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PRESENTACION

ESCUELA SECUNARIA GENERAL #1

“HERIBERTO JARA CORONA”

TEMA: CRONICA Y VIDA DE ABRAHAM VALDELOMAR

NOMBRE: XIMENA GUZMAN MUÑOZ

FECHA DE ENTREGA: 26-06-2017

GRADO: 2º

GRUPO:” F”
INTRODUCCION
Narrador peruano que encarnó el trá nsito definitivo del modernismo a las vanguardias y
que es considerado, junto con los poetas José María Eguren y César Vallejo, uno de los
forjadores de la literatura peruana contemporá nea.

Pocas veces en el Perú un escritor ha merecido como él el calificativo de "integral" con el


que lo define la crítica.

Ello se debe, fundamentalmente, a la enorme coherencia estética e ideoló gica que gobierna
la totalidad de su obra como narrador, poeta y periodista.

Nunca ocultó su entusiasmo por las vanguardias, al mismo tiempo que muchos aspectos de
su producció n revelan la añ oranza de la vida provinciana, aunque sus evocaciones rurales
eluden todo exotismo o abundancia de colorido local.

Má ximo animador cultural del postmodernismo peruano (fundó en 1916 la


revista Colónida, difusora de un novedoso espíritu artístico), Abraham Valdelomar ostentó
ciertamente un talento polifacético: fue poeta prevanguardista, croniqueur refinado, agudo
ensayista, dramaturgo frustrado y, primordialmente, un cuentista versá til y sumamente
expresivo que, tras algunos relatos decadentes al gusto modernista, inauguró con el
cuento El Caballero Carmelo (1913, que daría título al extraordinario volumen de cuentos
que publicó en 1918) el abandono del exotismo y el artificio modernistas, orientá ndose
hacia una narrativa genuinamente peruana.

Aunque su producció n es variada (desde relatos que presagian los experimentos


vanguardistas hasta los que rinden tributo a la temá tica incaica y criolla) y su calidad es
dispar, Valdelomar fue, en efecto, el pionero del cuento moderno en el Perú al superar el
artículo de costumbres, las «tradiciones» inventadas por Ricardo Palma o la narració n
maniquea y sin matices que había dominado la escena literaria del país desde mediados del
siglo XIX.

En los relatos que él mismo llamó «criollos», los má s logrados segú n consenso de la crítica,
así como en su poesía, Valdelomar compaginó una visió n trá gica de la vida con su extremo
opuesto, ademá s de presentar, como motivo principal, la armonía del mundo familiar en la
provincia a través de la memoria de la infancia.
DESARROLLO
Hijo de Anfiloquio Valdelomar Fajardo y de Carolina Pinto, Abraham Valdelomar siguió sus
estudios primarios en la ciudad de Pisco y en la Escuela Municipal Nº 3 de Chincha, y los
secundarios en el Colegio Nacional de Nuestra Señ ora de Guadalupe de Lima (1900-1904),
donde fundó la revista La Idea Guadalupana (1903) junto con su compañ ero Manuel A.
Bedoya.

En 1905 ingresó en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, pero dejó las clases al
añ o siguiente para emplearse como dibujante en las revistas Aplausos y silbidos, Monos y
Monadas, Actualidades, Cinema y Gil Blas, donde también trabajó como director artístico.

En 1909 publicó sus primeros versos (en la línea del todavía triunfante modernismo) en la
revista Contemporáneos, y al añ o siguiente decidió reanudar sus estudios; la universidad,
sin embargo, nunca llegó a interesarle mucho, y en 1913 terminó por abandonarla
definitivamente.

En 1910, a raíz de un conflicto con Ecuador, Abraham Valdelomar sentó plaza de soldado
como integrante del Batalló n Universitario, formado por estudiantes de San Marcos.
Durante el acuartelamiento escribió una serie de cró nicas bajo el título "Con la argelina al
viento", que fueron publicadas en El Diario y La Opinión Nacional de Lima entre abril y junio
de 1910, y que le valieron un premio por parte del Municipio de Lima; posteriormente viajó
con una delegació n universitaria al sur del país, visitando Arequipa, Cuzco y Puno.

El mismo añ o de 1910 aparecieron publicados los primeros cuentos de Valdelomar en las


revistas Variedades e Ilustración Peruana, y al añ o siguiente aparecieron por entregas en las
mismas revistas sus novelas cortas La ciudad de los tísicos y La ciudad muerta (en las que se
manifiesta la influencia del escritor italiano Gabriele D'Annunzio), iniciando también su
colaboració n con el diario La Prensa de la capital peruana.

En 1912 participó en la campañ a presidencial de Guillermo Billinghurst, siendo elegido


presidente del Centro Universitario billinghurista. Después del triunfo de su candidato,
Abraham Valdelomar fue nombrado administrador de la Imprenta del Estado y director del
diario oficial El Peruano (desde octubre de 1912 hasta mayo de 1913).

Valdelomar renunció a ambos cargos luego de ser nombrado Segundo Secretario de la


Legació n del Perú en Italia (12 de mayo de 1913), embarcá ndose con destino a Europa el 30
de mayo.
Después de pasar por Panamá , Cuba y Nueva York, llegó a Roma el 7 de agosto, asumiendo
inmediatamente sus funciones.

Su estancia en esta ciudad la aprovechó para escribir una serie de artículos que, bajo el
nombre de "Cró nicas de Roma", publicó en los diarios limeñ os La Nación (desde noviembre
de 1913 hasta enero de 1914) y La Opinión Nacional (entre mayo y julio de 1914), pero
definitivamente lo má s importante de su estancia en Italia fue su participació n en el
concurso literario organizado por La Nación con el cuento "El Caballero Carmelo", que
resultó ganador del primer premio (3 de enero de 1914). Tras recibir la noticia del
derrocamiento del presidente Billinghurst, el 6 de febrero del mismo añ o renunció a su
cargo diplomá tico y regresó a Lima.

Abraham Valdelomar

De nuevo en la capital peruana, y luego de una fugaz detenció n por conspirar contra el
nuevo gobierno (junio de 1914), Valdelomar comenzó a trabajar como secretario personal
del polígrafo peruano José de la Riva Agü ero (1914-1915).

Bajo la influencia de Riva Agü ero escribió su primer libro, La Mariscala (Lima, 1914),
biografía novelada de Francisca Zubiaga (1803-35), esposa del presidente Agustín
Gamarra y figura importante de la política peruana durante algunos añ os.

Para entonces Valdelomar ya era un colaborador frecuente de numerosas publicaciones


limeñ as como los diarios El Comercio y La Crónica, y las revistas Balnearios, Mundo
Limeño y Variedades, en las que publicaba sus poemas, cuentos y artículos.
Sin embargo, su labor como periodista estuvo ligada principalmente al diario La Prensa,
donde tuvo a cargo la secció n "Palabras" desde julio de 1915 hasta su alejamiento del diario
en 1918.

También publicó en La Prensa sus "Cró nicas frá giles", donde hizo conocido su seudó nimo
de El Conde de Lemos; y los "Diá logos má ximos", a manera de conversaciones entre dos
personajes, Manlio y Aristipo, a través de los cuales descubrimos las personalidades de
Valdelomar y del escritor José Carlos Mariá tegui.

En el mismo diario publicó sus cró nicas tituladas "Impresiones"; la columna "Fuegos
fatuos", donde desplegó todo su humorismo e ironía; y finalmente sus comentarios sobre
la Primera Guerra Mundial, aparecidos en 1917 bajo el ró tulo de "Al margen del cable".

En 1917 ganó el concurso organizado por el Círculo de Periodistas del Perú con su artículo
"Ensayo sobre la psicología del gallinazo".

Valdelomar, quien a su regreso de Europa se había convertido en el líder de un grupo de


jó venes escritores, decidió fundar su propia revista literaria para exponer los trabajos que
sentía acordes con los gustos literarios de la nueva generació n que representaba.

Así, el 15 de enero de 1916 apareció el primer nú mero de Colónida, revista dirigida por
Valdelomar que, a pesar de su corta duració n (só lo se publicaron cuatro nú meros, el ú ltimo
en mayo de 1916) tuvo una gran repercusió n en el ambiente cultural peruano, hasta el
punto de que comenzó a hablarse de un "movimiento Coló nida".

Sin embargo, la importancia de esta publicació n no puede ser magnificada. Se ha sostenido


que la revista pretendía ser una bandera de revolució n estética y un intento de dar a
conocer a los nuevos escritores provincianos, pero es indudable que sus resultados no
fueron siempre los deseables.

A pesar de todo, habría que reconocerle el mérito de rescatar del olvido la figura de José
María Eguren (1874-1942), el primer escritor peruano que merece con justicia el
calificativo de poeta.

El mismo añ o se publicó el libro Las Voces Múltiples (Lima, 1916), que reunía poesías de


ocho escritores vinculados a Coló nida, entre ellos Valdelomar. El libro recoge los poemas
"El hermano ausente en la cena de Pascua" y "Tristitia", considerados los mejores de su
producció n poética, donde se describe el ambiente familiar y la sensació n de ausencia y
soledad que embarga al poeta.
Posteriormente publicó los que serían sus ú ltimos libros: Belmonte, el trágico: ensayo de
una estética futura a través del arte nuevo (Lima, 1918), sobre la filosofía estética del toreo
en Juan Belmonte (tema sobre el que confiesa no encontrarse versado), y su exitoso primer
volumen de cuentos bajo el título de El Caballero Carmelo (Lima, 1918).

En enero de 1918 renunció a su puesto de redactor en La Prensa y comenzó una breve
colaboració n con la revista Sud América.

Es entonces cuando el escritor decide recorrer el territorio peruano como conferenciante,


para lo cual emprendió un viaje al norte del país (entre mayo y diciembre de 1918)
visitando las ciudades de Trujillo, Cajamarca, Chiclayo y Piura, así como diversos pueblos en
los cuales dio charlas sobre temas estéticos, patrió ticos y sociales.

Mientras tanto se había postulado a la diputació n regional de Ica y, al ser elegido para el
cargo (24 de agosto de 1919), viajó a la ciudad de Ayacucho, sede del Congreso Regional del
Centro.

El 1º de noviembre de 1919 Abraham Valdelomar sufrió un accidente mientras participaba


en la segunda sesió n preparatoria del Congreso, a consecuencia del cual murió al cabo de
dos días, siendo trasladados sus restos a Lima, luego de ser embalsamados.

Pó stumamente se publicaron Los hijos del sol (cuentos incaicos), conjunto de relatos escritos
alrededor del añ o 1910 e impresos en Lima en 1921, y Tríptico heroico (Lima, 1921), libro
de poemas patrió ticos dedicados a los niñ os de las escuelas del Perú .

Su obra literaria, formada por los pocos libros que publicó y sus trabajos desperdigados en
numerosas publicaciones perió dicas, ha sido objeto de diversas recopilaciones, la ú ltima (y
también la má s completa) con el título de Obras (dos volú menes, Lima, 1988).

Abraham Valdelomar es un caso excepcional dentro de la literatura peruana.

Elogiado y atacado en vida como ningú n otro autor de su país, estuvo decidido a triunfar en
su medio, para lo cual no dudó en adoptar posturas desafiantes y escandalosas a la manera
de Oscar Wilde, a quien seguramente quiso imitar.

Sin embargo, detrá s del decadentismo que solía mostrar en pú blico y su apego a las frases
brillantes e iró nicas, se descubre un auténtico temperamento artístico, lleno de sentimiento
y nostalgia, que se manifiesta en sus mejores poemas y en los cuentos criollos que forman
su libro El Caballero Carmelo, que contiene algunos de los mejores relatos escritos en el
Perú .
CONCLUSION
Abraham Valdelomar fue un escritor completo pues «abarcó prá cticamente todos los
géneros literarios conocidos».
Sin embargo, lo mejor de su creació n ficticia se concentra en el campo de la narrativa
cuentística.
Sus cuentos se publicaron en revistas y perió dicos de la época, y él mismo los organizó en
dos libros: El caballero Carmelo (Lima, 1918) y Los hijos del Sol (pó stumo, Lima,1921).
En ellos se encuentran los primeros testimonios del cuento neocriollo peruano, de rasgos
postmodernistas, que marcaron el punto de partida de la narrativa moderna del Perú .
En el cuento El caballero Carmelo, que da nombre a su primer libro de cuentos, se utiliza un
vocabulario arcaico y una retó rica propia de las novelas de caballerías para narrar la triste
historia de un gallo de pelea, relato nostá lgico ambientado en Pisco, durante la infancia del
autor.
En Los hijos del Sol, busca su inspiració n en el pasado histó rico del Perú , remontá ndose a la
época de los incas.
Su poesía también es notable por su evolució n singular del modernismo al
postmodernismo, teniendo incluso atisbos geniales de vanguardismo.
Aquella es de una sensibilidad lírica extraordinaria que tiene como má xima expresió n la de
ser un vuelco hacia su interioridad.
Pero esta interioridad debe entenderse como una expresió n directa e íntima (por tanto,
creativa) de la realidad.
Esta poesía tiene como ejemplos fulgurantes a Tristitia y El hermano ausente en la cena de
Pascua, los cuales presentan a su autor como un poeta dulce, tierno y profundo, saturado de
paisaje, de hogar y de tristeza.
Es imposible no relacionar su poesía con la de su compatriota César Vallejo, sobre todo con
el primer poemario de éste, Los Heraldos Negros, y en especial la secció n "Las canciones del
hogar", en que el tema familiar, asumido con amorosa filiació n a la vez de hijo y hermano,
emparentan estrechamente sus poéticas.
De hecho Vallejo admiraba vivamente a Valdelomar, que era mayor que él, al punto de que
lo entrevistó cuando llegó a Lima e incluso le pidió que prologara Los Heraldos Negros, lo
que nunca llegó a concretarse.

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