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HUMANIDADES
2022-1
El proceso de redacción
Propiedades de los textos
Porpiedades estructurales
La coherencia: Definición. Coherencia externa y coherencia interna
La coherencia, como unidad de sentido, supone considerar factores internos al texto (que las oraciones entre
sí no se contradigan, que no repitan información innecesariamente, que sean informativas...), pero también
externos al texto (que lo que este comunica no contradiga nuestro conocimiento del mundo o de la lógica, a
menos que sea intencionalmente por lograr otro efecto (humorístico, por ejemplo). Además, como señala
González Ruiz (2009: 107),
los hablantes no tienen en cuenta únicamente el conocimiento universal del mundo, sino también otros
conocimientos extralingüísticos (enciclopédicos, culturales, históricos, situacionales) y todas su
creencias y opiniones. (...) Además, no hay que olvidar que un texto conecta con otros textos y con
experiencias anteriores del lector u oyente que le proporcionan marcos de referencia para la
interpretación.
La coherencia es una propiedad inherente y básica del texto mediante la cual este puede ser percibido por el
oyente o el lector como una unidad en el cual las parte o componentes se encuentran relacionados entre sí y
con el contexto en el que se produce la comunicación. Cuando decimos que un texto es coherente queremos
decir que está organizado lógicamente y que podemos interpretarlo. Supone la «conexión de las partes en un
todo» lo cual Implica la unidad, que es necesaria para la inteligibilidad y aceptabilidad del texto.
Como propiedad fundamental inherente a todo texto hace que pueda ser percibido como una unidad
comunicativa y no como una sucesión de enunciados sin relación. La coherencia es de naturaleza
principalmente semántica y trata del significado del texto, de las informaciones que contiene, es decir, del
contenido.
En el ejemplo [Llovía mucho; decidimos no salir de excursión y quedarnos en casa] la secuencia forma parte
de un texto coherente, puesto que la experiencia nos dice que la lluvia suele servir de razón disuasoria en
situaciones como en las que aparece esa frase. Las relaciones de coherencia que pueden establecerse en
el interior de un texto son de muy diverso tipo: de causalidad, de pertenencia a una misma situación, (una
consecuencia lógica para no salir de casa es que llueva). (Cfr. CVC: Dicc. de términos clave de ELE en línea:
05/2/2015
La coherencia supone: Unidad semántica, gramatical, informativa y unidad situacional.
La coherencia supone:
a) Identidad de referencia global o temática. (El texto tiene que tener un TEMA general capaz de
relacionar sus partes).
b) Información pertinente, suficiente y ordenada de acuerdo a un ESQUEMA /PLAN y bien distribuida en
párrafos (coherencia lineal o estructural).
Debe haber una progresión y continuidad de la información de tal modo que las diversas partes del texto
estén perfectamente relacionadas, sin que haya lagunas y rupturas; ideas suficientemente desarrolladas, sin
caer en excesivas reiteraciones o digresiones innecesarias.
En los textos narrativos, la presencia de los mismos personajes, la continuidad de las acciones y del
ambiente contribuye a la coherencia. En los textos descriptivos, la información sigue un determinado orden.
En los textos expositivos y argumentativos las ideas tienen que relacionarse de un modo lógico.
c) Claridad en la designación. Coherencia de la frase o coherencia lineal: frases congruentes, con sentido
cabal y que no estén en contradicción con lo ya dicho ni con la experiencia y el conocimiento del mundo (“El
héroe de la película es un joven profesor en un colegio cuyo padre dirige” (Sánchez, 1993:62).
El contraste entre la coherencia interna y la coherencia externa se refiere a dos formas distintas de observar
el texto como una unidad globalmente coherente: un texto particular tiene coherencia interna si es una unidad
discursiva estructurada, que contiene un conjunto bien organizado de unidades de información, y tiene
coherencia externa si se adapta a las expectativas de hablantes/escritores y oyentes/lectores, que se basan
en conocimientos compartidos sobre los modelos ideales de cada género discursivo y en los componentes
específicos de la situación comunicativa en la que se produce el texto.
Primera clave intratextual: Unidad global determinada por el tema del texto.
Del emisor depende la claridad con que se pueda identificar el tópico global y los tópicos o temas locales,
así como la marcación del mantenimiento del mismo tópico o la apertura de uno nuevo.
Coherencia externa. Depende de factores que se encuentran fuera del texto. El texto se conecta con otros
textos y con experiencias anteriores del lector u oyente que le proporcionan marcas de referencia para la
interpretación. Encuentra su explicación en factores extratextuales (coherencia pragmática), se explica en
relación con el contexto y con el intérprete del texto. Así, son esenciales tres factores (o saberes) que actúan
como claves para reconocer la unidad de sentido del texto:
1. Nuestro conocimiento del mundo, es un factor esencial para explicar las relaciones entre los estados
de cosas designados:
La cohesión del texto es una propiedad básicamente sintáctica que trata de cómo se relacionan formalmente
los elementos de un enunciado y los enunciados entre sí para que la información sea más comprensible.
Muchos autores consideran que la cohesión no es una condición necesaria para la coherencia: “La cohesión
proporciona la trabazón entre oraciones, pero en ningún caso garantiza por sí sola la «coherencia» de un
texto” (Mederos, 1988: 24). Veamos los siguientes textos breves:
Recurrencia
Recurrencia es la repetición de un elemento lingüístico a lo largo del discurso. Puede ser:
a) Recurrencia léxica literal: repetición de una palabra a lo largo del texto: “Había un hombre sospechoso
en la puerta. El hombre llevaba gabardina, y un sombrero calado hasta los ojos.
b) Recurrencia semántica: Reiteración de términos que están relacionados por su significado. Esta relación
puede ser SINONIMIA (Había algunas estatuas en el jardín. Eran esculturas modernas), ANTONIMIA (Su
padre tenía una casa grande. Él prefería una pequeña), HIPERONIMIA (Llevaba unas rosas en la mano.
Dejó las flores en un jarrón y se acercó), HIPONIMIA Puede que en un texto aparezcan diseminados una
serie de hipónimos como rosa, clavel, tulipán y girasol. Cuando queramos reunir esta lista de cohipónimos
(hipónimos que se reúnen bajo un mismo hiperónimo) podemos hacer uso, en este caso, del hiperónimo flor.
Lo mismo puede ocurrir con el hiperónimo ave:
Cohipónimos
(Este calzado me aprieta. Voy a tener que cambiar de zapatos), ASOCIACIONES PRAGMÁTICAS (auto...
conductor... aparcamiento...).
c) Recurrencia léxica parcial o flexiva: se presenta en el caso de transcategorizaciones deverbales o
denominales (Mederos, 1988: 118). Se usan elementos léxicos que sufren un cambio de categoría. La base
léxica es la misma, lo que cambia es la categoría (diferentes clases de palabras de la misma familia léxica):
gobernador, gobierno, gobernar.
– «Una vez que ha sido restaurado en Valencia por el Centro Técnico de Restauración de la Conselleria
de Cultura. La restauración ha devuelto…».
La repetición parcial también se presenta cuando se reitera el nombre propio o el apellido de una persona:
– Además de los numerosos regalos recibidos, agasajos, contratos y una beca para estudiar cine
y televisión en Nueva York, la teniente de la policía, Oxana Fédorova, la mujer más bella del
mundo ha recibido un importante premio de sus superiores. Por ganar el concurso de Miss
Universo, Oxana, que tiene 24 años y 1,80 de estatura, ha sido ascendida al rango de capitán…
(Cit. en Cuenca, 2010: 47-48).
d) Recurrencia léxica por paráfrasis: Se expresa el mismo término con otras palabras. Por ejemplo: perro:
el mejor amigo del hombre, el guardián de la casa...
La recurrencia léxica muchas veces se presenta reforzada por piezas lingüísticas con función anafórica, tales
como los artículos, otros determinantes y elementos como tal, tanto, otro, semejante, dicho, etc.
El artículo determinante suele aparecer en la segunda mención de un elemento; la primera mención es con
el artículo indeterminado: Me encontré un perro suelto por la calle. El can había sido abandonado por su amo.
También tendrá un valor cohesivo lo que se llama el uso anafórico asociativo del artículo. Este uso se basa
en el conocimiento general del mundo y en el hecho de compartir unos mismos presupuestos culturales:
Había un naranjo en el patio. Tenía las ramas algo vencidas por el peso; y el tronco ligeramente inclinado.
Sustitución
Consiste en la reiteración de una determinada unidad del texto mediante el empleo de proformas, es decir,
palabras de significado ocasional o muy general, que sirven para sustituir a otros términos en el discurso.
Pueden tener valor nominal (cosa, persona, hecho) o verbal como el verbo hacer. Son elementos que
conectan unos enunciados con otros y contribuyen a la cohesión. Pueden ser:
1. Pronombres:
Los pronombres son palabras especializadas en referirse al nombre o a segmentos mayores.
- Los pronombres personales de 3ª persona son anafórico / catafóricos, aunque también pueden actuar como
deícticos, cuando señalan al contexto extra verbal. Son anafóricos en: "A su hijo, lo crié", catafóricos "Le dije
a su madre".
- El pronombre reflexivo "se". "María se lava".
- Los pronombres demostrativos. Son primariamente deícticos, pero pueden desempeñar también funciones
de anáfora y catáfora. Los neutros sustituyen oraciones. "Pedro y Juan son distintos, este es..."
- Pronombres relativos. "El libro que..."
- Posesivos de 3ª persona (los de 1ª y 2ª tienen función deíctica). "He visto a Juan, su cara…".
- Pronombres indefinidos: "todos" puede actuar como anafórico o catafórico. "Todos estaban allí: su padre,
su madre...". "Había varios señores, algunos no...."
- Los interrogativos son catafóricos; entablan una relación textual con un elemento que les sigue en el
discurso. "Quién ha venido. Juan."
- Los artículos determinado e indeterminado. Las formas del artículo determinado se adjuntan a un sustantivo
ya conocido, mencionado previamente por lo que tiene valor anafórico, al remitir a un elemento textual previo.
Las formas del artículo indeterminado acompañan a un sustantivo al cual se hará mención posteriormente en
el texto. Tienen pues valor catafórico: "Ayer llegó un turista. El turista…"
“Ayer hablé con MI ABUELA. La encontré animosa. Lo cual es muy extraño”.// “JUAN QUERÍA ADELGAZAR.
Por eso no comía apenas”.
2. Los proadverbios
Especializados en sustituir a adverbios o a complementos circunstanciales. Al igual que los demostrativos son
elementos primariamente deícticos, pero pueden dirigir su señalamiento a elementos intratextuales. Los
proadverbios de lugar correfieren con adverbios y complementos circunstanciales de lugar, como en: "Juan
vive en el campo; dice que allí..."
Los proadverbios son adverbios de significado ocasional que sustituyen a elementos anteriores (“Dieron
LAS TRES. Entonces se marchó”).
3. Proformas léxicas: Son palabras de significado muy amplio que se utilizan como “comodines”. Se llaman
con este nombre a los elementos con significado léxico que actúan como sustitutos de otras unidades léxicas:
HACER, SUCEDER, COSA, IDEA, PERSONA (“Tiene un DOLOR DE MUELAS. Es una COSA muy
desagradable”).
Hay elementos especializados en sustituir a sustantivos:
1. Los sustantivos con el rasgo (+ humano) pueden reproducirse con la forma léxica "persona". "Pedro
y Juan, cualquier persona..."
Elipsis
consiste en suprimir algunos elementos del texto sin que este pierda sentido. Cuando lo sobrentendido se
refleja en alguna parte integrante del enunciado, estamos ante un caso de elipsis. Lo que se sobrentiende
puede ser cualquier parte del enunciado: un sujeto, un verbo, un complemento, etc. Dada la frecuencia con
la que se omite el sujeto en español, asociamos la elipsis con los pronombres personales. Sin embargo, la
elipsis ocurre con cualquier parte del texto (se pueden suprimir tanto sustantivos o verbos como frases
enteras).
Parte de la competencia lingüística idiomática y textual de un hablante consiste en hacer uso de la elipsis. La
elipsis contextual (anafórica o catafórica) – la que toma en cuenta en contexto lingüístico- tiene un interés
especial en la comprensión y elaboración de textos, debido a su función cohesiva. Como hay que recurrir al
contexto próximo, la elisión es un mecanismo que relaciona unos enunciados con otros y contribuye a la
cohesión: “Juan y María se casaron enseguida. Un mes antes todavía (Juan y maría) no se conocían”.
Manual casado Menciona varios tipos de elipsis contextual:
1. Nominal: Sucede principalmente con la omisión del sintagma sujeto o del núcleo del sintagma en
oraciones del tipo: He vendido el jarrón amarillo y el (jarrón) negro. (Cfr. González R: 124).
Otros ejemplos:
a. Eran dos hombres muy oscuros y sin afeitar [...]. Cuando Alfanhuí llegó a ellos, el del sombrero levantó
le dijo casi sin levantar la cabeza [ ...]
b. Ahora voy a leer este periódico; y más tarde, áquel (periódico). Te fumaste 20 cigarrillos rubios. –Me
fumé 10 (cigarrillos rubios).
c. Aquí tienes muchos destornilladores. Cualquiera te servirá.
d. Suponiendo que me empeñe en seguir la misma dirección que he puesto en el sobre. ¿Cuál he
puesto?
e. -¡Ya lo creo! Hace más de cien años.
f. -¿Cuántos tienes tú?
g. Un bote con horquillas para el pelo. Otro con varios artículos de «toilette».
2. Verbal: Hay elipsis verbal cuando el lugar en que debería ir un verbo hay un espacio vacío: La hija fue
encerrada en un cuarto y la madre (fue encerrada) en un establo.
Puede darse con formas personales o no personales:
De formas no personales del verbo.
a. -¿Piensas salir?
b. -No, quedarme.
c. -¿Vienen caminando?
d. -No, corriendo.
De formas personales del verbo
e. -¿Sabes tocar el piano?
f. -No, no sé.
g. -¿Piensas salir?
h. -Sí, sí pienso.
i. -¿Consigues mejorar?
j. -No, no lo consigo.
Otros casos de elipsis verbal.
k. -¿Tienes tú el libro?
l. -Sí.
m. - Carmen: ¿Regresó?
n. Julia: No sé.
La elipsis es considerada un mecanismo cohesión y tematización, porque cada vez que omitimos un elemento
hacemos referencia a este. En tal sentido, la elipsis es una recurrencia por omisión. Veamos algunos
ejemplos:
1. -¿Cómo te llamas?
2. -María (Se ha suprimido: Yo me llamo).
3. Yo pedí un helado y mi mamá, una cremolada de guanábana. (Se ha suprimido: pidió).
4. Tendremos clase en la Nacional. (Se ha omitido: Universidad).
Conviene dejar claro cuál es el referente omitido. Si se induce a la ambigüedad, la elipsis puede causar
anfibología. En estos casos es preferible repetir y explicitar esa unidad léxica o recurrir a un procedimiento de
sustitución o recurrencia.
Ejemplo: Antonio fingió en su careo con la policía. Luego, le recordó sus derechos. (¿Quién recordó?).
El comentario oracional puede expresar la actitud del hablante acerca del contenido del enunciado
(ciertamente, desgraciadamente, claramente, verdaderamente, realmente, etc.): Realmente lo que le dijo a
Susana Jiménez fue una grosería de su parte.
También puede referirse el comentario a la producción misma del enunciado ya sea del hablante o del oyente
(francamente, sinceramente, honradamente, honestamente, etc.): Francamente no sé qué pasa.
O, en último lugar; puede tratarse de algún comentario que afecta al texto en cuanto tal: (brevemente,
esquemáticamente, escuetamente, resumidamente, etc.) Esquemáticamente, no me gusta el diseño, me
parece muy caro y no pagaré un centavo. Al tema (expresa el tema, aspecto, punto de vista, etc.:
formalmente, estilísticamente, etc.): Estilísticamente, no veo aspectos de relieve. Expresivo de algún tipo de
orden o relación lógica (primeramente, posteriormente, simultáneamente, finalmente, consiguientemente,
etc.): El médico se retrasó, consiguientemente, no pudo atenderlo cuando más lo necesitaba.
Marcadore o conectores de texto.
1. Marcadores de discursos escritos
a. Estructuradores de la información: Se usan para desarrollar la información contenida en un
discurso.
pues (sin pausa después), pues bien, (que asume lo anterior
Comentadores, que “presentan un nuevo para lo que sigue) así las cosas (que no asume lo anterior
comentario”. para lo que sigue), dicho esto/eso, etc.
Marcadores de continuidad
Indican que el miembro al que acompañan forma parte de una
serie de la que no es el principio: en segundo/tercer/cuarto...
lugar, por otra (parte), por otro (lado), por su parte, de otra
(parte), de otro (lado), asimismo, igualmente, de igual
Ordenadores, Por lo general se basan en la forma/modo/manera, luego, después, ...
numeración (primero... segundo), en el espacio (por
un lado... por otro lado, por una parte... por otra; de un Si están precedidos por una conjunción y, suelen
lado... de otro) o en el tiempo (después, luego, en fin, comprenderse como cierre de una lista.
finalmente, etc.). Algunos de ellos forman pares Marcadores de cierre
correlativos, incluso mixtos de espacio y número o
tiempo. Señalan el fin de una secuencia discursiva: por último, en
último lugar, en último término, en fin, por fin, finalmente. Por
su parte carece de marcador de apertura y no se encuentra
totalmente gramaticalizado como tal.
El marcador de cierre por lo demás jerarquiza su miembro
como de menor importancia que los anteriores. En parte se
repite en el discurso como marcador de apertura el primero y
de continuidad el segundo.
De igual modo/forma/manera/suerte están también poco
gramaticalizados.
por cierto, a propósito, a todo esto (que introduce un miembro
que pide información que en ese momento del discurso ya se
Digresores, que “introducen un comentario lateral en
debería conocer) y, menos gramaticalizados, dicho sea de
relación con el tópico principal del discurso”.
paso, dicho sea, entre paréntesis, otra cosa (que sirve para
introducir otro tema sin ceder el turno de palabra), etc.
a. Conectores: Vinculan semántica y pragmáticamente un miembro del discurso con otro anterior”. A
veces, el primer miembro puede ser situacional o contextual, implícito. Un niño puede mostrarle a otro
su coche de juguete y decirle: Además, tiene sirena.
b. Reformuladores: Presentan el miembro del discurso que introducen como una nueva formulación
de un miembro anterior”.
Explicativos, presentan el miembro O sea, es decir, esto es, a saber.
del discurso que introducen como una
Existen otros marcadores explicativos que no son ni tan frecuentes ni se
reformulación que aclara o explica lo
hallan tan gramaticalizados, se trata de signos como: En otras palabras, en
que se ha querido decir con otro
otros términos, dicho con, dicho de otra manera, dicho de otro modo, de otro
miembro anterior que pudiera ser poco
modo, etc.
comprensible (Casado: 1991)
De rectificación, que “sustituyen un Son reformuladores rectificativos los adverbios:
primer miembro, que presentan como
Mejor dicho, más bien, mejor aún y digo –como inciso, precedidos de “o” o
una formulación incorrecta, por otra
“no”.
que la corrige, o al menos la mejora”.
De distanciamiento, que “presentan En cualquier caso, en todo caso, de todos modos, de todas formas, de todas
como no relevante un miembro del maneras; de cualquier modo/manera/forma (menos frecuentes); de cualquier
discurso anterior a aquel que los suerte, de todas suertes (arcaicos), ...
acoge. Con ellos no se pretende
formular de nuevo lo antes dicho, sino
mostrar la nueva formulación como
aquella que ha de condicionar la
prosecución del discurso, al tiempo
que se priva de pertinencia el miembro
discursivo que le precede”.
En suma, en conclusión, en resumen, en síntesis, en resolución; en una
Recapitulativos, que “presentan su palabra, en dos palabras, en pocas palabras –que presentan el miembro
parte del discurso como una como una condensación de miembros anteriores–; en resumidas cuentas,
conclusión o recapitulación a partir de en definitiva y a fin de cuentas, en fin; total; al fin y al cabo, después de todo
un miembro anterior o de una serie de (que indican que el miembro en que se encuentran tiene más fuerza
ellos”. argumentativa que otros miembros anteriores antiorientados con él, como
algunas veces también en realidad y en el fondo), ...
La relación entre coherencia y cohesión es muy estrecha, no obstante, el empleo de mecanismos de cohesión
no garantiza que la coherencia. Se pueden establecer correctamente las relaciones entre las distintas partes
de un texto, pero si este no guarda coherencia, el texto no puede ser considerado como tal. Por ejemplo, “Es
un muchacho alto; sin embargo, tiene acné”. En este caso el marcador discursivo “sin embargo” contrasta dos
realidades que no conectan entre sí lógicamente, pues no es posible pensar en una relación entre la altura
de una persona y la aparición del acné; por tanto, aunque las oraciones se conecten entre sí por medio del
marcador, su lógica no resulta válida y torna el mensaje incoherente.
De otro lado, los estudios sobre la textualidad apuntan a que el binomio coherencia-cohesión no es suficiente
para poder discernir qué puede ser considerado texto o no, sino que se requieren de otros parámetros que
ayuden a definir de forma más precisa los elementos que se conjugan en la producción e interpretación de un
acto comunicativo. En este sentido, la propuesta de R. Beaugrande y W. Dressler (1981) intenta cubrir este
vacío, considerando siete propiedades o características que funcionan interrelacionadas y que permiten
formar y entender los distintos tipos de textos: coherencia, cohesión, intencionalidad, aceptabilidad,
situacionalidad, intertextualidad e informatividad.
Estas siete propiedades pueden ser agrupadas según el elemento en el que se centran. Así, la coherencia y
la cohesión se centran en el texto en sí; la intencionalidad y la aceptabilidad se orientan hacia la actitud de
Porpiedades pragmáticas
La intencionalidad
Mediante esta propiedad el hablante-escritor plasma los objetivos o propósitos que quiere alcanzar con su
escrito. La intención responde a las reacciones que el emisor desea que se produzca en el interlocutor. La
intencionalidad se refiere, pues, al objetivo propuesto por el emisor frente al texto que producirá; es el
propósito, la meta o finalidad que por medio del texto quiere lograr el participante de un acto comunicativo.
De este modo, la intención actúa como moldeador del discurso del emisor, puesto que la configuración de su
mensaje, de sus actos lingüísticos, apuntan a lograr el propósito que persigue (aunque sea de forma
inconsciente), a la vez que también influye en la interpretación del receptor. Son intenciones, por ejemplo,
solicitar algo, saludar, hacer un reclamo, etc. Pensemos, por ejemplo, en cómo un niño construye su mensaje
cuando quiere pedir algo; en la “Chilindrina” 1: "Papito lindo, mi amor, papacito..., ¿me das un peso para ir a
comprar a la tienda?” La Chilindrina recurre a los diminutivos, a los adjetivos calificativos, a las frases
cariñosas, una especie de captatio benevolentia antes del pedido. El receptor, en estos casos, sabe reconocer
que lo que viene a continuación de tanta frase cariñosa suele ser alguna petición; esto es, descubre que la
intencionalidad del mensaje no es el halago, sino la petición.
La aceptabilidad
Gracias a esta propiedad el receptor es libre de aceptar o no un texto en función del tema y de cómo este se
ha desarrollado, así como de la atractividad y utilidad que tenga para él. Así, la aceptabilidad es entendida
como el grado de tolerancia con que el destinatario se acerca al texto para dotarlo de sentido. Es decir, la
responsabilidad de validar un texto o desecharlo recae sobre el receptor que deberá valorar si el texto
producido por el emisor cumple con los requisitos mínimos según el tipo de texto que es. Por ejemplo, en un
examen escrito, si un alumno obtiene el puntaje completo, significa que su respuesta ha sido satisfactoria
para el profesor; en cambio si obtiene solo parte del puntaje, eso indica que la respuesta ha presentado fallos
o deficiencias que el profesor no ha pasado por alto, aunque no invaliden totalmente la respuesta. Si el
alumno, en cambio, no obtiene nada de puntaje, es que su respuesta no resulta satisfactoria y, aunque el
profesor desee ser flexible, la respuesta dada por el alumno, el texto producido, no lo permite pues presenta
o información errónea o irrelevante. Del mismo modo, un hablante nativo puede ser más o menos tolerante
con un interlocutor que no domina su idioma. Por ejemplo, si un extranjero nos abordara en la calle y dijera:
“Yo necesitar Plaza de Armas, por favor. Dime uno camino correcto”, el interlocutor podrá esforzarse por tratar
de entender el mensaje e indicarle, de laguna forma, el camino hacia la Plaza; o, por el contrario, dar por
fallida la comunicación por no compartir el código.
De otra parte, en la aceptabilidad intervienen lo que ha denominado Grice (1975) cuatro máximas:
Principio de Cooperación2, un supuesto pragmático presente en el intercambio comunicativo, por el
que los interlocutores esperan ciertos comportamientos, como consecuencia de un acuerdo previo,
de colaboración en la tarea de comunicarse. Puede definirse, por tanto, como un principio general
que guía tanto a emisor como receptor en la interacción comunicativa.
Este Principio se desglosa en las siguientes submáximas:
«Haga su contribución tan informativa como se requiera (de acuerdo con el propósito de la
comunicación)».
«No haga su contribución más informativa de lo requerido»
Máxima de calidad. Esto es, que lo que se exprese se ajuste a la verdad. Presenta las siguientes
submáximas:
«No diga lo que crea que es falso».
«No diga aquello sobre lo que no tiene pruebas».
Máxima de relación. Dar información relevante, pertinente; es decir aquello que tenga relación con
el tema del que se habla.
Máxima de manera. Relacionada con la forma en que se presenta el mensaje. Contiene las
siguientes submáximas: «Sea claro», «Evite la oscuridad de expresión», «Evite la ambigüedad»,
«Sea breve», «Sea ordenado».
La informatividad
Por medio de esta propiedad, el receptor de un texto evalúa qué punto las predecibles o inesperadas son las
secuencias de un texto, si transmiten información conocida o novedosa. La informatividad es el factor de
novedad informativa que despierta el interés por la recepción de un texto. Seguramente todos conocemos a
alguien que siempre cuenta las mismas historias, los mismos chistes, las mismas anécdotas; sabemos
perfectamente, a fuerza de haberlo escuchado más de una vez, cómo empieza y cómo termina la historia.
Estos textos no resultan, por tanto, informativos, pues el receptor sabe que no encontrará ninguna novedad,
nada que no haya escuchado antes. Esto es, el texto nos permite ir anticipando qué es lo que vendrá después
y generar hipótesis sobre el contenido del mensaje. Si el texto no brinda información nueva para el recpetor,
este resulta intrascendente y desestimará el texto.
Desde este punto de vista un buen texto debe saber combinar dos tipos de información: una conocida
(supuestamente) por el receptor, que sirve de anclaje, y una información nueva (informativa según del emisor),
que es la que interesa comunicar al receptor. Esta estructura de la información se explica con los conceptos
de tema (o tópico) y rema (o foco); esto es, el tema es aquello de lo que se habla, mientras que el rema es lo
que se dice o se quire comunicar del tema. Por ejemplo, si la profesora dice en clase: “Para la práctica del
viernes entra el tema 1 y 2”, el tema (lo que el emisor asume que el receptor conoce, la información conocida)
será “la práctica del viernes” y el rema (la novedad, la información relevante y lo que el receptor desea
conocer) será “entra el tema 1 y 2”. La profesora asume que el receptor (los alumnos) saben que habrá
práctica (y qué es una práctica) de su curso, lo que informa es solo lo que los alumnos desconocen: qué
contenidos serán evaluados.
Un texto, por tanto, cumplirá con esta propiedad siempre que sepa combinar ambos tipos de informaciones:
la conocida y la nueva, de modo que el recpetor del texto pueda dotar al texto de sentido y aceptar que lo que
en él se comunica resulta para él relevante, aporta datos nuevos y no redudna sobre lo mismo o le brinda
información evidente u obvia.
La situacionalidad
Se refiere a todos aquellos factores o circunstancias que intervienen en cualquier acto comunicativo. La
situacionalidad incluye las coordenadas espaciotemporales en que tiene lugar el texto y que hace que un
texto sea pertinente en el contexto en que aparece, así como los factores que hacen que un texto sea más o
menos relevante. Estos factores dependen o están creados por la situación comunicativa en la que el texto
aparece. Por ejemplo, el que en un reclamo el alumno plantee que le falta un punto (o más o menos) para
aprobar el curso, aunque al alumno le parezca relevante, en este tipo de texto no lo es, pues no es lo esperado
en este contexto comunicativo; al contrario, lo que se espera es que el alumno demuestre con argumentos
sólidos que el profesor ha cometido un error o una injusticia en la calificación de su examen.
La situacionalidad permite al emisor tomar en cuenta factores externos al texto: a quién se dirige, qué relación
mantiene con el receptor (confianza, amistad, subordinación, diferencia de edad o de sexo...), de qué tema
va a hablar (y qué sabe su receptor del tema), en qué soporte (mensaje en Facebook, correo electrónico,
llamada telefónica...), qué finalidad persigue con su texto, qué tipo de texto debe emplear para lograr ese
objetivo, qué registro debe emplear (formal o informal). Todas estas preguntas se las plantea el emisor –
consciente o inconscientemente– al momento de producir un texto. Y sobre esta base el receptor valora si el
emisor las ha tomado en cuenta o no.
La intertextualidad
Comprende aquellos factores de los que depende el uso adecuado de un texto en relación con otros textos,
con los que establece una relación necesaria, ya que la producción e interpretación de un texto depende del
conocimiento que se tenga de textos anteriores relacionados con él, que sean del mismo tipo.
La intertextualidad es, por tanto, la relación que un texto (oral o escrito) mantiene con otros textos (orales o
escritos), ya sean contemporáneos o históricos; el conjunto de textos con los que se vincula explícita o
implícitamente un texto constituye un tipo especial de contexto, que influye tanto en la producción como en la
comprensión del discurso.
Nuestra vida diaria está rodeada de textos que sabemos interpretar y, en mayor o menor medida producir. Si
vemos la televisión, nos enfrentamos a anuncios publicitarios, que reconocemos como tal con sus características
propias, que permiten distinguirlos de otros textos: las noticias, el capítulo de la novela, la película, la serie, el
dibujo animado... De otro lado, en la escuela hemos ido aprendiendo a producir diversos tipos de textos: el
esquema, el resumen, el mapa conceptual, el examen, la carta, la solicitud, el cuento, la anécdota... En la vida
familiar y cotidiana hemos asimilado inconscientemente más textos: el saludo, la despedida, el brindis, la
felicitación, e regaño, la lista de las compras, los chistes, los chismes...
Pensemos, por último, en el enamorado al que la chica le dice “Tenemos que hablar”; esas tres palabras bastarán
para que el enamorado, si es que ha reconocido el tipo de texto, sepa lo que viene a continuación: la inminente
ruptura de su relación amorosa.
Todas estas propiedades se conjugan, no actúan independientemente, sino que entre todas ayudan a
la configuración y a la interpretación del texto, aunque algunas veces una influya más que otra, de
forma intencionada o no.
La corrección
Definición
Es el proceso de revisión de un texto original con la finalidad de intervenir en los distintos niveles de la
composición textual. Todos los textos son susceptibles, en mayor o menor medida, de corrección. La
corrección no solo debe controlar las faltas de ortografía, sino también la sintaxis y la semántica de cada
oración, es decir, asegurar que está correctamente construida y se entiende la idea que quiere transmitir. La
corrección es una técnica que se nutre de conocimientos previos y de procedimientos específicos.
La finalidad del corrector lingüístico debe ser modificar un texto para adecuarlo a la normativa de la lengua, a
la variedad, al registro y hacerlo coherente. La corrección no es igual para todo tipo de textos. Un buen
corrector cambia de perspectiva dependiendo del texto: no es lo mismo enfrentarse a un texto publicitario,
que a uno jurídico o a literario.
Tipos de corrección
Corrección ortotipográfica y gramatical:
José Martínez de Sousa define en su Diccionario de ortografía de la lengua española, la ortotipografía como
el conjunto de reglas de estética y grafía tipográfica que se aplica a la presentación de los elementos gráficos
bibliográficos. Ortotipografía es una palabra formada por ortografía y tipografía; es decir, que su objetivo es
pulir el texto en su forma ortográfica y en sus elementos estéticos y gráficos, para que el sentido de lo que se
manifiesta pueda llegar de una manera más clara. Mediante este servicio se detectan y eliminan las faltas
ortográficas, se resuelven los fallos de acentuación o puntuación y se unifican aquellos criterios tipográficos
que no siempre se emplean como es debido (uso pertinente de negritas, cursivas o mayúsculas; adecuación
de títulos, subtítulos o enunciados; elaboración de referencias bibliográficas, índices, etc.). De este modo,
nuestro escrito será apropiado, transparente y, en consecuencia, útil.
La adecuación
Esta propiedad se refiere a las variedades lingüísticas, ya sea regional, social, profesional, entre otras, que
regulan un acto comunicativo. Un texto es adecuado cuando se adapta al tema del que va a hablar y a la
persona que lo emite o a la persona que lo recibe. También debe ser conveniente en la situación o lugar en
que se encuentra, adaptarse a la finalidad, al nivel de lengua en el que se desarrolla la comunicación y a las
normas de cortesía y, por último, ajustarse al tono o nivel de formalidad.
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