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Abraham Valdelomar
Información personal
27 de abril de 1888
Nacimiento
Perú, Ica.
Nacionalidad Peruano
Educación
Información profesional
Índice
1 Minibiografía
2 Biografía ampliada
3 Una leyenda sobre su muerte
4 Producción literaria
o 4.1 Novelas
o 4.2 Cuentos
o 4.3 Poesía
o 4.4 Prosa poética
o 4.5 Teatro
o 4.6 Ensayos
o 4.7 Crónicas y reportajes
o 4.8 Narraciones y crónicas históricas
o 4.9 Biografía
5 Postmodernismo
6 Véase también
7 Referencias y notas
8 Enlaces externos
Minibiografía[editar]
Nació en Ica, como el sexto hijo de Anfiloquio Valdelomar y de María Pinto. A temprana
edad se trasladó con su familia al puerto de Pisco, donde cursó parte de su educación
primaria (1892-1898), culminándola en Chincha (1899). Se trasladó a Lima para cursar su
educación secundaria en el Colegio Nuestra Señora de Guadalupe (1900-1904). Luego
ingresó a la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos. Interrumpió sus estudios
para incursionar en el periodismo, así como en la política, como partidario de Guillermo
Billinghurst. Fue nombrado director del diario oficial El Peruano y pasó a Italia como
secretario de la legación peruana (1913). Tras la caída de Billinghurst retornó al Perú
(1914). Se consagró al periodismo y pronto se hizo conocido por su calidad de literato, lo
que se vislumbraba en sus primeros relatos y poesías publicados en diarios y revistas.
Fundó la revista literaria Colónida (1916) y publicó su libro de cuentos El caballero
Carmelo (1918), que marcó el inicio de la modernidad en la narrativa peruana. Viajó a
diversas ciudades del Perú e incursionó una vez más en la política, siendo elegido diputado
al Congreso Regional del Centro (1919). Estando en Ayacucho, sufrió una caída accidental
que le provocó la fractura de la columna vertebral, a consecuencia de lo cual falleció,
cuando apenas contaba con 31 años de edad.
Biografía ampliada[editar]
Fue el sexto hijo de Anfiloquio Valdelomar Fajardo y de María Carolina de la Asunción
Pinto Bardales. Hasta los cuatro años de edad vivió en una pequeña casa en la Calle
Arequipa # 286 de su ciudad natal, Ica.3 Hasta el año 2007 podía apreciarse una placa
recordatoria en dicha casa señalando el hecho; lamentablemente, el terremoto de aquel año
provocó el derrumbe completo de esta primera casa de Valdelomar.
En 1892 se trasladó con su familia al puerto de Pisco, donde su padre encontró trabajo
como empleado de la aduana. Allí empezó sus estudios primarios. Las experiencias de su
infancia, vinculada al mar y al campo, influyeron decisivamente en su obra. En 1899 se
trasladó a Chincha donde concluyó su educación primaria.
En 1900 viajó a Lima donde estudió la secundaria en el Colegio Guadalupe; allí fundó y
dirigió un periódico escolar: La Idea Guadalupana (1903). En 1904 concluyó sus estudios
secundarios y durante unos meses desempeñó el puesto de archivero en la Inspección
Municipal de Educación de Chincha.
Esta obra temprana (poemas, crónicas periodísticas y cuentos) está marcada por la
influencia del modernismo y de don Manuel González Prada; en sus novelas cortas es más
patente su devoción por Gabriele D'Annunzio.
El gobierno de Billinghurst le otorgó la dirección del diario oficial El Peruano (que ejerció
del 1º de octubre de 1912 al 30 de mayo de 1913), y por R.S. Nº 484 del 12 de mayo de
1913, un puesto diplomático, como Secretario de Segunda Clase de la Legación peruana en
Italia. Antes de partir hacia Europa, Valdelomar se batió a duelo de espada con Alberto
Ulloa Sotomayor, representante de los estudiantes limeños que se oponían a la politización
de la Universidad y que había publicado un artículo de protesta en La Prensa, que
Valdelomar consideró difamatorio. El duelo finalizó sin mayores consecuencias y sin que
ambos rivales lograran reconciliarse (tiempo después Ulloa se amistó con Valdelomar y
prologó su libro de cuentos El caballero Carmelo).
Trabajó luego como secretario personal del polígrafo peruano José de la Riva-Agüero y
Osma, bajo cuya influencia escribió La mariscala, biografía novelada de Francisca Zubiaga
y Bernales (1803-1835), esposa del presidente Agustín Gamarra y figura destacada de la
política del Perú de inicios de la República. De dicha obra hizo luego una versión teatral,
con el mismo nombre, y en colaboración con José Carlos Mariátegui (1916).
Planeó también editar un libro de Cuentos criollos bajo el título de La aldea encantada,
pero no llegó a concretarlo. Dos de dichos cuentos criollos aparecieron publicados en La
Opinión Nacional: El vuelo de los cóndores y Los ojos de Judas (en julio y octubre de
1914, respectivamente).
En 1915 empezó a trabajar como secretario del Presidente del Consejo de Ministros del
gobierno de José Pardo y Barreda. Se dedicó de lleno al periodismo y la literatura. Se erigió
como un influyente líder de opinión y un portavoz de la modernidad intelectual.
Colaboró sobre todo con el diario La Prensa, donde tuvo a cargo la sección Palabras,
dedicada a la política, desde julio de 1915 hasta su alejamiento del diario en 1918. Se hizo
popular por sus burlas hacia los políticos (entre parlamentarios y ministros) de entonces.
También publicó en La Prensa sus Crónicas frágiles, donde hizo conocido su seudónimo
de "El Conde de Lemos";4 y los Diálogos máximos, que transmitía conversaciones líricas
entre él y su amigo José Carlos Mariátegui representados bajo los nombres de Manlio y
Aristipo. También publicó en el mismo diario sus crónicas tituladas Impresiones; la
columna Fuegos fatuos, donde desplegó todo su humorismo e ironía; y finalmente sus
comentarios sobre la guerra mundial, aparecidos en 1917 bajo el rótulo de Al margen del
cable.5 Compuso también sus Cuentos chinos una suerte de crítica hacia la dictadura de
Óscar R. Benavides en forma de apólogos ambientados en China, que fueron publicados
igualmente en La Prensa (1915).
Ya por entonces llamaba la atención de la gente con su atildada indumentaria,6 sus públicas
improvisaciones poéticas y sus galanterías en confiterías y salones de té, como en el famoso
Palais Concert, situado en el jirón de la Unión, cerca a Palacio de Gobierno, lugar que
cobijó a la juventud intelectual de la época. Por lo general formaba dúo con su gran amigo
José Carlos Mariátegui, seis años menor que él. Algunos le negaron originalidad y lo
acusaron de ser imitador del británico Óscar Wilde y del italiano D’annunzio, pero lo que
nadie podía hacer era ignorarlo.
En enero de 1918 renunció a La Prensa tras un conato de duelo con su director, Glicerio
Tassara, a raíz de una suplantación que hicieron en su columna de Palabras. Ese mismo
año salió a la luz su colección de cuentos El caballero Carmelo (encabezada por el cuento
del mismo nombre con que ganó el concurso de 1913) y su ensayo sobre estética con
meditaciones taurinas: Belmonte, el trágico.
Luego realizó giras y dictó conferencias a lo largo y ancho del país. Viajó a las provincias
del norte del país (Trujillo, Cajamarca, Chiclayo, Piura y otras ciudades) y se dirige luego
al sur, recorriendo los departamentos de Arequipa, Puno, Cuzco y Moquegua.
De regreso a su tierra natal fue aclamado unánimemente por la población iqueña. Por ello,
el 24 de septiembre de 1919, resultó electo diputado por Ica ante el Congreso Regional del
Centro. En una reunión de dicho Congreso realizada en la ciudad de Ayacucho, en los altos
de una casona, cuando Abraham se disponía de noche y a oscuras a bajar por una empinada
escalera de piedra, resbaló (o perdió el equilibrio), cayendo desde una altura de seis metros
hasta dar de espalda sobre un montículo de piedras. Como consecuencia de ello sufrió una
fractura de la espina dorsal, cerca de las vértebras lumbares, la cual, luego de dos días de
penosa agonía, le causaron la muerte el 3 de noviembre de 1919, a las dos y media de la
tarde. Apenas contaba con 31 años de edad.
Su ataúd conteniendo su cadáver fue trasladado desde Ayacucho hasta Huancayo sobre los
hombros de 16 cargadores indígenas ayacuchanos. De Huancayo los restos del escritor
fueron llevados en tren hasta Lima, donde fueron inhumados en el Cementerio Presbítero
Matías Maestro, no en un nicho, sino en la tierra misma, tal como había sido su deseo.
Ilustres personalidades, familiares, amigos y discípulos del escritor le despidieron
dedicándole discursos y composiciones (16 de diciembre del mismo año).
Antiguo billete de cincuenta nuevos soles donde aparece la imagen del escritor.
Una versión escandalosa sobre la muerte de Valdelomar circuló poco después, asegurando
que el escritor había fallecido al caer dentro de un profundo silo u hoyo de excrementos
humanos. Tal patraña, cuyo origen no se ha podido precisar, posiblemente fue difundida
por los enemigos del escritor, los mismos que habían sido víctimas de sus críticas. Dicha
versión tuvo tanta acogida que hasta un escritor del nivel de Alberto Hidalgo lo asumió
como verdadera.7 Hasta hoy día muchos educadores difunden dicha versión en el Perú, lo
cual es un error grave, pues diversos testimonios de personas que estuvieron cerca del
fatídico suceso concuerdan unánimemente que el escritor cayó desde una altura de unos
seis metros sobre un montículo de piedras que se elevaba a un metro de altura cerca de la
escalera, lo que le produjo la fatal rotura de la columna vertebral.8
Asimismo, se sabe que la razón por la que Valdelomar bajó apresuradamente por la
escalera en medio de la oscuridad, fue su deseo urgente de aplicarse una inyección de
morfina, según los testimonios recogidos por Luis Alberto Sánchez.9
Producción literaria[editar]
Novelas[editar]
Cuentos[editar]
Valdelomar reunió sus cuentos criollos en un libro titulado La aldea encantada (1914) el
cual no llegó a publicarse. Luego dichos cuentos formaron parte de su libro antológico El
caballero Carmelo (Lima, 1918). Un segundo libro suyo de cuentos, Los hijos del Sol,
inspirado en el pasado incaico, fue publicado después de su muerte (Lima, 1921).
Todos los cuentos reunidos en dichos libros, sumados a otros recopilados de periódicos y
revistas, se pueden organizar, siguiendo las denominaciones dadas por el mismo autor, de la
siguiente manera:
Poesía[editar]
Prosa poética[editar]
Teatro[editar]
Ensayos[editar]
Crónicas y reportajes[editar]
Biografía[editar]
A todas ellas habría que agregar otras obras que Valdelomar anunció publicar pero que no
salieron a la luz o quedaron inconclusas:
Neuronas, un libro de aforismos filosóficos, del cual solo se ha rescatado una parte.
Decoraciones de ánfora, libro de crónicas.
Fuegos fatuos, libro de ensayos de humor.
El extraño caso del señor Huamán, novela corta o cuento largo, inconclusa.
Postmodernismo[editar]
Abraham Valdelomar.
Premodernismo
Apogeo o Modernismo propiamente dicho, y
Postmodernismo.
Véase también[editar]
Literatura peruana
Ica
Movimiento Colónida
Literatura española del Modernismo
Referencias y notas[editar]
1. ↑ Miguel de Priego, 2000, p. 26. Esta fecha onomástica del 27 de abril fue sostenida
siempre por el propio Abraham, así como por sus familiares y amigos; sin embargo, por los
datos consignados en su partida de bautismo conservada en la parroquia de San Jerónimo de
Ica se deduce que el día de su nacimiento fue el 15 de abril, lo cual se trataría de un error
(Libro de partidas y bautizos Nº 41, folio Nº 77).
2. ↑ Tristitia, el título del poema emblemático de Valdelomar es una palabra latina que
significa “tristeza” y se pronuncia “tristizia”. Sin embargo, entre los escolares peruanos se
ha perennizado su pronunciación castellanizada.
3. ↑ Miguel de Priego, 2000, p. 26.
4. ↑ Su seudónimo de “El Conde de Lemos” no era un escondite, pues todos los lectores
sabían quien estaba detrás de ese aristocrático título. Por lo general se dice que adoptó tal
seudónimo para provocar a la alta clase limeña, que siendo él un zambo de modesto origen
no tenía reparos en blasonar de un título nobiliario; al mismo tiempo sería un homenaje a la
Lima antigua, a la Lima de los Virreyes, a la que Valdelomar evoca en algunas de sus obras
con nostalgia. No faltó algún despistado que quiso demostrarle que no descendía del
verdadero Conde de Lemos que fue Virrey del Perú entre 1667 y 1672. Manuel del Priego,
en su notable biografía del escritor, ha explicado con sentida emoción la verdadera nobleza
de Valdelomar: “Procedía Valdelomar de una familia de clase media y no tenía título
nobiliario alguno, pero lo distinguió su nobleza real, no debida al linaje sino a los propios
méritos, según la idea cervantina ‘cada uno es hijo de sus obras’. Al margen de las poses y
los desplantes que gastaba para llamar la atención, era un hombre sencillo, bueno y
generoso, identificado con el pueblo y poseía auténtica aristocracia espiritual.”
(Valdelomar, el Conde Plebeyo. Lima, Fondo Editorial del Congreso, 2000)
5. ↑ Biografías y Vidas. «Abraham Valdelomar». Consultado el 12 de agosto de 2009.
6. ↑ Sin duda Valdelomar quiso ser un dandy a la manera de Oscar Wilde, el escritor británico.
Para ser un dandy había que vestir con extremada elegancia y buen tono, usar monóculo,
ser despectivo con los poderosos, rechazar la vulgaridad, ser levemente sofisticado y
equívoco, si no francamente homosexual y sobre todo, admirarse a sí mismo. Valdelomar
terminó su aprendizaje de dandy en Roma y regresó “usando quevedos con cinta bicolor,
guantes, escarpines, camisa de flotante cuello, cinismo, insolencia y siempre una
irrestañable ternura, esa ternura que le bañaba como un agua lustral.” (Luis Alberto
Sánchez: Valdelomar o la Belle Époque, pág. 109. Lima, tercera edición, 1987).
7. ↑ Hidalgo, Alberto: Muertos, heridos y contusos, Buenos Aires, 1920, pp. 65-66.
8. ↑ Sánchez 1987, pp. 408-430; Miguel de Priego 2000, pp. 440-441.
9. ↑ Sánchez 1987, p. 412.
Bibliografía
Basadre, Jorge: Historia de la República del Perú. 1822 - 1933, Octava Edición,
corregida y aumentada. Tomo 14. Editada por el Diario "La República" de Lima y
la Universidad "Ricardo Palma". Impreso en Santiago de Chile, 1998.
Cornejo Polar, Antonio: Historia de la literatura del Perú republicano. Incluida en
“Historia del Perú, Tomo VIII. Perú Republicano”. Lima, Editorial Mejía Baca,
1981.
Miguel de Priego, Manuel: Valdelomar, el conde plebeyo. Biografía. Lima, Fondo
editorial del Congreso del Perú, año 2000. ISBN 9972-755-27-2
Sánchez, Luis Alberto: Valdelomar o la Belle Époque. Lima, INPROPESA,1987.
Tamayo Vargas, Augusto: Abraham Valdelomar, Vida y Obra. Bibliografía.
Antología. Nueva York, Columbia University, 1969
Tauro del Pino, Alberto: Enciclopedia Ilustrada del Perú. Tercera Edición. Tomo
17, VAC-ZUZ. Lima, PEISA, 2001. ISBN 9972-40-166-9
Valdelomar / Obras I y II. Edición y prólogo de Luis Alberto Sánchez. Lima,
Ediciones Edubanco, 1988.
Valdelomar por él mismo (Cartas, entrevistas, testimonios y documentos
biográficos e iconográficos). Edición, prólogo, cronología y notas de Ricardo Silva-
Santisteban. Fondo Editorial del Congreso del Perú, año 2,000. En 2 Tomos. ISBN
9972-755-22-1 ISBN 9972-755-23-1
Varios autores: Grandes Forjadores del Perú. Lima, Lexus Editores, 2001. ISBN
9972-625-50-8
Enlaces externos[editar]
Wikisource en español contiene obras originales de Abraham Valdelomar.
Wikimedia Commons alberga contenido multimedia sobre Abraham
Valdelomar.
Todos los Cuentos de Abraham Valdelomar
Obra poética completa de Abraham Valdelomar
VIDEO Biografía del genial escritor
Hombres de Bronce - Abraham Valdelomar
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title=Abraham_Valdelomar&oldid=99084336»
Categorías:
Nacidos en 1888
Fallecidos en 1919
Hombres
Iqueños
Guadalupanos (siglo XX)
Sanmarquinos (siglo XX)
Alumnado de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Cuentistas de Perú
Escritores del siglo XX
Escritores del Modernismo
Historietistas de Perú
Periodistas de Perú
Escritores de literatura fantástica de Perú
Escritores en español del siglo XX
Escritores en español del siglo XIX
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El caballero Carmelo
de Abraham Valdelomar
Género Cuento
Idioma Castellano
Ciudad Lima
Fecha de 13 de noviembre de 1913
publicación
Índice
1 Historia de su publicación
2 Contexto
3 Argumento
4 Época
5 Resumen
6 Escenarios
7 Personajes
8 Análisis estructural
9 Análisis estilístico
10 Análisis temático
11 Entre la ficción y la realidad
12 Importancia
13 Mensajes
14 Referencias
15 Bibliografía básica
16 Véase también
17 Enlaces externos
Historia de su publicación[editar]
Abraham Valdelomar en Roma, 1914.
Desde agosto de 1913, Valdelomar ejercía como diplomático en Italia, cargo que le había
concedido el gobierno de Guillermo Billinghurst, en cuya campaña presidencial había
colaborado. Es posible que empezara a escribir «El caballero Carmelo» mucho antes de
embarcarse a Europa; lo cierto es que lo concluyó en la ciudad de Roma para luego
presentarlo al concurso literario convocado por el diario La Nación de Lima, ocultándose
bajo el seudónimo de «Paracas». A manera de adelanto de los trabajos presentados por los
concursantes, el cuento de Valdelomar fue publicado en la edición de dicho periódico del
día 13 de noviembre de 1913.
He leído en el primer número de La Nación, que es el único que he recibido, las bases de un
concurso literario. Usted sabe, Enrique, cuánto necesito triunfar donde se me presente un honrado
campo. Teniendo esto en consideración, y sabiendo que usted es miembro del jurado, sin voto (que
de otra manera no le confiaría esto) porque no deseo bajo ningún punto que se me favorezca sin
derecho y sin justicia, le digo lo siguiente: he sacado de mi libro de novelas cortas ese cuento que le
envío, para entrar al concurso. Como usted sabe que me jodería completamente sacar un segundo o
tercer premio, el favor que usted me va a hacer consiste en que entregue el cuento, al cual le pongo
yo un seudónimo; para en caso de no sacar el premio, no se sepa mi nombre. Esto lo hago yo, su
intervención es esta otra: Si me dieran por chiripa el primer premio, entonces usted explica al jurado
la razón que tuve para dar mi seudónimo y la carta que envío para garantizar la propiedad de mi
cuento. Esto sólo en el caso de que se trate del primer premio, pues si no, usted se quedará tan
calladito y no se sabrá que el cuento ése es escrito por este pobre diablo.
Otra cosa aún. Como yo no quiero que hablen y critiquen mi actitud al ir a ese concurso, ni que
digan que es cojudo2 y que, yo desde Europa, les vaya a arrebatar triunfos a los de allí, le incluyo un
pliego en el cual renuncio al premio y cedo el dinero al que me suceda y, si éste no lo quisiera, al
Centro Universitario o a cualquier sociedad.3
Como era de esperar, el jurado otorgó a «El caballero Carmelo» el primer lugar en el
concurso de cuentos: el galardón venía acompañado de cien soles de premio (27 de
diciembre de 1913). Tal vez nadie entonces imaginó que con ese episodio simbólico se
inauguraba una nueva etapa en las letras peruanas. En el número del 3 de enero de 1914 La
Nación publicó los resultados del concurso. Valdelomar quedó más que feliz con la noticia,
pero poco después ocurrió el golpe de estado del coronel Oscar R. Benavides que derrocó al
presidente Guillermo Billinghurst: en protesta, el escritor renunció a su cargo de
diplomático. Por entonces se hallaba en tratos con una editorial de París para dar a luz su
libro de cuentos criollos, que encabezaría El caballero Carmelo, pero este proyecto no se
concretó, y Valdelomar retornó al Perú, en abril de 1914.
El cuento fue incluido después en el libro del mismo nombre, de carácter misceláneo: El
caballero Carmelo (Lima, 1918). Ello es una prueba de la resonancia que entonces tuvo el
cuento, al punto que el autor lo tomó para dar título a su primera colección cuentística.
Contexto[editar]
El ambiente de popularismo y democracia creado alrededor del corto período presidencial
de Guillermo Billinghurst (1912-1914), político provinciano al igual que Valdelomar, tal
vez tuvo algún influjo en el surgimiento del cuento criollo valdelomariano, tarea que debe
entenderse como un cambio de perspectiva en lo que toca a la valorización de los espacios
de la nación peruana.4 Ámbitos provincianos, considerados hasta entonces menores y
normalmente relegados de la representación literaria, aparecieron entonces en primera fila,
recreados por una de las mayores plumas, sino la mayor, de la narrativa peruana del siglo
XX.
Argumento[editar]
Contado en primera persona con un lenguaje tierno, conmovedor y ambientado en un
entorno provinciano y rural, este cuento nos narra la historia de un viejo gallo de pelea
llamado el Caballero Carmelo, que debe enfrentar a otro más joven, el Ajiseco. El Carmelo,
sacando fuerzas de flaqueza, gana, pero queda gravemente herido y poco después muere,
ante la consternación de sus dueños. Este es el tema central.
Como temas secundarios podemos mencionar la vida familiar en el hogar del protagonista-
narrador (incluida las peripecias del gallo «Pelado») y la vida de los pescadores de la aldea
San Andrés, cercana a Pisco.
Época[editar]
Hay que distinguir la época en que fue esbozado y escrito el cuento (entre los años 1912-
13) y la época en que está ambientado el relato, lo cual podemos fechar, teniendo en cuenta
su carácter autobiográfico, entre los años 1896-97, es decir cuando el protagonista-narrador
tenía entre 8 a 9 años de edad. Prueba del talento del escritor es que, siendo un hombre
mayor, se retrotrae a la época de su lejana infancia y con la sensibilidad de un niño relata
esta historia sencilla pero que bajo su pluma se convierte en maravillosa.
Resumen[editar]
Los hechos relatados transcurren en Pisco, en torno a la familia del narrador, quien recuerda
en primera persona un episodio imborrable que vivió en su niñez, a fines del siglo XIX. Un
día, después de un largo viaje, Roberto, el hermano mayor de la familia, llegó cabalgando
cargado de regalos para sus padres y hermanos. A cada uno entregó un regalo; pero el que
más impacto causó fue el que entregó a su padre: un gallo de pelea de impresionante color
y porte. Le pusieron por nombre el «Caballero Carmelo» y pronto se convirtió en un gran
peleador, ganador en múltiples duelos gallísticos. Ya viejo, el gallo fue retirado del oficio y
todos esperaban que culminaría sus días de muerte natural. Pero cierto día el padre, herido
en su amor propio cuando alguien se atrevió a decirle que su «Carmelo» no era un gallo de
raza, para demostrar lo contrario pactó una pelea con otro gallo de fama, el «Ajiseco», que
aunque no se igualaba en experiencia con el «Carmelo», tenía sin embargo la ventaja de ser
más joven. Hubo sentimiento de pena en toda la familia, pues sabían que el «Carmelo» ya
no estaba para esas lides. Pero no hubo marcha atrás, la pelea estaba pactada y se efectuaría
en el día de la Patria, el 28 de julio, en el vecino pueblo de San Andrés. Llegado el día, los
niños varones de la familia acudieron a observar el espectáculo, acompañando al padre.
Encontraron al pueblo engalanado, con sus habitantes vestidos con sus mejores trajes. Las
peleas de gallos se realizaban en una pequeña cancha adecuada para la ocasión. Luego de
una interesante pelea gallística les tocó el turno al «Ajiseco» y al «Carmelo». Las apuestas
vinieron y como era de esperar, hasta en las tribunas llevaba la ventaja el «Ajiseco». El
«Carmelo» intentaba poner su filuda cuchilla en el pecho del contrincante y no picaba
jamás al adversario. En cambio, el «Ajiseco» pretendía imponerse a base de fuerza y
aletazos. Repentinamente, vino una confrontación en el aire, los dos contrincantes saltaron.
El «Carmelo» salió en desventaja: un hilillo de sangre corrió por su pierna. Las apuestas
aumentaron a favor del «Ajiseco». Pero el «Carmelo» no se dio por vencido; herido en
carne propia pareció acordarse de sus viejos tiempos y arremetió con furia. La lucha fue
cruel e indecisa y llegó un momento en que pareció que sucumbía el «Carmelo». Los
partidarios del «Ajiseco» creyeron ganada la pelea, pero el juez, quien estaba atento, se dio
cuenta que aún estaba vivo y entonces gritó. «¡Todavía no ha enterrado el pico señores!».
Y, efectivamente, el «Carmelo» sacó el coraje que sólo los gallos de alcurnia poseen: cual
soldado herido, arremetió con toda su fuerza y de una sola estocada hirió mortalmente al
«Ajiseco», quien terminó por «enterrar el pico». El «Carmelo» había ganado la pelea pero
quedó gravemente herido. Todos felicitaron a su dueño por la victoria y se retiraron del
circo contentos de haber visto una pelea tan reñida. El «Carmelo» fue conducido por
Abraham hacia la casa, y aunque toda la familia se prodigó en su atención, no lograron
reanimarlo. Tras sobrevivir dos días, el «Carmelo» se levantó al atardecer mirando el
horizonte, batió las alas y cantó por última vez, para luego desplomarse y morir
apaciblemente, mirando amorosamente a sus amos. Toda la familia quedó apesadumbrada y
cenó en silencio aquella noche. Según palabras del autor, esa fue la historia de un gallo de
raza, último vástago de aquellos gallos de pelea que fueron orgullo por mucho tiempo del
valle del Caucato, fértil región de Ica donde se forjaban dichos paladines.
Escenarios[editar]
La casa donde convivía la numerosa familia del narrador, personajes de esta historia, se
hallaba en la ciudad de Pisco, situada frente al mar, con tres plazuelas (una de ellas la
principal) y su muelle, ciudad que entonces más parecía una aldea grande.
Inmediata a dicho puerto, yendo por el camino de la playa hacia el sur, estaba la caleta de
San Andrés de los pescadores, «aldea de gentes sencillas, que eleva sus casuchas entre la
rumorosa orilla y el estéril desierto». Esa es la «aldea encantada» que el autor evoca
constantemente en sus cuentos criollos, la misma donde se realizaban peleas de gallos en el
marco de la celebración del aniversario patrio del 28 de julio.
En las cercanías de Pisco y en la ruta hacia Ica, se extendía la Hacienda Caucato, que
ocupaba un verde y fértil valle, copioso de árboles frutales, explotado antaño por los
jesuitas. Era la tierra del Carmelo y de otros gallos de pelea de la región.
Personajes[editar]
Caso insólito en la literatura peruana hasta ese entonces (aunque no en la
hispanoamericana), que los personajes principales sean animales, en este caso dos gallos de
pelea:
El Carmelo y,
El Ajiseco
Estos apelativos no son nombres propios, como se podría pensar, sino que aluden al color
del plumaje de ese tipo de aves, tal como era costumbre clasificarlos entre la afición
gallística peruana desde el siglo XVII.
Los hermanos:
o Roberto, el mayor, quien retorna al hogar luego de un largo viaje trayendo
regalos.
o Anfiloquio, el protector del gallo «Pelado».
o Rosa, la hermana mayor.
o Jesús, una niña muy inquieta y sensible, de menor edad de Abraham.
o Héctor, sin duda muy pequeño aún, pues no participa en la historia y solo se
le menciona como uno de los receptores de los regalos del hermano mayor.5
Análisis estructural[editar]
El cuento está dividido en seis secciones o capítulos cortos. Cronológicamente el relato es
lineal, con la clásica secuencia: inicio – desarrollo – clímax – desenlace.
A continuación, un resumen del cuento por capítulos, para tener una visión global de su
estructura.
I.- El relato se inicia con la llegada de Roberto, hermano mayor del narrador, quien trae
regalos para la familia. A su padre le obsequia un gallo carmelo, que será conocido como el
«Caballero Carmelo» y llegará a ser el preferido de todos.
II.- Empieza describiendo el amanecer en Pisco, la partida del padre hacía su trabajo, la
llegada del panadero. Los niños se encargan de alimentar a los animales del corral, cuya
descripción detallada se hace. Entre estos destaca un gallo llamado el «Pelado», quien,
pendenciero y escandaloso, se escapa y se mete en el comedor causando destrozos.
Enterado el padre, sentencia que el «Pelado» sería sacrificado para el almuerzo del
domingo. El dueño del gallo, Anfiloquio (uno de los hermanos de Abraham), protesta por
esta decisión y trata de argüir razones para salvarlo. Pero la decisión ya estaba tomada. El
muchacho entonces llora impotente, ante lo cual interviene la madre, quien le promete que
no matarían a su gallo.
III.- El narrador hace una descripción de Pisco, frente al mar, con sus tres plazuelas y su
puerto. Mas al sur, yendo por el camino de la costa, se llegaba a la aldea de San Andrés de
los Pescadores, poblada de gentes sencillas, dedicadas a la pesca y el comercio,
descendientes de las poblaciones nativas o «hijos del sol». De estos aldeanos el narrador
hace una descripción idílica (en algunas versiones del cuento, sobre toda en aquellas
destinadas a los escolares, se mutila inexplicablemente esta sección).
IV.- Comienza con la descripción del gallo Carmelo, a quien el narrador pinta con trazos de
caballero medieval. Habían pasado ya tres años de que llegara el gallo a casa y había
envejecido, luego de ser ganador en varios duelos con otros gallos de la región. Pero
entonces la familia recibe una noticia aterradora: el padre, molesto porque alguien había
dicho que su gallo no era de raza, lo volvería a hacer pelear, esta vez con otro gallo más
joven, el Ajiseco. El duelo se pacta para el día 28 de julio, día de la patria, en la aldea de
San Andrés. Un hombre viene seis días consecutivos para entrenar al Carmelo. Finalmente
llega el día esperado y se llevan al Carmelo, ante las protestas de la madre y el llanto de las
niñas. Una de ellas, Jesús, ruega a Abraham que lo siga y lo cuide.
V.- El pueblo de San Andrés se halla engalanado para la fiesta. La pelea de los gallos se
realiza en una pequeña cancha, a la que asiste mucha gente, entre apostadores y
espectadores. Al frente se halla el juez, es decir, el dirimente de la pelea. Luego de una
pelea preliminar, empieza el duelo entre el Carmelo y el Ajiseco. El favorito de los
apostadores era este último, y todos creían que sería el ganador. Pero luego de una reñida
pelea, el Carmelo se alza con el triunfo, aunque queda gravemente herido. Todos felicitan
al padre de Abraham por la victoria de su gallo de pelea. Abraham carga al Carmelo y se lo
lleva a casa.
VI.- Dos días estuvo el Carmelo sometido a toda clase de cuidados. Pero todo es en vano y
expira, luego de dar su último canto, ante la consternación de toda la familia.
Análisis estilístico[editar]
En «El caballero Carmelo» Valdelomar evoca con ternura y sencillez la vida de la infancia,
del hogar, del puerto y de la provincia. Su lenguaje es claro, expresivo y breve, todo lo cual
supone una admirable destreza técnica.4
En este cuento encontramos también descripciones de fino impresionismo y una prosa que
pone en relieve detalles llenos de colorido, en una estrategia cuya pretensión es dar
vitalidad a los hechos comunes, a las cosas sencillas,6 como por ejemplo, la enumeración de
las viandas que el hermano mayor distribuye a los miembros de la familia:
Quesos frescos y blancos envueltos por la cintura con paja de cebada, de la quebrada de Humay;
chancacas hechas con cocos, nueces, maní y almendras; frijoles colados, en sus redondas
calabacitas, pintadas encima con un rectángulo de su propio dulce, que indicaba la tapa, de Chincha
Baja; bizcochuelos, en sus cajas de papel, de yema de huevo y harina de papas, leves, esponjosos,
amarillos y dulces…7
Ingenuas y encantadoras son también algunas descripciones, como la de los animales del
corral:
Venía hasta nosotros la cabra, refregando su cabeza en nuestras piernas; piaban los pollitos;
tímidamente ese acercaban los conejos blancos con sus largas orejas, sus redondos ojos brillantes y
su boca de niña presumida; los patitos, recién «sacados», amarillos como yema de huevo, trepaban
en un panto de agua; cantaba desde su rincón, entrabado, el «Carmelo», y el pavo, siempre
orgulloso, alharaquero y antipático, hacía por desdeñarnos, mientras los patos, balanceándose como
dueñas gordas, hacían por lo bajo comentarios sobre la actitud poco gentil del petulante. 7
Al mismo tiempo, con este relato la subjetividad entró de lleno en la narrativa peruana. Los
acontecimientos importan más por las impresiones que producen en la conciencia de los
protagonistas. El creador tiene una conciencia que valora y modula la realidad.8
Por su lenguaje, materia y referencia, «El caballero Carmelo» y los demás cuentos criollos
representaron una saludable superación del artificio y cultismo extremo de la prosa
modernista, todavía en boga.4
Análisis temático[editar]
En este relato, Valdelomar maneja la animización, por la cual los seres o entidades de la
naturaleza son caracterizados con atributos humanos. El «Carmelo» ha sido dotado con las
virtudes humanas como la caballerosidad y la nobleza, añadidas al arrojo y la valentía. El
narrador le endilga de epítetos como «hidalgo», «amigo íntimo», «héroe», «paladín» y
«caballero medieval». El gallo es el paradigma o emblema de un tipo de conducta deseable,
al mismo tiempo que símbolo evocador de todo lo que es sano y hermoso en el mundo:
hogar, campo, cielo, mar, ruralidad laboriosa. Frente a él se alza la arrogancia y la ruindad
de su joven rival, el «Ajiseco» quien «no parecía ser un gallo fino de distinguida alcurnia»
y que «hacía cosas tan petulantes cuan humanas: miraba con desprecio a nuestro gallo y
se paseaba como dueño de la cancha». Cuando el «Carmelo» lo vence, simboliza también
el triunfo de la nobleza sobre la vileza, la caballerosidad sobre la villanía, la autenticidad
sobre la vanidad.9
Pelea de gallos.
Tampoco Valdelomar se preocupó de reconstruir con fidelidad los detalles referentes a las
peleas de gallos y a las características de estos animales, tal como lo ha demostrado Marco
Aurelio Denegri en su libro Arte y Ciencia de la Gallística (Kavia Cobaya editores, Lima,
1999), citada por el biógrafo del escritor, Manuel Miguel del Priego:
«… tanto en la descripción del gallo Carmelo, como en la descripción de la riña en que éste
participa y su secuela, Valdelomar cae en errores de nomenclatura y de comprensión de lo que
verdaderamente ocurre durante una pelea de gallos y aún después. Así lo demuestra el polígrafo y
experto en gallística Marco Aurelio Denegri en su libro acerca del tema, quien, implacablemente,
deja en cueros, con las «plumas al viento», y privado hasta de su nombre al gallo de la narración,
porque, como lo pinta Valdelomar, tiene características distintas a las que distinguen a un carmelo.
El carmelo que lo es de verdad «tiene el dorso, los hombros y el arco del ala, de color pardo rojizo,
acanelado; la golilla y la silla, de color anaranjado o rojo acastañado; el resto del cuerpo, blanco, y
también la cola». El Carmelo del cuento, en cambio, adolece de «imprecisión cromática» –por
ejemplo, no se llega a saber de qué color era su cola– y deviene «un remedo, un gallo de varios
colores mal combinados, vale decir, un gallo de plumaje abigarrado», acaso «un carmeloide». Pero
las inexactitudes enumeradas por Denegri con relación a muchos otros aspectos, y contenidas en el
cuento, son tantas, que no nos animamos a reproducirlas, limitándonos a señalar que, en efecto –al
menos, según nos parece– Valdelomar de gallística lo ignoraba todo, de pico a patas, y que,
probablemente, no tuvo cómo documentarse acerca del tema estando en Roma, donde escribió su
famoso relato sólo con la memoria del corazón, a muchas millas de Pisco o Lima, y en 1913, y con
apenas los datos del niño de ocho o nueve años que era cuando probablemente tuvo lugar la
anécdota que lo inspiró.9
Importancia[editar]
Jorge Basadre Grohmann, quien además de historiador es también uno de los más lúcidos
críticos literarios, considera que con «El caballero Carmelo» se inicia el cuento criollo en el
Perú, en forma de cuento costeño que retrata la vida del hogar provinciano. Aunque la más
correcta definición sería «neocriollo», para diferenciarlo del antiguo criollismo, festivo y a
menudo satírico, que contrasta con la nota de melancolía con que están teñidos los cuentos
criollos valdelomarianos. Habría que agregar que estos cuentos son los que han marcado
con mayor intensidad y duración el proceso de la literatura peruana. Con ellos
prácticamente la narrativa peruana ingresa a la modernidad. Basadre señala también que
con Valdelomar aparece por primera vez el niño como protagonista en la narrativa peruana.
«Con el Caballero Carmelo puede decirse que comienza en el Perú el cuento criollo. Las
Tradiciones de Palma algo de eso habían tenido en cuanto pintaban algunas características de
nuestro ambiente pero fugazmente u opacadas por el paramento de la evocación. Las Tradiciones,
tenían, además, predominante sabor limeño. Valdelomar supo perennizar en los cuentos que inician
aquel libro la vida de la provincia y, al mismo tiempo, la vida del hogar. Como López Albújar hizo
el cuento de la sierra, él hizo el cuento costeño. Además, es aquí donde recién aparece el niño como
protagonista de la literatura peruana, que había sido tan adulta en el gimoteo romántico como en las
risas de los epigramáticos. Y al mismo tiempo, nuestra literatura donde escasea el sentimiento del
paisaje, se enriquece con estas visiones límpidas del puerto y del mar. La sensibilidad de
Valdelomar, un poco femenina en su dulzura y en su delicadeza, se prestaba para miniar estas
páginas autobiografiadas donde el recuerdo detallaba lo pintoresco» 11
Mensajes[editar]
Desde un punto de vista ideológico, la pelea del Carmelo y el Ajiseco puede interpretarse
como un símbolo de la lucha entre dos prototipos de personalidades: el Carmelo representa
la nobleza (es de buena estirpe), la caballerosidad (no usa malas tretas y se limita a atacar
con sus patas armadas) y la autenticidad (no presume lo que no es), mientras que el Ajiseco
representa la villanía (no parecía ser de alcurnia), la vileza (trata de imponerse a aletazos y
picotazos) y la vanidad (era presuntuoso). El Carmelo triunfa y con él todas sus cualidades
buenas y ejemplares, pero a costa de su propia vida. Pero su recuerdo perdura
imborrablemente y sin duda allí es donde radica su mayor victoria.
Algunos intentan «dilucidar» en el cuento un mensaje contrario a las peleas de gallos; sin
embargo no es esa la intención del escritor. Lo que entristece al niño Abraham y a sus
hermanos es que se haga pelear a un animal ya viejo, con el grave riesgo de que sucumba
frente a un rival más joven. De acuerdo al contexto cultural de entonces (y aun de ahora) se
considera que el gallo de pelea nace y vive para pelear (lo mismo se diría de un toro de
lidia), al menos hasta donde las fuerzas lo permitan; no hay ninguna objeción al respecto,
incluso el autor idealiza la lucha gallística y la compara con los duelos de caballeros
medievales. Si se quiere entresacar mensajes del relato, estos serían:
Referencias[editar]
1. ↑ Antonio Cornejo Polar, crítico peruano ampliamente reconocido y prolífico autor, dice
textualmente: «El caballero Carmelo es con toda seguridad uno de los cuentos más
perfectos de la literatura peruana». (Historia de la literatura del Perú republicano.
Incluida en «Historia del Perú, Tomo VIII. Perú Republicano», pág. 114. Lima, Editorial
Mejía Baca, 1980. ISBN 84-499-1618-6 de la obra completa, cuarta edición). El mismo
autor cita a Armando F. Zubizarreta, quien califica el relato como «hazaña del cuento
criollo» (Perfil y entraña de El caballero Carmelo [El arte del cuento criollo]. Lima,
Editorial Universo, 1968). Luis Alberto Sánchez, considerado un especialista de la obra
valdelomariana, tampoco escatima elogios hacia el cuento: «… magnífico relato, primera
muestra de un neocriollismo fragante de recuerdos, embalsamado de ingenuidad y
melancolía» (Valdelomar o la Belle Époque, pág. 125. Lima, tercera edición, 1987). Otro
escritor y crítico peruano, Alonso Cueto, ha dicho refiriéndose a la serie de cuentos criollos
de Valdelomar: «En esta misma colección, dos relatos, «El Caballero Carmelo» y «El
Vuelo de los Cóndores», son casi perfectos» («Abraham Valdelomar. Un agitador
espiritual.» Homenaje a Valdelomar publicado en el suplemento El Dominical de El
Comercio, edición del 11 de marzo de 2001). Y las citas podrían continuar,
interminablemente.
2. ↑ Cojudo: Peruanismo. Equivale a tonto, bobo, necio. Según Marco Aurelio Denegri (en
«La función de la palabra», programa televisivo), es el más antiguo registro documentado
de dicho peruanismo. Aunque no queda claro el verdadero sentido que le da Valdelomar;
podría equivaler a «cojonudo».
3. ↑ Fragmento de una carta de Abraham Valdelomar dirigida a Enrique Bustamante y
Ballivián, fechada en Roma, el 8 de octubre de 1913. Citada por Luis Alberto Sánchez en
Valdelomar o la Belle Époque, México, Fondo de Cultura Económica, 1969.
4. ↑ a b c Cornejo Polar, Antonio, 1980, pág. 113-114.
5. ↑ En el cuento no se mencionan las edades de los hermanos ni del mismo Abraham, pero
teniendo en cuenta su carácter autobiográfico y que la historia se desenvuelve con toda
probabilidad hacia 1896-1897, se puede dilucidar fácilmente dicha información. Roberto
tenía 18 años al momento de retornar al hogar; Anfiloquio era un adolescente de 14 a 15
años al momento de la historia del «Pelado»; Rosa tenía de 9 a 10 años; y Jesús, la menor
de Abraham, unos 6 años. Héctor era aún muy pequeño. En 1895 nació María, la menor de
los hermanos (la que fue madre del pintor Fernando de Szyszlo), que no es mencionada en
el cuento. Cfr. Miguel de Priego, 2000, pág. 25.
6. ↑ Saavedra Chávez, Olga: «Entre la tradición y la modernidad», prólogo de Textos
escogidos / Antología / Abraham Valdelomar, por Alonso Rabí do Carmo. Publicación de
Editora El Comercio S.A., tomo 7, serie «Peruanos imprescindibles». Lima, 2005. ISBN
9972-205-87-8
7. ↑ a b Valdelomar, Abraham: El caballero Carmelo (libro de cuentos). Lima, Talleres
Tipográficos de la Penitenciaría, 1918.
8. ↑ Cueto, Alonso: «Abraham Valdelomar. Un agitador espiritual.» Artículo publicado en
homenaje a Valdelomar en el suplemento El Dominical de El Comercio, 11 de marzo de
2001.
9. ↑ a b Miguel de Priego, 2000, pág. 356-357.
10. ↑ Fragmento de una carta de Valdelomar a su madre, fechada el 22 de agosto de 1913, y
publicado en el artículo de César Miró: Una carta inédita de Abraham Valdelomar, en El
Comercio, Lima, 18 de mayo de 1952. Reproducida en: Valdelomar. Obras II, pág. 640.
Lima, 1988.
11. ↑ Basadre, 1928.
Bibliografía básica[editar]
Basadre, Jorge:
- La literatura peruana. Derrotero para una historia cultural del Perú. Tomo IV,
págs. 1300 a 1303. Cuarta edición y definitiva. Lima, P. L. Villanueva Editor, 1975.
- Valdelomar o la Belle Époque. Tercera edición, primera peruana. Lima,
INPROPESA, 1987.
Miguel de Priego, Manuel: Valdelomar, el conde plebeyo. Biografía. Lima, Fondo
editorial del Congreso del Perú, año 2000. ISBN 9972-755-27-2
Valdelomar / Obras I y II. Edición y prólogo de Luis Alberto Sánchez. Lima,
Ediciones Edubanco, 1988.
Silva-Santisteban, Ricardo: Valdelomar por él mismo (Cartas, entrevistas,
testimonios y documentos biográficos e iconográficos). Edición, prólogo,
cronología y notas del autor. Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2,000. En 2
Tomos. ISBN 9972-755-22-1 ISBN 9972-755-23-1
Véase también[editar]
Literatura peruana
La aldea encantada, proyecto de libro de cuentos criollos.
El caballero Carmelo, libro de cuentos.
Enlaces externos[editar]
Wikisource contiene obras originales de o sobre El caballero Carmelo.
Todos los cuentos de Valdelomar en un volumen
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Durante tres año en la ciudad de Pisco, todo fue hermoso, recuerdo aquél
día que nuestro padre ingreso a nuestra casa, y dijo el Caballero Carmelo
tendrá una pelea con Ajiseco famoso gallo vencedor. Todos quedamos
asombrados, El Caballero Carmelo ya estaba viejo y no podría resistir una
pelea.
Llegó el 28 de julio fecha pactada para la pelea, San Andrés sería el lugar
perfecto, puesto que aquí celebran la fiesta de nuestra patria con una gran
jugada de gallos, donde todos los hacendados y ricos iban, todos muy
tristes en casa. Mi padre y aquél hombre que preparaban al Caballero
Carmelo, lo llevaron a aquel lugar de la pelea. Todos estábamos a la
expectativa que pasaría aquél día en que veíamos caer ya la oscuridad en
plena luz radiante del día. Tal vez esta sería la última vez que veríamos a
nuestro querido amigo de la infancia.
Se inició la pelea, apuestas por aquí por allí, todos despertaban griteríos y
saltos, tal vez uno se animaría apostar a favor de nuestro amigo El
caballero Carmelo, pero todos daban por ganador a Ajiseco, era más fuerte
y joven y seguro que ganaría.
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EL CABALLERO CARMELO
NACIONALIDAD: Perú.
PERSONAJES PRINCIPALES:
Abraham.el protagonista.
PERSONAJE SECUNDARIO.
HECHOS IMPORTANTES .
Alada. Movimiento que hacen las aves subiendo y bajando las alas.
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