suspiró. Manteniendo un brazo alrededor de mis
hombros, extendió una mano para golpear las motas de
polvo que estaban a la deriva.
 
-Sí, tengo un plan pero no me gusta mucho- admitió.
-No quiero decir nada al equipo hasta después de haber
recibido la información de seguridad. Espero que
averigüemos algo que lo mejore.
 
Me mordí el labio. Así de mal. No dije nada, está claro que
él no quería profundizar. Después de una pausa, él rodo
hacia mí y nos quedamos mirando el uno al otro sin hablar.
Me sentí caer en sus ojos azul-gris, tan vivos bajo sus
pestañas negras. Cuando capte una ola de sus emociones,
mi garganta se apretó: un profundo anhelo, un miedo
reprimido de que los dos no tendríamos la larga vida juntos
que ambos queríamos. La idea me llenaba de pavor.
 
Se estiró y tocó un mechón de mi cabello, como si nunca lo
hubiera visto antes y luego bajó sus labios a los míos. Podía
sentir lo mucho que necesitaba perderse en mí, era lo que
yo necesitaba también, con él. Lo abracé con fuerza
mientras nos besábamos y deseé que no hubiera límites de
tiempo y ninguna otra persona y que pudieramos hacer
exactamente lo que queríamos. Porque, aunque trataba de
no pensar en ello, en mis momentos más oscuros no podía
evitar preguntarme si realmente sobreviviríamos a todo
esto. Y no quería morir sin entregarme verdaderamente al
chico que amaba.
 
-Alex, tal vez... Susurre ahora. Mi corazón palpitaba, mi
cuerpo se sentía sonrojado y susceptible.
 
Se levantó sobre sus codos, escudriñando mi rostro. Antes
de que pudiera decir nada, oímos Sam y Brendan volver al
dormitorio, discutiendo sobre baloncesto. Baloncesto,
cuando estábamos a mil millas de distancia de la NBA.
Cerré los ojos con fuerza, tenía ganas de llorar. Alex dejó
escapar un suspiro y luego me dio un beso.
 
-Pronto- dijo y me di cuenta de la determinación en su voz,
él iba a hacer que sucediera, no importa qué.
 
Con un solo dígito faltante para romper el código de
seguridad de seis números, resultó que cambiaban el
código cada semana, derribandonos de nuevo al punto de
partida. Todo el mundo se estresó especialmente Kara,
creo, cuya tarea de encontrar el nuevo código no podia ser
apresurada, aunque todos anhelábamos que lo fuera.
Quedaba poco más de una semana ahora. El resto del
equipo pasó algún tiempo libre ya sea trabajando o viendo
la televisión casi en silencio.
 
Pero el éxito del plan no era mi única preocupación. Una
vez o dos veces, había recibido de Seb atisbos de la misma
emoción poderosa que pensé que había sentido en él el
primer día que nos conocimos cálidos y profundos
destellos, que me dijeron exactamente lo mucho que
todavía esperaba que algo más que amistad pasara entre
nosotros.
 
Por lo general, lo mantuvo oculto muy por debajo de la
superficie, sin embargo. Y egoístamente, me alegre de ello.
Yo no quería hacer frente a sus sentimientos por mí. No
quería que nada cambiara entre nosotros, jamás porque
Seb y yo acababamos de hacer clic, en todos los niveles.
Realmente se sentía como un hermano: un alma gemela
que de alguna manera me había encontrado de nuevo,
después de una vida separados.
 
Azul. Me imaginaba un alegre azul claro, como el cielo en
un día de verano. Mientras nos sentabamos en el patio, me
he centrado sólo en mi aura, manteniendo ligeramente el
sentido de unidad, de juego. Mi aura se movió, sus luces
plateadas, se volvieron obedientemente al color del cielo.
De alguna manera me mantenía distante, haciendo caso
omiso de los latidos distantes de mi corazón. Para variar, la
energía de Seb no me estaba reforzando, aunque podía
sentirlo sentado cerca, silenciosamente dispuesto a seguir
adelante.
 
Entonces, una alarma de coche se apagó y me asuste, mi
aura se volvió plateada. Cuando intenté de nuevo, sabía
que había perdido totalmente el sentido de ligereza, que
tendría que entrar de nuevo en modo de aura-bengala para
recuperarlo. Suspiré mientras abría los ojos. Ahora que
había llegado a esta etapa, Seb seguía diciendo que
necesitaba bloquear la parte del aura de mi mente y
mantenerlo separado, de modo que nada pudiera
distraerme, pero simplemente no era capaz de conseguir
suspenderla.
 
-Realmente lo estás haciendo mucho mejor, ya sabes-
comentó. Estábamos en la mesa de picnic de nuevo, Seb
estaba sentado hacia atrás en el banco conmigo en la mesa
junto a él.
-Sí, pero- me interrumpí, pasandome las manos por la cara.
-Oh, argh. ¿Por qué no puedo conseguir esto, cuando
puedes hacerlo tan fácilmente? ¡Esto es peor que estar de
vuelta en la clase de álgebra!
-Aprendí cuando era un niño pequeño creo que esto lo hizo
mucho más fácil- señaló Seb suavemente. Se echó hacia
atrás contra el borde de la mesa, apoyando los codos a
cada lado mientras me daba una mirada curiosa.
-¿Has tomado álgebra?
 
Me encogí de hombros.
 
-No por elección. Era necesario- le había contado a Seb
mucho acerca de la escuela secundaria, al igual que Alex,
era algo que sólo habían visto en la televisión. Saqué mis
rodillas hacia arriba, con las piernas cruzadas.
-¿Hubieras querido ir, si hubieras tenido la oportunidad? A
la escuela secundaria, quiero decir.
 
Una oleada de sorpresa, de modo que sabía la respuesta
antes de que él lo dijera.
 
-Sí, por supuesto. Incluso si me hubiera sentido solo allí, de
la manera en que tú siempre lo hiciste, todavía me gustaría
saber más de lo que lo hago- Él hizo una mueca irónica,
como si no quisiera que le importa demasiado.
-Podría haber aprendido cómo no quedar atrapado en el
robo, tal vez.
 
En realidad, Seb leía tanto que sabía mucho más que yo
sobre algunas cosas. Lo estudié, tratando de imaginarlo en
la escuela secundaria. Al igual que Alex, él habría tenido a
todas las chicas del lugar después de él si hubiera ido.
Aunque tenía la sensación de que Alex habría estado en la
cancha de baloncesto, mientras que Seb se habría
escondido en algún lugar de la biblioteca.
 
Él empujó suavemente en mi pierna.
 
-De todos modos, sé que no te gustaba mucho la escuela,
pero debe haber habido algo que hayas disfrutado.
 
"Disfrutado" era bastante fuerte. Empecé a reír y dije
Supongamos otra vez y luego recordé mi clase de arte.
Siempre me había gustado hacer cosas con las manos.
Cuando toda la Iglesia de los Ángeles ocurrió, había estado
trabajando en una escultura cinética utilizando piezas de
motores antiguos. Si me las hubiera arreglado para hacerlo
bien, en realidad las diferentes piezas iban a moverse por
su cuenta.
 
Describí mi escultura a Seb, escuchó con interés.
 
-Sí, puedo imaginarte haciendo eso- Entonces él acarició su
mandíbula sin afeitar, luciendo profundamente reflexivo. -
Sabes, creo que esto significa que estaba en lo cierto-
decidió.
-Ahí esta algo que disfrutaste.
-Sí, supongo- admití. Lo miré con una sonrisa, sacudiendo
la cabeza.
-¿Cómo lo supiste?
 
Él me dirigió una mirada con aire de suficiencia.
 
-Ah, ya ves... Te conozco mejor que tú misma.
 
Y realmente lo hacía a veces, eso era lo más divertido. En
cierto modo, Seb me conocía mejor que nadie en el mundo,
incluso Alex. Apoye los brazos en mis muslos, en el fondo
estaba el zumbido interminable del tráfico. -¿Puedo hacerte
una pregunta?- Dije después de un momento.
 
-Sabes que puedes.
 
Me aclaré la garganta. Me moría de ganas de preguntarle
esto desde que nos encontramos por primera vez, pero
había sentido vergüenza por alguna razón.
-Sólo me preguntaba... si puedo ver a tu ángel.
 
Sentí un salto de emoción de él.
 
-También he querido preguntarte eso- admitió. -Mucho.
 
Ambos eramos tímidos de repente. Mis mejillas se
calentaron. Metí de nuevo un corto mechón de mi cabello.
-Um... así que ¿cómo deberiamos...?
-Iremos al mismo tiempo- sugirió Seb, enderezándose.
 
Me moví hacia el banco y me senté con las piernas
cruzadas, frente a él.
 
-Está bien, a la cuenta de tres.
 
Él asintió con la cabeza.
 
-Uno... dos... tres.
 
Cerré los ojos brevemente en "tres", trayendo mi ángel a mí
en una brillante ráfaga de energía. Me fusione con ella,
enviandola a volar suavemente de mi cuerpo humano para
flotar por encima de mí.
 
Abrí mis ojos. Seb estaba sentado a mi lado... y por encima
de él estaba su ángel.
 
Lo mire tanto con mis ojos de ángel y humanos. El ángel de
Seb se parecía a él, delgado y poderoso, con rizos sueltos y
una cara pómulos altos excepto que estaba radiante de luz.
Sus alas se extendían a lo largo de la mesa, agitando el aire
de la noche. Casi no podía respirar ante la maravilla de ver
verdaderamente a otro de mi propia especie por primera
vez, pensé que nunca podría absorberlo lo suficiente. Por
el rostro de Seb, supé que él sentía exactamente lo mismo.
Más, aun que había estado esperando esto durante tantos
años.
 
El ángel de Seb llevaba pantalones vaqueros y una
camiseta, de repente me di cuenta de que mi ángel podía
vestirse con cualquier cosa que quisiera. Cambié mis ropas
angelicales a un vestido de época de los años sesenta que
siempre había amado, vi una ligera sonrisa de Seb cuando
se dio cuenta. Flotando en mi forma de ángel, tomé las
manos etéreas de Seb, lo fuertes y brillantes que parecían.
Anhelaba extender mi propia mano para ver lo que era
tocar a otro de mi especie en esta forma también. Pero algo
me detuvo y con un esfuerzo, mantuve mi brazo donde
estaba. Me parecía... demasiado, por ahora.
 
En el banco, los ojos de Seb se mantuvieron fijos en los
míos. Me atraparon y me sostuvieron, me sentí casi
aturdida por el asombro de que de alguna manera los dos
nos habíamos encontrado el uno al otro, que me había
encontrado. Mi boca se secó cuando volví a sentir la
verdadera profundidad de sus sentimientos por mí, pero yo
no podría haber apartado la mirada de Seb en ese momento
para salvar mi vida. Era tan consciente de lo mucho quería
enviar mi propio ángel volando con el suyo, ambos volando
tan lejos que nos gustaría encontrar las estrellas más allá
de las luces de la ciudad pero los dos sabíamos que no era
seguro aquí.
 
Finalmente, con una última larga mirada el uno al otro,
nuestros ángeles volvieron a nuestros cuerpos humanos en
una ráfaga de alas brillantes, por lo que una vez más
parecíamos ser simplemente Seb y yo en el sucio patio de
concreto juntos. Ninguno de los dos se movió mientras
estábamos sentados allí, nuestras miradas siguían
bloqueadas. Se sentía... No puedo describir cómo se sentía.
Habíamos visto esta parte tan intima el uno al otro,
compartimos nuestro verdadero ser.
 
Vi moverse la garganta de Seb. Sus ojos estaban brillantes.
Sin hablar, tomó mi mano, yo estaba buscando la suya al
mismo tiempo. Nuestros dedos se encontraron y se
entrelazaron, agarrandose con fuerza. Ni siquiera se sientía
como si tuviéramos una opción. Seb y yo teníamos que
tocar en ese momento, teníamos que tratar de expresar de
alguna manera lo que acababamos de experimentar.
Dejando escapar una respiración entrecortada, me apoyé
contra el firme calor de su brazo, nuestros dedos aún
estrechamente unidos.
 
Nos sentamos así durante mucho tiempo, con la noche
urbana tarareando suavemente con vida a nuestro
alrededor.
 
 
 
Capítulo 18
 
Alex
 
-Entonces, ¿cómo vamos a entrar en la Torre Mayor?-
Exigió Sam por centésima vez.
-Porque con el tiempo que se toma Kara, estoy empezando
a pensar que será mejor que olvidemos las cosas de
seguridad. ¡Diablos, vamos a irrumpir allí, hacemos lo que
tenemos que hacer y salimos de nuevo!
 
Ellos regresaban de otra cacería, en la Alameda Central
esta vez. El metro estaba menos lleno de lo habitual,
permitiendo que los AKs se sentaran juntos en un vagón
casi vacio. Alex gruño y dejó caer la cabeza contra la
ventana.
 
-Sam, hemos tenido esta conversación- dijo.
-Dime otra vez, ¿por qué es una buena idea que vayamos a
irrumpir allí sin ninguna idea de donde estamos entrando?
Oh, sí, se me olvidaba. Estamos en una película de Rambo.
-Bueno, no podemos seguir esperando a Kara para obtener
el maldito código- se quejó Sam. Se sentó de espaldas en su
asiento: un grande y disgustado texano.
-El Concejo se habrá ido antes de que lo consiga a este
ritmo.
 
Alex no respondió, plenamente consciente de que si lo peor
se volvía peor, tendrían que hacer un atentado en el
Consejo de todas formas. Suspiró, masajeando sus ojos. Los
ángeles en la ciudad estaban definitivamente en alerta
ahora. Casi no había tanta alimentación como había habido
sólo hace un par de semanas y aquellos que parecían
estarse alimentando era de una manera algo superficial,
estaban menos propensos a saborear sus presas. Aun así, el
equipo había logrado reducir a cuatro hoy y tres de ellos le
habían devuelto el golpe. Distraidamente, Alex se preguntó
qué tipo de daño estaba tomando de todas las caidas ángel
últimamente. Martin, su padre, solía ser acribillado de
veces.
 
Al lado de Alex, Liz y Trish estaban hablando en voz baja,
emocionadas sobre la caza, Wesley y Brendan se sentaron
frente a ellas, uniéndose en forma ocasional. Wesley, en
particular, parecía emocionado, casi sonriendo para variar:
había recibido a dos de las criaturas. El equipo no lo estaba
haciendo mal, en realidad no lo estaba. Pero tenían menos
de una semana para ir ahora. -Todavía no me has dicho cuál
es el plan- observó Sam, tamborileando con los dedos sobre
su pierna.
-No es burla- dijo Alex en breve. No tenía intención de
decirle a Sam o cualquier otra persona hasta que tuviera
que hacerlo, la moral se desplomaría. Bueno, quizás no la
moral de Sam. Pero los miembros sanos del equipo,
definitivamente.
 
Se había pasado días explorando la entrada de las entregas
de la Torre Mayor mientras pretendía estar jugando con el
motor de la Shadow en un estacionamiento cercano y por
ahora, pensó que tenía un plan bastante sólido para la
forma en que podía conseguir que el equipo entrara allí y
subir hasta el ascensor de servicio. La furgoneta blanca de
Juan sería perfecto, la mitad de los envíos llegaban en
camionetas blancas. Aunque el ascensor de servicio estaría
asegurado para tener ese ultimo piso bloqueado también,
podrían llegar al piso de abajo y luego tomar la escalera,
donde se dispararían las cámaras de seguridad
inmediatamente. Las repentinas pantallas en blanco en la
oficina de seguridad sin duda traerían a alguien para
comprobar la causa en cuestión de minutos, pero estarían
adentro para entonces, no tomaría ningún tiempo en
absoluto subir las escaleras y abrir la puerta de un disparo
con una pistola con silenciador. Si pudieran llegar al
Consejo rápidamente después de eso, Alex pensó que sus
posibilidades de entrar y salir vivos no eran terribles. Era
concebible que pudieran bajar en el ascensor principal y
estar fuera de la puerta principal antes de que alguien
descubriera lo que había pasado, sobre todo en el caos de
todos los ángeles desapareciendo de repente.
 
Era esa palabra "rápidamente" la que lo mantenía despierto
por la noche y lo hacía mantener el plan firmemente para sí
mismo. Porque simplemente no sabían lo que estaba
sucediendo ahora. No podían estar seguros de llegar al
Consejo de forma rápida cuando no tenían ni idea de si el
programa todavía era el correcto, ni idea de lo que era la
distribución, o qué sala estarían los Doce. Alex tenía
visiones de pesadilla del equipo deambulando, buscando en
las puertas, mientras seguridad venía corriendo hacia ellos,
después de haber avisado a los ángeles que había intrusos
en medio de ellos.
 
El tren llegó a la estación del Zócalo, Alex se levantó
bruscamente. Los otros lo miraron con sorpresa, su parada
era todavía varias estaciones de distancia.
-Salgamos de aquí- dijo, metiéndose las manos en los
bolsillos de su sudadera.
-Quiero comprobar algo.
 
A medida que subían las escaleras de la estación, podían
escuchar gritos en la acera, había empujones entre algunos
de los Cruzados y los Fieles.
-¡Mi madre se está muriendo!- Gritó un hombre. Su cara
era salvaje, retorcida de furia.
-No hay camas para ella, ni médicos.
-¡Si tuviera fe verdadera, los ángeles la ayudarían!- Gritó
alguien de nuevo. Había carteles ondeando, codos
voladores mientras las personas se enfrentaban. Alex y los
demás bordearon alrededor de ellos, un hombre en un traje
de negocios se tambaleó hacia atrás y con la misma rapidez
se arrojó de nuevo a la refriega. Trish se veía preocupada
al pasar, mirando hacia atrás por encima del hombro. Alex
pudo ver que ella quería de alguna manera desactivar la
tensión, al igual que siempre quiso suavizar las cosas para
el grupo.
-Alex, parece que podría ponerse serio- ella comenzó.
-Lo sé, pero ignoralo- dijo, sin romper el paso.
-No queremos involucrarnos- La policía en su mayoría
parecían hacer caso omiso de los Cruzados, a menos que
las cosas se pusieran violentas, entonces, sin duda, los que
arresten serán arrastrados hacía los ángeles.
 
Trish se mordió el labio, pero asintió. Cuando estaban justo
enfrente de la ligeramente inclinada masa de la Catedral
Metropolitana, no, la Catedral de los Ángeles, se le
olvidaba, Alex sacó su móvil del bolsillo de los pantalones
vaqueros. Golpeando los botones con el pulgar, le envió un
texto a Kara:
 
Estamos en el Zócalo. ¿Dónde estas? ¿Puedes echar
un vistazo a la catedral con nosotros?
 
Unos segundos más tarde llegó la respuesta:
 
Estoy aquí en 2. Te encontraré fuera de la catedral en
5.
 
Alex texteó un rápido Sí y se guardó el teléfono de nuevo.
Bueno, él había pensado que ella todavía estaría aquí. A
pesar de que había estado en la catedral varias veces para
estudiar la disposición, se sentía nervioso con impaciencia
de repente, quería ver el lugar de nuevo, ver si se había
perdido algo.
-Vamos, vamos a revisar la catedral- dijo a los otros.
-Bueno aleluya, finalmente estamos haciendo algo- dijo Sam
con una sonrisa.
 
Alex le dio una mirada plana.
 
-Sí lo estamos. Vamos a entrar y mirar. No empezar a
disparar. ¿Entiendes?
 
Sam le dio una ligera mueca, pero asintió.
 
-Lo tengo, no te preocupes.
 
Se dirigieron a través del amplio tramo del Zócalo,
acompañado por el ritmo incesante de los tambores de
bailarines aztecas. Alex sabía que en diciembre la ciudad
por lo general erigía una pista de patinaje gigante en la
plaza, pero este año no había nada ya sea que el DF ya no
tenía los fondos para ello, o habían decidido que eso le
quitaría la gloria a la catedral convertida. Casi no había
decoraciones de Navidad alrededor de la ciudad tampoco,
había oído en las noticias que mucha gente veía la fiesta
como carente de significado ahora. Muchos tenían previsto
comenzar a celebrar el día de la llegada "31 de Octubre"
como su fiesta principal en su lugar, en honor a los ángeles.
Genial, pensó Alex con disgusto, imaginándolo.
 
Pasaron a través de puertas de hierro forjado de la
catedral, los azulejos rojos y negros desteñidos que una vez
habían estado bajo los pies ahora eran plata celeste y azul
claro. Wesley miro hacia el ángel dorado.
 
-Todavía no puedo creer que hicieron eso- murmuró hacía
Alex.
-Ese ángel era el monumento más famoso de la Ciudad de
México.
-Todavía lo es- señaló Liz, oyendo por casualidad.
-Aún más famoso ahora. Pero esa columna vacía en el Paseo
de la Reforma simplemente se ve rara como si estuviera
esperando a que pase algo.
 
Kara estaba de pie junto a las enormes puertas de madera
maciza de la catedral. A pesar de su preocupación, Alex
contuvo una sonrisa cuando vio que tenía un par de alas de
ángel rosa satinado.
 
-Ellas son realmente tú- dijo, cuando la alcanzaron.
-¿O tienes una quemadura de ángel y debo dispararte?
 
Kara puso los ojos en blanco, la larga y trenzada peluca que
llevaba la hacía parecer como Cleopatra o algo así.
 
-Se llama camuflaje, querido. Probablemente todos
deberían obtener algunos también, así nuestro grupo no
llamaría la atención. Esta es la central de la Iglesia de los
Ángeles. Donde la gente es alocada y los ángeles son
abundantes.
 
Sam retrocedió.
 
-¿Qué, usemos esas cosas? De ninguna manera.
-No, es una buena idea-Alex buscó su billetera, sacando
unos pocos cientos de pesos, le entregó los billetes a Sam.
-Aquí, ve y consiguenos algunas, ¿de acuerdo?- mientras
Sam abría la boca, él agregó.
-Y no te quejes, Tex, o haré que te pongas uñas color rosa-
Los demás se rieron. Sam le dio una mirada oscura y se
dirigió a uno de los vendedores de alas de ángel que
vagaban alrededor de la plaza.
-Escucha, estaba a punto de escribirte yo misma- dijo Kara
en voz baja.
-Finalmente logré obtener el código de seguridad hoy, todo
la cosa, al primer intento. Si sólo lo cambian una vez a la
semana, debe ser bueno por otros tres días.
 
El corazón de Alex saltó.
 
-¿De Verdad? ¿Estás segura?
-Sí. Y tengo una idea de cuándo podría ser el mejor
momento para intentar irrumpir también, pero... mientras
tanto, ha surgido algo.
-¿Qué?- Alex sintió que su euforia se desvanecía. La
expresión del rostro de Kara no anunciaba buenas noticias.
 
Ella calló, sus hermosos rasgos silenciosos retorcidos con
sus pensamientos.
 
-Vamos a esperar hasta que estemos dentro- dijo
finalmente.
-Puedes ver a lo que me refiero por ti mismo.
 
Sam volvió con un recimo de alas de ángel y se las
pusieron, ayudándose unos a otros a enderezarlas.
 
-Perfecto todos parecen verdaderos devotos ahora- dijo
Kara.
-Sólo miren alrededor con asombro y van a encajar
perfectamente.
 
Las alas blancas en la espalda se sentían ridículas. Pero el
equipo parecía estar listo, Alex lo vio con aprobación, alerta
y razonablemente relajado, un gran cambio desde hace sólo
dos semanas, cuando habían tenido su primera cacería.
 
-Está bien, quiero que todos ustedes escaneen y se
preparen, en caso de que cualquiera de nosotros sea
atacado- dijo.
-Peguense entre sí, no se vaya nadie deambulando. Si
tenemos que defendernos, traten de hacerlo sin ser
notados, me gustaría evitar una revuelta hoy.
-Revueltas, malo, lo tengo- murmuró Brendan.
 
Una frialdad cavernosa cayó al entrar en la catedral.
Cuando Alex había estado aquí hace años, un altar había
estado justo en la entrada. Ahora ya no estaba, al igual que
el órgano detrás de él, conviertiendo la catedral en un
espacio amplio y espacioso. Las columnas blancas
marchaban en una línea silenciosa hacía el único y lujoso
altar muy lejos por el pasillo que se extendía desde el suelo
hasta el techo, adornado con detalle, brillando como
líquido. Un ángel de oro ocupaba un lugar de honor aquí,
sosteniendo una trompeta en sus labios mientras los
ángeles más pequeños retozaban alrededor. De alguna
fuente invisible, música de arpa revoloteaba en el aire.
 
Cientos de personas estaban en el interior, aunque la
catedral era tan grande que no parecía atestado. Muchos
se sentaban rezando en las largas bancas, otros vagaban
respetuosamente, tomando fotos y videos, o encendiendo
velas que estaban en pequeños soportes alados. Alex vio
uno o dos de los que se estaban alimentado, sus rostros
iluminados mientras los ángeles estaban de pie junto a
ellos, sus manos enterradas profundamente en la fuerza
vital de los humanos mientras sus halos ardían cada vez
más y más brillantes.
 
Sam también lo había visto, Alex prácticamente podía
sentirlo moviéndose por su arma.
-Tranquilo- le susurró.
 
Los AKs se movían por el pasillo central, haciendo eco de
sus pies en el suelo de mármol. Kara miraba
soñadoramente hacía el techo abovedado con sus recién
pintados ángeles rococó rosas y blancos que se elevaban
entre las ventanas redondas. Alex sabía que no podía hacer
la mirada extasiada tan bien como ella, él sólo trató de no
parecer que odiaba totalmente este lugar.
 
A ambos lados, en el espacio donde capillas a los santos
individuales habían estado una vez fue dedicado a diversos
aspectos del amor de los ángeles. Pretendiendo estar
mostrándoles la capilla "amor por nuestro planeta", Kara
llevó a los AKs a una pintura de tres ángeles sosteniendo
un globo del mundo entre ellos.
 
Ella señaló hacia arriba, como si indicara un detalle de la
obra de arte.
 
-Ok, no miren ahora, pero esa puerta detrás de mí lleva a
las principales oficinas administrativas- dijo al equipo. Alex
la había visto varias veces antes, de todos modos echó una
ojeada a la puerta oscura y arqueada de la esquina.
-Pueden ver el teclado justo al lado- continuó Kara.
-Como le estaba diciendo a Alex, tenemos el código ahora y
no debería ser cambiando de nuevo hasta el jueves y por lo
que he visto, hay un par de veces durante el día en que
podríamos deslizarnos sin ser notados. El servicio de la
tarde es el principal todo el mundo parece bastante
distraído entonces. Sin embargo, hay otro problema.
 
Alex había estado de pie, de espaldas a la pared de piedra
mientras escuchaba, fingiendo mirar la catedral, mientras
mantenía un ojo en los ángeles. Los dos que habían estado
alimentandose habían desaparecido ahora, al menos en sus
formas angelicales. Explorando, no sintió ninguna de las
criaturas en el espacio principal pero un cosquilleo se
arrastró por su espina dorsal ante el número de ellos en el
área invisible de la oficina.
 
Él inclinó la cabeza hacia Kara.
 
-Jesús, ¿cuántos de ellos están allí?- Murmuró.
-Ese... es el problema- dijo Kara. Sus ojos se encontraron
con los suyos.
-Es una nueva situación con la que tenemos que lidiar
porque tengo un mal presentimiento de que están aquí
para quedarse. Vengan, vamos a darle al resto de estos
chicos un rápido vistazo alrededor del diseño, entonces, tal
vez todos podamos ir a un café o algo así. En serio he
tenido suficientemente de este lugar por un día.
 
Salieron de la catedral unos veinte minutos más tarde,
subiendo por sus desgastados escalones de piedra hacia el
final de la tarde. Mientras cruzaban la carretera y
comenzaban a atravezar la plaza, Alex sacó su teléfono y
envió un mensaje a Willow:
 
En casa en un rato.Estamos bien. Te amo.
 
Su respuesta llegó rápidamente, haciéndolo sonreír:
 
¡Regresa pronto, te extraño!
 
Había comprado teléfonos móviles para el resto del equipo
el día después de que Seb llegara, sin querer estar nunca
más en una posición en la que faltaba alguien y no tenía
idea de lo que estaba pasando. Ahora él y Willow a menudo
enviaban unos cuantos textos de ida y vuelta durante el día,
pequeñas notas que lo hacían sentirse más relajado acerca
de la presencia de Seb en la casa. No demasiado, sin
embargo, si era honesto.
 
Alex sacudió la cabeza con disgusto hacia sí mismo
mientras caminaba. Nunca había pensado que era una
persona celosa y confiaba en Willow por completo. Pero
sabiendo que ella y Seb estaban solos todo el día, aunque
todo lo que estaban haciendo era trabajar en su aura, le
molestaba como una piedra en su zapato. Por no hablar de
que había perdido la cuenta ahora de la cantidad de veces
que había entrado con ellos teniendo una de sus largas e
íntimas conversaciones. Hace sólo un par de noches, les
había encontrado en el balcón, Willow llevaba el suéter de
Seb cubriendo sus hombros mientras hablaban. A pesar de
que habían estado sentados al menos a cuatro pies de
distancia, el suéter había irritado mucho a Alex, más de lo
debido, había sido un esfuerzo incluso ser civilizado con
Seb. Sin embargo, no era el tipo de cosas que podrías
mencionar, sin sonar como un idiota celoso.
 
Pero no podía haber contenido lo que había dicho ni para
salvar su vida, las palabras finalmente salieron de él,
después de dos semanas de reprimirlas.
 
-Entonces, sabes que está enamorado de ti, ¿verdad?- Le
había preguntado una vez que Seb había vuelto a entrar,
dejando su sueter sobre los hombros de Willow.
 
Alex había estado sentado al lado de Willow en el frío suelo
de hormigón con su brazo alrededor de ella. Ella se había
quedado quieta mientras lo miraba fijamente.
-Sé que se preocupa mucho por mí- dijo finalmente.
-Pero Alex, sólo somos amigos. Se lo dije el primer día.
-Willow. Vamos, en serio ¿No lo has notado? La forma en
que te mira todo el tiempo además, debes sentirlo,
¿verdad? ¿Con ambos siendo psíquicos?
 
Sus mejillas se habían teñido de rosa. Había tocado la
manga del suéter con una mano, aparentemente sin saber
que lo estaba haciendo. Con un esfuerzo, Alex había
logrado no arrancar la cosa de sus hombros.
-No, no realmente- dijo ella, con voz suave.
-Quiero decir, una o dos veces quizás, supongo que he
recibido un destello de algo, pero- Se detuvo, luego pareció
darse cuenta de que estaba sosteniendo la manga y la dejó
caer, frotandose la mano en sus pantalones vaqueros.
-Somos amigos- repitió.
-Él sabe que eso es todo.
 
Alex la había mirado fijamente, contemplando los picos
cortos de cabello que parecían casi de color cereza en la
penumbra. En ese momento, casi hacían juego con sus
mejillas. Y mirando su rostro mientras ella miraba hacia el
patio, Alex había deseado ser psíquico para poder llegar
justo a su cabeza y averiguar lo que estaba pensando.
 
Caminando a través del Zócalo ahora con el resto del
equipo, Alex se dijo a sí mismo por enésima vez que estaba
siendo ridículo porque sabía lo mucho que Willow lo
amaba. Y a diferencia de ella y Seb, cuando estaban a solas
no se sentaban cuatro pies de distancia. Justo esa mañana,
habían logrado algún tiempo en su dormitorio: palabras
suaves, el cuerpo de Willow contra el suyo, sus labios
mientras ella besaba su cuello, su tatuaje, su pecho. Se
calentó, recordando... y trató de no pensar en el hecho de
que si ella no hablara tanto con Seb, podrían estar asolas
así más a menudo.
 
El teléfono de Alex volvió a sonar en el bolsillo de sus
pantalones vaqueros. Tirando de él, vio otro texto de
Willow:
 
¿Por cierto, te he dicho que te amo? Era un GRAN
descuido si no lo hacía.
 
Su irritación por Seb se desvaneció. Cristo, realmente era
un idiota.
 
Descuido corregido.
 
Envió un mensaje en respuesta.
 
¿Te dije que quiero besarte por mucho tiempo más
tarde?
 
Su respuesta llegó en segundos:
 
Eso es definitivamente un plan que puedo tener
después.
 
Alex sonrió mientras guardaba su teléfono, pero también
se sintió ligeramente melancólico. Él quería todo con
Willow, todo y nunca se había dado cuenta de ello más que
en estas últimas semanas, con el destino de la humanidad
pendiendo de un hilo. Si se las arreglaban para derrotar a
los ángeles, lo único que alguna vez querría sería vivir el
resto de su vida con Willow. Casarse con ella, si eso es lo
que ella quiere. Simplemente estar con ella, para siempre.
 
Pero por ahora el presente era todo lo que tenían y la única
promesa que podía hacer era que la amaba. Porque la
realidad era que ningún plan que pusieran en el lugar sería
infalible: cuando los AK hicieran su ataque, había una
posibilidad muy real de que él y el equipo pudieran morir.
Alex no dejaba que sus pensamientos fueran por ese
camino muy a menudo, la idea de cualquiera de su equipo
siendo herido era una agonía. Se metió las manos en los
bolsillos, tratando de no pensar en eso ahora.
 
De todos modos, tal vez él no sabía lo que el ataque contra
el Consejo traería pero por lo menos ahora que el equipo
fue entrenado podía dejarlos por su cuenta sin tener que
preocuparse demasiado. Y entonces, por sólo una noche, él
y Willow iban a tener un poco de intimidad real, como le
había prometido. La sangre de Alex se aceleró ante la idea.
Ella ni siquiera lo sabía todavía, quería darle una sorpresa.
 
Sin Seb, ninguna otra persona. Sólo ellos dos en los brazos
del otro, estar verdaderamente juntos en la forma en que
tanto anhelaban.
 
Willow
 
Empuje suavemente mi aura de color azul pálido,
observandola brillar y cambiar a un color de rosa vibrante.
Osciló delante de mí durante unos minutos, el color de la
salida del sol. De acuerdo, ¿qué tal ahora el verde, verde
sería lindo...? y aunque había pensado que estaba
totalmente inmersa en mi aura, de alguna manera mis
pensamientos vagaron entonces al ataque del Consejo.
Alex. Lo importante que era que me encargara de esto. Y el
estado de ánimo juguetón se había ido, se deslizó como la
niebla en el viento.
 
Abrí los ojos y miré mi aura plateada. La casa estaba en
silencio a nuestro alrededor.
 
-Willow, detente lo estás haciendo muy bien- dijo Seb,
respondiendo a la silenciosa reprimenda que estaba
sucediendo en mi cabeza.
 
Llevaba la misma camiseta gris de manga larga que había
usado cuando lo conocí, con las mangas ligeramente
levantadas. El vello de sus brazos bronceados era más claro
que en su cabeza, casi dorado, debido a los años pasados
en el camino bajo el sol, quizás. Apartando el pensamiento
lejos, me deje caer en el sofá.
 
-No se siente así.
 
Seb se encogió de hombros.
 
-Debes mantener tu aura separada de todo ahora, eso es
todo. Igual, que puedes caminar y hablar al mismo tiempo,
¿verdad? Tú no piensas sobre caminar. Es así.
 
Él siempre fue muy paciente, me había dicho todo esto un
centenar de veces ahora. Pero cuando se estiro para sacar
otra galleta de la bolsa, pude sentir de nuevo el conflicto
que había estado con él desde casi el primer día: quería
que estuviera a salvo alrededor de los ángeles, tan lejos de
la Torre Mayor como fuera posible cuando el equipo
atacara.
 
Suspiré. En realidad no tenía intención de hablar de esto
con él, pero oí que las palabras salían de todos modos.
 
-Seb, tengo que estar allí cuando suceda. Por muchas
razones. No puedo sentarme aquí en casa.
 
Sus ojos se encontraron con los míos. No me preguntó de
qué estaba hablando.
 
-Si aprendes cómo ocultar tu aura a tiempo, entonces
estare allí también- dijo.
 
Me mordí el labio. Odiaba la idea de que algo le pasara a
Seb, casi tanto como si algo le pasara a Alex.
 
-Eres parte del equipo ahora, sin embargo- dije.
-¿No tienes que ir de todos modos? ¿Ya sea que lo haga o
no?
-No- Seb bajó la mirada, giró la galleta en sus manos y
luego la apoyó sobre la mesa sin comer.
-Cuando el ataque suceda, voy a estar donde quiera que
estés, haciendo lo que pueda para protegerte- sonrió
ligeramente.
-No estaría en ningún otro lugar.
 
Por un lado, fui tocada enormemente. Por otro lado, me
sentí un poco irritada de que él parecía tan convencido de
que no podía cuidar de mí misma.
 
-Seb...
-Querida, no, no es eso- dijo Seb antes de que pudiera decir
nada más.
-Sabes que yo no creo eso, puedes cuidar de ti misma muy
bien. Pero si hay un ataque y el equipo falla, los ángeles se
enterarán de todo. No te dejare sola en ese tipo de peligro-
Él se encogió de hombros de nuevo, de repente sus ojos
tenían un brillo de humor.
-Puedes tratar de obligarme si lo deseas. No tendrás
mucha suerte, no creo.
 
Mi pecho se apretó, lo que sentía era demasiado profundo
para ponerlo en palabras.
 
Afortunadamente, con Seb no tenía que intentarlo. Dejé
escapar un largo suspiro.
 
-Aún me estás llamando querida- señalé finalmente.
-Los hermanos no hacen esto.
-Lo siento. Soy muy olvidadizo a veces- Cogió la galleta y le
dio un mordisco, apoyandose contra el sofá, descansó una
larga pierna por enfrente de él.
 
Sonreí, si había un opuesto de lo siento, así es como se
veía.
 
-Seb... sabes que aprecio todo lo que acabas de decir. Dios,
tanto. Pero cuando ataquemos a los Doce, tengo que estar
allí con Alex. Tengo que estar. Tengo que aprender esto.
 
Las cejas de Seb se juntaron pensativamente mientras
terminaba de comer, lo podía sentir dejando a un lado sus
propios sentimientos.
 
-Lo harás, sólo no estoy seguro de en qué otra manera
puedo explicártelo- dijo. Sacudiendo sus manos, se
incorporó y me las tendió.
-Aquí, mira de nuevo lo que es para mí.
 
No estaba segura de que bien haría, lo habíamos intentado
tantas veces. Me moví junto a él en el sofá de todas formas,
poniendo mis manos en las suyas, cerré los ojos. La energía
mitad ángel se sentía completamente familiar ahora,
envolviéndome como una manta reconfortante. Y la
sensación de cuando Seb cambiaba su aura también era
como una segunda naturaleza para mí para entonces... pero
esta vez, mientras vagaba en las luces de mi propia aura,
me di cuenta de que podía sentir algo diferente.
 
En una ensoñación, se me ocurrió: Seb y yo habíamos
estado cada día más cerca, de modo que ahora era capaz
de sentir lo que estaba haciendo en todos los niveles
posibles, casi como si fuera él y me permitió captar un
detalle que no había logrado captar antes. Él me había
dicho esto una y otra, pero por primera vez estaba
experimentándolo por mí misma, la forma en que mantenía
su aura bloqueada a salvo, donde no podía ser perturbada.
Podía sentir lo protegida que estaba esa parte de su mente,
como acunada lejos de todo. Casi había construido una
especie de barrera alrededor de él, aunque sabía que ni
siquiera era consciente de ello, él debía hacerlo
instintivamente como un niño.
 
Reflejondolo como lo había hecho hace más de dos
semanas, cuando apenas habíamos empezado, construí
cuidadosamente el mismo escudo mental. Inmediatamente,
sentí como una calma se apodero de mi como si supiera en
un nivel profundo, realmente supiera, que cualquier cosa
que hiciera con mi aura ahora era totalmente seguro.
 
Azul, pensé y sentí que cambiaba.
 
Podía decir que Seb había sentido lo que había pasado y
por qué. Sus manos se apretaron en la mías.
-Mira- dijo en un susurro.
 
Abrí mis ojos. Mi aura era un azul cielo claro, con tonos de
lavanda. Tragué saliva, medio esperando que volviera a
plata. Deliberadamente, pensé en el ataque del Consejo, lo
mucho que necesitaba estar allí, cada pensamiento de
distracción, o preocupación que pudiera lanzarme a mí
misma.
 
Mi aura se mantuvó azul.
 
Me sorprendí maravillada y vi las luces azules brillar en
mis dedos. Regocijo corrió a través de mí.
 
-¡Seb, ya lo tengo! ¡Realmente tengo!- Me lancé hacia
adelante, abrazándolo. Me devolvió el abrazo con una
sonrisa, podía sentir su profundo alivio de que lo tenía
ahora, a pesar de sus reservas.
 
Me hundí de nuevo en el sofá, mirando fijamente mi aura
aún azul. Experimenté cambiándola a un gris aburrido,
atrofiado. Los colores se apagaron y se encogieron. Se veía
como agua de fregar utilizada aferrándose a mí. Lo odiaba.
Lo mismo haría un ángel.
 
No estoy segura de cuánto tiempo pasó mientras estaba
sentada jugando con mi aura, cambiando sus colores con
mis pensamientos. Seb observó en silencio. Finalmente nos
miramos el uno al otro y mi entusiasmo se desvaneció. La
cercanía entre nosotros que me había permitido finalmente
aprender esto de repente parecía una espada de doble filo
porque cuando el equipo atacara al Consejo, Seb también
estaría allí ahora, arriesgando su vida. Alex y yo no
teniamos elección, pero Seb sí. Quería que estuviera a
salvo, tanto como él quería lo mismo para mí.
 
Él negó con la cabeza, respondiendo a mi pensamiento
tácito.
-Madre mía, Willow- dijo en voz baja.
-¿De verdad crees que me iría a alguna parte y estaría a
salvo mientras participas en eso?
 
Mi pecho se sentía apretado.
 
-Seb... podrías morir. Y sería por una causa que ni siquiera
es tuya, de verdad.
 
Casi en el momento en que dije las palabras, tuve un
destello de una pequeña niña de ojos grandes la misma
chica que había visto una vez antes. ¡Corre, niña! Con un
jadeo asustado, llevó sus talones, lanzandose lejos a través
de la multitud que danzaba, girando.
 
Me quedé mirando Seb.
 
-¿Quién es esa?
 
Se encogió de hombros, sus ojos distantes.
 
-No lo sé. Un niño de la calle- Me contó lo que había
sucedido, cómo la había salvado de un ángel. Me senté sin
moverme mientras lo escuchaba, imaginando todo tan
vívidamente y sentiéndome débil de alivio de que de alguna
manera se las había arreglado para matar el ángel sólo con
un cuchillo.
 
Cuando Seb termino, hizo una mueca.
 
-Durante todo el tiempo, estaba pensando, estúpido cabrón,
¿qué haces? Por fin estás tan cerca de encontrarla, ¿por
qué te arriesgas por esto? Pero más tarde supe que lo haría
de nuevo. Que valió la pena.
-Porque ella podría haber sido tú- murmure, observándolo.
Se sentó con la cabeza baja, jugando con el puño de su
camisa, los fuertes rasgos de su rostro parecían casi
esculpidos.
-La ayudaste cuando ella te necesitaba, de la manera que
siempre deseaste que alguien te ayudara.
-Sí, supongo que eso es todo- Seb volvió la cabeza para
mirarme, parecía estar estudiándome hasta mi alma. Sonrió
ligeramente.
-Incluso cuando sucedió, sabía que lo entenderías.
 
Mi cara se calento, no hablamos mucho sobre la forma en
que siempre había sido yo a quien él estaba buscando a
diferencia de cualquier chica de mitad ángel.
 
Miró hacia abajo de nuevo, se subió las mangas hasta los
codos.
 
-Willow, voy a estar donde quiera que estés cuando suceda-
dijo.
-No nos molestemos en discutir, ¿de acuerdo?
-Está bien- Solté finalmente. Y de cierto modo se sentía
inevitable que Seb estuviera allí. Pero, oh dios, lo odiaba,
las dos personas que más me importaban en el mundo
estarían arriesgando sus vidas al mismo tiempo.
 
Yo había dejado de ser consciente de mi aura mientras
hablabamos y ahora la traje de nuevo a la vista. Todavía
tenía el aspecto que había imaginado la última vez: gris y
poco atractivo. Púrpura, pensé y la vi a su vez en un rico
color ciruela.
 
-Entonces, supongo que tengo el truco de esto- dije al fin.
 
Seb estaba mirando mi aura también.
 
-Sí. Tal vez unos días más, para estar seguros.
 
Asentí con la cabeza, aunque creo que los dos sabíamos
que realmente lo tenía ahora. Pero Alex no dejaría de
insistir en lo mismo, suspiré, de repente lo queria aquí tan
mal. No, en realidad, quería que ambos estuvieramos en
otro lugar. En la cabaña, tal vez, dando un paseo por las
montañas sabiendo que teníamos todo el tiempo del mundo
juntos.
 
Como si hubiera sido provocado por mis pensamientos, mi
celular sonó. Lo saqué del bolsillo de mis vaqueros y
encontré un texto de Alex:
 
A casa en un rato. Estamos bien. Te amo.
 
Sonreí y envié una respuesta rápida, a continuación, deje el
teléfono.
 
-Estarán aquí más tarde.
 
Mientras miraba a Seb vi como me miraba, la profundidad
del sentimiento en sus ojos. La ola de emoción se sintió
súbitamente cortada, como si él rápidamente hubiera
tratado de sofocarla, pero aun así me hizo contener el
aliento. Aparté la vista, fingiendo que no lo había notado,
aunque de repente mi corazón estaba golpeando en mi
pecho.
 
-Entonces, um... tenemos tiempo para que siga practicando
por un tiempo- dije. Mi garganta se sentía demasiado
pequeña para conseguir las palabras.
-Sí, está bien- dijo Seb. Se incorporó, sin mirarme mientras
alcanzaba otra galleta.
-Vamos a ver qué tan rápido puedes cambiarla.
 
Tragué saliva, contemplando el ligero rubor que había
aparecido en sus mejillas.
 
-En realidad... de hecho, volveré en seguida- le dije,
saltando hacia arriba.
-¿Quieres una Coca-Cola o algo?
 
Sin esperar a que Seb respondiera, fui a la cocina, donde
abrí la puerta de la nevera y deje su soplo frío sobre mi
cara durante unos minutos. Por último, saqué un par de
coca-colas, cerrando la puerta de la nevera con mi cadera.
Entonces, por alguna razón, me encontré poniéndolas en el
mostrador y enviando otro texto a Alex, diciéndole que lo
amaba.
 
Cuando volví a la sala de televisión, el incómodo momento
había pasado afortunadamente y me dije a mí misma que
Seb era sólo mí hermano otra vez.
 
 
Capítulo 19
 
Alex
 
-Está bien- dijo Kara una vez que los AK se acomodaron en
un café, la vista era de ruinas aztecas, con la catedral
alzándose detrás. Ella sopló en su café.
-Ese grupo de ángeles en las oficinas apareció hace un par
de días- Miró a Alex en tono de disculpa.
-Quería obtener más información antes de decir nada, con
lo tenso que todos han estado últimamente.
 
Él asintió con la cabeza, no era realmente capaz de
culparla por ello, a pesar de que hubiera preferido saber
antes.
 
-¿Y?
 
Kara suspiró.
 
-Por lo que he logrado recoger, es el ángel que ha sido
elegido para dirigir la catedral, junto con sus groupies. Y
no creo que vayan a ninguna parte. No sé si están
discutiendo los detalles o qué, pero en su mayoría parecen
pasar el rato en la zona de recepción, eso significa que
cualquier persona que entra en la oficina principal tiene
que pasarlos directamente.
-¿Están todavía allí en noche?- preguntó Trish, jugueteando
con preocupación con un paquete de azúcar.
-No lo sé- dijo Kara.
-No importa, después de servicio de la tarde, corren a todos
y se encierran, y su organización de seguridad es mucho
mejor de lo que estamos preparados para enfrentar. Aquí,
mira- Ella mostró al equipo una serie de fotos tomadas
subrepticiamente con su teléfono, detectores de
movimiento con tecnología de última generación y puertas
de acero instaladas por encima de las antiguas de madera,
que parecía que se cerraban automáticamente si algo salía,
atrapandote en el interior del edificio.
 
Alex había visto las fotos antes, pero todavía se encontraba
a sí mismo haciendo una mueca mientras se desplaza a
través de ellas. A pesar de su desconfianza de la CIA, le
hubiera gustado tener alguna manera de ponerse en
contacto con Sophie, podrían utilizar seriamente algunos
de los juguetes de alta tecnología que esos tipos tenían
ahora mismo. Le pasó el teléfono a Sam, que había estado
estirando el cuello para ver por encima de su brazo.
 
-Así que incluso con el código de seguridad, no se ve muy
bien, ¿verdad?- Dijo con gravedad.
-No, si las oficinas están repletas de ángeles ahora.
 
Todos se habían quitado sus alas de ángel, que ahora
reposaban en una pequeña pila satinada entre la mesa y la
pared. Sin embargo, Kara aún tenía la peluca larga, hizo
girar distraídamente una de las trenzas alrededor de su
dedo.
 
-Ellos no han estado alimentandose tanto como yo
esperaría, en realidad, pero... sí, conseguir pasarlos, sin
duda va a ser de alto riesgo. Entre ellos, creo que han
probado a todos en las oficinas por ahora.
 
Echando un vistazo a su alrededor, Alex vió que el equipo
parecía un poco enfermo. No los culpaba.
 
-Pero, creo que podría haber una manera- continuó Kara.
-Porque no tiene mucho sentido que esos ángeles
interactúen con los humanos en absoluto, si se están
alimentando de ellos, así que no pueden estar tan
familiarizados con el funcionamiento de las oficinas. Y
durante el servicio de la tarde, no siento a ninguna persona
allí sólo a esos ángeles. Así que si alguien paso por delante
de ellos a la oficina y parecían como una especie de oficial
como si ellos pasaran horas trabajando entonces no creo
que los desafien.
-No, sólo se alimentan de ellos- Brendan dijo con un
estremecimiento.
-Realmente este no es mi plan favorito de todos los tiempos
que he oído hasta ahora.
 
De repente, Alex lo supó. Se dejó caer hacia atrás contra su
asiento.
 
-Seb- dijo.
-Y / o Willow- acordó Kara. Su voz era formal. Sea lo que
sea que pensaba de los mitad ángeles, lo estaba ocultando
por el momento.
 
Alex sacudió la cabeza, su mente ya corriendo, pensando
las posibilidades.
 
-No, todavía no ha conseguido que funcione lo del aura.
Pero Seb... Dios, si lo logra...
 
La ironía de tener que pedirle ayuda a Seb no le pasó
desapercibida, él y Seb apenas se hablaban si no tenían que
hacerlo. Seb había acordado ayudarlos sin embargo y él
tendría que ver que esto era demasiado grande para que
sus sentimientos personales se interpusieran.
 
La cara de Sam se arrugó con disgusto. Tomó un sorbo de
su cerveza.
 
-¿Alguien quiere explicarme lo que está pasando? ¿Por qué
estamos hablando de ese tipo de mitad ángel?
-Porque él puede cambiar su aura, idiota, ¿recuerdas?- Dijo
Liz, empujando suavemente el sólido brazo de Sam.
-Es para lo que está entrenando a Willow ¿Recuerdas?
 
Él frunció el ceño.
 
-Sí, pero pensé que era sólo para que luciera normal.
-No, él puede hacer que se vea muy poco apetecible,
también- dijo Alex.
-Ya sabes, como la última aura en el mundo de la que un
ángel jamás querría alimentarse. Willow dijo que es lo que
hace cuando ve a uno de cacería.
 
El habitual ceño de Wesley estaba de nuevo en su lugar, su
expresión intensa.
 
-¿Qué pasa con los ordenadores? ¿No tienen contraseñas?-
Kara suspiró.
-Creo que, por desgracia, esa es la parte que vamos a tener
que jugar de oído.
 
Alex soltó un suspiro suave. Ya sabía que irrumpir en las
oficinas de la Iglesia no era una apuesta tan segura como le
gustaría a la hora de conseguir los planos de seguridad.
Pero era su única esperanza real.
 
-Voy a hablar con Seb cuando lleguemos a casa- su dedo
hizo círculos a través de la condensación en su vaso de
cerveza mientras consideraba la mejor manera de
proporcionar a Seb un respaldo. No surgió ninguna manera
inmediata, no con esa cantidad de ángeles en la zona de
oficinas y en los pasillos estrechos que Kara había descrito.
Si surgiera algún problema, sería una masacre enviar a
alguien allí, probablemente Seb tendría que estar por su
cuenta.
-Jesús, esto va a ser riesgoso como el infierno- murmuró.
Sintió un ligero y feroz alivio, de que Willow no había
aprendido a disimular su aura todavía.
-Bueno... hay algo más que podríamos probar, pero no sé
qué tan bien podría funcionar- dijo Kara lentamente.
-El servicio de la tarde dos noches a partir de ahora va a
ser especial, para celebrar el nombramiento del nuevo
ángel a cargo. Y el predicador va a estar dando bendiciones
en nombre de los ángeles.
 
Sus ojos encontraron los de Alex mientras asimilaba lo esto
significaba.
 
Liz parpadeó.
 
-¿Sí? ¿Y?
-Una bendición es vista como una cosa muy seria para
pedir, así que probablemente no mucha gente subira-
explicó Alex.
-Sin embargo, para los que lo hacen, el predicador tomará
sus manos, tal vez durante un minuto. Así que Seb podría
tratar de conseguir la información psíquicamente primero-
A pesar de que Seb había dicho que no siempre obtenía
detalles específicos, sin duda merecía la pena intentarlo.
No es que esta opción fuera sin riesgos, tampoco, los
ángeles podrían decidir hacer acto de presencia y sentir
algo fuera de lugar. Pero por lo menos en la catedral
principal, el equipo podría proporcionar a Seb una
cubierta.
-¿Vamos a ser capaces de entrar?- preguntó a Kara. -Todos
los devotos en la ciudad va a querer ir a este servicio.
 
Ella asintió con la cabeza.
 
-Es un evento con entradas. Están a la venta a partir de
mañana, voy a ir allí a primera hora.
-Escucha, ¿estás seguro de que podemos confiar en ese
tipo?-interrumpió Sam, apoyándose en los antebrazos.
-¿Qué pasa si consigue entrar allí y comienza a hablar o
algo así?
-No lo haría- dijo Alex. Estaba seguro de eso al menos,
Willow nunca volvería a hablar con Seb si los traicionaba.
Apuró su cerveza.
-Vamos, será mejor que volvamos, así puedo hablar con él.
 
Ellos salieron de la cafetería y empezaron a caminar hacia
la estación de metro. Estaba llegando hasta la hora punta,
con un flujo constante de personas que se dirigían todos en
la misma dirección. Al otro lado de la plaza un par de
ángeles circulaban. A pesar de que los AKs no podían
hacerlos caer a la luz del día con una multitud alrededor,
Alex vio a varios del equipo con la mirada en ellos de forma
especulativa. Bien, ahora estaban haciendo exploraciones
sin que les dijeran.
 
Retrocedió un poco, caminando con Kara.
 
-¿Puedo pedirte un favor?- Preguntó.
 
Ella lo miró con sorpresa.
 
-Claro.
 
Alex se aclaró la garganta, preguntándose cómo expresar
esto.
 
-Bueno... ya sabes que Willow y yo no conseguimos mucho
tiempo a solas. Así que pensé en sacarla por la noche del
viernes. ¿Estarías a cargo mientras yo no estoy? Estaremos
en ese hotel en Alfredo Chavero, si surge algo podría estar
en casa en cinco minutos.
 
A pesar de que sabía que Kara aún tenía reservas sobre él y
Willow, ella sonrió.
 
-No hay problema, voy a cuidar a las tropas- Ella le dirigió
una mirada reflexiva. -Planeando una velada romántica,
¿eh?
 
Las orejas de Alex enrojecieron, se metió las manos en los
bolsillos traseros mientras bajaban las escaleras de la
estación.
 
-Sí, algo así- Había reservado una de las habitaciones más
bonitas del hotel y había dispuesto que flores y chocolates
fueran puestas en ella, además ordenó una cena especial
para ser entregada por el servicio de habitaciones. Había
más o menos limpiado sus fondos personales, pero quería
que todo fuera completamente perfecto.
 
-Suena bien- dijo Kara, su voz neutra.
-Espero que tengas un muy buen momento- A medida que
compraron sus boletos, Alex estaba contento de que ella
estaba manteniendo sus pensamientos para sí misma e
incluso más alegre debido a que el problema se resolvió.
Porque iba a estar a solas con Willow, realmente a solas con
ella, durante toda una noche... Dios, en este momento no
había nada en el planeta que quisiera más.
 
Cuando llegaron a casa, Willow y Seb estaban ambos en la
cocina, Willow estaba mirando en la nevera.
 
-Hola- dijo, enderezándose cuando entraron.
 
Sus ojos verdes se detuvieron en Alex, sonriendo. Él le
devolvió la sonrisa. Sabiendo que a sólo unas cuantas
noches a partir de ahora estarían a solas hacía que fuera
más fácil ver a Seb allí de pie en el mostrador. Como
siempre, se había quedado en silencio, aunque Alex los
había escuchado a él y a Willow hablar cuando todos
entraron.
 
Alex tuvo la impresión de que había algo que ella quería
decirle, luego le echó un vistazo a los otros y pareció
decidir esperar.
 
-Sólo estaba pensando en preparar la cena- continuó.
-¿Cómo suena el chile? -Gracias, pero yo ya tengo un poco
de pollo marinado- dijo Liz, entrando en la cocina. Su tono
era tan amable que era prácticamente un insulto.
 
Alex vio a Willow dar un pequeño suspiro mientras cerraba
la puerta de la nevera.
 
-Bueno, sólo avísame si quieres ayuda.
 
Los otros pasaban sin decir mucho, en dirección a sus
dormitorios o a la sala de televisión. Cuando ella
desapareció, Kara le dio a Alex una mirada de dime que
dijo en cuanto hables con él y asintió con la cabeza.
Mientras tanto, Liz había tomado el lugar de Willow en la
nevera y sacó un plato cubierto. Con un destello de
irritación ante Liz, Alex fue a Willow y la beso, a pesar de
que por lo general no lo hacían enfrente de los demás.
 
Vio su mirada de complacida sorpresa, mientras se
separaban y resistió el impulso de besarla de nuevo.
 
-Oye, ¿puedes hacer algo por mí?- Dije, acariciando sus
brazos.
-La Shadow ha estado actuando un poco raro ¿le echas un
vistazo?
 
Liz levantó la vista, sorprendida.
 
-¿Qué? ¿Reparas motocicletas?- soltó.
-Sí, cuando no estoy preparando la cena- Willow dijo
suavemente. Liz se sonrojo y apartó la mirada. Aún en
silencio apoyado contra el mostrador, la esquina de la boca
de Seb se torció y Alex sabía que nada de esto le había
pasado tampoco.
-Raro, ¿cómo?- Preguntó Willow. Llevaba unos vaqueros y
su camisola verde, el colgante que le había dado reflejaba
la luz con una pequeña chispa.
 
Alex describió la resistencia con que se había estado
comportando la Shadow última vez que había conducido a
la Torre Mayor. Había olvidado mencionarlo después y
ahora que estaba contento, la mirada en el rostro de Liz
había sido oro puro.
 
-El filtro de aire podría estar bloqueado- dijo Willow
pensativa.
-O podrían ser simplemente las bujías. Pero no tengo una
caja de herramientas, ¿recuerdas?
-Hay una en el armario del pasillo, la vi el otro día.
 
Alex fue al pasillo y la sacó.
 
-La Shadow esta aparcada en el patio.
-Pero ahora no hay suficiente luz- dijo Willow. Contuve una
sonrisa, podía ver que estaba ansiosa por empezar los
retoques.
-Podríamos ponerla en el campo de tiro, ¿tal vez?- Ella
sonrió.
-Puedes ser mi capaz asistente. Y hay algo que quiero
decirte podemos hablar mientras la reparo, ¿de acuerdo?
 
El deseo de estrecharla entre sus brazos era casi
abrumador. Alex logró contenerse y apretó su mano en su
lugar.
 
-Está bien, estare con eso en un minuto. Miró a Seb.
-¿Me puedes dar una mano?
 
Las cejas marrón de Seb se elevaron, pero asintió.
 
-Sí, seguro.
 
Afuera, en el patio con poca luz, Alex explicó brevemente la
situación. Habló en español, el inglés de Seb era bueno,
pero quería asegurarse de que no había malentendidos
acerca de esto. Mientras las polillas golpeaban contra la
desnuda bombilla de luz por encima de su cabeza, podía oír
el sonido de un televisor de una de las casas cercanas.
 
-¿Qué piensas? ¿Nos ayudaras?- Terminó finalmente.
 
Seb estaba recostado contra la Shadow con los brazos
cruzados sobre el pecho, Alex pudo ver una larga y fina
cicatriz en su antebrazo. Seb le dio una sonrisa irónica.
 
-Sí, voy a ayudar, pero espero que pueda obtener la
información psíquicamente porque en realidad no puedo
decir que me gusta mucho tu plan de respaldo. ¿Buscar en
la oficina con veinte ángeles colgando alrededor? Amigo,
tienes que estar bromeando.
-No, no estoy bromeando- dijo Alex.
-Pero sí, yo tampoco estoy loco por eso. Mira, lo que
necesito saber más es a qué horas van a ser las audiencias
privadas durante la celebración y el lugar exacto del
quincuagésimo quinto piso, así podremos ir directamente
por el Consejo una vez que estamos dentro si puedes
conseguir eso del predicador, entonces olvida lo de
irrumpir en las oficinas. ¿Crees que tendrás tiempo
suficiente?
-Sí, con suerte- dijo Seb cuidadosamente.
-Quiero decir, que probablemente estará en su mente de
todos modos, así que con algo de suerte- Se interrumpió.
Una mirada de preocupación brilló en sus ojos, se quedó en
silencio, con el ceño fruncido.
-¿Qué?- Preguntó Alex bruscamente.
-Oh, demonios- Seb se frotó la mandíbula sin afeitar.
-Willow.
-¿Qué pasa con ella?
-Ella va a querer venir, también.
 
Alex sacudió la cabeza, imaginando la ornamentada
catedral con sus multitudes de gente, el viaje, ángeles
alimentándose.
-No la quiero en ninguna parte cerca de allí. Su aura es
muy distintiva con tantos ángeles alrededor.
-Créeme, tampoco quiero que este cerca de allí. Me contó
que los cabrones de la Iglesia de los Ángeles la quieren
muerta. Pero su aura es todo el punto. Finalmente aprendió
a disimularla hoy.
 
Alex se quedó inmóvil mientras asimilaba lo que esto
significaba. Así que esto era lo que Willow iba a decirle.
 
-¿Ella realmente lo dominó?
-Una vez que lo tienes, supongo que lo tienes- Seb hizo una
mueca mientras pateaba el hormigón.
-Y sé que ella te dirá esto si yo no lo hago- agregó
sombríamente.
-Ella es mejor que yo en conseguir los detalles de las
personas. Si ambos fueramos a la catedral, tendríamos una
mejor oportunidad de conseguir lo que necesitas
desgraciadamente.
 
Alex vio que esta cosa, al menos, él y Seb estaban
totalmente unidos ninguno de los dos quería a Willow
expuesta a ningún peligro. Él se apretó el puente de la
nariz, simplemente deseando no poder decirle sobre el
plan. Ni siquiera podía usar la posibilidad de que alguien la
reconociera como una razón para mantenerla lejos ahora,
Kara se había disfrazado con pelucas y maquillaje todos los
días para entrar allí.
 
En algún lugar en la oscuridad, un grillo chirriaba.
 
-Tal vez me equivoque, y ella no va a querer hacerlo-
aventuró Seb, ni siquiera sonaba como si lo creyera.
-Oh, ella querrá hacerlo- dijo Alex.
 
Seb exhalo.
 
-Sí, lo sé. Dios, simplemente debería buscar en la oficina,
ella no podría ayudar mucho con eso, no habla suficiente
español para leer los documentos.
 
Ahora, eso era atractivo. Pero no podía dejar que Seb
tomara ese tipo de riesgo innecesariamente y era verdad
que si Willow ayudaba, tendrían mejor suerte conseguiendo
lo que necesitaban. No importa que tan fervientemente
pudiera desearlo, no podía poner la seguridad de su novia
sobre la de toda la misión, no si había una posibilidad
razonable de que estuviera bien.
 
Posibilidad razonable. El miedo se apoderó de él, lo apartó.
 
-Será mejor que vayamos a hablar con Willow- dijo
finalmente.
-Vamos, consigamos la motocicleta dentro.
 
Seb se separó de la Shadow y volteo el pie de apoyo.
 
-Al menos esto no es tan peligroso para ella como el ataque
al Consejo- murmuró mientras se giraba hacia la puerta de
atrás.
 
-Cuando eso suceda...
 
Alex se estaba moviendo al paso para ayudar a levantar la
motocicleta a través de la puerta, ahora él se detuvo en
seco, su columna vertebral tensándose.
 
-¿El ataque al Consejo?
 
Seb lo miró con sorpresa, luego sacudió la cabeza con un
suave resoplido.
 
-Hombre, ¿qué tan bien conoces a tu novia? Sé que no eres
psíquico, pero vamos tienes que darte cuenta de que lo ha
estado pensando, ¿no?
 
Alex no lo había hecho, pero de repente cayó en su lugar
con la certeza del hielo: el Consejo. Con un aura de aspecto
humano, Willow podría estar allí cuando atacaran. El juró
mientras se desplomaba contra la pared exterior de la casa.
-Oh, Cristo, soy un idiota- se pasó una palma por la cara.
-No puedo creer que no lo ví venir... Soy un idiota.
-No hay argumentos de mi parte- dijo Seb. Él giró el
acelerador de la moto.
-Aún así, no podrías no haber querido que aprendiera a
ocultar su aura- agregó a regañadientes.
-O incluso posponerlo, en serio. Ella tenía que saber cómo,
era vital.
-¿Cuánto tiempo ha estado planeando esto?- preguntó Alex,
masajeando su frente, donde había comenzado un dolor
distante.
 
Seb se encogió de hombros.
 
-Lo recogí de ella un par de días después de mi llegada.
Pero conociéndola, probablemente a partir del segundo en
que escucho que era posible- Su mirada se dirigió a Alex,
examinandolo.
-Está decidida a estar allí, ya sabes- dijo finalmente.
-Y no sólo para ayudar al equipo, ella te quiere mucho.
 
Viniendo de Seb, esto debería haberle dado un sentimiento
de satisfacción, en cambio sólo estaba enfermo de
preocupación.
 
-Sí, yo también la quiero- dijo Alex.
-Tanto que creo que preferiría verla juntarse contigo a que
venga al ataque del Consejo.
 
La boca de Seb se curvó en una sonrisa sin humor.
 
-Eso tampoco conseguiría un argumento de mi parte. Sólo
di la palabra, la secuestrare y nos llevare a ambos lejos de
aquí.
-No me tientes- Alex dejó caer su mano y dejó escapar un
suspiro.
-De acuerdo, mira todavía tenemos que obtener la
información de seguridad si esperamos incluso tener una
oportunidad. Vamos a concentrarnos en eso por ahora.
 
Seb le ayudó a meter la motocicleta en la casa, luego la
bajaron por el pasillo hacia el campo de tiro. Willow estaba
agachada en cuclillas, inspeccionando la caja de
herramientas.
 
-Pensé que se habían fugado- dijo ella, levantando la mirada
con una sonrisa. Entonces, los observó más de cerca.
-Hey, ¿está todo bien?
 
Alex apoyó la moto sobre su pie de apoyo.
 
-Así que oído que tienes algo que decirme- dijo, tratando de
ganar tiempo.
 
Willow levantó una ceja hacía Seb.
 
-¿Ya le dijiste?
-Sí, lo siento- dijo.
-Debería haber dejado que lo hicieras- Alex estaba
impresionado a pesar de lo relajo que Seb parecía no había
ningún indicio de que algo estuviera mal.
 
Pero la frente de Willow se había arrugado. Lentamente, se
puso de pie.
 
-Algo está pasando, puedo sentirlo- le dijo a Seb.
-Estás realmente preocupado.
 
La sonrisa de Seb se desvaneció.
 
-Willow...
-Algo sobre mí y la catedral- se acercó más a él, sus ojos
buscando los suyos.
-Seb, ¿qué es?
 
Alex observó, sus emociones repentinamente apagadas.
¿Por qué eran los sentimientos de Seb los que ella estaba
recogiendo tan fuerte y no los suyos? Mientras tanto, Seb
se quedó casi inmóvil, mirando los delicados rasgos de
Willow y ante la expresión en su rostro, la mandíbula de
Alex se apretó. ¿Willow no podía ver que ser su amiga era
la última cosa en la mente de Seb?
 
Sólo habían pasado segundos, Willow estaba mirando
fijamente a Seb, frunciendo el ceño. Alex casi tenía la
sensación de que todavía se estaban comunicando. Luego
sacudió la cabeza, fugazmente tocó su brazo.
 
-Me estás bloqueando. Puedo sentirlo.
 
Seb suspiró.
 
-Será mejor que se lo digas- le dijo a Alex.
 
Sí, gracias por la noticia de última hora, pensó Alex. De
pronto, su piel se sentía como si picara con calor "¿Qué
demonios significaba me estás bloqueando?" ¿Realmente
Willow estaba tan acostumbrada a deambular en la mente
de Seb ahora, compartiendo todo con él?
 
La cara de Willow estaba tensa mientras se volvía hacia él.
Ella entrelazó sus dedos a través de los suyos, apretando su
mano.
 
-¿Alex? ¿Qué está pasando?
 
Su tacto era cálido, la conexión a tierra. Con un esfuerzo,
sacudió lejos sus pensamientos. Deja de ser ridículo, se
dijo. Sí, están cerca, ambos son psíquicos, por el amor de
Dios. Esto no quiere decir nada, al menos no en lo que se
refiere a Willow.
 
-¿Por qué no empiezas a arreglar la moto y podemos hablar
de ello?- Dijo.
-Tú también te quedas- añadió con sequedad a Seb. Por
mucho que a él le gustaría poder darle un punta pie al
chico hasta otro país, tenía un trabajo que hacer, esto le
concernía tanto a Seb como a Willow.
 
Mientras Willow se ponía a trabajar en la moto, Alex
explicó, de vez en cuando tendiéndole sus herramientas
cuando ella las pedía. Seb se sentó contra la pared, con las
piernas cruzadas en los tobillos. Pronto Willow había
desconectado un par de cables y despegado dos unidades
pequeñas y mugrientas que presumía eran las bujías, las
inspeccionó brevemente. Incluso a través de su distracción,
Alex estaba impresionado. Nunca antes la había visto
trabajar en un motor, él mismo habría estado totalmente
desorientado.
-Así que... eso es lo que pasa- él finalizó.
 
Willow pusó las bujías a un lado.
 
-¿Me está pidiendo que vaya allí con Seb? ¿Y vea que puedo
conseguir psíquicamente?
-Sí- dijo después de una pausa.
-Supongo que sí.
 
Podía ver que ella sabía exactamente lo que esto le estaba
costando.
 
-Por supuesto que voy a ayudar- dijo.
-Y Alex, todo estará bien.
-Sé que sí- dijo. Recogiendo una llave inglesa y golpeándola
con fuerza contra el suelo.
-Porque voy a tener a todo el maldito equipo allí,
cubriéndolos a ambos- Especialmente a ti, pensó, y estaba
sumamente agradecido de que no pudiera leer sus
pensamientos con la misma facilidad con que parecía leer
los de Seb.
 
Al elegir un destornillador, Willow retiro la tapa del filtro de
aire, agachando la cabeza para echar un vistazo.
-Ajá- murmuró mientras extraía una bolsa de plástico que
de alguna manera se había quedado atrapada en el filtro.
Entonces, como para probar lo que Alex había estado
pensando ella miró a Seb, quien ni siquiera se había
movido tan lejos por lo que Alex podía ver. Su boca se
movió en una leve sonrisa.
 
-Oye, no estare en más peligro que tú, ¿sabes?
 
Seb no negó que lo había estado pensando. Con un suspiro,
echó hacia atrás los rizos castaños de su frente, Alex volvió
a ver la cicatriz en su antebrazo.
 
-Sí, eso es probablemente cierto... pero ya vez, no me
importa si estoy en peligro- dijo.
-¿Cuándo?- Agregó hacía Alex.
 
En algún momento de la próxima década, quería decir Alex.
 
-El día después de mañana- dijo en cambio.
-Eso es cuando va a ser el servicio especial. No podemos
esperar más de todos modos, en caso de que tuvieramos
que utilizar el código de seguridad después de todo. Por lo
menos te da un poco más de tiempo para practicar- agregó
a Willow.
 
Ella asintió.
 
-Lo haré, pero realmente creo que lo tengo ahora- Ella le
lanzó una mirada traviesa, sus ojos verdes bailando
repente.
-¿Cuál es tu color favorito?
 
Él no pudo evitar sonreír.
 
-Azul.
-Está bien, compruébalo.
 
Él se concentró y el aura de Willow quedó a la vista. Un
claro, azul cielo, con luces de lavanda flotando a través de
ella. Alex se quedó mirando. Lo había estado esperando,
pero no estaba preparado para su propia reacción. Al ver
que el aura de Willow se veía tan diferente, como si fuera
sólo una chica normal, no la mujer que amaba... era como
si de alguna manera se hubiera alejado de él, a un lugar
donde no podía recuperarla. Mientras contemplaba el
suave resplandor azul de su fuerza vital, se sintió
ridículamente cerca de las lágrimas.
 
-¿Alex?- Ella apoyó la mano en su muslo y luego hizo una
mueca y se alejó, mirando hacia abajo a sus dedos
manchados. Se secó las manos en un trapo, dándole una
mirada inquieta.
-¿Estás bien?
-Es genial- soltó. Él era incómodamente consciente de Seb,
que estaba sentado observando con una expresión que
parecía entender demasiado. Se aclaró la garganta.
-En serio... es genial. ¿Qué tal uno que los ángeles no
querrían tocar?- Apenas había conseguido sacar las
palabras antes de que su aura se volviera de un enfermizo
marrón grisáceo. Se encogió frente a sus ojos, con
indiferencia colgando indolentemente cerca de su cuerpo.
 
Alex parpadeó.
 
-Guau- dijo.
-Eso es bastante asombroso- La realización corrió a través
de él: no importaba lo que esto significaba, nunca tendría
que preocuparse por el aura de Willow otra vez. Por el
resto de su vida, podría caminar por la calle y estar a salvo
de los ángeles.
-Gracias- le dijo a Seb y podía oír el alivio en su propia voz.
-Eso va a salvar su vida algún día.
-De nada- dijo Seb.
-Aunque no le enseñe cómo hacerlo por ti.
-Sí, sé que no lo hiciste- dijo Alex. Hubo un instante en el
que se miraron el uno al otro, entonces, ambos parecíeron
recordar al mismo tiempo que Willow estaba allí. Alex vió
que ella los observaba con una mirada ligeramente
exasperada. Ella sacudió la cabeza y se puso de pie,
agarrando las bujías.
-Tengo que ir a buscar un cepillo de alambre y limpiar
estas, estan demasiado sucias- dijo.
-Serán sólo unos minutos.
 
Ella salió de la habitación, su corto cabello dorado-cereza
brillando en la luz. Alex la observó, contemplando sus
hombros estrechos, las correas verdes que descansaban
sobre su piel suave. Luego, volviéndose, vió que los ojos de
Seb la seguían también. Había sabido que lo estarían, pero
de repente se sentía como la última gota.
 
Cuando los pasos de Willow se desvanecieron por las
escaleras, dijo en español.
 
-Podrías darle un descanso a veces. Me refiero a que no
tienes que obsevar cada movimiento, ¿verdad?
 
La voz de Seb era suave.
 
-No lo sé. Quizás sí- Él cerró los ojos y se echó hacia atrás,
cruzando los brazos sobre su pecho.
 
Alex cogió un destornillador, lo golpeó contra el suelo.
 
-Entonces, ¿cómo es que todo ese amor no correspondido
funciona para ti, de todos modos? ¿No se ha dado cuenta
de que ustedes dos están destinados, todavía?
 
Seb levantó la cabeza y le dirigió una larga mirada.
 
-Por favor, dime seriamente que tú no quieres tener esta
conversación. Porque, personalmente, no puedo pensar en
nada que prefiera hacer menos.
 
-Sí, en realidad quiero hacerlo- Alex arrojó a un lado el
destornillador.
-¿Willow sabe que sólo estás esperando tu momento,
fingiendo ser su amigo?
 
La mirada de Seb era fría.
 
-No sólo estoy esperando mi momento. Soy su amigo.
-Oh, lo siento. No, supongo que ni siquiera se te ha
ocurrido que si te quedas el tiempo suficiente, siendo el
amigo perfecto, ella entrara en razón y caera por ti.
¿Verdad?
 
Sacudiendo la cabeza con disgusto, Seb cerró los ojos y se
acomodó contra la pared.
 
-Estás tan lejos de la base, hombre.
 
Al recordar su conversación con Willow en el balcón sus
mejillas sonrosadas, mientras trataba de explicar los
sentimientos de Seb por ella, Alex tenía una insana
necesidad de preguntar a Seb si Willow sentía lo mismo por
él. El sólo hecho de pensarlo lo hacía sentir como un idiota.
Dios, estaba contento de que Willow no estuviera
escuchando nada de esto.
 
-¿De que es la cicatriz?- Preguntó después de una pausa,
asintiendo con la cabeza hacia el brazo de Seb.
-¡Dios mío!- Seb soltó una carcajada.
-¿Te he dicho cuánto disfruto estas conversaciones
nuestras? Es de una pelea de espada. O una pelea a
cuchillo, como quieras. El otro chico ganó, si estás
interesado.
-En realidad no. ¿Puedes disparar un arma?
 
La diversión genuina brilló en los ojos color avellana de Seb
mientras levantaba la cabeza para mirar a Alex.
 
-¿Me estás retando a duelo? ¿Pistolas al amanecer, el mejor
hombre se queda con la chica?
-Sueñas- dijo Alex.
-No, estoy pensando en cuando tú y Willow entren a la
catedral si debo darte un arma o no. Voy a estar allí, al otro
lado de ella cuando ambos soliciten ser bendecidos, pero si
algo me pasa, serás la persona mejor colocada para
defenderla. Porque ella no es mala cuando se trata de
disparar a objetivos, pero si tuviera que disparar contra
otra persona...
-Ella no lo haría- dijo Seb inmediatamente.
-No, a menos que alguien te estuviera amenazando. O tal
vez a mí. Pero es tan totalmente en contra de su naturaleza,
no puedo verla haciendolo para protegerse, creo que ella
vacilaría.
 
La mandíbula de Alex se tenso al darse cuenta de lo bien
que Seb conocía a Willow. Sin mencionar, que se había
incluido en esa lista. Aunque Alex tenía la incómoda
sensación que tenía razón.
 
-Lo sé, eso es lo que me da miedo- dijo.
-Entonces ¿Puedes?
-He disparado unas cuantas veces- dijo Seb.
-Latas de aluminio en los campos, ese tipo de cosas. No
podría hacer lo que haces, pero probablemente podría
pegarle a alguien que venga hacia mí o Willow- agregó.
 
Alex hizo una mueca. ¿Por qué no se sentía tranquilizado?
 
-¿Estás mejor con un cuchillo? Tienes uno supongo.
-Sí y sí- Seb levantó una pierna y apoyó el antebrazo sobre
su rodilla, su expresión mientras miraba a Alex no era
amable, exactamente, pero contenía comprensión.
-Mira, realmente no tienes que preocuparte por esto- dijo.
-Si Willow esta conmigo, la mantendré a salvo. Nadie le
hará daño, mientras respire.
-Sí, lo sé- confesó Alex. Y lo hacía, era una buena cosa
saber que Seb amaba a Willow tanto como él lo hacía. La
única cosa buena, de hecho.
 
Willow volvió a la planta baja entonces. Ella les dió una
mirada con su ceja arqueada, como si supiera que habían
estado hablando de ella, pero no hizo ningún comentario.
 
-Esto debió hacerlo, estaban completamente negras- dijo
mientras volvía a conectar las bujías.
-Entre ellos y esa bolsa ahogando el flujo del carburador, no
es de extrañar que la pobre Shadow estuviera openiendo
resistencia... casi no podía respirar.
 
Alex sonrió, pero era incómodamente consciente de lo que
él y Seb habían estado hablando, y lo que Willow pensaría
si lo supiera. Mientras tanto, los olores de la cena estaban
empezando a salir de la cocina podía escuchar a Liz
moviéndose allí.
 
Seb se puso de pie, estirándose en silencio. Su camiseta se
levantó y Alex vislumbró otra cicatriz en el vientre plano,
una prominente, fea esta vez, como un gusano retorcido en
su piel.
 
Cuando Seb dejó caer los brazos de nuevo, Willow le lanzo
una mirada burlona.
 
-¿No estás contento de dejar de fumar?- Preguntó ella, con
ojos inocentes.
 
Seb sacudió ligeramente la cabeza.
 
-Siempre puedes decirlo- dijo.
 
Willow comenzó a poner la tapa del filtro de aire nuevo,
haciendo girar el destornillador con destreza.
 
-Bueno, no es difícil. Estás prácticamente rebosante de
ansias de nicotina, amigo- había una mancha de suciedad
de las bujías en su mejilla. Con su cabello corto, le daba
una mirada picara que hacia que Alex quisiera tomarla en
sus brazos.
 
Él vio la misma mirada caliente en los ojos de Seb,
entonces, Seb soltó un suspiro, resignado.
 
-Gracias por la simpatía, es muy reconfortante. Voy a ir a
tomar una ducha antes de la cena. ¿Si hemos terminado?-
Añadió hacía Alex.
 
Alex asintió. Y mientras Seb se alejaba, todo lo que podía
pensar era: ¿Willow podía sentir las ansias de nicotina de
Seb, pero no el hecho de que Seb estaba enamorado de
ella? ¿Cuando era totalmente evidente incluso para él,
quien no era psíquico en absoluto? De ninguna manera,
pensó, mirándola. Ella no quería enfrentarse a él por
alguna razón.
 
¿Por qué no? ¿Era para protegerse a sí misma de alguna
manera? Tal vez si se permitía ver la profundidad de los
sentimientos de Seb, tendría que reconocer los suyos. La
idea surgió de la nada, deslizándose fríamente en su
estómago. De ninguna manera, él sabía que eso no era
cierto.
 
Pero las mejillas sonrosadas de Willow en el balcón. Su
mano sobre el brazo de Seb. Me estás bloqueando, puedo
sentirlo.
 
Willow lo miró desde la moto.
 
-Entonces, ¿de qué estaban hablando tú y Seb justo ahora?
 
Las palabras salieron sin pensar.
 
-¿No puedes percibirlo de él?
 
Ella cerró los ojos brevemente y luego le dio una mirada
plana.
 
-No lo intente. No conseguimos todo el uno del otro
psíquicamente, sabes. Son sólo destellos cuando estamos
hablando a veces.
-Está bien- dijo. Se sentía como si hubiera algo duro y
helado alojado dentro de él. Cogió uno de los tornillos del
suelo, lo hizo rodar entre sus dedos.
-Aunque, de alguna manera parecía más que un destello. La
manera en que se miraron a los ojos el uno al otro, antes.
 
Ella tocó su mano.
 
-Alex... es sólo mi amigo, eso es todo. Ya lo sabes.
 
¿En qué universo ese tipo sólo quiere una amistad contigo?
Alex no lo dijo.
 
-Sí, lo sé- dijo.
-Es sólo que es una muy intensa amistad, ¿verdad?
 
Ella se quedó inmóvil.
 
-¿Lo es?- Se encogió de hombros, apretando el tornillo.
-En la cabeza del otro. Hablando juntos todo el tiempo.
-No hablamos todo el tiempo. Pero sí, supongo que sí
hablamos mucho- Willow apartó la mano de la suya.
-Mira, simplemente es estar con otro mitad ángel y ambos
siendo psíquicos. Supongo que hay una especie de vínculo
entre nosotros, sin siquiera pensar en ello.
 
-¿De verdad te preocupa?
 
Sus ojos verdes se mantuvieron estables.
 
-Por supuesto que sí.
-Quiero decir, no sólo porque es mitad ángel. Porque es él.
 
Jesús, ¿por qué estaba haciendo esto? ¿Por qué no podía
simplemente cerrar la boca?
 
-Alex, ¿vas a...?- Willow se interrumpió, luciendo frustrada.
-Sí. ¿Bueno? Me preocupo mucho por Seb. Me preocuparía
mucho por él, incluso si no fuera mitad ángel. El hecho de
que lo es sólo lo hace la conexión aún más fuerte. Pero yo
no... Ella volvió a girar el destornillador contra el panel,
girándolo casi con rabia.
-No quiero que eso te haga sentir desplazado o ignorado.
Te amo. Mi amistad con Seb no tiene nada que ver con
nuestra relación.
-No, excepto que parece que siempre hay tres de nosotros
en ella a veces- Había estado pensandolo durante semanas,
fue un alivio decirlo finalmente.
-Alex.
-Bueno, lo siento, pero lo hace. Ya casi no tengo tiempo
contigo, ¿te das cuenta? Casi no teníamos tiempo juntos
antes y ahora tenemos aún menos. E incluso cuando
estamos solos juntos...
 
Sus ojos se habían vuelto muy grandes.
 
-Incluso cuando estamos solos, ¿qué?
-Siempre estás pensando en él.
-Yo... Se detuvo bruscamente, sus mejillas enrojeciendo.
Nerviosa, miró hacia abajo, él la vio tragar saliva.
 
Alex la miró fijamente. Era algo que se había preguntado,
pero realmente no lo había creído. Había esperado que ella
le dijera que estaba siendo ridículo.
 
-Lo haces, ¿verdad?- Dijo lentamente.
-Cuando estamos solos, todavía estás pensando en él.
¿Piensas en él incluso cuando estamos...?
-¡No!- exclamó ella.
-¡Dios, por supuesto que no! ¿Cómo puedes decir eso?
-¡Bueno, no sé qué pensar! Ayudame aquí, ¿de acuerdo?
¿Cómo exactamente piensas en Seb cuando estamos solos?
-¡No lo hago! Hay una especie de vínculo entre nosotros,
eso es todo. Del mismo modo, puedo ver lo que está
haciendo, o cuando está en la casa... Se interrumpió al ver
la expresión de su rostro.
-Dilo de nuevo- dijo, el mundo resonando en sus oídos.
-¿Tienes un vínculo con él? ¿Puedes ver físicamente lo que
está haciendo?
-¡No todo el tiempo! Sólo podría conseguir un destello, a
veces.
-Como cuando estás pensando en él- dijo con acritud y vio
sus mejillas volverse más rojas.
-¿Y qué hay de él? ¿Tiene este enlace también? ¿Puede ver
todo lo que haces?
-Alex, te estás equivocando de idea por completo sobre
esto, te prometo...
-¡Responde la pregunta!
-¡No lo sé!- exclamó.
-No le he preguntado.
-Entonces dame tu mejor conjetura- dijo apretando los
dientes.
-Sí o no ¿Puede hacer esto también, contigo?
 
Solo quedaba un solo tornillo en la tapa, Willow lo metió.
Su mano en el destornillador era inestable, su mandíbula
tensa.
-No quiero hablar contigo de esto ahora. Estas demasiado
molesto.
-Oh, hombre, ni siquiera me has visto molesto. Esto es un
"sí", ¿verdad? ¿Me estás diciendo que lo único que tiene
que hacer es pensar en ti y él puede verte, no importa lo
que estes haciendo?
 
Ella parecía a punto de llorar, pero también más enojada de
lo que nunca la había visto.
 
-¡No es así! Estás haciendo que suene muy sórdido o algo
así.
-Sí, lo siento. Esto es sólo una cosa pura amistad, ¿no? Así
que si pensaras en Seb ahora mismo, en la ducha...
 
Ella dejo las herramientas en la caja y se puso de pie de un
salto.
 
-Basta- espetó ella.
-Estás actuando como un loco. Qué parte de que sólo somos
amigos ¿no entiendes?
 
Se levantó también, podía sentir el latido de la sangre en su
cerebro.
 
-Oh sí, porque en realidad mis habilidades de comprensión
son el problema aquí, simplemente no lo entiendo ¿verdad?
¿Sabes qué? Tal vez sea mucho más de lo que quiero.
 
Su cara se puso blanca.
 
-¿Qué se supone que significa eso?
 
Alex agarró sus brazos.
 
-Significa que él está enamorado de ti- grito en su cara.
-Y ahora me estás diciendo que piensas en él, incluso
cuando estás a solas conmigo y ustedes dos comparten este
increíble vínculo psíquico, que significa que puede
visualizar lo que sea que estes haciendo, cada vez que
quiera ¿y se supone que tengo que estar feliz con eso? Se
supone que tengo que ir, "Oh sí, supongo que todo eso es
normal cuando tienes una novia mitad ángel"
 
Willow estaba luchando contra las lágrimas.
 
-Alex- Ella respiró hondo.
-Mira, por favor, por favor, ¿podemos hablar de esto más
tarde, cuando los dos estemos calmados? Te lo prometo, no
es lo que estás pensando.
 
Alex la miró por un momento y luego maldijo y comenzó a
salir del campo de tiro. Ella lo alcanzó, lo agarró del brazo.
 
-Espera ¿a dónde vas?
 
Él se apartó de ella.
 
-¿A dónde demonios piensas? A echarlo de la casa.
-¡No! Alex, detente.
-¿Qué? ¿Estás diciendo que no quieres que lo haga?
-¡Por supuesto que no quiero que lo hagas!
 
No podía recordar haber estado nunca tan enfadado, era
como un fuego ardiente a través de él, chisporroteando en
sus pensamientos. La puerta principal que rara vez usaba
estaba cerca, agarró su mano y tiró de ella junto con él, la
abrío y los dos salieron, cerrándola de golpe detrás de él.
-Déjame ver si lo entiendo- dijo en voz baja, con el aire de
la noche repentinamente frío a su alrededor.
-No quieres que Seb se vaya. Me acabas de decir que
puede conjurarte en sus pensamientos pero eso está bien
contigo y quieres que él se quede.
 
Ella tenía los brazos cruzados con fuerza sobre su pecho...
Su voz era débil, pero constante.
 
-Estás haciendo demasiado de esto- dijo.
-Sólo son destellos a veces. Y creo que nuestros ángeles
impedirían que sean demasiado... íntimos, si ninguno de los
dos quiere.
 
Alex estaba demasiado enojado para sentirse aliviado.
 
-Él quiere eso, sin embargo. ¿Me has oído, sobre él estando
enamorado de ti?
 
Sus mejillas se pusieron de color rosa.
 
-Sí, lo hice. Mira, sé que quiere ser más que mi amigo. Pero
él está bien con una simple amistad le dije que nunca
podría ser más que eso el primer día.
 
Alex la miro fijamente ¿Cómo podía realmente creer eso?
Ella y Seb eran cada uno el único mitad ángel que el otro
conocía no había manera de que el tipo estuviera feliz
simplemente siendo amigos para siempre. Y ambos eran
tan cercanos ya, después de menos de tres semanas. ¿Qué
pasaría cuando Seb finalmente hiciera su movimiento?
Estarían tan entrelazados en la mente y corazón del otro
para entonces ¿cómo se suponía que iba a resistir sentir lo
mismo?
 
Se puso de pie contra la puerta, frotándose la frente contra
un vicioso dolor de cabeza que estaba empezando a
golpear.
 
-No estoy feliz con esto- dijo finalmente.
-No me importa si tienes amigos que son chicos, ¿de
acuerdo? Realmente no. Pero esto, es otra cosa. Están en la
cabeza del otro. Tienen esta intensa... necesidad del otro, o
algo así.
 
Ella parecía haberse convertido en una estatua.
 
-¿Qué quieres decir exactamente?
 
Él dejó caer la mano.
 
-Estoy diciendo que quiero que se detenga- dijo.
-Ahora ya sabes cómo cambiar tu aura, por lo que no
necesitas estar a solas con él todo el tiempo. Y una vez que
esto haya terminado, quiero que se vaya.
 
Willow comenzó a decir algo y se detuvo. Miró hacia la
calle sombría, con el rostro tenso.
 
-Alex, esto no es justo. Él es mi amigo.
-Y yo soy tu novio. ¿Qué es más importante para ti?
 
Ella soltó una risa corta, mirándolo con incredulidad.
 
-En serio, no estás diciendo es él o yo, ¿verdad? ¡Esto es
ridículo!- Ella tomó su mano, la apretó con fuerza.
-Por favor, por favor, escúchame. Estoy enamorada de ti. Te
amo más que nada en el mundo. Quiero envejecer contigo.
Seb es sólo mi amigo.
 
Sus dedos se sentían calientes en la suyos. Por un
momento, todo lo que Alex quería hacer era abrazarla,
entonces él se apartó.
-Sí, y tú lo quieres alrededor cuando sean viejos también.
-¡No de la misma manera!
-Sí, pero lo haces, ¿verdad? ¿Lo quieres alrededor también?
 
La observó soltar un largo suspiro.
 
-Si él quiere estar, sí- dijo finalmente.
-No quiero que él... este alrededor cuando nada más va a
suceder entre nosotros, si eso no lo hace feliz. Pero si él
quiere estar conmigo...
 
Ella se pasó la palma de la mano con dureza por los ojos.
 
-Mira, tienes razón, yo lo necesito, es el único otro mitad
ángel que he conocido. Necesito tener a alguien en mi vida
que entiende lo que es esto. Me sentía tan sola aquí, antes.
Yo... Se detuvo, abrazándose a sí misma.
 
Alex no se permitió sentir la ternura que se derramó sobre
él, la urgencia de tomarla en sus brazos.
 
-Sí, excepto que ni siquiera es sólo que sea mitad ángel,
¿verdad?- Exigió.
-Es que él es él. Mira, siento que te hayas sentido sola,
entiendo eso. Pero no puedo manejar esto. Solía ser
suficiente que fuéramos sólo nosotros, pero si eso ya no es
lo suficientemente bueno para ti- Se interrumpió.
 
-¿Qué?- Susurró ella.
 
Una parte de él no podía creer que estuviera diciendo las
palabras, pero no podía hacer nada para detenerlas.
 
-Sólo tienes que elegir. Puede tener tu maravillosa amistad
o puedes tenerme. No puedes tener ambas cosas.
 
Ella no se movió mientras estudiaba su rostro.
 
-¿Realmente esto es cuánto confías en mí?- Dijo ella, con
voz apagada.
 
Tenía ganas de golpear la puerta.
 
-¡Oh, ni siquiera jugues esa carta! ¿Después de todo lo que
me acabas de decir? ¡No puedes dejar de pensar en él! Te
sientes atraída por él, ¿crees que no me he dado cuenta?
 
La ira estaba de nuevo en sus ojos.
 
-Quizás lo estoy- dijo.
-De la misma manera que te atrae Kara.
-¿Qué?- Se quedó mirándola. ¿De dónde había salido eso?
 
Ella le dio una mirada plana.
 
-Seb es atractivo. También Kara. Estarías ciego para no
notar a Kara y yo estaría ciega para no notar a Seb. Eso no
significa que no confío en ti alrededor de Kara, incluso si
ella quiere algo más que amistad también. ¿O pensabas que
no me había dado cuenta?
 
Su cabeza se sentía como si pudíera partirse en dos en
cualquier momento.
 
-Jesús, ¿qué es esto, la mejor defensa es una ofensa? No he
hecho nada malo aquí.
 
-Ninguno de los dos- dijo entre dientes.
-Siento que no confíes en mí. Hare todo lo posible para que
veas que puedes confiar en mí. Pero no vas a decirme
quienes pueden ser mis amigos.
-Sí y si no estuvieras conmigo, ¿qué?- pregunto, en voz baja
y feroz.
-¿Seguirías queriendo ser su amiga?
 
Ella comenzó a responder, se detuvo bruscamente.
 
-Eso es... no es una pregunta justa.
 
En el fondo sabía que tenía razón y que si se le planteara la
misma pregunta sobre Kara, su reacción tendría que ser la
misma. No importaba. -No, pero acabas de responder de
todos modos- grito entre dientes.
-Como he dicho: elige. No quiero a ese tipo en mi vida.
 
Willow levantó la barbilla. Volvió a ver lo furiosa que
estaba.
 
-No quiero elegir estás siendo completamente injusto. Seb
es el único otro mitad ángel que conozco en el mundo, no
voy a sacarlo de mi vida sólo porque estás actuando como
un idiota celoso.
 
Mientras la miraba, ella dejó escapar un suspiro,
empujando sus manos a través de su cabello.
 
-¿Dios, mira, lo siento por favor podemos olvidar todo esto
y hablar de ello mañana? Los dos estamos molestos,
estamos diciendo cosas que no queremos decir.
 
Hubo una pausa, con los sonidos de la ciudad resonando
alrededor de ellos como un latido vivo del corazón.
 
-No, no puedo- dijo Alex finalmente.
-Estoy diciendo exactamente lo que quiero decir- Él abrió la
puerta para volver a entrar y la miró mientras estaba allí,
con el telón de fondo de la calle detrás de ella. Ella era tan
hermosa que se le retorcía el corazón, incluso ahora.
-Disfruta de tu amistad con Seb, Willow- dijo en voz baja.
 
 
 
Capítulo 20
 
Willow
 
Realmente no se cómo se puede volver de un argumento
como ese.
 
No comí ninguna cena esa noche, no había manera de que
pudiera haber pasado alimentos. En cambio, entré en el
dormitorio de las chicas y me quedé allí, tendida en la cama
y pensando ¿Acaso Alex y yo acababamos de romper? Las
palabras trajeron de vuelta con un escalofrío mi
premonición de la primera vez que había visto esta casa, la
infelicidad que sabía iba a encontrar aquí.
 
Dios, odiaba ser psíquica a veces. Estaba acurrucada en la
colcha azul desvaida, escuchando el tráfico, el lejano
sonido de la música rock tocando en alguna parte. Y
deseaba nunca haber conocido a Seb. Luego suspiré. No,
no lo hacía. No podría desear eso, jamás podría desear eso.
 
¿Alex y yo realmente habíamos roto?
 
Seguí volviendo a eso, como un disco rayado. No
podríamos, ¿no? Porque él todavía me amaba, sabía que lo
hacía y yo lo amaba tan completamente que la idea de no
estar con él era como no tener aire para respirar.
Ciertamente se calmaría por la mañana y vería lo injusto
que estaba siendo. ¿Verdad? Bajaría y sus ojos encontrarían
los míos, vería la disculpa en ellos y nos deslizariamos a
algún lugar a solas y él me sostendría y diría, lo siento
mucho, por supuesto que confío en ti, olvida cada palabra
que dije.
 
Me quedé mirando el techo con su yeso desigual,
contemplando las sombras proyectadas por cada bulto y
bache. Era una bonita fantasía, pero tenía la sensación de
que eso es todo lo que era. Nunca había visto a Alex tan
enojado. No era como si yo no entendiera por qué. Sabía
que no me emocionaría mucho si él me hubiera dicho que
él y Kara compartían un lazo psíquico. Ironía. La idea
probablemente me carcomería día y noche, y eso es
conmigo siendo psíquica y capaz de decir si algo más
estaba pasando. Alex no podía hacer eso, no podía culparlo
por estar molesto.
 
No... Pero podría culparlo por no confiar en mí. Por tan
obviamente pensar que tenía algo por Seb y que era sólo el
hecho de que él y yo estábamos juntos lo que me impedía
desaparecer hacia la puesta de sol con él.
 
Seb. Tragué saliva mientras yacía allí. En algún lugar en el
fondo de mi mente estaba consciente de lo mal quería
buscarlo psíquicamente. Tenía que ser consciente de que
Alex y yo habíamos peleado y sabía lo preocupado que
estaría, querría saber que estaba bien. Casi sin darme
cuenta, empecé a llegar a él y entonces me detuve, mis
mejillas se prendieron fuego mientras oía a Alex decir, así
que si piensas en Seb en este momento, en la ducha... Oh,
Dios. No había manera de que ahora pudiera sentirme
cómoda otra vez sobre lo que parecía una cosa tan natural,
algo que, por lo que sabía, era una cosa natural entre mitad
ángeles, sólo una extensión de nuestra amistad.
Sentiéndome completamente sola y miserable, presioné mi
cara contra la almohada.
 
Hubo un suave golpe en la puerta.
 
Me senté, mi corazón latía con fuerza. Supe al instante que
se trataba de Seb y odiaba el alivio que corrió a través de
mí, parecía validar cada acusación que Alex me había
lanzado. Pero no pude evitarlo, realmente necesitaba a
alguien en ese momento, y yo debería haber sabido que
Seb lo sentiría y que él estaría aquí. Que nada lo
mantendría lejos.
 
Ni siquiera había notado que estaba llorando, pero parecía
que había manchas de humedad en mis mejillas. Limpie mi
cara y saque mis pies de la cama, cuando empecé a cruzar
el dormitorio, arrastre mi cabello hacia atrás con ambas
manos. Probablemente estaba erizado, en picos salvajes,
como un puñado de fósforos encendidos.
 
Cuando abrí la puerta, Seb estaba de pie en el pasillo con
las manos apretadas en sus bolsillos de sus pantalones, sus
rizos castaños revueltos. Su mirada me escaneó con
preocupación.
 
-¿Puedo pasar?
 
Oh, Dios, estoy tan contenta de verte. Por favor, ¿puedes
sólo sostenerme por un tiempo y dejar que me convierta en
un desastre lloriqueante en tu hombro? Con un esfuerzo, yo
no lo dije. Asentí con la cabeza y abrí más la puerta.
Mientras entraba vacilé, luego la cerre detrás de él.
Independientemente de lo que cualquiera podría pensar,
necesitaba privacidad en este momento, lo que estaba
pasando entre yo y Alex no era asunto de nadie más.
 
Nos sentamos en la cama, me apoyé contra la pared.
Durante unos minutos, ninguno de los dos habló y fue un
alivio estar con alguien que me entiende tan totalmente sin
palabras.
 
-Así que, prácticamente esto es una mierda- dije al fin.
 
Seb hizo una mueca.
 
-Es por mi culpa que ustedes pelearon, ¿verdad? No tienes
que responder- agregó secamente.
-Todos escucharon. La mitad de ellos no podía esperar para
contármelo.
 
Genial. Agarré mis brazos.
 
-Realmente no puedo culparlo por estar molesto- dije.
-Él acaba de descubrir que... Me detuve. Yo nunca le había
mencionado a Seb que podía sentirlo incluso cuando no
estaba cerca. Calor barrió mi piel.
-Oh- dijo en voz baja Seb, recogiendo el pensamiento de mí.
-Eso... No puede ser fácil para él, supongo- Su tono era
neutral, yo sabía que no le gustaba Alex mucho más de lo
que a Alex le gustaba él.
-¿Es lo mismo para ti?- Le pregunté después de una pausa.
Me sentía tímida de repente.
-¿Conmigo, quiero decir?
 
Seb asintió lentamente. Estaba sentado en la cama con un
pie en el suelo, la otra pierna doblada en la rodilla delante
de él.
 
-Incluso cuando no estoy pensando en ti, siempre estás en
mi cabeza de alguna manera- Él se encogió de hombros.
-Con cualquier otra persona en el mundo, sería demasiado.
Pero contigo, sólo parece... natural.
 
Era exactamente como me sentía. Oh, Dios, podía ver por
qué Alex estaba tan molesto. ¿Y si él tenía esto con Kara?
 
-No sé si es porque los dos somos mitad ángel, o... Seb
negó con la cabeza.
-Tal vez es una mezcla- dijo. A pesar de que había dejado de
lado un pensamiento, sabía lo que quería decir. Algo de
esto tenía que ser por ser mitad ángel y psíquico, pero tal
vez fue realzado simplemente por ser quienes eramos. La
cercanía que compartíamos.
-¿Cómo quedaron las cosas entre tú y Alex?- Preguntó Seb
finalmente.
-¿Que te dijo al final?
 
Solté una risa corta, limpiándome los ojos. Parecían estar
goteando de nuevo.
 
-Una gran cantidad de cosas que espero que no sean
significativas- Porque Alex no podía esperar en serio que
me apartara de la compañía de Seb, ¿no? ¿El único otro
mitad ángel que conocía?
 
Seb se sentó en silencio, estudiando mi cara.
 
-¿Willow... sería más fácil para ti si me voy?
 
Me quede muy quieta. No, por favor, por favor, no.
 
-¿Irte?- Repetí.
-El que yo esté aquí en la casa es lo que está haciendo las
cosas tan difícil, ¿verdad?- Acarició una lágrima de mi
mejilla con un dedo, no podría haber sido más gentil.
-No quiero que llores más, querida, ¿ves?
 
Incluso a través de mi turbulencia mental, podía sentir una
mezcla de emociones de Seb: lo mucho que odiaba verme
infeliz, frente a lo que esperaba que podría suceder entre
los dos. Recordando las palabras de Alex y la mirada que
había estado en la cara de Seb sólo esa tarde, mi pecho se
apretó. Oh Dios, no quería que Seb estuviera enamorado de
mí. No quería que él fuera infeliz por mi culpa, nunca, de
ninguna manera.
 
-No importa lo que es más fácil para mí- me atraganté.
-Lo que importa es que no quiero ser injusta contigo, Seb.
No puedo pedirte que te quedes sólo porque yo te quiero
aquí. No cuando yo no... Mi voz se apagó. Era la primera
vez que le decía, aunque fuera indirectamente, que sabía lo
que sentía por mí. Era prácticamente la primera vez que
realmente lo admitía.
 
Él sabía a lo que me refería. Siempre lo hacía.
 
-No estás siendo injusta- dijo, su voz plana.
-Has sido honesta conmigo desde el principio. Yo sé que
estás enamorada de Alex. Y yo... Me tocó el cabello, vi su
garganta moverse.
-Te amo en todas las maneras en que hay que amar a
alguien- dijo finalmente.
-Eso incluye como amigo y hermano. Si me quieres aquí,
entonces me quedaré. Es sólo que no quiero hacer las cosas
más difíciles para ti.
 
-También te quiero- susurre.
-Como un amigo, yo... Mi garganta se cerró, no pude
terminar. Todo parecía tan desesperado Seb estando
enamorado de mí cuando yo sólo lo quería como un amigo,
la discusión con Alex que todavía latía en mi cráneo. ¿Oh
Dios, que si realmente habíamos roto?
 
Cuando empecé a encogerme interiormente, Seb se movió
a mi lado en la cama y puso su brazo alrededor de mí.
Descanse mi cabeza sobre su hombro con gratitud, se
sentía fuerte contra mi mejilla.
 
-No debería, no debería dejarte hacer esto- Solte cuando
empecé a llorar.
-No puedo esperar que me consueles cuando estoy
enamorada de otra persona, es demasiado.
-Cállate y deja que te abrace- dijo con firmeza.
 
Nos sentamos así sin hablar durante mucho tiempo, la
mano de Seb acariciando mi brazo mientras yo lloraba, su
mejilla contra mi pelo. Me concentré sólo en lo externo, el
calor reconfortante de él mientras me presionaba contra él,
el ligero cosquilleo de su barba, su limpio olor amaderado.
Y yo trataba de no pensar en nada en absoluto.
 
Por último, apartó el pelo de mi cara y dijo.
 
-Los otros vendrán arriba pronto... ¿Estarás bien?
 
Asentí con la cabeza y me incorporé un poco, secándome
los ojos.
 
-Voy a estar bien.
 
Su mirada escudriño la mía, él sabía que no lo estaría. No,
en realidad.
 
-Desearía poder quedarme aquí contigo esta noche- dijo.
 
-Lo sé. Voy a estar bien.
 
La boca de Seb se movió en algo que pretendía ser una
sonrisa. Su brazo todavía alrededor de mí, se inclinó y me
besó en el pelo, sus labios cálidos mientras los presionaba
brevemente contra mi cabeza. Podía sentir lo mucho que le
importaba, la profundidad de ello, me abrazó, me sostuvo
cerca. Algo se agitaba dentro de mí, lo aparté y cerré los
ojos, dejando que el beso de Seb me consolara.
 
-Nos vemos mañana- susurró.
-Está bien- le dije.
-Y Seb gracias.
 
Él rodo los ojos mientras se levantaba.
 
-Habrías tenido que entablar la puerta para manterme
afuera, querida.
Abracé mis rodillas, viendo como él se disponía a cruzar la
habitación, tan diferente de Alex, con su cabello castaño
ligeramente rizado, pero su espalda y hombros tan firmes.
Al llegar a la puerta, ésta se abrió.
 
Kara se quedó allí.
 
Sus cejas se alzaron cuando contemplo a Seb, a mí y el
cuarto vacío que nos rodeaba. Ella no dijo nada y tampoco
lo hizo Seb, lo vi comenzar... y luego creo que se dio cuenta
de que era inútil, Kara no iba a estar demasiado interesada
en todo lo que tenía que decir. En vez de eso, me miro.
Sabía que estaba diciendo nos vemos mañana de nuevo con
los ojos y yo asentí.
 
Al salir, Kara entró y cerró la puerta. Se apoyo contra ella,
cruzando los tobillos.
 
-Bueno- dijo.
-Eso parecía interesante.
-Sí, lo apostaría- dije en breve. Me desenvolví de mi cama y
abrí el cajón de mi tocador, sacando mi pijama.
-Entonces... ¿estás con Seb ahora?
 
Me puse rígida y me volvi hacia ella. Ella encontró mi
mirada con suavidad, su rostro exótico imposible de leer.
Llevaba vaqueros negros, un top rosa que mostraba cada
línea de su cuerpo elegante. Podía ver su tatuaje AK
asomándose desde debajo de la manga de la camisa y de
repente lo odiaba ferozmente. Era de Alex, no le pertenecía
a ella.
 
-No- dije.
-Seb es sólo mi amigo- Sólo mi amigo cuando, a excepción
de Alex, era la persona más importante en mi vida. El
lenguaje es tan estúpido a veces.
-Está bien- dijo Kara, mirando hacia abajo a sus uñas.
-Sólo me preguntaba. Porque Alex parece pensar que sí. Y
ya sabes... Seb estuvo aquí arriba en la habitación contigo
durante más de una hora, los dos solos. Una manera fácil
de conseguir una impresión equivocada.
 
Traté de hacer caso omiso de lo que había dicho sobre Alex,
a pesar de que hizo caer mi corazón por un precipicio.
 
-Puedes encontrar esto difícil de creer, pero en realidad, es
posible que los amigos estén en la misma habitación y no
hacer nada- le dije.
 
Ella dio un elaborado encogimiento de hombros.
 
-Mira, no me importa lo que haces. Pero te voy a decir una
cosa: Alex no necesita este tipo de estrés en este momento.
Así que si no te importa averiguar a cuál de ellos quieres,
sería una buena cosa.
-Lo he averiguado- le espeté. Con rabia, tire de mi top,
infantilmente contenta de que yo había estado trabajando
durante las últimas semanas y lucía más tonificada ahora.
-Mira, ¿crees que no sé que tienes una cosa por Alex? Me di
cuenta desde el primer día.
 
Ella asintió lentamente, mirándome.
 
-¿Y sabes que él tiene una cosa para mí?
 
Por una fracción de segundo, hielo congeló mis venas y
luego me sorprendí a mí misma y me reí en voz alta.
-Eso es una mentira total. Soy psíquica, ¿recuerdas? -Está
bien. Entonces, ¿qué te dicen tus poderes psíquicos sobre
su primer amor? ¿O su primer beso, en realidad?
 
Me quedé allí en mi sujetador y pantalones vaqueros,
mirandola estúpidamente.
 
-Alex tuvo un enamoramiento por mí durante años- dijo,
hablando lentamente como si necesitara que lo explicara en
palabras sencillas.
-Solía atraparlo mirándome a veces y se sonrojaba, era
lindo. Y ahora que es mayor... bueno, creo que
definitivamente podría haber algo allí- Se quitó de la
puerta. Alta y esbelta, como un gato de la selva.
-Sabes, nunca intentaría causar problemas en su relación,
si creía que era feliz. ¿Pero esto? ¿Aquí, ahora, contigo?
Nuh-uh- Ella sacudió su cabeza rapada.
-No estás haciéndolo feliz, Willow. Estás jugando juegos
mentales con él, tú y el otro mitad ángel. Dios, simplemente
agiten las alas fuera de aquí juntos, ¿por qué no? ¿y deja a
Alex en paz? No es como si no tuviera suficiente en su
cabeza.
 
Mi mente daba vueltas, atrapada en una tormenta.
 
-No estoy jugando juegos mentales- dije en voz baja que de
alguna manera no temblaba.
-Estoy enamorada de Alex, no de Seb. ¿Es realmente tan
difícil de entender?
 
Kara resopló y se alejó.
 
-Sí, parece ser- dijo ella con frialdad.
-Porque yo no creo que lo hayas entendido.
 
Alex se había ido cuando me levanté a la mañana siguiente.
 
Había estado planeando atraparlo por su cuenta para que
pudiéramos hablar de todo esto de nuevo, con calma esta
vez. Pero me di cuenta de que no estaba allí al segundo en
que fui abajo, había una sensación de vacío a la casa, a
pesar de que estaba lleno de gente. Me hice una taza de
café instantáneo de mal sabor y lo bebí lentamente en la
cocina, tratando de abarcar el hecho de que en realidad
había ido a alguna parte sin decírmelo. Parecía aún más
definitivo que la separación que disparó el día anterior
disfruta de tu amistad con Seb.
 
Trish entró, con el pelo húmedo de la ducha por la mañana,
se puso tensa cuando me vio.
-Um... ¿Dónde está Alex? pregunté. El calor se apoderó de
mí, de que yo incluso tuviera que hacer la pregunta.
-Fue a revisar la catedral de nuevo. Ella se movió más allá
de mí a la barra de pan que estaba sobre el mostrador.
Poniendo un par de rebanadas en la tostadora, ella me dio
una tensa, mirada de reojo.
-¿Entonces... Habéis terminado, o qué?
-No- dije en breve y salí de la cocina.
 
Quería encontrar a Seb, pero era tan consciente de lo que
todo el mundo pensaría ahora, si nos vieran juntos.
Corrección: lo que habían estado pensando todo el tiempo,
por el sonido de ello. Finalmente entre en la sala de TV.
Todos los demás ya estaban allí, aparte de Seb. Entonces,
con el corazón encogido, vi que no todos estaban allí, Kara
había desaparecido. Por supuesto, había ido a la catedral
con Alex. Mis músculos se tensaron ante la idea de los dos
solos, lo que ella debía estar deciéndole.
 
La habitación se había quedado en silencio cuando entré.
Sam me miró, los otros no se veían mucho más amigables.
Traté de ignorarlos a todos y me sente en el estrado,
todavía saboreando mi café. La televisión estaba
encendida. No podría decir lo que se decía, pero
obviamente era sobre los Cruzados y los Fieles de nuevo.
Había multitudes de cientos en la pantalla, letreros
flotando en el aire, gente gritando en español frenético.
 
-¿No deberías estar con Seb?- Dijo Liz. Miré hacia arriba.
Estaba observándome, con su rostro afilado.
-Pensé que se suponía que estabas practicando tus cosas
del aura.
-Estamos prácticando afuera hoy- dijo Seb, apareciendo en
la puerta. Tenía unos vaqueros descoloridos y su suéter
azul con una camiseta blanca que asomaba por debajo del
cuello. Asintió con la cabeza hacia mí.
-¿Estás lista?
 
Alivio. No habíamos discutido salir a la calle, pero sonaba
como el cielo, el ambiente de la casa me ahogaría si tuviera
que permanecer aquí todo el día. Puse mi café abajo y me
puse de pie.
-Sí, sólo conseguiré mi sudadera.
 
La levantó y yo tenía ganas de abrazarlo.
 
-¿Cuando regresa Alex?- preguntó a los demás mientras me
movía para unirme a él.
 
Para variar, Brendan estaba sentado casi sin moverse,
mirando fríamente a la pantalla.
 
-Dijo que alrededor de las tres.
-Sí, por lo que eso les da a ustedes dos montones y
montones de tiempo para estar solos- siseo Sam. Su cuerpo
musculoso estaba tumbado en el sofá, lanzó una mirada
sobre nosotros.
-No te escapes de nuevo.
 
Me puse rígida, decidí no contestar.
 
-Puedo ver todos tus secretos, ya sabes- dijo Seb
suavemente mientras nos volvíamos para salir. Y nada era
gracioso en ese momento, absolutamente nada... pero aún
así, la mirada de alarma culpable en la cara de Sam no
tenía precio.
 
Fuera hacía un día soleado precioso, con una brisa fresca.
Cambié mi aura a un color gris opaco, sin vida y me puse la
sudadera con capucha. Cuando Seb y yo empezamos a
caminar, tomé mi teléfono y envie a Alex un texto rápido
antes de que pudiera pensar en ello:
 
Siento que hayamos peleado. Realmente tenemos que
hablar. Te amo.
 
Ninguna respuesta llegó.
 
Seb y yo caminamos por los bloques. Los negocios en mal
estado a nuestro alrededor se convirtieron en los grandes
almacenes de piedra vieja, con letreros luminosos y amplias
ventanas. La acera creció más ocupada, llena de gente.
Alas de ángel de satén, maletines, bolsas de compras por la
mañana. Agarré el teléfono en mi mano, mirando hacia
abajo cada pocos segundos, mientras mi corazón murió
lentamente en mi pecho.
 
Finalmente Seb apartó suavemente el teléfono de mí y lo
guardó en el bolsillo de sus vaqueros.
 
-Te voy a decir si sale- dijo.
-Vamos, ¿tienes hambre? Vamos a desayunar.
 
Nunca había estado menos hambrienta en mi vida.
 
-No, estoy bien- le dije distante.
 
No me hizo caso y me condujo hacia un vendedor
ambulante que vendia tamales. Podía ver el vapor subiendo
desde ela carrito de metal.
 
-No comiste anoche- dijo.
-Y estoy hambriento, incluso si tú no lo estás. Así que
puedes hacerme compañía, ¿sí? Y luego voy a mostrarte
todo el DF. Apenas lo has visto desde que has estado aquí.
 
Compuse una leve sonrisa.
 
-Odias la Ciudad de México.
 
Se encogió de hombros mientras esperábamos en el puesto
de tamales.
 
-Tiene algunos lugares agradables. La única regla es que
no puedes preguntar si has recibido un texto, ¿de acuerdo?
Te voy a decir, lo prometo. Olvidate de todo por ahora.
 
Gracias a Dios por Seb ese día. Si no hubiera sido por él me
habría vuelto loca lentamente mientras esperaba tener
noticias de Alex. En su lugar, me mostró cosas que sabía
que me interesarían, así que a pesar de que la enferma
preocupación nunca se fue por un segundo, no me ahogue
por completo. Un museo de arte que era todo techos
altísimos y un dorado barroco atractivo. Una plaza donde
las ruinas aztecas se posaron al lado de una iglesia
medieval y un edificio de oficinas moderno. Otra iglesia,
una pequeña de piedra que se inclinaba tan
dramáticamente que me sentí mareada simplemente
caminando a través de ella.
 
-Esto es lo que sucede cuando se construye una ciudad en
el barro- dijo Seb, sonriendo al ver mi expresión.
 
Fuimos a un parque al otro lado de la calle y nos sentamos
bebiendo una coca-cola en los escalones de un monumento.
Alguien estaba tocando la guitarra y la venta de harina de
maíz y especias de los carritos de comida flotaba. La tarde
se había vuelto más cálida, por lo que Seb se había quitado
el jersey y atado a la cintura, yo había hecho lo mismo con
mi sudadera. No habíamos visto muchos ángeles
alimentandose, lo cual fue un alivio. La ciudad parecía
tener un ambiente más tranquilo de lo normal, o algo así.
Desearía poder decir lo mismo de mis pensamientos.
 
-Creo que me has salvado la vida de hoy, ¿sabes?- dije.
-He salvado la mía también, entonces- dijo fácilmente.
-Así que estoy siendo muy egoísta, de verdad.
 
Se sentó apoyando la espalda en los blancos escalones de
piedra con las piernas estiradas. Vi a una chica de nuestra
misma edad que lo miraba con admiración y de repente di
cuenta de nuevo de lo atractivo que era: su cuerpo delgado
y firme, su cara de pómulos altos y el pelo rizado.
 
Si no estuvieras conmigo, ¿todavía querrías ser sólo su
amiga?
 
Me sonrojé y miré hacia otro lado, arrastrando un dedo
sobre una grieta en los escalones gastados. Porque al igual
que cuando Alex me había preguntado eso antes, realmente
no sabía cual era la respuesta. Todo lo que sabía era que
desde el momento en que toque por primera vez la mano de
Seb y lo sentí con tanta fuerza, me había sentido tan
increíblemente atraída por él y que cada día que pasaba
nos había acercado aún más. Era como una parte
fundamental de mi vida, apenas podía imaginarme sin él.
Me enfrié al pensar en mi sueño y el aleteo que había
pasado a través de mí, la noche anterior.
 
Dios mío, no me estaba enamorando de Seb, ¿verdad?
 
Sacudí la idea lejos ofuscada. No. No lo estaba. Debido a
que yo estaba con Alex y eso es todo. Me encantaba Seb
como amigo eso era todo. Mi estómago se había puesto
tenso con culpabilidad de todos modos.
 
-¿Qué hora es?- Pregunté, rezando para que Seb no hubiera
recogido nada de eso.
 
Sacó mi teléfono de nuevo.
 
-Poco después de las dos.
 
Aún no hay texto. Mi mirada encontró la suya. Los ojos de
Seb estaban preocupados, más allá de eso, no podía
realmente decir lo que estaba pensando. Estaba contenta,
dada la dirección que mis propios pensamientos habían
estado tomando.
 
Y que vería Alex en menos de una hora ahora. La
anticipación mezclada con temor. La pantalla sin texto en
mi teléfono móvil parecía más fuerte que cualquier grito de
la noche anterior.
 
Poco después de eso, Seb y yo caminamos a través del
parque y nos dirigimos a casa, tomando el metro. Me senté
en el asiento de plástico duro en el vagón de metro lleno de
gente, mirando las señales en español. Casa. Era la única
palabra que encajaba para dónde íbamos... sin embargo, en
ese momento, no se sentía como un hogar en absoluto.
 
-Está bien, aquí está el plan- dijo Alex.
 
Todos estábamos en el campo de tiro, reunidos en torno a
un mapa de la catedral de Kara. Alex tenía una mano
apoyada sobre la mesa, su pelo oscuro cerniéndose sobre
su frente. Golpeó el altar de la catedral en el mapa.
 
-A mitad del servicio, el predicador preguntará si alguien
quiere ser bendecido por los ángeles, probablemente sólo
alrededor de una docena de personas subirán. Willow, no
quiero que tú y Seb sean los primeros ni tampoco los
últimos. Deja que otras personas suban en primer lugar.
 
Me miró mientras hablaba, su voz era neutral, profesional.
En el fondo, sus ojos de color azul grisáceo destellaron con
algo más, en su mayoría parecio como si yo fuera un
miembro de su equipo y me estuviera dando instrucciones.
Asentí con la cabeza, tratando de concentrarme en lo que
se decía en lugar de sus músculos rígidos. Cada palabra,
cada acción de Alex confirmó: su teléfono celular no se
había apagado y mi texto simplemente no se había
desvanecido en el éter de alguna manera.
 
-Voy a estar sentado contigo y Seb, cuando subas, yo
también iré- continuó Alex.
-Willow, voy a estar al otro lado de ti mientras están siendo
bendecidos, listo para cubrirlos a ambos si ustedes lo
necesitan. Seb, voy a darte una pistola, pero quiero que
pases el resto del día y mañana practicando con ella.
-Sí, está bien- dijo Seb, su voz tan desapegada. A pesar de
que no estábamos de pie uno al lado del otro, los bordes de
nuestras auras se tocaban, podía sentir su ira por Alex,
como un fuego lento y tembloroso.
-Eso no te afecta, ¿verdad Willow?- Continuó Alex.
-Puedes hacer el trabajo de aura por tu cuenta ahora,
¿verdad?
 
La frase parecía cargada de significado, pero de nuevo, su
tono era soso. Me aclaré la garganta.
 
-Sí, creo que lo tengo ahora. De hecho, tal vez debería estar
en algúnas prácticas de tiro, también- estaba agudamente
consciente del resto del equipo de pie allí mismo, viendo
todo esto. Y lo que el tema del día debe haber sido una vez
que Seb y yo salimos esa Mañana. Los ojos castaños de
Kara eran distantes a medida que se posaron sobre mí, su
rostro no revelaba nada.
-Está bien, si crees que lo necesitas- dijo Alex.
-Pero no dejes de practicar lo del aura, quizas hacer mitad
y mitad- Se volvió hacia el mapa, señalando.
-Sam, quiero que tú y Trish estén aquí, a unas cinco filas
atrás, en los asientos del pasillo, si puedes conseguirlos.
Kara, te quiero que en la primera fila, como hemos
discutido, o por lo menos tan cerca de ella como sea
posible. Wesley, Brendan y Liz...
 
Me desconecté mientras miraba el mapa. Alex ya había
regresado en el momento en que Seb y yo regresamos a la
casa. Había estado en la sala de televisión viendo las
noticias con los demás, había un especial de los Cruzados
por los Derechos de las Personas, quienes estaban
planeando una manifestación al día siguiente, coincidiendo
con el servicio especial de la catedral. Nadie parecía haber
estado prestando mucha atención, sin embargo. Había
tenido esta terrible sensación de todo el mundo
esperandonos... y un sentido aún más tremendo de que
Alex no estaba sorprendido de que yo había estado fuera
con Seb todo el día. Me había dicho hola con frialdad, sin
moverse del sofá donde estaba sentado con Kara y Sam, se
había sentido imposible pedir unos minutos a solas con
todo el mundo mirándonos.
 
Contemplando la suave línea del cuello de Alex que
desaparecía en el cuello de su camiseta, un rayo de ira me
atravesó. ¿Realmente estaba dispuesto a tirar a la basura lo
que teníamos tan fácilmente? ¿Cómo dos personas que se
amaban tanto podían estar comunicándose tan mal?
¿Incluso, cuando una de ellas era psíquica?
 
-Bueno, creo que eso es todo para los planes- dijo Alex,
lanzando el lápiz que había estado sosteniendo.
-Pero hay algo más que tengo que decir- Él dejó escapar un
suspiro y echó un vistazo alrededor de la mesa.
-Muchos de ustedes escucharon a Willow y a mí peleando
por Seb anoche.
 
Fue lo último que había esperado. Me puse rígida, mi
garganta se seco. A mi alrededor, el equipo quedó
completamente inmóvil. Podía sentir el aura de Seb
extiendiéndose hacia la mía, con ganas de consolarme.
 
-Fue personal, algo sólo entre nosotros dos- continuó Alex.
-Que peleemos no tiene nada que ver con el funcionamiento
de este equipo. Willow y Seb están consiguiendo la
información de seguridad para nosotros lo que significa
que nuestras vidas están en sus manos. Yo no haría eso si
no confiara en ellos por completo. Así que olviden lo que
oyeron es irrelevante.
 
El silencio alrededor de la mesa. Kara tenía una mirada en
su rostro que decía que era un poco difícil de olvidar, pero
asintió.
 
-Entendemos.
 
Mirando sus rasgos crudamente hermosos, por todo un
segundo todo en lo que podía pensar era el primer beso de
Alex. Realmente, no había sido ella ¿verdad? Ni siquiera me
dijo que había tenido un enamoramiento con ella. Mientras
tanto, podía sentir por el ligero cambio de humor en la
habitación que Alex había desactivado un poco la situación.
Pero solo un poco. Iba a pasar mucho tiempo antes de que
alguien realmente se olvidara de nuestra discusión.
 
-Eso es todo- dijo Alex. -Práctica de tiro al blanco ahora, si
eso es lo que estaban haciendo. De lo contrario, solo tomen
el resto del día libre y relajanse. Cualquier persona que
quiera salir por un rato, vaya por ello pero vayan en
parejas y cuídense las espaldas el uno al otro.
 
Cuando todo el mundo comenzó a dispersarse, empecé
rodear la mesa con él, pero ya se estaba alejando a través
del campo.
 
-¡Alex!- llamée, aumentando la velocidad para alcanzarlo.
-Alex, espera.
 
Se detuvo y me miró. Toqué su brazo.
 
-Escucha, realmente tenemos que hablar.
-Ahora no- dijo.
-No, tenemos que hablar ahora. Mira, ¿podemos ir a tu
habitación y resolver esto? No podemos simplemente...
-No. Ahora- gruño apretando los dientes, amasando su sien
con los ojos cerrados. Lo miré, sorprendida por la
vehemencia baja en su voz. Abandonó el campo de tiro sin
esperar respuesta. Le oí subir las escaleras.
 
No. Esto no iba a pasar, no cuando no habíamos hablado en
casi veinticuatro horas. No iba a deshacerse de mí. Seb
estaba de pie en la mesa, cargando una revista, cuando lo
miré, vi que estaba vigilando a Alex con una expresión
extraña en el rostro. Sacudió la cabeza ligeramente, como
para despejarla. Nuestros ojos se encontraron y aunque
sabía que la mezcla de sentimientos de Seb debían estar
atrapándolo, él hizo una seña casi imperceptible con la
cabeza: ve tras él.
 
Arriba estaba tranquilo, bañado en sombras, todo el mundo
estaba abajo o había salido. Cuando subí al rellano al
principio pensé que Alex debía haber entrado en el almacén
y empecé a ir hacia allí pero entonces mi cuello se enfrío
cuando lo oí. No, él no estaba en el almacén, estaba en el
cuarto de baño.
 
Él estaba vomitando.
 
Me pare fuera de la puerta del baño, mi corazón apretado
por la preocupación repentina. Empecé a llamar y me
encontré descansando mi mano sobre la antigua puerta de
madera en su lugar, tragando saliva.
 
-¿Alex?- Le llaméé.
 
Sin respuesta. Los ruidos continuaron, tuve que esforzarme
para no entrar. Finalmente se hizo el silencio, el sonido de
la cisterna del inodoro, el agua corriendo en el lavabo.
 
La puerta se abrió y Alex se quedó allí. Su cabello parecía
negro contra la palidez natural de su piel, su rostro estaba
húmedo, como si se hubiera echado agua.
 
-¿Qué quieres?- Preguntó, masajeandose la cabeza.
-Tienes otra migraña- dije en voz baja. Él me contó que lo
hacían vomitar a veces, la forma en que el dolor lo
golpeaba tan inesperadamente. Podía sentirlo ahora,
apuñalando su cráneo como una daga.
-¿Estás bien?
 
Resopló mientras dejaba caer su mano.
 
-Sí, estoy muy bien. Willow, en serio, ¿qué quieres?
 
¿Tenía que tener una razón para hablar con él ahora? Dudé,
contemplándo su rostro.
 
-Tú, um... No has respondido a mi texto.
 
A nuestro alrededor, la casa de repente se sintió hueca con
el silencio.
 
-Yo no sabía qué decir- dijo finalmente.
 
¿Qué hay de que me amas y que también lo sientes? Las
palabras no salían.
 
-Mira, no podemos simplemente... el dormitorio de las
chicas está vacío ¿Podemos ir allí y hablar?
 
Un músculo en su mejilla se movió.
 
-Me pareció que ese espacio estaba reservado para Seb-
dijo.
 
Me puse rígida, era como si me hubiera abofeteado. Yo
sabía que Kara le diría al respecto.
 
-Bueno, pensaste mal- dije firmemente.
-Él estaba allí anoche porque estaba molesta, ¿de acuerdo?
Realmente no puedes creer que haya pasado nada.
-Molesta- repitió Alex.
-Así que, es, por mi culpa que estuviera allí. Lo tengo.
-¡No hay ninguna culpa, nada pasó!- Me detuve y deje
escapar un suspiro.
-Alex, por favor... No hagas esto- no pude evitarlo, deslice
mis brazos alrededor de su cintura, presionando contra él.
-Por favor. Te amo, yo sé que me amas.
 
Ansiaba que él levantara sus brazos y los envolviera
alrededor de mí. Se quedaron a sus costados mientras
permanecía de pie sin moverse, con el corazón latiendo
contra el mío.
 
-Por supuesto, que te amo- dijo. Su voz era tan carente de
emoción que sonaba como si estuviera diciendo lo
contrario.
-Pero quise decir lo que dije anoche, Willow. No puedo
hacer esto. Y acabas de pasar, algo así como, cada hora de
vigilia a solas con Seb desde que te lo dije. Así que,
obviamente has decidido.
 
Me aparté de él, mirandolo fijamente. Hablaba en serio. De
hecho, estaba hablando en serio de que nunca volviera a
hablar con Seb. Solté una breve, risa incrédula.
 
-¿Así que se suponía que debía hacer lo que me dijiste, a
pesar de que creo que estás completamente equivocado?
¡Alex, entiendo cómo te sientes, realmente lo hago! Pero
Seb es sólo...
-Sí, sólo tu amigo, lo sé- interrumpió él.
-Me lo sigues diciendo.
 
Se frotó las sienes de nuevo, con los ojos cerrados. Podía
sentir la cantidad de dolor físico que estaba soportando y a
pesar de todo, todo lo que quería era acunar su cabeza en
mi regazo y apartar el dolor. Anhelo me atravesó, por aquel
entonces en su habitación hace tan sólo unas semanas,
cuando había hecho exactamente eso. Eso fue gracioso. Las
cosas parecían complicadas entonces y todo había sido tan
sencillo.
 
-Mira, yo no puedo hacer esto ahora, y tú tampoco- dijo
Alex por último. -Tenemos que centrarnos en el trabajo
mañana. Si todavía queda algo por decir, lo diremos
después de eso.
 
Las líneas de su cara eran tan hermosas, tan familiares.
Recordé estar con él en la tienda de campaña en Nuevo
México las cosas que nos habíamos dicho el uno al otro, la
forma en que nos habíamos tocado y algo dentro de mí se
estaba muriendo. Pero cuando hablé, mi voz era firme.
 
-No habrá ningún punto. Seb es mi amigo, siempre lo será.
Y con el ataque al Consejo acercándose...
 
Me detuve, recordando la silenciosa insistencia de Seb de
que él estaría allí.
 
-Todos podríamos morir durante eso- dije finalmente.
-Y no voy a vivir lo que podrían ser los últimos días de mi
vida haciendo caso omiso de alguien que me importa.
 
Los ojos de Alex eran mares fríos y tormentosos.
 
-No, simplemente ignorarás a alguien de quien se supone
estás enamorada.
-Esa no es mi elección. Es tuya.
 
Él resopló.
 
-Sí, si tú lo dices- Su mirada me escudriñó, con la
mandíbula apretada. Luego se encogió de hombros.
 
-Creo que eso es todo, entonces- dijo.
 
-Creo que lo es.
 
Y esta vez, no tenía ninguna duda: Alex y yo acababamos de
romper.
 
 
Capítulo 21
 
Raziel
 
-Ella está aquí hemos hecho contacto varias veces- dijo la
voz de Charmeine. Raziel estaba en el estacionamiento
detrás de la catedral, cuando Charmeine había llamado,
había estado a punto de conducir de vuelta hasta Silver
Trail para ir sobre los modelos propuestos para el primer
Campo Ángel.
-Excelente- dijo, apoyando los antebrazos en el techo de su
BMW negro.
-Entonces ella te cree.
 
Charmeine sonaba más cansada que nunca. Ella consiguió
una risa baja, le hacía cosquillas en la oreja.
-Oh sí. Fue un caso de "pez, encuentra el barril" Pensé que
habías dicho que la mujer era un agente de la CIA
entrenado.
 
El día era frío, con un cielo metalizado, Raziel se metió en
el coche para calentarse y se sentó contra el cómodo
asiento de cuero.
 
-A ver, ahora, dale un poco de crédito- reprochó.
-Casi nadie sabe que Nate trabajó con ella. Debe haber
parecido ser la prueba definitiva de que eres un pícaro
también. ¿Así que ella tiene la información ahora?
 
Por lo que había obtenido de Willow, Kylar en realidad no lo
había estado haciendo mal por su cuenta, aunque Raziel
sabía que todavía necesitaba varias piezas cruciales de
información.
 
-Sí, todo lo que necesitan- dijo Charmeine.
-Además de uno o dos pequeños detalles que harán que tus
asesinos de ángeles queden atrapados en el interior del
edificio una vez que hayan terminado, de modo que
podamos cuidar de ellos.
-Perfecto. Pero en realidad todavía no ha hecho contacto
con Kylar, ¿verdad?- Raziel estaba seguro de que no lo
había hecho, los pensamientos de Willow últimamente
habían estado preocupados con el plan para tratar de
obtener la información de la Iglesia. Eso y su vida
sentimental, que era fascinante de una manera enfermiza.
-Todavía no- dijo Charmeine.
-Pensé que sería mejor si podía rastrearlo por su cuenta, si
es posible, de manera que no parezca que sé demasiado.
Afortunadamente hay una manifestación masiva
programada en el Zócalo alrededor de la misma hora que
ese servicio especial en la catedral que dijiste, ellos van a
ir, ella ya ha decidido que es un lugar probable para que él
esté, con tantos ángeles que puedan estar alrededor. Así
que, con suerte, se encontraran el uno al otro. Si no es así,
voy a tener que decirle que mis poderes de ángel
delincuente han descubierto el lugar donde viven.
 
Raziel frunció el ceño.
 
-Sólo mantente alejada del equipo- advirtió.
-Mi... La mitad ángel es extremadamente psíquica- la voz
cansada de Charmeine se quebró con irritación.
-Raziel. ¿Ella tiene que, diecisiete? Sé que estoy bajo
ataque psíquico a diario aquí, ¿pero vamos, no crees que
podría burlar a un novato?
 
En el coche, Raziel todavía estaba sacudiendo la cabeza
consigo mismo por su casi desliz.
 
-No hay necesidad de correr riesgos, eso es todo.
-Está bien, no tengo la intención de acercarme a ellos de
todos modos. Las personas que pueden dispararle a los
halos me ponen nerviosa. Lo cual me recuerda, realmente
podrías tener que decirles para aliviarlos un poco. Ha
habido más de veinte muertes ángel en dos semanas aquí.
Y eso sin tanta alimentación ocurriendo usualmente, ya
que las raíces que los Doce han estado depositando están
empezando a surtir efecto.
 
-Oh- dijo Raziel con inquietud.
-¿Se va a hacer algo al respecto?
-No, no lo creo. Los ángeles aquí están en pie de guerra,
pero no hay mucho que se pueda hacer, la forma en que
están golpeando, nunca se sabe dónde o a qué hora- Raziel
no se sorprendió, Kylar no era nada si no un buen
estratega.
-Bueno, voy a hacer mi mejor esfuerzo para reinar- dijo.
-Pero están muy interesados, ¿sabes?
Oyó Charmeine resoplar.
-Gracias, eso es bueno para ti- dijo.
-De todos modos, en unos días más ya ni siquiera importara
nada más.
-¿Cómo estás?- Su tono cansado le preocupaba, sonaba
como una mujer que lucha por aguantar. Casi podía verla
haciendo una mueca.
-Está bien, supongo. Pero me alegro de que la recepción
sea pronto. Estoy contando las horas hasta que no tenga
que mantener una barricada psíquica más.
 
La ansiedad se apodero de él.
 
-Se está haciendo más difícil para ti mantenerlos a raya,
¿no es así?- Su voz se volvió quebradiza.
-No te preocupes, puedo aguantar hasta el final, lo
prometo. Mientras tanto, supongo que has oído hablar
Tyrel.
-Sí, he oído- dijo Raziel en breve. La noticia en la
comunidad ángel era que el Consejo había nombrado
recientemente a Tyrel para dirigir la Iglesia de los Ángeles
en México un ángel que había sido un adversario odiado de
Raziel durante millones de años. Sin duda, esa era
exactamente la razón por la que los Doce lo habían
nombrado.
-Bueno, vamos a tener la última palabra- dijo Charmeine.
-Estarás viajando por diversión, ¿verdad?
 
Raziel contempló las montañas, asomándose bruscamente
contra el cielo azul. Independientemente de las demás
consecuencias que podría traer el ataque, el Consejo
pronto estaría muerto y si sus muertes lo mataban también,
él quería que la última imagen que viera fueran los
fragmentos parpadeantes de su destrucción. Pensando en
su aparición en la televisión, con su apenas velada
sentencia de muerte hacía él "Esa es nuestra promesa"
soltó una sonrisa dura.
 
-Oh, estare allí- dijo.
-Voy a reservar un vuelo esta noche.
-Bueno. Porque sabes, creo que en realidad tenemos una
oportunidad. Se siente diferente en este mundo, ¿no es así?
Realmente podríamos sobrevivir a esto.
 
Una vez que él y Charmeine había colgado, Raziel sacó su
laptop de su maletín. Con el clic silencioso de un botón, lo
encendió y abrió los archivos de Projecto Ángel, el
departamento secreto de la CIA que había financiado y
supervisado a los Asesinos de Ángeles. Había logrado
apoderarse de esto hace meses, los agentes especiales
ahora todos tenían una quemadura de ángel, o habían
muerto. Excepto uno. Unos cuantos golpes en el ratón y
una foto apareció en la pantalla: un curriculum una foto de
cabeza y hombros de una mujer joven de mirada intensa
con el pelo castaño hasta los hombros. Sophie Kinney un
agente junior, que había sido elevado rápidamente por la
invasión angélica de su departamento, ella y el traidor Nate
apenas había logrado salir a tiempo para salvar sus vidas.
Desde su exploración en los pensamientos de Willow, Raziel
sabía sobre el papel de Sophie el día que había llegado la
Segunda Ola. Ella y Nate habían llevado a Willow a la
catedral en helicóptero, Nate se había quedado atrás para
ayudar a Willow con el ataque a la puerta y fue asesinado
como se vio después, el recuerdo lleno a Raziel de
satisfacción. Por su parte, Sophie había escapado a un
lugar seguro. Chica inteligente. Pero había sido vista por el
guardia de seguridad de la puerta trasera. El mismo
guardia de seguridad a quien más adelante había rastreado
para interrogarlo disfrazada, en un intento de averiguar
dónde había ido Kylar porque por lo que ella sabía, él era el
único Asesino de Ángeles que quedaba en el mundo. Raziel
en respuesta al preocupado correo electrónico del guardia
de seguridad, lo había elogiado por su devoción a los
ángeles y le pidió que mantuviera su encuentro con Sophie
confidencial. Sólo enviame los datos de contacto que se
quedaron contigo y los ángeles se encargarán del asunto, él
termino. Y lo había hecho a la perfección. Su correo
electrónico a Sophie, pensó, había sido algo así como una
obra maestra.
 
Entiendo que estás buscando Alex Kylar. Yo también. Yo era
un amigo de su antiguo colega Nathaniel y comparto los
objetivos de Nathaniel. Hay varios de nosotros en la Ciudad
de México donde, como es posible que no estés enterada,
ha habido asesinatos múltiples de ángel recientemente.
Creemos que Alex Kylar está aquí y que ha formado un
nuevo equipo de asesinos de ángeles. Hay otros detalles
que no puedo revelar por correo electrónico, pero como
una cuestión de extrema urgencia, creemos que tú, nuestro
grupo y su necesidad de unir fuerzas con el fin de combatir
la amenaza que enfrenta el mundo.
 
Como había pensado, Sophie se había tomado algún tiempo
para responder, sonrió mientras la imaginaba mirando
frenéticamente que detalles podía poner por su cuenta,
antes de que finalmente, escribiera de regreso con cautela
pero eventualmente había picado y él la había empujado
hábilmente. Y ahora estaba en la Ciudad de México, en
contacto con Charmeine el amistoso ángel pícaro y, sin
duda, muy, muy contenta de que ella y Kylar estaban a
punto de librar al mundo de la amenaza ángel. Raziel
sonrió ante la imagen de Sophie. No hay necesidad de
darme las gracias, pensó. De Verdad. Estoy muy feliz de
ayudarte a encontrarlo. Porque Kylar conocía a Sophie.
Puede que no le agradara, pero la conocía. Confiaba en la
información que provenía de ella. Y eso, pensó Raziel
mientras apagaba su ordenador portátil, era la única
manera de vencer a Kylar en su propio juego.
 
Seb
 
Seb realmente no podía creer que el novio de Willow fuera
tan estúpido.
 
Cuando el equipo tomó el metro hasta el Zócalo, Seb estaba
junto a Willow en el vagón de metro lleno de gente.
Decenas de alas de ángel los rodearon, luciéndo dobladas y
desaliñadas en la multitud. El equipo se disperso por todas
partes, Alex se quedó con Kara y Wesley, la mitad de un
coche de longitud de distancia. Él y Willow apenas habían
hablado desde que rompieron oficialmente el día anterior,
cuando habían tenido que hacerlo, habían sido fríos y
profesionales entre sí. Ahora Willow permanecía en silencio
mientras el tren los dirigía a toda velocidad hacia la
catedral, su rostro inexpresivo. El colgante de cristal que
siempre había usado desapareció de su cuello. A pesar de
que había dejado claro que no quería hablar de lo que
había sucedido, Seb podía sentir su ira, la profundidad de
su dolor. El tren se sacudió. Willow lo agarró del brazo
brevemente para no perder el equilibrio, y luego le ofreció
una sonrisa de disculpa, la conversación no era una opción
con el ruido. Llevaba maquillaje, cosa que nunca hacía. La
hacía parecer mayor, aunque no más bella. Cuando Seb le
devolvió la sonrisa, deseó tener el derecho de poner su
brazo alrededor de ella sin ninguna razón, sólo para
sentirla presionada a su lado. Y pensó que podría
estrangular alegremente a Alex, que había tenido el
derecho, y al parecer le importaba tan poco que estaba
dispuesto a romper con Willow simplemente por ser amigo
de él. Seb mentalmente sacudió la cabeza con incredulidad.
Dios, si Willow fuera suya si pudiera estar con ella de la
forma en que anhelaba estar, si realmente pudiera entrar
en una habitación con ella y cerrar la puerta y decirle cómo
se sentía con palabras, con sus labios, oírla decir las
mismas cosas mientras ella pasaba sus dedos por su pelo
entonces a él no le importaría quién demonios fuera su
amigo. ¿Quién en su sano juicio lo haría? Por mucho que
Willow se preocupara por él, nunca engañaría a Alex,
nunca el cabrón no lo sabía ¿o qué? Por ahora, Seb tenía
mucha práctica en mantener pensamientos como estos
enterrados. Mientras se entretenía con fantasías de
arrastrar a Alex a un lado y decirle con gran detalle
exactamente lo idiota que era tal vez lanzándole un
puñetazo de vez en cuando para enfatizar el punto, la parte
más alta de su mente estaba ocupada concentrándose en el
vagón alrededor de ellos, los anuncios, la gente. Willow
podría haberse dado cuenta de lo que estaba sintiendo, si
lo hubiera intentado, pero Seb sabía que no lo haría. Desde
el principio, era como si hubieran tenido un acuerdo: él no
haría el hecho de que estaba enamorado de ella demasiado
obvio y ella fingiría no notarlo. Mientras el tren se abría
camino a través de los túneles, Seb supuso que debería
estar contento de que Willow y Alex hubieran roto. Pero era
obvio lo mucho que aún estaban enamorados el uno del
otro. Incluso en todo el vagón lleno de gente, podía sentir
los lazos emocionales que los unían, estaba seguro de que
iban a arreglar las cosas pronto. Mientras tanto, sentir la
cantidad de dolor que Willow estaba soportando era una
agonía para Seb, por lo que se encontró en la extraña
posición de querer golpear a Alex hasta que entrara en
razón y arreglara las cosas con ella. Seb sonrió
irónicamente. Realmente no lo hubiera creído, pero quería
la felicidad de Willow más de lo que deseaba la propia.
 
Él no era un santo, sin embargo, a veces era lo único que
podía hacer para no tirar de Willow a sus brazos y
comenzar a besarla. Y rogó con todo lo que tenía para que
ella sacara a Alex de su sistema pronto y viera lo que era
tan extremadamente obvio para él. Porque al pensar en su
sueño y en toda la secuencia de eventos que lo habían
llevado a ella, volviendo en espiral a través de su vida
durante años Seb no podía creer que el destino los había
unido sólo para ser amigos. Estaba claro para él que él y
Willow estaban destinados a ser, no sólo porque ambos
fueran mitad ángel, sino por lo que ambos eran, sus
personalidades. Era como si sus almas hubieran estado
gritando la una por la otra durante toda su vida. Seb sabía
que si Willow nunca sentía lo mismo, se las arreglaría de
alguna manera: estar en su vida como un hermano era
mucho mejor que no estar en su vida en absoluto. Se estaba
volviendo más difícil por el día, sin embargo. Nunca había
soñado que podía caer más enamorado de su chica mitad
ángel. Pero en realidad estar con Willow en persona,
sintiendo la profundidad de su conexión sin esfuerzo no se
parecía a nada que hubiera experimentado antes y
sabiendo que aún podría ser mucho más, un mundo más, si
ella simplemente abriera los ojos y lo viera también... Seb
dejó escapar un suspiro cuando el tren comenzó a
disminuir. No estaba seguro de si hacia las cosas mejor o
peor, él pensaba que había captado atisbos de atracción de
ella a veces, pensamientos tan fugaces, que era como si no
tuviera ningún control sobre ellos. En general, pensó que lo
empeoraba, dado lo mucho que ella estaba enamorada de
Alex. Y definitivamente hacía más difícil para él ser
fraternal hacia ella. Eso es exactamente lo que vas a hacer
sin embargo, se dijo. Hasta que ella dijera que quería algo
diferente, eres sólo su hermano. Echó un vistazo al cabello
rojo-oro de Willow, su rostro. Ella lo vería por sí misma
algún día, pensó. Tenía que. Ella simplemente tenía que
hacerlo. El tren llegó a la estación Zócalo, las puertas se
desdoblaron con un siseo neumático.
 
-Creo que esto es todo- murmuró Willow, la frente arrugada
con aprensión.
-Eso es- convino Seb, alejando sus pensamientos. Ellos se
empujaron fuera del vagón. Todo el mundo parecía ir al
Zócalo. Alex y los demás habían salido más abajo, el grupo
se reunió cerca de las escaleras de la estación. Cuando
empezaron a subir, se podía oír un estruendo de voces que
cantaban:
 
¡El DF está muriendo! ¡Los fondos para los médicos, no
ángeles! ¡El DF está muriendo! ¡Los fondos para los
médicos, no ángeles!
 
La manifestación de los Cruzados, se dio cuenta Seb. Al
salir hacia el Zócalo, pudieron verlo, una masa sólida de
personas que se agolpaban alrededor del Palacio. Sus auras
eran de color rojo sangre, se fusionaban y palpitaban hacia
el cielo mientras la gente coreaba, de manera que la
multitud parecía una sola criatura, enojada. Seb se detuvo
en seco, su cuello picaba. Había visto auras como estas
antes por lo general alrededor de las bandas callejeras
antes de una pelea. Nunca en torno a miles a la vez.
 
Cerca de allí, cientos de personas vistiendo alas de ángel se
habían reunido, gritando tan furiosamente:
 
-¡Los ángeles proveerán! ¡Si tienes fe verdadera, los
ángeles proveerán!
 
Aunque la mayoría estaban dañados, sus auras eran de un
rojo furioso también, en tensión hacia los Cruzados.
Decenas de guardias de seguridad de aspecto sombrío
patrullaban los bordes de la multitud, mientras que varios
ángeles navegaban, con las alas relucientes. Willow miró a
Seb. Sus ojos verdes parecían más grandes de lo habitual,
acentuados con delineador de ojos.
 
-Esto realmente no es bueno- le susurró y él sabía que se
refería a las auras bullendo, en lugar de los ángeles en
cacería. Al igual que él, ella tenía que estar recogiendo las
vibraciones de la manifestación también, la furia creciente
organizada en torno a ellos.
 
-Todo va a estar bien- murmuró de nuevo. -¿Sabíamos lo
que estaba pasando?- Preguntó Sam, frunciendo el ceño
ante la escena. Seb puso los ojos en blanco. Sam lo había
estado viendo en las noticias con los demás cuando él y
Willow volvierón a la casa el día anterior.
-Sí, sabíamos- dijo Alex brevemente, abriendo el camino
hacia la catedral.
-No nos afecta.
 
Salvo que lo hacía. A medida que se acercaban a la
Catedral de los Ángeles, pudieron ver las líneas de
movimiento lento que serpentean por la entrada,
extendiéndose todo el camino hasta el tabernáculo.
 
-Eso no parece correcto, se supone que las puertas deben
estar abiertas a estas alturas- dijo Kara.
-Alex, voy a ir a comprobarlo.
 
Antes de que pudiera responder, Kara estaba corriendo, su
larga peluca trenzada rebotando por su espalda. Alex miró
hacia la catedral con el ceño fruncido.
 
-Aquí, todo el mundo- dijo. Llevaba una gran bolsa de
plástico, se inclino sobre ella, sacando las alas de ángel. Al
entregar un par a Seb, sus ojos se encontraron, Seb pudo
ver la aversión controlada de Alex hacia él. El sentimiento
era mutuo. Alex dio Willow un par de alas lavanda, evitando
su mirada. Willow evitó la suya también, aceptando las alas
en silencio. Llevaba una falda negro corta y un top que le
había prestado Liz, con una chaqueta de mezclilla encima y
un par de sandalias de tacón desconocidos que le daban un
aspecto de piernas largas. Seb estaba en un par de
pantalones grises y una camisa blanca que había tomado de
Wesley. Los demás estaban vestidos de manera similar, Alex
había querido que se mezclaran con la multitud que asistía
a la iglesia tanto como fuera posible. Aunque se quejaba de
recibir órdenes de él, Seb tuvo que admitir que Alex era
bueno en lo que hacía. Era un trabajo que él mismo no
habría tenido ningún deseo de asumir.
-¿Están derechas?- Willow le preguntó en voz baja. Ella le
presento su espalda, donde las alas de lavanda colgaban
torcidas. Seb las enderezó para ella, ajustando una correa
elástica donde se había torcido en el hombro y tratando de
ignorar la forma en que la falda corta mostraba su figura.
Por el rabillo del ojo vio a Alex observándolos y contuvo un
resoplido. Si Alex estaba celoso, era su propia estúpida
culpa. Normalmente Willow nunca le habría pedido ayuda a
Seb en lugar de al propio Alex.
-Están derechas ahora- le dijo. Estás preciosa, se las
arregló para no añadir. Él había estado tan cerca de decir
las palabras que Willow las atrapó con facilidad, sus
mejillas coloreadas.
-Gracias- dijo ella y sabía que era por el cumplido también.
-Las tuyas estan bien- agregó, mirando sus alas blancas.
 
Kara salió corriendo hacia atrás.
 
-Alex, es malo- jadeó.
-Ha habido una alerta de seguridad en la catedral, están
preocupados por un ataque terrorista con la manifestación
de los Cruzados pasando. Han instalado un detector de
metales.
-¿Qué?- La cabeza de Alex se sacudió hacia las puertas de
la catedral. Maldijo por lo bajo. Seb se quedó inmóvil,
pensando en la navaja en su bolsillo. Llevaba una pistola
también la funda se sentía extraña bajo su cintura pero
sabía que habría sido más propenso a ir a por su navaja en
caso de problemas.
-Así que... ¿qué significa esto?- Preguntó Liz finalmente.
-Significa que vamos a tomar nuestras armas e ir de todos
modos, ¿verdad?- Ofreció Brendan. La frustración de Alex
era casi palpable.
-¿Qué bien haría eso? Si hay algún problema, tenemos que
ser capaces de disparar. Maldita sea.
Se metió las manos por el cabello.
-No podemos posponerlo- murmuró para sí mismo, mirando
a la línea de personas.
-El código de seguridad cambiará mañana...
-Es posible que no necesitemos el código- señalo Willow, su
voz fría.
-Sí, pero es posible- le espetó apretando los dientes.
-No podemos correr el riesgo, el Consejo se ha ido en tan
sólo cuatro días. Él dejó escapar un suspiro.
-Está bien- dijo finalmente.
-Vamos a tener que esperar fuera de las puertas. Los dos,
denle a Kara sus armas. Willow, dame tu teléfono móvil.
 
Después de entregarle encubiertamente a Kara su arma,
Willow excavo en el bolsillo de su chaqueta de mezclilla por
su teléfono, con la boca apretada, Seb sabía sin intentar
que estaba irritada por las órdenes que le grito.
Manteniéndose de espaldas a la multitud, sacó su propia
pistola y la navaja, pasandolos a Kara. Ella las escondió en
silencio en su bolso. Su opinión de él era tan obvia que Seb
no pudo resistirse a sonreír y decir:
 
-No vas a robar mi navaja, ¿verdad?- Sus ojos castaños se
volvieron incluso más fríos.
-No te preocupes. Yo no soy la que roba cosas.
 
Al otro lado de la plaza, el sonido del canto fue todavía
fuerte, golpeando a través del aire. Alex jugó con el celular
de Willow, apretando los botones. Cuando Seb lo miró, él
momento se congeló. Aunque podía ver las auras sin
intentarlo, no examinaba cada una de las que se
encontraba en detalle, habría sido una sobrecarga de
información. Pero el día anterior, cuando Alex había salido
del campo para subir las escaleras, Seb pensó que había
visto algo extraño en los tonos azul y dorados de su aura.
Lo había descartado como un truco de la luz, sin embargo,
ahora, en la pura y sesgada luz del sol de la tarde, lo estaba
viendo de nuevo. El aura de Alex estaba dañada.
 
 
 
 
 
 
 
 
Capítulo 22
 
Seb
 
 
Seb se quedó mirando los colores de la fuerza vital de Alex.
Nunca había visto algo así antes. Había encontrado miles
de auras con quemaduras de ángel en su vida, estaba
demasiado familiarizado con el aspecto gris y enfermizo
que causaban, con los colores naturales del aura tratando
de recuperarse a través de la palidez. Esto era similar, pero
diferente: los colores parecían desvanecidos. El azul, que
Seb estaba seguro de que había sido un rico color azul
marino cuando había conocido a Alex, ahora se veía opaco
y grisáceo, el oro casi empañado, con débiles manchas
negras.
 
El daño se veía como si hubiera sido causado por los
ángeles... y sin embargo no.
 
La pregunta de Willow barrió sobre él: ¿Causamos
quemaduras de ángel a los seres humanos?
 
No era algo que Seb hubiera notado, ciertamente ninguna
de las chicas con las que alguna vez había estado
involucrado había mostrado nada como esto. Pero entonces
su pecho se volvió frío, cuando lo golpeó. Nunca había
estado con una chica durante mucho tiempo, ¿verdad?
Sólo había tenido aventuras, un día o dos a lo sumo. Willow
había estado con Alex durante meses.
 
Sólo habían pasado unos segundos. Alex le devolvió el
teléfono a Willow.
 
-Aquí he puesto mi número de marcación rápida. Guardalo
en tu bolsillo, vamos a estar justo afuera una vez que se
inicie el servicio. Si hay algún problema, simplemente
presiona el botón de llamada y entraremos de alguna
manera.
 
Seb apartó la mirada, sus pensamientos girarando mientras
recordaba las migrañas de Alex, sus constantes dolores de
cabeza, y penso en las decenas de ominosos problemas que
esas cosas podrían significar. Su primera y principal
preocupación era por Willow. Si esto era lo que él pensaba,
iba a matarla averiguar que había estado perjudicando a
Alex.
 
Willow vaciló mientras tomaba el teléfono, escudriñando el
rostro de Alex como si estuviera buscando un toque de
suavidad. No había ninguno. Deslizo el teléfono en el
bolsillo de la chaqueta, con su cara maquillada
abruptamente distante.
 
-Sí, está bien- dijo ella.
 
Miró hacia abajo, abrochándose la chaqueta. Y entonces
Seb vio la mirada que ella había estado esperando destellar
en las facciones de Alex, volviéndolas joven y vulnerables y
él sabía que Alex estaba en tanto tormento como ella, pero
era demasiado terco para admitirlo.
 
Willow se aclaró la garganta.
 
-Así que supongo que será mejor que consigamos un lugar
en la fila- dijo. El resto del equipo estaba un poco aparte
ahora, hablando entre sí, Seb podía sentir la decepción de
Sam en particular, porque no iban a entrar.
 
La cara de Alex era inexpresiva de nuevo.
 
-Si, esta bien. No podemos esperar contigo, se vería
sospechoso si nos quitaramos antes de chocar con los
detectores de metales. Ten cuidado, ¿de acuerdo?
Estaremos justo afuera. A pesar de que parecía sincero,
también sonaba como si estuviera hablando con cualquier
otro miembro de su equipo y Seb deseaba darle un
puñetazo. Sólo disculpate, estúpido idiota.
 
Excepto que era demasiado tarde para eso, ¿no es así?
Estudiando el aura de Alex de nuevo, Seb pudo ver con más
claridad que nunca, que no se había equivocado. Su
garganta se sentía como la arena. ¿Cómo exactamente se
suponía que iba a decirle esto a Willow?
 
Ella asintió con rigidez ante las palabras de Alex, podía
sentir la profundidad de su dolor que él no retrocediera,
incluso ahora.
 
-Seb, ¿estás listo?- Se volvió hacia él y su expresión se
aflojó con sorpresa mientras recogía su ansiedad.
-Sí, estoy listo- dijo, enterrando sus pensamientos lo mejor
que pudo. Su mirada se cruzó con la de Alex. Una mirada
feroz brilló en los ojos de color azul grisáceo y Seb sabía
Alex le estaba diciendo que cuidara de Willow, que la
mantuviera a salvo en caso de que algún miembro rabioso
de la Iglesia la reconociera y diera la alarma. Como si
realmente tuviera que decirselo.
-Está bien, ambos tienen sus entradas y sabes el código, si
lo necesitas, ¿verdad?- dijo Alex en voz alta.
 
Seb asintió, él y Willow lo habían memorizado.
 
-No te preocupes- respondió de manera uniforme. Y agregó
en su cabeza, Créeme, hombre, no voy a mantenerla a salvo
para ti pero la mantendré a salvo con mi vida.
 
Él y Willow comenzaron cruzar a través de la desigual
extensión de la plaza, ella era más alta de lo habitual en sus
tacones mientras lo miraba con preocupación.
 
-Seb, ¿qué pasa?
-Te lo diré más tarde- dijo.
-Pero...
 
Oyó la tensión en su propia voz.
 
-Por favor, querida. Te lo diré más tarde, lo prometo.
 
Willow vaciló, buscando en su cara y finalmente asintió.
 
-Está bien.
 
La línea se movía lentamente una vez que se unieron a ella,
pero todo el mundo parecía alegre, charlando alegremente
sobre los ángeles y lo emocionante que iba a ser un servicio
tan importante. Él y Willow encajaban perfectamente con
sus alas de ángel satinadas. Después de un rato, pudieron
ver las escaleras que conducían a la entrada de la catedral,
con la forma rectangular del detector de metales
establecido en la parte inferior de ellas.
 
-Me siento aliviada por finalmente estar haciendo algo, ya
sabes- dijo Willow en voz baja. Su mirada estaba fija en el
detector de metales y los guardias que lo flanquean ambos
lados a medida que la gente arrastraba los pies a lo largo,
mostrando sus entradas.
-He odiado, odiado, tener que sentarme en casa mientras
todo esto está sucediendo.
 
Su aura, como la suya, se veía gris y apática. Seb no se
sorprendió de que ella no hubiera notado la de Alex. Su
enfoque psíquico natural, simplemente no estaba centrado
en las auras, no tendía a traerlas a la vista a menos que ella
pensara que había una razón para hacerlo. Y en el caso de
Alex, ¿por qué lo haría? Seb le había dicho que ella no le
causaba ningún daño.
 
Seb se aclaró la garganta.
 
-Sí, sé lo mucho que has odiado quedarte en casa.
 
Ante su tono evasivo, Willow sonrió.
 
-Déjame adivinar, desearías estar todavía allí.
Honestamente, eres tan malo como... Atrapándose a sí
misma, se interrumpió con una mueca repentina, su
expresión de dolor.
 
Seb no pudo evitarlo, puso su brazo alrededor de ella,
apretando sus hombros mientras la atraía hacía su costado.
Todo estará bien, mi amorcito, quería decir. Pero en
realidad no veía cómo podría ser, ahora. Oh Dios, esto iba a
destruirla. ¿Y que le hacia a las esperanzas de Seb? Es
cierto, que probablemente significaba que Willow nunca
volvería con Alex, pero que esto ocurra así cuando todavía
estaba enamorada de él, cuando ella supiera que lo había
herido con su toque, entonces nunca lo superaría. Nunca.
 
Willow lo estaba mirando, su expresión llena de temor.
 
-Estás pensando... En lo que sea de nuevo- dijo en voz baja.
Tragó saliva.
-Es algo que tiene que ver conmigo y Alex, ¿verdad?
 
Se salvó de responder. Justo cuando llegaron a lo alto de las
escaleras, hubo un chillido y una ráfaga de alas de ángel.
Tres muchachas bonitas corrieron hacia ellos.
 
-¡Seb! ¡Bonsoir!- Exclamó la de cabello oscuro. Antes de
que Seb supiera muy bien lo que estaba pasando, ella lo
besaba en ambas mejillas, él correspondió
automáticamente. Las otras dos chicas siguieron el
ejemplo. Willow parpadeó, luciéndo sorprendida por los
besos sociales.
-¡Dejaste el hotel!- Rió la chica de cabello oscuro en
francés, su tono burlón. Céline, ese era su nombre.
-Ninguno de nosotros sabía dónde estabas, un día
simplemente desapareciste- Su mirada se dirigió a Willow,
contemplándola con curiosidad.
 
Seb era plenamente consciente de que las tres chicas eran
devotas y era casi seguro que habían visto la foto de Willow
en las noticias, o en el sitio web de la Iglesia de los
Ángeles.
 
-Oui, encontré a mi novia- dijo, su brazo todavía alrededor
de los hombros de Willow.
-María- Fue el primer nombre que me vino a la mente. En
inglés, dijo:
-María, esta es Céline y... lo siento- dijo a la rubia.
-¿Es Nicole?
 
La chica chasqueó la lengua y sacudió su elegante cabeza,
se veía pálida y muy delgada.
 
-Ah, ya ves, se olvida de todo sobre nosotras una vez que te
tiene- bromeó, mirando a Willow.
-María, esta es Nicole- señaló a la tercera chica, una
pelirroja alta. Y yo soy Adele.
-Hola- dijo Willow, ofreciendoles su mano.
 
Empezaron a bajar por las escaleras, para la irritación de la
gente detrás de ellos, el trío no mostró señales de salida.
Céline todavía estaba mirando Willow.
 
-Te ves tan familiar- dijo de repente.
-¿Eres una actriz?
 
Los músculos de Seb se tensaron cuando Willow trató de
sonreír.
 
-No, pero todo el mundo dice eso- dijo.
-Creo que debo parecerme a alguien.
-Así que aquí es donde ustedes chicas se fueron corriendo...
Creí que me habían abandonado- dijo una voz americana
alegre. Un tipo con el pelo castaño suelto había subido
detrás de ellos. Mike. Vio a Seb y su rostro estalló en una
sonrisa mientras le daba una palmada en el hombro.
-¡Seb! Dios, hombre, ¿dónde has estado?
-Él tiene una novia ahora- Céline hizo un puchero, pasando
su brazo por el de Mike.
-Estoy muy triste por esto. Vas a tener que consolarme más
tarde.
-Oh, bueno, eso es muy malo- dijo Mike con voz
tranquilizadora.
-Sí, vamos a tener que tener algo de tiempo reconfortante
en serio cuando volvamos.
 
Habían llegado al pie de la escalera, de alguna manera las
tres chicas y Mike se habían adelantado. Sonriendo
ampliamente, Mike se volvió y le a dio Seb un par de
pulgares arriba cuando las chicas comenzaron a presentar
a través del detector de metales.
 
La expresión de Willow estaba ligeramente aturdida.
 
-¿Tus amigos?
 
Seb se encogió de hombros, apenas podía creer que todos
hubieran aparecido.
 
-Los conozco del hotel en el que me quedaba.
 
Algo en el bolso de Céline había puesto en marcha la
máquina, el guardia lo atravesó mientras Mike y las chicas
se agrupaban alrededor. El otro guardia le indicó a Seb y
Willow que esperaran.
 
Willow vio como Céline rió y giraba de nuevo su pelo de
color castaño chocolate.
 
-Las chicas son todas muy lindas, ¿verdad?- Dijo en un tono
neutro.
-Esa, Céline, realmente parece que te gusta.
 
Seb se quedó mirando su perfil. ¿Estaba imaginando cosas,
o había habido un destello casi como de celos en ella?
Entonces Willow pareció negar con la cabeza a si misma y
la sensación se desvaneció. El guardia le hizo un gesto con
la mano, ella buscó en el bolsillo su boleto y se movió hacia
adelante, sus tacones haciendo clic en el suelo de mármol.
 
Salieron a la catedral principal llena. Como Seb había visto
antes cuando había mirado alrededor, los huesos del lugar
se habían alterado un poco desde su niñez pero su carne
ahora era completamente diferente. A lo lejos, por el
pasillo, ángeles dorados brillaban desde el piso al cielo raso
del altar ornamentado, los más pequeños sostenían
candelabros en lo alto de la esquina de cada banco. Había
varios ángeles reales también, deslizándose a través del
espacio de la alta cúpula, alas destellantes como espejos.
Alcanzándolos con su mente, Seb encontró una multitud de
ellos sentados en el área de la oficina sin ser vistos,
fácilmente más de una docena.
 
-Mira, aquí está un asiento- dijo Céline, tirando de su brazo.
-Hay espacio para todos nosotros, si nos apretamos.
-Gracias, pero María y yo...
 
Céline lo ignoro y se acercó para tomar el brazo de Willow
en su lugar, riendo mientras la atraía hacia el banco.
 
-¡Ven, ven! ¡No hemos visto a Seb en semanas, queremos
conocer a su novia!
 
Detrás de ellos, la gente estaba esperando para pasar, Mike
empujó a Seb de buen humor al banco que tenia delante, al
lado de Willow.
 
-Lindas alas, amigo- susurró.
-Seguiste mi consejo, ¿no es así? le dijiste que eres un
devoto.
 
Los ojos de Seb se encontraron con los de Willow cuando
ambos se dieron cuenta: o bien hacían una escena y tal vez
llamaban la atención sobre sí mismos, o se quedaban donde
estaban.
 
-Creo que va a estar bien- murmuró Willow hacia él cuando
se sentaron.
-El servicio va a empezar pronto, de todos modos.
-Tenemos que jugar un juego- anunció Céline una vez
instalados.
-¿Qué actriz se ve como María? Porque se ve tan familiar
que me está volviendo loca. Seb, ¿quién crees?
 
Él se encogió de hombros. El corazón le golpeaba de
repente.
 
-No sé- dijo, mirando a la catedral convertida y tratando de
sonar indiferente.
-Ella es más bella que cualquier actriz.
 
Las tres chicas francesas toda chillaron de placer. Mike
asintió.
 
-Sin duda, la respuesta correcta- Él ofreció su mano a
Willow.
-Soy Mike, por cierto. Soy de Sacramento, ¿y tú? He oído
un acento americano, ¿verdad?
-Soy de Maine- dijo Willow, sacudiendo su mano. Seb podía
sentir su ansiedad.
-Bangor.
-¿Sí? ¿Qué te trajo aquí?
 
Sus alas de lavanda se movieron cuando ella se encogió de
hombros.
 
-Lo mismo que a todos los demás, supongo.
-¿Cómo se conocieron?- Preguntó Nicole, inclinándose
hacia adelante. Sus ojos tenían círculos debajo de ellos.
Miró con aprobación las alas de ángel de Willow.
-¿Los ángeles los reunieron?
-Um... Willow trago saliva y miró a Seb, su mirada
buscando la suya.
-Sí, más o menos.
 
Sus manos estaban tensas en su regazo, tomó una de ellas
y ella le apretó los dedos con fuerza.
 
-Es una larga historia- dijo.
-Pero te lo diré si quieres. Es muy romántico- Él ya estaba
planeando cómo podía darle la vuelta, que fuera tan
aburrida que perdieran por completo el interés en Willow.
-¡Espera, espera, conozco a la actriz!- Estalló Céline,
rebotando ligeramente en su asiento.
-Es la chica con el pelo largo y rubio ¿cuál es su nombre?
¡Ella ha estado en tantas cosas!
 
Seb se congeló. Cabello largo y rubio. Madre mía, en otro
momento lo tendría.
 
-No, la gente suele decir Keira Knightley- dijo Willow
rápidamente.
-O... o Katie Holmes.
-¿Keira Knightley?- Céline frunció el ceño con sorpresa.
-No... Bueno, tal vez un poquito...
 
Para gran alivio de Seb el servicio comenzó entonces con
una ondulación de la música de arpa y la conversación se
detuvo. Las tres chicas francesas miraron hacia delante,
con los ojos brillantes cuando el predicador hizo su camino
hasta la pequeña escalera de caracol hasta el púlpito con
alas de ángel. Willow dejó escapar un suspiro. Seb pasó su
pulgar a través de sus dedos, consciente de que no estaba
lamentando en absoluto hacerse pasar por su novio.
 
El predicador parecía más joven de lo que Seb había
imaginado, con el pelo oscuro y una amplia sonrisa.
Levanto las manos al cielo, sonriendo a la congregación
mientras hablaba en un micrófono.
 
-Bienvenido a la Catedral de los Ángeles.
 
Un sermón interminable sobre el amor de los ángeles, lo
afortunado que era México ahora de tener su propio ángel
personal, muchos de pie y cantando himnos y luego
sentándose de nuevo. Céline y las otras chicas sabían los
himnos de memoria, aunque las letras eran en español.
Willow se apretó contra Seb mientras compartían un
himnario, con la cabeza hacia abajo, obviamente, tratando
de mantener su cara lejos de su atención ahora.
 
Finalmente llegó el momento en que el predicador
preguntó si alguien deseaba ser bendecido en nombre de
los ángeles. Se bajó del púlpito a la barandilla, su tono de
interrogación resonando a través de los altavoces.
Afortunadamente, los ángeles que habían visto cuando
entraron por primera vez a la catedral se habían ido ahora,
por lo visto saciados. Cuando Seb comprobó, podía sentir
que se habían unido a los demás en la zona de oficinas por
el momento.
 
Unas cuantas personas empezaron a ir vacilantes hacia el
frente, pasos haciéndo eco sobre el brillante mármol.
Willow le dio a los dedos de Seb un apretón significativo
cuando los soltó. El asintió.
 
-Disculpa- susurró a Mike. Las cejas del estadounidense se
dispararon, Seb prácticamente podía oírlo pensar, ¿qué en
serio? Pero él no hizo ningún comentario cuando Seb y
Willow avanzaron.
 
Ninguno habló mientras bajaban por el largo pasillo
central. Ambos sabían que más ángeles podían aparecer en
cualquier momento y sentirían la energía de él y la de
Willow, si conseguían acercarse lo suficiente. La barbilla de
Willow estaba levantada, su mirada fija en la barandilla
donde las personas estaban arrodilladas. El predicador ya
estaba bendiciendo el segundo demandante, moviendo los
labios en oración mientras sostenía la mano del hombre. La
mujer a la que acababa de bendecir permaneció de rodillas,
la cabeza abajo.
 
Y de la nada, el pensamiento cruzó por la mente de Seb, lo
bien que se sentiría, si las circunstancias fueran diferentes:
caminar hacia un altar como este con Willow algún día. Si
ella sentiera lo mismo, él incluso lo haría ahora, a pesar de
sus edades. Porque, al mirarla a su lado, sabía que esta
chica, esta mujer era la única que alguna vez había amado.
Ella había tenido su corazón durante casi toda su vida, ella
fue tejida de la misma tela que él.
 
Llegaron a la barandilla con el gran altar de oro brillante
delante de ellos y se arrodillaron uno al lado del otro sobre
cojines de terciopelo azul. Willow bajó la cabeza, Seb podía
sentir su enfoque completo en el trabajo a mano. Apartando
sus pensamientos, él despejó su propia mente,
consiguiendo el estado relajado que él utilizaba para sus
lecturas.
 
Parecía durar para siempre.
 
Por último, el predicador llegó a Seb, sus ojos gentiles.
 
-¿Quieres ser bendecido por los ángeles, hijo mío?
-Sí, padre- Seb le tendió la mano, sintió que el sacerdote la
tomaba.
 
Una explosión de sensaciones, imágenes, conocimiento. El
corazón de Seb se hundió. Este no era el predicador
habitual, el predicador habitual estaba enfermo. Este
hombre estaba de visita desde otro estado y aunque en
éxtasis ante la idea de conocer al Consejo Seráfico en unos
pocos días, había llegado hace sólo unas horas casi no
había tenido aún la oportunidad de hablar con nadie antes
de que le pidieran hacer el servicio de la tarde. Seb sondeó
profundamente, pero sus ánimos se hundían. No había
nada aquí para obtener, este hombre no conocía los
detalles de la recepción todavía.
 
El cura tocó ligeramente la cabeza inclinada de Seb y se
trasladó a Willow. Seb se quedó donde estaba. Podía sentir
su desaliento después de un momento y sabía que había
descubierto lo mismo que él. Por fin, el predicador se movió
de nuevo, a un hombre que llevaba un traje gris.
 
Seb volvió la cabeza sobre sus manos entrelazadas,
mirando a Willow de soslayo. Sus ojos se encontraron, se
mordió el labio y miró hacia la puerta en las sombras que
conducía a las oficinas.
 
-Seb, tenemos que ir allí- susurró.
 
Él asintió a regañadientes, mirando a la puerta de la
oficina. Tal vez podría dejar a Willow en el pasillo, mientras
él intentaba pasar a los ángeles por si mismo.
 
Ella lo miraba con una pequeña sonrisa.
 
-Piensalo de nuevo- murmuró.
 
Seb dejó escapar un suspiro y volvió a mirar hacia la
puerta. Mientras lo hacía, vio a la primera mujer que el
predicador había bendecido, aún de rodillas, con la cabeza
en las manos... y sus ojos se abrieron mientras contemplaba
su aura. Las otras energías vitales en la barandilla eran en
tonos grises y enfermizos, o en tonos pastel suaves de
devoción, la suya era un feo furtivo amarillo mostaza, con
las vetas rojas de enojo.
 
Mientras observaba, una de las manos de la mujer dejó la
parte superior de la baradilla y puso algo por debajo de
ella. Se levantó y se alejó rápidamente.
 
La piel de Seb se arrastro con aprensión repentina. Al
volverse, vio al menos diez personas con auras similares,
todas ellas corriendo hacia una de las salidas laterales. La
mujer estaba corriendo ahora. Un hombre se dio la vuelta
al llegar a la puerta y gritó:
 
-¡El DF está muriendo! ¡Los fondos para los médicos, no
ángeles!
 
Cuando la primera explosión sacudió la catedral, Seb se
lanzó a por Willow, tacleándola contra al suelo y
protegiéndola con su cuerpo. La oyó gritar y cerró los ojos
con fuerza cuando llego otra explosión y luego otra. Las
cosas se golpeaban en el suelo alrededor de ellos, algo
pequeño y duro rebotó en la espalda de Seb. El olor del
humo, el cuerpo de Willow temblando bajo el suyo.
Chillidos de miedo y dolor, mezclandose con el trueno.
 
Finalmente las explosiones se detuvieron.
 
Los gritos resonaron a través de la catedral, cuando la
congregación emprendió en estampida por las puertas. Seb
se atrevió a levantar la vista y vio bancos y cuerpos
tendidos retorcidos y enredados, escombros, el altar de oro
ennegrecido. El hombre del traje de negocios sentado
apoyado contra la barandilla astillada, cubierto de sangre.
El joven predicador yacía inmóvil, con la mitad de la cabeza
soplada. Seb apenas lo había aceptado cuando una
bandada de ángeles con rostros furiosos salió a través de la
pared de la zona de oficinas. Dieron la vuelta una vez en el
aire lleno de humo y luego en ángulo hacia arriba y hacia
afuera, desapareciendo a través del techo alto.
 
La urgencia lo golpeó, tenían que salir de aquí. Él se puso
de pie, ayudando a Willow a levantarse, estaba pálida y
temblando. Mirando hacia atrás a la entrada, su mirada
encontró de alguna manera a Mike desparramado sobre un
banco, obviamente muerto. Mike. Seb se quedó, aturdido,
preguntándose fugazmente si Céline y los demás estaban
bien. No podía decirlo, la entrada principal se había
convertido en un hervidero de gente, gritando y luchando
por escapar.
 
De repente, una vidriera se hizo añicos, los ángeles de
vidrio se astillaron cuando la multitud de afuera golpeo
algo a través de sus cristales.
 
-¡El DF está muriendo! ¡Que los ángeles también mueran!
 
Willow se quedó mirando al predicador, lágrimas corriendo
por su rostro manchado de humo. Seb tomó su mano,
tirando de ella después de que él comenzó a correr hacia
la parte trasera de la catedral, hasta la salida sobre la que
le había dicho a Kara. Willow seguía llorando, pero se
detuvo en seco, tirando de él.
 
-¡Seb, no! ¡Tenemos que volver a entrar en las oficinas, esta
es nuestra única oportunidad!
 
¡Olvídate de salvar al mundo, solo quiero salvarte! Pero ella
tenía razón. Seb contuvo una maldición, sin soltar su mano,
se volvió y se dirigió hacia el rincón oscuro. Ambos tenían
sus brazos en la boca, tosiendo, mientras pasaban el altar
destrozado de nuevo, la cara de Willow estaba pálido pero
resuelta, podía sentir que se estaba sosteniendo a sí misma
con fuerza, decidida a hacer lo que había que hacer.
Llegaron a la puerta de la oficina, donde metieron el
código de seguridad sin vacilar.
 
Una luz verde brillaba. Seb abrió la puerta y corrió por un
pasillo estrecho piedra cubierto con pinturas de ángeles.
Cuando la puerta se cerró detrás de ellos, el sonido de
gritos se interrumpió bruscamente, un silencio casi
sobrenatural descendió. Alrededor de una curva estaban
las nuevas oficinas, una gran zona de recepción con sofás y
sillas. La puerta estaba abierta un poco más allá, Seb podía
oír el zumbido de los ordenadores.
 
Entraron corriendo, había otra puerta a la derecha. Al
abrirla, Seb vio un gran escritorio de caoba. Este equipo
estaba encendido también, se deslizó en la silla y golpeó el
ratón. El cuadro que solicitaba una contraseña subió y juró.
Miró el ratón de nuevo, apoyó la mano en él. Por lo general
no era muy bueno con los objetos pero no necesitaba más
detalles, sólo una especie de indicio, una pista...
 
Sólo aparecieron imágenes de ángeles desordenadas.
Ángeles, tecleó. Contraseña incorrecta.
Laiglesiadelosángeles. Nada.
 
Willow había ido a por el archivador, tirando de él sin éxito.
Ella corrió.
 
-Llaves, ¿hay alguna llave?
 
A medida que hablaba, la mirada de Seb cayó en un ángel
de madera tallada al lado del monitor. Un cosquilleo de
conocimiento vino y él fue por ello, pequeñas llaves de
plata yacían debajo. Él las cogió, se las dio a Willow.
 
-Prueba con el ratón para mí necesitamos la contraseña-
dijo en tensión.
-Oh Dios, no soy muy buena para esto... Ella tocó el ratón,
con el ceño fruncido.
-¿Um... algo acerca de la gloria de los ángeles, tal vez? Ella
corrió de nuevo a los archivos.
-¿Que es en español para "Consejo Seráfico"? ¿Y
"seguridad"?
 
Seb le dijo, escribiéndo furiosamente lagloriadelosángeles.
 
Funcionó y él dejó escapar un suspiro de alivio pero tan
pronto como pudo acceder a la cuenta de correo
electrónico las luces de la oficina parpadearon y murieron.
La pantalla de la computadora se volvió negra. Seb se
quedó mirandola sin comprender. En el archivador, Willow
dio un grito sorprendido, a continuación, su ángel apareció
sobre sus cabezas, iluminando los archivos.
 
En algún lugar, había comenzado un ruido de golpeteo
rítmico.
 
Seb levantó la vista, su piel picaba. Alcanzó su propio
ángel, lo envió volando por el pasillo. Al irrumpir en la
catedral principal, vio que la mayor parte de la
congregación había escapado ahora, pero el lugar estaba
lleno de revoltosos, volcando bancas, rompiendo ventanas.
Varios de ellos estaban golpeando la puerta cerrada de la
oficina con una estatua del ángel, sus auras de color rojo
sangre, mietras gritaban obscenidades. Volando sobre una
sola ala, Seb vio la puerta de madera comenzar a
pandearse. Alguien más corrió un hombre gritandole a los
otros que se apartaran. Él sacó un arma y comenzó a
disparar contra la puerta.
 
Seb aceleró de nuevo a las oficinas, cuando se fusionó, su
ser humano ya estaba arremetiendo hacia el archivador.
 
-¡Willow, tenemos que irnos!
 
Ella sacudió la cabeza con ansiedad.
 
-Espera, este archivo puede tener algo, se siente
importante.
 
Seb escuchó el ruido de la puerta abrirse por el pasillo, el
eco de los gritos.
 
-¡Ahora!- Sacó a Willow de entre la caja de archivos, ella se
resistió por un segundo, colgando de nuevo para tirar del
archivo, y luego ambos estaban corriendo, Willow con el
archivo apretado contra su pecho.
 
Volvieron corriendo al pasillo estrecho. Alrededor de la
curva, sonaba como si los alborotadores estuvieran
rasgando las pinturas de las paredes y rompiéndolas.
Luego se oyeron pasos corriendo, en dirección a ellos. Seb
y Willow ya estaban arrancando por el pasillo en la
dirección opuesta, su ángel volando por encima de su
cabeza para iluminar el camino por el pasillo oscuro, sin
ventanas.
 
Al doblar otra esquina, Seb vio que la salida de incendios
que había recordado todavía estaba allí, la señal lucia
felizmente ordinaria, mientras les hacía señas. Se dejó caer
contra la barra de metal de la puerta y ellos salieron al frio
crepúsculo de una calle llena de coches detrás de la
catedral.
 
No había tiempo para tranquilizarse se lanzaron a otra
batalla. Fieles y Cruzados estaban luchando entre sí en una
masa hirviente, al menos un centenar de ellos, puños
balanceandose, los palos de las pancartas siendo utilizados
como armas. Ángeles con rostros enfurecidos volaban,
agachándose de vez en cuando para desgarrar la fuerza
vital de un Cruzado. Un hombre gritó, agarrándose el
pecho mientras caía al suelo. La lucha continuó a su
alrededor como agua agitada.
 
Seb y Willow corrieron a lo largo de la catedral. Su ángel
había vuelto a ella, dejándolos bañados en sombras. De
súbito, Seb se detuvo en seco, sintiendo el repentino y
pulsante miedo de Willow y una sensación corriendo como
un túnel del viento: una enorme bandada de ángeles se
dirigía directamente hacia ellos. Oh dios, su energía mitad
ángel, Seb no sabía si los ángeles se detendrían el tiempo
suficiente para detectarlos, no podía correr el riesgo. Con
demasiada prisa para ser suave, empujó Willow contra la
pared de piedra tosca de la catedral, su cuerpo
escondiendo el suyo mientras agarraba sus auras con sus
pensamientos luchando a través de pura fuerza de voluntad
para llevarlos tan cerca de sus cuerpos que ni siquiera
pudieran ser vistas, para que él y Willow fueran sólo
sombras en la oscuridad.
 
Sus auras parecían gritar en señal de protesta, los
músculos de Seb se sacudieron con el esfuerzo para
mantenerlas en la posición poco natural. La energía rugió
sobre sus sentidos mientras más de cincuenta ángeles
pasaban a una distancia de apenas un palmo de distancia,
sobrevolando la catedral.
 
El murmullo desapareció. Silencio mental, con sólo los
sonidos físicos de lucha todavía en marcha. De repente,
Seb se dio cuenta de lo cerca que estaba presionado contra
Willow, el calor de su cuerpo junto al suyo. Dejando de lado
sus auras, él se apartó, sintiéndose agotado y temblando.
 
Los ojos de Willow parecían enormes mientras se miraban
el uno al otro. La vio tragar saliva.
 
-Yo... yo no sabía que podías hacer eso- dijo. A lo lejos, el
llanto de sirenas llenaba el aire.
 
Seb negó con la cabeza.
 
-No, yo tampoco- él salió.
 
Detrás de ellos, la lucha seguía siendo fuerte, aunque los
ángeles que se habían unido habían partido, al parecer
uniéndose al rebaño más grande. Se oyó el ruido de
cristales rotos en las inmediaciones, en la distancia vio a un
grupo de figuras oscuras corriendo. Un coche en llamas.
 
De repente Willow se quedó sin aliento.
 
-¡Oh mi dios Alex! Me olvide por completo... Ella buscó en
el bolsillo de su chaqueta el móvil, luego, buscó en su otro
bolsillo, su expresión se tornó frenética.
-¡Mi teléfono no está aquí! Debe de haberse caído en la
Catedral.
 
Seb se dio una palmada en el bolsillo del pantalón, pero ya
sabía que no tenía su teléfono, o bien, estaba tan poco
acostumbrado a llevar a uno que siempre lo olvidaba. El
pensamiento se desvaneció mientras miraba el coche en
llamas. Sin responder a Willow, alcanzó a su propio ángel y
voló hacia arriba en la noche, flotando por encima de la
catedral mientras examinaba las calles alrededor de ellos.
 
El centro estaba en llamas.
 
O por lo menos eso es lo que parecía a primera vista. Los
disturbios habían estallado en torno a ellos, la gente estaba
surgiendo por las calles, rompiendo tiendas ventanas,
encendiendo las cosas. El sonido de los disparos hizo eco
en alguna parte, más sirenas. El Zócalo parecía ser una
sola masa palpitante de las personas, Seb casi no podía ver
la entrada del metro. Era lo mismo en casi todas las
direcciones que miraba. Y la casa de los AK estaba a más
de una milla al sur, justo al pasar por en medio de todo,
intentar volver allí ahora sería una locura.
 
El ángel de Willow se le había unido en el aire, se precipitó
en un círculo, sus hermosos rasgos angustiados. En el suelo
el yo humano de Willow lo miraba fijamente. -¿Dónde están
Alex y el equipo?- Dijo en un susurro estrangulado.
-¡No puedo verlos en ningún sitio! ¿Crees que...?- Se
interrumpió.
 
Seb agarró su mano.
 
-¿No puedes sentirlos?- Quiso decir ¿No puedes sentir
Alex? Él mismo no estaba lo suficientemente cerca de
cualquier miembro del equipo para molestarse intentando.
La única persona de la que había estado lo suficientemente
cerca como para sentirla era Willow.
 
A medida que sus ángeles volvieron a sus cuerpos
humanos, Willow cerró los ojos con fuerza. Finalmente,
asintió con la cabeza.
 
-Están vivos- dijo.
-Creo... Creo que están todos bien. Realmente no puedo
decirlo, estoy demasiado alterada para conseguir mucho-
Su expresión era de dolor. Seb sabía que ella estaba
pensando en Alex y el temor pateó a través de él al
recordar lo que aún tenía que decirle.
 
Los gritos detrás de ellos se intensificaron, más gente se
lanzaba a la refriega. Mirando hacia atrás, Seb ni siquiera
podría decir si seguían siendo los Cruzados luchando
contra los Fieles, o simplemente la mentalidad de la
multitud se había vuelto viciosa. Con un escalofrío, se
acordó de las alas de ángel que ambos estaban usando.
 
-Vamos, será mejor quitarnos estas- dijo, tirando de las
correas elásticas de sus hombros. Un momento después, los
dos pares de alas yacían en el suelo al lado de la catedral.
 
-¿Ahora qué?- Preguntó Willow en un hilo de voz. Ella
todavía estaba agarrando el archivo contra su pecho y Seb
pudo percibir que apenas se aferraba a la compostura, que
las muertes que habían presenciado la golpeaban,
amenazando con derribarla. Se aclaró la garganta.
-Yo... no creo que vayamos a llegar a la casa en cualquier
momento pronto.
-No, no es seguro- acordó Seb. Se sentía abrumado por lo
que habían visto también, le dolía por tomar a Willow en
sus brazos y abrazarla para siempre, consolandolos a los
dos. Pero necesitaban un lugar seguro a donde ir hasta que
esto terminara y dada la forma en que Céline y los otros
casi habían reconocido a Willow, ninguno de los albergues
llenos de devotos de la ciudad o los hoteles lo sería.
 
La única dirección que había visto relativamente limpia era
hacia el norte.
 
A medida que la respuesta vino a él, la mandíbula de Seb se
apretó con humor negro. Podría haber sabido que no iba a
librarse de ir allí que de alguna manera los acontecimientos
lo conducirían al lugar como un perro que pastorea las
ovejas. Sólo con el centro literalmente en llamas, el barrio
de su infancia podría alguna vez parecer como un refugio
seguro, así que incluso podría considerar la posibilidad de
llevar a la chica que amaba.
 
Willow le tocó el brazo.
 
-Seb, ¿qué es? ¿Dónde estás pensando en ir?
-Tepito- dijo. La tomó de la mano, apenas resistió el impulso
de besarla.
-Vamos, conozco un lugar donde podemos ir.
 
 
 
Capítulo 23
 
Alex
 
 
Alex permaneció inmóvil mientras Willow y Seb se
dirigieron al otro lado de la plaza. Willow se veía increíble
en la falda corta, pero no habría sido capaz de apartar los
ojos de ella, incluso si ella hubiera estado usando sus
vaqueros y zapatillas de deporte habituales. Observó como
su figura se hacía cada vez más pequeña mientras ella y
Seb se acercaban a la catedral, sus piernas caminando
enérgicamente en las sandalias de tacón.
 
Ella no miro hacia atrás. En realidad no había esperado que
lo hiciera. Cuando los dos desaparecieron en la fila de
espera, él dejó escapar un suspiro.
 
-¿Estás bien?- Preguntó Kara.
-Sí- dijo Alex en breve. Por un segundo, deseaba ir
corriendo detrás de ellos, para sacar a Willow a un lado y...
¿qué? Ella había dejado claro que no había nada más que
decir, que le importaba más su amistad con Seb que su
relación con él. En el fondo, sabía que no era tan simple
que había tonos de gris, entre negros y blancos que lo
habían mantenido despierto, mirando en la oscuridad, estas
dos últimas noches. Se sentía incapaz de desenredarlos.
Todo lo que podía ver eran las mejillas rosadas de Willow
cuando la había acusado de pensar siempre en Seb, la
expresión de su rostro cuando había tocado la manga de su
suéter esa noche. Él todavía estaba tan enamorado de ella
que le dolía, pero no tenía ni idea de dónde estaba su
cabeza.
 
Olvidate de todo esto, sólo olvídalo. Estaba harto de sus
propios pensamientos estúpidos.
 
-Vamos- le dijo al equipo finalmente.
-Hagamos un movimiento.
 
Media hora después estaban de pie delante de la catedral,
escuchando un himno angelical a la deriva. Detrás de ellos,
alguien estaba gritando a través de un megáfono sobre la
inequidad de una ciudad que gastaría dinero en ángeles y
no en camas para morir. Mientras la multitud rugía en
aprobación, los Fieles gritaron sus protestas, tratando de
pasar a los guardias de seguridad que parecían
lastimosamente pocos en número ahora, gritandoles
órdenes sin atender a los Cruzados y a los Fieles por igual.
 
-Hombre, van a perder esa batalla de un momento a otro-
murmuró Kara, viendo la lucha de los guardias.
-Y cuando lo hagan, eso va a volverse desagradable.
 
Alex asintió, sólo estar cerca de la escena estaba
poniéndole nervioso. Los AK no podrían haber elegido un
peor momento para estar aquí, si lo hubiesen intentado. Él
sacó su celular de nuevo y echó un vistazo a la pantalla.
Ninguna llamada de Willow.
 
-Espera, ¿qué está pasando ahora?- Brendan miró hacia los
oscuros escalones hasta la entrada.
-El canto se detuvo.
 
Alex no pudo distinguir las palabras del predicador, pero
parecía ser el momento adecuado para que las bendiciones
se llevaran a cabo. Ten cuidado, nena, por favor, ten
cuidado. Él no podía hacer nada para detener el
pensamiento. Con las manos metidas en los bolsillos, se
paro contra la pared exterior de la catedral, resistiendo la
tentación de mirar su teléfono de nuevo.
 
Él se irguió cuando una explosión retumbó, la fuerza
vibraba en el suelo bajo sus pies.
 
-¿Qué demonios?- Los ojos de Sam estaban muy abiertos,
su voz ahogada por el estruendo de varias explosiones más.
 
Oh Jesús, se había producido un ataque y Willow estaba
allí, Alex corrió hacia la entrada, mientras las explosiones
seguían, se lanzó escaleras abajo. Se encontró con una
estampida encabezada por miles de personas chillando y
aterrorizadas, todos luchando por salir. El detector de
metales fue pisoteado en el suelo con un estruendo, las
personas lo empujaban, gritando, lo que le obligó a subir
las escaleras en el oleaje de personas.
 
-¡Déjame pasar!- Gritó en español. Él se impulsó hacia la
multitud histérica.
-¡Déjame pasar!- Tres chicas llorando lo empujaron hacia
adelante, gritando en francés. Alex se lanzó hacia delante,
se encontró enfrentándose a un hombre con una cara
frenética. Gritando obscenidades, el hombre lanzó un
puñetazo que conectó duro con su barbilla, Alex dió un
puñetazo sin pensarlo y lo había dejado atrás en un
segundo, luchando contra la marea. Willow estaba allí,
Willow...
 
Otros estaban luchando para entrar también, hubo gritos
de ¡Matar a los ángeles! ¡Matar a los ángeles! mientras
algunos de los Cruzados barrían a través de un grupo. Una
mujer de pelo oscuro sosteniendo un bebé se puso a llorar
de miedo, golpeada desde ambas direcciones, la vio
empezar a bajar. A pesar de su propia locura interior, Alex
no podía ignorarla, ella y su hijo estaban a pocos segundos
de ser pisoteados.
 
Apretando los dientes, se acerco a la mujer y puso sus
brazos alrededor de ella y luego se abrió paso a través de la
pared con ella, protegiéndola. Podía sentir que la mujer
temblaba mientras él era golpeado de lado a lado, sacudido
por la multitud.
 
-Está bien, estarás bien- repetía en español y lo único en lo
que podía pensar era, Willow, por favor, Dios, que ella este
viva.
 
Finalmente la multitud disminuyo, una abertura apareció
en las escaleras detrás de él.
 
-Estara bien ahora, Señora- dijo rápidamente, dando un
paso atrás. Ella se lanzó hacia él, besando su mejilla.
-Gracias, Señor, gracias- Se dio la vuelta y corrió,
sosteniendo a su hijo fuertemente, ni siquiera había llegado
al primer escalón antes de que Alex estuviera corriendo
hacia la catedral humeante. Varios de los bancos
crepitaban en llamas, los cuerpos yacían esparcidos como
juguetes abandonados, rodeados de libros de canto y
escombros. Los manifestantes estaban por todas partes
tirando estatuas, rompiendo pinturas en astillas,
disparando a las columnas de piedra que bajaban por el
pasillo central. Con alegría, una banda lanzó un banco a
través de una vidriera, se arrugó en fragmentos de colores
brillantes.
 
Alex sacó su pistola y se abrió camino, tosiendo, hacia el
frente, comprobando cada cuerpo que pasaba aterrorizado
de que uno fuera Willow, sus ojos verdes vacios y sin ver.
Dios mío, Willow, lo siento, no quise decir nada de lo que
dije por favor, sólo vive, lo solucionaremos, lo prometo...
 
Delante del altar, cerca de la barandilla carbonizada y
arrugada, se encontró el teléfono de Willow tendido en el
suelo, con la pantalla rota. Lo agarró con fuerza mientras
miraba furiosamente a su alrededor. ¿Había dejado caer el
teléfono, mientras escapaba? ¿O había estado tan cerca de
esta bomba que no había quedado casi nada de ella? Apartó
el pensamiento. La Oficina, tal vez habían buscado la
oficina, corrió hacia ella, pasando por delante de los
cuerpos sin vida, tendidos.
 
La puerta de la oficina había sido abierta de un disparo por
los alborotadores. De repente él estaba en un túnel lleno de
humo. Se lanzó hacia delante, con los ojos llorosos mientras
sostenía su brazo sobre su cara.
 
-¡Willow!- Llamó con voz estrangulada.
-¿Willow, estás aquí?- Una hoguera crujía mitad del
corredor: pinturas al óleo deformadas y torsidas. Dio un
salto y las pasó de alguna manera, medio cayó al aterrizar y
siguió adelante. Cuando llegó a la puerta de la oficina más
humo salía de la zona de recepción y las oficinas interiores
estaban todas en llamas, muebles tumbados de lado,
archivos dispersos.
-¡Willow!- gritó de nuevo. Busco en el foso lleno de humo lo
mejor que pudo, agachándose y sintiendo su camino por el
suelo. El calor era una pared sólida, el humo estaba en su
garganta, su nariz, empañando su cerebro, haciéndole
difícil pensar. Un chasquido de astillas vino cuando el
escritorio se derrumbó. Saltaron chispas, chisporroteando
en sus manos y mejillas expuestas.
-¡Alex!- Kara había aparecido, sosteniendo la chaqueta de
alguien sobre su rostro mientras tiraba de su brazo, sus
ojos parecían rojos y ardientes brasas. Sus gritos fueron
ahogados.
-Tenemos que salir de aquí...
-¡No!- exclamó él.
-Willow...
-¡Ella no está aquí! ¿Quieres morir, idiota?
 
Se resistió, pero el humo lo había débilitado. Kara medio lo
arrastró de la oficina. En el pasillo, el humo se puso pesado
en ambas direcciones, tomando poco a poco el mejor
camino, encontraron las pinturas en el suelo de piedra casi
incineradas. Pasaron por encima de las llamas
chisporroteantes y volvieron a la relativa claridad de la
catedral. La policía había llegado, luchando con los
alborotadores Alex vio a alguien caer cuando un agente le
golpeo en la cabeza.
-Nosotros no les agradaremos nada- jadeó Kara.
-Tenemos que llegar a ese lado de la salida que Seb nos
habló.
 
Alex se inclinó tosiendo. Él negó con la cabeza, limpiándose
los ojos llorosos.
 
-No, tengo que seguir buscando, ella podría estar en aquí.
 
Kara agarró sus brazos, sus uñas se arqueron contra él.
 
-¡Escúchame!- Dijo entre dientes.
-¡Hay una guerra ángel pasando en el exterior y tu equipo
esta por su cuenta! Si ella y Seb están vivos, se cuidarán el
uno al otro. ¡Si no es así, ya es demasiado tarde de todos
modos, así que vamos!
 
Incluso a través de su camisa, Kara lo estaba apretando lo
suficientemente duro para que sus uñas rompieran la piel.
El dolor le aclaró la cabeza. Ella tenía razón. Lo odiaba,
pero ella tenía razón. Con una última mirada a los cuerpos
que se hallan esparcidos alrededor de ellos, Alex asintió.
Sintió como si estuviera desgarrando su corazón y lo dejara
atrás.
 
-Vamos- dijo en breve.
 
Cuando escaparon por la puerta lateral, pensó en hacer
una exploración, maldiciéndose a sí mismo por no hacerlo
antes. Se alzó sobre sus puntos de chakra, mientras volvía
hacia el Zócalo, buscando febrilmente. Alrededor de ellos
pandillas gritaban rompiendo ventanas, saqueando tiendas,
meciéndose sobre los coches. No podía sentir la energía
distintiva mitad ángel de Willow en ningún lado. Así que, o
ella había salido y estaba en algún lugar en estas calles
amotinadas, o estaba muerta. Alex apretó los dientes. No,
se negó a creer lo último. Él se negó.
 
Cuida de ella, Seb, pensó cuando llegaron al Zócalo de
nuevo. Oh hombre, te ruego que cuides de ella.
 
No había tiempo para más reflexionar. La revuelta hizo
estragos en la plaza mientras Cruzados y Fieles peleaban,
la policía estaba allí, pero no suficientes de ellos. Sobre sus
cabezas, docenas de ángeles se abalanzaron como feroces y
hermosos pájaros. De una manera extraña, la escena era
una reminiscencia del concierto Amor a los Ángeles que él
y Willow había visto su primera noche aquí.
 
-¿Dónde está el equipo?- Alex no podía verlos en ningún
lado.
 
Kara se quedó mirando, su hermoso rostro manchado de
humo, sostenía una pistola medio escondida debajo de su
bolsa.
 
-¡No lo sé! Cuando fui después de ti, todavía estaban cerca
de la catedral, pero...
 
Se interrumpió cuando un ángel que volaba explotó en la
nada cerca del Palacio Nacional.
 
-¡Allí!- Dijo Alex. Con su propia arma en la mano, salieron
corriendo, bordeando a la multitud. Una oleada había
pasado a través de los ángeles ante la muerte, ahora se
deslizaban en la misma dirección que él y Kara. Decenas de
ellos y él estaba todavía demasiado lejos para ayudar al
equipo.
 
Por favor, no se peguen todos juntos en un grupo de nuevo,
rezó mientras corrían. Su única esperanza era utilizar
tácticas de guerrilla y se esconderse en la turba, cogiendo
a los ángeles, uno por uno. Serían masacrados de lo
contrario.
 
Casi tan pronto como Alex lo pensó, vio los amplios
hombros de Sam y el cabello rubio. Él agarró el brazo de
Kara y se metiron en la multitud. Al alcanzar a Sam, Alex lo
encontró mirando hacia el cielo, sus ojos azules
entrecerrados.
 
-¿Dónde está el resto del equipo?- preguntó, alzando la voz
por encima de los gritos.
 
Sam se acercó, gritando en su oído.
 
-¡No te preocupes! Tengo a todos ubicados por todas
partes. Tenemos nuestros teléfonos en vibrar también, así
podemos llamar cuando se necesite. El punto de encuentro
designado es el Palacio, cerca de las puertas principales.
 
El alivio hizo que los músculos de Alex fueran débiles.
 
-Buen trabajo- replicó.
-Muy buen trabajo, Sam, en serio.
 
Sam entrecerraba los ojos hacia el cielo otra vez.
 
-Sí, es este estúpido jefe con el que estoy atascado
trabajando supongo que tal vez, él me enseñó algunas
cosas.
 
Alex le dio una palmada en el hombro.
 
-Vamos, también vamos a salir- le dijo a Kara.
 
Ella asintió. Sus ojos se encontraron mientras se deslizaban
hacia la gente y vio la misma idea que tenía en su propia
mente: sin la información de seguridad, su ataque al
Consejo podría estar condenado ahora pero por lo menos
podían hacer algo acerca de lo que estaba pasando aquí. La
mandíbula de Alex se tensó. Más que eso, tomar algún tipo
de acción podría impedir que se volviera loco en este
momento.
 
Oculto por la multitud que luchaba, Alex eligió
cuidadosamente sus momentos, solo disparando cuando
tenía un tiro claro y tratando de no ser absorbido en la
refriega. Pronto él había derribado tres ángeles, mientras
apuntaba a un cuarto estalló en brillantes hojas de luz. Bien
hecho, pensó para quienquiera que lo hubiera conseguido.
 
-¡Alex!- Llamó una voz femenina.
 
¿Willow? Su pulso se acelero mientras giraba en su lugar.
Pero la mujer que luchaba en su camino hacia él, tenía
alrededor de treinta años, con el pelo castaño hasta los
hombros. Por un segundo Alex confundido no pudo
ubicarla, entonces, sus músculos se tensaron. Cristo, nunca
había esperado volver a ver a Sophie Kinney, habría estado
tan feliz de no hacerlo, la forma en que había dejado morir
a Willow en Denver. ¿Qué estaba haciendo aquí?
 
Con un destello de resplandor, un ángel se zambulló por
alguien justo detrás de ella. Alex rápidamente apuntó y
sintió una oscura diversión mientras Sophie se detenía en
seco, con los ojos muy abiertos al parecer pensó que estaba
a punto de volarle la cabeza. Él apretó el gatillo, la criatura
desapareció en fragmentos. Sophie dio un grito de alarma
mientras el torrente de energía de la matanza la barría. Te
afectaba así al principio. Entonces, te acostumbras tanto,
que apenas te das cuenta.
 
-Un ángel- explicó Alex mientras cerraba la distancia entre
ellos.
 
Sophie tragó saliva, asintió.
 
-Sí, por supuesto. Miró nerviosa a la multitud que bullía
alrededor de ellos. -Alex, necesito hablar contigo.
 
Antes de que pudiera responder, gritos frenéticos
estallaron, junto con un ruido sibilante y pulsante. Las
personas se empujaron más allá, empapadas y corriendo.
Alex agarró el codo de Sophie, moviéndolos a toda prisa
con el flujo. Más policías habían llegado y habían traído
cañones de agua, a inyección, explosiones despiadadas que
golpeaban a la gente de sus pies, haciéndolos revolotear
lejos en cuatro patas. En cuestión de minutos, todo el
mundo aquí iba a ser detenido y probablemente entregado
a los ángeles. Corriendo ahora, Alex viró hacia el Palacio
Nacional, a través de la multitud dispersa, vislumbró a
Trish y Brendan, que ya se dirigían en ese camino.
Mientras él y Sophie corrían, sacó su teléfono y marcó un
par de botones, llamando al resto del equipo.
 
-He alquilado un camión esta estacionado cerca- jadeó
Sophie.
 
Él trajó su aura a la vista, escaneandola. Sin signos de
quemadura de ángel.
 
-Bueno- dijo brevemente.
-Lo necesitaremos, para atravezar estas calles- Y debajo de
todo estaba el latido constante de Willow, por favor, que
esté bien, por favor, por favor...
 
Cuando el equipo se reunió, Alex frunció el ceño al ver a
Wesley agarrándose el antebrazo izquierdo.
 
-¿Qué ocurre? ¿Estás herido?
 
La cara de Wesley era de un gris ceniciento.
 
-Un ángel iba a sacar mi fuerza vital. Le dispare, pero creo
que arrancó un poco por encima de mi brazo o algo así.
 
El corazón de Alex se hundió mientras él y Kara se miraban
el uno al otro. Él sabía que los médicos no podían hacer
nada, Wesley recuperaría el uso de su brazo mientras su
aura trataba de sanar, o no lo haría. Era la forma en que
Cully había perdido una pierna. Él trató de acallar la voz
inmediata que le decía que era su culpa, que no debería
haber dejado el equipo por su cuenta todavía.
 
La expresión de Wesley se había vuelto dura,
observándolos.
 
-¿Qué?- Exigió.
-Estará mejor en el momento para el ataque, ¿verdad?
-Si tenemos suerte- dijo Alex. Su conversación nocturna en
el campo regreso, ocultando su duda, apretó el hombro de
Wesley.
-En serio, podría estar totalmente bien. Sólo tenemos que
llevarte de vuelta para que puedas descansar.
-Alex, tengo que tomar parte en el ataque...
 
Se interrumpió cuando Trish se acercaba, su cara se arrugó
con preocupación.
 
-Wes, ¿estás bien?
 
Wesley asintió, su expresión se suavizó un poco.
 
-Sí, estoy bien- Como todo el mundo, se llevaba bien con
Trish, Alex no se sorprendería si incluso le hubiera hablado
de que su familia tenía quemaduras de ángel. Ella le tocó el
brazo, sin estar convencida.
-Hombre, eso tiene que doler- dijo Sam, haciendo una
mueca. Entonces se dio cuenta de Sophie y frunció el ceño.
-¿Quién es?
 
Mirando hacia atrás, Alex vio que la policía había llegado
con toda su fuerza ahora y se precipitaban a través de la
plaza.
 
-CIA- dijo.
-Está bien, podemos confiar en ella. Vamos, tenemos que
salir de aquí.
 
El aplomo de Sophie había regresado, por lo que ahora ella
era tan fría y formal como la recordaba.
 
-Mi camión esta aparcado cerca. Vámonos- Ella lideró el
camino, corriendo por la plaza.
 
Liz miró a su alrededor mientras el equipo seguía.
 
-Espera, ¿dónde están Willow y Seb?
-No lo sé- dijo Alex, caminando a grandes zancadas.
-Esperemos que sigan vivos.
 
Liz empezó a decir algo más y se detuvo, parecía afectada.
Kara se aclaró la garganta.
 
-¿Oye, la señorita CIA es quién creo que es?- Preguntó,
cambiando obviamente el tema.
 
Alex le había dicho a Kara lo que había sucedido el día de
la Segunda Ola, cómo Sophie había dejado Willow en la
catedral sin plan de escape.
 
-Sí, es ella- dijo con gravedad.
 
Sam seguía mirándola con recelo. Cuando llegaron a la
calle, arrastró a Alex a un lado.
-¿Eso es lo que es? Ella no es otra mitad ángel, ¿verdad?-
Dijo entre dientes.
 
Y a pesar de todo, Alex casi se rió.
 
-No, Sam. Ella no es otra mitad ángel.
 
 
Willow
 
 
Nos tomó más de media hora caminar a Tepito por calles
secundarias. Las sandalias me pinchaban los pies, las
ignoré y caminé aún más rápido. Cuando miré sobre mi
hombro, aún podía ver un brillo rojizo en el cielo sobre el
centro, escuchar el incesante aullido de las sirenas. Una
vez hubo una explosión distante, un coche en llamas, tal
vez. Mi respiración se aferró al sonido, por un segundo casi
me desmaye, viendo de nuevo los cuerpos en la catedral.
Seb me miró con preocupación, apretando los dedos
alrededor de los míos. No habíamos dejado de tomarnos de
la mano desde que empezamos a caminar. Distantemente,
suponía que debería apartarme, pero no había manera de
que pudiera traerla a mí misma, justo en ese momento. Si
no hubiera sido por el calor de la mano de Seb, me habría
vuelto loca.
 
Tragando saliva, busqué mentalmente a Alex de nuevo. Al
principio no había nada y luego débilmente, a través del
caos de mi mente, llegó la sensación familiar de su energía.
Fue como recibir una emisora de radio con electricidad
estática pero estaba allí. Él estaba vivo. Eso fue casi todo lo
que pude ver y de alguna manera era suficiente si
recordaba la mirada fría que había estado en sus ojos antes
de que Seb y yo entraramos a la catedral, mi corazón dolía
aún más que antes.
 
Basta, me ordené con dureza. Se termino entre los dos de
todos modos. Si lo dudas, entonces, debería haber sido tu
aviso, porque si él todavía estaba enamorado de ti, no hay
manera de que te hubiera dejado ir allí sin decirte.
Ninguna.
 
La idea de que realmente se acabo entre nosotros, Alex no
estando enamorado de mí ya, dolía demasiado como para
insistir. Puse el archivo que había robado debajo de mi
chaqueta de mezclilla, abotonándolo en su lugar y ahora,
mientras caminabamos, el cartón rígido se clavaba contra
de mi caja torácica. Concéntrate en eso, me dije, no en
Alex. Y absolutamente no en lo que sucedió en la catedral.
El archivo, las sandalias me hieren los pies. La mano de
Seb. Sólo enfocate en la mano de Seb, en su agarre firme,
en cuán cálida y cariñosa se siente y no en cuerpos
desparramados, inertes y sangrientos en el suelo de la
catedral. No en el joven predicador, con la mitad de la
cabeza arrancada y un ojo mirando fijamente hacia los
ángeles pintados en el techo.
 
Definitivamente, no pienses en estas cosas.
 
La acera se había convertido en un paseo de basura y más
abarrotada de gente ahora, los edificios a ambos lados
parecían deteriorados y mugrientos. Podía sentir la
repentina renuencia de Seb de que casi estábamos allí,
aunque su lenguaje corporal era tan relajado como
siempre. Se soltó de mi mano y puso su brazo alrededor de
mis hombros.
 
-Eres mi novia otra vez, ¿de acuerdo?- Dijo.
-No mires a tu alrededor demasiado, no importa lo que
veas. A ellos no les gustan los extraños aquí. Piensan en
ellos como presas.
 
Asentí con la cabeza, con la garganta casi demasiado seca
para hablar.
 
-¿No importa lo que vea?
 
Doblamos una esquina y había un mercado por delante, una
calle larga, sucia llena de puestos iluminados. Podía ver
ropa a la venta, joyas y teléfonos móviles. Los vendedores
gritaban a los clientes en español, pregonando sus ofertas.
La expresión de Seb mientras lo asimilaba todo era
retorcida y con más amargura de la que alguna vez le había
visto.
 
-Este es el lugar donde se pueden comprar cosas- explicó
en breve.
-Drogas, armas. El final de la vida de alguien. Simplemente
ignora cualquier cosa que veas.
 
Entrar en Tepito era como agacharse en un túnel largo y
susurrante, formado por los toldos de plástico de los
puestos del mercado. Parecían cerrarse alrededor de
nosotros, al igual que la música rock que estaba
repentinamente en todas partes. Había puestos que
vendían estatuas de ángeles, llaveros de ángel, camisetas
de ángel. DVDs de películas populares, muchos con los
títulos mal escritos. Bastidores de ropa "de diseño" con
etiquetas que estaban igual de mal. Vislumbré a dos
hombres a un lado, uno metió algo dentro de su chaqueta
cuando el dinero cambió de manos. Sonrisas blancas y
brillantes.
 
Arranqué mi mirada y trate de fingir que estaba de vuelta
en Pawntucket, pasando a través de las perchas de la
ciudad del único JC Penney, tan aburrido que mis ojos
estaban vidriosos. Aun así, no pude dejar de mirar cuando
pasamos lo que parecía ser la entrada a una pequeña
capilla. Había un esqueleto sentado en un trono en el
interior, que llevaba una tiara y un vestido de novia blanco
con volantes. Flores y velas encendidas se extendían
delante de él. Incluso había una copa de vino sentada allí,
como si se pudiera decidir a tomar una copa.
 
-Santa Muerte- dijo Seb a mi pregunta no formulada.
-La Santa Muerte. Muchas personas aquí la adoran- Él
resopló ligeramente.
-Al menos ella no llevaba alas de ángel todavía.
 
Yo sabía cuánto odiaba Seb estar de nuevo aquí, seguí
recibiendo destellos de su memoria que me hacían temblar.
Pero mientras él caminaba, su cuerpo delgado tenía una
mirada indiferente como si perteneciera a estas calles y
todavía tenía su navaja en el bolsillo. Su brazo, colocado
alrededor de mis hombros, parecía tan relajado. Unas
pocas personas nos miraron especulativamente,
contemplándolo y luego volvieron a apartar la mirada.
 
Y a pesar de que era sólo Seb, que probablemente había
tenido su brazo alrededor de mi media docena de veces...
algo en mí se había puesto muy tranquilo ante la cercanía
de él. Recordando el extraño momento de celos que se
había apoderado de mí cuando Céline lo había besado,
cómo, por un segundo, realmente la odiaba por la atracción
que había brillado con tanta claridad en sus ojos, negué con
la cabeza en confusión. Dios, ¿qué estaba mal conmigo?
Todavía estaba tan consciente del dolor por Alex que era
como una roca presionando en mi corazón. No podía hacer
frente a lo que sea que esto fuera ahora, mis emociones ya
estaban hechas jirones lo suficiente.
 
Seb no vaciló mientras me condujo a través de una brecha
que ni siquiera había notado entre dos puestos. Con un
susurro del plástico, estábamos de repente en otra calle,
tan llena de gente y parecida a un túnel como la primera.
No es de extrañar que los lugareños pudieran saber quien
no pertenecía tan fácilmente, sólo alguien que había sido
criado en Tepito podría rondar sin ninguna duda. Seb se
quedó quieto, mientras entramos a través de los puestos y
yo sabía que la violencia y la muerte que habíamos
presenciado en la catedral hicieron que sus recuerdos por
estar de vuelta aquí fueran aún más crudos. Retirando la
comida de un cubo de basura, porque no había comido en
varios días, ocultandose temeroso debajo de la mesa de un
puesto, esperando que el novio de su madre no lo
encontrara. Tragué saliva. Había visto imágenes como ésta
de él antes, pero nunca tan cargadas de emoción.
 
De repente tuve la sensación de que repugnancia de nuevo,
como si estuviera siendo observada, justo como solía
conseguirlas tan a menudo de regreso en casa, sólo que
esta vez cuando miré, en realidad había alguien allí. Un
tipo fornido de unos veinte años se encontraba cerca,
mirando de reojo mientras contemplaba mi falda corta.
Contuve un estremecimiento, se sentía como manos
húmedas pasando sobre mí.
 
Me di cuenta de que mis ojos se habían encontrado con los
suyos y mire apresuradamente lejos, pero era demasiado
tarde, llegó paseando, bloqueando nuestro camino. Aunque
más bajo que Seb, era mucho más ancho, con fornidos
músculos. Con una sonrisa sedosa hacia mi, hizo un
comentario en español. Seb respondió lacónicamente,
tratando de conducirnos más allá. El hombre sonrió y se
hizo a un lado frente a nosotros, mi estómago se revolvió
ante el olor a sudor rancio y demasiada colonia. Miró
prolongadamente mi pecho y luego con una sonrisa burlona
alargó la mano y acarició mi mejilla, diciendo algo que
sonaba viscoso sin importar el idioma.
 
Me aparté, pero Seb fue más rápido. Se había puestó rígido
cuando el hombre habló, ahora agarró su camisa y lo
apartó de mí, un bajo y furioso español derramándose de
sus labios. Con una estocada, el hombre empujó hacia atrás
a Seb, enviándolo tambaleándose unos pasos. Se
enfrentaron entre sí en la acera, sus ojos fijos.
 
-¡Seb, está bien!- Agarré su brazo. Sus músculos estaban
rígidos mientras miraba al hombre, podía sentir el duro
oleaje de su bíceps.
-Cualquier cosa que dijera, no importa, por favor, olvídalo.
 
El chico se burló y dijo otra cosa. No tienes que hablar
español para obtener la esencia: Sí, escucha a tu novia. Ella
sabe que te aplastaría en una pelea.
 
Lo ignore y tome la mano de Seb, apretándola.
 
-Vamos, vamos- Tratando de reír, añadí.
-Mira, yo ni siquiera entiendo lo que dijo. De verdad,
olvídalo. Está bien.
 
La mano de Seb agarró la mía como si fuera un salvavidas.
Por último, dejó escapar un largo suspiro.
 
-Sí, tienes razón- dijo en voz baja.
 
Sin decir una palabra, él puso su brazo alrededor de mí
otra vez y se alejó. El ajetreo del mercado que nos rodeaba
continuó sin siquiera un murmullo, nadie había prestado
atención a la escena. El hombre gritó algo atrás de
nosotros, riendo.
 
La mandíbula de Seb seguía tensa. Podía sentir la fuerza
con que se contenía a sí mismo y sabía que todo le caía
encima: lo que había sucedido en la catedral, y ahora estar
de nuevo aquí. Por su propia voluntad, mi brazo se deslizó
alrededor de la tibia calidez de su cintura y me apreté
contra él. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Nada tenía
sentido en ese momento, sobre todo lo que estaba
sintiendo, sólo sabía que quería tanto consolarnos a ambos.
 
Seb me miró rápidamente. Ninguno de los dos habló. No
podía percibir mucho de él, mis propias emociones estaban
en demasiada agitación. Todo parecía tan irreal, como un
sueño del que despertaría de un momento a otro: los toldos
de plástico azul y amarillo que nos rodeaban, los cuerpos
en el suelo de la catedral, la pelea con Alex.
 
Alex. Mi mente se apartó como si hubiera golpeado una
contusión.
 
No vayas allí, pensé mientras continuamos a través de los
túneles de Tepito. Sólo... no lo hagas.
 
 
Alex
 
 
De alguna manera Sophie luchó con su camión 4x4
alquilado a través del centro, casi una milla cuadrada llena
de disturbios, coches en llamas, pandillas gritando. Alex
escaneado sin parar, mientras conducían, en busca de la
energía de Willow. No había ninguna señal de ella en
ninguna parte. Ninguna.
 
Finalmente llegaron a una calle donde todo estaba en
silencio, aparte de un solo coche que estaba ardiendo.
Sophie detuvo y apagó el motor.
 
-¿Qué estás haciendo?- Preguntó Alex.
-Tenemos que llevar a Wesley a casa.
-No, no quiero saber dónde vives- dijo Sophie.
-Es más seguro, en caso de que me atrapen.
-Estoy bien- dijo Wesley desde la parte posterior. Se sentó
rígidamente en el asiento, su voz sonaba tensa.
-En realidad no duele. Sólo esta entumecida.
-Vamos- dijo Sophie, abriendo la puerta de la camioneta.
-Esto es sólo para tus oídos, Alex.
 
Él empezó a protestar, pero ella ya se alejaba a zancadas
por la calle oscura. Él maldijo entre dientes y la siguió,
cerrando la puerta de la camioneta de un golpe detrás de
él. Ella se quedó esperando en un portal cercano. Acababa
de encender un cigarrillo, su punta brillaba roja en la
oscuridad.
-¿Qué está pasando?- preguntó, uniéndose a ella.
-¿Cómo nos has encontrado?
 
Sophie dejó escapar un chorro de humo.
 
-Desde que llegó la Segunda Ola, he estado tanteando el
terreno, tratando de localizarte. Un ángel pícaro aquí
escucho al respecto y se puso en contacto conmigo.
 
Alex se apoyó en la puerta, mirándola.
 
-¿Un pícaro? No he visto ninguna señal en absoluto de
pícaros en esta ciudad.
 
Sophie negó con la cabeza.
 
-No, la mayoría de ellos han sido asesinados por los
ángeles, al parecer hubo una ejecución masiva justo
después de la Segunda Ola. Pero al menos queda una de la
que no saben, ella está trabajando encubierta con el
Consejo Seráfico. Su sospecha era que podrías estar aquí
con un nuevo equipo, debido a todas las muertes de ángel
recientes- Ella le ofreció una sonrisa tensa.
-Bien hecho.
-Sí, me tienes- dijo Alex en breve.
-Entonces ¿por qué no se puso en contacto conmigo ese
pícaro?
-Ella no ha sido capaz de encontrarte todavía, es difícil para
ella salir de allí sin levantar sospechas. Pero tenía la
sensación de que podrías estar en el Zócalo esta noche,
con la demostración en curso.
-No es por eso que estábamos allí, empezó a decir, pero
Sophie todavía estaba hablando, su tono urgente.
-Alex, escucha es vital que el Consejo Seráfico sea
asesinado. Si ellos son...
-¿Es en serio, esto es a lo que has venido miles de km a
decirme?- intervinó
-Mira, lo sabemos todo, el Consejo, la recepción, todo. Es
por eso que estamos en la Ciudad de México en primer
lugar.
 
Sophie no perdió el ritmo.
 
-Bueno, eso hace las cosas más fáciles- Ella abrió la
cremallera de su bolso y sacó un sobre.
-Aquí- dijo, entregándoselo a él.
-Hay un lápiz de memoria allí con todos los detalles que
necesitas. También tienes diez pases VIP para la recepción,
te llevarán a ti y a tu equipo al último piso de la Torre
Mayor.
 
Poco a poco, Alex se acercó y tomó el sobre. Podía sentir
las tarjetas de plástico del tamaño de una cartera en el
interior.
 
-¿De dónde sacaste esto?
-De mi contacto. Su nombre es Charmeine y conocía a
Nate, trabajó con él de vuelta en los EE.UU hasta que se
unió a la CIA. Ella te va a ayudar de cualquier forma que
pueda- Ella asintió con la cabeza hacia el sobre.
-Como he dicho, todos los detalles que necesitas están ahí.
 
Todos los datos que necesitaban. Alex tocó el sobre contra
la palma de su mano, con el ceño fruncido.
-Parece que Charmeine estaba bastante segura de que nos
encontrarías a tiempo- dijo al fin.
-¿Había un plan de respaldo? -Nadie estaba seguro de
nada, créanme- dijo Sophie.
-Y no, no hay ningún plan de respaldo, ella es la única
pícaro que queda, si trataba de actuar por su cuenta
estaría muerta antes de que incluso hiciera una abolladura
en el Consejo. Un equipo capacitado de asesinos de ángeles
es nuestra única oportunidad.
 
Alex resopló. Nuestra sí, como si Sophie hubiera estado
aquí ayudándoles a salir desde el principio.
 
-¿Cuál es la prueba de que Charmeine es definitivamente,
un pícaro y esto no es una trampa?- Preguntó.
-Ella es de fiar, estoy segura de ello. Sophie tomó otra
calada de su cigarrillo, el humo parecía fantasmal en la
oscuridad.
-Ella sabe cosas sobre el Proyecto Ángel que sólo Nate
podría haberle dicho.
-Los ángeles son psíquicos- le recordó con sequedad.
-No es psíquica sin tocarte. Escucha, también me tomo un
poco convencerme pero ella definitivamente era amiga de
Nate, ella tiene toda la información privilegiada sobre cómo
atacamos la puerta cuando llegó la segunda ola. Planes,
detalles, todo. La única manera de que pudiera saber todo
eso es si Nate le dijo. Y si ella no estaba de nuestro lado,
entonces habría intentado detenernos en ese momento.
-Está bien- dijo Alex, finalmente, metiendo el sobre en su
bolsillo.
-Vamos a echarle un vistazo compararlo con lo que ya
tenemos- Lo cual no era mucho, pero al menos tenían los
planos clasificados para comprobar las cosas en contra.
-Sí, hazlo- dijo Sophie. -Encontrarás que todo es exacto.
 
Alex asintió sin comentarios. Pero Jesús, si esto era real...
entonces, era la respuesta a todas sus oraciones. También
quería decir que si Willow no había sobrevivido, su muerte
había sido para nada. Apartó el pensamiento antes de que
pudiera ahogarlo.
 
-Y voy a estar allí también, el domingo- añadió Sophie. Ella
apagó el cigarrillo, apretándolo contra el muro de
hormigón.
-Te veré en el vestíbulo de la Torre Mayor antes de subir y
haré lo que pueda para ayudar.
-¿Guau, en serio? ¿Quiere decir que no te vas trasladar a un
lugar seguro esta vez?
 
La expresión de Sophie no cambió.
 
-No, no esta vez. Aquí- Hubo un tintineo mientras sacaba
las llaves de la 4 x 4 de su bolso y se las entregó a él.
-Mi hotel esta a unas pocas cuadras de distancia, pueden
dejarme en el camión y llevar a tu equipo de vuelta a casa.
Guardarlo hasta después del ataque, sólo lo alquile en caso
de que los encontrara a todos.
 
Alex aceptó las llaves, mientras sus dedos se cerraron
sobre ellas, pensó en otra cosa.
 
-¿Dónde está la madre de Willow? ¿Tienes algún lugar
donde ella está protegida?
 
Las cejas marrones de Sophie se dispararon.
 
-¿Yo qué? ¿Alex, no lo viste en las noticias? La madre y la
tía de Willow murieron en un incendio provocado, la noche
de la segunda ola.
-Pero pensé... Alex la miró en la penumbra.
-¿Quieres decir que no fue puesta en escena?
-No por mí- respondió ella, cerrando la bolsa.
-Apenas tengo ningún recurso desde la Segunda Ola. He
estado trabajando por mi cuenta. Sacar algo de esa escala
estaría totalmente más allá de mí- Ella lo miró.
-¿Por qué? ¿Hay razones para creer que fue puesta en
escena?
-No, creo que no- dijo Alex después de una pausa. No tenía
idea de lo que esto significaba, pero no estaba a punto de
entrar en detalles al respecto con Sophie. Al menos Willow
había sido capaz de sentir que su madre estaba bien, donde
quiera que estuviese.
 
Hicieron el corto trayecto en silencio, con Alex
conduciendo esta vez. El equipo se sentó en silencio, sus
expresiones cuidadosamente neutras en el espejo
retrovisor, aunque sabía que debían estar muriendo para
escuchar lo que se habían dicho. Cuando se detuvieron en
frente del hotel de Sophie, ella se aclaró la garganta.
 
-He añadido algo más en esa tarjeta de memoria también-
dijo.
-Una especie de propuesta para ti. Espero que no lo
necesitemos después del ataque, pero es en lo que he
estado trabajando desde la Segunda Ola. De todos modos,
míralo a ver qué te parece.
-Muy bien- dijo Alex, manteniendo su tono evasivo.
-Entonces, te veremos el domingo, supongo.
-Sí, si quieres- Sophie vaciló, agarrando su bolso con ambas
manos, él podía decir que desearía que estuvieran
hablando asolas de nuevo.
-Y, Alex, mira... Sé que tenemos nuestras diferencias, pero
eres el mejor AK que he visto, sin excepción. Voy a estar
honrada de hacer lo que pueda para ayudar.
-Sí, está bien- murmuró, la vergüenza luchando con la
aversión. Sophie podía decir lo que quisiera, todavía no se
iba a ablandar con ella.
 
Después de que Sophie había desaparecido en su Hotel,
Alex se bajó también, dejando el 4 x 4 en ralentí.
 
-Llevalos a casa, ¿de acuerdo?- Dijo a través de la ventana
del pasajero a Kara.
-Y empieza a comprobar este material- Le dio el sobre
mientras ella salía del asiento trasero de la camioneta.
-¿Qué hay en él?- Preguntó, mirando su mano.
-Pases VIP y todos los detalles de seguridad que
necesitamos para el ataque. No me pregunte al respecto
ahora- agregó.
-Te lo diré cuando llegue a casa- Semi oculto por el camión,
comprobó su pistola.
-¿Me puede dar algunos de tus cartuchos? Estoy bajo.
 
Kara tomó su arma y expulso la recamara, sus ojos estaban
preocupados cuando se los entregó.
-¿A dónde vas?
 
Hizo clic sus cartuchos en su propia recamara, su pulgar
trabajando con un ritmo rápido y constante.
 
-A tratar de encontrar Willow- dijo escuetamente. Se
guardó el arma de nuevo en su funda.
-Si ella y Seb estan en la casa, llámame, ¿de acuerdo? Al
segundo que llegar allí.
-Lo hare, pero... Alex, los disturbios todavía son fuertes...
-Aquí- interrumpió y le entregó el cargador vacío.
-Lleva a Wesley casa.
-No sirve de nada discutir contigo acerca de esto, ¿verdad?-
La cara de Kara parecía afligido con preocupación. Él no
respondió y ella se inclinó hacia delante y lo besó en la
mejilla.
-Está bien. Por favor, cuidate.
 
Él asintió con la cabeza. Mientras Kara subía a la 4 x 4 con
un destello de piernas largas, él se volvió y corrió por la
calle sombría hacia el centro, donde todavía podía ver
llamas naranjas lamiendo el cielo. Exploró sin parar a su
paso, en busca de la energía de Willow, rezando con cada
segundo que pasaba que de repente él lo sentiría. Su pelea
parecía inconcebible ahora, algo que había hecho en otra
vida. Está bien, era cercana a Seb, tal vez incluso se sentía
atraída por él. ¿Y qué? Él era el único de quien ella estaba
enamorada y lo sabía. ¿Cómo podía haber sido tan celoso,
tan estúpido?
 
La ciudad había adquirido una sensación de pesadilla,
llamas y gritos, el sonido de cristales rotos y las sirenas
procedían de algún lugar cercano. Oh dios, Willow, por
favor, que estes viva, pensó Alex mientras corría hacia el
caos y el saqueo. Si Willow había muerto, su corazón
también moriría. Aunque él sabía que todavía iba a tratar
de salvar al mundo de los ángeles por su familia y por la
familia de Willow y por todos los que habían sido
lastimados por ellos, para él, sería demasiado tarde.
 
El mundo ya habría terminado.
 
 
Capítulo 24
 
Willow
 
Finalmente dejamos los túneles de plástico del mercado
detrás y llegamos a una calle oscura llena de almacenes y
edificios empotrados. Sentí a Seb explorar, decidir que era
seguro.
 
-Esto es todo- dijo, dirigiéndose al lado de uno de los
almacenes.
 
Di un paso con cuidado, apenas podía ver, sólo había el
destello distante de las luces de la calle. Un crujido vino de
algunas malezas cercanas. Un gato, tal vez. Una alta
alambrada se alzaba junto a nosotros, con destellos de
alambre de púas en la parte superior.
 
Seb fue a un rincón oscuro, donde el alambre de púas yacía
aplastado uno o dos pies.
 
-¿Puedes pasar?- Preguntó.
 
Observé la valla.
 
-Es mejor que vayas primero- dije.
-Entonces puedo aterrizar en ti si me caigo- no estaba
bromeándo del todo, los tacones altos no eran ideales para
este tipo de cosas.
 
Seb asintió y agarró la valla, crugió mientras él subía y se
balanceaba. Se dejó caer los últimos pies, aterrizando con
agilidad en el hormigón agrietado. Saqué el archivo de
debajo de la chaqueta y lo deslice por debajo de la valla.
Luego lo seguí, doblando torpemente mis pies calzados con
sandalias en los agujeros en forma de diamante.
Maniobrando en la parte superior, era muy consciente de
mi falda corta, y hasta qué punto estaba mostrando pierna.
 
Finalmente mis pies tocaron el suelo de nuevo. Seb apenas
era visible, sólo su camisa blanca y la inclinación de sus
pómulos capturando la luz tenue.
 
-Es por aquí- dijo. Él me llevó a la parte trasera del
almacén, donde tan sólo pude distinguir un montón de
basura tirada contra la pared de metal corrugado: un viejo
sofá, algunas sillas de oficina rotas, trozos de madera
contrachapada.
 
Me miró.
 
-Lo siento, tenemos que gatear. Hay un panel suelto detrás
de esto podemos pasar.
 
Pensé en el ruido de las malas hierbas, pero asentí.
 
-Está bien. ¿Cómo has podido encontrar este lugar?
 
Seb ya estaba en sus manos y rodillas, bordeando detrás
del sofá. Se encontraba en un ángulo contra el almacén,
formando una especie de entrada.
 
-Sólo hurgando, después de que me escapé del orfanato-
respondió él, su voz amortiguada.
-Solía tener un montón de escondites por toda la ciudad.
Sin embargo, la mayoría de los edificios están derribados
ahora.
 
Un ruido metálico, luego de una larga pausa.
 
-¿Seb?- llamé, abrazando el archivo en mi pecho.
 
El sonido de una llamativa coincidencia.
 
-Sí, está bien- replicó. -Vamos.
 
Abotoné el archivo a mi chaqueta otra vez, luego me
arrodille y comence a gatear. El sofá de terciopelo viejo olía
a moho, grava cavando en mis manos y rodillas. Por
delante, una rendija de luz salió de la pared del almacén,
donde un pedazo de metal corrugado no se encontraba
completamente al ras.
 
El panel se levanto mientras me arrastraba hacia él, Seb,
manteniéndolo abierto para mí. Me abrí paso con dificultad
más allá de su brazo. Una vez dentro, me puse de pie y me
sacudí, mirando alrededor con asombro. La luz provenía de
un pequeño grupo de velas encendidas que parecían estar
creciendo desde el piso de concreto. Un saco de dormir
yacía junto a ellas, junto con una pila de libros de bolsillo
para niños con lomos desgastados. Cogí el de arriba,
sorprendida de que reconociera la cubierta "El viaje
increíble" nuestra maestra de cuarto grado lo había leído
en voz alta para nosotros. Lo coloqué con cuidado hacia
atrás, enderezandolo de modo que se alineara con los otros
de nuevo.
 
Seb se puso de pie con las manos en los bolsillos, luciéndo
avergonzado.
 
-Cuando era un niño, me quedé aquí a menudo- dijo con un
encogimiento de hombros.
-Robe todos los libros- agregó.
 
Me aclaré la garganta.
 
-Está bien, creo que recibes un pase especial por robar
libros. Por lo que sé, es algo que los amantes de los libro
entenderían- Se sentía como si los dos estuviramos pisando
el agua para mantenernos por encima de la superficie,
evitando todos los temas que nos podrían arrastrar. Saqué
el archivo y lo puse en el saco de dormir.
-¿Qué es este lugar?- Miré hacia las sombras más allá de la
luz de las velas.
-¿Sólo esta abandonado?
-No, alguien lo posee- Seb se inclinó y tomó una vela del
suelo, salió como un pequeño árbol, con las raíces de cera
extendiéndose.
-Ven, te mostraré.
 
Nuestros pasos resonaban en el concreto. No pude reprimir
un jadeo cuando la primera cara apareció desde la
penumbra. Estatua tras estatua de piedra, de pie dispersas
por todo el almacén, como una extraña y silenciosa fiesta
de coctel. Apoyadas contra las paredes había varias
enormes vidrieras, la luz de las velas se dibujó a través sus
paneles, enviando un arcoíris de colores chispeado
alrededor de nosotros.
 
-¿Todo esto es de una iglesia?- Toqué la cara de piedra fría
de la estatua más cercana: un hombre con una túnica, su
expresión amable como si pudiera tener algunas respuestas
a todo lo que estaba pasando, si simplemente pudiera
hablar.
 
Seb estaba a mi lado, sosteniendo la vela. El asintió.
 
-Incluso antes de que la Iglesia de los Ángeles realmente
iniciara aquí, algunas iglesias más pequeñas estaban a
cargo de los adoradores de ángeles. Creo que alguien debe
haber almacenado estas cosas aquí entonces, para
mantenerlas a salvo, quizás. Pero parecen olvidadas ahora-
Él se encogió de hombros.
-Tal vez, quien los haya almacenado haya muerto o tenga
quemadura ángel.
 
Cuando dejé caer la mano de la estatua, vi una pequeña
habitación construida contra la pared opuesta.
 
-¿Qué hay ahí?
-Sólo una oficina- dijo Seb.
-Hay un cuarto de baño, también- añadió.
-Solía tener agua corriente, tal vez todavía lo hace.
-¿En serio?- Podía oír el alivio en mi voz.
-¿Puedo pedir prestada la vela?
 
Las sombras negras del baño se apartarón cuando entré
con la vela. Por algún milagro, todavía había agua
corriente, e incluso un poco de papel higiénico. Unos
minutos más tarde, me puse a lavarme la cara en el
pequeño lavabo mientras trataba de conseguir sacar lo
peor de la suciedad y el manchado maquillaje de ojos.
Mirando mi imagen a la luz de las velas, por un segundo
todo en lo que podía pensar era en ese juego de fiestas de
pijamas, Bloody Mary. Un escalofrío se apodero de mí.
Traté de alejarlo, secando mis manos lo mejor que pude en
la chaqueta.
 
Cuando volví a la bolsa de dormir, me encontré a Seb
examinando el archivo en el resplandor de la luz de las
velas. Puse mi vela con las demás, entonces me quité las
sandalias y me sente junto a él, curvando mis piernas
debajo de mí, mientras miraba las palabras en español. El
documento que estaba leyendo parecía ser una impresión
de correo electrónico.
 
-¿Hay algo ahí?- Pregunté.
 
Seb asintió, frotándose la mandíbula mientras volvía una
página.
 
-Sí mucho. Tenemos lo que Alex quería y hay más también,
planos, información sobre la recepción. Incluso el código de
la puerta de la escalera- Cerró el archivo y lo puso a un
lado.
-Tus instintos eran muy buenos, querida.
 
Contuve un escalofrío cuando recordé la oficina de la
iglesia, el ruido de golpes que yo no había tenido en cuenta.
 
-Así eran los tuyos, para sacarnos de allí a tiempo.
 
Seb bajó la mirada, y yo sabía que no quería pensar en la
catedral más de lo que yo lo hacía. Su mano se apretó en
un puño, golpeando contra el saco de dormir.
 
-Willow, lo siento- dijo después de un momento. -Cuando
nos encontramos con que ese hombre en el mercado- Se
interrumpió, podía sentir su confusión. -No he dejado que
nadie se meta conmigo así en mucho tiempo. Debería
habernos alejado de allí...
-Seb, no, basta- dije, tocando su brazo.
-Yo sé lo difícil que es para ti, estar de nuevo aquí. Lo senti,
en cada paso del camino.
-No importa- dijo en breve.
-Debería tener un mejor control que casi entrar en una
pelea con un cabrón que no significa nada. Especialmente
cuando estoy llevándote a través de Tepito.
 
Me desplacee en la bolsa de dormir, observándolo.
 
-¿Entonces... que dijo él?
 
Seb se quedó en silencio. Una de las llamas de las velas
parpadeaba.
 
-Me preguntó si me gustaría compartirte- dijo finalmente.
-Y la forma en que te miraba... no creo que nunca hubiera
querido herir a alguien tanto en mi vida.
-Me alegro de que no lo hicieras- dije en voz baja. No es
que me importe si algo le pasara a ese montón de sordidez,
pero a Seb... Tragué saliva.
-De todos modos, no te culpes, los dos estábamos molestos.
Después de lo ocurrido...
 
Me detuve, mi pecho se apretó cuando lo vi todo de nuevo
con un detalle desgarrador. Yo no podía aguantar por más
tiempo. Un suspiro tembloroso que extrañamente parecía
una risa se me escapó.
 
-Oh, Dios, Seb. Se supone que quieren ayudar a la gente...
 
Su garganta se movió, él me tomó en sus brazos sin hablar.
Enterrando la cabeza en su hombro, me aferré a él y desee
poder acabar con todo lo que habíamos visto. Sabía que
nunca sería capaz de hacerlo, jamás, incluso los más
pequeños detalles estarían conmigo para siempre. El
predicador mirando al techo con su único ojo me pasó por
la mente y me di cuenta de que no estaba llorando.
 
-La mayoría de los Cruzados no podían saber al respecto-
dijo Seb con brusquedad.
-Tuvo que ser un grupo más pequeño el que lo planeó,
trabajando por su cuenta.
 
Sabía que probablemente tenía razón, no ayudo mucho.
 
-¿De qué sirve ser psíquico, si no podemos parar algo así?-
Mi voz sonaba distante, como si viniera de algún lugar
fuera de mí.
-Lo sé- susurró Seb contra mi pelo. Podía sentir su dolor,
era tan desamparado como el mío.
-Pero no es así como funciona, sabes que no lo es.
 
Dentro de mí, mi ángel estaba esforzándose por el suyo. La
dejé volar libremente y el ángel de Seb estaba allí casi
inmediatamente radiante y poderoso, su hermoso rostro
grabado con nuestra tristeza compartida.
 
La luz de nuestros cuerpos etéreos emitía un resplandor
tenue en el almacén a medida que conectaban, uno frente
al otro. De alguna manera, sólo ver el ángel de Seb era un
bálsamo, calmó lo más profundo de mí de una manera que
ni siquiera entiendo.
 
Con los ojos clavados en los míos, el ángel de Seb extendió
la mano. Y esta vez no dudé, extendí mi propia mano
angélical hacía él.
 
Nuestros dedos se tocaron en un estallido de luz. Me quedé
sin aliento ante la sensación, viendo con asombro que
nuestras manos se fusionaron en un resplandor blanco
azulado. Los detalles del ataque a la catedral se retiraron
misericordiosamente, dejando sólo a Seb y a mi, y este
sentimiento que era como nada en la tierra, sin límites en
absoluto entre nosotros, nuestra energía se convirtió en
uno.
 
Esto es demasiado íntimo, pensé tardíamente. Pero no
podría haber quitado mi mano por nada. El ángel de Seb y
yo nos miramos con asombro, poco a poco, pasó su mano
por mi brazo y sin saber muy bien cómo, me encontré
haciendo lo mismo con él, sintiendo la ligera resistencia
contra mis dedos a medida que acariciaban su camino a
través de su energía, el cálido escalofrío en mí mientras él
exploraba la mia.
 
En nuestras formas humanas más abajo, Seb y yo nos
habíamos quedado muy quietos. Él se apartó un poco
mientras su mirada buscaba la mía, las irisaciones doradas
en sus ojos color avellana claro en la luz de las velas. Yo
estaba temblando. Podía sentir la profundidad de su amor
por mí, lo mucho que anhelaba retenerme de una manera
que no era en absoluto fraternal. En algún lugar lejano
donde no podía hacer enfrentarlo estaba el dolor por Alex
pero en este momento sólo estaba Seb, mi amigo Seb, que
me importaba tanto que casi dolía, y cuyas manos de ángel
me estaban haciendo sentir cosas que nunca antes había
sentido en mi vida. En ese momento no sabía si yo lo quería
sólo como un amigo o algo más, yo sólo sabía que no quería
que dejara de tocarme, jamás.
 
No estoy segura de cuál de los dos se movió primero. Vi a
Seb tragar saliva, uno o quizás ambos, nos inclinamos hacia
delante... y entonces de alguna manera estaba pasando mis
manos por sus rizos sueltos y sus labios estaban en los
míos, tan cálido y suaves que yo estaba cayendo.
 
El tiempo se desvaneció en la nada cuando nuestras bocas
se burlaron mutuamente, besitos diminutos y sorbiendos
que envían pulsos de electricidad a través de mí. Los rizos
de Seb eran tan suaves bajo mis dedos, tan suaves como
siempre los había imaginado, y podía sentir el cosquilleo de
la barba cerca de su boca, la fuerza de su mano mientras la
ahuecaba ligeramente alrededor de la parte posterior de mi
cuello. Murmuró mi nombre, atrayéndome hacía él. El beso
se ralentizó, profundizando en calor cuando nuestras bocas
se abrieron a la vez, explorándonos el uno al otro. Los
brazos de Seb se cerraron a mi alrededor mientras me
presionaba con fuerza contra él, acariciando su espalda
firme y sintiendo los latidos de su corazón golpeando
contra los míos, y si pudiera estar aún más cerca de él,
querría y mientras tanto nuestros ángeles estaban todavía
tocando sus manos arriba y no había nada en el mundo sino
este beso, este beso que era lo más increíble que jamás
había sentido.
 
Los minutos pasaban. Nos sentamos en la bolsa de dormir,
nuestras bocas aun bebían ávidamente el uno del otro.
Susurrando algo en español, Seb me besó en el cuello,
luego mi boca de nuevo, su mano acaricio su camino hasta
mi costado... y quería que se sentiera tan maravilloso como
lo había hecho al principio, pero poco a poco, el malestar
fue creciendo en mí. Los labios de Seb no eran a los que yo
estaba acostumbrada, su cuerpo contra el mío se sentía
diferente. Aparté el pensamiento, me rehusaba a pensar en
Alex ahora, no quería pensar en nada. Sólo quería seguir
perdiendome a mí misma en este calor, este momento pero
luego, lentamente, poco a poco, el beso terminó.
 
Seb levantó la cabeza, mirándome.
 
Y todo se sentía tan mal de repente quería llorar.
 
El peso de lo que había hecho se estrelló contra mí. Me
senté temblorosa cuando nuestros ángeles se precipitaron
de nuevo hacia nosotros.
 
-Seb, yo... Oh, Dios mío, lo siento mucho...
 
Se incorporó también. Su boca parecía magullada donde yo
acababa de besarla.
 
-¿Por qué lo sientes?- Pero por la expresión de sus ojos, él
lo sabía.
 
Odiaba decir las palabras, sabian como la bilis.
 
-No estoy enamorada de ti. No debería haber hecho esto,
fue un error.
 
Seb vaciló. Casi en cámara lenta, se tocó el pelo, al igual
que había hecho el primer día que nos conocimos.
 
-Estás enamorada de mí, un poco- dijo en voz baja.
-Puedo sentirlo.
 
Negué con la cabeza, casi sin darme cuenta de que lo
estaba haciendo.
 
-No. Te quiero como amigo. Eso es todo- Mis palabras
salieron tranquilas y seguras. Porque sin importar lo mal
que había estado, los besos de Seb habían hecho al menos
una cosa: librar mi mente de cualquier confusión que
podría haber tenido. Todo parecía tan claro ahora, como si
el mundo acabara de saltar a un enfoque nítido.
 
Su garganta se movió. Las velas seguían ardiendo
alrededor de nosotros, su cálida luz dorada jugando en la
pared.
 
-Tal vez esto fue demasiado pronto. Tal vez algún día se
sentirá diferente- Tomó mi mano y la apretó con fuerza, sus
emociones crudas sobre su rostro.
-Te he amado durante tanto tiempo, Willow. Siempre has
sido tú, mi vida entera.
 
Mi corazón se estaba rompiendo. Deseaba tanto que
estuviera enamorada de Seb, que fuera posible que yo
dijera que algún día podría ser. Pero no lo era. Cualquiera
que sea la extraña alquimia que te hace enamorarte de una
persona y no de otra simplemente no estaba allí para mí,
con él. Tal vez había estado recogiendo sus sentimientos y
confundiéndolos con los mios, un poco pero ahora, cuando
realmente lo estaba viendo, podía ver la verdad.
 
Suavemente, desenrede mis dedos de los suyos y aclaré mi
garganta.
 
-Sabes, mi sueño era correcto- le dije.
-Odio la idea de volver a estar sin ti, Seb. Eres una de las
personas más importantes en mi vida. Y te mereces una
chica increíble que esté tan... completamente enamorada
de ti. Pero no me siento de esa manera. Lo siento.
 
Una larga pausa nos rodeo.
 
-No tienes que pedir disculpas- dijo Seb por fin.
-Nunca tienes que disculparte.
 
Empuje mis manos a través de mi cabello, dejándolo en
puntas salvajes.
 
-¡Lo hago! No debería haberte besado, no cuando no estaba
segura...
-Fue muy agradable, sin embargo- dijo, tratando de sonreír.
-Creo que me las arreglaré para perdonarte.
 
A lo mejor, pero nunca me lo perdonaría. Oh, Dios, ¿por qué
todo tenía que ser un desastre? Inconscientemente, me
toqué el cuello, se sentía desnudo y mal sin el colgante de
cristal que Alex me había dado pendiendo de su fina
cadena. Recordando su frialdad cuando Seb y yo habíamos
entrado en la catedral, envolví los brazos alrededor de mis
rodillas y apoye la mejilla sobre ellas, deseando tanto haber
visto una pista, sólo un indicio, de que todavía sentía lo
mismo por mí.
 
-Sí, él todavía siente lo mismo- dijo Seb en silencio.
 
Mi corazón se aceleró con esperanza repentina. Seb se
sentó mirando el saco de dormir y cuando sintió mis ojos en
él, levantó la mirada y se encogió de hombros.
 
-Yo lo vi, cuando no estabas viendo. La expresión en su
rostro- su boca se torció.
-Todavía esta enamorado de ti, sólo es demasiado terco
para retroceder todavía.
 
Debería haberme aliviado, en cambio, mirando a Seb, el
temor comenzó a crecer dentro de mí como una vid oscura
y enmarañada.
 
-Hay algo más, ¿no es así?- le dije.
-Lo que sea que dijiste que me dirías después, de regreso
en la catedral.
 
Seb dejó escapar una respiración entrecortada.
Apoyándose contra el metal corrugado de la pared del
almacén, se pasó las manos por la cara. Podía sentir su
renuencia como un peso en mi garganta.
 
-¿Seb?- susurre.
-Querida, por favor, creeme- dijo finalmente.
-Esta es la última cosa en el mundo que quiero decirte.
 
 
Capítulo 25
 
Willow
 
 
Mucho tiempo después, estaba tumbada de espaldas en el
saco de dormir, mirando hacia las sombras oscuras. Seb
seguía sentado contra la pared. La luz parpadeante se
había dibujado alrededor de nosotros mientras la luz de
velas ardía más bajo. Una de ellas se había apagado por
completo, muriendo con pequeños ruidos sibilantes.
 
Todavía no podía sentir a Alex muy claramente, no importa
cuanto quisiera. Seguí buscandolo y sintiendo que estaba
vivo pero sin conseguir nada acerca de sus emociones. Sin
embargo, su energía estaba allí, su energía cálida y
familiar que amaba tanto y pase mis pensamientos
suavemente sobre él, preguntándome qué estaba pensando,
si todavía estaba enojado conmigo.
 
Después de lo que me había dicho Seb, esperaba que lo
estuviera. Que nunca se sobrepusiera de estar enojado,
nunca.
 
-Lo siento- dijo Seb de nuevo, por décima vez. -Realmente
no lo sabía. La primera vez que me preguntaste, estaba
seguro de que no lo hacíamos, pero... se interrumpió.
-Está bien- susurre. Casi no podía ni imaginar cómo habría
reaccionado Alex si hubiera intentado romper las cosas con
él porque Seb me había dicho que causamos quemaduras
de ángel, creo que podría haber intentado matar a Seb.
 
A pesar de que todo encajaba. Oh Dios, todo encajaba, sus
migrañas, sus dolores de cabeza. Los peores siempre
parecían a pasar sólo unas horas después de que los dos
habíamos estado muy juntos. Tuve un destello de mi
acostada en su cama en sus brazos y cerré los ojos con
fuerza contra el dolor repentino. Limpie mi mejilla con la
palma de mi mano y trate de reunir mis pensamientos.
 
-El ataque al Consejo es lo más importante, para todos
nosotros- le dije.
-Así que cuando regresamos a la casa, no puedo tocar Alex,
no en absoluto, tengo que estar tan lejos de él como pueda.
Si él tiene una migraña durante el ataque... me interrumpí,
la idea era demasiado terrible de contemplar.
 
La mirada de Seb en mí estaba muy quieta.
 
-¿Y si se trata de compensarte? ¿Vas a decirle la razón para
no tocarlo?
-No sé- dije en voz baja. Alex siempre se había negado a
considerar siquiera la idea de que podría causar
quemaduras ángel. Sin importar lo que estaba pasando con
su aura, sabía que era poco probable que empezara a creer
ahora. Incluso si comprobara su aura y viera el daño, tan
sólo podía oírle decir que no importa, que no podíamos
estar seguros de que era por mí.
-No sé- repetí pero en realidad, sólo había una opción, ¿no?
Mi cerebro se apartó del pensamiento.
-Con suerte... espero que todavía estará enojado conmigo y
ni siquiera será un problema. Podemos seguir evitandonos
el uno al otro.
 
Y después del ataque si por algún milagro lograbamos
tener éxito y había un "después" en que pensar, nunca
podría estar con Alex de nuevo. Yo sólo rezaba para que
cualquier daño que le hubiera hecho mejorara con el
tiempo, que no fuera permanente. Sentí frío, incluso en mi
chaqueta de mezclilla mientras miraba hacia las sombras.
Sin embargo, qué irónico. Acababa de decirle a Seb que
nunca podríamos estar juntos, pero si dañamos a los
humanos con nuestro toque, ¿entonces no había nadie más
en el mundo para ninguno de nosotros que estuviera allí?
Literalmente, nadie más en el mundo. Y tal vez
terminaríamos juntos algún día, a partir de ahora, quizás,
una vez que este dolor se hubiera desvanecido un poco
pero sabía que nunca sería algo parecido a lo que había
tenido con Alex. Nada jamás podría ser así. No en toda mi
vida.
 
-No- dijo Seb, con ardor en su voz.
 
Lo miré. Él me miraba con rabia, con la mano apretada en
un puño en su muslo.
 
-Tenías razón, lo que ocurrió fue un error- dijo.
-Si sucede otra vez entre nosotros, no será porque somos
los únicos dos semi-ángeles. Será porque estás enamorada
de mí, tanto como lo estás ahora con Alex. No te quiero de
ninguna otra manera, prefiero ser tu hermano para
siempre.
 
-Seb... Yo no sabía qué decir... Oh, Dios, ahora heriría a
Seb, encima de todo lo demás.
 
Sacudió la cabeza.
 
-Este no es el momento- dijo en breve.
-Pero sé lo que podríamos tener juntos, Willow. Y no voy a
tomar nada menos.
 
Dejé escapar un suspiro.
 
-Mira, lo siento. Era sólo un pensamiento estúpido, al azar,
eso es todo. Se suponía que no debías oírlo- Yo no culpo a
Seb por sentirse como lo hacía, pero sabía que significaba
que nada volvería a pasar entre nosotros otra vez en ese
caso, ni siquiera en décadas en el futuro. Me tapé los ojos
con los dos brazos, repentinamente sintiéndose más
cansados, maltratados por los últimos días. -¿Podemos... no
hablar más de esto?- Le pregunté en voz baja.
 
Sentí más que vi su encogimiento de hombros.
 
-Nunca volveremos a hablar de eso si no quieres.
 
Yo no respondí. Si Seb todavía estaba herido, de verdad no
podía tratar con él en este momento.
 
No hablamos durante mucho tiempo. Otra vela se apago,
arrojandonos a una oscuridad más profunda que parecía
terriblemente simbólica. Podía sentir a mi ángel dentro de
mí y tenía un destello de odio por ella tan intenso que se
curvaba en mi estómago. ¿Cómo podría perdonarme por
herir a Alex? ¿Cómo podría pasar por la vida, sabiendo que
mi toque dañaría alguien que estuviera demasiado cerca?
 
Cualquier persona que se acercara demasiado. La idea me
congeló de un modo que apenas podía respirar y me sente
con un jadeo. No. No.
 
-¿Willow?- Seb se movió rápidamente de la pared, la bolsa
de dormir hizo un ruido suave cuando se puso de rodillas a
mi lado.
-Mamá- susurre.
-Seb, ¿qué pasaría si... y si yo estuviera haciendo que su
quemadura de ángel empeorara todos estos años?- Me tapé
la cara con las manos cuando empecé a temblar, viéndola
sentada en su silla, su sonrisa soñadora. Y todas las horas
que había pasado sentada a su lado: sosteniendo su mano,
acariciándole el brazo. Cada memoria era como ser pateado
en el estómago. No podría vivir con esto, simplemente no
podría, si era cierto, entonces yo ni siquiera quiero vivir
más.
-Basta, querida, basta- sentí que Seb me comenzaba a
tomarme en sus brazos.
 
De alguna manera lo que había sucedido entre nosotros me
hizo imposible tocar a Seb ahora, a pesar de que él era la
única persona que podía tocar. Me separé.
 
-¡No! No puedo... no puedo dejar que me sostengas más...
-¡Willow!- Acunando mi cara entre sus manos, gentilmente
me obligó a mirarlo, con expresión angustiada.
-Escúchame. Esta noche no sucedió, todavía soy tu
hermano. Por favor, deja que te ayude.
 
Me abracé a mi misma, luchando con todo lo que tenía que
aguantar.
 
-Nada puede ayudar- Solte finalmente. Mi voz sono muerta
y enterrada.
-Nada, nunca jamás.
 
Podía sentir la compasión de Seb, tan tierno que algo
dentro de mí cedió. Puso sus brazos alrededor de mí
cuando empecé a llorar, acercándome contra su pecho. Yo
no tenía la energía para resistir esta vez, ni siquiera quería
ya. Dejé que me abrazara y lloré contra su cálido hombro,
mientras las sombras juegaban en la pared junto a
nosotros.
 
Eventualmente, debí haber caído en un profundo sueño.
Cuando desperte más tarde, Seb y yo estábamos acostados.
Mis ojos se sentían magullados e hinchados. El llanto no
había ayudado, mi cabeza latía con pensamientos que
dolían demasiado para pensar. Sólo una vela quedaba
ahora, su llama chisporroteando débilmente.
 
Seb todavía me sostenía, se había quedado dormido
también. En la penumbra, me quedé mirando su rostro
dormido, la boca que me había besado tan
apasionadamente y supe con el corazón en un puño que se
había equivocado. Esta noche había sucedido. Y a causa de
eso, la amistad más querida de mi vida se había agriado.
Seb nunca podría ser realmente mi hermano otra vez.
 
No tenía al chico que amaba y tampoco tenía a mi mejor
amigo.
 
A la mañana siguiente, cuando Seb y yo caminábamos de
vuelta a la casa desde la estación de metro, pude oír el
tintineante y brillante sonido del vidrio que es arrastrado.
Los tenderos estaban fuera pegando hojas de cartón sobre
las ventanas rotas, los coches quemados sentados aquí y
allá como esculturas extrañas. Pero los compradores
caminaban como de costumbre en la acera, y en la calle,
pasaban coches y taxis. Ya, la vida estaba volviendo a lo
que pasaba por normalidad, aquí en la Ciudad de México
en la estela de la Segunda Ola.
 
Aunque Seb y yo tratamos de hablar lo mismo de siempre,
la incomodidad se había instalado entre nosotros como una
espesa niebla desde el momento en que habíamos
despertado esa mañana. Al llegar a la calle donde estaba la
casa, Seb se paró de repente, tocando mi brazo.
 
-Willow, por favor ¿No podemos olvidar lo que sucedió y ser
como eramos antes?- Sus ojos color avellana eran pozos
profundos de preocupación.
-Nos besamos, eso es todo. No tiene que cambiar lo que
somos el uno para el otro, a no ser que lo permitamos.
 
Me estremecí, sin mirarlo. Todo lo que podía pensar era en
Alex. Odiaba mis manos, mientras se aferraban a mis
codos, sabiendo que yo le había hecho daño con ellas.
Excepto que no eran sólo mis manos, ¿verdad? No, era todo
de mí, como veneno tóxico que rezuma a través de mis
venas. Cada vez que acariciaba el cuerpo de Alex, besaba
sus labios, le había hecho daño.
 
-Lo intentaré- dije al fin. -Querida...
-No- interrumpí y cerre los ojos con fuerza contra el dolor
repentino, era un puño que apretaba mi corazón.
-No me llames así- dije. -Muy bien- dijo en voz baja Seb. Y
sabía que esta vez lo decía en serio y que la broma fácil que
una vez habíamos compartido había desaparecido. A pesar
de que me hizo sentir diez veces peor que antes, de una
manera extraña, también parecía no más de lo que
merecía.
 
Seb suspiró y se metió las manos en los bolsillos cuando
empezamos a caminar de nuevo.
 
-No te culpes- dijo en tono cansado.
-Eres la persona más amable que conozco. Nunca lo
hubieras tocado si te hubieras dado cuenta.
 
Incluso ahora, podía leer mis pensamientos tan fácilmente.
¿Y qué? Quería decirle. Todavía he estado causandole sólo
Dios sabe qué daño al chico que amo más que nada. No me
molesté en decir las palabras en voz alta. Y cuando se
trataba de mamá, no podía pensar en ello en absoluto. Yo
sólo... no podía.
 
Nos acercamos a la casa, se veía tan vacía como siempre.
Vacile afuera por un momento, la brisa fresca de la Ciudad
de México agitaba mi pelo. Tenía el archivo abotonado bajo
mi chaqueta otra vez y toque mi pecho, sintiendo su
contorno de cartón. Quería ver a Alex tan mal, y al mismo
tiempo, lo temía más que nada en el mundo.
 
Por favor, que siga enojado conmigo, pensé. Por favor eso lo
hará mucho más fácil para los dos. De lo contrario, casi no
podía soportar la idea de lo que iba a tener que hacer.
 
-¿Seb, me ayudarás, si te necesito?- Pregunté por último,
mi débil voz.
-Sí, te ayudaré- Pero su rostro parecía preocupado, podía
sentir que odiaba esto casi tanto como yo.
 
Cuando entramos, Kara estaba sentada en la mesa de la
cocina con su cabeza descansando sobre una mano, una
taza de café sin tocar delante de ella. Su barbilla se levantó
bruscamente cuando nos vio, sus ojos castaños se abrieron.
 
-Hola- le dije.
-Nosotros, eh... nos encontramos con algunos problemas-
Recordando las explosiones que habían retumbado a través
la catedral los gritos, los cuerpos mi voz sonó fina e irreal.
 
Kara sacudió lentamente la cabeza, no había dejado de
mirarnos fijamente.
 
-Oh, Dios mío, estás realmente bien- murmuró. Para mi
sorpresa, una amplia sonrisa creció a través de su cara.
-¡Escucha, sé de alguien que va a estar muy contento de
verte!- se levantó de un salto, enviando su silla patinando.
-¡Alex!- Bramó en dirección del dormitorio de los chicos. -
¡Alex, Willow está aquí!
 
La aprehensión y añoranza me llenaron. Tragué saliva y
saque el archivo de debajo de mi chaqueta, poniéndolo en
la mesa de la cocina. Aunque Seb estaba de pie a varios
metros de distancia, pude sentir su preocupación. Kara se
volvió hacia mí con una sonrisa de alivio.
 
-Estuvo fuera toda la noche buscándote. Él acaba de llegar
hace una hora, nunca me había preocupado tanto por él, ni
siquiera después de la muerte de Jake. Estaba seguro de
que los habían matado...
-¡Willow!- Alex irrumpió en la cocina. Su hermoso rostro
estaba magullado y quemado, había círculos oscuros bajo
los ojos y su aura tenía exactamente el daño que Seb había
descrito. Tuve una visión desgarradora de azules y dorados
deslucidos, y entonces, Alex me había recogido en sus
brazos antes de que pudiera detenerlo.
-Oh, Jesús, estás viva- podía sentirlo temblar mientras me
sostenía y por un momento indefenso no pude evitar
devolverle el abrazo. Presioné mi cabeza fuertemente
contra su cuello caliente, la dura fuerza de su hombro.
Alex.
-Willow, lo siento, lo siento mucho- Él enterró sus dedos en
mi pelo mientras besaba mis mejillas, mis ojos, mi boca.
-He sido una idiota. Por favor, por favor, perdóname.
 
Kara se había disuelto con mucho tacto en alguna parte.
Seb seguía en pie junto a la mesa, con el rostro inexpresivo
y supe para mi consternación absoluta que iba a necesitarlo
allí para hacer esto creíble.
 
Tomó cada molécula de fuerza que tenía apartarme de Alex.
 
-No, um... no hagas eso, por favor- le dije, dando un paso
atrás.
 
Se quedó inmóvil, como si acabara de darle una bofetada
en la cara. Vi su garganta moverse.
 
-Willow, yo... sé que he estado actuando como un idiota
controlador. Tienes razón en seguir enojada conmigo, si
nunca me perdonas, me lo merezco. Pero... Miró a Seb con
el ceño fruncido de repente y suavemente puso su mano en
mi hombro.
-Mira, vayamos a algún lugar privado, donde podamos
hablar- Se interrumpió cuando me aleje de su toque.
-No, no lo hare. Quiero decir... gracias, pero no tiene
sentido.
-¿No tiene sentido?- repitió, mirándome.
 
Traté de hacer que mi voz sonara normal, como si no
estuviera muriendo por dentro.
 
-No, no lo tiene- le dije. -Alex, lo siento mucho, pero...
 
Miró de mí a Seb. Sus ojos se abrieron.
 
-No- respiro.
-De ninguna manera.
-Lo siento- dije de nuevo. -Simplemente paso- Y el hecho de
que algo había sucedido realmente, hizo que mis mejillas se
sonrojaran con aire de culpabilidad. Lo utilicé, rápidamente
antes de que pudiera debilitarme. -Anoche estábamos
escondidos y... de alguna manera empezamos a besarnos.
Una cosa llevó a la otra y... me interrumpí, no pude
terminar. La mirada congelada en el rostro de Alex, el dolor
adormecido, la angustiosa incredulidad, me estaba
matando.
-Una cosa llevó a la otra- repitió.
-Sí- Solte.
-Todavía me importas, pero... No puedo evitar lo que siento
por él. Lo siento.
 
Él negó con la cabeza lentamente, como un animal
confundido.
 
-¿Qué estás diciendo? ¿Me estás diciendo que tú y él...?- Se
movió tan rápido que casi no lo vi, de repente Seb se
estrelló contra la pared con un ruido sordo que resonó a
través de la cocina. Escupió algo en español, los músculos
de sus brazos eran muy duros. Seb no se movió, no trató de
defenderse.
-¡Alex, no!- tire inútilmente de su brazo.
-Por favor, para... es sólo la forma en que me siento, no
puedo evitarlo.
 
Él y Seb estaban a centímetros de distancia, la mandíbula
de Alex estaba rígida mientras lo miraba. Finalmente soltó
a Seb con un empujón.
 
-Así que permíteme que lo entienda bien- dijo. -Mientras
estaba fuera toda la noche en medio de los disturbios en
buscadote, volviéndome loco, pensando que tal vez estabas
tirada en algún sitio muerta... tú y Seb estaban... Se
interrumpió cuando un músculo de su mandíbula salto, dio
la vuelta y se pasó una mano por el pelo, respirando con
dificultad. Cuando habló de nuevo sus palabras eran
planas, muertas.
-Ok, lo tengo. Es realmente bueno saberlo. Gracias por
venir aquí para decirme lo tonto que he sido...
-Alex... estaba cerca de las lágrimas, Seb debió sentir que
estaba vacilando. Me abrazo por detrás, tirando de mi más
cerca. Me apoyé contra su pecho y envolví mis brazos
alrededor de él para ocultar mi temblor. -Está bien,
chiquita- dijo, besando mi cabeza.
-Lo siento, hombre- agregó a Alex.
-Estas cosas pasan, ¿sabes?
 
Chiquita. Era español para "bebé" la palabra de Alex para
mí. Se puso rígido, sus fosas nasales dilatadas, de modo
que por un segundo pensé que iba a golpear a Seb incluso
conmigo en delante de él.
-No- dijo de repente.
-No, no me voy a quedar aquí y...
 
Me agarró de los hombros y me aparto de Seb, con las
manos apretadas en mis brazos.
 
-Mírame a los ojos, Willow- exigió.
-Mírame a los ojos y dime que realmente no me amas tanto
como yo te amo. Yo no lo creo, no me importa lo que hiciste
con él, no lo creo...
 
Lo amaba tan totalmente que sabía que él debía verlo
escrito en mi rostro, debía sentirlo incluso a través de la
ropa, ardiendo fuera de mí como el sol. En otro segundo iba
a dejar escapar la verdad. Alex discutiría conmigo, me diría
que su aura de aspecto enfermo no tenía nada que ver
conmigo en absoluto, que sus migrañas eran sólo una
coincidencia. No sería capaz de resistir una segunda vez.
Me acurrucaría en sus brazos durante el resto de mi vida,
como estaba a una fracción de hacer ahora.
 
Y entonces todos nosotros, el mundo entero, podríamos
estar perdidos.
 
Desde algún lugar profundo dentro, encontré la fuerza para
decir palabras que harían que me odiara para siempre.
 
-Es cierto- dije.
-Nunca te lo dije, pero el sueño que tuve sobre el Consejo,
Seb estaba en él, también. Soñé con él antes incluso de
conocerlo. Es por eso que quería venir aquí, porque sabía
que es donde estaría.
 
Poco a poco, las manos de Alex cayeron de mis hombros.
 
-¿Qué?
-Soñé con él- dije llanamente.
-Así es como nos encontró, vio el sueño en mi camisa. Y en
mi sueño, no quería dejarte, pero yo sabía que no quería
estar sin Seb. Que... él era el único al que realmente
amaba- A excepción de las palabras más importantes de
todo, todo lo que estaba diciendo era verdad. Y yo sabía
que Alex lo oyó en mi voz. Me miró sin decir palabra.
 
Mi garganta era de arena.
 
-Me preocupo por ti- dije de nuevo.
-Nunca me arrepentiré de nada de lo que pasó entre
nosotros. Pero Seb y yo somos mitad ángel, y... yo no puedo
luchar contra eso.
 
Seb puso su brazo alrededor de mí.
 
-Lo siento, hombre- repitió a Alex con un encogimiento de
hombros.
-Ella no quería hacerte daño, pero supongo que es el
destino, ¿sabes?- Y a pesar de que podía sentir lo mucho
que no estaba disfrutando de esto, tenía una punzada de
odio hacia él, que estaba desempeñando su papel tan bien.
 
La expresión en el rostro de Alex me hizo sentir como si
estuviera siendo golpeado por dentro. Para contenerme de
lanzar mis brazos alrededor de él y tomar todo de vuelta,
alcance y agarre la mano de Seb lo más fuerte que pude.
 
-Nosotros... encontramos la información sobre la visita del
Consejo- dije con voz temblorosa.
-Esta en ese archivo- Asentí con la cabeza en la mesa.
 
Alex no lo miro. Pusó la mano sobre su cara, frotándose las
sienes.
 
-¡Fuera, los dos!- dijo finalmente.
 
Lamí mis labios resecos.
 
-¿Pero qué pasa con el Consejo? Todavía queremos ayudar,
necesitaras a todos los que puedas conseguir...
 
Alex dejó caer su mano y mi pecho se encogió ante el odio
absoluto en sus ojos.
 
-Tienes que estar bromeando- dijo entre dientes.
-¿Piensas que realmente puedes quedarte aquí en esta casa
y aún así ser parte del equipo? Tengo noticias para ti, el
equipo no confía en ti, en ninguno de los dos. ¿Y sabes qué?
No me fío de ti ahora, tampoco. Sólo vete, recojan sus
cosas y lárgate. No quiero volver a verte otra vez, Willow.
Su mirada se posó en Seb.
-Y si alguna vez te veo otra vez, juro por Dios que te
mataré.
 
Se dio la vuelta y salió de la habitación. Me quedé inmóvil,
mirandolo fijamente, contemplando su cabello oscuro, la
firme línea de los hombros. La forma en que se movía. Alex.
Alex.
 
Seb me dio una sacudida rápida.
 
-Contente- ordenó, soltándome.
-Voy por nuestras cosas.
 
Sacudí la cabeza, aturdida. De alguna manera, yo no
esperaba esto.
 
-Pero Seb, realmente no podemos irnos- dije en voz baja.
-¿Y el ataque?
-Hemos visto toda la información- dijo.
-Podemos ir allí, todavía los podemos ayudar. Pero por
ahora... Su boca se torció sombríamente mientras miraba
en la dirección en la que Alex se había ido.
-Creo que quiere decir lo que dice.
 
El mundo se estrellaba en mis oídos.
 
-Muy bien- dije después de una pausa.
-Iré por mis propias cosas.
 
No había nadie en el dormitorio de las chicas, fue un alivio.
Me quite la ropa y las sandalias de Liz, dejándolos
ordenadamente en su cama, probablemente las quemaría o
algo así, una vez que escuchara lo que había sucedido y me
puse un par de pantalones vaqueros, una camiseta, mi
sudadera con capucha. Mis zapatillas Converse de color
púrpura. Recordé haberlas comprado con Alex, la forma en
que había sonreído y dijo: Esto es una cosa de chicas,
¿verdad?
 
No. No pienses en ello.
 
No tenía una bolsa de más, pero había una bolsa de viaje de
plástico en el armario que parecía que había estado allí por
siempre. Metí el resto de mis cosas en ella. El collar con el
colgante de cristal que Alex me había dado estaba en el
fondo de uno de mis cajones. Dudé y luego lo saque,
deslizándolo en el bolsillo de mis pantalones vaqueros. Su
cadena se sentía fría contra mis dedos.
 
Cuando volví a la cocina, Seb me esperaba con su mochila
sobre el hombro, usando pantalones vaqueros y la camisa
gris de manga larga. Era muy consciente de lo silenciosa
que estaba la casa. De alguna manera sabía que todo el
mundo lo sabía, podía sentirlos a todos sentandos en la sala
de televisión, hablando en susurros. Alex estaba en su
habitación, podía decirlo sin siquiera intentarlo. Y pensaba
que Seb era el único del que estaba enamorada. Que
nosotros habíamos... trague saliva, casi no podía completar
el pensamiento.
 
De repente, lo único que quería era dejar la casa yo sola y
no tener que estar con nadie, ni siquiera con Seb. No,
especialmente no con Seb. La idea de estar a solas con él
ahora, sabiendo lo que Alex creía y conociendo la parte de
verdad que había sido nuestro beso me hizo temblar.
 
Todo esto vino y se fue en un segundo. Seb se tensó cuando
lo recogió, sentí su dolor en una puñalada rápida. En
respuesta a mi pensamiento tácito, dijo en voz baja.
 
-No te dejare por tu cuenta. Incluso si no existieran los
ángeles, el DF es un lugar peligroso para una chica blanca
que no habla español. Una vez que todo esto termine, voy a
desaparecer si eso es lo que quieres, nunca tendrás que
volver a verme. Pero no te voy a dejar sola en esta ciudad.
 
Sentí frío, encerradolo lejos de mí.
 
-Está bien, tienes razón- dije finalmente, con la voz
apagada.
-Y no quise decir que no quería volver a verte. Es sólo... que
todo es muy complicado en este momento.
 
-Contigo y Alex, sí. Con nosotros, es sólo tan complicado
como tú lo estás haciendo- dijo Seb en breve. Me quitó la
bolsa de viaje y la forzó dentro de su mochila. El material
se hinchó cuando cerró la cremallera. Su cara era
inexpresiva mientras giraba la bolsa sobre su hombro de
nuevo.
-¿Lista?
 
Casi le pregunté a dónde íbamos y luego me di cuenta de
que en realidad no me importaba mucho. Lentamente,
alcance el bolsillo de mis pantalones vaqueros y saque el
collar. Lo cogí en mi mano, sintiendo sus facetas contra la
palma de mi mano y recordando la expresión que había
estado en los ojos de Alex cuando me lo dio. Entonces lo
deje en la mesa de la cocina al lado del archivo. El cristal
de lágrima rodó un poco cuando lo deje caer, brillando
como un diamante.
 
-Lista- dije en voz baja.
 
 
 
Capítulo 26
 
Alex
 
De alguna manera ese día paso, Alex no estaba muy seguro
de cómo. Una vez que Willow y Seb se habían ido, repasó
los planos en el lápiz de memoria con detalle, dirigió las
prácticas de tiro con el equipo, comió una cena que sabía a
serrín. Desde la conversación forzada y las miradas de
reojo preocupadas, todo el mundo sabía que Willow había
estado ocupada pasando la noche con Seb mientras que él,
como un completo idiota, había arriesgado su vida
buscandola en las calles amotinadas. Suponía que Kara
debía haberles dicho, él se había encontrado con ella
cuando se dirigía a su habitación y le contó lo que había
sucedido. La mirada de asombro en su rostro había sido
casi gratificante.
 
-Oh, Alex- había respirado.
-Lo siento mucho...
-Sí, bueno no lo hagas- había dicho.
-Estoy mejor.
 
Los músculos de los delgados brazos de Kara estaban
tensos, ella estaba tan furiosa como nunca la había visto.
 
-¡Dios, no lo creo! ¡Y en realidad me sente allí y le sonreí!
Voy a...
-No hagas nada, sólo deja que se vayan- había interrumpido
fríamente.
-Sólo quiero que se vayan, ¿de acuerdo? Eso es todo.
 
Y así se habían ido sin incidentes, aunque el collar de
Willow en la mesa de la cocina le había proporcionado una
cuchillada extra en las tripas cuando Alex lo había
encontrado más tarde. Kara había estado en la cocina
también, sus ojos habían volado a los suyos.
 
-Alex... ella comenzó.
-Olvídalo- Cogió el collar con su brillante colgante, el
colgante que le había recordado tanto al ángel de Willow,
con sus alas brillando bajo el sol y lo empujó con fuerza en
el bolsillo, preguntándose por qué, exactamente, no lo
había lanzado a la basura.
-Está bien- dijo.
-Vamos a repasar los planes.
 
Y por unas horas casi había sido capaz de perderse en
ellos, aunque una pequeña voz dentro de él todavía estaba
aturdida, balbuceando una y otra vez, yo no lo creo, Willow
no haría esto. Ella simplemente no lo haría. Cada vez que lo
pensaba, él pateaba mentalmente la voz a muerte, hasta
que se callaba. Debido a que todo lo que podía ver era a
Willow en su corta falda negra, estirándose hasta sostener
la mano de Seb, escuchar la tranquilidad en su tono
mientras le decía que, por cierto, había olvidado
mencionarlo hasta ahora, pero durante su sueño había
estado incluido Seb, y al parecer, él sólo había sido el
chofer para llevarla a la Ciudad de México. Dios, no es de
extrañar que se hubiera sentido tan emocionada cuando
conoció a Seb, sus ojos verdes brillantes de asombro,
probablemente la única cosa que había estado en su mente
desde ese momento, había sido la rapidez con que pudiera
botar a Alex, ahora que había encontrado otro mitad ángel.
 
Este pensamiento vino a él más tarde esa noche en su
dormitorio, a duras penas consiguió no golpear la pared.
No podía simplemente sentarse aquí, se volvería loco, se
puso un par de pantalones de chándal, tiró de una camiseta
y salió. Sam, Wesley y Brendan estaban en el dormitorio
jugando a las cartas. Ellos levantaron la vista mientras los
pasaba. El brazo de Wesley estaba en un cabestrillo hecho
en casa, no había mejorado mucho desde el día anterior.
 
-Hey amigo, ¿estás bien?- dijo Sam, su voz casual. -Genial-
dijo Alex en breve. Abrió el armario donde se guardaban las
toallas y agarró a una.
-¿Estás entrenando? ¿Quieres que te acompañe?
-No, gracias.
 
Abajo, en la sala de ejercicios, él hizo ferocez, repeticiones
bombeándo en las máquinas por casi una hora y luego
corrió por kilometros en la cinta, hasta que el sudor fluía y
sus músculos se sentían flácidos. Finalmente se detuvo,
jadeante. Se había quitado su camiseta mientras corría y
ahora lo usaba para secarse la cara y el pecho. La casa
estaba en silencio a su alrededor, sabía que debía ser
después de la medianoche.
 
Su frenético entrenamiento no había ayudado mucho. Ni
siquiera había borrado el hecho de que ésta era la noche en
que llevaría a Willow al hotel, de modo que finalmente
podrían tener la intimidad que ambos habían estado
anhelando. Realmente había comprado flores para poner en
la habitación, chocolates, que ahora la criada o alguien, se
comería. Había querido que fuera tan increíblemente
especial para los dos, pero especialmente para Willow.
 
Y en su lugar, ella había estado con Seb.
 
Oh Dios, no pienses en esto. Él arrugó la camisa y la lanzó
al otro lado de la habitación. Sin descanso, subió a la sala
de televisión, donde se sentó en el sofá y abrió el portátil
de Brendan, estudiando los planos una vez más.
 
Cuando los miro por primera vez, el alivio había sido casi
indescriptible. Esto era exactamente lo que había
necesitado: alguien en el interior, metiéndolos en calidad
de invitados. El ataque en realidad podría tener éxito
ahora, Charmeine el ángel pícaro había pensado en todos
los detalles imaginables. Cualquier duda que pudiera haber
tenido acerca de la autenticidad de la información había
desaparecido mientras leía las notas, Charmeine
claramente quería que el Consejo muriera tanto como ellos
lo hacían. Los pases VIP significaban que podían entrar
directamente a través de la entrada principal sin ser
detenidos. También había planos de la zona VIP, un
calendario de eventos de la tarde, notas que señalaban
dónde tendrían lugar las audiencias privadas y en qué
momentos. Lo mejor de todo, el equipo ahora tenía una
audiencia privada con el Consejo mismo.
 
La primera audiencia privada será para la "Universidad de
la Ciudad de México". Estos son ustedes, decía una nota.
Mantengan sus mentes tan en blanco como sea posible y
esperen hasta que estén hablando para abrir fuego, para
atraparlos con la guardia baja. No duden. Los Doce tienen
muy fuertes habilidades psíquicas, aunque no sabemos si
estas se extienden a los seres humanos. Es esencial que se
conduzcan, sin dejar nunca que ellos tomen la delantera o
de lo contrario el equipo va a ser ejecutado sumariamente y
la humanidad no tendrá una oportunidad.
 
Alex golpeó su pulgar contra su boca mientras leía,
frunciendo el ceño al imaginarse la escena. Si el brazo de
Wesley no estaba curado para entonces, habría seis de ellos
en contra de los Doce. La práctica de tiro al blanco que
habían hecho antes se había centrado en eso, todos ellos de
pie en una línea, cada uno iría por sus dos objetivos
específicos. El equipo ya era lo suficientemente competente
como para que ésta ligera variación en sus habilidades no
los hubiera perturbado, todos habían estado actuando en
más de un noventa por ciento en el momento en que
finalmente había llamado a un alto. Con suerte Wesley
estaría bien, sin embargo, realmente podría usar un
hombre limpieza de pie a un lado, para disparar a cualquier
ángel que los otros podrían haber perdido. Si Wesley seguía
herido, entonces, Alex tendría que llenar ese papel él
mismo, clavando sus dos ángeles rápidamente y luego
yendo tras cualquier otro.
 
Más temprano, había traído el archivo de papel que Willow
le había dado aquí también y ahora se inclinó hacia la mesa
del café y lo abrió de nuevo. Ni él ni Kara podían leer
español casi tan bien como lo hablaban, pero podía
distinguir lo suficiente para ver que la mayoría de los
detalles eran los mismos que en el dispositivo de memoria.
La única discrepancia era era con uno de los pasillos. El
archivo informático decía que deberían salir por esa ruta
para llegar a los ascensores de forma rápida, el archivo de
papel decía que había renovaciones y que la puerta en ese
extremo estaba bloqueada. Sin embargo, el archivo de
computadora, claramente, estaba más actualizado, el
trabajo debía haber sido completado por ahora.
 
Mientras volvía a mirar la computadora portátil, Alex
recordó de repente lo que Sophie había dicho sobre algún
tipo de propuesta para él. En la pantalla del menú
principal, encontró un archivo que no había notado antes:
Nevada.
 
Hizo clic para abrirla y descubrió planos que indicaban un
campamento bajo tierra en el desierto, un enorme y
extenso búnker, un lugar, elegante y moderno. Mientras
leía, supo que había sido utilizado para algún tipo de
entrenamiento militar y ahora estaba en manos de la CIA,
que al parecer había estado considerando mover el
campamento de su padre hasta allí.
 
Estaba totalmente equipado con equipo de supervivencia y
armamento, con la adición de hologramas para el
entrenamiento, sería una base perfecta para los AK, leeyo
una nota de Sophie. Había un conocimiento limitado de la
instalación, incluso cuando el Proyecto Ángel estaba en
marcha, estoy razonablemente segura de esta información,
junto con los códigos de acceso contenidos aquí, ahora son
conocidos sólo por mí.
 
Razonablemente segura, genial. Ya tengo una base,
pensaba Alex mientras movía el portátil a un lado. Además,
ellos sólo necesitaban un lugar para operar por si no
mataban al Consejo y si ese fuera el caso, las
probabilidades de los AKs incluso estando alrededor más
adelante parecían bastante delgadas.
 
En pocos días, podría morir.
 
Alex se dejó caer en el sofá, mirando al techo. Ser criado
como un Asesino de Ángeles significaba que, en el fondo,
siempre había esperado morir joven y que no le importaría,
no si libraba al mundo de los ángeles. La única vez que
había querido más había sido en estos últimos meses con
Willow, cuando el deseo de realmente estar el tiempo
suficiente para tener una vida con ella, ver su sonrisa
cuando ella se despertara junto a él todas las mañanas,
escuchar su risa, le había dado a su lucha contra los
ángeles más propósito que nunca antes. Incluso ahora, la
amaba tanto que lo más importante en su mente era la
alegría de que ella no estaría allí para el ataque del
Consejo. Que sin importar lo que pasara, al menos ella
estaría a salvo.
 
Dios, que tonto era cuando ella estaba con Seb en este
mismo segundo. Cerró los ojos contra el agudo giro de
dolor.
 
-Hey- susurró una voz suave. El cojín se hundió cuando
alguien se sento a su lado.
 
Sus ojos se abrieron. Kara estaba allí, vestida con los
pantalones cortos y la camiseta que usaba para dormir.
 
-Vine a la cocina y vi la luz encendida- explicó, metiendo
sus largas piernas debajo de ella.
-¿Estás bien?
-Bien- Se quedó desplomado donde estaba, sin molestarse
en enderezarse. Distantemente, se dio cuenta de que la
casa se sentía fría ahora, el aire pinchando en su pecho
desnudo.
-No podría estar mejor.
 
Kara se quedó en silencio durante un largo rato. Sin
maquillaje, las líneas dramáticas de su cara parecían más
suaves, más vulnerables.
-Yo sé cómo te sientes- dijo finalmente.
-En serio lo hago, Alex. Nunca te lo dije, pero ¿te acuerdas
de David?
 
Al principio Alex no lo hizo. El campamento en Nuevo
México había sido el hogar de cientos de potenciales AK a
lo largo de los años. Muchos de ellos no tenían lo que se
necesitaba y terminaban siendo escoltados de nuevo sin
haber sabido exactamente dónde estaba el campamento, en
caso de que más tarde consiguieran una quemadura de
ángel y trataran de confesarlo todo. Entonces recordaba
vagamente un tipo bien parecido con hombros anchos y
pelo rojo, como un vikingo.
 
-¿No era un jugador de fútbol americano universitario, o
algo así?- preguntó.
-Ese es él- dijo Kara con una sonrisa sin sentido del humor.
-Señor. Todo americano. De todos modos, tuvimos una cosa
por un tiempo. Y ¿qué puedo decir? Me enamoré de él, total
y completamente enamorada de él. Pensé que él sentía lo
mismo, pero...
 
Alex no dijo nada los recuerdos comenzaban a regresar.
David había terminado dejando el campo de forma
inesperada con una AK casada llamada Susie, el chisme
había zumbado alrededor del campo durante varios días.
 
-¿Sabias algo sobre Susie?- Preguntó después de una
pausa.
 
Kara sacudió la cabeza.
 
-Nop. No tenía ni idea. Más tarde descubrí que ni siquiera
había sido la única. Me sentí como si... Su voz se
desvaneció, a continuación, se aclaró la garganta.
-¿Y sabes qué? Lo estúpido es que una parte de mí todavía
lo ama. Me refiero, a que le escupiría en la cara si lo
volviera a ver, pero todavía lo amo. Casi tanto como lo odio.
-Sí- murmuró Alex. Eso lo resumía, bastante. Él moriría por
Willow, incluso ahora, pero él lo decía en serio cuando dijo
que no quería verla de nuevo.
 
Kara estaba sentada de lado en el sofá, con las piernas
todavía dobladas debajo de ella.
 
-Jake fue muy bueno, ya sabes, después de todo eso- dijo.
-Él me dejó llorar en su hombro tantas veces. Fue entonces
cuando empecé a pensar que tal vez algún día... Miró hacia
abajo.
-Tu hermano realmente era un buen tipo- dijo finalmente.
-Lo extraño.
-Lo sé- dijo Alex.
-También, lo echo de menos- Se preguntó que habría dicho
Jake sobre Willow. Después de que hubiera terminado de
patear el culo de Alex, por estar involucrado con una mitad
ángel en primer lugar, tenía la sensación de que Jake lo
habría llevado a emborracharse unas cuantas veces. Y
traería un montón de chicas guapas a su mesa, como si
Willow pudiera ser remplazada por cualquier persona con
dos cromosomas X.
 
Se dio cuenta de la quietud de la casa. Volvió la cabeza y
miró a Kara. Estaba sentada muy cerca, sus ojos castaños
fijos en los suyos, podía oler el aroma suave de su loción
corporal.
 
Ella vaciló y luego en cámara lenta, extendió la mano y le
acarició el brazo desnudo. Cuando llegó a su tatuaje,
exploró como si nunca lo hubiera visto antes, trazando sus
letras. El calor de sus dedos era como pequeños soles.
 
-¿Recuerdas la fiesta de Navidad de aquella vez?- Preguntó.
 
Sabía inmediatamente a lo que se refería, sólo habían
pasado unos meses desde que Kara había llegado al
campamento. Ella se había puesto un sombrero de Santa y
lleva alrededor una rama de muérdago, dando a cada uno
besos rápidos, riendo. Incluido él, su primer beso jamás.
Los otros AK habían pensado que era divertido, él sólo
había querido quitarle el muérdago y hacerlo de nuevo.
 
Kara todavía tenía la mano en su brazo, arrastrando sus
dedos hacia atrás y adelante.
 
-Sí, me acuerdo- Su voz era áspera.
-Al, escucha- dijo en voz baja.
-Sé que todavía estás enamorado de ella. Pero tú y yo
realmente nos preocupamos el uno por el otro, y en unos
pocos días ambos podríamos estar muertos. Tal vez
podríamos simplemente... mantenermos calientes
mutuamente, por un tiempo.
 
El dolor y el anhelo se mezclaban dentro de él, de modo
que de repente, su corazón latía con fuerza. Se había
preguntado desde que tenía catorce años lo que sería con
Kara. Entonces ¿Por qué no, cuando la chica que amaba
yacía en los brazos de otra persona en este momento?
¿Porque diablos no?
 
Pero por alguna razón, las palabras Sí, gran idea no
afloraron.
 
La habitación se llenó de tensión, como el aire antes de una
tormenta. Mirando hacia su mano, Kara la deslizó
lentamente por el pecho de Alex, centímetro a centímetro.
Hundiéndose arriba y abajo sobre sus músculos, haciéndolo
estremecerse. Finalmente su palma llegó a su otro hombro
y se detuvo. Durante un largo momento sus ojos buscaron a
suyos... y luego se inclinó y lo besó.
 
Alex se quedó muy quieto. Sus labios eran tan suaves, tan
gentiles y ésta era Kara, Kara por quien solía quedarse
despierto por las noches pensando en ella. Él estaba
disfrutando de esto, se dijo, una chica preciosa por quien
había tenido un flechazo durante años, lo estaba besando,
por supuesto que lo estaba disfrutando.
 
La imagen salió de la nada: Willow, sentada en la mesa de
picnic en Chihuahua. La suavidad de su cuello bajo su
palma mientras él la besaba, su risa mientras se quejaba de
que sus labios eran demasiado picantes.
 
Se apartó casi con dureza. Kara se echó hacia atrás con
sorpresa, con los ojos abiertos.
 
-Lo siento- murmuró. Su garganta estaba tan apretada que
apenas podía hablar.
-No puedo. Simplemente no puedo.
 
Tumbado en la cama más tarde, Alex se quedó mirando sin
ver en la oscuridad y se pregunto qué era exactamente, lo
que estaba mal con él, que ni siquiera podía obligarse a
besar a otra persona. Como si pensara que estaría
engañando a Willow o algo así, cuando ella lo había
arrojado tan completamente como era posible ser lanzado.
Cuando según ella, lo había utilizado durante semanas, sólo
para llegar a Seb.
 
No podía creerlo. Todavía no lo podía creer.
 
Despierta, sucedió, se dijo Alex con dureza. De todos
modos, al diablo con esto. Tenía un equipo del que cuidar.
Tenía que estar allí para ellos estos próximos días, eso era
lo único que importaba. Pensando en el próximo ataque,
Alex estaba al tanto del mismo temor que Willow había
percibido en él esa noche lejana en Nuevo México. Pero
todo el mundo iba a estar bien, se aseguraría de ello. Él
podía morir, eso estaba bien pero no su equipo. Haría todo
lo posible para mantenerlos a salvo.
 
Y si todavía tenía una vida una vez que esto hubiera
terminado, entonces él continuaría con ello y se olvidaría
de Willow.
 
Tuvo un repentino destello de ella tendida a su lado, tan
vívido que casi podía oler su champú, sentir el calor de su
piel sedosa. El recuerdo lo atravesó. Sí, claro, se olvidaría
por completo de ella. Nada de eso. ¿A quién quería
engañar? La única manera de conseguir sacar a Willow de
su mente sería tener un trasplante de cerebro y aún así,
tenía la sensación de que todavía estaría enroscada
alrededor de su corazón y su alma para siempre.
 
 
 
Capítulo 27
 
Raziel
 
 
Raziel podía ver la Torre Mayor desde la ventana de su
hotel: una torre verde curvada que captaba los rayos del
sol como una promesa. Había un minibar en la habitación,
se sirvió una copa de coñac mientras contemplaba la vista,
haciendo girar el líquido dorado en un vaso de cristal
tallado. Los ángeles no podían emborracharse, por
supuesto, pero el sabor de algo tan caro y de época, era
agradable. Tomo un sorbo lento, saboreando,
entrecerrando los ojos ante la torre al recordar cómo el
Consejo lo había amenazado en su propia catedral, los
insultos que habían estado echando sobre su liderazgo
desde que habían llegado.
 
El Zócalo, con su catedral convertida, también era visible,
el exterior del edificio parecía plácido e imperturbable
incluso después del ataque terrorista a principios de esa
semana. Raziel tomó su forma sólida y antigua, pensando
en cómo los Doce habían designado a Tyrel como jefe de la
Iglesia en México sólo para insultarlo. Por no hablar de la
"promesa" televisada de su fallecimiento. Oh, él estaba
esperando a esta tarde, de acuerdo. Sin importar lo que
pasara, él estaba esperando con mucha ilusión.
 
Por suerte, el caos causado por el ataque terrorista no
había impedido que Sophie Kinney se encontrara con Kylar,
era un alivio tener la información de forma segura en las
manos de los asesinos de ángeles. Sophie se sorprendió al
descubrir que su papel en la operación estaba llegando a su
fin, aunque Raziel había hecho los honores él mismo, el día
anterior, pocas horas después de llegar a la Ciudad de
México. Cuando se había deslizado en su habitación de
hotel en su forma de ángel, ella había estado sentada
acurrucada en un sillón, viendo la televisión en tensión. Se
había enganchado a su mente con un suave resplandor.
 
-Hola, querida... nos encontramos en el pasado- había dicho
mientras se dirigía hacia ella.
 
Ella había sabido quién era inmediatamente, pero había
sido incapaz de hacer más que mirarlo boquiabierta.
 
-Tú... pero como... tartamudeó ella, mirando su forma
radiante.
-Sí, soy yo- dijo con suavidad, tratando de alcanzar su aura.
-Tengo mis maneras. Soy un ángel, ya sabes.
 
Era un fastidio, resultó que Nate la había movilizado, por lo
que su energía era tan desagradable que Raziel sólo había
sido capaz de alimentarse por un segundo antes de romper
con desagrado. Así que, en vez de eso, simplemente había
tenido que despacharla, bruto, pero eficaz. Había dejado a
Sophie todavía sentada en su silla, luciendo mucho más
tranquila que cuando la había encontrado. Un infarto. Qué
pena, en alguien tan joven. Sin embargo, los fumadores
eran propensos a ellos.
 
Raziel se apoyó en el alféizar de la ventana, con una mano
casualmente en el bolsillo de su chaqueta mientras tomaba
otro sorbo de su bebida. Los AK debían estar preparándose,
el ataque estaba sólo un par de horas de distancia. Era
irritante que no podía saber con seguridad, ahora que
Willow se había separado de los demás. Ella y el otro mitad
ángel, habían regresado a su escondite en Tepito, el chico
era tan ingenioso como Kylar, a su manera. Raziel no había
estado comprobando a su hija tanto desde entonces, había
encontrado su angustia de estos últimos días bastante
tediosa.
 
A pesar de ello, pensando en la próxima muerte de Willow,
Raziel sintió una punzada casi como de pesar. Después del
ataque, si su apuesta iba como se esperaba, estaría a la
mano para eliminar metódicamente a los Asesinos de
Ángeles, atrapados como ratas en su pasillo sin salida. La
muerte de Kylar, por supuesto, sería tan placentera como
testificar la del Consejo, pero de una manera extraña, sabía
que echaría de menos a Willow, se había acostumbrado al
funcionamiento de su mente. Tenía pocas dudas de que ella
estaría allí para el ataque, independientemente de lo que
había sucedido entre ella y Kylar. Estaba decidida a tomar
parte en ello y como él propio Raziel, las cosas sobre las
que estaba decidida tendían a suceder. Empezó a
sumergirse en sus pensamientos de nuevo, luego se
contuvo, se sentía un tanto morbido, cuando sabía que su
hija estaba a punto de morir. Sin embargo, no podía negar
que tenía curiosidad por verla cara a cara otra vez, esta
chica a la que ahora conocía tan bien.
 
Lástima. Pero no importa.
 
Contemplando las líneas elegantes de la Torre Mayor,
Raziel apuró su bebida y dejó el vaso vacío en el alféizar de
la ventana. Mientras lo hacía, cogió el borde del alféizar y
el cristal se rompió en su mano. Siseo entre dientes cuando
una daga de cristal cortó profundamente en la parte
carnosa de la palma de su mano. Jurando, entró en el baño
y sacó el vidrio, su mano palpitaba mientras cintas de
sangre corrían hacia abajo. Su cuerpo humano podía sentir
placer, la molesta correlación era que también podía sentir
dolor. Al menos sabía que la sangre se detendría
rápidamente.
 
En el momento en que se marchara para ir a la Torre
Mayor, sería como si nada hubiera pasado en absoluto.
 
 
Willow
 
Seb y yo estábamos en el metro cuando ocurrió.
 
Habíamos estado sentados en el traqueteado vagón del tren
sin decir mucho, lo cual no era raro ahora. A veces en estos
últimos días, había sido todo lo que podía hacer para
mantener una conversación con Seb en absoluto, cuando
antes no había habido suficientes horas en el día para que
hablaramos. Cuando se sentó a mi lado, pude sentir la
profundidad de su tristeza por esto, que haría cualquier
cosa en el mundo para tener nuestra amistad de regreso
como estaba. No pude ayudarlo. Sabía que era yo la que
había cambiado, pero me sentía demasiado maltratada en
mi interior para tratar de averiguar por qué, o cómo podría
ser capaz de solucionarlo. Todo lo que podía ver era la
expresión de dolor aturdido que había estado en los ojos
gris azulado de Alex. Eso hizo que mi corazón se sintiera
como una pequeña criatura, herida que se había hecho un
ovillo, lloriqueando, en la esquina.
 
El ataque era en menos de dos horas.
 
Habíamos ido de compras más temprano, con lo que era
casi lo último de nuestro dinero, por lo que podríamos
mezclarnos con los otros en la recepción. Miré hacia abajo
a la ropa que llevaba: un pantalón negro con un top de
color turquesa. Era extrañamente una reminiscencia de lo
Bet Hartley había estado llevando toda una vida atrás de
regreso en Pawntucket, cuando le había dado una lectura y
había visto un ángel, su resplandor reflejado en el agua
brillante de un arroyo. Eso era lo que había empezado todo
esto, así que era una especie de ajuste que lleva casi la
misma cosa ahora.
 
Nuestro plan, tal como estaba, era volver a la casa y
unirnos al equipo cuando salían para el ataque, era a donde
íbamos ahora. No tenía ni idea de cómo iba a reaccionar
Alex cuando nos viera. Pero independientemente de lo
agónizante que era todo esto entre él y yo, él debía saber
que iba a necesitar a cada persona que pudiera ayudar en
el ataque, era demasiado buen líder para no hacerlo.
Imaginarme verlo de nuevo hizo que mis venas se
convierten en hielo. Si el odio todavía estaba en sus ojos,
pensé que me mataría verlo.
 
Tratando de no pensar en ello, me quedé mirando el sucio
mapa del metro en la pared. Desde que salimos de la casa
AK, Seb y yo habíamos estado pasando el rato en el puente
en el parque de Chapultepec un montón, viendo la Torre
Mayor. No estoy realmente segura de lo que esperábamos
lograr, sobre todo era simplemente algo que podría ser
vagamente útil.
 
Pero lo que estaba pasando ahí se sentía... raro. En
realidad, también lo hacía toda la ciudad. Tal y como había
notado un par de días antes, la energía se sentía diferente,
más tranquila, más que nunca ahora. Esa sensación de
"Nueva York en una juerga de cafeína" había desaparecido.
Y cuando miré a la Torre Mayor, seguí recibiendo una
imagen mental extraña: las raíces se encrespaban hacia
abajo, espesas y relucientes espirales de energía que se
entrelazaban profundamente bajo tierra y luego se tejían
bajo la ciudad en un denso enredo. Muy lejos, en la
distancia, tan sólo podía detectar brotes más finos que iban
de aquí para allá, en todas las direcciones.
 
-¿Qué crees qué son?- pregunte a Seb con inquietud cuando
los habíamos advertido por primera vez. Era casi la única
cosa que nos habíamos dicho el uno al otro en una hora.
También estábamos parados en prácticamente el mismo
lugar donde Alex nos había atrapado sosteniendo nuestras
manos ese primer día, aparte el pensamiento con una
punzada dolorosa.
 
Seb había sacudido la cabeza, mirando hacia arriba.
 
-No sé- había dicho al fin. -Pero se sienten... vivas.
 
Ninguno de nosotros había dicho otra cosa, pero mi cuero
cabelludo se había enfriado, era exactamente la palabra
correcta. En el metro ahora, me senté en tensión en el
asiento de plástico duro, preguntándome de nuevo lo que
estaban haciendo los Doce. Las raíces que habían
depositado se sentían prácticamente pulsando con un
propósito, su energía una parte de la tierra. Como si la
energía del Consejo hubiera sido parte de la tierra todo el
tiempo.
 
Un cantante de mariachi que rasgueaba una guitarra
estaba vagando por el tren. Su voz temblorosa golpeo en mi
cráneo como un mal sueño. A mi lado, Seb tenía su mochila
con todas nuestras cosas en ella, ninguno de nosotros había
querido dejarla atrás, sería tanto como admitir que
podríamos no sobrevivir a esto. Su navaja estaba de vuelta
en su bolsillo también, Kara la había dejado tirada en su
cama en la casa AK, donde la había encontrado cuando fue
a recoger sus cosas. Podía sentir lo consciente que estaba,
su conocimiento de que probablemente pronto tendría que
usarla.
 
Echando un vistazo al perfil de Seb, era muy consciente del
silencio entre nosotros. Lo odiaba, cuando ambos podíamos
estar muertos tan pronto pero de alguna manera todavía no
podía pensar en nada que decirle. Era como si hubiera un
muro que nos separaba ahora, y era incapaz de romperlo, a
pesar de que lo había puesto yo misma.
 
Empecé a espolearme para decir algo de todos modos, ni
siquiera recuerdo qué. Antes de que pudiera, jadee y
agarre mi mano.
 
Dolor, me corté. Un trozo de cristal, el alféizar de una
ventana. Miré hacia abajo en confusión, esperando ver la
sangre corriendo por mi palma.
 
-¿Willow?- Dijo Seb, que me miraba con el ceño fruncido.
 
Negué con la cabeza mientras pasaba mis dedos sobre mi
piel intacta, medio segura de iba a encontrar el cristal que
sobresalía. Podía sentirlo allí, no, estaba siendo extraído.
Apreté los dientes ante la sensación de deslizamiento, la
cálida oleada de sangre. Un fregadero que era de una losa
blanca con estilo. Remolinos de agua de color rosa por el
desagüe. Lo bueno es que va a parar pronto, no luciría
menos que perfecto cuando el Consejo muera, ¿verdad?
Después de todo, podría ser mi primer momento como el
nuevo Jefe Seráfico.
 
Las imágenes y la voz interna se desvanecieron, dejándome
tambaleante. Raziel.
 
-Willow, ¿qué ocurre? ¿Qué estás viendo?- la voz de Seb se
había vuelto urgente sobre el ruido del tren, comenzó a
alcanzar mi brazo y luego retrocedió.
-Espera- murmure.
-Sólo tengo que...
 
Pensamientos embrutecidos me invadían: el flujo de
energía de mi primera noche en la Ciudad de México, tan
fuerte y palpitante que había temido que pudiera
ahogarme, la forma en que había goteado a nada segundos
más tarde. Esa sensación de ser observada a veces. La
angustia de mi ángel y la forma en que lo que le había
estado molestando acababa de desaparecer, en el momento
en que Seb y yo fuimos a buscar.
 
El tren, la gente, todo había adquirido un borde surrealista.
Cerré los ojos y busque fervientemente, una vez más,
sintiendo mi frustración aumentar con cada segundo. No
había nada allí. Pero sentí a Raziel, lo que estaba haciendo,
lo que estaba pensando. Él estaba allí de alguna manera,
tenía que estar.
 
Y entonces se me ocurrió. Si no lo podía encontrar dentro
de mí... entonces tal vez yo estaba dentro de él.
 
Encendí mi conciencia desde adentro hacia afuera y traté
de sentir mi propia energía, del mismo modo que buscaba a
Alex, a la deriva, buscando, dejandolo venir. Después de un
momento, apareció un aleteo de plata y lavanda. Tragué
saliva mientras contemplaba su luz suave, preguntándome
si mi presentimiento era cierto. Instintivamente, sabía que
tenía que ser muy, muy cuidadosa.
 
Con sólo el menor empujón de mis pensamientos, toqué la
veta de energía... y me encontré en la mente de Raziel. Un
mundo con torres altas y seres con túnicas, un anfiteatro
donde las conferencias se daban psíquicamente y todo era
tan aburrido, aburrido, la pared entre los mundos por
donde se había pasado miles de veces para disfrutar de la
humanidad.
 
El conocimiento fluía en mí como el agua que se vierte en
un vaso. Contuve mi aliento, congelado por el shock. Oh,
Dios mío, no sólo era que había una chispa de mí en Raziel,
había una chispa de él en mí, también. La náusea se
levantó en mi garganta cuando me di cuenta de que me
había estado espiando todo el tiempo, recogiéndo todos mis
pensamientos privados, mis sentimientos. Conociendo
todos nuestros planes. Y ahora podia ver los suyos. Sophie,
un lápiz de memoria. Direcciones falsas para escapar.
 
Me sentí mareada cuando los detalles barrieron sin
descanso por encima de mí. Era una trampa. Destruir el
Consejo podría no matar a todos los ángeles, después de
todo, sólo era una posibilidad. Y cuando llegaran los demás,
mi sangre se congeló.
 
Uno de ellos mostro el temblor de la tierra, las ciudades
más importantes de todo el mundo se derrumbaron en
polvo.
 
Me senté aturdida, sin dar crédito a lo que estaba
recibiendo. Esto no podría ser verdad, simplemente no
podía ser. Tantas personas podrían morir. A Raziel ni
siquiera le importaba. Si esto ocurría, él pensaba algunos
ángeles supervivientes todavía tendrían mucho para
alimentarse, especialmente con la forma en que "las
criaturas" se reproducían. Y sin importar qué, seguramente
la Ciudad de México se iría si el Consejo era asesinado,
esas raíces de energía que habían tejido profundamente
debajo de la superficie de la ciudad lo garantizaban.
 
Mi estómago se revolvió. Al segundo de que tenía todo, me
desprendí de la mente de Raziel y volví a la mía. Tenía que
deshacerme de él, sacarlo de mí ahora.
 
Se había escondido tan, tan bien, situado profundamente
en mi conciencia. Nunca hubiera imaginado que la pequeña
llama de su energía estaba allí en un millón de años. Plata
vibrante, con un tinte púrpura. Lo borre de su escondite,
odiando su ambiente familiar. Con un aleteo urgente, mi
ángel apareció, ahuecada en sus manos resplandecientes,
la chispa brillaba más y luego se desvaneció. Raziel no
podía espiarme más pero era un poco tarde para eso.
 
Mis ojos se abrieron. El pánico se estrello a través de mí,
me quedé mirando ciegamente el tren abarrotado del
metro, el cantante de mariachi que seguía paseando. Seb
se sentó medio retorcido en su asiento, con las manos
agarrando las mías. No sabía cuánto tiempo había estado
sosteniendolas, pero por la expresión de su cara, el tiempo
suficiente. Él parecía tan enfermo y pálido como yo.
 
Casi no podía pronunciar las palabras.
 
-¿Seb lo has visto...?
-Sí, lo vi- dijo con gravedad, justo cuando el vagón llegó a
nuestra estación. Cogió su mochila del suelo con el pie.
-El DF a ciencia cierta y tal vez incluso más.
-¡Tenemos que llegar a la casa a tiempo! Tenemos que
detenerlos- Salté de mi asiento y empuje a través del vagón
lleno de gente, con Seb justo detrás de mí, llegamos a la
plataforma corriendo y golpeamos las escaleras de
concreto hacía la calle. Todo lo que pasamos, cada coche,
cada persona, de repente parecían tan vulnerables como
una cáscara de huevo. Mis pulmones ardían mientras
corríamos hacia la casa y de una manera extraña era casi
como el primer día, cuando corríamos tras los ángeles a
través del parque.
 
Excepto que, si no lograbamos detener el ataque ahora,
Alex y los demás iban a morir... y también millones más.
 
 
Alex
 
 
-Bueno, creo que eso es todo- dijo Alex.
 
Él acababa de terminar de poner la bolsa de Kara en la
parte trasera de la furgoneta blanca de Juan junto con el
resto de su equipaje. Al salir, levantó la vista hacia la casa,
tratando de pensar si habían olvidado algo. Por la mañana,
se le había ocurrido de repente, que después del ataque no
habría ninguna razón para permanecer en la Ciudad de
México. Ya sea que habían tenido éxito, en cuyo caso todos
se dirigirían a casa a los EE.UU o de lo contrario estarían
en la corriendo por sus vidas, necesitarían salir como el
infierno de la ciudad de todos modos.
 
Había una tercera opción, por supuesto. Él apretó la
mandíbula y la ignoró.
 
-Bien. Estamos casi listos, entonces- dijo Kara. Sus uñas
eran rojas de nuevo hoy, con pequeñas motas como
diamantes, a juego con su brillante top rojo.
Afortunadamente, las cosas no habían estado demasiado
incómodas entre ellos desde la otra noche, aunque Alex
tenía la impresión de Kara pensaba que era una especie de
idiota por no tomar lo que había estado ofreciendo y
simplemente disfrutar de ello. En realidad no podía
discutir.
 
Sam apareció, llevando una caja de cartón en el hombro.
 
-¿Tenemos espacio para esto?
-¿Qué es?- Preguntó Alex.
-Sólo algunos de los suministros de alimentos. Tentempiés
para el camino.
 
La decisión de que debían hacer las maletas había sido
cumplida con evidente alivio por el resto del equipo.
Aunque Alex no había esperado que actuara como un
aumento de moral, obviamente lo tenía, le daba al ataque
de esta tarde una sensación de cuando tengamos éxito, en
lugar de si.
 
-Sí, creo que hay lugar- Kara pasó junto a él para ahondar
en la furgoneta, cambiando la tienda de campaña y sacos
de dormir de Alex a un lado. Alex apartó la mirada,
recordando estar acostado en esa tienda de campaña con
Willow. Si seguía vivo después del trabajo de hoy, pronto
estaría poniendo cientos de kilometros entre ellos, sin tener
idea de donde estaba nunca más. Francamente, era parte
del atractivo de despegar. Quería alejarse lo más posible de
los recuerdos de Willow.
 
-Todavía pienso que deberíamos robar el 4 x 4- dijo Sam,
pasando la caja a Kara.
-Hombre, he viajado en esta furgoneta. Es como rodar en
una caja de canicas.
-Vamos a estar bien- dijo Alex. Tenía las llaves del 4 x 4 en
el bolsillo, iba a seguir a los demás a la Torre Mayor para
devolverlo a Sophie.
 
Los demás se habían desplazado y estaban de pie en el
camino. Ahora que el tiempo estaba casi aquí, el ambiente
era una mezcla pulsante de anticipación, miedo y
excitación. Todo el mundo parecía inusualmente brillante,
como un grupo apunto de ir a entrevistas de trabajo. Todas
las chicas llevaban pantalones esta vez en lugar de
vestidos, la necesidad de sacar sus armas con una completa
falta de torpeza habia superado a la moda. El propio Alex
llevaba unos pantalones grises y una camisa azul oscuro.
Había considerado una corbata, pero decidió no hacerlo ya
que nunca había usado una en su vida y no iba a empezar
ahora, en lo que podría ser el último día de su vida.
 
Wesley estaba flexionando su brazo.
 
-¿Seguro que estás bien?- Preguntó Alex en voz baja.
Aunque Wesley afirmó que su lesión estaba curada ahora,
Alex no estaba convencido.
-Estoy bien- dijo Wesley. Miró de reojo a Alex levantó una
ceja arqueada, con una ligera sonrisa.
-Así que no te molestes conmigo ¿de acuerdo?
 
Alex era dolorosamente consciente de que Wesley fue uno
de los mejores tiradores que tenía, pero si él no estaba
funcionando plenamente todavía, de ninguna manera
quería enviarlo ahí.
 
-Wes, si no estás seguro, tienes que decírmelo ahora.
 
Los ojos marrones de Wesley destellaron.
 
-Escúchame. Estoy seguro. No me hagas esto, hombre.
Sabes por qué tengo que estar allí hoy. Entiendes mejor
que nadie.
-Sí, lo entiendo- dijo Alex en voz baja. Se sentía de la misma
manera, lo que había sucedido a su propia familia era la
mitad de la razón por la que estaba haciendo esto.
-Pero si tu objetivo esta fuera...
-Entonces tal vez morire- irrumpió Wesley. Su voz era baja,
feroz.
-Y quizás no me importe mucho si lo hago, y tal vez,
prefiero estar ahí que intentando cualquier otra cosa en
toda mi lastimera vida ¿de acuerdo?
 
Alex dejó escapar un suspiro. La dura verdad era que no
estaba en condiciones de decir que no a alguien que estaba
dispuesto, incluso lesionado, Wesley podría ser una gran
ventaja. Y más que eso, no creía que realmente tuviera el
derecho de decirle al chico que no podía venir, cuando
significaba tanto para él y era consciente de los riesgos.
 
-Sí, está bien- dijo finalmente. Alivio barrió por la cara de
Wesley, él asintió en silencio.
 
Trish se aclaró la garganta. Ella estaba de pie a un lado,
por su expresión de dolor Alex podía decir que había oído
algo de su conversación.
 
-¿Entonces... estamos casi listos?- Alex echó un vistazo a su
teléfono, comprobando el tiempo.
-Casi. Voy a mirar a través de la casa de nuevo, asegúrense
de que no hemos olvidado nada.
-Estoy segura de que no lo hemos hecho- dijo Kara,
saliendo de la furgoneta.
 
Se dirigió hacia el interior de todos modos. Mientras
vagaba por las habitaciones vacías, el lugar parecía un
fantasma de sí mismo, como si todo lo que había sucedido
allí hubiera sucedido hace mucho tiempo, a otras personas.
La mesa de la cocina, donde habían hablado, reñído e
incluso reído de vez en cuando. El campo de tiro, donde
había hecho sus primeros anuncios como el líder y luego
pasaba horas entrenando al equipo, los vio unirse poco a
poco, aprender a ser AK reales en lugar de sólo
observadores de ángel con armas de fuego. Puedo estar
orgulloso de eso, pensó, mirando a los objetivos inmóviles
que colgaban en sus cadenas. No importa qué, realmente
puedo estar orgulloso de eso.
 
Su dormitorio.
 
Alex se quedó inmóvil frente a la puerta mientras él la
tomaba. La habitación estaba llena de Willow. Tenía un
destello de su robo en una mañana: la mirada en sus ojos
mientras ella se deslizaba en la cama con él, el olor de ella
cuando él frotaba sus labios contra su cuello. Con una
mueca, sacudió el recuerdo. De acuerdo, esto había sido
una mala idea. Él se apartó de la jamba de la puerta y luego
se detuvo, mirando hacía su estante.
 
El collar de Willow seguía allí, donde lo había tirado
después de encontrarlo en la mesa de la cocina.
Deliberadamente no lo había empacado hoy. Ahora se daba
cuenta con la sombría certeza de que esto era por lo que
había vuelto. De alguna manera, no podía dejarlo atrás.
Sintiéndose más idiota que nunca, lo metió en el bolsillo,
maldiciendo a los recuerdos unidos a la cosa. Lo que sentía
por Willow parecía como una enfermedad ahora. Él nunca
quiso estar enamorado de nuevo, no valía la pena. Sin
embargo, el collar permanecía en su bolsillo.
 
Él volvió a salir.
 
-Estamos listos- dijo escuetamente.
 
Kara asintió y cogió las llaves, ella iba a conducir la
furgoneta. Cuando todo el mundo empezó a subir, Alex se
aclaró la garganta.
 
-No, espera un segundo. Chicos, escuchen... pase lo que
pase, estoy orgulloso de ustedes, ¿de acuerdo? La forma en
que se han entrenado estos dos últimos meses ha sido
increíble. Son todos buenos AK ahora, realmente buenos.
Podemos hacer esto, cada uno de ustedes tiene lo que se
necesita.
 
El grupo se había quedado muy quieto mientras hablaba,
expresiones variadas de orgullo tímido en sus rostros.
Desde el asiento del conductor, los ojos castaños de Kara se
encontraron con los suyos. Tenía la repentina sensación de
que estaba pensando en su padre y la parte trasera de su
cuello se calentó.
 
-Sí, sí, suficiente de cosas sensibleras- dijo Sam finalmente.
-Nosotros también te queremos, idiota. Ahora vamonos,
vamos a salir como el infierno de aquí y matar a algunos
ángeles.
-Matar a todos los ángeles- corrigió Liz con firmeza.
-Sí matarlos a todos. ¡Yee-haw!- Bramó Sam hasta el techo
de la furgoneta.
 
De repente, el estado de ánimo era exuberante. Alex sabía
que no duraría, pero estaba bien por ahora, exactamente lo
que todos necesitaban. Con una sonrisa, comenzó a
retroceder hacia la 4 x 4.
-Está bien, te veo allí- dijo por encima del hombro. -Todos
tienen sus pases, ¿verdad? Nos vemos en el vestíbulo si...
Se interrumpió, la sorpresa tensaba sus músculos.
 
Willow y Seb estaban corriendo por el camino.
 
-Oh, ¿qué diablos es esto?- Murmuró Kara, balanceandose a
sí misma rápidamente fuera de la camioneta. Sam se bajó
también, con el ceño fruncido. El resto del equipo se quedó
donde estaba, observando con cautela mientras los dos
corrían hasta parar, ambos respirando con dificultad. Los
ojos de Willow fueron directamente a Alex como si los otros
no estuvieran presentes.
 
-Alex, el ataque no puede seguir adelante- se quedó sin
aliento.
-Es una trampa. Una trampa.
-¿Qué?- Él la miró con desconfianza, odiando la forma en
que su corazón había saltado cuando la vio.
-¡Es Raziel, te está usando! Estaba usandonos a todos,
quiere que el Consejo muera, pero... Ella tragó saliva,
luchando por recuperar el aliento.
-Es cierto- dijo Seb. Se puso de pie cerca de Willow, aunque
sin tocarla.
-Debes escucharla.
-¿Raziel? ¿El ángel a cargo de la Iglesia en los EE.UU?- Los
ojos de Kara se estrecharon.
-¿Y por qué iba a querer al Consejo muerto, díganme por
favor, cuando eso significa que todos los ángeles moriran,
incluido él?
 
El brillante cabello de Willow se movió mientras sacudía la
cabeza con impaciencia.
 
-¡Porque no es lo que significa! ¡Podría, pero puede que no!
El Consejo va a quitarle su liderazgo y él está dispuesto a
tomar la oportunidad...
-¿Cómo sabes esto?- Interrumpió Alex.
-Sí, me encantaría escuchar eso también- dijo Sam en voz
baja. Estaba apoyado en la furgoneta, con un pie apoyado
detrás de él.
-Yo... Mirando a los otros AK , Willow parecía realmente
notarlos por primera vez. Tragó saliva.
-Porque fui capaz de leer los pensamientos de Raziel- dijo al
fin.
-Es mi padre- agregó antes de Kara pudiera preguntar.
 
Seb se acercó más, pero seguía sin tocarla. Un silencio de
asombro, cada rostro en la furgoneta estaba boquiabierto.
-Tienes que estar bromeando- respiró Kara. -Alex, ¿verdad?
- se interrumpió cuando vio su rostro.
-¡Oh, Dios mío, lo hiciste! Lo sabías.
-No parecía importante- dijo Alex en breve.
 
La voz de Kara se levantó.
 
-¿No importante? ¿El padre de tu novia es como, el Sr. Jefe
Ángel del Mal y eso no era lo suficientemente importante
como para mencionarlo?
-Ella ya no es mi novia- espetó Alex. Se volvió a Willow.
-Mira, ¿a qué te refieres, con que pudiste leer sus
pensamientos? ¿Qué está pasando?
 
Willow miró a los demás de nuevo, su rostro estaba tenso,
pero decidido.
 
-¿Quizás tú y yo podemos ir adentro y te explicare?- Alex
dejó escapar un suspiro. Una parte de él quería decirle que
si ella tenía algo que decir, podía decirlo que aquí pero sus
ojos estaban suplicandole.
-Bien- dijo entre dientes. -Alex- protestó Kara,
enderezandose en estado de alarma.
-Sólo será un minuto- Se dio la vuelta y se dirigió de nuevo
a la casa, en dirección a la puerta principal, Willow y Seb lo
seguían. "Tú y yo" aparentemente había significado "Seb
también".
-En serio esto no puede tomar mucho tiempo- dijo Alex
entre dientes apretados mientras entraban.
-Tenemos que irnos.
-Lo sé, veníamos a ayudarte- dijo Willow. Ellos estaban en
el campo de tiro, se paro contra la pared cerca de la puerta
del sótano.
-Pero entonces, en el metro... Ella vaciló, visiblemente
alterada. Alex ignoró la preocupación que sentía, Willow ya
no era asunto suyo.
 
Ella se recompuso y continuó.
 
-En el metro, descubrí que tengo una especie de vínculo
con... Raziel.
 
Sólo la palabra hizo que los vellos del cuello de Alex se
erizaran.
 
-¿De Verdad? ¿Es como tú vinculo con Seb?
 
Seb le dio una mirada estrecha. Las puntas de las orejas de
Willow se pusieron rojas, pero su voz era plana.
 
-En realidad, no- dijo. -Cuando Raziel y yo luchamos en
Denver, es como si hubiéramos intercambiado partículas de
energía, o algo así. Ha tenido una chispa de su energía en
mí y yo he tenido una en él. Yo no sabía nada al respecto
hasta ahora, pero ha estado utilizandolo para espiarnos.
Alex, ha estado manipulando todo desde el principio.
 
-Manipulando ¿cómo?- Exigió.
-¡Todo! Es por eso que Luis de repente confiaba en Kara, es
por eso que Sophie apareció de repente para darte detalles
de seguridad y pases VIP...
 
Un escalofrío recorrió a Alex.
 
-¿Cómo lo sabes?
-¡Te acabo de decir! ¡He estado en la cabeza de Raziel!- La
voz de Willow se levantó en señal de frustración.
-Las cosas son diferentes en este mundo que en el mundo
de los ángeles. No es definitivo que todos los ángeles van a
morir si eliminan al Consejo, eso sólo es una opción. Lo
que Raziel espera es que sólo los Doce mueran y que
todavía estará vivo para tomar todo, pero... pero hay otras
posibilidades también... Ella vaciló hasta detenerse.
-El DF será destruido, eso es casi seguro- dijo Seb.
-El Consejo ha echado raíces de energía aquí, si mueren, se
llevarán la ciudad con ellos.
-¡Pero no sólo la Ciudad de México!- El tono de Willow
estaba angustiado.
-Alex, han hecho lo mismo en todo el mundo, en todos los
lugares que ellos piensan que se sienten fuera de control.
Hay tantas grandes ciudades que podrían verse afectadas
ahora, en todas partes, puede haber terremotos, ciudades
que caen, millones de muertos.
 
El pelo en la parte posterior del cuello de Alex se erizó
mientras la miraba.
 
-Esto ni siquiera tiene sentido- dijo en voz baja.
-Si los ángeles destruyen gran parte de la humanidad,
¿cómo van a vivir?
-¡No son los ángeles, sólo es Raziel!- Exclamó Willow.
-¡Él sabe que los Doce lo matarán de todos modos, por lo
que está dispuesto a correr el riesgo! Y si vale la pena para
él, los AK serán ejecutados, la información que Sophie te
dio es defectuosa. Hay un... un pasillo en el mapa que no
está bien, o algo así. No puedes salir de esa manera.
 
Recordando los planos, de repente Alex sintió frío de terror,
su estómago se apretó con tanta fuerza que se sentía
físicamente enfermo. Oh Jesús. ¿Era esto realmente cierto?
-Por favor, créeme- Willow dijo en voz baja, con la mirada
fija en la de él. Ella hizo un movimiento como si fuera a
tomar su mano y luego se echó hacia atrás, con el rostro
afligido, pero suplicante.
-No importa lo que haya pasado entre tú y yo, sabes que no
te mentiria acerca de esto. Alex, el ataque no puede seguir
adelante. Simplemente no puede.
-Bien, ya basta- siseó la voz de Kara.
-No sé lo que te ha estado diciendo, pero espero que no le
creas.
 
Alex giró y vio que había entrado por la cocina, Sam estaba
detrás de ella. Seb se había enderezado también, sus ojos
vigilantes cuando Kara se acercó a ellos, sus botas
golpeando contra el suelo.
 
-Deja que me ocupe de esto, Kara- dijo Alex en breve.
-Alex, por favor- susurró Willow, ignorando a todos menos a
él. Sus manos eran puños apretados a los costados.
-Por favor.
-¡Ella es la hija de Raziel!- Exclamó Kara.
-¡Por supuesto que está tratando de conseguir que
detengas el ataque, está tratando de salvar a los ángeles!
 
Alex sacudió lentamente la cabeza, mirando a Willow
mientras recordaba que ella sollozaba de alivio en sus
brazos al saber que su madre seguía viva.
 
-Odia Raziel, siempre lo ha hecho- dijo. Todo en lo que
podía pensar era... millones de muertos. Incluso si había
una posibilidad de que no sucediera, si es que era una
posibilidad en absoluto, no podían correr el riesgo.
 
Al verlo, la expresión de Sam se había quedado atónita.
 
-Alex, realmente no puedes escucharla, ¿verdad? ¡Se trata
de salvar el mundo, hombre! ¡Tenemos que hacerlo, no
tenemos elección!
-Sí, dime que no estás la estas escuchándola- dijo Kara, con
los ojos duros.
-Ella te mintió, ¿recuerdas?
-Me acuerdo- La mirada de Alex seguía trabada con la de
Willow, en algún nivel distante su corazón se sentía
destrozado sólo por estar junto a ella. Sí, ella le había
mentido pero no podía dudar de ella, no se trataba de eso.
Él dejó escapar un suspiro.
 
-Miren, chicos, creo...
 
Kara se movió tan rápido que apenas la vio. De repente,
ella salto hacía Willow y la agarró por detrás, un brazo
apretado alrededor de la garganta de Willow, el otro
sostenía una pistola en su cabeza. Willow dio un grito
ahogado.
 
El pulso de Alex saltó y comenzó a acelerar, en un borrón,
era consciente de Seb embistiendo también, de Sam
arrojándose a Seb en una tacleada aérea. Los dos cayeron
al suelo con un ruido sordo, luchando.
 
Kara quitó el seguro de su arma, deteniendo a Alex en su
camino.
 
-Piensalo otra vez- dijo. Los músculos de su antebrazo
estaban rígidos contra el cuello de Willow.
-No voy a dejar que comprometas esta misión, Alex. Tira el
arma. Ahora.
-Alex, no- jadeó Willow, agarrando el brazo de Kara.
-Sólo soy una persona, no importa sobre mí...
-¡Ni siquiera sabes lo que dijo!- Exclamó Alex al mismo
tiempo.
-¡Kara, escúchame! Es verdad, el ataque no puede seguir
adelante...
-¿Me escuchaste?- espetó ella.
-Porque le volare los sesos en este momento si no dejas
caer tú arma.
 
Por el rabillo del ojo, Alex vio que Seb estaba haciendo una
demostración decente por sí mismo mientras él y Sam se
peleaban, pero el texano le superaba por al menos
cincuenta libras. Se oyó el golpe seco del puño contra la
piel y luego al segundo siguiente Sam lo tenía abajo, en
tanto Seb dejo salir una ristra de español que fue una
suerte que Sam no entendía.
 
Alex mantuvo los ojos en Kara, sin dejar que su mirada
parpadeara al armario de armas en la pared detrás de ella.
Habían embalado la mayoría de las armas en el camión,
pero un par de pistolas pequeñas todavía estaban allí, 25
milímetros baratas que a ninguno de ellos les gustaba usar.
Si le seguía el juego a Kara, por ahora, podría ser capaz de
llegar a una.
 
Lentamente, tomó su arma y la arrojó al suelo.
 
Kara no dejó de mirarlo por un segundo. Su antebrazo
todavía apretado sin piedad alrededor del cuello de Willow,
trasfirió su arma a la otra mano, empujando el cañón bajo
la mandíbula de Willow. En un solo movimiento, se inclinó y
recogió el arma de Alex, metiéndola en su cintura. -Bien-
dijo mientras se levantaba de nuevo, Willow jadeaba por
aliento.
 
-Ahora tu pase VIP y las llaves para el camión.
 
Los músculos de Alex estaban tensos, observando. El
armario estaba a unos tres metros de distancia. Si la
atención de Kara le dejaba solo por un instante, iría a por
ello. Cavó en su bolsillo. Sus dedos dudaron al tocar lo que
había en él, a continuación, las llaves y la tarjeta siguieron
con estrépito.
 
-Estás cometiendo un error, Kara- dijo.
-Raziel quiere que el Consejo muera. Y si son asesinados,
millones de personas morirán.
-¿Eso es lo que te dijo?- Kara frunció los labios.
-Dios, todavía estas tan enamorado de este pequeña
mentirosa que ni siquiera puedes pensar con claridad- Sin
previo aviso, ella empujo a Willow lejos a través de la
puerta del sótano, oyó a Willow gritar.
 
Alex se lanzó hacia el armario de armas. Bloqueado. Oh
Jesús, ¿desde cuándo lo cerraron? Él corrió hacia el sótano,
apenas consciente de la lucha intensificada detrás de él, los
gritos de Seb. Al llegar a la puerta abierta, Kara salió y lo
empujó con fuerza contra la escalera. Se giró hacia ella,
esforzándose por su arma pero al segundo siguiente Seb
había chocado contra él y ambos habían caído por las
escaleras.
 
 
Capítulo 28
 
Alex
 
 
Alex se puso en pie, subiendo las escaleras justo cuando la
puerta se cerró de golpe, oyó el cerrojo deslizarse a casa y
se arrojó contra la madera inflexible de todos modos.
 
-¡Estás cometiendo un error!- Gritó. Golpeó la puerta con el
puño.
-¡Kara! ¡No continúes con el ataque, no lo hagas!
-Lo siento, Alex- gritó, su voz ya se desvanecía.
-Pero créeme, me darás las gracias por esto algún día- El
sonido de la puerta principal al cerrarse se filtro hacía él.
Alex dio un grito de furia y frustración falto de palabras y
cargó de nuevo contra la puerta, se estremeció, pero se
mantuvo firme.
-De alguna manera, no creo que vayamos a derribar la
puerta- dijo una voz seca. Seb estaba allí, su mejilla ya lucia
magullada e hinchada. Metiendo la mano en el bolsillo del
pantalón, sacó su navaja.
-¿Qué, tenías una navaja todo el tiempo?- Exigió Alex.
 
Seb abrió la navaja y colocó la cuchilla a través de la
brecha entre la puerta y la pared, sondeando el cerrojo y
tratando de deslizarlo al otro lado.
 
-Tú tenías una pistola y ni siquiera te estropearon la cara-
señaló.
-Al menos me las arregle para mantener mi navaja.
Mientras el cuchillo arañaba y raspaba, Alex miró por las
escaleras hacia Willow. Se puso de pie en el fondo
sosteniéndose de la barandilla, haciendo una pequeña
mueca mientras giraba el tobillo. Sus ojos se encontraron.
-¿Estás bien?- Preguntó Alex después de una pausa.
 
Ella asintió con la cabeza y puso su pie en el suelo,
probándolo.
 
-Bien. Ella solo me empujó muy duro.
 
Incluso ahora, el impulso de Alex, era ir a ella y abrazarla.
Ya no era su lugar, era de Seb. Miró hacia otro lado.
 
Los minutos pasaron. Seb maldecía en voz baja cuando la
hoja se deslizaba a través del perno. Finalmente, sacudió la
cabeza y comenzó a girar las bisagras, haciendo girar la
punta del cuchillo con destreza en cada cabeza de tornillo.
 
-Oh, hombre, eso va a tomar para siempre- murmuró Alex,
empujando su cabello hacia atrás. La recepción comenzaría
pronto, su audiencia privada era la primera programada.
Tenían tal vez una hora, como mucho.
-Espero escuchar tu mejor idea- dijo Seb sin mirarlo. Uno
de los tornillos salió, lo arrojó a un lado con un pequeño
ruido. Después de lo que parecía un centenar de vidas
agonizantes, todos los tornillos habían sido retirados. Alex
ayudó a Seb a levantar la puerta y ellos salieron disparados
hacia el campo de tiro.
 
Alex corrió al armario de armas. Una silla de madera
pesada estaba apoyada contra la pared más cercana, la
recogió y la hizo girar en el gabinete casi en el mismo
movimiento. Se oyó un crujido cuando la puerta cedió. Las
25 milímetros estaban allí, tal y como recordaba. Alex
empujó una en su funda y echó un vistazo a Seb y Willow,
que se habían unido a él.
 
Seb hizo una seña hacía Willow.
 
-Dásela a ella, tengo mi navaja.
 
Alex se la entregó sin decir nada.
 
-Gracias- dijo Willow, su voz era un fantasma de sí misma.
Ella lo pasó y tomó una funda de repuesto del armario,
alejándose de ambos mientras se la ponía bajo sus
puntalones. ¿Por qué molestarse? pensó Alex con
amargura. Tanto él como Seb la habían visto desnudarse.
 
Mientras pasaban por la sala de televisión, Alex se metió.
El expediente todavía estaba en la mesa de café,
rápidamente encontró la hoja con el código para la parte
superior de la escalera de la Torre Mayor.
 
-Está bien, vamos- dijo, arrancando el código y guardándolo
en el bolsillo. Aunque ninguno de ellos había discutido a
dónde iban, todos lo sabían. Alex pensó en lo irónico que
era que ahora estaba aliado con Willow y Seb contra el
equipo que había estado dispuesto a dar su vida para
mantener a salvo.
 
Willow trago saliva.
 
-¿Cómo vamos a llegar allí? El Metro nos tomara...
-El camión- dijo Alex en breve. Salió por la puerta principal.
 
Ella parpadeó.
 
-Pero le diste las llaves a Kara.
-No, le di las llaves de la Shadow- afuera en el camino, Alex
vio que alguien había arrojado todas sus cosas de la
camioneta antes de arrancar. Gracias, chicos, pensó
irónicamente. Él agarró sus cosas y las metió en su bolsillo,
sus dedos rozaron brevemente el collar de Willow mientras
sacaba las llaves de la camioneta.
 
Seb se metió en la parte trasera de la 4 x 4, arrojando su
mochila encima de los sacos de dormir, Willow se sentó en
frente con Alex, su cara tensa. Tenían menos de media hora
ahora.
 
Girando el volante, Alex los sacó del camino. Pronto iban a
toda velocidad por el centro. Las calles estaban
relativamente limpias, todavía se encontró conduciendo
como un loco, desviándose dentro y fuera del tráfico, con
claxons que resonaban en su estela.
 
¿Qué le había dicho Kara al equipo? El motín de último
minuto debió haberlos sorprendido. La idea le hizo subir el
velocímetro todavía más alto. Su rendimiento podía ser
lanzado ahora, si no llegaba a tiempo para detener esto,
podrían morir todos cuando se enfrentaran al Consejo.
 
Sus manos se apretaron en el volante. No. Ellos no
morirían.
 
-Dime todo- ordenó.
 
Willow lo hizo, agarrando el tablero de instrumentos con
una mano con los nudillos blancos. Mientras Alex
escuchaaba, estaba más seguro que nunca de que esto era
cierto. Cristo, por supuesto Raziel había estado
espiándolos, era la forma en Charmeine había conocido los
detalles acerca de su anterior ataque contra los ángeles.
 
A pesar de que no fue una sorpresa enorme, su mandíbula
se tensó ante la noticia de que tanto Luis como Sophie
estaban muertos. Uno de ellos había sido devoto de los
ángeles, el otro dedicado a deterlos. No importaba, ambos
se habían interpuesto en el camino así que habían sido
descartados como juguetes usados.
 
-¿Ok, sabemos que matar a los Doce causará daño a
nuestro mundo?- preguntó, mientras los dirigía hacia el
Paseo de la Reforma. Más adelante, el pedestal vacío donde
el ángel la Ciudad de México ha estado durante décadas
era como un centinela solitario, con el tráfico fluyendo en
ambos lados.
-Definitivamente causara daños a la Ciudad de México- dijo
Willow.
-Aparte de eso no, no lo sabemos. Podría ser que matar el
Consejo realmente destruya a todos los ángeles. Eso es lo
que la mayoría de los ángeles piensan que va a pasar. O
podría ser que mate solamente a algunos ángeles y no a
otros, y el resto del mundo estara bien. Pero... Ella se
interrumpió, con la cara pálida.
-Simplemente no lo creo- susurró.
-Ellos han puesto raíces como estas, en docenas de otras
ciudades importantes, también. Existe la posibilidad de que
éstas no hayan tenido tiempo para surtir efecto todavía,
pero la energía de los Doce se siente tan entrelazada con
nuestro mundo ahora, no me puedo imaginar que no va a
haber serias consecuencias en todo.
 
Con poco más de diez minutos de camino, se acercaban a la
Torre Mayor. Se elevaba por encima de los otros edificios
en una elegante curva de vidrio verde, su cumbre de media
luna resplandeciente. Cuando giró hacia el Río Atoyac, Alex
juró repente.
 
-¿Qué?- exigió Seb desde atrás.
 
Alex explicó, con voz tersa. Su plan original para conseguir
que el equipo entrara la zona de carga del embarcadero
había dependido de que ellos tenían la furgoneta blanca,
que en realidad parecía, una furgoneta de entrega entonces
él anunciaría una entrega para una empresa a la que
siempre les tomaba una eternidad antes de que enviaran a
alguien a dejar al tipo en el ascensor.
 
-Además, iría a cuestas junto con la entrega de la tarde de
FedEx- terminó con gravedad.
-De modo que pudiéramos entrar en el ascensor de servicio
cuando alguien dejara entrar al chico de FedEx- Golpeó el
volante, tratando de pensar. Iban a tener que forzar su
camino más allá de la vigilancia, ¿excepto que cómo
podrían? En alguna parte sobre sus cabezas, seguridad
tenía sus pequeños ojos en las pantallas de vídeo ellos
detendrían los ascensores de servicio al segundo que
víeran armas agitándose alrededor.
 
Willow le lanzó una mirada de preocupación, por un
segundo, era como si las cosas entre ellos fueran las
mismas de siempre.
 
-Ve a la puerta y dile al guardia que tienes una entraga- dijo
de repente. -Creo que podría tener una idea.
 
Seb pareció sentir lo que era, en el espejo retrovisor, Alex
vio que su rostro se aflojaba con sorpresa.
 
-Willow, no estoy seguro de que esto sea siquiera posible y
además, nunca lo has intentado- exclamó.
-Bueno, no hay tiempo como el presente- murmuró,
pasando la mano por sus puntas de color rojo-dorado.
-Y puesto que te sucedió una vez, no debería ser imposible
para nosotros hacerlo a voluntad, ¿verdad? En teoría, de
todos modos.
 
La conversación con la mitad de sus palabras
desaparecidas no hizo nada para tranquilizar a Alex. Pero
no tenían mucho que perder. Estaban casi en la entrada de
servicio para entonces, con el edificio asomando sobre
ellos, se dio la vuelta en el camino obstaculizado y se
detuvo enfrente de la caseta de vigilancia. Poniendo una
sonrisa relajada, dijo:
 
-Buenos días, señor. Tengo una entrega para Gráficos
Ortega.
 
El guardia frunció el ceño, su mirada explorando el azul 4 x
4. Justo más allá de la barrera de seguridad, un bloqueador
surgió del camino: una enorme cuña de metal que los
enfrentaba como una pared sólida. Permanecería allí hasta
que el guardia la bajara al suelo.
 
-¿Oh?- Dijo el guardia.
-¿Con qué compañía estás?
 
Alex nombro una empresa que a menudo hacia las entregas
a Ortega. En una camioneta blanca, que esta tan
totalmente no era. Por no mencionar que parecía que
estaba vestido para ir a la iglesia o algo así.
 
Junto a él, era consciente de que Willow concentrandose
con fuerza, cambiando su conciencia, él vio a su ángel
dispararse fuera de la camióneta y flotar sin ser visto cerca
de la caseta de vigilancia. Mientras tanto, la expresión del
hombre se había vuelto aún más suspicaz.
 
-Un momento, voy a tener que confirmar esto- Rara vez se
confirmaban las entregas para Ortega, solo dejaban que los
conductores pasaran y luego llamaba a alguien para que
bajara.
 
Alex podía sentir al yo humano de Willow esforzándose con
empeño. Y entonces, lentamente, su ángel se volvió más...
tangible. No había otra manera de describirlo. En lugar de
un etéreo ser de luz, ella cambió hasta que casi se veía
sólida, como si Alex pudiera llegar a estirar su mano por la
ventanilla y acariciar una de sus resplandecientes alas. Era
lo que los ángeles de la segunda ola habían hecho, pensó
en un sueño: ralentizaron su frecuencia para que pudieran
ser vistos.
 
En vez de alcanzar el teléfono, el guardia se quedo
boquiabierto, contemplando la criatura radiante que había
aparecido de repente delante de él, que emanaba paz y
bondad. La explosión psíquica que el ángel de Willow envió
hacia él era tan fuerte que Alex lo captó también: Déjalos
entrar Está bien. Dejarlos entrar.
 
Alex había visto a cientos de personas encontrarse con
ángeles, la expresión del rostro del guardia ahora estaba
tan asombrado como cualquiera de ellos. Mirando
fijamente al ángel con una sonrisa maravillada, presionó un
botón lentamente. La barrera de seguridad se abrió, más
allá de ella, el bloqueador se hundió en el camino.
 
-Gracias- dijo Alex a toda prisa y aceleró pasándolos antes
de que el chico volviera a sus sentidos.
 
El muelle de carga era una cueva con poca luz. Con el
ángel de Willow todavía volando por encima, aparcaron con
un chirrido de ruedas y corrieron hasta la corta rampa de
concreto que conducía al ascensor de servicio. Alguien
acababa de empujar un carrito vacío fuera y se metieron.
 
Se quedaron en silencio tenso mientras el ascensor se
dirigía hacía el quincuagésimo cuarto piso. Con un
esfuerzo, Alex aparto la vista de la cámara de seguridad. Al
mirar hacia los lados, pudo ver cómo Willow fue drenada
por el esfuerzo con su ángel y sintió una punzada de ira
hacia Seb, quien le dio una mirada de preocupación, pero
luego se quedó allí sin ni siquiera poner su brazo alrededor
de ella.
 
Aunque Willow parecía nerviosa, levantó la barbilla
firmemente. Estaba decidida a estar allí. Ella te quiere
mucho, sabes.
 
Cuando las palabras volvieron a él, Alex se quedó inmóvil,
contemplando el rostro de Willow. Él se dio cuenta de que
estaba mirando y apartó la mirada. Contrólate, pensó,
irritado consigo mismo. No tenía nada que ver con el hecho
de que Willow estuviera aquí más, ella estaba enamorada
de Seb.
 
-¿Hay algun plan?- Preguntó Seb cuando el ascensor se
acercaba a la parte superior. Parecía casi relajado, con los
ojos friamente decididos.
 
Alex sacudió la cabeza. Echando un vistazo a su teléfono,
era dolorosamente consciente de que su audiencia privada
debía comenzar en menos de un minuto.
 
-Me gustaría. Sólo sígueme, tan rápido como puedas, sé
donde estará el equipo. Tenemos que llegar a ellos antes de
que entren.
 
El ascensor se detuvo, las puertas se abrieron. Unos
segundos más tarde, estaban en el hueco de la escalera,
corriendo por las escaleras de concreto. El tiempo se
detuvo, Alex era hiperconsciente de todo: Willow por
delante de él, con sus puntas cortas rebotando mientras
corría, la delgada cicatriz en el brazo de Seb atrapando la
luz fluorescente, la adrenalina bombeando a través de sus
propias venas.
 
Llegaron a la puerta en la parte superior. Alex marcó el
código, la luz se puso verde y él la abrió. Los altos techos
de vidrio, una visión de cielo azul y las nubes, luego fueron
a toda velocidad por un pasillo alfombrado hacia la lujosa
recepción por delante.
 
Raziel
 
Puntualmente a las tres y cinco, Raziel cambio a su forma
de ángel con una suave ondulación, con las alas extendidas,
se deslizó hacia la tarde de la Ciudad de México. La
metrópoli de más de veinte millones de personas se
extendía hasta el horizonte en todas direcciones, rodeada
por montañas bajas de color púrpura en la lejanía. Raziel
podía sentir la calma antinatural aquí, ya que el Consejo
había estado interfiriendo, como si una manta
tranquilizante hubiera cubierto todo. Eso le molestaba, por
lo que casi se alegró de que el lugar estaba a punto de ser
nivelado.
 
Una lástima por la catedral sin embargo. Él le dio la vuelta
una vez en su camino a la Torre Mayor, contemplando sus
ornamentales y antiguas líneas y el ángel de oro
nuevamente brillando en la punta. Una vez que el daño
interior causado por los alborotadores hubiese sido
reparado, habría sido un lugar apropiado de adoración de
hecho. Aún así, era satisfactorio saber que Tyrel estaba a
punto de contar con un premio que le arrebato a él.
 
Por qué Raziel, más bien es un perro en tu pesebre, pensó,
y se rió entre dientes, mientras volaba a la Torre Mayor. Se
elevó sobre la ciudad, sus verdes curvas de cristal
reflejandose en las nubes.
 
Exactamente a las tres y cuarto, Raziel aterrizó en el
helipuerto del edificio, tocando exactamente el centro. La
vista desde aquí no era mejor que durante el vuelo, pero
todavía era agradable para cambiar a su forma humana y
examinar a la ciudad con sus manos detrás de la espalda,
sintiendo el viento a lamer su pelo y la chaqueta de su
traje. Había meditado durante algún tiempo antes de
decidir qué ponerse. Incluso un intruso quería lucir mejor,
especialmente si la ropa que se había puesto podría ser la
última cosa que llevara jamás, o el traje en el que
finalmente tomaría liderazgo. Por fin se había decidido por
un traje gris oscuro, casi negro, con una camisa de un rico
púrpura, abierta en el cuello.
 
Cuando Raziel finalmente recibió la llamada psíquica de
Charmeine, hacia tiempo que se había aburrido de la vista
y había comenzado a pasearse por la pista de aterrizaje. Se
detuvo en seco, el pulso acelerado al sentir el inconfundible
tirón de su energía.
 
-Ya era hora- murmuró.
 
Se movió a su forma de ángel y se deslizó dentro de la
porción de vidrio del edificio. El plan era que él y
Charmeine estarían en una habitación adyacente cuando
los disparos tuvieran lugar, de modo que pudieran
saborearlo adecuadamente. Sentir la muerte de los Doce,
sin duda, sería doloroso si sobrevivía, pero Raziel lo estaba
deseando de todos modos, con una oscura anticipación.
Cada muerte dolorosa significaría que otro de los Doce se
había ido.
 
Cruzó el piso VIP, contemplando la lujosa recepción de la
tarde: camareros deslizandose con bandejas de plata, un
techo alto de cristal inclinado, una multitud de humanos
excitados. Algunos del séquito angelical de los Doce
estaban allí también, alimentandose de las víctimas
idealistas y Raziel sonrió para sí mismo. No se veían como
si estuvieran teniendo mucha diversión, se meterían en
problemas.
 
Dejando que el tirón lo guíe, voló a través de una alta pared
blanca.
 
Un golpe de energía, una unión, como si varias redes
invisibles se hubieran arrojado sobre él a la vez. Al instante
se sintió como un gato de dibujos animados, tratando
frenéticamente de retroceder en el aire. Porque Charmeine
no estaba sola en la habitación: el Consejo estaba allí,
sentados en una larga mesa de conferencias.
 
-Raziel- dijo Isda suavemente.
-Qué bueno que te unas a nosotros. Estabamos deseando
volver a verte en tu catedral de nuevo, pero esto es aún
mejor.
 
Luchó para liberarse, pero las ataduras psíquicas se
apretaron con cada golpe de alas. Más abajo, una
Charmeine de aspecto quebrado estaba desplomada contra
la pared, con un corto vestido negro, con el rostro bañado
en lágrimas. Los Doce se sentaron en una fila por un lado
de la larga mesa, ángeles femeninos y masculinos
alternados, con Isda en el centro. Todos lo miraron
desapasionadamente, como si no fuera de más interés que
una polilla atrapada.
 
Mientras su energía lo arrastraba lentamente, Baglis, otro
de los Doce, habló, su resonante voz hizo eco a través de la
gran sala.
 
-Estábamos muy sorprendidos al oír hablar de tus planes
para nosotros, Raziel. Sin embargo, tu amiga Charmeine no
parece muy segura de todos los detalles. Tal vez tú puedas
ayudar.
 
Lo mantuvieron a unos treinta centímetros del suelo,
haciéndolo flotar aunque cada movimiento de sus alas era
una agonía ahora. Los ojos de Raziel se reunieron con los
de Charmeine, ella dio un casi imperceptible movimiento
de cabeza. Así que el Consejo sabía que había un complot
pero ¿qué exactamente es lo que podría seguir oculto?
 
-No sé a que te refieres- dijo en voz alta y luego gritó
cuando una docena de látigos mentales quemaron su
mente.
-Oh, creemos que sí- dijo Isda.
-Resulta que Charmeine, es muy buena en ocultar cosas,
pero imagino que tú serás más fácil de ahondar.
 
Llamaron a la puerta. Se abrió una cautelosa abertura y
una asistente humana asomó la cabeza.
 
-Disculpe, señora Isda, pero es hora de las audiencias
privadas. ¿Debo enviar el primer grupo? Es el de la
Universidad de la Ciudad de México- Ella ni siquiera miró a
Raziel, en su forma de ángel, era tan invisible para ella
como el aire. Recordando que este primer grupo eran los
AKS, Raziel apartó el conocimiento tan fuerte como pudo.
 
-Sólo danos unos minutos, y luego envíalos- mando Isda.
 
Una vez que la asistente se había retirado, Isda se echó
hacia atrás en su asiento, con la mirada fija en Raziel atado
mentalmente mientras colgaba suspendido ante ellos. Los
rostros de los Doce eran muy sosos.
 
-No pareces haber tomado en serio nuestras advertencias
sobre la moderación y la dignidad angélica, Raziel- dijo en
el nivel psíquico.
 
-Es una pena.
 
Volvió a gritar al sentirse desplazado por la fuerza a su
cuerpo humano. La sensación fue muy desagradable.
 
-Conspirar para asesinarnos es traición- continuó Isda
mientras un coro de voces psíquicas se unía a ella.
-Y vamos a obtener todos los detalles de ti antes de tu
ejecución. Por ahora, mira y aprender mientras te
mostramos que es posible alimentarse sin dejarse llevar
por la gula.
 
Atrapado en su forma humana, Raziel se sintió tan atrapado
como antes, como si lo hubieran atado de los pies a cabeza.
Se puso de pie débilmente contra la pared, manteniendo la
superficie de su mente tan impasible como sea posible. Por
debajo, estaba echando humo. Al menos tenía un asiento de
primera fila para lo que estaba por ocurrir y oh iba a
disfrutarlo. Observó la puerta, agradecido de que estaba
fuera de la vista. Sólo rezó para que ni Kylar ni Willow lo
vieran hasta que fuera demasiado tarde.
 
Los Doce cambiaron a su forma de ángel y se elevaron en
una fila ardiente, brillando aún más fuerte a medida que
bajaban su frecuencia para que pudieran ser vistos por los
seres humanos. Y al igual que un pequeño zarcillo de
disculpa, el pensamiento de Charmeine le vino a la mente:
Lo siento, Raz. Me ahondaron cuando no lo esperaba.
Simplemente no podía contenerlos más.
 
Raziel se encogió de hombros mentalmente, ya era
demasiado tarde para hacer algo al respecto ahora.
Entonces, se abrió la puerta y un grupo de seis jóvenes
adultos entraron, tres hombres y tres mujeres.
 
¿Dónde estaba Kylar? Raziel apenas logró contener el
pensamiento que lo asalto. ¿Éstos eran los asesinos, o no?
Alcanzó rápidamente su conexión con Willow. Se había ido.
 
Ella lo sabía. Su pulso se duplicó e Isda le dio una mirada
penetrante. Se retorció bajo el dolor repentino de su
sondeo psíquico y sabía que, esta vez, no había logrado
ocultar la identidad del grupo. La conciencia de las
intenciones de los humanos onduló ominosamente través
de los Doce, sus expresiones nunca cambiaron.
 
Luciendo nerviosos, el equipo se enfrentó a ellos,
parpadeando por la luz. Una alta mujer negra con
características exquisitas y multitud de largas trenzas hizo
una señal a los Doce. En español, dijo:
 
-Buenas tardes, somos de la Universidad de la Ciudad de
México. Es un honor...
 
Se interrumpió, sorprendida, cuando los Doce se
precipitaron hacia adelante con rapidez.
 
-¡Ahora!- Gritó ella, retrocediendo.
 
Unos pocos AK buscaron a tientas, otros tomaron sus
armas y comenzaron a disparar sin problemas. La sala
estalló en un aleteo de alas y explosiones de luz mientras
las primeras balas encontraron sus blancos. Raziel podía
sentir la furia atonita del Consejo de que su movimiento no
había cogido a los AK más desprevenidos, en realidad
estaban siendo destruidos por los seres humanos, de todas
las criaturas. De pie tan cerca significaba que el dolor se
agudizaba en Raziel como un fuego de ametralladora
cuando algunas de las balas silenciadas alcanzaron sus
objetivos. Sin embargo, era su mente, más que su cuerpo,
la que estaba bajo asalto. Siempre había asumido que era
la conexión física con la Primera Creación la que era vital
pero a medida que uno tras otro los miembros del Consejo
estallaban en la nada, Raziel sabía que era la conexión
mental la que lo destruiría. Podía sentir su mente
comenzando a doblarse. Los doce estaban dejando el
mundo. No podía ser. Los ángeles estarían a la deriva sin
ellos, para siempre a la deriva.
 
Sólo habían pasado segundos. Siete de ellos se habían ido.
Los golpes amortiguados de las armas siguieron. Inundado
de desesperación, Raziel se deslizó por la pared hasta el
suelo, observando los fragmentos de radiación flotando a
su alrededor. ¿Qué había hecho? Podía sentir a los otros
ángeles en el edificio, aún en sus formas divinas aturdidos
y en dolor, algunos de ellos ya muriendo a causa de la
conmoción.
 
¡Lucha contra esto! Se gritó a sí mismo. Es una ilusión, una
debilidad momentánea. ¡Una vez que los Doce se hayan ido,
tendre exactamente lo que siempre he querido!
 
Apretó los dientes, concentrándose en eso, sólo en eso. De
alguna manera se las arregló para recuperar su mente,
aunque su cuerpo aún estaba cautivo. Sobre su cabeza, los
cinco ángeles de la Primera Creación restantes se unieron
como uno solo y volaron hacía sus agresores. Y cuando
alcanzaron psíquicamente a los AK, Raziel sabía con un
toque oscuro de alegría que su poder estaba ya agotado en
gran medida porque las ataduras en él se habían debilitado.
 
 
Alex
 
 
Alex corrió por el pasillo, con Willow y Seb justo detrás de
él. Más adelante estaba la inmensa sala donde la recepción
estaba teniendo lugar. La música de un cuarteto de cuerdas
flotaba en el aire, compitiendo con el zumbido ruidoso de la
conversación de los huéspedes. Alex también vislumbro
algunos ángeles allí, alimentandose, pero extrañamente
inmóviles, sus víctimas se quedaron mirando con
admiración temerosa.
 
Los AK no estaban a la vista, su audiencia con el Consejo ya
debía haber comenzado. Él sacó su pistola cuando llegaron
a la sala de reuniones y abrió la puerta.
 
Cinco ángeles, más brillantes que cualquier otro que jamás
hubiera visto, estaban combatiendo con su equipo,
destellos de luz blanca y ardiente que se zambullía,
gruñendo, a los atacantes humanos. Sólo cuatro AK
disparaban. Alex se detuvo en seco, con la sangre helada al
ver que la cara de Trish estaba húmeda de lágrimas, estaba
tirando frenéticamente del brazo de Wesley mientras él
forcejeaba con ella.
 
-¡No disparen!- Sollozó.
-¡No podemos hacer esto, no podemos hacer daño a los
ángeles!
 
Oh, Dios, no. Trish.
 
Kara y los demás parecían aturdidos, pero aún estaban
luchando. De alguna manera, Alex hizo a un lado sus
sentimientos pero después de haber sacado su arma, vio
repentinamente que no había nada a que disparar, a menos
que empezar a disparar a su equipo. No lo haría, ni siquiera
para salvar el mundo.
 
Con cada instinto gritando para apuntar su arma contra los
ángeles, en su lugar, se arrojó sobre Kara y le arrebató la
pistola de las manos.
 
-¡Detén el ataque!- Gritó. -¡Todo el mundo, deje de disparar
ahora!
-¡No!- El rostro de Kara contorsiono con una furia
desesperada mientras ella luchaba contra él. Mientras
tanto los ángeles de Willow y Seb habían aparecido y se
habían lanzando alrededor de la habitación bloqueando los
disparos de los AK, al mismo tiempo que estaban
protegiendo al equipo del Consejo. Alex vio al ángel de
Willow precipitarse entre un ángel del Consejo y Liz,
extendiendo sus alas sobre Liz por segunda vez.
 
Al otro lado de la sala, otro ángel Consejo desapareció en
un rocío de luz, Alex no podía decir quien lo había
conseguido. La Willow humana se quedó presionada contra
la pared junto a Seb, ella había trazado su arma, pero
obviamente se dio cuenta, como él, de que no había nada
que pudiera hacer. Wesley todavía estaba tratando de
defenderse de la Trish llorosa. Cuando Wes disparó de
nuevo, el ángel de Seb se estremeció en el aire, el Seb
humano se tambaleo.
 
Fugazmente, Alex se dio cuenta de que una mujer con el
pelo rubio pálido luchaba a sus pies. Ella examinó la
habitación con una pequeña sonrisa, satisfecha y salió,
entonces uno de los golpes de Kara casi conecto y se olvidó
de la mujer rubia. Puso los brazos de Kara clavados detrás
de ella. Ella estaba jadeando, casi llorando.
 
-¡Alex, ella te tiene bajo un hechizo! ¡No haga esto!
 
Él la ignoró.
 
-¡Detén el ataque!- Gritó de nuevo.
-¡Esto es lo que quiere Raziel, podría destruir nuestro
mundo!
 
La mayor parte del equipo estaba aterrorizado ahora, nadie
parecía haberlo oído. Otro ángel del Consejo se lanzo
directamente a Sam, que se congeló con los ojos abiertos
como platos, luego, se sacudió con un rugido mientras
apuntaba y disparaba. El ángel de Willow se lanzó delante,
la bala la atravesó mietras el miembro del Consejo se
retorcia lejos.
 
Alex oyo que la Willow humana gruñía de dolor y tuvo que
obligarse a no salir corriendo para ver si se encontraba
bien. En cambio, empujó a Kara con fuerza a un lado y se
arrojó contra Sam mientras el texano volvió a disparar.
Cayeron al suelo alfombrado. Sam se retorció de debajo de
Alex y siguió disparando, otro miembro del Consejo, un
varón, cayó en un rocío de luminosidad.
 
Sólo quedaban tres ángeles. Se hicieron más brillantes,
brillando con una luz dolorosa que vibraba en el aire.
Brendan corría de un lado a otro mientras esquivaba al
ángel de Willow, en un desenfoque, Alex vió a Willow
sentada en el suelo con los ojos cerrados. Seb tenía su
navaja, pero no parecía capaz de usarla. Otra bala le dio a
su ángel y él tropezó, atrapando a sí mismo contra la pared.
 
-¡Detener! ¡No podemos hacer esto!- Trish estaba tirando
frenéticamente el brazo lesionado de Wesley. Alex lo vio
gritar agarrárselo, dejando caer su arma.
-¡Wes, cuidado!- Gritó. Sin embargo, un ángel Consejo ya
había tomado la oportunidad para volar directamente hacía
él, Wesley se congeló mientras lo miraba a los ojos. Al
momento siguiente él era de ellos.
-No, no podemos hacer daño a los ángeles ¿Qué estamos
haciendo? Él jadeó. Se lanzó a Brendan, tumbándolos a
ambos.
-¡Detente! ¡No les hagas daño!
 
Sam apuntó a otro ángel, Alex se arrojó a su brazo y su
disparo se volvió loco. De pronto, Alex noto al hombre del
traje oscuro que estaba sentado apoyado contra la pared
del fondo. Oh Cristo, no puede ser. Raziel.
 
El padre de Willow sacudió brevemente la cabeza, como si
grilletes estuvieran cayendo de él. Contemplando la escena,
su hermosa mandíbula se endureció. La pistola caída de
Wesley estaba cerca de la alfombra y él la alcanzó,
cerrando los dedos alrededor del arma. Aun en la parte
superior del forcejeo con Sam, Alex apuntó con su propia
arma y comenzó a disparar, aunque sabía que no serviría
de nada, los ángeles no podían ser asesinados en sus
formas humanas. Raziel soltó un silbido, retrocediendo
mientras las balas llovían sobre él pero aún así él levantó la
pistola, apuntando a un miembro del Consejo que se lanzo
por Liz.
 
Sam también lo vio. De repente, la pelea salió de él, sus
ojos sorprendidos se encontraron con los de Alex.
 
-¡Alto!- Bramó.
-¡Chicos, alto! ¡Él tiene razón!
 
Todo ocurrió en cuestión de segundos: Brendan empujó a
Wesley y disparó al mismo tiempo que Raziel, el miembro
del Consejo cayó en una fuente de luz. Otro ángel se
precipitó por Brendan, desgarrando su energía vital, se
tambaleó con un grito y cayó, agarrándose la pierna. Al
mismo tiempo, Kara había agarrado un arma caída y estaba
luchando con la histérica Trish, ella lucho contra las manos
agitandas de Trish y clavó al ángel que le había dado a
Wesley una quemadura de ángel, enviándolo volando en
fragmentos.
 
A continuación, Kara vio Raziel. Sus ojos se abrieron de par
en par, ella le dio a Alex una mirada de asombro. Volando
con dificultad, los ángeles de Willow y Seb ambos
comenzaron a ir hacia el padre de Willow que estaba
apuntando la pistola hacia el último de los Doce.
 
¡No! La hiperconciencia regresó a Alex. En cámara lenta, él
y Sam se pusieron de pie en un salto, lanzándose a través
del cuarto al unísono, vagamente, estaba al tanto de Wesley
todavía en el suelo y de Trish lidiando con Kara nuevo. Un
músculo en la mandíbula de Raziel se tensó mientras
apuntaba. Sus heridas sangraban ligeramente, manchando
su costoso traje.
 
Alex tenía la impresión borrosa de que el último ángel del
Consejo estaba tratando de hacer algo, ejercer algún tipo
de poder sobre Raziel. Aunque ahora ella estaba ardiendo
tan intensamente que apenas podía mirarla, lo que fuera no
tuvo éxito. El labio de Raziel se levanto en una mueca.
 
-Mi mundo, mis reglas, Isda- dijo en voz baja.
 
El ángel de Willow estaba un poco por delante del de Seb,
se lanzó frente al último miembro del Consejo justo cuando
Raziel disparo. En el mismo momento, Alex y Sam lo
atacaron, derribándolo con estrépito. Fue muy tarde. Alex
miró por encima de su brazo y vio que la bala había
atravesado el ángel de Willow y dado en el blanco: el último
miembro del Consejo estaba temblando en el aire, sus alas
ardientes batiendo con impotencia. El ángel de Willow ya
no estaba a la vista.
 
La explosión cuando el último de la Primera Creación murió
fue silenciosa, pero Alex la sintió a través de cada
centímetro de él y agachó la cabeza para evitar la
explosión. Pasó rugiendo, un vórtice de sensaciones
desgarradoras que le arranco la piel y el cabello. Un
estremecimiento pareció atravesar el mundo y luego cayó
la calma. Cuando por fin alzó la vista, sólo quedaban luces
parpadeantes, brillando por la habitación como luciérnagas
en una noche de verano.
 
Alex estaba, respirando con dificultad, consciente de que
los otros habían sido arrojados al suelo, también.
Curiosamente, sólo habían pasado unos minutos desde que
habían entrado en la habitación. En el repentino silencio,
aún podía escuchar el cuarteto de cuerda tocando a
Mozart.
 
Willow ¿Willow estaba bien? Se puso de pie. Contra la
pared, podía ver a un Seb de aspecto débil sentado,
agarrando sus manos y hablando en voz baja con ella, sus
párpados revolotearon. Los hombros de Alex se hundieron.
Su alivio fue igualado solamente por el deseo de ir a su
lado él mismo.
 
Sam se había levantado también, su ancho rostro
magullado e hinchado.
 
-Alex... mira- dijo, mirando al suelo.
 
Raziel se había quedado quieto. El corazón de Alex
comenzó a latir dolorosamente rápido mientras miraba el
cuerpo de Raziel, las húmedas flores de oscuridad en su
camisa de color púrpura, el cabello negro quebradizo con
su pico de viuda. Oyó la voz de Willow de nuevo: Podría ser
que matar al Consejo realmente destruya a todos los
ángeles eso es lo que la mayoría de ellos piensan que va a
pasar.
-Yo... Creo que tal vez lo hicimos- susurró Sam con voz
entrecortada.
-Creo que tal vez realmente lo hicimos.
 
Kara se estaba levantando, luciendo temblorosa. De
repente, Alex tuvo una reacción tardía alrededor de la
habitación, su piel hormigueo con alarma. Espera un
minuto, ¿dónde estaban Trish y Wesley? No, no estaba
imaginando cosas, ambos habían desaparecido.
 
En el momento en que lo registro, sus gritos llegaron desde
la recepción:
 
-¡Acaban de matar al Consejo! ¡Han matado a todos los
ángeles!
 
Oh, Cristo. Él y Kara se movieron, al mismo tiempo,
saltando hacia la puerta y cerrandola. Había otra salida de
la habitación, esperaba que tuvieran oportunidad de usarla.
Sam se unió a ellos.
 
-¡Agarra la mesa!- Ordenó Alex. Cogiendo la pesada mesa
de madera, la arrastraron delante de la puerta, mientras el
sonido de los gritos comenzaba a dirigirse hacía ellos. Él y
Sam arrojaron algunas de las sillas en la parte superior por
si acaso, los retendría durante unos minutos, por lo menos.
 
Un leve ruido sacudió el edificio.
 
Vino y se fue en un segundo. Kara siseó entre dientes y
Alex supo que ella también lo había sentido: la sensación
de que algo se había soltado en el mundo.
 
-Oh, Dios mío- susurró ella, mirándolo. Vio el miedo en sus
ojos.
-Tenías razón, ¿verdad?
 
No había tiempo. Brendan se puso de pie de un salto,
haciendo una mueca de dolor ante su pierna lesionada, Liz
se detuvo, aparentemente aturdida. Seb se tambaleó
cuando se levanto, con los brazos alrededor de una Willow
decaída.
 
-Está bien, chicos, muevanse- ladró a Alex mientras un
golpeteo se ponía en marcha en la puerta.
-Salgan por la otra puerta, pero no giren a la izquierda, es
un callejón sin salida. Estamos tomando la escalera. Kara,
ayuda a Brendan, Sam, ayuda a Liz, pero asegurate de que
no tiene quemaduras de ángel primero. Si alguien se
separa, no se queden alrededor sólo salgan de aquí.
¡Ahora!
 
Mientras los otros entraban en acción, Alex corrió hacía
Seb y Willow.
 
-¿Ella está bien?- Seb la había levantado en sus brazos, ella
se acostó contra su hombro con los brazos alrededor de su
cuello, sus mejillas blancas. Seb asintió con la cabeza.
-Se acaba de desmayar, creo- Él todavía se veía pálido.
Cuando cambió su agarre sobre Willow, Alex vio lo
inestable que estaba.
-Dámela, difícilmente puedes mantenerte en pie- dijo. La
mesa se estremeció cuando la gente golpeó la puerta,
gritando. Los demás se habían ido ahora, Liz debía estar
bien.
-Estoy bien- dijo Seb con evidente esfuerzo. Se tambaleó
ligeramente cuando se dirigió a la puerta.
-No estás bien- espetó Alex.
-¿Quieres que muera?- le quitó a Willow justo cuando las
rodillas de Seb se doblaron. Ella se aferró a Alex con un
pequeño gemido, al parecer sin darse cuenta de que era él.
Alex la abrazó con fuerza y puso su otro brazo alrededor de
Seb, que parecía a punto de desmayarse también. -Vamos,
deprisa...
-¿Tienes que irte tan pronto?- Preguntó una voz baja y
sedosa.
 
Alex se dio la vuelta. Raziel estaba de pie, pálido pero muy
vivo, mientras apuntaba una pistola hacia ellos.
 
-Sabes, voy a disfrutar de esto- dijo confiado.
-¿No es agradable cuando se cambian las tornas?
 
Alex lo miró en silencio cuando los gritos afuera de la
puerta se intensificaron. O tal vez sólo el Consejo muera.
No. No.
 
La sensación de deja vu de la catedral en Denver era casi
abrumadora. Aunque sabía que no haría ningún bien con
Raziel en su forma humana, Alex tomó su brazo alrededor
de Seb y disparo de todos modos. Ni siquiera ralentizo a
Raziel esta vez. Con una mueca de desprecio, apuntó el
arma a la cabeza de Alex y apretó el gatillo. Hubo un clic
vacío.
 
El ángel se quedó mirando la pistola con una incredulidad
furiosa... y luego cambió a su forma etérea y se elevó sobre
la habitación.
 
Alex maldijo, pero no podía alcanzarlo ahora. Apretando a
Willow contra él, agarró a Seb nuevamente, arrastrándolo
hacia el pasillo trasero. Los gritos sonaban más fuerte aquí
parte de la turba debía venir alrededor de la otra dirección.
 
-Vamos- le ordenó a Seb, medio cargándolo por el pasillo.
-No voy a morir por tu culpa. Tú tampoco te vas a morir, te
prometí matarte, ¿recuerdas? Muevete.
 
Seb pareció despertarse por pura fuerza de voluntad.
 
-Sí, me acuerdo- murmuró. Se apartó del agarre de Alex,
logrando forzar una carrera agotada.
 
Willow tenía sus brazos débilmente alrededor del cuello de
Alex, su cabello olía igual que siempre. Voy a sacarte de
aquí, nena, no dejare que nada más te lastime, pensó Alex
mientras corrían por el pasillo. Gritos frenéticos sonaban
detrás de él, las puertas se abrieron de golpe mientras la
gente los buscaba.
 
Sam y Liz volvieron corriendo desde la otra dirección.
 
-Nos han cercado, la escalera esta bloqueada- jadeo Liz.
-Hay toda una multitud allí, esperándonos.
-¿Dónde están Kara y Brendan?- Exigió Alex.
-¡No lo sé, estaban delante de nosotros! Deben de haber
conseguido pasar- Sam pasó una mano nerviosa por encima
de sus puntas rubias.
-Los ascensores están bloqueados, también. Oh, hombre, ¿y
ahora qué? ¿Tratamos de disparar a través?
 
Había una puerta directamente a su izquierda, Alex se
lanzó frenéticamente por su mente, pero no podía recordar
a dónde se dirigía. En ese momento hubo otro estruendo,
en lo alto, las lámparas se balanceaban. De alguna manera,
lo decidió.
 
-Aquí dentro- dijo, abriendo la puerta de par en par.
Escaleras, que llevaban hacia arriba. ¿Arriba? Pensó Alex
mientras las subían. Ya estamos en el piso más alto.
 
Una puerta cerrada con llave esperaba en la parte superior
de la escalera.
 
-Hazte a un lado- dijo Sam, apuntando. Disparo, hubo un
silbido de la bala golpeando el metal cuando cedió el perno.
Abrió la puerta y entraron.
 
Cielo abierto. Viento, azotando sus ropas.
 
-Oh, Cristo- susurró Alex, todavía apretando a Willow
contra su pecho.
-Sí, eso lo resume todo- dijo Sam con fuerza. Liz miró a su
alrededor con impotencia, su boca se abrió y luego se cerró
de nuevo. Seb dejó escapar una maldición en español,
mirando de regreso a las escaleras en las que Alex podía
escuchar ahora el sonido de los gritos acercándose. La
multitud los había encontrado.
 
Y estaban en el helipuerto.
 
 
 
 
Capítulo 29
 
 
Willow
 
Alex y yo siempre nos habíamos preguntado qué pasaría si
mi ángel se lastimaba. Al final resultó que, se sentía como
ser aplastado en la cabeza con un martillo. Con cada bala
que mi ángel tomó, la fuerza de ésta golpeó mi cráneo
hasta que pensé que se iba a astillar. Durante el ataque,
estaba desplomada contra la pared, con los puños
apretados mientras de alguna manera me aferraba a la
conciencia, enfocando toda mi atención en mi ángel
mientras volaba. El Consejo vio quien era, por supuesto,
pero estaban demasiado distraídos para reaccionar ante mí
o Seb. Podía sentir su sorpresa total por lo que había
sucedido, su rabia impotente. En más de tres mil años,
nadie había osado atacarlos.
 
Raziel estaba allí también. Naturalmente ¿dónde más
estaría? Esta era su hora gloriosa.
 
No dudó ni por un instante cuando mi ángel se lanzó frente
al último miembro del Consejo. Vi su rostro mirando
friamente hacia arriba mientras apuntaba. La fuerza de la
bala me golpeó y me sentí a la deriva, apenas capaz de
volver a mi forma humana. Contra la pared, mis puños
lentamente se aflojaron mientras una marea oscura me
barría.
 
Luego estaba Seb, recogiendome en sus brazos. Seb, lo
siento, quiero que las cosas sean lo mismo entre nosotros
otra vez, pensé. No podía sacar las palabras. Me aferré a él
mientras el mundo nadaba y se alejaba de mí una vez más.
Vagamente, tenía un sueño de que era Alex quien me
sostenía en cambio, la sensación de su abrazo era tan real
que quería quedarme envuelta en él para siempre.
 
Cuando volví en mi, estaba mirando al cielo. Gritos
distantes, un chirrido. Me senté, mi cabeza todavía
atontada y vi la vista desde mi sueño. Toda la Ciudad de
México se extendía abajo, extendiéndose hasta el infinito.
Había un silencio extraño en el aire, como si el mismo
mundo estuviera conteniendo el aliento. Mi cuero cabelludo
picaba. Las raíces que el Consejo había puesto en el suelo
se sentían sueltas ahora, peligrosas, como los cuerpos de
serpientes sin cabeza que se mueven inquietas, causando
ondas en la tierra.
 
Luché por ponerme de pie, estaba en un helipuerto. Había
una puerta cercana, Alex, Seb, Sam y Liz acababan de
arrastrar algún tipo de unidad de metal delante de ella. La
puerta se estremeció rítmicamente cuando el sonido de
gritos se acerco.
 
-¡Aguanten, todo el mundo!- grito Alex. Incluso a través de
su camisa, pude ver sus músculos flexionarse mientras
todos ellos se esforzaban por mantener la barricada en su
lugar.
 
Sintiéndome aún mareada, corrí para añadir mi peso al de
ellos. La unidad de metal parecía parte de un aparato de
aire acondicionado gigante. Me metí contra ella y empuje.
Seb estaba a mi lado, con la cabeza gacha y las manos
apoyadas en el borde de metal mientras buscaba a tientas
con los pies.
 
-¿Estás bien?- Se quedó sin aliento, mirandome.
-Creo que sí- dije débilmente. Los ojos de Alex encontraron
los míos y pude ver el profundo destello de agradecimiento
en ellos, luego se dio la vuelta sin decir nada cuando la
unidad de metal raspo a través del cemento. La puerta se
abrió unos pocos centímetros, luego, se cerró de golpe otra
vez cuando todos empujamos. Gritos incoherentes, una
visión de rostros enojados.
 
-¡Oh Dios, van a pasar!- las mejillas de Liz estaban rojas por
el esfuerzo.
-Alex, ¿qué vamos a hacer? ¡No hay lugar para esconderse
aquí!
-Empieza a sacarlos uno por uno cuando salgan- gruñó Sam
al otro lado de mí. Sus anchos hombros parecían tener
pelotas de béisbol mientras empujaba.
-Sí, eso funcionará durante unos dos minutos tal vez- dijo
Seb, alzando la voz sobre los gritos. La puerta temblaba,
temblaba.
-¿Cuántos cartuchos tienes?
-Lo suficiente como para hacerles sentir habernos seguido
hasta aquí- dijo Sam sombríamente.
-Voy a luchar, eso es todo lo que sé.
-Pero todavía caeremos- dijo Liz, sonando agónica.
-¡Hay demasiados de ellos! Y Trish y Wesley- Se
interrumpió con un sollozo. Tenía ganas de llorar. Trish,
quien todo mundo había amado tanto, Wesley, que sólo
había querido vengar a su familia. ¿Se suponía que
debíamos abrir fuego contra ellos ahora?
 
Los gritos se intensificaron cuando la puerta se abrió de un
empujón casi pie, luchamos para cerrarla de nuevo.
 
-Está bien, no entren en pánico dijo Alex.
-Vamos a tener la ventaja cuando entren por la puerta.
Vamos a tener que soltar la unidad y posicionarnos a un
lado. Cuando la multitud irrumpa, empiecen a disparar.
Prueben con un par de disparos de advertencia en primer
lugar, pero no desperdicien demasiados cartuchos si no
funciona.
 
Aunque su tono se mantuvo práctico, sabía lo mucho que
odiba esto, detestaba la idea de usar un arma contra otro
ser humano. Él no era el único. Me imaginaba apretar el
gatillo, ver a alguien derrumbarse delante de mí. Mis labios
se secaron. No pensé que podría hacerlo.
 
-Dame tu arma y ponte detrás de mí cuando lo soltemos-
me dijo Seb.
 
Tragué saliva.
 
-Seb, no, no puedo dejar que me protejas.
 
Su voz era tensa.
 
-Por favor, sólo hazlo. No crees puedas disparar y yo puedo.
-Seb tiene razón- dijo Alex en breve.
-Quedate atrás de nosotros dos.
 
Y cuando nuestros ojos se encontraron de nuevo, vi lo que
ya sabía en los suyos: Liz también tenía razón. Había
demasiados de ellos para que peleemos y por el sonido de
sus gritos, no iban a ser ralentizados por los disparos de
advertencia. A menos que pudieramos pensar en otra cosa,
rápido, íbamos a morir.
 
-Está bien, en la cuenta de tres- dijo Alex, en voz alta para
hacerse oír. Los gritos eran casi ensordecedores ahora, la
puerta se abría y se cerraba como un latido del corazón.
-Uno.
 
Miré violentamente a nuestro alrededor frenéticamente,
para encontrar algo que tal vez los otros se habían perdido.
Como un ascensor, eso sería algo bueno de encontrar. Mi
mirada se acercó al borde del edificio y se detuvo. Lo miré
fijamente, mis pensamientos girando.
 
La unidad casi saltó hacia adelante, cuando avanzo raspa
seis centímetros.
 
-Dos- dijo Alex, con la mandíbula apretada.
 
Mi sueño. La torre desde la que había volado, la forma en
que mis alas se habían sentido tan pesadas. Seb volvió la
cabeza y me miró mientras recogía lo estaba pensando y
era tan completamente loco que yo sabía que era nuestra
única oportunidad.
 
-Tr...
-¡No, espera!- Estallé.
-¡Tengo una idea!
 
Nos tomó un agonizante minuto o algo así para que Seb y
yo nos prepararamos, mientras trataba de no enfocarme en
la unidad metálica que se deslizaba de manera constante
hacia atrás, la puerta abriéndose lentamente. Mientras me
concentraba, oí los gruñidos de esfuerzo de los demás para
mantener la puerta cerrada, a mi lado, Seb se esforzaba
tanto mientras nuestros ángeles sobrevolaban la zona.
Obviamente, él encontraba esta tan díficil como yo.
 
Finalmente alcance y toque el pie de mi ángel mientras ella
me miraba. Su cara era la mía, tan blanca como una
estatua, sus alas se agitaron suavemente en el aire. El pie
se sentía fresco y firme. Era una sensación muy extraña,
tocar, literalmente, a otro tú.
 
Miré a Seb, su ángel parecía igual de sólido. El asintió.
-Estamos listos- le dije, levantando mi voz. Me las arregle
para mantener el miedo fuera de ella. Si estaba
equivocada, entonces estábamos a punto de caer en picado
hacia nuestras muertes.
 
La frente de Alex estaba húmeda mientras luchaba contra
la unidad.
 
-A la cuenta de tres, entonces un buen empujón y luego
corran. Uno, dos, tres.
 
Empujamos con fuerza, aullidos vinieron de la puerta
cuando la gente fue empujada hacía atrás. Luego corrimos
hacia el borde del edificio, con los dos ángeles deslizándose
sobre nuestras cabezas. Hubo un fuerte chirrido cuando la
unidad de aire acondicionado fue empujada a un lado,
entonces pude oír a la gente en estampida.
 
Ya habíamos decidido quien debería ir con quién. El Seb
humano era más fuerte que yo, así que iba a tener que
quedarse con dos de ellos, y él no podía apoyar tanto a Alex
como a Sam, y definitivamente yo no podía apoyar al
corpulento Sam.
 
Por lo que era de sentido común que tomé Alex. Aun así, mi
corazón dio un vuelco cuando llegamos a la orilla, y yo
sabía que lo que estábamos a punto de hacer era sólo una
parte de ello. Por un segundo, los ojos azul grisaceo de Alex
quedaron desprotegidos mientras nos mirabamos el uno al
otro, mi pulso saltó ante la expresión en ellos. Oh, Dios, si
supiera con certeza que estábamos a punto de morir, le
diría todo.
 
La multitud de casi un centenar de personas habían visto a
nuestros ángeles ahora, y se detuvo con incertidumbre.
Algunos portaban armas improvisadas, pedazos irregulares
de madera que parecía que habían sido arrancados de los
marcos. Raziel apareció en medio de ellos en su forma
humana, su rostro de poeta se desencajo mientras les
gritaba. No tenía que hablar español para captar lo que
estaba diciendo: ¡Miren, no tienen halos! ¡No son ángeles
reales, es un truco! ¡Ellos mataron al Consejo, no los dejen
escapar! Trish y Wesley irrumpieron desde el hueco de la
escalera.
 
-¡Son asesinos de ángeles! ¡Detenganlos!- Sintiéndome
enferma, aparté la mirada de sus caras familiares. Este no
era el momento para pensar en ello.
-Bien, hagamoslo- dijo Alex sombrío. Envolvió sus brazos
alrededor de mí y me agarre a él, sintiendo su corazón
latiendo contra el mío. A mi lado, Sam estaba levantando a
Liz en sus brazos mientras Seb estaba parado detrás de él,
apoyándolo a traves del pecho. Mis ojos se encontraron con
los de Seb mientras ambos instábamos silenciosamente al
otro. Nuestros ángeles sobrevolaban la zona, centrandose,
preparándose.
 
La multitud arremetió. Trish y Wesley se estaban acercando
a los demás, sin dejar de gritar. A la cabeza de todos ellos
estaba Raziel, la chaqueta de su traje agitándose y al mirar
hacia atrás, por un vertiginoso segundo volví a ser
catapultada a su cabeza. Me quedé sin aliento en estado de
shock por lo que encontré allí, apretando mis brazos
alrededor de Alex.
 
La mitad de los ángeles en el mundo estaban muertos.
 
Raziel lo sabía instintivamente, al igual que conocía los
latidos de su propio corazón. La mitad de los ángeles
realmente se habían ido. Ido. Sentí una oleada de alivio
aturdido... y luego me puse rígida cuando vino otro
conocimiento. Raziel estaba intrigado por mí, lamentaba
que tuviera que morir. Había disfrutado deambulando en
mis pensamientos.
 
De repente fue como si una puerta se hubiera cerrado de
golpe, cortando la conexión.
 
-En realidad no crees que vas a escaparte, ¿verdad?- Llamo
mi padre, el viento azotaba sus palabras mientras corría
hacia nosotros.
 
Me estremecí mientras lo miraba fijamente. Odiaba que él
hubiera estado en mi mente, si pudiera sumergir mi
cerebro en lejía, lo haría.
 
-Una manera de averiguarlo- dije en voz baja. Y cuando mi
ángel puso sus brazos alrededor de nosotros, Alex y yo
pasamos sobre el borde.
 
Viento paso rápidamente, el borrón de rostros enojados
mirandonos. La calle de abajo estaba en espiral, cada vez
más grande, podía ver nuestros reflejos cayendo en el
vidrio verde curvado. En mi forma de ángel, mis alas
batieron frenéticamente mientras luchaba con el peso no
acostumbrado. Un poco lejos de mí, Seb estaba teniendo el
mismo problema, sólo que peor, su ángel llevaba a tres
personas.
 
No iba a dejarnos colapsar, de alguna manera logre tener la
caída bajo control. Era como si se hubiera abierto un
paracaídas que nos hacia flotar. Debajo de nosotros, vi con
alivio que las poderosas alas de Seb también estaban en
control ahora.
 
-¿Estás bien?- Preguntó Alex por encima del viento.
-Bien- Solte, mis brazos todavía apretados alrededor de él.
Podía oler el cálido aroma a Alex. Estábamos tan cerca,
justo como habíamos estado miles de veces antes, todo lo
que quería era levantar mi rostro al suyo y besarlo. Aparté
la mirada, pero no antes de ver su garganta moverse.
-Willow... comenzó y luego se interrumpió cuando un sonido
como un trueno retumbó. Esa ominosa sensación de las
raíces del Consejo, moviéndose por su cuenta ahora. La
ausencia de los Doce había desequilibrado todo, como una
roca balanceándose al borde de un acantilado.
-No es bueno, ¿verdad?- Dijo Alex, observando mi rostro.
 
Antes de que pudiera responder, mi ángel se tenso en
estado de alarma y en un borrón brillante, Raziel se
abalanzó desde el cielo, su imagen de ángel reflejo en el
cristal.
 
-Sabes, creo que todo este escenario mejoraria si hubiera
más caídas involucradas- dijo y golpeó a mi ángel con alas
de luz que la sacudieron, lanzándola fuera de balance. Mis
manos humanas se pusieron heladas cuando nuestra caída
se aceleró de nuevo, todavía estábamos a unos treinta pisos
por encima del suelo.
-Aguanta- gritó Alex en mi oído y me soltó con un solo
brazo para alcanzar su arma. Raziel vio el movimiento, con
un gruñido, se estiró por la energía vital de Alex, sus largos
dedos extendiéndose hacia ella.
 
¡No! En mi forma de ángel, deje mis alas completamente
quietas, cayendo en picada hacia abajo como una roca. Mi
ser humano se aferró a Alex cuando empezamos a caer,
cielo, tierra y alas pasado intermitentes. Casi perdí mi
agarre, sus brazos se apretaron.
-No te dejare caer, nunca te dejaré caer- murmuró, y yo
sabía que él ni siquiera era consciente de que lo había
dicho en voz alta. El viento estaba desgarrandome, mi ser
angelical apenas podía mover sus alas. No, no ibamos a
morir de esta manera. Jadeando, golpee frenéticamente.
 
Nos enderece justo cuando Raziel apareció de nuevo, sus
alas destellaron por el cielo azul cuando se lanzó por Alex
desde atrás.
 
-¡Alex!- Grité. Él se volvió bruscamente, pero las alas de mi
ángel estaban en su camino, ella estaba demasiado agotada
ahora para maniobrar. Él juró cuando Raziel se acerco. Mi
pulso estaba acelerado. No. Esto no iba a suceder. Inhale
profundamente, saque mi pistola y apunte a su halo.
-Oh, no creo que hagas eso- se burló Raziel mientras se
acercaba a nosotros.
-Te conozco muy bien ahora, hija mía.
 
Sin responder, apreté el gatillo.
 
Fallé, pero fue suficiente para asustarlo, él retrocedió,
aleteando. Pude ver a Seb encima de nosotros con Sam y
Liz, sentir su angustia de que él no podía hacer nada para
ayudar. Sin embargo, Sam estaba disparando contra Raziel
y el ángel siseo entre dientes al darse cuenta de ello,
alejándose rápidamente. Finalmente, Alex consiguió un tiro
certero y apunto, sosteniéndome con fuerza con su otro
brazo.
-Oh, hombre, él va a morir esta vez- murmuró.
 
El mundo nos recibió con un estruendo, cuando
aterrizamos en una franja de hierba junto a un
estacionamiento. Mi ángel nos había ralentizado tanto
como pudo, pero todavía se sentía como si nos hubiéramos
estrellado contra una pared de ladrillos. Grité cuando Alex
y yo rodamos juntos, hubo un grito de dolor de alguien
cuando Seb y los otros aterrizaron cerca. Mi ángel se
fusionó conmigo otra vez, sin fuerzas y agotada podía sentir
su alivio de que ella nos había rescatado con seguridad.
 
Me tumbé en la hierba por un momento, temblando.
Sintiendo los brazos de Alex a mí alrededor.
 
-¿Estás bien?- Susurró.
 
Tenía la cara contra su cuello, cerré los ojos con fuerza,
saboreando la calidez de su piel contra mis labios.
 
-Bien- De alguna manera mi voz sonaba firme. Me separé y
me senté, mi corazón latía con fuerza.
 
Y entonces me quedé mirando el cielo por encima de
nosotros.
 
Raziel estaba en lo alto ahora, fuera del alcance de
nuestras balas pero no estaba solo. Charmeine, el ángel
femenino que había visto en sus pensamientos, iba a toda
velocidad hacia él, su larga melena azotada por el viento.
Varias docenas de ángeles la seguían.
 
-¡Ahí está el traidor que asesinó a los Doce!- Gritó.
-¡No dejen que se escape!
 
Por supuesto, pensé aturdida, recordando lo que había
vislumbrado desde la mente de Raziel, la Charmeine
hambrienta de poder. Él pensaba que había ahondado
totalmente en ella, los había engañado tanto a él como al
Consejo. Su apuesta había valido la pena y ahora que le
había ayudado a acabar con los Doce, no lo necesitaba más.
 
Las alas de los ángeles brillaban como afilados cuchillos a
medida que descendían, de alguna manera sabía que esto
era todo lo que quedaba del centenar de miembros del
Consejo. Con un rugido de furia, Raziel se disparó hacia
arriba en el aire, alejandose del pequeño ejército. Observe,
con enfermiza fascinación, sabía que estaba a punto de ver
la muerte de mi padre.
 
Grité cuando el suelo se sacudió como un ser vivo. El
sonido de cristales rotos vino de algún lugar. Alarmas de
coche sonando.
 
El suelo se sacudió de nuevo... y de repente estalló una
gruesa cadena de energía.
 
Golpeó a través del aire, latiendo violentamente, casi
invisible, una intensidad más que algo que se podía ver.
Corto a través de los ángeles que luchaban arriba,
envíandolos dispersos, arremetió de nuevo, por lo que
algunos de ellos estallaron en ráfagas de luz. Mis brazos se
enfriaron. Ya no podría decir quién era quién ¿qué estaba
pasando?
 
Alex había estado observando también.
 
-Vamos, salgamos como el infierno de aquí- dijo,
poniéndose en pie. Él me ofreció su mano. Empecé a
tomarla y entonces recorde, retrocediendo justo a tiempo.
No podía tocarlo de nuevo, por ninguna razón, podría
dañarlo aún más.
 
-Lo siento- murmure, poniéndome de pie.
 
Dolor cruzó el rostro de Alex, su mandíbula se apretó. Miró
hacia donde estaban Seb y los otros. Parecía que Sam se
había torcido el tobillo, tenía el ceño fruncido cuando Seb
le ayudó a ponerse en pie, apoyándose en él.
 
-Aquí- dijo Alex en breve y me entregó las llaves.
-Ve a buscar el camión, estaremos allí lo más rápido que
podamos.
 
Asentí, deseando poder explicarlo. En lugar de eso, me di
la vuelta y corrí. La Torre Mayor estaba justo al lado de
nosotros, encima, los ángeles restantes eran sólo unas
pocas manchas brillantes, luchando. Pasos a la carrera me
alcanzaron cuando Liz apareció.
 
-Esto no es bueno- jadeó cuando otro estruendo sacudió la
tierra. Botes de basura chocaron cerca. No pude responder,
de repente la urgencia martilleaba a través de mí,
haceiéndome correr más rápido de lo que alguna vez había
corrido antes.
 
Doblamos la esquina hacia el Río Atoyac. El guardia había
abandonado su puesto, nos agachamos por debajo de la
barrera y pasamos por encima del bloqueador de metal,
derrapando hacia el otro lado. En el muelle de carga, el 4 x
4 estaba justo donde lo habíamos dejado, luciendo
extrañamente ordinario, mientras estaba allí.
 
Liz se metió en la parte delantera junto a mí cuando
encendí el motor. Gire el volante, chirriando en reversa y
luego miré el bloqueador en la parte superior del camino.
Desde este ángulo, era una rampa empinada que
ssobresalía en el espacio. Cuando otro temblor golpeó,
envié a mi ángel a toda velocidad para comprobar la caseta
de vigilancia. Los botones del panel de la pantalla necesitan
una llave para operarlos, no había ninguna llave a la vista.
 
Sólo habían pasado segundos.
 
-¿Qué... qué vas a hacer?- Preguntó Liz cuando mi ángel
regresó en una ráfaga.
 
Los Duques de Hazzard destellaron con gravedad en mi
mente.
 
-Um, creo que los cinturones de seguridad podrían ser una
idea- dije, abrochando el mío. Tenía la boca seca, la rampa
se veía más pronunciada por segundos. Agarré el volante y
respiré profundamente, manteniendo la mirada fija en ella.
 
Liz hizo clic en su propio cinturón de seguridad, con sus
mejillas pálidas aun más pálidas mientras me miraba.
 
-Willow, en realidad no vas a...
-Agárrate- dije y pisé el acelerador.
 
Llegamos a la rampa a unos cincuenta km por hora y por
un segundo paralizante, catapultadas a través del aire,
pasando la barrera. Chocamos contra el suelo, las ruedas
delanteras primero, el camión se balanceó como un caballo
salvaje, empujándonos hacia adelante y hacia atrás. De
alguna manera mantuve el control, bombee el acelerador y
tire del volante con fuerza, dando tumbos en la carretera y
luego de vuelta hacia donde habíamos aterrizado.
 
-¡Oh, Dios mío, en realidad lo hicimos!- Jadeó Liz. Dejé
escapar un suspiro tembloroso. Me sorprendí un poco.
 
Alex y los demás estaban a media cuadra de distancia.
Cuando llegué al lado de ellos, Alex abrió la puerta del
coche y él y Seb ayudaron a Sam a entrar.
 
-Cristo, juro que me lo he roto- murmuró Sam, dejando caer
su cabeza hacia atrás en el asiento. Su cara estaba blanca.
 
Alex cerró la puerta una vez que todos estaban dentro.
 
-Creo que sólo es un esguince pero tuviste suerte, ¿de
acuerdo? todos lo hicimos.
 
Podía sentir la ansiedad de Seb picando en mi piel y sabía
que él podía sentir lo mismo que yo: las raíces gigantes
estaban completamente fuera de control, azotando la
tierra. Teniamos que salir de esta ciudad, ahora.
 
Cuando me aleje de la acera, vi que sólo había dos ángeles
luchando arriba ahora. Dos. ¿Eso significaba que Raziel
todavía estaba vivo? El camino temblo y acelere, tratando
de adelantarme al temblor mientras otro látigo de energía
atravezaba el aire. Cuando pasó más allá de los dos ángeles
hubo un estallido de resplandor, como el sol brillando sobre
el agua.
 
Y entonces nada en absoluto.
 
Mi corazón se sentía a punto de estallar en mi pecho.
¿Realmente Raziel se ha ido ahora? Brevemente, mis ojos
se encontraron con los de Alex en el espejo retrovisor. Me
di cuenta de que él no sabía tampoco pero yo sabía la
respuesta que él estaba esperando. Entonces, gire el
camión hacia el Paseo de la Reforma y ya no pudimos ver el
lugar donde ellos habían estado.
 
Nos desvie dentro y fuera del tráfico, ignorando por
completo los bocinazos. El camino se hizo más claro a
medida que avanzaba, cuando los temblores continuaron, la
gente se retiraba hacia un lado. La Ciudad de México tiene
una gran cantidad de terremotos. En uno ordinario, no
conducir era probablemente la opción más sensata. No
tenía ninguna intención de tomarla, no con la forma en que
la energía de este lugar se sentía de repente. Un camión
estaba en mi camino, Sam aulló de dolor cuando me meti a
una brecha de hierba y luego de vuelta a la carretera. Y a
medida que continuamos hacia el norte por el Paseo de la
Reforma, vi con un escalofrío cuan correcto era querer
sacarnos de aquí lo más rápido posible.
 
Más adelante estaba la columna vacía donde el ángel la
Ciudad de México había estado una vez, sosteniendo su
guirnalda dorada hacia el cielo. Se balanceaba adelante y
atrás como una torre de Jenga demasiado alta.
 
-Dios mío- susurró Seb desde atrás.
 
No había forma de evitarlo, apreté los dientes y acelere
hacia ella. A medida que empezó a caer al otro lado de la
carretera, Liz gritó, arrastrándose hacia atrás en su
asiento, luego nos habíamos disparado por debajo y
estábamos a asalvo del otro lado.
 
Sam rió débilmente.
 
-Oh, hombre ¿dónde puedo nominarte para el conductor del
año?
 
Mis manos se apretaron con tanta fuerza que se sentía
como si hubieran sido pegadas al volante.
 
-No presiones nuestra suerte- dije, manteniendo mis ojos en
la carretera dando tumbos.
-Tal vez deberías esperar hasta que realmente nos saque de
la ciudad.
-Lo harás- dijo Alex, su voz firme.
-Tú lo harás.
 
Y de alguna manera lo hice.
 
Al atardecer estábamos avanzando por una carretera de
montaña. El terremoto no parecía haber sido tan malo aquí,
aunque todavía teníamos que maniobrar alrededor de
árboles caídos a veces. Sin embargo, se sentía tranquilo: la
forma en que las montañas alcanzaban el cielo como si
siempre hubieran estado ahí y siempre lo estarían.
 
Tranquilo era bueno. Tranquilo era muy bueno.
 
Alex se había hecho cargo de la conducción, yo estaba en la
parte trasera junto a Seb. Él se sentó sin hablar, su mirada
distante, y yo podia sentir su dolor por lo ocurrido a la
ciudad de su nacimiento. Porque cuando finalmente llegue
a las afueras de la ciudad de México, había visto algo en el
espejo retrovisor que se había robado el aliento de mis
pulmones: la tierra se había elevado desde el centro y
literalmente estaba rodando. Los edificios se estremecieron
y cayeron mientras el maremoto de hormigón pasaba, los
coches se deslizaron en grietas. Me detuve a un lado de la
carretera, temblando demasiado para conducir mientras
todos lo miramos.
 
Finalmente, la ola había se había convertido en la nada. Y
entonces hubo el silencio más completo que había
escuchado nunca, con el polvo levantandose en un gran
penacho.
 
Fue entonces cuando Alex se había hecho cargo, saliendo
de la parte posterior y abriendo la puerta del conductor.
 
-Ponte en la parte de atrás, ya has tenido suficiente- dijo, su
cara como piedra por lo que acababamos de ver. No discutí.
 
Casi ninguno de los dos había hablado después de eso. Casi
ninguno de nosotros hablaba ahora, varias horas más tarde.
La expresión del rostro de Seb me dolía. Él siempre había
odiado la Ciudad de México debido a todo lo que había
pasado allí, pero que la viera aplanada de esa manera...
Tragué saliva, mis sienes palpitaban. Aunque ansiaba
abrazarlo y ser abrazada, de alguna manera todavía no
podía romper la incomodidad entre nosotros, no importaba
cuanto quisiera.
 
Desde el frente, Liz se aclaró la garganta.
 
-Me pregunto si Kara y Brendan están bien- dijo ella en voz
baja. No mencionó a Wesley y Trish. Yo no la culpo. Sólo de
pensar en ellos duele demasiado.
-Espero que sí- dijo Alex en breve, el cambio de velocidad.
Habíamos intentado llamar, pero los teléfonos celulares de
nadie estaban funcionando. Y lo que todos sabíamos
colgaba en el aire, tácito: que fácilmente podrían haber
sido atacados por una turba en su camino por la escalera,
sobre todo si la pierna herida de Brendan los frenaba.
 
Presioné mi frente contra la fría ventana mientras miraba
hacia los árboles que pasaban. Les dije a los demás lo que
había sentido de Raziel, que aproximadamente la mitad de
los ángeles en el mundo estaban muertos. Debería haber
sentido como una victoria, supongo... pero en este
momento no parecía mucho una.
 
Mientras conduciamos por una curva, una vista de la
ciudad se extendía debajo de nosotros en los últimos rayos
de la puesta de sol. Alex se detuvo y todos salimos, incluso
Sam, apoyándose con una mano en el hombro de Alex.
Contemplamos la ciudad en ruinas en silencio. Fiel a su
estatus como el edificio más resistente a los terremotos en
el mundo, la Torre Mayor seguía en pie, sus paredes de
cristal verde curvado contra el cielo.
 
Casi era la única cosa que lo estaba. Todo a su alrededor en
un círculo salvaje que debe haber recorrido varios
kilometros, la ciudad había sido prácticamente aniquilada:
algunos otros edificios estaban medio en pie, la mayoría se
habían derrumbado en escombros. Aunque pude distinguir
el rectángulo plano del Zócalo, no podía ver la catedral en
absoluto.
 
Liz se estremeció, abrazándose a sí misma.
 
-¿Crees que esto realmente sucedió en todo el mundo?-
Susurró.
-¿O sólo aquí?
 
Ninguno de nosotros tenía una respuesta para ella.
 
Finalmente Alex dejó escapar un suspiro.
 
-Está bien, vamos. Busquemos un lugar para pasar la
noche.
 
Seb se quedó inmóvil, sin dejar de mirar la ciudad cuando
los otros comenzaron a caminar de vuelta hacía la
camioneta. Alzando la vista hacia él, vi la humedad en sus
mejillas. Desbloqueo algo dentro de mí y envolví mis brazos
alrededor de él con un sollozo. Me abrazó fuerte,
aferrándome a él, estábamos temblando, abrazados
fuertemente. Y oh Dios, había sido tan estúpida, tan
completamente envuelta en mi angustia por Alex. Seb tenía
razón. Nos besamos, eso fue todo. No tenían porque
cambiar las cosas entre nosotros a menos que lo
permitieramos.
 
-Lo siento- susurre contra su cuello.
-Seb, lo siento mucho. Quiero que las cosas sean como eran
entre nosotros otra vez.
-Yo también quiero eso- dijo entrecortadamente.
-Lo deseo más que nada.
 
Cerré los ojos y dejé escapar un suspiro tembloroso
mientras me presionaba contra él. Podía sentir el cosquilleo
de su barba contra mi pelo, el fuerte calor de sus brazos
alrededor de mí. Nada había cambiado, todo había
cambiado. Tenía a mi amigo de vuelta. Yo sabía que Seb
todavía estaba enamorado de mí, y él sabía que yo no
estaba enamorada de él, pero de alguna razón no tenia
importancia, para ninguno de los dos, necesitabamos estar
en la vida del otro de todos modos. Y oh Dios, después de
todo lo que acabábamos de pasar... saber que nuestra
amistad estaba intacta se sentía más importante de lo que
las palabras pueden explicar.
 
Por último, me alejé y le di un beso en la mejilla.
 
-Vamos- le dije, limpiandome los ojos.
-¿Mi hermano me acompañaría hasta el camión?
-En cualquier momento, querida- dijo Seb con una pequeña
sonrisa. Y él puso su brazo alrededor de mis hombros y nos
dirigimos de regreso.
 
 
Alex
 
 
La luna acababa de salir en el momento en que se
detuvieron, en lo alto de la Sierra Madre del Sur. Aquí
arriba, con las estrellas y los árboles, era como si nada
hubiera sucedido en absoluto. Fue un alivio, pensó Alex.
Nunca, mientras viviera iba a olvidar la vista de esa ola de
concreto mientras derribaba la ciudad.
 
Ahora su equipo estaba hecho pedazos.
 
De alguna manera, lo descartó todo e hizo lo que tenía que
hacer con el fin de conservar lo que quedaba de su equipo
reunido. Seb saco un encendedor del bolsillo de sus
pantalones vaqueros y construyeron una fogata. Alex puso
la carpa para que Willow y Liz durmieran, él y los otros
chicos podían estrellarse en la parte trasera del camión.
Rasgó una de sus camisas en tiras largas y vendó el tobillo
de Sam, en el momento en que lo tuvo perfectamente
ligado, el amplio rostro de Sam se relajó. Lo que a su vez
alivio a Alex, probablemente no se había roto, en ese caso.
Y eso era bueno, ya que Dios sabía cuando se las
arreglarian para encontrar un médico, si otros lugares del
mundo se han visto afectados de la misma manera que la
Ciudad de México. La idea era demasiado catastrófica para
contemplar, como tratar de imaginar lo que estaba más allá
de los bordes del espacio así que no pensaria al respecto y
pensó en la comida en su lugar.
 
Encontró un par de barras de energía en su bolsa. Esa era
la cena para todos ellos. También había un par de botellas
de agua en el camión, además de un arroyo cercano. Sam
tomó un trago de agua e hizo una mueca mientras se
sentaban alrededor de la fogata.
 
-Honestamente, quisiera que esto fuera algo más fuerte-
dijo con tristeza.
-Unos tragos de Jack estarían bien en este momento.
 
Nadie respondió, pero por los rostros de todos, todos
estaban pensando Unete al club. Liz miró con tristeza el
fuego, Willow y Seb se sentaron muy juntos, aunque no se
tocaban. Alex arrojó un palo sobre las llamas. Seguir a
cargo era la última cosa que quería hacer en el planeta
después de hoy pero sabía que tenía aún menos elección
ahora que antes.
 
-Bien, chicos, este el trato- dijo finalmente.
-No vamos a dejar que esto nos destruya. Todos hicimos lo
que pensamos que era correcto y si tuviéramos que hacerlo
otra vez, estaríamos todos actúando de la misma manera.
Así que no tiene sentido revolcarse. Lo importante es que la
mitad de los ángeles en este mundo han muerto. No
habríamos elegido hacerlo de esta manera, pero es una
victoria, así que lo aceptaremos.
 
Todo el mundo lo estaba observando, Sam asintió con la
cabeza ligeramente. La mirada de Willow era suave en la
suya, luego, miró hacia abajo, jugando con el puño de su
camisa. Él vio su garganta moverse.
 
-¿Y ahora qué?- Dijo Liz finalmente.
 
Alex se encogió de hombros.
 
-En lo personal, tengo la intención de seguir luchando- Les
habló sobre la base en Nevada que Sophie había estado
ofreciendo, la tarjeta de memoria con los detalles estaba
segura en su bolsa. -Así que tenemos un lugar a donde ir-
finalizó.
-Esta completamente equipado y tengo el código de acceso.
-¿Nosotros?- hizo eco Willow. Su rostro a la luz del fuego se
veía muy tranquilo.
 
Alex asintió.
 
-Sí. Todos son bienvenidos a unirse a mí, si lo desean- Él
mantuvo su voz neutral. Durante un tiempo, a raíz del
ataque, las cosas se habían sentido igual que siempre entre
él y Willow, una ilusión que se había disipado por la fuerza
cuando ella ni siquiera tomo su mano para permitirle
ayudarla a levantarse. Tenerla a su alrededor todo el
tiempo cuando ella estaba con Seb sería más doloroso de lo
que realmente quería imaginar. Pero necesitaba cada
persona que pudiera conseguir ahora y, además, formaban
parte de su equipo. Incluso Seb. Curiosamente, algo había
cambiado entre los dos de ellos hoy, Alex pensó que en
realidad podría trabajar con el chico sin matarlo ahora.
 
Willow se veía preocupado mientras ella y Seb se miraban,
parecía estar tratando de leer una respuesta de sus ojos.
 
-No me digan ahora, ninguno de ustedes- dijo Alex.
-Y no se sientan obligados a venir- Se pasó la mano por la
cara, tratando de no ver la ciudad caer de nuevo. O Wesley
y Trish mientras corrían detrás de ellos con la multitud,
gritando. Se sentía cansado hasta los huesos.
-Hoy fue... lo peor- dijo finalmente.
-Pero todavía no puede ser tan malo como alguna vez se
pondrá. Así que piensenlo. Piensen en lo que significa,
continuar con esto. No podría culpar a ninguno de ustedes
si sólo quieren esconderse en algún lugar en las montañas
y tratar de construir una vida por sí mismos.
 
Sam bufo.
 
-¿Quién demonios haría eso? Sí, estoy adentro, puedo
decirte ahora mismo- Estaba sentado en un tronco caído, se
movió, manteniendo su pierna lesionada estirada delante
de él.
-De ninguna manera voy a esconderme y no hacer nada,
después de hoy.
-Yo también- dijo Liz suavemente.
 
Willow se aclaró la garganta, sin encontrar su mirada.
 
-Nosostros vamos a pensar en ello, ¿de acuerdo? Y te dire
mañana.
 
Nosotros. Alex trató de no sentir el pinchazo.
 
-Sí, claro- dijo, lanzando otro palo al fuego.
-Nos llevará unos días volver a los EE.UU. de todos modos
si ahí es a dónde vas- añadió.
 
Seb miró a Willow una vez más, buscando su rostro con el
ceño ligeramente fruncido.
 
-Creo que no sabemos todavía- dijo.
 
Nadie dijo mucho por un tiempo después de eso. Aunque el
fuego se consumió un poco, aún alejaba la frescura de la
noche, Sam cruzó los brazos sobre el pecho y cerró los ojos,
pareciendo medio dormido donde estaba sentado.
Eventualmente Liz se levantó para ir a buscar la otra
botella de agua del camión. Cuando ella no regresó, Alex
fue tras ella y la encontró dormida acurrucada en el asiento
delantero, luciendo más allá de agotada. Empezó a
despertarla para que pudiera tener la tienda de campaña,
pero decidió no molestarla. Ella iba a estar bien aquí, Sam
y él iban a dormir en la parte trasera. Pensando en Willow y
Seb en la misma tienda de campaña que había compartido
con ella fue una patada más en los intestinos, pero supuso
que sobreviviría. Después de hoy, él podría sobrevivir a
cualquier cosa.
 
Cuando regresó a la fogata, los ronquidos de Sam estaban
llenando el aire. Willow y Seb obviamente estaban inmersos
en una profunda conversación. Se interrumpieron cuando
él reapareció, la tensión en el rostro de Willow hizo que
Alex se sintiera como un intruso. También lo hizo desear
poner sus brazos alrededor de ella y abrazarla para
siempre una emoción que en serio no necesitaba en este
momento.
 
-Voy a conseguir más leña- dijo brevemente y se marchó sin
esperar una respuesta.
 
Habia un claro no muy lejos, inundado de luz de la luna.
Alex se sentó en una roca y se quedó mirando el cielo.
Todas las constelaciones familiares todavía estaban allí, las
mismas que habían estado después de la muerte de su
padre y luego la de su hermano. Los patrones del cielo
nocturno siempre permanecían predecibles, sin importar lo
mucho que tu mundo acababa de ser sacudido. A veces en
su vida había encontrado esto calmante y en otras
ocasiones exasperante. Ahora sólo se sentía entumecido,
frío como la luz de las estrellas.
 
Wesley y Trish, rabiosos con quemaduras de ángel. Dios,
sabía que el brazo de Wesley aun no estaba mejor, nunca
debería haberlo dejado participar. Está bien, quizás
ninguno de ellos había muerto en realidad, pero la
quemadura de ángel siempre le había parecido casi peor
que la muerte a Alex, eliminaba las elecciones de una
persona. Si simplemente hubiera conseguido hacer las
cosas mejor, llegar más rápido, detener el ataque después
de todo, entonces tal vez no habría ocurrido. Y él ni
siquiera sabía si Kara y Brendan aún estaban vivos o no.
Incluso si de alguna manera lograron salir de la Torre
Mayor, ¿cuáles eran las probabilidades de que realmente
habían dejado la ciudad a tiempo? ¿O que esa vieja
camioneta de Juan hubiera cruzado esas calles
tambaleantes?
 
Alex se apretó el puente de la nariz cuando los
pensamientos lo golpearon. Él no tenía ninguna respuesta.
Ninguna. Y ahora el mundo nunca sería el mismo otra vez y
tenía que seguir siendo un líder de algún modo,
simplemente porque no había nadie más para hacerlo.
 
-Hola- dijo una voz suave.
 
Miró hacia arriba. Willow estaba de pie a la luz de la luna.
 
-Hola- dijo después de una pausa. Ella tragó saliva.
-¿Puedo, um... sentarme contigo por un tiempo? Creo que
probablemente deberíamos hablar.
 
Allí, de pie bajo la luz plateada, ella era tan hermosa que le
hacía daño por dentro. Se encogió de hombros con
cansancio.
 
-Si tú quieres.
 
Willow se sentó cerca de él, manteniendo una distancia
prudencial. Surcando el suelo con su dedo, ella se aclaró la
garganta.
 
-Alex, sólo quería decir que... siento mucho haberte hecho
daño.
 
Él suspiró. Sí, esto era exactamente de lo que tenía ganas
de hablar en este momento.
 
-¿Podemos omitir esta conversación?- preguntó, frotándose
la frente.
-En serio, prefiero no tenerla. No necesito escuchar cuánto
lo sientes.
 
Ella se sentó observando el movimiento de sus dedos con
ansiedad, luego pareció darse cuenta de que lo estaba
haciendo y apartó la mirada.
-Está bien- Su voz era delgada, tensa.
-Pero Alex, no creo que Seb y yo vayamos contigo a
Nevada. Simplemente no creo que sea una buena idea para
mí, estar tan cerca de ti. Así que no sé si volveré a verte
después de mañana y quería decirte... Su voz se quebró,
Alex se congeló, le dolía el corazón cuando vio que estaba a
punto de llorar.
 
-Decirte que aún te amo- soltó.
-De verdad, Alex y... y lo siento por todo.
 
Limpiándose los ojos, se levantó de un salto. Alex también
se levanto, dolorido por el desconcierto que se aferrába a
su garganta.
 
-¡Willow, espera! Qué... Él tocó su brazo, ella se apartó,
abrazándose a sí misma.
-Por favor, no- dijo ella en voz baja.
 
Ella parecía miserable, casi asustada. Alex la miró.
 
-¿No qué? ¿Que no toque tu brazo?
 
Willow casi dijo algo y se detuvo, sacudiendo la cabeza.
 
-Yo... será mejor que vuelva- Ella comenzó a alejarse.
-No, espera- Él se escabulló delante de ella, una repentina
sospecha había arraigado y fue creciendo por segundos. -
¿Willow, por qué no puedo tocar tu brazo? ¿Por qué no
tomaste mi mano cuando caímos en la hierba?
 
Ella aferró sus codos, sin mirarlo a los ojos.
 
-Simplemente no queria, eso es todo. Lo siento. No fue mi
intención herir tus sentimientos ni nada- Ella era una
mentirosa terrible. Y ahora Alex recordó que ese mismo
tono plano había estado en su voz cuando ella se quedó con
Seb en la cocina, e incluso antes, de vuelta en el almacén
antes de su primera cacería, cuando él le había preguntado
que pasaba. Había tenido la misma expresión en su rostro
entonces también, completa agonía, mientras comenzaba a
decirle algo, pero no lo hizo.
 
Oh Dios.
 
La verdad se estrelló contra él. Él tomó sus brazos otra vez
sin pensar, ella se apartó.
 
-¡No! ¡No me toques!
-¿Crees que me estás dando quemadura de ángel?- dijo con
urgencia.
-Eso es todo, ¿verdad? Es por eso que rompiste conmigo-
ella no respondió, no necesitaba hacerlo. Se cubrió la cara
con una mano y le temblaron los hombros.
 
Apenas podía oír sus propias palabras sobre el latido de su
pulso.
 
-¿De verdad estás enamorada de Seb? ¿Ustedes dos
realmente...
-No- interrumpió.
-Nos besamos, eso es todo. Y fue totalmente erroneo y me
hizo darme cuenta de cuánto... cuánto yo... Ella se
derrumbó entonces, Alex la rodeó con sus brazos y la
abrazó con fuerza, su corazón se acelero con una repentina
esperanza.
-Dime otra vez que no estás enamorada de Seb- susurró en
su pelo.
-Por favor, por favor, dime otra vez.
 
Ella sacudió la cabeza contra su pecho, su voz estaba
amortiguada.
 
-No estoy enamorada de Seb, Nunca lo estuve. Lo amo,
pero no así. Alex, no debería estar tocandote...
 
Él la ignoró.
 
-¿Qué hay de tu sueño?
-Era cierto, todo excepto la parte de estar enamorada de él-
ella levantó la mirada, con los ojos húmedos.
-No te lo mencioné en ese momento, porque ni siquiera lo
creía, no veía cómo podría sentir con tanta fuerza por un
chico que no eres tú. Pero ahora veo que puedo, sólo que es
una simple amistad, es como si fuera mi hermano. ¡Alex, no
puedo tocarte! Déjame ir, te estoy haciendo daño...
-¡No me estás haciendo daño! Willow... Él se apartó,
agarrando sus dos manos.
-Todavía estoy enamorado de ti- dijo fervientemente.
-Te amo más que nada. ¿Todavía sientes lo mismo por mí?
 
Ella se quedó muy quieta, la luz de la luna brillando en su
rostro. Por un momento la mirada en sus ojos fue la
salvación y luego su rostro se apago.
 
-Por supuesto que sí- susurró. Ella apartó las manos de las
suyas.
-Y es por eso que no puedo estar contigo. Sabía que harías
esto, es por eso que no te dije antes. Crees que no te estoy
haciendo daño, pero lo estoy. Puedo verlo en tu aura en
este momento.
-¿Mi aura?
-¡Sí! Se ve... Su rostro se arrugó ligeramente, ella se
recuperó con un esfuerzo visible.
-Se ve enferma- dijo.
-Y es por mi culpa. Tiene que ver con mi energía, siendo
mitad ángel, el efecto debe ser acumulativo, pero está ahí,
sucede...
-¿Qué efecto? ¿Willow, de qué estás hablando?
 
Su pelo en puntas se veía más oscuro de lo habitual a la luz
de la luna, su cara de duende llena de tristeza.
 
-Tus migrañas y los dolores de cabeza se deben a mí- dijo.
-Sé que no siempre lo han sido, pero los que estás teniendo
ahora lo son. Alex, tu aura se ve... Su mirada se posó en el
contorno de su cuerpo, explorándolo.
-Opaca- terminó.
-No es saludable. Y hay estas manchas oscuras... Se
interrumpió.
-Pero... Él la miró mientras las imágenes iban y venían en
un instante: su padre, en el campamento, Cully, después de
una búsqueda prolongada. A sí mismo, sentado en el metro,
preguntándose cuánto daño que había estado tomando
últimamente.
-¿Willow, creíste que fue por ti? Oh, nena...
 
Él trató de poner sus brazos a su alrededor otra vez, ella se
hizo a un lado fuera de su alcance.
 
-¡Por supuesto que creo que es por mí! ¿Qué otra cosa se
supone que voy a pensar?
-¡Es porque soy un AK! Es algo que sucede si estás
expuesto a una gran cantidad de lluvia radiactiva ángel, el
aura sufre daños. ¡Willow, mi padre solía tener la misma
cosa!
 
Ella se quedó muy quieta, en su cara vio la duda luchando
con el anhelo de creer.
 
-Entonces, ¿cómo es que no tenías esto cuando nos
encontramos por primera vez?
-¡Porque el aura por lo general se restaura! Sólo mate un
ángel una semana atrás, en aquel entonces. ¡Pero ahora he
estado yendo de cacería todos los días desde hace
semanas, ve y comprueba el aura de Sam, va a ser lo
mismo!- Sus palabras se derramaban rápidamente, se sintió
desesperado por hacerle ver la verdad.
 
Ella soltó una risa corta y sin humor, secándose los ojos.
 
-El aura de Sam no es lo mismo. El aura de Sam se ve bien,
en realidad.
 
Él se echó el cabello hacia atrás en frustración.
 
-Está bien, bueno, no sé tal vez es acumulativo entonces, he
estado haciendo esto durante años. Pero, Willow, no eres
tú. Te lo juro, cuando vi el aura de mi padre una vez, era lo
mismo. Y no había mitad ángeles en el campamento, ¿de
acuerdo?
 
El momento se detuvó en una hoja de cuchillo. Willow
sacudió lentamente la cabeza.
 
-Todavía podría tener algo que ver con ello. No sabes a
ciencia cierta que no te estoy haciendo daño y yo tampoco
¿No has notado que cada migraña que sufriste fue menos
de un día después... después de que nos pusimos realmente
físicos?
 
-Bien, ¿y qué hay de todas las veces que nos pusimos muy
físicos y no pasó nada excepto que ambos disfrutamos
mucho? ¡Willow, es sólo una coincidencia!
 
Su expresión era la misma que cuando ella le había dicho
que iba a tratar de detener la Segunda Ola, triste pero
decidida, no afectada por ningún argumento que pudiera
hacer.
 
-No puedes saber eso y no voy a correr el riesgo- dijo.
-No voy a lastimarte, Alex. Me rehuso.
 
Él la miró con incredulidad, la declaración era tan ridícula
que él soltó una risa breve y amarga.
 
-¿Crees que romper conmigo no me lastimo? He estado en
el infierno estos últimos días. Completo infierno.
 
El dolor arrugó su rostro.
 
-Yo también- susurró. -Pero...
-Y aunque lo estes causando, incluso si me estás poniendo
enfermo de alguna manera terrible, no lo sabemos, ¡Jesús,
Willow, podria morir mañana de todos modos! No espero
una larga vida haciendo lo que hago, ¿de acuerdo? Y por
todo el tiempo que me quede... quiero pasarlo contigo- Él
tomó sus manos, las mantuvo entre las suyas y las besó.
-Por favor- dijo.
-Quiero pasarlo contigo.
 
Sus ojos estaban húmedos, su rostro lleno de anhelo. Por
un momento pensó que ella iba a ceder entonces ella se
apartó suavemente.
 
-¿Y que si estar conmigo hace que tu vida sea aún más
corta de lo que hubiera sido?- Preguntó.
-¿Qué pasa si se mueres un año antes de lo que deberías de
todas formas y ese año habría hecho toda la diferencia en
la lucha contra los ángeles?
-Sí y que pasa si estar contigo me hace tan feliz que tengo
unos cuantos años más, porque en realidad tengo algo por
lo qué vivir?- dijo con vehemencia.
-¡No podemos saber! ¡No tienes que decidir esto por los
dos!
-Pero no se trata sólo de nosotros, ¿no lo ves?- Sus ojos
estaban agonizantes.
-Ya tengo que vivir sabiendo que... que participe en lo que
pasó hoy. Una ciudad entera, toda esa gente... Se
interrumpió sin poder hacer nada y sacudió la cabeza.
-¿Crees que haría cualquier cosa, lo que sea, que podria
herir el mundo aún más?
-Nada de esto fue tu culpa- dijo en voz baja.
-Fue Raziel, te uso a ti, él nos utilizo a todos. ¿No crees que
tengo miedo? Dos de mi equipo tienen quemaduras de
ángel ahora, dos de ellos están desaparecidos, ¡no pude
detener nada de eso! Pero tengo que seguir y tú también.
No dejes que nos separe, por encima de todo lo demás.
 
Ella dejó escapar un suspiro que era casi un sollozo.
Abrazándose a sí misma, se quedó mirando un árbol
cercano, como si estuviera captando cada detalle a la luz
de la luna.
 
-Alex... simplemente no puedo. Estaría aterrada cada día de
que estuviera haciendote daño, estaría enferma de
preocupación cada vez que nos tocaramos.
 
La idea de que esto era lo único que los separaba era una
tortura.
 
-Willow, no estás haciéndome daño. Y si realmente nos
separas por esto, cuando me amas tanto como yo a ti, sera
el mayor error de todos los tiempos- Tomó sus manos de
nuevo, agarrandolas con fuerza.
-¿Cómo puedo convencerte de que estás equivocada?
¿Cristo, qué digo, qué hago? Por favor, ayudarme aquí...
 
Ella se quedó inmóvil. Finalmente dejó escapar un largo
suspiro.
 
-No hay nada que puedas decir y no hay nada que puedas
hacer. Porque ninguno de nosotros puede saber con
seguridad. Y no quiero correr el riesgo. Miró hacia abajo a
sus manos en las suyas, apreto sus dedos y luego se apartó
suavemente. Su voz estaba llena de lágrimas.
 
-Lo siento. Por favor, no me toques de nuevo.
 
No. No. No podía dejar que ella les hiciera esto, tenía que
hacerla ver la verdad de alguna manera. Lo ridículo era,
cuan psíquica que era con cualquier otra persona,
simplemente podía tocar su mano y ver la verdad por sí
misma. Sin embargo, sus emociones estaban tan enredadas
cuando se trataba de él, que Alex sabía que no conseguiría
nada.
 
La respuesta vino a todo él de repente, junto con una
oleada de esperanza tan intensa que casi fue doloroso.
-¡Espera!- Dijo mientras comenzaba a alejarse. -Willow, ¿y
si Seb me lee? ¿Que pasa si ve en mi mano que tengo
razón? ¿Entonces qué?
 
Su cara se quedó en blanco con sorpresa mientras lo
miraba, como una estatua, a la luz plateada. Entonces, su
garganta se movió mientras tragaba.
-Eso... sería lo más maravilloso del mundo- dijo en un hilo
de voz.
 
Cuando regresaron a la fogata, encontraron a Seb todavía
ahí, había encendido el fuego de nuevo y estaba mirando
las llamas. Sam roncaba suavemente contra el tronco,
muerto para el mundo. Se sentaron junto a Seb mientras
Alex explicaba rápidamente.
 
-Entonces, ¿crees que puedas ayudar?- terminó. Sus
músculos estaban tensos, de repente estaba muy
consciente del regalo en bandeja de plata que le estaba
ofreciendo a Seb todo lo que el tipo tenía que hacer era
decirle a Willow que sí, que le estaba causando quemadura
de ángel y ese sería el final de su relación para siempre.
 
Seb no había comentado mientras Alex hablaba, ahora negó
con la cabeza, su barba resplandeciente a la luz del fuego.
-Willow no puede leerte porque sus sentimientos están
demasiado involucrados pero ¿no crees que los míos
también?- Señaló con sequedad.
-No tanto como los míos, no cuando se trata de leer a Alex-
dijo Willow. Ella le tocó el brazo.
-Por favor, Seb, sólo intentalo. Tengo que saber la verdad.
 
Seb volvió a mirar a Alex. Por último, se encogió de
hombros.
 
-Sí está bien. Lo intentare- Cerró los ojos por un momento,
al parecer para concentrarse con unas cuantas
respiraciones lentas. Entonces abrió los ojos y le tendió la
mano, su mirada se encontró con la impasible de Alex.
 
Alex puso su mano en la de Seb. Se sentía cálida y seca,
ligeramente aspera, fugazmente, pensó en lo extraño que
era estar sentado aquí de la mano de otro tipo. Nadie habló
mientras Seb se concentraba, el único sonido era el bajo
crepitar del fuego, y los ronquidos constantes de Sam. Alex
observó la cara de Seb, esperando algún indicio de lo que
estaba recogiendo, lo que iba a decir.
 
Por fin Seb solto su mano. Le dio una mirada pensativa,
como si estuviera pensando cómo elegir sus palabras y Alex
sintió que su corazón se hundia.
 
-Entonces... ¿qué conseguiste?
 
Seb apoyó su antebrazo sobre la rodilla.
 
-Tu padre también tenía migrañas- dijo.
-También lo hizo su padre. Los hombres de tu familia, todos
ellos han sido líderes y a todos les importaba tanto que los
ponía demasiado tensos.
 
Alex recordó ahora que su padre le había dicho que su
abuelo había tenido migrañas, aunque lo había olvidado.
 
-Sí, está bien, pero...
-Traté de mirar tu futuro y ver lo que podría pasarte-
prosiguió Seb.
-No conseguí mucho, porque creo que estoy allí también. El
pulso de Alex latía más rápido, ¿seguramente Seb no
estaría allí si Willow no lo estuviera? Echó un vistazo a
Willow, ella se sentó mirando a Seb, su expresión tensa.
Seb continuó.
-Pero vi tu aura de aspecto saludable de nuevo, luego se ve
enferma después de una cacería. Y sigues teniendo
migrañas. Deberías cuidarte mejor- añadió suavemente. -
Busca maneras de no estar tan teno, largas caminatas,
meditación, estas cosas podrían ayudar.
 
De repente Alex sintió como si Seb fuera su terapeuta, tuvo
que resistir el impulso de sacudirlo. Antes de que pudiera
decir nada, Willow se aclaró la garganta.
-¿Qué significa todo eso, exactamente?
 
La expresión de Seb era gentil.
 
-No creo que sus migrañas tengan algo que ver contigo,
querida. Y su aura se ve mal, pero la de su padre a menudo
se veía peor. Todo mejoró su voluntad también. No creo que
estes causandole quemaduras de ángel.
 
No creo. Alex hizo una mueca, sabía que a Willow no la
convencería esto. Efectivamente, se mordió el labio
mientras miraba a Seb.
-¿Sin embargo, no lo sabes con seguridad?
 
Seb tomó su mano y la apretó.
 
-Estoy quizás un noventa y nueve por ciento seguro- dijo.
-Si hubiera podido conseguir más, entonces creo que sería
un cien por ciento seguro. Por tan sólo un uno por ciento,
debe correr el riesgo y ser feliz con él- Él se encogió de
hombros con una pequeña sonrisa.
-Si fueras uno de mis clientes, esto es lo que te diría.
 
Mientras el fuego crepitaba suavemente, Willow se quedó
mirando fijamente a Seb como si no hubiera entendido las
palabras, entonces, de repente se lanzó hacia delante,
lanzando sus brazos alrededor de su cuello.
-Gracias- susurró.
-Oh, gracias.
-Me alegro de haberme equivocado- murmuró Seb.
 
El alivio fue indescriptible. Alex dejó escapar un suspiro,
con los hombros caídos.
 
Willow se apartó de Seb y miró a Alex. Su expresión era
asombrosa, casi tímida. En cámara lenta, ella extendió la
mano y le apartó un mechón de cabello, la sensación de su
tacto vibro a través de él.
 
-Así que, um... supongo...
 
Alex la detuvó con su boca, sosteniendo su cabeza entre las
manos y besandola casi con ferocidad y luego ellos estaban
en los brazos del otro, aferrándose tan duro como podian.
Willow. Willow. La sintió temblar y se dio cuenta de que
estaba llorando, besó su cabello mientras él la apretó
contra él, luego enterró la cabeza en su cuello y saboreó
simplemente tenerla en sus brazos de nuevo. Vagamente,
era conciente de que Seb se había escabullido.
 
-Ven conmigo a la tienda- susurró contra su piel suave.
-Quiero abrazarte toda la noche. Quiero sentirte a mi lado.
 
Willow asintió con vehemencia, ella se apartó para
limpiarse la cara y luego simplemente lo miró por un
momento. Tragó saliva.
-Realmente, realmente no puedes imaginar lo bien que
suena.
 
Ella fue a la camioneta para recoger sus cosas. La bolsa de
Alex estaba en el suelo cerca, donde la había dejado
después de rebuscar por las barras energía. Cuando
comenzó a ir hacia ella, vio a Seb, él estaba de pie en el
claro con las manos en los bolsillos de sus pantalones
vaqueros, mirando hacia arriba.
 
Alex vaciló y luego se acercó a él. Durante unos segundos
ninguno de los dos habló mientras estudiaban el cielo de la
noche con sus estrellas penetrantes.
 
-Entonces, ¿por qué lo hiciste?- Preguntó Alex en español.
Miró a Seb, estudiando su perfil.
-No tenías que decirle la verdad. Tal vez ella piensa que
sólo te quiere como un hermano ahora, pero eso podría
cambiar, si le hubieras dicho algo diferente.
 
Seb le dio una mirada seca.
 
-Los dos somos psíquicos, amigo. No puedo mentirle.
-¿Cuando ella estaba tan preocupada al respecto de todos
modos?- Alex sacudió la cabeza.
-No, apuesto a que podrías haber logrado mentir, si
hubieras querido.
 
Seb no respondió al principio y luego se encogió de
hombros.
 
-Quiero que sea feliz- dijo. La luz de la luna jugaba en sus
pómulos altos mientras miraba las estrellas de nuevo.
-Tú la haces feliz. No fue exactamente una decisión
complicada.
 
La garganta de Alex se apretó y pensó en lo ridículo que
era que después de todo lo que había sucedido hoy: la ruina
mental de sus amigos y compañeros de equipo, la vista de
la ciudad destruida, fue esta inesperada decencia de Seb la
que le hacía un nudo en la garganta.
 
-Gracias- dijo finalmente. -De nada- La boca de Seb levantó
ligeramente.
-Aunque, no lo hice por ti.
-Sí, sé que no lo hiciste- se miraron, Alex era casi
dolorosamente consciente de lo mucho que había juzgado
mal al chico.
-Entonces, vienes a Nevada, ¿verdad?- Dijo.
 
Seb se quedó en silencio, frotándose la mandíbula con el
dorso de un dedo.
 
-Me gustaría- dijo finalmente.
-Nunca he tenido un camino para luchar contra lo que los
ángeles están haciendo aquí, supongo que ni siquiera sabía
realmente que quería hacerlo. Pero ahora, después de lo
que le sucedió a mi ciudad... Su cara se tensó.
-Sí, me gustaría ir. Incluso si no fuera por Willow, me
gustaría ir.
-Bien- dijo Alex.
 
Entonces Seb levantó una ceja.
 
-Pero, ¿estás seguro de que realmente quieres que lo haga?
Todavía estoy enamorado de ella, hombre. Si puedo alejarla
de ti, lo hare.
 
Alex inclinó la cabeza hacia arriba. Las estrellas eran tan
increíblemente claras aquí, incluso más claras que en
Nuevo México.
-Si no la mantengo lo suficientemente feliz como para
mantenerla, entonces me lo merezco- dijo.
-Sí, quiero que vengas. Eres parte de mi equipo.
 
 
Willow
 
 
La tienda estaba iluminada con un suave resplandor de la
hoguera. Durante mucho tiempo, Alex y yo simplemente
nos acostamos en los sacos de dormir abrazados,
escuchando el sonido de los latidos de nuestro corazón, el
crepitar del fuego. Cerré los ojos mientras pasaba mi mano
por la calidez familiar del pecho de Alex, lo senti acariciar
mi espalda desnuda, besar suavemente mi cuello. Sabía que
la visión de la ciudad derrumbada nunca nos dejaría a
ninguno de los dos, que nos visitaria en pesadillas por los
próximos años pero por ahora, el sólo hecho de volver a
tener esto juntos, era una sensación de cordura. Bendita y
curativa cordura.
 
Ninguno de los dos habló, en ese momento. Ninguno de los
dos necesitábamos hacerlo. Más tarde, por supuesto, que lo
haríamos. En los días que siguieron, hablamos de todo,
como el miedo más profundo de Alex, desde el principio,
había sido que algo le pasara a su equipo, como había
estado tan asustada de las acciones de mi ángel, pero de
alguna manera no podía hablar con él al respecto. ¿Cómo
Sophie no había sido quien había protegido a mi madre,
después de todo lo que me asusto cuando lo oí, por lo que
tenía que comprobar una y otra vez para asegurarme de
que realmente estaba bien, aunque no teníamos ni idea
dónde estaba ni con quién. El viejo enamoramiento de Alex
por Kara y la forma en que lo había besado en la casa AK,
mi propio beso con Seb. Mi amistad con Seb, que nunca
iba a desaparecer, nunca, con lo que Alex realmente estaba
bien ahora. Resultó que había sido desde la noche del
ataque terrorista, cuando pensaba que había muerto y
había pasado horas buscándome "como que pone las cosas
en perspectiva" para él, dijo.
 
Hablamos de todas estas cosas más tarde, las solucionamos
y las miramos desde todos los ángulos y las hicimos
funcionar bien... pero por ahora, lo único que importaba
eramos nosotros dos en la tienda de campaña juntos. La
suavidad de los sacos de dormir y el calor de nuestros
cuerpos.
 
Por fin, el resplandor de la hoguera casi había
desaparecido, dejando la tienda de campaña en penumbra.
Habíamos oído a Seb y Sam irse a dormir al camión hace
mucho tiempo, el mundo estaba en silencio. Alex rodo
sobre su costado y se quedó mirandome en las sombras,
apoyado en su codo. La expresión en sus ojos era tan seria
como la primera vez que me dijo que me quería. Tomó mi
mano y besó la palma, sus labios presionando contra mi
piel... y mi corazón se aceleró. Lo sabía antes de que él lo
dijera.
 
-Willow, escucha... Él acarició un mechón de mi cabello
hacia atrás.
-Sé que dijimos que queríamos esperar hasta que fuera
perfecto, pero...
-Esto es perfecto- interrumpí. Toqué su cara.
-Estamos aquí juntos. No podría ser más perfecto.
 
Alex no dijo nada, pero capte una oleada de sus emociones
cuando se inclinó y me besó, mi respiración se detuvo con
su intensidad. Entonces, él se apartó, estirandose hasta el
fondo de la tienda de campaña. Me levante, admirando las
hermosas líneas de su cuerpo mientras él metía la mano en
su bolsa y sacaba algo.
 
Él volvió a subir y puso la pequeña caja que sostenía a un
lado y la expresión de sus ojos cuando se volvió hacia mí
hizo que mi corazón se retorciera. Alex. Oh, Alex. Envolví
mis brazos alrededor de su cuello, tirando de él hacia mí,
su corazón latía tan fuerte como el mío.
 
-No, espera- murmuró repentinamente. Se enderezó, se
inclinó sobre mí para buscar nuestra pila de ropa, hurgó en
el bolsillo de los pantalones grises que había estado
usando.
-Aquí, sientate- dijo en voz baja. Lo hice, el saco de dormir
se me resbalo con un crujido. Vi un destello de plata en su
mano y mis ojos se abrieron.
-Lo guardaste- susurre. Alargue la mano hasta tocar las
facetas frías de mi colgante mientras él ajustaba la cadena
alrededor de mi cuello. Mis dedos se cerraron alrededor
con fuerza.
-Pensé que lo tirarías a la basura, o...
-Lo intenté. No pude dejarlo atrás- Mantuvo sus manos
sobre mi cuello por un momento, con la frente apoyada en
la mía.
-Willow, las cosas se sienten más inciertas que nunca- dijo
finalmente.
-Pero te amo. Durante todo el tiempo que viva, si son
cincuenta años a partir de ahora, o solo la próxima semana,
te amare.
 
Apenas pude pronunciar las palabras.
 
-También te amo- dije. Le di un beso, nuestros labios
permanecieron juntos. Entonces tragué saliva, mi mano en
la parte trasera de su cuello y mi cristal reluciente entre
nosotros.
-Y... vamos a dejar de hablar por un tiempo, ¿de acuerdo?
 
Cuando desperté, se sentía como temprano en la mañana,
los lados azules de nylon de la tienda tenían un débil
resplandor. Estaba entre los brazos de Alex, nuestros
miembros desnudos entrelazados. Me quedé sin moverme
durante unos minutos, contemplando el ascenso y la caída
de su pecho, la curva de sus cejas oscuras. Besé su tatuaje
suavemente, disfrutando de la sensación de su piel caliente.
El dolor de la ciudad en ruinas todavía estaba allí, como un
gran peso dentro de mí pero ahora había una nueva alegría
también. La noche anterior había sido... bueno, digamos
que valió la pena esperar. Muy, muy digno esperar. Y
mostró todos los signos de ser algo que podría ser aún
mejor.
 
Me estiré sobre Alex y encontré mi ropa, retorciéndome en
el saco de dormir mientras me los ponía. Somnoliento,
abrió los ojos y me acarició el brazo.
-¿A dónde vas?
-Afuera por un minuto- besé su mejilla.
-Ya vuelvo.
 
El aire de la mañana me golpeó con frialdad mientras me
arrastraba fuera de la tienda y cerraba la cremallera detrás
de mí. El camión estaba un poco lejos nadie más estaba
despierto todavía. Empecé a bajar al arroyo... pero
entonces vi un claro entre los árboles y me detuve. A pesar
de que no lo había notado la noche anterior, se podía ver la
Ciudad de México desde aquí también.
 
Me acerque, atrapada sin poder hacer nada por la vista
destrozada, y me quede mirando fijamente los restos de la
ciudad durante un largo tiempo. Y mientras lo hacía, un
escalofrío pasó por encima de mí. No había helicópteros
volando sobre ella, ni señales de ayuda de emergencia.
¿Qué significaba eso? Incluso si nadie más en México podía
ayudar, ¿cómo estaban las cosas en los Estados Unidos, si
no habían enviado ayuda después de una catástrofe tan
importante? Las únicas respuestas que me vinieron a la
mente, en realidad no eran en las que yo quería hacer
hincapié.
 
Me pareció ver un par de ángeles volando alrededor de las
ruinas, aunque brillaban, destellos en movimiento que de
alguna manera yo sabía que no eran sólo un truco de la luz.
Un escalofrío me sobrevieno cuando los vi.
 
Pasos en la hierba y luego Alex estaba allí, llevaba puestos
unos vaqueros y una camiseta, con el pelo oscuro todavía
enredado por el sueño. Sin hablar, él puso sus brazos
alrededor de mí por detrás y me atrajo contra él, mientras
ambos mirabamos hacia abajo a lo que solía ser la ciudad
más grande en el mundo.
Sabía por la tensión de sus músculos que había notado la
falta de helicópteros también, pero no hizo ningún
comentario. Mi pecho se sentía vacío mientras observaba
los diminutos ángeles centelleando ante la devastación. El
dolor que sentía era demasiado grande para las lágrimas
ahora, demasiado profundo para cualquier cosa que
pudiera ser verbalizado.
 
-De acuerdo, ya basta- dijo Alex finalmente. Nos giro a
ambos para que miráramos las montañas al norte.
-En cambio, mira eso- dijo, su voz firme.
-Ese es el camino en que vamos.
 
La vista era clara y ordenada, algo en mí se relajó. De
alguna manera, mirando las escarpadas montañas con la
salida del sol sobre ellas, pude respirar de nuevo. Alex
tenía razón. No podríamos vivir nuestra vida mirando hacia
atrás, sin importar qué, teniamos que avanzar hacia lo que
nos esperaba. Alex y yo, Seb, Sam, Liz, cualquier otro que
lográramos reclutar, todos teníamos que seguir avanzando,
o de lo contrario estábamos perdidos.
 
Después de un largo tiempo, me aclaré la garganta.
 
-De todos modos, cuando lleguemos a Nevada... Creo que
deberíamos reconsiderar la regla de tu padre.
 
Alex bajó la vista hacia mí y sonrió, la primera sonrisa
verdadera que había visto en su cara en mucho tiempo.
 
-¿Sabes qué? Ya ha sido reconsiderada y completamente
abandonada- dijo. Y él envolvió sus brazos alrededor de mí
y nos quedamos mirando hacia las montañas, con los rayos
del sol iluminando desde el este.
 
 
Fin.
 
 
 
Sobre la autora:
 
L. A Weatherly
También conocida como Lee Weatherly y Titania Woods, es
una autora estadounidense. Nació en 1967 y creció en
Little Rock,Arkansas en los Estados Unidos. Vive con su
esposo en The Scottish Borders, Reino Unido. Ha escrito
más de cincuenta libros para niños y adultos jóvenes y es
mejor conocida por su trilogía Ángel. El primer título de la
seria "Ángel" se publico en 2010. El segundo libro "Angel
Fire" salió en 2012 y la entrega final de la serie "Angel
Fever" se publico en 2013.
Notes

[←1]
Chiquita español en el original.
[←2]
Pesos Español en el original.
[←3]
Gracias Español en el original
[←4]
Chiquita Español en el original
[←5]
Amigo: Español en el original
[←6]
Cabrón Español en el original.
[←7]
Media milla: 804.5 m.
[←8]
Cabrón: Español en el original.
[←9]
Una revista de moda femenina caracterizada por lucir portadas con
modelos llenas de glamour y sofisticación.
[←10]
Esclerosis múltiple (MS) enfermedad neurológica discapacitante más
común entre los adultos jóvenes.
[←11]
En el original Angel Killer = Asesino de ángeles.
[←12]
Goodwill es una empresa estadounidense sin ánimo de lucro y además una
organización que proporciona trabajo a personas en situaciones
vulnerables. En estas tiendas las personas y empresas suelen donar
artículos que aún se encuentren en buen estado funcional, a cambio
suelen recibir facturas para reducir impuestos.

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