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09 Filociencia 2022-Clase Teórica 9
09 Filociencia 2022-Clase Teórica 9
Alejandro Cassini
Clase teórica N° 9
Características generales
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variedades, que son más fáciles de comprender y, representan, por así decir, dos de los
extremos del espectro de posiciones semanticistas.
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de modelo tiene un único significado: un modelo es una estructura conjuntista en la cual
todos los axiomas de una teoría resultan verdaderos. En las ciencias empíricas (y en la
ingeniería o las tecnologías), en cambio, suele llamarse “modelo” a entidades de tipos
muy diferentes: a objetos materiales, como maquetas, mapas, íconos, prototipos y
modelos a escala, y a objetos abstractos como sistemas de ecuaciones o programas de
computación. Es evidente, entonces, que las relaciones que pueden tener entre sí
diferentes modelos, dependen de la manera en que se conciba la ontología de los
modelos. Dos maquetas de madera balsa pueden tener entre sí ciertas relaciones que no
pueden tener dos sistemas de ecuaciones entre sí, ya que se trata de objetos de diferentes
categorías ontológicas, uno concreto y el otro abstracto. Dos maquetas pueden tener, por
ejemplo, el mismo peso o el mismo tamaño, pero no tiene sentido decir que dos
sistemas de ecuaciones tienen estas propiedades en común, lo cual sería un error
categorial.
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que no son una misma teoría. La cuestión merece un examen lógico atento, pero en este
curso no disponemos de los recursos formales para realizarlo, por lo que la dejaremos
como una pregunta abierta: ¿Pueden dos teorías ser ambas inconsistentes y, sin
embargo, identificarse como dos teorías diferentes? [Una clave para pensar la respuesta:
todos los conjuntos de axiomas inconsistentes formulados en un mismo lenguaje son
lógicamente equivalentes entre sí porque implican los mismos teoremas, a saber, todas
las fbf de ese lenguaje].
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término “masa”. Seguiríamos llamándola “mecánica newtoniana”. Sin embargo, para la
concepción clásica, ese cambio es inevitable, ya que las reglas de correspondencia
forman parte de la base axiomática de una teoría. Y es evidente que si a una teoría
axiomática se le agrega un axioma (independiente) el resultado es una nueva teoría, que
siempre implicará un número infinito de teoremas nuevos.
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ciencia, donde es posible observar que las teorías experimentan cambios a lo largo del
tiempo. Sin embargo, es evidente que esos cambios deben tener un límite. No parece
posible reemplazar la totalidad de la clase de los modelos que identifican a una teoría
sin que se pierda la identidad de dicha teoría. No obstante, es posible que se eliminen o
se agreguen algunos de los modelos que pertenecen a la colección que identifica a la
teoría de la teoría y la identidad de dicha teoría se mantenga. Cuando esto ocurre, se
dice que cambia el dominio de aplicación de la teoría: si se eliminan modelos, se
produce una restricción del dominio de aplicación; si se agregan modelos, se produce
una extensión del dominio de aplicación; y, por último, si se reemplazan algunos
modelos por otros, se produce un cambio en el dominio de aplicación de la teoría.
¿Cuáles son los cambios que pueden hacerse en la colección de los modelos de
una teoría sin que se pierda la identidad de la teoría, es decir, sin que se produzca un
cambio de teoría? Para responder a esa pregunta los semanticistas se ven obligados a
distinguir dos clases de modelos: los modelos centrales o nucleares, de los cuales
depende la identidad de la teoría, y los modelos periféricos, que no son esenciales para
la identidad de la teoría. Por consiguiente, una teoría mantiene su identidad cuando se
mantienen sin cambios sus modelos centrales, aunque se produzcan cambios en los
modelos periféricos. La manera en que las diferentes variedades de la concepción
semanticista distinguen entre modelos centrales y periféricos depende de los detalles
técnicos de cada una. En general, puede decirse, que los modelos centrales son los que
dependen de ciertas leyes fundamentales de la teoría, mientras que los periféricos son
los que no dependen de tales leyes. Por ejemplo, en la mecánica newtoniana los
modelos centrales son los que dependen de la segunda ley del movimiento de Newton
(F = m.a), que es la ley fundamental de la mecánica clásica. En cierta forma, la
distinción entre las dos clases de modelos de una teoría es una versión de la antigua
distinción metafísica entre las propiedades esenciales y accidentales de un objeto. Un
individuo mantiene su identidad cuando no se modifican sus propiedades esenciales,
aunque sufra constantes cambios en sus propiedades accidentales.
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La concepción semántica de Giere
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semejante a otro y este a un tercero, pero el primero puede ser o no ser semejante al
tercero. Eso depende de cómo se haya determinado la semejanza que se requiere.
Tomemos el ejemplo de la estatura de las personas. Podemos definir la semejanza de
estatura, convencionalmente, estableciendo que dos personas tienen estaturas
semejantes si difieren en menos de cinco centímetros. Dada esta definición,
supongamos que alineamos en una fila, de menor a mayor, a veinte personas que
difieren en solo un centímetro de estatura respecto del siguiente, comenzando con una
estatura de 160 centímetros hasta llegar a los 180 centímetros. En tal caso, el primero de
la fila tiene una estatura semejante a las de las personas que ocupan el lugar segundo,
tercero y cuarto, pero no a la de las que ocupan el lugar, quinto, sexto, etc. El que ocupa
el tercer lugar tiene una estatura semejante a la de los que ocupan los lugares primero,
segundo, cuarto, quinto, sexto y séptimo, pero no a las de los que ocupan los lugares
octavo, noveno, etc. Y es evidente que el primero y el último de la fila no tienen
estaturas semejantes, incluso en ningún sentido razonable del término. Así pues, la
semejanza tampoco es una relación intransitiva; en algunos casos es transitiva y en
otros no. Incluso con esta definición, la semejanza admite grados, ya que dos personas
que difieren en un centímetro de estatura son más semejantes entre sí que dos personas
que difieren en cuatro centímetros. Lo mismo ocurre con los modelos, la semejanza se
pierde progresivamente por grados, de modo que algunos modelos de una misma teoría
son más semejantes entre sí que otros, mientras que otros son menos semejantes.
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desarrollan. Por supuesto, las teorías matemáticas están excluidas de todo esto. Ninguna
concepción modelística se aplica a las matemáticas o a las ciencias formales, donde los
estructuralistas y otros semanticistas reconocen que se emplea el método axiomático
formal. Las teorías matemáticas, entendidas como el conjunto de los teoremas que se
deducen de un conjunto dado de axiomas, siempre están bien definidas, ya que toda fbf
del lenguaje de una teoría dada es o no es un teorema de dicha teoría.
A pesar de que considera que las teorías empíricas son entidades vagas, Giere
acepta, sin embargo, que toda teoría tiene modelos centrales y modelos periféricos y
que la identidad de la teoría se mantiene mientras no se cambien sus modelos centrales.
Así pues, la vaguedad de los límites de una teoría depende de los modelos periféricos.
Respecto de los modelos centrales no puede haber vaguedad. Para dar un sentido
preciso a la distinción entre modelos centrales y periféricos, cosa que Giere no hace,
podría definirse a los modelos centrales como aquellos para los cuales la relación de
semejanza es siempre transitiva, mientras que para los modelos periféricos no siempre
lo es. De esta manera, el núcleo de la teoría está siempre bien definido, mientras que su
periferia es borrosa. En particular, la frontera entre los modelos nucleares y los
periféricos no puede ser borrosa, porque en tal caso la identidad de la teoría se vería
comprometida.
Los modelos, en cualquier forma que se los entienda, no son oraciones, y más en
general, no son entidades lingüísticas. Por consiguiente, una colección de modelos
tampoco es una entidad lingüística. Por esa razón, los partidarios de la concepción
semántica de las teorías la consideran una concepción no enunciativa de las teorías, que
se distingue así de la concepción clásica a la que denominan enunciativa. Sin embargo,
como se verá enseguida, hay un elemento de carácter lingüístico en todas las
concepciones modelísticas de las teorías, por lo que no es, en sentido estricto,
enteramente no enunciativa.
Una colección de modelos relacionados entre sí, sin más, es una entidad que no
tiene relación alguna con los fenómenos del mundo real. Más precisamente, no hace
ninguna afirmación sobre los fenómenos que pueda considerarse verdadera o falsa. Por
sí misma, una colección de modelos no tiene valor de verdad, ni puede confirmarse o
refutarse por medio de la experiencia. Por consiguiente, la mera colección de modelos
no puede constituir la totalidad de una teoría empírica, sino solo un componente
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necesario, pero insuficiente. Se requiere, además, otro componente que relacione los
modelos de una teoría con los fenómenos del mundo real a los cuales pueden aplicarse
esos modelos. Ese componente tiene carácter lingüístico. En la versión de Giere se lo
llama hipótesis teórica (los estructuralistas lo llaman aserción empírica). Así pues,
según Giere, una teoría empírica está formada por dos componentes:
Según Giere, los modelos teóricos son entidades abstractas, que están definidas
por las leyes fundamentales o principios de una teoría. Así, por ejemplo, las leyes del
movimiento de Newton (en particular la segunda ley: F = m.a) definen cuáles son los
modelos de la teoría que llamamos “mecánica newtoniana”. Las leyes del movimiento
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de Newton son, por definición (o por decisión, podríamos decir) verdaderas en todos
los modelos que forman la colección de modelos de la mecánica newtoniana. Ahora
bien, dado que ni los modelos ni los fenómenos físicos a los cuales se aplican son
entidades lingüísticas, la relación entre ellos no puede ser la de verdad o falsedad. La
relación entre los modelos y los fenómenos físicos es una relación de representación:
los modelos representan los fenómenos del mundo. El ejemplo favorito de Giere para
ejemplificar esta relación es la analogía con los mapas: los modelos representan los
fenómenos de una manera análoga a como los mapas representan los territorios. Giere
extrae muchas consecuencias de esta analogía, pero no podemos detenernos a
analizarlas todas aquí. Baste decir que así como son posibles muchos mapas diferentes
de un mismo territorio, también son posibles muchos modelos de un mismo fenómeno.
Cada uno de ellos proporciona una representación parcial del fenómeno en cuestión
desde una cierta perspectiva. Esto vale también para todos los modelos científicos. Por
esa razón, Giere llama “perspectivismo” a su posición epistemológica.
El ejemplo de los mapas ofrece otra vez una buena analogía. El mapa es
semejante al territorio que representa en algunos aspectos y hasta cierto grado, pero cuál
sea el grado de semejanza requerido depende del uso que se le quiera dar. Un mapa de
la red de subtes que represente todas las estaciones en una línea recta como círculos a
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igual distancia puede ser una buena representación del recorrido si el uso que se le
pretende dar es simplemente subir y bajar en la estación que uno desea. Pero si se quiere
calcular la forma precisa del trayecto, o la distancia recorrida o el tiempo de viaje, no
resulta una representación adecuada. Advirtamos que una representación más
simplificada o menos aproximada de los fenómenos puede ser más útil para
determinados propósitos que una representación más compleja y más aproximada. Por
ejemplo, si quiero encontrar la salida de un laberinto muy complejo, un mapa que
represente el camino de salida ignorando todos los detalles de las demás sendas del
laberinto resulta más útil para ese propósito que otro mapa que represente cada detalle
de las sendas que uno no debe seguir. Así pues, una representación más adecuada de los
fenómenos no siempre es la que proporciona una descripción más detallada o verosímil
de dichos fenómenos. La adecuación o no de la representación que proporciona un
modelo es relativa a los propósitos de los agentes y, entre otras cosas, al contexto en el
cual se usará el modelo en cuestión. Un mapa muy completo de un territorio puede ser
completamente contraproducente para los usos que se le quiere dar. En el caso límite, un
mapa a escala 1 a 1 sería completamente inútil, ya que tendría la misma complejidad
que el territorio que representa y, por consiguiente, sería prescindible para cualquier
finalidad práctica.
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entonces, la semejanza entre modelos y fenómenos? La analogía con los mapas no sirve
de ayuda para entender los modelos teóricos, ya que un mapa y el territorio que
representa son ambos objetos concretos que pueden compartir propiedades físicas. Giere
no resuelve este problema, que afecta a toda posible comparación entre los modelos
teóricos y los fenómenos que representan.
Otra solución posible consiste en sostener que los objetos físicos u agregados de
objetos ejemplifican o instancian estructuras, de modo análogo a como los objetos
particulares instancian propiedades universales (que este lápiz en particular sea rojo
significa que instancia el universal “rojo”, que también puede ser instanciado por otros
particulares). Por tanto, un modelo teórico, que es una estructura, siempre se compara
con la estructura que ejemplifican los fenómenos que se quieren representar. La
dificultad de esta posición, sin embargo, es que así como un particular puede instanciar
simultáneamente muchos universales (incluso infinitos, en principio), un mismo
fenómeno puede instanciar a la vez un número indefinido de estructuras, entre las cuales
casi seguramente habrá alguna que sea homomorfa con cualquier modelo. Esto amenaza
con volver trivial la relación de representación en tanto cualquier modelo podría
representar adecuadamente cualquier fenómeno. Notemos que el problema es análogo al
de la semejanza informal en Giere, donde cualquier modelo es semejante a cualquier
fenómeno en algún respecto. La solución en el estructuralismo también es de carácter
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pragmático, dado que son los agentes que construyen un modelo los que determinan
cuál es el fenómeno representado, seleccionando una estructura determinada de dicho
fenómeno como aquella que tiene en común con el modelo que lo representa. De este
modo, la relación de representación vuelve a ser relativa a las intenciones y propósitos
de los agentes que construyen o usan los modelos. La inclusión de este elemento
pragmático parece ser inevitable para fijar la direccionalidad y la asimetría de la
representación, evitando a la vez la consecuencia de que cualquier modelo represente
cualquier fenómeno. Por ejemplo, un mapa representa un determinado territorio, pero
dicho territorio no representa al mapa, a pesar de que sean semejantes, por la decisión
de los agentes que trazaron el mapa; además, un mapa dado es semejante a muchos
territorios diferentes en algún respecto, pero solo representa a uno determinado, el que
los agentes tienen la intención de representar.
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Las ventajas y desventajas de la concepción semántica de las teorías empíricas
deben siempre juzgarse relativamente a otras concepciones rivales. Una alternativa
posible es la que llamo concepción proposicional de las teorías, que es una versión de
la concepción clásica despojada de su carácter enunciativo, del requisito de la
formalización y de las reglas de correspondencia. Según esta concepción, una teoría es
simplemente un conjunto de proposiciones (no de oraciones o enunciados) cerrado bajo
la relación de consecuencia lógica. Una teoría se formula mediante oraciones de un
determinado lenguaje, pero no se identifica con esas oraciones, sino con las
proposiciones que ellas expresan. Dos conjuntos de enunciados lógicamente cerrados
que sean lógicamente equivalentes son dos formulaciones de una misma teoría porque
expresan las mismas proposiciones. Una proposición, en efecto, se puede formular
mediante diferentes oraciones de diferentes lenguajes. Las proposiciones no son
entidades lingüísticas, sino entidades abstractas, como los conjuntos o las entidades
ideales. Para la concepción proposicional, una teoría no necesariamente tiene que estar
formalizada, ni axiomatizada, ni formulada en un determinado lenguaje en particular. Se
la puede formular sencillamente en cualquier lenguaje natural, enriquecido con el
vocabulario técnico que la teoría requiera. Las teorías, son así, entidades abstractas:
proposiciones o conjuntos de proposiciones. Desde un punto de vista lógico cualquier
teoría se puede formular como una única proposición, que es la conjunción de todas sus
proposiciones.
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de las teorías es enunciativa, pero, como hemos señalado, las diferentes versiones de la
concepción semántica también tienen un componente enunciativo, o, al menos
proposicional (las aserciones empíricas o hipótesis teóricas).
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teorías diferentes siempre difieren en un número infinito de proposiciones, esta
consecuencia es inevitable en razón de la clausura lógica. Por otra parte, no es obvio
que concebir a las teorías como entidades flexibles, ni mucho menos como entidades
vagas, tenga alguna ventaja desde el punto de vista metateórico.
Uno de los pocos autores clásicos que concede un lugar destacado a los modelos
es Ernest Nagel, en su clásica y enciclopédica obra The Structure of Science, de 1961,
una de las últimas obras comprehensivas de filosofía de la ciencia, tanto general como
especial, escrita por un solo autor. Nagel sostiene que los modelos son uno de los tres
componentes de las teorías, junto con los postulados teóricos y las reglas de
correspondencia. Los modelos proporcionan una interpretación de los postulados
teóricos en términos familiares o visualizables. No pueden sustituir a las reglas de
correspondencia, por lo cual no permiten deducir enunciados observacionales de los
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postulados, pero, no obstante, desempeñan diversas funciones importantes en la ciencia.
Según Nagel, los modelos tienen valor heurístico por sí mismos y pueden permitir el
desarrollo de líneas de investigación novedosas que no habrían surgido del análisis de la
propia teoría. No solo pueden sugerir la necesidad de nuevas reglas de correspondencia
para los términos teóricos de una teoría, sino también conectar dicha teoría con sus
sucesoras o predecesoras. Con todo, los modelos de una teoría no deben confundirse
con la propia teoría. En algún sentido, entonces, una teoría ya está completamente
formulada con los postulados teóricos y las reglas de correspondencia y no requiere, al
menos de manera esencial, de un modelo. Desde este punto de vista, Nagel es un
partidario pleno de la concepción clásica de las teorías.
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más adelante en este curso), Morgan y Morrison sostienen que los modelos sirven a la
vez para representar a los fenómenos como para intervenir sobre ellos.
Nancy Cartwright, por su parte, también acepta que los modelos funcionan como
mediadores entre las teorías y el mundo real y que, en la mayoría de los casos, tienen un
carácter representativo. Su argumento principal es que, al menos en el dominio de la
física, las teorías son demasiado abstractas y alejadas de la experiencia como para poder
ser contrastadas o aplicadas. Para hacerlo se requiere de un modelo más concreto o, si se
quiere, menos abstracto, un modelo en el cual las relaciones entre conceptos abstractos
formuladas en la teoría sean ejemplificadas. Las teorías físicas, sostiene Cartwright, no
representan lo que ocurre en el mundo; únicamente los modelos tienen esta capacidad
representativa. Sin embargo, los modelos no forman parte de ninguna teoría
determinada. Desde este punto de vista, Cartwright se opone a la concepción semántica
de las teorías. Su posición es que, aunque los modelos puedan haber sido construidos a
partir de ciertas teorías, tienen, no obstante, un carácter independiente de toda teoría en
particular. En general, los filósofos de la ciencia del siglo XXI se han dedicado a
estudiar los modelos científicos por sí mismos, con independencia de la relación que
puedan tener con las teorías. Como consecuencia de ello, la relación entre modelos y
teorías se ha vuelto borrosa, hasta el punto de que muchos autores, especialmente
científicos, usan ambos términos indistintamente y no establecen ninguna diferencia
esencial entre modelos y teorías. Este es un punto que los filósofos de la ciencia
deberían esclarecer en el futuro, pero la polisemia del propio término “modelo” en las
ciencias empíricas hace que tal elucidación resulte sumamente difícil.
Bibliografía obligatoria
Bibliografía optativa
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